La monja Isabel Guerra pinta cuadros hiperrealistas que expone cada pocos años en Madrid, donde siempre tiene éxito y vende todas sus obras. Desde joven ha tenido vocación por la pintura y por servir a Dios en un monasterio. Aunque vive de forma monástica, sus cuadros contienen un mensaje de esperanza mostrando que la belleza es posible en este mundo.