El poema agradece a la vida por los dones que ha recibido, incluyendo la capacidad de distinguir entre lo negro y lo blanco, admirar las estrellas en el cielo, escuchar grillos, canarios y la voz amada, poder comunicarse a través del lenguaje escrito y oral, caminar por diversos lugares, y experimentar tanto la risa como el llanto que le permiten distinguir la dicha del quebranto y componer su canto.