El documento presenta varios poemas cortos de diferentes autores. Los poemas tratan temas como el amor, la soledad, los recuerdos y la condición humana. El formato es una pequeña revista literaria producida por estudiantes que busca publicar textos breves de manera autogestionada.
Voy a poner en vuestras manos un "Ramillete" con algunas de las poesías escritas por mí durante estos últimos 23 años de mi vida.
Es no es un libro, pero son unas lineas de tirada restringida sólo para personas con la suficiente sensibilidad como para entender que no siendo escritor ni teniendo ningún estudio, me atrevo a escribir lo que pienso y quiero, sin pretender que mis lineas puedan optar a ningún premio literario o poético.
Muchas de mis poesías están dedicadas a personas, lugares y situaciones conocidas o vividas por mi, otras muchas están inspiradas en vidas que no son la mía. Pensando en alguna situación que en su momento me gustó poner en un papel y luego incluir en estas lineas. Simples productos de mi fantasía. Esa fantasía que las personas tenemos y no todas quieren plasmar.
Veréis que soy una persona muy sensible, que mi genio es sólo una coraza para intentar protegerme del mundo en el que me ha tocado vivir.
Los que me habéis tratado un poco más; con los que he compartido buenos y malos momentos, para vosotros es especialmente este trocito de mi vida.
Deseo también que os gusten y disfrutéis al leerlas tanto como yo al escribirlas.
El poeta del Ocaso y su obra marcada de oscuridad..
Me he quedado solo
con el hedor y los remordimientos,
escribiendo sobre tu cadáver.
Viendo como la sangre
se mezcla con mis esquizofrenias,
un poco más tarde ha de fundirse
con la pila de secretos
que estoy amontonando
sobre los labios de la muerte.
Hombre, conciencia y libertad, escucha a tu voz interior y sigue adelante, aún cuando la nada terrible sea tu aliado, no estás solo somos miles, millones de personas que te acompañamos con el pensamiento, con el caminar, con los gritos de protesta, porque sabemos que estás allí y percibimos tu deseo de vernos entonar a tu lado, un Canto de LIBERTAD.
Voy a poner en vuestras manos un "Ramillete" con algunas de las poesías escritas por mí durante estos últimos 23 años de mi vida.
Es no es un libro, pero son unas lineas de tirada restringida sólo para personas con la suficiente sensibilidad como para entender que no siendo escritor ni teniendo ningún estudio, me atrevo a escribir lo que pienso y quiero, sin pretender que mis lineas puedan optar a ningún premio literario o poético.
Muchas de mis poesías están dedicadas a personas, lugares y situaciones conocidas o vividas por mi, otras muchas están inspiradas en vidas que no son la mía. Pensando en alguna situación que en su momento me gustó poner en un papel y luego incluir en estas lineas. Simples productos de mi fantasía. Esa fantasía que las personas tenemos y no todas quieren plasmar.
Veréis que soy una persona muy sensible, que mi genio es sólo una coraza para intentar protegerme del mundo en el que me ha tocado vivir.
Los que me habéis tratado un poco más; con los que he compartido buenos y malos momentos, para vosotros es especialmente este trocito de mi vida.
Deseo también que os gusten y disfrutéis al leerlas tanto como yo al escribirlas.
El poeta del Ocaso y su obra marcada de oscuridad..
Me he quedado solo
con el hedor y los remordimientos,
escribiendo sobre tu cadáver.
Viendo como la sangre
se mezcla con mis esquizofrenias,
un poco más tarde ha de fundirse
con la pila de secretos
que estoy amontonando
sobre los labios de la muerte.
Hombre, conciencia y libertad, escucha a tu voz interior y sigue adelante, aún cuando la nada terrible sea tu aliado, no estás solo somos miles, millones de personas que te acompañamos con el pensamiento, con el caminar, con los gritos de protesta, porque sabemos que estás allí y percibimos tu deseo de vernos entonar a tu lado, un Canto de LIBERTAD.
POESÍA DE AMOR DE SABRA Y EURÍDICE CANOVA-LIBRO 5EURIDICECANOVA
Poesía de Sabra y Eurídice Canova libro 5-Poemas románticos y de amor que surgen desde el corazón.
Poesía para los enamorados y para los que disfrutan de los versos de amor.
Recopilación de poemas para la concentración convocada por Electra Teatro y el mundo de la cultura salmantina de apoyo a #LibertadTitiriteros (14 de febrero 2016)
POESÍA DE AMOR DE SABRA Y EURÍDICE CANOVA-LIBRO 5EURIDICECANOVA
Poesía de Sabra y Eurídice Canova libro 5-Poemas románticos y de amor que surgen desde el corazón.
Poesía para los enamorados y para los que disfrutan de los versos de amor.
Recopilación de poemas para la concentración convocada por Electra Teatro y el mundo de la cultura salmantina de apoyo a #LibertadTitiriteros (14 de febrero 2016)
Unidad_2_B8_Land_Art.(1).pptx land art fotografia artefusiongalaxial333
El Land Art es un movimiento artístico surgido a finales de los años 60 y principios de los 70, en el que los artistas utilizan el paisaje natural como medio y materia prima para sus obras. A menudo, estas obras son de gran escala y se integran en su entorno de manera que alteran el paisaje de forma temporal o permanente. Aquí algunos puntos clave sobre el Land Art:
2. La cosa misma, la cosa en sí misma, por fuera
de interpretaciones, vinculaciones o
relaciones que podamos establecer con la
cosa, es la cosa. La cosa misma. Cosa
siempre fantaseada por los estudiantes de
letras. Desde ALALetra -como agrupación de
estudiantes de letras- decidimos solamente
impulsarlo para que la cosa pueda
materializarse. Se trata de abrir un espacio
que se irá consolidando. Está abierto a una
sección para cartas de lectores, columnas
específicas, dibujos y cualquier tipo de
producción artística propia de los estudiantes.
Este sencillo formato autogestionado que
consensuamos en llamar revista, tendrá el
precio del costo de la fotocopia. Por eso
sugerimos que envíen textos breves para que
más gente pueda publicar sin elevar
demasiado los costos.
Esperamos propuestas y textos, serán
bienvenidos.
Septiembre 2014
3. No soy yo, es el siglo
de André Silvestri
Nunca fui un tipo profundo
ni sustancial, ni enardecido insurgente
ni siquiera libre ni siquiera océano
más bien huero... anodino...
Te veo y veo un cuerpo, tus tetas
puntiagudas y exuberantes bajo el pulóver
tu habla densa para mi bobo aire
tus labios de invierno igual sensuales
Ya basta de arrinconarme
no soy un tipo profundo ni abstruso
por más que hayas oído los gritos de mis chanchos
por más que me hayas visto en el encantador espacio del nunca
orinando sobre los surcos rojos que han quedado del firme hachazo
de los aguijones
y por más que insista tu miel
¡Nunca fui un tipo profundo!
Sé que sostuviste con tu lengua mi lágrima
y con tus dioses mis diablos
pero mi anciano borracho y mi niño cansado
beben juntos en los toneles
sin agudas peripecias
Deberías de ver lo triviales y sensatas que resultan mis mañanas -
entre Bach y la clara queja muda-deberías
de ver lo mansas que cabalgan mis noches -entre risa
ordinaria y vómito electrónico-
Realmente no soy un tipo profundo
son los playos tiempos que rodean
y hunden su arena en laberintos
que han nacido demasiado tarde.
4. Cuestión
de André Silvestri
¿A través de que lunas he de vivir
antes de habitar y resumirme en el cambio eterno y
[constante?
¿Qué río he de cultivar y qué nombre le pondré?
¿Con qué razón -siempre errática- bañaré mis pasos?
¿Seguirán mis noches siendo la vida de los pianos que
[extasiados
sienten dedos de la dama que nunca guardaré en mis
[playas del tacto?
¿A través de qué se abrirán mis días y cuál será la melodía
[que marcará el paso?
¿A qué luz le daré mi sombra, y a que sombra le daré mis
[días y mis ecos?
¿Cuales libros me encontrarán despierto en las ondas
[expansivas de un ayer que se pudre?
¿En qué páramo desviaré mis toxinas, donde venderé mi
[alma y cuantos pesos me darán por ella; como engordaré
[la visión de hoy?
¿Cuándo y porque romperé el calabozo de mis lágrimas? -
[espero estén cálidas- pero ¿a quién tendré que darle
[gracias?
¿Qué historias y qué versos se abrirán en el tramado
[tumultuoso sin intención de ser lo que serán?
¿Qué ser será la cripta de mi debilidad?
¿Sobre el desierto vivir desperdigando lentamente gotas o
[expandir de una vez y sin sed un gran charco de barro?
5. Testa
de André Silvestri
Se reduce en un testa y un rostro
pero se va expandiendo --sin ruido--
una esplendida testa sin cuerpo
testa que dibuja cíclopes en las nubes
que con tesón crea sin tesauros
rodeada de un ambiente sin tertulias
de amargura rojiza como la tierra
un terreno que se le guarda
ahora en el cabello- pero
tuvo antes en las uñas,
tiene ahora el vino en las diminutas
venas de sus ojos- pero
tuvo antes en el alma
y va... solo, incompleto, macizo
duro como el huracán
queriendo deshojarse ya de todo.
De Manuel Díaz
Padre Ferdinand que estás en las aulas
Santificado sea tu signo
Venga a nosotros la arbitrariedad
Hágase tu voluntad tanto en el concepto
Como en la huella psíquica.
Danos hoy nuestra lengua de cada día
Perdona nuestras nomenclaturas
Así como también nosotros perdonamos a quienes no saben pronunciar tu
[nombre
No nos dejes caer en el significado sin significante
Ni en el significante sin significado
Líbranos del lenguaje y del habla.
Arbor
6. Arenas
de Jorge Alfredo Cossar
He perdido las piezas de un recuerdo
Estaban: el ocaso, tus piernas y la brisa…
Pero, ¿a dónde estaba yo? ¿Qué era de mí?
Se extendía tu vientre
como vasto desierto donde
marchando iban camellos morados,
con un andar impreciso que formaba
constelaciones
Las alimañas atesoraban venenos que
esperaban huir y herir la sangre;
Pero como el cielo mojaba tu nombre,
amoldaba el tejido del paisaje
con la placidez de tus vocales
He perdido las piezas de un recuerdo
Estaban: el naranja, el siena y el púrpura
Pero, ¿a dónde estaba yo?, ¿qué era de mí?
Los manjares del profundo silencio
pintaban el cuadro de tu silueta
con la precisión de tus confines:
tus pechos, tu cintura, y la cuna
de los besos.
¡Algo, al fin, voy recordando!...
permanecías sentada en el horizonte;
asomaban tus pies desnudos, tus rodillas,
tus muslos, el desierto, las dunas,
los camellos, la cuna…
He perdido las piezas de un recuerdo.
Me detuve, tras largo andar, a beber de un oasis…
¡Eran tus ojos!, y allí mismo me desvanecí.
7. Sexus
de Jorge Alfredo Cossar
Torre lúbrica, impetuosa:
Tuyo el prepucio
Que cobija, ama y
Corona tu rosada cúpula.
Allá donde, en lo alto,
Brota el ave migratoria,
Sacudiendo sus alas
Del blanco adiós:
Pregonero del otoño.
Y el excitado crepúsculo
Se estremece tan pronto
Como recibe el cáliz
Fecundo del revoloteo:
Tan armónico y confuso
En su huida hacia ese
Bendito hemisferio…
¡Ay! El de esos pechos
Que ciñen tan finamente
El collar de perlas que
Vehemente se ha derramado.
8. Trazos
de Jorge Alfredo Cossar
Hombres bípedos, erguidos.
Caminantes verticales de
calles horizontales.
Sombra perpendicular a lo lejos.
Hombre que hunde su raíz y su
muerte en el barro
de jardines sagrados.
Hombre que, mientras vivo,
conquista las alturas.
Hombres que yacen horizontales
en caricias circulares
contemplando a la noche tendida
sobre sus cabezas.
Hombre que encuentra que se ama
con el amor extendido de las palabras
De avenidas, calles y esquinas.
Hombres que rezan oblicuamente
y así también se lamentan.
Como es el lamento:
un poco de plegaria al cielo
y una lágrima al río.
de Franco Secco
La oscuridad se dejo ver y las ratas comenzaron el vals,
murciélagos que cantan y alguien llora ahí atrás.
Palabras huecas se saben soltar, historias largas de ningún lugar,
largo circo ha de montar para la pavada actual.
Bla, bla, bla dice este tal. Bla, bla, bla puedo escuchar.
Bla, bla, bla te cuentan por demas. Bla, bla, bla como mierda salgo
[de acá?
Uno quiso reír pero logro llorar
aquel quiso morfar y llego a vomitar
Todos estos quienes de tal en el circo fugaz
se pusieron a bailar y aun no se pueden bajar.
9. Escondidas
de Jorge Alfredo Cossar
Uno, dos, tres
Manos ajenas reposan sobre mis ojos
Cuatro, cinco, seis
Se abre una ventana en sus dedos
Siete, ocho, nueve
Cae una tierna lágrima por mi mejilla
Diez
Esta es la última vez.
Once, doce, trece
Escucho, la piedra de mármol se abre
Catorce, quince, dieciséis
Ya mis penas huelen a lirios
Diecisiete, dieciocho, diecinueve
Me daré vuelta y desaparecerás
Veinte
¡Ay! y tanto te habré de llorar.
de Franco Secco
Serpiente que desfila por cada torrente de mi cuerpo, socavando
en mis emociones. Salvavidas de la inexpresividad total, la muerte
implosiva. Guía de mis propios sentimientos, alzándome sobre tu
lomo, para así recorrer el largo camino hacia mi sol, mi centro, mi
corazón, mi alma. Enfermera de la soledad, eres quien me sana las
heridas de aquel vació letárgico. La musa en cada momento de mi
vida, compañera fiel, que haces de mi el hombre más feliz en el
momento q te acaricio cada nota de tu cuerpo. Eso eres para mi,
mi amor, mi música.
10. Sueños.
de Cintia Elizabeth
Me senté a llover junto a la ventana,
empañando los cristales con el susurrante deseo de que desaparezcas...
Palidecí ante los hechos,
y me vi huyendo despavorida una vez más....
No es que tenga miedo a fracasar,
ya me acostumbre al monótono y fugitivo deseo de huír a destiempo,
borrando los pasos...
desapareciendo los recuerdos...
Me asusta su presencia y esa es mi conclusión...
Me asusta su extrañeza, justamente la misma que adopte para ser quien
[soy...
Me encuentro en la encrucijada de no saber hacia donde echarme a
[andar,
si retrocedo, si me atrevo
o si declino sin siquiera empezar....
Me abrumaron sus palabras, esas que él jamás pronuncio...
Me desconsolaron las esperanzas...
Ese... "Lo que pudo haber sido si yo..."
El era una noche estrellada,
y yo era un sueño....
El cual no era momento de soñar.
de Cabeza de Calabaza
Después de ese primer día, no volvió a ser igual.
Ver las cosas tan claramente pocas veces podía saber tan bien.
Él, liberándome por completo,
qué mas podría necesitar?
Libera su energía, expandiendo su frío dentro de mí.
Limpia mi cuerpo, me convierte en alma pura.
Su brillo se consume y se convierte en mi sangre.
Nos unimos muchas noches,
sin contemplación, sin nada que esperar mas que el disfrute de esa unión.
La única que sería eterna, a pesar de ser tan efímera.
11. Atrida Corazón
de Cintia Elizabeth
¡Este mundo no necesita más amor.
Necesita más aventurados a encontrarlo...
Locos suicidas,
kamikazes entrenados que no teman caer a tal dicha fatídica...
Aquellos capaces y azarosos,
como Aqueos que veneran la muerte en la guerra por excelencia,
necesitamos de esos...
Que no teman caer en la desgracia divina de sentirse vivos...
Porque así es esto,
como el dolor y el llanto que hincha el pecho de valentía,
esa antítesis de lo desgraciado y lo divino que nos hace sentir
[ vivos,
esto es el amor!...
Porque si esto no fuera así,
entonces que sería de nosotros?...
Imagínate un mundo sin amor....
Pero no a este amor de ahora...
Ni siquiera me refiero al amor de años atrás...
Aquel amor ancestral,
evocado por los poetas, proferido por musas fantásticas...
Ese amor que subía por las cascadas a contra corriente, sin pedir
[permiso,
que llegaba se instalaba y había que obedecer...
Me refiero a ese amor que no era buscado ni rechazado, sino
[ recibido...
Y se seguía sin más...
No hablo de forzarlo y mucho menos me refiero a arrancarlo
y si fuera así,
que mis manos no vuelvan a poder escribir semejantes palabras!
Me refiero a dejarlo fluir...
como las aguas cristalinas en las laderas de una montaña y que
[bajan hasta su cauce...
12. Eso es el amor,
es el destino,
el dejarnos llevar..
Y no me refiero a un amor puntual,
sólo estoy generalizando...
Imagina nada más...
que esto se pierda para siempre...
Qué sería de nosotros?
Sólo piénsalo un momento...
Apología del reencuentro
de Edgardo García
Los dos adultos se sientan en el mirador,
con el horizonte de la isla cercana.
No falta mucho para que la noche
convierta en tinta el agua.
La amena charla se va tiñendo
con las reminiscencias que llegan
navegando a babor en un barco arenero
de color naranja
y bajan por las curvas del tiempo,
desandando ladrillos en las arcadas.
El chico que escribiera cartas de amor
y quien fuera
su princesa del Colegio San Francisco
caminaban por Puccio y quisieron ver el río.
Igual que en los días de su adolescencia,
en la Plaza Santos Dumont se vuelven a ver
y la apología del reencuentro
es el leitmotiv del atardecer.
13. Pidi
de Edgardo García
La memoria personal debe regirse por leyes verdaderamente
complejas. En el punto de Boulevard Rondeau por el que habré
transitado en más de mil oportunidades, sólo se divisa hoy el burdo
calco propagandístico de un concejal de poca monta. Pero durante
muchos años una leyenda, tan romántica como cómica, sorprendía
y parecía instanciarse nuevamente cada vez, transmitiendo la viva
impresión de haber sido escrita apenas unos cinco minutos antes.
De todos modos, recuerdo claramente una ocasión que me hallé
frente a ella. Por qué mi memoria habrá preservado con especial
nitidez esa circunstancia y no cualquiera de las tantas otras es algo
que desconozco.
En ese momento el colectivo se detuvo en el semáforo, a la altura de
la calle Martín Fierro: mientras se ahogaba el chirrido de los frenos
pude contemplar la inscripción de cierto enamorado, de tono
imperativo y suplicante. A través de un espacio con forma bastante
circular en el vidrio de la ventana que no estaba cubierto de tierra,
se leían aquellas letras sobre el cantero del carril rápido; trazadas
con pintura negra, eran letras de la misma exacta cantidad de
centímetros y milímetros de altura que el estrecho cordón.
Ignoro quiénes serían la mentada Pidi y el amoroso arriesgado que
dejó grabada su demandante confesión:
"Pidi te amo y no pongás esa cara de forra que te lo digo de corazón.
Yo “
14. La columna filosófic
a
De la imposibilidad de la certeza de estar
en o con Dios
Supongamos que se abren los cielos y baja una
figura contenida en un resplandor generoso.
Supongamos que la figura es antropomórfica,
enorme, algo translúcida. Supongamos que nos
dice, con una voz que resuena en todos lados:
"Soy Dios." Si se quiere sostener una actitud
filosófica, no cabría el asombro ante ese hecho. ¿A
qué asombrarse de lo que efectivamente ocurre? Si ocurre,
era posible; si era posible, no cabe el asombro. Sí cabría
esperar a ver qué hace o preguntarle, con suma delicadeza,
si se le ofrece algo. Incluso tendríamos el derecho, ante la
afirmación "Soy Dios", de decirle: "Demuéstremelo."
Para estar seguros de que estamos en o con Dios,
tendríamos que dejar de ser humanos, porque la duda es
parte constitutiva de nuestra condición. Tendríamos que
ser de tal manera que ni siquiera fuésemos capaces de
imaginar la duda. La duda no es algo que se elija, sino algo
que viene a nosotros. Por más que queramos creer que eso
que bajó del cielo es Dios, algo en nosotros puede dudar de
que no lo sea. Por eso la relación del hombre con Dios no
puede nunca pasar de una creencia, de una sospecha
esperanzada.
Juan Cruz Echavarren
15. Sin coraza
De Marce Gómez
De soledad tirita el sol ausente
frío y lúgubre como esta piel mustia,
que se desgaja ante el omnipresente
amor que solía amar y ahora es angustia.
De viajes risueños el compañero
ya no me acercará al tiempo lozano.
Aquél quien siempre ha sido, al que prefiero,
se ha ido como se va el sol del piano.
Solas las sábanas saben susurrar
silentes falsedades sigilosas
con las que la flor se puede desgarrar.
Solas las palabras se tornan briosas
al intentar pronunciar el olvido
de lo que no pierden y no han tenido
16. Derrotero de un héroe
De Federico Areste
Llovizna ligera, una máxima de 22°, un martes a las 19.41 pm.
Varúð se tira en el cemento, sumergido en la pedantería de algún deseo;
atrapado y dominado se entrega con no mucha resistencia.
Más sensible a la belleza que de costumbre comienza a caminar en busca de
alguna historia que lo conmueva.
Sigue caminando. Las gentes lo atraviesan como las horas y lo invitan a
transfigurarse.
Los olores parecen guiarlo hacia algo que cree que vale la pena; de repente se
pierden y todo vuelve a la extraña sensación de solamente mover los pies con
algún que otro ritmo.
La oscuridad; el amor; el sexo; tu perfume; una boca; algún pájaro
arrepentido; los refugios eternos de los hombres para sobrevivir; la vida y la
muerte; unos pechos hermosos seguidos por la belleza de una mujer que corre
en forma circular sin parar, a la que cruza dos veces en pocos minutos y lo
perfora con una mirada de simetría singular a la que no cree poder jamás
concederle el goce del olvido.
Todos esos podrían ser temas viables piensa y sigue caminando. La ciudad se
empieza a apagar como la voz de un pesimista del siglo XIX que nunca tuvo
esperanzas, porque podes ser un pesimista esperanzado como Hesíodo,
aunque a veces se pone áspero, creo que él no te lo va a negar, Varúð tampoco,
y yo menos.
Caían las horas y llegaba la noche que borraba todo de un plumazo, una
especie de pincelada divina que coloreaba todo con un misterio arcano.
Sigue caminando. De repente, sin buscarlo, como al amor, se choca y se rompe
contra un cartel. Dejo pasar unos instantes, se acomodó las ideas para volver
a la realidad y ve que estaba escrito en alemán, lo cual le llamo poderosamente
la atención, "otra de las asquerosas maniobras de marketing de los
inescrupulosos publicistas apurados" se dijo. Utilizando la poca tecnología
que llevaba encima lo traduce y se encuentra con un anuncio bastante
extravagante. Más bien parecía una broma, algo sin mucho sentido. Su primer
sensación fue seguir caminando y olvidarlo todo, pero aprovechando la
cercanía al lugar donde citaba el anuncio y el tiempo que esta vez no era su
enemigo como la mayoría de las veces, comenzó a caminar de nuevo, siempre
para adelante, sediento de alguna aventura que ande flotando por el aire.
Al llegar lo recibe una persona completamente desnuda. Se presenta, acto
seguido lo invita a desnudarse y a tomar asiento hasta ser atendido. Es
bastante aburrido describir las emociones que lo recorrían en ese momento,
17. según tengo entendido creo que tampoco las recuerda, pero fueron
innumerables. Persigue las órdenes sin interponer palabras. Se sienta, toma
una revista de las tantas que adormecían arriba de una mesa y se encuentra
con una nota magistral de psicomagia, ahí estaba Jodo y sus apasionantes
historias, de esas de las que no podes no salir herido. Entusiasmado hasta la
médula empieza a indagar las páginas, la historia lo iba atravesando por la
carne cuando de repente aparece otra persona despojada completamente de
sus atuendos, castrada, un hombre vaginal, que lo invita a ingresar en una
habitación. Seguía sin emitir juicio, solo asentía con un movimiento de
cabeza hacia abajo y tratando de mirar poco a los ojos, cosa que a él no le
g u s t a e n a b s o l u t o .
Se enterraron los dos en la habitación, era de esos lugares donde mucho no
se deduce lo que pasa a pesar de esforzarte hasta el cansancio, pintado con
varios tonos azules y verdes, intercalados cuidadosamente unos con otros,
formando una especie de delirio óptico extraordinario que a la primera
percepción te teletransportaba a una orgia intensa de 1519 en la India o en la
e s t a n c i a d e l Q u e r a n d í .
Había unas velas prendidas, algunos sahumerios, multitudes
e x c i t a d a m e n t e d e s n u d a s q u e i b a n y v e n í a n .
Al abstraerse un momento del lugar logró visualizar en una pared una
pintura, era una persona con una cuchilla en la mano, totalmente desnuda,
era una mujer hermosa, parecía ser quien tutelaba el lugar. Su mirada
inconfundiblemente decidida la delataba, la volvía deseada, la hacía eterna.
Era de esas miradas que no se olvidan en la vida. Inmediatamente logró
reconocerla. Era la mujer de los pechos sublimes que corría sin parar en
círculos reducidos. Esa mujer que vio pasar dos veces, o tres, o ninguna por
adelante suyo hacia no más de 15 minutos, que ahora estaba viniendo hacia
él completamente desnuda con una cuchilla en la mano, como si hubiese
descendido del cuadro. No despegaba su mirada de la suya. Comprender lo
que pasaba se le hacía imposible. Probablemente era Ramnusia pensó, la hija
de la oscuridad y de la noche, que estaba tratando de aleccionarlo por ser un
ferviente admirador de lo imposible. Lo seguía mirando muy fijo y se le
acercaba cada vez más con su cuchilla en la mano. Cuchilla que
posiblemente haya sido creada por el majestuoso Aquemenes, ese que posee
u n e s p í r i t u d e s e g u i d o r .
Hacemos una tregua con el relato para aclarar que esta última aseveración
respecto al primer portador y dueño de la cuchilla me la atribuyo a mí quien
hago a las veces de relator de esta historia bastante distorsionada respecto
de la que alguna vez me confiara Varúð, su protagonista. Resulta que según
18. confiesa Varúð sobre su episodio revelador, la cuchilla que sostenía la
Némesis poseía un escrito persa que traducido al castellano significa
Pasargada, primera capital del Imperio persa aqueménida fundada por Ciro
II el Grande. Intuyo que éste último heredó la espada de su bisabuelo Teispes
habiéndola éste heredado primero de su padre Aquemenes como elemento
sagrado del imperio persa. Después de las interminables guerras y las
eternas herencias, la cuchilla pasaría en manos de algún sátrapa, protector de
la tierra donde se erguía el caído imperio persa aqueménida, que tras volver a
Roma se dirigió al Capitolio y la sacrificó ante la diosa de la justicia retributiva
entregándosela como una ofrenda por su perpetua protección.
Olvidando un poco los avatares de la historia, volvemos nuevamente al
relato que protagoniza Varúð, a quien Ramnusia seguía acercándosele
decididamente. Trató de calmarse para poder razonar y dominar la situación
pero le llevo algo de tiempo, y el tiempo ahora si se había transformado en su
verdugo abominable. Estaba entrando en un embelesamiento visual donde
todo era monumental, sus pechos se empiezan a petrificar; el resto de vida
que anidaba en su cuerpo se adormece. Se sintió fuertemente violentado por
algunas preguntas, como se siente violentado un útero por los espermas que
tratan de fecundarlo sin el menor de sus consentimientos. Se cae,
desvanecido, enredado en una especie de sueño cataléptico donde la poca
armonía háptica que alguna vez habito en él se desploma consigo y se le
escurre entre las manos como alguna clase de arena. Recuerda las imágenes,
esas visiones espectrales que lo recorrían por dentro tratando de
representarle alguna realidad exterior que no podía descifrar.
La red de mentiras en que atrapan al héroe que ahora es la víctima; el increíble
poder de esa mirada; la fuerza incalculable de esos tres milímetros de
diámetro del iris; la escena primordial; el teatro original; la contemplación de
esa imagen fija que lo recorre y lo satura, lo harta de su contemplación, de su
forma monumental, de su dureza.
Logra despertar pasado unos minutos y ahí estaba; en medio de un ritual, de
una representación magistral, rodeado de tambores. Ese teatro eterno del
tiempo donde los hombres solo son actores viciosos del sufrimiento,
buscadores incansables de la redención. Ese teatro donde todo se convierte en
fuego, y el fuego en todas las cosas. Quería volver a caminar pero perdió el
respeto total de sus músculos, su sensibilidad seguía adormecida al igual que
gran parte de su voluntad. De todas maneras junto coraje, amontono un poco
del aliento que tenía a su alcance, pegó media vuelta con la cabeza hacia abajo
y comenzó a caminar hacia la puerta de salida lentamente. Los tambores
seguían sonando cada vez con mayor intensidad, lo invitaban a quedarse, le
convidaban lujuria. A pesar de todo eso ofrece resistencias a sus pasados; le
19. canta shâh mâta a sus historiales, como seguramente lo hubiese hecho el
fabricante de tiendas, el hiperbóreo Omar; y decide irse antes de algún final
con el propósito de a ese instante consagrarlo hasta el infinito. Se entrega
nuevamente al polvo interminable del cemento, ese desde dónde venimos y
hacia donde siempre volvemos, vos, él, yo, todos.
A veces la sensibilidad por la belleza te puede aturdir el poco juicio o la ilusión
de él que te corre por las venas y te puede volver asquerosamente cobarde sin
perder en el camino el polimorfismo que la atraviesa y solo a través de éste
poder entenderla como una razón por la que sufrir más allá de alguna lógica
mundana; y que transforma, por medio del sacrificio, lo humano en deidad.
Sigue caminando, desnudo. Vuelve a su casa.
Inútil bosquejo de un pájaro
de Federico Areste
Esta es la historia de George Fox, aquel fundador de la sociedad religiosa de
los Amigos, los quakers, esos que temblaban cuando los atravesaba el
espíritu.
Así la relata su correligionario William Penn el padre de the holy
experiment, en uno de sus antiguos escritos encontrados en el parque
nacional de Yellowstone, al noroeste de los Estados Unidos, por Walt
Whitman en octubre de 1888 antes de que un infarto lo sorprendiera por la
madrugada mientras transitaba el Yellowstone Park Bison Herd.
Cuenta George según William que los dioses en algún momento de sus
vidas predeciblemente mundanas decidieron unánimemente reunidos
concederles a las tierras más sagradas la belleza de las montañas y los
mares. Además de esas simplezas, también les concedieron a los cielos
desconsoladamente inalcanzables toda la representación de lo infinito. Las
lunas y los soles parecen nada menos ni nada más que eso sostiene el
taciturno George, para quien el tiempo se ahueca, se corta al medio y se
precipita un par de veces al día. Para quien todo es pausa, cielo, montañas,
p i e d r a s , n o a g u a .
Arguye William que George injustamente el 19 de Julio de 1666 estaba
intentando ser encarcelado por blasfemia en Scarborough cuando el
antropomorfismo de una nube la devino en un pterosaurio héroe, ese
sempiterno clado de vertebrados amniotas al que pertenecen unas pocas
aves privilegiadas. Sostiene William que George lo veía venir hacia él,
sentía que se le acercaba rápidamente el pasado, más rápido de lo que tarda
una gota de lágrima en caer que es el mismo tiempo que tarda un hombre en
perdonar. George aprovechó el impulso que le propicio un salto
aventurado desde una roca y se entregó por completo a la voluntad del
20. pájaro que preside a los vientos; se entregó totalmente a su entero dominio de las
alturas. Él solamente quería escapar aun sabiendo que retornaba a lo
irretornable.
Los árboles comenzaban a bifurcarse entre ellos que ahora eran uno encarnando
a todos los hombres pasados. Las manos de George se convirtieron en sus alas,
sus piernas en sus patas. La realidad ahora era única por una simple necesidad
de identidad irremediablemente compartida. Este pájaro nuevo que eran,
resistente al fuego del sol, reúne y representa con toda responsabilidad el
sentido no poco sublime del vértigo. ¿Que serían esos menudos palos
amontonados con forma de palabra sino el vuelo libre del ser? El vuelo se
imposibilita con la ausencia del vértigo.
Desde arriba el ahora George alado vislumbra la angustia que enlaza a los
hombres y los hace tan hermosos, tan humanos, tan asquerosamente humanos.
Aunque a algunos los ve perdidos. Eso desde allá arriba él lo siente, como se
siente la ruptura de un ligamento cruzado anterior derecho en el silencio total de
la noche. Esta última sensación la agrega quien relata la historia de George
contada por William que encontró Walt.
Quedo demostrado por Walt a través de las anotaciones de William, que George
nunca existió más allá de un pájaro que pertenecía a un ejército adiestrado para
la localización de espíritus ilguriosos capaces de pisar la cabeza y aplastar al más
grande de todos los dioses.
Profesó William al final de sus escritos que George nunca quiso pertenecer al
mundo de las realidades físicas ya que por más bello y atractivo que sea siempre
estará sujeto a las leyes de la gravedad.
Él prefirió ser el espíritu incorpóreo de un pájaro sin gravedad ni presiones,
gobernado alocadamente por la imaginación, incluido únicamente en el relato
de William para poder cumplir el deseo de llegar a las manos de Walt Whitman
e iniciar un periplo por su conciencia. Ese Whitman de la barba sagrada, ese que
solo se adelanta un instante para retornar luego a las sombras. Solo a través de
su expresión poética que se aprovecha de un alejamiento intencionado de las
pautas de la rima y de la métrica, solo a través de su prosa los cuáqueros van a
ser inmortales.
En el escrito encontrado por Walt Whitman se percibe que el día 30 de julio de
1718 a las 05:35 post merídiem, un par de horas antes de morir William concluye:
todo lo indefinible esta necesariamente definido y contenido por algo.
21. de Celso Rafael
El guerrero va, insuflado de vigor y certezas. Carga consigo su armadura, con
orgullosos destellos avanza a decorarla con guirnaldas de sangre y tierra.
Escudo siniestro, dispuesto al ritual de brutales besos con cual pertrecho
corteje. Espada diestra, regalando estrellas fugaces de acero que abren surcos
en el bronce y cavan manantiales rojos.
El guerrero avanza, a fuerza de músculos que cierran y abren, a fuerza de su
nombre en los cantares de bardos, a fuerza de una voz. El sudor condimenta
sus ojos, las bocanadas entran y salen cual dragones que juegan en la puerta de
un volcán. Sus pies avanzan, lentos y pesados, dibujando cicatrices en el suelo
¿saben acaso dónde detenerse?
El guerrero va, sembrando con mandobles cuerpos y retazos de vida en la
greda ¿se volteará y contemplará a ver que flores nacen de ella? ¿Cuán
abundante será su cosecha? ¿Cuándo sabrá detenerse? ¿Bajará la guardia a la
voz del capitán? ¿Al sonar el cuerno de retirada? ¿Será por el peso de sus
armas? ¿Será por la aplastante piel de metal que lo cubre? ¿Será por una herida
que le arrebate su existencia? ¿O será porque se encuentra con la nada del
frente enemigo? ¿Será esa nada un trofeo de victoria o un muro de miedo a
adentrarse en ella? ¿O será que sus mandatos le impiden al valeroso guerrero
aventurarse en ese detrás?
SI LA ARQUITECTURA ES EL PRIMER ARTE, LA MÚSICA ES EL ARTE
UNIVERSAL.
De Celso Rafael
Antes de la palabra, en los albores de la humanidad, estaba la música. Antes de la
decadencia instintual, antes del quiebre de la manada por la rebelión de los egos,
la música era el lazo invisible que nos hermanaba. Antes de que los simios
dejaran de confiar en la providencia divina de la naturaleza y empezaran a
emanciparse de su condición bestial, inventando el asco, la vergüenza y la moral
como excusas de la evolución, la música era el bálsamo para las carencias y los
dolores. Antes de que los hombres empezaran a proclamarse dueños de sí
mismos, antes de que empezaran a desentenderse los unos de los otros
construyendo sus propios dialectos, la música era el lenguaje universal, lenguaje
sui generis. Aún antes de que el silencio, contaminado por el hombre, que lo
encasilló con sus significantes al nominarlo "silencio", categoría que lo excluye de
toda entidad sonora, el silencio era la música de la nada.
¿No existen acaso en nuestra humana animalidad (y a veces humana
vegetalidad) algunos atisbos de esa primitiva condición? ¿No es acaso el llanto
del recién nacido un cántico desgarrador que lo defiende de su propia inermidad
22. y un llamado estremecedor a otro ser (llámese materno) completamente ajeno a
él para que intente devolverle la completud que le fue arrebatada para siempre?
¿No es acaso mal premiada la música como la segunda de las siete bellas artes?
Existen personas que gozan de la belleza de un cuadro, existen otras que no.
Existen personas que se trasportan en los versos de un poema, existen otras que
no. Existen personas que alimentan su imaginación con la literatura, existen otras
que no. Existen personas que contemplan embelesadas magníficas esculturas,
existen otras que no. Pero, más allá de la monótona tarea de existir, está el ser. El
caos de la existencia es la armonía del ser. Por eso, no existe ser; persona,
humano, hombre, mujer, infante, anciano; sin música. Solo la muerte es la vida
sin música, porque la carne, en el orden perfecto, es el corazón que no percute, es
la voz que no vibra, es la pasión que no canta, no es la existencia con caos, es la
existencia con armonía.
ARGENTINA
de Samir Nasif
Vengo de "La linda", veo un cielo azul,
Donde el cardo juega con la luz…
Y trae despacio el día.
Sube el carro lento tirado por bueyes mansos,
Sobre el carro viejo, CAMPESINOS, por más
Que el sol queme sus pieles, fiel a su tierra van a trabajar.
Tengo un matecito e' plata, con bombilla de oro,
Pero es más riqueza mi pampa,
Que siempre verde lucirá.
Buenos días "Malos Aires", buen día Ciudad,
Humo, ruido, población, no son más
Que contaminación.
Vengo de un pueblo del Sur,
Donde el viento no tiene longitud,
Donde también se puede ver,
Naranja el amanecer. Vengo de un pueblo,
Donde el mundo admira la grandeza de mis GLACIARES.
Quiero irme y me da miedo,
A tu encanto volveré,
Tierra del "fin del mundo"…
23. Rosario, un gran amor.
de Macarena Montiquin
Si tuviera que describirte diría que sos historias, música y arte.
No hago más que admirarte, quererte y volverte a mirar.
Tan hermosa como siempre, pero hoy, hoy más.
Sos el clásico partido de Newell's y Central.
Algún que otro tema del famoso Fito Páez.
Los domingos futboleros y esos mates mañaneros,
tan amargos como eternos.
(ricos en sociabilidad)
Tenés algo que atrapa a cualquiera, no podría negarlo aunque quisiera.
Y aun teniendo la posibilidad, de cambiarte, de viajar.
Volvería una vez más a Rosario, mi ciudad.
Porque no podría olvidar jamás esa infancia de parques, risas y algo más.
Porque sos mi religión, mi fuente de inspiración.
Sos orgullo, y sos pasión.
Sos Rosario, y como vos no hay dos...
Una noche
de Agustín Larrañaga
El goteo de la canilla comenzó a fastidiarlo a pesar de estar a una distancia considerable de ella.
Probó tapándolo con algodón, pero el goteo continuó hasta que usó finalmente unos cuantos
chicles que por suerte tenía. A eso de las dos de la mañana despierta con una molestia en su
abdomen, creyendo que era su estómago. Su pensamiento fue erróneo, era su vejiga, quejosa por
la carga ingerida. En camino al baño se chocó todas las cosas habidas y por haber, incluso
rompiendo una de ellas, una lámpara de lava que adornaba la pequeña mesita del pasillo. La
inquietud empezó a malhumorarlo, no pudiendo conciliar el sueño. Se movía de lado a lado,
probando distintas posiciones, no resultando ninguna cómoda, hasta que finalmente después
de una hora de batalla logró dormirse.
La habitación estaba tranquila, muy monótona, con un silencio absoluto. Era raro que no
intervenga algún grillo, las periferias de las ciudades son todas descampadas, todas quintas con
grandes terrenos, los preferidos de los insectos. Obviamente pocos se someten a el agobiante
silencio de las periferias, y digo agobiante porque la intensa tranquilidad que provocan al estar
alejadas del barullo central puede a uno presionarlo demasiado y no pudiendo soportar. El
ruido y constante movimiento de las partes céntricas o de más adentro genera una cierta
seguridad en uno, se siente más acompañado y no teme dar un paso hacia adelante. Agregando
la iluminación, las cual carecen las periferias de esta pequeña ciudad.
El viento empezó a penetrar, moviendo indiscretamente las cortinas, pero purificando la
habitación, y mimando las fosas nasales del bello durmiente. Cayendo las tres y media,
aproximadamente, le empezó a molestar su nariz, como si alguien rozara la misma con una sutil
pluma. Se la apretó, tomo aire y quiso aguantar, pero finalmente con una mueca de profundo
desprecio soltó el estornudo hacia la izquierda, acto seguido se levantó vertiginosamente a
buscar papel de cocina para limpiarse, el cual no había, y teniendo así que ir a lavarse. Se quedó
24. mirándose al espejo, miraba su cara de muerto vivo, totalmente demacrada. Los pelos
desparramados rústicamente y sus ojos llorosos por el anterior estornudo. Agarró unas tiras de
papel higiénico, por si sucedía algún otro estúpido y burlante acontecimiento. Echó una mirada
hacia la mesita de luz para ver la hora, pero el reloj no estaba. Encendió el velador para confirmar
que su cansancio no lo engañaba, pero no, no estaba. Ni tampoco se encontraba debajo de la cama,
ni en el suelo. Bueno, no tenía que levantarse a trabajar, por lo tanto se dio media vuelta, cerró sus
ojos y rogó.
El silencio era más agudo, totalmente sofocante, todo estaba muy oscuro, la luz crepuscular no
traspasaba por la ventana, a pesar de que las cortinas no eran oscuras precisamente. Lo invadía una
cierta incertidumbre, sus pensamientos eran inconcretos. Comenzaba a temer, ¿A qué? No lo
sabía… Su estado mutó radicalmente, de blanco a gris, y de gris a negro, como cuando tenemos que
ir a un determinado lugar y nos agarra la noche, y vagamos por calles interminables, sentimos
pasos, detrás de nuestro y tememos voltear.
La atmosfera pasó de cálida a intensamente calurosa, insoportable, y él seguía tapado hasta la
frente. No podía ver absolutamente nada, obviamente, pero sentía como si algo o alguien lo
observara y juzgará. Comenzó a temer, más aún, y se empezó a oprimir, quería desaparecer sin
emprender la acción de marcharse, como en situaciones desesperantes en donde es imposible
escapar y hay que enfrentar lo frontal, lateral, inferior y superior
ll
Se encontraba en el comedor de un hotel, tomando una soda, sin un acompañante. Comenzó a
pispar profundamente el lugar, desde los cuadros de las generaciones familiares del dueño del
hotel, hasta el terminado de las paredes. Cuando desvió la mirada hacia la mesa lateral, pudo ver
una tosca señora, a la cual se le derrama el café en las piernas en consecuencia de una mala
maniobra. La taza se estrelló contra el piso, haciéndose añicos. Fue muy gracioso, incluso llego a
reírse tan caudalosamente que la señora le echo una mirada penetrante de profundo odio, lo
sobresaltó, agachó la cabeza pero siguió riéndose muy despacio. Volteó y pidió la cuenta, y se
perdió arduamente en los ojos de la moza. Una morocha de ojos miel. Sus ojos embobaron con su
piel bronceada, admirando cada centímetro, mientras sentía un aroma exquisito, un perfume muy
evasivo, pero agradable.
-Son cinco pesos señor-
Pagó y se fue avergonzado, por no poder emitir palabra alguna a la hermosa joven. Alejándose del
hotel vio un inmenso cartel digital, muy resplandeciente, que nombraba a la película que se
estrenaría esa misma noche. Caminó vertiginosamente para guardar un lugar, porque la gente
demanda mucho el material cinematográfico, en esta época de constantes estrenos.
-Un boleto para (…) y si es posible, un asiento que no esté tan cerca de la pantalla-
Cuando termino de gestionar estas palabras su boca se cerró secamente al ver voltear a la señora
que atendía, la misma que minutos atrás lo condeno visualmente con una sentenciante mirada,
luego del papelón con el café. Se sobresaltó, impetuoso. El primer sentido en funcionar fue el del
olfato, una fragancia intensa acechó en su nariz. Su destino, el mismo, como si una fuerza de
atracción interviniera. Se dirigió con vehemencia, despreciando, echando unos cuantos insultos,
pero nuevamente su boca se cerró, tenazmente, más fruncida que antes, al encender la luz y ver en
el espejo del botiquín el boleto de cine, el reloj en la ducha y una pequeña taza de porcelana
humeante, posada en la jabonera. Una noche…
25. de Griselda Carrizo
Hubo un día en el que decidiste que no nos miráramos más
y la mirada salto el alambrado
trepó los árboles
voló al ras del océano
esquivó gaviotas y mástiles de barcos
la mirada bebió cielos
escupió horizontes horizontales
verticales
ladeados
sueltos
surtidos los horizontes.
La mirada sobrevoló montes y bosques
Se volvió ecuestre
esquiva
ecuánime la mirada
fue de altura
de arriba.
Insto a la instancia mi mirada y se me hizo ajena
ajetreada
se erradico de mi
soltó mi pena
sabrás de mi mirada algún día
ese día
cuéntame.
El rastro
de Andrés Guaranelli
Sintió el aroma una vez más, ese olor tan nítido que su nariz reconoció rápidamente y que hizo
que su mente volara a través de los mares más anchos del tiempo. Se perdió entonces en lo
profundo de su ser y, al volver a la realidad, supo que había vuelto a encontrar el rastro.
Muchas otras veces le había sucedido de hallarlo, sin embargo, nunca a través de un olor. Pero
esa fragancia le era tan familiar que formó rápidamente la nostalgia. Infló su pecho con todo el
aire que pudo y lo largó lentamente mientras esbozaba una sonrisa de felicidad, o al menos, de
intento de ésta. Salió de su pensión bastante de prisa y olvidó que afuera era invierno, mas no le
importó caminar con sólo una remera puesta y tiritar de frío mientras pudiese mantener ese
estado de magia que había llegado inesperadamente esa mañana.
Cuando Gabriel lo vio entrar a su confitería pensó que finalmente había enloquecido, pues
estaba a punto de sufrir de hipotermia (según su catastrófico pronóstico) y, como un amigo que
26. se preocupa por su camarada, lo tomó del brazo pálido y lo sentó frente a la estufa de gas mientras
ordenaba a su mozo a los gritos una taza de café bien caliente sin percatarse de si hubo respuesta
de su empleado o no.
Como tantas otras veces, Gabriel decidió esperar a que Tristán comenzara a hablar aunque, pese a
su cara de desinteresado, por dentro se moría de ganas de preguntarle qué había pasado. Así que
se mantuvo firme, parado al lado de él, observándolo calentarse. Pero no fue lo que Gabriel quería
escuchar lo que su amigo dijo.
- Qué curiosa esta estufa. - fue lo que Tristán comentó mientras se frotaba las manos y se
regocijaba con exagerado placer.
Gabriel estaba acostumbrado a hablar siempre del tema que él propusiera, así que le siguió la
charla.
- Es sólo una estufa de cemento que imita a las leñas.
-Claro, como si fuera una fogata real.
- Pero es artificial, los troncos son de cemento y por los agujeritos sale el gas que produce el fuego. -
le explicó impacientemente Gabriel.
- ¡Oh! - exclamó Tristán de forma teatral. - ¿Entonces nunca se va a consumir?
- No.
- Pues me compadezco de la pobre estufa. Qué vida tan mísera le ha tocado. Siempre ahí, echando
fuego, sin poder arder realmente.
Gabriel notó en él un enfado que ya conocía, como si la rabia fuese dirigida a Dios, a la vida o a sí
mismo por no poder hacer nada al respecto. Lo miró así un rato y luego apuró al mozo para que
trajera el café; le molestaban las tardanzas. Encima no encontró respuesta ni tampoco lo vio. Pero
el mozo nunca faltaba al trabajo y mucho menos se escapaba. Además, ya lo había visto llegar a la
mañana temprano. Pensó que estaría acomodando algunas cosas en la cocina pues tampoco había
otros clientes a los que atender aún. Se dispuso a ir a calentar el agua cuando su acción se vio
interrumpida por las palabras de Tristán.
- He encontrado el rastro, Gabriel. - le dijo.
- ¿Qué rastro, Tristán? - preguntó sintiéndose, en parte, aliviado por el comentario de su amigo, ya
que supo que era de lo que él realmente quería hablar cuando llegó casi congelado al
establecimiento.
Sus miradas se cruzaron por una fracción de segundo y fue entonces cuando Gabriel se contagió,
aunque en menor medida, de la magia que Tristán destilaba. Se sintió conmovido y el corazón le
latió rebeldemente. Habían pasado tantos años…
-¿Ves? Te acabo de transmitir una pizca, una huella. - le confesó Tristán mientras cortaba aquel
silencio que pareció haberse acomodado en la conversación.
A Gabriel le temblaron las piernas y sintió que se desvanecía (así de exagerado era) pero pudo
recuperar la calma dando un largo sorbo a un vaso con agua.
-Ahora sé a qué te referís con el "rastro". - le confesó.
Quince años eran los que habían transcurrido desde el día en que los gitanos llegaron a la ciudad.
Por aquel entonces solo importaba el comercio de harina que producía el gran molino que daba
trabajo a la mayoría, excepto a Gabriel, quien entonces ayudaba a su padre en el Café, y a Tristán,
un muchacho huérfano que era mantenido por la familia de Gabriel.
Los nómades se instalaron cerca del prestigioso molino y armaron una colorida feria. Gabriel se
mostraba indiferente respecto a ir pero Tristán, aquella mañana de febrero, llegó a los saltos lleno
d e e n t u s i a s m o y l o a r r a s t r ó a l l í .
En la feria encontraron todo tipo de entretenimientos típicos, pero predominaban las viejas que
aseguraban poder leer el futuro con sólo tantear las palmas de las manos. Ambos se mostraron
indiferentes, pero aún así pensaban distinto y Gabriel lo sabía. Él se mantenía totalmente
27. escéptico con respecto a ese tipo de poderes; la indiferencia de Tristán, en cambio, se basaba en no
encontrar. Parecía la técnica de un profesional: caminaba, de puesto en puesto, apenas pispeaba de reojo
a las ancianas maquilladas fuertemente, olfateaba un poco los sahumerios y luego seguía con una
mueca que decía "no" en su rostro.
-¿Qué buscás?
-Un sueño que tuve. - le respondió Tristán sin dejar de caminar.
Y finalmente, cuando el día dejaba poco a poco espacio a la noche, se hallaron frente a una mujer tan
hermosa que ambos se quedaron pasmados varios segundos (o toda la eternidad). De fondo explotaban
los fuegos artificiales, pero a ellos les importó poco y nada lo que se celebraba. La chica estaba parada
inocentemente observando el cielo. Su larga pollera y su rubia cabellera ondeaban al compás del viento.
Ambos jóvenes concordaron en que la muchacha era mejor espectáculo que los fuegos de artificio.
Pero fue Tristán, cuya indiferencia se esfumó con la artística figura que se hallaba delante de sus ojos,
quién tomó la iniciativa y se acercó a hablarle. Gabriel se sintió apenado por no tener el coraje de su
amigo. Aún así, lo siguió tímidamente.
-Ahora entiendo por qué tanto alboroto. - le dijo Tristán a la chica, quién se dio vuelta repentinamente. -
¡Con semejante hermosura presente habría que bajar el cielo a cuetazos!
Ella sonrió y lo miró fijamente, pero no dijo nada. No hacía falta, sus pupilas hablaban, sugerían…
Entonces apareció una gitana más vieja que Matusalén, un tanto encorvada y con blancos pelos débiles.
La muchacha la saludó calurosamente y ésta, luego de hacer lo mismo, se dirigió a los chicos, y sin
rodeos dijo:
-¿Quién de ustedes dos la quiere a ella?
Gabriel se mostró totalmente impactado por su pregunta, sin embargo, Tristán que siempre demostró
tener cierta fascinación por lo inesperado, ilógico e incoherente, gritó:
- ¡Yo!
Y fue así como de la mente de Gabriel jamás pudo borrarse la escena donde la anciana tomaba de la
mano a Tristán y lo arrastraba lentamente dentro de una carpa, seguidos por la joven chica. Él se quedó
allí fuera ante la imperiosa orden de la vieja y se limitó a esperar. Tristán salió luego de unos cuantos
minutos.
-¿Qué pasó con la chica y la señora? - preguntó Gabriel ansioso.
Tristán dio varios pasos inseguros y temblorosos y luego, mirando a su amigo a los ojos, destilando esa
magia que ahora él, en el bar, había vuelto a percibir, le dijo:
- La chica se fue.
-¿Adónde? Si entró en la carpa con ustedes…
-La vieja me dijo que si quería tenerla debía buscar su rastro.
Tras ese episodio no volvieron a ver a la joven rubia y los gitanos se fueron del pueblo. Pasaron los años
y ambos siguieron sus tranquilas vidas. Pero Tristán había perdido algo en su mirada, era opaca y
estaba como perdida.
Hasta que apareció ese día helado en el Café.
-Me llegó volando su aroma. ¡El rastro ha vuelto!
- Me alegro por vos - le dijo Gabriel mientras retaba al mozo por no haber escuchado sus órdenes.
Estuvieron en silencio todo el día, siendo testigos de la gente que entraba, consumía, charlaba y se iba. A
Gabriel le hubiera gustado decirle muchas cosas a su amigo. Le habría encantado confesarle que aquel
día en la feria había perdido totalmente su escepticismo, le habría gustado decirle que la gitana guapa
era la felicidad y que él, el valiente Tristán, se había arriesgado a perseguirla. Pero entendió que su
amigo ya sabía todo eso y que no eran necesarias las palabras cuando con simples miradas y recuerdos
podían entenderse.
Tristán se fue cuando el local estaba cerrando, dio media vuelta y sonrió. Sus ojos estaban iluminados de
poesía. Se despidió de su amigo, quizás para siempre, diciéndole:
-Muchas veces aspiramos a tocar el cielo para luego darnos cuenta que no es tangible…
Ambos rieron a carcajadas, y finalmente Gabriel, tocándole levemente el hombro lo despidió.
-Por suerte no lo es, amigo mío. Por suerte, pero está ahí, lo vemos, lo contemplamos, lo anhelamos. Y
eso es lo que muchos llaman esperanza, felicidad o, en tu caso, rastro.
28. Vieja Cosechera
de Agustín Larrañaga
La noche le teme, el sol le teme,
las flores le temen, la vida le teme...
Se corta el oxigeno, se siente a lo lejos
Que hosca que eres, que eterna que eres...
Nadie la espera, aparece disfrazada
de aire, de fuego, de agua y de viento...
Siempre tan fiel, rosando nuestra sombra...
En cada semilla, en cada embrión,
Eterna profesión...
La noche le teme, el sol le teme,
las flores le temen, la vida le teme...
Pisa nuestros talones, nos roba el aliento,
se siente a lo lejos, el galope abismal...
Escapar no se puede, (Puede estar cerca)
En cada esquina, en cada aliento...
La mano del hombre puede tomar...
La puede dominar, la puede inmortalizar...
No hay preelección, puede ser tu propia decisión...
Puede engañarte, hasta llevarte consigo,
en su balsa de ébano remaras y remaras...
Esta bien que le temas, ¡Ella siempre va a estar!
La noche le teme, el sol le teme,
las flores le temen, la vida le teme...
Se desvela en cada latido,
Se anticipa a cada error, (oportunista...)
Puede avisar o puede callar...
No falla, su beso es letal...
La noche le teme, el sol le teme,
las flores le temen, la vida le teme
En cada segundo, en cada minuto,
Cada hora, (en cada descuido..).
Habita en el tiempo, se lleva a los buenos,
29. se lleva a los malos, no pacta con nadie...
A nadie desprecia...
Que blancos sus dientes, que duros sus ojos...
Nunca envejece, que firme que ejerce...
La pieza mas frágil, el propio corazón,
Callara, pero el alma jamas cederá...
Vivirá eternamente, y sonreirá,
entre lágrimas y nostalgias al ver
otra vida brotar...
Vieja cosechera, insumisa verdad,
todos te temen, el sol te teme,
la luna te teme, las estrellas te temen, las flores te temen,
¡¡La vida te teme!! Y el amor... el amor también te teme.
Gravedad
de Celso Rafael
No tengas miedo mi amor, todo cae
Los reinos, por su apogeo, caen
Los saberes, por su idiosincrasia, caen
Los cuerpos, por el precio de vivir, caen
Las ideas, por su cobardía, caen
Las modas, por sus modismos, caen
El tiempo, tarde o temprano, cae
Las culturas, por ilusas, caen
Las especies, por su adaptación, caen
La alegría, por su aburrimiento, cae
La tristeza, por su podredumbre, cae
El bien, por su blandura, cae
El mal, por su propio peso, cae
Julio Cesar, por un puñal, cae
Jesucristo, por voluntad divina, cae
La verdad, por no ser una mentira audaz, cae
Las instituciones, por instituirse, caen
El amor, por la costumbre, cae
Son solo parásitos ebrios
Descubiertos al vértigo que los envuelve
Las ruinas son las únicas fieles
A esta gravedad que nos sabe tan leve
30. UNA CRIATURA ENTRE LOS GIROS
de Gabriel Spinetta
Dedicado a Maru
Una criatura entre los giros de la luz,
alterna su forma; el oleaje del oro
sobre el bostezante rostro del día.
Dar un giro en la luz, desemboca
en acariciar los anillos a las amantes del sol,
como una flecha en el roble de los blancos.
Una criatura en el anillo advierte a tiempo
la génesis del color, y el músculo de la vida,
para apretar el hoy junto al mañana.
Un pendiente en pleno giro delata,
el alternar de la forma; las esporas de plata
en la sinfonía silenciosa de la noche.
Replegar la criatura al doblez de la sombra,
es reposar en el lecho universal de los opacos,
como una nube en el ciclo de las aguas.
Un giro de abstracciones y presencias
forma un mundo, el durmiente y el despierto
marchan como espectros ante la luz.
Una criatura entre los giros del mundo,
se proyecta al recóndito, y cada anillo
se repliega en su metal.
Una criatura funde la luna y el sol,
alterna su forma,
Y duerme en los hilos que atan los días.
31. III
de Marcelo Debailleux
La danza.
La sombra.
La valentía bastarda
Penetra y descarga.
La imperceptible sombra.
Los objetos espesos y las
figuras que no existen.
La tinta y su sombra.
La sombra que veo de mi pluma,
aguileña.
Sin vuelo, ni anima.
Su sombra me alumbra y
me dice que existo - o me lo hace creer-
La furia, los fendientes,
la rasgadura del papel.
El asomar de la pulcra madera
que encuentra debajo.
Mi sangre.
Mis ojos, dos faros ineludibles y
serenos que me arropan en los
peñascos afilados de antaño,
de la otredad
La imperceptible sombra de dos amantes
danzando sobre el borde del fin del mundo.
Sobre el caos ineludible que nos susurra
el destino fallido,
sobre la noche,
sobre la penumbra.
Los perfiles imperceptibles de dos espectros
danzando en la oscuridad,
que ningún faro podrá alumbrar jamás,
ni podrá nunca dejar de alumbrar.