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INMORTAL

                                                     .

    "Los edificios arden, las personas mueren, pero el amor verdadero… es para siempre"

                                               El cuervo.

                                                     .

                                                Epílogo.

     Hay amores que nunca mueren. Historias que nunca terminan. Rostros que jamás se olvidan.

  Los años no duran precisamente trescientos sesenta y cinco días. Tampoco las horas duran sesenta
minutos, ni mucho menos éstos están formados por sesenta segundos. El tiempo es diferente para cada
 uno. En un suspiro podrías encontrar décadas enteras… Un siglo puede parecerte tan corto como un
                                eclipse, si luchas, si amas, si sufres…

                                                     .

                                                     .

                                       Capítulo 1: Introducción

  El viento sopla y las ramas de los árboles se agitan con su suave caricia. El agua azul y cristalina moja
las rocas, como beso del hombre la boca de su amada. La tierra se desplaza, poderosa e inmune bajo los
                                pies vírgenes y descalzos de los humanos…

  El inmenso bosque de Forks: Mi reino, mi hogar, la cuna de mi nacimiento, la casa de mi eternidad. El
 lugar donde he de pasar años, décadas, siglos, milenios… sin conocer nunca la muerte. Soy inmortal. Y
          el solo pensarlo me aterra. No quiero una vida infinita, llena de soledad y tristezas…

                    –Alteza, tiene que arreglarse. El baile comenzará en pocas horas.

Horas… ¿Qué son las horas para mí? Nada más que pequeños fragmentos de una inexistencia ilimitada.

  Aún así, tengo que dar media vuelta y asentir. Y, aunque no recuerdo cuál es el motivo que hay para
    celebrar, dejó que mis doncellas me vistan con las mejores galas. Un vestido blanco, con magas
                              holgadas y de un color perla muy singular.

Tomo asiento, siendo guiada por las gentiles manos que se atreven a tocarme. Siento el peine deslizarse
  por mis largos cabellos y me atrevo a levantar la mirada para posarla frente al espejo con marcos de
                                                   oro.

   Entonces aparece, ante mis pupilas, una chica de apariencia nada ordinaria, puesto que su belleza
    resulta impactante y anormal. Su piel pálida, y visiblemente delicada y suave, se adorna con dos
 pómulos tenuemente rosados. Su frente lisa, que nunca jamás se vera cubierta de arrugas, a la espera
                                              de algo más

                           Es ahí cuando recuerdo el motivo de la celebración.

–Ya esta lista, Mi Princesa – anuncia la doncella y hace una reverencia ante mí – Si usted me lo permite,
                                    déjeme decirle que se ve hermosa

 Camino hacia la entrada del lujoso salón y veo a mis padres esperándome, sentados en sus tronos. La
gente se inclina al verme. El gesto me molesta. No soy una deidad… no me gusta tanta atención puesta
en mí. Pero, desgraciadamente, no puedo extraer de mis venas la sangre inmortal que corre en ellas y
                                             me condena.

   Mi hermano, James, llega a mi encuentro y me toma la mano y la besa, con sus labios delicados y
                                             deseados.
–Te ves preciosa, hermana mía – susurra y me lleva hacia donde nuestros progenitores están

  Mi padre, el Rey Charlie, y mi madre, la Reyna Renne, se ponen de pie y me reciben con amorosos
abrazos. Hace mucho tiempo, ellos también dejaron de cambiar. Sólo en sus ojos se percibe la sabiduría
                                  adquirida con el paso de los años.

                          – Toma asiento, mi querida hija – ofrece mi padre.

                       Acepto. Y la ceremonia comienza con un armonioso baile

 –¡Míralos! Mira cómo danzan sus frágiles piernas y como se mueven sus delicadas manos – señala mi
                   madre – Nuestros fieles mortales. Son felices en nuestro reinado

Si, ellos son felices… ¿Cómo no, si tienen sus suspiros contados? La vida se valora más cuando se sabe
 lo corta que es. El que agoniza desea levantarse de su lecho de muerte para correr, brincar, bailar…
hacer todo aquello que nunca hizo. Cuando sabes que no vivirás más que unos cuantas décadas, no te
     queda opción alguna más que aprovechar ese escaso tiempo para convertirlo en algo mágico.
                           Definitivamente, ha de ser hermoso ser humano.

  La ocasión arriba. Mi padre indica que la música cese y las luces se enfoquen en mi figura. Se coloca
    frente a mí y veo lo que en sus manos yace: Un hilo delgado y trenzado, de brillo dorado, con un
                       pendiente azul zafiro, en forma de ovalo, colgando sobre él.

                                Parece una fina cadena, pero, no lo es…

  –Hoy cumples tu primer siglo, hija mía – comienza a decir y todos callan – Isabella Marie Swan, el
momento de portar la corona, que te distingue como inmortal princesa de Forks, ha llegado. Toma éste
tesoro y llévalo, con dignidad y responsabilidad, pues es el símbolo del amor que tu familia, y tu reino,
                                               te profesa

La delicada cadena cae sobre mi cabeza y el cristal reposa sobre mi frente. Sé que tengo que decir algo,
         una palabra si quiera. Abro mis labios, nadie se imagina el esfuerzo que esto me toma.

                   –Gracias – susurro y los brazos de mi madre me vuelven a cubrir.

                                              –Felicidades

                             Me veo salvada por los brazos de mi hermano

–Te has de sentir muy orgullosa – me dice, con una resplandeciente sonrisa. Miro fijamente el cristal de
                            color vino que también reposa sobre su frente.

La diferencia de los colores denota los siglos que hemos vivido. Me pregunto: ¿Cómo ha logrado vivir por
 más de doscientos años? Y, como extraña respuesta, una bella mujer con cabellera roja se aproxima, le
   abraza por la espalda y deposita un beso sobre su mejilla. Y me vuelvo a preguntar otra cosa más:
                ¿Podré yo algún día encontrar un motivo para tan larga e infinita historia?

  Miro a mis padres y me aterrorizo al poner mis ojos sobre sus cristales, color verde esmeralda. Diez
  siglos… ¿Se extenderá tanto tiempo mi existencia? Tiemblo nada más de pensar en una afirmación.
Decido desviar mi mirada hacia el horizonte, que comienza a bañarse con la llegada del oscuro manto de
                                               la noche.

 Las puertas del palacio se abren y unos guerreros entran. Mi hermano se encamina a su encuentro, al
                                           lado de mi padre.

–Vampiros, señor – informa uno de los hombres con armadura – Han atacado una aldea del lado oeste…
                               Llegamos tarde, pocos han sobrevivido

   Mi hermano saca su espada de la funda y gruñe, encolerizado. Mi padre pone una mano sobre su
                                  hombro, para poder sosegarlo.

                    – Vayan y denles cacería – ordena – No duerman si es necesario
La guardia asiente y se retira. Mi madre y Victoria se acercan a sus maridos. Yo, mientras tanto, me
   limitó a seguir observando el inmenso bosque. Cierro los ojos. Una extraña e indescifrable canción
                                  comienza a cantar en mis recuerdos…

                                              Vampiros…

 Nuestros eternos enemigos. Tan diferentes e iguales, al mismo tiempo. Compartimos la inmortalidad...
 más no el buen corazón. Ellos matan, asesinan y masacran por su sed de sangre. Especies en destierro
por nuestra orden y poder. Tienen el mismo deseo de exterminarnos, como nosotros a ellos y, a ninguno
                            de los dos se les ha hecho realidad tal ambición

    No hay guerra perdida, ni ganada, entre nosotros. Ellos poseen aquella venenosa ponzoña que, a
diferencia de los humanos, si se introduce en nuestro cuerpo, nos envenena y mata. Nosotros, tenemos
                armas, únicas que pueden aniquilarlos… Estamos en un perfecto empate.

Aunque, tengo la vana y secreta esperanza de que, algún día, uno de ellos me regale la dicha de morir.
Es una locura, pero, ciertamente, apaleo un ligero presentimiento de que, mi felicidad, depende de esa
                                 especie a la cual, tanto debo odiar...

                                            ¿Dónde estás?

                                        Capítulo 2: Enemigo

La alborada traía siempre consigo un extraño sabor amargo que se matizaba día tras día. En cuanto abrí
mis ojos, recorrí, con éstos, cada rincón de mi habitación, siempre con la esperanza de encontrar algún
   detalle – aunque fuese muy mínimo – que indicara algún cambio… Solamente yo sé cuanta era mi
 desilusión de ver que todo seguía tan exactamente igual que ayer… que nada cambiaba… que todo era
                                              tan periódico.

Suspiré resignadamente. Llevaba años buscando algo que no encontraba. Ya no debería de doler tanto el
                        sentir ese sentimiento de vacío oprimiendo mi pecho…

                                    "Princesa, ¿Me permite pasar?"

                                         "Adelante" – indiqué

      "Hace una linda mañana" – comentó mi doncella, mientras abría las cortinas de par en par.

 No contesté, ¿Para qué contagiarle mi apatía? Me limité a ver cómo preparaba mi vestido en completo
             silencio y, cuando era ya el momento, le permití que me ayudara a vestirme.

   Bajé hacia el comedor, en donde ya me esperaban mis padres y mi hermano, junto con su esposa.

"Buenos días" – saludé, dando una pequeña reverencia ante los presentes. Mi hermano se levantó de su
                            asiento y me ayudó a tomar lugar en la mesa.

 "Realmente la tiara te hace lucir más hermosa" – comentó mi padre, con orgullo, mientras se llevaba
                                     una copa de vino a los labios.

                Intenté sonreír, pero, dudo mucho que el gesto haya parecido sincero.

     "Los guerreros lograron capturar, ayer, a tres vampiros" – comentó mi hermano, dirigiéndose
                 principalmente a mi padre – "Su ejecución será dada dentro de poco"

           "¿Puedo estar presente?" – pregunté, atrayendo la atención de todos en la mesa

                 "Cariño, puede ser una escena muy fuerte para el alma de una dama"

                                          "Tomaré el riesgo"
Mi padre intercambió una pequeña mirada con mi hermano y, después, asintió. El desayuno transcurrió
  en completo silencio, después de lo dicho y, al terminar, me incorporé rápidamente de mi asiento y
                 seguí los pasos que me llevarían a presenciar un nuevo espectáculo.

                   Casi me siento emocionada de poder ver, al fin, algo nuevo… casi.

    Llegamos al patio que se encontraba en uno de los rincones del castillo y, en cuanto vi las secas
       manchas rojas que pintaban el suelo, di un paso hacia atrás de manera involuntaria –sabía
 perfectamente que no era sangre de vampiro, ya que estos no sangraban, al menos, que se les hiriera
pocas horas después de haberse alimentado –. James me tomó de la mano y acercó sus labios a mi oído

              "Aún estas a tiempo de dar media vuelta e irte" – recordó, con voz cariñosa.

 Inhalé profundamente y, levantando levemente mi barbilla en un gesto de valentía, me negué. Jamás
  antes había entrado en ese lugar y me pareció como si estuviera en un pequeño coliseo romano. Mi
padre me tomó de la mano y me ayudó para que pudiese tomar asiento en una de las gradas de piedra.
Mis ojos buscaron ansiosos a los vampiros, y no tardaron mucho en encontrar su objetivo ya que, éstos,
se encontraban justamente en el centro del círculo que yacía debajo de mí, de rodillas y amarrados por
            los fuertes cadenas, que estaba especialmente hechas para ellos y su fortaleza.

    Tal y como había dicho James, eran tres: dos machos y una hembra. Todos iguales de hermosos y
   jóvenes, con sus ojos resplandecientes en un perturbador color carmesí, contrastando con la palidez
gélida de sus facciones. Uno de ellos, un hombre de cabello largo que caía por sus hombros y topaba con
   el suelo, levantó la mirada y la dirigió en mi dirección. Sentí como sus venenosos y rabiosos ojos se
 clavaban fijamente en mi figura, provocando un terrible estremecimiento que me erizó la piel y, aunque
       intenté mantenerle la mirada con gesto valiente, fracasé al cabo de unos cuantos segundos.

       "Comiencen" – indicó mi hermano con voz alta y volví mi vista otra vez hacia el escenario.

   Tres guerreros se situaron frente a los inmortales, con filosas espadas adornando sus palmas. Por
  segunda ocasión, aquel par de feroces ojos rojos se empeñaron en pegarse a mi rostro y, para mala
                        suerte mía, esa vez no pude desviar mi mirada a tiempo.

 Sus pupilas siguieron fieramente clavadas en mí y no desistieron en desviarse ni un solo momento – ni
  aún a sabiendo que una espada comenzaba a levantarse sobre él – La cabeza del vampiro cayó a los
 pocos segundos y aún, estando completamente separada del resto de su cuerpo, podía sentir que sus
                                          ojos me mutilaban.

                Me volví a estremecer y James pasó sus brazos alrededor de mi cuerpo.

                          "Te lo advertí" – susurró, con voz un poco divertida

No contesté. Mi atención había sido captada, otra vez, por el fuego incandescente que hacía arder a los
cuerpos destazados y expulsaba una ligera capa de humo que expulsó un olor demasiado empalagoso y
                                          un tanto molesto.

Salimos de aquel patio al poco tiempo y, al ver que mi diversión había tomado solo cincuenta parpadeos,
                                    me sentí desilusionada otra vez.

            "¿Saldrás?" – preguntó mi padre, al ver que desviaba mis pasos a otra dirección

                              "Iré a dar un paseo por el bosque" – anuncié

 "No deberías de salir" – interrumpió mi hermano – "Esas bestias seguramente andan furiosas por que
         hemos matado a tres de su especie. No dudo que han de estar rodeando el castillo"

 "No pasará nada" – tranquilicé, mientras me acercaba hacia él y extraía, de su faja, una de las filosas
                                  estacas que en ella se apretaban.

                            "Llévate un guardia, por lo menos" – recomendó

   "Me sé cuidar yo sola" – dije, con voz ligeramente más firme y salí del lugar antes de que pudieran
                                                insistir más.
Caminé hacia el bosque y me hundí en las espesuras de éste, hasta llegar al pequeño río que cruzaba
   sus tierras. Me levanté el vestido, para poder sentarme en una enorme roca que se encontraba a la
orilla, me descalcé y hundí mis pies el agua helada. Me gustaba sentir el entumecimiento causado por el
                                           frío chocar con mi piel.

  Estuve ahí, viendo la corriente y los peces que nadaban en ella, hasta que el sol comenzó a ocultarse.
Caminé de regreso, a paso lento y desganado. No es necesario el mencionar que, el volver al castillo, no
 representaba ningún tipo de emoción para mí. Recorrí el sendero de regreso, acariciando a cada tronco
de árbol que me era posible, sintiendo su textura rasposa sobre la yema de mis dedos. Y, de pronto, una
                                     borrosa figura se paso frente a mí.

   Detuve mi marcha y dejé de respirar. Esperé por algún sonido, un movimiento, una acción… Nada.
       Cuando volví a dar el primer paso, convenciéndome mentalmente que se había tratado de mi
imaginación, la mancha blanquecina volvió a reflejarse a un costado. Viajé mis pupilas de un lado a otro,
  sin moverme, tratando de ver de qué se trataba – aunque estaba segura, en un noventa y nueve por
    ciento, de saberlo – Me percaté que la materia, casi invisible, se movía de un lado a otro, como si
                                    estuviera acechándome en círculos.

  Solo dejaba como evidencia una ligare y fresca ventisca. Llevé mis manos hacia la estaca, que yacía
   amarrada a mi cintura, y me concentré para agudizar mis sentidos. Era inútil, lo sabía, ellos eran
   demasiado ágiles – mucho más que nosotros – difícilmente iba a poder rastrear sus movimientos.

       Decidí que, si iba a morir de todas maneras, quería ver, al menos, el rostro de mi asesino.

 "¿Qué esperas para atacar?" – pregunté, sin levantar la voz, pues sabía que tenían un perfecto sentido
                           de la audición. No recibí respuesta vocal alguna.

  Lo único de lo que me percaté fue que, en lo que duró uno de mis parpadeos, lo tuve frente a mí: Un
  joven con el cabello cobre y despeinado y aspecto desaliñado. Vestía ropa completamente negra y de
 manta, la cual ya se veía desgastada por el paso del tiempo. Me tensé nada más de verlo, a menos de
tres metros de mí, agazapado y con la mirada color sangre, evaluándome detenidamente y centrándose,
    principalmente, en la tiara que colgaba sobre mi frente. Cobardemente, di dos pasos hacia atrás y
                       levanté la mano, enseñándole la daga en señal de amenaza.

   Levantó una de sus cejas, de modo escéptico, y una ligera sonrisa de lado se dibujó en sus labios.

 "Para ser de la realeza, sus modales no son nada cordiales" – habló y respingué al escuchar el sonido
                              tan suave y varonil que sus labios proferían.

                         "Aléjate, si no quieres verte en problemas" – ordené.

El vampiro volvió a sonreír y, con el pálido semblante completamente envuelto en una mascara de burla,
         se fue incorporando lentamente, hasta hallarse con la espalda completamente erguida.

  Mis ojos no dejaron de seguir cada uno de sus movimientos – gráciles y elegantes – y, por un breve
                  instante, se perdieron en la belleza de aquellas facciones anguladas.

                                 "¿Por qué me seguías?" – exigí saber

 "¿Por qué cree usted, Alteza?" – respondió, haciendo un pequeño asentimiento con la cabeza, en señal
                                           de mofo respeto.

   "Vete fuera de estas tierras, si no quieres terminar como tus hermanos" – aconsejé y, ni bien había
terminado de hablar, me encontré aprisionada entre un grueso árbol y unas manos que aprisionaban mis
                                                  muñecas

 "Pero que incrédula resultó ser su Majestad "- dijo, la última palabra, con desdén - "¿En realidad cree
            que usted y una insignificante daga, pueden derrotar a alguien de mi especie?"

      No, definitivamente sabía que yo no tenía oportunidad alguna. Si bien, nuestra rara clase era
   considerada como seres inmortales y, comparados con los humanos, teníamos la piel un poco más
   resistente y nuestros movimientos podían ser más ágiles, había que admitir que, nada eramos, sin
nuestras armas, frente a un vampiro. Ellos eran duros como la piedra y veloces como el rayo, su corazón
    no palpitaba... Al final de cuentas, ellos eran completamente inhumanos... Y, esa, era su ventaja.
Sabía que el momento de mi muerte había llegado y, tal como anteriormente había mencionado, no
 había ninguna clase de miedo al saber que mi ilimitada existencia tendría un fin. Pero, también, sentí
  rabia y humillación al verme derrotada por mi único enemigo… así que, tampoco estaba dispuesta a
                                     mostrarme agradecida con él

    "Si vas a matarme, hazlo ya" – ordené, clavando mi mirada en la suya de forma fría y déspota.

       Su rostro pareció alterarse un breve lapso de tiempo – tan breve, que casi pareció extinto.

                                            "No está asustada"

                      "No" – aseguré, a pesar de que no había sido una pregunta.

"Lástima. El sabor de la venganza no se disfruta tanto de esa manera" – siseó y, cuando vi que su boca
                     comenzaba a abrirse y a acercarse a mi cuello, cerré mis ojos.

Un fuerte gemido me obligó a abrirlos y me encontré con el rostro del vampiro bañado en un claro gesto
de dolor. Se alejó de mí, varios pasos, y fue cuando me percaté de la flecha que se había incrustado en
                                            su pierna derecha.

              "Maldición" – exclamó y se arrancó el objeto punzo cortante de su dura piel.

Gruñó ligeramente y, después, volvió a clavar la encolerizada mirada sobre mí y me enseñó los dientes
                                     en viva señal de amenaza.

             "¡Ahí esta!" – escuché la voz de mi hermano, y el trote los caballos, acercarse.

El vampiro dudó por menos de un segundo y, tras darme un último gruñido, salió corriendo, lejos de mí,
           dejándome estática y de pie, con la espalda aún pegada al árbol que yacía detrás.

"¡Bella! ¡Bella!" – exclamó mi hermano hasta llegar a mi lado. Bajó de su caballo con un solo movimiento
y, con otro, estuvo frente a mí, tomándome los hombros – "¿Te encuentras bien? ¿Te ha hecho daño esa
                                                bestia?"

                                 Tardé más de lo necesario en contestar

               "No…" – me aclaré la garganta un poco y lo volví a intentar – "Estoy bien"

                    "¡Te dije que no deberías de salir sola!" – recordó – "¡Te lo dije!"

 "Lo siento" – susurré, aún demasiada perdida por todo lo rápido que vi pasar mi muerte y regresar mi
                                                vida.

"No, Bella, no lo sientes. ¿Sabes el dolor que nos daría el saber que te hemos perdido por culpa de esos
                                        demonios?" – no contesté.

          Mi hermano ya no insistió más. Me tomó entre brazos y me colocó sobre su caballo

   "Vayan en su búsqueda. Está herido, su velocidad disminuirá un poco" – dio la orden, los guardias
                  asintieron y, después, echó a trotar hasta que llegamos al castillo.

                            Mi padre y mi madre corrieron en mi encuentro.

             "¿Có…? ¿Cómo supieron que estaba en problemas?" – inquirí, en cuanto los vi.

             Y, como respuesta, una menuda figurilla apareció detrás de mis progenitores.

    "Hermana, no sabes lo mucho que nos has preocupado" – acusó con su hermosa voz de soprano

                                         Capítulo 3: La Cacería
La miré un poco más, aún sin creer que la visión frente a mí era cierta y, cuando me convencí de que,
                        realmente, era mi hermana, caminé hacia sus brazos

                       "Alice" – murmuré – "Cuanto gusto me da verte otra vez"

  "Lo mismo digo" – dijo y, separándome gentilmente con sus delicadas manos, comenzó a evaluar mi
  rostro con sus intensos ojos negros – "Tu primer siglo te ha sentado de maravilla" – señaló – "Es una
lástima que el carruaje se haya descompuesto en el camino. No quería perderme tu primera coronación"

    "Con lo poco prudente que es, decirte que tu ausencia se recompensará el siguiente siglo, sería
                                    mentirte" – farfulló mi padre

 "Siento mucho haberlos preocupado" – dije, bajando la mirada. Sentí la mano de mi hermano posarse
                                         sobre mi hombro

            "Ya pasó" – calmó – "pero, para la siguiente ocasión, escucha nuestros consejos"

                        Apreté los labios y asentí, probablemente, mintiéndoles.

 "¿Te parece bien si vamos a caminar a los jardines?" – propuso Alice – "Tiene décadas que no te miro,
                                  tengo tantas cosas que contarte"

                          "Por supuesto" – accedí y ella me tomó de la mano.

  Dimos los primeros pasos en un cómodo silencio y, cuando llegamos al jardín más extenso de aquel
 castillo – su lugar preferido – tomó asiento en una piedra con base planta y me invitó a acomodarme a
                                                  su lado.

 "A mi no me puedes engañar, Bella" – comenzó a decir – "Este poder que me ha sido otorgado, desde
              nacimiento, me permite ver claramente lo que hiciste hace pocas horas"

  Clavé mi mirada en una pequeña flor morada que yacía al lado de mis pies. No sabía qué contestar.
Podría a engañar a todos, fingiendo que todo estaba bien, que mi vida inmortal no suponía una tortura,
               pero, a la chiquilla que se encontraba a mi lado, a ella, si que no podía.

 Alice era la tercera, y última hija, procreada por mis padres. Nuestra especie solo podía concebir a tres
crías y su temporada de gestación – así como el sexo – era algo que el destino decidía. Algunas hembras
 daban a luz a sus tres hijos en un solo parto. Otras, como mi madre, los concebían por separado y por
     tiempos impredecibles. Y, algunas más, llevaban siglos sin poder engendrar, aún, a un hijo y se
           encuentran esperando el momento en que la fecundación haga efecto en su cuerpo…

   "Faltó poco para que ese vampiro te mordiera. Pude ver claramente que no hiciste nada, ni el más
                                 mínimo intento, para defenderte…"

                                 "Alice, no pasó nada" – volví a repetir

                                             "Pero, Bella…"

"Alice, no quiero hablar de esto" – interrumpí, sin querer sonar grosera. Mi hermana me miró fijamente
                     por un momento y, después, con un suspiró resignado, asintió.

         Nos quedamos en silencio por varios minutos, hasta que fui yo quien lo decidió romper

 "¿Qué has hecho durante estos años? Tiene cerca de una década que no te he visto ¿A dónde has ido"

 "A muchos lugares" – contestó, con una sonrisa – "Tantos, que me es difícil nombrar sus nombres en
   una sola plática. ¡Deberías de ver todas esas tierras, Bella! Soy hermosas, únicas. Cada una tiene
diferentes olores en sus árboles y diferentes caricias en el viento" – suspiró profundamente – "¿Por qué
                                          no vienes conmigo?"

                                    Negué con la cabeza, lentamente
"No, Alice. Tú espíritu y el mío no son iguales y, para ser sinceras, no me gusta recorrer largos caminos.
Amo la naturaleza y las tierras, pero no tanto como tú. Mi pesimismo te contagiaría y no quiero que eso
                                                    pase"

   "¿Por qué no lo piensas?" – insistió – "Me iré dentro de quince puestas de sol. Tienes tiempo para
                                                meditarlo"

                             "¿Por qué te marchas tan pronto?" – pregunté

"Solamente venía a tu primer coronación. Quiero aprovechar los últimos cuatro años que me quedan de
completa libertad. Cuando lleve mi tiara, ya no podré viajar tan seguido como en estos tiempos, tendré
                          que quedarme como buena princesa en mi pueblo"

        "Alice, el que lleves o no la tiara, eres una princesa" – recordé – "No cambiará en nada"

 "Claro que si" – discutió "Ahora, si viajo entre los hombres que no son de esta tierra, puedo pasar por
        una humana, pero, llevando el diamante en mi frente, ya no habrá forma de ocultarme"

                                  "Pensé que te gustaba ser princesa"

  "¡Y me gusta!" – aclaró – "Es me destino y estoy contenta con él. Solamente que, no voy a negarlo,
  resulta un poco molesto, al menos para mí, que todos se inclinen a tus pies y te hagan reverencias"

                         Sonreí, al menos, Alice y yo teníamos algo en común.

"¿En realidad creen que eres humana?" – inquirí, puesto que se me hacía imposible que la hermosura de
                 mi hermana pudiera considerarse algo procreado por el hombre mortal.

 "Parece imposible, pero si. Principalmente en los reinos más lejanos" – agregó – "En las tierras vecinas
     resulta difícil. Conocen a nuestra familia… Pensaras en lo que te acabo de proponer, ¿Verdad?"

 "Si voy contigo, tu disfraz de mortal se vendrá abajo" – dije, a mi favor. Ella hizo un pequeño puchero

       "Eres imposible" – refunfuñó. Unos pasos a nuestras espaldas nos hicieron girar el rostro.

Era una de las doncellas, quien, tras dar una pequeña reverencia, nos anunció que la cena estaba lista y
   nuestros padres, al igual que mi hermano y esposa, nos esperaban. Caminamos hacia el inmenso
                       comedor y James nos ayudó a ambas para tomar asiento.

                          "¿Lograron atrapar al vampiro?" – preguntó Victoria

            "No" – contestó mi hermano, intentado ocultar su furia – "Es demasiado rápido"

                                     "Pero lo hirieron" – afirmó Alice

                              "La flecha se insertó en su pierna" – informé

           "Los seguiremos buscando. Acabaremos con cada uno de ellos" – prometió James

Ya recostada en mi cama, mis ojos se encontraban dirigidos hacia la enorme ventana que daba hacia el
bosque. Los rayos de la luna traspasaban la espesa cortina blanca y dibujaban formas en el suelo. No sé
 cuantos minutos llevaba tratando de dormir y no podía. Las palabras de mi hermana resonaban en mi
 mente. Me hubiera gustado haber heredado un poco de su entusiasmo y optimismo. Me preguntaba si,
   acaso, era yo la única que no se encontraba a gusto con la vida que le había tocado llevar. A todo
mundo parecía agradarle la inmortalidad… Jamás había escuchado queja alguna por parte de mis padres,
           de mis hermanos, ni de los pocos conocidos que teníamos en los reinos vecinos…

                                         ¿Acaso estaba loca?...

 Apreté fuertemente mi almohada y cerré los ojos, rezando por que, algún día, este vacío tan inmenso
                                            tuviera fin.
Al día siguiente me desperté mucho antes que mi doncella llegara para ayudarme a vestir. Me acomodé
mi vestido de manta color negro. Parecía que sería uno de los pocos días soleados en Forks. Bajé hacia
               la pequeña biblioteca de mi hermano y me sorprendió mucho el hallarle ahí

     "James" – llamé su atención para que sus azules ojos despegaran la mirada del libro que leían

"Bella" – dijo, mientras se paraba rápidamente de su asiento y caminaba para depositar dos besos sobre
 mis mejillas y tomarme las manos entre las suyas – "No esperaba encontrarte aquí y, mucho menos, a
                                          tan temprana hora"

                            "Lo mismo digo. ¿No pudiste conciliar el sueño"

   "No" – admitió – "toda la noche tuve pesadillas con aquel vampiro que no hemos podido atrapar"

      "Debe de ser muy ágil" – aventuré – "Yo misma vi como la flecha le causaba mucho dolor"

 "Ha de estar escondido en algún lugar. Tenemos que encontrar su refugio. Estamos seguros que hay
 muchos más con él… Debo de mover a los hombres rápido. El los últimos días han acabado con aldeas
                                             enteras"

"Tranquilo" – susurré, estrechando sus manos – "Todo saldrá bien. Los encontraran pronto, ya lo veras"

 Mi hermano me sonrió calidamente y sus ojos brillaron con gran amor y tranquilidad. Inclinó su rostro
 para besar mis ambas manos y, después, acercó su rostro y depositó un beso sobre el diamante de mi
frente. Cerré mis ojos ante la paz que su cariño y protección me daban. Un guardia apareció a los pocos
                                                segundos.

                          "Príncipe James, los caballos están listos" – anunció

 "En seguida voy" – contestó mi hermano, separando sus manos de las mías y alcanzando el arco que
                    reposaba a un lado del asiento, en el que antes se encontraba

                            "Hermano, ¿Podría acompañarlos en la cacería?"

                            "De ninguna manera" – contestó, rápidamente.

"Por favor" – supliqué, al ver que sus pasos se dirigían ya hacia la salida. Esperé que diera media vuelta
             y me viera, aunque sabía que me iba a encontrar con aquel gesto endurecido.

      "Bella, ¿Por qué te encantan este tipo de cosas?" – inquirió – "Alice está acá. Sal con ella…"

"¿Y si mejor me uno a la cacería también?" – interrumpió mi pequeña hermana, entrando, con su eterna
         sonrisa, a la biblioteca – "Tiene años que no salimos todos a una pequeña expedición"

 "Esto no es un juego. No vamos a casar conejos ni venados. No voy a permitir que vayan y arriesguen
                                su vida, solamente por un capricho"

"Vamos, James" – imploró Alice, con aquella mirada tan angélicamente persuasiva, que resultaba mortal
   para todo tipo de determinación en las personas – humanas o no – "No le negarás a tu pequeña
                                hermana un poco de diversión, ¿O si?"

Mi hermano intentó mantenerse firme ante el par de oscuros ojos suplicantes que le miraban fijamente,
       pero, como era de esperarse, flaqueó, al poco tiempo, ante la inocencia y brillo de éstos.

   "Me tienen que prometer que no se alejaran de mí, ni un solo instante" – advirtió, con un suspiró
                                      sonoramente resignado

                      "Prometido" – dijo Alice, con una radiante y extensa sonrisa

                   "Las espero en las caballerizas" – farfulló, mientras salía del lugar
En cuanto quedamos solas, mi hermana se giró para verme y su rostro de duendecillo denotaba una
                                        gran suficiencia.

               "¿Esperas que te de las gracias?" – pregunté, levantando una de mis cejas.

  "No es necesario que lo digas" – contestó, mientras se disponía a salir de la estancia, con pasos tan
ágiles que parecía ir bailando – "Sé que, por dentro, me estas bendiciendo de todas las maneras que te
                                               es posible"

                         "Qué modesta" – solté, con ironía, mientras le seguía.

 Llegamos a las caballerizas. Alice eligió tomar una yegua blanca y yo, una de color canela. Mi hermano
      se acercó para ayudarnos y un guerrero le imitó, aproximándose hacia mi pequeña hermana

  "¿Me permite, Alteza?" – preguntó, mientras tendía su mano y mi hermana la aceptaba sin ninguna
                                             vacilación.

  "Irán en medio de nosotros" – ordenó James, cuando estuvimos montadas sobre los caballos – "No
                  quiero que se desvíen, ni que galopen a las orillas, ¿Quedó claro?"

   Alice y yo asentimos y, tras dar la orden, los caballos comenzaron a trotar. Durante todo el camino,
 estuvimos perfectamente resguardadas por el resto de los hombres que iban con lanzas y arcos. James
  frenó su caballo de repente y todos le imitamos. El animal comenzó a relinchar y se debatía entre los
jalones que su dueño le propinaba a sus cuerdas. Era obvio hasta para un ciego: El peligro estaba cerca.
   Se podía oler en el aire. Casi podía sentir aquel aroma tan fresco y dulce que los caracterizaba. Las
lanzas, las espadas y los arcos se tensaron, listos para atacar. Yo viajaba mi mirada hacia todas partes –
sin mover el rostro – y trataba de controlar mi respiración entrecortada. El bosque guardaba un absoluto
  silencio, ni un solo trinito de los pájaros, ni una sola pisada de ardillas o venados cerca. Solamente el
                                      viento soplaba y agitaba mis cabellos

           "Cubran a mis hermanas" – ordenó James, mientras se ponía al principio de todos.

     Ni bien había terminado de hablar, trece vampiros aparecieron frente a nosotros, agazapados y
emitiendo un gutural gruñido que curvaba sus labios y nos permitía ver aquellos dientes, completamente
blancos y perfectos, con dos colmillos ligeramente alargados que, fuera de quitarle encanto a sus bocas,
las volvía algo tenebrosamente hermosas. Me estremecí al ver a mi hermano a menos de dos metros de
                                               todos ellos.

James levantó el arco y acomodó la flecha, con un movimiento rápido y ágil. Un vampiro se lanzó sobre
    él y lo tiró del caballo. Los guerreros comenzaron a atacar. Alice y yo le imitamos. Una hembra de
cabello negro se materializó frente a mí, en cuclillas sobre el lomo de mi yegua. No lo pensé dos veces y
 le ensarté una flecha en medio de la frente, antes de caer de espaldas, sus uñas me rasgaron parte de
  las mangas del vestido y me desangraron un poco la piel… Y entonces, fue cuando los ocho vampiros
                  que sobraban se giraron para verme con los ojos completamente negros.

        Mi yegua comenzó a relinchar y a debatirse de tal manera que me caí de la montadura.

"¡Bella!" – escuché que gritaba James cuando todos nuestros contrincantes se lanzaron hacia mí. Cerré
            fuertemente los ojos, esperando sentir todos esos dientes enterrados en mi piel…

                                              No pasó nada.

 "¡Corre!" – ordenó mi hermano y temblé al ver, a mi alrededor, tres cabezas, con sus ojos mirándome
                                             fijamente.

 Me tomó más de dos segundos el ponerme de pie. Alice se plantó frente a mí y me tendió una de sus
                          manos para que pudiera subirme al caballo.

      "Tenemos que salir de aquí" – dijo y se echó a trotar. Tres guerreros nos cuidaba la espalda.

                                        "¿Qué pasará con James"

    "Él estará bien. Tenemos que llegar rápidamente al castillo para enviar más hombres a ayudar…"
El animal dejó de trotar al tener, frente a él, a un pálido obstáculo que le impedía, amenazadoramente,
   avanzar. Clavé mi mirada en aquel rostro que anteriormente había visto. Sus ojos color sangre se
       clavaron en mí. Los guerreros que nos cuidaban la espalda se dispusieron a defendernos.

                          Me bajé del caballo de un salto y corrí hacia el frente

                                  "Bella, ¿Qué haces?" – exclamó Alice

                                         "Corre hacia el castillo"

                                             "¡Estas loca…!"

"¡Corre!" – interrumpí, volví mi vista hacia uno de los jóvenes que nos cubrían – "Llévate a mi hermana"
                       – le ordené a un muchacho de cabellos rubios y mirada gris

El muchacho asintió y, a los pocos segundos, su caballo había sido abandonado y Alice había sido llevada
 lejos de mí. Los dos hombres que quedaban conmigo formaron una barrera entre el inmortal demonio y
yo. Una risa sarcástica y tenebrosa curvó sus labios cuando vio que corrían hacia él , con aquellas filosas
                                                espadas.

                             Pronto supe el por qué de tan confiada actitud.

Los cuerpos de los humanos salieron volando lejos, estampándose con los árboles… y ya no se volvieron
            a levantar. Jamás antes había visto a un vampiro con movimientos tan rapidos.

    Me tragué la amarga impresión lo mejor que pude y acomodé una flecha en el arco, apuntándole
directamente. Apreté mi mandíbula al ver aquella actitud irónica no se desvanecía ni un solo segundo de
su rostro. Lo odiaba. Disparé la flecha, y mi rabia aumento al ver la facilidad con que la esquivaba. Y, de
         pronto, tal y como había pasado ayer, en un abrir y cerrar de ojos, lo tuve frente a mí.

                         "Debería de mejorar su puntería, Alteza" – recomendó.

Mis ojos se clavaron fijamente en los suyos, haciéndole saber con éstos, el repudio inmenso que le tenía
  a su especie y, principalmente a él… Sin embargo, no pasó mucho tiempo para perderme en el mar
   escarlata que en ellos se dibujaba. Debía admitir que era algo hermoso y único. La representación
 misma del demonio: Poseedor de una belleza tan esplendida que te podía hacer pecar nada más con
                                                  verlo.

Su rostro se inclinó lentamente hacia abajo, hasta llegar en la parte donde mi vestido se encontraba roto
  y una pequeña raspadura se pintaba sobre mi piel. Me estremecí completamente cuando su lengua se
   pasó por la sangre que de ella salía. No fue un estremecimiento de miedo, si no de placer. Un placer
 jamás antes experimentado, que se paseó por mis venas y removió cada uno de mis poros. Sus manos
                     se apretaron más a mis brazos y un gruñido salió de su garganta.

                            Sabía que el sabor de mi sangre le había gustado.

                               Ahora no había nada que pudiera salvarme.

                                              Iba a morir…

                                           Capítulo 4: Deuda

Me encontraba temblando violentamente, de pies a cabeza, mientras seguía sintiendo como su lengua se
  desplazaba por la fresca herida. El gemido que su pecho emitió, fue una anticipación de mi muerte.
   Cerré fuertemente mis ojos e intenté mantener todo el valor para aceptar mí partida con el mayor
 orgullo y dignidad que me era posible. Definitivamente, el morir en manos de una bestia como esa era
repugnante… Aunque, hablando sinceramente, una parte de mi se sentía tranquila. Al fin de cuentas, mi
                                    tan anhelado descanso llegaría.

 "¡Edward!" – escuché que gritaba una voz delicada y femenina. El vampiro que me tenía acorralada se
     separó en cuanto la escuchó. Entonces, ambos giramos el rostro para ver de quién se trataba
Me encontré con algo simplemente hermoso. Era una mujer vampiro con gentil rostro de corazón. Me
perdí en el dorado de sus ojos y comprendí que eran de los pocos que no cazaban humanos. ¿Qué hacía
                             alguien como ella a pocos metros de nosotros?

"Edward, déjala ir" – pidió y volví mi vista hacia el demonio que aún me mantenía sujeta hacia el árbol,
pero tenía la mirada puesta sobre la hermosa mujer que le hablaba – "Ya basta de tantas muertes, hijo.
                                                  Suéltala"

"No" – gruñó el aludido – "A ellos nos les ha importado matarnos como animales, ¿Por qué habría yo de
                                            sentir compasión?"

"Edward, por favor…" – la vampiro no continuó hablando pues dos lanzas le había atravesado uno de sus
                           brazos y había caído de rodillas frente a nosotros.

  "¡Esme!" – exclamó el muchacho y me perdí, por un momento, en aquella voz angustiada. Ni un solo
 rasgo de rencor había quedado en ella tras ser sustituido, completamente, por un desgarrador gemido
                                          de desesperación.

 Después, solo vi como se lanzaba hacia el joven guerrero que había disparado la flecha y se escondía
  detrás de un espeso árbol. Estoy segura que, de haber parpadeado, no me hubiera dado cuenta del
  momento en que lo había aventado lejos. Tardé más de tres segundos en comprender que me había
 liberado y que tenía una pequeña oportunidad de ir. Pero, fuera de correr, me quedé viendo como se
       inclinaba y tomaba entre sus brazos a la herida mujer que crispaba su rostro por el dolor.

             "Tranquila, te llevaré a casa" – susurró – "No debiste de haber salido de ahí…"

 Era sorprendente la manera en que aquella desesperación me había pasmado. Jamás imaginé posible
que, alguien como él, fuera capaz de sentir amor. Y, sin embargo, ahí estaba. Había olvidado todo: que
se encontraba a pocos kilómetros de seres que estaban dispuesto a cazarle, su venganza contra mí, su
fachada de ser maligno y despiadado… Solamente quedaba un joven completamente sumergido en una
                                       inmensa intranquilidad.

     Los galopes de los caballos comenzaron a oírse. Se estaban acercando. Contemplé como aquel
desesperado vampiro vacilaba un poco en qué dirección tomar para huir y, cuando sus pies se decidieron
                     por un pequeño sendero que se habría por el bosque, le llamé

 "Espera. No podrás correr mucho y seguirán tu rastro con facilidad" – le recordé, mientras veía que la
                               herida de su pierna aún le molestaba

                     "¿Qué ha dicho?" – preguntó, mirándome de manera escéptica.

             Empuñé mis manos, pues, aún no podía creer lo que estaba a punto de soltar

"Sígueme. Yo sé de un lugar en el que no podrán encontrarte" – comencé a caminar, rápidamente, hacia
la dirección contraria que él estaba dispuesto a tomar – "¡Confía en mí!" – dije, al ver que sus pies no se
                                                  movían.

            Él bajó la mirada hacia el rostro de la persona que reposaba sobre sus hombros.

                                   "Hazlo" – escuché que le susurraba

                     "No tardaré en matarle si lo que esta haciendo es una traición"

  Me dieron muchas ganas de responderle como se debía pero, sabía que no era tiempo para ello. En
          cambio, solamente me limité a fruncir el ceño y regalarle una mirada envenenada.

"Date prisa" – dije, de manera seca, mientras comenzaba a caminar, a paso rápido, hacia el interior del
              bosque. Escuché el casi inaudible sonido que sus pasos daban detrás de mí.

El galope de los caballos se aproximaba cada vez más y, no entendí por qué me sentí tan ansiosa, como
           si mi vida dependiera de ello, como si fuera yo quien, también, estuviera huyendo.

                       Fue un sentimiento demasiado frustrante, debo confesarlo.
No tardamos mucho en llegar al escondite. Me paré frente a lo que, aparentemente, era una gran piedra
 cubierta de musgo. Con mis manos, removí todas las hierbas que la vestían, dejando frente a nosotros
                                       una reducida entrada.

"Es aquí" – indiqué. El vampiro me dedicó otra mirada dudosa – "¿Te piensas quedar aquí, esperando a
         que mi hermano y sus hombres nos vean?" – reté, levantado ligeramente mi barbilla.

  Sus ojos carmesí se clavaron, por menos de un segundo, en los míos y, después, se adentró en el
pequeño espacio. Le seguí por detrás y, volví a acomodar las trenzaderas de hierba en su lugar. No fue
   hasta que estuve en aquella completa oscuridad que caí, realmente, en la realidad en la que me
                                             encontraba…

… Yo, Isabella Swan, estaba al lado de un vampiro, el cual me había intentado matar en dos ocasiones. Y
                  eso, no era todo. No. Lo estaba ayudando a permanecer con vida…

             – "¿Por qué nos ha ayudado?" – preguntó, haciendo eco a mis pensamientos.

       Bajé la mirada hacia el suelo de tierra que se expandía bajó mis pies y abracé mis rodillas

   "Lo hice por ella" – contesté, evadiendo su mirada, que brillaba como la de un gato al acecho en la
                                   oscuridad – "Ella no es como ustedes"

               "No" – acordó él y su voz se escuchaba endurecida – "Esme es diferente"

                                            "¿Estará bien?"

                    "Si. El aturdimiento desaparecerá, más o menos, al anochecer"

                                        Suspiré profundamente.

  – "Es hora de que me vaya" – anuncié, con voz seca – "Quédense aquí y no salgan hasta que el cielo
este cubierto, completamente, por su manto negro. Llevaré a mi hermano y a sus guerreros de vuelta al
   castillo. Les diré que han huido hacia el oeste" – expliqué, mientras me movía hacia la salida – "Un
último consejo: Váyanse de aquí si no quieren que su especie sea exterminada por completo. No son, ni
                    serán, bienvenidos en estas tierras. Busquen su lugar en otra parte"

 No esperé por una respuesta. Pero pude sentir su mirada clavada sobre mi espalda en el momento en
  que abandoné aquel lugar. Salí de entre las ramas, mirando hacia todas partes. Suspiré, aliviada, al
 notar que no había alma alguna por los alrededores. El bosque se había vuelto a bañar con su silencio
  pacifico. Comencé a caminar, dirigiéndome hacia el lugar en el que, por segunda vez, la muerte me
                                          había amenazado.

 Solamente me encontré con el cadáver de los guerreros que habían matado frente a mis ojos y varias
  huellas de las herraduras de los caballos. Todas se dirigían hacia el otro sendero. Me debatí por un
  momento entre si irme al castillo o ir detrás de mi hermano. Sabía que, seguramente, estaría muy
                                preocupado por mí. ¿Estaría él bien?...

Me decidí por la primera opción. Sabía que era imposible alcanzarlo, por mucho que corriera. Comencé a
 andar por el sendero que me llevaría al castillo. Me miré la herida de mi brazo, ya había desaparecido.
 Me pasé los dedos por la piel sana y no pude evitar no recordar aquella lengua que la había acariciado.
Estaba enloqueciendo. ¿Cómo había sido capaz de ayudar a una pareja de demonios solamente por que
 la mujer me pareció alguien gentil? Empuñé mis manos a mis costados agité mi cabeza, de derecha a
                               izquierda, mientras continuaba mi marcha.

                           "¡Bella!" – escuchar esa voz resultó ser un alivio.

Por primera vez, no quería caminar tanto en el bosque. Me estaba encontrando con cuerpos decapitados
 y cabezas regadas a cada paso que daba. Me giré para encarar a mi hermano. Tenía un arañazo en su
  angulada mejilla y todo su rostro se encontraba cenizo. Se me llenaron los ojos de lágrimas al verlo
           completamente a salvo. Leí en su mirada que también se tranquilizaba de verme.

Pero, para este tipo de sentimientos tan profundos, las palabras resultaban ser innecesarias. Bajó de su
caballo y, con un movimiento delicado, me subió a éste. Comenzamos a galopar hacia el castillo, frente
                        a los pocos hombres que habían quedado tras la batalla.
ALICE POV

    Me encontraba caminando, de un lado a otro, dentro del castillo. El dolor de cabeza me estaba
  comenzando a marear, no lograba ver nada con claridad. En situaciones como esta – cuando había
   demasiadas criaturas involucradas – era cuando el pequeño y complicado don que me había sido
otorgado se volvía algo realmente molesto. Mis padres se encontraban a mi lado y el tener sus miradas
 puestas sobre mí, aumentaban mi ansiedad. Decidí salir del lugar. Me dirigí hacia una de las ventanas
por las cuales podías mirar todo el horizonte y suspiré profundamente al no encontrar rastro alguno de
                                             mis hermanos.

                       Tonta Bella… ¿Cómo había dado aquella estupida orden?

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Si algo les pasaba a mis hermanos yo no sabría qué hacer. Los amaba
                                                  tanto…

  "Princesa, ¿Se encuentra usted bien?" – giré mi rostro para encarar al joven que me había hablado.

  Fruncí el ceño nada más al saber de quién se trataba. Tensé mi quijada y le dediqué la mirada más
                envenenada que pudiera ofrecerla a alguien en todos mis siglos de vida.

"Estaría bien si no le hubieras hecho caso a la orden que mi hermana te dio" – contesté, descargando mi
                                    tensión con aquel pobre muchacho.

 "L-lo siento, solo hice lo que su hermana me exigió" – balbuceó, y el miedo era palpable en su mirada
                                                  gris.

 Tensé mi quijada y volví mi rostro hacia la ventana. Suspiré profundamente para poder tranquilizarme

                                         "¿Cuál es tu nombre?"

                               "Jasper Withlock, para servirle, su Alteza"

   "Jasper" – repetí – "No siempre hagas lo que se te dice" – musité – "No todas las ordenes son las
                                             correctas…"

El galopeo de varios caballos llamó mi atención. Agudicé mi vista y pude verlos, venían a una distancia
    aproximada a un kilómetro. Una sonrisa de tranquilidad se dibujó en mi rostro y, olvidándome
             rápidamente del joven guerrero que tenía detrás de mí, salí en su encuentro.

Bajé corriendo las escaleras y no esperé a que los guardias abrieran las enormes y pesadas puertas que
                                          protegían el castillo.

                   "¡James! ¡Bella!" – exclamé. Nuestros padres venía detrás de mí.

 Mi hermano fue quien bajó primero. Me lancé hacia ellos. Solamente sus ropas venían desgarradas. Ni
                      una sola herida se lograba ver sobre su pálida y lisa piel.

"Eres… eres… ¡Eres de lo peor!" – le dije a Bella – "¿Cómo pudiste hacerme eso: apartarme de tu lado?"

"No pasó nada. Logré librarme de él" – tranquilizó – "Ya le informé a James que se ha ido al oeste. Está
                                            muy herido…"

"Mandé a varios hombres hacia esa dirección" – terció mi hermano – "Y mañana, seguiremos de casería.
 Y no permitiré la compañía de nadie más que las personas a quienes yo indique" – agregó, mirándonos
                                          significativamente

 Bella y yo bajamos la mirada y, sin decir más, los que nos rodeaban se adentraron en el castillo y nos
                                             dejaron solas.

                                            EDWARD POV

                              Podía sentir que el anochecer había llegado.
¡Maldición!

                                      Esme aún no se despertaba.

 Tensé fuertemente mi quijada al sentir como la rabia volvía a apoderarse de mí. Malditos humanos y
 maldita Realeza, ¡Cuánto los odiaba! Ahora más que nunca… Gruñí fuertemente al recordar a aquella
                                Princesa y el sonido despertó a Esme

                                         "¿Edward…?" – musitó

                                         "¿Cómo te encuentras?"

   "Mucho mejor" – contestó, mientras se incorporaba. Se quedó meditabunda un par de segundos y
                  después, agregó – "¿Qué pasó con la muchacha que nos ayudó?"

                                "Se ha ido" – contesté, a regañadientes.

                                            "La ibas a matar"

                  "Si" – aseguré, mirándole a los ojos – "Es lo menos que se merecen"

                                               "Edward…"

"Nos tratan y ven como animales" – interrumpí, pues sabía que su noble corazón la iba a llevar a darme
un sermón que no estaba dispuesto a escuchar – "Mira lo que te hicieron" – señalé – "Tú no tenías nada
  que ver en todo esto y te han herido. A ellos no les importa si somos o no asesinos de sus humanos.
Solamente quieren exterminarnos por que somos los únicos que podríamos acabar con ellos y quitarles
                                    todo los privilegios que poseen"

                                  "Ese odio no te llevará a nada bueno"

 "Tampoco la compasión" – discutí, sintiéndome mal al ver como su rostro se ensombrecía y bajaba la
  mirada. Suspiré pesadamente mientras intentaba borrar aquel débil sentimiento de la mente – "Te
                   llevaré con Carlisle, seguramente ha de estar muy preocupado."

Esme asintió, dándome la razón. La tomé entre mis brazos, en cuanto salimos de aquella cueva. Mi ira
        incrementó cuando noté que, en realidad, la princesilla había cumplido su promesa.

                                              "Puedo correr"

                       "Aún te encuentras débil" – dije y salí corriendo del lugar.

  Tal y como lo imaginaba, Carlisle se encontraba ya muy preocupado por Esme. Corrió hacia nosotros
   cuando nos vio llegar y le explicamos todo lo que había sucedido. Él nos escuchó con atención y sin
ningún atisbo de furia reflejado en alguna de sus facciones. Nunca podría explicarme de dónde provenía
                                          tanta paz de su alma.

                         "¿Te irás?" – preguntó Esme, sujetándome de la mano

                                     "Si. No puedo quedarme aquí"

 "Hijo, este es tu lugar" – recordó Carlisle. Lo miré fijamente a los ojos, pues sabía lo que sus palabras
                                                querían decir.

                                    "No" – disputé, con voz contenida

                                       "Eres mi hijo… el príncipe…"

   "Por lo mismo" – interrumpí – "por que sé quién soy, no permitiré que acaben con nuestra raza"

                                  "La violencia no es le mejor método"
"¿Entonces cuál es?" –

                                      Carlisle tardó en contestar

                            "Has dividido a nuestra familia en dos grupos"

"Eso no es culpa mía. Los que se encuentran conmigo son por que comparten la misma aspiración que
                    yo: dejar de estar escondidos. Dejar de vivir en penumbras"

   "Han acabado con aldeas enteras. ¿Cómo piensan ser aceptados si se comportan como bestias?"

 "¿Y a ti te ha servido de algo tu obstinación por la sangre humana?" – reté – "¿Les ha servido a todos
ustedes alimentarse con sangre de animales? No" – me auto contesté – "No ha servido de nada. Siguen
                                          siendo igual para ellos"

                                              "Edward…"

"No quiero seguir discutiendo" – tajé – "pero no puedo quedarme aquí, reprimido, cuando sé que puedo
                                  hacer algo más por todos nosotros"

                          "Quédate, por los menos esta noche" – rogó Esme.

 Sus dorados ojos me miraron con súplica, pero luché por mantenerme firme en mi decisión. Me incliné
para depositar un beso sobre su frente, para después dar media vuelta e irme con el grupo de vampiros
                                    que habían logrado sobrevivir.

                 "Deberíamos de tomar en cuenta el consejo que la Princesa nos dio"

                                    Envaré mi cuerpo al escucharle.

                                "Yo no me pienso ir de aquí" – susurré

                           "Entonces, ¿la mataras? ¿mataras a su familia?"

                                      "Esa es mi prioridad ahora"

      "¿Acaso no le estas agradecido? ¡Nos ayudó! Sin ella, ahora estuviéramos los dos muertos"

           Crispé mis manos a mis costados y chasqueé mis dientes ¿Tenía que recordarlo?

                   "Nosotros no se lo pedimos. Yo no tengo ninguna deuda con ella"

                                   "Hijo…" – volvió a terciar Carlisle

        "Los veré pronto" – anuncié, y salí corriendo de ahí, antes de que pudieran decir más.

Corrí y corrí, sin dirección alguna pues era mi única manera de descargar toda rabia que sentía al saber
que las palabras de Esme eran ciertas. No tanto por mi vida, si no por la de ella. Mi madre estaba viva
                                 por esa insignificante muchacha inmortal…

                           Ciertamente, me encontraba en deuda con ella…

                     Pero, ¿Cómo saldar un adeudo con el peor de tus enemigos?

                           No encontraba respuesta alguna a mi pregunta…

                                     Capítulo 5: Deuda Parte II

                                             BELLA POV
"Tu no aprenderás la lección ni viviendo trescientos siglos" – reprendió Alice, mientras fruncía su
                                              delicado ceño

       "Hermana, ¿Qué pretendes? No puedo quedarme encerrada en este castillo todos los días"

"No te estoy pidiendo eso" – discutió – "lo único que no me parece correcto es que quieras ir al bosque,
                  cuando solamente han pasado tres días desde que fuimos atacadas"

  "Tranquila" – murmuré, mientras posaba una de mis manos sobre sus mejillas – "Solamente será un
                                    pequeño paseo. No tardaré"

       "Iría contigo si no fuera por que James prometió enseñarme tiro de arco en unas horas…"

    "… Y al no verte, supondría que estas conmigo, nos mandarían a buscar y, en ese momento, me
                           delatarías" – completé, con una pequeña sonrisa.

"Bella, por favor, no vayas" – pidió, mientras tomaba mis manos entre las suyas – "Deja de arriesgarte
              tanto, ¿Acaso no entiendes que te amamos y nos dolería mucho el perderte?"

 "Lo sé" – admití – "Pero el estar encerrada en este castillo me enferma. Tú lo sabes, mejor que nadie"

   "Si algo te llegara a pasar, yo no podría con la conciencia. Ahora mismo no sé cómo es que puedo
                                        aceptar ser tu cómplice…"

 "Alice" – interrumpí, de manera cariñosa – "Tranquila. Todo estará bien. Solo se trata de un paseo. Te
                            prometo que dentro de poco estaré de regreso"

 Había llegado a la parte del bosque en donde la masacre había sido efectuada. Todo estaba tan normal
como siempre. Los cuerpos decapitados habían sido levantados desde esa misma noche. Todo estaba en
       un completo silencio, un silencio acogedor, lo que significaba que no había peligro alguno.

        No pude evitar el pensar en aquel vampiro y su compañera, ¿Me habrían hecho caso?...

Como respuesta a mi pregunta, una mancha blanca se movió a mi costado izquierdo. Detuve mis pasos
y empuñé la espada que llevaba cargando – insistencia de Alice – Esperé por otro movimiento, con mis
                sentidos en alerta, más no logré captar algo extraño a mi alrededor.

Sin confiarme, continué con mi marcha, con la espada dispuesta a atacar, si era necesario. Al cabo de un
    determinado tiempo, en el que ningún peligro se logró percibir en el aire, me relajé. Me convencí
 mentalmente que se había tratado de mi imaginación y hasta logré sonreír, mofándome un poco de mí
                                               persona.

  "Princesa y soy una torpe para localizar a vampiros" – musité, hablando sola con un árbol al que me
                    encontraba acariciando lentamente, con la yema de mis dedos

                     "No es la única incapaz de percatarse de nuestra presencia" –

Retrocedí dos pasos hacia atrás y alcé mi espada, al escuchar aquella voz que, extrañamente, me había
 resultado demasiado familiar. Él apareció justamente detrás del árbol que me encontraba acariciando,
con su inseparable sonrisa cínica pintada en los labios. Nuestras miradas se unieron, en la distancia, y al
          contemplar el rojo sangre que en ellas ardía intensamente, retrocedí otro paso más.

                                    "Les dije que se fueran" – recordé

                        "¿En serio creyó que tomaríamos en cuenta su consejo?"

                  "Si tienen sentido de supervivencia, por supuesto que si" – contesté.

   Una risa amarga y burlona se levantó por los aires, fruncí el ceño al instante, ¿Qué se creía aquel
                                 estupido vampiro para reírse de mí?
"Disculpe, su Majestad" – inclinó su cuerpo, con una pequeña (y nada respetuosa) reverencia – "Pero, si
                                            me lo permite…"

        "No te lo permito" – alcé la voz, para interrumpirle rápidamente. Su sonrisa se ensanchó

 "Usted no tiene ningún derecho para hablar acerca de sentidos de supervivencia, ya que, por lo que he
logrado presenciar, usted carece de ellos más que cualquier especie habitando dentro de este bosque" -
                                    dijo, ignorando mi comentario

 Chasqueé mis dientes, sin evitar poder sentirme ofendida. Aquella absurda e infantil rabia, movió mis
 dedos hacia la pequeña estaca que reposaba, apretada sobre mi cintura y, con los movimientos más
                               rápidamente posibles, la lancé hacia él…

                        ... De más esta el decir que la evitó, con suma facilidad.

  "Para ser de la Realeza no es nada cordial" – señaló, mirando fijamente el objeto punzo cortante. Mi
  cuerpo se estremeció al saberse en peligro. Aquel demonio podía lanzarla de regreso, hacia mí, y él,
                                        obviamente no fallaría.

                           Aún así, permanecí firme y con la barbilla en alto.

   "¿Con qué derecho me juzgas?" – reté – "De ningún privilegio gozas, tú, un vampiro, para venir a
                                decirme que hago o no hago bien"

  "Lo siento, Princesa" – volvio a marcar una reverencia exagerada y mofada – "No fue mi intención el
                                                ofenderle"

  "Tú sola presencia lo hace. ¿Cuántas veces les tenemos que decir que no les queremos en nuestras
                                               tierras?"

"¿Sus tierras?" – repitió, y un brillo rabioso destelló en sus ojos color carmesí – "Vaya… Hasta donde yo
tenía entendido, la tierra es libre y no tiene dueño alguno. Demuéstreme, pues, que estoy equivocado.
Haga que los árboles levanten sus raíces y doblen sus troncos para reverenciarla. Si eso sucede, le doy
             mi palabra que daré media vuelta y me iré, junto con toda mi familia, de aquí"

Me quedé en silencio, intentando encontrar algún discurso a mi favor, más no hallé palabra alguna que
me fuera de ayuda. No lo iba a reconocer abiertamente, pero, sus palabras habían sido ciertas y sabias.
   Demasiadas inteligentes, para haber sido dichas por un simple y salvaje vampiro. Su tan habitual
sonrisa sarcástica adornó su pálido rostro, sabiéndose victorioso. Me vi en la necesidad de morderme la
                 lengua para callar las palabras que pudrirían mi boca por su intensidad.

Tuve que desviar mi mirada de sus ofensivas pupilas. Podía jurar que mis mejillas se estaban coloreando
 de rojo, a causa de la furia, mientras él se encontraba conteniendo la carcajada que exigía salir de su
 garganta. No lo pude soportar. Era demasiado para mi orgullo. Tomé la espada con fuerza y, me lancé
                                                 hacia él.

                "¡Ey!" – exclamó, cuando el primer movimiento pasó cerca de su pecho.

 Después, comenzó a carcajearse, incrementando mi cólera y mis deseos de cortarle en dos. La espada
subía y bajaba, pasando a escasos milímetros de su blanquecina piel. Su risa se elevó por el viento y, a
    pesar de lo furiosa que estaba, tenía que admitir que era un sonido muy hermoso. Parecía que se
divertía enormemente de mi torpeza. Era un balance perfecto. Yo me encontraba inundada de rabia y él,
               de la misma manera, se encontraba regodeándose en su burlona diversión.

Gruñí fuertemente cuando mis movimientos se vieron bloqueados con una sola de sus manos, las cuales
                       sostenía a la espada de manera cuidadosa, pero firme.

 "Para no ser una simple humana, déjeme decirle, con todo respeto, que es usted demasiado inexperta
                                            en peleas"

                                   "No es de tu incumbencia" – siseé
Me arrancó el arma, de un solo movimiento, el cual me tomó desprevenida, e hizo que cayera de
 espaldas hacia el suelo. El filo del objeto quedó pegado a mi garganta, levantándome la quijada con la
                                               hoja de hierro.

 "Pero si debería de importarle a usted" – repuso – "Ahora mismo podría matarle, sin problema alguno"

No contesté, me limité a mirarle de manera envenenada. Extrañamente, por primera vez, no me sentía
  en peligro. Tal vez era la fuerte descarga de odio que sentía en cada uno de mis poros, lo que me
                  impedía ser capaz de poder presenciar algún otro tipo de emoción.

 "No se preocupe. No le haré daño" – informó, con voz seca, mientras daba dos pasos hacia atrás, lejos
                                                de mí.

Me puse de pie, rápidamente, de manera cautelosa. Mi mirada escéptica se junto con la suya, dueña de
                               un brillo indescifrable y estremecedor.

             "¿Se puede saber por qué, de un momento a otro, has decidido no matarme?"

                "Quiero ofrecerle mi lealtad, como muestra de gratitud al salvar a Esme"

       Admito que me quedé demasiado pasmada por sus palabras, por lo cual tardé en articular

                              "Debes de tenerle mucho aprecio a esa mujer"

  "La amo" – confesó y, por un segundo, su rostro se dulcifico, al igual que su mirada – "Es mi madre,
                                         ¿Cómo no hacerlo?"

    "Tu… madre" – repetí, pues no pensaba que aquella mujer tuviera un vinculo tan grande con él.
                       Sinceramente, había pensado que era su compañera…

Su mirada se centró un momento en mi dirección, para después vestirla con ese manto desairado que le
                                          caracterizaba

                                     "¿Ahora comprende?" – continuó

"¿Eso significa que no atacarás más aldeas? ¿Qué dejaras de atacar a mi familia, si la ves andando por el
                                               bosque?"

"No" – contestó – "He sido especifico con mis palabras. Mi lealtad va dirigida solamente hacia usted. Su
                               familia es algo que a mi no me interesa"

                         "Debería" – discutí – "Ellos son sangre de mi sangre…"

    Dejé mi parloteo al sentir mis manos atrapadas en las suyas. Una pequeña corriente eléctrica se
             extendió al instante por mis brazos y nadó hasta cada centímetro de mi piel.

     "Le suplico que no me pida un cambio tan radical" – susurró, con voz persuasiva y peligrosa –
 "Otórgueme la oportunidad de cambiar, simultáneamente, con el tiempo. No quiero mentirle, así que,
por ahora, no puedo comprometerme con acciones que, estoy seguro, podrían no ser ciertas" – calló por
         un momento, penetrándome con su roja mirada – "¿Acepta?" - preguntó, finalmente.

Lo pensé durante mucho tiempo. Analizando cada palabra dicha. Luchando por mantener mi mente fría
  para decidir lo que era mejor. Clavé mis pupilas en las suyas, e intenté por buscar algún atisbo de
          traición en ellas, más no encontré otra cosa que no fuera una absurda sinceridad.

                             Aquello era imposible… pero parecía ser cierto.

Decidí arriesgarme. Al final de cuentas, ¿Qué podía él ganar con todo ello? Quizás ese era el inicio del fin
de una interminable guerra, la cual cobrabra numerosas vidas inocentes. Quizás eso era lo que marcaría
                                     un cambio relevante en mi vida.

                              "Acepto" – contesté, con un suspiro profundo
"Muchas gracias, su Majestad" – murmuró, con una tenebrosa y juguetona sonrisa de suficiencia,
                                       curvando sus labios.

                                              ALICE POV

  Me encontraba en la espera de mi hermano, sentada en una piedra tallada intencionalmente, para
 adquirir la forma de una banca. Dejé llevar mis pensamientos hacia mi hermana, cerré mis ojos para
intentar verla, más ninguna imagen clara acudía a mi mente. Bufé, de manera frustrada. ¿Por qué mis
sentidos solamente se tenían que agudizar cuando la gente cercana a mí corría grave peligro? Algo tan
                                 útil no debería de tener limitaciones.

  Bueno, al menos, tenía casi por seguro que Bella se encontraba bien. Miré a mí alrededor, y fruncí el
  ceño. Mi hermano ya se había demorado. Él siempre solía ser demasiado puntual. Decidí aguardar un
   poco más y, alcé mi mirada hacia el cielo nublado. Recordé que el día de despedirme, otra vez, de
 aquellas espesas nubes grises, se estaba acercando. Llevé mis manos hacia un pequeño lecho de rosas
que reposaba a mi lado derecho y arranqué un pequeño capullo de color blanco, paseé mis dedos por su
                   suave textura y me perdí en la delicadeza de sus tiernos pétalos.

  "Alteza" – susurró alguien, haciéndome saltar del asiento – "Lo siento, Princesa, no era mi intención
            asustarle" – se apresuró a decir, el joven guerrero al que recordaba como Jasper

                         "No te preocupes" – contesté – "¿Se te ofrece algo?"

"Si. Su hermano ha mandado a informarle que le será imposible acudir con usted y me ha indicado que
                       sea yo quien le instruya, si usted esta de acuerdo"

  Fijé mi mirada en el arco que llevaba entre sus manos y, al no encontrar nada más interesante que
 hacer, asentí. Todo resultaba más atractivo en comparación a pasar toda la tarde preocupada por mi
              hermana. Me puse de pie, invitándole a acercarse y comenzar con la clase.

   Sonreí un poco al ver como titubeaba al pasar sus manos por mis brazos. El chico se encontraba
                          nervioso, como si con tocarme pudiera romperme.

 "No te asustes. No soy tan frágil" – dije, para otorgarle un poco más de confianza. Era algo extraña,
pero casi podía afirmar que podía sentir sus emociones. Como si me las pudiera transmitir su inquietud.

    Él no discutió. Se limitó a dirigir mi mano izquierda, para que ésta se estirara completamente y
sostuviera la empuñadora, después, alzó mi brazo derecho, mientras la cuerda se estiraba por la flecha
                                         que en ella se encontraba.

                     "Su codo debe de estar precisamente a esta altura" – indicó.

 Fruncí mis labios, por el esfuerzo que ello me tomaba. La espada era mucho más sencilla de manejar.

 "Intente mantener su cuerpo erguido" – agregó, abandonando sus manos de mis brazos y guiándolas
hacia mi espalda, empujándola hacia delante. El roce de sus dedos sobre la parte trasera de mi cintura
            provocó un cosquilleo que me desconcentró por completo y aflojó mis brazos.

 La flecha salió disparada bruscamente hacia el frente y el impulso de la cuerda fue demasiado salvaje
  que, de no haber tenido aquellas fuertes manos sosteniéndome, estaba segura que, tal vez, hubiera
                                           caído de espaldas.

"¡Princesa!" – exclamó el muchacho, mientras sentía como sus dedos se apretaban en su agarre – "¿Se
                                         encuentra bien?"

                 "S-si" – contesté, con las mejillas sonrojadas y los ojos desorbitados.

 Era una suerte tremenda el no haber tenido más espectadores. No quería ni imaginar lo que hubiera
                pasado si alguien desafortunado sería alcanzado por mi imprudencia.

"Lo siento" – se disculpó, lo cual no entendí, ¿Por qué estaba pidiendo disculpas? La torpeza había sido
                         causa solamente mía – "Debí de ser más cuidadoso…"
Me sentí molesta: ahí estaba, otra vez, la misma idolatría exagerada por parte de un humano. ¿Cuándo
entenderían que nosotros no éramos perfectos? Que, lo único que nos distinguían de ellos era el hecho
         de nunca envejecer. Solo eso. No había nada más por lo cual ser vistos como dioses.

"Basta" – interrumpí – "No tienes por qué disculparte. Fui yo la del error. Era yo quien sostenía el arco y
                   la flecha" – finalicé, mientras salía del lugar, a grandes zancadas.

                                             EDWARD POV

    "Aún no cree en mis palabras, ¿Cierto?" – pregunté – "Puedo ver la desconfianza en su mirada"

 "Intentaste matarme en dos ocasiones" – recordó – "Así como tu me pides tiempo, lo mismo hago yo"

"Comprendo" – asentí. Ella desvió su mirada hacia el cielo gris, que comenzaba a tornarse un poco más
                                               oscuro

      "Es hora de que regrese al castillo" – anunció – "Mi familia se ha de encontrar preocupada"

            "Le ofrecería mi ayuda, para llegar más rápido, pero es arriesgarnos demasiado"

"Lo sé" – admitió con una pequeña sonrisa – "Supongo que todos enloquecerían si se enteraran que un
                            vampiro y una princesa han hecho las paces"

                     "Algo poco común, es cierto" – acordé – "Un peligroso secreto"

   Sus ojos me volvieron a mirar de manera penetrante, el silencio se levantó entre nosotros por un
                                             momento

                      "Prométeme que no herirás a mi familia" – pidió, seriamente

                                "Lo prometo" – dije, de la misma manera

   "Bien" – finalizó, con una sonrisa acompañada de un suspiro – "Adiós" – dijo, mientras me daba la
                            espalda y comenzaba a caminar por aquel sendero

                "Adiós, Princesa" – musité, rompiendo al fin, mi mascara de amabilidad

Comencé a internarme en el bosque, cuando la perdí de vista. Entré en la espesura de aquellos árboles y
                         detuve mis pasos al sentir una conocida presencia

   "Así que... ahora eres amigo de esa chiquilla" – murmuró una voz femenina, mientras rodeaba mi
                                        cuerpo con sus brazos.

              Sonreí maliciosamente, mientras dejaba que sus labios recorrieran mi cuello

                               "Pensé que lo que más querías era matarla"

"Y así es" – confirmé – "Solo que se me ha ocurrido un plan mucho mejor, con el cual, disfrutaré, poco a
                                  poco, el dulce sabor de la venganza"

                                  "¿Y me vas a decir de qué se trata?"

 "¿Es necesario?" – repuse – "¿Acaso tú, una hechicera, necesitas pedir la información, teniendo tantos
                                métodos para conseguirla, por si sola?"

 Giré mi cuerpo para encararla. Nuestras pupilas se unieron en aquella oscuridad que había terminado
 por caer. Le dediqué una mirada maliciosa, al mismo tiempo que ella hacía lo mismo, para después,
                     desabotonar mi camisa y clavar sus dientes sobre mi pecho.

"Hechicera" – repitió, mientras su lengua se paseaba por mi piel – "Me encanta la sutileza con la que te
                                refieres a mí. Todos me llamarían bruja"
"Bruja es una palabra demasiado ofensiva para una mujer como tu"

  "Sin embargo, así es como los humanos se refieren a mi especie" – dijo, alejándose, completamente
                                       inundada por el odio

                         "Rosalie" – llamé, intentando calmarla – "Tranquila…"

"¿Tranquila?" – inquirió – "¿Cómo pides que lo este, cuando han acabado con mi familia por completo?"
– el rencor se encontraba presente en sus delicadas facciones – "Han pasado setenta años desde que yo
 me quedé sola. ¡No tienes idea de la rabia que me da el verlos vivir para siempre, cuando deberían de
                      estar muertos y podridos por todo el daño que han causado!"

                             La tomé entre mis brazos y la apreté hacia mí

"La venganza llegará en su momento, Rose" – prometí – "Pagaran con lo que más aman, principalmente
el príncipe James. Y tú estarás ahí, a mi lado, cuando todos ellos sucumban ante la muerte de su mayor
                                       tesoro: La princesa Isabella"

                     "Veo mucha demora de tu parte, pudiste haberla matado hoy"

 "Paciencia" – pedí – "Mi plan esta trazado con largos, pero seguros, caminos. Confía en mí. La Realeza
                   se vendrá abajo cuando, uno de ellos, ósea, Isabella, les traicione"

                        "¿Traicionar a su propia especie? Eso es algo imposible"

         "Te equivocas" – discutí – "He escuchado por ahí que el amor enloquece a las almas"

                 "¿Intentaras seducir a la princesa?" – preguntó, de manera incrédula

                                                "Exacto"

"Te escuchas demasiado seguro, ¿Cómo puedes estarlo? Si no mal recuerdo, la noche pasada me dijiste
                                  que no puedes leerle la mente"

"Y es verdad" – admití, intentado disimular la frustración que ello me causaba. Era la única especie a la
cual, no podía ingresar en sus pensamientos. La única aparte de Rose, quien siempre usaba uno de sus
hechizos para mantenerme lejos de sus pensamientos – "Pero no se necesita ser lector de mentes para
             adivinar que la Princesa se siente sola. Basta con mirar sus ojos para saberlo"

         "Y tu te aprovecharas de esa desesperada soledad para entrar en su vida" – aventuró

 "¿Te he dicho lo inteligente que eres?" – susurré, mientras acercaba, con agresividad, mis labios a los
         suyos, dejando por zanjado el tema, mientras nos caíamos sobre la tierra del bosque.

                                         Capítulo 5: Aliados

                                            EDWARD POV

   "Necesito tu ayuda" – dije, mientras caminaba, lentamente, de un lado a otro, viendo como cada
      extraño brebaje se presentaba frente a mí, posados en aquella enorme alacena de madera

"Ya sabía que no estabas aquí por simple deseo" – contestó Rose, sin verme, concentrada en alimentar a
     un cuervo que tenía dentro de una jaula – "No es necesario el ser bruja para saberlo. Eres tan
                                              predecible"

                                           Reí entre dientes

           "Quiero que me des de la pócima que tu utilizas para que no pueda leer tu mente"

                                     "¿Y para qué?" – exigió saber
"Por que pienso ir en busca de la Princesa Isabella" – confesé – "Han pasado días enteros desde que
                        hicimos nuestra promesa de paz y no la he vuelto a ver"

                "¿Desesperado?" – inquirió, alzando una de sus delicadas y rubias cejas

 "Un poco, si" – admití – "Con cada día que paso sin cobrar venganza, mi odio incrementa y, eso, no es
                                                bueno"

    "El odio y la venganza son sentimientos demasiado pasionales. Llamas vivas que nos alimentan"

                              "Aún no hemos probado su verdadero sabor"

                                  "¿Y para qué quieres tú esa pócima?"

"Por su hermana, la más joven de ellos. El día de la pelea pude leer su mente y me di cuenta que tiene
 la capacidad de ver, en algunas ocasiones, el futuro de su familia y de gente que ama. Ese don es un
   estorbo para mí. Necesito que todos ellos se encuentren ciegos, mientras yo juego mis cartas, con
                                              tranquilidad"

"Demasiado listo" – señaló, con una divertida y malévola sonrisa curvando sus labios. Dejó de alimentar
 al cuervo y caminó hacia la dichosa alacena, de la cual extrajo un pequeño recipiente de vidrio, el cual
 contenía un líquido color verde – "Es este. Debes tomarlo cada tres días, en la madrugada" – explicó,
mientras me lo tendía y yo lo cogía entre mis manos – "Aunque, debo advertirte que su sabor no será de
                       tu agrado. No sabe precisamente a sangre dulce y fresca"

                         "Eso es lo de menos. Ya después seré recompensado"

                                              BELLA POV

                     "Bella, ¿Ocurre algo?" – preguntó Alice, llamando mi atención

                               "No" – respondí – "¿Por qué lo preguntas?"

 "Te siento demasiado ausente" – señaló – "Has estado así desde aquel día que saliste a pasear, ¿Paso
                                              algo…?"

   "No" – dije, rápidamente, agradeciendo a mis adentros el que mi hermana hubiera sido incapaz de
                                mirarme en sus tan imprecisas visiones.

     "No te creo" – discutió – "Algo te pasa. No puedo ver nada en tu futuro, hace días no era así"

 Le miré a los ojos y no supe qué decir. Aún me encontraba demasiado confundida por las palabras de
 aquel inmortal con ojos color sangre. Mi hermana esperaba, expectante, por una respuesta que, sabía
 yo, no llegaría en ese momento. No podía decirle que había platicado y hecho las paces con el mismo
                            vampiro que me había querido matar tenía poco.

                                           "Y bien…" – insistió

"Alice, tengo mucho sueño" – contesté, ignorando la mirada escéptica que me dedicaba – "Me duele un
                                           poco la cabeza"

     "De acuerdo" – accedió, mientras se levantaba de mi cama y caminaba hacia la puerta – "Que
                            descanses" – murmuró, antes de desaparecer

 Me dejé caer sobre la almohada y cerré mis ojos, demasiado deseosa de poder dormir; más el sosiego
 se negaba a llegar. Me revolví ciento de veces sobre las sabanas, hasta que me di por vencida y decidí
 por caminar hacia mi ventana, para contemplar la noche. Mantuve mi mirada hacia arriba, en busca de
  alguna estrella que hubiera podido burlar las espesas nubes para hacer acto de presencia. Comencé a
        contarlas, al mismo tiempo que sentía como la pequeña llovizna caía y mojaba la tierra.

Estiré mi mano, para así alcanzar una de las tantas gotitas cristalinas, cuando un helado tacto la atrapó.
  Pegué un brinco hacia atrás y me llevé las manos hacia mi boca, para reprimir un grito. Mis ojos se
                 dilataron como platos, al ver al joven que se encontraba frente a mí.
"¿Qué es lo que haces aquí?" – pregunté, cuando estuve recuperada de mi sobresalto

 Su mirada viajó por todo mi cuerpo y fue, en ese entonces, cuando comprendí que me encontraba con
            mi ropa intima. Jalé rápidamente las sabanas de mi cama y me cubrí con ellas.

     "¡Largo de aquí!" – siseé, frunciendo el ceño y luchando por controlar el rubor de mis mejillas

 "¿Acaso nunca se quita esta joya?" – preguntó, ignorando mi comentario, mientras acariciaba, con la
               yema de sus dedos, el cristal azul zafiro que reposaba sobre mi frente

         "¿Has venido hasta mi recamara, solamente para preguntarme semejante tontería?"

    "En realidad no" – contestó, alejando sus dedos de mi tiara – "Vine por que estaba preocupado"

          "¿Preocupado?" – repetí, sin lograr ocultar mi asombro – "¿Preocupado, por qué?"

                                      "No la he visto tiene días…"

                                "Solamente han sido dos" – interrumpí

                          "Aún así. Usted siempre anda en busca del peligro"

                              "Hablas como si me conocieras realmente"

   "Tal vez así sea" – murmuró, mirándome a los ojos. Se encontraba en cuclillas, con sus pies en la
                   estrecha orilla de la ventana, con el perfecto equilibrio de un gato.

                       Desvié mi mirada, pues comenzaba a sentirme aturdida.

"¿Cómo le hiciste para entrar?" – pregunté, al recordar la innumerable guardia que cuidaba las entradas
                                               del castillo

  "También he aprovechado para tomar una pequeña cena" – contestó, como si me hubiera dicho que
                                 acababa de beber agua de un río

                                       "¿Mataste a los guardias?"

                                           "Solo habían tres"

                       "¡¿Y aún así tienes el descaro de admitirlo, frente a mí?"

 "No pensé que le ofendería con ello" – repuso, con voz exageradamente preocupada – "Le ofrezco mis
                                        mas sinceras disculpas"

       "¡Pues no las acepto!" – escupí, logrando que aquella sonrisa burlona curvara sus labios.

                Respingué al escuchar varios pasos, provenientes desde el primer piso.

                            "¿Qué pasa?" – reconocí la voz de mi hermano

 "Vampiros, mi señor. Han matado a cinco hombres que cuidaban la entrada. Tememos que se hayan
                                    logrado infiltrar al castillo"

   "¡Dispérsense por cada una de las habitaciones! ¡Tú, ve en busca de mi padre! ¡Ustedes, vayan a
despertar a mis hermanas y a mi esposa! ¡Muévanse!" – ordenó rápidamente, con la voz completamente
                                     desesperada y encolerizada

     Dirigí mi mirada hacia el despreocupado vampiro que, al igual que yo, había escuchado todo.

                            "Creo que su Majestad se ha enojado" – señaló
"Y con justa razón" – dije – "Jamás antes alguien como tú había tenido la osadía de cazar tan cerca de
                nuestro hogar, ¿Qué es lo que planeas? ¿Acaso quieres que te capturen?"

    "Los errores no solamente son parte de los humanos, ni de la Realeza, también los vampiros los
                                             cometemos"

  Le dediqué una mirada envenenada, mientras él ensanchaba su irónica sonrisa. Escuché el sonido de
                   unos pies subiendo por las escaleras, para llegar a mi habitación

                     "Tienes que irte" – demandé – "Los guardias vienen hacia acá"

 "No puedo" – contestó y, en verdad, preocupación era lo que menos le cruzaba por su rostro – "Están
  rodeando el castillo y, tal como supone, no es mi intención el ser destazado mañana por la mañana"

 "Demasiado tarde para pensar en ello. No pensaras meterte en mi recamara y ocultarte en mi closet…
    ¿O si?" – pregunté, con voz ahogada al ver en su roja mirada un asentimiento a mi proposición

                         "Gracias. Ya sabía que había en ti una parte amable" –

Antes de que pudiera protestar, él ya estaba dentro de mi cuarto. Mis ojos casi se salían de sus cuencas
 ante la desesperación que sentía pues los pasos de los hombres estaban a pocos metros de nosotros.

"Princesa" – llamaron e, instantáneamente, empujé al vampiro hacia el closet con tal ímpetu que tropecé
     con mis propios pies y yo también me vi hundida en la espesura de mis vestidos. Sus manos se
apretaron a mi cintura por un breve momento, en el cual nuestras miradas se encontraron y sostuvieron
  en la oscuridad, al mismo tiempo que su fresco aliento acariciaba mi olfato – "Alteza, ¿Se encuentra
                                             usted bien?"

"Si" – contesté, deshaciéndome de aquella cárcel carmín y cerrando la puerta de madera, para ocultar a
              mi no invitado – "¿Qué ocurre?" – pregunté, en cuanto los guardias entraron

"Su hermano nos ha mandado a vigilar su recamara. Los vampiros han logrado infiltrarse en el castillo"

 "Entonces, he ahí la explicación de la sombra que logré vislumbrar hace pocos segundos" – mentí, con
                              suma facilidad – "Se fue en aquella dirección"

  Los soldados, movidos por aquella falsa información, salieron corriendo de mi habitación, dejándome
  "sola" en ella. Cuando no logré escuchar algún sonido ajeno a la situación, caminé hacia el armario y
 abrí las puertas, de par en par. Mis ojos se perdieron en el joven despreocupado que apareció de entre
                                                los vestidos

                                                "Gracias"

   "No tienes por qué agradecer" – repliqué, con frialdad – "No lo hice por ti. Quiero que salgas de mi
                                        habitación ahora mismo"

 "No es verdad" – contradijo – "Si solamente hubiera querido que me retirara, no era necesario que le
                  hubiera mentido a su guardia. Bien podían ellos sacarme de aquí"

 "Hasta donde recuerdo, hemos quedado en un mutuo tratado de paz" – dije, a mi favor – "Y yo pienso
                                   respetarlo, ¿Acaso tu no?"

   "Por supuesto que si" – contestó, rápidamente y un extraño brilló atravesó sus pupilas – "Y, como
           muestra de ello, también venía a ofrecerle mis servios como maestro en armas"

                          "¿Maestro en armas?" – repetí, de manera incrédula

         "Siendo sincero, debo decirle que sus dotes con el arco y la espada son… deficientes"

             "Eso no tiene por qué importarte" – repliqué, sin poder ocultar mi indignación
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Inmortal

  • 1. INMORTAL . "Los edificios arden, las personas mueren, pero el amor verdadero… es para siempre" El cuervo. . Epílogo. Hay amores que nunca mueren. Historias que nunca terminan. Rostros que jamás se olvidan. Los años no duran precisamente trescientos sesenta y cinco días. Tampoco las horas duran sesenta minutos, ni mucho menos éstos están formados por sesenta segundos. El tiempo es diferente para cada uno. En un suspiro podrías encontrar décadas enteras… Un siglo puede parecerte tan corto como un eclipse, si luchas, si amas, si sufres… . . Capítulo 1: Introducción El viento sopla y las ramas de los árboles se agitan con su suave caricia. El agua azul y cristalina moja las rocas, como beso del hombre la boca de su amada. La tierra se desplaza, poderosa e inmune bajo los pies vírgenes y descalzos de los humanos… El inmenso bosque de Forks: Mi reino, mi hogar, la cuna de mi nacimiento, la casa de mi eternidad. El lugar donde he de pasar años, décadas, siglos, milenios… sin conocer nunca la muerte. Soy inmortal. Y el solo pensarlo me aterra. No quiero una vida infinita, llena de soledad y tristezas… –Alteza, tiene que arreglarse. El baile comenzará en pocas horas. Horas… ¿Qué son las horas para mí? Nada más que pequeños fragmentos de una inexistencia ilimitada. Aún así, tengo que dar media vuelta y asentir. Y, aunque no recuerdo cuál es el motivo que hay para celebrar, dejó que mis doncellas me vistan con las mejores galas. Un vestido blanco, con magas holgadas y de un color perla muy singular. Tomo asiento, siendo guiada por las gentiles manos que se atreven a tocarme. Siento el peine deslizarse por mis largos cabellos y me atrevo a levantar la mirada para posarla frente al espejo con marcos de oro. Entonces aparece, ante mis pupilas, una chica de apariencia nada ordinaria, puesto que su belleza resulta impactante y anormal. Su piel pálida, y visiblemente delicada y suave, se adorna con dos pómulos tenuemente rosados. Su frente lisa, que nunca jamás se vera cubierta de arrugas, a la espera de algo más Es ahí cuando recuerdo el motivo de la celebración. –Ya esta lista, Mi Princesa – anuncia la doncella y hace una reverencia ante mí – Si usted me lo permite, déjeme decirle que se ve hermosa Camino hacia la entrada del lujoso salón y veo a mis padres esperándome, sentados en sus tronos. La gente se inclina al verme. El gesto me molesta. No soy una deidad… no me gusta tanta atención puesta en mí. Pero, desgraciadamente, no puedo extraer de mis venas la sangre inmortal que corre en ellas y me condena. Mi hermano, James, llega a mi encuentro y me toma la mano y la besa, con sus labios delicados y deseados.
  • 2. –Te ves preciosa, hermana mía – susurra y me lleva hacia donde nuestros progenitores están Mi padre, el Rey Charlie, y mi madre, la Reyna Renne, se ponen de pie y me reciben con amorosos abrazos. Hace mucho tiempo, ellos también dejaron de cambiar. Sólo en sus ojos se percibe la sabiduría adquirida con el paso de los años. – Toma asiento, mi querida hija – ofrece mi padre. Acepto. Y la ceremonia comienza con un armonioso baile –¡Míralos! Mira cómo danzan sus frágiles piernas y como se mueven sus delicadas manos – señala mi madre – Nuestros fieles mortales. Son felices en nuestro reinado Si, ellos son felices… ¿Cómo no, si tienen sus suspiros contados? La vida se valora más cuando se sabe lo corta que es. El que agoniza desea levantarse de su lecho de muerte para correr, brincar, bailar… hacer todo aquello que nunca hizo. Cuando sabes que no vivirás más que unos cuantas décadas, no te queda opción alguna más que aprovechar ese escaso tiempo para convertirlo en algo mágico. Definitivamente, ha de ser hermoso ser humano. La ocasión arriba. Mi padre indica que la música cese y las luces se enfoquen en mi figura. Se coloca frente a mí y veo lo que en sus manos yace: Un hilo delgado y trenzado, de brillo dorado, con un pendiente azul zafiro, en forma de ovalo, colgando sobre él. Parece una fina cadena, pero, no lo es… –Hoy cumples tu primer siglo, hija mía – comienza a decir y todos callan – Isabella Marie Swan, el momento de portar la corona, que te distingue como inmortal princesa de Forks, ha llegado. Toma éste tesoro y llévalo, con dignidad y responsabilidad, pues es el símbolo del amor que tu familia, y tu reino, te profesa La delicada cadena cae sobre mi cabeza y el cristal reposa sobre mi frente. Sé que tengo que decir algo, una palabra si quiera. Abro mis labios, nadie se imagina el esfuerzo que esto me toma. –Gracias – susurro y los brazos de mi madre me vuelven a cubrir. –Felicidades Me veo salvada por los brazos de mi hermano –Te has de sentir muy orgullosa – me dice, con una resplandeciente sonrisa. Miro fijamente el cristal de color vino que también reposa sobre su frente. La diferencia de los colores denota los siglos que hemos vivido. Me pregunto: ¿Cómo ha logrado vivir por más de doscientos años? Y, como extraña respuesta, una bella mujer con cabellera roja se aproxima, le abraza por la espalda y deposita un beso sobre su mejilla. Y me vuelvo a preguntar otra cosa más: ¿Podré yo algún día encontrar un motivo para tan larga e infinita historia? Miro a mis padres y me aterrorizo al poner mis ojos sobre sus cristales, color verde esmeralda. Diez siglos… ¿Se extenderá tanto tiempo mi existencia? Tiemblo nada más de pensar en una afirmación. Decido desviar mi mirada hacia el horizonte, que comienza a bañarse con la llegada del oscuro manto de la noche. Las puertas del palacio se abren y unos guerreros entran. Mi hermano se encamina a su encuentro, al lado de mi padre. –Vampiros, señor – informa uno de los hombres con armadura – Han atacado una aldea del lado oeste… Llegamos tarde, pocos han sobrevivido Mi hermano saca su espada de la funda y gruñe, encolerizado. Mi padre pone una mano sobre su hombro, para poder sosegarlo. – Vayan y denles cacería – ordena – No duerman si es necesario
  • 3. La guardia asiente y se retira. Mi madre y Victoria se acercan a sus maridos. Yo, mientras tanto, me limitó a seguir observando el inmenso bosque. Cierro los ojos. Una extraña e indescifrable canción comienza a cantar en mis recuerdos… Vampiros… Nuestros eternos enemigos. Tan diferentes e iguales, al mismo tiempo. Compartimos la inmortalidad... más no el buen corazón. Ellos matan, asesinan y masacran por su sed de sangre. Especies en destierro por nuestra orden y poder. Tienen el mismo deseo de exterminarnos, como nosotros a ellos y, a ninguno de los dos se les ha hecho realidad tal ambición No hay guerra perdida, ni ganada, entre nosotros. Ellos poseen aquella venenosa ponzoña que, a diferencia de los humanos, si se introduce en nuestro cuerpo, nos envenena y mata. Nosotros, tenemos armas, únicas que pueden aniquilarlos… Estamos en un perfecto empate. Aunque, tengo la vana y secreta esperanza de que, algún día, uno de ellos me regale la dicha de morir. Es una locura, pero, ciertamente, apaleo un ligero presentimiento de que, mi felicidad, depende de esa especie a la cual, tanto debo odiar... ¿Dónde estás? Capítulo 2: Enemigo La alborada traía siempre consigo un extraño sabor amargo que se matizaba día tras día. En cuanto abrí mis ojos, recorrí, con éstos, cada rincón de mi habitación, siempre con la esperanza de encontrar algún detalle – aunque fuese muy mínimo – que indicara algún cambio… Solamente yo sé cuanta era mi desilusión de ver que todo seguía tan exactamente igual que ayer… que nada cambiaba… que todo era tan periódico. Suspiré resignadamente. Llevaba años buscando algo que no encontraba. Ya no debería de doler tanto el sentir ese sentimiento de vacío oprimiendo mi pecho… "Princesa, ¿Me permite pasar?" "Adelante" – indiqué "Hace una linda mañana" – comentó mi doncella, mientras abría las cortinas de par en par. No contesté, ¿Para qué contagiarle mi apatía? Me limité a ver cómo preparaba mi vestido en completo silencio y, cuando era ya el momento, le permití que me ayudara a vestirme. Bajé hacia el comedor, en donde ya me esperaban mis padres y mi hermano, junto con su esposa. "Buenos días" – saludé, dando una pequeña reverencia ante los presentes. Mi hermano se levantó de su asiento y me ayudó a tomar lugar en la mesa. "Realmente la tiara te hace lucir más hermosa" – comentó mi padre, con orgullo, mientras se llevaba una copa de vino a los labios. Intenté sonreír, pero, dudo mucho que el gesto haya parecido sincero. "Los guerreros lograron capturar, ayer, a tres vampiros" – comentó mi hermano, dirigiéndose principalmente a mi padre – "Su ejecución será dada dentro de poco" "¿Puedo estar presente?" – pregunté, atrayendo la atención de todos en la mesa "Cariño, puede ser una escena muy fuerte para el alma de una dama" "Tomaré el riesgo"
  • 4. Mi padre intercambió una pequeña mirada con mi hermano y, después, asintió. El desayuno transcurrió en completo silencio, después de lo dicho y, al terminar, me incorporé rápidamente de mi asiento y seguí los pasos que me llevarían a presenciar un nuevo espectáculo. Casi me siento emocionada de poder ver, al fin, algo nuevo… casi. Llegamos al patio que se encontraba en uno de los rincones del castillo y, en cuanto vi las secas manchas rojas que pintaban el suelo, di un paso hacia atrás de manera involuntaria –sabía perfectamente que no era sangre de vampiro, ya que estos no sangraban, al menos, que se les hiriera pocas horas después de haberse alimentado –. James me tomó de la mano y acercó sus labios a mi oído "Aún estas a tiempo de dar media vuelta e irte" – recordó, con voz cariñosa. Inhalé profundamente y, levantando levemente mi barbilla en un gesto de valentía, me negué. Jamás antes había entrado en ese lugar y me pareció como si estuviera en un pequeño coliseo romano. Mi padre me tomó de la mano y me ayudó para que pudiese tomar asiento en una de las gradas de piedra. Mis ojos buscaron ansiosos a los vampiros, y no tardaron mucho en encontrar su objetivo ya que, éstos, se encontraban justamente en el centro del círculo que yacía debajo de mí, de rodillas y amarrados por los fuertes cadenas, que estaba especialmente hechas para ellos y su fortaleza. Tal y como había dicho James, eran tres: dos machos y una hembra. Todos iguales de hermosos y jóvenes, con sus ojos resplandecientes en un perturbador color carmesí, contrastando con la palidez gélida de sus facciones. Uno de ellos, un hombre de cabello largo que caía por sus hombros y topaba con el suelo, levantó la mirada y la dirigió en mi dirección. Sentí como sus venenosos y rabiosos ojos se clavaban fijamente en mi figura, provocando un terrible estremecimiento que me erizó la piel y, aunque intenté mantenerle la mirada con gesto valiente, fracasé al cabo de unos cuantos segundos. "Comiencen" – indicó mi hermano con voz alta y volví mi vista otra vez hacia el escenario. Tres guerreros se situaron frente a los inmortales, con filosas espadas adornando sus palmas. Por segunda ocasión, aquel par de feroces ojos rojos se empeñaron en pegarse a mi rostro y, para mala suerte mía, esa vez no pude desviar mi mirada a tiempo. Sus pupilas siguieron fieramente clavadas en mí y no desistieron en desviarse ni un solo momento – ni aún a sabiendo que una espada comenzaba a levantarse sobre él – La cabeza del vampiro cayó a los pocos segundos y aún, estando completamente separada del resto de su cuerpo, podía sentir que sus ojos me mutilaban. Me volví a estremecer y James pasó sus brazos alrededor de mi cuerpo. "Te lo advertí" – susurró, con voz un poco divertida No contesté. Mi atención había sido captada, otra vez, por el fuego incandescente que hacía arder a los cuerpos destazados y expulsaba una ligera capa de humo que expulsó un olor demasiado empalagoso y un tanto molesto. Salimos de aquel patio al poco tiempo y, al ver que mi diversión había tomado solo cincuenta parpadeos, me sentí desilusionada otra vez. "¿Saldrás?" – preguntó mi padre, al ver que desviaba mis pasos a otra dirección "Iré a dar un paseo por el bosque" – anuncié "No deberías de salir" – interrumpió mi hermano – "Esas bestias seguramente andan furiosas por que hemos matado a tres de su especie. No dudo que han de estar rodeando el castillo" "No pasará nada" – tranquilicé, mientras me acercaba hacia él y extraía, de su faja, una de las filosas estacas que en ella se apretaban. "Llévate un guardia, por lo menos" – recomendó "Me sé cuidar yo sola" – dije, con voz ligeramente más firme y salí del lugar antes de que pudieran insistir más.
  • 5. Caminé hacia el bosque y me hundí en las espesuras de éste, hasta llegar al pequeño río que cruzaba sus tierras. Me levanté el vestido, para poder sentarme en una enorme roca que se encontraba a la orilla, me descalcé y hundí mis pies el agua helada. Me gustaba sentir el entumecimiento causado por el frío chocar con mi piel. Estuve ahí, viendo la corriente y los peces que nadaban en ella, hasta que el sol comenzó a ocultarse. Caminé de regreso, a paso lento y desganado. No es necesario el mencionar que, el volver al castillo, no representaba ningún tipo de emoción para mí. Recorrí el sendero de regreso, acariciando a cada tronco de árbol que me era posible, sintiendo su textura rasposa sobre la yema de mis dedos. Y, de pronto, una borrosa figura se paso frente a mí. Detuve mi marcha y dejé de respirar. Esperé por algún sonido, un movimiento, una acción… Nada. Cuando volví a dar el primer paso, convenciéndome mentalmente que se había tratado de mi imaginación, la mancha blanquecina volvió a reflejarse a un costado. Viajé mis pupilas de un lado a otro, sin moverme, tratando de ver de qué se trataba – aunque estaba segura, en un noventa y nueve por ciento, de saberlo – Me percaté que la materia, casi invisible, se movía de un lado a otro, como si estuviera acechándome en círculos. Solo dejaba como evidencia una ligare y fresca ventisca. Llevé mis manos hacia la estaca, que yacía amarrada a mi cintura, y me concentré para agudizar mis sentidos. Era inútil, lo sabía, ellos eran demasiado ágiles – mucho más que nosotros – difícilmente iba a poder rastrear sus movimientos. Decidí que, si iba a morir de todas maneras, quería ver, al menos, el rostro de mi asesino. "¿Qué esperas para atacar?" – pregunté, sin levantar la voz, pues sabía que tenían un perfecto sentido de la audición. No recibí respuesta vocal alguna. Lo único de lo que me percaté fue que, en lo que duró uno de mis parpadeos, lo tuve frente a mí: Un joven con el cabello cobre y despeinado y aspecto desaliñado. Vestía ropa completamente negra y de manta, la cual ya se veía desgastada por el paso del tiempo. Me tensé nada más de verlo, a menos de tres metros de mí, agazapado y con la mirada color sangre, evaluándome detenidamente y centrándose, principalmente, en la tiara que colgaba sobre mi frente. Cobardemente, di dos pasos hacia atrás y levanté la mano, enseñándole la daga en señal de amenaza. Levantó una de sus cejas, de modo escéptico, y una ligera sonrisa de lado se dibujó en sus labios. "Para ser de la realeza, sus modales no son nada cordiales" – habló y respingué al escuchar el sonido tan suave y varonil que sus labios proferían. "Aléjate, si no quieres verte en problemas" – ordené. El vampiro volvió a sonreír y, con el pálido semblante completamente envuelto en una mascara de burla, se fue incorporando lentamente, hasta hallarse con la espalda completamente erguida. Mis ojos no dejaron de seguir cada uno de sus movimientos – gráciles y elegantes – y, por un breve instante, se perdieron en la belleza de aquellas facciones anguladas. "¿Por qué me seguías?" – exigí saber "¿Por qué cree usted, Alteza?" – respondió, haciendo un pequeño asentimiento con la cabeza, en señal de mofo respeto. "Vete fuera de estas tierras, si no quieres terminar como tus hermanos" – aconsejé y, ni bien había terminado de hablar, me encontré aprisionada entre un grueso árbol y unas manos que aprisionaban mis muñecas "Pero que incrédula resultó ser su Majestad "- dijo, la última palabra, con desdén - "¿En realidad cree que usted y una insignificante daga, pueden derrotar a alguien de mi especie?" No, definitivamente sabía que yo no tenía oportunidad alguna. Si bien, nuestra rara clase era considerada como seres inmortales y, comparados con los humanos, teníamos la piel un poco más resistente y nuestros movimientos podían ser más ágiles, había que admitir que, nada eramos, sin nuestras armas, frente a un vampiro. Ellos eran duros como la piedra y veloces como el rayo, su corazón no palpitaba... Al final de cuentas, ellos eran completamente inhumanos... Y, esa, era su ventaja.
  • 6. Sabía que el momento de mi muerte había llegado y, tal como anteriormente había mencionado, no había ninguna clase de miedo al saber que mi ilimitada existencia tendría un fin. Pero, también, sentí rabia y humillación al verme derrotada por mi único enemigo… así que, tampoco estaba dispuesta a mostrarme agradecida con él "Si vas a matarme, hazlo ya" – ordené, clavando mi mirada en la suya de forma fría y déspota. Su rostro pareció alterarse un breve lapso de tiempo – tan breve, que casi pareció extinto. "No está asustada" "No" – aseguré, a pesar de que no había sido una pregunta. "Lástima. El sabor de la venganza no se disfruta tanto de esa manera" – siseó y, cuando vi que su boca comenzaba a abrirse y a acercarse a mi cuello, cerré mis ojos. Un fuerte gemido me obligó a abrirlos y me encontré con el rostro del vampiro bañado en un claro gesto de dolor. Se alejó de mí, varios pasos, y fue cuando me percaté de la flecha que se había incrustado en su pierna derecha. "Maldición" – exclamó y se arrancó el objeto punzo cortante de su dura piel. Gruñó ligeramente y, después, volvió a clavar la encolerizada mirada sobre mí y me enseñó los dientes en viva señal de amenaza. "¡Ahí esta!" – escuché la voz de mi hermano, y el trote los caballos, acercarse. El vampiro dudó por menos de un segundo y, tras darme un último gruñido, salió corriendo, lejos de mí, dejándome estática y de pie, con la espalda aún pegada al árbol que yacía detrás. "¡Bella! ¡Bella!" – exclamó mi hermano hasta llegar a mi lado. Bajó de su caballo con un solo movimiento y, con otro, estuvo frente a mí, tomándome los hombros – "¿Te encuentras bien? ¿Te ha hecho daño esa bestia?" Tardé más de lo necesario en contestar "No…" – me aclaré la garganta un poco y lo volví a intentar – "Estoy bien" "¡Te dije que no deberías de salir sola!" – recordó – "¡Te lo dije!" "Lo siento" – susurré, aún demasiada perdida por todo lo rápido que vi pasar mi muerte y regresar mi vida. "No, Bella, no lo sientes. ¿Sabes el dolor que nos daría el saber que te hemos perdido por culpa de esos demonios?" – no contesté. Mi hermano ya no insistió más. Me tomó entre brazos y me colocó sobre su caballo "Vayan en su búsqueda. Está herido, su velocidad disminuirá un poco" – dio la orden, los guardias asintieron y, después, echó a trotar hasta que llegamos al castillo. Mi padre y mi madre corrieron en mi encuentro. "¿Có…? ¿Cómo supieron que estaba en problemas?" – inquirí, en cuanto los vi. Y, como respuesta, una menuda figurilla apareció detrás de mis progenitores. "Hermana, no sabes lo mucho que nos has preocupado" – acusó con su hermosa voz de soprano Capítulo 3: La Cacería
  • 7. La miré un poco más, aún sin creer que la visión frente a mí era cierta y, cuando me convencí de que, realmente, era mi hermana, caminé hacia sus brazos "Alice" – murmuré – "Cuanto gusto me da verte otra vez" "Lo mismo digo" – dijo y, separándome gentilmente con sus delicadas manos, comenzó a evaluar mi rostro con sus intensos ojos negros – "Tu primer siglo te ha sentado de maravilla" – señaló – "Es una lástima que el carruaje se haya descompuesto en el camino. No quería perderme tu primera coronación" "Con lo poco prudente que es, decirte que tu ausencia se recompensará el siguiente siglo, sería mentirte" – farfulló mi padre "Siento mucho haberlos preocupado" – dije, bajando la mirada. Sentí la mano de mi hermano posarse sobre mi hombro "Ya pasó" – calmó – "pero, para la siguiente ocasión, escucha nuestros consejos" Apreté los labios y asentí, probablemente, mintiéndoles. "¿Te parece bien si vamos a caminar a los jardines?" – propuso Alice – "Tiene décadas que no te miro, tengo tantas cosas que contarte" "Por supuesto" – accedí y ella me tomó de la mano. Dimos los primeros pasos en un cómodo silencio y, cuando llegamos al jardín más extenso de aquel castillo – su lugar preferido – tomó asiento en una piedra con base planta y me invitó a acomodarme a su lado. "A mi no me puedes engañar, Bella" – comenzó a decir – "Este poder que me ha sido otorgado, desde nacimiento, me permite ver claramente lo que hiciste hace pocas horas" Clavé mi mirada en una pequeña flor morada que yacía al lado de mis pies. No sabía qué contestar. Podría a engañar a todos, fingiendo que todo estaba bien, que mi vida inmortal no suponía una tortura, pero, a la chiquilla que se encontraba a mi lado, a ella, si que no podía. Alice era la tercera, y última hija, procreada por mis padres. Nuestra especie solo podía concebir a tres crías y su temporada de gestación – así como el sexo – era algo que el destino decidía. Algunas hembras daban a luz a sus tres hijos en un solo parto. Otras, como mi madre, los concebían por separado y por tiempos impredecibles. Y, algunas más, llevaban siglos sin poder engendrar, aún, a un hijo y se encuentran esperando el momento en que la fecundación haga efecto en su cuerpo… "Faltó poco para que ese vampiro te mordiera. Pude ver claramente que no hiciste nada, ni el más mínimo intento, para defenderte…" "Alice, no pasó nada" – volví a repetir "Pero, Bella…" "Alice, no quiero hablar de esto" – interrumpí, sin querer sonar grosera. Mi hermana me miró fijamente por un momento y, después, con un suspiró resignado, asintió. Nos quedamos en silencio por varios minutos, hasta que fui yo quien lo decidió romper "¿Qué has hecho durante estos años? Tiene cerca de una década que no te he visto ¿A dónde has ido" "A muchos lugares" – contestó, con una sonrisa – "Tantos, que me es difícil nombrar sus nombres en una sola plática. ¡Deberías de ver todas esas tierras, Bella! Soy hermosas, únicas. Cada una tiene diferentes olores en sus árboles y diferentes caricias en el viento" – suspiró profundamente – "¿Por qué no vienes conmigo?" Negué con la cabeza, lentamente
  • 8. "No, Alice. Tú espíritu y el mío no son iguales y, para ser sinceras, no me gusta recorrer largos caminos. Amo la naturaleza y las tierras, pero no tanto como tú. Mi pesimismo te contagiaría y no quiero que eso pase" "¿Por qué no lo piensas?" – insistió – "Me iré dentro de quince puestas de sol. Tienes tiempo para meditarlo" "¿Por qué te marchas tan pronto?" – pregunté "Solamente venía a tu primer coronación. Quiero aprovechar los últimos cuatro años que me quedan de completa libertad. Cuando lleve mi tiara, ya no podré viajar tan seguido como en estos tiempos, tendré que quedarme como buena princesa en mi pueblo" "Alice, el que lleves o no la tiara, eres una princesa" – recordé – "No cambiará en nada" "Claro que si" – discutió "Ahora, si viajo entre los hombres que no son de esta tierra, puedo pasar por una humana, pero, llevando el diamante en mi frente, ya no habrá forma de ocultarme" "Pensé que te gustaba ser princesa" "¡Y me gusta!" – aclaró – "Es me destino y estoy contenta con él. Solamente que, no voy a negarlo, resulta un poco molesto, al menos para mí, que todos se inclinen a tus pies y te hagan reverencias" Sonreí, al menos, Alice y yo teníamos algo en común. "¿En realidad creen que eres humana?" – inquirí, puesto que se me hacía imposible que la hermosura de mi hermana pudiera considerarse algo procreado por el hombre mortal. "Parece imposible, pero si. Principalmente en los reinos más lejanos" – agregó – "En las tierras vecinas resulta difícil. Conocen a nuestra familia… Pensaras en lo que te acabo de proponer, ¿Verdad?" "Si voy contigo, tu disfraz de mortal se vendrá abajo" – dije, a mi favor. Ella hizo un pequeño puchero "Eres imposible" – refunfuñó. Unos pasos a nuestras espaldas nos hicieron girar el rostro. Era una de las doncellas, quien, tras dar una pequeña reverencia, nos anunció que la cena estaba lista y nuestros padres, al igual que mi hermano y esposa, nos esperaban. Caminamos hacia el inmenso comedor y James nos ayudó a ambas para tomar asiento. "¿Lograron atrapar al vampiro?" – preguntó Victoria "No" – contestó mi hermano, intentado ocultar su furia – "Es demasiado rápido" "Pero lo hirieron" – afirmó Alice "La flecha se insertó en su pierna" – informé "Los seguiremos buscando. Acabaremos con cada uno de ellos" – prometió James Ya recostada en mi cama, mis ojos se encontraban dirigidos hacia la enorme ventana que daba hacia el bosque. Los rayos de la luna traspasaban la espesa cortina blanca y dibujaban formas en el suelo. No sé cuantos minutos llevaba tratando de dormir y no podía. Las palabras de mi hermana resonaban en mi mente. Me hubiera gustado haber heredado un poco de su entusiasmo y optimismo. Me preguntaba si, acaso, era yo la única que no se encontraba a gusto con la vida que le había tocado llevar. A todo mundo parecía agradarle la inmortalidad… Jamás había escuchado queja alguna por parte de mis padres, de mis hermanos, ni de los pocos conocidos que teníamos en los reinos vecinos… ¿Acaso estaba loca?... Apreté fuertemente mi almohada y cerré los ojos, rezando por que, algún día, este vacío tan inmenso tuviera fin.
  • 9. Al día siguiente me desperté mucho antes que mi doncella llegara para ayudarme a vestir. Me acomodé mi vestido de manta color negro. Parecía que sería uno de los pocos días soleados en Forks. Bajé hacia la pequeña biblioteca de mi hermano y me sorprendió mucho el hallarle ahí "James" – llamé su atención para que sus azules ojos despegaran la mirada del libro que leían "Bella" – dijo, mientras se paraba rápidamente de su asiento y caminaba para depositar dos besos sobre mis mejillas y tomarme las manos entre las suyas – "No esperaba encontrarte aquí y, mucho menos, a tan temprana hora" "Lo mismo digo. ¿No pudiste conciliar el sueño" "No" – admitió – "toda la noche tuve pesadillas con aquel vampiro que no hemos podido atrapar" "Debe de ser muy ágil" – aventuré – "Yo misma vi como la flecha le causaba mucho dolor" "Ha de estar escondido en algún lugar. Tenemos que encontrar su refugio. Estamos seguros que hay muchos más con él… Debo de mover a los hombres rápido. El los últimos días han acabado con aldeas enteras" "Tranquilo" – susurré, estrechando sus manos – "Todo saldrá bien. Los encontraran pronto, ya lo veras" Mi hermano me sonrió calidamente y sus ojos brillaron con gran amor y tranquilidad. Inclinó su rostro para besar mis ambas manos y, después, acercó su rostro y depositó un beso sobre el diamante de mi frente. Cerré mis ojos ante la paz que su cariño y protección me daban. Un guardia apareció a los pocos segundos. "Príncipe James, los caballos están listos" – anunció "En seguida voy" – contestó mi hermano, separando sus manos de las mías y alcanzando el arco que reposaba a un lado del asiento, en el que antes se encontraba "Hermano, ¿Podría acompañarlos en la cacería?" "De ninguna manera" – contestó, rápidamente. "Por favor" – supliqué, al ver que sus pasos se dirigían ya hacia la salida. Esperé que diera media vuelta y me viera, aunque sabía que me iba a encontrar con aquel gesto endurecido. "Bella, ¿Por qué te encantan este tipo de cosas?" – inquirió – "Alice está acá. Sal con ella…" "¿Y si mejor me uno a la cacería también?" – interrumpió mi pequeña hermana, entrando, con su eterna sonrisa, a la biblioteca – "Tiene años que no salimos todos a una pequeña expedición" "Esto no es un juego. No vamos a casar conejos ni venados. No voy a permitir que vayan y arriesguen su vida, solamente por un capricho" "Vamos, James" – imploró Alice, con aquella mirada tan angélicamente persuasiva, que resultaba mortal para todo tipo de determinación en las personas – humanas o no – "No le negarás a tu pequeña hermana un poco de diversión, ¿O si?" Mi hermano intentó mantenerse firme ante el par de oscuros ojos suplicantes que le miraban fijamente, pero, como era de esperarse, flaqueó, al poco tiempo, ante la inocencia y brillo de éstos. "Me tienen que prometer que no se alejaran de mí, ni un solo instante" – advirtió, con un suspiró sonoramente resignado "Prometido" – dijo Alice, con una radiante y extensa sonrisa "Las espero en las caballerizas" – farfulló, mientras salía del lugar
  • 10. En cuanto quedamos solas, mi hermana se giró para verme y su rostro de duendecillo denotaba una gran suficiencia. "¿Esperas que te de las gracias?" – pregunté, levantando una de mis cejas. "No es necesario que lo digas" – contestó, mientras se disponía a salir de la estancia, con pasos tan ágiles que parecía ir bailando – "Sé que, por dentro, me estas bendiciendo de todas las maneras que te es posible" "Qué modesta" – solté, con ironía, mientras le seguía. Llegamos a las caballerizas. Alice eligió tomar una yegua blanca y yo, una de color canela. Mi hermano se acercó para ayudarnos y un guerrero le imitó, aproximándose hacia mi pequeña hermana "¿Me permite, Alteza?" – preguntó, mientras tendía su mano y mi hermana la aceptaba sin ninguna vacilación. "Irán en medio de nosotros" – ordenó James, cuando estuvimos montadas sobre los caballos – "No quiero que se desvíen, ni que galopen a las orillas, ¿Quedó claro?" Alice y yo asentimos y, tras dar la orden, los caballos comenzaron a trotar. Durante todo el camino, estuvimos perfectamente resguardadas por el resto de los hombres que iban con lanzas y arcos. James frenó su caballo de repente y todos le imitamos. El animal comenzó a relinchar y se debatía entre los jalones que su dueño le propinaba a sus cuerdas. Era obvio hasta para un ciego: El peligro estaba cerca. Se podía oler en el aire. Casi podía sentir aquel aroma tan fresco y dulce que los caracterizaba. Las lanzas, las espadas y los arcos se tensaron, listos para atacar. Yo viajaba mi mirada hacia todas partes – sin mover el rostro – y trataba de controlar mi respiración entrecortada. El bosque guardaba un absoluto silencio, ni un solo trinito de los pájaros, ni una sola pisada de ardillas o venados cerca. Solamente el viento soplaba y agitaba mis cabellos "Cubran a mis hermanas" – ordenó James, mientras se ponía al principio de todos. Ni bien había terminado de hablar, trece vampiros aparecieron frente a nosotros, agazapados y emitiendo un gutural gruñido que curvaba sus labios y nos permitía ver aquellos dientes, completamente blancos y perfectos, con dos colmillos ligeramente alargados que, fuera de quitarle encanto a sus bocas, las volvía algo tenebrosamente hermosas. Me estremecí al ver a mi hermano a menos de dos metros de todos ellos. James levantó el arco y acomodó la flecha, con un movimiento rápido y ágil. Un vampiro se lanzó sobre él y lo tiró del caballo. Los guerreros comenzaron a atacar. Alice y yo le imitamos. Una hembra de cabello negro se materializó frente a mí, en cuclillas sobre el lomo de mi yegua. No lo pensé dos veces y le ensarté una flecha en medio de la frente, antes de caer de espaldas, sus uñas me rasgaron parte de las mangas del vestido y me desangraron un poco la piel… Y entonces, fue cuando los ocho vampiros que sobraban se giraron para verme con los ojos completamente negros. Mi yegua comenzó a relinchar y a debatirse de tal manera que me caí de la montadura. "¡Bella!" – escuché que gritaba James cuando todos nuestros contrincantes se lanzaron hacia mí. Cerré fuertemente los ojos, esperando sentir todos esos dientes enterrados en mi piel… No pasó nada. "¡Corre!" – ordenó mi hermano y temblé al ver, a mi alrededor, tres cabezas, con sus ojos mirándome fijamente. Me tomó más de dos segundos el ponerme de pie. Alice se plantó frente a mí y me tendió una de sus manos para que pudiera subirme al caballo. "Tenemos que salir de aquí" – dijo y se echó a trotar. Tres guerreros nos cuidaba la espalda. "¿Qué pasará con James" "Él estará bien. Tenemos que llegar rápidamente al castillo para enviar más hombres a ayudar…"
  • 11. El animal dejó de trotar al tener, frente a él, a un pálido obstáculo que le impedía, amenazadoramente, avanzar. Clavé mi mirada en aquel rostro que anteriormente había visto. Sus ojos color sangre se clavaron en mí. Los guerreros que nos cuidaban la espalda se dispusieron a defendernos. Me bajé del caballo de un salto y corrí hacia el frente "Bella, ¿Qué haces?" – exclamó Alice "Corre hacia el castillo" "¡Estas loca…!" "¡Corre!" – interrumpí, volví mi vista hacia uno de los jóvenes que nos cubrían – "Llévate a mi hermana" – le ordené a un muchacho de cabellos rubios y mirada gris El muchacho asintió y, a los pocos segundos, su caballo había sido abandonado y Alice había sido llevada lejos de mí. Los dos hombres que quedaban conmigo formaron una barrera entre el inmortal demonio y yo. Una risa sarcástica y tenebrosa curvó sus labios cuando vio que corrían hacia él , con aquellas filosas espadas. Pronto supe el por qué de tan confiada actitud. Los cuerpos de los humanos salieron volando lejos, estampándose con los árboles… y ya no se volvieron a levantar. Jamás antes había visto a un vampiro con movimientos tan rapidos. Me tragué la amarga impresión lo mejor que pude y acomodé una flecha en el arco, apuntándole directamente. Apreté mi mandíbula al ver aquella actitud irónica no se desvanecía ni un solo segundo de su rostro. Lo odiaba. Disparé la flecha, y mi rabia aumento al ver la facilidad con que la esquivaba. Y, de pronto, tal y como había pasado ayer, en un abrir y cerrar de ojos, lo tuve frente a mí. "Debería de mejorar su puntería, Alteza" – recomendó. Mis ojos se clavaron fijamente en los suyos, haciéndole saber con éstos, el repudio inmenso que le tenía a su especie y, principalmente a él… Sin embargo, no pasó mucho tiempo para perderme en el mar escarlata que en ellos se dibujaba. Debía admitir que era algo hermoso y único. La representación misma del demonio: Poseedor de una belleza tan esplendida que te podía hacer pecar nada más con verlo. Su rostro se inclinó lentamente hacia abajo, hasta llegar en la parte donde mi vestido se encontraba roto y una pequeña raspadura se pintaba sobre mi piel. Me estremecí completamente cuando su lengua se pasó por la sangre que de ella salía. No fue un estremecimiento de miedo, si no de placer. Un placer jamás antes experimentado, que se paseó por mis venas y removió cada uno de mis poros. Sus manos se apretaron más a mis brazos y un gruñido salió de su garganta. Sabía que el sabor de mi sangre le había gustado. Ahora no había nada que pudiera salvarme. Iba a morir… Capítulo 4: Deuda Me encontraba temblando violentamente, de pies a cabeza, mientras seguía sintiendo como su lengua se desplazaba por la fresca herida. El gemido que su pecho emitió, fue una anticipación de mi muerte. Cerré fuertemente mis ojos e intenté mantener todo el valor para aceptar mí partida con el mayor orgullo y dignidad que me era posible. Definitivamente, el morir en manos de una bestia como esa era repugnante… Aunque, hablando sinceramente, una parte de mi se sentía tranquila. Al fin de cuentas, mi tan anhelado descanso llegaría. "¡Edward!" – escuché que gritaba una voz delicada y femenina. El vampiro que me tenía acorralada se separó en cuanto la escuchó. Entonces, ambos giramos el rostro para ver de quién se trataba
  • 12. Me encontré con algo simplemente hermoso. Era una mujer vampiro con gentil rostro de corazón. Me perdí en el dorado de sus ojos y comprendí que eran de los pocos que no cazaban humanos. ¿Qué hacía alguien como ella a pocos metros de nosotros? "Edward, déjala ir" – pidió y volví mi vista hacia el demonio que aún me mantenía sujeta hacia el árbol, pero tenía la mirada puesta sobre la hermosa mujer que le hablaba – "Ya basta de tantas muertes, hijo. Suéltala" "No" – gruñó el aludido – "A ellos nos les ha importado matarnos como animales, ¿Por qué habría yo de sentir compasión?" "Edward, por favor…" – la vampiro no continuó hablando pues dos lanzas le había atravesado uno de sus brazos y había caído de rodillas frente a nosotros. "¡Esme!" – exclamó el muchacho y me perdí, por un momento, en aquella voz angustiada. Ni un solo rasgo de rencor había quedado en ella tras ser sustituido, completamente, por un desgarrador gemido de desesperación. Después, solo vi como se lanzaba hacia el joven guerrero que había disparado la flecha y se escondía detrás de un espeso árbol. Estoy segura que, de haber parpadeado, no me hubiera dado cuenta del momento en que lo había aventado lejos. Tardé más de tres segundos en comprender que me había liberado y que tenía una pequeña oportunidad de ir. Pero, fuera de correr, me quedé viendo como se inclinaba y tomaba entre sus brazos a la herida mujer que crispaba su rostro por el dolor. "Tranquila, te llevaré a casa" – susurró – "No debiste de haber salido de ahí…" Era sorprendente la manera en que aquella desesperación me había pasmado. Jamás imaginé posible que, alguien como él, fuera capaz de sentir amor. Y, sin embargo, ahí estaba. Había olvidado todo: que se encontraba a pocos kilómetros de seres que estaban dispuesto a cazarle, su venganza contra mí, su fachada de ser maligno y despiadado… Solamente quedaba un joven completamente sumergido en una inmensa intranquilidad. Los galopes de los caballos comenzaron a oírse. Se estaban acercando. Contemplé como aquel desesperado vampiro vacilaba un poco en qué dirección tomar para huir y, cuando sus pies se decidieron por un pequeño sendero que se habría por el bosque, le llamé "Espera. No podrás correr mucho y seguirán tu rastro con facilidad" – le recordé, mientras veía que la herida de su pierna aún le molestaba "¿Qué ha dicho?" – preguntó, mirándome de manera escéptica. Empuñé mis manos, pues, aún no podía creer lo que estaba a punto de soltar "Sígueme. Yo sé de un lugar en el que no podrán encontrarte" – comencé a caminar, rápidamente, hacia la dirección contraria que él estaba dispuesto a tomar – "¡Confía en mí!" – dije, al ver que sus pies no se movían. Él bajó la mirada hacia el rostro de la persona que reposaba sobre sus hombros. "Hazlo" – escuché que le susurraba "No tardaré en matarle si lo que esta haciendo es una traición" Me dieron muchas ganas de responderle como se debía pero, sabía que no era tiempo para ello. En cambio, solamente me limité a fruncir el ceño y regalarle una mirada envenenada. "Date prisa" – dije, de manera seca, mientras comenzaba a caminar, a paso rápido, hacia el interior del bosque. Escuché el casi inaudible sonido que sus pasos daban detrás de mí. El galope de los caballos se aproximaba cada vez más y, no entendí por qué me sentí tan ansiosa, como si mi vida dependiera de ello, como si fuera yo quien, también, estuviera huyendo. Fue un sentimiento demasiado frustrante, debo confesarlo.
  • 13. No tardamos mucho en llegar al escondite. Me paré frente a lo que, aparentemente, era una gran piedra cubierta de musgo. Con mis manos, removí todas las hierbas que la vestían, dejando frente a nosotros una reducida entrada. "Es aquí" – indiqué. El vampiro me dedicó otra mirada dudosa – "¿Te piensas quedar aquí, esperando a que mi hermano y sus hombres nos vean?" – reté, levantado ligeramente mi barbilla. Sus ojos carmesí se clavaron, por menos de un segundo, en los míos y, después, se adentró en el pequeño espacio. Le seguí por detrás y, volví a acomodar las trenzaderas de hierba en su lugar. No fue hasta que estuve en aquella completa oscuridad que caí, realmente, en la realidad en la que me encontraba… … Yo, Isabella Swan, estaba al lado de un vampiro, el cual me había intentado matar en dos ocasiones. Y eso, no era todo. No. Lo estaba ayudando a permanecer con vida… – "¿Por qué nos ha ayudado?" – preguntó, haciendo eco a mis pensamientos. Bajé la mirada hacia el suelo de tierra que se expandía bajó mis pies y abracé mis rodillas "Lo hice por ella" – contesté, evadiendo su mirada, que brillaba como la de un gato al acecho en la oscuridad – "Ella no es como ustedes" "No" – acordó él y su voz se escuchaba endurecida – "Esme es diferente" "¿Estará bien?" "Si. El aturdimiento desaparecerá, más o menos, al anochecer" Suspiré profundamente. – "Es hora de que me vaya" – anuncié, con voz seca – "Quédense aquí y no salgan hasta que el cielo este cubierto, completamente, por su manto negro. Llevaré a mi hermano y a sus guerreros de vuelta al castillo. Les diré que han huido hacia el oeste" – expliqué, mientras me movía hacia la salida – "Un último consejo: Váyanse de aquí si no quieren que su especie sea exterminada por completo. No son, ni serán, bienvenidos en estas tierras. Busquen su lugar en otra parte" No esperé por una respuesta. Pero pude sentir su mirada clavada sobre mi espalda en el momento en que abandoné aquel lugar. Salí de entre las ramas, mirando hacia todas partes. Suspiré, aliviada, al notar que no había alma alguna por los alrededores. El bosque se había vuelto a bañar con su silencio pacifico. Comencé a caminar, dirigiéndome hacia el lugar en el que, por segunda vez, la muerte me había amenazado. Solamente me encontré con el cadáver de los guerreros que habían matado frente a mis ojos y varias huellas de las herraduras de los caballos. Todas se dirigían hacia el otro sendero. Me debatí por un momento entre si irme al castillo o ir detrás de mi hermano. Sabía que, seguramente, estaría muy preocupado por mí. ¿Estaría él bien?... Me decidí por la primera opción. Sabía que era imposible alcanzarlo, por mucho que corriera. Comencé a andar por el sendero que me llevaría al castillo. Me miré la herida de mi brazo, ya había desaparecido. Me pasé los dedos por la piel sana y no pude evitar no recordar aquella lengua que la había acariciado. Estaba enloqueciendo. ¿Cómo había sido capaz de ayudar a una pareja de demonios solamente por que la mujer me pareció alguien gentil? Empuñé mis manos a mis costados agité mi cabeza, de derecha a izquierda, mientras continuaba mi marcha. "¡Bella!" – escuchar esa voz resultó ser un alivio. Por primera vez, no quería caminar tanto en el bosque. Me estaba encontrando con cuerpos decapitados y cabezas regadas a cada paso que daba. Me giré para encarar a mi hermano. Tenía un arañazo en su angulada mejilla y todo su rostro se encontraba cenizo. Se me llenaron los ojos de lágrimas al verlo completamente a salvo. Leí en su mirada que también se tranquilizaba de verme. Pero, para este tipo de sentimientos tan profundos, las palabras resultaban ser innecesarias. Bajó de su caballo y, con un movimiento delicado, me subió a éste. Comenzamos a galopar hacia el castillo, frente a los pocos hombres que habían quedado tras la batalla.
  • 14. ALICE POV Me encontraba caminando, de un lado a otro, dentro del castillo. El dolor de cabeza me estaba comenzando a marear, no lograba ver nada con claridad. En situaciones como esta – cuando había demasiadas criaturas involucradas – era cuando el pequeño y complicado don que me había sido otorgado se volvía algo realmente molesto. Mis padres se encontraban a mi lado y el tener sus miradas puestas sobre mí, aumentaban mi ansiedad. Decidí salir del lugar. Me dirigí hacia una de las ventanas por las cuales podías mirar todo el horizonte y suspiré profundamente al no encontrar rastro alguno de mis hermanos. Tonta Bella… ¿Cómo había dado aquella estupida orden? Mis ojos se llenaron de lágrimas. Si algo les pasaba a mis hermanos yo no sabría qué hacer. Los amaba tanto… "Princesa, ¿Se encuentra usted bien?" – giré mi rostro para encarar al joven que me había hablado. Fruncí el ceño nada más al saber de quién se trataba. Tensé mi quijada y le dediqué la mirada más envenenada que pudiera ofrecerla a alguien en todos mis siglos de vida. "Estaría bien si no le hubieras hecho caso a la orden que mi hermana te dio" – contesté, descargando mi tensión con aquel pobre muchacho. "L-lo siento, solo hice lo que su hermana me exigió" – balbuceó, y el miedo era palpable en su mirada gris. Tensé mi quijada y volví mi rostro hacia la ventana. Suspiré profundamente para poder tranquilizarme "¿Cuál es tu nombre?" "Jasper Withlock, para servirle, su Alteza" "Jasper" – repetí – "No siempre hagas lo que se te dice" – musité – "No todas las ordenes son las correctas…" El galopeo de varios caballos llamó mi atención. Agudicé mi vista y pude verlos, venían a una distancia aproximada a un kilómetro. Una sonrisa de tranquilidad se dibujó en mi rostro y, olvidándome rápidamente del joven guerrero que tenía detrás de mí, salí en su encuentro. Bajé corriendo las escaleras y no esperé a que los guardias abrieran las enormes y pesadas puertas que protegían el castillo. "¡James! ¡Bella!" – exclamé. Nuestros padres venía detrás de mí. Mi hermano fue quien bajó primero. Me lancé hacia ellos. Solamente sus ropas venían desgarradas. Ni una sola herida se lograba ver sobre su pálida y lisa piel. "Eres… eres… ¡Eres de lo peor!" – le dije a Bella – "¿Cómo pudiste hacerme eso: apartarme de tu lado?" "No pasó nada. Logré librarme de él" – tranquilizó – "Ya le informé a James que se ha ido al oeste. Está muy herido…" "Mandé a varios hombres hacia esa dirección" – terció mi hermano – "Y mañana, seguiremos de casería. Y no permitiré la compañía de nadie más que las personas a quienes yo indique" – agregó, mirándonos significativamente Bella y yo bajamos la mirada y, sin decir más, los que nos rodeaban se adentraron en el castillo y nos dejaron solas. EDWARD POV Podía sentir que el anochecer había llegado.
  • 15. ¡Maldición! Esme aún no se despertaba. Tensé fuertemente mi quijada al sentir como la rabia volvía a apoderarse de mí. Malditos humanos y maldita Realeza, ¡Cuánto los odiaba! Ahora más que nunca… Gruñí fuertemente al recordar a aquella Princesa y el sonido despertó a Esme "¿Edward…?" – musitó "¿Cómo te encuentras?" "Mucho mejor" – contestó, mientras se incorporaba. Se quedó meditabunda un par de segundos y después, agregó – "¿Qué pasó con la muchacha que nos ayudó?" "Se ha ido" – contesté, a regañadientes. "La ibas a matar" "Si" – aseguré, mirándole a los ojos – "Es lo menos que se merecen" "Edward…" "Nos tratan y ven como animales" – interrumpí, pues sabía que su noble corazón la iba a llevar a darme un sermón que no estaba dispuesto a escuchar – "Mira lo que te hicieron" – señalé – "Tú no tenías nada que ver en todo esto y te han herido. A ellos no les importa si somos o no asesinos de sus humanos. Solamente quieren exterminarnos por que somos los únicos que podríamos acabar con ellos y quitarles todo los privilegios que poseen" "Ese odio no te llevará a nada bueno" "Tampoco la compasión" – discutí, sintiéndome mal al ver como su rostro se ensombrecía y bajaba la mirada. Suspiré pesadamente mientras intentaba borrar aquel débil sentimiento de la mente – "Te llevaré con Carlisle, seguramente ha de estar muy preocupado." Esme asintió, dándome la razón. La tomé entre mis brazos, en cuanto salimos de aquella cueva. Mi ira incrementó cuando noté que, en realidad, la princesilla había cumplido su promesa. "Puedo correr" "Aún te encuentras débil" – dije y salí corriendo del lugar. Tal y como lo imaginaba, Carlisle se encontraba ya muy preocupado por Esme. Corrió hacia nosotros cuando nos vio llegar y le explicamos todo lo que había sucedido. Él nos escuchó con atención y sin ningún atisbo de furia reflejado en alguna de sus facciones. Nunca podría explicarme de dónde provenía tanta paz de su alma. "¿Te irás?" – preguntó Esme, sujetándome de la mano "Si. No puedo quedarme aquí" "Hijo, este es tu lugar" – recordó Carlisle. Lo miré fijamente a los ojos, pues sabía lo que sus palabras querían decir. "No" – disputé, con voz contenida "Eres mi hijo… el príncipe…" "Por lo mismo" – interrumpí – "por que sé quién soy, no permitiré que acaben con nuestra raza" "La violencia no es le mejor método"
  • 16. "¿Entonces cuál es?" – Carlisle tardó en contestar "Has dividido a nuestra familia en dos grupos" "Eso no es culpa mía. Los que se encuentran conmigo son por que comparten la misma aspiración que yo: dejar de estar escondidos. Dejar de vivir en penumbras" "Han acabado con aldeas enteras. ¿Cómo piensan ser aceptados si se comportan como bestias?" "¿Y a ti te ha servido de algo tu obstinación por la sangre humana?" – reté – "¿Les ha servido a todos ustedes alimentarse con sangre de animales? No" – me auto contesté – "No ha servido de nada. Siguen siendo igual para ellos" "Edward…" "No quiero seguir discutiendo" – tajé – "pero no puedo quedarme aquí, reprimido, cuando sé que puedo hacer algo más por todos nosotros" "Quédate, por los menos esta noche" – rogó Esme. Sus dorados ojos me miraron con súplica, pero luché por mantenerme firme en mi decisión. Me incliné para depositar un beso sobre su frente, para después dar media vuelta e irme con el grupo de vampiros que habían logrado sobrevivir. "Deberíamos de tomar en cuenta el consejo que la Princesa nos dio" Envaré mi cuerpo al escucharle. "Yo no me pienso ir de aquí" – susurré "Entonces, ¿la mataras? ¿mataras a su familia?" "Esa es mi prioridad ahora" "¿Acaso no le estas agradecido? ¡Nos ayudó! Sin ella, ahora estuviéramos los dos muertos" Crispé mis manos a mis costados y chasqueé mis dientes ¿Tenía que recordarlo? "Nosotros no se lo pedimos. Yo no tengo ninguna deuda con ella" "Hijo…" – volvió a terciar Carlisle "Los veré pronto" – anuncié, y salí corriendo de ahí, antes de que pudieran decir más. Corrí y corrí, sin dirección alguna pues era mi única manera de descargar toda rabia que sentía al saber que las palabras de Esme eran ciertas. No tanto por mi vida, si no por la de ella. Mi madre estaba viva por esa insignificante muchacha inmortal… Ciertamente, me encontraba en deuda con ella… Pero, ¿Cómo saldar un adeudo con el peor de tus enemigos? No encontraba respuesta alguna a mi pregunta… Capítulo 5: Deuda Parte II BELLA POV
  • 17. "Tu no aprenderás la lección ni viviendo trescientos siglos" – reprendió Alice, mientras fruncía su delicado ceño "Hermana, ¿Qué pretendes? No puedo quedarme encerrada en este castillo todos los días" "No te estoy pidiendo eso" – discutió – "lo único que no me parece correcto es que quieras ir al bosque, cuando solamente han pasado tres días desde que fuimos atacadas" "Tranquila" – murmuré, mientras posaba una de mis manos sobre sus mejillas – "Solamente será un pequeño paseo. No tardaré" "Iría contigo si no fuera por que James prometió enseñarme tiro de arco en unas horas…" "… Y al no verte, supondría que estas conmigo, nos mandarían a buscar y, en ese momento, me delatarías" – completé, con una pequeña sonrisa. "Bella, por favor, no vayas" – pidió, mientras tomaba mis manos entre las suyas – "Deja de arriesgarte tanto, ¿Acaso no entiendes que te amamos y nos dolería mucho el perderte?" "Lo sé" – admití – "Pero el estar encerrada en este castillo me enferma. Tú lo sabes, mejor que nadie" "Si algo te llegara a pasar, yo no podría con la conciencia. Ahora mismo no sé cómo es que puedo aceptar ser tu cómplice…" "Alice" – interrumpí, de manera cariñosa – "Tranquila. Todo estará bien. Solo se trata de un paseo. Te prometo que dentro de poco estaré de regreso" Había llegado a la parte del bosque en donde la masacre había sido efectuada. Todo estaba tan normal como siempre. Los cuerpos decapitados habían sido levantados desde esa misma noche. Todo estaba en un completo silencio, un silencio acogedor, lo que significaba que no había peligro alguno. No pude evitar el pensar en aquel vampiro y su compañera, ¿Me habrían hecho caso?... Como respuesta a mi pregunta, una mancha blanca se movió a mi costado izquierdo. Detuve mis pasos y empuñé la espada que llevaba cargando – insistencia de Alice – Esperé por otro movimiento, con mis sentidos en alerta, más no logré captar algo extraño a mi alrededor. Sin confiarme, continué con mi marcha, con la espada dispuesta a atacar, si era necesario. Al cabo de un determinado tiempo, en el que ningún peligro se logró percibir en el aire, me relajé. Me convencí mentalmente que se había tratado de mi imaginación y hasta logré sonreír, mofándome un poco de mí persona. "Princesa y soy una torpe para localizar a vampiros" – musité, hablando sola con un árbol al que me encontraba acariciando lentamente, con la yema de mis dedos "No es la única incapaz de percatarse de nuestra presencia" – Retrocedí dos pasos hacia atrás y alcé mi espada, al escuchar aquella voz que, extrañamente, me había resultado demasiado familiar. Él apareció justamente detrás del árbol que me encontraba acariciando, con su inseparable sonrisa cínica pintada en los labios. Nuestras miradas se unieron, en la distancia, y al contemplar el rojo sangre que en ellas ardía intensamente, retrocedí otro paso más. "Les dije que se fueran" – recordé "¿En serio creyó que tomaríamos en cuenta su consejo?" "Si tienen sentido de supervivencia, por supuesto que si" – contesté. Una risa amarga y burlona se levantó por los aires, fruncí el ceño al instante, ¿Qué se creía aquel estupido vampiro para reírse de mí?
  • 18. "Disculpe, su Majestad" – inclinó su cuerpo, con una pequeña (y nada respetuosa) reverencia – "Pero, si me lo permite…" "No te lo permito" – alcé la voz, para interrumpirle rápidamente. Su sonrisa se ensanchó "Usted no tiene ningún derecho para hablar acerca de sentidos de supervivencia, ya que, por lo que he logrado presenciar, usted carece de ellos más que cualquier especie habitando dentro de este bosque" - dijo, ignorando mi comentario Chasqueé mis dientes, sin evitar poder sentirme ofendida. Aquella absurda e infantil rabia, movió mis dedos hacia la pequeña estaca que reposaba, apretada sobre mi cintura y, con los movimientos más rápidamente posibles, la lancé hacia él… ... De más esta el decir que la evitó, con suma facilidad. "Para ser de la Realeza no es nada cordial" – señaló, mirando fijamente el objeto punzo cortante. Mi cuerpo se estremeció al saberse en peligro. Aquel demonio podía lanzarla de regreso, hacia mí, y él, obviamente no fallaría. Aún así, permanecí firme y con la barbilla en alto. "¿Con qué derecho me juzgas?" – reté – "De ningún privilegio gozas, tú, un vampiro, para venir a decirme que hago o no hago bien" "Lo siento, Princesa" – volvio a marcar una reverencia exagerada y mofada – "No fue mi intención el ofenderle" "Tú sola presencia lo hace. ¿Cuántas veces les tenemos que decir que no les queremos en nuestras tierras?" "¿Sus tierras?" – repitió, y un brillo rabioso destelló en sus ojos color carmesí – "Vaya… Hasta donde yo tenía entendido, la tierra es libre y no tiene dueño alguno. Demuéstreme, pues, que estoy equivocado. Haga que los árboles levanten sus raíces y doblen sus troncos para reverenciarla. Si eso sucede, le doy mi palabra que daré media vuelta y me iré, junto con toda mi familia, de aquí" Me quedé en silencio, intentando encontrar algún discurso a mi favor, más no hallé palabra alguna que me fuera de ayuda. No lo iba a reconocer abiertamente, pero, sus palabras habían sido ciertas y sabias. Demasiadas inteligentes, para haber sido dichas por un simple y salvaje vampiro. Su tan habitual sonrisa sarcástica adornó su pálido rostro, sabiéndose victorioso. Me vi en la necesidad de morderme la lengua para callar las palabras que pudrirían mi boca por su intensidad. Tuve que desviar mi mirada de sus ofensivas pupilas. Podía jurar que mis mejillas se estaban coloreando de rojo, a causa de la furia, mientras él se encontraba conteniendo la carcajada que exigía salir de su garganta. No lo pude soportar. Era demasiado para mi orgullo. Tomé la espada con fuerza y, me lancé hacia él. "¡Ey!" – exclamó, cuando el primer movimiento pasó cerca de su pecho. Después, comenzó a carcajearse, incrementando mi cólera y mis deseos de cortarle en dos. La espada subía y bajaba, pasando a escasos milímetros de su blanquecina piel. Su risa se elevó por el viento y, a pesar de lo furiosa que estaba, tenía que admitir que era un sonido muy hermoso. Parecía que se divertía enormemente de mi torpeza. Era un balance perfecto. Yo me encontraba inundada de rabia y él, de la misma manera, se encontraba regodeándose en su burlona diversión. Gruñí fuertemente cuando mis movimientos se vieron bloqueados con una sola de sus manos, las cuales sostenía a la espada de manera cuidadosa, pero firme. "Para no ser una simple humana, déjeme decirle, con todo respeto, que es usted demasiado inexperta en peleas" "No es de tu incumbencia" – siseé
  • 19. Me arrancó el arma, de un solo movimiento, el cual me tomó desprevenida, e hizo que cayera de espaldas hacia el suelo. El filo del objeto quedó pegado a mi garganta, levantándome la quijada con la hoja de hierro. "Pero si debería de importarle a usted" – repuso – "Ahora mismo podría matarle, sin problema alguno" No contesté, me limité a mirarle de manera envenenada. Extrañamente, por primera vez, no me sentía en peligro. Tal vez era la fuerte descarga de odio que sentía en cada uno de mis poros, lo que me impedía ser capaz de poder presenciar algún otro tipo de emoción. "No se preocupe. No le haré daño" – informó, con voz seca, mientras daba dos pasos hacia atrás, lejos de mí. Me puse de pie, rápidamente, de manera cautelosa. Mi mirada escéptica se junto con la suya, dueña de un brillo indescifrable y estremecedor. "¿Se puede saber por qué, de un momento a otro, has decidido no matarme?" "Quiero ofrecerle mi lealtad, como muestra de gratitud al salvar a Esme" Admito que me quedé demasiado pasmada por sus palabras, por lo cual tardé en articular "Debes de tenerle mucho aprecio a esa mujer" "La amo" – confesó y, por un segundo, su rostro se dulcifico, al igual que su mirada – "Es mi madre, ¿Cómo no hacerlo?" "Tu… madre" – repetí, pues no pensaba que aquella mujer tuviera un vinculo tan grande con él. Sinceramente, había pensado que era su compañera… Su mirada se centró un momento en mi dirección, para después vestirla con ese manto desairado que le caracterizaba "¿Ahora comprende?" – continuó "¿Eso significa que no atacarás más aldeas? ¿Qué dejaras de atacar a mi familia, si la ves andando por el bosque?" "No" – contestó – "He sido especifico con mis palabras. Mi lealtad va dirigida solamente hacia usted. Su familia es algo que a mi no me interesa" "Debería" – discutí – "Ellos son sangre de mi sangre…" Dejé mi parloteo al sentir mis manos atrapadas en las suyas. Una pequeña corriente eléctrica se extendió al instante por mis brazos y nadó hasta cada centímetro de mi piel. "Le suplico que no me pida un cambio tan radical" – susurró, con voz persuasiva y peligrosa – "Otórgueme la oportunidad de cambiar, simultáneamente, con el tiempo. No quiero mentirle, así que, por ahora, no puedo comprometerme con acciones que, estoy seguro, podrían no ser ciertas" – calló por un momento, penetrándome con su roja mirada – "¿Acepta?" - preguntó, finalmente. Lo pensé durante mucho tiempo. Analizando cada palabra dicha. Luchando por mantener mi mente fría para decidir lo que era mejor. Clavé mis pupilas en las suyas, e intenté por buscar algún atisbo de traición en ellas, más no encontré otra cosa que no fuera una absurda sinceridad. Aquello era imposible… pero parecía ser cierto. Decidí arriesgarme. Al final de cuentas, ¿Qué podía él ganar con todo ello? Quizás ese era el inicio del fin de una interminable guerra, la cual cobrabra numerosas vidas inocentes. Quizás eso era lo que marcaría un cambio relevante en mi vida. "Acepto" – contesté, con un suspiro profundo
  • 20. "Muchas gracias, su Majestad" – murmuró, con una tenebrosa y juguetona sonrisa de suficiencia, curvando sus labios. ALICE POV Me encontraba en la espera de mi hermano, sentada en una piedra tallada intencionalmente, para adquirir la forma de una banca. Dejé llevar mis pensamientos hacia mi hermana, cerré mis ojos para intentar verla, más ninguna imagen clara acudía a mi mente. Bufé, de manera frustrada. ¿Por qué mis sentidos solamente se tenían que agudizar cuando la gente cercana a mí corría grave peligro? Algo tan útil no debería de tener limitaciones. Bueno, al menos, tenía casi por seguro que Bella se encontraba bien. Miré a mí alrededor, y fruncí el ceño. Mi hermano ya se había demorado. Él siempre solía ser demasiado puntual. Decidí aguardar un poco más y, alcé mi mirada hacia el cielo nublado. Recordé que el día de despedirme, otra vez, de aquellas espesas nubes grises, se estaba acercando. Llevé mis manos hacia un pequeño lecho de rosas que reposaba a mi lado derecho y arranqué un pequeño capullo de color blanco, paseé mis dedos por su suave textura y me perdí en la delicadeza de sus tiernos pétalos. "Alteza" – susurró alguien, haciéndome saltar del asiento – "Lo siento, Princesa, no era mi intención asustarle" – se apresuró a decir, el joven guerrero al que recordaba como Jasper "No te preocupes" – contesté – "¿Se te ofrece algo?" "Si. Su hermano ha mandado a informarle que le será imposible acudir con usted y me ha indicado que sea yo quien le instruya, si usted esta de acuerdo" Fijé mi mirada en el arco que llevaba entre sus manos y, al no encontrar nada más interesante que hacer, asentí. Todo resultaba más atractivo en comparación a pasar toda la tarde preocupada por mi hermana. Me puse de pie, invitándole a acercarse y comenzar con la clase. Sonreí un poco al ver como titubeaba al pasar sus manos por mis brazos. El chico se encontraba nervioso, como si con tocarme pudiera romperme. "No te asustes. No soy tan frágil" – dije, para otorgarle un poco más de confianza. Era algo extraña, pero casi podía afirmar que podía sentir sus emociones. Como si me las pudiera transmitir su inquietud. Él no discutió. Se limitó a dirigir mi mano izquierda, para que ésta se estirara completamente y sostuviera la empuñadora, después, alzó mi brazo derecho, mientras la cuerda se estiraba por la flecha que en ella se encontraba. "Su codo debe de estar precisamente a esta altura" – indicó. Fruncí mis labios, por el esfuerzo que ello me tomaba. La espada era mucho más sencilla de manejar. "Intente mantener su cuerpo erguido" – agregó, abandonando sus manos de mis brazos y guiándolas hacia mi espalda, empujándola hacia delante. El roce de sus dedos sobre la parte trasera de mi cintura provocó un cosquilleo que me desconcentró por completo y aflojó mis brazos. La flecha salió disparada bruscamente hacia el frente y el impulso de la cuerda fue demasiado salvaje que, de no haber tenido aquellas fuertes manos sosteniéndome, estaba segura que, tal vez, hubiera caído de espaldas. "¡Princesa!" – exclamó el muchacho, mientras sentía como sus dedos se apretaban en su agarre – "¿Se encuentra bien?" "S-si" – contesté, con las mejillas sonrojadas y los ojos desorbitados. Era una suerte tremenda el no haber tenido más espectadores. No quería ni imaginar lo que hubiera pasado si alguien desafortunado sería alcanzado por mi imprudencia. "Lo siento" – se disculpó, lo cual no entendí, ¿Por qué estaba pidiendo disculpas? La torpeza había sido causa solamente mía – "Debí de ser más cuidadoso…"
  • 21. Me sentí molesta: ahí estaba, otra vez, la misma idolatría exagerada por parte de un humano. ¿Cuándo entenderían que nosotros no éramos perfectos? Que, lo único que nos distinguían de ellos era el hecho de nunca envejecer. Solo eso. No había nada más por lo cual ser vistos como dioses. "Basta" – interrumpí – "No tienes por qué disculparte. Fui yo la del error. Era yo quien sostenía el arco y la flecha" – finalicé, mientras salía del lugar, a grandes zancadas. EDWARD POV "Aún no cree en mis palabras, ¿Cierto?" – pregunté – "Puedo ver la desconfianza en su mirada" "Intentaste matarme en dos ocasiones" – recordó – "Así como tu me pides tiempo, lo mismo hago yo" "Comprendo" – asentí. Ella desvió su mirada hacia el cielo gris, que comenzaba a tornarse un poco más oscuro "Es hora de que regrese al castillo" – anunció – "Mi familia se ha de encontrar preocupada" "Le ofrecería mi ayuda, para llegar más rápido, pero es arriesgarnos demasiado" "Lo sé" – admitió con una pequeña sonrisa – "Supongo que todos enloquecerían si se enteraran que un vampiro y una princesa han hecho las paces" "Algo poco común, es cierto" – acordé – "Un peligroso secreto" Sus ojos me volvieron a mirar de manera penetrante, el silencio se levantó entre nosotros por un momento "Prométeme que no herirás a mi familia" – pidió, seriamente "Lo prometo" – dije, de la misma manera "Bien" – finalizó, con una sonrisa acompañada de un suspiro – "Adiós" – dijo, mientras me daba la espalda y comenzaba a caminar por aquel sendero "Adiós, Princesa" – musité, rompiendo al fin, mi mascara de amabilidad Comencé a internarme en el bosque, cuando la perdí de vista. Entré en la espesura de aquellos árboles y detuve mis pasos al sentir una conocida presencia "Así que... ahora eres amigo de esa chiquilla" – murmuró una voz femenina, mientras rodeaba mi cuerpo con sus brazos. Sonreí maliciosamente, mientras dejaba que sus labios recorrieran mi cuello "Pensé que lo que más querías era matarla" "Y así es" – confirmé – "Solo que se me ha ocurrido un plan mucho mejor, con el cual, disfrutaré, poco a poco, el dulce sabor de la venganza" "¿Y me vas a decir de qué se trata?" "¿Es necesario?" – repuse – "¿Acaso tú, una hechicera, necesitas pedir la información, teniendo tantos métodos para conseguirla, por si sola?" Giré mi cuerpo para encararla. Nuestras pupilas se unieron en aquella oscuridad que había terminado por caer. Le dediqué una mirada maliciosa, al mismo tiempo que ella hacía lo mismo, para después, desabotonar mi camisa y clavar sus dientes sobre mi pecho. "Hechicera" – repitió, mientras su lengua se paseaba por mi piel – "Me encanta la sutileza con la que te refieres a mí. Todos me llamarían bruja"
  • 22. "Bruja es una palabra demasiado ofensiva para una mujer como tu" "Sin embargo, así es como los humanos se refieren a mi especie" – dijo, alejándose, completamente inundada por el odio "Rosalie" – llamé, intentando calmarla – "Tranquila…" "¿Tranquila?" – inquirió – "¿Cómo pides que lo este, cuando han acabado con mi familia por completo?" – el rencor se encontraba presente en sus delicadas facciones – "Han pasado setenta años desde que yo me quedé sola. ¡No tienes idea de la rabia que me da el verlos vivir para siempre, cuando deberían de estar muertos y podridos por todo el daño que han causado!" La tomé entre mis brazos y la apreté hacia mí "La venganza llegará en su momento, Rose" – prometí – "Pagaran con lo que más aman, principalmente el príncipe James. Y tú estarás ahí, a mi lado, cuando todos ellos sucumban ante la muerte de su mayor tesoro: La princesa Isabella" "Veo mucha demora de tu parte, pudiste haberla matado hoy" "Paciencia" – pedí – "Mi plan esta trazado con largos, pero seguros, caminos. Confía en mí. La Realeza se vendrá abajo cuando, uno de ellos, ósea, Isabella, les traicione" "¿Traicionar a su propia especie? Eso es algo imposible" "Te equivocas" – discutí – "He escuchado por ahí que el amor enloquece a las almas" "¿Intentaras seducir a la princesa?" – preguntó, de manera incrédula "Exacto" "Te escuchas demasiado seguro, ¿Cómo puedes estarlo? Si no mal recuerdo, la noche pasada me dijiste que no puedes leerle la mente" "Y es verdad" – admití, intentado disimular la frustración que ello me causaba. Era la única especie a la cual, no podía ingresar en sus pensamientos. La única aparte de Rose, quien siempre usaba uno de sus hechizos para mantenerme lejos de sus pensamientos – "Pero no se necesita ser lector de mentes para adivinar que la Princesa se siente sola. Basta con mirar sus ojos para saberlo" "Y tu te aprovecharas de esa desesperada soledad para entrar en su vida" – aventuró "¿Te he dicho lo inteligente que eres?" – susurré, mientras acercaba, con agresividad, mis labios a los suyos, dejando por zanjado el tema, mientras nos caíamos sobre la tierra del bosque. Capítulo 5: Aliados EDWARD POV "Necesito tu ayuda" – dije, mientras caminaba, lentamente, de un lado a otro, viendo como cada extraño brebaje se presentaba frente a mí, posados en aquella enorme alacena de madera "Ya sabía que no estabas aquí por simple deseo" – contestó Rose, sin verme, concentrada en alimentar a un cuervo que tenía dentro de una jaula – "No es necesario el ser bruja para saberlo. Eres tan predecible" Reí entre dientes "Quiero que me des de la pócima que tu utilizas para que no pueda leer tu mente" "¿Y para qué?" – exigió saber
  • 23. "Por que pienso ir en busca de la Princesa Isabella" – confesé – "Han pasado días enteros desde que hicimos nuestra promesa de paz y no la he vuelto a ver" "¿Desesperado?" – inquirió, alzando una de sus delicadas y rubias cejas "Un poco, si" – admití – "Con cada día que paso sin cobrar venganza, mi odio incrementa y, eso, no es bueno" "El odio y la venganza son sentimientos demasiado pasionales. Llamas vivas que nos alimentan" "Aún no hemos probado su verdadero sabor" "¿Y para qué quieres tú esa pócima?" "Por su hermana, la más joven de ellos. El día de la pelea pude leer su mente y me di cuenta que tiene la capacidad de ver, en algunas ocasiones, el futuro de su familia y de gente que ama. Ese don es un estorbo para mí. Necesito que todos ellos se encuentren ciegos, mientras yo juego mis cartas, con tranquilidad" "Demasiado listo" – señaló, con una divertida y malévola sonrisa curvando sus labios. Dejó de alimentar al cuervo y caminó hacia la dichosa alacena, de la cual extrajo un pequeño recipiente de vidrio, el cual contenía un líquido color verde – "Es este. Debes tomarlo cada tres días, en la madrugada" – explicó, mientras me lo tendía y yo lo cogía entre mis manos – "Aunque, debo advertirte que su sabor no será de tu agrado. No sabe precisamente a sangre dulce y fresca" "Eso es lo de menos. Ya después seré recompensado" BELLA POV "Bella, ¿Ocurre algo?" – preguntó Alice, llamando mi atención "No" – respondí – "¿Por qué lo preguntas?" "Te siento demasiado ausente" – señaló – "Has estado así desde aquel día que saliste a pasear, ¿Paso algo…?" "No" – dije, rápidamente, agradeciendo a mis adentros el que mi hermana hubiera sido incapaz de mirarme en sus tan imprecisas visiones. "No te creo" – discutió – "Algo te pasa. No puedo ver nada en tu futuro, hace días no era así" Le miré a los ojos y no supe qué decir. Aún me encontraba demasiado confundida por las palabras de aquel inmortal con ojos color sangre. Mi hermana esperaba, expectante, por una respuesta que, sabía yo, no llegaría en ese momento. No podía decirle que había platicado y hecho las paces con el mismo vampiro que me había querido matar tenía poco. "Y bien…" – insistió "Alice, tengo mucho sueño" – contesté, ignorando la mirada escéptica que me dedicaba – "Me duele un poco la cabeza" "De acuerdo" – accedió, mientras se levantaba de mi cama y caminaba hacia la puerta – "Que descanses" – murmuró, antes de desaparecer Me dejé caer sobre la almohada y cerré mis ojos, demasiado deseosa de poder dormir; más el sosiego se negaba a llegar. Me revolví ciento de veces sobre las sabanas, hasta que me di por vencida y decidí por caminar hacia mi ventana, para contemplar la noche. Mantuve mi mirada hacia arriba, en busca de alguna estrella que hubiera podido burlar las espesas nubes para hacer acto de presencia. Comencé a contarlas, al mismo tiempo que sentía como la pequeña llovizna caía y mojaba la tierra. Estiré mi mano, para así alcanzar una de las tantas gotitas cristalinas, cuando un helado tacto la atrapó. Pegué un brinco hacia atrás y me llevé las manos hacia mi boca, para reprimir un grito. Mis ojos se dilataron como platos, al ver al joven que se encontraba frente a mí.
  • 24. "¿Qué es lo que haces aquí?" – pregunté, cuando estuve recuperada de mi sobresalto Su mirada viajó por todo mi cuerpo y fue, en ese entonces, cuando comprendí que me encontraba con mi ropa intima. Jalé rápidamente las sabanas de mi cama y me cubrí con ellas. "¡Largo de aquí!" – siseé, frunciendo el ceño y luchando por controlar el rubor de mis mejillas "¿Acaso nunca se quita esta joya?" – preguntó, ignorando mi comentario, mientras acariciaba, con la yema de sus dedos, el cristal azul zafiro que reposaba sobre mi frente "¿Has venido hasta mi recamara, solamente para preguntarme semejante tontería?" "En realidad no" – contestó, alejando sus dedos de mi tiara – "Vine por que estaba preocupado" "¿Preocupado?" – repetí, sin lograr ocultar mi asombro – "¿Preocupado, por qué?" "No la he visto tiene días…" "Solamente han sido dos" – interrumpí "Aún así. Usted siempre anda en busca del peligro" "Hablas como si me conocieras realmente" "Tal vez así sea" – murmuró, mirándome a los ojos. Se encontraba en cuclillas, con sus pies en la estrecha orilla de la ventana, con el perfecto equilibrio de un gato. Desvié mi mirada, pues comenzaba a sentirme aturdida. "¿Cómo le hiciste para entrar?" – pregunté, al recordar la innumerable guardia que cuidaba las entradas del castillo "También he aprovechado para tomar una pequeña cena" – contestó, como si me hubiera dicho que acababa de beber agua de un río "¿Mataste a los guardias?" "Solo habían tres" "¡¿Y aún así tienes el descaro de admitirlo, frente a mí?" "No pensé que le ofendería con ello" – repuso, con voz exageradamente preocupada – "Le ofrezco mis mas sinceras disculpas" "¡Pues no las acepto!" – escupí, logrando que aquella sonrisa burlona curvara sus labios. Respingué al escuchar varios pasos, provenientes desde el primer piso. "¿Qué pasa?" – reconocí la voz de mi hermano "Vampiros, mi señor. Han matado a cinco hombres que cuidaban la entrada. Tememos que se hayan logrado infiltrar al castillo" "¡Dispérsense por cada una de las habitaciones! ¡Tú, ve en busca de mi padre! ¡Ustedes, vayan a despertar a mis hermanas y a mi esposa! ¡Muévanse!" – ordenó rápidamente, con la voz completamente desesperada y encolerizada Dirigí mi mirada hacia el despreocupado vampiro que, al igual que yo, había escuchado todo. "Creo que su Majestad se ha enojado" – señaló
  • 25. "Y con justa razón" – dije – "Jamás antes alguien como tú había tenido la osadía de cazar tan cerca de nuestro hogar, ¿Qué es lo que planeas? ¿Acaso quieres que te capturen?" "Los errores no solamente son parte de los humanos, ni de la Realeza, también los vampiros los cometemos" Le dediqué una mirada envenenada, mientras él ensanchaba su irónica sonrisa. Escuché el sonido de unos pies subiendo por las escaleras, para llegar a mi habitación "Tienes que irte" – demandé – "Los guardias vienen hacia acá" "No puedo" – contestó y, en verdad, preocupación era lo que menos le cruzaba por su rostro – "Están rodeando el castillo y, tal como supone, no es mi intención el ser destazado mañana por la mañana" "Demasiado tarde para pensar en ello. No pensaras meterte en mi recamara y ocultarte en mi closet… ¿O si?" – pregunté, con voz ahogada al ver en su roja mirada un asentimiento a mi proposición "Gracias. Ya sabía que había en ti una parte amable" – Antes de que pudiera protestar, él ya estaba dentro de mi cuarto. Mis ojos casi se salían de sus cuencas ante la desesperación que sentía pues los pasos de los hombres estaban a pocos metros de nosotros. "Princesa" – llamaron e, instantáneamente, empujé al vampiro hacia el closet con tal ímpetu que tropecé con mis propios pies y yo también me vi hundida en la espesura de mis vestidos. Sus manos se apretaron a mi cintura por un breve momento, en el cual nuestras miradas se encontraron y sostuvieron en la oscuridad, al mismo tiempo que su fresco aliento acariciaba mi olfato – "Alteza, ¿Se encuentra usted bien?" "Si" – contesté, deshaciéndome de aquella cárcel carmín y cerrando la puerta de madera, para ocultar a mi no invitado – "¿Qué ocurre?" – pregunté, en cuanto los guardias entraron "Su hermano nos ha mandado a vigilar su recamara. Los vampiros han logrado infiltrarse en el castillo" "Entonces, he ahí la explicación de la sombra que logré vislumbrar hace pocos segundos" – mentí, con suma facilidad – "Se fue en aquella dirección" Los soldados, movidos por aquella falsa información, salieron corriendo de mi habitación, dejándome "sola" en ella. Cuando no logré escuchar algún sonido ajeno a la situación, caminé hacia el armario y abrí las puertas, de par en par. Mis ojos se perdieron en el joven despreocupado que apareció de entre los vestidos "Gracias" "No tienes por qué agradecer" – repliqué, con frialdad – "No lo hice por ti. Quiero que salgas de mi habitación ahora mismo" "No es verdad" – contradijo – "Si solamente hubiera querido que me retirara, no era necesario que le hubiera mentido a su guardia. Bien podían ellos sacarme de aquí" "Hasta donde recuerdo, hemos quedado en un mutuo tratado de paz" – dije, a mi favor – "Y yo pienso respetarlo, ¿Acaso tu no?" "Por supuesto que si" – contestó, rápidamente y un extraño brilló atravesó sus pupilas – "Y, como muestra de ello, también venía a ofrecerle mis servios como maestro en armas" "¿Maestro en armas?" – repetí, de manera incrédula "Siendo sincero, debo decirle que sus dotes con el arco y la espada son… deficientes" "Eso no tiene por qué importarte" – repliqué, sin poder ocultar mi indignación