Este poema de tres estrofas alaba la belleza de la ciudad de Guayaquil, Ecuador. Describe a Guayaquil como una perla surgida del mar y convertida en un jardín por Dios, con mujeres hermosas de ojos verdes y negros que cautivan y consuelan. El poeta se siente prisionero del amor que siente por Guayaquil y sus habitantes, y declara su amor por "Guayaquil de mis amores".