Este documento ofrece varias razones para adorar, alabar y dar gracias a Dios. Dios merece nuestra alabanza por quién es y por lo que ha hecho. Además, estamos llamados a ofrecer continuamente a Dios un sacrificio de alabanza. La adoración nos cambia y nos transforma, y Dios habita en medio de la alabanza de su pueblo. Finalmente, podemos alabar a Dios con nuestra voz, cuerpo, música, emociones y vida.