En la década de 1980, Irlanda era un país agrícola empobrecido con altos niveles de deuda, desempleo e inflación. Sin embargo, a través de políticas como la inversión en educación, la apertura de mercados, y los acuerdos sociales entre empresarios, trabajadores y el gobierno, Irlanda experimentó un rápido crecimiento económico, convirtiéndose en una de las economías más prósperas del mundo para el año 2005 con un PIB per cápita cuatro veces mayor y tasas de