Un estudio realizado a fines de la década de 1960 sobre los roles de los ejecutivos descubrió que, a diferencia de las nociones predominantes de la época, los administradores no eran pensadores reflexivos sino que se ocupaban de una gran variedad de actividades breves, sin patrones fijos y sufrían constantes interrupciones, con la mitad de sus actividades durando menos de nueve minutos. Sobre esta base, el estudio clasificó los roles de los administradores en "conjuntos orgánicos de conductas".