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Manuel
GARCÍA
MOREN'l'E
Biblioteca de Obras
Maestras del Pensamiento
Lecciones
preliminares
de filosona
Prólogo:
EUGENIO PuCCIAREill y RlSIERI FRONDIZI
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EDITORIAL LOSADA
. . . BUENOS AIRES
12
edición en Biblioteca de Obras
Maestras del Pensamiento: mayo de 2004
© Editorial Losada, S. A.
Moreno 3362,
Buenos Aires, 1938
Distribución:
Capital Fedrral: Vaccaro Sánchez, Moreno 794 - 90
piso
(1091) Buenos Aires, Argentina.
Interior: Distribuidora Bertrán, Av. Vélez Sársfield 1950
(1285) Buenos Aires, Argentina.
Composición de
textos interiores:
Virginia Giannoni
ISBN: 950-03-7817-5
Q!.teda hecho el depósito que marca la ley 11.723
Marca y características gráficas registradas en la
Oficina de Patentes y Marcas de la Nación
Impreso en Argentina
Prinled in Argentina
Prólogo
El esfuerzo sistemático por develar el eterno enigma que
hostiga sin cesar la insaciable curiosidad del hombre, constitu-
ye la filosofla. Ella no se refiere a cuestiones ajenas a la vida y
ante cuya solución, en uno u otro sentido, el hombre pueda
pennanecer indiferente. Es la vida misma, con sus angustias y
sus esperanzas, que aparece comprometida en la pregunta y
arriesgada en la respuesta. Porque los problemas últimos y to-
tales no se limitan a arañar la epidermis: arrastran a nuestro ser
y lo penetran íntimamente. De su solución, claramente deter-
minada o apenas entrevista, depende el curso ulterior de nues-
tra existencia, su felicidad o su desdicha.
No es extraño que el carácter peculiar de la filosofía se refle-
je sobre su enseñanza y suscite dificultades casi insuperables.
Enseñar filosofía no consiste en informar o ilustrar al discípu-
lo acerca de pormenores que fatigan su memoria, sino suscitar
en su ánimo el nacimiento de los problemas y despertar la ne-
cesidad de encontrarles perentoria respuesta; hacer que el enig-
ma hunda su aguijón en la carne del neófito y que éste se sien-
ta arrastrado por la incógnita experimentada como angustia
propia. Por eso, iniciarse en filosofía no es asimilar un saber lo-
grado, sino lanzarse, por propia cuenta y riesgo, a filosofar.
Tarea semejante exige al maestro singulares dotes espiritua-
les: conciencia viva, despierta y a veces dolorosa del enigma,
familiaridad con los problemas, seguridad ante las soluciones,
aptitud para despertar iguales sentimientos en el discípulo. Un
curso de Introducción a la Filosofía ha de ser, por consiguien-
te, una incitación constante a filosofar. Las referencias históri-
cas y los elementos sistemáticos deben subordinarse a ese pro-
pósito fundamental y sobre ellos descansará todo el desarrollo
del curso. No podrá consistir nunca en una enumeración indi-
[ 7 J
ferente de teorías ni en un conjunto de ilustraciones históricas
escogidas al azar; un punto de vista personal, profesado con
sinceridad y transmitido con entusiasmo, ha de conferir uni-
dad al conjunto y despertar interés por el tema.
Esforzándose por adaptarse a estas exigencias y triunfando
de sus dificultades, el curso dictado en 1937 por don Manue!
García Morente en el Departamento de Filosofia y Letras de la
Universidad Nacional de Tucumán y que ahora se publica por
disposición del Señor Rector Dr. Julio Prebisch constituye un
ejemplo feliz. Persuadido de que la filosofia ostenta un marca-
do acento personal, el autor se apresura a presentar su tesis y la
defiende con entusiasmo y elegancia, logrando siempre susci-
tar interés en el ánimo del discípulo.
El eje del curso lo constituyen los problemas metaflsico y
gnoseológico, las cuestiones solidarias del ser y del conocer, en
sus vicisitudes históricas. Desde esta atalaya se divisa todo el
campo de la filosofia y los restantes problemas se rozan con re-
lación a aquéllos. Ingenuo seria exigir que se agotara la proble-
mática en un curso elemental. Iría en detrimento de la claridad
del asunto. Impulsado por las ventajas didácticas que presenta
este punto de vista, el autOr prefiere hacemos asistir al drama
de la filosofla, desgarrada en la polémica entre realistas e idea-
listas, teorías unilaterales cuyo antagonismo irreductible se tra-
ta de superar en la actual filosofla de la vida, en cuyas filas se
enrolan los espíritus más selectos de nuestro tiempo.
Después de breves consideraciones acerca de la filosofla y la
necesidad de practicarla convirtiéndola en una tarea personal,
a fin de llenar con su vivencia el contenido de la palabra que
de otro modo se expone a permanecer vacía, el libro ahonda el
estudio del método en sus contingencias históricas. Un mismo
problema asocia los nombres de Sócrates, Platón y Aristóteles,
en la Antigüedad, a los de Dilthey, Husserl y Scheler, en nues-
tros días. En seguida nos invita a ingresar en la ontología: pre-
senta el problema del ser y se detiene en la solución realista que
ofrecen Parménides. Platón y Aristóteles. Penetra en su compli-
cada estructura, alaba sus excelencias y señala finalmente sus
flancos débiles expuestos a la crítica; nos invita a asistir a su de-
[ 8]
sarrollo histórico, su culminación y su crisis al principio de la
Edad Moderna. Nuevos acontecimientos históricos y podero-
sas razones filosóficas empujan al hombre moderno hacia el
idealismo: de Descartes a Kant asistimos al despliegue de la
nueva filosofia, que la oposición entre racionalistas y empiris-
tas hace más dramático. Se detiene después en el problema del
conocimiento, que la nueva filosofla destaca en el primer pla-
no, y analiza el idealismo en Kant y después de Kant. Los últi-
mos cuatro capítulos¡etoman el problema ontológico desde el
punto de vista sistemático: lo real, 10 ideal y los valores son es-
tudiados a la luz del pensamiento contemporáneo. Cierra elli-
bro un breve e intenso capítulo sobre la ontología de la vida,
que asocia los nombres de Heidegger y Ortega y Gasset, y en
cuyo horizonte el autor cree entrever la superación de la ardua
polémica entre realismo e idealismo.
Pasión elevada por la tesis que defiende, entusiasmo peda-
gógico, sinceridad intelectual advierte e! lector al recorrer las
páginas ,de las Lecciones preliminares de filosofia. Explicables en
parte, por e! carácter personal de la meditación, y, en parte tam-
bién considerable, por tratarse de exposiciones orales, que en la
cuidadosa versión taquigráfica de los señores Guillermo García,
Jorge Temavacio y Carlos Maurin corrigiera el autor. Al ha-
cernos cargo de su edición no hemos querido suprimir aquellas
expresiones que delatan la inicial procedencia de estas leccio-
nes. Preferimos que conserven el sabor y la espontaneidad de
un curso profesado ante la atención respetuosa de los alumnos
de la Universidad de Tucumán. Él fue expuesto a estudiantes de
filosofla, que sentían la necesidad de ser guiados por manos ex-
perimentadas a través del intrincado laberinto de la problemá-
tica filosófica y a ellos se dirige ahora, con la esperanza de en-
contrar la misma acogida cordial que mereció en su tiempo.
EUGENIO PUCClAREUl
RrSIERl FRONDIZI
Universidad Nacional de Tucumán, Octubre de 1938.
[ 9]
LECCIÓN 1
El conjunto de la filosofia
[La filosoBa y su vivencia. Definiciones filosóficas y viven-
cias filosóficas. Sentido de la voz filosoBa. La filosoBa antigua.
La filosoBa en la Edad Media. La filosofia en la Edad Moder-
na. Las disciplinas filosóficas. Las ciencias y la filosofla. Las
partes de la filosoBa.]
Lafilosofíay su vivencia
Vamos a iniciar el curso de introducción a la filosofía plan-
teando e intentando resolver algunas de las cuestiones princi-
pales de esta disciplina. Ustedes vienen a estas aulas y yo a ellas
también, para hacer juntos algo. ¿O!Ié es lo que vamos a hacer
juntos? Lo dice el tema: vamos a hacer filosofía.
La filosofia es, por de pronto, algo que el hombre hace, que
el hombre ha hecho. Lo primero que debemos intentar, pues,
es definir ese "hacer" que llamamos filosofía. Deberemos por
lo menos dar un concepto general de la filosofla, y quizá fue-
se la incumbencia de esta lección primera la de explicar y ex-
poner qué es la filosofía. Pero esto es imposible. Es absoluta-
mente imposible decir de antemano qué es filosofla. No se
puede definir la filosofia antes de hacerla; como no se puede
definir en general ninguna ciencia, ni ninguna disciplina, antes
de entrar directamente en el trabajo de hacerla.
Una ciencia, una disciplina, un "hacer" humano cualquie-
ra, recibe su concepto claro, su noción precisa, cuando ya el
hombre ha dominado ese hacer. Sólo sabrán ustedes qué es fi-
losofía cuando sean realmente filósofos. Por consiguiente, no
[ 11 1
puedo decirles qué es filosofia. FilosofIa es lo que vamos a ha-
cer ahora juntos, durante este curso en la Universidad de Tu-
cumán.
¿Q!lé quiere esto decir? Esto quiere decir que la filosofIa,
más que ninguna otra disciplina, necesita ser vivida. Necesita-
mos tener de ella una "vivencia". La palabra vivencia ha sido
introducida en el vocabulario español por escritores de la &_
vista de Occidente, como traducción de la palabra alemana "Er-
lebnis". Vivencia significa lo que tenemos realmente en nues-
tro ser psíquico; lo que real y verdaderamente estamos sintien-
do, teniendo, en la plenitud de la palabra "tener".
Vaya dar un ejemplo para que comprendan bien qué es la
"vivencia". El ejemplo no es mío, es de Bergson.
Una persona puede estudiar minuciosamente el plano de
París; estudiarlo muy bien; notar uno por uno los diferentes
nombres de las calles; estudiar sus direcciones; luego puede es-
tudiar los monumentos que hay en cada calle; puede estudiar
los planos de esos monumentos; puede repasar las series de las
fotografias del Museo del Louvre, una por una. Después de ha-
ber estudiado el plano y los monumentos, puede este hombre
procurarse una visión de las perspectivas de París, mediante
una serie de fotografias tomadas de múltiples puntos de vista.
Puede llegar de esa manera a tener una idea regularmente cla-
ra, muy clara, clarísima, detalladísima de París.
Esta idea podrá ir perfeccionándose cada vez más, confor-
me los estudios de este hombre sean cada vez más minuciosos;
pero siempre será una mera idea. En cambio, veinte minutos
de paseo a pie por París, son una vivencia.
Entre veinte minutos de paseo a pie por una calle de París
y la más larga y minuciosa colección de fotograBas, hay un
abismo. La una es una mera idea, una representación, un con-
cepto, una elaboración intelectual; mientras que la otra es po-
nerse uno realmente en presencia del objeto, esto es: vivirlo, vi-
vir con él; tenerlo propia y realmente en la vida; no el concep-
to que 10 substituya; no la fotografía que 10 substituya; no el
plano, no el esquema, que lo substituya, sino él mismo. Pues,
10 que nosotros vamos a hacer es vivir la filosofia.
[ 12 [
Para vivirla es indispensable entrar en ella como se entra en
una selva; entrar en ella a explorarla.
En esta primera exploración, evidentemente no viviremos la
totalidad de ese territorio que se llama filosofía. Pasearemos
por algunas de sus avenidas; entraremos en algunos de sus cla-
ros y de sus bosques; viviremos realmente algunas de sus cues-
tiones, pero otras ni siquiera sabremos que existen quizá. Po-
dremos de esas otras o de la totalidad del territorio filosófico,
tener alguna idea, algún esquema, como cuando preparamos
algún viaje tenemos de antemano una idea o un esquema le-
yendo el Baedeker previamente. Pero vivir, vivir la realidad fi-
losófica, es algo que no podremos hacer más que en un cierto
número de cuestiones y desde ciertos puntos de vista.
Cuando pasen años y sean ustedes viajeros del continente
filosófico, más avezados y más viejos, sus vivencias filosóficas
serán más abundantes, y entonces podrán ustedes tener una
idea cada vez más clara, una definición o concepto cada vez
más claro, de la filosoRa.
De vez en cuando, en estos viajes nuestros, en esta peregri-
nación nuestra por el territorio de la filosofía, podremos dete-
nemos y hacer balance, hacer recuento de conjunto de las ex-
periencias, de las vivencias que hayamos tenido; y entonces po-
dremos formular alguna definición general de la filosofía, ba-
sada en esas auténticas vivencias que hayamos tenido hasta en-
tonces.
Esa definición entonces tendrá sentido, estará llena de sen-
tido, porque habrá dentro de ella vivencias personales nuestras.
En cambio una definición que se dé de la filosofía, antes de ha-
berla vivido, no puede tener sentido, resultará ininteligible. Pa-
recerá acaso inteligible en sus términos; estará compuesta de
palabras que ofrecen un sentido; pero ese sentido no estará lle-
no de la vivencia real. No tendrá para nosotros esas resonan-
cias largas de algo que hemos estado mucho tiempo viviendo
y meditando.
[ 13 1
Difinicionesfilosóficas y vivenciasfilosóficas
Así, por ejemplo, es posible reducir los sistemas filosóficos
de algunos grandes filósofos, a una o dos fórmulas muy preg-
nantes, muy bien acuñadas. Pero, ¿qué dicen esas fórmulas a
quien no ha caminado a lo largo de las páginas de los libros de
esos filósofos? Si les digo, por ejemplo, que el sistema de He-
gel puede resumirse en la fórmula de que "todo lo racional es
real y todo lo real es racional", es cierto que el sistema de He-
gel puede resumirse en esa fórmula. Es cierto también que esa
fórmula presenta un sentido inmediato, inteligible, que es la
identificación de lo racional con 10 real, tanto poniendo como
sujeto a lo racional y como objeto a lo real, como invirtiendo
los términos de la proposición y poniendo lo real como sujeto
y lo racional como predicado.
Pero a pesar de ese sentido aparente e inmediato que tiene
esta fórmula, y a pesar de ser realmente una fórmula que expre-
sa en conjunto bastante bien el contenido del sistema hegelia-
no, ¿qué les dice a ustedes? No les dice nada. No les dice ni
más ni menos que el nombre de una ciudad que ustedes no
han visto, o el nombre de una calle por la cual no han pasado
nunca. Si yo les digo que la avenida de los Campos Elíseos es-
tá entre la plaza de la Concordia y la plaza de la Estrella, uste-
des tienen una frase con un sentido, pero dentro de ese senti-
do no pueden poner una realidad auténticamente vivida por
ustedes.
En cambio, si se ponen a leer, a meditar, los difíciles libros
de Hegel; si se sumergen y bracean en el mar sin fondo de la Ló-
gica, de la Fenomenologfa del Espín'tu, o de la Filosrljía de la Histo-
ria Universal, al cabo de algún tiempo de convivir por la lectura
con estos libros de Hegel, ustedes viven esa filosona: estos se-
cretos caminos les son a ustedes conocidos, familiares; las dife-
rentes deducciones, los razonamientos por donde Hegel va pa-
sando de una afirmación a otra, de una tesis a otra, ustedes tam-
bién los han recorrido de la mano del gran filósofo. y entonces,
cuando lleven algún tiempo viviéndolos y oigan decir la fórmu-
la de "todo lo racional es real y todo lo real es racional", llena-
[ 14 1
rán esa fórmula con un contenido vital, con algo que han vivi-
do realmente, y cobrará esa fórmula una cantidad de sentidos y
de resonancias infinitas que, dicha de primera vez, no tendría.
Pues bien: si yo ahora les diese alguna definición de la filo-
sofía, o si me pusiese a discutir con ustedes varias definiciones
de la filosofía, sería exactamente lo mismo que ofrecerles la fór-
mula del sistema hegeliano. No pondrían ustedes dentro de esa
definición ninguna vivencia personal. Por eso me abstengo de
dar ninguna definición de la filosona. Solamente, repito, cuan-
do hayamos recorrido algún camino, por pequeño que sea,
dentro de la filosofía misma, entonces podremos, de vez en
cuando, hacer alto, volver atrás, recapitular las vivencias teni-
das e intentar alguna fórmula general que recoja, palpitante de
vida, esas representaciones experimentadas realmente por no-
sotros mismos.
Así, pues, estas Lecciones preliminares defilosofia van a ser a
manera de viajes de exploración dentro del continente filosófi-
co. Cada uno de estos viajes va a ir por una senda y va a explo-
rar una provincia. Las demás, serán objeto de otros viajes, de
otras exploraciones, y poco a poco irán ustedes sintiendo có-
mo el círculo de problemas, el círculo de reflexiones y de me-
ditaciones algunas amplias de vuelo, otras minuciosas y como
por decirlo así, microscópicas, constituyen el cuerpo palpitan-
te de eso que llamamos la filosona.
y el primer viaje que vamos a hacer va a ser, por decirlo así,
en aeroplano; una exploración panorámica. Vamos a pregun-
tamos por de pronto qué designa la palabra filosofía.
La palabra filosofia tiene que designar algo. No vamos a ver
qué es ese algo que la palabra designa, sino simplemente seña-
larlo, decir: está ahí.
Sentido de la vozfilosofía
Evidentemente, todos ustedes saben 10 que la palabra filoso-
Ba en su estructura verbal significa. Está fonnada por las pala-
bras griegas "philo" y "sophia", que significan "amor a la sabidu-
[ 15 1
ría". Filósofo es el amante de la sabiduría. Pero este significado
apenas si en la historia dura algún tiempo. En Herodoto, en Tu-
cídides, quizá en los presocráticos, alguna que otra vez, durante
poco tiempo, tiene este significado primitivo de amor a la sabi-
duría. Inmediatamente pasa a tener otro significado: significa la
sabiduría misma. De modo que ya en los primeros tiempos de
la auténtica cultura griega, filosona significa, no el simple afán
o el simple amor a la sabiduría, sino la sabiduría misma.
y aquí nos encontramos ya con el primer problema: si la fi-
10soRa es el saber. ¿Q!.¡é clase de saber es el saber filosófico?
Porque hay muchas clases de saber: hay el saber que tenemos
todos, sin haber aprendido ni reflexionado sobre nada; y hay
otro saber, que es el que adquirimos cuando lo buscamos. Hay
un saber, pues, que tenemos sin haberlo buscado, que encon-
tramos sin haberlo buscado, como Pascal encontraba a Dios,
sin buscarlo; pero hay otro saber que no tenemos nada más
que si lo buscamos y que, si no 10 buscamos, no lo tenemos.
Lafilosofia antigua
Esta duplicidad de sentido en la palabra "saber" responde a
la distinción entre la simple opinión y e! conocimiento bien
fundado racionalmente. Con esta distinción entre la opinión y
el conocimiento fundado inicia Platón su filosofia. Distingue
lo que él llama "doxa", opinión (la palabra "doxa" la encuen-
tran ustedes en la bien conocida de "paradoxa", paradoja, que
es la opinión que se aparta de la opinión corriente) y frente a
la opinión, que es el saber que tenemos sin haberlo buscado,
pone Platón la "episteme", la ciencia, que es el saber que tene-
mos porque lo hemos buscado. Y entonces la filos06a ya no
significa "amor a la sabiduría", ni significa tampoco el saber en
general, cualquier saber, sino que significa ese saber especial
que tenemos, que adquirimos después de haberlo buscado, y
de haberlo buscado metódicamente, por medio de un método,
es decir, siguiendo determinados caminos, aplicando determi-
nadas funciones mentales a la averiguación. Para Platón, el mé-
116 J
todo de la filosona, en el sentido del saber reflexivo que encon-
tramos después de haberlo buscado intencionadamente es la
dialéctica. Es decir, que cuando no sabemos nada, o lo que sa-
bemos 10 sabemos sin haberlo buscado, como la opinión o sea
un saber que no vale nada, cuando nada sabemos y queremos
saber; cuando queremos acceder o llegar a esa "episteme", a ese
saber racional y reflexivo, tenemos que aplicar un método pa-
ra encontrarlo, y ese método Platón lo llama dialéctica. La dia-
léctica consiste en suponer que lo que queremos averiguar es tal
cosa o tal otra; es decir, anticipar el saber que buscamos, pero
inmediatamente negar y discutir esa tesis o esa afirmación que
hemos hecho y depurarla en discusión.
Él llama, pues, dialéctica a ese método de la autodiscusión,
porque es una especie de diálogo consigo mismo. Y así, supo-
niendo que las cosas son esto o 10 otro y luego discutiendo esa
suposición, para substituirla por otra mejor, acabamos poco a
poco por llegar al conocimiento que resiste a todas las críticas
ya todas las discusiones; y cuando llegamos a un conocimien-
to que resiste a las discusiones dialogadas, o dialécticas, enton-
ces tenemos e! saber filosófico, la sabiduría auténtica, la "epis-
teme", como llama Platón, la ciencia.
Con Platón, pues, la palabra filosofía adquiere el sentido de
saber racional, saber reflexivo, saber adquirido mediante e! mé-
todo dialéctico.
Ese mismo sentido tiene la palabra filosofía en e! sucesor de
Platón, Aristóteles. Lo que pasa es que Aristóteles es un gran
espíritu, que hace avanzar extraordinariamente e! caudal de los
conocimientos adquiridos reflexivamente. Y entonces la pala-
bra filosofía tiene ya en Aristóteles e! volumen enorme de com-
prender dentro de su seno y designar la totalidad de los cono-
cimientos humanos. El hombre conoce reflexivamente ciertas
cosas después de haberlas estudiado e investigado. Todas las
cosas que e! hombre conoce y los conocimientos de esas cosas,
todo ese conjunto de! saber humano, lo designa Aristóteles
con la palabra filosofía. Y desde Aristóteles sigue empleándose
la palabra filosofía en la historia de la cultura humana con e!
sentido de la totalidad del conocimiento humano.
117 1
La filosofia, entonces, se distingue en diferentes partes. En
la época de Aristóteles la distinción o distribución corriente de
las partes de la filosofia eran: lógica, fisica y ética.
La lógica, en época de Aristóteles, era la parte de la filosofia
que estudiaba los medios de adquirir el conocimiento, los mé-
todos para llegar a conocer el pensamiento humano en las di-
versas maneras de que se vale para alcanzar conocimiento del
ser de las cosas.
La palabra fisica designaba la segunda parte de la filosofia.
La física era el conjunto de nuestro saber acerca de todas las co-
sas, fuesen las que fuesen. Todas las cosas, y el alma humana
entre ellas, estaban dentro de la fisica. Por eso la psicología, pa-
ra Ari,st6teles, fonnaba parte de la fisica, y la fisica, a su vez, era
la segunda parte de la filosofia.
y en tercer lugar la filosofia contenía ética. La ética era el
nombre general con que se designaban en Grecia, en la época
de Aristóteles, todos nuestros conocimientos acerca de las acti-
vidades del hombre, lo que el hombre es, lo que el hombre
produce, que no está en la naturaleza, que no forma parte de
la fisica, sino que el hombre lo hace. El hombre, por ejemplo,
hace el Estado, va a la guerra, tiene familia, es músico, poeta,
pintor, escultor; sobre todo es escultor para los griegos. Pues to-
do esto lo comprendía Aristóteles bajo el nombre de ética, una
de cuyas subpartes era la política.
Pero la palabra filosofía abarcaba, repito, todo el conjunto
de los conocimientos que podía el hombre alcanzar. Valía tan-
to como saber racional.
Lafilosofia en la Edad Media
Sigue este sentido de la palabra filosofia a través de la Edad
Media; pero ya al principio de ésta, se desprende de ese "totum
revolutu" que es la filosofia entonces, una serie de investigacio-
nes, de disquisiciones de pensamientos, que se separan del
tronco de la filosofia y constituyen una disciplina aparte. Son
todos los pensamientos, todos los conocimientos que tenemos
[ 18 J
acerca de Dios, ya sea obtenidos por la luz natural, ya sea reci-
bidos por divina revelación. Los conocimientos nuestros acer-
ca de Dios, cualquiera que sea su origen, se separan del resto
de los conocimientos y constituyen entonces la teología.
Puede decirse así, que el saber humano durante la Edad Me-
dia se dividió en dos grandes sectores: teología y filosofia. La
teología son los conocimientos acerca de Dios y filosofia los
conocimientos humanos acerca de las cosas de la Naturaleza.
Sigue en esta situación, designando la palabra filosofía a to-
do conocimiento, salvo el de Dios. Y fue así hasta muy entra-
do el siglo XVII. Y todavía hoy existen en el mundo algunos re-
siduos de ese sentido totalitario de la palabra filosofia. Por
ejemplo en el siglo XVII, el1ibro en que Isaac Newton expone
la teoría de la gravitación universal, que es un libro de física,
diríamos hoy, lleva por titulo "Philosophiae naturalis principia
mathematica", o sea Principios matemáticos de lafiwsofia natural.
Es decir, que en tiempos de Newton, la palabra filosofía signi-
ficaba todavía lo mismo que en tiempos de la Edad Media o en
tiempos de Aristóteles: la ciencia total de las cosas.
Pero aún hoy día hay un país, que es Alemania, donde las
facultades universitarias son las siguientes: la Facultad de Dere-
cho, la Facultad de Medicina, la Facultad de Teología y la Fa-
cultad de Filosofia. ¿Q!¡é se estudia, entonces, bajo el nombre
de Facultad de Filosofia? Todo lo que no es ni derecho, ni me-
dicina, ni teología, o sea todo el saber humano en general. En
una misma Facultad se estudia, pues, en Alemania, la química,
la fisica, las matemáticas, la ética, la psicología, la metafisica, la
ontología. De suerte que todavía aquí queda un residuo del
viejo sentido de la palabra filosofia en la distribución de las fa-
cultades alemanas.
LafiÚJsofia en la Edad Moderna
Pero en realidad, a partir del siglo XVII, el campo inmenso de
la filosofía empieza a desgajarse. Empiezan a salir del seno de la
filosofía las ciencias particulares, no sólo porque se van consti-
[ 19 I
tuyendo esas ciencias con su objeto propio, sus métodos pro-
pios y progresos propios, sino también porque poco a poco los
cultivadores van también especializándose.
Todavía Descartes es al mismo tiempo filósofo, matemático
y físico. Todavía Leibniz es al mismo tiempo matemático, filó-
sofo y fisico. Todavía son espíritus enciclopédicos. Todavía
puede decirse de Descartes y de Leibniz, como se dice de Aris-
tóteles, "el filósofo", en el sentido que abarca la ciencia toda de
todo cuanto puede ser conocido. Q1izá todavía de Kant pue-
da decirse algo parecido, aunque sin embargo, ya Kant no sa-
bía toda la matemática que había en su tiempo; ya Kant no sa-
bía toda la fisica que había en su tiempo, ni sabía toda la bio-
logía que habla en su tiempo. Ya Kant no descubre nada en
matemáticas, ni en fisica, ni en biología mientras que Descar-
tes y Leibniz todavía descubren teoremas nuevos en fisica y en
matemáticas.
Pero a partir del siglo XVIII no queda ningún espíritu huma-
no capaz de contener en una sola unidad la enciclopedia del
saber humano, y entonces la palabra filosofia no designa la en-
ciclopedia del saber, sino que de ese total han ido desgajándo-
se las matemáticas por un lado, la fisica por otro, la química, la
astronomía, etcétera.
¿y qué es entonces la filosofia? Pues entonces la filosofia
viene circunscribiéndose a lo que queda después de haber ido
quitando todo eso. Si a todo el saber humano se le quitan las
matemáticas, la astronomía, la fisica, la química, etc., lo que
queda, eso es la filosofia.
Las disciplinasfilosóficas
De suerte que hay un proceso de desgajamiento. Las ciencias
particulares se van constituyendo con autonomía propia y dis-
minuyendo la extensión designada por la palabra filosofia. Van
otras ciencias saliendo, y entonces, ¿qué queda? Actualmente,
de modo provisional y muy fluctuante, podremos enumerar del
modo siguiente las disciplinas comprendidas dentro de la pala-
[ 20 J
bra filosofia: diremos que la filosofia comprende la ontología,
o sea la reflexión sobre los objetos en general; y como una de
las partes de la ontología, la metafisica. Comprende también la
lógica, la teoría del conocimiento, la ética, la estética, la filoso-
tIa de la religión y comprende o no comprende -no sabemos-
la psicología y la sociología; porque justamente la psicología y
la sociología están en este momento en si se separan o no se se-
paran de la filosofia. Todavía hay psicólogos que quieren con-
servar la psicología dentro de la filosofia; pero ya hay muchos
psicólogos, y no de los peores, que la quieren constituir en cien-
cia aparte, independiente. Pues lo mismo pasa con la sociolo-
gía. Augusto Comte, que fue el que dio nombre a esta ciencia
(y al hacerlo, como dice Fausto, le dio vida) todavía considera
la sociología como el contenido más granado y florido de la 6-
losaBa positiva. Pero otros sociólogos la constituyen ya en cien-
cia aparte. Hay discusión. No vamos a resolver nosotros por
ahora esta discusión; diremos entonces que en general todas
esas disciplinas y estudios que he enumerado -ontología, meta-
fisica, lógica, teoría del conocimiento, ética, estética, filosoBa
de la religión, psicología y sociología-, forman parte y consti-
tuyen las diversas provincias del territorio filosófico.
Podemos preguntarnos qué hay de común en esas discipli-
nas que acabo de enumerar; qué es lo común en ellas que las
contienen dentro del ámbito designado por la palabra filoso-
Ba; qué tienen de común para ser todas partes de la 6losoBa.
Lo primero y muy importante que tienen de común, es que
son todas el residuo de ese proceso histórico de desintegración.
La historia ha pulverizado el viejo sentido de la palabra fi-
losaBa. La historia ha eliminado del continente filosófico las
ciencias particulares. Lo que ha quedado es la filosofia. Ese he-
cho histórico, con solo ser un hecho, es muy importante. Es ya
una afinidad extraordinaria la que mantienen entre sí esas dis-
ciplinas, por sólo ser los residuos de ese proceso de desintegra-
ción del viejo sentido de la palabra filosofia.
Pero apuremos más el problema. ¿Por qué han quedado
dentro de la filosofia esas disciplinas? Vaya contestar esta pre-
gunta de una manera muy filosófica, que consiste en invertir la
[21 J
pregunta. Del mismo modo que Bergson ha dicho muchas ve-
ces que una de las técnicas para definir el carácter de una per-
sona no sólo consiste en enumerar lo que prefiere, sino tam-
bién y sobre todo en enumerar lo que no prefiere; del mismo
modo, en vez de preguntamos por qué han sobrevivido filosó-
ficamente estas disciplinas, vamos a preguntamos por qué las
otras no han sobrevivido. En vez de preguntamos por qué es-
tán la lógica y la teoría del conocimiento y la metafisica en la
filosofia, vamos a preguntamos por qué se han marchado las
matemáticas, la fisica, la química, y las demás. Y si nos pregun-
tamos por qué se han desprendido, encontramos 10 siguiente:
que una ciencia se ha desprendido del viejo tronco de la 610-
sofia cuando ha logrado circunscribir un trozo en el inmenso
ámbito de la realidad, definirlo perfectamente y dedicar exclu-
sivamente su atención a esa parte, a ese aspecto de la realidad.
Las cienciasy lafilosofía
Así, por ejemplo, pertenece a la realidad el número y la figu-
ra. Las cosas son dos, tres, cuatro, cinco, seis, milo dos mil; las
cosas son triángulos, cuadrados, esferas. Pero desde e! momen-
to en que se separa el "ser número" o e! "ser figura" de los ob-
jetos que lo son y se convierte la numerosidad y la figura (inde-
pendientemente del objeto que la tenga) en término del pensa-
miento, cuando se circunscribe ese trozo de realidad y se dedi-
ca especial atención a ella, quedan constituidas las matemáticas
como una ciencia independiente y se separan de la filosofía.
Si luego otro trozo de la realidad, como son por ejemplo los
cuerpos materiales todos, en sus relaciones unos con otros, Se
destacan como un objeto preciso de investigación, entonces se
constituye la ciencia física.
Cuando los cuerpos en su constitución íntima, en su sÍnte-
sis de elementos, se destacan también como objetos de investi-
gación, constitúyese la química.
Cuando la vida de los seres vivientes, animales y plantas, se
circunscribe y se separa del resto de las cosas que son, y sobre
[ 221
ella se lanza el estudio y la mirada, entonces se constituye la
biología.
¿O!J.é es lo que ha pasado? Pues ha pasado que grandes sec-
tores del ser en general, grandes sectores de la realidad, se han
constituido en provincias. ¿y por qué se han constituido en
provincias? Pues precisamente porque han prescindido del res-
to; porque deliberadamente se han especializado; porque deli-
beradamente han renunciado a tener el carácter de objetos to-
tales. Es decir, que una ciencia se sale de la filosofia cuando re-
nuncia a considerar su objeto desde un punto de vista univer-
sal y totalitario.
La ontología no recorta en la realidad un trozo para estu-
diarlo ella sola, olvidando lo demás, sino que tiene por objeto
la totalidad del ser. La metafisica forma parte de la ontología
también. La teoría del conocimiento se refiere a todo conoci-
miento de todo ser.
Así tenemos que si ahora nos paramos un poco, nos detene-
mos en nuestro camino y hacemos lo que os decía al principio,
un intento de definición, siquiera rápido, de la filosofía, podría-
mos decir lo siguiente, y ahora lo diremos con vivencia plena:
la filosofía es la ciencia de los objetos desde el punto de vista de
la totalidad, mientras que las ciencias particulares son los secto-
res parciales del ser, provincias recortadas dentro de! continen-
te total del ser. La filosofía será, pues, en este primer esbozo de
definición -seguramente falso, seguramente esquemático, pero
que ahora para nosotros tiene sentido- la disciplina que consi-
dera su objeto siempre desde e! punto de vista universal y tota-
litario. Mientras que cualquier otra disciplina que no sea la filo-
son.a 10 considera desde un punto de vista parcial y derivado.
Laspartes de lafilosofia
y entonces, podremos sacar de esta pequeña averiguación a
que en nuestra primera exploración panorámica hemos llega-
do, una división de la 610sofia que nos sirva de guía para nues-
tros viajes sucesivos.
[231
Por de pronto, decimos que la filos06a es el estudio de to-
do aquello que es objeto de conocimiento universal y totalita-
rio. Pues bien: según esto, la filosoBa podrá dividirse en dos
grandes capítulos, en dos grandes ciencias: un primer capítulo
o zona que llamaremos ontología, en donde la filosoBa será el
estudio de los objetos, todos los objetos, cualquier objeto, sea
el que fuere; y otro segundo capítulo, en el que la filosoBa se-
rá el estudio del conocimiento de los objetos. ¿De qué conoci-
miento? De todo conocimiento, de cualquier conocimiento.
Tendremos así una división de la filosofia en dos partes: pri-
mero, ontología, o teoría de los objetos conocidos y cognosci-
bles; segundo, gnoseología (palabra griega que viene de "gno-
sis", que significa sapiencia, saber) y que será el estudio del co-
nocim'iento de los objetos. Distinguiendo entre el objeto y el
conocimiento de él, tendremos estos dos grandes capítulos de
la 610s06a.
Mas me dirán ustedes: algo oímos hablar al principio de la
lección de una disciplina filosófica que ahora de pronto está si-
lenciada. Oímos hablar de ética, de estética, de filosoBa de la
religión, de psicología, de sociología. ms que ésas han salido
ya del tronco de la filosoBa? ¿Por qué no habla usted de ellas?
En efecto, todavía dentro del tronco de la filosofía, ocúpanse
los filósofos actuales de esas disciplinas; pero comparadas con
las dos fundamentales que acabo de nombrar -ontología y
gnoseología- advierten ustedes ya que en esas disciplinas hay
una cierta tendencia a particularizar el objeto.
La ética no trata de todo objeto pensable en general, sino
solamente de la acción humana o de los valores éticos.
La estética no trata de todo objeto pensable en general. Tra-
ta de la actividad productora del arte, de la belleza y de los va-
lores estéticos.
La filosofía de la religión también circunscribe su objeto. La
psicología y la sociología más todavía.
Así es que estas ciencias están ya saliéndose de la 6los06a.
¿Por qué no se han salido todavía de la filosofía? Porque los
objetos a que se refieren son objetos que no son fáciles de re-
cortar dentro del ámbito de la realidad. No son fáciles de recor-
[ 241
tar porque están íntimamente enlazados con lo que los objetos
en general y totalitariamente son; y estando enlazadas con esos
objetos, las soluciones que se dan a los problemas propiamen-
te filosóficos de la ontología y de la gnoseología repercuten en
estas elucubraciones que llamamos ética, estética, filosoBa de
la religión, psicología y sociología. Y como repercuten en ellas,
la estructura de estas disciplinas depende íntimamente de la
posición que tomemos con respecto a los grandes problemas
fundamentales de la totalidad del ser. Por eso están todavía me-
tidas dentro de la 610s06a; pero ya están en la periferia.
Ya, repito, se discute si la psicología es o no una disciplina
filosófica. Ya se discute si la sociología lo es; pronto se discuti-
rá si la ética lo es, y mañana... mañana no, ya hay estéticos que
discuten si la estética es filosoBa y pretenden convertirla en
una teoría del arte independiente de la filosoBa.
Como ustedes ven, de esta primera exploración por el con-
tinente filosófico hemos ganado una visión histórica general.
Hemos visto cómo la filosofia empieza designando la totalidad
del saber humano y cómo de ella se desgajan y desprenden
ciencias particulares que salen del tronco común porque aspi-
ran a la particularidad, a la especialidad, a recortar un trozo de
ser dentro del ámbito de la realidad. Entonces, quedan en el
tronco de la filosofia esa disciplina del ser en general que lla-
mamos ontología y la del conocimiento en general que llama-
mos gnoseología.
Nuestro curso, entonces, va a tener un camino muy natural.
Nuestros viajes van a consistir en un viaje por la ontología, para
ver qué es eso, en qué consiste eso, cómo puede hablarse del ser
en general; un viaje por la gnoseología, a ver qué es eso de la teo-
ría del conocer en general, y luego algunas pequeñas excursiones
por estas ciencias que se nos van yendo, que están pidiendo per-
miso para marcharse (y yo por mi parte se lo voy a dar muy fá-
cilmente): la ética, la estética, la psicología y la sociología.
Pero antes de entrar en el estudio primero que vamos a ha-
cer de la ontología o metaBsica, trataremos en la próxima lec-
ción de este curso, de cómo nos vamos a manejar para filoso-
far, o sea el método de la filosoBa.
[ 25 1
LECCIÓN II
El método de la filosofIa
[Disposición de ánimo previa: admiración, rigor. Sócrates: la
mayéutica. Platón: la dialéctica; el mito de la reminiscencia.
Aristóteles: la lógica. Edad Media: la disputa. El método de Des-
cartes. Trascendencia e inmanencia. La intuición intelectual.}
Disposición de ánimo: admiración, rigor
Sucede con el método algo muy parecido a lo que nos su-
cedió con el concepto o definición de la filosofia.
El método de la filosofia puede, en efecto, definirse, descri-
birse; pero la definición que de él se dé, la descripción que de
él se haga, será siempre externa, será siempre formularia; no
tendrá contenido vivaz, no estará repleta de vivencia, si noso-
tros mismos no hemos practicado ese método.
En cambio, esa misma definición, esa misma descripción de
los métodos filosóficos, adquiere un cariz, un aspecto real, pro-
fundo, viviente, cuando ya de verdad se ha practicado con él.
Así, haber de describir el método filosófico antes de haber
hecho filosofia, es una empresa posible, tanto que vamos a in-
tentarla hoy nosotros; pero mucho menos útil que las reflexio-
nes sobre el método que podamos hacer dentro de algunos me-
ses, cuando ya nuestra experiencia vital esté colmada de intui-
ciones filosóficas, cuando ya nosotros mismos hayamos ejerci-
tado repetidamente nuestro espíritu en la confección de esa
miel que la abeja humana destila y que llamamos filosofia.
De todas suertes, del mismo modo que en la lección ante-
rior intenté una descripción general del territorio filosófico,
[ 27]
vaya intentar hoy una descripción también de los principales
métodos que se usan en la filosof1a, advirtiéndoles, desde lue-
go, que más adelante, dentro de meses, es cuando estas deter-
minaciones conceptuales que hoy enumeramos, se encontra-
rán llenas de su verdadero sentido.
Para abordar la masaBa, para entrar en el territorio de la fi-
losoBa, una primera disposición de ánimo es absolutamente
indispensable. Es absolutamente indispensable que el aspiran-
te a filósofo se haga bien cargo de llevar a su estado una dispo-
sición infantil, el que quiere ser filósofo necesitará puerilizarse,
infantilizarse, hacerse como el niño pequeño.
mn qué sentido hago esta paradójica afirmación de que el
filósofo conviene que se puerilice? La hago en el sentido de
que la disposición de ánimo para filosofar debe consistir esen-
cialmente en percibir y sentir por dondequiera, en el mundo
de la realidad sensible, como en el mundo de los objetos idea-
les, problemas, misterios; admirarse de todo, sentir lo profun-
damente arcano y misterioso de todo eso; plantarse ante el uni-
verso y el propio ser humano con un sentimiento de estupefac-
ción, de admiración, de curiosidad insaciable, como el niño
que no entiende nada y para quien todo es problema.
Ésa es la disposición primaria que debe llevar al estudio de la
filosofia el principiante. Dice Platón que la primera virtud del fi-
lósofo es admirarse. "Thaumatzein" -dice en griego- de donde
viene la palabra "taumaturgo". Admirarse, sentir esa divina in-
quietud, que hace que donde otros pasan tranquilos, sin vislum-
brar siquiera que hay problema, el que tiene una disposición fi-
losófica está siempre inquieto, intranquilo, percibiendo en la
más mínima cosa problemas, arcanos, misterios, incógnitas, que
los demás no ven.
Aquel para quien todo resulta muy natural, para quien to-
do resulta muy fácil de entender, para "quien todo resulta muy
obvio, ése no podrá nunca ser filósofo",
El filósofo necesita, pues, una dosis primera de infantilismo;
una capacidad de admiración que el hombre ya hecho, que el
hombre ya endurecido y encanecido, no suele tener. Por eso
Platón prefería tratar con jóvenes, a tratar con viejos. Sócrates,
[ 28]
el maestro de Platón, andaba entre la juventud de Atenas, entre
los niños y las mujeres. Realmente, para Sócrates, los grandes
actores del drama filosófico son los jóvenes y las mujeres.
Esa admiración, pues, es una fundamental disposición para
la filosofia. Y resumiendo esta disposición, podremos definirla
ahora, ya de un modo conceptual, como la capacidad de pro-
blematizarlo todo, de convertirlo todo en problema.
Otra segunda disposición que conviene enormemente lle-
var al trabajo filosófico, es la que pudiéramos llamar el espíri-
tu de rigor en el pensamiento, la exigencia de rigor, la exigen-
cia de exactitud. En este sentido, también podría decirse que la
edad mejor para comenzar a filosofar es la juventud. El joven
no pasa por movimientos mal hechos en las cosas del espíritu.
El joven tiene una exigencia de rigor, una exigencia de raciona-
lidad, de intelectualidad, que el hombre ya viejo, con el escep-
ticismo que la edad trae, no suele nunca poseer.
Esta exigencia de rigor tiene que tener para nosotros, los que
vamos a hacer filosofia, dos aspectos fundamentales. Por una
parte, ha de llevamos a eliminar lo más posible de nuestras con-
sideraciones las cómodas pero perfectamente inútiles tradiciones
de la sabiduna popular. Existe una sapiencia popular que se con-
densa en refranes, en tradiciones, en ideas, que la masa del pue-
blo trae y lleva. La filosofia no es eso. La filosofia, por el contra-
rio, ha de reaccionar contra esa supuesta sabiduría popular. La
filosofia tiene que llevar a la dilucidación de sus problemas un
rigor metódico, que es incompatible con la excesiva facilidad
con que estas concepciones de la sapiencia popular pasan de
mente en mente y arraigan en la mayor parte de los espíritus.
Pero, por otro lado, habremos de reaccionar con no menos
violencia contra el defecto contrario, que es el de figurarse que
la filosofia tiene que hacerse como las ciencias; que la filo'sofia
no puede ser sino la síntesis de los resultados obtenidos por las
ciencias positivas. No hay nada más descorazonador, sobre to-
do en el transcurso de estos 30 o 40 últimos años, que el espec-
táculo que los científicos más ilustres en sus disciplinas positivas
ofrecen cuando se meten a filosofar sin saber filosona. El hecho
de haber descubierto una nueva estrella en el firmamento o de
[ 29]
haber expuesto una nueva ley de la gravitación universal, no au-
toriza ni mucho menos justifica, y no digamos legitima, que un
físico de toda la vida, un matemático de toda la vida, se ponga
de pronto, sin preparación alguna, sin ejercitación previa, a ha-
cer filosofia. Suele ocurrir lamentablemente que grandes espíri-
tus científicos, que tienen toda nuestra veneración, toda nuestra
admiración, hacen muchas veces el ridículo, porque se ponen a
filosofar de una manera absolutamente pueril y casi salvaje.
Habremos, pues, de huir de las atropelladas generalizacio-
nes de la sapiencia popular y de las no menos atropelladas ge-
neralizaciones de la ciencia, cuando se sale de los estrechos lí-
mites en que está recluida cada disciplina.
El hecho, por ejemplo, de haber descubierto la neurona, el
elemento mínimo del sistema nervioso, no puede autorizar a
un neurólogo, por ilustre y sabio que sea, a escribir las banali-
dades y trivialidades más pedestres sobre los problemas ele-
mentales de la filosofia.
Hay que convencerse, por otra parte -y sobre esto volvere-
mos repetidas veces- de que la filosofia no es ciencia. La filo-
soBa es una disciplina tan rigurosa, tan estrictamente rigurosa
y dificil como la ciencia; pero no es ciencia, porque entre am-
bas hay mucha diferencia de propósito y de método, y entre
otros éste: que cada ciencia tiene un objeto delimitado, mien-
tras que, como vimos en la lección anterior, la filosofía se ocu-
pa de cualquier objeto en general.
Hechas estas advertencias, habiendo explícitamente descrip-
to las dos disposiciones de ánimo que me parecen necesarias
para abordar los problemas filosóficos, daremos un paso más
allá y entraremos en la descripción propiamente dicha de los
que podrán llamarse métodos de la filosoBa.
Sócrates: la mayéutica
Para hacer esta descripción de los métodos filosóficos, va-
mos a recurrir a la historia del pensamiento filosófico, a la his-
toria de la filosofía.
[30 J
Si seguimos atenta aunque rápidamente e! curso de los mé-
todos que han aplicado l,?s grandes filósofos de la Antigüedad,
en la Edad Media yen la Epoca Moderna, podremos ir rastrean-
do en todos ellos algunos elementos fundamentales de! méto-
do filosófico, que resumiremos al final de esta conferencia.
Propiamente a partir de Sócrates, o sea en e! siglo IV antes
de Jesucristo, en Atenas empezó a haber una filosofia conscien-
te de sí misma y sabedora de los métodos que emplea. Sócra-
tes es, en realidad, e! primer filósofo que nos habla de su mé-
todo. Sócrates nos cuenta cómo filosofa.
¿Cuál es el método que Sócrates emplea? Él mismo lo ha
denominado la mayéutica. Esto no significa más que la interro-
gación. Sócrates pregunta. El método de la filosofia consiste en
preguntar.
Cuando se trata, para Sócrates, de definir, de llegar a la
esencia de algún concepto, sale de su casa, se va a la plaza pú-
blica de Atenas, y a todo el que pasa por delante de él lo lla-
ma y le pregunta: ¿qué es esto? Así, por ejemplo, un día Sócra-
tes sale de su casa preocupado en averiguar qué es la valentía,
qué es ser valiente. Llega a la plaza pública y se encuentra con
un general ateniense. Entonces se dice: Aquí está; éste es el
que sabe 10 que es ser valiente, puesto que es e! general, e! je-
fe. Y se acerca y le dice: ¿Q,lé es la valentía? Tú que eres e! ge-
neral del ejército ateniense, tienes que saber qué es la valentía.
Entonces el otro le dice: ¡Claro está! ¿Cómo no vaya saber yo
qué es la valentía? La valentía consiste en atacar al enemigo y
en no huir jamás. Sócrates se rasca la cabeza y le dice: Esa con-
testación que me has dado no es de! todo satisfactoria; y le ha-
ce ver que muchas veces en las batallas los generales mandan
al ejército retroceder para atraer al enemigo a una determinada
posición y en esa posición echársele encima y destruirlo. En-
tonces e! general rectifica y dice: Bueno, tienes razón. Y da
otra definición; y sobre esta segunda definición, otra vez Só-
crates ejerce su crítica interrogante. Sigue no quedando satisfe-
cho y pidiendo otra nueva definición; y así, a fuerza de inte-
rrogaciones, hace que la definición primeramente dada vaya
atravesando por sucesivos mejoramientos, por extensiones,
[ 31 J
por reducciones, hasta quedar ajustada 10 más posible, sin lle-
gar nunca a ser perfecta.
Ninguno de los diálogos de Sócrates, que nos ha conserva-
do Platón -en donde reproduce con bastante exactitud los es-
pectáculos o escenas que él presencia- consigue llegar a una so-
lución satisfactoria, sino que se interrumpen, como dando a
entender que el trabajo de seguir preguntando y seguir encon-
trando dificultades, interrogantes y misterios en la última defi-
nición dada, no se puede acabar nunca.
Platón: la dialéctica; el mito de la reminiscencia
Este método socrático de la interrogación, de la pregunta y
la respuesta, es el que Platón, discípulo de Sócrates, perfeccio-
na. Platón perfecciona la mayéutica de Sócrates y la convierte
en lo que él llama la dialéctica.
La dialéctica platónica conserva los elementos fundamenta-
les de la mayéutica socrática. La dialéctica platónica conserva
la idea de que el método filosófico es una contraposición, no
de opiniones distintas, sino de una opinión y la crítica de ella.
Conserva, pues, la idea de que hay que partir de una hipótesis
primera y luego ¡rla mejorando a fuerza de las críticas que se le
vayan haciendo en torno y esas criticas como mejor se hacen
es en el diálogo, en el intercambio de afirmaciones y de nega-
ciones; y por eso la llama dialéctica.
Vamos a ver cuáles son los principios, las esencias filosófi-
cas que están a la base de este procedimiento dialéctico.
La dialéctica se descompone, para Platón, en dos momen-
tos. Un primer momento consiste en la intuición de la idea;
otro segundo momento consiste en el esfuerzo crítico para es-
clarecer esa intuición de la idea. De modo que primeramente,
cuando nos ponemos ante la necesidad de resolver un proble-
ma, cuando sentimos esa admiración que Platón encomia tan-
to, esa admiración ante el misterio, cuando estamos ante el
misterio, ante la interrogación, ante el problema, lo primero
que el espíritu hace es lanzarse como un flechazo, como una
[ 32]
intuición que se dispara hacia la idea de la cosa, hacia la idea
del misterio que se tiene delante. Pero esa primera intuición de
la idea es una intuición torpe, insuficiente. Es, más que la in-
tuición misma, la designación del camino por donde vamos a
ir hacia la conquista de esa idea. Y entonces viene después la
dialéctica propiamente dicha en su segundo momento, que
consiste en que los esfuerzos sucesivos del espíritu por intuir,
por ver, contemplar, o, como se dice en griego "theorein" (de
ahí viene la palabra teoria) las ideas, van depurándose cada vez
más, acercándose cada vez más a la meta, hasta llegar a una
aproximación la mayor posible, nunca a la coincidencia abso-
luta con la idea, porque ésta es algo que se halla en un mundo
del ser tan distinto del mundo de nuestra realidad viviente, que
los esfuerzos del hombre por taladrar esta realidad viviente, por
llegar al mundo de esas esencias eternas, inmóviles y puramen-
te inteligibles, que son las ideas, no pueden nunca ser perfecta-
mente logrados.
Esto lo expone Platón de una manera viva, interesante, por
medio de esas ficciones a las cuales es tan aficionado. Es muy
aficionado a exponer sus pensamientos filosóficos bajo la for-
ma de 10 que él mismo llama "cuentos", como los cuentos que
cuentan los viejos a los niños; los llama con la palabra griega
"mito". Cuando las nodrizas griegas les contaban un cuento a
los niños, la palabra que empleaban es "mito".
Pues Platón es muy aficionado a los mitos, y para expresar
su pensamiento filosófico apela muchas veces a ellos. Así, para
expresar su pensamiento de la intuición de la idea y de la dia-
léctica que nos conduce a depurar esa intuición, emplea el mi-
to de la "reminiscencia". Cuenta el cuento siguiente: Las almas
humanas, antes de vivir en este mundo y de alojarse cada una
de ellas en un cuerpo de hombre, vivieron en otro mundo, vi-
vieron en el mundo en donde no hay hombres, ni cosas sóli-
das, ni colores, ni olores, ni nada que transite y cambie, ni na-
da que fluya en el tiempo y el espacio. Vivieron en un mundo
de puras esencias intelectuales, en el mundo de las ideas. Ese
mundo está en un lugar que Platón metafóricamente llama lu-
gar celeste "topos uranos". Allí viven las almas en perpetua
[ 33 ]
contemplación de las bellezas inmarcesibles de las ideas, cono-
ciendo la verdad sin esfuerzo alguno porque la tienen intuiti-
vamente delante; sin nacer ni morir; en pura eternidad.
Pero esas almas, de vez en cuando, vienen a la tierra y se alo-
jan en un cuerpo humano, dándole vida. Al estar en la tierra y
alojarse en un cuerpo humano, naturalmente tienen que some-
terse a las condiciones en que se desenvuelve la vida en la tie-
rra, a las condiciones de la espacialidad, de la temporalidad, del
nacer y del morir, del dolor y del sufrimiento, de la insuficien-
cia de los esfuerzos, de la brevedad de la vida, de los desenga-
ños, de la ignorancia y del olvido. Estas almas olvidan, olvidan
las ideas que conocieron cuando vivían o estaban en el "topos
uranos", en el lugar celeste, donde moran las ideas. Olvidadas
de sus ideas, están y viven en el mundo. Pero como han esta-
do antes en ese "topos uranos", donde están las ideas, bastará
algún esfuerzo bien dirigido, bastarán algunas preguntas bien
hechas, para que del fondo del olvido, por medio de la remi-
niscencia, atisben algún vago recuerdo de esas ideas.
Una vez que Platón cuenta este cuento (porque es un cuen-
to, no vayan ustedes a creer que Platón cree en todo esto) a
unos amigos suyos en Atenas, éstos quedan un poco recelosos;
piensan: este señor parece que se burla. Entonces Platón les di-
ce: Os lo voy a demostrar. En ese momento pasa por allí un
muchacho de quince años, esclavo de uno de los concurrentes
a la reunión. Platón le dice: Tu esclavo Menón, ¿sabe matemá-
ticas? No, hombre, ¡qué va a saber! Es un criado, un esclavo de
mi casa. Pues que venga aquí; vas a ver.
Entonces Sócrates (que en los diálogos de Platón es siempre
el portavoz) le empieza a preguntar. Le dice: Vamos a ver, niño:
Imagínate tres líneas rectas, y el niño se las imagina. Y as~ a fuer-
za de preguntas bien hechas, va sacando de sí toda la geometría.
y dice Sócrates: ¿Veis? ¿No la sabía? ¡Pues la sabe!, la está recor-
dando de los tiempos en que vivía en el lugar celeste de las ideas.
Las preguntas bien hechas, el esfuerzo por dirigir la intui-
ción hacia la esencia del objeto propuesto, poco a poco y no
de golpe, con una serie de flechazos sucesivos, enderezando el
esfuerzo del espíritu conforme debe ir, conducirá a la reminis-
[ 34 J
cencia, al recuerdo de aquellas esencias intelectuales que las al-
mas han conocido y que luego, al encarnar en cuerpos huma-
nos, han olvidado.
La dialéctica consiste, para Platón, en una contraposición
de intuiciones sucesivas, que cada una de ellas aspira a ser la in-
tuición plena de la idea, del concepto, de la esencia, pero co-
mo no puede serlo, la intuición siguiente, contrapuesta a la an-
terior, rectifica y mejora aquella anterior. Y así sucesivamente,
en diálogo o contraposición de una a otra intuición, se llega a
purificar, a depurar lo más posible esta vista intelectual, esta
vista de los ojos del espíritu hasta acercarse lo más posible a
esas esencias ideales que constituyen la verdad absoluta.
Aristóteles: la lógica
Aristóteles, amigo de Platón, pero como él mismo dice, más
amigo de la verdad, desenvuelve a su vez el método de la dia-
léctica, en forma que lo hace cambiar de aspecto. Aristóteles se
fija principalmente en ese movimiento de la razón intuitiva
que pasa, por medio de la contraposición de opiniones, de una
afirmación a la siguiente y de ésta a la siguiente. Se esfuerza por
reducir a leyes ese tránsito de una afirmación a la siguiente. Se
esfuerza por encontrar la ley en virtud de la cual de una afir-
mación pasamos a la siguiente.
Esta ocurrencia de Aristóteles es verdaderamente genial,
porque es el origen de lo que llamamos la lógica. No puede de-
cirse que Aristóteles sea el inventor de la lógica, puesto que ya
Platón, en su dialéctica, tiene una lógica implícita; pero Aristó-
teles es el que le da estructura y forma definitiva, la misma for-
ma que tiene hoy. No ha cambiado durante todos estos siglos.
Da una forma y estructura definitiva a eso que llamamos la ló-
gica, o sea la teoría de la inferencia, de una proposición que sa-
le de otra proposición.
Como ustedes conocen perfectamente esta lógica, no vaya
insistir sobre ella. Todos ustedes han estudiado seguramente ló-
gica y saben lo que es un silogismo, la forma del razonamien-
[35 [
to por medio de la cual de una proposición general, por medio
de otra proposición también general, se extrae una proposición
particular.
Las leyes del silogismo, sus formas, sus figuras, son, pues, el
desenvolvimiento que Aristóteles hace de la dialéctica. Para
Aristóteles el método de la filosofia es la lógica, o sea la aplica-
ción de las leyes del pensamiento racional que nos permite
transitar de una posición a otra posición por medio de los en-
garces que los conceptos más generales tienen con otros menos
generales, hasta llegar a lo particular. Esas leyes del pensamien-
to racional son, para Aristóteles, el método de la filosofía.
La filosofia ha de consistir, por consiguiente, en la demostra-
ción de la prueba. La prueba de las afirmaciones que se adelan-
tan es lo que convierte estas afirmaciones en verdad. Una afir-
mación que no está probada no es verdadera, o por lo menos,
como no sé todavía si es o no verdadera, no puede tener carta
de naturaleza en el campo del saber, en el campo de la ciencia.
Edad Media: la disputa
Esta concepción de la lógica como método de la filosofia es
heredada de Aristóteles por los filósofos de la Edad Media; los
cuales la aplican con un rigor extraordinario. Es curioso obser-
var cómo los escolásticos, y entre ellos principalmente Santo
Tomás de Aquino, completan el método de la prueba, el méto-
do del silogismo, con una especie de reviviscencia de la dialéc-
tica platónica. El método que siguen los filósofos de la Edad
Media no es solamente, como en Aristóteles, la deducción, la
intuición racional, sino que además es la contraposición de
opiniones divergentes. Santo Tomás, cuando examina una
cuestión, no solamente deduce de principios generales los prin-
cipios particulares aplicables a la cuestión, sino que además po-
ne en columnas separadas las opiniones de los distintos filóso-
fos, que son unas en pro y otras en contra; las pone frente a
frente, las critica unas con otras, extrae de ellas lo que puede
haber de verdadero y lo que puede haber de falso. Son como
[ 36]
dos ejércitos en batalla; son realmente una reviviscencia de la
dialéctica platónica. Y entonces el resultado de esta compara-
ción de opiniones diversas complementado con el ejercicio de
la educación y de la prueba, da lugar a las conclusiones firmes
del pensamiento filosófico.
Si resumimos lo esencial en el método filosófico que arran-
cando de Sócrates, pasando por Platón y Aristóteles, llega has-
ta toda la Edad Media en la Escolástica, nos encontramos con
que lo más importante de este método es su segunda parte. No
la intuición primaria de que se parte, de que se arranca, sino la
discusión dialéctica con que la intuición ha de ser confirmada
o negada. Lo importante, pues, en este método de los filósofos
anteriores al Renacimiento, consiste principalmente en el ejer-
cicio racional, discursivo; en la dialéctica, en el discurso, en la
contraposición de opiniones; en la discusión de los filósofos
entre sí o del filósofo consigo mismo.
El método de Descartes
En cambio, a partir del Renacimiento y muy especialmente
a partir de Descartes, el método cambia completamente de ca-
riz, y el acento va ahora a recaer, no tanto sobre la discusión
posterior a la intuición, como sobre la intuición misma y los
métodos de lograrla. Es decir, que si el método filosófico en la
Antigüedad y en la Edad Media se ejercita principalmente des-
pués de tenida la intuición, el método filosófico en la Edad
Moderna pasa a ejercitarse principalmente antes de tener la in-
tuición y como medio para obtenerla.
Ustedes conocen de cerca el Discurso delmétodo, de Descartes,
y las ideas filosóficas de éste; han visto que lo que lo preocupa-
ba era cómo llegar a una evidencia clara y distinta; es decir, có-
mo llegar a una intuición indubitable de la verdad. Los caminos
qUe conducen a esa intuición (no los que después de la intui-
ción la afianzan, la prueban, la rectifican o la depuran, sino los
qUe conducen a ella) son los que a Descartes le interesan prin-
cipalmente. El método es, pues ahora preintuitivo, y tiene co-
[ 37]
mo propósito esencial lograr la intuición. ¿Cómo va a poderse
lograr la intuición? No va a poderse lograr más que de un mo-
do, que es buscándola, lo que quiere decir dividiendo en partes
todo objeto que se nos ofrezca confuso, oscuro, no evidente,
hasta que alguna de esas partes se nos convierta en un objeto
claro, intuitivo y evidente. Entonces ya tenemos la intuición.
Trascendencia einmanencia
Se ha operado aquí un cambio radical con respecto a la con-
cepción que tenía Platón del mundo y de la verdad. Platón te-
nía. del mundo y de la verdad la concepción de que este mun-
do en que. vivimos es el reflejo pálido del mundo en que no vi-
vimos y que es el habitáculo de la verdad absoluta. Son, pues,
dos mundos. Había que ir de éste a aquél. Había que estar segu-
ro, lo más posible, de que la intuición que de aquél tenemos es
la exacta y verdadera. En cambio, para Descartes este mundo en
que vivimos y el mundo de la verdad son uno y el mismo mun-
do. Lo que pasa es que cuando lo miramos por primera vez, el
mundo en que vivimos nos aparece revuelto, confuso, como un
cajón donde hay una multitud de cosas. Pero si en esa multitud
de cosas, si en esa multitud de conceptos caóticos, si en ese ca-
jón nos preocupamos despaciosamente por colocar aquí una co-
sa y allí otra e introducir orden en este "totum revolutus", en ese
cajón, entonces ese mundo se nos hace de pronto inteligible, lo
comprendemos, nos es evidente. ¿En qué ha consistido aquí el
logro de esta evidencia? No ha consistido en una fuga mística
de este mundo a Otro mundo, sino ha consistido en un análisis
metódico de este mundo, en el fondo del cual está el inteligible
mundo de las ideas. No son dos mundos distintos, sino uno
dentro del otro y los dos constituyendo un todo.
Si me permitís que use ya una palabra técnica filosófica, ve-
réis cómo ahora lo vaya hacer y estará llena de sentido vivo. No
he querido usarla hasta que no estuviera llena de sentido vivo.
El mundo de Platón es distinto del mundo en que vivimos.
El mundo de las ideas, diferente del mundo real en que vivi-
[ 38 ]
mas en nuestra sensación, es un mundo trascendente, porque es
otro mundo distinto del que tenemos en la sensación. La ver-
dad, para Platón, es trascendente a las cosas. La idea, para Pla-
tón, es, pues, trascendente al objeto que vemos y tocamos.
Cuando queremos definir un objeto de los que vemos y to-
camos, tenemos que quitarlo de en medio y fugamos al mun-
do trascendente de las ideas, distinto completamente, y por eso
lo llama "trascendente'.'. Pero en Descartes, cuando queremos
compartir plenamente un concepto, no nos fugamos fuera de
ese concepto, a otro mundo, sino que por medio del análisis
introducimos claridad en ese concepto mismo. Es el mismo
concepto que nos era oscuro, y que ahora se nos convierte en
claro. Luego el mundo inteligible en Descartes es inmanente,
forma parte, es el mismo mundo de la sensación y de la per-
cepción sensible, y no otro mundo distinto.
Los conceptos filosóficos, técnicos de la "trascendencia" y
de la "inmanencia", creo que tienen ahora para vosotros un
sentido más vivaz que si los hubiera pronunciado yo de pron-
to, sin preparación y sin explicación previa.
De modo que el método cartesiano, y a partir de Descartes
el de todos los filósofos, postula la inmanencia del objeto filo-
sófico, La intuición tiene que discernir, a través de la caótica
confusión del mundo, todas esas ideas claras y distintas que
constituyen su esencia y su meollo. El análisis es, pues, el mé-
todo que conduce a Descartes a la intuición, y a partir de este
momento, en toda la filosoBa posterior a Descartes acentúase
constantemente este instrumento de la intuición. Después de
Descartes, la intuición sigue siendo, en una o en otra forma, se-
gún los sistemas filosóficos de que se trate, el método por ex-
celencia de la filosoBa.
La intuición intelectual
Hay un momento, a principios del siglo XIX, en que los fi-
lósofos alemanes que han formado esa formidable escuela filo-
sófica llamada filosoBa romántica alemana (me refiero a Fich-
[ 39]
te, Schelling, Hegel), consideran que el método esencial de la
filos06a es lo que ellos llaman la intuición intelectual. Hay
aparentemente en estos términos una contradicción, porque la
intuición no es intelectual. Parece que intuición intelectual son
términos que se despiden el uno al otro, que se repelen, pues-
to que la intuición es un acto simple, por medio del cual cap-
tamos la realidad ideal de algo, y en cambio intelectual alude
al tránsito o paso de una idea a otra, a lo que Aristóteles desen-
vuelve bajo la forma de la lógica.
Pues bien: 10 esencial en el pensamiento de estos filósofos
es considerar la intuición intelectual como el método de la fi-
los06a. Y ¿por qué consideran la intuición intelectual como el
método de la filosoBa? Porque dan a la razón humana una do-
ble misión. Por una parte, la de penetrar intuitivamente en el
corazón, en la esencia misma de las cosas, en la forma en que
antes he expuesto al hablar de Descartes, descubriendo el mun-
do inmanente de las esencias racionales bajo la capa del mun-
do aparente de las percepciones sensibles. Pero, además consi-
deran que la segunda misión de la razón es, partiendo de esa
intuición intelectual, construir a priori, sin valerse de la expe-
riencia para nada, de un modo apriorístico puramente, me-
diante conceptos y formas lógicas, todo el armazón, toda la es-
tructura del universo y del hombre dentro del universo.
Son, pues, dos momentos en el método filosófico: un pri-
mer momento de intuición fundamental, intelectual. El filóso-
fo alemán de la época romántica (Fichte, Schelling, Hegel,
Krause, Hartmann, Schopenhauer) tiene en su vida una espe-
cie de iluminación mística, una intuición intelectual, que lo
hace penetrar en la esencia misma de la verdad; y luego esa in-
tuición es la que se desenvuelve poco a poco, en formas varia-
dísimas, en la filos06a de la naturaleza, en la filosoBa del espí-
ritu, en la filosoBa de la historia, en múltiples libros. Es como
un acorde musical que informa y da unidad a todas las cons-
trucciones filosóficas. Es lo que llamaban ellos entonces la
"construcción del sistema".
¿Cómo les viene a los filósofos alemanes de principios del
siglo XIX esta concepción del método de la filos06a? ¿Qté fue
[ 40 J
lo que los hizo caer en la idea de que el método de la filosofia
había de consistir en una primaria intuición, en una radical in-
tuición y luego en el desenvolvimiento de esa intuición en las
múltiples formas de la naturaleza, del espíritu, de la historia,
del hombre, etc.? Cayeron en esta manera de ver, en esta con-
cepción del método, porque todos ellos estaban alimentados,
imbuidos de la filosoBa de Kant. Ahora bien, la filosoBa de
Kant es cQmpleja; es un sistema complicado, dificil, pero uno
de sus elementos esenciales, primordiales, fundamentales, con-
siste en la distinción que Kant hace entre el mundo sensible,
fenoménico (significa lo mismo fenoménico que simple para el
caso, en la filosofia de Kant) y el mundo de las cosas en sí mis-
mo, independientemente de que aparezcan como fenómenos
para nosotros.
Esa distinción que hace Kant entre el mundo de la realidad
independiente de mí y el mundo de la realidad tal como apa-
rece en mí, lo lleva a considerar que cada una de las cosas de
nuestro mundo sensible y todas ellas en conjunto, no son sino
la explicitación en el espacio y en el tiempo, de algo incógni-
to, profundo y misterioso, que está por debajo del espacio y del
tiempo.
Ese algo incóg"riito, profundo y misterioso que estando de-
bajo del espacio y del tiempo se expande y florece en múltiples
diversificaciones que llamamos las cosas, los hombres, el cielo,
la tierra y el mundo en general, es lo que proporciona a todos
estos filósofos del romanticismo alemán la idea siguiente: Pues
bien, si eso es así, lo hermoso consistirá en llegar, con una vi-
sión intuitiva del espíritu, a ese "quid", a ese algo profundo, in-
cógnito y misterioso que contiene la esencia y definición de to-
do lo demás; y cuando hayamos llegado a captar, por medio de
una visión del espíritu, esa cosa en sí misma, o, como ellos lla-
maban también, 10 absoluto, entonces, de una sola mirada del
espíritu, tendremos la totalidad de lo absoluto e iremos sacan-
~o sin dificultad de ese absoluto, que habremos captado intui-
tlvamente, una por una todas las cosas concretas del mundo.
Por eso su filosofia llevaba siempre dos movimientos. Un
movimiento por decirlo así místico, de penetración de lo aOOo-
[ 41 J
luto, y luego otro movimiento de eflorescencia y de explicita-
ción de lo absoluto en sus formas múltiples, del arte, de la na-
turaleza, del espíritu, de la historia, del hombre, etcétera.
Esta manera o método de filosofar domina en una o en otra
forma en Alemania desde 1800 hasta 1870 aproximadamente.
Cuando esta manera de filosofar decae, es substituida por otro
estilo de filosofar que implica, naturalmente, otro método de
filosoBa.
Yo pensaba haber podido, en la conferencia de hoy, llegar
hasta el final; pero veo que la hora avanza y no me es posible
hacerlo sin riesgo de estar aquí demasiado tiempo para voso-
tros -y permitidme que lo diga- para mí también. Así es que
lo dejaremos aquí, y en la próxima lección proseguiremos don-
de lo hemos dejado, y entonces os haré ver que a pesar de que
los filósofos contemporáneos, desde el año 1870, cambian
completamente su idea del método, no dejan de conservar 10
esencial del método filosófico, tanto de los antiguos como de
los modernos.
[ 42 1
LECCIÓN III
La intuición como método de la filosofía
[Método discursivo y método intuitivo. La intuición sensi-
ble. La intuición espiritual. La intuición intelectual, emotiva y
volitiva. Representantes filosóficos de cada una. La intuición
en Bergson. La intuición en Dilthey. La intuición en Husserl.
Conclusión.]
Método discursivo y método intuitivo
En nuestra lección anterior habíamos tomado como tema el
método de la filosofia, y habíamos llegado al punto en que la
intuición se nos presentaba insistentemente en la historia del
pensamiento filosófico como el método fundamental, princi-
pal de la filosoBa moderna.
Descartes fue en la filosofía moderna, el primero que des-
componiendo en sus elementos las actitudes en que nos situa-
mos ante el mundo exterior y ante las opiniones transmitidas
de los filósofos, llega a una intuición primordial, primaria, de
la que luego parte para reconstruir todo el sistema de la filoso-
na. Descartes hace, pues, de la intuición el método primordial
de la filosofía.
Más tarde, después de Descartes, el método de la intuición si-
gue floreciendo entre los filósofos modernos. Lo emplean princi-
palmente los filósofos- idealistas alemanes (Fichte, Schelling, He-
gel, Schopenhauer) y en la actualidad el método de la intuición
es también generalmente aplicado en las disciplinas filosóficas.
Así, pues, he pensado que sería conveniente dedicar toda
una lección al estudio detenido de lo que es la intuición, de
[ 43 1
cuáles son sus principales formas, de cómo actualmente, en la
filosofía del presente, las distintas formas de intuición están re-
presentadas por diferentes filósofos y distintas escuelas. Y sacar
luego las conclusiones de este estudio, para fijar en líneas gene-
rales el uso que nosotros mismos vamos a hacer aquí de la in-
tuición como método filosófico.
Lo primero que vamos a preguntamos es: ¿qué es la intui-
ción? ¿En qué consiste la intuición?
La intuición se nos ofrece, en primer término, como un me-
dio de llegar al conocimiento de algo, y se contrapone al cono-
cimiento discursivo. Tenemos, pues, esta paradoja de métodos
opuestos que son e! método discursivo y e! método intuitivo.
Para comprender bien qué es e! método intuitivo, conviene,
por consiguiente, que lo supongamos en contraposición al mé-
todo discursivo.
Más fácil será comenzar por e! método discursivo.
Como la palabra "discursivo" indica, este método tiene que
ver con la palabra "discurrir" y con la palabra "discurso". Dis-
currir y discurso dan la idea, no de un único acto enderezado
hacia e! objeto, sino de una serie de actos, de una serie de es-
fuerzos sucesivos para captar la esencia o realidad de! objeto.
Discurso, discurrir, conocimiento discursivo es, pues, un co-
nocimiento que llega al término apetecido mediante una serie
de esfuerzos sucesivos que consisten en ir fijando, por aproxi-
mación sucesiva, unas tesis que luego son contradichas, discu-
tidas por uno consigo mismo, mejoradas, sustituidas por otras
nuevas tesis o afirmaciones, y así hasta llegar a abrazar por
completo la realidad de! objeto y por consiguiente obtener, de
esta manera e! concepto.
El método discursivo es, pues, esencialmente un método in-
directo. En vez de ir el espíritu recto al objeto, se pasea, por de-
cirlo así, alrededor de! objeto, lo considera, contempla en múl-
tiples puntos de vista; lo va abrazando cada vez más de cerca,
hasta que por fin consigue forjar un concepto que se aplica per-
fectamente a él.
Frente a este método discursivo está el método intuitivo. La
intuición consiste exactamente en lo contrario. Consiste en un
[ 44]
acto único del espíritu que de pronto, súbitamente, se lanza so-
bre el objeto, lo aprehende, lo fija, lo determina por una sola
visión del alma. Por eso la palabra "intuición" tiene que ver
con la palabra "intuir", la cual, a su vez, en latín significa "ver".
Intuición vale tanto como visión, como contemplación.
El carácter más aparente del método de la intuición es e! ser
directo. mientras que el método discursivo es indirecto. La in-
tuición va directamente al objeto. Por medio de la intuición se
obtiene un conocimiento inmediato mientras que por medio
del discurso, del discurrir o razonar, se obtiene un conocimien-
to mediato, al cabo de ciertas 0peraciones sucesivas.
La intuición sensible
¿Existen en realidad intuiciones? Existen; y el primer ejem-
plo, y más característico, de la intuición, es la intuición sensi-
ble, que todos practicamos cada instante. Cuando con una so-
la mirada percibimos un objeto, un vaso, un árbol, una mesa,
un hombre, un paisaje, con un solo acto hemos Hegado a te-
ner, a captar ese objeto. Esta intuición es inmediata, es una co-
municación directa entre el objeto y yo.
Por consiguiente es claro y evidente que existen intuiciones,
aunque no fuera más que esta intuición sensible. Pero esta in-
tuición sensible no puede ser la intuición de que se vale el fi-
lósofo para hacer su sistema filosófico.
y no puede ser la intuición de que se vale el filósofo por dos
razones fundamentales. La primera es que la intuición sensible
no se aplica más que a objetos que se dan para los sentidos, y
por consiguiente, sólo es aplicable y válida para aquellos casos
que por medio de las sensaciones nos son inmediatamente da-
dos.
En cambio de esto, e! filósofo necesita tomar como objeto
de su estudio objetos que no se dan inmediatamente en la sen-
sación y en la percepción sensible; tiene que tomar por térmi-
no de su esfuerzo objetos no sensibles. No puede servirle, por
consiguiente, la intuición sensible.
[ 45 ]
Pero además, hay otra razón que impediría al filósofo usar
de la intuición sensible, y es que ésta, en rigor, no nos propor-
ciona conocimiento, porque como no se dirige más que a un
objeto singular, a éste que está delante de mí, al que efectiva-
mente está ahí, la intuición sensible tiene el carácter de la indi-
vidualidad, no es válida más que para ese particular objeto que
está delante de mí.
En cambio la filosofia tiene por objeto no 10 singular que
está ahí, delante de mí, sino objetos generales, universales. Por
consiguiente, la intuición sensible, que está por su esencia ata-
da a la singularidad del objeto, no puede servir en filosona, la
cual, por su esencia, se endereza a la universalidad o generali-
dad de los objetos.
La intuición espiritual
Si no hubiese otra intuición que la intuición sensible la fi-
losofia quedaría muy mal servida con esta intuición sensible.
Pero es el caso que hay en nuestra vida psíquica otra intui-
ción además de la intuición sensible. Existe, digo, otra intui-
ción que por de pronto, antes de cambiarle el ejemplo, cuan-
do yo aplico mi espíritu a pensar este objeto: "que una cosa no
puede ser y no ser al mismo tiempo", veo sin necesidad de de-
mostración (la demostración es discurso y conocimiento dis-
cursivo) con una sola visión del espíritu, con una evidencia in-
mediata, directa y.sin necesidad de demostración, que una co-
sa no puede ser y no Ser al mismo tiempo. El principio de COn-
tradicción, como 10 llaman los lógicos, es, pues, intuido por
una visión directa de! espíritu; es una intuición.
Cuando yo digo que el color rojo es distinto del color azul
también esta diferencia entre el rojo y el azul la veo con lo~
ojos del espíritu mediante una visión directa e inmediata. He
aquí otro segundo ejemplo de una intuición que ya no es sen-
sible. Es sensible la intuición del ro;o; es sensible la intuición
del azul; pero la intuición de la relación de diferencia -la in-
tuición de que el rojo es diferente del azul- ésa ya no es una
[ 46 J
intuición sensible, porque su objeto, que es la diferencia, no es
un objeto sensible, como el azulo el rojo.
Cuando yo digo que la distancia de un metro es menor que
la distancia de dos metros, esta diferencia, esta relación, es el
objeto de una intuición, y no es un objeto sensible.
Por consiguiente, la intuición que estos ejemplos nos descu-
bre, no es una intuición sensible. Existe, pues, una imuición es-
piritual, que se diferencia de la intuición sensible en que su ob-
jeto no es objeto sensible. Esta intuición tampoco se hace por
medio de los sentidos, sino que se hace por medio del espíri-
tu.
Hasta ahora voy hablando del espíritu en general, sin preci-
sar mayormente. Pero ahora es preciso ir depurando, purifican-
do, esclareciendo más esta noción que ya tenemos de la intui-
ción.
Si consideramos los ejemplos con que hemos ilustrado esta
intuición espiritual, nos damos en seguida cuenta de que ellos
nos ponen ante un género de objetos que son siempre relacio-
nes; y estas relaciones son de carácter formaL Se refieren a la
forma de los objetos. No a su contenido, sino a ese carácter por
decirlo así exterior, que todos los objetos tienen de común: la
dimensión, el tamaño, etc. Entonces, por medio de la intui-
ción espiritual, en el sentido en que la hemos empleado hasta
ahora, percibimos directamente, intuimos directamente formas
de los objetos: el ser mayor o e! ser menor; e! ser grande o el
ser pequeño con relación a un módulo; el poder ser o no ser al
mismo tiempo. Pero todas éstas son formalidades.
La intuición espiritual, en los ejemplos que yo he puesto es,
pues, una intuición puramente formaL Si no hubiese otra en la
vida del filósofo, malparado andaría el filósofo. Si no pudiese
tener más intuiciones que intuiciones formales, tampoco po-
dría construir su filosoila, porque con puros formalismos no se
puede penetrar en la esencia, en la realidad misma de las cosas.
Pero es así que e! filósofo pretende, más que ningún otro pen-
sador, penetrar hasta e! último fondo de la realidad misma de
las cosas. Por consiguiente, si no pudiera servirse más que de
una intuición que lo obligue a priori a permanecer en lo pura-
[ 47 J
mente formal, en las relaciones de pura fonna, entonces el fi-
lósofo quedaría detenido en su marcha a los pocos pasos.
Pero hay en la vida del filósofo otra intuición que no es pu-
ramente fonnal. Hay otra intuición que por contraponerla a la
intuición fonnal llamaremos "intuición real". Hay otra intui-
ción que penetra al fondo mismo de la cosa, que llega a captar
su esencia, su existencia, su consistencia. Esta intuición que di-
rectamente va al fondo de la cosa, es la que aplican los filóso-
fos. No una simple intuición espiritual, sino una intuición es-
piritual de carácter real, por contraposición a la intuición de ca-
rácter fonnal, a que antes me refería. Y esta intuición de carác-
ter real, esta salida del espíritu que va a ponerse en contacto
con la íntima realidad esencial y existencial de los objetos, esta
intuición real, la podemos a su vez dividir en tres clases, según
que en ella, al verificarla, predomine por parte del filósofo la ac-
titud intelectual, o la actitud emotiva, o la actitud volitiva.
Intuición intelectual, emotivay volitiva
Cuando en la actitud de la intuición el filósofo pone prin-
cipalmente en juego sus facultades intelectuales, entonces, te-
nemos la intuición intelectual. Esta intuición intelectual tiene
en el objeto su correlato exacto. Ya saben ustedes que todo ac-
to del sujeto, todo acto del espíritu en su integridad, se ende-
reza hacia los objetos, y el acto del sujeto tiene entonces siem-
pre su correlato objetivo.
El correlato objetivo, cuando la intuición es predominante-
mente intelectual, consiste en la esencia del objeto. La intuición
intelectual es un esfuerzo por captar directamente, mediante un
acto directo del espíritu, la esencia, o sea lo que el objeto es.
Pero hay además otra actitud intuitiva del sujeto, en donde
predominantemente actúan motivos de carácter emocional.
Esta segunda especie de intuición, que llamamos intuición
emotiva, tiene también su correlato en el objeto. El correlato,
ya la esencia del objeto, no es ya lo que el objeto es, sino el va-
lor del objeto, lo que el objeto vale.
[ 48 ]
En el primer caso la intuición nos pennite captar el "eidos",
como se dice en griego, la esencia o la consistencia; como sue-
lo decir yo en un lenguaje más propio, la consistencia del ob-
jeto. En d segundo caso, en cambio, lo que captamos no es lo
que el objeto es, sino lo que el objeto vale, es decir, si el obje-
to es bueno o malo, agradable o desagradable, bello o feo, mag-
nífico o mísero.
Todos estos valores que están en el objeto son captados por
una intuición predominantemente emotiva.
y hay una tercera intuición en donde las motivaciones in-
ternas del sujeto, que se coloca en esa actitud, son predomi-
nantemente volitivas. Esta tercera intuición en donde los mo-
tivos que chocan son derivados de la voluntad, derivados del
querer, tiene también su correlato en el objeto. No se refiere ni
a la esencia, coma la intuición intelectual, ni al valor, como la
intuición emotiva. Refiérese a la existencia, a la realidad exis-
tencial del objeto.
Por medio de la intuición intelectual propende el pensador
filosófico a desentrañar 10 que el objeto es. Por medio de la in-
tuición emotiva propende a desentrañar lo que el objeto vale,
d valor del objeto. Por medio de la intuición volitiva, desen-
traña, no lo que es, sino que es, que existe, que está ahí, que es
algo distinto de mí. La existencia del ser se descubre al hombre
mediante un tipo de intuición predominantemente volitiva.
Representantesfioso/icos de cada una
Estos tres tipos de intuición han sido representados amplia-
mente en la historia del pensamiento humano.
La intuición intelectual pura la encontramos en la Antigüe-
dad, en Platón; én la época moderna en Descartes y en los fi-
lósofos idealistas alemanes, sobre todo en Schelling y en Scho-
penhauer.
La intuición emocional o emotiva, también está amplia-
mente representada en la historia'del pensamiento humano.
En la Antigüedad la encontramos en el filósofo Plotino; más
[ 49]
tarde, en alto grado, llevada a uno de los más sublimes niveles
de la historia del pensamiento, la encontramos en San Agustín.
En la filosofía de San Agustín, la intuición emotiva llega a re-
finamientos y a logros extraordinarios. Después de San Agus-
tín, durante toda la Edad Media, combaten, luchan unos con-
tra otros, los partidarios de la intuición intelectual y de la in-
tuición emotiva. Las escuelas, principalmente de los francisca-
nos, las escuelas místicas, se contraponen al racionalismo de
Santo Tomás.
Corre por toda la Edad Media este doble fluir de los parti-
darios de una y otra intuición. Y por último, cosa sorprenden-
te, la intuición emotiva, la intuición mística, que no deja de es-
tar teñida de un elemento religioso, se encuentra en dos pensa-
dores modernos, en quienes apenas si se ha notado hasta aho-
ra. Uno es Spinoza. En muchísimos libros de filosofía encon-
traréis que Spinoza no hace uso de la intuición; que Spinoza
demuestra sus proposiciones "more geométrico", como puras
demostraciones de teoremas de geometría, donde el elemento
discursivo ahoga por completo toda intuición. Sin embargo,
eso es pura apariencia. En realidad, en el fondo de la filosofía
de Spinoza hay una intuición mística; y llega un momento, en
el último libro de la Ética de Spinoza, que bajo la forma de una
demostración geométrica, aparece la intuición emotiva, que
rompe los moldes lógicos de la demostración y se hace paten-
te al lector, no sin una conmoción verdaderamente tremenda
del alma; y es cuando Spinoza, al llegar casi al término de su
libro, se siente elevado, se siente sublimizado en el propósito
filosófico, que desde el principio lo hace alentar, y escribe esta
frase como enunciado de uno de sus últimos teoremas: "senti-
mus experimur que nos esse aetemos", que quiere decir: "No-
sotros sentimos y experimentamos que somos eternos". Ahí se
ve bien hasta qué punto toda esa costra de teoremas y de de-
mostraciones estaba recubriendo una intuición palpitante de
emoción, una intuición mística de la identidad de lo finito con
lo infinito y de la eternidad en el mismo presente.
El otro en donde también extrañará a ustedes ver aparecer
esta intuición emotiva es nada menos que en el filósofo inglés
[501
Hume. Para Hume la existencia del mundo exterior y la exis-
tencia de nuestro propio yo no pueden ser objeto de intuición
intelectual; no pueden ser objeto ni de intuición intelectual ni
de demostración racional. No se le puede demostrar a nadie
que el mundo exterior existe, o que el yo existe. Lo único que
se puede es invitarlo a que él diga si cree que existe el mundo
exterior, o si cree que existe el yo; porque lo que del mundo
exterior tenemos no es más que un "belief", una creencia.
Creemos, tenernos fe; es un acto de fe nUestra creencia en el
mundo exterior y en la realidad de nuestro yo.
En cuanto a la intuición volitiva, tiene en la historia de la
filosofía uno de los representantes más grandes que sea dable
imaginar. El que quizá más profundamente ha llegado a sentir
esta intuición de carácter volitivo es el filósofo alemán Fichte.
Fichte hace depender la realidad del universo y la realidad mis-
ma del yo, de una posición voluntaria del yo. El yo voluntaria-
mente se afirma a sí mismo; se crea, por decirlo así, a sí mis-
mo; se pone a sí mismo. Y al ponerse a sí mismo, se pone ex-
clusivamente como voluntad, no como pensamiento; como
una necesidad de acción, como algo que necesita realizarse en
la acción, en la ejecución de algo querido y deseado, Y para
que algo sea querido y deseado, el yo, al ponerse a sí mismo,
se pone, se propone mejor dicho, obstáculos a su propio desen-
volvimiento, con objeto de poderse transformar en resolutor
de problemas, en actor de acciones, en algo que rompe esos
obstáculos.
La realización de una vida que consiste en romper obstácu-
los, en dominar obstáculos, eso es para Fichte el origen de to-
do el sistema filosófico. Aquí tenemos en su mayor plenitud
una intuición de carácter volitivo.
De modo que, como ustedes ven, en la historia de la filoso-
Ra moderna, los tres tipos principales de intuición se hallan
amplia y magníficamente representados.
En la filosona contemporánea, en la de los filósofos que vi-
~en aún o han desaparecido hace poco tiempo, también cons-
tituye la intuición la forma fundamental del método filosófico.
En una u otra modalidad, la intuición constituye en toda la fi-
[ 51 1
los06a contemporánea el instrumento principal de que el filó-
sofo se vale para lograr las adquisiciones de su sistema.
Las modalidades en que esa intuición se presenta en la filo-
sofia contemporánea son muy variadas. Dicho sea de paso,
existe en la filosofia contemporánea un inmoderado afán de
originalidad. Cada filósofo grande, cada filósofo mediano, ca-
da filósofo pequeño, cada filosofillo, cada filosofito, y hasta los
estudiantes de filos06a, pretenden hoy tener su propio sistema.
Es como los pintores y los músicos. Antiguamente los pintores
y los músicos pertenecían a una escuela y vivían tranquilos
dentro de los métodos que su escuela musical o pictórica les
daba. Pintaban modestamente, para ganarse la vida, cuadros
muy decentes y aceptables, porque estaban sustentados en una
estética clara y universalmente aceptada dentro de los recintos
de su escuela. Pero hoy cada pintor quiere ser un renovador to-
tal de la pintura; y cada músico quiere renovar por completo
el arte de la música. Y salen unas algarabías y unos bodrios ho-
rrorosos y espantosos. Por uno o dos que en efecto son hom-
bres de genio y traen un elemento original a su arte, hay en
cambio una infinidad de chapuceros que lo único que hacen
es, como dicen en París, en el barrio de los artistas, "éparter le
bourgeois".
En filos06a pasa algo parecido. Cada filósofo pretende te-
ner su sistema. Si nosotros quisiéramos seguir en todos sus va-
riados matices las divergencias que hay entre éste y éste y éste,
estas pequeñas divergencias que hay entre uno y otro, con sus
afanes de originalidad y de decir lo que nadie ha dicho, nos
perderíamos en una selva de nimiedades muchas veces poco
significativas.
Haciendo una clasificación general, y tomando las principa-
les figuras del pensamiento contemporáneo, podemos encon-
trar hasta tres modalidades en el uso del método de la intui-
ción.
Estas tres modalidades las vamos a cubrir con los nombres
de los filósofos que mejor las representan.
Tenemos primero la intuición como la emplea y practica
Bergson. La segunda modalidad que voy a explicar está princi-
[ 52]
palmente representada por Dilthey. La tercera modalidad está
principalmente representada por Husserl, que ha formado una
escuela bastante voluminosa por el número de sus secuaces y
que suele llevar el nombre de "escuela fenomenológica". El
nombre es feo, muy feo, pero no lo puedo remediar. Es un tra-
balenguas. Si yo hubiera sido el autor de esto, lo hubiera lla-
mado de un modo más bonito.
Vamos a intentar brevemente caracterizar la clase de intui-
ción que cada uno de estos tres pensadores preconiza como el
método de la filosofia.
La intuición en Bergson
Para Bergson la filosofia no puede tener otro método que el
de la intuición. Cualquier otro método que no sea la intuición,
falsearía radicalmente la actitud filosófica. ¿Por qué? Porque
Bergson contrapone (hasta qué punto con verdad, es lo que
ahora no vaya discutir) la actividad intelectual y la actividad
intuitiva. Para Bergson la actividad intelectual consiste en ha-
cer 10 que hacen los científicos; consiste en hacer lo que hacen
los hombres en la vida ordinaria; consiste en tomar las cosas
como cosas quietas, estáticas, compuestos de elementos que se
pueden descomponer y recomponer, como el relojero descom-
pone y recompone un reloj. El científico, el economista, el
banquero, el comerciante, el ingeniero, tratan la realidad que
tienen ante sí como un mecanismo cuyas bases se pueden des-
coyuntar y luego volverlas a coyuntar. El científico, el matemá-
tico, considera las cosas que tiene delante como COSas quietas,
que están ahí, esperando a que él llegue para dividirlas en par-
tes y fijar para cada elemento sus ecuaciones definitorias y lue-
go reconstruir esas ecuaciones.
Según Bergson, este aspecto de la realidad que el intelecto,
la inteligencia, estudia de esta manera, es el aspecto superficial
y falso de la realidad. Por debajo de esa realidad mecánica que
se puede descomponer y recomponer a capricho, por debajo de
esa realidad que él dice realidad ya hecha, está la más profun-
[ 53]
da y auténtica realidad que es una realidad haciéndose, que es
una realidad imposible de descomponer en elementos inter-
cambiables, que es una realidad fluyente, que es una realidad
sin distinciones, sin separaciones, ni estancamientos; que es,
por consiguiente, una realidad en el fluir del tiempo, que se va
de las manos tan pronto como queremos apresarla; como
cuando echamos agua en un cesto de mimbre, el agua se esca-
pa por las aberturas.
Del mismo modo, para Bergson el intelecto verifica sobre
esa realidad profunda y movediza, una operación primaria que
consiste en solidificarla, en detenerla, en transformar lo fluyen-
te en quieto. De ese modo se hace fácil la explicación, porque
habiendo transformado el movimiento en inmovilidad, se des-
compone el movimiento en una serie infinita de puntos inmó-
viles.
Por eso para Bergson, Zenón de Elea, el famoso autor de los
argumentos contra el movimiento, tendrá razón en el terreno
de la intelectualidad y no tendrá jamás razón en el terreno de
la intuición viviente. La intuición viviente tiene por misión
abrirse paso a través de esas concreciones del intelecto, para
usar una metáfora. El intelecto lo primero que ha hecho ha si-
do congelar el río de la realidad, convertirlo en hielo sólido,
para poderlo entender y manejar mejor; pero lo ha falseado al
transformar lo líquido en sólido, porque la verdad es que es lí-
quido por debajo, y lo que tiene que hacer la intuición es rom-
per esos témpanos artificiales de hielo mecánico, para llegar a
la fluencia misma de la vida, que discurre por debajo de la rea-
lidad mecánica.
La misión de la intuición es, pues, ésa; oponerse a la labor
del intelecto, o de lo que llama Bergson el pensamiento, "la
pensée". Por eso en su último libro ha llegado al refinamiento
máximo quizá en la historia de la filosofía, que consiste en ha-
ber puesto en el título mismo de su libro la última esencia de
su pensamiento: lo llama "La pensée et le mouvant'''. Elpensa-
mientoy lo movedizo. Intelectual es el pensamiento. Pero el as-
pecto profundo y real es el movimiento, la continuidad del
fluir, del cambiar, a lo cual sólo por intuición podemos llegar.
[ 54]
Por eso para Bergson, la metáfora literaria es el instrumento
más apropiado para la expresióp filosófica. El filósofo no pue-
de hacer definiciones, porque las definiciones se refieren a lo
estático, a lo quieto, a lo inmóvil, a lo mecánico y a lo intelec-
tual. En cambio como la verdad última es lo movedizo y flu-
yente que hay debajo de lo estático, a esa verdad no se puede
llegar por medio de definiciones intelectuales; lo único que
puede hacer el filósofo es sumergirse en esa realidad profunda;
y luego, cuando vuelva a la superficie, toma la pluma y escri-
be, procurando, por medio de metáforas y sugestiones de ca-
rácter artístico o literario, llevar al lector a que verifique a su
vez esa misma intuición que el autor ha verificado antes que
él. La filosofía de Bergson es una constante invitación a que el
lector sea también filósofo y haga él también las mismas intui-
ciones.
La intuición en Dilthey
Pasemos ahora a intentar caracterizar en pocas palabras la
intuición de Dilthey.
La intuición en Dilthey se caracteriza brevemente con el ad-
jetivo "volitivo". La intuición de Dilthey es la intuición volitiva
a la que hace unos instantes me he referido. Para Dilthey tam-
bién, como para Bergson, el intelectualismo, el idealismo, el ra-
cionalismo, todos aquellos sistemas filosóficos para quienes la
última y más profunda realidad es el intelecto, el pensamiento,
la razón, todas esas filosofías, son falsas, son insuficientes.
Para Dilthey no es la razón, no es el intelecto el que nos
descubre la realidad de las cosas. La realidad, o mejor dicho to-
davía, la "existencia" de las cosas, la existencia viva de las co-
sas, no puede ser demostrada por la razón, no puede ser descu-
bierta por el entendimiento, por el intelecto. Tiene que ser in-
tuida con una intuición de carácter volitivo, que consiste en
percibimos a nosotros mismos como agentes, como seres que
antes de pensar quieren, apetecen, desean. Nosotros somos en-
tes de voluntad, de apetitos, de deseos, antes que entes de pen-
[55 ]
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  • 1. Manuel GARCÍA MOREN'l'E Biblioteca de Obras Maestras del Pensamiento Lecciones preliminares de filosona Prólogo: EUGENIO PuCCIAREill y RlSIERI FRONDIZI <t: el <t: '" o ...J EDITORIAL LOSADA . . . BUENOS AIRES
  • 2. 12 edición en Biblioteca de Obras Maestras del Pensamiento: mayo de 2004 © Editorial Losada, S. A. Moreno 3362, Buenos Aires, 1938 Distribución: Capital Fedrral: Vaccaro Sánchez, Moreno 794 - 90 piso (1091) Buenos Aires, Argentina. Interior: Distribuidora Bertrán, Av. Vélez Sársfield 1950 (1285) Buenos Aires, Argentina. Composición de textos interiores: Virginia Giannoni ISBN: 950-03-7817-5 Q!.teda hecho el depósito que marca la ley 11.723 Marca y características gráficas registradas en la Oficina de Patentes y Marcas de la Nación Impreso en Argentina Prinled in Argentina Prólogo El esfuerzo sistemático por develar el eterno enigma que hostiga sin cesar la insaciable curiosidad del hombre, constitu- ye la filosofla. Ella no se refiere a cuestiones ajenas a la vida y ante cuya solución, en uno u otro sentido, el hombre pueda pennanecer indiferente. Es la vida misma, con sus angustias y sus esperanzas, que aparece comprometida en la pregunta y arriesgada en la respuesta. Porque los problemas últimos y to- tales no se limitan a arañar la epidermis: arrastran a nuestro ser y lo penetran íntimamente. De su solución, claramente deter- minada o apenas entrevista, depende el curso ulterior de nues- tra existencia, su felicidad o su desdicha. No es extraño que el carácter peculiar de la filosofía se refle- je sobre su enseñanza y suscite dificultades casi insuperables. Enseñar filosofía no consiste en informar o ilustrar al discípu- lo acerca de pormenores que fatigan su memoria, sino suscitar en su ánimo el nacimiento de los problemas y despertar la ne- cesidad de encontrarles perentoria respuesta; hacer que el enig- ma hunda su aguijón en la carne del neófito y que éste se sien- ta arrastrado por la incógnita experimentada como angustia propia. Por eso, iniciarse en filosofía no es asimilar un saber lo- grado, sino lanzarse, por propia cuenta y riesgo, a filosofar. Tarea semejante exige al maestro singulares dotes espiritua- les: conciencia viva, despierta y a veces dolorosa del enigma, familiaridad con los problemas, seguridad ante las soluciones, aptitud para despertar iguales sentimientos en el discípulo. Un curso de Introducción a la Filosofía ha de ser, por consiguien- te, una incitación constante a filosofar. Las referencias históri- cas y los elementos sistemáticos deben subordinarse a ese pro- pósito fundamental y sobre ellos descansará todo el desarrollo del curso. No podrá consistir nunca en una enumeración indi- [ 7 J
  • 3. ferente de teorías ni en un conjunto de ilustraciones históricas escogidas al azar; un punto de vista personal, profesado con sinceridad y transmitido con entusiasmo, ha de conferir uni- dad al conjunto y despertar interés por el tema. Esforzándose por adaptarse a estas exigencias y triunfando de sus dificultades, el curso dictado en 1937 por don Manue! García Morente en el Departamento de Filosofia y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán y que ahora se publica por disposición del Señor Rector Dr. Julio Prebisch constituye un ejemplo feliz. Persuadido de que la filosofia ostenta un marca- do acento personal, el autor se apresura a presentar su tesis y la defiende con entusiasmo y elegancia, logrando siempre susci- tar interés en el ánimo del discípulo. El eje del curso lo constituyen los problemas metaflsico y gnoseológico, las cuestiones solidarias del ser y del conocer, en sus vicisitudes históricas. Desde esta atalaya se divisa todo el campo de la filosofia y los restantes problemas se rozan con re- lación a aquéllos. Ingenuo seria exigir que se agotara la proble- mática en un curso elemental. Iría en detrimento de la claridad del asunto. Impulsado por las ventajas didácticas que presenta este punto de vista, el autOr prefiere hacemos asistir al drama de la filosofla, desgarrada en la polémica entre realistas e idea- listas, teorías unilaterales cuyo antagonismo irreductible se tra- ta de superar en la actual filosofla de la vida, en cuyas filas se enrolan los espíritus más selectos de nuestro tiempo. Después de breves consideraciones acerca de la filosofla y la necesidad de practicarla convirtiéndola en una tarea personal, a fin de llenar con su vivencia el contenido de la palabra que de otro modo se expone a permanecer vacía, el libro ahonda el estudio del método en sus contingencias históricas. Un mismo problema asocia los nombres de Sócrates, Platón y Aristóteles, en la Antigüedad, a los de Dilthey, Husserl y Scheler, en nues- tros días. En seguida nos invita a ingresar en la ontología: pre- senta el problema del ser y se detiene en la solución realista que ofrecen Parménides. Platón y Aristóteles. Penetra en su compli- cada estructura, alaba sus excelencias y señala finalmente sus flancos débiles expuestos a la crítica; nos invita a asistir a su de- [ 8] sarrollo histórico, su culminación y su crisis al principio de la Edad Moderna. Nuevos acontecimientos históricos y podero- sas razones filosóficas empujan al hombre moderno hacia el idealismo: de Descartes a Kant asistimos al despliegue de la nueva filosofia, que la oposición entre racionalistas y empiris- tas hace más dramático. Se detiene después en el problema del conocimiento, que la nueva filosofla destaca en el primer pla- no, y analiza el idealismo en Kant y después de Kant. Los últi- mos cuatro capítulos¡etoman el problema ontológico desde el punto de vista sistemático: lo real, 10 ideal y los valores son es- tudiados a la luz del pensamiento contemporáneo. Cierra elli- bro un breve e intenso capítulo sobre la ontología de la vida, que asocia los nombres de Heidegger y Ortega y Gasset, y en cuyo horizonte el autor cree entrever la superación de la ardua polémica entre realismo e idealismo. Pasión elevada por la tesis que defiende, entusiasmo peda- gógico, sinceridad intelectual advierte e! lector al recorrer las páginas ,de las Lecciones preliminares de filosofia. Explicables en parte, por e! carácter personal de la meditación, y, en parte tam- bién considerable, por tratarse de exposiciones orales, que en la cuidadosa versión taquigráfica de los señores Guillermo García, Jorge Temavacio y Carlos Maurin corrigiera el autor. Al ha- cernos cargo de su edición no hemos querido suprimir aquellas expresiones que delatan la inicial procedencia de estas leccio- nes. Preferimos que conserven el sabor y la espontaneidad de un curso profesado ante la atención respetuosa de los alumnos de la Universidad de Tucumán. Él fue expuesto a estudiantes de filosofla, que sentían la necesidad de ser guiados por manos ex- perimentadas a través del intrincado laberinto de la problemá- tica filosófica y a ellos se dirige ahora, con la esperanza de en- contrar la misma acogida cordial que mereció en su tiempo. EUGENIO PUCClAREUl RrSIERl FRONDIZI Universidad Nacional de Tucumán, Octubre de 1938. [ 9]
  • 4. LECCIÓN 1 El conjunto de la filosofia [La filosoBa y su vivencia. Definiciones filosóficas y viven- cias filosóficas. Sentido de la voz filosoBa. La filosoBa antigua. La filosoBa en la Edad Media. La filosofia en la Edad Moder- na. Las disciplinas filosóficas. Las ciencias y la filosofla. Las partes de la filosoBa.] Lafilosofíay su vivencia Vamos a iniciar el curso de introducción a la filosofía plan- teando e intentando resolver algunas de las cuestiones princi- pales de esta disciplina. Ustedes vienen a estas aulas y yo a ellas también, para hacer juntos algo. ¿O!Ié es lo que vamos a hacer juntos? Lo dice el tema: vamos a hacer filosofía. La filosofia es, por de pronto, algo que el hombre hace, que el hombre ha hecho. Lo primero que debemos intentar, pues, es definir ese "hacer" que llamamos filosofía. Deberemos por lo menos dar un concepto general de la filosofla, y quizá fue- se la incumbencia de esta lección primera la de explicar y ex- poner qué es la filosofía. Pero esto es imposible. Es absoluta- mente imposible decir de antemano qué es filosofla. No se puede definir la filosofia antes de hacerla; como no se puede definir en general ninguna ciencia, ni ninguna disciplina, antes de entrar directamente en el trabajo de hacerla. Una ciencia, una disciplina, un "hacer" humano cualquie- ra, recibe su concepto claro, su noción precisa, cuando ya el hombre ha dominado ese hacer. Sólo sabrán ustedes qué es fi- losofía cuando sean realmente filósofos. Por consiguiente, no [ 11 1
  • 5. puedo decirles qué es filosofia. FilosofIa es lo que vamos a ha- cer ahora juntos, durante este curso en la Universidad de Tu- cumán. ¿Q!lé quiere esto decir? Esto quiere decir que la filosofIa, más que ninguna otra disciplina, necesita ser vivida. Necesita- mos tener de ella una "vivencia". La palabra vivencia ha sido introducida en el vocabulario español por escritores de la &_ vista de Occidente, como traducción de la palabra alemana "Er- lebnis". Vivencia significa lo que tenemos realmente en nues- tro ser psíquico; lo que real y verdaderamente estamos sintien- do, teniendo, en la plenitud de la palabra "tener". Vaya dar un ejemplo para que comprendan bien qué es la "vivencia". El ejemplo no es mío, es de Bergson. Una persona puede estudiar minuciosamente el plano de París; estudiarlo muy bien; notar uno por uno los diferentes nombres de las calles; estudiar sus direcciones; luego puede es- tudiar los monumentos que hay en cada calle; puede estudiar los planos de esos monumentos; puede repasar las series de las fotografias del Museo del Louvre, una por una. Después de ha- ber estudiado el plano y los monumentos, puede este hombre procurarse una visión de las perspectivas de París, mediante una serie de fotografias tomadas de múltiples puntos de vista. Puede llegar de esa manera a tener una idea regularmente cla- ra, muy clara, clarísima, detalladísima de París. Esta idea podrá ir perfeccionándose cada vez más, confor- me los estudios de este hombre sean cada vez más minuciosos; pero siempre será una mera idea. En cambio, veinte minutos de paseo a pie por París, son una vivencia. Entre veinte minutos de paseo a pie por una calle de París y la más larga y minuciosa colección de fotograBas, hay un abismo. La una es una mera idea, una representación, un con- cepto, una elaboración intelectual; mientras que la otra es po- nerse uno realmente en presencia del objeto, esto es: vivirlo, vi- vir con él; tenerlo propia y realmente en la vida; no el concep- to que 10 substituya; no la fotografía que 10 substituya; no el plano, no el esquema, que lo substituya, sino él mismo. Pues, 10 que nosotros vamos a hacer es vivir la filosofia. [ 12 [ Para vivirla es indispensable entrar en ella como se entra en una selva; entrar en ella a explorarla. En esta primera exploración, evidentemente no viviremos la totalidad de ese territorio que se llama filosofía. Pasearemos por algunas de sus avenidas; entraremos en algunos de sus cla- ros y de sus bosques; viviremos realmente algunas de sus cues- tiones, pero otras ni siquiera sabremos que existen quizá. Po- dremos de esas otras o de la totalidad del territorio filosófico, tener alguna idea, algún esquema, como cuando preparamos algún viaje tenemos de antemano una idea o un esquema le- yendo el Baedeker previamente. Pero vivir, vivir la realidad fi- losófica, es algo que no podremos hacer más que en un cierto número de cuestiones y desde ciertos puntos de vista. Cuando pasen años y sean ustedes viajeros del continente filosófico, más avezados y más viejos, sus vivencias filosóficas serán más abundantes, y entonces podrán ustedes tener una idea cada vez más clara, una definición o concepto cada vez más claro, de la filosoRa. De vez en cuando, en estos viajes nuestros, en esta peregri- nación nuestra por el territorio de la filosofía, podremos dete- nemos y hacer balance, hacer recuento de conjunto de las ex- periencias, de las vivencias que hayamos tenido; y entonces po- dremos formular alguna definición general de la filosofía, ba- sada en esas auténticas vivencias que hayamos tenido hasta en- tonces. Esa definición entonces tendrá sentido, estará llena de sen- tido, porque habrá dentro de ella vivencias personales nuestras. En cambio una definición que se dé de la filosofía, antes de ha- berla vivido, no puede tener sentido, resultará ininteligible. Pa- recerá acaso inteligible en sus términos; estará compuesta de palabras que ofrecen un sentido; pero ese sentido no estará lle- no de la vivencia real. No tendrá para nosotros esas resonan- cias largas de algo que hemos estado mucho tiempo viviendo y meditando. [ 13 1
  • 6. Difinicionesfilosóficas y vivenciasfilosóficas Así, por ejemplo, es posible reducir los sistemas filosóficos de algunos grandes filósofos, a una o dos fórmulas muy preg- nantes, muy bien acuñadas. Pero, ¿qué dicen esas fórmulas a quien no ha caminado a lo largo de las páginas de los libros de esos filósofos? Si les digo, por ejemplo, que el sistema de He- gel puede resumirse en la fórmula de que "todo lo racional es real y todo lo real es racional", es cierto que el sistema de He- gel puede resumirse en esa fórmula. Es cierto también que esa fórmula presenta un sentido inmediato, inteligible, que es la identificación de lo racional con 10 real, tanto poniendo como sujeto a lo racional y como objeto a lo real, como invirtiendo los términos de la proposición y poniendo lo real como sujeto y lo racional como predicado. Pero a pesar de ese sentido aparente e inmediato que tiene esta fórmula, y a pesar de ser realmente una fórmula que expre- sa en conjunto bastante bien el contenido del sistema hegelia- no, ¿qué les dice a ustedes? No les dice nada. No les dice ni más ni menos que el nombre de una ciudad que ustedes no han visto, o el nombre de una calle por la cual no han pasado nunca. Si yo les digo que la avenida de los Campos Elíseos es- tá entre la plaza de la Concordia y la plaza de la Estrella, uste- des tienen una frase con un sentido, pero dentro de ese senti- do no pueden poner una realidad auténticamente vivida por ustedes. En cambio, si se ponen a leer, a meditar, los difíciles libros de Hegel; si se sumergen y bracean en el mar sin fondo de la Ló- gica, de la Fenomenologfa del Espín'tu, o de la Filosrljía de la Histo- ria Universal, al cabo de algún tiempo de convivir por la lectura con estos libros de Hegel, ustedes viven esa filosona: estos se- cretos caminos les son a ustedes conocidos, familiares; las dife- rentes deducciones, los razonamientos por donde Hegel va pa- sando de una afirmación a otra, de una tesis a otra, ustedes tam- bién los han recorrido de la mano del gran filósofo. y entonces, cuando lleven algún tiempo viviéndolos y oigan decir la fórmu- la de "todo lo racional es real y todo lo real es racional", llena- [ 14 1 rán esa fórmula con un contenido vital, con algo que han vivi- do realmente, y cobrará esa fórmula una cantidad de sentidos y de resonancias infinitas que, dicha de primera vez, no tendría. Pues bien: si yo ahora les diese alguna definición de la filo- sofía, o si me pusiese a discutir con ustedes varias definiciones de la filosofía, sería exactamente lo mismo que ofrecerles la fór- mula del sistema hegeliano. No pondrían ustedes dentro de esa definición ninguna vivencia personal. Por eso me abstengo de dar ninguna definición de la filosona. Solamente, repito, cuan- do hayamos recorrido algún camino, por pequeño que sea, dentro de la filosofía misma, entonces podremos, de vez en cuando, hacer alto, volver atrás, recapitular las vivencias teni- das e intentar alguna fórmula general que recoja, palpitante de vida, esas representaciones experimentadas realmente por no- sotros mismos. Así, pues, estas Lecciones preliminares defilosofia van a ser a manera de viajes de exploración dentro del continente filosófi- co. Cada uno de estos viajes va a ir por una senda y va a explo- rar una provincia. Las demás, serán objeto de otros viajes, de otras exploraciones, y poco a poco irán ustedes sintiendo có- mo el círculo de problemas, el círculo de reflexiones y de me- ditaciones algunas amplias de vuelo, otras minuciosas y como por decirlo así, microscópicas, constituyen el cuerpo palpitan- te de eso que llamamos la filosona. y el primer viaje que vamos a hacer va a ser, por decirlo así, en aeroplano; una exploración panorámica. Vamos a pregun- tamos por de pronto qué designa la palabra filosofía. La palabra filosofia tiene que designar algo. No vamos a ver qué es ese algo que la palabra designa, sino simplemente seña- larlo, decir: está ahí. Sentido de la vozfilosofía Evidentemente, todos ustedes saben 10 que la palabra filoso- Ba en su estructura verbal significa. Está fonnada por las pala- bras griegas "philo" y "sophia", que significan "amor a la sabidu- [ 15 1
  • 7. ría". Filósofo es el amante de la sabiduría. Pero este significado apenas si en la historia dura algún tiempo. En Herodoto, en Tu- cídides, quizá en los presocráticos, alguna que otra vez, durante poco tiempo, tiene este significado primitivo de amor a la sabi- duría. Inmediatamente pasa a tener otro significado: significa la sabiduría misma. De modo que ya en los primeros tiempos de la auténtica cultura griega, filosona significa, no el simple afán o el simple amor a la sabiduría, sino la sabiduría misma. y aquí nos encontramos ya con el primer problema: si la fi- 10soRa es el saber. ¿Q!.¡é clase de saber es el saber filosófico? Porque hay muchas clases de saber: hay el saber que tenemos todos, sin haber aprendido ni reflexionado sobre nada; y hay otro saber, que es el que adquirimos cuando lo buscamos. Hay un saber, pues, que tenemos sin haberlo buscado, que encon- tramos sin haberlo buscado, como Pascal encontraba a Dios, sin buscarlo; pero hay otro saber que no tenemos nada más que si lo buscamos y que, si no 10 buscamos, no lo tenemos. Lafilosofia antigua Esta duplicidad de sentido en la palabra "saber" responde a la distinción entre la simple opinión y e! conocimiento bien fundado racionalmente. Con esta distinción entre la opinión y el conocimiento fundado inicia Platón su filosofia. Distingue lo que él llama "doxa", opinión (la palabra "doxa" la encuen- tran ustedes en la bien conocida de "paradoxa", paradoja, que es la opinión que se aparta de la opinión corriente) y frente a la opinión, que es el saber que tenemos sin haberlo buscado, pone Platón la "episteme", la ciencia, que es el saber que tene- mos porque lo hemos buscado. Y entonces la filos06a ya no significa "amor a la sabiduría", ni significa tampoco el saber en general, cualquier saber, sino que significa ese saber especial que tenemos, que adquirimos después de haberlo buscado, y de haberlo buscado metódicamente, por medio de un método, es decir, siguiendo determinados caminos, aplicando determi- nadas funciones mentales a la averiguación. Para Platón, el mé- 116 J todo de la filosona, en el sentido del saber reflexivo que encon- tramos después de haberlo buscado intencionadamente es la dialéctica. Es decir, que cuando no sabemos nada, o lo que sa- bemos 10 sabemos sin haberlo buscado, como la opinión o sea un saber que no vale nada, cuando nada sabemos y queremos saber; cuando queremos acceder o llegar a esa "episteme", a ese saber racional y reflexivo, tenemos que aplicar un método pa- ra encontrarlo, y ese método Platón lo llama dialéctica. La dia- léctica consiste en suponer que lo que queremos averiguar es tal cosa o tal otra; es decir, anticipar el saber que buscamos, pero inmediatamente negar y discutir esa tesis o esa afirmación que hemos hecho y depurarla en discusión. Él llama, pues, dialéctica a ese método de la autodiscusión, porque es una especie de diálogo consigo mismo. Y así, supo- niendo que las cosas son esto o 10 otro y luego discutiendo esa suposición, para substituirla por otra mejor, acabamos poco a poco por llegar al conocimiento que resiste a todas las críticas ya todas las discusiones; y cuando llegamos a un conocimien- to que resiste a las discusiones dialogadas, o dialécticas, enton- ces tenemos e! saber filosófico, la sabiduría auténtica, la "epis- teme", como llama Platón, la ciencia. Con Platón, pues, la palabra filosofía adquiere el sentido de saber racional, saber reflexivo, saber adquirido mediante e! mé- todo dialéctico. Ese mismo sentido tiene la palabra filosofía en e! sucesor de Platón, Aristóteles. Lo que pasa es que Aristóteles es un gran espíritu, que hace avanzar extraordinariamente e! caudal de los conocimientos adquiridos reflexivamente. Y entonces la pala- bra filosofía tiene ya en Aristóteles e! volumen enorme de com- prender dentro de su seno y designar la totalidad de los cono- cimientos humanos. El hombre conoce reflexivamente ciertas cosas después de haberlas estudiado e investigado. Todas las cosas que e! hombre conoce y los conocimientos de esas cosas, todo ese conjunto de! saber humano, lo designa Aristóteles con la palabra filosofía. Y desde Aristóteles sigue empleándose la palabra filosofía en la historia de la cultura humana con e! sentido de la totalidad del conocimiento humano. 117 1
  • 8. La filosofia, entonces, se distingue en diferentes partes. En la época de Aristóteles la distinción o distribución corriente de las partes de la filosofia eran: lógica, fisica y ética. La lógica, en época de Aristóteles, era la parte de la filosofia que estudiaba los medios de adquirir el conocimiento, los mé- todos para llegar a conocer el pensamiento humano en las di- versas maneras de que se vale para alcanzar conocimiento del ser de las cosas. La palabra fisica designaba la segunda parte de la filosofia. La física era el conjunto de nuestro saber acerca de todas las co- sas, fuesen las que fuesen. Todas las cosas, y el alma humana entre ellas, estaban dentro de la fisica. Por eso la psicología, pa- ra Ari,st6teles, fonnaba parte de la fisica, y la fisica, a su vez, era la segunda parte de la filosofia. y en tercer lugar la filosofia contenía ética. La ética era el nombre general con que se designaban en Grecia, en la época de Aristóteles, todos nuestros conocimientos acerca de las acti- vidades del hombre, lo que el hombre es, lo que el hombre produce, que no está en la naturaleza, que no forma parte de la fisica, sino que el hombre lo hace. El hombre, por ejemplo, hace el Estado, va a la guerra, tiene familia, es músico, poeta, pintor, escultor; sobre todo es escultor para los griegos. Pues to- do esto lo comprendía Aristóteles bajo el nombre de ética, una de cuyas subpartes era la política. Pero la palabra filosofía abarcaba, repito, todo el conjunto de los conocimientos que podía el hombre alcanzar. Valía tan- to como saber racional. Lafilosofia en la Edad Media Sigue este sentido de la palabra filosofia a través de la Edad Media; pero ya al principio de ésta, se desprende de ese "totum revolutu" que es la filosofia entonces, una serie de investigacio- nes, de disquisiciones de pensamientos, que se separan del tronco de la filosofia y constituyen una disciplina aparte. Son todos los pensamientos, todos los conocimientos que tenemos [ 18 J acerca de Dios, ya sea obtenidos por la luz natural, ya sea reci- bidos por divina revelación. Los conocimientos nuestros acer- ca de Dios, cualquiera que sea su origen, se separan del resto de los conocimientos y constituyen entonces la teología. Puede decirse así, que el saber humano durante la Edad Me- dia se dividió en dos grandes sectores: teología y filosofia. La teología son los conocimientos acerca de Dios y filosofia los conocimientos humanos acerca de las cosas de la Naturaleza. Sigue en esta situación, designando la palabra filosofía a to- do conocimiento, salvo el de Dios. Y fue así hasta muy entra- do el siglo XVII. Y todavía hoy existen en el mundo algunos re- siduos de ese sentido totalitario de la palabra filosofia. Por ejemplo en el siglo XVII, el1ibro en que Isaac Newton expone la teoría de la gravitación universal, que es un libro de física, diríamos hoy, lleva por titulo "Philosophiae naturalis principia mathematica", o sea Principios matemáticos de lafiwsofia natural. Es decir, que en tiempos de Newton, la palabra filosofía signi- ficaba todavía lo mismo que en tiempos de la Edad Media o en tiempos de Aristóteles: la ciencia total de las cosas. Pero aún hoy día hay un país, que es Alemania, donde las facultades universitarias son las siguientes: la Facultad de Dere- cho, la Facultad de Medicina, la Facultad de Teología y la Fa- cultad de Filosofia. ¿Q!¡é se estudia, entonces, bajo el nombre de Facultad de Filosofia? Todo lo que no es ni derecho, ni me- dicina, ni teología, o sea todo el saber humano en general. En una misma Facultad se estudia, pues, en Alemania, la química, la fisica, las matemáticas, la ética, la psicología, la metafisica, la ontología. De suerte que todavía aquí queda un residuo del viejo sentido de la palabra filosofia en la distribución de las fa- cultades alemanas. LafiÚJsofia en la Edad Moderna Pero en realidad, a partir del siglo XVII, el campo inmenso de la filosofía empieza a desgajarse. Empiezan a salir del seno de la filosofía las ciencias particulares, no sólo porque se van consti- [ 19 I
  • 9. tuyendo esas ciencias con su objeto propio, sus métodos pro- pios y progresos propios, sino también porque poco a poco los cultivadores van también especializándose. Todavía Descartes es al mismo tiempo filósofo, matemático y físico. Todavía Leibniz es al mismo tiempo matemático, filó- sofo y fisico. Todavía son espíritus enciclopédicos. Todavía puede decirse de Descartes y de Leibniz, como se dice de Aris- tóteles, "el filósofo", en el sentido que abarca la ciencia toda de todo cuanto puede ser conocido. Q1izá todavía de Kant pue- da decirse algo parecido, aunque sin embargo, ya Kant no sa- bía toda la matemática que había en su tiempo; ya Kant no sa- bía toda la fisica que había en su tiempo, ni sabía toda la bio- logía que habla en su tiempo. Ya Kant no descubre nada en matemáticas, ni en fisica, ni en biología mientras que Descar- tes y Leibniz todavía descubren teoremas nuevos en fisica y en matemáticas. Pero a partir del siglo XVIII no queda ningún espíritu huma- no capaz de contener en una sola unidad la enciclopedia del saber humano, y entonces la palabra filosofia no designa la en- ciclopedia del saber, sino que de ese total han ido desgajándo- se las matemáticas por un lado, la fisica por otro, la química, la astronomía, etcétera. ¿y qué es entonces la filosofia? Pues entonces la filosofia viene circunscribiéndose a lo que queda después de haber ido quitando todo eso. Si a todo el saber humano se le quitan las matemáticas, la astronomía, la fisica, la química, etc., lo que queda, eso es la filosofia. Las disciplinasfilosóficas De suerte que hay un proceso de desgajamiento. Las ciencias particulares se van constituyendo con autonomía propia y dis- minuyendo la extensión designada por la palabra filosofia. Van otras ciencias saliendo, y entonces, ¿qué queda? Actualmente, de modo provisional y muy fluctuante, podremos enumerar del modo siguiente las disciplinas comprendidas dentro de la pala- [ 20 J bra filosofia: diremos que la filosofia comprende la ontología, o sea la reflexión sobre los objetos en general; y como una de las partes de la ontología, la metafisica. Comprende también la lógica, la teoría del conocimiento, la ética, la estética, la filoso- tIa de la religión y comprende o no comprende -no sabemos- la psicología y la sociología; porque justamente la psicología y la sociología están en este momento en si se separan o no se se- paran de la filosofia. Todavía hay psicólogos que quieren con- servar la psicología dentro de la filosofia; pero ya hay muchos psicólogos, y no de los peores, que la quieren constituir en cien- cia aparte, independiente. Pues lo mismo pasa con la sociolo- gía. Augusto Comte, que fue el que dio nombre a esta ciencia (y al hacerlo, como dice Fausto, le dio vida) todavía considera la sociología como el contenido más granado y florido de la 6- losaBa positiva. Pero otros sociólogos la constituyen ya en cien- cia aparte. Hay discusión. No vamos a resolver nosotros por ahora esta discusión; diremos entonces que en general todas esas disciplinas y estudios que he enumerado -ontología, meta- fisica, lógica, teoría del conocimiento, ética, estética, filosoBa de la religión, psicología y sociología-, forman parte y consti- tuyen las diversas provincias del territorio filosófico. Podemos preguntarnos qué hay de común en esas discipli- nas que acabo de enumerar; qué es lo común en ellas que las contienen dentro del ámbito designado por la palabra filoso- Ba; qué tienen de común para ser todas partes de la 6losoBa. Lo primero y muy importante que tienen de común, es que son todas el residuo de ese proceso histórico de desintegración. La historia ha pulverizado el viejo sentido de la palabra fi- losaBa. La historia ha eliminado del continente filosófico las ciencias particulares. Lo que ha quedado es la filosofia. Ese he- cho histórico, con solo ser un hecho, es muy importante. Es ya una afinidad extraordinaria la que mantienen entre sí esas dis- ciplinas, por sólo ser los residuos de ese proceso de desintegra- ción del viejo sentido de la palabra filosofia. Pero apuremos más el problema. ¿Por qué han quedado dentro de la filosofia esas disciplinas? Vaya contestar esta pre- gunta de una manera muy filosófica, que consiste en invertir la [21 J
  • 10. pregunta. Del mismo modo que Bergson ha dicho muchas ve- ces que una de las técnicas para definir el carácter de una per- sona no sólo consiste en enumerar lo que prefiere, sino tam- bién y sobre todo en enumerar lo que no prefiere; del mismo modo, en vez de preguntamos por qué han sobrevivido filosó- ficamente estas disciplinas, vamos a preguntamos por qué las otras no han sobrevivido. En vez de preguntamos por qué es- tán la lógica y la teoría del conocimiento y la metafisica en la filosofia, vamos a preguntamos por qué se han marchado las matemáticas, la fisica, la química, y las demás. Y si nos pregun- tamos por qué se han desprendido, encontramos 10 siguiente: que una ciencia se ha desprendido del viejo tronco de la 610- sofia cuando ha logrado circunscribir un trozo en el inmenso ámbito de la realidad, definirlo perfectamente y dedicar exclu- sivamente su atención a esa parte, a ese aspecto de la realidad. Las cienciasy lafilosofía Así, por ejemplo, pertenece a la realidad el número y la figu- ra. Las cosas son dos, tres, cuatro, cinco, seis, milo dos mil; las cosas son triángulos, cuadrados, esferas. Pero desde e! momen- to en que se separa el "ser número" o e! "ser figura" de los ob- jetos que lo son y se convierte la numerosidad y la figura (inde- pendientemente del objeto que la tenga) en término del pensa- miento, cuando se circunscribe ese trozo de realidad y se dedi- ca especial atención a ella, quedan constituidas las matemáticas como una ciencia independiente y se separan de la filosofía. Si luego otro trozo de la realidad, como son por ejemplo los cuerpos materiales todos, en sus relaciones unos con otros, Se destacan como un objeto preciso de investigación, entonces se constituye la ciencia física. Cuando los cuerpos en su constitución íntima, en su sÍnte- sis de elementos, se destacan también como objetos de investi- gación, constitúyese la química. Cuando la vida de los seres vivientes, animales y plantas, se circunscribe y se separa del resto de las cosas que son, y sobre [ 221 ella se lanza el estudio y la mirada, entonces se constituye la biología. ¿O!J.é es lo que ha pasado? Pues ha pasado que grandes sec- tores del ser en general, grandes sectores de la realidad, se han constituido en provincias. ¿y por qué se han constituido en provincias? Pues precisamente porque han prescindido del res- to; porque deliberadamente se han especializado; porque deli- beradamente han renunciado a tener el carácter de objetos to- tales. Es decir, que una ciencia se sale de la filosofia cuando re- nuncia a considerar su objeto desde un punto de vista univer- sal y totalitario. La ontología no recorta en la realidad un trozo para estu- diarlo ella sola, olvidando lo demás, sino que tiene por objeto la totalidad del ser. La metafisica forma parte de la ontología también. La teoría del conocimiento se refiere a todo conoci- miento de todo ser. Así tenemos que si ahora nos paramos un poco, nos detene- mos en nuestro camino y hacemos lo que os decía al principio, un intento de definición, siquiera rápido, de la filosofía, podría- mos decir lo siguiente, y ahora lo diremos con vivencia plena: la filosofía es la ciencia de los objetos desde el punto de vista de la totalidad, mientras que las ciencias particulares son los secto- res parciales del ser, provincias recortadas dentro de! continen- te total del ser. La filosofía será, pues, en este primer esbozo de definición -seguramente falso, seguramente esquemático, pero que ahora para nosotros tiene sentido- la disciplina que consi- dera su objeto siempre desde e! punto de vista universal y tota- litario. Mientras que cualquier otra disciplina que no sea la filo- son.a 10 considera desde un punto de vista parcial y derivado. Laspartes de lafilosofia y entonces, podremos sacar de esta pequeña averiguación a que en nuestra primera exploración panorámica hemos llega- do, una división de la 610sofia que nos sirva de guía para nues- tros viajes sucesivos. [231
  • 11. Por de pronto, decimos que la filos06a es el estudio de to- do aquello que es objeto de conocimiento universal y totalita- rio. Pues bien: según esto, la filosoBa podrá dividirse en dos grandes capítulos, en dos grandes ciencias: un primer capítulo o zona que llamaremos ontología, en donde la filosoBa será el estudio de los objetos, todos los objetos, cualquier objeto, sea el que fuere; y otro segundo capítulo, en el que la filosoBa se- rá el estudio del conocimiento de los objetos. ¿De qué conoci- miento? De todo conocimiento, de cualquier conocimiento. Tendremos así una división de la filosofia en dos partes: pri- mero, ontología, o teoría de los objetos conocidos y cognosci- bles; segundo, gnoseología (palabra griega que viene de "gno- sis", que significa sapiencia, saber) y que será el estudio del co- nocim'iento de los objetos. Distinguiendo entre el objeto y el conocimiento de él, tendremos estos dos grandes capítulos de la 610s06a. Mas me dirán ustedes: algo oímos hablar al principio de la lección de una disciplina filosófica que ahora de pronto está si- lenciada. Oímos hablar de ética, de estética, de filosoBa de la religión, de psicología, de sociología. ms que ésas han salido ya del tronco de la filosoBa? ¿Por qué no habla usted de ellas? En efecto, todavía dentro del tronco de la filosofía, ocúpanse los filósofos actuales de esas disciplinas; pero comparadas con las dos fundamentales que acabo de nombrar -ontología y gnoseología- advierten ustedes ya que en esas disciplinas hay una cierta tendencia a particularizar el objeto. La ética no trata de todo objeto pensable en general, sino solamente de la acción humana o de los valores éticos. La estética no trata de todo objeto pensable en general. Tra- ta de la actividad productora del arte, de la belleza y de los va- lores estéticos. La filosofía de la religión también circunscribe su objeto. La psicología y la sociología más todavía. Así es que estas ciencias están ya saliéndose de la 6los06a. ¿Por qué no se han salido todavía de la filosofía? Porque los objetos a que se refieren son objetos que no son fáciles de re- cortar dentro del ámbito de la realidad. No son fáciles de recor- [ 241 tar porque están íntimamente enlazados con lo que los objetos en general y totalitariamente son; y estando enlazadas con esos objetos, las soluciones que se dan a los problemas propiamen- te filosóficos de la ontología y de la gnoseología repercuten en estas elucubraciones que llamamos ética, estética, filosoBa de la religión, psicología y sociología. Y como repercuten en ellas, la estructura de estas disciplinas depende íntimamente de la posición que tomemos con respecto a los grandes problemas fundamentales de la totalidad del ser. Por eso están todavía me- tidas dentro de la 610s06a; pero ya están en la periferia. Ya, repito, se discute si la psicología es o no una disciplina filosófica. Ya se discute si la sociología lo es; pronto se discuti- rá si la ética lo es, y mañana... mañana no, ya hay estéticos que discuten si la estética es filosoBa y pretenden convertirla en una teoría del arte independiente de la filosoBa. Como ustedes ven, de esta primera exploración por el con- tinente filosófico hemos ganado una visión histórica general. Hemos visto cómo la filosofia empieza designando la totalidad del saber humano y cómo de ella se desgajan y desprenden ciencias particulares que salen del tronco común porque aspi- ran a la particularidad, a la especialidad, a recortar un trozo de ser dentro del ámbito de la realidad. Entonces, quedan en el tronco de la filosofia esa disciplina del ser en general que lla- mamos ontología y la del conocimiento en general que llama- mos gnoseología. Nuestro curso, entonces, va a tener un camino muy natural. Nuestros viajes van a consistir en un viaje por la ontología, para ver qué es eso, en qué consiste eso, cómo puede hablarse del ser en general; un viaje por la gnoseología, a ver qué es eso de la teo- ría del conocer en general, y luego algunas pequeñas excursiones por estas ciencias que se nos van yendo, que están pidiendo per- miso para marcharse (y yo por mi parte se lo voy a dar muy fá- cilmente): la ética, la estética, la psicología y la sociología. Pero antes de entrar en el estudio primero que vamos a ha- cer de la ontología o metaBsica, trataremos en la próxima lec- ción de este curso, de cómo nos vamos a manejar para filoso- far, o sea el método de la filosoBa. [ 25 1
  • 12. LECCIÓN II El método de la filosofIa [Disposición de ánimo previa: admiración, rigor. Sócrates: la mayéutica. Platón: la dialéctica; el mito de la reminiscencia. Aristóteles: la lógica. Edad Media: la disputa. El método de Des- cartes. Trascendencia e inmanencia. La intuición intelectual.} Disposición de ánimo: admiración, rigor Sucede con el método algo muy parecido a lo que nos su- cedió con el concepto o definición de la filosofia. El método de la filosofia puede, en efecto, definirse, descri- birse; pero la definición que de él se dé, la descripción que de él se haga, será siempre externa, será siempre formularia; no tendrá contenido vivaz, no estará repleta de vivencia, si noso- tros mismos no hemos practicado ese método. En cambio, esa misma definición, esa misma descripción de los métodos filosóficos, adquiere un cariz, un aspecto real, pro- fundo, viviente, cuando ya de verdad se ha practicado con él. Así, haber de describir el método filosófico antes de haber hecho filosofia, es una empresa posible, tanto que vamos a in- tentarla hoy nosotros; pero mucho menos útil que las reflexio- nes sobre el método que podamos hacer dentro de algunos me- ses, cuando ya nuestra experiencia vital esté colmada de intui- ciones filosóficas, cuando ya nosotros mismos hayamos ejerci- tado repetidamente nuestro espíritu en la confección de esa miel que la abeja humana destila y que llamamos filosofia. De todas suertes, del mismo modo que en la lección ante- rior intenté una descripción general del territorio filosófico, [ 27]
  • 13. vaya intentar hoy una descripción también de los principales métodos que se usan en la filosof1a, advirtiéndoles, desde lue- go, que más adelante, dentro de meses, es cuando estas deter- minaciones conceptuales que hoy enumeramos, se encontra- rán llenas de su verdadero sentido. Para abordar la masaBa, para entrar en el territorio de la fi- losoBa, una primera disposición de ánimo es absolutamente indispensable. Es absolutamente indispensable que el aspiran- te a filósofo se haga bien cargo de llevar a su estado una dispo- sición infantil, el que quiere ser filósofo necesitará puerilizarse, infantilizarse, hacerse como el niño pequeño. mn qué sentido hago esta paradójica afirmación de que el filósofo conviene que se puerilice? La hago en el sentido de que la disposición de ánimo para filosofar debe consistir esen- cialmente en percibir y sentir por dondequiera, en el mundo de la realidad sensible, como en el mundo de los objetos idea- les, problemas, misterios; admirarse de todo, sentir lo profun- damente arcano y misterioso de todo eso; plantarse ante el uni- verso y el propio ser humano con un sentimiento de estupefac- ción, de admiración, de curiosidad insaciable, como el niño que no entiende nada y para quien todo es problema. Ésa es la disposición primaria que debe llevar al estudio de la filosofia el principiante. Dice Platón que la primera virtud del fi- lósofo es admirarse. "Thaumatzein" -dice en griego- de donde viene la palabra "taumaturgo". Admirarse, sentir esa divina in- quietud, que hace que donde otros pasan tranquilos, sin vislum- brar siquiera que hay problema, el que tiene una disposición fi- losófica está siempre inquieto, intranquilo, percibiendo en la más mínima cosa problemas, arcanos, misterios, incógnitas, que los demás no ven. Aquel para quien todo resulta muy natural, para quien to- do resulta muy fácil de entender, para "quien todo resulta muy obvio, ése no podrá nunca ser filósofo", El filósofo necesita, pues, una dosis primera de infantilismo; una capacidad de admiración que el hombre ya hecho, que el hombre ya endurecido y encanecido, no suele tener. Por eso Platón prefería tratar con jóvenes, a tratar con viejos. Sócrates, [ 28] el maestro de Platón, andaba entre la juventud de Atenas, entre los niños y las mujeres. Realmente, para Sócrates, los grandes actores del drama filosófico son los jóvenes y las mujeres. Esa admiración, pues, es una fundamental disposición para la filosofia. Y resumiendo esta disposición, podremos definirla ahora, ya de un modo conceptual, como la capacidad de pro- blematizarlo todo, de convertirlo todo en problema. Otra segunda disposición que conviene enormemente lle- var al trabajo filosófico, es la que pudiéramos llamar el espíri- tu de rigor en el pensamiento, la exigencia de rigor, la exigen- cia de exactitud. En este sentido, también podría decirse que la edad mejor para comenzar a filosofar es la juventud. El joven no pasa por movimientos mal hechos en las cosas del espíritu. El joven tiene una exigencia de rigor, una exigencia de raciona- lidad, de intelectualidad, que el hombre ya viejo, con el escep- ticismo que la edad trae, no suele nunca poseer. Esta exigencia de rigor tiene que tener para nosotros, los que vamos a hacer filosofia, dos aspectos fundamentales. Por una parte, ha de llevamos a eliminar lo más posible de nuestras con- sideraciones las cómodas pero perfectamente inútiles tradiciones de la sabiduna popular. Existe una sapiencia popular que se con- densa en refranes, en tradiciones, en ideas, que la masa del pue- blo trae y lleva. La filosofia no es eso. La filosofia, por el contra- rio, ha de reaccionar contra esa supuesta sabiduría popular. La filosofia tiene que llevar a la dilucidación de sus problemas un rigor metódico, que es incompatible con la excesiva facilidad con que estas concepciones de la sapiencia popular pasan de mente en mente y arraigan en la mayor parte de los espíritus. Pero, por otro lado, habremos de reaccionar con no menos violencia contra el defecto contrario, que es el de figurarse que la filosofia tiene que hacerse como las ciencias; que la filo'sofia no puede ser sino la síntesis de los resultados obtenidos por las ciencias positivas. No hay nada más descorazonador, sobre to- do en el transcurso de estos 30 o 40 últimos años, que el espec- táculo que los científicos más ilustres en sus disciplinas positivas ofrecen cuando se meten a filosofar sin saber filosona. El hecho de haber descubierto una nueva estrella en el firmamento o de [ 29]
  • 14. haber expuesto una nueva ley de la gravitación universal, no au- toriza ni mucho menos justifica, y no digamos legitima, que un físico de toda la vida, un matemático de toda la vida, se ponga de pronto, sin preparación alguna, sin ejercitación previa, a ha- cer filosofia. Suele ocurrir lamentablemente que grandes espíri- tus científicos, que tienen toda nuestra veneración, toda nuestra admiración, hacen muchas veces el ridículo, porque se ponen a filosofar de una manera absolutamente pueril y casi salvaje. Habremos, pues, de huir de las atropelladas generalizacio- nes de la sapiencia popular y de las no menos atropelladas ge- neralizaciones de la ciencia, cuando se sale de los estrechos lí- mites en que está recluida cada disciplina. El hecho, por ejemplo, de haber descubierto la neurona, el elemento mínimo del sistema nervioso, no puede autorizar a un neurólogo, por ilustre y sabio que sea, a escribir las banali- dades y trivialidades más pedestres sobre los problemas ele- mentales de la filosofia. Hay que convencerse, por otra parte -y sobre esto volvere- mos repetidas veces- de que la filosofia no es ciencia. La filo- soBa es una disciplina tan rigurosa, tan estrictamente rigurosa y dificil como la ciencia; pero no es ciencia, porque entre am- bas hay mucha diferencia de propósito y de método, y entre otros éste: que cada ciencia tiene un objeto delimitado, mien- tras que, como vimos en la lección anterior, la filosofía se ocu- pa de cualquier objeto en general. Hechas estas advertencias, habiendo explícitamente descrip- to las dos disposiciones de ánimo que me parecen necesarias para abordar los problemas filosóficos, daremos un paso más allá y entraremos en la descripción propiamente dicha de los que podrán llamarse métodos de la filosoBa. Sócrates: la mayéutica Para hacer esta descripción de los métodos filosóficos, va- mos a recurrir a la historia del pensamiento filosófico, a la his- toria de la filosofía. [30 J Si seguimos atenta aunque rápidamente e! curso de los mé- todos que han aplicado l,?s grandes filósofos de la Antigüedad, en la Edad Media yen la Epoca Moderna, podremos ir rastrean- do en todos ellos algunos elementos fundamentales de! méto- do filosófico, que resumiremos al final de esta conferencia. Propiamente a partir de Sócrates, o sea en e! siglo IV antes de Jesucristo, en Atenas empezó a haber una filosofia conscien- te de sí misma y sabedora de los métodos que emplea. Sócra- tes es, en realidad, e! primer filósofo que nos habla de su mé- todo. Sócrates nos cuenta cómo filosofa. ¿Cuál es el método que Sócrates emplea? Él mismo lo ha denominado la mayéutica. Esto no significa más que la interro- gación. Sócrates pregunta. El método de la filosofia consiste en preguntar. Cuando se trata, para Sócrates, de definir, de llegar a la esencia de algún concepto, sale de su casa, se va a la plaza pú- blica de Atenas, y a todo el que pasa por delante de él lo lla- ma y le pregunta: ¿qué es esto? Así, por ejemplo, un día Sócra- tes sale de su casa preocupado en averiguar qué es la valentía, qué es ser valiente. Llega a la plaza pública y se encuentra con un general ateniense. Entonces se dice: Aquí está; éste es el que sabe 10 que es ser valiente, puesto que es e! general, e! je- fe. Y se acerca y le dice: ¿Q,lé es la valentía? Tú que eres e! ge- neral del ejército ateniense, tienes que saber qué es la valentía. Entonces el otro le dice: ¡Claro está! ¿Cómo no vaya saber yo qué es la valentía? La valentía consiste en atacar al enemigo y en no huir jamás. Sócrates se rasca la cabeza y le dice: Esa con- testación que me has dado no es de! todo satisfactoria; y le ha- ce ver que muchas veces en las batallas los generales mandan al ejército retroceder para atraer al enemigo a una determinada posición y en esa posición echársele encima y destruirlo. En- tonces e! general rectifica y dice: Bueno, tienes razón. Y da otra definición; y sobre esta segunda definición, otra vez Só- crates ejerce su crítica interrogante. Sigue no quedando satisfe- cho y pidiendo otra nueva definición; y así, a fuerza de inte- rrogaciones, hace que la definición primeramente dada vaya atravesando por sucesivos mejoramientos, por extensiones, [ 31 J
  • 15. por reducciones, hasta quedar ajustada 10 más posible, sin lle- gar nunca a ser perfecta. Ninguno de los diálogos de Sócrates, que nos ha conserva- do Platón -en donde reproduce con bastante exactitud los es- pectáculos o escenas que él presencia- consigue llegar a una so- lución satisfactoria, sino que se interrumpen, como dando a entender que el trabajo de seguir preguntando y seguir encon- trando dificultades, interrogantes y misterios en la última defi- nición dada, no se puede acabar nunca. Platón: la dialéctica; el mito de la reminiscencia Este método socrático de la interrogación, de la pregunta y la respuesta, es el que Platón, discípulo de Sócrates, perfeccio- na. Platón perfecciona la mayéutica de Sócrates y la convierte en lo que él llama la dialéctica. La dialéctica platónica conserva los elementos fundamenta- les de la mayéutica socrática. La dialéctica platónica conserva la idea de que el método filosófico es una contraposición, no de opiniones distintas, sino de una opinión y la crítica de ella. Conserva, pues, la idea de que hay que partir de una hipótesis primera y luego ¡rla mejorando a fuerza de las críticas que se le vayan haciendo en torno y esas criticas como mejor se hacen es en el diálogo, en el intercambio de afirmaciones y de nega- ciones; y por eso la llama dialéctica. Vamos a ver cuáles son los principios, las esencias filosófi- cas que están a la base de este procedimiento dialéctico. La dialéctica se descompone, para Platón, en dos momen- tos. Un primer momento consiste en la intuición de la idea; otro segundo momento consiste en el esfuerzo crítico para es- clarecer esa intuición de la idea. De modo que primeramente, cuando nos ponemos ante la necesidad de resolver un proble- ma, cuando sentimos esa admiración que Platón encomia tan- to, esa admiración ante el misterio, cuando estamos ante el misterio, ante la interrogación, ante el problema, lo primero que el espíritu hace es lanzarse como un flechazo, como una [ 32] intuición que se dispara hacia la idea de la cosa, hacia la idea del misterio que se tiene delante. Pero esa primera intuición de la idea es una intuición torpe, insuficiente. Es, más que la in- tuición misma, la designación del camino por donde vamos a ir hacia la conquista de esa idea. Y entonces viene después la dialéctica propiamente dicha en su segundo momento, que consiste en que los esfuerzos sucesivos del espíritu por intuir, por ver, contemplar, o, como se dice en griego "theorein" (de ahí viene la palabra teoria) las ideas, van depurándose cada vez más, acercándose cada vez más a la meta, hasta llegar a una aproximación la mayor posible, nunca a la coincidencia abso- luta con la idea, porque ésta es algo que se halla en un mundo del ser tan distinto del mundo de nuestra realidad viviente, que los esfuerzos del hombre por taladrar esta realidad viviente, por llegar al mundo de esas esencias eternas, inmóviles y puramen- te inteligibles, que son las ideas, no pueden nunca ser perfecta- mente logrados. Esto lo expone Platón de una manera viva, interesante, por medio de esas ficciones a las cuales es tan aficionado. Es muy aficionado a exponer sus pensamientos filosóficos bajo la for- ma de 10 que él mismo llama "cuentos", como los cuentos que cuentan los viejos a los niños; los llama con la palabra griega "mito". Cuando las nodrizas griegas les contaban un cuento a los niños, la palabra que empleaban es "mito". Pues Platón es muy aficionado a los mitos, y para expresar su pensamiento filosófico apela muchas veces a ellos. Así, para expresar su pensamiento de la intuición de la idea y de la dia- léctica que nos conduce a depurar esa intuición, emplea el mi- to de la "reminiscencia". Cuenta el cuento siguiente: Las almas humanas, antes de vivir en este mundo y de alojarse cada una de ellas en un cuerpo de hombre, vivieron en otro mundo, vi- vieron en el mundo en donde no hay hombres, ni cosas sóli- das, ni colores, ni olores, ni nada que transite y cambie, ni na- da que fluya en el tiempo y el espacio. Vivieron en un mundo de puras esencias intelectuales, en el mundo de las ideas. Ese mundo está en un lugar que Platón metafóricamente llama lu- gar celeste "topos uranos". Allí viven las almas en perpetua [ 33 ]
  • 16. contemplación de las bellezas inmarcesibles de las ideas, cono- ciendo la verdad sin esfuerzo alguno porque la tienen intuiti- vamente delante; sin nacer ni morir; en pura eternidad. Pero esas almas, de vez en cuando, vienen a la tierra y se alo- jan en un cuerpo humano, dándole vida. Al estar en la tierra y alojarse en un cuerpo humano, naturalmente tienen que some- terse a las condiciones en que se desenvuelve la vida en la tie- rra, a las condiciones de la espacialidad, de la temporalidad, del nacer y del morir, del dolor y del sufrimiento, de la insuficien- cia de los esfuerzos, de la brevedad de la vida, de los desenga- ños, de la ignorancia y del olvido. Estas almas olvidan, olvidan las ideas que conocieron cuando vivían o estaban en el "topos uranos", en el lugar celeste, donde moran las ideas. Olvidadas de sus ideas, están y viven en el mundo. Pero como han esta- do antes en ese "topos uranos", donde están las ideas, bastará algún esfuerzo bien dirigido, bastarán algunas preguntas bien hechas, para que del fondo del olvido, por medio de la remi- niscencia, atisben algún vago recuerdo de esas ideas. Una vez que Platón cuenta este cuento (porque es un cuen- to, no vayan ustedes a creer que Platón cree en todo esto) a unos amigos suyos en Atenas, éstos quedan un poco recelosos; piensan: este señor parece que se burla. Entonces Platón les di- ce: Os lo voy a demostrar. En ese momento pasa por allí un muchacho de quince años, esclavo de uno de los concurrentes a la reunión. Platón le dice: Tu esclavo Menón, ¿sabe matemá- ticas? No, hombre, ¡qué va a saber! Es un criado, un esclavo de mi casa. Pues que venga aquí; vas a ver. Entonces Sócrates (que en los diálogos de Platón es siempre el portavoz) le empieza a preguntar. Le dice: Vamos a ver, niño: Imagínate tres líneas rectas, y el niño se las imagina. Y as~ a fuer- za de preguntas bien hechas, va sacando de sí toda la geometría. y dice Sócrates: ¿Veis? ¿No la sabía? ¡Pues la sabe!, la está recor- dando de los tiempos en que vivía en el lugar celeste de las ideas. Las preguntas bien hechas, el esfuerzo por dirigir la intui- ción hacia la esencia del objeto propuesto, poco a poco y no de golpe, con una serie de flechazos sucesivos, enderezando el esfuerzo del espíritu conforme debe ir, conducirá a la reminis- [ 34 J cencia, al recuerdo de aquellas esencias intelectuales que las al- mas han conocido y que luego, al encarnar en cuerpos huma- nos, han olvidado. La dialéctica consiste, para Platón, en una contraposición de intuiciones sucesivas, que cada una de ellas aspira a ser la in- tuición plena de la idea, del concepto, de la esencia, pero co- mo no puede serlo, la intuición siguiente, contrapuesta a la an- terior, rectifica y mejora aquella anterior. Y así sucesivamente, en diálogo o contraposición de una a otra intuición, se llega a purificar, a depurar lo más posible esta vista intelectual, esta vista de los ojos del espíritu hasta acercarse lo más posible a esas esencias ideales que constituyen la verdad absoluta. Aristóteles: la lógica Aristóteles, amigo de Platón, pero como él mismo dice, más amigo de la verdad, desenvuelve a su vez el método de la dia- léctica, en forma que lo hace cambiar de aspecto. Aristóteles se fija principalmente en ese movimiento de la razón intuitiva que pasa, por medio de la contraposición de opiniones, de una afirmación a la siguiente y de ésta a la siguiente. Se esfuerza por reducir a leyes ese tránsito de una afirmación a la siguiente. Se esfuerza por encontrar la ley en virtud de la cual de una afir- mación pasamos a la siguiente. Esta ocurrencia de Aristóteles es verdaderamente genial, porque es el origen de lo que llamamos la lógica. No puede de- cirse que Aristóteles sea el inventor de la lógica, puesto que ya Platón, en su dialéctica, tiene una lógica implícita; pero Aristó- teles es el que le da estructura y forma definitiva, la misma for- ma que tiene hoy. No ha cambiado durante todos estos siglos. Da una forma y estructura definitiva a eso que llamamos la ló- gica, o sea la teoría de la inferencia, de una proposición que sa- le de otra proposición. Como ustedes conocen perfectamente esta lógica, no vaya insistir sobre ella. Todos ustedes han estudiado seguramente ló- gica y saben lo que es un silogismo, la forma del razonamien- [35 [
  • 17. to por medio de la cual de una proposición general, por medio de otra proposición también general, se extrae una proposición particular. Las leyes del silogismo, sus formas, sus figuras, son, pues, el desenvolvimiento que Aristóteles hace de la dialéctica. Para Aristóteles el método de la filosofia es la lógica, o sea la aplica- ción de las leyes del pensamiento racional que nos permite transitar de una posición a otra posición por medio de los en- garces que los conceptos más generales tienen con otros menos generales, hasta llegar a lo particular. Esas leyes del pensamien- to racional son, para Aristóteles, el método de la filosofía. La filosofia ha de consistir, por consiguiente, en la demostra- ción de la prueba. La prueba de las afirmaciones que se adelan- tan es lo que convierte estas afirmaciones en verdad. Una afir- mación que no está probada no es verdadera, o por lo menos, como no sé todavía si es o no verdadera, no puede tener carta de naturaleza en el campo del saber, en el campo de la ciencia. Edad Media: la disputa Esta concepción de la lógica como método de la filosofia es heredada de Aristóteles por los filósofos de la Edad Media; los cuales la aplican con un rigor extraordinario. Es curioso obser- var cómo los escolásticos, y entre ellos principalmente Santo Tomás de Aquino, completan el método de la prueba, el méto- do del silogismo, con una especie de reviviscencia de la dialéc- tica platónica. El método que siguen los filósofos de la Edad Media no es solamente, como en Aristóteles, la deducción, la intuición racional, sino que además es la contraposición de opiniones divergentes. Santo Tomás, cuando examina una cuestión, no solamente deduce de principios generales los prin- cipios particulares aplicables a la cuestión, sino que además po- ne en columnas separadas las opiniones de los distintos filóso- fos, que son unas en pro y otras en contra; las pone frente a frente, las critica unas con otras, extrae de ellas lo que puede haber de verdadero y lo que puede haber de falso. Son como [ 36] dos ejércitos en batalla; son realmente una reviviscencia de la dialéctica platónica. Y entonces el resultado de esta compara- ción de opiniones diversas complementado con el ejercicio de la educación y de la prueba, da lugar a las conclusiones firmes del pensamiento filosófico. Si resumimos lo esencial en el método filosófico que arran- cando de Sócrates, pasando por Platón y Aristóteles, llega has- ta toda la Edad Media en la Escolástica, nos encontramos con que lo más importante de este método es su segunda parte. No la intuición primaria de que se parte, de que se arranca, sino la discusión dialéctica con que la intuición ha de ser confirmada o negada. Lo importante, pues, en este método de los filósofos anteriores al Renacimiento, consiste principalmente en el ejer- cicio racional, discursivo; en la dialéctica, en el discurso, en la contraposición de opiniones; en la discusión de los filósofos entre sí o del filósofo consigo mismo. El método de Descartes En cambio, a partir del Renacimiento y muy especialmente a partir de Descartes, el método cambia completamente de ca- riz, y el acento va ahora a recaer, no tanto sobre la discusión posterior a la intuición, como sobre la intuición misma y los métodos de lograrla. Es decir, que si el método filosófico en la Antigüedad y en la Edad Media se ejercita principalmente des- pués de tenida la intuición, el método filosófico en la Edad Moderna pasa a ejercitarse principalmente antes de tener la in- tuición y como medio para obtenerla. Ustedes conocen de cerca el Discurso delmétodo, de Descartes, y las ideas filosóficas de éste; han visto que lo que lo preocupa- ba era cómo llegar a una evidencia clara y distinta; es decir, có- mo llegar a una intuición indubitable de la verdad. Los caminos qUe conducen a esa intuición (no los que después de la intui- ción la afianzan, la prueban, la rectifican o la depuran, sino los qUe conducen a ella) son los que a Descartes le interesan prin- cipalmente. El método es, pues ahora preintuitivo, y tiene co- [ 37]
  • 18. mo propósito esencial lograr la intuición. ¿Cómo va a poderse lograr la intuición? No va a poderse lograr más que de un mo- do, que es buscándola, lo que quiere decir dividiendo en partes todo objeto que se nos ofrezca confuso, oscuro, no evidente, hasta que alguna de esas partes se nos convierta en un objeto claro, intuitivo y evidente. Entonces ya tenemos la intuición. Trascendencia einmanencia Se ha operado aquí un cambio radical con respecto a la con- cepción que tenía Platón del mundo y de la verdad. Platón te- nía. del mundo y de la verdad la concepción de que este mun- do en que. vivimos es el reflejo pálido del mundo en que no vi- vimos y que es el habitáculo de la verdad absoluta. Son, pues, dos mundos. Había que ir de éste a aquél. Había que estar segu- ro, lo más posible, de que la intuición que de aquél tenemos es la exacta y verdadera. En cambio, para Descartes este mundo en que vivimos y el mundo de la verdad son uno y el mismo mun- do. Lo que pasa es que cuando lo miramos por primera vez, el mundo en que vivimos nos aparece revuelto, confuso, como un cajón donde hay una multitud de cosas. Pero si en esa multitud de cosas, si en esa multitud de conceptos caóticos, si en ese ca- jón nos preocupamos despaciosamente por colocar aquí una co- sa y allí otra e introducir orden en este "totum revolutus", en ese cajón, entonces ese mundo se nos hace de pronto inteligible, lo comprendemos, nos es evidente. ¿En qué ha consistido aquí el logro de esta evidencia? No ha consistido en una fuga mística de este mundo a Otro mundo, sino ha consistido en un análisis metódico de este mundo, en el fondo del cual está el inteligible mundo de las ideas. No son dos mundos distintos, sino uno dentro del otro y los dos constituyendo un todo. Si me permitís que use ya una palabra técnica filosófica, ve- réis cómo ahora lo vaya hacer y estará llena de sentido vivo. No he querido usarla hasta que no estuviera llena de sentido vivo. El mundo de Platón es distinto del mundo en que vivimos. El mundo de las ideas, diferente del mundo real en que vivi- [ 38 ] mas en nuestra sensación, es un mundo trascendente, porque es otro mundo distinto del que tenemos en la sensación. La ver- dad, para Platón, es trascendente a las cosas. La idea, para Pla- tón, es, pues, trascendente al objeto que vemos y tocamos. Cuando queremos definir un objeto de los que vemos y to- camos, tenemos que quitarlo de en medio y fugamos al mun- do trascendente de las ideas, distinto completamente, y por eso lo llama "trascendente'.'. Pero en Descartes, cuando queremos compartir plenamente un concepto, no nos fugamos fuera de ese concepto, a otro mundo, sino que por medio del análisis introducimos claridad en ese concepto mismo. Es el mismo concepto que nos era oscuro, y que ahora se nos convierte en claro. Luego el mundo inteligible en Descartes es inmanente, forma parte, es el mismo mundo de la sensación y de la per- cepción sensible, y no otro mundo distinto. Los conceptos filosóficos, técnicos de la "trascendencia" y de la "inmanencia", creo que tienen ahora para vosotros un sentido más vivaz que si los hubiera pronunciado yo de pron- to, sin preparación y sin explicación previa. De modo que el método cartesiano, y a partir de Descartes el de todos los filósofos, postula la inmanencia del objeto filo- sófico, La intuición tiene que discernir, a través de la caótica confusión del mundo, todas esas ideas claras y distintas que constituyen su esencia y su meollo. El análisis es, pues, el mé- todo que conduce a Descartes a la intuición, y a partir de este momento, en toda la filosoBa posterior a Descartes acentúase constantemente este instrumento de la intuición. Después de Descartes, la intuición sigue siendo, en una o en otra forma, se- gún los sistemas filosóficos de que se trate, el método por ex- celencia de la filosoBa. La intuición intelectual Hay un momento, a principios del siglo XIX, en que los fi- lósofos alemanes que han formado esa formidable escuela filo- sófica llamada filosoBa romántica alemana (me refiero a Fich- [ 39]
  • 19. te, Schelling, Hegel), consideran que el método esencial de la filos06a es lo que ellos llaman la intuición intelectual. Hay aparentemente en estos términos una contradicción, porque la intuición no es intelectual. Parece que intuición intelectual son términos que se despiden el uno al otro, que se repelen, pues- to que la intuición es un acto simple, por medio del cual cap- tamos la realidad ideal de algo, y en cambio intelectual alude al tránsito o paso de una idea a otra, a lo que Aristóteles desen- vuelve bajo la forma de la lógica. Pues bien: 10 esencial en el pensamiento de estos filósofos es considerar la intuición intelectual como el método de la fi- los06a. Y ¿por qué consideran la intuición intelectual como el método de la filosoBa? Porque dan a la razón humana una do- ble misión. Por una parte, la de penetrar intuitivamente en el corazón, en la esencia misma de las cosas, en la forma en que antes he expuesto al hablar de Descartes, descubriendo el mun- do inmanente de las esencias racionales bajo la capa del mun- do aparente de las percepciones sensibles. Pero, además consi- deran que la segunda misión de la razón es, partiendo de esa intuición intelectual, construir a priori, sin valerse de la expe- riencia para nada, de un modo apriorístico puramente, me- diante conceptos y formas lógicas, todo el armazón, toda la es- tructura del universo y del hombre dentro del universo. Son, pues, dos momentos en el método filosófico: un pri- mer momento de intuición fundamental, intelectual. El filóso- fo alemán de la época romántica (Fichte, Schelling, Hegel, Krause, Hartmann, Schopenhauer) tiene en su vida una espe- cie de iluminación mística, una intuición intelectual, que lo hace penetrar en la esencia misma de la verdad; y luego esa in- tuición es la que se desenvuelve poco a poco, en formas varia- dísimas, en la filos06a de la naturaleza, en la filosoBa del espí- ritu, en la filosoBa de la historia, en múltiples libros. Es como un acorde musical que informa y da unidad a todas las cons- trucciones filosóficas. Es lo que llamaban ellos entonces la "construcción del sistema". ¿Cómo les viene a los filósofos alemanes de principios del siglo XIX esta concepción del método de la filos06a? ¿Qté fue [ 40 J lo que los hizo caer en la idea de que el método de la filosofia había de consistir en una primaria intuición, en una radical in- tuición y luego en el desenvolvimiento de esa intuición en las múltiples formas de la naturaleza, del espíritu, de la historia, del hombre, etc.? Cayeron en esta manera de ver, en esta con- cepción del método, porque todos ellos estaban alimentados, imbuidos de la filosoBa de Kant. Ahora bien, la filosoBa de Kant es cQmpleja; es un sistema complicado, dificil, pero uno de sus elementos esenciales, primordiales, fundamentales, con- siste en la distinción que Kant hace entre el mundo sensible, fenoménico (significa lo mismo fenoménico que simple para el caso, en la filosofia de Kant) y el mundo de las cosas en sí mis- mo, independientemente de que aparezcan como fenómenos para nosotros. Esa distinción que hace Kant entre el mundo de la realidad independiente de mí y el mundo de la realidad tal como apa- rece en mí, lo lleva a considerar que cada una de las cosas de nuestro mundo sensible y todas ellas en conjunto, no son sino la explicitación en el espacio y en el tiempo, de algo incógni- to, profundo y misterioso, que está por debajo del espacio y del tiempo. Ese algo incóg"riito, profundo y misterioso que estando de- bajo del espacio y del tiempo se expande y florece en múltiples diversificaciones que llamamos las cosas, los hombres, el cielo, la tierra y el mundo en general, es lo que proporciona a todos estos filósofos del romanticismo alemán la idea siguiente: Pues bien, si eso es así, lo hermoso consistirá en llegar, con una vi- sión intuitiva del espíritu, a ese "quid", a ese algo profundo, in- cógnito y misterioso que contiene la esencia y definición de to- do lo demás; y cuando hayamos llegado a captar, por medio de una visión del espíritu, esa cosa en sí misma, o, como ellos lla- maban también, 10 absoluto, entonces, de una sola mirada del espíritu, tendremos la totalidad de lo absoluto e iremos sacan- ~o sin dificultad de ese absoluto, que habremos captado intui- tlvamente, una por una todas las cosas concretas del mundo. Por eso su filosofia llevaba siempre dos movimientos. Un movimiento por decirlo así místico, de penetración de lo aOOo- [ 41 J
  • 20. luto, y luego otro movimiento de eflorescencia y de explicita- ción de lo absoluto en sus formas múltiples, del arte, de la na- turaleza, del espíritu, de la historia, del hombre, etcétera. Esta manera o método de filosofar domina en una o en otra forma en Alemania desde 1800 hasta 1870 aproximadamente. Cuando esta manera de filosofar decae, es substituida por otro estilo de filosofar que implica, naturalmente, otro método de filosoBa. Yo pensaba haber podido, en la conferencia de hoy, llegar hasta el final; pero veo que la hora avanza y no me es posible hacerlo sin riesgo de estar aquí demasiado tiempo para voso- tros -y permitidme que lo diga- para mí también. Así es que lo dejaremos aquí, y en la próxima lección proseguiremos don- de lo hemos dejado, y entonces os haré ver que a pesar de que los filósofos contemporáneos, desde el año 1870, cambian completamente su idea del método, no dejan de conservar 10 esencial del método filosófico, tanto de los antiguos como de los modernos. [ 42 1 LECCIÓN III La intuición como método de la filosofía [Método discursivo y método intuitivo. La intuición sensi- ble. La intuición espiritual. La intuición intelectual, emotiva y volitiva. Representantes filosóficos de cada una. La intuición en Bergson. La intuición en Dilthey. La intuición en Husserl. Conclusión.] Método discursivo y método intuitivo En nuestra lección anterior habíamos tomado como tema el método de la filosofia, y habíamos llegado al punto en que la intuición se nos presentaba insistentemente en la historia del pensamiento filosófico como el método fundamental, princi- pal de la filosoBa moderna. Descartes fue en la filosofía moderna, el primero que des- componiendo en sus elementos las actitudes en que nos situa- mos ante el mundo exterior y ante las opiniones transmitidas de los filósofos, llega a una intuición primordial, primaria, de la que luego parte para reconstruir todo el sistema de la filoso- na. Descartes hace, pues, de la intuición el método primordial de la filosofía. Más tarde, después de Descartes, el método de la intuición si- gue floreciendo entre los filósofos modernos. Lo emplean princi- palmente los filósofos- idealistas alemanes (Fichte, Schelling, He- gel, Schopenhauer) y en la actualidad el método de la intuición es también generalmente aplicado en las disciplinas filosóficas. Así, pues, he pensado que sería conveniente dedicar toda una lección al estudio detenido de lo que es la intuición, de [ 43 1
  • 21. cuáles son sus principales formas, de cómo actualmente, en la filosofía del presente, las distintas formas de intuición están re- presentadas por diferentes filósofos y distintas escuelas. Y sacar luego las conclusiones de este estudio, para fijar en líneas gene- rales el uso que nosotros mismos vamos a hacer aquí de la in- tuición como método filosófico. Lo primero que vamos a preguntamos es: ¿qué es la intui- ción? ¿En qué consiste la intuición? La intuición se nos ofrece, en primer término, como un me- dio de llegar al conocimiento de algo, y se contrapone al cono- cimiento discursivo. Tenemos, pues, esta paradoja de métodos opuestos que son e! método discursivo y e! método intuitivo. Para comprender bien qué es e! método intuitivo, conviene, por consiguiente, que lo supongamos en contraposición al mé- todo discursivo. Más fácil será comenzar por e! método discursivo. Como la palabra "discursivo" indica, este método tiene que ver con la palabra "discurrir" y con la palabra "discurso". Dis- currir y discurso dan la idea, no de un único acto enderezado hacia e! objeto, sino de una serie de actos, de una serie de es- fuerzos sucesivos para captar la esencia o realidad de! objeto. Discurso, discurrir, conocimiento discursivo es, pues, un co- nocimiento que llega al término apetecido mediante una serie de esfuerzos sucesivos que consisten en ir fijando, por aproxi- mación sucesiva, unas tesis que luego son contradichas, discu- tidas por uno consigo mismo, mejoradas, sustituidas por otras nuevas tesis o afirmaciones, y así hasta llegar a abrazar por completo la realidad de! objeto y por consiguiente obtener, de esta manera e! concepto. El método discursivo es, pues, esencialmente un método in- directo. En vez de ir el espíritu recto al objeto, se pasea, por de- cirlo así, alrededor de! objeto, lo considera, contempla en múl- tiples puntos de vista; lo va abrazando cada vez más de cerca, hasta que por fin consigue forjar un concepto que se aplica per- fectamente a él. Frente a este método discursivo está el método intuitivo. La intuición consiste exactamente en lo contrario. Consiste en un [ 44] acto único del espíritu que de pronto, súbitamente, se lanza so- bre el objeto, lo aprehende, lo fija, lo determina por una sola visión del alma. Por eso la palabra "intuición" tiene que ver con la palabra "intuir", la cual, a su vez, en latín significa "ver". Intuición vale tanto como visión, como contemplación. El carácter más aparente del método de la intuición es e! ser directo. mientras que el método discursivo es indirecto. La in- tuición va directamente al objeto. Por medio de la intuición se obtiene un conocimiento inmediato mientras que por medio del discurso, del discurrir o razonar, se obtiene un conocimien- to mediato, al cabo de ciertas 0peraciones sucesivas. La intuición sensible ¿Existen en realidad intuiciones? Existen; y el primer ejem- plo, y más característico, de la intuición, es la intuición sensi- ble, que todos practicamos cada instante. Cuando con una so- la mirada percibimos un objeto, un vaso, un árbol, una mesa, un hombre, un paisaje, con un solo acto hemos Hegado a te- ner, a captar ese objeto. Esta intuición es inmediata, es una co- municación directa entre el objeto y yo. Por consiguiente es claro y evidente que existen intuiciones, aunque no fuera más que esta intuición sensible. Pero esta in- tuición sensible no puede ser la intuición de que se vale el fi- lósofo para hacer su sistema filosófico. y no puede ser la intuición de que se vale el filósofo por dos razones fundamentales. La primera es que la intuición sensible no se aplica más que a objetos que se dan para los sentidos, y por consiguiente, sólo es aplicable y válida para aquellos casos que por medio de las sensaciones nos son inmediatamente da- dos. En cambio de esto, e! filósofo necesita tomar como objeto de su estudio objetos que no se dan inmediatamente en la sen- sación y en la percepción sensible; tiene que tomar por térmi- no de su esfuerzo objetos no sensibles. No puede servirle, por consiguiente, la intuición sensible. [ 45 ]
  • 22. Pero además, hay otra razón que impediría al filósofo usar de la intuición sensible, y es que ésta, en rigor, no nos propor- ciona conocimiento, porque como no se dirige más que a un objeto singular, a éste que está delante de mí, al que efectiva- mente está ahí, la intuición sensible tiene el carácter de la indi- vidualidad, no es válida más que para ese particular objeto que está delante de mí. En cambio la filosofia tiene por objeto no 10 singular que está ahí, delante de mí, sino objetos generales, universales. Por consiguiente, la intuición sensible, que está por su esencia ata- da a la singularidad del objeto, no puede servir en filosona, la cual, por su esencia, se endereza a la universalidad o generali- dad de los objetos. La intuición espiritual Si no hubiese otra intuición que la intuición sensible la fi- losofia quedaría muy mal servida con esta intuición sensible. Pero es el caso que hay en nuestra vida psíquica otra intui- ción además de la intuición sensible. Existe, digo, otra intui- ción que por de pronto, antes de cambiarle el ejemplo, cuan- do yo aplico mi espíritu a pensar este objeto: "que una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo", veo sin necesidad de de- mostración (la demostración es discurso y conocimiento dis- cursivo) con una sola visión del espíritu, con una evidencia in- mediata, directa y.sin necesidad de demostración, que una co- sa no puede ser y no Ser al mismo tiempo. El principio de COn- tradicción, como 10 llaman los lógicos, es, pues, intuido por una visión directa de! espíritu; es una intuición. Cuando yo digo que el color rojo es distinto del color azul también esta diferencia entre el rojo y el azul la veo con lo~ ojos del espíritu mediante una visión directa e inmediata. He aquí otro segundo ejemplo de una intuición que ya no es sen- sible. Es sensible la intuición del ro;o; es sensible la intuición del azul; pero la intuición de la relación de diferencia -la in- tuición de que el rojo es diferente del azul- ésa ya no es una [ 46 J intuición sensible, porque su objeto, que es la diferencia, no es un objeto sensible, como el azulo el rojo. Cuando yo digo que la distancia de un metro es menor que la distancia de dos metros, esta diferencia, esta relación, es el objeto de una intuición, y no es un objeto sensible. Por consiguiente, la intuición que estos ejemplos nos descu- bre, no es una intuición sensible. Existe, pues, una imuición es- piritual, que se diferencia de la intuición sensible en que su ob- jeto no es objeto sensible. Esta intuición tampoco se hace por medio de los sentidos, sino que se hace por medio del espíri- tu. Hasta ahora voy hablando del espíritu en general, sin preci- sar mayormente. Pero ahora es preciso ir depurando, purifican- do, esclareciendo más esta noción que ya tenemos de la intui- ción. Si consideramos los ejemplos con que hemos ilustrado esta intuición espiritual, nos damos en seguida cuenta de que ellos nos ponen ante un género de objetos que son siempre relacio- nes; y estas relaciones son de carácter formaL Se refieren a la forma de los objetos. No a su contenido, sino a ese carácter por decirlo así exterior, que todos los objetos tienen de común: la dimensión, el tamaño, etc. Entonces, por medio de la intui- ción espiritual, en el sentido en que la hemos empleado hasta ahora, percibimos directamente, intuimos directamente formas de los objetos: el ser mayor o e! ser menor; e! ser grande o el ser pequeño con relación a un módulo; el poder ser o no ser al mismo tiempo. Pero todas éstas son formalidades. La intuición espiritual, en los ejemplos que yo he puesto es, pues, una intuición puramente formaL Si no hubiese otra en la vida del filósofo, malparado andaría el filósofo. Si no pudiese tener más intuiciones que intuiciones formales, tampoco po- dría construir su filosoila, porque con puros formalismos no se puede penetrar en la esencia, en la realidad misma de las cosas. Pero es así que e! filósofo pretende, más que ningún otro pen- sador, penetrar hasta e! último fondo de la realidad misma de las cosas. Por consiguiente, si no pudiera servirse más que de una intuición que lo obligue a priori a permanecer en lo pura- [ 47 J
  • 23. mente formal, en las relaciones de pura fonna, entonces el fi- lósofo quedaría detenido en su marcha a los pocos pasos. Pero hay en la vida del filósofo otra intuición que no es pu- ramente fonnal. Hay otra intuición que por contraponerla a la intuición fonnal llamaremos "intuición real". Hay otra intui- ción que penetra al fondo mismo de la cosa, que llega a captar su esencia, su existencia, su consistencia. Esta intuición que di- rectamente va al fondo de la cosa, es la que aplican los filóso- fos. No una simple intuición espiritual, sino una intuición es- piritual de carácter real, por contraposición a la intuición de ca- rácter fonnal, a que antes me refería. Y esta intuición de carác- ter real, esta salida del espíritu que va a ponerse en contacto con la íntima realidad esencial y existencial de los objetos, esta intuición real, la podemos a su vez dividir en tres clases, según que en ella, al verificarla, predomine por parte del filósofo la ac- titud intelectual, o la actitud emotiva, o la actitud volitiva. Intuición intelectual, emotivay volitiva Cuando en la actitud de la intuición el filósofo pone prin- cipalmente en juego sus facultades intelectuales, entonces, te- nemos la intuición intelectual. Esta intuición intelectual tiene en el objeto su correlato exacto. Ya saben ustedes que todo ac- to del sujeto, todo acto del espíritu en su integridad, se ende- reza hacia los objetos, y el acto del sujeto tiene entonces siem- pre su correlato objetivo. El correlato objetivo, cuando la intuición es predominante- mente intelectual, consiste en la esencia del objeto. La intuición intelectual es un esfuerzo por captar directamente, mediante un acto directo del espíritu, la esencia, o sea lo que el objeto es. Pero hay además otra actitud intuitiva del sujeto, en donde predominantemente actúan motivos de carácter emocional. Esta segunda especie de intuición, que llamamos intuición emotiva, tiene también su correlato en el objeto. El correlato, ya la esencia del objeto, no es ya lo que el objeto es, sino el va- lor del objeto, lo que el objeto vale. [ 48 ] En el primer caso la intuición nos pennite captar el "eidos", como se dice en griego, la esencia o la consistencia; como sue- lo decir yo en un lenguaje más propio, la consistencia del ob- jeto. En d segundo caso, en cambio, lo que captamos no es lo que el objeto es, sino lo que el objeto vale, es decir, si el obje- to es bueno o malo, agradable o desagradable, bello o feo, mag- nífico o mísero. Todos estos valores que están en el objeto son captados por una intuición predominantemente emotiva. y hay una tercera intuición en donde las motivaciones in- ternas del sujeto, que se coloca en esa actitud, son predomi- nantemente volitivas. Esta tercera intuición en donde los mo- tivos que chocan son derivados de la voluntad, derivados del querer, tiene también su correlato en el objeto. No se refiere ni a la esencia, coma la intuición intelectual, ni al valor, como la intuición emotiva. Refiérese a la existencia, a la realidad exis- tencial del objeto. Por medio de la intuición intelectual propende el pensador filosófico a desentrañar 10 que el objeto es. Por medio de la in- tuición emotiva propende a desentrañar lo que el objeto vale, d valor del objeto. Por medio de la intuición volitiva, desen- traña, no lo que es, sino que es, que existe, que está ahí, que es algo distinto de mí. La existencia del ser se descubre al hombre mediante un tipo de intuición predominantemente volitiva. Representantesfioso/icos de cada una Estos tres tipos de intuición han sido representados amplia- mente en la historia del pensamiento humano. La intuición intelectual pura la encontramos en la Antigüe- dad, en Platón; én la época moderna en Descartes y en los fi- lósofos idealistas alemanes, sobre todo en Schelling y en Scho- penhauer. La intuición emocional o emotiva, también está amplia- mente representada en la historia'del pensamiento humano. En la Antigüedad la encontramos en el filósofo Plotino; más [ 49]
  • 24. tarde, en alto grado, llevada a uno de los más sublimes niveles de la historia del pensamiento, la encontramos en San Agustín. En la filosofía de San Agustín, la intuición emotiva llega a re- finamientos y a logros extraordinarios. Después de San Agus- tín, durante toda la Edad Media, combaten, luchan unos con- tra otros, los partidarios de la intuición intelectual y de la in- tuición emotiva. Las escuelas, principalmente de los francisca- nos, las escuelas místicas, se contraponen al racionalismo de Santo Tomás. Corre por toda la Edad Media este doble fluir de los parti- darios de una y otra intuición. Y por último, cosa sorprenden- te, la intuición emotiva, la intuición mística, que no deja de es- tar teñida de un elemento religioso, se encuentra en dos pensa- dores modernos, en quienes apenas si se ha notado hasta aho- ra. Uno es Spinoza. En muchísimos libros de filosofía encon- traréis que Spinoza no hace uso de la intuición; que Spinoza demuestra sus proposiciones "more geométrico", como puras demostraciones de teoremas de geometría, donde el elemento discursivo ahoga por completo toda intuición. Sin embargo, eso es pura apariencia. En realidad, en el fondo de la filosofía de Spinoza hay una intuición mística; y llega un momento, en el último libro de la Ética de Spinoza, que bajo la forma de una demostración geométrica, aparece la intuición emotiva, que rompe los moldes lógicos de la demostración y se hace paten- te al lector, no sin una conmoción verdaderamente tremenda del alma; y es cuando Spinoza, al llegar casi al término de su libro, se siente elevado, se siente sublimizado en el propósito filosófico, que desde el principio lo hace alentar, y escribe esta frase como enunciado de uno de sus últimos teoremas: "senti- mus experimur que nos esse aetemos", que quiere decir: "No- sotros sentimos y experimentamos que somos eternos". Ahí se ve bien hasta qué punto toda esa costra de teoremas y de de- mostraciones estaba recubriendo una intuición palpitante de emoción, una intuición mística de la identidad de lo finito con lo infinito y de la eternidad en el mismo presente. El otro en donde también extrañará a ustedes ver aparecer esta intuición emotiva es nada menos que en el filósofo inglés [501 Hume. Para Hume la existencia del mundo exterior y la exis- tencia de nuestro propio yo no pueden ser objeto de intuición intelectual; no pueden ser objeto ni de intuición intelectual ni de demostración racional. No se le puede demostrar a nadie que el mundo exterior existe, o que el yo existe. Lo único que se puede es invitarlo a que él diga si cree que existe el mundo exterior, o si cree que existe el yo; porque lo que del mundo exterior tenemos no es más que un "belief", una creencia. Creemos, tenernos fe; es un acto de fe nUestra creencia en el mundo exterior y en la realidad de nuestro yo. En cuanto a la intuición volitiva, tiene en la historia de la filosofía uno de los representantes más grandes que sea dable imaginar. El que quizá más profundamente ha llegado a sentir esta intuición de carácter volitivo es el filósofo alemán Fichte. Fichte hace depender la realidad del universo y la realidad mis- ma del yo, de una posición voluntaria del yo. El yo voluntaria- mente se afirma a sí mismo; se crea, por decirlo así, a sí mis- mo; se pone a sí mismo. Y al ponerse a sí mismo, se pone ex- clusivamente como voluntad, no como pensamiento; como una necesidad de acción, como algo que necesita realizarse en la acción, en la ejecución de algo querido y deseado, Y para que algo sea querido y deseado, el yo, al ponerse a sí mismo, se pone, se propone mejor dicho, obstáculos a su propio desen- volvimiento, con objeto de poderse transformar en resolutor de problemas, en actor de acciones, en algo que rompe esos obstáculos. La realización de una vida que consiste en romper obstácu- los, en dominar obstáculos, eso es para Fichte el origen de to- do el sistema filosófico. Aquí tenemos en su mayor plenitud una intuición de carácter volitivo. De modo que, como ustedes ven, en la historia de la filoso- Ra moderna, los tres tipos principales de intuición se hallan amplia y magníficamente representados. En la filosona contemporánea, en la de los filósofos que vi- ~en aún o han desaparecido hace poco tiempo, también cons- tituye la intuición la forma fundamental del método filosófico. En una u otra modalidad, la intuición constituye en toda la fi- [ 51 1
  • 25. los06a contemporánea el instrumento principal de que el filó- sofo se vale para lograr las adquisiciones de su sistema. Las modalidades en que esa intuición se presenta en la filo- sofia contemporánea son muy variadas. Dicho sea de paso, existe en la filosofia contemporánea un inmoderado afán de originalidad. Cada filósofo grande, cada filósofo mediano, ca- da filósofo pequeño, cada filosofillo, cada filosofito, y hasta los estudiantes de filos06a, pretenden hoy tener su propio sistema. Es como los pintores y los músicos. Antiguamente los pintores y los músicos pertenecían a una escuela y vivían tranquilos dentro de los métodos que su escuela musical o pictórica les daba. Pintaban modestamente, para ganarse la vida, cuadros muy decentes y aceptables, porque estaban sustentados en una estética clara y universalmente aceptada dentro de los recintos de su escuela. Pero hoy cada pintor quiere ser un renovador to- tal de la pintura; y cada músico quiere renovar por completo el arte de la música. Y salen unas algarabías y unos bodrios ho- rrorosos y espantosos. Por uno o dos que en efecto son hom- bres de genio y traen un elemento original a su arte, hay en cambio una infinidad de chapuceros que lo único que hacen es, como dicen en París, en el barrio de los artistas, "éparter le bourgeois". En filos06a pasa algo parecido. Cada filósofo pretende te- ner su sistema. Si nosotros quisiéramos seguir en todos sus va- riados matices las divergencias que hay entre éste y éste y éste, estas pequeñas divergencias que hay entre uno y otro, con sus afanes de originalidad y de decir lo que nadie ha dicho, nos perderíamos en una selva de nimiedades muchas veces poco significativas. Haciendo una clasificación general, y tomando las principa- les figuras del pensamiento contemporáneo, podemos encon- trar hasta tres modalidades en el uso del método de la intui- ción. Estas tres modalidades las vamos a cubrir con los nombres de los filósofos que mejor las representan. Tenemos primero la intuición como la emplea y practica Bergson. La segunda modalidad que voy a explicar está princi- [ 52] palmente representada por Dilthey. La tercera modalidad está principalmente representada por Husserl, que ha formado una escuela bastante voluminosa por el número de sus secuaces y que suele llevar el nombre de "escuela fenomenológica". El nombre es feo, muy feo, pero no lo puedo remediar. Es un tra- balenguas. Si yo hubiera sido el autor de esto, lo hubiera lla- mado de un modo más bonito. Vamos a intentar brevemente caracterizar la clase de intui- ción que cada uno de estos tres pensadores preconiza como el método de la filosofia. La intuición en Bergson Para Bergson la filosofia no puede tener otro método que el de la intuición. Cualquier otro método que no sea la intuición, falsearía radicalmente la actitud filosófica. ¿Por qué? Porque Bergson contrapone (hasta qué punto con verdad, es lo que ahora no vaya discutir) la actividad intelectual y la actividad intuitiva. Para Bergson la actividad intelectual consiste en ha- cer 10 que hacen los científicos; consiste en hacer lo que hacen los hombres en la vida ordinaria; consiste en tomar las cosas como cosas quietas, estáticas, compuestos de elementos que se pueden descomponer y recomponer, como el relojero descom- pone y recompone un reloj. El científico, el economista, el banquero, el comerciante, el ingeniero, tratan la realidad que tienen ante sí como un mecanismo cuyas bases se pueden des- coyuntar y luego volverlas a coyuntar. El científico, el matemá- tico, considera las cosas que tiene delante como COSas quietas, que están ahí, esperando a que él llegue para dividirlas en par- tes y fijar para cada elemento sus ecuaciones definitorias y lue- go reconstruir esas ecuaciones. Según Bergson, este aspecto de la realidad que el intelecto, la inteligencia, estudia de esta manera, es el aspecto superficial y falso de la realidad. Por debajo de esa realidad mecánica que se puede descomponer y recomponer a capricho, por debajo de esa realidad que él dice realidad ya hecha, está la más profun- [ 53]
  • 26. da y auténtica realidad que es una realidad haciéndose, que es una realidad imposible de descomponer en elementos inter- cambiables, que es una realidad fluyente, que es una realidad sin distinciones, sin separaciones, ni estancamientos; que es, por consiguiente, una realidad en el fluir del tiempo, que se va de las manos tan pronto como queremos apresarla; como cuando echamos agua en un cesto de mimbre, el agua se esca- pa por las aberturas. Del mismo modo, para Bergson el intelecto verifica sobre esa realidad profunda y movediza, una operación primaria que consiste en solidificarla, en detenerla, en transformar lo fluyen- te en quieto. De ese modo se hace fácil la explicación, porque habiendo transformado el movimiento en inmovilidad, se des- compone el movimiento en una serie infinita de puntos inmó- viles. Por eso para Bergson, Zenón de Elea, el famoso autor de los argumentos contra el movimiento, tendrá razón en el terreno de la intelectualidad y no tendrá jamás razón en el terreno de la intuición viviente. La intuición viviente tiene por misión abrirse paso a través de esas concreciones del intelecto, para usar una metáfora. El intelecto lo primero que ha hecho ha si- do congelar el río de la realidad, convertirlo en hielo sólido, para poderlo entender y manejar mejor; pero lo ha falseado al transformar lo líquido en sólido, porque la verdad es que es lí- quido por debajo, y lo que tiene que hacer la intuición es rom- per esos témpanos artificiales de hielo mecánico, para llegar a la fluencia misma de la vida, que discurre por debajo de la rea- lidad mecánica. La misión de la intuición es, pues, ésa; oponerse a la labor del intelecto, o de lo que llama Bergson el pensamiento, "la pensée". Por eso en su último libro ha llegado al refinamiento máximo quizá en la historia de la filosofía, que consiste en ha- ber puesto en el título mismo de su libro la última esencia de su pensamiento: lo llama "La pensée et le mouvant'''. Elpensa- mientoy lo movedizo. Intelectual es el pensamiento. Pero el as- pecto profundo y real es el movimiento, la continuidad del fluir, del cambiar, a lo cual sólo por intuición podemos llegar. [ 54] Por eso para Bergson, la metáfora literaria es el instrumento más apropiado para la expresióp filosófica. El filósofo no pue- de hacer definiciones, porque las definiciones se refieren a lo estático, a lo quieto, a lo inmóvil, a lo mecánico y a lo intelec- tual. En cambio como la verdad última es lo movedizo y flu- yente que hay debajo de lo estático, a esa verdad no se puede llegar por medio de definiciones intelectuales; lo único que puede hacer el filósofo es sumergirse en esa realidad profunda; y luego, cuando vuelva a la superficie, toma la pluma y escri- be, procurando, por medio de metáforas y sugestiones de ca- rácter artístico o literario, llevar al lector a que verifique a su vez esa misma intuición que el autor ha verificado antes que él. La filosofía de Bergson es una constante invitación a que el lector sea también filósofo y haga él también las mismas intui- ciones. La intuición en Dilthey Pasemos ahora a intentar caracterizar en pocas palabras la intuición de Dilthey. La intuición en Dilthey se caracteriza brevemente con el ad- jetivo "volitivo". La intuición de Dilthey es la intuición volitiva a la que hace unos instantes me he referido. Para Dilthey tam- bién, como para Bergson, el intelectualismo, el idealismo, el ra- cionalismo, todos aquellos sistemas filosóficos para quienes la última y más profunda realidad es el intelecto, el pensamiento, la razón, todas esas filosofías, son falsas, son insuficientes. Para Dilthey no es la razón, no es el intelecto el que nos descubre la realidad de las cosas. La realidad, o mejor dicho to- davía, la "existencia" de las cosas, la existencia viva de las co- sas, no puede ser demostrada por la razón, no puede ser descu- bierta por el entendimiento, por el intelecto. Tiene que ser in- tuida con una intuición de carácter volitivo, que consiste en percibimos a nosotros mismos como agentes, como seres que antes de pensar quieren, apetecen, desean. Nosotros somos en- tes de voluntad, de apetitos, de deseos, antes que entes de pen- [55 ]