La explotación petrolera en Ecuador desde 1964 hasta 1992 por parte de Texaco tuvo graves impactos ambientales y sociales. Texaco perforó 339 pozos y derramó grandes cantidades de petróleo y desechos tóxicos en la Amazonía, contaminando el suelo, el agua y el aire y afectando la salud de las comunidades locales. A pesar de los daños causados, la limpieza y remediación realizadas por Texaco fueron insuficientes.