2. Un día en el Instituto nos invitaron -a los que
quisiéramos acudir-, a pintar una pobre construcción
que hacía de colegio y que era el centro de un
poblado de chozas, cuyo nombre no puedo
acordarme, en una zona muy marginal, muy pobre y
muy apartada de nuestras urbanizaciones, aunque, no
muy distante.
3. Voluntariamente, acudió todo el
curso, acompañado de nuestros
hermanos guías, los promotores
de la iniciativa solidaria.
4. Fue un sábado muy
temprano, cuando
montados en nuestras
dos cafeteras de
autobuses; todos tan
contentos, armados con
nuestras respectivas
brochas, para pintar de
alegría y de esperanza,
los rostros de aquella
desconocida gente.
5. Cuando llegamos, vimos como unas
veinte chozas al rededor de una pobre
construcción de cemento que hacía de
colegio y, escuchamos la soledad
escondida, excluida, perdida.
6. Nos pusimos manos a la obra: unos arriba, otros
abajo; unos dentro, otros fuera. Como éramos
como ochenta pintores de brocha grande, la obra
duró tan solo unas tres o cuatro horas.
7. Pero, antes de
terminar, nos
llamaron para que
descansáramos, y
salimos para fuera y
vimos una humilde
señora que nos
invitaba a tomar café.
La señora, con toda la
amabilidad, dulzura,
y agradecimiento, nos
fue sirviendo en unas
tacitas de lata que
íbamos pasando a
otros después de
consumirlo.
8. Nunca olvidaré ese olor y ese
sabor de café, pues quedó
grabado en mi memoria olfativa y
gustativa para siempre.
9. Fue un café
dado con
todo el
amor del
mundo. Me
supo a
humanida,
me supo a
gloria.