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El portal de los niños
P. Gumersindo Díaz sdb
Portada
Arriba: Isabela / Pensylvania, USA
Abajo: Karina y Reynaldo / Orocovis, Puerto Rico
1
“El portal de los niños”
P. Gumersindo Díaz sdb
E-mail: gumer21@hotmail.com
Primera edición: 2000 ejemplares
ISBN: 978-9945-08-176-3
Santo Domingo, R. D. / Diciembre 2014
Impreso en República Dominicana
Editora Corripio.
Sector Herrera, Santo Domingo. R. D.
2
Autor/editor y diagramación: P. Gumersindo Díaz sdb
3
El portal de los niños
Los niños nos invitan
a pasar su portal y recuperar ese
mundo feliz que dejamos en el pasado.
Edward Santos Rodríguez
Mao, Rep. Dominicana
El planeta de los niños es una Tierra llena
de bondad, de alegría y de aventuras sin fin.
Fabiola
San Juan, Puerto Rico
Sabrina,
Miami, USA
Isabel
Santiago de Cuba
4
María Esther
Mao, Rep. Dominicana
El portal de los niños
volviendo al umbral de la creación
5
Acercarse a los niños, manejar sus fotografías,
escribir sobre ellos, es más impresionante
que visitar los manantiales de las montañas,
más alegre que contemplar los riachuelos
dejados por los glaciares,
más hermoso que pasar por las nubes
y volar a las estrellas.
6
7
Indice
1. Introducción .....................................	 9
2. Yo encontré el amor .........................	 10
3. El portal de los niños .......................	 11
4. El regreso al paraíso ........................	 12
5. Mundo doliente ...............................	 13
6. Confusión y pecado .........................	 15
7. Volvemos a casa ................................	 18
8. Los niños al volante ..........................	 23
9. La escuela y los niños .......................	 26			
10. Las armas y los niños ........................	30
11. Un oasis en el camino .......................	33	
12. Alma de niño ...................................	 38
13. Oración ............................................	 41
14. Luces y sombras ..............................	 43
15. El niño está vivo ..............................	 47
16. Visita de un ángel ............................	 51
17. Sebastián y Fabiola .........................	 53
18. Secretos de la vida ..........................	 65
19. Amigos cercanos .............................	 69
20. Revivir al niño ................................	 72
21. Derechos de niños y niñas ..............	 77
22. Deberes de niños y niñas ................	 78
23. Sabiduría, encanto y gracia ............	 79
24. Historia de horror ...........................	 83
25. Fuente de alegría y de felicidad .....	 87
26. La revolución de los niños .............	 98
27. Rostros llenos de luz ......................	 107
28. Niebla en el camino .......................	 111
8
29. Apuesto por el bien .......................	 115
30. Testimonios sobre niños y niñas ...	 118
31. Tanda extendida ............................	 138
32. Experiencia con los niños(Wendy)	 142
33. Los niños y el descanso ..................	 146
34. Los niños..........................................	 147			
Escribir sobre los niños y las niñas
es una de las experiencias más bonitas
que he tenido en la vida.
Atravesar el portal de los niños
y volverse uno de ellos
es como experimentar un preaviso de la alegría del cielo.
He amado tanto a los niños
que me volví uno de ellos.
Yo pasé el portal de los niños
y soy feliz.
Introducción
9
Yo les presento aquí el Portal de los niños. Un portal
hacia la felicidad. La vida de los mayores nos ha conducido
a las guerras, al terrorismo, al odio, a la competencia, a la
avaricia y apenitas nos ofrece pedacitos de felicidad. La
mayoría de los niños son felices. Regresemos al niño que
fuimos una vez, abramos el portal de los niños, y el mundo
cambiará y seremos felices.
Talvez no logremos cambiar la sociedad, pero al menos
lograremos despertar un amor más grande por los niños.
Volaremos por las nubes, navegaremos por los ríos, corre-
remos por las praderas detrás de las mariposas y gritaremos
de alegría, porque se ha grabado en nosotros la sonrisa de
Dios. Hemos vuelto a nuestra niñez, hemos vuelto a ser
felices. Sólo el alma de niño abre la puerta del cielo.
La ciencia
ficción está lle-
nando el mun-
do de curiosi-
dad, ofreciendo
portales que
permitan viajes
mágicos.
P O R TA L E S
hacia el futuro,
P O R TA L E S
hacia otra di-
mensión.
Fabiola
10
y soy muy feliz,
porque yo amo a Dios, amo a mi familia,
amo a mi escuela, y amo a mis compañeros.
Y amo también a todo aquél que se acerca a
mí y me regala una sonrisa.
En las horas libres, nos gusta jugar con el agua,
jugar con los balones, jugar con las mariposas, sal-
tar en la grama, contemplar las nubes y le rezamos
a papá Dios.
Así es la vida de los niños, limpia como el agua
del manantial, dulce como las frutas de mi país,
bella como un amanecer en primavera.
Los que estén cansados de sus vidas de mayores,
regresen a mi edad, y quedarán enbriagados por
una existencia sin estrés. Los niños siempre soña-
mos. Somos los ángeles del paraíso terrenal.
¡Qué lindo es el amor!
Yo
encontré
el amor
María Miranda Mora
El portal de los niños
La niñez es como un oasis de bondad que la humanidad
ha conservado y ha cuidado antes de abrir la puerta
de la agitada vida de los mayores, para que,
cuando nos perdamos en la jungla de una vida adulta,
recordemos lo bueno y hermoso que fue
el haber vivido el dichoso tiempo de los niños.
Nuestro mundo no está hecho para los adultos.
Es un mundo de juguetes:
un avión, un carro, una computadora,
un tanque de guerra, no son más que juguetes.
Es un mundo pensado para niños.
Adán y Eva empezaron siendo adultos,
pero tenían alma de niños, semejante al alma de Dios.
Los mayores dirigimos el mundo, pero andamos
perdidos. Las guerras, las separaciones y el terrorismo,
nos dicen que hemos fracasado. Deberíamos dejar
que los niños rijan la vida del hombre.
Sería un gran paso y una gran aventura.
11
El regreso al paraíso
Yo comprendo que poner a los niños a dirigir este mundo
es una utopía. Sólo intento hablar de los niños y para ello,
uso esta bella imaginación de ver a los niños dirigiendo este
universo, sabiendo que, si ellos lo hicieran, lograrían un
mundo más agradable y más acorde con lo que Dios pensó
al crear esta humanidad. El pecado hace que los mayores
se distancien del proyecto divino. Los niños mantienen el
proyecto original.
Si los mayores pudiéramos despertar al niño que vive
dentro de nosotros, ese niño que nunca murió, tendríamos
un mundo de fantasías. Los corazones, las sonrisas, los sue-
ños de esta humanidad llevarían el sello de los niños. Sería
como sumergir el universo en una gran noche, y al llegar la
madrugada, que todos despertáramos en un paraíso terre-
nal. Paraíso que lo hemos reconstruido entre todos, al des-
pertar a los niños que duermen dentro de los mayores.
12
Carlota Martínez
Miami, USA.
13
Mundo doliente
El mundo está organizado a la velocidad de los mayores.
Los niños corren fatigados detrás de nosotros, pues sus pies
son pequeños. Sus lamentos casi nadie los oye.
No es fácil reconstruir el mundo. Hemos creado un mun-
do doliente y una increíble competencia social que todo lo
daña. El mismo Jesús trató de cambiar los criterios de este
mundo malo, diciendo: “Dichosos los pobres en el espíri-
tu... Vendan lo que tienen, denlo a los pobres y tendrán un
tesoro en el cielo... El que se vuelva como un niño entrará
en el reino de los cielos...”.
Jesús no fracasó, pero su proyecto ya cruzó la barrera de
los veinte siglos peleando cuerpo a cuerpo con la mente y el
corazón del hombre, y la humanidad todavía sigue rebelde.
Una gran parte de los males de este mundo se deben a la
“Vivir como niños es lanzar
nuestro orgullo y nuestra prepotencia,
y adquirir la simplicidad de la naturaleza,
que trata a todos de la misma manera,
sin favoristismos”.
inútil competencia
humana, que sabe
más a fracaso que a
victoria. Los niños
son una escuela de
sencillez y humil-
dad, y son felices,
pero aprendemos
muy poco de ellos.
14
Sus rostros reflejan una felicidad limpia, real.
En los niños no hay doble cara.
15
La Confusión y el Pecado
Nuestra fe confiesa que el mundo es creado por Dios, un
Dios que es bondad, amor y gratuidad. También aceptamos
que el hombre y la mujer fueron creados a imagen y se-
mejanza de nuestro Dios, definido por el apóstol san Juan
como “Dios-Amor”. Aunque Dios creó a nuestros prime-
ros padres, ya adultos, toda la raza humana viene a la vida
pasando por la fragilidad de un embrión pequeñito, que se
va configurando con la sencillez de un niño, hasta llegar a
una endurecida y ligeramente descontrolada edad adulta.
Los dones con que llegamos a la vida son dones de Dios,
dones de bondad, sencillez y gracia infinita. El niño no es
sólo un rey de la creación o un legítimo propietario del
mundo, sino un pequeño dios, con identidad única, que des-
pierta en este precioso y rico universo, y que viene cargado
de enigmas indescifrables. Un pequeño dios, capaz de crear
y enriquecer su mundo, que irradia un amor tan grande, que
deja extasiada a la humanidad entera. Un amigo capaz de
dar la vida por otro amigo, haciéndonos ver que amar es
más importante que vivir.
Como todavía no tenemos respuesta clara, considera-
mos como algo misterioso, la fuerza negativa, el dete-
rioro que sufre el ser humano en su bondad original, cuan-
do va desde niño hasta la edad juvenil o adulta. El niño
va desde la niebla original hasta la espléndida luz de los
tres años. Se mantiene en esa bella luz hasta los nueve o
diez años, y luego empieza a entrar en una cierta oscuri-
dad que se completa hacia los 15 años, tiempo en que
se va volviendo capaz de mentir y de producir el mal.
16
La luz de Dios que lo ilumina para cuidar el bien, el amor,
la paz, la ofrenda, la gratuidad, se va nublando poco a poco,
y lo va llevando hasta un peligroso estado del alma, donde
hay tiniebla y confusión. Es el paso por el misterio del mal,
donde necesita una gran carga de redención para llegar lim-
pio y feliz hasta el final de su vida.
Dios puso en el niño mucha pasión por el bien, por lo que
es hermoso, por lo que es agradable. Mientras que el joven
o el adulto, junto con el bien, va adquiriendo alguna pasión
negativa, una gran fuerza para hacer el mal, para destruir lo
que es bueno, y ese hombre o mujer que genera el mal, ni él
mismo puede explicarse el porqué lo hace.
Pueden darse casos raros de niños difíciles o niños con-
fundidos, pero de ordinario el niño conserva la bondad y
la grandeza que le viene de Dios. Su riqueza interior es la
mayor belleza del universo.
El crecimiento del mal en las mentes y en los corazones de
los adultos ha llegado a dimensiones insospechadas, como
el terrorismo, las guerras, las políticas sucias, la mentira so-
cial, el fariseísmo, los divorcios, la delincuencia generali-
zada, la avaricia económica, y todo esto se expande como
un virus destructor por todos los peldaños sociales de esta
complicada humanidad. La niñez, esa edad maravillosa, que
va desde los tres años hasta los diez, es un estilo de vida,
donde este cansado mundo podría refugiarse para vivir lo
que Dios quiso al crear al hombre, y sobre todo, lo que
Jesús recomendó para entrar en el Reino de los cielos: vivir
con “alma de niño”. Aunque esta larga vida del mundo nos
ha llevado por complicados caminos equivocados, lanzán-
donos a playas remotas y a junglas de ilusiones sin sen-
tido, no necesitamos cambiar de ruta, sólo cambiaremos de
17
estrategia. En vez de vivir el estilo de los mayores, asumire-
mos el estilo de los niños, y así el mundo puede recuperar el
toque divino que Dios le dio.
El estilo de los mayores ha llevado nuestro mundo a vi-
vencias muy felices, sueños encantados e insospechados
días de aventuras, pero el sol que ilumina nuestras playas
tiene muchas nubes, y los pasos del hombre se han cargado
de sombras e incertidumbre.
Este mundo luce cansado, llegando a crear un estilo
donde el hombre se vuelve víctima del hombre, donde el
miedo ha sustituido al amor, y la desconfianza es el pan
de cada día. Verjas, candados y alarmas nos mantienen
a todos en una verdadera cárcel, una increíble cárcel,
donde el preso y el verdugo es uno mismo.
No son los demás quienes nos encierran, somos nosotros
quienes nos encerramos, pues tenemos miedo de lo que nos
rodea. No es al mundo exterior al que debemos temer, sino
al mundo que llevamos dentro. En este universo casi todo
es pacífico. El ser más agresivo es el hombre, y es capaz de
sembrar la muerte. Si volvemos a ser como niños, la vida
podría ser mágicamente hermosa. Viviendo experiencias
que nos dañan, cubriéndonos con el ropaje de la mentira,
hemos equivocado el camino. En vez de ángeles de Dios
parecemos pequeños monstros sin sabor humano, y es pre-
ciso volver a casa.
Estamos demasiado lejos de la sencillez y la dulzura de
los niños. La mágica palabra amor ha sido distorsionada, y
la palabra empeñada se desvanece en el viento que la lleva.
Hemos jugado con nuestro destino eterno, y debemos darle
a la vida un toque de sencillez y humildad, si queremos que
Dios nos reconozca como sus hijos. Con alma de niño esta-
remos con Dios y la tierra tendrá su eterna primavera.
18
5. Volvamos a casa
“Retorno a la creación original”
El sueño de la ciencia-ficción es descubrir un portal hacia
el pasado o hacia el futuro, un portal para entrar en la vida
eterna y recorrer un camino sin dolor y sin muerte. Frente a
todos esos sueños, que no son más que ciencia-ficción, que
apenas llegan a ser literatura y fábula, está la realidad bella
y electrizante de la vida feliz de los niños. Entrar en esas
vidas hermosas, caminar con ellos, llenarse de sus ilusiones
y revestirse de su sencillez, es como experimentar la gran-
deza de lo infinito, sin resabios de naturaleza caída.
En estos millones de años que posee la humanidad,
los mayores dirigen y los niños obedecen. Los mayo-
res marcan el paso de la caravana, y los niños, con sus
pequeños pies, tienen que correr, y corren fatigados de-
trás de nosotros. Es una velocidad social injusta, pues
nuestros intereses nos apremian, y los niños tienen que
correr detrás de nosotros, y corren el riesgo de que-
darse rezagados o de ser atropellados por la comitiva.
19
Jesucristo nos advirtió con toda claridad: “Tienen que
hacerse como niños para entrar en el reino de Dios”, pues
en el cielo se vive como niños. Este largo camino recorrido
por el hombre nos tiene a todos cansados, nerviosos, y con
una terrible incertidumbre, pues no sabemos hacia dónde
vamos. Nuestro mundo está lleno de farmacias, pues nos
enfermamos demasiado; lleno de abogados, jueces y cárce-
les, para resolver peleas; pululan ladrones y asaltantes, pues
nos invade una terrible locura. El mundo se nos desmorona
en las manos, y ya no sabemos qué hacer. Es preciso re-
gresar a la creación original, es preciso adentrarnos en el
poquito de salud que le queda a esta humanidad, y caminar
con alma de niños, locamente enamorados de Dios.
El hombre, con la fiebre de la novedad, sin preguntarse
el bien o el mal que le resulta de todo eso, inventa co-
sas, disfruta cosas, pero ni siquiera sabe hacia dónde va.
El mundo dirigido por mayores es un mundo competitivo,
casi agresivo, con pasiones descontroladas, amores cansa-
dos, cuerpos explotados por el estrés, y hasta ahora, todo un
callejón sin salida. Un mundo dirigido por los niños sería
un mundo de amistad, de sonrisas y serenidad, un mundo
sin ambiciones, sin soledad y sin amarguras.
Sería como vivir en un planeta poblado sólamente por ni-
ños. Sería como transformar el orgullo y la agresividad de
los mayores en la sonrisa y el abrazo de los niños.
Nuestra humanidad tiene un poquito de salud desde los
tres a los diez años de edad. Antes de los tres años, el niño
todavía está dormido, y después de los diez, empieza a en-
trar en el remolino existencial de los mayores, y se pasará
toda la vida con su barca rota, sin brújula, sin remos y sin
velas, buscando una felicidad que no puede hallar, porque
él mismo ha creado una vida incapaz de hallar la felicidad.
Los mayores vivimos perdidos en una selva de caprichos
y pasiones, tanto si vivimos en el loco mundo de la com-
petencia social o en el remolino materialista, como si vivi-
mos entregados al servicio de los demás, pues en esos oasis
de bondad que el mundo posee en colegios y conventos,
aprendemos a saborear los pedestales y los primeros pues-
tos que son tan enfermos como los peldaños competitivos
de los hombres de la calle.
20
21
Muchos pensadores consideran que la humanidad anda
perdida, que debe volver hacia atrás y empezar un nuevo
camino. Pero yo no lo veo así. No tenemos que cambiar de
ruta, tenemos que cambiar de estilo. En los niños tenemos
una preciosa forma de vida para corregir la estrategia y en-
contrar la felicidad. Los niños pueden dormir en la casa del
rico o en la casa del pobre con la misma disposición. Un
niño come en la casa del rico y en la casa del pobre con el
mismo sabor. La distinción es cosa de los mayores, porque
la sencilla percepción del mundo y de sus cosas se nos ha
dañado. Volver a ser niños es volver a casa.
Cuando vivimos con alma de niño y estamos locamente
enamorados de Dios, el mundo, con todos sus apetitos, se
nos cae de las manos, y nuestras vidas cambian completa-
mente. Regresemos a la creación original, regresemos a la
bondad de Dios, regresemos a vivir como niños. Dejemos
que los niños dirijan nuestras vidas, y habremos abierto un
portal en el tiempo, donde todo es felicidad.
Los niños no harán los trabajos de los mayores. Los tra-
bajadores no cambian, lo que cambia es el estilo del trabajo.
La formación de la persona continúa, sólo cambia la visión
de la vida. Los adultos harán sus trabajos y los niños harán
los suyos. No cambia el contenido, cambia el estilo de vida.
La vida será más placentera y pacífica, pues todo el dinero,
el tiempo y el esfuerzo que malgastamos en apetitos y ex-
periencias inútiles, ya no serán necesarios. Los niños nos
llevan a otra dimensión, a un estilo de vida más sencillo.
No se trata de que los adultos vuelvan a jugar con carritos,
o a vestir muñecas. Es el regreso a una compasión, a una
ternura que emana de una gracia divina. Los niños sólo
piensan en bondad. Pasemos su portal y sufriremos menos.
22
La fuerza física del adulto es más grande, pero el niño es
más rico en humanidad. Los niños son débiles, nosotros
los adultos los apoyamos. No cambian los trabajos, cambia
el estilo, la vida es diferente. Muchos niños se equivocan
porque están en la escuela de los mayores y aprenden de ellos.
Muchos niños lloran y molestan, porque los obligamos a ser
parte de un ambiente que no es para niños. Una Misa es cosa
de mayores, no es para ellos. Muchas casas y apartamentos,
donde los mayores están encerrados, no es ambiente para
los niños. Los mayores adornamos y acondicionamos una
aula de clase para que se adapte a la mentalidad del niño,
pero siempre será un lugar adaptado a la mente de la per-
sona mayor. Antes de que le guste al niño, debe gustarnos a
nosotros. No fue el niño que acondició ni su casa ni su aula.
Buscamos que el niño se forme, pero la formación que le
ofrecemos tiene mucho de jaula. No siempre los formamos,
con frecuencia los domesticamos.
Los niños usan el acelerador propio de su naturaleza que
investiga. Los padres usan el freno de sus miedos: “deja
eso, no hagas eso”....etc. No los dejamos vivir. Tenemos
esquemas predeterminados para frenar a los niños que desean
crecer en su propia originalidad.
La vida de los niños lleva el ingrediente del juego. Donde
el niño vive, debe poder jugar. Los niños caminan a nuestro
lado “forzados”, frenando su espontaneidad. Los niños no
quieren la escuela, hay que obligarlos a estudiar, pero pronto
comprenden que es necesario, y aman su escuela. Pero hay
muchas cosas que se las imponemos y los hacemos sufrir.
Hay que dirigirlos y cuidarlos, pero ellos necesitan una dosis
más grande de libertad. Necesitan crecer siguiendo la fuerza
que está dentro de ellos, y no sólo la imposición desde fuera.
23
Los niños al volante
Los niños deberían manejar esta sociedad, pues ellos en-
tienden a Dios, y entienden la vida humana. Si una cosa así
se lograra, sería una gran aventura de la humanidad. En este
momento, la mente de los niños no está muy desarrollada,
y no pueden dirigir bien una vida tan complicada como la
hemos creado los adultos, a base de acumular pecado sobre
pecado, errores sobre errores, dañándonos los unos a los
otros. Cuando los niños empiecen a actuar, sus mentes se
irán abriendo como un foco de luz en el campo del bien.
No podemos cambiar todo de un golpe. Las empresas, las
fábricas, los bancos y muchas otras infraestructuras las de-
jamos como están. Empecemos con dos sectores de la vida
en que los niños pueden ser maestros: la familia, y la es-
cuela. Cuando la familia y la escuela sean saneadas, enton-
ces haremos pasar por el portal de los niños todo el resto
de la complicada red de intereses humanos en que vivimos
empujándonos unos a otros, y donde vivir en compañía de
otros se va haciendo pesado.
Familias con alma de niño
La familia es la esperanza del cielo y el regocijo de la
tierra. La vida tiene en la familia un puesto privilegiado.
Cada vez que nace un niño, la creación entera entona un
cántico de felicidad. Cada vez que se ayudan, se apoyan y
se aman, se repite el escenario divino de la redención. Es en
la familia donde los mayores sienten el fracaso más grande
de su gestión. Un 50% de parejas separadas o divorciadas
es la mayor vergüenza de la humanidad. Niños errantes que
corren de calle en calle: hoy viven con la mamá, mañana
con el papá. A veces se refugian con los abuelos, y hasta
con algún vecino. No sólo dejamos ruinas por el camino,
sino que vamos quedando atrapados por nuestras propias
limitaciones. A veces no son los padres los que son malos,
sino los hijos: a veces, después que los padres dieron la
vida para criar y educar a los hijos, éstos los abandonan
porque los padres han envejecido y molestan. Pero todo eso
es parte del fracaso común de la humanidad.
Un hogar que acepta ser dirigido por la sencillez y la
dulzura de los niños, es un hogar que da paso a la salud y a
la alegría sin fin. En el mundo de los niños está prohibido
el divorcio. Por razón de los hijos, los padres deben per-
manecer juntos, volviendo cada día al amor primero. Los
niños prohíben las separaciones. Por el bien de la familia,
se asume cualquier sacrificio, cualquier inmolación que
haga falta. Una familia feliz es el premio a todos los esfuer-
zos realizados. Los mayores creemos que éxito es dinero,
los niños creen que éxito es quererse. Y los niños saben de
amor.
En el hogar dirigido por los niños, cada uno hará su trabajo,
sus obligaciones. Los niños ofrecerán sus opiniones sobre
las comidas, las diversiones, y los horarios para acostarse y
levantarse en los días de descanso. Si la familia es creyente
y tiene práctica religiosa, la Misa en los Domingos es para
los adultos. Los niños pueden participar, si ellos lo desean.
Si no quieren ir, pueden quedarse en la casa, durmiendo o
jugando. Si no hay con quien dejar a los niños, entonces los
padres no deben ir a la iglesia, pues entonces su ofrenda a
Dios, no es ir a Misa, sino cuidar a sus hijos.
Pertenecemos a una tierra doliente y a un ser humano
maltratado por su inclinación al mal. Por eso, hay cosas que
las deben cuidar los mayores, pues ellos cuentan siempre
24
con el factor “experiencia”. El manejar un vehículo se le
puede permitir después de los 15 años de edad, aunque a
los diez ya sepan manejar. Formar un pareja de novios, no
es aconsejable antes de los 18 años, aunque a los trece o
catorce años tengan el corazón lleno de fuego. La mente
y el corazón del hombre son limitados, y la formación y
los estudios deben preceder a la formación de una familia.
Cuando los niños son el foco de interés de la familia, los
niños comprenden todas las exigencias que se les hagan.
No hay alternativa: o dejamos que los niños dirijan
la marcha del mundo, o seguiremos agonizando hasta
ahogarnos en nuestra propia confusión.
25
La Escuela y los Niños
En nuestro mundo de mayores, debemos comprender que
el binomio “escuela-niños” no funciona muy bien. La es-
cuela está configurada para nuestras mentes adultas: refle-
xión, análisis, memorizar, pensar. Los niños aman su pro-
grama: comer, jugar y dormir. Todo lo que vaya más allá
de esos tres objetivos, tiene que ser dialogado con ellos y
adaptándose a ellos. La escuela pierde demasiado tiempo
y tiene demasiadas exigencias y leyes, pues se trata de un
esquema para adultos, impuesto a la fuerza a los niños. Un
principio antiguo decía: “La letra con sangre entra”.
La humanidad prefiere formar un soldadito, antes que un
hombre libre. Aunque las clases de kinder y prekinder son
adaptadas a los niños, los horarios deben responder a las
necesidades de los papás, y a las exigencias de las clases de
los alumnos mayores. Los mayores tienen cinco horas de
clase, y los niños tienen cinco horas de clase. Los alumnos
mayores tienen media hora de recreo en el patio, y los niños
tienen media hora de recreo en el patio, y eso no es apro-
piado, porque son niños.
Si los niños dirigieran la escuela, no se necesitaría tan-
to tiempo en las aulas para aprender lo poquito que se les
enseña. Una gran cantidad de tiempo y energía se usa para
lograr que la escuela forme soldaditos. Poco a poco se ob-
serva que la materia principal de toda escuela es la disci-
plina. Lamentablemente, la disciplina se logra con leyes
y más leyes negativas...quédate quieto, cállate, no hagas
eso... no se distraigan...miren a la pizarra...etc.
Los niños pueden dirigir la escuela, y tienen su propia pro-
puesta: La transformación de la escuela se hará poco a poco.
26
Empezamos por los niños, desde prekinder hasta tercer gra-
do de básica. Estos niños deben desarrollar su vida natural
antes que los mayores les llenen sus cerebros de leyes y
exigencias que, a veces, impiden su crecimiento espiritual.
Una escuela adaptada a los niños
Los Sábados y los Domingos son descanso por derecho
de todos. De los cinco días laborables, tres días son para re-
cibir clases y dos días enteros para jugar todo el tiempo en
la escuela. En los tres días que hay clase, si cada día tiene
cinco horas de clase, tres horas son para clase, y dos horas
enteras para jugar y correr fuera del aula. Las clases y los
recreos se irán alternando, de forma que ningún niño supere
los cincuenta minutos seguidos de clase. Después de cada
hora de clase, debe salir a recreo, alternando una hora de
clase con una hora de recreo.
Si alguien considera que eso sería un caos en la formación
de los niños, le podemos decir tres cosas: 1-Habrá que co-
rregir todos los edificios escolares, y adaptarlos al nuevo
estilo de formación. 2-Lo que buscamos es sanear esta de-
bilitada humanidad, y para ello hay que darle un vuelco
total al estilo de vida. 3-Las grandes escuelas y las pre-
ciosas universidades nos están ofreciendo un ser humano
avaricioso, competitivo, nervioso y un poco enfermo. Un
ser obligado a defenderse en cada momento, porque siente
que la sociedad lo invade. En el fondo, de “soldadito” tiene
muy poco.
La jungla emocional de la edad adulta, no nos permite
avanzar más en esta cansada humanidad. Si es que hay sa-
lud en el mundo, esa salud la tienen los niños, y hay que
unirse a ellos para respirar un poco, porque nos estamos
27
asfixiando. Hay que aceptar que vivimos en un mundo di-
choso, pues con las exigencias de los hogares y la pesada
formación que se da en las escuelas, deberíamos tener más
manicomios y más clínicas para la salud mental.
Después que se haya estabilizado la formación de los
cursos de prekinder a tercer grado, entonces revisaremos
y adaptaremos los demás cursos, hasta incluir el final de
la secundaria. Nuestras escuelas no logran formar autén-
ticos ciudadanos, pues se preocupan demasiado por llenar
el cerebro de conceptos y más conceptos, sin preocuparse
tanto de formar un ser que fue creado libre y soberano, con
una identidad irrepetible en todo el largo y ancho de la crea-
ción.
Las escuelas se parecen a las iglesias, pues hemos creado
unos esquemas de liturgia y oración, que son contadas las
personas que saborean una celebración, y despiertan el
hambre y la sed de Dios. La gran mayoría siente que rezar
es un peso, que la santa Misa es algo pesado, pues no hemos
podido ofrecer otras cosas a este mundo que tiene hambre
de Dios.
Los hombres y mujeres que pueblan los conventos de
clausura, dedicándose enteramente al trabajo y a la oración,
deberían ser personas que viven en una total libertad inte-
rior, personas que viven en un verdadero gozo espiritual,
sin embargo, para poder funcionar “bien”, tienen que satu-
rar el tiempo de horarios, campanas, timbres y presiones
de reglamentos. Hay más preocupación por cumplir unas
reglas que por el crecimiento espiritual y la ofrenda libre de
cada miembro de la congregación. Se sienten más unidos
cumpliendo normas que siendo libres en una ofrenda go-
zosa. Somos los soldaditos de los conventos.
28
La escuela mantiene su permanente fracaso en la for-
mación de sus educandos, pues siempre se ha preocupado
más de un horario y una disciplina que de apoyar una liber-
tad interior que se tiene que curar y reafirmar.
Sólo el gusto por el bien que poseen los niños, puede dar
paso a un camino de formación. No es la norma la que
educa, es el bien, lo bello, lo grandioso que impacta en el
alma, y que llena el objetivo que Dios se propuso al crear.
Sin normas se formaría un caos en la humanidad. Pero, si
nos hubieran dejado atravesar el caos, tal vez ya habríamos
llegado a la libertad. Mientras tanto hay que esperar un gran
milagro de la creación, pues vamos un poco a la deriva.
El hombre creado por Dios no ha muerto. Su historia
vive, su grandeza la lleva dentro. El niño maravilloso que
fuimos un día vive en el hombre adulto. Y la madre que
cuidó al niño, también vive dentro del adulto. Es un ser
lleno de ilusiones, de compasión, de ternura, de capacidad
de ofrenda. Es un ser con toque de infinito, a quien el pe-
cado puede distorcionar un poco, pero tiene fuerzas que son
indestructibles. No es sólo cuestión de revisar su historia y
arreglar su camino.
29
Es preciso volver sobre sí
mismo, desvelar su origen,
reactivar todo aquello que lo
hizo grande, y continuar su
marcha, pues queda mucho
por andar, y debemos andarlo
con mejor enfoque. Usando
palabras de la Biblia: Hay
que volver al primer amor,
desvelando el umbral de la
creación.
Las armas y los niños
30
El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, pro-
tegido por la fuerza del amor, la misericordia y el perdón.
Aún partiendo de la existencia de un pecado y de la incli-
nación al mal, el amor sigue siendo la fuerza que disuelve
todas las diferencias. Las guerras no resuelven, sólo el amor
trae la paz.
El pecado de Caín, matando a Abel, produjo miedo en
la raza humana, y al volverse el hombre víctima del hom-
bre, cada hombre empezó a protegerse de su hermano el
hombre. El miedo invadió el campo del amor, el amor se
volvió débil, y aprendió a defenderse matando: Ojo por ojo,
diente por diente, cabeza por cabeza, pueblo por pueblo.
La reacción en cadena no se ha detenido. Después de pasar
por muchas guerras, se han inventado tantas armas que el
hombre se tiene miedo a sí mismo, pues teme que un loco
de sus propias filas pueda explotar su propio arsenal.
Los niños, al encargarse de dirigir esta dura sociedad,
tienen una postura radical: Cancelar todo terrorismo, sus-
pender todo proyecto de guerra, disolver todo el ejército,
desmantelar todo armamento militar. Sabemos que siempre
¡Bienvenido
a nuestro hogar!
¡Somos el planeta Tierra!
va a aparecer alguna persona con desequilibrio emocional, y
por tal motivo, se conserva un pequeño cuerpo policial para
encargarse de los agresivos sin causa, hasta que se pueda
dialogar con ellos, y puedan entender el bien común.
Todo instrumento de guerra será desarmado. Los mate-
riales que sirvan para algo se aprovechan, los metales que
se puedan fundir se le dará un uso pacífico, y lo demás se
envía al fondo del océano Pacífico. El dinero acuñado será
de uso temporal, billetes con fecha de vencimiento para que
no acumulen demasiado. Las cárceles se mantendrán por
algún tiempo, pero la sociedad se encamina a tener sola-
mente presos domiciliarios. En algún momento se elimi-
narán hasta los jueces, y el juez será el mismo reo, quien
después de oír a sus acusadores, él mismo se dará su propia
sentencia. Es una gran verdad lo que dijo san Francisco de
Sales: “Se cazan más moscas con una gota de miel que con
un barril de vinagre”. Un poquito de perdón y de bondad
logra más conversiones que todas las leyes punitivas de la
sociedad. El perdón educa, el castigo desespera.
Nuestra humanidad no ha podido aprovechar el amor y
el perdón del Evangelio, y por eso acumula terror sobre
terror. El mundo de los niños podrá titubear un poco, pero
intenta llegar a la paz del paraíso terrenal. Nuestro mundo
está encallado en la ley del “ojo por ojo” y todo su sistema
correccional es un fracaso. Cuando ya no tengamos abu-
sos de policías corruptos, ni mentiras de miembros del go-
bierno, ni comerciantes abusadores, ni curas pederastas o
buscadores de dinero en las iglesias, el mundo irá dando un
mágico viraje, y cada uno se sentirá protegido y cuidado
por sus hermanos. Construiremos un mundo feliz, pues ya
el hombre dejará de ser víctima del hombre. (Todo esto nos
prepara a la revolución de los niños, página 96)
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Los niños actúan con tanta naturalidad que toda su vida es
teatro. Ellos pueden deleitarnos con sus ocurrencias en las
casas y hasta en las calles. Les ofrecemos espacios y equi-
pos y ellos nos deleitan con su espontaneidad. Ellos pueden
enseñarnos a gustar lo que es sencillo, lo que es sano, y que
favorece la salud mental.
Creemos que el hombre no necesita que Dios le cree un
paraíso en la tierra, pues el mismo hombre tiene mente
y corazón suficiente para construirlo.
Y cuando Dios vea que el hombre ha creado un paraíso
en la tierra, a lo mejor podría suprimir la muerte, pues ya
no necesitaríamos ir a otro paraíso y tampoco haría falta el
pasar por la muerte. Basta que Dios se mude con nosotros,
y tendremos un cielo conquistado por los niños.
Un oasis en el camino
Una red de mentiras envuelve la vida de hombres y mu-
jeres y hay menos amor y menos confianza de lo que uno
cree. La vida de los mayores tiene muchos intereses creados,
y las ilusiones y los sacrificios se debilitan, porque se viven
muchas decepciones. Al convertirnos en almas cansadas
queremos usar a los demás, y esa relación débil, empobrece
la ofrenda y mata el amor.
Hacer compañía a los niños, imitar su sencillez y su bon-
dad, es una oportunidad que se nos brinda para respirar un
poco en nuestros días de estrés y de cansancio. Si la vida de
los mayores se puede comparar a un grande y árido desierto
de humanidad, la vida de los niños es un gran oasis con agua
abundante y brisa fesca que regenera el alma. Acompañar a
los niños en sus ocurrencias y sonreír con ellos es caminar
un poco por el jardín de su felicidad. Los niños forman una
constante escuela de alegría, y una clínica que produce más
salud que todas las pastillas que tomamos.
Si padres y madres se unieran más a sus hijos, los es-
cucharan más y les siguieran la corriente, apreciarían un
poco más la riqueza de esos tesoros que la vida les ha re-
galado. Levantarse temprano y observar a los niños dur-
miendo en la madrugada es una escena celestial. Esa paz
que irradian por sus ojos cerrados, y la serenidad que se
dibuja en su rostro es algo angelical. En la película “el
Mago de Oz” se observa una bondad tan grande en la reina
buena, que nadie puede hacerle daño. Esa bondad es la que
se esconde en el alma y el cuerpo de los niños. En “Blan-
ca Nieve y los siete enanos”, cuando el asesino enviado
por la reina mala, quiere matar a Blanca Nieve, el cuchillo
se le cae. La bondad de la jovencita detiene el cuchillo.
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En “la Bella y la Bestia”, Bella tiene una bondad tal que
ni los lobos pudieron hacerle daño. Y luego, esa bondad
rompió el hechizo y devolvió la vida al castillo con todo y
príncipe egoísta.
Por la noche, los niños se duermen rápido, no sólo porque
están cansados y rendidos, sino también porque su bondad
natural es salud del cuerpo. Los niños, no sólo perdonan las
ofensas, sino que las olvidan, pues su corazón es tan sano,
que todo recuerdo negativo que quiera entrar, automática-
mente se disuelve.
Son muchas las personas que hacen sufrir a los niños, so-
bre todo en las escuelas, exigiéndoles más disciplina de la
que ellos pueden sobrellevar. También se les hace sufrir en
muchas iglesias, dándoles demasiadas horas de catecismo,
e imponiéndoles exigencias propias de los mayores. Los ni-
ños aceptan todo, no se quejan ni se dan por enterados, pero
eso no significa que eso esté bien. La fe que ellos tienen no
crece porque los saturemos de palabras y de mensajes. En
ellos, la fe crece por el testimonio de bondad y de respeto
que hay en sus familias y vecinos. Cuando los mayores dan
testimonio de su esperanza y de su amor a Dios, eso impre-
siona a los niños y los educa en la fe.
A los niños, por ser buenos e inocentes, con frecuencia
los engañan. Pero, por gracia de Dios, en la mayoría de los
casos, los cuida un santo. Dios no quiso dejar al mundo
solamente manejado por la ley del pecado, que se mani-
fiesta especialmente en los mayores. Nos dejó la salud y
la alegría de los niños, donde el pecado también tiene su
huella, pero esa huella se mantiene débil, porque no logra
romper la coraza de la bondad que hay en los niños. El con-
tinente europeo se va endureciendo cada vez más, y la vida
se hce muy pesada, pues casi no tienen niños. Toneladas
de rostros cansados y silencios en suspense llenan la vida
de los hogares, pues casi no se oyen risas y gritos de niños.
Parte de Asia, América Latina y África todavía pueden con-
vertir sus calles en patios de juego, todavía tienen derecho
a la vida, y pueden, en algún momento, apartar su vista del
cementerio.
“Dejen que los niños vengan a mí”, dijo Jesús. Deje-
mos que corran y griten, que vuelen como mariposas en los
grandes jardines, no los arrastremos con nuestra vida veloz
de mayores. Dejemos que vivan, que sientan la alegría y el
gozo que Dios puso en ellos. Que canten como las aves y
sueñen como los ángeles. Ellos son la cuota que ofrecemos
a Dios para que no destruya nuestro mundo de mayores,
como sucedió con el diluvio o con Sodoma y Gomorra. Los
dibujantes Hanna y Barbera han inmortalizado el alma de
la niñez en las peleas de Tom y Jerry, pues esos dos ani-
malitos se aplastan, se despedazan, se destruyen, en una
lucha sin tregua y sin final, sin embargo, nunca se guardan
rencor, y cando uno no aparece, el otro lo busca angustiado.
Los niños han logrado que muchos papás no se suiciden, y
que muchos criminales se arrepientan. Y todo esto lo logran
los niños, porque en sus corazones está Dios. En algunos
películas españolas de los años sesenta, la niña Marisol di-
solvía la guerra de muchos hogares. En la película “juego de
gemelas” el regreso a la unidad de los papás es algo magis-
tral. Eso es sólo película, pero se considera que es posible.
En uno de los documentos en Power Point que corren por el
mundo, se ofrece la historia de un tazón de madera. Esa lite-
ratura calca perfectamente el alma de los niños. En el texto
se dice que un niño quería mucho a su abuelo, y se lamenta-
ba, pues como el abuelo estaba débil y nervioso, se le caían
las cosas al comer y el hijo y su esposa con quienes vivía
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lo pusieron a comer en mesa aparte y bebía en un tazón de
madera. El niño se fue al taller, tomó un trozo de madera y
empezó a labrarlo. En eso llegó el papá y le preguntó: hijo,
¿qué quieres hacer con eso? El niño contestó: voy a hacer
un tazón de madera, para cuando tú seas viejo, que bebas en
él, como tú hiciste con el abuelo. La historia dice que al día
siguiente, el abuelo volvió a ocupar su puesto en la mesa
de la familia. Si el mundo pudiera vibrar con un corazón de
niño, qué feliz sería esta vida.
Un mundo dirigido por los niños no tendría hogares para
ancianos. Ellos cuidarían a sus abuelos, bisabuelos y fa-
miliares enfermos. Sin divorcios, con familias buenas y
vecinos amistosos, tampoco habría orfanatos. En vez de
albergues, lo que necesitamos es una sociedad mejor or-
ganizada y menos egoísta. Hay familias que tienen hijos
incapacitados y los atienden treinta y hasta cuarenta años.
Esas familias son felices, no con la felicidad de los egoís-
tas, sino con la felicidad del servicio al necesitado. El niño
es feliz sirviendo a alguien. El adulto es feliz cuando nadie
lo molesta. Son dos mundos diferentes.
Los niños, a veces, son un poquito pícaros y hasta
exigentes, pero eso lo aprenden de nosotros los mayores.
En un avión, viajaba una madre dominicana con su hijito
de cuatro años. Repartieron bolsitas de maní, y dieron una
a cada uno. El niño se lo encontró muy poco y pidió otra.
Pero la elegante jovencita que repartía el maní le dijo que
sólo le tocaba una. El niño se quedó disgustado y empezó
a maquinar su estrategia para conseguir más maní. Cuando
el avión bajó a tierra, el niño aprovechó el barullo del mo-
vimiento de pasajeros bajando del avión, y se fue destrás
del armario donde se guardaban las cajas de maní. A penas
se sintió solo, empezó a comer maní a boca llena. Luego
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se llenó los bolsillos, y le hizo una buena rebaja al depósi-
to de maní. Esa infantil escena duró mucho tiempo y los
padres se encontraron en inmigración sin el pequeño. Lo
buscaron por todas partes, movieron a la policía del aero-
puerto, y sin éxito. El niño seguía en su escondite comiendo
maní, y los demás, buscándolo como locos.Al fin, a alguien
se le ocurrió regresar a buscarlo en el avión. Al encontrarlo
le preguntaron, ¿qué tú hacías aquí?, él respondió con una
sonrisa de angelito pícaro: “comiendo maní”. Esta historia
me la contó la madre del niño. Los niños saben pensar, pero
los presionamos y los controlamos tanto que no los deja-
mos actuar. Uno de los grandes problemas de los niños es
que nos tienen miedo, y no dicen lo que están pensando,
pues si lo dicen, los aplastamos. Como no tienen dialéctica
para defenderse, entonces usan el silencio, se convencen
de que lo que piensan es bueno, y eso es altamente peli-
groso, pues van a empezar a equivocarse como sucede con
los mayores. Irán cayendo en las turbulentas aguas donde
hemos naufragado nosotros, pues creemos que tenemos la
verdad y llenamos nuestras vidas de errores.
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Alma de niño
Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, con una
belleza infinita, con una sencillez al estilo de los ángeles,
con una dulzura tal que vuelve dulce el universo, con una
locura de amor que puede embriagar toda la naturaleza, con
una paz en el alma que puede permanecer sereno, aunque
viera el mundo envuelto en llamas.
Aun después del pecado original que arrancó al hombre
lágrimas de sangre, los niños representan esa creación pri-
mera, ese sueño divino del Creador, y mantienen la puerta
del cielo abierta al mundo, pues los ángeles de Dios cui-
dan de ellos y conservan su alegría y su paz. Son muchas
las madres solteras, los padres abandonados, las parejas en
guerra, hombres y mujeres maltratados por la vida, quienes
encuentran un poco de paz y sosiego en algún niño a quien
tienen que cuidar y alimentar. Las señales de sencillez y
amor que Dios ha esparcido por toda la Biblia, se encuen-
tran resumidas en la vida de los niños.
Dice el profeta Elías: “Dios no está en la tormenta, no
está en el terremoto, no está en el fuego”. El Señor está en
la brisa fresca, en la sencillez de los niños, en el brillo del
sol, en la belleza de las flores, en la armonía de la creación,
en el canto de los ríos, en la sinfonía de las aves, en la sere-
nata de la lluvia, porque todo eso es santidad del universo y
es presencia de Dios.
Dios creó al hombre a su imagen y semejanza para ofrecer
algo de los secretos de su divino corazón, para que viva y
proclame un amor limpio como el agua del manantial, y
haga del mundo un paraíso terrenal.
El amor expresado a Dios por santo Domingo Savio,
san Tarcisio, san Luis Gonzaga, santa Teresita del Niño
Jesús, la beata Laura Vicuña y el beato Ceferino Namun-
curá, quienes unieron en sus débiles y delicados corazones,
la sencillez de lo divino y la grandeza de la ofrenda gozosa,
es una invitación a sanear la locura del mundo con la locura
del amor divino. Ellos hicieron de sus vidas un verdadero
holocausto, por la intensidad del amor vivido a los pies de
Jesús.
“Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios”. Esa limpieza de corazón sólo se puede vivir a pleni-
tud con alma de niño y un corazón locamente enamorado
de Dios. Para vivir como niños en una ofrenda agradable,
Jesús instruyó a sus discípulos y les dijo: “Sepan que los
jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los opri-
men. Ustedes no sean así. El que quiera ser grande entre
ustedes que sea el servidor de todos, y el que quiera ser el
primero que se haga el último” (Mateo 20, 26-28).
La grandeza del amor según Dios se vive en la sencillez
y en la humildad. A los apóstoles les costó trabajo enten-
der a Dios, pues era un grupo de personas mayores que ya
tenían su camino hecho, y que les era muy difícil cambiar
de ruta. Todo lo que es de Dios es sencillo. Nuestras litur-
gias y nuestros conceptos de teología nos han hecho alejar
un poco de lo sencillo que es Dios, y por eso nuestro amor
a Él se ha debilitado un poco. Las flores son bellas, porque
son sencillas; los ríos son agradables, porque son sencillos.
Los niños, con su sencillez, evocan la sonrisa de Dios y la
paz de los ángeles.
Los niños le dicen al viento, al mar y a las montañas que
Dios juega con el hombre y le regala felicidad. Los niños
son testigos mudos de todo esto. La vida de los adultos
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es muy agitada y llena de preocupaciones. Los niños son
los que realmente viven. Mientras los adultos buscan títu-
los que les permitan brillar, mientras buscan mucho dinero
para disfrutar de la vida, mientras se afanan por ser mejores
que otros, los niños simplemente viven, y sus vidas son
hermosas, porque toda su energía la usan para vivir. Los
adultos no podemos dejar de buscar los títulos, el dinero
y la fama, pero podemos quitarle un poco de aceleración a
la vida, y dejar que los niños vivan un poco más. Uno de
los grandes pecados de la humanidad consiste en que los
niños quieren vivir y jugar serenos y nosotros los hacemos
correr detrás de nosotros, y sus vidas empiezan a agonizar
demasiado temprano. Sus pasos son pequeños y su ilusión
es grande. Hay que ayudarles a andar, pero a su ritmo y a
su velocidad.
El concepto de vida que tienen los niños no es el nues-
tro, y la fe en Dios que tienen los niños es una fe más her-
mosa que la nuestra. Su sonrisa es una llave que abre todos
los corazones. La vida de los niños es como una danza, y
su dormir es como si estuvieran jugando a las escondidas.
“Dejen que los niños vengan a mí” dijo Jesús, pues sólo Él
los puede entender y cuidar. Los niños viven de aventura
en aventura, de sorpresa en sorpresa, es una vida llena de
ilusiones.
Un mundo con alma de niño es un mundo feliz. Los niños
se entienden muy bien con las personas, con los animali-
tos, con los insectos, con todo lo que se mueve, pues ellos
son gracia y movimiento. No hay escena más feliz que un
niño corriendo en el patio y jugando con su perrito, o una
niña persiguiendo mariposas en su jardín. Hay que dejarlos
correr, pues la acción limpia el alma. Tenemos que dejar-
los crecer con nuestro apoyo, pero que la expresión de sus
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vidas sea libre, que recorran su camino, no el nuestro, y
puedan llenar a plenitud el cúmulo de dones con que fueron
dotados en la misteriosa variedad de este mundo.
Señor Jesús, los niños son tus amigos pre-
dilectos. Tú pediste a todos los hombres que
se vuelvan niños para que sepan amar, reír y
perdonar, para que tengan un corazón des-
prendido de toda vanidad y de toda ambi-
ción, y así, sean capaces de abrir las puertas
del cielo y encontrarse con Dios.
Túsabesquesonalmassencillas,vulnerables
y frágiles. Pon una muralla en sus corazones,
Oración
Recemos con ellos
para que la tormenta social
que los niños tienen que atravezar
no les haga daño.
y apaga las luces que vienen del campo del
mal. Disminuye en su camino las espinas que
maltratan la vida y debilitan sus ilusiones.
Que sus miradas sigan siendo limpias y que
la sencillez y la bondad construyan un cas-
tillo en su interior.
Que el amor a ti sea la primera fuerza que
los lleve a esperar en la dicha de cada día,
y se sientan navegar en un mar tan positivo
que las pequeñas tormentas y las agresivas
olas no sean más que adornos de una exis-
tencia feliz. Que ellos logren abrir la puerta
de la paz en cada hogar, que en cada huella
de sus delicados pies nazca una flor, y que la
senda de sus vidas esté siempre amurallada
por la alegría y la victoria del bien. Poco a
poco, ve encendiendo en ellos la luz de la fe, y
que su esperanza se vuelva una antorcha que
no haya viento que la pueda apagar.
Que despierten a cada nuevo día con un
corazón lleno de tus bendiciones, para que
recorran con alegría y valor, la dulce y peli-
grosa senda del diario vivir. Amén.
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Luces y Sombras
Creemos en la luz y sabemos que nuestro universo está
más que iluminado. Creemos en el amor, y muchas veces
encontramos amores que son indestructibles, que son la
alegría y el descanso del mundo. Amores de ofrenda total,
amores de servicio gozoso en nombre de Jesús, amores con
fuerza de niño, capaces de disolver toda guerra interna y
toda decepción de los cansados caminantes. El mundo está
lleno de cosas bellas que son como pequeñas marcas de las
pisadas de Dios que se pasea por nuestro universo.
Evoquemos algunas imágenes de esas que el universo
guarda para hablarnos de Dios: “Las riberas del río, los pe-
queños manantiales, las cascadas de las montañas, el vuelo
de las mariposas, la luz de las luciérnagas, los capullos que
se abren, las espigas que maduran, el sol que empieza a
brillar, la sonrisa de los niños, las gotas del rocío, el paso
de las nubes blancas, la llovizna al caer la tarde, la simiente
que abre la tierra, las aves que vuelan entre los árboles, la
corriente del río con su canto entre las piedras, los peces
que navegan silenciosos, los glaciares que estallan y se
vuelven indómitos riachuelos, los hilos de agua cayendo
de las nubes, la nieve que adorna las montañas y las casas,
el sueño placentero de los niños, las carreras de venadillos
en la foresta, el vuelo de las gaviotas sobre el mar, la visión
panorámica de las águilas, las primeras flores de la prima-
vera, es todo un derroche de belleza y sencillez que posee
nuestro mundo y donde se descubre la huella del Creador.
Lamentablemente, todavía no estamos en el paraíso. Pisa-
mos tierra de hombres, y nuestros pasos tiemblan, porque
las sombras no nos dejan ver lo correcto. A los mayores
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nos toca tropezar, y los niños sufren mucho más que no-
sotros. Este mundo fue creado para niños, pues no es más
que un mundo de juguetes, pero el pecado ha distorciona-
do el mundo y lo ha vuelto irrespirable para los pulmones
pequeños. Los pobres niños corren forzados detrás de los
mayores, y son abusados por muchos mayores. Mientras el
fuerte abuse del débil, tendremos con nosotros los resabios
de un mundo primitivo y salvaje.
Es verdad que se está tomando conciencia de los derechos
de los niños, que en las familias hay más cuidado y que todo
abuso de menores se castiga con más fuerza. Pero nuestros
niños siguen débiles e indefensos. Tenemos muchos niños
pasando hambre, niños explotados en los trabajos que les
imponen sus familias u otros mayores, niños asechados y
perseguidos por vecinos, familiares, maestros, o compañe-
ros que son más grandes.
Aunque existen buenos tribunales para defender a los
menores, aunque crece el respeto y el cuidado por el dé-
bil, la salvaje ley del más fuerte no ha sido borrada, y tal
vez nuestra sociedad la está usando mucho más de lo que
uno se imagina. La única fuerza que está tratando de sa-
nar el mundo es el Evangelio de Jesucristo, sirviendo a los
más necesitados en nombre de Dios, ayudando al hombre
a perseguir intereses sobrenaturales, renunciando un poco
a los agresivos intereses materiales. El Evangelio lleva una
marcha lenta, pues las sombras debilitan la calidad del ser-
vicio y la evangelización camina muy lentamente.
Nos duele mucho que los familiares, vecinos o gente
extraña abuse de los niños. Pero lo que más nos duele y
nos desespera es esa epidemia llamada pedofilia que tiene
un renglón fuerte en la misma Iglesia de Jesucristo. Por la
bondad del Evangelio que se predica, las familias confían
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en los sacerdotes, y los niños confían ciegamente en ellos.
Destruir esa confianza abusando de niños es algo monstruo-
so. Cuando el policía es el criminal y el que cuida es el que
hace daño, es que el mundo se ha degenerado demasiado. A
un pedófilo o a un pederasta, Dios lo podrá perdonar, pues
su misericordia es infinita, pero a nosotros se nos hace difí-
cil, pues la misericordia humana no llega a tanto. El dolor
es demasiado fuerte, y ni condenándolos a muerte, se quita
ese dolor. Dios, a través de la vida, trae un nuevo ser para el
amor, la felicidad, para el éxtasis del universo. Amargar la
existencia a un niño traumatizándolo es un atentado contra
el mismo Dios.
Y todavía nos duele más el hecho de que la Iglesia descu-
bre a esos sacerdotes que abusan, trata de callar a las justas
demandas, los cambia de parroquia, y los mantiene traba-
jando como si nada hubiera pasado. El mundo lanza críticas
contra la Iglesia y contra el Vaticano, y con razón, pues el
tener a los curas pedófilos es un flagelo, pero tener a la Igle-
sia, que por razón de su prestigio, encubre a los pedófilos,
es damasiada sombra contra la luz del Evangelio.
Los niños no se defienden, porque tienen miedo o porque
ni saben lo que está sucediendo. Lo entenderán más tarde,
pero ya será demasiado tarde. Muchas familias aprecian
tanto al sacerdote que no se atreven a decir nada.
Cuando se demuestra que un sacerdote abusó o intentó
abusar de un niño, la Iglesia debe quitarle el sacerdocio re-
duciéndolo al estado laical, o al menos, no dejándolo que
administre una parroquia. La pedofilia no es sólo un error o
un pecado, es una enfermedad. Es como la diabetes: se pue-
de controlar, pero no se cura. Dondequiera que lo envíen
va a andar detrás de los niños, dándoles golosinas, dándo-
les regalitos, y así controlar su presa. Tratará de desarrollar
un gran programa de catequesis, pues ése es el campo es-
pecial de los niños. El homosexual se arrepiente y cura. El
mujeriego se arrepiente y cura. Pero el pedófilo no es sólo
una inclinación, es una enfermedad.
En la mente de Jesucristo, aun con toda la compasión que
Él tiene por los pecadores, esto es algo demasiado grave.
El Evangelio nos da la postura de Jesús sobre pederastas y
pedófilos: “Quien haga tropezar a uno de estos pequeños
que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una
piedra de molino y lo arrojasen a lo profundo del mar”
(Mateo 18, 6).
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El niño está vivo
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Ese niño de 4, 5 ó 6 años que me hizo jugar con el perrito
y correr por el bosque, que me llenó de vida, de amor, de
canto y de felicidad, que me hizo soñar despierto en las ma-
drugadas, ese niño que juntaba las manos y rezaba a papá
Dios, ese niño que compartía su merienda con todos los que
quisieran, ese niño está vivo. Es una gran noticia. Ese niño
vive dentro de mí. Lo dejé dormido, porque yo quería ser
mayor. No me gustaban las cosas de niños, pero yo no sabía
que las cosas de niños son cosas de Dios. La tierra es tierra
de hombres, tierra de corazones adultos, tierra de pecado,
tierra con sabor a muerte. Los niños son más del cielo que
de la tierra. Sólo con alma de niño se puede abrir la puerta
del cielo. El portal de la vida eterna se abre con manos y
corazón de niño.
Ese niño que dirigía nuestras vidas en los años que se
fueron, no puede morir con el tiempo. Sólo está dormido
dentro de nosotros. En medio de las luchas de cada día, en me-
dio del cansancio y fracasos del camino, siempre vibra en
el alma alguna nostalgia por lo bueno, lo hermoso, lo que
realmente vale. Es el niño o la niña que aún vive dentro de
nosotros, y que trata de despertar cada día. Hora tras hora,
ese niño me pide que regrese a los días de ayer, días carga-
dos de paz y felicidad. Ese niño me pide que regrese, que
vuelva a ser el que fui antes, que dé marcha atrás a esta loca
metamorfosis que se ha operado en mí, que vuelva a mis
mejores días de bondad y de sencillez. Pero ya sólo quedan
gritos en el alma y un poco de pasión por todo lo que es
sano y hermoso. Ese niño que fui yo, ese niño que fuimos
todos, quedó tan lejos y olvidado que parece que ya murió,
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pero está vivo. Sería un gran regalo de la vida el poder des-
pertarlo, regresar a lo que fui ayer, a lo que soñé ayer, para
llenar los contenidos de hoy con la sencillez y la dulzura de
ayer. Hay que regresar a ese niño y despertar en mí todo el
encanto de la humanidad que palpita dentro de mis sueños,
de mi fe y de mi esperaza.
Intento reconstruir al hombre cansado y nervioso que
vive en mí, escudriñar en mi pobre historia, ya maltrecha,
para recuperar lo que yo era. Al contemplar a tantos niños
y niñas que corren y juegan felices, sin complicarse mucho
la vida y sin los temores de los mayores, siento nostalgia de
ese ayer que se marchó, y trato de volver a ser niño.
Si hombres y mujeres de hoy, un poco cansados y mal-
tratados por la furia del camino, logramos retomar ese niño
que pasó, esa visión sencilla de la vida y de las cosas, el
mundo volvería a ser hermoso, y recuperaría el encanto que
tenía a nuestros ojos de niño. Pero no se trata de que cam-
bie uno, o dos, o diez , o cincuenta. Es toda una sociedad
que debe cambiar su visión y su interés sobre el mundo.
Muchos dicen: cambia tú, y el mundo cambiará. Eso no
es tan sencillo, pues nadie camina solo. Si tú cambias y
los demás no cambian, en poco tiempo te verás forzado a
entrar de nuevo en tu caracol, o en tu escondite de respiro.
Quien camina solo, se cansa, y la comitiva es muy grande
para empujarla.
Los niños de ayer que duermen en los mayores de hoy de-
ben despertar en forma de multitud, pues si despiertan muy
pocos, nadie escuchará sus gritos. Sólo los niños escuchan
a los niños, y sólo los niños se interesan por los gritos de
los demás. En el corazón y en las mentes de los mayores
hay demasiado ruido, y se hace muy difícil el escuchar los
gritos de “auxilio” de los que caminan con nosotros. Esta
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vida nos transforma en hombres y mujeres egoístas. El re-
torno a la vida del niño que fuimos ayer, cambiará nuestra
visión de la vida, y saneará nuestra desesperada búsqueda
de la felicidad, que bloquea nuestra capacidad de servicio
y nuestro interés por los demás. “Despierta, pueblo mío,
despertad cítara y arpa, despertaré a la aurora” dice un
salmo. Son las canciones de ayer y de hoy que buscan recu-
perar la vida hermosa que ya se fue.
Si aceptamos que el niño que fuimos un día, vive hoy
dentro de nosotros, debemos estar dispuestos a pagar el
precio necesario por el retorno al amor primero, a la gracia
primera, a la sencillez primera. Con esa fe en nosotros y
en el pasado, brillará la aurora de la gratuidad de Dios y la
gratuidad del hombre, y amanecerá un nuevo día, cargado
de luz y de alegría profunda.
Las mentiras de los hombres desaparecerán, el fariseísmo
y los pasos falsos cambiarán. El deseo del bien será como
un volcán que calentará todos los corazones, y la dicha co-
rrerá por ciudades y campos como brisa fresca que viene de
las montañas. Serán días de amor y aventuras felices, pasos
de ángeles por la tierra.
No todo el mundo puede cambiar al mismo tiempo. La
gran dicha de los que cambien producirá un contagio exis-
tencial, y la nueva vida se esparcirá como fuego en caña-
veral. Lloverán las bendiciones del cielo y tendremos un
cielo nuevo y una tierra nueva. Al pasar el portal de los
niños y contagiarnos con su estilo y su alegría, brotará en
el corazón de todos, un cántico de esperanza, porque Dios
está con nosotros, y la verdadera vida ha vuelto a brillar.
Si renunciamos al mundo que nos contagia y pasamos el
portal de los niños, borraremos las sombras y los signos de
muerte que hay en nuestra ruta. Caminemos en la luz y en
50
la verdad que Dios puso en nosotros, y nuestro mundo se
volverá un paraíso tan hermoso que los ángeles querrán
venir a hacernos compañía. Dios espera nuestra decisión,
pues la llave para pasar el portal de los niños está en nues-
tras manos. Si imitamos un poco la vida de los niños, la paz
dará su campanada universal, y caminaremos como hom-
bres y mujeres que saborean la vida de resucitados.
Visita de un ángel
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1-Era una mañana muy fría de invierno,
cruzó mi ventana un rayo de sol.
Mágico presagio de un día hermoso,
cargado de vida, cargado de amor.
2-Me asomé despacio a aquella ventana,
un niño corría, jugando en la luz.
Parecía un lirio de montaña santa,
una copia viva del Niño Jesús.
3-Era un niño santo con un grande sueño,
llenando a sus padres de felicidad.
Cantaba y cantaba, cual jilguero errante,
dulce mensajero de un hogar en paz.
4-En el cielo azul de aquella familia
pasaban las nubes cortando la luz.
El niño enfermaba con cierta frecuencia,
se iba minando su frágil salud.
5-El niño reía de noche y de día,
en su rostro hermoso se grabó la paz.
Ángeles cuidaban esa flor silvestre,
la querían llevar a la eternidad.
6-Un día aquel niño se quedó en suspenso,
se fueron corriendo hacia el hospital.
Su corazoncito latía fatigoso,
su frágil garganta ya no pudo hablar.
7-Pasaron la noche rezando y llorando,
lágrimas corrían en la habitación.
Ya nadie comía, nadie descansaba,
pidiéndole a Dios pronta curación.
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8-El niño miraba con sonrisa dulce
como aquél que empieza a decir adiós.
Y en aquel silencio lleno de suspiros,
en manos de un ángel, al cielo voló.
9-La capilla ardiente se llenó de flores
el niño dormía en la paz de Dios.
La madre miraba su linda criatura,
y lloraba tanto, lloraba de amor.
10-Apoyó su brazo en el triste padre,
y miró a su niño con profunda fe.
Aquel niño santo regresó a la vida,
y abriendo sus ojos, se puso de pie.
11-Un temblor divino llenó aquel recinto
y con voz de ángel el niño expresó:
“Vivir esta vida o volver al cielo”
eso debo ahora decidirlo yo.
12-Juntó sus manitas y miró hacia arriba,
y con voz de ángel, el niño cantó:
“Este mundo bello me ha dado la vida,
pero allá en el cielo yo estaré mejor”.
13-La bella cajita quedó suspendida
flotando en el aire, bañada de luz.
La Virgen María recogió a este niño,
pues tenía el encanto del Niño Jesús.
14-Ángeles del cielo llevaron al niño
en mágica ofrenda al trono de Dios.
No lloren por él, ni lloren por nadie,
pues allá en el cielo se vive mejor.
“Esta vida no es más que un prepararse para la muerte.
Y la mejor preparación es tratar de amar y ser amado”.
Película china.
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Sebastián y Fabiola
Dos niños de
ocho y seis años
que marcan la
diferencia. En
este cuento, lo
real y la fábula
se entrecruzan
en el campo de la
imaginación.
Estos dos hermanitos que se apoyan y se quieren con el
alma, con unos abuelos que los adoran, son toneladas de
alegría, de sencillez y poseen un carácter excepcional. Sus
padres está divorciados y cada uno tiene una nueva pareja,
pero estos dos nenes sueñan con que sus padres se vuelvan
a unir algún día. La alegría de estos niños va siempre en
aumento, y parece que la tormenta vivida en la separación
de sus padres, casi no se nota. La custodia la tiene la mamá,
la sra. Catalina. El papá es Alejandro, y sus abuelos son
Ángel y Liliana.
En las vacaciones
y en los fines de
semana, una vez
van con la mamá,
otra vez van con
el papá, y otro
tiempo lo pasan
con los abuelos.
54
La mayor parte del sueldo del papá, lo recibe la mamá para
el cuidado de los niños, y éstos tienen una relación muy
hermosa con el papá. El hecho de tener que vivir separados
de él, eso aumenta el amor de los niños hacia su padre,
Alejandro. La alegría y la sencillez de esta parejita de her-
manos, atenúa el efecto negativo que podría producir el ir
girando de casa en casa para pasar su tiempo libre. Con la
grandeza de sus almas, en vez de sentirse en un hogar roto,
ellos ven más bien, la riqueza de tener tres hogares donde
se les trata bien. Así son los niños. Ellos no guardan el re-
sentimiento propio de los mayores.
Hay que hacer notar que esta tranquilidad de los niños se
debe a lo bien que los tratan y lo bien que ellos se sienten
en la casa de los abuelos, Angel y Liliana, padres de Alejan-
dro. Son niños muy inteligentes y buenos conversadores.
Pueden mantener una conversación con personas mayores,
aun con temas propios de los mayores. Una de las activi-
dades que desarrollan cuando están con los abuelos es “el
talent show”. Sebastián es el coordinador y el empresario,
y Fabiola es la artista, cantante y bailarina. En la sala de la
casa se monta fácilmente un escenario: El abuelo, la abue-
la, y la visita son el público. Ellos toman una escoba o un
instrumento cualquiera de micrófono, y en seguida se abre
el telón. Son dos criaturitas tremendamente creativos. Lo
único que necesitan es un ambiente acogedor y que se les
escuche.
La niña se está iniciando en la escuela de ballet y el niño
aprende clarinete en una banda musical. La sociedad tie-
ne muchos problemas y muchos tranques en la vida de los
mayores, pero no siempre esto influye muy negativamente
en la vida de los niños, pues ellos tienen su propia vida,
55
rica y fuerte, y pueden amortiguar los golpes que vienen de
arriba, por esa falta de conciencia de los mayores.
Lagartito verde y Lagartito chocolate
El abuelo, don Angel, cría gallos para peleas, y los niños
se entretienen ayudando al abuelo. Mientras trabajaban con
el abuelo en las jaulas de los gallos, atraparon dos lagarti-
tos, les prepararon una jaulita y casi los han domesticado.
De ordinario, la jaulita la tienen en su casa, la casa de la
mamá Catalina. Pero cuando van a pasar un par de días
con los abuelos, la llevan con ellos para alimentarlos con
pedacitos de pan, granitos molidos y algunas moscas. Los
lagartitos ya están grandes y muy bellos, y tratan de salir de
la jaula. Así transcurre la rica vida de Fabiola y Sebastián,
entre viajes de casa en casa, estudios en las escuelas, aten-
ción a sus animalitos e inventando “talent show”.
El once de Noviembre del 2011, mientras Fabiola daba
de comer a los lagartitos, la abuela Liliana la llamó, y ella
corrió donde la abuela, y dejó la jaula abierta. Los dos
animalitos vieron el cielo abierto. Se escaparon, cruzaron
la pared del cementerio contiguo a la casa, y se interna-
ron en la pradera. Por el camino atrapaban maripositas
56
Lagartito verde y lagartito chocolate siguieron su aventu-
ra encantada. Fueron a parar a un gallinero y allí se formó
un terrible escándalo. Las gallinas, de ordinario, persiguen
y picotean a los lagartos, y les dieron tremenda carrera.
Cuando estaban para darle alcance, los lagartitos hicieron
la señal de la cruz, pues simplemente iban a morir. Pero
cuando los días no están contados, algo sucede y uno se
libera. En lo más dura de la carrera y del ruido, atravesó el
gallinero una serpiente verde, bastante grande. A penas las
gallinas la vieron, volaron como locas, y los lagartos se me-
tieron por dos rendijas de la pared, y se escondieron entre
las hojas. Ahí respiraron un largo rato y se les pasó el susto.
Siguieron andando muy felices, y se detuvieron en un te-
rreno movedizo, donde se revolcaron un rato. Jugaban, se
mordían y se tiraban de la cola. Disfrutaban de su libertad.
Había un árbol de enormes frutas y una fruta cayó y hundió
el terreno junto con los animalitos.
Mientras tanto allá en la casa, los dos niños tenían un altar
dedicado al Niño Jesús. Un día le tocaba la oración a Fa-
biola y otro día a Sebastián. A veces se juntaban a rezar en
el patio, mirando al sol, al mar o a las montañas. Soñaban
y mosquitos para alimentarse. Por las noches descansaban
bajo algún cobertizo, y a la mañana siguiente, continuaban
con su aventura. Mientras tanto, Sebastián y Fabiola esta-
ban casi al romper relaciones, pues Sebastián no aguantaba
que Fabiola hubiera dejado escapar a sus amiguitos.Alguna
que otra vez, Fabiola se asomaba a la jaula, miraba dentro,
y se le salía un par de lágrimas. Pero los niños pasan de una
actividad a otra con mucha facilidad. Los estudios, los via-
jes, y algún que otro juguete les ayudaban a olvidar y seguir
adelante. En la mente de los dos niños seguía vibrando el
fuerte deseo de ver a sus padres juntos otra vez.
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con el reencuentro de sus padres, a quienes aman locamen-
te. La oración en común era siempre la misma: Papá Dios,
que papi y mami vuelvan a estar juntos. Que no peleen más,
queremos ver a toda la familia unida, los queremos a todos.
Dios te salve, María, etc. Hablaban con los tíos, con los
abuelos, buscando ayuda para su plan. Cuando Alejandro
y Catalina formaron nuevas parejas, dándoles a los niños
padrastro, y madrastra, los dos niños sufrieron mucho, pero
no dejaron de esperar en que algo pasaría para que sus pa-
dres quedaran libres y se volvieran a unir. Los niños cap-
tan ciertas verdades que están ocultas. Las mismas peleas
de Alejandro y Catalina era una clara señal de que seguían
queriéndose.
El hormiguero
Mientras los niños rezaban, sus dos lagartitos pasaban
trabajo en el campo. Al primer derrumbe siguió otro de-
rrumbe, e incluso un tercero, yendo a parar a una profunda
explanada de arena que lucía sospechosa. Era un nido de
hormigas grandes. Miles de hormigas se abalanzaron sobre
ellos y los rodearon. Funcionaban como un ejército. Al ver
a los dos lagartos se alegraron mucho, pues sólo tenían allá
abajo provisiones de restos de frutas, pero no tenían carne.
Los dos animalitos rezaban temblando y se prepararon a una
dolorosa muerte a mordidas. Un grupo grande de hormigas
soldados recibieron la orden de picarles, inyectándoles un
veneno especial para preparar la carne a ser comida con fa-
cilidad. Pero sucedió lo contrario. El veneno, al mezclarse
con un ingrediente propio de la piel de los lagartos, produjo
una reacción y les convirtió la piel en una especie de hoja-
lata. Como no murieron, enviaron otro batallón a morder-
los, y a cada batallón que mordía se le rompían los dientes
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por la dureza de la piel. Las hormigas salían dando gritos.
Después de unos 17 batallones que picaron, las hormigas
se retiraron y lagartito verde y lagartito chocolate pudieron
respirar. No sabían lo que había pasado, sólo sabían que
estaban vivos. Dos horas más tarde, el efecto de la hojalata
se les pasó, y ellos huyeron trepando por las paredes, y a
través de una enorme raíz de un árbol que hacía un hueco
en la tierra, lograron salir hacia fuera. Un poco más abajo
había un arroyito. Bebieron agua, y sobre dos pequeñas pie-
dras pasaron la noche a la orilla del río.
Los pobres lagartitos no habían salido con mucha suerte,
pues durante la noche había llovido mucho en la parte alta
de la montaña, el arroyo trajo una pequeña creciente y arras-
tró a los pobres animalitos, llevándolos por zonas distintas
de la gran llanura. Lagartito verde fue a parar a un establo
donde había muchos caballos, y lagartito chocolate a una
mata de plátano que el viento había tumbado en una ladera
cerca del río. Lagartito verde encontró un caballo tirado en
el suelo, y pensando que estaba dormido se subió en la crin
del caballo a descansar. Cerca del establo un señor disparó
una escopeta, y con el tiro el caballo despertó y echó a co-
rrer por el prado.Al pasar cerca de la mata de plátano donde
estaba lagartito chocolate, el caballo sacudió su cabeza y
lagartito verde salió despedido y cayó en la hoja de plátano,
donde precisamente estaba lagartito chocolate, que a penas
podía valerse por el arrastre del río. Qué alegría encontrar-
se de nuevo. Estaban muy cansados. Se quedaron dormidos
en la hoja de plátano, y esa mata tenía un gran racimo.
Los animalitos dormían y allá en la ciudad continua-
ba el proyecto de Fabiola y Sebastián. La oración ante el
niño Jesús se hizo tan intensa que, cuando rezaban por la
59
unidad de sus padres, terminaban llorando. Y ante las lágri-
mas de esos niños, el Niño Jesús los escuchó y los bendijo.
Catalina empezó a tener problema con su pareja Fidelio, y
Filomena, la compañera de Alejandro, se enfermó grave-
mente. Las dos parejas estaban perdiendo estabilidad y los
niños se dieron cuenta, y empezaron a tener esperanza.
Antes del amanecer, alguien fue y cortó el racimo de plá-
tano, y lo colocó en una camioneta, y cortó algunas hojas
para cubrirlo. En las hojas de plátano viajaron los lagarti-
tos. El racimo iba para la ofrenda de una Misa de boda en la
próxima iglesia. Al llegar, bajaron el racimo y los lagartitos
huyeron y se subieron hasta el campanario para observar el
paisaje. Comenzó la Misa y los novios hicieron su entrada
solemne. Pero esa pareja tenía enemigos, y los lagartitos
encontraron en el campanario a dos malhechores que esta-
ban atando unos cables para dinamitar la iglesia con todos
los presentes. Los novios pensaban en su luna de miel, y la
gente cantaba llena de felicidad sin saber lo que les espe-
raba. Cuando los malhechores iban a atar los dos últimos
cables, sobrevino un terrible temblor de tierra.
Los dos terroristas dejaron todo como estaba y se lanza-
ron escalera abajo y huyeron, pensando que se trataba de
un castigo de Dios por lo que estaban haciendo. Pero el
destino tiene sus momentos malos. Lagartito chocolate dio
un salto y cayó sobre uno de los cables, el cual se inclinó
e hizo contacto. Lo demás ya se lo imaginan. Se detonaron
como cinco paquetes de dinamita. La novia salió despedida
y entró en el carro sin abrir la puerta. El novio cayó encima
del órgano en el coro, y el sacerdote quedó enganchado con
todo y altar en la antena de Direct TV que estaba encima del
techo de la iglesia. Desastre completo. Pero los lagartitos
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no sabían lo que habían hecho, y por lo tanto, no podían ser
juzgado culpables. Los dos lagartitos volaron por el aire y
fueron a parar a las nubes. Las nubes estaban muy negras, y
en diez minutos empezó a llover y las nubes a deshacerse.
Los dos animalitos se abrazaron con sus patitas, y junto
con los hilos de agua, bajaban en caída rápida hacia una
muerte segura. Lagartito verde cerró los ojos para no ver la
tragedia, y lagartito chocolate dejó un ojo abierto para ver
qué pasaba. Mientras ellos caían, un hombre estaba con un
pico, cavando un hoyo en el patio de su casa. Dio un fuerte
picazo y rompió un tubo de alta presión de agua. Se elevó
un enorme chorro hacia el aire. Los dos lagartitos cayeron
en la flor del agua, el hombre fue y cerró la llave de paso, y
el chorro de agua fue bajando y los dos animalitos bajaron
hasta el suelo en un paracaídas de burbujas de agua. Los
dos lagartitos dieron las gracias y huyeron a esconderse.
La victoria del bien
Dios hace sus cosas bien, y resuelve sin dañar a nadie. Fi-
delio se dio cuenta que los niños amaban mucho a Catalina,
y también a su padre Alejandro. Alejandro y Catalina eran
dos personas muy jóvenes, y todavía era tiempo de rehacer
la vida de los dos y darle mejor sentido a la vida de los
niños. Esos niños eran demasiado importantes, tenían una
personalidad muy rica y se merecían un hogar más tranqui-
lo donde pudieran crecer en edad y en sabiduría. Fidelio
invitó a Catalina con los niños a un día de playa. Era un
precioso día de sol y arena caliente. Los niños jugaban en el
agua y se divertían como locos. Fidelio y Catalina se sen-
taron sobre una gran piedra que había en la playa. En silen-
cio, observaban el vuelo de las gaviotas que hacían piruetas
sobre el agua, y Fidelio comentó: Esas aves son hermosas
61
y libres. Adornan el mar y alegran nuestra contemplación.
Ellas son libres, nosotros no somos totalmente libres. Yo
puedo estar contigo y tú puedes estar conmigo, pero los
niños tienen problema. Ellos iniciaron su vida contigo y
con Alejandro, y no la pudieron terminar. Es mejor que los
niños estén solos contigo, pues yo puedo darles cosas, pero
podría ser un estorbo a su personalidad. A Catalina se le
aguaron los ojos, pues comprendía lo que sucedía, y sabía
que ésa era la verdad. Los niños observaban la escena a dis-
tancia, pero no sabían lo que pasaba. La alegría de los niños
era como una oración que se abría a la inmensidad del mar,
atravesaba las nubes y llegaba al trono de Dios. Terminaron
de pasar un día feliz y regresaron a casa.
Durante la noche, Fidelio recogió sus cosas y se fue sin
decir adiós, pues los niños ya le tenían mucho cariño. Fue
una noche triste, pero a la mañana siguiente, Catalina y los
niños sabían que la vida continúa, y quedaba una ventana
abierta para el reencuentro con Alejandro.
En casa de Alejandro se empezó a desarrollar una histo-
ria diferente. Filomena, la nueva compañera de Alejandro,
empezó a sentir fuertes dolores en su cuerpo. La llevaron al
hospital y el médico decidió internarla. Parecía que se for-
maba un cáncer en el estómago. Después de quince días de
internamiento, su familia decidió llevársela a Estados Uni-
dos, y continuar el tratamiento allá. Al ver las cosas como
estaban, antes de partir, Alejandro y Filomena decidieron
separarse y que cada uno continuara su historia por su lado.
Se dieron un beso de despedida, sabiendo que es mucho
mejor terminar en paz que terminar en peleas. Se abre así
otra ventana, y la unidad se ve venir. El milagro está en
marcha. Los niños intensificaron su oración ante el altar
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del Niño Jesús, y hasta en el tiempo de juegos, tomaban
algún intervalo, juntaban sus manos para seguir orando por
la unidad familiar.
Mientras las cosas se van arreglando, el sr. Ángel, el muy
querido abuelo paterno, enfermó gravemente. Lo interna-
ron en el hospital y toda la familia se encontró junto a su
cama. Era una primera oportunidad: ¡Todos juntos! Era un
momento triste, pues el abuelo estaba enfermo, pero era un
momento especial, pues así se empezaba la unidad. Una
semana después, el abuelo salía del hospital y era conduci-
do directamente a la recepción del reencuentro de la pareja
junto a sus hijos, Sebastián y Fabiola. Los niños y todos los
demás estaban muy felices. El altar del Niño Jesús tenía
flores, muchas flores, y los niños bailaban en un solo pie,
dando gracias, locos de alegría.
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Feliz retorno
La familia se reorganizaba poco a poco. Las heridas tar-
daban en curar, pero curaban. La alegría de los niños hacía
olvidar los malos recuerdos del divorcio. Con la familia en
paz, las noches eran más alegres, y los amaneceres más be-
llos. En un rincón de la casa estaba la pequeña jaula de
los lagartitos. Fabiola soñaba con que algún día pudieran
regresar. A los lagartitos les hacía falta la merienda que Se-
bastián les preparaba las tardes de verano.
Allá en el bosque, los animalitos viajaban de árbol en ár-
bol, y sin saberlo, se venían acercando al cementerio. Lle-
garon a un caudaloso río, en cuya orilla había una barca.
Los lagartitos se acostaron a descansar debajo de una tabla
de la barca. Llegó el barquero, encendió el motor de la bar-
ca y navegó río arriba hasta una floristería. Los lagartitos
entraron a esconderse en un lindo arreglo floral. El arreglo
fue llevado en una camioneta a una tumba del cementerio.
Cuando esos animalitos vieron que esa tumba era
parte del cementerio que quedaba detrás de la casa de los
abuelos, saltaron de alegría. Corrieron hacia la verja del ce-
menterio, y entraron a la casa por las jaulas de los gallos. Se
produjo un gran alboroto, pues los gallos querían comerse a
los lagartitos. El abuelo salió a ver qué pasaba y se encontró
con la sorpresa de que ahí estaban los dos amiguitos de sus
nietos. El abuelo les puso agua y comida, y llamó a Sebas-
tián y a Fabiola para que vinieran a buscarlos. Los niños
gritaban de alegría. La abuela Liliana le tiene pánico a los
lagartos, pero como estos no son muy grandes, y además
son amigos de sus nietos, ella no les da mucha importan-
cia. El Niño Jesús les había reunido a sus padres y ahora
les regresaba a sus amiguitos, lagartito verde y lagartito
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chocolate. Y como terminan siempre los cuentos, todos vi-
vieron muy felices: La familia, los abuelos, los lagartitos y
los gallos.
Si los padres escucharan a los niños y estuvieran más cer-
ca de ellos, si captaran los sentimientos de sus hijos, nunca
llegarían a separarse, ni a divorciarse. Cuando el amor de
los padres se cansa o se debilita, los niños tienen el poder de
reactivarlo. Después que el niño o la niña nace, los esposos
no se miran directamente a sí mismos, sino que los dos mi-
ran al niño, y es en el niño donde sus ojos se llenan de luz
para seguir amándose.
65
Secretos de la vida
La vida tiene sus secretos y sus sorpresas. A veces la fa-
milia se saca el premio con unos hijos que son pedacitos de
pan, y otras veces tienen que coger lucha para lograr algún
éxito. Hay niños, a quienes la tormenta social les pasa por
encima y no los toca, y hay otros niños que van creciendo
muy maltratados por los momentos difíciles que les han to-
cado vivir. Para muchos niños, el padre muere, la madre
se junta con otro y el niño va a parar donde la abuela, que
también está sola, y ella hace lo que puede. A veces el cielo
nos manda sol, y a veces nos manda lluvia. El sol y la lluvia
son buenos para la cosecha, pero el problema está cuan-
do vienen alrevés: Cuando se necesita sol, viene lluvia; y
cuando se necesita lluvia, viene el sol.
Somos artífices de nuestra historia, pero hay muchos
rasgos en la vida que tienen razones tan escondidas que
parece que funcionan al azar. Somos hombres y mujeres
de fe y creemos en la providencia divina. Creemos que
en el corazón de Dios todos somos bien cuidados. Pero la
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providencia no llega hasta noso-
tros en el estilo nuestro, sino en el
estilo de Dios, y cuando tocamos
el umbral del misterio, estamos
bastante perdidos.
¿Por qué nace un niño muy rico
y otro muy pobre? No tenemos
la respuesta. Simplemente suce-
de así. Un niño nace con buena
inteligencia y mucho apoyo. Otro
nace con poca inteligencia y poco
apoyo. Caminamos de sorpresa
en sorpresa y de batalla en bata-
lla. Esa es la gran lucha de la vida.
Manejamos datos que dependen
de nosotros y datos que no están
bajo nuestro control.
Hay niños que pasan trabajo en
la vida, pero suavizan su situación
y llegan a ser personalidades normales. Hay niños que tie-
nen paz en su hogar y todo lo necesario para vivir, y llegan a
ser verdaderos problemas. Esos son los secretos de la vida.
No todos los hogares
tienen la suerte de tener
a un Sebastián o a una
Fabiola, con la riqueza
de alma y la creatividad
de esos niños. No todos
tienen la dicha de tener
a una Katiani, tan tran-
quila y serena. La gran
mayoría de los niños
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son tremenda fuente de alegría y felicidad para sus fami-
lias, pero hay también “secretos de la vida” en que apare-
cen figuras difíciles para sus padres, y para esos niños hay
que comprometerse un poco más que para el común de los
niños. Comprometerse un poco más significa que la cuo-
ta de sacrificio que hay que ofrecer para que sepan desen-
volverse en la vida es un poco mayor. A veces las cosas
suceden alrevés: mientras el niño es más bueno y dócil, la
familia se sacrifica más, y cuando es un niño problemáti-
co y de carácter difícil, puede ser que hasta lo abandonen,
pues muchos le huyen. Esos también son secretos de la vida
que no deberían pasar, pero pasan.
Hay niños que nacen incapacitados y se pasan treinta y
hasta cuarenta años postrados en camas, en sillas o tirados
por el suelo, limitando la acción de sus padres. Algunos
padres viven felices con esa situación, y yo soy testigo de
eso. Otros piensan que la vida les ha traído un gran peso, y
sufren. También estos son secretos de la vida, de la natura-
leza humana y de la fe y el amor que se tiene para servir en
nombre de Dios.
Toda la sociedad ha sido siempre bien sensible a los ni-
ños, sobre todo a los más débiles y necesitados de apoyo.
Lo que pasa es que la sociedad se ha complicado mucho
68
y actualmente adolece de una tremenda avaricia económi-
ca y una infeliz competencia en el poseer y disfrutar de la
vida. Debido a esto, muchos no tienen reparo en atropellar
a los más débiles, con tal de lograr su propósito. Se toma
en cuenta los derechos de los niños, pero la pasión por lo
material es demasiado grande, y el vicio hace del hombre
un pobre enfermo. Hasta aparecen algunos padres y madres
que no pueden gastar mucho en sus hijos, pues ellos no se
van a quedar sin nada. Son posturas inconcebibles, pues el
padre está en el hijo y el hijo en el padre. Lo que sufre uno
lo sufre el otro, y el éxito de uno es el éxito de todos. Es
una sociedad segmentada en mosaicos individuales, y va-
mos a la ruina. Todos unidos somos una fuerza, pero cada
mosaico solo, se resquebraja fácilmente. Esa es la razón de
la ruptura en los matrimonios: funcionan como dos seres
independientes, y cualquier cosa los desbarata.
Para favorecer la felicidad de los niños, la sociedad debe
pagar una alta cuota de sacrificio y de generosidad, y hay
muchos que no están dispuestos a aportar tanto. Esa es la
razón de muchos niños abandonados y de niños abusados.
La Biblia es todo un cántico de la protección de Dios sobre
el débil, o el pobre, pero eso es más para la otra vida y no
siempre para la vida presente, donde todavía reina la injus-
ticia y la mentira. Con la cruz de Nuestro Señor Jesucristo
se ha comprendido que el sufrimiento es campo de puri-
ficación personal o comunitaria, y el sufrimiento no está
para ser quitado, sino para ser ofrecido. En algún momento
Dios quita el sufrimiento como signo de su presencia, que
venció al dolor, venció al pecado y venció a la muerte. Pero
toda purificación pasa por la cruz y se vuelve ofrenda. Es la
ofrenda la que cura, no el dolor.
69
Hay muchos niños
que son hijos únicos,
que viven solos, que
se divierten solos,
pues no les queda
otro remedio. Los
niños son débiles,
frágiles y se sienten
inseguros. Gustan
de la compañía de
alguien, la compañía
del grupo. Les gus-
ta caminar juntos,
sentirse cercanos. Los niños pequeños gustan más de ir a la
escuela que los grandes. La compañía de los demás es para
ellos una fiesta. En los mayores, la cercanía es fuente de
felicidad, y en los niños, mucho más.
De ordinario, hasta los diez o doce años, las niñas se jun-
tan con los niñas, y los niños con los niños. Esto se debe
más bien a una fuerte influencia de educación y formación
social. Lo propio de los niños es correr, jugar, explorar, y
estar juntos, no importa el sexo o condición económica.
Nosotros, pensando en la vida de los mayores, para que
el niño se forme “varón”, y la niña sea “femenina”, los se-
paramos y controlamos demasiado. No hay que extrañarse
de que algunas o algunos de los niños, a muy corta edad,
Amigos
cercanos
Isabela
70
empiecen una búsqueda, un poco malsana, del otro sexo.
Necesitan romper la distancia que hemos creado y lo ha-
cen mal. Como sea, esto es así, y no es fácil que cambie.
Lo importante es que los niños gustan de la cercanía, se
ayudan unos a otros, se necesitan y se quieren mucho más
de cuanto nos queremos los mayores.
Dios es comunidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y los
cristianos nos salvamos como comunidad de fe, como pue-
blo salvado, sin ninguna competencia de santidad. Cuando
dos o tres familias se encuentran, los mayores se relacionan
muy lentamente: el saludo, el protocolo, las preguntas para
conocer nombres y trabajos. Es como si se estuviera tocan-
do algún aspecto del misterio. Con los niños, es distinto.
En diez minutos ya están todos jugando en el patio, sin pre-
ocupación de cómo se llaman, qué hacen o dónde viven.
Nuestra vida se hace pesada por tanta prudencia y cuidado.
Los niños vuelan como las aves y nadan como los peces.
71
Los niños, con su expontaneidad tienen muchos peligros,
pero su vida es hermosa, algo natural. Los mayores recar-
gamos nuestras relaciones con mucho miedo, pues estamos
encerrados en nuestros caracoles de refugio, y tenemos
miedo de asomar la cabeza para ver lo que pasa fuera. Si
las flores fueran como nosotros, le tendrían miedo al sol,
al viento o a la lluvia, tendríamos un mundo de cadillos y
troncos secos, sin la mágica alegría de un ramillete de flo-
res. Los niños nos dan lecciones supremas de unidad, de
amor y de cercanía. Estando juntos se sienten felices.
72
Revivir al niño
La historia del niño o la niña que ya quedó en el pasado de
los mayores, es una poderosa realidad inscrita en el mismo
ser de cada hombre o mujer que vibra en el escenario del
mundo. Ese niño o niña no está muerto, simplemente duer-
me en el corazón del adulto, sólo hay que despertarlo o más
bien, revivirlo.
Darle vida al niño que llevamos dentro es volver a soñar
como sueñan los niños, es volver a tener interés por lo que
es sencillo, humilde o alegre. No es volver a usar juguetes
de niños, es revivir los sentimientos sanos que dejamos en
el pasado.
Con hondo pesar tenemos que admitir, que unos mayores
que ya han saboreado un buen arroz, un buen chicharrón y
un par de cervezas, no tienen mucho deseo de volver a la
niñez, aunque eso signifique verdadera salud para nuestro
mundo.
Todos sabemos que llevar la sociedad a abrir el portal
73
de los niños, tratando de reconfigurar el mundo y logrando
que los niños lo dirijan, es algo un poco más que imposi-
ble. La bondad de los niños no podrá fácilmente dominar
la agresividad de los mayores, pues el mundo ya está hecho
así, y la humanidad se siente cómoda como está. Atravesa-
mos un gran bosque, nadie vislumbra la gran ciudad, cada
uno come del árbol que tiene al lado y bebe del arroyito
que encuentra, y no añoramos otro tipo de vida. La vida
que llevamos no es vida, es agonía, pero a esa agonía le
encontramos sabor.
Ya tenemos comida y bebida, el bosque luce apetecible
y con eso nos conformamos. Sólo un cataclismo univer-
sal podría desbaratar esta loca y competitiva vida humana.
Pensando que no hay nada más que lo experimentado cada
día, nadie quiere aventurarse a abrir portales que se alejan
de las emociones que controlan la vida, y creemos que lo
que vamos a lograr podría ser peor que lo que ya se tiene.
Los hombres y mujeres que manejamos el mundo, ya pa-
samos por la vida hermosa de niño o niña.Yaunque muchos
no recuerdan esa preciosa vida, esos niños y niñas duermen
todavía en nuestro interior. Dar un salto unos años atrás y
recuperar o despertar al niño que llevamos dentro es lo poco
que se necesita para darle salud al mundo. El mismo Jesús
nos advirtió que no conviene poner vino nuevo en odres
viejos. Un cuerpo aviejado por la agonía de esta vida y una
mente cansada de saborear gustos y más gustos que enveje-
cen, no permite un fácil retorno a la vida de los niños. Pa-
ladares que han saboreado los licores, las cervezas, el sexo,
las cuentas bancarias, el dominio sobre los demás, la menti-
ra en negocios y políticas, necesitarían un gran milagro para
retornar a la sencillez de un niño. La vida nos hace perma-
necer astutos como serpientes, pero recuperar la sencillez
74
de la paloma se nos vuelve un gran abismo.
En el mundo de los mayores todo es competencia, en el
mundo de los niños todo es juego. Aún así, el hombre posee
inteligencia suficiente para hacer de la competencia un jue-
go, y hacer de la vida de los niños un ideal perfectamente
aprobado y acogido por el mismo Dios. Un presidente no
podrá ser un niño, pero si el presidente y su grupo ejecutivo
reactivan su pasada niñez y les dan a sus vidas la sencillez y
la dulzura de un niño, el país viviría una fabulosa novedad.
El obispo y sus sacerdotes no podrán ser niños pequeños,
pero si el obispo se conecta a la escuela de los niños, y
aprende su sencillez y su delicadeza, el culto a Dios llega-
ría a ser perfecto, y el mundo progresaría más rápido en el
camino del Evangelio.
El poquito de salud que el mundo tiene se debe a que la
vida de los adultos no es un completo fracaso. Hay mu-
chos niños en nuestras familias que son muy queridos, y a
través de ese amor catalizan la vida de su familia, la de la
escuela y hasta la de algunos vecinos. Pero lo más hermoso
que podemos contemplar en este tema es que, además de
haber muchos niños dulces y santos, hay también muchos
mayores que han seguido siendo verdaderos niños y niñas,
aunque sus cuerpos hayan madurado. Hombres y mujeres
Hermanas carmelitas
invitadas por Jesús
a vivir en la
sencillez de los niños.
75
cuyo trato es sencillo y sereno, y sus almas reflejan una
dulzura tal, que sus palabras ayudan al descanso del espí-
ritu. Muchos de ellos son religiosas, sacerdotes, personas
consagradas y laicos que han sabido inmolar todo resabio
humano, y proyectar en sus vidas la sencillez de los lirios
del campo y las aves de las montañas.
Son personas que evangelizan sin mencionar el Evange-
lio, pues trasmiten la alegría interior de su fe y su amor a
Jesucristo. Sus pasos van dejando bendiciones tras ellos,
y sus palabras son un cántico a la presencia de Dios en el
mundo. Pasan por la vida haciendo el bien, y a su paso,
todo lo bendicen. Sus pies de pecadores dejan huellas de
santos, y dondequiera que pisan brotan flores para el Señor.
Anyi
Tatica Aridio
76
Esas personas sencillas y humildes que viven así, pueden
recuperar fácilmente la vida del niño que vive dentro de
ellos, pues ese niño o niña que ya pasó, nunca murió ni se
durmió dentro de ellos. La vida ha variado, pero los valores
eternos que son parte de los niños, no mueren nunca. Dios
se recrea y mora en todos ellos con el mismo gozo con que
lo hizo en la Santísima Virgen María. Dios los ha encontra-
do sencillos y humildes y se ha vuelto para ellos, un refugio
y un descanso espiritual.
“Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque
has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se
las has revelado a la gente sincilla. Sí, Padre, así te ha pa-
recido mejor”. Mateo 11, 25.
Carmen
Mariana
Lisi, Ñungo y Leisi
77
Todos nuestros niños y niñas son la alegría de las
familias, la paz del mundo y las flores del jardín de Dios.
Todos tienen derecho:
1. Al amor y a la familia.
2. A que se les dé un buen trato.
3. A una educación adecuada.
4. A no ser discriminados.
5. A tener un nombre y una nacionalidad.
6. A gozar de una seguridad social.
7. A disfrutar de alimentación y vivienda,
recreo y servicios médicos adecuados.
8. A una atención especial cuando sufren algún
impedimento físico, mental o social.
9. A ser los primeros en recibir atención
en situaciones de emergencia.
10. A ser educados en la tolerancia frente a las diferencias.
Los “Derechos”
de los niños y de las niñas
78
Deberes
de nuestros niños y niñas
Aunque estas ideas aparecen en nuestra literatura como
deberes de los niños, más bien son deberes de los mayores,
quienes debemos orientar a los niños de acuerdo a estos
principios, acompañándolos con el buen ejemplo.
1. Respetar el planeta y ser buen ciudadano.
2. Respetar las leyes de la sociedad, tener buena conducta
en la escuela, y buen comportamiento en casa.
3. Aprender a defender los propios derechos y responsabili-
zarse con los propios deberes.
4. Obedecer a los padres y maestros y respetar a las perso-
nas mayores.
5. Respetar y cuidar el medio ambiente.
6. Respetar a los demás, sin importarle el sexo, naciona-
lidad, condición social, religión o impedimentos físicos o
mentales.
7. Respetar las opiniones de los demás, aunque no sean
iguales a las de uno.
8. Decir siempre la verdad y cumplir lo que uno promete.
9. Respetarme a mí mismo: mi cuerpo, mis pensamientos,
mis sentimientos y mi autoestima.
10. Respetar los símbolos patrios de mi país.
11. Hacer de mi país un lugar en el que se pueda vivir con
dignidad, y donde todos cooperemos a la paz común.
79
Sabiduría,
encanto
y gracia de Dios
A muy temprana edad, niños y niñas empiezan a saborear
su persona, saborear la grandeza y la hermosura de la vida.
La sabiduría de los niños es la sabiduría de la Biblia, el sa-
bor de lo que es grande, de lo que es santo, de lo que es de
Dios. Hablar de sabiduría en ellos, no es hablar de ciencia,
Savi Muñoz
Jarabacoa R.D.
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El Portal de los Niños - P. Gumercindo Diaz, SDB

  • 1. El portal de los niños P. Gumersindo Díaz sdb
  • 2. Portada Arriba: Isabela / Pensylvania, USA Abajo: Karina y Reynaldo / Orocovis, Puerto Rico 1
  • 3. “El portal de los niños” P. Gumersindo Díaz sdb E-mail: gumer21@hotmail.com Primera edición: 2000 ejemplares ISBN: 978-9945-08-176-3 Santo Domingo, R. D. / Diciembre 2014 Impreso en República Dominicana Editora Corripio. Sector Herrera, Santo Domingo. R. D. 2 Autor/editor y diagramación: P. Gumersindo Díaz sdb
  • 4. 3 El portal de los niños Los niños nos invitan a pasar su portal y recuperar ese mundo feliz que dejamos en el pasado. Edward Santos Rodríguez Mao, Rep. Dominicana
  • 5. El planeta de los niños es una Tierra llena de bondad, de alegría y de aventuras sin fin. Fabiola San Juan, Puerto Rico Sabrina, Miami, USA Isabel Santiago de Cuba 4 María Esther Mao, Rep. Dominicana
  • 6. El portal de los niños volviendo al umbral de la creación 5
  • 7. Acercarse a los niños, manejar sus fotografías, escribir sobre ellos, es más impresionante que visitar los manantiales de las montañas, más alegre que contemplar los riachuelos dejados por los glaciares, más hermoso que pasar por las nubes y volar a las estrellas. 6
  • 8. 7 Indice 1. Introducción ..................................... 9 2. Yo encontré el amor ......................... 10 3. El portal de los niños ....................... 11 4. El regreso al paraíso ........................ 12 5. Mundo doliente ............................... 13 6. Confusión y pecado ......................... 15 7. Volvemos a casa ................................ 18 8. Los niños al volante .......................... 23 9. La escuela y los niños ....................... 26 10. Las armas y los niños ........................ 30 11. Un oasis en el camino ....................... 33 12. Alma de niño ................................... 38 13. Oración ............................................ 41 14. Luces y sombras .............................. 43 15. El niño está vivo .............................. 47 16. Visita de un ángel ............................ 51 17. Sebastián y Fabiola ......................... 53 18. Secretos de la vida .......................... 65 19. Amigos cercanos ............................. 69 20. Revivir al niño ................................ 72 21. Derechos de niños y niñas .............. 77 22. Deberes de niños y niñas ................ 78 23. Sabiduría, encanto y gracia ............ 79 24. Historia de horror ........................... 83 25. Fuente de alegría y de felicidad ..... 87 26. La revolución de los niños ............. 98 27. Rostros llenos de luz ...................... 107 28. Niebla en el camino ....................... 111
  • 9. 8 29. Apuesto por el bien ....................... 115 30. Testimonios sobre niños y niñas ... 118 31. Tanda extendida ............................ 138 32. Experiencia con los niños(Wendy) 142 33. Los niños y el descanso .................. 146 34. Los niños.......................................... 147 Escribir sobre los niños y las niñas es una de las experiencias más bonitas que he tenido en la vida. Atravesar el portal de los niños y volverse uno de ellos es como experimentar un preaviso de la alegría del cielo. He amado tanto a los niños que me volví uno de ellos. Yo pasé el portal de los niños y soy feliz.
  • 10. Introducción 9 Yo les presento aquí el Portal de los niños. Un portal hacia la felicidad. La vida de los mayores nos ha conducido a las guerras, al terrorismo, al odio, a la competencia, a la avaricia y apenitas nos ofrece pedacitos de felicidad. La mayoría de los niños son felices. Regresemos al niño que fuimos una vez, abramos el portal de los niños, y el mundo cambiará y seremos felices. Talvez no logremos cambiar la sociedad, pero al menos lograremos despertar un amor más grande por los niños. Volaremos por las nubes, navegaremos por los ríos, corre- remos por las praderas detrás de las mariposas y gritaremos de alegría, porque se ha grabado en nosotros la sonrisa de Dios. Hemos vuelto a nuestra niñez, hemos vuelto a ser felices. Sólo el alma de niño abre la puerta del cielo. La ciencia ficción está lle- nando el mun- do de curiosi- dad, ofreciendo portales que permitan viajes mágicos. P O R TA L E S hacia el futuro, P O R TA L E S hacia otra di- mensión. Fabiola
  • 11. 10 y soy muy feliz, porque yo amo a Dios, amo a mi familia, amo a mi escuela, y amo a mis compañeros. Y amo también a todo aquél que se acerca a mí y me regala una sonrisa. En las horas libres, nos gusta jugar con el agua, jugar con los balones, jugar con las mariposas, sal- tar en la grama, contemplar las nubes y le rezamos a papá Dios. Así es la vida de los niños, limpia como el agua del manantial, dulce como las frutas de mi país, bella como un amanecer en primavera. Los que estén cansados de sus vidas de mayores, regresen a mi edad, y quedarán enbriagados por una existencia sin estrés. Los niños siempre soña- mos. Somos los ángeles del paraíso terrenal. ¡Qué lindo es el amor! Yo encontré el amor María Miranda Mora
  • 12. El portal de los niños La niñez es como un oasis de bondad que la humanidad ha conservado y ha cuidado antes de abrir la puerta de la agitada vida de los mayores, para que, cuando nos perdamos en la jungla de una vida adulta, recordemos lo bueno y hermoso que fue el haber vivido el dichoso tiempo de los niños. Nuestro mundo no está hecho para los adultos. Es un mundo de juguetes: un avión, un carro, una computadora, un tanque de guerra, no son más que juguetes. Es un mundo pensado para niños. Adán y Eva empezaron siendo adultos, pero tenían alma de niños, semejante al alma de Dios. Los mayores dirigimos el mundo, pero andamos perdidos. Las guerras, las separaciones y el terrorismo, nos dicen que hemos fracasado. Deberíamos dejar que los niños rijan la vida del hombre. Sería un gran paso y una gran aventura. 11
  • 13. El regreso al paraíso Yo comprendo que poner a los niños a dirigir este mundo es una utopía. Sólo intento hablar de los niños y para ello, uso esta bella imaginación de ver a los niños dirigiendo este universo, sabiendo que, si ellos lo hicieran, lograrían un mundo más agradable y más acorde con lo que Dios pensó al crear esta humanidad. El pecado hace que los mayores se distancien del proyecto divino. Los niños mantienen el proyecto original. Si los mayores pudiéramos despertar al niño que vive dentro de nosotros, ese niño que nunca murió, tendríamos un mundo de fantasías. Los corazones, las sonrisas, los sue- ños de esta humanidad llevarían el sello de los niños. Sería como sumergir el universo en una gran noche, y al llegar la madrugada, que todos despertáramos en un paraíso terre- nal. Paraíso que lo hemos reconstruido entre todos, al des- pertar a los niños que duermen dentro de los mayores. 12 Carlota Martínez Miami, USA.
  • 14. 13 Mundo doliente El mundo está organizado a la velocidad de los mayores. Los niños corren fatigados detrás de nosotros, pues sus pies son pequeños. Sus lamentos casi nadie los oye. No es fácil reconstruir el mundo. Hemos creado un mun- do doliente y una increíble competencia social que todo lo daña. El mismo Jesús trató de cambiar los criterios de este mundo malo, diciendo: “Dichosos los pobres en el espíri- tu... Vendan lo que tienen, denlo a los pobres y tendrán un tesoro en el cielo... El que se vuelva como un niño entrará en el reino de los cielos...”. Jesús no fracasó, pero su proyecto ya cruzó la barrera de los veinte siglos peleando cuerpo a cuerpo con la mente y el corazón del hombre, y la humanidad todavía sigue rebelde. Una gran parte de los males de este mundo se deben a la “Vivir como niños es lanzar nuestro orgullo y nuestra prepotencia, y adquirir la simplicidad de la naturaleza, que trata a todos de la misma manera, sin favoristismos”. inútil competencia humana, que sabe más a fracaso que a victoria. Los niños son una escuela de sencillez y humil- dad, y son felices, pero aprendemos muy poco de ellos.
  • 15. 14 Sus rostros reflejan una felicidad limpia, real. En los niños no hay doble cara.
  • 16. 15 La Confusión y el Pecado Nuestra fe confiesa que el mundo es creado por Dios, un Dios que es bondad, amor y gratuidad. También aceptamos que el hombre y la mujer fueron creados a imagen y se- mejanza de nuestro Dios, definido por el apóstol san Juan como “Dios-Amor”. Aunque Dios creó a nuestros prime- ros padres, ya adultos, toda la raza humana viene a la vida pasando por la fragilidad de un embrión pequeñito, que se va configurando con la sencillez de un niño, hasta llegar a una endurecida y ligeramente descontrolada edad adulta. Los dones con que llegamos a la vida son dones de Dios, dones de bondad, sencillez y gracia infinita. El niño no es sólo un rey de la creación o un legítimo propietario del mundo, sino un pequeño dios, con identidad única, que des- pierta en este precioso y rico universo, y que viene cargado de enigmas indescifrables. Un pequeño dios, capaz de crear y enriquecer su mundo, que irradia un amor tan grande, que deja extasiada a la humanidad entera. Un amigo capaz de dar la vida por otro amigo, haciéndonos ver que amar es más importante que vivir. Como todavía no tenemos respuesta clara, considera- mos como algo misterioso, la fuerza negativa, el dete- rioro que sufre el ser humano en su bondad original, cuan- do va desde niño hasta la edad juvenil o adulta. El niño va desde la niebla original hasta la espléndida luz de los tres años. Se mantiene en esa bella luz hasta los nueve o diez años, y luego empieza a entrar en una cierta oscuri- dad que se completa hacia los 15 años, tiempo en que se va volviendo capaz de mentir y de producir el mal.
  • 17. 16 La luz de Dios que lo ilumina para cuidar el bien, el amor, la paz, la ofrenda, la gratuidad, se va nublando poco a poco, y lo va llevando hasta un peligroso estado del alma, donde hay tiniebla y confusión. Es el paso por el misterio del mal, donde necesita una gran carga de redención para llegar lim- pio y feliz hasta el final de su vida. Dios puso en el niño mucha pasión por el bien, por lo que es hermoso, por lo que es agradable. Mientras que el joven o el adulto, junto con el bien, va adquiriendo alguna pasión negativa, una gran fuerza para hacer el mal, para destruir lo que es bueno, y ese hombre o mujer que genera el mal, ni él mismo puede explicarse el porqué lo hace. Pueden darse casos raros de niños difíciles o niños con- fundidos, pero de ordinario el niño conserva la bondad y la grandeza que le viene de Dios. Su riqueza interior es la mayor belleza del universo. El crecimiento del mal en las mentes y en los corazones de los adultos ha llegado a dimensiones insospechadas, como el terrorismo, las guerras, las políticas sucias, la mentira so- cial, el fariseísmo, los divorcios, la delincuencia generali- zada, la avaricia económica, y todo esto se expande como un virus destructor por todos los peldaños sociales de esta complicada humanidad. La niñez, esa edad maravillosa, que va desde los tres años hasta los diez, es un estilo de vida, donde este cansado mundo podría refugiarse para vivir lo que Dios quiso al crear al hombre, y sobre todo, lo que Jesús recomendó para entrar en el Reino de los cielos: vivir con “alma de niño”. Aunque esta larga vida del mundo nos ha llevado por complicados caminos equivocados, lanzán- donos a playas remotas y a junglas de ilusiones sin sen- tido, no necesitamos cambiar de ruta, sólo cambiaremos de
  • 18. 17 estrategia. En vez de vivir el estilo de los mayores, asumire- mos el estilo de los niños, y así el mundo puede recuperar el toque divino que Dios le dio. El estilo de los mayores ha llevado nuestro mundo a vi- vencias muy felices, sueños encantados e insospechados días de aventuras, pero el sol que ilumina nuestras playas tiene muchas nubes, y los pasos del hombre se han cargado de sombras e incertidumbre. Este mundo luce cansado, llegando a crear un estilo donde el hombre se vuelve víctima del hombre, donde el miedo ha sustituido al amor, y la desconfianza es el pan de cada día. Verjas, candados y alarmas nos mantienen a todos en una verdadera cárcel, una increíble cárcel, donde el preso y el verdugo es uno mismo. No son los demás quienes nos encierran, somos nosotros quienes nos encerramos, pues tenemos miedo de lo que nos rodea. No es al mundo exterior al que debemos temer, sino al mundo que llevamos dentro. En este universo casi todo es pacífico. El ser más agresivo es el hombre, y es capaz de sembrar la muerte. Si volvemos a ser como niños, la vida podría ser mágicamente hermosa. Viviendo experiencias que nos dañan, cubriéndonos con el ropaje de la mentira, hemos equivocado el camino. En vez de ángeles de Dios parecemos pequeños monstros sin sabor humano, y es pre- ciso volver a casa. Estamos demasiado lejos de la sencillez y la dulzura de los niños. La mágica palabra amor ha sido distorsionada, y la palabra empeñada se desvanece en el viento que la lleva. Hemos jugado con nuestro destino eterno, y debemos darle a la vida un toque de sencillez y humildad, si queremos que Dios nos reconozca como sus hijos. Con alma de niño esta- remos con Dios y la tierra tendrá su eterna primavera.
  • 19. 18 5. Volvamos a casa “Retorno a la creación original” El sueño de la ciencia-ficción es descubrir un portal hacia el pasado o hacia el futuro, un portal para entrar en la vida eterna y recorrer un camino sin dolor y sin muerte. Frente a todos esos sueños, que no son más que ciencia-ficción, que apenas llegan a ser literatura y fábula, está la realidad bella y electrizante de la vida feliz de los niños. Entrar en esas vidas hermosas, caminar con ellos, llenarse de sus ilusiones y revestirse de su sencillez, es como experimentar la gran- deza de lo infinito, sin resabios de naturaleza caída. En estos millones de años que posee la humanidad, los mayores dirigen y los niños obedecen. Los mayo- res marcan el paso de la caravana, y los niños, con sus pequeños pies, tienen que correr, y corren fatigados de- trás de nosotros. Es una velocidad social injusta, pues nuestros intereses nos apremian, y los niños tienen que correr detrás de nosotros, y corren el riesgo de que- darse rezagados o de ser atropellados por la comitiva.
  • 20. 19 Jesucristo nos advirtió con toda claridad: “Tienen que hacerse como niños para entrar en el reino de Dios”, pues en el cielo se vive como niños. Este largo camino recorrido por el hombre nos tiene a todos cansados, nerviosos, y con una terrible incertidumbre, pues no sabemos hacia dónde vamos. Nuestro mundo está lleno de farmacias, pues nos enfermamos demasiado; lleno de abogados, jueces y cárce- les, para resolver peleas; pululan ladrones y asaltantes, pues nos invade una terrible locura. El mundo se nos desmorona en las manos, y ya no sabemos qué hacer. Es preciso re- gresar a la creación original, es preciso adentrarnos en el poquito de salud que le queda a esta humanidad, y caminar con alma de niños, locamente enamorados de Dios. El hombre, con la fiebre de la novedad, sin preguntarse el bien o el mal que le resulta de todo eso, inventa co- sas, disfruta cosas, pero ni siquiera sabe hacia dónde va. El mundo dirigido por mayores es un mundo competitivo, casi agresivo, con pasiones descontroladas, amores cansa- dos, cuerpos explotados por el estrés, y hasta ahora, todo un callejón sin salida. Un mundo dirigido por los niños sería un mundo de amistad, de sonrisas y serenidad, un mundo sin ambiciones, sin soledad y sin amarguras.
  • 21. Sería como vivir en un planeta poblado sólamente por ni- ños. Sería como transformar el orgullo y la agresividad de los mayores en la sonrisa y el abrazo de los niños. Nuestra humanidad tiene un poquito de salud desde los tres a los diez años de edad. Antes de los tres años, el niño todavía está dormido, y después de los diez, empieza a en- trar en el remolino existencial de los mayores, y se pasará toda la vida con su barca rota, sin brújula, sin remos y sin velas, buscando una felicidad que no puede hallar, porque él mismo ha creado una vida incapaz de hallar la felicidad. Los mayores vivimos perdidos en una selva de caprichos y pasiones, tanto si vivimos en el loco mundo de la com- petencia social o en el remolino materialista, como si vivi- mos entregados al servicio de los demás, pues en esos oasis de bondad que el mundo posee en colegios y conventos, aprendemos a saborear los pedestales y los primeros pues- tos que son tan enfermos como los peldaños competitivos de los hombres de la calle. 20
  • 22. 21 Muchos pensadores consideran que la humanidad anda perdida, que debe volver hacia atrás y empezar un nuevo camino. Pero yo no lo veo así. No tenemos que cambiar de ruta, tenemos que cambiar de estilo. En los niños tenemos una preciosa forma de vida para corregir la estrategia y en- contrar la felicidad. Los niños pueden dormir en la casa del rico o en la casa del pobre con la misma disposición. Un niño come en la casa del rico y en la casa del pobre con el mismo sabor. La distinción es cosa de los mayores, porque la sencilla percepción del mundo y de sus cosas se nos ha dañado. Volver a ser niños es volver a casa. Cuando vivimos con alma de niño y estamos locamente enamorados de Dios, el mundo, con todos sus apetitos, se nos cae de las manos, y nuestras vidas cambian completa- mente. Regresemos a la creación original, regresemos a la bondad de Dios, regresemos a vivir como niños. Dejemos que los niños dirijan nuestras vidas, y habremos abierto un portal en el tiempo, donde todo es felicidad. Los niños no harán los trabajos de los mayores. Los tra- bajadores no cambian, lo que cambia es el estilo del trabajo. La formación de la persona continúa, sólo cambia la visión de la vida. Los adultos harán sus trabajos y los niños harán los suyos. No cambia el contenido, cambia el estilo de vida. La vida será más placentera y pacífica, pues todo el dinero, el tiempo y el esfuerzo que malgastamos en apetitos y ex- periencias inútiles, ya no serán necesarios. Los niños nos llevan a otra dimensión, a un estilo de vida más sencillo. No se trata de que los adultos vuelvan a jugar con carritos, o a vestir muñecas. Es el regreso a una compasión, a una ternura que emana de una gracia divina. Los niños sólo piensan en bondad. Pasemos su portal y sufriremos menos.
  • 23. 22 La fuerza física del adulto es más grande, pero el niño es más rico en humanidad. Los niños son débiles, nosotros los adultos los apoyamos. No cambian los trabajos, cambia el estilo, la vida es diferente. Muchos niños se equivocan porque están en la escuela de los mayores y aprenden de ellos. Muchos niños lloran y molestan, porque los obligamos a ser parte de un ambiente que no es para niños. Una Misa es cosa de mayores, no es para ellos. Muchas casas y apartamentos, donde los mayores están encerrados, no es ambiente para los niños. Los mayores adornamos y acondicionamos una aula de clase para que se adapte a la mentalidad del niño, pero siempre será un lugar adaptado a la mente de la per- sona mayor. Antes de que le guste al niño, debe gustarnos a nosotros. No fue el niño que acondició ni su casa ni su aula. Buscamos que el niño se forme, pero la formación que le ofrecemos tiene mucho de jaula. No siempre los formamos, con frecuencia los domesticamos. Los niños usan el acelerador propio de su naturaleza que investiga. Los padres usan el freno de sus miedos: “deja eso, no hagas eso”....etc. No los dejamos vivir. Tenemos esquemas predeterminados para frenar a los niños que desean crecer en su propia originalidad. La vida de los niños lleva el ingrediente del juego. Donde el niño vive, debe poder jugar. Los niños caminan a nuestro lado “forzados”, frenando su espontaneidad. Los niños no quieren la escuela, hay que obligarlos a estudiar, pero pronto comprenden que es necesario, y aman su escuela. Pero hay muchas cosas que se las imponemos y los hacemos sufrir. Hay que dirigirlos y cuidarlos, pero ellos necesitan una dosis más grande de libertad. Necesitan crecer siguiendo la fuerza que está dentro de ellos, y no sólo la imposición desde fuera.
  • 24. 23 Los niños al volante Los niños deberían manejar esta sociedad, pues ellos en- tienden a Dios, y entienden la vida humana. Si una cosa así se lograra, sería una gran aventura de la humanidad. En este momento, la mente de los niños no está muy desarrollada, y no pueden dirigir bien una vida tan complicada como la hemos creado los adultos, a base de acumular pecado sobre pecado, errores sobre errores, dañándonos los unos a los otros. Cuando los niños empiecen a actuar, sus mentes se irán abriendo como un foco de luz en el campo del bien. No podemos cambiar todo de un golpe. Las empresas, las fábricas, los bancos y muchas otras infraestructuras las de- jamos como están. Empecemos con dos sectores de la vida en que los niños pueden ser maestros: la familia, y la es- cuela. Cuando la familia y la escuela sean saneadas, enton- ces haremos pasar por el portal de los niños todo el resto de la complicada red de intereses humanos en que vivimos empujándonos unos a otros, y donde vivir en compañía de otros se va haciendo pesado. Familias con alma de niño La familia es la esperanza del cielo y el regocijo de la tierra. La vida tiene en la familia un puesto privilegiado. Cada vez que nace un niño, la creación entera entona un cántico de felicidad. Cada vez que se ayudan, se apoyan y se aman, se repite el escenario divino de la redención. Es en la familia donde los mayores sienten el fracaso más grande de su gestión. Un 50% de parejas separadas o divorciadas es la mayor vergüenza de la humanidad. Niños errantes que corren de calle en calle: hoy viven con la mamá, mañana con el papá. A veces se refugian con los abuelos, y hasta
  • 25. con algún vecino. No sólo dejamos ruinas por el camino, sino que vamos quedando atrapados por nuestras propias limitaciones. A veces no son los padres los que son malos, sino los hijos: a veces, después que los padres dieron la vida para criar y educar a los hijos, éstos los abandonan porque los padres han envejecido y molestan. Pero todo eso es parte del fracaso común de la humanidad. Un hogar que acepta ser dirigido por la sencillez y la dulzura de los niños, es un hogar que da paso a la salud y a la alegría sin fin. En el mundo de los niños está prohibido el divorcio. Por razón de los hijos, los padres deben per- manecer juntos, volviendo cada día al amor primero. Los niños prohíben las separaciones. Por el bien de la familia, se asume cualquier sacrificio, cualquier inmolación que haga falta. Una familia feliz es el premio a todos los esfuer- zos realizados. Los mayores creemos que éxito es dinero, los niños creen que éxito es quererse. Y los niños saben de amor. En el hogar dirigido por los niños, cada uno hará su trabajo, sus obligaciones. Los niños ofrecerán sus opiniones sobre las comidas, las diversiones, y los horarios para acostarse y levantarse en los días de descanso. Si la familia es creyente y tiene práctica religiosa, la Misa en los Domingos es para los adultos. Los niños pueden participar, si ellos lo desean. Si no quieren ir, pueden quedarse en la casa, durmiendo o jugando. Si no hay con quien dejar a los niños, entonces los padres no deben ir a la iglesia, pues entonces su ofrenda a Dios, no es ir a Misa, sino cuidar a sus hijos. Pertenecemos a una tierra doliente y a un ser humano maltratado por su inclinación al mal. Por eso, hay cosas que las deben cuidar los mayores, pues ellos cuentan siempre 24
  • 26. con el factor “experiencia”. El manejar un vehículo se le puede permitir después de los 15 años de edad, aunque a los diez ya sepan manejar. Formar un pareja de novios, no es aconsejable antes de los 18 años, aunque a los trece o catorce años tengan el corazón lleno de fuego. La mente y el corazón del hombre son limitados, y la formación y los estudios deben preceder a la formación de una familia. Cuando los niños son el foco de interés de la familia, los niños comprenden todas las exigencias que se les hagan. No hay alternativa: o dejamos que los niños dirijan la marcha del mundo, o seguiremos agonizando hasta ahogarnos en nuestra propia confusión. 25
  • 27. La Escuela y los Niños En nuestro mundo de mayores, debemos comprender que el binomio “escuela-niños” no funciona muy bien. La es- cuela está configurada para nuestras mentes adultas: refle- xión, análisis, memorizar, pensar. Los niños aman su pro- grama: comer, jugar y dormir. Todo lo que vaya más allá de esos tres objetivos, tiene que ser dialogado con ellos y adaptándose a ellos. La escuela pierde demasiado tiempo y tiene demasiadas exigencias y leyes, pues se trata de un esquema para adultos, impuesto a la fuerza a los niños. Un principio antiguo decía: “La letra con sangre entra”. La humanidad prefiere formar un soldadito, antes que un hombre libre. Aunque las clases de kinder y prekinder son adaptadas a los niños, los horarios deben responder a las necesidades de los papás, y a las exigencias de las clases de los alumnos mayores. Los mayores tienen cinco horas de clase, y los niños tienen cinco horas de clase. Los alumnos mayores tienen media hora de recreo en el patio, y los niños tienen media hora de recreo en el patio, y eso no es apro- piado, porque son niños. Si los niños dirigieran la escuela, no se necesitaría tan- to tiempo en las aulas para aprender lo poquito que se les enseña. Una gran cantidad de tiempo y energía se usa para lograr que la escuela forme soldaditos. Poco a poco se ob- serva que la materia principal de toda escuela es la disci- plina. Lamentablemente, la disciplina se logra con leyes y más leyes negativas...quédate quieto, cállate, no hagas eso... no se distraigan...miren a la pizarra...etc. Los niños pueden dirigir la escuela, y tienen su propia pro- puesta: La transformación de la escuela se hará poco a poco. 26
  • 28. Empezamos por los niños, desde prekinder hasta tercer gra- do de básica. Estos niños deben desarrollar su vida natural antes que los mayores les llenen sus cerebros de leyes y exigencias que, a veces, impiden su crecimiento espiritual. Una escuela adaptada a los niños Los Sábados y los Domingos son descanso por derecho de todos. De los cinco días laborables, tres días son para re- cibir clases y dos días enteros para jugar todo el tiempo en la escuela. En los tres días que hay clase, si cada día tiene cinco horas de clase, tres horas son para clase, y dos horas enteras para jugar y correr fuera del aula. Las clases y los recreos se irán alternando, de forma que ningún niño supere los cincuenta minutos seguidos de clase. Después de cada hora de clase, debe salir a recreo, alternando una hora de clase con una hora de recreo. Si alguien considera que eso sería un caos en la formación de los niños, le podemos decir tres cosas: 1-Habrá que co- rregir todos los edificios escolares, y adaptarlos al nuevo estilo de formación. 2-Lo que buscamos es sanear esta de- bilitada humanidad, y para ello hay que darle un vuelco total al estilo de vida. 3-Las grandes escuelas y las pre- ciosas universidades nos están ofreciendo un ser humano avaricioso, competitivo, nervioso y un poco enfermo. Un ser obligado a defenderse en cada momento, porque siente que la sociedad lo invade. En el fondo, de “soldadito” tiene muy poco. La jungla emocional de la edad adulta, no nos permite avanzar más en esta cansada humanidad. Si es que hay sa- lud en el mundo, esa salud la tienen los niños, y hay que unirse a ellos para respirar un poco, porque nos estamos 27
  • 29. asfixiando. Hay que aceptar que vivimos en un mundo di- choso, pues con las exigencias de los hogares y la pesada formación que se da en las escuelas, deberíamos tener más manicomios y más clínicas para la salud mental. Después que se haya estabilizado la formación de los cursos de prekinder a tercer grado, entonces revisaremos y adaptaremos los demás cursos, hasta incluir el final de la secundaria. Nuestras escuelas no logran formar autén- ticos ciudadanos, pues se preocupan demasiado por llenar el cerebro de conceptos y más conceptos, sin preocuparse tanto de formar un ser que fue creado libre y soberano, con una identidad irrepetible en todo el largo y ancho de la crea- ción. Las escuelas se parecen a las iglesias, pues hemos creado unos esquemas de liturgia y oración, que son contadas las personas que saborean una celebración, y despiertan el hambre y la sed de Dios. La gran mayoría siente que rezar es un peso, que la santa Misa es algo pesado, pues no hemos podido ofrecer otras cosas a este mundo que tiene hambre de Dios. Los hombres y mujeres que pueblan los conventos de clausura, dedicándose enteramente al trabajo y a la oración, deberían ser personas que viven en una total libertad inte- rior, personas que viven en un verdadero gozo espiritual, sin embargo, para poder funcionar “bien”, tienen que satu- rar el tiempo de horarios, campanas, timbres y presiones de reglamentos. Hay más preocupación por cumplir unas reglas que por el crecimiento espiritual y la ofrenda libre de cada miembro de la congregación. Se sienten más unidos cumpliendo normas que siendo libres en una ofrenda go- zosa. Somos los soldaditos de los conventos. 28
  • 30. La escuela mantiene su permanente fracaso en la for- mación de sus educandos, pues siempre se ha preocupado más de un horario y una disciplina que de apoyar una liber- tad interior que se tiene que curar y reafirmar. Sólo el gusto por el bien que poseen los niños, puede dar paso a un camino de formación. No es la norma la que educa, es el bien, lo bello, lo grandioso que impacta en el alma, y que llena el objetivo que Dios se propuso al crear. Sin normas se formaría un caos en la humanidad. Pero, si nos hubieran dejado atravesar el caos, tal vez ya habríamos llegado a la libertad. Mientras tanto hay que esperar un gran milagro de la creación, pues vamos un poco a la deriva. El hombre creado por Dios no ha muerto. Su historia vive, su grandeza la lleva dentro. El niño maravilloso que fuimos un día vive en el hombre adulto. Y la madre que cuidó al niño, también vive dentro del adulto. Es un ser lleno de ilusiones, de compasión, de ternura, de capacidad de ofrenda. Es un ser con toque de infinito, a quien el pe- cado puede distorcionar un poco, pero tiene fuerzas que son indestructibles. No es sólo cuestión de revisar su historia y arreglar su camino. 29 Es preciso volver sobre sí mismo, desvelar su origen, reactivar todo aquello que lo hizo grande, y continuar su marcha, pues queda mucho por andar, y debemos andarlo con mejor enfoque. Usando palabras de la Biblia: Hay que volver al primer amor, desvelando el umbral de la creación.
  • 31. Las armas y los niños 30 El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, pro- tegido por la fuerza del amor, la misericordia y el perdón. Aún partiendo de la existencia de un pecado y de la incli- nación al mal, el amor sigue siendo la fuerza que disuelve todas las diferencias. Las guerras no resuelven, sólo el amor trae la paz. El pecado de Caín, matando a Abel, produjo miedo en la raza humana, y al volverse el hombre víctima del hom- bre, cada hombre empezó a protegerse de su hermano el hombre. El miedo invadió el campo del amor, el amor se volvió débil, y aprendió a defenderse matando: Ojo por ojo, diente por diente, cabeza por cabeza, pueblo por pueblo. La reacción en cadena no se ha detenido. Después de pasar por muchas guerras, se han inventado tantas armas que el hombre se tiene miedo a sí mismo, pues teme que un loco de sus propias filas pueda explotar su propio arsenal. Los niños, al encargarse de dirigir esta dura sociedad, tienen una postura radical: Cancelar todo terrorismo, sus- pender todo proyecto de guerra, disolver todo el ejército, desmantelar todo armamento militar. Sabemos que siempre ¡Bienvenido a nuestro hogar! ¡Somos el planeta Tierra!
  • 32. va a aparecer alguna persona con desequilibrio emocional, y por tal motivo, se conserva un pequeño cuerpo policial para encargarse de los agresivos sin causa, hasta que se pueda dialogar con ellos, y puedan entender el bien común. Todo instrumento de guerra será desarmado. Los mate- riales que sirvan para algo se aprovechan, los metales que se puedan fundir se le dará un uso pacífico, y lo demás se envía al fondo del océano Pacífico. El dinero acuñado será de uso temporal, billetes con fecha de vencimiento para que no acumulen demasiado. Las cárceles se mantendrán por algún tiempo, pero la sociedad se encamina a tener sola- mente presos domiciliarios. En algún momento se elimi- narán hasta los jueces, y el juez será el mismo reo, quien después de oír a sus acusadores, él mismo se dará su propia sentencia. Es una gran verdad lo que dijo san Francisco de Sales: “Se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre”. Un poquito de perdón y de bondad logra más conversiones que todas las leyes punitivas de la sociedad. El perdón educa, el castigo desespera. Nuestra humanidad no ha podido aprovechar el amor y el perdón del Evangelio, y por eso acumula terror sobre terror. El mundo de los niños podrá titubear un poco, pero intenta llegar a la paz del paraíso terrenal. Nuestro mundo está encallado en la ley del “ojo por ojo” y todo su sistema correccional es un fracaso. Cuando ya no tengamos abu- sos de policías corruptos, ni mentiras de miembros del go- bierno, ni comerciantes abusadores, ni curas pederastas o buscadores de dinero en las iglesias, el mundo irá dando un mágico viraje, y cada uno se sentirá protegido y cuidado por sus hermanos. Construiremos un mundo feliz, pues ya el hombre dejará de ser víctima del hombre. (Todo esto nos prepara a la revolución de los niños, página 96) 31
  • 33. 32 Los niños actúan con tanta naturalidad que toda su vida es teatro. Ellos pueden deleitarnos con sus ocurrencias en las casas y hasta en las calles. Les ofrecemos espacios y equi- pos y ellos nos deleitan con su espontaneidad. Ellos pueden enseñarnos a gustar lo que es sencillo, lo que es sano, y que favorece la salud mental. Creemos que el hombre no necesita que Dios le cree un paraíso en la tierra, pues el mismo hombre tiene mente y corazón suficiente para construirlo. Y cuando Dios vea que el hombre ha creado un paraíso en la tierra, a lo mejor podría suprimir la muerte, pues ya no necesitaríamos ir a otro paraíso y tampoco haría falta el pasar por la muerte. Basta que Dios se mude con nosotros, y tendremos un cielo conquistado por los niños.
  • 34. Un oasis en el camino Una red de mentiras envuelve la vida de hombres y mu- jeres y hay menos amor y menos confianza de lo que uno cree. La vida de los mayores tiene muchos intereses creados, y las ilusiones y los sacrificios se debilitan, porque se viven muchas decepciones. Al convertirnos en almas cansadas queremos usar a los demás, y esa relación débil, empobrece la ofrenda y mata el amor. Hacer compañía a los niños, imitar su sencillez y su bon- dad, es una oportunidad que se nos brinda para respirar un poco en nuestros días de estrés y de cansancio. Si la vida de los mayores se puede comparar a un grande y árido desierto de humanidad, la vida de los niños es un gran oasis con agua abundante y brisa fesca que regenera el alma. Acompañar a los niños en sus ocurrencias y sonreír con ellos es caminar un poco por el jardín de su felicidad. Los niños forman una constante escuela de alegría, y una clínica que produce más salud que todas las pastillas que tomamos. Si padres y madres se unieran más a sus hijos, los es- cucharan más y les siguieran la corriente, apreciarían un poco más la riqueza de esos tesoros que la vida les ha re- galado. Levantarse temprano y observar a los niños dur- miendo en la madrugada es una escena celestial. Esa paz que irradian por sus ojos cerrados, y la serenidad que se dibuja en su rostro es algo angelical. En la película “el Mago de Oz” se observa una bondad tan grande en la reina buena, que nadie puede hacerle daño. Esa bondad es la que se esconde en el alma y el cuerpo de los niños. En “Blan- ca Nieve y los siete enanos”, cuando el asesino enviado por la reina mala, quiere matar a Blanca Nieve, el cuchillo se le cae. La bondad de la jovencita detiene el cuchillo. 33
  • 35. 34 En “la Bella y la Bestia”, Bella tiene una bondad tal que ni los lobos pudieron hacerle daño. Y luego, esa bondad rompió el hechizo y devolvió la vida al castillo con todo y príncipe egoísta. Por la noche, los niños se duermen rápido, no sólo porque están cansados y rendidos, sino también porque su bondad natural es salud del cuerpo. Los niños, no sólo perdonan las ofensas, sino que las olvidan, pues su corazón es tan sano, que todo recuerdo negativo que quiera entrar, automática- mente se disuelve. Son muchas las personas que hacen sufrir a los niños, so- bre todo en las escuelas, exigiéndoles más disciplina de la que ellos pueden sobrellevar. También se les hace sufrir en muchas iglesias, dándoles demasiadas horas de catecismo, e imponiéndoles exigencias propias de los mayores. Los ni- ños aceptan todo, no se quejan ni se dan por enterados, pero eso no significa que eso esté bien. La fe que ellos tienen no crece porque los saturemos de palabras y de mensajes. En ellos, la fe crece por el testimonio de bondad y de respeto que hay en sus familias y vecinos. Cuando los mayores dan testimonio de su esperanza y de su amor a Dios, eso impre- siona a los niños y los educa en la fe. A los niños, por ser buenos e inocentes, con frecuencia los engañan. Pero, por gracia de Dios, en la mayoría de los casos, los cuida un santo. Dios no quiso dejar al mundo solamente manejado por la ley del pecado, que se mani- fiesta especialmente en los mayores. Nos dejó la salud y la alegría de los niños, donde el pecado también tiene su huella, pero esa huella se mantiene débil, porque no logra romper la coraza de la bondad que hay en los niños. El con- tinente europeo se va endureciendo cada vez más, y la vida se hce muy pesada, pues casi no tienen niños. Toneladas
  • 36. de rostros cansados y silencios en suspense llenan la vida de los hogares, pues casi no se oyen risas y gritos de niños. Parte de Asia, América Latina y África todavía pueden con- vertir sus calles en patios de juego, todavía tienen derecho a la vida, y pueden, en algún momento, apartar su vista del cementerio. “Dejen que los niños vengan a mí”, dijo Jesús. Deje- mos que corran y griten, que vuelen como mariposas en los grandes jardines, no los arrastremos con nuestra vida veloz de mayores. Dejemos que vivan, que sientan la alegría y el gozo que Dios puso en ellos. Que canten como las aves y sueñen como los ángeles. Ellos son la cuota que ofrecemos a Dios para que no destruya nuestro mundo de mayores, como sucedió con el diluvio o con Sodoma y Gomorra. Los dibujantes Hanna y Barbera han inmortalizado el alma de la niñez en las peleas de Tom y Jerry, pues esos dos ani- malitos se aplastan, se despedazan, se destruyen, en una lucha sin tregua y sin final, sin embargo, nunca se guardan rencor, y cando uno no aparece, el otro lo busca angustiado. Los niños han logrado que muchos papás no se suiciden, y que muchos criminales se arrepientan. Y todo esto lo logran los niños, porque en sus corazones está Dios. En algunos películas españolas de los años sesenta, la niña Marisol di- solvía la guerra de muchos hogares. En la película “juego de gemelas” el regreso a la unidad de los papás es algo magis- tral. Eso es sólo película, pero se considera que es posible. En uno de los documentos en Power Point que corren por el mundo, se ofrece la historia de un tazón de madera. Esa lite- ratura calca perfectamente el alma de los niños. En el texto se dice que un niño quería mucho a su abuelo, y se lamenta- ba, pues como el abuelo estaba débil y nervioso, se le caían las cosas al comer y el hijo y su esposa con quienes vivía 35
  • 37. lo pusieron a comer en mesa aparte y bebía en un tazón de madera. El niño se fue al taller, tomó un trozo de madera y empezó a labrarlo. En eso llegó el papá y le preguntó: hijo, ¿qué quieres hacer con eso? El niño contestó: voy a hacer un tazón de madera, para cuando tú seas viejo, que bebas en él, como tú hiciste con el abuelo. La historia dice que al día siguiente, el abuelo volvió a ocupar su puesto en la mesa de la familia. Si el mundo pudiera vibrar con un corazón de niño, qué feliz sería esta vida. Un mundo dirigido por los niños no tendría hogares para ancianos. Ellos cuidarían a sus abuelos, bisabuelos y fa- miliares enfermos. Sin divorcios, con familias buenas y vecinos amistosos, tampoco habría orfanatos. En vez de albergues, lo que necesitamos es una sociedad mejor or- ganizada y menos egoísta. Hay familias que tienen hijos incapacitados y los atienden treinta y hasta cuarenta años. Esas familias son felices, no con la felicidad de los egoís- tas, sino con la felicidad del servicio al necesitado. El niño es feliz sirviendo a alguien. El adulto es feliz cuando nadie lo molesta. Son dos mundos diferentes. Los niños, a veces, son un poquito pícaros y hasta exigentes, pero eso lo aprenden de nosotros los mayores. En un avión, viajaba una madre dominicana con su hijito de cuatro años. Repartieron bolsitas de maní, y dieron una a cada uno. El niño se lo encontró muy poco y pidió otra. Pero la elegante jovencita que repartía el maní le dijo que sólo le tocaba una. El niño se quedó disgustado y empezó a maquinar su estrategia para conseguir más maní. Cuando el avión bajó a tierra, el niño aprovechó el barullo del mo- vimiento de pasajeros bajando del avión, y se fue destrás del armario donde se guardaban las cajas de maní. A penas se sintió solo, empezó a comer maní a boca llena. Luego 36
  • 38. 37 se llenó los bolsillos, y le hizo una buena rebaja al depósi- to de maní. Esa infantil escena duró mucho tiempo y los padres se encontraron en inmigración sin el pequeño. Lo buscaron por todas partes, movieron a la policía del aero- puerto, y sin éxito. El niño seguía en su escondite comiendo maní, y los demás, buscándolo como locos.Al fin, a alguien se le ocurrió regresar a buscarlo en el avión. Al encontrarlo le preguntaron, ¿qué tú hacías aquí?, él respondió con una sonrisa de angelito pícaro: “comiendo maní”. Esta historia me la contó la madre del niño. Los niños saben pensar, pero los presionamos y los controlamos tanto que no los deja- mos actuar. Uno de los grandes problemas de los niños es que nos tienen miedo, y no dicen lo que están pensando, pues si lo dicen, los aplastamos. Como no tienen dialéctica para defenderse, entonces usan el silencio, se convencen de que lo que piensan es bueno, y eso es altamente peli- groso, pues van a empezar a equivocarse como sucede con los mayores. Irán cayendo en las turbulentas aguas donde hemos naufragado nosotros, pues creemos que tenemos la verdad y llenamos nuestras vidas de errores.
  • 39. 38 Alma de niño Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, con una belleza infinita, con una sencillez al estilo de los ángeles, con una dulzura tal que vuelve dulce el universo, con una locura de amor que puede embriagar toda la naturaleza, con una paz en el alma que puede permanecer sereno, aunque viera el mundo envuelto en llamas. Aun después del pecado original que arrancó al hombre lágrimas de sangre, los niños representan esa creación pri- mera, ese sueño divino del Creador, y mantienen la puerta del cielo abierta al mundo, pues los ángeles de Dios cui- dan de ellos y conservan su alegría y su paz. Son muchas las madres solteras, los padres abandonados, las parejas en guerra, hombres y mujeres maltratados por la vida, quienes encuentran un poco de paz y sosiego en algún niño a quien tienen que cuidar y alimentar. Las señales de sencillez y amor que Dios ha esparcido por toda la Biblia, se encuen- tran resumidas en la vida de los niños. Dice el profeta Elías: “Dios no está en la tormenta, no está en el terremoto, no está en el fuego”. El Señor está en la brisa fresca, en la sencillez de los niños, en el brillo del sol, en la belleza de las flores, en la armonía de la creación, en el canto de los ríos, en la sinfonía de las aves, en la sere- nata de la lluvia, porque todo eso es santidad del universo y es presencia de Dios. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza para ofrecer algo de los secretos de su divino corazón, para que viva y proclame un amor limpio como el agua del manantial, y haga del mundo un paraíso terrenal. El amor expresado a Dios por santo Domingo Savio,
  • 40. san Tarcisio, san Luis Gonzaga, santa Teresita del Niño Jesús, la beata Laura Vicuña y el beato Ceferino Namun- curá, quienes unieron en sus débiles y delicados corazones, la sencillez de lo divino y la grandeza de la ofrenda gozosa, es una invitación a sanear la locura del mundo con la locura del amor divino. Ellos hicieron de sus vidas un verdadero holocausto, por la intensidad del amor vivido a los pies de Jesús. “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. Esa limpieza de corazón sólo se puede vivir a pleni- tud con alma de niño y un corazón locamente enamorado de Dios. Para vivir como niños en una ofrenda agradable, Jesús instruyó a sus discípulos y les dijo: “Sepan que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los opri- men. Ustedes no sean así. El que quiera ser grande entre ustedes que sea el servidor de todos, y el que quiera ser el primero que se haga el último” (Mateo 20, 26-28). La grandeza del amor según Dios se vive en la sencillez y en la humildad. A los apóstoles les costó trabajo enten- der a Dios, pues era un grupo de personas mayores que ya tenían su camino hecho, y que les era muy difícil cambiar de ruta. Todo lo que es de Dios es sencillo. Nuestras litur- gias y nuestros conceptos de teología nos han hecho alejar un poco de lo sencillo que es Dios, y por eso nuestro amor a Él se ha debilitado un poco. Las flores son bellas, porque son sencillas; los ríos son agradables, porque son sencillos. Los niños, con su sencillez, evocan la sonrisa de Dios y la paz de los ángeles. Los niños le dicen al viento, al mar y a las montañas que Dios juega con el hombre y le regala felicidad. Los niños son testigos mudos de todo esto. La vida de los adultos 39
  • 41. 40 es muy agitada y llena de preocupaciones. Los niños son los que realmente viven. Mientras los adultos buscan títu- los que les permitan brillar, mientras buscan mucho dinero para disfrutar de la vida, mientras se afanan por ser mejores que otros, los niños simplemente viven, y sus vidas son hermosas, porque toda su energía la usan para vivir. Los adultos no podemos dejar de buscar los títulos, el dinero y la fama, pero podemos quitarle un poco de aceleración a la vida, y dejar que los niños vivan un poco más. Uno de los grandes pecados de la humanidad consiste en que los niños quieren vivir y jugar serenos y nosotros los hacemos correr detrás de nosotros, y sus vidas empiezan a agonizar demasiado temprano. Sus pasos son pequeños y su ilusión es grande. Hay que ayudarles a andar, pero a su ritmo y a su velocidad. El concepto de vida que tienen los niños no es el nues- tro, y la fe en Dios que tienen los niños es una fe más her- mosa que la nuestra. Su sonrisa es una llave que abre todos los corazones. La vida de los niños es como una danza, y su dormir es como si estuvieran jugando a las escondidas. “Dejen que los niños vengan a mí” dijo Jesús, pues sólo Él los puede entender y cuidar. Los niños viven de aventura en aventura, de sorpresa en sorpresa, es una vida llena de ilusiones. Un mundo con alma de niño es un mundo feliz. Los niños se entienden muy bien con las personas, con los animali- tos, con los insectos, con todo lo que se mueve, pues ellos son gracia y movimiento. No hay escena más feliz que un niño corriendo en el patio y jugando con su perrito, o una niña persiguiendo mariposas en su jardín. Hay que dejarlos correr, pues la acción limpia el alma. Tenemos que dejar- los crecer con nuestro apoyo, pero que la expresión de sus
  • 42. 41 vidas sea libre, que recorran su camino, no el nuestro, y puedan llenar a plenitud el cúmulo de dones con que fueron dotados en la misteriosa variedad de este mundo. Señor Jesús, los niños son tus amigos pre- dilectos. Tú pediste a todos los hombres que se vuelvan niños para que sepan amar, reír y perdonar, para que tengan un corazón des- prendido de toda vanidad y de toda ambi- ción, y así, sean capaces de abrir las puertas del cielo y encontrarse con Dios. Túsabesquesonalmassencillas,vulnerables y frágiles. Pon una muralla en sus corazones, Oración Recemos con ellos para que la tormenta social que los niños tienen que atravezar no les haga daño.
  • 43. y apaga las luces que vienen del campo del mal. Disminuye en su camino las espinas que maltratan la vida y debilitan sus ilusiones. Que sus miradas sigan siendo limpias y que la sencillez y la bondad construyan un cas- tillo en su interior. Que el amor a ti sea la primera fuerza que los lleve a esperar en la dicha de cada día, y se sientan navegar en un mar tan positivo que las pequeñas tormentas y las agresivas olas no sean más que adornos de una exis- tencia feliz. Que ellos logren abrir la puerta de la paz en cada hogar, que en cada huella de sus delicados pies nazca una flor, y que la senda de sus vidas esté siempre amurallada por la alegría y la victoria del bien. Poco a poco, ve encendiendo en ellos la luz de la fe, y que su esperanza se vuelva una antorcha que no haya viento que la pueda apagar. Que despierten a cada nuevo día con un corazón lleno de tus bendiciones, para que recorran con alegría y valor, la dulce y peli- grosa senda del diario vivir. Amén. 42
  • 44. 43 Luces y Sombras Creemos en la luz y sabemos que nuestro universo está más que iluminado. Creemos en el amor, y muchas veces encontramos amores que son indestructibles, que son la alegría y el descanso del mundo. Amores de ofrenda total, amores de servicio gozoso en nombre de Jesús, amores con fuerza de niño, capaces de disolver toda guerra interna y toda decepción de los cansados caminantes. El mundo está lleno de cosas bellas que son como pequeñas marcas de las pisadas de Dios que se pasea por nuestro universo. Evoquemos algunas imágenes de esas que el universo guarda para hablarnos de Dios: “Las riberas del río, los pe- queños manantiales, las cascadas de las montañas, el vuelo de las mariposas, la luz de las luciérnagas, los capullos que se abren, las espigas que maduran, el sol que empieza a brillar, la sonrisa de los niños, las gotas del rocío, el paso de las nubes blancas, la llovizna al caer la tarde, la simiente que abre la tierra, las aves que vuelan entre los árboles, la corriente del río con su canto entre las piedras, los peces que navegan silenciosos, los glaciares que estallan y se vuelven indómitos riachuelos, los hilos de agua cayendo de las nubes, la nieve que adorna las montañas y las casas, el sueño placentero de los niños, las carreras de venadillos en la foresta, el vuelo de las gaviotas sobre el mar, la visión panorámica de las águilas, las primeras flores de la prima- vera, es todo un derroche de belleza y sencillez que posee nuestro mundo y donde se descubre la huella del Creador. Lamentablemente, todavía no estamos en el paraíso. Pisa- mos tierra de hombres, y nuestros pasos tiemblan, porque las sombras no nos dejan ver lo correcto. A los mayores
  • 45. 44 nos toca tropezar, y los niños sufren mucho más que no- sotros. Este mundo fue creado para niños, pues no es más que un mundo de juguetes, pero el pecado ha distorciona- do el mundo y lo ha vuelto irrespirable para los pulmones pequeños. Los pobres niños corren forzados detrás de los mayores, y son abusados por muchos mayores. Mientras el fuerte abuse del débil, tendremos con nosotros los resabios de un mundo primitivo y salvaje. Es verdad que se está tomando conciencia de los derechos de los niños, que en las familias hay más cuidado y que todo abuso de menores se castiga con más fuerza. Pero nuestros niños siguen débiles e indefensos. Tenemos muchos niños pasando hambre, niños explotados en los trabajos que les imponen sus familias u otros mayores, niños asechados y perseguidos por vecinos, familiares, maestros, o compañe- ros que son más grandes. Aunque existen buenos tribunales para defender a los menores, aunque crece el respeto y el cuidado por el dé- bil, la salvaje ley del más fuerte no ha sido borrada, y tal vez nuestra sociedad la está usando mucho más de lo que uno se imagina. La única fuerza que está tratando de sa- nar el mundo es el Evangelio de Jesucristo, sirviendo a los más necesitados en nombre de Dios, ayudando al hombre a perseguir intereses sobrenaturales, renunciando un poco a los agresivos intereses materiales. El Evangelio lleva una marcha lenta, pues las sombras debilitan la calidad del ser- vicio y la evangelización camina muy lentamente. Nos duele mucho que los familiares, vecinos o gente extraña abuse de los niños. Pero lo que más nos duele y nos desespera es esa epidemia llamada pedofilia que tiene un renglón fuerte en la misma Iglesia de Jesucristo. Por la bondad del Evangelio que se predica, las familias confían
  • 46. 45 en los sacerdotes, y los niños confían ciegamente en ellos. Destruir esa confianza abusando de niños es algo monstruo- so. Cuando el policía es el criminal y el que cuida es el que hace daño, es que el mundo se ha degenerado demasiado. A un pedófilo o a un pederasta, Dios lo podrá perdonar, pues su misericordia es infinita, pero a nosotros se nos hace difí- cil, pues la misericordia humana no llega a tanto. El dolor es demasiado fuerte, y ni condenándolos a muerte, se quita ese dolor. Dios, a través de la vida, trae un nuevo ser para el amor, la felicidad, para el éxtasis del universo. Amargar la existencia a un niño traumatizándolo es un atentado contra el mismo Dios. Y todavía nos duele más el hecho de que la Iglesia descu- bre a esos sacerdotes que abusan, trata de callar a las justas demandas, los cambia de parroquia, y los mantiene traba- jando como si nada hubiera pasado. El mundo lanza críticas contra la Iglesia y contra el Vaticano, y con razón, pues el tener a los curas pedófilos es un flagelo, pero tener a la Igle- sia, que por razón de su prestigio, encubre a los pedófilos, es damasiada sombra contra la luz del Evangelio. Los niños no se defienden, porque tienen miedo o porque ni saben lo que está sucediendo. Lo entenderán más tarde, pero ya será demasiado tarde. Muchas familias aprecian tanto al sacerdote que no se atreven a decir nada. Cuando se demuestra que un sacerdote abusó o intentó abusar de un niño, la Iglesia debe quitarle el sacerdocio re- duciéndolo al estado laical, o al menos, no dejándolo que administre una parroquia. La pedofilia no es sólo un error o un pecado, es una enfermedad. Es como la diabetes: se pue- de controlar, pero no se cura. Dondequiera que lo envíen va a andar detrás de los niños, dándoles golosinas, dándo- les regalitos, y así controlar su presa. Tratará de desarrollar
  • 47. un gran programa de catequesis, pues ése es el campo es- pecial de los niños. El homosexual se arrepiente y cura. El mujeriego se arrepiente y cura. Pero el pedófilo no es sólo una inclinación, es una enfermedad. En la mente de Jesucristo, aun con toda la compasión que Él tiene por los pecadores, esto es algo demasiado grave. El Evangelio nos da la postura de Jesús sobre pederastas y pedófilos: “Quien haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen a lo profundo del mar” (Mateo 18, 6). 46
  • 48. El niño está vivo 47 Ese niño de 4, 5 ó 6 años que me hizo jugar con el perrito y correr por el bosque, que me llenó de vida, de amor, de canto y de felicidad, que me hizo soñar despierto en las ma- drugadas, ese niño que juntaba las manos y rezaba a papá Dios, ese niño que compartía su merienda con todos los que quisieran, ese niño está vivo. Es una gran noticia. Ese niño vive dentro de mí. Lo dejé dormido, porque yo quería ser mayor. No me gustaban las cosas de niños, pero yo no sabía que las cosas de niños son cosas de Dios. La tierra es tierra de hombres, tierra de corazones adultos, tierra de pecado, tierra con sabor a muerte. Los niños son más del cielo que de la tierra. Sólo con alma de niño se puede abrir la puerta del cielo. El portal de la vida eterna se abre con manos y corazón de niño. Ese niño que dirigía nuestras vidas en los años que se fueron, no puede morir con el tiempo. Sólo está dormido dentro de nosotros. En medio de las luchas de cada día, en me- dio del cansancio y fracasos del camino, siempre vibra en el alma alguna nostalgia por lo bueno, lo hermoso, lo que realmente vale. Es el niño o la niña que aún vive dentro de nosotros, y que trata de despertar cada día. Hora tras hora, ese niño me pide que regrese a los días de ayer, días carga- dos de paz y felicidad. Ese niño me pide que regrese, que vuelva a ser el que fui antes, que dé marcha atrás a esta loca metamorfosis que se ha operado en mí, que vuelva a mis mejores días de bondad y de sencillez. Pero ya sólo quedan gritos en el alma y un poco de pasión por todo lo que es sano y hermoso. Ese niño que fui yo, ese niño que fuimos todos, quedó tan lejos y olvidado que parece que ya murió,
  • 49. 48 pero está vivo. Sería un gran regalo de la vida el poder des- pertarlo, regresar a lo que fui ayer, a lo que soñé ayer, para llenar los contenidos de hoy con la sencillez y la dulzura de ayer. Hay que regresar a ese niño y despertar en mí todo el encanto de la humanidad que palpita dentro de mis sueños, de mi fe y de mi esperaza. Intento reconstruir al hombre cansado y nervioso que vive en mí, escudriñar en mi pobre historia, ya maltrecha, para recuperar lo que yo era. Al contemplar a tantos niños y niñas que corren y juegan felices, sin complicarse mucho la vida y sin los temores de los mayores, siento nostalgia de ese ayer que se marchó, y trato de volver a ser niño. Si hombres y mujeres de hoy, un poco cansados y mal- tratados por la furia del camino, logramos retomar ese niño que pasó, esa visión sencilla de la vida y de las cosas, el mundo volvería a ser hermoso, y recuperaría el encanto que tenía a nuestros ojos de niño. Pero no se trata de que cam- bie uno, o dos, o diez , o cincuenta. Es toda una sociedad que debe cambiar su visión y su interés sobre el mundo. Muchos dicen: cambia tú, y el mundo cambiará. Eso no es tan sencillo, pues nadie camina solo. Si tú cambias y los demás no cambian, en poco tiempo te verás forzado a entrar de nuevo en tu caracol, o en tu escondite de respiro. Quien camina solo, se cansa, y la comitiva es muy grande para empujarla. Los niños de ayer que duermen en los mayores de hoy de- ben despertar en forma de multitud, pues si despiertan muy pocos, nadie escuchará sus gritos. Sólo los niños escuchan a los niños, y sólo los niños se interesan por los gritos de los demás. En el corazón y en las mentes de los mayores hay demasiado ruido, y se hace muy difícil el escuchar los gritos de “auxilio” de los que caminan con nosotros. Esta
  • 50. 49 vida nos transforma en hombres y mujeres egoístas. El re- torno a la vida del niño que fuimos ayer, cambiará nuestra visión de la vida, y saneará nuestra desesperada búsqueda de la felicidad, que bloquea nuestra capacidad de servicio y nuestro interés por los demás. “Despierta, pueblo mío, despertad cítara y arpa, despertaré a la aurora” dice un salmo. Son las canciones de ayer y de hoy que buscan recu- perar la vida hermosa que ya se fue. Si aceptamos que el niño que fuimos un día, vive hoy dentro de nosotros, debemos estar dispuestos a pagar el precio necesario por el retorno al amor primero, a la gracia primera, a la sencillez primera. Con esa fe en nosotros y en el pasado, brillará la aurora de la gratuidad de Dios y la gratuidad del hombre, y amanecerá un nuevo día, cargado de luz y de alegría profunda. Las mentiras de los hombres desaparecerán, el fariseísmo y los pasos falsos cambiarán. El deseo del bien será como un volcán que calentará todos los corazones, y la dicha co- rrerá por ciudades y campos como brisa fresca que viene de las montañas. Serán días de amor y aventuras felices, pasos de ángeles por la tierra. No todo el mundo puede cambiar al mismo tiempo. La gran dicha de los que cambien producirá un contagio exis- tencial, y la nueva vida se esparcirá como fuego en caña- veral. Lloverán las bendiciones del cielo y tendremos un cielo nuevo y una tierra nueva. Al pasar el portal de los niños y contagiarnos con su estilo y su alegría, brotará en el corazón de todos, un cántico de esperanza, porque Dios está con nosotros, y la verdadera vida ha vuelto a brillar. Si renunciamos al mundo que nos contagia y pasamos el portal de los niños, borraremos las sombras y los signos de muerte que hay en nuestra ruta. Caminemos en la luz y en
  • 51. 50 la verdad que Dios puso en nosotros, y nuestro mundo se volverá un paraíso tan hermoso que los ángeles querrán venir a hacernos compañía. Dios espera nuestra decisión, pues la llave para pasar el portal de los niños está en nues- tras manos. Si imitamos un poco la vida de los niños, la paz dará su campanada universal, y caminaremos como hom- bres y mujeres que saborean la vida de resucitados.
  • 52. Visita de un ángel 51 1-Era una mañana muy fría de invierno, cruzó mi ventana un rayo de sol. Mágico presagio de un día hermoso, cargado de vida, cargado de amor. 2-Me asomé despacio a aquella ventana, un niño corría, jugando en la luz. Parecía un lirio de montaña santa, una copia viva del Niño Jesús. 3-Era un niño santo con un grande sueño, llenando a sus padres de felicidad. Cantaba y cantaba, cual jilguero errante, dulce mensajero de un hogar en paz. 4-En el cielo azul de aquella familia pasaban las nubes cortando la luz. El niño enfermaba con cierta frecuencia, se iba minando su frágil salud. 5-El niño reía de noche y de día, en su rostro hermoso se grabó la paz. Ángeles cuidaban esa flor silvestre, la querían llevar a la eternidad. 6-Un día aquel niño se quedó en suspenso, se fueron corriendo hacia el hospital. Su corazoncito latía fatigoso, su frágil garganta ya no pudo hablar. 7-Pasaron la noche rezando y llorando, lágrimas corrían en la habitación. Ya nadie comía, nadie descansaba, pidiéndole a Dios pronta curación.
  • 53. 52 8-El niño miraba con sonrisa dulce como aquél que empieza a decir adiós. Y en aquel silencio lleno de suspiros, en manos de un ángel, al cielo voló. 9-La capilla ardiente se llenó de flores el niño dormía en la paz de Dios. La madre miraba su linda criatura, y lloraba tanto, lloraba de amor. 10-Apoyó su brazo en el triste padre, y miró a su niño con profunda fe. Aquel niño santo regresó a la vida, y abriendo sus ojos, se puso de pie. 11-Un temblor divino llenó aquel recinto y con voz de ángel el niño expresó: “Vivir esta vida o volver al cielo” eso debo ahora decidirlo yo. 12-Juntó sus manitas y miró hacia arriba, y con voz de ángel, el niño cantó: “Este mundo bello me ha dado la vida, pero allá en el cielo yo estaré mejor”. 13-La bella cajita quedó suspendida flotando en el aire, bañada de luz. La Virgen María recogió a este niño, pues tenía el encanto del Niño Jesús. 14-Ángeles del cielo llevaron al niño en mágica ofrenda al trono de Dios. No lloren por él, ni lloren por nadie, pues allá en el cielo se vive mejor. “Esta vida no es más que un prepararse para la muerte. Y la mejor preparación es tratar de amar y ser amado”. Película china.
  • 54. 53 Sebastián y Fabiola Dos niños de ocho y seis años que marcan la diferencia. En este cuento, lo real y la fábula se entrecruzan en el campo de la imaginación. Estos dos hermanitos que se apoyan y se quieren con el alma, con unos abuelos que los adoran, son toneladas de alegría, de sencillez y poseen un carácter excepcional. Sus padres está divorciados y cada uno tiene una nueva pareja, pero estos dos nenes sueñan con que sus padres se vuelvan a unir algún día. La alegría de estos niños va siempre en aumento, y parece que la tormenta vivida en la separación de sus padres, casi no se nota. La custodia la tiene la mamá, la sra. Catalina. El papá es Alejandro, y sus abuelos son Ángel y Liliana. En las vacaciones y en los fines de semana, una vez van con la mamá, otra vez van con el papá, y otro tiempo lo pasan con los abuelos.
  • 55. 54 La mayor parte del sueldo del papá, lo recibe la mamá para el cuidado de los niños, y éstos tienen una relación muy hermosa con el papá. El hecho de tener que vivir separados de él, eso aumenta el amor de los niños hacia su padre, Alejandro. La alegría y la sencillez de esta parejita de her- manos, atenúa el efecto negativo que podría producir el ir girando de casa en casa para pasar su tiempo libre. Con la grandeza de sus almas, en vez de sentirse en un hogar roto, ellos ven más bien, la riqueza de tener tres hogares donde se les trata bien. Así son los niños. Ellos no guardan el re- sentimiento propio de los mayores. Hay que hacer notar que esta tranquilidad de los niños se debe a lo bien que los tratan y lo bien que ellos se sienten en la casa de los abuelos, Angel y Liliana, padres de Alejan- dro. Son niños muy inteligentes y buenos conversadores. Pueden mantener una conversación con personas mayores, aun con temas propios de los mayores. Una de las activi- dades que desarrollan cuando están con los abuelos es “el talent show”. Sebastián es el coordinador y el empresario, y Fabiola es la artista, cantante y bailarina. En la sala de la casa se monta fácilmente un escenario: El abuelo, la abue- la, y la visita son el público. Ellos toman una escoba o un instrumento cualquiera de micrófono, y en seguida se abre el telón. Son dos criaturitas tremendamente creativos. Lo único que necesitan es un ambiente acogedor y que se les escuche. La niña se está iniciando en la escuela de ballet y el niño aprende clarinete en una banda musical. La sociedad tie- ne muchos problemas y muchos tranques en la vida de los mayores, pero no siempre esto influye muy negativamente en la vida de los niños, pues ellos tienen su propia vida,
  • 56. 55 rica y fuerte, y pueden amortiguar los golpes que vienen de arriba, por esa falta de conciencia de los mayores. Lagartito verde y Lagartito chocolate El abuelo, don Angel, cría gallos para peleas, y los niños se entretienen ayudando al abuelo. Mientras trabajaban con el abuelo en las jaulas de los gallos, atraparon dos lagarti- tos, les prepararon una jaulita y casi los han domesticado. De ordinario, la jaulita la tienen en su casa, la casa de la mamá Catalina. Pero cuando van a pasar un par de días con los abuelos, la llevan con ellos para alimentarlos con pedacitos de pan, granitos molidos y algunas moscas. Los lagartitos ya están grandes y muy bellos, y tratan de salir de la jaula. Así transcurre la rica vida de Fabiola y Sebastián, entre viajes de casa en casa, estudios en las escuelas, aten- ción a sus animalitos e inventando “talent show”. El once de Noviembre del 2011, mientras Fabiola daba de comer a los lagartitos, la abuela Liliana la llamó, y ella corrió donde la abuela, y dejó la jaula abierta. Los dos animalitos vieron el cielo abierto. Se escaparon, cruzaron la pared del cementerio contiguo a la casa, y se interna- ron en la pradera. Por el camino atrapaban maripositas
  • 57. 56 Lagartito verde y lagartito chocolate siguieron su aventu- ra encantada. Fueron a parar a un gallinero y allí se formó un terrible escándalo. Las gallinas, de ordinario, persiguen y picotean a los lagartos, y les dieron tremenda carrera. Cuando estaban para darle alcance, los lagartitos hicieron la señal de la cruz, pues simplemente iban a morir. Pero cuando los días no están contados, algo sucede y uno se libera. En lo más dura de la carrera y del ruido, atravesó el gallinero una serpiente verde, bastante grande. A penas las gallinas la vieron, volaron como locas, y los lagartos se me- tieron por dos rendijas de la pared, y se escondieron entre las hojas. Ahí respiraron un largo rato y se les pasó el susto. Siguieron andando muy felices, y se detuvieron en un te- rreno movedizo, donde se revolcaron un rato. Jugaban, se mordían y se tiraban de la cola. Disfrutaban de su libertad. Había un árbol de enormes frutas y una fruta cayó y hundió el terreno junto con los animalitos. Mientras tanto allá en la casa, los dos niños tenían un altar dedicado al Niño Jesús. Un día le tocaba la oración a Fa- biola y otro día a Sebastián. A veces se juntaban a rezar en el patio, mirando al sol, al mar o a las montañas. Soñaban y mosquitos para alimentarse. Por las noches descansaban bajo algún cobertizo, y a la mañana siguiente, continuaban con su aventura. Mientras tanto, Sebastián y Fabiola esta- ban casi al romper relaciones, pues Sebastián no aguantaba que Fabiola hubiera dejado escapar a sus amiguitos.Alguna que otra vez, Fabiola se asomaba a la jaula, miraba dentro, y se le salía un par de lágrimas. Pero los niños pasan de una actividad a otra con mucha facilidad. Los estudios, los via- jes, y algún que otro juguete les ayudaban a olvidar y seguir adelante. En la mente de los dos niños seguía vibrando el fuerte deseo de ver a sus padres juntos otra vez.
  • 58. 57 con el reencuentro de sus padres, a quienes aman locamen- te. La oración en común era siempre la misma: Papá Dios, que papi y mami vuelvan a estar juntos. Que no peleen más, queremos ver a toda la familia unida, los queremos a todos. Dios te salve, María, etc. Hablaban con los tíos, con los abuelos, buscando ayuda para su plan. Cuando Alejandro y Catalina formaron nuevas parejas, dándoles a los niños padrastro, y madrastra, los dos niños sufrieron mucho, pero no dejaron de esperar en que algo pasaría para que sus pa- dres quedaran libres y se volvieran a unir. Los niños cap- tan ciertas verdades que están ocultas. Las mismas peleas de Alejandro y Catalina era una clara señal de que seguían queriéndose. El hormiguero Mientras los niños rezaban, sus dos lagartitos pasaban trabajo en el campo. Al primer derrumbe siguió otro de- rrumbe, e incluso un tercero, yendo a parar a una profunda explanada de arena que lucía sospechosa. Era un nido de hormigas grandes. Miles de hormigas se abalanzaron sobre ellos y los rodearon. Funcionaban como un ejército. Al ver a los dos lagartos se alegraron mucho, pues sólo tenían allá abajo provisiones de restos de frutas, pero no tenían carne. Los dos animalitos rezaban temblando y se prepararon a una dolorosa muerte a mordidas. Un grupo grande de hormigas soldados recibieron la orden de picarles, inyectándoles un veneno especial para preparar la carne a ser comida con fa- cilidad. Pero sucedió lo contrario. El veneno, al mezclarse con un ingrediente propio de la piel de los lagartos, produjo una reacción y les convirtió la piel en una especie de hoja- lata. Como no murieron, enviaron otro batallón a morder- los, y a cada batallón que mordía se le rompían los dientes
  • 59. 58 por la dureza de la piel. Las hormigas salían dando gritos. Después de unos 17 batallones que picaron, las hormigas se retiraron y lagartito verde y lagartito chocolate pudieron respirar. No sabían lo que había pasado, sólo sabían que estaban vivos. Dos horas más tarde, el efecto de la hojalata se les pasó, y ellos huyeron trepando por las paredes, y a través de una enorme raíz de un árbol que hacía un hueco en la tierra, lograron salir hacia fuera. Un poco más abajo había un arroyito. Bebieron agua, y sobre dos pequeñas pie- dras pasaron la noche a la orilla del río. Los pobres lagartitos no habían salido con mucha suerte, pues durante la noche había llovido mucho en la parte alta de la montaña, el arroyo trajo una pequeña creciente y arras- tró a los pobres animalitos, llevándolos por zonas distintas de la gran llanura. Lagartito verde fue a parar a un establo donde había muchos caballos, y lagartito chocolate a una mata de plátano que el viento había tumbado en una ladera cerca del río. Lagartito verde encontró un caballo tirado en el suelo, y pensando que estaba dormido se subió en la crin del caballo a descansar. Cerca del establo un señor disparó una escopeta, y con el tiro el caballo despertó y echó a co- rrer por el prado.Al pasar cerca de la mata de plátano donde estaba lagartito chocolate, el caballo sacudió su cabeza y lagartito verde salió despedido y cayó en la hoja de plátano, donde precisamente estaba lagartito chocolate, que a penas podía valerse por el arrastre del río. Qué alegría encontrar- se de nuevo. Estaban muy cansados. Se quedaron dormidos en la hoja de plátano, y esa mata tenía un gran racimo. Los animalitos dormían y allá en la ciudad continua- ba el proyecto de Fabiola y Sebastián. La oración ante el niño Jesús se hizo tan intensa que, cuando rezaban por la
  • 60. 59 unidad de sus padres, terminaban llorando. Y ante las lágri- mas de esos niños, el Niño Jesús los escuchó y los bendijo. Catalina empezó a tener problema con su pareja Fidelio, y Filomena, la compañera de Alejandro, se enfermó grave- mente. Las dos parejas estaban perdiendo estabilidad y los niños se dieron cuenta, y empezaron a tener esperanza. Antes del amanecer, alguien fue y cortó el racimo de plá- tano, y lo colocó en una camioneta, y cortó algunas hojas para cubrirlo. En las hojas de plátano viajaron los lagarti- tos. El racimo iba para la ofrenda de una Misa de boda en la próxima iglesia. Al llegar, bajaron el racimo y los lagartitos huyeron y se subieron hasta el campanario para observar el paisaje. Comenzó la Misa y los novios hicieron su entrada solemne. Pero esa pareja tenía enemigos, y los lagartitos encontraron en el campanario a dos malhechores que esta- ban atando unos cables para dinamitar la iglesia con todos los presentes. Los novios pensaban en su luna de miel, y la gente cantaba llena de felicidad sin saber lo que les espe- raba. Cuando los malhechores iban a atar los dos últimos cables, sobrevino un terrible temblor de tierra. Los dos terroristas dejaron todo como estaba y se lanza- ron escalera abajo y huyeron, pensando que se trataba de un castigo de Dios por lo que estaban haciendo. Pero el destino tiene sus momentos malos. Lagartito chocolate dio un salto y cayó sobre uno de los cables, el cual se inclinó e hizo contacto. Lo demás ya se lo imaginan. Se detonaron como cinco paquetes de dinamita. La novia salió despedida y entró en el carro sin abrir la puerta. El novio cayó encima del órgano en el coro, y el sacerdote quedó enganchado con todo y altar en la antena de Direct TV que estaba encima del techo de la iglesia. Desastre completo. Pero los lagartitos
  • 61. 60 no sabían lo que habían hecho, y por lo tanto, no podían ser juzgado culpables. Los dos lagartitos volaron por el aire y fueron a parar a las nubes. Las nubes estaban muy negras, y en diez minutos empezó a llover y las nubes a deshacerse. Los dos animalitos se abrazaron con sus patitas, y junto con los hilos de agua, bajaban en caída rápida hacia una muerte segura. Lagartito verde cerró los ojos para no ver la tragedia, y lagartito chocolate dejó un ojo abierto para ver qué pasaba. Mientras ellos caían, un hombre estaba con un pico, cavando un hoyo en el patio de su casa. Dio un fuerte picazo y rompió un tubo de alta presión de agua. Se elevó un enorme chorro hacia el aire. Los dos lagartitos cayeron en la flor del agua, el hombre fue y cerró la llave de paso, y el chorro de agua fue bajando y los dos animalitos bajaron hasta el suelo en un paracaídas de burbujas de agua. Los dos lagartitos dieron las gracias y huyeron a esconderse. La victoria del bien Dios hace sus cosas bien, y resuelve sin dañar a nadie. Fi- delio se dio cuenta que los niños amaban mucho a Catalina, y también a su padre Alejandro. Alejandro y Catalina eran dos personas muy jóvenes, y todavía era tiempo de rehacer la vida de los dos y darle mejor sentido a la vida de los niños. Esos niños eran demasiado importantes, tenían una personalidad muy rica y se merecían un hogar más tranqui- lo donde pudieran crecer en edad y en sabiduría. Fidelio invitó a Catalina con los niños a un día de playa. Era un precioso día de sol y arena caliente. Los niños jugaban en el agua y se divertían como locos. Fidelio y Catalina se sen- taron sobre una gran piedra que había en la playa. En silen- cio, observaban el vuelo de las gaviotas que hacían piruetas sobre el agua, y Fidelio comentó: Esas aves son hermosas
  • 62. 61 y libres. Adornan el mar y alegran nuestra contemplación. Ellas son libres, nosotros no somos totalmente libres. Yo puedo estar contigo y tú puedes estar conmigo, pero los niños tienen problema. Ellos iniciaron su vida contigo y con Alejandro, y no la pudieron terminar. Es mejor que los niños estén solos contigo, pues yo puedo darles cosas, pero podría ser un estorbo a su personalidad. A Catalina se le aguaron los ojos, pues comprendía lo que sucedía, y sabía que ésa era la verdad. Los niños observaban la escena a dis- tancia, pero no sabían lo que pasaba. La alegría de los niños era como una oración que se abría a la inmensidad del mar, atravesaba las nubes y llegaba al trono de Dios. Terminaron de pasar un día feliz y regresaron a casa. Durante la noche, Fidelio recogió sus cosas y se fue sin decir adiós, pues los niños ya le tenían mucho cariño. Fue una noche triste, pero a la mañana siguiente, Catalina y los niños sabían que la vida continúa, y quedaba una ventana abierta para el reencuentro con Alejandro. En casa de Alejandro se empezó a desarrollar una histo- ria diferente. Filomena, la nueva compañera de Alejandro, empezó a sentir fuertes dolores en su cuerpo. La llevaron al hospital y el médico decidió internarla. Parecía que se for- maba un cáncer en el estómago. Después de quince días de internamiento, su familia decidió llevársela a Estados Uni- dos, y continuar el tratamiento allá. Al ver las cosas como estaban, antes de partir, Alejandro y Filomena decidieron separarse y que cada uno continuara su historia por su lado. Se dieron un beso de despedida, sabiendo que es mucho mejor terminar en paz que terminar en peleas. Se abre así otra ventana, y la unidad se ve venir. El milagro está en marcha. Los niños intensificaron su oración ante el altar
  • 63. 62 del Niño Jesús, y hasta en el tiempo de juegos, tomaban algún intervalo, juntaban sus manos para seguir orando por la unidad familiar. Mientras las cosas se van arreglando, el sr. Ángel, el muy querido abuelo paterno, enfermó gravemente. Lo interna- ron en el hospital y toda la familia se encontró junto a su cama. Era una primera oportunidad: ¡Todos juntos! Era un momento triste, pues el abuelo estaba enfermo, pero era un momento especial, pues así se empezaba la unidad. Una semana después, el abuelo salía del hospital y era conduci- do directamente a la recepción del reencuentro de la pareja junto a sus hijos, Sebastián y Fabiola. Los niños y todos los demás estaban muy felices. El altar del Niño Jesús tenía flores, muchas flores, y los niños bailaban en un solo pie, dando gracias, locos de alegría.
  • 64. 63 Feliz retorno La familia se reorganizaba poco a poco. Las heridas tar- daban en curar, pero curaban. La alegría de los niños hacía olvidar los malos recuerdos del divorcio. Con la familia en paz, las noches eran más alegres, y los amaneceres más be- llos. En un rincón de la casa estaba la pequeña jaula de los lagartitos. Fabiola soñaba con que algún día pudieran regresar. A los lagartitos les hacía falta la merienda que Se- bastián les preparaba las tardes de verano. Allá en el bosque, los animalitos viajaban de árbol en ár- bol, y sin saberlo, se venían acercando al cementerio. Lle- garon a un caudaloso río, en cuya orilla había una barca. Los lagartitos se acostaron a descansar debajo de una tabla de la barca. Llegó el barquero, encendió el motor de la bar- ca y navegó río arriba hasta una floristería. Los lagartitos entraron a esconderse en un lindo arreglo floral. El arreglo fue llevado en una camioneta a una tumba del cementerio. Cuando esos animalitos vieron que esa tumba era parte del cementerio que quedaba detrás de la casa de los abuelos, saltaron de alegría. Corrieron hacia la verja del ce- menterio, y entraron a la casa por las jaulas de los gallos. Se produjo un gran alboroto, pues los gallos querían comerse a los lagartitos. El abuelo salió a ver qué pasaba y se encontró con la sorpresa de que ahí estaban los dos amiguitos de sus nietos. El abuelo les puso agua y comida, y llamó a Sebas- tián y a Fabiola para que vinieran a buscarlos. Los niños gritaban de alegría. La abuela Liliana le tiene pánico a los lagartos, pero como estos no son muy grandes, y además son amigos de sus nietos, ella no les da mucha importan- cia. El Niño Jesús les había reunido a sus padres y ahora les regresaba a sus amiguitos, lagartito verde y lagartito
  • 65. 64 chocolate. Y como terminan siempre los cuentos, todos vi- vieron muy felices: La familia, los abuelos, los lagartitos y los gallos. Si los padres escucharan a los niños y estuvieran más cer- ca de ellos, si captaran los sentimientos de sus hijos, nunca llegarían a separarse, ni a divorciarse. Cuando el amor de los padres se cansa o se debilita, los niños tienen el poder de reactivarlo. Después que el niño o la niña nace, los esposos no se miran directamente a sí mismos, sino que los dos mi- ran al niño, y es en el niño donde sus ojos se llenan de luz para seguir amándose.
  • 66. 65 Secretos de la vida La vida tiene sus secretos y sus sorpresas. A veces la fa- milia se saca el premio con unos hijos que son pedacitos de pan, y otras veces tienen que coger lucha para lograr algún éxito. Hay niños, a quienes la tormenta social les pasa por encima y no los toca, y hay otros niños que van creciendo muy maltratados por los momentos difíciles que les han to- cado vivir. Para muchos niños, el padre muere, la madre se junta con otro y el niño va a parar donde la abuela, que también está sola, y ella hace lo que puede. A veces el cielo nos manda sol, y a veces nos manda lluvia. El sol y la lluvia son buenos para la cosecha, pero el problema está cuan- do vienen alrevés: Cuando se necesita sol, viene lluvia; y cuando se necesita lluvia, viene el sol. Somos artífices de nuestra historia, pero hay muchos rasgos en la vida que tienen razones tan escondidas que parece que funcionan al azar. Somos hombres y mujeres de fe y creemos en la providencia divina. Creemos que en el corazón de Dios todos somos bien cuidados. Pero la
  • 67. 66 providencia no llega hasta noso- tros en el estilo nuestro, sino en el estilo de Dios, y cuando tocamos el umbral del misterio, estamos bastante perdidos. ¿Por qué nace un niño muy rico y otro muy pobre? No tenemos la respuesta. Simplemente suce- de así. Un niño nace con buena inteligencia y mucho apoyo. Otro nace con poca inteligencia y poco apoyo. Caminamos de sorpresa en sorpresa y de batalla en bata- lla. Esa es la gran lucha de la vida. Manejamos datos que dependen de nosotros y datos que no están bajo nuestro control. Hay niños que pasan trabajo en la vida, pero suavizan su situación y llegan a ser personalidades normales. Hay niños que tie- nen paz en su hogar y todo lo necesario para vivir, y llegan a ser verdaderos problemas. Esos son los secretos de la vida. No todos los hogares tienen la suerte de tener a un Sebastián o a una Fabiola, con la riqueza de alma y la creatividad de esos niños. No todos tienen la dicha de tener a una Katiani, tan tran- quila y serena. La gran mayoría de los niños
  • 68. 67 son tremenda fuente de alegría y felicidad para sus fami- lias, pero hay también “secretos de la vida” en que apare- cen figuras difíciles para sus padres, y para esos niños hay que comprometerse un poco más que para el común de los niños. Comprometerse un poco más significa que la cuo- ta de sacrificio que hay que ofrecer para que sepan desen- volverse en la vida es un poco mayor. A veces las cosas suceden alrevés: mientras el niño es más bueno y dócil, la familia se sacrifica más, y cuando es un niño problemáti- co y de carácter difícil, puede ser que hasta lo abandonen, pues muchos le huyen. Esos también son secretos de la vida que no deberían pasar, pero pasan. Hay niños que nacen incapacitados y se pasan treinta y hasta cuarenta años postrados en camas, en sillas o tirados por el suelo, limitando la acción de sus padres. Algunos padres viven felices con esa situación, y yo soy testigo de eso. Otros piensan que la vida les ha traído un gran peso, y sufren. También estos son secretos de la vida, de la natura- leza humana y de la fe y el amor que se tiene para servir en nombre de Dios. Toda la sociedad ha sido siempre bien sensible a los ni- ños, sobre todo a los más débiles y necesitados de apoyo. Lo que pasa es que la sociedad se ha complicado mucho
  • 69. 68 y actualmente adolece de una tremenda avaricia económi- ca y una infeliz competencia en el poseer y disfrutar de la vida. Debido a esto, muchos no tienen reparo en atropellar a los más débiles, con tal de lograr su propósito. Se toma en cuenta los derechos de los niños, pero la pasión por lo material es demasiado grande, y el vicio hace del hombre un pobre enfermo. Hasta aparecen algunos padres y madres que no pueden gastar mucho en sus hijos, pues ellos no se van a quedar sin nada. Son posturas inconcebibles, pues el padre está en el hijo y el hijo en el padre. Lo que sufre uno lo sufre el otro, y el éxito de uno es el éxito de todos. Es una sociedad segmentada en mosaicos individuales, y va- mos a la ruina. Todos unidos somos una fuerza, pero cada mosaico solo, se resquebraja fácilmente. Esa es la razón de la ruptura en los matrimonios: funcionan como dos seres independientes, y cualquier cosa los desbarata. Para favorecer la felicidad de los niños, la sociedad debe pagar una alta cuota de sacrificio y de generosidad, y hay muchos que no están dispuestos a aportar tanto. Esa es la razón de muchos niños abandonados y de niños abusados. La Biblia es todo un cántico de la protección de Dios sobre el débil, o el pobre, pero eso es más para la otra vida y no siempre para la vida presente, donde todavía reina la injus- ticia y la mentira. Con la cruz de Nuestro Señor Jesucristo se ha comprendido que el sufrimiento es campo de puri- ficación personal o comunitaria, y el sufrimiento no está para ser quitado, sino para ser ofrecido. En algún momento Dios quita el sufrimiento como signo de su presencia, que venció al dolor, venció al pecado y venció a la muerte. Pero toda purificación pasa por la cruz y se vuelve ofrenda. Es la ofrenda la que cura, no el dolor.
  • 70. 69 Hay muchos niños que son hijos únicos, que viven solos, que se divierten solos, pues no les queda otro remedio. Los niños son débiles, frágiles y se sienten inseguros. Gustan de la compañía de alguien, la compañía del grupo. Les gus- ta caminar juntos, sentirse cercanos. Los niños pequeños gustan más de ir a la escuela que los grandes. La compañía de los demás es para ellos una fiesta. En los mayores, la cercanía es fuente de felicidad, y en los niños, mucho más. De ordinario, hasta los diez o doce años, las niñas se jun- tan con los niñas, y los niños con los niños. Esto se debe más bien a una fuerte influencia de educación y formación social. Lo propio de los niños es correr, jugar, explorar, y estar juntos, no importa el sexo o condición económica. Nosotros, pensando en la vida de los mayores, para que el niño se forme “varón”, y la niña sea “femenina”, los se- paramos y controlamos demasiado. No hay que extrañarse de que algunas o algunos de los niños, a muy corta edad, Amigos cercanos Isabela
  • 71. 70 empiecen una búsqueda, un poco malsana, del otro sexo. Necesitan romper la distancia que hemos creado y lo ha- cen mal. Como sea, esto es así, y no es fácil que cambie. Lo importante es que los niños gustan de la cercanía, se ayudan unos a otros, se necesitan y se quieren mucho más de cuanto nos queremos los mayores. Dios es comunidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y los cristianos nos salvamos como comunidad de fe, como pue- blo salvado, sin ninguna competencia de santidad. Cuando dos o tres familias se encuentran, los mayores se relacionan muy lentamente: el saludo, el protocolo, las preguntas para conocer nombres y trabajos. Es como si se estuviera tocan- do algún aspecto del misterio. Con los niños, es distinto. En diez minutos ya están todos jugando en el patio, sin pre- ocupación de cómo se llaman, qué hacen o dónde viven. Nuestra vida se hace pesada por tanta prudencia y cuidado. Los niños vuelan como las aves y nadan como los peces.
  • 72. 71 Los niños, con su expontaneidad tienen muchos peligros, pero su vida es hermosa, algo natural. Los mayores recar- gamos nuestras relaciones con mucho miedo, pues estamos encerrados en nuestros caracoles de refugio, y tenemos miedo de asomar la cabeza para ver lo que pasa fuera. Si las flores fueran como nosotros, le tendrían miedo al sol, al viento o a la lluvia, tendríamos un mundo de cadillos y troncos secos, sin la mágica alegría de un ramillete de flo- res. Los niños nos dan lecciones supremas de unidad, de amor y de cercanía. Estando juntos se sienten felices.
  • 73. 72 Revivir al niño La historia del niño o la niña que ya quedó en el pasado de los mayores, es una poderosa realidad inscrita en el mismo ser de cada hombre o mujer que vibra en el escenario del mundo. Ese niño o niña no está muerto, simplemente duer- me en el corazón del adulto, sólo hay que despertarlo o más bien, revivirlo. Darle vida al niño que llevamos dentro es volver a soñar como sueñan los niños, es volver a tener interés por lo que es sencillo, humilde o alegre. No es volver a usar juguetes de niños, es revivir los sentimientos sanos que dejamos en el pasado. Con hondo pesar tenemos que admitir, que unos mayores que ya han saboreado un buen arroz, un buen chicharrón y un par de cervezas, no tienen mucho deseo de volver a la niñez, aunque eso signifique verdadera salud para nuestro mundo. Todos sabemos que llevar la sociedad a abrir el portal
  • 74. 73 de los niños, tratando de reconfigurar el mundo y logrando que los niños lo dirijan, es algo un poco más que imposi- ble. La bondad de los niños no podrá fácilmente dominar la agresividad de los mayores, pues el mundo ya está hecho así, y la humanidad se siente cómoda como está. Atravesa- mos un gran bosque, nadie vislumbra la gran ciudad, cada uno come del árbol que tiene al lado y bebe del arroyito que encuentra, y no añoramos otro tipo de vida. La vida que llevamos no es vida, es agonía, pero a esa agonía le encontramos sabor. Ya tenemos comida y bebida, el bosque luce apetecible y con eso nos conformamos. Sólo un cataclismo univer- sal podría desbaratar esta loca y competitiva vida humana. Pensando que no hay nada más que lo experimentado cada día, nadie quiere aventurarse a abrir portales que se alejan de las emociones que controlan la vida, y creemos que lo que vamos a lograr podría ser peor que lo que ya se tiene. Los hombres y mujeres que manejamos el mundo, ya pa- samos por la vida hermosa de niño o niña.Yaunque muchos no recuerdan esa preciosa vida, esos niños y niñas duermen todavía en nuestro interior. Dar un salto unos años atrás y recuperar o despertar al niño que llevamos dentro es lo poco que se necesita para darle salud al mundo. El mismo Jesús nos advirtió que no conviene poner vino nuevo en odres viejos. Un cuerpo aviejado por la agonía de esta vida y una mente cansada de saborear gustos y más gustos que enveje- cen, no permite un fácil retorno a la vida de los niños. Pa- ladares que han saboreado los licores, las cervezas, el sexo, las cuentas bancarias, el dominio sobre los demás, la menti- ra en negocios y políticas, necesitarían un gran milagro para retornar a la sencillez de un niño. La vida nos hace perma- necer astutos como serpientes, pero recuperar la sencillez
  • 75. 74 de la paloma se nos vuelve un gran abismo. En el mundo de los mayores todo es competencia, en el mundo de los niños todo es juego. Aún así, el hombre posee inteligencia suficiente para hacer de la competencia un jue- go, y hacer de la vida de los niños un ideal perfectamente aprobado y acogido por el mismo Dios. Un presidente no podrá ser un niño, pero si el presidente y su grupo ejecutivo reactivan su pasada niñez y les dan a sus vidas la sencillez y la dulzura de un niño, el país viviría una fabulosa novedad. El obispo y sus sacerdotes no podrán ser niños pequeños, pero si el obispo se conecta a la escuela de los niños, y aprende su sencillez y su delicadeza, el culto a Dios llega- ría a ser perfecto, y el mundo progresaría más rápido en el camino del Evangelio. El poquito de salud que el mundo tiene se debe a que la vida de los adultos no es un completo fracaso. Hay mu- chos niños en nuestras familias que son muy queridos, y a través de ese amor catalizan la vida de su familia, la de la escuela y hasta la de algunos vecinos. Pero lo más hermoso que podemos contemplar en este tema es que, además de haber muchos niños dulces y santos, hay también muchos mayores que han seguido siendo verdaderos niños y niñas, aunque sus cuerpos hayan madurado. Hombres y mujeres Hermanas carmelitas invitadas por Jesús a vivir en la sencillez de los niños.
  • 76. 75 cuyo trato es sencillo y sereno, y sus almas reflejan una dulzura tal, que sus palabras ayudan al descanso del espí- ritu. Muchos de ellos son religiosas, sacerdotes, personas consagradas y laicos que han sabido inmolar todo resabio humano, y proyectar en sus vidas la sencillez de los lirios del campo y las aves de las montañas. Son personas que evangelizan sin mencionar el Evange- lio, pues trasmiten la alegría interior de su fe y su amor a Jesucristo. Sus pasos van dejando bendiciones tras ellos, y sus palabras son un cántico a la presencia de Dios en el mundo. Pasan por la vida haciendo el bien, y a su paso, todo lo bendicen. Sus pies de pecadores dejan huellas de santos, y dondequiera que pisan brotan flores para el Señor. Anyi Tatica Aridio
  • 77. 76 Esas personas sencillas y humildes que viven así, pueden recuperar fácilmente la vida del niño que vive dentro de ellos, pues ese niño o niña que ya pasó, nunca murió ni se durmió dentro de ellos. La vida ha variado, pero los valores eternos que son parte de los niños, no mueren nunca. Dios se recrea y mora en todos ellos con el mismo gozo con que lo hizo en la Santísima Virgen María. Dios los ha encontra- do sencillos y humildes y se ha vuelto para ellos, un refugio y un descanso espiritual. “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sincilla. Sí, Padre, así te ha pa- recido mejor”. Mateo 11, 25. Carmen Mariana Lisi, Ñungo y Leisi
  • 78. 77 Todos nuestros niños y niñas son la alegría de las familias, la paz del mundo y las flores del jardín de Dios. Todos tienen derecho: 1. Al amor y a la familia. 2. A que se les dé un buen trato. 3. A una educación adecuada. 4. A no ser discriminados. 5. A tener un nombre y una nacionalidad. 6. A gozar de una seguridad social. 7. A disfrutar de alimentación y vivienda, recreo y servicios médicos adecuados. 8. A una atención especial cuando sufren algún impedimento físico, mental o social. 9. A ser los primeros en recibir atención en situaciones de emergencia. 10. A ser educados en la tolerancia frente a las diferencias. Los “Derechos” de los niños y de las niñas
  • 79. 78 Deberes de nuestros niños y niñas Aunque estas ideas aparecen en nuestra literatura como deberes de los niños, más bien son deberes de los mayores, quienes debemos orientar a los niños de acuerdo a estos principios, acompañándolos con el buen ejemplo. 1. Respetar el planeta y ser buen ciudadano. 2. Respetar las leyes de la sociedad, tener buena conducta en la escuela, y buen comportamiento en casa. 3. Aprender a defender los propios derechos y responsabili- zarse con los propios deberes. 4. Obedecer a los padres y maestros y respetar a las perso- nas mayores. 5. Respetar y cuidar el medio ambiente. 6. Respetar a los demás, sin importarle el sexo, naciona- lidad, condición social, religión o impedimentos físicos o mentales. 7. Respetar las opiniones de los demás, aunque no sean iguales a las de uno. 8. Decir siempre la verdad y cumplir lo que uno promete. 9. Respetarme a mí mismo: mi cuerpo, mis pensamientos, mis sentimientos y mi autoestima. 10. Respetar los símbolos patrios de mi país. 11. Hacer de mi país un lugar en el que se pueda vivir con dignidad, y donde todos cooperemos a la paz común.
  • 80. 79 Sabiduría, encanto y gracia de Dios A muy temprana edad, niños y niñas empiezan a saborear su persona, saborear la grandeza y la hermosura de la vida. La sabiduría de los niños es la sabiduría de la Biblia, el sa- bor de lo que es grande, de lo que es santo, de lo que es de Dios. Hablar de sabiduría en ellos, no es hablar de ciencia, Savi Muñoz Jarabacoa R.D.