El documento invoca la divinidad y la abundancia que corresponde a la humanidad como descendientes de Dios. Afirma que los seres humanos son los verdaderos herederos de la tierra y el universo, no aquellos que se creen superiores. Finalmente, decreta el fin de la tiranía y el orden del caos, dando inicio a una nueva era de paz y prosperidad para la humanidad a través de la distribución equitativa de la riqueza del planeta.