Los campos de concentración alemanes inicialmente alojaron prisioneros para cubrir la escasez de mano de obra, pero luego se utilizaron para exterminar a quienes no se consideraban alemanes de sangre. Los prisioneros vivían en barracones y eran transportados a los campos en trenes, y aquellos que no servían para el trabajo eran asesinados y enterrados en fosas comunes.