Este documento presenta varios poemas y relatos cortos escritos por estudiantes. El primer artículo introduce la revista literaria ALALetra y explica que tiene como objetivo publicar trabajos de estudiantes de letras. Incluye varios poemas sobre temas como la soledad, los recuerdos y la introspección. El último relato trata sobre una mujer que reflexiona sobre su vida mientras camina por la playa.
He aquí un grupo más de líneas, cuando ya se cree que no puede uno escribir más… de pronto se ve asaltado por hechos similares a lo ya vivido, y vuelve a vivir.
Es un libro de poesía con un estilo personal. Con especial cariño a la persona a quien se lo dedico y estoy sujeto a criticas de todo tipo, así que por favor háganlo, no duden en ello, ya que así mejoro cada día mi escritura. Gracias
Y bueno, llegamos al último número de nuestra revista de poesía. Este salió en el 2003, año en el que la editorial empezaba a cambiar hacia lo es hoy.
Se achicó aún más, a 11x17 cms. y 28 páginas en blanco y negro.
Publicaron poemas:
• Emanuel Alvarez
• Carlos Salinas
• Maximiliano Giraldes
• Ricardo Cabral
• Emanuel Acevedo
• Victoria Viajera
• Laura Vásquez
• Javier Goffré
E ilustraron:
Guillermo Goffré
Celina Assef
Alejandra Cortés
Sergio Alasino.
Gerardo P. Nieves
Cuento corto, acaso mas corto de lo que pudo ser, que narra uno de los finales del mundo para un amor cuya mitología emocional lo concebía infinito. En un estilo de escritura in situ, mientras todo sucedía.
He aquí un grupo más de líneas, cuando ya se cree que no puede uno escribir más… de pronto se ve asaltado por hechos similares a lo ya vivido, y vuelve a vivir.
Es un libro de poesía con un estilo personal. Con especial cariño a la persona a quien se lo dedico y estoy sujeto a criticas de todo tipo, así que por favor háganlo, no duden en ello, ya que así mejoro cada día mi escritura. Gracias
Y bueno, llegamos al último número de nuestra revista de poesía. Este salió en el 2003, año en el que la editorial empezaba a cambiar hacia lo es hoy.
Se achicó aún más, a 11x17 cms. y 28 páginas en blanco y negro.
Publicaron poemas:
• Emanuel Alvarez
• Carlos Salinas
• Maximiliano Giraldes
• Ricardo Cabral
• Emanuel Acevedo
• Victoria Viajera
• Laura Vásquez
• Javier Goffré
E ilustraron:
Guillermo Goffré
Celina Assef
Alejandra Cortés
Sergio Alasino.
Gerardo P. Nieves
Cuento corto, acaso mas corto de lo que pudo ser, que narra uno de los finales del mundo para un amor cuya mitología emocional lo concebía infinito. En un estilo de escritura in situ, mientras todo sucedía.
LLANTODEMUDO 02 – NUEVA ÉPOCA
POESÍA-NARRATIVA-HISTORIETA
Vamos con el número 2!
Con laburos de: Yamila Greco, Ricardo Roche, Amanda Oxidada, Gustavo Borga
Ramiro Sanchíz, Cezary Novek, Fernando Calvi, Diego Parés, Federico Reggiani y Lauri Fernández.
80 páginas de locura!!!
Colección de poemas y poesía de Miguel Ventayol.
#Poemas y #poesía dedicada a todas las personas que atraviesan o han atravesado un mal momento.
#enfermedadmental
#locura
#depresión
#ayuda
#apoyo
Palabras e imágenes donde se encarnan sentires amistosos, deseos de diálogo entre quienes, transitando por caminos sociales, por puentes interpersonales, por búsquedas interiores, por los rigores de la ciencia, por desfiladeros filosóficos, por los horizontes espirituales, por senderos metafísicos, por jardines poéticos, por el compromiso con el juego de los niños… van anhelando y construyendo una cultura de paz, de justicia, de armonía con la naturaleza, de relevancias del sentido.
La arquitectura paleocristiana y bizantina son dos estilos arquitectónicos distintivos que se desarrollaron en la historia del arte y la arquitectura.
La arquitectura paleocristiana se refiere al estilo arquitectónico que surgió en los primeros siglos del cristianismo, desde aproximadamente el siglo II hasta el siglo VI. Este estilo se caracteriza por el uso de elementos como columnas, arcos, bóvedas y cúpulas, a menudo incorporando influencias de la arquitectura romana. Las iglesias paleocristianas tempranas solían ser de planta basilical, con una disposición longitudinal y un énfasis en la simplicidad y la funcionalidad.
Por otro lado, la arquitectura bizantina se desarrolló a partir del siglo VI en el Imperio Bizantino (el antiguo Imperio Romano de Oriente) y continuó hasta la caída de Constantinopla en 1453. Este estilo se caracteriza por el uso de cúpulas, arcos de medio punto, mosaicos elaborados, columnas esbeltas y una profusión de detalles ornamentales. Las iglesias bizantinas suelen tener una planta centralizada, con una cúpula central que domina el espacio interior.
Ambos estilos arquitectónicos reflejan la evolución del arte y la cultura durante períodos históricos específicos y han dejado un legado duradero en la historia de la arquitectura occidental.
Las características principales de la arquitectura paleocristiana son:
1. Planta basilical: Las iglesias paleocristianas tempranas tenían una planta basilical, es decir, una disposición longitudinal con una nave central y dos laterales.
2. Simplicidad y funcionalidad: El énfasis en la simplicidad y la funcionalidad era una característica importante de la arquitectura paleocristiana. Las iglesias solían ser espacios sencillos y sin adornos excesivos.
3. Uso de elementos romanos: La arquitectura paleocristiana incorporaba elementos de la arquitectura romana, como columnas, arcos y bóvedas.
4. Uso de cúpulas: Aunque no tan comunes como en la arquitectura bizantina, algunas iglesias paleocristianas también incluían cúpulas.
Las características principales de la arquitectura bizantina son:
1. Cúpulas: La arquitectura bizantina se caracteriza por el uso de cúpulas, que pueden ser grandes y dominantes en el espacio interior.
2. Arco de medio punto: Los arcos de medio punto son comunes en la arquitectura bizantina, tanto en las cúpulas como en los espacios interiores.
3. Mosaicos elaborados: Los mosaicos eran una forma de decoración muy importante en la arquitectura bizantina. Estos mosaicos solían representar escenas religiosas y eran elaborados y coloridos.
4. Columnas esbeltas: Las columnas en la arquitectura bizantina suelen ser delgadas y altas, dando una sensación de ligereza y elegancia.
5. Detalles ornamentales: La arquitectura bizantina está llena de detalles ornamentales, como motivos geométricos, cruces, hojas de acanto y otros elementos decorativos.
Estas son solo algunas de las características principales de cada estilo, pero es importante tener en cuenta sus difere
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Los muros paramétricos son una herramienta poderosa en el diseño arquitectónico que ofrece diversas ventajas, tanto en el proceso creativo como en la ejecución del proyecto.
Los atletas olímpicos de la antigüedad participaban en los juegos movidos por el afán de
gloria, pero sobre todo por las suculentas recompensas que obtendrían si ganaban..
Es una presentación desde el punto de vista histórico, escultórico y pictórico, gracias a la
cual podemos apreciar a través del tiempo como el arte ha contribuido a la historia de
los olímpicos.
2. La cosa misma, la cosa en sí misma, por fuera
de interpretaciones, vinculaciones o relaciones
que podamos establecer con la cosa, es la cosa.
La cosa misma. Cosa siempre fantaseada por
los estudiantes de letras. Desde ALALetra -
como agrupación de estudiantes de letras-decidimos
solamente impulsarlo para que la
cosa pueda materializarse. Se trata de abrir un
espacio que se irá consolidando. Está abierto a
una sección para cartas de lectores, columnas
específicas, dibujos y cualquier tipo de
producción artística propia de los estudiantes.
Este sencillo formato autogestionado que
consensuamos en llamar revista, tendrá el
precio del costo de la fotocopia. Por eso
sugerimos que envíen textos breves para que
más gente pueda publicar sin elevar
demasiado los costos.
Esperamos propuestas y textos, serán
bienvenidos.
Noviembre 2014
3. Una aguja en un pajar
de Pitu
Luces bajas, un poco de tartamudeo previo, titilar nervioso de
párpados y algo poco más digno de ser contemplado que... Una vez le habían
dicho que en realidad era fácil encontrar una aguja en un pajar, simplemente
había que predisponerse. La muchacha de ojos negros miró por la ventana.
Claro, pensó, como si fuera fácil predisponerse. ¡¡Nada más absurdo que
buscar una aguja en un pajar!! Y dicho sea de paso, nada más aburrido. Me
prendo otro cigarrillo, tomo otro café... ¿Qué hago? Seguir titilando sin
parar, temblar mientras agarro el encendedor, nada... La única que me queda
es entregarme a la tarea de... buscar la aguja en el pajar. Sí, así de literal.
Porque por si no lo mencioné, la muchacha de ojos negros no usaba dichos
populares, la nervaban. Sacó sus perdidos párpados de la ventana y giró. Vio
el pajar inmenso que la aguardaba, la devastadora tarea que podía llegar a
significar aquello. ¿Y todo para qué? ¿Era necesario demostrarle al mundo
que podía predisponerse? Además, nadie se lo había pedido. Solo se había
despertado una mañana y de la nada se encontró con un gran pajar en su
casa. Supo, desde el primer momento, que allí habitaba una aguja. Le daba
miedo contárselo a la gente, la tildarían de loca, ¿cómo puede ocurrir aquello
de la noche a la mañana? No, no y no. No podía hacerlo. Por eso había dejado
casi a oscuras su casa, hacía días que no invitaba a nadie, se ponía nerviosa,
tartamudeaba; sabía que tenía que encontrar la aguja, pero parecía un tarea
obsoleta. Y no dejaba nunca de revolotearle en la cabeza aquella frase que le
habían dicho una vez... En realidad es fácil, pensó nuevamente mientras
esquivaba la tarea.
Por varios días pudo salir y vivir sin pensar tanto en eso, pero ya no le
era posible. No quería salir de su casa, estaba completamente arruinada, y no
veía otra solución que revolver y revolver hasta encontrar la aguja maldita.
Sabía que ese era el momento y empezó a temblar más fuerte. Algo
dentro suyo le dijo que en el momento en que apague el cigarrillo debería
adentrarse y conseguirlo. Ese instante estaba cada vez más próximo. La
colilla asomaba, la ceniza era cada vez más grande, el fuego se consumía, sus
labios se quemaban y la cabeza le explotaba.
Tiró su única esperanza al cenicero y cerró los ojos. Cual nadadora
profesional se tiró de clavado al pajar, sintiéndose consumida por un leve
placer demoníaco. Cuando salió del shock y se dio cuenta de lo absurdo de
su tarea ya era tarde, intentó salir y algo se lo impidió. Lo único que quiso en
ese segundo fue que le alcance la respiración para encontrar la inexistente
aguja.
4. de Santiago Salemme
No existo,
no camino por los fríos pasillos de la vida,
no respiro el humo de la calles,
no veo la crueldad con que se vive,
no siento el calor de tu cuerpo,
no oigo tus pensamientos,
no existo,
no existo para ti
para nadie,
soy sólo un recuerdo,
un recuerdo olvidado.
de Santiago Salemme
Las cortinas son ella,
la ventana es ella,
la luz del sol es ella,
los muros son ella,
mis zapatos son ella.
Miro mis libros y me recuerdan a ella,
todo me recuerda a ella.
En todo veo su rostro,
veo sus ojos,
reflejando mi tristeza,
porque todo me recuerda a ella.
5. Ebrios del camalote:
A mis amigos de todo tiempo
de André Silvestri
Itinerario:
Estar perdido, vivir en extravío
reclinar y dormir bajo el universo
entender, lamentar, saberse cautivo
y en el ocaso olvidar
para vivir
vivir ebrio
ebrio de fugas
infinitamente ebrio
y en indómita forma, caer.
Rebotar en el agua cual delfín
transmutar el agua cual Jesús
brindar con pecadores amigos
reír sin ruido por el ahogo feliz
reír de la eterna tragedia
esencial atributo de las vidas
y en indomable manera huir. Y llorar.
Romper lo que estaba roto,
a los ojos que fueron mirados
mirarlos,
a los labios que fueron besados
besarlos,
a la pena que fue olvidada,
evocarla.
Cartel de aviso:
Respetar a los ebrios del camalote
cuando crezcan las primeras luces
¡No osáis despertarlos!
porque ya lo han razonado
pero como buenos tercos
los ebrios del camalote
también
ya lo han olvidado.
6. At sunrise
de André Silvestri
Se cargan de hambre y sed
adheridas a mi garganta
un par de palabras secas
siempre eludiendo el -nihil obstat-taimadas
y sigilosas, ahí se guardan
creí haberlas vomitado
creí haberlas deslizado
con ron, con vodka, con ginebra
con agua y con pan
pero no, ahí están, guardadas
engullidas en su miedo
en las hendijas de una vehemencia
que juega sin poesía
como enferma máquina que recae
sobre las férreas lágrimas de los billetes.
Miro el espejo rancio y lo veo
como cadena cuelga
de oxidados clavos
el cadáver de mi noche
que anida sucio en mi sien
Trago el pesado aire matutino
torna en filo de exótica navaja
y al fin, al amanecer
se desgarran mis iris contra esos
exagerados claros del sol
que invaden el sumidero
de lluvias livianas en donde duermo
solitario entre sus dédalos.
20/04; 23:35pm
de
André Silvestri
Oí pasos arrastrados y frondosos
terminé mi alcohol, tomé un bastón -algarrobo-y
fui a ver quién turbaba mi madriguera
caminé cada rincón telúrico del espacio
volví a oír los mismos pasos perturbadores
exactamente iguales, ritmo gótico y temeroso-horrorizado
doy cuenta que son mis pasos
los que deslizan por la fina línea húmeda del tiempo.
7. Paso a paso
de Sofía Tapia
Trataba de alcanzarlo todo, creía que la rapidez me llevaría
a dejar las huellas sobre la arena, me sentía perseguida por
el mar, no sabía hacia donde me dirigía, tan solo corría,
quería llegar lejos, pero entre mas corría más rápido se
desaparecían las huellas, miraba hacia atrás pero ya no
estaban, el mar se encargaba de borrarlas, seguía corriendo
sin saber hacia dónde, lo único que me importaba era dejar
las huellas sobre la arena. El sol aparecía y se ocultaba día
tras día, yo no dejaba de correr, un día tan solo me canse de
seguir corriendo, entonces me detuve por un momento puse
mis manos sobre las rodillas, con la cabeza hacia abajo
intentaba regularizar mi respiración, al levantarla la cabeza
me di cuenta que el cielo estaba totalmente naranja, – primera
vez que veo el cielo de ese color –, pensé, el cabello
obstaculizaba mi vista, entonces con las manos intente
quitarlo, pero al hacerlo descubrí que ya no era del mismo
color, paso de ser grisáceo a negro, sorprendida empecé a ver
mis manos, ya no tenía la piel tersa con arrugas, esta vez tan
solo estaban lisas y un poco enrojecidas, la dentadura
postiza se calló de mi boca, en ese momento pase la lengua
sobre mis nuevos dientes alineados. Entonces decidí dejar
de correr, comencé a caminar, mientras caminaba me daba
cuenta que no estaba sola, que nunca lo estuve, siempre
estuve rodeada de la simpleza de las olas en movimiento, de
las aves y de su pasión por volar, del silencio, esta vez me
sentía joven pase de tener cincuenta años a veinte, seguía
sin saber hacia dónde iba, pero esta vez deje de correr, para
mirar hacia atrás y poder ver mis huellas, esta vez ya no me
molestaba que el mar las borrara, porque finalmente
comprendí que tengo dos pies y al dejar uno atrás el otro
hace una nueva huella.
8. Defilim
De Martín Bravo
Hay un arrollo de pequeños que sangran con el grito de la bruja
Tienen manitos de bebe importado y bolas de marfil celeste en
los ojos.
Hay veces días años que me pregunto si vale la pena penar por
tanto que se mueve y arrolla los sentidos de un joven cabeza de
termo.
Por un minuto me perdí y no encontré el hilo de ratón, aquel
que mañana vende libros a ovejas de auto odio. Sin sin
sinningun miedo fluyen los las visitas de el colectivo que no
frena, ni siquiera con tu puta condena.
Señora no me importan sus consejos ¿Es que no ve que yo no
existo si no me habla? Haga el favor de barrerse de esta faz.
El es un genio porque escribe sinsentidos y a quien no le gustan
los sinsentidos, caretas progres regurgitados de los bolsillos de
papa, miren el sentido ahora mientras los coge gansos, miren el
vacío mientras se los traga boludos. miren pero no toquen.
¿Cuántas veces se tiene que morir si al final no importa lo que
dice?
Tengo una fábrica de gorros para que le quepa a algún grupo
de forros.
No quiero esto, yo no lo pedí. Pero en el safari de colores, estar
sin color, me deja sin dolor.
9. Lo real
de Diana Guerscovich
Lluvia, sí, convertida en las leves gotas que se secan sobre tu piel, durmiendo entre
cejas, aquellos ojos ya no ven el cielo derramar su sino. No. Ahí estás, parada y sin
hablar, escuchando lo que el viento no te quiso llevar. Sintiendo, sí, el calor que abraza
y las cenizas que se arremolinan huracanadas a montones, ahogando el sonido de las
pisadas, ¿sordas?, ¿mudas? Silente y silenciosa, la almohada conoce la verdad y sabe
que, para decirla los tiempos deben abrirse, no puede zozobrar sobre tu pecho, mi
pecho, su pecho. La vida que te acuna mientras haces fuerza para no dormir.
Lluvia, sí, arrastra la marea de tus ojos y la endulza, pero..., sólo es la imagen del
espejo. La realidad no está al alcance de tu mano. Lo real existió y se extinguió, ese día,
sí, comenzó a llover.
Lo real nunca es esta realidad.
Post-punk
de
Diana Guerscovich
Escupir para que calles
Escupir para que prestes atención
Escupir para que abras los oídos
Escupir porque hay rabia,
impotencia,
furia,
fervor.
Escupir para cubrir la piedra que acrisola,
inmola,
fagocita,
asesina.
Escupir saliva-palabras
Escupir la inconsciencia
Escupir los sueños porque atragantan las pesadillas.
Escupirte la cara, el cuello, el vientre y la respiración
que de tanta saliva debas fluir y deconstruir el Golem
que construiste como mi guardián
Escupir para escurrir un río de sangre
Escupir-te Vanidad.
10. Inconsistencia
de Diana Guerscovich
Te duele el cuerpo, escuchas caer la gota constante, ese pluc, pluc que no se calle y la noche
sigue su camino afuera de tu ventana. Te duele el cuerpo y no dejas de moverte y enrollarte
entre las sábanas. Un camino, sendero de árboles y tierra rocosa, avanza el cuerpo cansado,
parece no olvidar donde está, y no llega... La gota, se siente cada vez más cerca. El agua,
llamando a la noche.
Un lago, una cuenca natural de un río, cualquier río. Hay que sumergirse, pero...¿te duele...?
No, no es el cuerpo. No sólo eso. Sino, ¿por qué este insomnio?, ¿por qué el tiempo se dilata un
poco más cada segundo?, ¿por qué el bostezo cotidiano, a cada hora y en cualquier lugar?, ¿por
qué la fatiga? Si... Dormís, soñás y pasas la noche junto a Oneirós, mil historias para cada noche,
mil sueños que contar, mil descansos y... Te duele el cuerpo después de haber dormido más de
diez horas, cada día, casi toda la semana. Parecería que no alcanza. Pero, no, no puede ser tan
fácil.
-¡Despertaste!, te dormiste otra vez, ¿qué soñabas? No te quise despertar y nadie se dio cuenta,
parece.
-Sí, soñaba...que no te conocía.
Martillo, yunque y...silencio mordaz
de Diana Guerscovich
Mi lengua, espada de doble filo, aún se permite en estos días recordarme que no te ha marcado.
Intenso murmullo sobre las hojas del viento, la nota que te aclama: está envenenada
Mis ojos, entrambos destella la locura, refulgen sobre la distancia, viéndote alejarte del castigo
que supiste ganarte, la marca sobre tu frente: la máscara que hoy te cubre.
Mi zurda se empeña, en vano, con el roce de la daga, deseosa de descollarla sobre tu cuello
lentamente: el perfume de la muerte.
Mi diestra se pertrecha en mi pecho pidiendo auxilio, pero no hay latido real, pernocta un solo
latido: es la hora.
Los labios, tibios, susurran ese nombre, hechizan los oídos de los sordos mientras los ciegos
arremeten con odio hacia ellos, lo ven: tú culpa, la mía.
El silencio que atruena los oídos impide el tacto. Un crujir inexplicable de almas que rozaron
alguna vez el cielo, hoy se acunan en la miseria de un infierno irreal. Con los sentidos muertos,
la cazadora espera su momento. La presa no será eterna. Aunque no oiga, sabe, siente y persiste.
Mi lengua, mis labios, mis manos, mis ojos, todo un cúmulo inservible que se regodea vilmente
en la postdata: escapaste. Sólo por ahora.
Sin sangre se mantiene el cuerpo, es veneno su elixir y su flecha encarnizada. No escapará, no,
no, no. Se puede huir pero no esconder. El veneno sabe a miel y supo lamer su cuerpo, por
eso…Morirá en silencio, una noche de invierno, cuando el tiempo se detenga y el pánico lo
acune, ella llegará a darle fin. Su cuerpo es: su tumba final.
11. III
de Diana Guerscovich
Desollarse el cuerpo, arrancárselo a tiras
las falanges de tierra, no más curvas de sangre
Pronto…
Piedra eterna:
inmolada por el destino.
El perfume
de Edgardo García
En este preciso instante
La vida se acompasa
Te pido que abrás la puerta
A su melodía alegre
Y coloqués una cuña para que no se cierre.
Entrá descalzo en la danza
Dejá tu cuerpo ondularse en el eterno vaivén
Es inevitable el dolor
Pero hasta en los duros trances
Podés notar las gotas
De la savia vital del amor
Filtrándose.
A quienes te rodean mirá
En tus seres queridos pensá
Tocá lo más puro de su esencia
Olvidá sus defectos por un instante
Evaluálos favorablemente por esta vez
Apreciá su presencia.
Como esas tardes de dibujitos
Y zapatillas en la vereda picándose
Quedarán imágenes de este momento
Este momento quedará atrás
Y a este momento vas a querer volver.
¡Abrí los brazos, sentí tus dedos
Y el contacto del aire
Con los poros de tu piel!...
¡Olé el perfume del ahora mismo
En el que vive todo tu ser!
12. Para las voces nuevas
de Edgardo García
A veces no lo logramos, no,
comunicarnos como quisiéramos
con personas que valoramos.
Miramos demasiado adentro nuestro
y creemos haber participado
en todas las historias.
Hablamos sin cesar, permanentemente,
y también nuestra mente
discurre en agitación y vocerío.
No escuchamos. No escuchamos. No escuchamos.
Espacio cercado.
Las voces nuevas no nos llegan.
No bastará con que nosotros nos callemos
esperando nuestro turno
de soltar la propia voz.
Comprender aquello
que otros tratan de decirnos
implica, además de hacer silencio,
la tarea de recorrer a paso lento
su relato.
Colocándonos en su lugar.
Desasiéndonos de la voz de nuestro ego
y de las voces de los egos
de otras personas
con demasiada influencia en nosotros.
Voces consolidadas
flanqueando el espacio a nuevas voces.
Voces consolidadas
como una cerca despiadada...
Al espacio cercado abrámoslo.
Para las voces nuevas.
Y para que caiga
sobre esas cercas
la sincera luz del nuevo sol.
13. LA IRA DE LÚCIFER
de Edward Plane
Jacob era un buen tío. Siempre cuidaba de sus varias mujeres, y de los hijos de su
hermano, Elbren, quien había muerto, y quienes solían enredarse casi de modo
permanente en algunas trifulcas por cervezas y otras mujeres. Y así, habría sucedido una
vez, que uno de éstos le preguntó sobre lo que siempre se comentó en el pueblo respecto a
él, aquello que mantenía a esos mil habitantes bajo la intriga de lo que aquel había
logrado por el misterio de unos hechizos.
Supuestamente había traído a tierra a Lúcifer una vez, o al menos eso se creía, o algunos
vecinos lo vieron esa vez bajo la influencia de algún poder, el día que todo cambió y
comenzó a construirse un harén para vivir en él. Entonces le preguntó:
-Tío, ¿cómo es que conoces a Lúcifer?
Ambos iban sobre un camino de tierra, en la tarde, cortando cardos con una guadaña y
una sada, dándole de comer a las liebres, yéndose del harén al pueblo. Jacob se puso muy
serio, completamente, pues nunca nadie le había preguntado por ese tema, nunca, y lo
miró:
-¡No hables así de Lúcifer!, tan sueltamente, y delante mío…
-Tuve que vencer a Satán...
El sobrino quedó sorprendido. Pero siguieron caminando un rato en silencio, y luego
volvió a cargar:
-¿Pero cómo es?, yo quiero saber…
Y el viejo, medio aturdido, posiblemente por la incisión de las preguntas, se frenó un
momento, se puso a pensar mientras el sol le daba de frente cerrándole casi los ojos, y
empezó a hablarle hasta terminar:
-Solo por causas como la del desamor a la tierra, hijo mío, es que Lúcifer pudiera enojarse
con nosotros…
-Pero no existe en su razón sentimiento alguno de rencor dado lo innegable de su fuerza
para dominar los secretos oscuros del cosmos y de la mente…
-Ahora, ya lejos él, en la muerte adormecida que se distingue por el infinito tiempo,
pienso en lo que estará haciendo, y fugaces recuerdos debieran también invadirme por
todo eso…
-Pero seré consciente con vos de que así lo es y lo ha sido siempre, si lo he podido
imaginar, es también porque lo vi…
-Su ira puede desencadenar el caos, ser algo incontrolable, que trascienda los horrores de
los días y de las noches y eso me ha pasado, y que te resultarán miserables al lado de su
grandeza o de su extraña belleza…
-Pero todo eso ha dejado también de ser, y ya no me importa tanto tampoco…
-Él es un indio y me dijo que sólo se enojaría con conmigo cuando los hombres dañen a las
mujeres…
-¿Y por eso te hiciste el harén? -interrumpió…
-¿Eh? –volvió-
-Claro, claro…
-Claro muchacho, por eso…
FIN
14. de Leandro Bohnhoff
Oh, espíritus perennes,
infundan fuerzas a este corazón herido,
que no puede más que cantar sus penas
compungido a la orilla de este río.
Acérquense todos, quienes se atrevan,
una historia dolorosa les traigo a esta vera.
Ya tiempo hace, en la crónida lejanía,
que un héroe hubo, cuyos dolores fueron muchos.
Y aunque la historia no se parezca a la mía,
ni en su forma, ni siquiera en su manía,
hay verdades que atraviesan las edades.
El héroe mirmidón no era otro que el de pies ligeros,
el rubio Aquileo, de melenuda cabellera.
Su fama era alada, su aura divina,
sus hazañas cantadas a diestra y siniestra,
todo su ser venerado, aunque olímpico no fuera.
Su cuerpo bañado por inmortales aguas,
que lo hicieron invencible, salvo por dos tajadas,
que pergeñaron al héroe pérdidas mortales.
Por un lado, su talón, que lo hacía corpóreamente vulnerable;
por otro lado, su amado, cuya pérdida dejó desahuciado.
Recuerdo épocas felices del rubio vencedor,
junto a su amado Patroclo, su fiel servidor.
Antes de una embajada, su mirada se deleitaba,
al compás de la canción que entonaba el mirmidón,
en el menecíada adorado y por sus besos añorado.
Pero finalmente llegó el día en que de sus manos fue arrebatado,
bajo sus ropajes ultrajado, maltratado y finalmente matado.
El héroe enloqueció de furor, sed de venganza y mal del cor,
sus cabellos ciñó, su pecho y cuello golpeó,
pues no era su cuerpo, sino su amor, el dañado por las huestes del horror.
Y así fue como el héroe llegó a la comprensión
de que sempiterno no era, y al deseo de serlo renunció,
a pesar de su aura y las gracias de la famosa laguna.
Mortal era, no solo porque su sangre en sus venas dejara de correr,
sino porque el patrono de su corazón dejara de vivir.
De la muerte es el poder igualador,
que a todos y todas nos espera con fervor.
La ciega guadaña, el fin irreductible e inexorable,
que al final del recorrido a todos nos libra de males,
en mí, en ti, en él y en aquél, el cisne espera cantar sus finales.
15. Liquis
de Celso Rafael
Me encontraba en el living del quinto piso del edificio Panamericano, era el departamento
en donde vivía. Sentado en un sofá, tomando un café y deleitándome con El primer hombre
de Roma versión pocket. Decidí encender la estufa porque el clima estaba un tanto frio. El
sofá de cuerina negra estaba dispuesto mirando a la ventana, donde se podía contemplar un
cielo gris, aunque no cargado con lluvia que se desplomase sobre la ciudad. De repente, un
rugido, no de un animal, un rugido constante, como si fuera una estampida, un ligero
temblor sacudía el departamento. La sala no quedó con más luz que la que provenía de la
ventana. Se escuchaban gritos desde la calle. Me incorporé alarmado por lo que estaba
aconteciendo. Me acerqué a la ventana, me agarré del marco sin animarme a salir a mirar
por el balcón. Desde el lado norte, observé cómo se aproximaba una gran masa marrón
grisácea que arrasaba con todo lo que encontraba en su recorrido, absorbiendo en su cuerpo
todo tipo de cosas, llevándose todo con una fuerza irrefrenable. Podía ver cómo las figuras
de personas que intentaban huir despavoridas se perdían en las fauces de esa bestia
liquida. Los autos eran levantados como hojas al viento. Arboles, con cortezas anchas,
arrancados de raíz o partidos por la mitad por toneladas de agua que realizaban una carrera
arrolladora por las calles de la ciudad.
Yo contemplaba horrorizado ese espectáculo.- ¿Qué es esto por Dios?-decía mientras, sin
noción del riesgo, salí al balcón, atraído por el fenómeno. El corazón empezó a palpitarme
desaforadamente, lo que estaba viendo era inconcebible. Era como si estuviera en el cine,
mirando una película de cine catástrofe en 3D. Estaba atónito. El pesado cuerpo de un
colectivo era ahora un objeto amarillo, contorneándose en esa vorágine de agua, arboles,
autos y mas agua. Los edificios, eran fortalezas que resistían el asedio de la naturaleza, pero
el agua iba cubriéndolos a cada segundo. La corriente no se detenía, y lo que antes estaba
por el lado derecho desde mi perspectiva, ahora se encontraba a unos trescientos metros por
el lado izquierdo. El agua iba barriendo, invadiendo todos los recovecos de las calles.
¡Qué desastre por Dios!-escupía en roncas palabras. Veía que varias personas se asomaban
a los balcones a observar esta postal de muerte y destrucción en marcha. Se me quedaban
grabadas sus caras estiradas de asombro y de terror. Algunos gritaban, otros, como yo, no
podían hacer nada más que mirar, choqueados. Mi corazón latía a mil pulsaciones. Sentía
como me temblaban los brazos, más allá de esta perturbadora sacudida que generaba el
avance del agua, que iba subiendo más y mas, acercando a una velocidad espeluznante a los
vehículos hacia los edificios.
Cuando me di cuenta de que eran estampillados contra los balcones, retrocedí. Unos, dos
tres, cuatro autos que impactaban las paredes, que colisionaban entre ellos, que se
amontonan por la estrechez del canal improvisado por la corriente, pero que al final cedían
ante este ímpetu aplastante que se apoderaba del asfalto y eran lanzados como proyectiles
flotantes o desaparecidos bajo la furiosa superficie.
Era inevitable pensar en mi muerte, empezaba a entrar en desesperación. ¿Me ponía a
elevar plegarias de salvación como en mis tiempos piadosos? No, con las ideas de Dios que
se generaron en mi proceso de madurez, no me podía detener a hacer eso. Me agarraba la
cabeza con las dos manos -¡la puta madre que me parió! ¿Qué mierda es esto?- Un torbellino
de emociones y pensamientos me invadían, hundiéndome en una obnubilación que me
inmovilizaba. Miedo, terror, desesperación, sensación de indefensión, de incapacidad, de
que es una terrible pesadilla, o de que estoy fantaseando nada más. Pero el agua queme
16. cubría los tobillos me hizo entender de que era realidad.- ¡la concha de la lora! ¡Me esta
llegando el agua y cada vez crece más!- me acordé de que no sabía nadar. Si el agua, a la
velocidad en la que estaba subiendo, me cubriera, sería mi fin. No lo sabía en realidad, pero
tampoco quería comprobarlo. Así que me dirigí a la puerta principal, tiré del picaporte con
una manera torpe y bruta, no se abría. Las putas llaves las dejé, quien sabe dónde. Miré la
mesa, no estaban. Fui a mi pieza, miré sobre la estantería, no. Sobre el escritorio, tampoco.
Sobre la cama, agarré el juego de sabanas retorcidas y las tiré en donde no me interfiriesen la
búsqueda, tampoco estaban. El armario, era inútil. Salí dela pieza, me acordé de mi bolsillo,
metí la mano. Ahí estaban. Las saqué. En otro movimiento torpe y desesperado y pensando
en una muerte inminente por descarga eléctrica o por ahogamiento me costó abrir la puerta
hasta que finalmente lo conseguí. Me di cuenta que el agua estaba llegando cada vez mas
rápido en los pasillos, por las escaleras. El ascensor, ni en pedo. Subí como en una carrera
olímpica, saltando de a dos peldaños hasta el piso que daba a la terraza. Estaba cerrada ¡la
puta puerta estaba cerrada con llave!- ¡Nooooooo, la concha de mi putísima madre y yo que
dejé puesta la llave en mi departamento!-dije con rabia. No me quedó otra que bajar, sin
importar que el agua estuviese inundando todo. Era eso o me resignaba y me entregaba a la
fría y abominable liquidez hasta que mis músculos dejen de tensarse y mis estertores cedan
en la lucha. No, bajé, no pensaba morirme sin antes intentarlo.
A toda velocidad, descendí por las escaleras en caracol. Temiendo encontrarme con una
pared de agua que me absorba y no me deje salir más, en mi frenético descenso, choqué con
una mujer que subía. El encontronazo hizo que ella cayera de espaladas al piso, y yo a su
lado boca abajo. Me incorporé al instante. Ella, con un gesto semiinconsciente pero el dolor
dibujado en su cara seguía en el piso, gemía levemente. Vi que tenía un manojo de llaves en
la mano, cerrada fuertemente. Un atisbo de esperanza iluminó mi corazón. En ese mismo
momento, todo desapareció en una capa de oscuridad. Se encendieron las tenues luces de
emergencia. A mi atención vuelve ese sonido espantoso del agua que con sus suaves y
pesados dedos, van impregnando cada milímetro de espacio por los pisos inferiores. Tomé
a la mujer, que resultaba ser mi vecina de al lado, doña Lidia. Me agaché, pasé mi brazo
derecho por debajo de su nuca, mi brazo izquierdo, por debajo de sus rodillas. La levanté.
Afortunadamente era menuda y no pesaba demasiado. Me emprendí de vuelta a la
escalada. Ahora, de manera más pausada, pero no sin desesperación. Cada paso era más
lento y más pesado. Aun así, logré subir de a dos peldaños. Cuando me di cuenta, doña
Lidia tenía colgando el brazo derecho, donde sujetaba el manojo de llaves. El miedo se
intensificó mas aún, provocándome una agitación en la respiración, cada bocanada y cada
espiración eran como golpes de percusión que resonaban en mi pecho. Mi corazón era una
locomotora. Me aterraba la idea de que se le caiga el manojo, o por no encontrar esa llave
que nos podría brindar un escape o, al menos, prolongar unos minutos más de vida hasta
que el agua no nos deje contemplar el cielo nunca más.
Cuando llegué al último piso, la bajé cuidadosamente. La desgraciada seguía teniendo el
puño cerrado con el manojo dentro. Podía ver como los nervios la hacían temblar y el color
de sus dedos se tornaba amarillo por la contracción de su puño. No se de que manera logré
abrirle la mano. Busqué la llave. Gracias al cielo la encontré, la introduje en el cerrojo, le di
tres vueltas. Con la inercia de mis torpes maniobras del miedo que tenía, abrí la puerta con
tal fuerza que no escatimé en el topetazo que se dio con la pared que los vidrios de la puerta
estallaron. No me importó. Tomé a doña Lidia de vuelta en mis brazos y salimos a la terraza.
En ese mismo momento, sonó la alarma de mi despertador. Me sentí aliviado. Aun así,
cuando levanté el acolchado, me di cuenta de que no estaba del todo seco.