Este soneto describe a una rosa divina como una metáfora de la belleza humana. Compara la rosa con la arquitectura y gentileza humana, y cómo reúne la cuna de la vida y la sepultura de la muerte. A pesar de su pompa y soberbia, la rosa eventualmente se marchita y muestra señales de su caduco ser, enseñando así sobre la vida y muerte a través de su propio ciclo vital.