Héctor trabajaba en un taller de carpintería y le pagaban mensualmente. Un día se unió al equipo de fútbol local y pagó su cuota de membresía con su salario. Jugaron un partido contra el equipo más fuerte y ganaron el campeonato. Héctor llevó el trofeo a casa, pero su mamá lo rompió accidentalmente. Más tarde, un amigo vio el trofeo roto y le dijo al entrenador, quien le pidió a Héctor que lo pagara porque costó dinero.