El monje vivía en el desierto y pasaba mucho tiempo orando, por lo que la gente creía que era el hombre más santo. Un día, Dios le dijo al monje que el carnicero del pueblo cercano era en realidad la persona más santa. El monje fue al pueblo y observó al carnicero, quien parecía grosero. Sin embargo, descubrió que el carnicero cuidaba a un anciano que había matado a su padre, perdonándolo y tratándolo con amor.