El documento argumenta que los problemas de Argentina no radican en sus líderes políticos sino en la propia ciudadanía. Señala varios defectos comunes como la deshonestidad, la falta de respeto por las leyes y la tendencia a culpar a los demás en lugar de asumir la responsabilidad personal. Concluye que hasta que los argentinos no cambien y mejoren su comportamiento, el país seguirá estancado, ya que cualquier nuevo líder político tendría que trabajar con la misma "materia prima defectuosa".