Pedrito estaba aburrido en su casa sin nadie con quien jugar. Le pidió a su papá una mascota para entretenerse, aunque su papá se negó por el trabajo que requería. Un día, Pedrito vio perros abandonados en la calle y convenció a su papá de adoptar uno para darle un hogar. Trajeron un perro a casa y Pedrito lo llamó Toto, con quien desde entonces nunca más se aburrió.