Un zapatero pobre le pidió a Jesús que reparara sus sandalias rotas. Jesús ofreció pagarle grandes cantidades de oro a cambio de sus piernas, brazos u ojos, pero el zapatero rechazó las ofertas porque el dinero no valdría nada sin poder usar su cuerpo. Jesús le dijo que en realidad era rico porque tenía su salud, y que eso valía más que cualquier cantidad de dinero.