Este documento describe la experiencia de un hombre al reunirse con sus amigos de la infancia después de 17 años. Al llegar, se sintió viejo al ver los cambios físicos en sus amigos. Ahora eran hombres de familia con estudios y negocios, pero se comportaban como borrachos ebrios, lo que decepcionó al hombre. Decidió irse solo, agradecido de no haber cambiado como ellos.
1. LA MAQUINA DEL TIEMPO
No permanecí tranquilo en ningún momento del viaje, que duró 35 minutos, una cita con aquellos
amigos de infancia fue una buena excusa para que la ansiedad me torturara durante toda la
distancia del trayecto. La última vez que vi sus caras fue hace diecisiete años cuando competíamos
tras un veloz balón que marcaba nuestro destino. En aquella época ninguno de nosotros superaba
los trece años y los más aventajados ya consentían la belleza de alguna niña linda, a quien saludar
como novia les causaba enrojecimiento y pena.
En algunos escritos leí, que el tiempo según las circunstancias tiene su psicología, aquellos 35
minutos fueron más largos que los diecisiete años de ausencia, al fin llegó la hora de descender de
la máquina del tiempo utilizada, una camioneta intermunicipal, la que no abordaba en igual
cantidad de años. Ver las figuras de aquellos que me esperaron me hizo comprender que el
espejo que tengo en casa es un mentiroso, todos los días observaba mi cara y nunca me reflejo lo
viejo que me sentí hasta ver los estragos que los años causaron en mis amigos.
Ya ninguno solía compartir un fresco de sabores o unas galletas, y mucho menos andaban con la
cara sudada y la ropa sucia por el sacrificio que exigía el deporte, sus voces graves por el cambio
obligatorio de los cuerpos de la infancia a la adultez, me hizo soltar unas cuantas carcajadas al
escuchar cómo me saludaban algunos que yo creía que nunca iban a madurar por las
características de su personalidad, lo mismo decían de mí, que como he cambiado¡, que grande
me veo¡, y muchas más que no fueron muy corteses con mi figura corporal. Ahora mis amigos de
infancia eran unos hombres de familia con estudios en una academia y hasta con grandes
negocios que les ocupaba mucho tiempo, es sus manos reposaban botellas de cerveza y otros la
combinaban con un cigarrillo, me convidaron a ingresar a este grupo para la ingesta de alcohol, y
mi conciencia fue muy descortés al mostrar una evidente inconformidad por las actitudes de
hombres ebrios que no guardaron con celo los buenos amigos que yo siempre considere, rechace
de una y otra mano las invitaciones de cerveza, excusándome que estaba muy temprano para
empezar celebrar, pasaba los minutos y de sus personalidades ya no quedaban sino las malas
palabras que cruzaban éntrelos que más confianza se tenían, decepcionado de la manera en que
los momentos de niñez ya no volverían decidí regresar por el mismo camino que fui, y consiente
de lo que dejaba atrás me santiguaba agradeciendo que no cambie de la manera que lo hicieron
ellos, ocupados pero vacíos y algunos fracasados y conformistas con el día a día.