Dos músicos sordos tenían que tocar una canción juntos pero discutían sobre quién empezaría. De repente, una pulga saltó del sombrero de uno de los músicos llevando la partitura de la melodía que debían tocar. La pulga les mostró en qué tono debían tocarla y sostuvo la partitura para ellos, permitiéndoles tocar la hermosa melodía para el disfrute del público.