Dios no preguntará por los detalles materiales de la vida de una persona como el auto que usaba o la casa en la que vivía, sino que preguntará sobre cómo ayudó a los demás, cuánta gente llevó o recibió, a cuántos vistió o consideraban su amigo, y cómo trató a sus vecinos. Dios juzgará a las personas no por su estatus o apariencia exterior, sino por la bondad y compasión que mostraron hacia los demás durante su vida.