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EL EXTRAÑO CASO DEL SEÑOR VALDEMAR (ADAPTADO) (SEXTO SIN
ASCENSOR)

El deseo de todas las partes era el de mantener este asunto oculto al público,
al menos hasta dentro de unos meses cuando hubiera una explicación
científica con la que justificar el extraño caso que os contaré a continuación.

Pero lo sorprendente de lo que os voy a contar hace que no pueda guardarlo
más en secreto y que os exponga estos hechos de la forma en la que yo los
comprendo actualmente.

Desde hace poco más de tres años estoy tremendamente interesado en el
tema de la hipnosis y he realizado muchas investigaciones sobre el caso. En la
mayoría de ellas he llegado a la conclusión de que las personas hipnotizadas
han sido siempre elegidas por las personas que ejercen de hipnotizadores. Por
ello, los resultados obtenidos por estas personas se pueden, lógicamente,
poner en duda.

Ahora bien, nadie ha hipnotizado a alguien por deseo propio, es decir, nadie ha
hipnotizado a alguien porque la persona que iba a ser hipnotizada lo pidiera
expresamente.

Por ello, estuve varios meses entrevistándome con muchas personas con
características muy diferentes estudiando sus personalidades y su estado de
salud.

En una de esas entrevistas una persona muy peculiar me pidió repetidas veces
que llevará a cabo con él urgentemente sesiones de hipnosis. El motivo por el
cual debía realizarlas con tanta urgencia y que descubrí días después me
produjo una sensación de incertidumbre desde la cual no he podido
recuperarme."

"En el momento en el que accedí a llevar a cabo con él las sesiones de
hipnosis no era consciente de las cosas con las que podía encontrarme y, por
ello, accedí a efectuarlas.

Nadie pues, en ese estado y en ese momento de su vida, había elegido ser
hipnotizado. Por lo tanto, tenía una oportunidad única ante mi para seguir
prosperando en mis investigaciones sobre el tema.

Durante días estuve investigando si la sensibilidad a la influencia magnética de
la hipnosis en un paciente como éste, si existía o no y si, en caso afirmativo,
dicha sensibilidad disminuía o aumentaba con un paciente tan especial.

Para que los lectores sean conscientes de lo que nos espera en las siguientes
entregas de nuestro relato, pasaré a hablaros un rato de nuestro protagonista
que eligió en su peculiar estado someterse a las sesiones de hipnosis.

El señor V, como pasaré a llamarlo a partir de ahora, residía en el barrio de
Harlem de la ciudad de Nueva York y llamaba la atención por su extremada
delgadez, a modo de ejemplo diré que sus piernas parecían palillos, y por sus
cabellos largos y blancos que eran tan perfectos y llamativos que, a menudo,
eran confundidos con una peluca. Tenía un temperamento y un carácter
tremendamente nervioso. Por las características de su personalidad era un
paciente perfecto para la hipnosis.

Pero lo que le hacía tremendamente interesante para tal efecto era su
diagnóstico clínico. Pasaré a leerlo detalladamente para que el lector entienda
lo espantoso de lo que vendrá a continuación"

Su cara tenía un color demasiado pálido para un ser humano con algo de
vitalidad, sus ojos estaban completamente apagados y su delgadez, tanto de
su cuerpo como de su cara, era tal que los pómulos habían perforado ya la
piel. Su respiración respondía a un ritmo excesivo e intranquilo y el pulso,
apenas perceptible. Conservaba, sin embargo, de una manera muy notable sus
facultades mentales y alguna fuerza física. Hablaba con claridad, tomaba
algunas medicinas calmantes sin ayuda de nadie y cuando entré en la
habitación, se ocupaba de escribir a lápiz unas notas en un cuadernito de
bolsillo. Se mantenía incorporado en la cama con la ayuda de unas almohadas.
Dos doctores estaban allí prestándole asistencia.

Después de haber estrechado la mano del señor V, lo cual me impresionó ya
que la temperatura de su mano era tremendamente baja, llevé a los dos
doctores aparte y allí obtuve un minucioso y detallado informe del paciente. El
pulmón izquierdo se hallaba desde hacía bastantes meses en estado
semióseo, es decir, prácticamente sólido y rígido con lo cual su función vital no
era posible. El pulmón derecho en su parte superior también estaba en estado
óseo y la parte inferior era sólo una masa de tejido encharcado que a duras
penas podía cumplir con su función vital ayudando al señor V a respirar.

Este estado de osificación (conversión de órganos en la rigidez propia de los
huesos) había avanzado con gran rapidez en el último mes y era de suponer
que seguiría así en los días siguientes. Por lo tanto había que proceder con las
sesiones de hipnosis con rapidez y urgencia para evitar no poder sacar las
conclusiones esperadas."

Se sospechaban también serios problemas en las arterias y venas principales
del paciente. Según los médicos, el señor V no duraría más de la semana
siguiente. Eran entonces las 7 de la tarde del sábado. Llovía en Nueva York.

Al separarse los doctores de la cama del señor V para hablar conmigo,
parecieron dedicarle el último adiós. No tenían ninguna intención de volver a
visitar al paciente debido a su claro diagnóstico pero les pedí insistentemente
que vinieran a visitar al paciente a las 10 de la noche de ese mismo día.
Aceptaron mi petición y se marcharon.

Cuando se marcharon, hablé libremente con el señor V sobre diversos temas
entre los que se incluían aspectos muy interesantes sobre su vida. También
nos detuvimos largos minutos en la exposición de las sesiones de hipnosis a
las cuales él había elegido someterse. Ante la posibilidad de comenzar con
ellas en breves momentos se mostraba ansioso y me apremió a que
comenzara con ellas lo antes posible.

Estaban allí para asistirle una sirvienta y un criado pero no me sentí lo
suficientemente seguro para realizar las sesiones sin la presencia de alguien
de mi confianza. Así que un estudiante de medicina, buen conocedor de la
materia y buen amigo de mi familia, me iba a acompañar en las sesiones y
resolvería así mis inseguridades.

Quería esperar a comenzar con la primera sesión a la llegada de los doctores
que acudirían a las 10 de la noche pero los insistentes gritos del señor V y la
convicción de que cuanto antes comenzara con la sesión antes descubriría
cosas que llevaba años investigando hicieron que no esperara ni un segundo
más y comenzara a proceder con la primera sesión."

"El estudiante de medicina accedió a tomar notas de todo cuanto sucediese y
gracias a esta labor puedo hoy contaros estos sucesos con tanto detalle.

Faltarían unos cinco minutos para las ocho cuando, cogiendo la mano del
paciente, le rogué que manifestase en voz alta su deseo de que yo realizara el
"experimento" sobre su persona en aquel estado.

El señor V contestó de manera muy débil pero, a la vez, muy audible: "Sí,
deseo ser hipnotizado. Lo que temo no es la sesión de hipnosis o los peligros a
los que pueda exponerme, lo que temo en realidad es que haya usted tardado
demasiado en hacerlo".

Esas palabras me dejaron bastante intranquilo pero aún así, mostraba mi cara
más tranquila y comencé a efectuar todos los pasos necesarios para comenzar
con la hipnosis.

Todos estos pasos se mostraron ineficaces y el señor V no mostró el más
mínimo signo de estar hipnotizado hasta pasadas las 10 de la noche cuando ya
los doctores estaban en la habitación, obedeciendo así mi deseo de que fueran
testigos de lo que allí iba a suceder.

Durante varios minutos dirigí única y exclusivamente mi mirada hacia los ojos
del paciente. Durante esos minutos su pulso parecía detenerse y sus intervalos
de respiración eran de alrededor de medio minuto.

Este estado continuó durante un cuarto de hora. Posteriormente, el señor V
emitió un hondo suspiro que nos conmovió a todos los presentes en la
habitación.

Toqué al paciente, sus extremidades estaban frías como el hielo"

"A las once menos cinco percibí los primeros signos de hipnosis en el paciente.
El movimiento giratorio de sus ojos, más concretamente de sus pupilas, era la
inconfundible muestra de que el señor V había entrado un un profundo estado
hipnótico.
Posteriormente y siguiendo los pasos necesarios conseguí dejar
completamente rígidas las extremidades del paciente, después de haberlos
colocado en una posición cómoda.

Cuando terminé de realizar esto eran ya las doce de la noche y pedí a los
médicos que examinaran el estado del señor V. Después de varias pruebas
aseguraron que se encontraba en un perfecto estado hipnótico, lo que se
conoce en términos más complejos como trance magnético.

La curiosidad de ambos médicos ante lo que presenciaban era máxima.
También lo era la mía. Uno de los dos doctores y mi ayudante decidieron
permanecer con nosotros toda la noche, no así el otro médico que decidió
abandonar el lugar donde estábamos llevando a cabo las sesiones.

Dejamos al señor V completamente tranquilo hasta cerca de las tres de la
madrugada, entonces me acerqué a él y pude comprobar que permanecía en
el mismo estado y en la misma posición en la que había quedado a las doce de
la noche. Su pulso casi no se podía sentir, la respiración se había hecho muy
sensible y sólo se podía percibir poniéndole un espejo en la boca y viendo el
vaho reflejado en el mismo, los ojos permanecían cerrados con naturalidad y
las extremidades tan rígidas y frías como el mármol.

A pesar de todo ello, el aspecto del señor V no era en modo alguno el de la
muerte"

"Un poco más tarde, al acercarme al señor V hice un esfuerzo para que su
brazo siguiera al mío en los movimientos que comencé a realizar a un lado y
otro de su cuerpo.

En todos los experimentos anteriores sobre hipnosis nunca había obtenido
éxito en este delicado momento, cosa que sí que sucedía ahora. Había
conseguido que el paciente en pleno estado hipnótico siguiera los movimientos
de mi brazo, por lo tanto podía decir que tenía el control sobre su persona ya
que su brazo seguía todos los movimientos que el mío ejecutaba.

En ese momento decidí efectuar una pregunta al señor V para ver si obtenía
respuesta.

-Señor V- dije-, ¿duerme usted?

-No-, respondió.

Pero en ese momento percibí un temblor en sus labios y eso me indujo a
repetir la pregunta una y otra vez. A la tercera, todo su ser se agitó con un
ligero estremecimiento; los párpados se levantaron por sí mismos y los labios
se movieron para emitir un murmullo ligeramente audible con las siguientes
palabras:

-Sí, duermo ahora. ¡No me despierte! ¡Déjeme morir así!-
Toqué sus extremidades y estaban más rígidas que nunca. Su brazo derecho
seguia obedeciendo las indicaciones de mi mano. Pregunté al señor V de
nuevo:

-¿Todavía siente usted dolor en el pecho, señor?-

Su respuesta fue ahora inmediata...

-¡No siento dolor. Estoy muriendo!-

No creí conveniente molestarle más y no hice nada ni le dije nada hasta la
llegada del doctor que fue justo en el momento en el que amanecía. El doctor
manifesto su sorpresa por encontrar al paciente con vitalidad. Después de
tomarle el pulso y ver que su corazón seguía latiendo, me pidió que volviera a
hablar con él. Así lo hice, diciendo:

-Señor V, ¿sigue usted durmiendo?-

Como anteriormente tardo unos minutos en emitir su respuesta, minutos en los
que el paciente hipnotizado pareció reunir fuerzas para contestar con un tono
de voz firme...

-Sí, duermo aún pero sigo muriendo-

Fue entonces cuando los médicos decidieron que se dejase sin molestar al
señor V en su tranquilo estado actual hasta que le llegara la muerte, muerte
que debería llegar según la opinión de ambos en pocos minutos.

Decidí, a pesar de la recomendación de los médicos, hablarle una vez más
efectuándole de nuevo la misma pregunta anterior."

Pasado este minuto, de sus ya inamovibles mandíbulas salió una voz tal, que
sería locura intentar describirla aunque podríamos decir que aquel sonido era
áspero, desgarrado y hueco, pero el espantoso conjunto era indescriptible.por
la sencilla razón de que sonidos así no han llegado nunca a sonidos de la
humanidad.

Hay, sin embargo, dos características que nos podrán ayudar a hacernos una
idea de lo terrorífico del sonido. La primera es que el sonido parecía llegar
desde una lejanísima distancia o desde alguna cueva subterránea. Y la
segunda característica es que la impresión que sentí fue similar a la que se
puede sentir en el momento en el que quedas deslumbrado ante algo
inesperado y sorprendente.

El sonido era de un silabeo claro, o para ser más precisos, espeluznantemente
claro. El señor V hablaba, sin duda, respondiendo a la pregunta que le había
hecho yo minutos antes. Le había preguntado, por si lo habían olvidado ya, que
si seguía dormido. Y él dijo ahora:

-Sí. No. He dormido y... ahora estoy muerto.-
Ninguno de los que estábamos allí presentes intentó negar el profundo horror
que esas pocas palabras tan bien pronunciadas le había producido. El
estudiante de medicina se desmayó. Los criados huyeron de la habitación y no
pudimos convencerles de volver a ella.

Durante una hora, tanto los doctores como yo, tratamos de hacer revivir al
estudiante de medicina, el amigo de mi familia que había accedido a ayudarme
en la experiencia, y cuando volvió en sí, continuamos examinando
profundamente al señor V.

Seguía en el mismo estado descrito anteriormente pero lo único que cambiaba
es que ya no había el menor signo de respiración en su cuerpo. También el
brazo, que antes respondía a mis movimientos mostrando una hipnosis total,
había dejado de obedecer mis indicaciones. El único signo de hipnosis que
mantenía el cuerpo del señor V eran las vibraciones de su lengua cuando yo le
efectuaba alguna pregunta.

Ante dichas preguntas, parecía hacer un gran esfuerzo por contestar pero ya
no tenía las fuerzas suficientes.



"A las preguntas que le hacía cualquier persona que no fuera yo, parecía
totalmente insensible. Creo que con todo lo contado hasta ahora, el lector se
habrá dado cuenta ya del extraño estado hipnótico del paciente en esos
momentos.

A las diez de la mañana abandoné la casa del señor V en compañía de los dos
médicos.

Por la tarde volvimos todos a ver al paciente. Su estado seguía siendo el
mismo. Tuvimos entonces una discusión sobre la conveniencia o no de
despertarle ya de su estado hipnótico pero concluímos que no serviría de nada
hacerlo ya que era evidente que hasta ese momento la muerte había sido
detenida por la hipnosis y nos parecía claro que despertar al señor V en ese
momento era asegurar su rápido e instantáneo fin.

Durante los siguientes siete meses nos reunimos todos los días delante de la
cama del señor V evaluando constantemente su estado. Durante todos esos
días su estado seguía siendo exactamente el mismo.

Fue el viernes de una semana del octavo mes de hipnosis cuando decidimos
despertarle o, mejor dicho, intentar despertarle.

El horrible resultado del despertar del señor V es lo que ha dado lugar a lo
terrible de esta historia."

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  • 1. EL EXTRAÑO CASO DEL SEÑOR VALDEMAR (ADAPTADO) (SEXTO SIN ASCENSOR) El deseo de todas las partes era el de mantener este asunto oculto al público, al menos hasta dentro de unos meses cuando hubiera una explicación científica con la que justificar el extraño caso que os contaré a continuación. Pero lo sorprendente de lo que os voy a contar hace que no pueda guardarlo más en secreto y que os exponga estos hechos de la forma en la que yo los comprendo actualmente. Desde hace poco más de tres años estoy tremendamente interesado en el tema de la hipnosis y he realizado muchas investigaciones sobre el caso. En la mayoría de ellas he llegado a la conclusión de que las personas hipnotizadas han sido siempre elegidas por las personas que ejercen de hipnotizadores. Por ello, los resultados obtenidos por estas personas se pueden, lógicamente, poner en duda. Ahora bien, nadie ha hipnotizado a alguien por deseo propio, es decir, nadie ha hipnotizado a alguien porque la persona que iba a ser hipnotizada lo pidiera expresamente. Por ello, estuve varios meses entrevistándome con muchas personas con características muy diferentes estudiando sus personalidades y su estado de salud. En una de esas entrevistas una persona muy peculiar me pidió repetidas veces que llevará a cabo con él urgentemente sesiones de hipnosis. El motivo por el cual debía realizarlas con tanta urgencia y que descubrí días después me produjo una sensación de incertidumbre desde la cual no he podido recuperarme." "En el momento en el que accedí a llevar a cabo con él las sesiones de hipnosis no era consciente de las cosas con las que podía encontrarme y, por ello, accedí a efectuarlas. Nadie pues, en ese estado y en ese momento de su vida, había elegido ser hipnotizado. Por lo tanto, tenía una oportunidad única ante mi para seguir prosperando en mis investigaciones sobre el tema. Durante días estuve investigando si la sensibilidad a la influencia magnética de la hipnosis en un paciente como éste, si existía o no y si, en caso afirmativo, dicha sensibilidad disminuía o aumentaba con un paciente tan especial. Para que los lectores sean conscientes de lo que nos espera en las siguientes entregas de nuestro relato, pasaré a hablaros un rato de nuestro protagonista que eligió en su peculiar estado someterse a las sesiones de hipnosis. El señor V, como pasaré a llamarlo a partir de ahora, residía en el barrio de Harlem de la ciudad de Nueva York y llamaba la atención por su extremada
  • 2. delgadez, a modo de ejemplo diré que sus piernas parecían palillos, y por sus cabellos largos y blancos que eran tan perfectos y llamativos que, a menudo, eran confundidos con una peluca. Tenía un temperamento y un carácter tremendamente nervioso. Por las características de su personalidad era un paciente perfecto para la hipnosis. Pero lo que le hacía tremendamente interesante para tal efecto era su diagnóstico clínico. Pasaré a leerlo detalladamente para que el lector entienda lo espantoso de lo que vendrá a continuación" Su cara tenía un color demasiado pálido para un ser humano con algo de vitalidad, sus ojos estaban completamente apagados y su delgadez, tanto de su cuerpo como de su cara, era tal que los pómulos habían perforado ya la piel. Su respiración respondía a un ritmo excesivo e intranquilo y el pulso, apenas perceptible. Conservaba, sin embargo, de una manera muy notable sus facultades mentales y alguna fuerza física. Hablaba con claridad, tomaba algunas medicinas calmantes sin ayuda de nadie y cuando entré en la habitación, se ocupaba de escribir a lápiz unas notas en un cuadernito de bolsillo. Se mantenía incorporado en la cama con la ayuda de unas almohadas. Dos doctores estaban allí prestándole asistencia. Después de haber estrechado la mano del señor V, lo cual me impresionó ya que la temperatura de su mano era tremendamente baja, llevé a los dos doctores aparte y allí obtuve un minucioso y detallado informe del paciente. El pulmón izquierdo se hallaba desde hacía bastantes meses en estado semióseo, es decir, prácticamente sólido y rígido con lo cual su función vital no era posible. El pulmón derecho en su parte superior también estaba en estado óseo y la parte inferior era sólo una masa de tejido encharcado que a duras penas podía cumplir con su función vital ayudando al señor V a respirar. Este estado de osificación (conversión de órganos en la rigidez propia de los huesos) había avanzado con gran rapidez en el último mes y era de suponer que seguiría así en los días siguientes. Por lo tanto había que proceder con las sesiones de hipnosis con rapidez y urgencia para evitar no poder sacar las conclusiones esperadas." Se sospechaban también serios problemas en las arterias y venas principales del paciente. Según los médicos, el señor V no duraría más de la semana siguiente. Eran entonces las 7 de la tarde del sábado. Llovía en Nueva York. Al separarse los doctores de la cama del señor V para hablar conmigo, parecieron dedicarle el último adiós. No tenían ninguna intención de volver a visitar al paciente debido a su claro diagnóstico pero les pedí insistentemente que vinieran a visitar al paciente a las 10 de la noche de ese mismo día. Aceptaron mi petición y se marcharon. Cuando se marcharon, hablé libremente con el señor V sobre diversos temas entre los que se incluían aspectos muy interesantes sobre su vida. También nos detuvimos largos minutos en la exposición de las sesiones de hipnosis a las cuales él había elegido someterse. Ante la posibilidad de comenzar con
  • 3. ellas en breves momentos se mostraba ansioso y me apremió a que comenzara con ellas lo antes posible. Estaban allí para asistirle una sirvienta y un criado pero no me sentí lo suficientemente seguro para realizar las sesiones sin la presencia de alguien de mi confianza. Así que un estudiante de medicina, buen conocedor de la materia y buen amigo de mi familia, me iba a acompañar en las sesiones y resolvería así mis inseguridades. Quería esperar a comenzar con la primera sesión a la llegada de los doctores que acudirían a las 10 de la noche pero los insistentes gritos del señor V y la convicción de que cuanto antes comenzara con la sesión antes descubriría cosas que llevaba años investigando hicieron que no esperara ni un segundo más y comenzara a proceder con la primera sesión." "El estudiante de medicina accedió a tomar notas de todo cuanto sucediese y gracias a esta labor puedo hoy contaros estos sucesos con tanto detalle. Faltarían unos cinco minutos para las ocho cuando, cogiendo la mano del paciente, le rogué que manifestase en voz alta su deseo de que yo realizara el "experimento" sobre su persona en aquel estado. El señor V contestó de manera muy débil pero, a la vez, muy audible: "Sí, deseo ser hipnotizado. Lo que temo no es la sesión de hipnosis o los peligros a los que pueda exponerme, lo que temo en realidad es que haya usted tardado demasiado en hacerlo". Esas palabras me dejaron bastante intranquilo pero aún así, mostraba mi cara más tranquila y comencé a efectuar todos los pasos necesarios para comenzar con la hipnosis. Todos estos pasos se mostraron ineficaces y el señor V no mostró el más mínimo signo de estar hipnotizado hasta pasadas las 10 de la noche cuando ya los doctores estaban en la habitación, obedeciendo así mi deseo de que fueran testigos de lo que allí iba a suceder. Durante varios minutos dirigí única y exclusivamente mi mirada hacia los ojos del paciente. Durante esos minutos su pulso parecía detenerse y sus intervalos de respiración eran de alrededor de medio minuto. Este estado continuó durante un cuarto de hora. Posteriormente, el señor V emitió un hondo suspiro que nos conmovió a todos los presentes en la habitación. Toqué al paciente, sus extremidades estaban frías como el hielo" "A las once menos cinco percibí los primeros signos de hipnosis en el paciente. El movimiento giratorio de sus ojos, más concretamente de sus pupilas, era la inconfundible muestra de que el señor V había entrado un un profundo estado hipnótico.
  • 4. Posteriormente y siguiendo los pasos necesarios conseguí dejar completamente rígidas las extremidades del paciente, después de haberlos colocado en una posición cómoda. Cuando terminé de realizar esto eran ya las doce de la noche y pedí a los médicos que examinaran el estado del señor V. Después de varias pruebas aseguraron que se encontraba en un perfecto estado hipnótico, lo que se conoce en términos más complejos como trance magnético. La curiosidad de ambos médicos ante lo que presenciaban era máxima. También lo era la mía. Uno de los dos doctores y mi ayudante decidieron permanecer con nosotros toda la noche, no así el otro médico que decidió abandonar el lugar donde estábamos llevando a cabo las sesiones. Dejamos al señor V completamente tranquilo hasta cerca de las tres de la madrugada, entonces me acerqué a él y pude comprobar que permanecía en el mismo estado y en la misma posición en la que había quedado a las doce de la noche. Su pulso casi no se podía sentir, la respiración se había hecho muy sensible y sólo se podía percibir poniéndole un espejo en la boca y viendo el vaho reflejado en el mismo, los ojos permanecían cerrados con naturalidad y las extremidades tan rígidas y frías como el mármol. A pesar de todo ello, el aspecto del señor V no era en modo alguno el de la muerte" "Un poco más tarde, al acercarme al señor V hice un esfuerzo para que su brazo siguiera al mío en los movimientos que comencé a realizar a un lado y otro de su cuerpo. En todos los experimentos anteriores sobre hipnosis nunca había obtenido éxito en este delicado momento, cosa que sí que sucedía ahora. Había conseguido que el paciente en pleno estado hipnótico siguiera los movimientos de mi brazo, por lo tanto podía decir que tenía el control sobre su persona ya que su brazo seguía todos los movimientos que el mío ejecutaba. En ese momento decidí efectuar una pregunta al señor V para ver si obtenía respuesta. -Señor V- dije-, ¿duerme usted? -No-, respondió. Pero en ese momento percibí un temblor en sus labios y eso me indujo a repetir la pregunta una y otra vez. A la tercera, todo su ser se agitó con un ligero estremecimiento; los párpados se levantaron por sí mismos y los labios se movieron para emitir un murmullo ligeramente audible con las siguientes palabras: -Sí, duermo ahora. ¡No me despierte! ¡Déjeme morir así!-
  • 5. Toqué sus extremidades y estaban más rígidas que nunca. Su brazo derecho seguia obedeciendo las indicaciones de mi mano. Pregunté al señor V de nuevo: -¿Todavía siente usted dolor en el pecho, señor?- Su respuesta fue ahora inmediata... -¡No siento dolor. Estoy muriendo!- No creí conveniente molestarle más y no hice nada ni le dije nada hasta la llegada del doctor que fue justo en el momento en el que amanecía. El doctor manifesto su sorpresa por encontrar al paciente con vitalidad. Después de tomarle el pulso y ver que su corazón seguía latiendo, me pidió que volviera a hablar con él. Así lo hice, diciendo: -Señor V, ¿sigue usted durmiendo?- Como anteriormente tardo unos minutos en emitir su respuesta, minutos en los que el paciente hipnotizado pareció reunir fuerzas para contestar con un tono de voz firme... -Sí, duermo aún pero sigo muriendo- Fue entonces cuando los médicos decidieron que se dejase sin molestar al señor V en su tranquilo estado actual hasta que le llegara la muerte, muerte que debería llegar según la opinión de ambos en pocos minutos. Decidí, a pesar de la recomendación de los médicos, hablarle una vez más efectuándole de nuevo la misma pregunta anterior." Pasado este minuto, de sus ya inamovibles mandíbulas salió una voz tal, que sería locura intentar describirla aunque podríamos decir que aquel sonido era áspero, desgarrado y hueco, pero el espantoso conjunto era indescriptible.por la sencilla razón de que sonidos así no han llegado nunca a sonidos de la humanidad. Hay, sin embargo, dos características que nos podrán ayudar a hacernos una idea de lo terrorífico del sonido. La primera es que el sonido parecía llegar desde una lejanísima distancia o desde alguna cueva subterránea. Y la segunda característica es que la impresión que sentí fue similar a la que se puede sentir en el momento en el que quedas deslumbrado ante algo inesperado y sorprendente. El sonido era de un silabeo claro, o para ser más precisos, espeluznantemente claro. El señor V hablaba, sin duda, respondiendo a la pregunta que le había hecho yo minutos antes. Le había preguntado, por si lo habían olvidado ya, que si seguía dormido. Y él dijo ahora: -Sí. No. He dormido y... ahora estoy muerto.-
  • 6. Ninguno de los que estábamos allí presentes intentó negar el profundo horror que esas pocas palabras tan bien pronunciadas le había producido. El estudiante de medicina se desmayó. Los criados huyeron de la habitación y no pudimos convencerles de volver a ella. Durante una hora, tanto los doctores como yo, tratamos de hacer revivir al estudiante de medicina, el amigo de mi familia que había accedido a ayudarme en la experiencia, y cuando volvió en sí, continuamos examinando profundamente al señor V. Seguía en el mismo estado descrito anteriormente pero lo único que cambiaba es que ya no había el menor signo de respiración en su cuerpo. También el brazo, que antes respondía a mis movimientos mostrando una hipnosis total, había dejado de obedecer mis indicaciones. El único signo de hipnosis que mantenía el cuerpo del señor V eran las vibraciones de su lengua cuando yo le efectuaba alguna pregunta. Ante dichas preguntas, parecía hacer un gran esfuerzo por contestar pero ya no tenía las fuerzas suficientes. "A las preguntas que le hacía cualquier persona que no fuera yo, parecía totalmente insensible. Creo que con todo lo contado hasta ahora, el lector se habrá dado cuenta ya del extraño estado hipnótico del paciente en esos momentos. A las diez de la mañana abandoné la casa del señor V en compañía de los dos médicos. Por la tarde volvimos todos a ver al paciente. Su estado seguía siendo el mismo. Tuvimos entonces una discusión sobre la conveniencia o no de despertarle ya de su estado hipnótico pero concluímos que no serviría de nada hacerlo ya que era evidente que hasta ese momento la muerte había sido detenida por la hipnosis y nos parecía claro que despertar al señor V en ese momento era asegurar su rápido e instantáneo fin. Durante los siguientes siete meses nos reunimos todos los días delante de la cama del señor V evaluando constantemente su estado. Durante todos esos días su estado seguía siendo exactamente el mismo. Fue el viernes de una semana del octavo mes de hipnosis cuando decidimos despertarle o, mejor dicho, intentar despertarle. El horrible resultado del despertar del señor V es lo que ha dado lugar a lo terrible de esta historia."