2. Tiempo atrás, tuve un vecino,
cuyo "hobby" era plantar árboles
en la enorme quinta de su casa.
Algunas veces observaba desde mi ventana
el esfuerzo para plantar árboles
y más árboles todos los días.
Entre tanto, lo que más
me llamaba la atención,
era el hecho de que
él jamás regaba los nuevos
que plantaba.
3. Noté después de un tiempo,
que sus árboles
estaban demorando
mucho en crecer.
Cierto día, decidí acercarme a él
y le pregunté si no tenía temor
de que los árboles no crecieran,
pues percibía que él
nunca los regaba.
Fué entonces cuando,
con un aire orgulloso,
me describió su fantástica teoría.
4. Me dijo que si regase sus plantas,
las raíces se acomodarían a la superficie
y quedarían siempre esperando
por el agua más fácil venida de encima.
Como él no las regaba, los árboles demorarían
más en crecer, porque sus raíces tenderían a
migrar para el fondo, en búsqueda del agua y de
las variadas fuentes nutrientes encontradas en las
capas más inferiores del suelo.
5. Ésa fué la charla que tuve
con aquél vecino mío.
Después me fuí a vivir a otro país,
y nunca más lo volví a ver...
6. Varios años más tarde,
al retornar del exterior,
fuí a dar una mirada
a mi antigua residencia.
Al aproximarme, noté
un bosque que antes no existía.
¡Mi antiguo vecino había realizado su sueño!
Lo curioso es que aquél era un día de un viento
muy fuerte y helado, en que los árboles de la calle
estaban arqueados, como si no estuviesen
resistiendo el rigor del invierno.
7. Mientras tanto,
al aproximarme a la quinta del que
había sido mi vecino,
noté cómo sus árboles
estaban sólidos.
Prácticamente no se movían,
resistiendo implacablemente
aquél fuerte viento.
... Efecto curioso, pensé yo...
8. Las adversidades por las cuales aquellos árboles
habían pasado, habiendo sido privados del agua,
parecía haberlos beneficiado,
como si hubiesen recibido el mejor de los tratamientos.
Todas las noches, antes de irme a
acostar, doy siempre una mirada a
mis hijos. Me inclino sobre sus
camas y observo cómo han crecido.
Frecuentemente oro por ellos.
La mayoría de las veces, pido para
que sus vidas sean fáciles.
“Dios mío, libra a mis hijos de todas las dificultades y agresiones de este mundo”.
9. He pensado
que es hora de cambiar mis plegarias.
Éste cambio tiene que ver con el hecho
de que es inevitable que los vientos
helados y fuertes
no alcancen a nuestros hijos.
Sé que ellos encontrarán innumerables
problemas
y ahora me doy cuenta de que mis oraciones
para que las dificuldades no ocurran,
han sido demasiado ingenuas...
...Pues siempre habrá una tempestad
ocurriendo en algún lugar...
10. Lo haré porque queramos o no,
la vida no es fácil.
Al contrario de lo que había hecho,
ahora pediré que mis hijos crezcan con raíces profundas,
de tal forma que puedan sacar energía de las mejores fuentes
-de las más divinas-,
que se encuentran en los lugares más remotos.
11. Oramos demasiado para no tener dificultades.
Pero lo que necesitamos hacer
es pedir para desarrollar raíces fuertes y profundas,
de tal manera que, cuando las tempestades lleguen
y los vientos helados soplen,
resistamos con valor
y no seamos dominados.