Simeón y Ana esperaban la venida del Mesías prometido. Simeón, quien era justo y piadoso a los ojos de Dios, fue guiado por el Espíritu Santo para reconocer a Jesús como el Salvador cuando María y José lo presentaron en el templo. Ana, una profetisa, también reconoció a Jesús como el Mesías y habló de él a otros en Jerusalén.