El abuelo del narrador está enfermo y su salud empeora. Mientras tanto, el narrador cuida del jardín de su abuelo, en especial de una rosa. El abuelo le aconseja que disfrute de la rosa y del tiempo que pasan juntos. Antes de morir, el abuelo le dice al narrador que aunque fallezca, siempre estará a su lado a través de los recuerdos. El narrador continúa cuidando el jardín de sus abuelos y enseñando a sus hijos sobre las plantas y
Había una vez 3 cerditos que eran hermanos y vivían en lo más profundo del bosque. Siempre habían vivido felices y sin preocupaciones en aquel lugar, pero ahora se encontraban temerosos de un lobo que merodeaba la zona. Fue así como decidieron que lo mejor era construir cada uno su propia casa, que les serviría de refugio si el lobo los atacaba.
Había una vez 3 cerditos que eran hermanos y vivían en lo más profundo del bosque. Siempre habían vivido felices y sin preocupaciones en aquel lugar, pero ahora se encontraban temerosos de un lobo que merodeaba la zona. Fue así como decidieron que lo mejor era construir cada uno su propia casa, que les serviría de refugio si el lobo los atacaba.
los 7 pasos de la planificación de ventasAlain Winandy
Planeamento de Ventas paso a paso.
Montar un Calendario Promocional
Analisar (montar) Histórico de Ventas
Proyectar la Venta
Proyectar los Resultados
Conciliar Ventas y Resultados
Detallar el Plano
Controlar, Avaluar, Ajustar
http://WWW.INFOVAREJO.COM.BR
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Song Hee Advertisement & Art Development Co., ltdSelf-employed
Chúng Tôi Luôn Muốn Tạo Cho Bạn Sự
Khác Biệt Về Đẳng Cấp, Sự Nổi Bật Về Hình Ảnh
Chứ Không Phải Là…
…CHỈ HƠN ĐÔI CHÚT
We Always Want To Create A Different Class,
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…TẦM NHÌN CỦA SONG HEE VỚI KINH NGHIỆM VÀ CẢM XÚC
CHÚNG TÔI ĐƯA RA NHỮNG GIẢI PHÁP QUẢNG CÁO, MANG ĐẾN
THÀNH CÔNG CHO BẠN. NHƯNG QUAN TRỌNG HƠN CẢ, CHÚNG TÔI
KHÔNG BAO GIỜ THIẾU SỰ SAY MÊ…
Dragi cititori, la 29 iulie în Republica Moldova este serbată Ziua Constituției, care a fost adoptată la data de 29 iulie 1994, fiind publicată în Monitorul Oficial al Republicii Moldova nr. 1 din 12.08.1994 şi a intrat în vigoare la data de 27 august 1994. Vă propunem această expoziție virtuală pentru a imortaliza acest important eveniment din istoria țării noastre.
ovela psicológica que habla del conflicto interior de un niño al enamorarse de una joven mayor que él y amiga de su madre. Este niño era sobreprotegido por su madre y rechazado por su abuela por ser un hijo legítimo.
Cómo ayudar a cambiar las malas actitudes de otrosi.c.o.p.s
Cuando bajamos de nuestro pedestal y nos volvemos humildes, además de recordar que cada persona tiene emociones y sentimientos que sufren, lloran, ríen, que son sensibles, pueden ocurrir milagros.
¿Seguiremos expertos en excusas para no tener éxito? o ¿Buscaremos oportunidades para disfrutar la vida al máximo? Te invito a que hagas una lista de todas las cosas que tienes, de diez cosas que te gustan de ti, enfócate en lo positivo. Y has una lista de tres cosas que a ti te gustaría lograr, una vez que lo hagas me lo haces llegar a mi correo. No subestimes lo que Dios puede hacer en tu vida, familia, trabajo.
Las soluciones a los desafíos que estas atravesando están dentro de ti. No más excusas ni acusación. Recuerda los hijos de Dios han vencido y tu eres un ganador. Camina en la Verdad.
Documento que me ayudara a buscar informacion en el internet utilizando unas tecnicas de busqueda, por ejemplo texto entre " ", *, define:, filetype, signo -, signo +, comando info; Buscar frase exacta, Forzar palabras para su búsqueda, Mayúsculas y minúsculas, y tecnicas o trucos de búsqueda
Existe una leyenda china
que lo puede explicar de manera bonita
y muy convincente....
Hay algo poderoso en este aviso con estas palabras, aun si tu no eres supersticioso o eres escéptico.
Este tip de loto debe ser enviado. Este tip de loto te ha sido enviado para la buena suerte.
No te quedes con el mensaje. El tip de loto debe salir de tus manos.
Debido al tipo de historias ofrecidas, este proyecto permite reflexionar sobre una serie de valores considerados esenciales para el desarrollo del carácter, como la tolerancia, la generosidad, el espíritu de diálogo y la honradez, proporcionando además un valioso instrumento de aprendizaje.
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1. El jardín de mi abuelo
(Segunda y última parte)
Pasó el tiempo y llegó otro 25 de abril, mi cumpleaños. Ese día el rosal me hizo un regalo.
¡Sí! ¡Sí! ¡Como os lo digo! El rosal sacó un capullo. Y el capullo fue creciendo despacito. Pero
también la enfermedad de mi abuelo se agravaba. Iba a menudo al hospital a hacerse pruebas
y se pasaba muchos días en casa, tumbado en la cama. Desde la ventana de su habitación veía
el jardín y me decía, gritando:
—Lo haces muy bien, Martín, ¡Eres un gran jardinero!
A mí me gustaba que me lo dijera, me sentía orgulloso, pero en el fondo estaba triste.
Cuidar del jardín yo solo, sin tener al abuelo a mi lado, no era lo mismo. De vez en cuando yo
miraba la ventana y él me regalaba una de sus sonrisas.
Una mañana del mes de mayo mi capullo dejó entrever el rojo de la rosa preciosa que
escondía en su interior. Con el paso de los días, la flor se fue abriendo lentamente.
—¡Es la rosa más bonita del mundo! —le decía a mi abuelo, excitado.
—Claro que sí —respondía él, intentando disimular su preocupación.
La salud de mi abuelo empeoraba día a día. Una mañana, cuando subí a su habitación, me
pidió que me sentara en la cama, a su lado. Me cogió de la mano y me preguntó:
—¿Te acuerdas de aquel día que el coche se averió y lo llevamos al mecánico?
—Sí, sí que me acuerdo.
—El mecánico dijo que una de las piezas se había estropeado y que la tenía que cambiar.
Lo tuve mucho tiempo, aquel coche —dijo mi abuelo con añoranza—, lo cuidé mucho porque
lo quería.
2. —Es verdad. Siempre lo limpiabas, controlabas el nivel del aceite, el aire de los
neumáticos...
—Y, a pesar de todo, un día el motor dejó de funcionar. Era muy viejo y no se podía
reparar. —Y, tras una pausa, añadió—: El corazón de las personas, Martín, es como el motor
de un coche, cuando es muy viejo deja de funcionar y no se puede reparar.
—¿Tú eres muy viejo, abuelo? —pregunté preocupado, temiendo su respuesta.
—Mi corazón está cansado, un día dejará de latir y moriré.
—¡Yo no quiero que te mueras! —dije mientras lo abrazaba.
—No hay nada que dure para siempre. A veces suceden cosas que no nos gustan, no
podemos evitar que ocurran aunque lo deseemos con todas nuestras fuerzas. Pero ¡aún estoy
aquí! —exclamó, cambiando el tono de voz. En su rostro apareció una sonrisa—. ¿Quieres que
te cuente un cuento?
Asentí con la cabeza.
«Érase una vez un ciempiés que siempre andaba atareado. Era el cartero del jardín y
llevaba una bolsa llena de cartas por repartir. Era muy eficiente en su trabajo y por muy llena
que estuviera la bolsa siempre entregaba puntualmente el correo a sus destinatarios. Por la
noche llegaba a su casa agotado y sin ganas de hablar con su esposa ni de jugar con sus hijos.
Después de cenar caía rendido en el sofá. No se enteraba de nada de lo que pasaba a su
alrededor. La mujer del ciempiés se quejaba a menudo porque se sentía sola, y sus hijos se
habían olvidado de que tenían un padre. Pero él no comprendía las quejas. No tenía tiempo
para pensar, y cuando su mujer protestaba, le decía:
»—Tienes una casa preciosa, en la mesa no falta nunca la comida y dinero te cae del cielo.
Trabajo todo el día. Hago horas extras y llego a casa muy cansado. ¿Qué más quieres?
»La mujer del ciempiés lo miraba desanimada y no contestaba porque sabía que sus
palabras caían en saco roto.
»Un día, el ciempiés estaba más apresurado que nunca. No había sonado el despertador y
llegaba tarde al trabajo. ¡Y eso no se lo podía permitir! Para acabar de arreglarlo, por el camino
se encontró con una fila de hormigas que le cortaban el paso.
»—¡Señoras, por favor, tengo que pasar! —gritaba desesperado.
»Un poco más allá había una manifestación de lombrices que protestaban por la
contaminación del subsuelo. Y es que las lombrices están muy concienciadas en temas
medioambientales. Les preocupa en especial el suelo en el que viven, que últimamente está
muy adulterado.
»El ciempiés estaba nervioso y caminaba tan alborotado, que no vio una rama que había
delante de él, tropezó con ella y se cayó al suelo aparatosamente ante la mirada de las
lombrices, que corrieron en su auxilio inmediatamente. Entre todos lo levantaron y lo llevaron
a la consulta del doctor escarabajo, que, como ya sabes, es una gran eminencia. El diagnóstico
no podía ser peor:
3. »—Te has roto noventa y nueve patas y tendrás que guardar reposo absoluto durante dos
meses, y, después, sesenta días de recuperación, o sea, en total, cuenta, como mínimo, cuatro
meses de baja.
»El ciempiés, que ya estaba mareado, casi se desmaya.
»—¡Cuatro meses sin trabajar! —exclamó, abriendo mucho los ojos—. ¡No puedo estar
cuatro meses sin trabajar!
»—Tú verás lo que haces —le dijo el doctor escarabajo, que comenzó a enyesarle, una
por una, las noventa y nueve patas, y después lo mandó a su casa en ambulancia.
»A partir de ese momento la vida del ciempiés cambió radicalmente. No podía moverse.
Si normalmente estaba de pésimo humor, a partir de entonces se volvió intratable. Se quejaba
y refunfuñaba sin parar. ¡No había quien lo aguantara! Pasó el primer mes enfadado por todo y
con todos. Pero un día, viendo la desesperación de su padre, el hijo pequeño del ciempiés se
acercó a él y le dijo:
»—¿Quieres que te cuente un cuento?
»El ciempiés se quedó pasmado y sintió que algo se revolvía en su interior. Su hijo
pequeño, que era un total desconocido para él, le preguntaba si quería que le contara un
cuento.
»—Verás —continuó diciendo el pequeño ciempiés—, cuando estoy triste o enfadado,
cuando me siento solo o tengo algún problema, mamá se sienta a mi lado, me cuenta un
cuento y me abraza. Entonces se me pasa todo.
»Sin esperar respuesta, el hijo del ciempiés le contó un conto y cuando terminó lo abrazó.
El ciempiés se quedó sin habla, estaba sorprendido. Nadie lo había abrazado de aquel modo.
Nadie le había hecho sentir nunca lo que sentía en aquel momento. Estaba tan emocionado,
que se puso a llorar. También estaba un poco avergonzado: ¡llorar delante de su hijo! Pero el
pequeño ciempiés, intuyendo lo que su padre sentía, le dijo:
»—Tranquilo, no pasa nada. Mamá dice que cuando se tienen ganas de llorar hay que
llorar, porque, si no, las lágrimas se quedan en el cuerpo y acaban ahogándonos.
A partir de ese día, todas las tardes el pequeño ciempiés contó un cuento a su padre y,
cuando terminaba, se abrazaban con ternura. Y desde ese mismo día el ciempiés dejó de estar
malhumorado. Se sentía feliz y contento, y comenzó a darse cuenta de lo que pasaba a su
alrededor. Su mujer estaba siempre ocupada en las tareas domésticas. Ella sola se encargaba
de hacer la compra, lavar la ropa, quitar el polvo, fregar los platos, planchar, barrer, ordenar la
casa... ¡Trabajaba mucho! También se dio cuenta de que tenía tres hijos maravillosos a los que
apenas conocía, y comenzó a jugar con ellos, a oírlos, a escucharlos. Cuando se recuperó del
accidente volvió a trabajar. Pero entonces ya no corría. Vio que tenía tiempo para todo. A
menudo se quedaba embobado viendo las telarañas que fabricaba la araña. Hablaba con la
mariquita y le aconsejaba sobre el color de los puntos que debía ponerse. Iba a las
manifestaciones de las lombrices y ayudaba a las hormigas a almacenar alimentos. Disfrutaba
4. de los días de sol y de los días de lluvia, y también del viento... Y cuando alguien tenía algún
problema, le escuchaba y le abrazaba. Todos querían recibir uno de sus abrazos. ¡Imagínate
cómo te sentirías si alguien te abrazara con cien brazos! Debe de ser fantástico, ¿no crees?»
—¡Desde luego! —exclamé—. ¡Qué pasada!
Ese relato contenía un mensaje que, a mi edad, no llegaba a captar. Por eso mi abuelo,
después de una breve pausa, añadió:
—Martín, quiero que recuerdes lo que voy a decirte, porque es algo muy importante: el
tiempo pasa con mucha rapidez, y los seres vivos: las personas, los animales, las plantas...,
también tu rosa, claro, nacemos, vivimos y al final morimos. Disfruta todo lo que puedas de los
momentos que pases con tu rosa. Mírala, huélela, tócala, háblale... Dile que la quieres. Nunca
están de más las palabras bonitas, si expresan lo que sentimos.
La rosa había abierto por completo sus pétalos y lucía toda su belleza. Yo me pasaba
horas mirándola, oliéndola, tocándola, hablándole… También pasaba mucho tiempo con mi
abuelo, sentado en su cama, escuchando sus historias.
A menudo me acuerdo de algo que me dijo antes de morir:
—Siempre podrás hablar conmigo, Martín. De alguna manera, las personas a las que
queremos nunca dejan de estar a nuestro lado.
—¡Pero no será lo mismo! —respondí—. No podré abrazarte, ni te veré, ni oiré tu voz...
—Es verdad..., no será igual, pero cada vez que salgas al jardín acudirán a ti imágenes,
sensaciones, sentimientos, palabras, olores, que harán que no me olvides. Yo viviré a través de
tus recuerdos. Si cuidas las plantas, si las podas, las riegas, abonas la tierra... si las quieres, la
próxima primavera volverán a florecer. La vida, pese a todo, continuará y tú seguirás tu
camino.
Siempre me he ocupado del jardín de mis abuelos. Cuando fui mayor y me casé, la casa
de mis abuelos fue nuestra casa, de mi mujer y mía, y de los tres hijos que tuvimos. Me
gustaba mucho enseñar a mis hijos a cuidar las plantas y, sobre todo, contarles historias. Al
acabarse los cuentos, a menudo me miraban incrédulos y decían:
—¡Sí, hombre...! ¡Esta historia te la has inventado!
Y yo, muy serio, contestaba:
—Lo que os he contado es tan cierto como que dos y dos son siete.
Maria Àngels Gil Vila
El jardín de mi abuelo
Barcelona : Bellaterra, 2007
Texto adaptado