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UNIDAD 3:
 S. FREUD: “FETICHISMO”
El fetiche es un sustituto del pene q ha tenido gran significatividad en la primera infancia, pero se perdió más tarde. Normalmente, debiera ser resignado, pero el fetiche
está destinado a preservarlo de su sepultamiento. El fetiche es el sustituto del falo de la mujer (madre) en que el varón ha creído y al q no quiere renunciar.
El proceso: el varón rehusó darse x enterado de q la mujer no posee pene. Eso no puede ser cierto, puesto q si la mujer está castrada, su propia posesión de pene corre
peligro, y en contra de ello se revuelve la porción de narcisismo con la q está dotado el órgano.
No es correcto q tras su observación d la mujer, el niño haya salvado para si su creencia en el falo de aquella. La ha conservado, pero también la ha resignado; en el
conflicto entre el peso de la percepción indeseada y la intensidad del deseo contrario se ha llegado a un compromiso como solo es posible en el icc. En lo psíquico, la mujer
sigue teniendo su pene, pero ya no es el mismo. Algo otro lo ha reemplazado, fue designado su sustituto, que entonces hereda el interés q se había dirigido al primero.
El fetiche perdura como el signo del triunfo sobre la amenaza de castración y de la protección contra ella, y le ahorra al fetichista el devenir homosexual, en tato q presta a
la mujer aquel carácter por el q se vuelve deseable como objeto sexual. En la vida posterior, el fetichista cree gozar aun de otra ventaja de su sustituto genital: es accesible
con facilidad y resulta cómodo obtener la satisfacción ligada a él.
En sustitución del falo femenino se escogieron aquellos órganos u objetos que también subrogan el pene en calidad de símbolos. En la instauración del fetiche, parece serlo
la suspensión de un proceso semejante a la detención del recuerdo en la amnesia traumática. El interés se detiene a mitad de camino, acaso se retenga como fetiche la
ultima impresión anterior a la traumática.
En la acción del fetichista se reúnen las dos aseveraciones recíprocamente inconciliables: la mujer ha conservado su pene, y el padre ha castrado a la mujer.
Para concluir, es lícito formular este enunciado: el modelo normal del fetiche es el pene del varón, así como ese órgano inferior, el pequeño pene real de la mujer, el
clítoris.
 J. LACAN: SEMINARIO 4. LA RELACIÓN DEL OBJETO.
El objeto se presenta como una búsqueda del objeto perdido. El objeto, es un objeto siempre vuelto a encontrar, implicado de por sí en una búsqueda, opuesto a la noción
de sujeto autónomo q lleva a la idea de objeto culminante.
En la práctica psicoanalítica, hay una noción de objeto que se reduce a lo real. Se trata de volver a encontrar lo real.
El tercer encabezamiento bajo el cual encontramos al objeto es el de reciprocidad imaginaria, o sea que en toda la relación del sujeto con el objeto, el lugar del objeto es
ocupado por el sujeto. Así, la identificación con el objeto esta en el fondo de toda relación con él.
Neurosis obsesiva:
¿Qué es un obsesivo?
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Es un actor que desempeña ciertos actos como si estuviera muerto. Se entrega a un juego, que es la forma en q se resguarda de la muerte. Es un juego viviente q consiste
en mostrarse invulnerable. Se le ve en una especie de exhibición con la q trata de mostrar hasta dónde puede llegar en ese ejercicio, y q tiene todas las características de
un juego, particularmente las ilusorias.
Su juego se desarrollo delante de otro q asiste el espectáculo. Él mismo lo dirige. En esta situación, la noción de objeto participa de un juego ilusorio q consiste en
aproximarse a la muerte tanto como sea posible quedando a salvo d todo, porque el sujeto ha matado su propio deseo por adelantado.
Aquí, la noción de objeto se muestra muy difícil de circunscribir. Se trata de mostrar lo que él ha articulado para ese Otro espectador, q es él mismo sin saberlo y en cuyo
lugar nos va poniendo a medida q avanza la transferencia.
La noción de objeto es imposible entenderla si no se introduce el falo como uno de sus elementos.
La relación imaginaria está modelada en base a una relación fundamental: la relación madre-hijo. Ésta, es una relación real, y ahí se dirige la teoría analítica. Es imposible
hacer intervenir este elemento imaginario sin q se manifieste en el centro de la relación de objeto el falicismo. Esta relación es una relación real.
EJEMPLO DE LA CENTRAL HIDRÁULICA:
La maquina es lo que se halla en el principio de la acumulación de una energía cualquiera que luego puede distribuirse y ponerse a disposición de los usuarios. Lo que se
acumula en la maquina tiene, ante todo la relación más estrecha con la maquina. La energía solo empieza a interesarnos en cuanto se acumula, y solo se acumulan en el
momento en que las maquinas entran en acción. Lo que las anima es una propulsión que viene de la corriente del rio, pero creer que la corriente del rio es lo primitivo de la
energía es una confusión.
Esta necesidad de confundir la materia primitiva con lo que está realmente en juego en el ejercicio de la realidad analítica, representa un desconocimiento de la realidad
simbólica. Mantener la necesidad de hablar de una realidad ultima, como si estuviera en algún lugar mas allá que en el propio ejercicio de hablar de ella, es desconocer la
realidad donde nos movemos.
Esto supone que el símbolo (maquina) es constitutivo de lo real.
EJEMPLO DE LA BIBLIOTECA Y LA BOMBA ATOMICA:
¿Cómo algo podría no estar en su lugar, no estar en un lugar donde precisamente no está? Desde el punto de vista de lo real, esto no quiere decir absolutamente nada.
Todo lo que es real está siempre obligatoriamente en su lugar, aún cuando lo desordenemos. Lo real tiene la propiedad de llevar su lugar pegado a la suela de sus zapatos.
Por mucho que revuelvas lo real, no es menos cierto que nuestros cuerpos estarán en el mismo lugar tras la explosión de una bomba atómica, en su lugar de pedazos. La
ausencia de algo en lo real es puramente simbólica. Si un objeto falta de su lugar, es porque mediante una ley definimos que deberla estar ahí. No hay mejor referencia que
esta -piensen en lo que ocurre cuando pides un libro en un biblioteca. Te dicen que falta de su lugar, aunque pueda estar justo al lado, y no es menos cierto que en principio
falta de su lugar, que por principio es invisible. Eso significa que el bibliotecario vive enteramente en un mundo simbólico Cuando hablamos de privación, se trata de un
objeto simbólico y de ninguna otra cosa.
La realidad participa de un doble principio: el principio de realidad y el principio de placer. Este último, lo identificamos como una determinada relación de objeto, la
relación con el seno materno, mientras q el pcpo d rdd, lo identificamos cn el hecho d q el niño, aprende a prescindir d él.
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Winnicott: observa q para q el niño no quede traumatizado, la madre debe operar estando presente siempre q es necesario, es decir, en el momento d la alucinación
delirante del niño, en donde el objeto real lo colma. Al principio, en la relación madre-hijo, no hay distinción entre la alucinación del seno materno, y el encuentro cn el obj
real en cuestión.
Por lo tanto, el niño no tiene forma d distinguir lo q corresponde a la satisfacción basada en la alucinación y la aprehensión de lo real q lo colma y satisface efectivamente.
Se trata d q la madre le enseñe progresivamente al niño a experimentar frustraciones y a percibir la diferencia entre la rdd y la ilusión. Esta diferencia, solo puede instalarse
x la vía d una desilusión, cuando la rdd no coincide cn la alucinación surgida del deseo. El autor señala, en primer lugar, q no existe la posibilidad d elaborar algo q va más
allá d la noción d objeto correspondiente al deseo primario. En segundo lugar, en todo el desarrollo del niño, vemos aparecer los objetos q Winnicott llama transicionales.
Todos los objetos de juego del niño son objetos transicionales, Lacan los llama imaginarios.
Muchos autores buscan explicarse el origen del objeto fetiche y terminan refiriéndose a los objetos transicionales. Se ven llevados a buscar puntos en común entre el
objeto en el niño y el fetiche q ocupará el primer plano d las exigencias objetales p la mayor satisfacción alcanzable x parte del sujeto, la satisfacción sexual. Esos autores se
confunden los tipos de objeto, sin preguntarse x la distancia q puede haber entre la erotización del objeto fetiche y la primera aparición de un objeto como imaginario.
Lo q se estaría olvidando en esta dialéctica, es la noción de la falta de objeto.
Según lacan, en ntro ejercicio d la teoría psicoanalítica, nunca podemos prescindir d la noción d la falta de objeto como un carácter central, ya q es el propio motor d la
relación dl sujeto cn el mdo.
¿Qué diferencia hay entre una frustración y una privación? Si nos referimos a la privación es porque el falicismo, la exigencia del falo es un punto fundamental de todo el
juego imaginario en la progresión del conflicto descrita en el análisis. Si se habla de ella es a propósito de lo real, como algo muy distinto a lo imaginario. En su naturaleza de
falta, es una falta real. Es un agujero.
La frustración concierne a algo que se desea y no se tiene, pero se desea sin referencia a alguna posibilidad de satisfacción o de adquisición. El núcleo de la noción de
frustración, como una de las categorías de la falta de objeto, es un daño imaginario, se sitúa allí. El agente de la frustración es la madre simbólica. En un primer momento
encontramos a la madre simbólica (porque puede estar o no) y al objeto real de la necesidad. Este objeto, se transforma en simbólico, en don y la madre en real a partir de
la omnipotencia que la caracteriza, en un segundo momento.
Freud introdujo a la castración coordinada con la noción de la ley primordial. Para lacan, la castración solo puede clasificarse en la categoría de deuda simbólica.
¿Cuál es el objeto que falta? En la castración, constituida por la deuda simbólica, ese algo que sanciona la ley y le da su soporte y el castigo, no es un objeto real. El objeto
es imaginario siempre
El objeto de la frustración es un objeto real, más allá de que la frustración sea imaginaria
El objeto de la privación es siempre simbólico. La ausencia de algo en lo real, es simbólica. Si un objeto falta en su lugar es porque mediante una ley definimos que debe
estar ahí.
 IX. “ LA FUNCIÓN DEL VELO”
Lo que se ama del objeto es lo que falta, lo que se da es lo que no se tiene.
Freud dice que el fetiche es el símbolo de algo, del pene en la medida en que la mujer lo tiene, es decir en la medida que no lo tiene. Se trata del falo que la mujer no tiene
y que debería tener por razones que depende de la relación del niño con la realidad.
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No se trata de un falo real, que como real exista o no exista, sino que se trata de un falo simbólico q x su naturaleza se presenta en el intercambio como ausencia, una
ausencia que funciona como tal. De manera que el falo es un objeto simbólico.
Se establece a través de este objeto un ciclo estructural de amenazas imaginarias limitadas por la dirección y el empleo del falo real. Este es el sentido del complejo de
castración, y así es como el hombre queda prendido en él.
La diferenciación simbólica de los sexos se instaura porque el falo esta o no esta. Este falo, la mujer no lo tiene, simbólicamente. Esto significa participar de él a titulo de
ausencia, así pues es tenerlo de algún modo.
El falo siempre está más allá de toda relación entre el hombre y la mujer. Puede ser alguna vez objeto de una nostalgia imaginaria por parte de la mujer, puesto que ella
sólo tiene un falo pequeñito. Al estar implicada en la relación intersubjetiva, para el hombre hay, más allá de ella misma, el falo que ella no tiene, es decir, el falo simbólico,
que existe ahí como ausencia. Esto es del todo independiente de la inferioridad que ella pueda sentir en el plano imaginario, debido a su participación real en el falo.
Este pene simbólico, que el otro día situaba yo en el esquema de la homosexual, desempeña una función esencial en la entrada de la niña en el intercambio simbólico.
Porque la niña no tiene este falo, es decir también porque lo tiene en el plano simbólico, porque entra en la dialéctica simbólica de tener o de no tener el falo, así es como
entra en esa relación ordenada y simbolizada que es la diferenciación de los sexos, relación interhumana asumida, disciplinada, tipificada, ordenada, objeto de
prohibiciones, marcada, por ejemplo, por la estructura fundamental de la ley del incesto. Esto es lo que quiere decir Freud cuando escribe que la niña entra en el complejo
de Edipo por medio de lo que él llama la idea de la castración —precisamente esta, que ella no tiene el falo, pero no lo tiene simbólicamente, de modo que puede tenerlo—
mientras que el niño, así es como sale.
Es un hecho, las mujeres se intercambian como objetos entre linajes masculinos. Se introducen mediante un intercambio, el del falo que reciben simbólicamente, y a
cambio darán ese hijo que tome para ellas función de Ersatz, de sustituto, de equivalente del falo, con el que introducen en la genealogía simbólica patrocentríca, en sí
misma estéril, la fecundidad natural. Si entran en la cadena del intercambio simbólico, si se instalan en ella y ocupan su lugar, si adquieren su valor, es en la medida en que
se arriman a ese objeto único central, caracterizado por no ser precisamente un objeto, sino un objeto que ha experimentado de la forma más radical la valorización
simbólica.
En el acto del amor, quien recibe es la mujer, mucho más de lo que da. Pero debe dar algo a cambio que es el falo simbólico.
El fetiche representa el falo como ausente, el falo simbólico.
El fetiche es un símbolo. En este sentido esta casi en igualdad con un síntoma neurótico. Pero esto no es así. Lo que se ama del objeto es algo que está más allá, este algo
no es nada, sino que tiene la propiedad de estar ahí simbólicamente.
El velo, la cortina delante de algo, permite la mejor ilustración de la situación del amor. Cuando ella está presente, lo que se encuentra más allá (que es lo que falta en el
objeto) como falta tiende a realizarse como imagen. Sobre el velo se dibuja la imagen. La cortina cobra valor porque sobre ella se proyecta y se imagina la ausencia.
El velo apunta a esconder lo que no hay en el objeto. Esto se proyecta en el plano imaginario. El fetiche se positiviza en la imagen, desconociendo la falta.
Sujeto, objeto y ese mas allá que no es nada, o bien el símbolo o el falo en cuanto falta en la mujer. Una vez colocada la cortina ese objeto esta más allá. El objeto puede
ocupar el lugar de la falta y ser propiamente el soporte del amor, pero no es el punto en donde se prende el deseo. Éste aparece como metáfora del amor, pero el objeto
se muestra como ilusorio.
En el caso del fetiche, la castración de la mujer es al mismo tiempo afirmada y negada. Si el fetiche está ahí, no ha perdido el falo, pero es posible hacérselo perder,
castrarla. La ambigüedad de la relación con el fetiche es permanente y se manifiesta sin cesar en los síntomas.
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En palabras de Freud: el horror a la castración se ha erigido con esta creación de un sustituto, un monumento.
Sobre el velo puede imaginarse, como captura imaginaria y lugar del deseo, la relación con un más allá, fundamental en toda instauración de relación simbólica. Se trata del
descenso al plano imaginario. La función del velo se trata de la proyección de la posición intermedia del objeto.
Degradación imaginaria: se degrada la relación simbólica del falo a una relación a la imagen.
Lo que constituye el fetiche, el elemento simbólico, que fija el fetiche y lo proyecta sobre el velo, se toma prestado de la dimensión historia, es decir, es el momento de la
historia en el cual la imagen se detiene.
Antes del momento de ver en la madre el falo que tiene y no tiene, de ver la presencia ausencia. La rememoración de la historia se detiene y se suspende en el momento
anterior inmediato. Esto es un recuerdo encubridor, es una interrupción en la historia, un momento en el cual se detiene y se fija y al mismo tiempo indica la continuación
de su movimiento mas allá del velo. El recuerdo encubridor está vinculado con la historia a través de toda la cadena, es una detención en la misma, por eso es metonímico,
porque la historia prosigue. Deteniéndose ahí, la cadena indica la continuación, en adelante velada, su continuación ausente, la represión.
Hablamos de la represión en la medida en que hay cadena simbólica. El fetiche es una imagen proyectada, que también es el signo de la represión.
¿Cuáles son las causas de la instauración de la estructura fetichista?
Por una parte, la génesis del fetichismo está vinculada con el complejo de castración. Por otra, es en las relaciones preedípico donde se pone de manifiesto que la madre
fálica es el elemento central, el motor decisivo.
La relación fundamental es la del niño con la madre simbólica y su falo, que para ella es imaginario.
El comportamiento amoroso, y la relación erótica del sujeto se reducen a una defensa. Freud nos dice que el fetichismo es una defensa contra la homosexualidad. En las
relaciones con el objeto amoroso que organizan este ciclo en el fetichista, encontramos una alternancia de las identificaciones. Identificaciones con la mujer, enfrentada al
pene destructor, el falo imaginario de las experiencias primordiales del periodo oro-anal, centradas en la agresividad de la teoría sádica del coito. La identificación del sujeto
con el falo imaginario, que le hacer ser para la mujer o un puro objeto que debe devorar y destruirlo.
El niño se encuentra enfrentado a esta oscilación entre los dos polos de la relación imaginaria primitiva, de una forma que podemos llamar bruta, antes de la instauración
de la relación en su legalidad edipica por la introducción del padre como sujeto.
El niño está entregado a la oscilación bipolar de la relación entre dos objetos inconciliables, que conduce de cualquier forma a un desenlace destructivo, incluso asesino. He
aquí lo que se encuentra en el fondo de las relaciones amorosas cuando emanan de la vida del sujeto, tienden a esbozarse y se tratan de ordenar. El analista interviene aquí
para hacer percibir al sujeto la alternancia de sus posiciones y al mismo tiempo sus significaciones respectivas. Podemos decir que introduce la distancia simbólica necesaria
para que el sujeto advierta el sentido.
Las observaciones son aquí extremadamente ricas y fructíferas, por ejemplo, cuando nos muestran las mil formas que puede adquirir, en la actualidad de la vida precoz del
sujeto, el descompletamiento fundamental que deja al sujeto entregado a la relación imaginaria, ya sea por la vía de la identificación con la mujer, ya sea ocupando el lugar
del falo imaginario, es decir, de cualquier forma, en una simbolización insuficiente de la relación tercera.
Más aún, se advierte cierto tipo de posición del sujeto, a veces singularmente reproducida en los fantasmas, la de una inmovilización forzada. En ocasiones se manifiesta a
través de una atadura efectivamente sufrida por el sujeto.
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La relación patológica se presenta como el reverso, o el complemento, de la adherencia libidinal al fetiche. El fetichismo es en efecto una clase que engloba
nosológicamente toda clase de fenómenos cuya afinidad o parentesco con el fetichismo nos indica de algún modo nuestra intuición.
Estos objetos se encuentran de por sí, directamente, en la posición del velo entre el sujeto y el objeto. No ocurre igual con el impermeable, ni con el resto de tipos de
fetiches vestimentarios más o menos envolventes. El impermeable juega aquí un papel no exactamente igual al del velo. Más bien se trata de algo detrás de lo cual el sujeto
se centra. Se sitúa, no ante velo, sino detrás, es decir en el lugar de la madre, adhiriéndose a una posición de identificación en la que esta tiene necesidad de ser protegida,
en este caso mediante una envoltura.
Esto nos da la transición entre los casos de fetichismo y los casos de travestismo. La envoltura no es como el velo, sino una forma de protección. Se trata de una égida con la
que el sujeto se envuelve, identificado con el personaje femenino. Otra relación típica, a veces particularmente ejemplar, son las explosiones de un exhibicionismo en
algunos casos verdaderamente reactivo, a veces en alternancia con el fetichismo. Esto se observa siempre que el sujeto se esfuerza por salir de su laberinto en razón de
alguna puesta en juego de lo real que le deja en una posición de equilibrio inestable, y ahí se produce una cristalización o una inversión de su posición. Lo que ilustra
manifiestamente el esquema del caso freudiano de homosexualidad femenina, en el cual la introducción del padre como elemento real produce un intercambio de los
términos, de forma que lo que se situaba en un más allá, el padre simbólico, se implica en la relación imaginaria, mientras que el sujeto tome una posición homosexual
demostrativa con respecto al padre.
FREUD LACAN
FETIC
HE
En 1905 manifiesta que en la elección del fetiche se manifiesta la influencia
persistente de una impresión sexual recibida casi siempre en la primera infancia.
En 1910 formula que el fetiche ocupa el lugar del pene faltante de la mujer.
En 1927 sale el texto “el fetichismo”. Un fetiche, si bien este es discernido como
una anormalidad por sus adictos, rara vez lo sienten como un síntoma que
provoque padecimiento; las más de las veces están muy contentos con él y
hasta alaban las facilidades que les brinda en su vida amorosa. En general,
entonces, el fetiche desempeñó el papel de un diagnóstico subsidiario.
El fetiche es un sustituto del pene, no es el sustituto de uno cualquiera, sino de
un pene determinado, muy particular, que ha tenido gran significatividad en la
primera infancia, pero se perdió más tarde. Esto es: normalmente debiera ser
resignado, pero justamente el fetiche está destinado a preservarlo de su
sepultamiento. Para decirlo con mayor claridad: el fetiche es el sustituto del
falo de la mujer (de la madre) en que el varoncito ha creído y al que no quiere
renunciar.
Lo que se ama en el objeto es lo que le falta.
He aquí pues que el fetiche, nos dice Freud, representa al falo como
ausente, el falo simbólico. El fetichista es siempre el niño, nunca la niña. Si
todo residiera en el plano de la deficiencia, o incluso de la inferioridad
imaginaria, el fetichismo debería declararse más abiertamente en aquel de
los dos sexos que está realmente privado de falo. Pero no es así. El
fetichismo es excesivamente raro en la mujer, en su sentido propio e
individualizado, encarnado en un objeto tal que podamos considerar que
corresponde de forma simbólica al falo como ausente.
El fetiche es un símbolo. Lo que se ama en el objeto de amor es algo que
está más allá. Este algo no es nada, sin lugar a dudas, sino que tiene la
propiedad de estar ahí simbólicamente. Como es símbolo, no sólo puede
sino que debe ser esa nada.
CON
RESPE
CTO
El varoncito rehusó darse por enterado de un hecho de su percepción, a saber,
que la mujer no posee pene. No, eso no puede ser cierto, pues si la mujer está
castrada, su propia posesión de pene corre peligro, y en contra de ello se
revuelve la porción de narcisismo con que la naturaleza, providente, ha dotado
El pene en cuestión no es el pene real, sino el pene en la medida en que la
mujer lo tiene —es decir en la medida en que no lo tiene.
Se trata simplemente de un desconocimiento de lo real —se trata del falo
que la mujer no tiene y que debería tener por razones que dependen de la
7
AL
FALO.
justamente a ese órgano.
Cabría esperar que, en sustitución del falo femenino que se echó de menos, se
escogieran aquellos órganos u objetos que también en otros casos subrogan al
pene en calidad de símbolos. Acaso ello ocurra con bastante frecuencia, pero sin
duda no es lo decisivo. En la instauración del fetiche parece serlo, más bien, la
suspensión de un proceso, semejante a la detención del recuerdo en la amnesia
traumática también en aquella el interés se detiene como a mitad de camino;
acaso se retenga como fetiche la última impresión anterior a la traumática, la
ominosa. Entonces, el pie o el zapato -o una parte de ellos-deben su preferencia
como fetiches a la circunstancia de que la curiosidad del varoncito fisgoneó los
genitales femeninos desde abajo, desde las piernas; pieles y terciopelo -esto ya
había sido conjeturado desde mucho antes- fijan la visión del vello pubiano, a la
que habría debido seguir la ansiada visión del miembro femenino; las prendas
interiores, que tan a menudo se escogen como fetiche, detienen el momento
del desvestido, el último en que todavía se pudo considerar fálica a la mujer.
Para concluir, es lícito formular este enunciado: el modelo normal del fetiche es
el pene del varón, así como ese órgano inferior, el pequeño pene real de la
mujer, el clítoris.
dudosa relación del niño con la realidad.
No se trata en absoluto de un falo real que, como real, exista o no exista,
sino de un falo simbólico que por su naturaleza se presenta en el
intercambio como ausencia, una ausencia que funciona en cuanto tal.
En efecto, todo lo que se puede transmitir en el intercambio simbólico es
siempre algo que es tanto ausencia como presencia. El falo en cuestión, lo
reconocemos enseguida —es un objeto simbólico.
Este falo, la mujer no lo tiene, simbólicamente. Pero no tener el falo
simbólicamente es participar de él a título de ausencia, así pues es tenerlo
de algún modo. El falo siempre está más allá de toda relación entre el
hombre y la mujer. Puede ser alguna vez objeto de una nostalgia imaginaria
por parte de la mujer, puesto que ella sólo tiene un falo pequeñito. Al estar
implicada en la relación intersubjetiva, para el hombre hay, más allá de ella
misma, el falo que ella no tiene, es decir, el falo simbólico, que existe ahí
como ausencia. Esto es del todo independiente de la inferioridad que ella
pueda sentir en el plano imaginario, debido a su participación real en el
falo.
En el acto del amor, quien recibe realmente es la mujer, recibe mucho más
de lo que da. Todo nos indica, y la experiencia analítica lo subraya, que no
hay posición más receptora, más devoradora en el plano imaginario. Si esto
se invierte en la afirmación contraria, que la mujer se da, es porque así debe
ser simbólicamente, o sea que debe dar algo a cambio de lo que recibe, es
decir del falo simbólico.
COM
PLEJO
DE
CAST
RACI
ON
No es correcto que tras su observación de la mujer el niño haya salvado para sí,
incólume, su creencia en el falo de aquella. La ha conservado, pero también la
ha resignado; en el conflicto entre el peso de la percepción indeseada y la
intensidad del deseo contrarío se ha llegado a un compromiso como sólo es
posible bajo el imperio de las leyes del pensamiento inconciente -de los
procesos primarios- Sí; en lo psíquico la mujer sigue teniendo un pene, pero este
pene ya no es el mismo que antes era. Algo otro lo ha remplazado; fue
designado su sustituto, por así decir, que entonces hereda el interés que se
había dirigido al primero. Y aún más: ese interés experimenta un extraordinario
aumento porque el horror a la castración se ha erigido un monumento
recordatorio con la creación de este sustituto. Como estigma indeleble de la
represión sobrevenida permanece, además, la enajenación respecto de los
reales genitales femeninos, que no falta en ningún fetichista. El fetiche Perdura
Por otra parte, se establece a través de este objeto un ciclo estructural de
amenazas imaginarias limitadas por la dirección y el empleo del falo real.
Este es el sentido del complejo de castración, y así es como el hombre
queda prendido en el. Pero hay también otro uso, que esta, digamos,
escondido por los fantasmas más o menos temibles de la relación del
hombre con las prohibiciones, en lo que en estas concierne al uso del falo —
se trata de la función simbólica del falo. La diferenciación simbólica de los
sexos se instaura porque el falo está o no está, y sólo en función de que está
o no está.
Este pene simbólico, que el otro día situaba yo en el esquema de la
homosexual, desempeña una función esencial en la entrada de la niña en el
intercambio simbólico. Porque la niña no tiene este falo, es decir también
porque lo tiene en el plano simbólico, porque entra en la dialéctica
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como el signo del triunfo sobre la amenaza de castración y de la protección
contra ella y le ahorra al fetichista el devenir homosexual, en tanto presta a la
mujer aquel carácter por el cual se vuelve soportable como objeto sexual. En la
vida posterior, el fetichista cree gozar todavía de otra ventaja de su sustituto
genital. Los otros no disciernen la significación del fetiche, y por eso no lo
rehúsan; es accesible con facilidad, y resulta cómodo obtener la satisfacción
ligada con él. Lo que otros varones requieren y deben empeñarse en conseguir,
no depara al fetichista trabajo alguno.
Ciertamente hay numerosas e importantes pruebas de la bi-escindida actitud del
fetichista frente al problema de la castración de la mujer. En casos muy
refinados, es en la construcción del fetiche mismo donde han encontrado cabida
tanto la desmentida como la aseveración de la castración. Así en un hombre
cuyo fetiche consistía en unas bragas íntimas, como las que pueden usarse a
modo de malla de baño. Esta pieza de vestimenta ocultaba por completo los
genitales y la diferencia de los genitales. Según lo demostró el análisis,
significaba tanto que la mujer está castrada cuanto que no está castrada, y
además permitía la hipótesis de la castración del varón, pues todas esas
posibilidades podían esconderse tras las bragas, cuyo primer esbozo en la
infancia había sido la hoja de higuera de una estatua. Un fetiche tal, doblemente
anudado a partir de opuestos, se sostiene particularmente bien, desde luego. En
otros casos, la bi-escisión se muestra en lo que el fetichista hace -en la realidad
o en la fantasía- con su fetiche. No sería exhaustivo destacar que venera al
fetiche: en muchos casos lo trata de una manera que evidentemente equivale a
una figuración de la castración. Esto acontece, en particular, cuando se ha
desarrollado una fuerte identificación-padre; el fetichista desempeña entonces
el papel del padre, a quien el niño, en efecto, había atribuido la castración de la
mujer. La ternura y la hostilidad en el tratamiento del fetiche, que
respectivamente corren en igual sentido que la desmentida y la admisión de la
castración, se mezclan en diferentes casos en proporciones desiguales, de
suerte que una u otra se dan a conocer con mayor nitidez.
Freud dice que “El horror a la castración, dice, se ha erigido, con esta creación
de un sustituto, un monumento”.
simbólica de tener o de no tener el falo, así es como entra en esa relación
ordenada y simbolizada que es la diferenciación de los sexos, relación
interhumana asumida, disciplinada, tipificada, ordenada, objeto de
prohibiciones, marcada, por ejemplo, por la estructura fundamental de la
ley del incesto. Esto es lo que quiere decir Freud cuando escribe que la niña
entra en el complejo de Edipo por medio de lo que él llama la idea de la
castración —precisamente esta, que ella no tiene el falo, pero no lo tiene
simbólicamente, de modo que puede tenerlo—mientras que el niño, así es
como sale.
La castración de la mujer es al mismo tiempo afirmada y negada. Si el
fetiche está ahí, entonces es que no ha perdido el falo, pero al mismo
tiempo es posible hacérselo perder, es decir castrarla. La ambigüedad de la
relación con el fetiche es permanente y se manifiesta sin cesar en los
síntomas. Esta vivencia manifiestamente ambigua, ilusión sostenida y
adorada, se vive al mismo tiempo en un frágil equilibrio siempre a merced
de que el telón se derrumbe o se alce. Esta es la relación que está en juego
en la relación del fetichista con su objeto.
La génesis del fetichismo está articulada esencialmente con el complejo de
castración. Por otra parte, es en las relaciones pre edípicas, y en ninguna
otra parte, donde se pone de manifiesto de la forma más clara que la madre
fálica es el elemento central, el motor decisivo.
VELO El velo, la cortina delante de algo, permite igualmente la mejor ilustración
de la situación fundamental del amor. Puede decirse incluso que al estar
presente la cortina, lo que se encuentra más allá como falta tiende a
realizarse como imagen. Sobre el velo se dibuja la imagen. Esta y ninguna
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otra es la función de una cortina, cualquiera que sea. La cortina cobra su
valor, su ser y su consistencia, precisamente porque sobre ella se proyecta y
se imagine la ausencia.
La cortina es, digamos, el ídolo de la ausencia. Si el velo de Maya es la
metáfora más comúnmente empleada para expresar la relación del hombre
con todo lo que lo cautiva, no faltan razones, sin duda, pero con toda
seguridad se debe al sentimiento de que hay cierta ilusión fundamental en
todas las relaciones urdidas con su deseo. Ahí es donde el hombre encarna,
hace un ídolo, de su sentimiento de esa nada que hay más allá del objeto
del amor.
He aquí el sujeto, el objeto y ese más allá que es nada, o bien el símbolo, o
el falo en cuanto que le falta a la mujer. Pero una vez colocada la cortina,
sobre ella puede dibujarse algo que dice —el objeto está más allá. El objeto
puede ocupar entonces el lugar de la falta y ser también propiamente el
soporte del amor, pero en cuanto que no es precisamente el punto donde
se prende el deseo. En cierto modo, el deseo aparece aquí como metáfora
del amor, pero lo que lo cautiva, o sea el objeto, se muestra como ilusorio, y
valorado como ilusorio.
Sobre el velo puede imaginarse, es decir instaurarse como capture
imaginaria y lugar del deseo, la relación con un más allá, fundamental en
toda instauración de la relación simbólica. Se trata del descenso al plano
imaginario del ritmo ternario sujeto-objeto-más allá, fundamental en la
relación simbólica. Dicho de otra manera, en la función del velo se trata de
la proyección de la posición intermedia del objeto.
Lo que constituye el fetiche, el elemento simbólico que fija el fetiche y lo
proyecta sobre el velo, se tome prestado especialmente de la dimensión
histórica. Es el momento de la historia en el cual la imagen se detiene.
REPR
ESIO
N Y
DEFE
NSA
La palabra «represión» «desalojo», se refiere ya a ese proceso patológico. Si en
este se quiere separar de manera más nítida el destino de la representación del
destino del afecto y reservar el término «represión» para el afecto,
«desmentida» seria la designación alemana correcta para el destino de la
representación.
Sólo hablamos de represión en la medida en que hay cadena simbólica. Si
puede designarse como el punto de una represión un fenómeno que puede
pasar por imaginario, pues el fetiche es de alguna forma imagen, e imagen
proyectada, es porque tal imagen es sólo el punto límite entre la historia,
como algo que tiene una continuación, y el momento en que se interrumpe.
Esta imagen es el signo, el indicador, del punto de la represión.
En las relaciones con el objeto amoroso que organizan este ciclo en el
fetichista, encontramos una alternancia de identificaciones. Identificaciones
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Freud nos dice que el fetichismo es una defensa contra la homosexualidad.
con la mujer enfrentada al pene destructor, el falo imaginario de las
experiencias primordiales del período oro-anal, centradas en la agresividad
de la teoría sádica del coito, y en efecto, muchas experiencias que el análisis
saca a la luz muestran una observación de la escena primitiva percibida
como cruel, agresiva, violenta, incluso asesina. A la inversa, identificación
del sujeto con el falo imaginario, que le hace ser para la mujer un puro
objeto que puede devorar y en el límite destruirlo.
La relación del niño con la madre no se da en términos de dos seres reales, sino que entre ellos debe mediar siempre el falo imaginario. Importancia de la trinidad real,
simbólica, imaginaria para situarla: la relación imaginaria entre el niño y la madre se da en tanto la completa a la mujer simbólicamente, porque el falo falta en ese nivel
para la mujer. En cuanto a lo real el niño es el falo en tanto la madre esta castrada. El falo como el objeto principal en la relación de objeto: el falo simbólico es lo
fundamental en la relación de objeto, cuyo fundamento hay que buscar más allá, este más allá designa la falta simbólica del falo.
 CLASE IX: “LA METÁFORA PATERNA”
Lacan dice que la metáfora paterna es algo que va a concernir al examen de la función del padre, en términos de relaciones interhumanas.
Esta función del padre está en el corazón de la cuestión, el Edipo.
3 polos históricos:
- Se plantea la pregunta: ¿Hay neurosis sin Edipo? Esta noción de neurosis sin Edipo, es correlativo con las cuestiones planteadas que se relacionan con el llamado
superyó materno. Se pregunta si el superyó es únicamente de origen paterno, o si en las neurosis hay detrás un superyó materno, todavía más exigente.
- Independientemente de saber si el complejo está o no en el sujeto, surgió la pregunta de si todo un campo de la patología no podía estar referido al campo preedípico.
Freud mismo ya había planteado, que lo que sucede antes del Edipo también tiene su importancia.
En torno del campo preedípico se agrupan las cuestiones de la perversión y la psicosis. Sea una u otra, se trata en ambos casos de de la función imaginaria. Se trata de
cuestiones patológicas en donde el campo de la realidad está profundamente perturbado por imágenes.
La historia del psicoanálisis ha atribuido al campo preedípico las perturbaciones del campo de la realidad por la invasión de lo imaginario.
La Sra. Klein nos testimonia que, entre los malos objetos presentes en el cuerpo de la madre, entre los cuales están todos los rivales, los cuerpos de los hermanos, de las
hermanas, pasados, presentes y por venir, está precisamente el padre, representado bajo forma de su pene.
- Relación del complejo de Edipo con la genitalización. El complejo de Edipo tiene una función normativa no simplemente en la estructura moral del sujeto ni en sus
relaciones, sino en su asunción de su sexo, es algo que en el análisis queda siempre en cierta ambigüedad. Está la función propiamente genital, y esta función es el
objeto de una maduración (primera ascensión de maduración es propiamente orgánica y se produce en la infancia).
La genitalización es doble: por una parte comporta algo que comporta una evolución, una maduración, y por otra parte comporta, en el Edipo, algo que se realiza, que
es la asunción por el sujeto de su propio sexo (el hombre asume su tipo viril y la mujer asume cierto tipo femenino).
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La virilidad y la feminización, dos términos que son esencialmente la función del Edipo. Esta cuestión del Edipo está directamente ligada a la función del ideal del yo,
porque la genitalización, cuando se asume, se convierte en un elemento del ideal del yo.
Critica a la concepción ambientalista de carencia paterna: esta concepción habla de la carencia o ausencia del padre, en tanto persona real, existente para el niño en su
entorno más cercano, y toman en cuenta, también, el comportamiento del padre hacia el niño, es decir, si es amable, si es desagradable, etc. Pero Lacan dice que el padre
existe aun sin estar, incluso cuando el niño ha quedado solo con su madre tienen lugar complejos de Edipo totalmente normales. Hablar de la carencia del padre en la
familia, no nos remite a hablar de la carencia del padre en el complejo.
1- El complejo de Edipo tiene una función normativa no simplemente en la estructura moral del sujeto ni en sus relaciones, sino en su asunción de su sexo.
Hay una función que es propiamente genial, y esta función, es el objeto de una maduración como tal. Esta maduración es propiamente orgánica y se produce en la infancia.
La función del padre tiene lugar en el Edipo, y su rol consiste en prohibirle a la madre (este es el fundamento, el principio del complejo de Edipo, es ahí que el padre está
ligado a la ley primordial, ley de prohibición del incesto). Él padre prohíbe ante todo la satisfacción real del impulso. Pero está claro también que algo se articula alrededor
del hecho de que le prohíbe al pequeño niño hacer uso de su pene en el momento de que dicho pene comienza a manifestar lo que llamaremos veleidades. De esta
manera, Edipo y función de padre son una sola y misma cosa.
2- El padre interviene como objeto simbólico perpetuando la ley del incesto. Es así, que interviene como teniendo derecho y no como personaje real, incluso, si no está ahí.
Aquí es el padre en tanto que simbólico, quien interviene en una frustración, acto imaginario que concierne a un objeto real, que es la madre, en tanto que el niño tiene
necesidad de ella.
La relación entre el niño y el padre perpetuada por la ley del incesto está comandada por el temor a la castración. Es en el interior de la relación agresiva, en tanto que esta
agresión parte del niño ya que su objeto privilegiado (la madre) le es prohibida. Es en tanto que la agresión se dirige hacia el padre sobre el plano imaginario por sentirse
prohibido de dicho objeto.
De esta manera, la castración cobra significación como un acto simbólico, cuyo agente es alguien real (el padre o la madre), y cuyo objeto es un objeto imaginario.
El padre le prohíbe la satisfacción real de su impulso, le prohíbe hacer uso de su pene. La castración es un acto simbólico cuyo agente es alguien real: el padre o la madre; y
cuyo objeto es imaginario (el niño se imagina castrado). Es en este plano, en donde se desata la agresión con el padre.
Es el padre en tanto que simbólico, es quien interviene en la frustración del niño que concierne a un objeto real (madre), en tanto que el niño tiene necesidad de ella.
En el complejo de Edipo el padre no es un objeto real, es una metáfora. Es un significante, sustituido por otro significante. La función del padre en el complejo de es ser un
significante sustituyendo al primer significante introducido por la simbolización, que es la madre. El padre, viene al lugar de la madre.
3 y 4- Es así que el padre interviene como privador de la madre mediante la instauración en el niño de la ley del padre (la prohibición al incesto), ya que éste puede darle a
la madre lo que ella desea porque lo tiene, es decir, es un padre potente. De esta manera, la identificación se hace paterna, la cual tiene como resultado la disolución del
complejo de Edipo con la identificación al ideal del yo.
La salida del complejo de Edipo en la mujer es más simple. Ella sabe dónde está y dónde tiene que ir a buscarlo, es de decir, del lado del padre ya que es él quien lo posee.
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Es en el interior de la relación agresiva, en tanto que esta agresión parte del niño, en tanto que su sujeto privilegiado, la madre, le es prohibido, es en tanto que la agresión
se dirige hacia el padre que el niño entonces, sobre el plano imaginario, en la relación dual en tanto que él proyecta imaginariamente en el padre las intenciones agresivas
equivalentes o reforzadas en relación a las suyas, pero cuyo punto de partida está en sus propias tendencias agresivas) El temor experimentado ante el padre, es
netamente centrífugo, tiene su centro en el sujeto.
La castración en tanto que por una parte está profundamente ligada a la articulación simbólica de la prohibición del incesto, y por otra parte mucho más todavía
naturalmente en aquellos que son sus objetos privilegiados.
Edipo invertido: nunca está ausente de la función del Edipo, el componente del amor por el padre no puede ser aludido, es que es él el que da el fin del complejo de Edipo,
el que está en una dialéctica que permanece muy ambigua del amor y de la identificación. El padre se hace preferir por sobre la madre, aquí es donde sobreviene la
identificación terminal que da paso a la declinación del Edipo.
El padre puede ser temible (que ha prohibido tantas cosas), pero es muy amable por otra parte, es ponerse en el buen lugar para tener sus favores, es decir para hacerse
amar por él, y esto consiste en pasar ante todo al rango de mujer, y que uno guarda siempre su pequeño amor propio viril, es lo que Freud nos explica: hacerse amar por el
padre comporta el peligro de la castración, de donde esta forma de homosexualidad inconsciente que pone al sujeto en esta posición esencialmente conflictual, que es por
una parte de retorno siempre a la posición homosexual con respecto al padre, y por otra parte de su suspensión, es decir, de su represión, en razón de la amenaza de
castración que comporta.
5- El padre no es un objeto real, es una metáfora. Es un significante que viene en lugar de otro significante. Esta es la función del padre, es decir, en sustitución al primer
significante introducido en la simbolización, a saber, el significante maternal.
Lacan presenta al complejo de Edipo como una metáfora, la metáfora paterna, en la cual el significante del nombre del padre sustituye al significante primordial, el deseo
de la madre, obteniendo como resultado la “normalización” del deseo del sujeto en relación al deseo del Otro y haciendo surgir el falo como falo simbólico.
6- La significación fálica alude al deseo del niño de ser falo, es decir, de ser tomado como objeto de deseo de la madre, quien no lo posee. De esta manera el falo vela la
falta y circula entre los significantes.
Categorías de la falta de objeto:
Padre real Castración Imaginario
Madre simbólica Frustración Real
Padre imaginario Privación Simbólico
Castración: se trata de la intervención real del padre con respecto a la amenaza imaginaria. Es un acto simbólico cuyo agente es alguien real y el objeto es imaginario. El
niño que se siente cortado se lo imagina.
Frustración: el padre frustra al niño al privarle a la madre. El padre no interviene de modo real, sino simbólico en un acto que es imaginario que concierne a un objeto real.
Privación: el padre es el ideal del yo, por eso es un agente imaginario, y el objeto de castración es simbólico.
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 CLASE X: “LOS TRES TIEMPOS DEL EDIPO”
1- El padre es el verdadero agente de la pro-creación, no es ningún caso una verdad de experiencia. La posición del padre como simbólico no depende del hecho de que la
gente haya reconocido más o menos la necesidad de una determinada secuencia de acontecimientos tan distintos como un coito y un alumbramiento. La posición del
nombre del padre, la calificación del padre, como pro-creador, es un asunto que se sitúa en el nivel simbólico, es una necesidad de la función del padre, de la función
que ocupa el nombre del padre en la cadena significante. Esta necesidad del padre como simbólico depende de la necesidad de la función de padre.
Las primeras relaciones de realidad se dibujan entre la madre y el niño. Es ahí en donde el niño va a experimentar las primeras realidades de su contacto con el medio
viviente, que es el triángulo, aunque el padre no ha entrado todavía, para el niño. Este padre, es real, pero no lo es más que en tanto su rol y su función. El padre, es el
verdadero agente de la procreación, que en épocas anteriores ha sido atribuida a diferentes factores. Lo que es importante es que se sancione en un significante que
aquél con quien ella ha tenido el coito es el padre.
2- La primera relación se da entre el niño y la madre, siendo ésta quien posibilita la entrada del padre a la relación simbólica instituida entre los tres (niño-padre-madre).
Este padre, es real, pero no lo es más que en tanto a su rol y función de padre.
El niño se encuentra dependiendo del deseo de la madre, de la primera simbolización de la madre como tal. Por esta simbolización algo es instituido, que es subjetivado
a un nivel primero, primitivo; esta subjetivación consiste en plantearla como ese ser primordial que puede o no estar ahí. En esta primera simbolización el deseo del
niño se afirma, inicia todas las complicaciones ulteriores de la simbolización en: “que él es deseo del deseo de la madre” (TRIÁNGULO IMAGINARIO)
Detrás de la madre, existe todo un orden simbólico que permite cierto acceso a ese objeto, que es su deseo. Es un objeto marcado por una necesidad marcada por este
sistema, y que se llama el falo. El falo está en la cumbre del ternario imaginario y el padre es el punto cumbre del ternario simbólica, debido a que entre estos dos existe
un enlace de orden metafórico.
La posición del significante del padre en el símbolo es fundadora de la posición del falo en el plano imaginario.
El deseo del otro, el deseo de la madre comporta un “más allá”, para alcanzarlo debe existir una mediación dada por la posición del padre en el plano simbólico.
La relación del niño con el falo es importante en tanto que el falo es el objeto de deseo de la madre. Por eso, el niño al identificarse con la madre teme la privación de
su órgano viril.
3- El padre ocupa un lugar simbólico, en tanto se coloca en la posición Nombre del Padre. Esta posición del significante del padre en el símbolo es fundadora de la
posición del falo en el plano imaginario. Este padre, entra en juego en el Edipo privando a la madre de su deseo que es el objeto fálico. Es aquél que priva a la madre,
para el hijo. Es el portador de la ley, despliega su función como prohibidor del objeto que es la madre; prohíbe el incesto. El padre, en tanto que nombre del padre,
ligado a la enunciación de la ley, es esencial y es en eso que él es aceptado o no por el niño como aquél que priva o no a la madre del objeto de su deseo.
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Función del padre; articulación complejo de Edipo y complejo de castración:
- El padre no castra a la madre de algo que no tiene. Para que esté planteado que ella no lo tiene, es necesario que sea proyectado sobre el plano simbólico. Pero, esto es
efectivamente una privación real, que necesita una simbolización. Es sobre el plano de la privación de la madre que en un momento dado del complejo de Edipo, se plantea
la cuestión de aceptar, volver significante la privación cuyo objeto es la madre. Esta privación, el infantil sujeto la asume o no la asume.
- Existe un momento en que el padre entra en función como privador de la madre, se perfila como algo que “castra”, porque quien es castrado no es el sujeto, sino la
madre.
- En la medida en que el sujeto no acepta la privación del falo operada por el padre sobre la madre, se observa que el niño mantiene para sí una cierta forma de
identificación a este objeto de la madre. La cuestión que se plantea es ser o no ser el falo sobre el plano imaginario. En esto, hay otro paso que hay que franquear que es
tenerlo o no tenerlo, al pene.
- Es preciso que algo haya sido franqueado entre una y otra cosa, es del complejo de castración que depende por un lado, que el varón devenga hombre y que la niña
devenga mujer. Pero, esta cuestión de tenerlo o no tenerlo esta reglada para aquél que se siente con derecho de tenerlo, es decir, el hombre, lo que se supone que es
preciso que en un momento no lo haya tenido, por intermedio del complejo de castración. En la medida en que el sujeto no acepta, es arrastrado a ser el falo.
- Es este paso que hay que franquear, y es ahí donde debe intervenir el padre, como un personaje real revestido de ese símbolo. El padre real, puede portar la prohibición.
Pero, en lo referido a las manifestaciones del primer instinto sexual, el sujeto se muestra a la madre, le hace ofrecimientos, es algo que sucede en términos imaginarios; y
es ésta (madre) la que basta para demostrarle al niño que lo que él le ofrece es insuficiente, ella basta para hacer la prohibición del uso de ese instrumento.
4- ¿Qué caracteriza a la ley de la madre?
La ley de la madre es el hecho de que la madre es un ser hablante, con eso basta para legitimar que diga la ley de la madre. Ésta ley es una ley incontrolada y también reside
simplemente, al menos para el sujeto, en el hecho de que algo de su deseo es completamente dependiente de otro cosa que, sin duda, se articula ya en cuanto tal, que
pertenece ciertamente al orden de la ley, pero esta ley está toda entera en el sujeto que la soporta: en el buen o el mal querer de la madre, la buena o la mala madre.
5- ¿De qué se trata la relación padre-madre?
La madre fundamenta al padre como mediador de lo que está más allá de su ley, la de ella y de su capricho, y que es pura y simplemente la ley como tal. El padre en tanto
nombre del padre, estrechamente vinculado con la enunciación de la ley, eso es lo esencial y es en eso que él es aceptado o no es aceptado por el niño como aquel que
priva o no priva a la madre del objeto de su deseo.
6- Tres tiempos del Edipo:
Primer tiempo: El niño busca poder satisfacer el deseo de su madre, ser o no ser el objeto de deseo de su madre. Se identifica con el objeto satisfactorio para la madre.
En esta primera etapa, el niño en espejo se identifica con el objeto de deseo. Es la etapa fálica primitiva, donde la metáfora paterna obra en sí, en tanto que en el mundo la
primacía del falo está instaurada por la existencia del símbolo del discurso y de la ley.
El niño, para agradar a la madre es necesario y suficiente con ser el falo.
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Segundo tiempo: sobre el plano imaginario, el padre interviene como privador de la madre. Lo que está dirigido al otro como demanda, vuelve al niño en forma de la ley del
padre, concebida imaginariamente por el sujeto como privando a la madre.
Este estadío, desata al sujeto de su identificación y lo vuelve a atar a la primera aparición de la ley bajo la forma de que la madre es dependiente de un objeto que ya no es
simplemente el objeto de su deseo, sino un objeto que el otro tiene o no tiene.
Tercer tiempo: El padre puede darle a la madre lo que ella desea, puede darlo porque lo tiene.
Se da la identificación paterna en tres tiempos:
a) Bajo la forma velada, donde el padre existente en la realidad, en tanto reina la ley del símbolo. La cuestión del falo está planteada en otra parte que en la madre, en
donde el niño debe repararla.
b) Por su presencia privadora, en tanto que es aquél que soporta la ley. Esto se hace mediante la madre, que es la que lo propone como aquél que hace la ley.
c) El padre es revelado, en tanto que el tiene falo. Ésta, constituye la salida del complejo de Edipo, ya que se produce la identificación al padre como aquél que “lo tiene”.
Esta identificación se llama ideal del yo. Es a nivel del padre que se comienza a constituir el superyó.
Es en tanto que el padre interviene como real y potente, que sucede la privación o castración sobre la madre. La madre, imaginada a nivel del sujeto, en su propia posición
imaginaria, de dependencia. Entonces, el padre es interiorizado como ideal del yo del sujeto, y en este momento declina el complejo de Edipo.
La metáfora paterna juega ahí un papel metafórico: concluir con la institución de algo que es del orden del significante, que está en reserva y que adquiere su significación
más tarde.
Es en la medida que el tercer tiempo del complejo puede ser franqueado, es decir en la etapa de la identificación, en la cual se trata para el varoncito de identificarse al
padre en tanto que poseedor del pene, y para la niña de reconocer al hombre en tanto que aquel que lo posee.
7- La salida del complejo es diferente en la mujer, para ella es mucho más simple, porque no tiene que hacer esta identificación. Ella sabe dónde está el falo y dónde debe ir
a tomarlo, es del lado del padre, hacia aquél que lo tiene.
 CLASE XI: “LA METÁFORA PATERNA (II)
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El niño entra en relación no con la madre, sino con el deseo de la madre. Es un deseo de deseo. En esta primera etapa, el niño está aislado, desprovisto de todo lo que no
sea el deseo de aquel Otro que él ya ha constituido como el Otro q puede estar presente o ausente.
El objeto de deseo de la madre es el falo. Éste, desempeña un papel primordial en la estructuración subjetiva de la madre, puede estar en diferentes estados como objeto.
El falo es un objeto metonímico, q debido a la existencia de la cadena significante circula por todas partes en el significado, y es éste el q resulta de la existencia del scte.
Este scte es un objeto universal.
¿Cómo concebir que el niño que desea ser el objeto del deseo de su madre consiga satisfacerse? Ocupando el lugar del objeto de su deseo.
El niño está en N. el yo y el objeto metonímico no están constituidos todavía para el niño.
En D surge el deseo de la madre. M: existencia de la madre como otra.
¿Qué se necesita para que el niño coincida con el objeto de deseo de la madre?
Es preciso y suficiente con que el Yo (Je) latente en el discurso del niño vaya a D, a constituirse en el nivel de este Otro q es la madre (que el yo de la madre se convierta en
el Otro del niño) que lo que circula por la madre en D, en tanto que ella misma articula el objeto de su deseo, vaya a M a cumplir la función de mensaje para el niño. El niño
recibe, en M el mensaje en bruto del deseo de la madre, mientras que a nivel metonímico se efectúa su identificación con el objeto.
El niño entra en el más allá de la madre, que está constituido por su relación con el discurso del padre.
Este segundo tiempo tiene como eje el momento en q el padre se hace notar como interdictor. Se manifiesta como mediado en el discurso de la madre. En la palabra, el
padre interviene efectivamente sobre el discurso de la madre. Aparece de forma menos velada que en la primera etapa, pero no se revela del todo. A esto corresponde el
uso de la palabra mediado
El padre interviene en calidad de mensaje para la madre. Lo que enuncia es una prohibición, un no que se transmite allí donde el niño recibe el mensaje esperado de la
madre.
Esta prohibición llega como tal hasta A, donde el padre se manifiesta en cuanto Otro. En consecuencia, el niño resulta cuestionado en su posición de súbdito. Si no se cierra
el círculo completamente en torno al niño y este no se convierte pura y exclusivamente en el deseo de su madre, es en la medida en q el objeto del deseo d la madre está
afectado por la interdicción paterna.
La tercera etapa es donde el niño es desalojado de aquella posición ideal con la que él y la madre podrían satisfacerse, en la cual él cumple la función de ser su objeto
metonímico. Esta etapa supone aquella identificación con el padre y el titulo virtual para tener lo que tiene el padre.
En la psicosis el nombre del padre esta forcluido en cuanto función simbólica. Aquí no está aquello con lo que el padre interviene en cuanto ley. Está la intervención en
bruto del mensaje NO sobre el mensaje de la madre al niño. Este mensaje, como mensaje en bruto es también fuente de un código que esta más allá de la madre.
En la etapa siguiente del complejo de Edipo, que supone que en condiciones normales el padre intervenga, en tanto que él lo tiene. Interviene en este nivel para dar lo que
está en juego en la privación fálica. Se manifiesta en el acto del don. El mensaje del padre interviene en el mensaje de la madre, en tanto que ahora permite y autoriza. Al
niño, por intermedio del don o del permiso concedido a la madre, se le permite tener un pene más adelante, de otra manera es como decir que se le permite ser alguien
idéntico al padre.
El falo interviene como falta, como objeto del que esta privada la madre, como objeto de aquella privación siempre sentida en la psicología femenina. Pero también, puede
intervenir como objeto de que todas formas se le da de forma simbólica.
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Si el homosexual concede un valor predominante al objeto pene hasta el punto de convertirlo en una característica exigible a la pareja sexual, es porque de alguna forma la
madre le dicta la ley al padre. Es la madre la q le ha dictado la ley al padre en un momento decisivo. Es decir, cuando la intervención interdictiva del padre hubiera debido
introducir al sujeto en la fase de su relación con el objeto de deseo de la madre cortar de raíz para él toda posibilidad de identificarse con el falo. En el momento en que la
madre debería ser captada como privada, lo que encuentra es su total seguridad. La interdicción del padre ha fracasado y es la madre la que ha dictado la ley.
Si la marca del padre interdictor está quebrada, el resultado es el mismo. En particular, en casos en donde el padre ama demasiado a la madre, en los casos en donde es
demasiado dependiente de ella, el resultado es el mimo. Es la madre la que dicta la ley.
En la homosexualidad, el sujeto considero identificarse con la madre, porque ésta no se dejaba conmover. De manera que se encontrará en la posición de la madre.
El homosexual le pregunta al padre si lo tiene o no lo tiene, lo mismo que hace con su pareja sexual, encontrándose así en la misma posición de la madre respecto al padre.
En todos los casos, si el padre se muestra amoroso con la madre, se sospecha que no lo tiene. El niño tuvo una madre fálica castradora y tenía con respecto al padre una
actitud autoritaria.
Paradójicamente, el homosexual le tiene pánico a encontrarse con el órgano femenino. Si algo los frena ante el órgano femenino es la suposición, en muchos casos, de que
ha ingerido el falo del padre, y lo temido en la penetración es el encuentro con dicho falo.
UNIDAD 4:
 XI. “EL FALO Y LA MADRE INSACIABLE”
Frustración: no es la negación de un objeto de satisfacción, que satisface una necesidad.
Habitualmente cuando se habla de frustración se usa el término sin ninguna consideración. Pero se olvida, que si la cuestión es tan simple, sería preciso explicar por qué el
deseo frustrado es en el icc reprimido.
La frustración de una necesidad acarrea diversas modificaciones, pero no engendra el mantenimiento del deseo. No hay ninguna coherencia entre la frustración y el
mantenimiento del deseo.
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La frustración, en su origen, es concebible como la negación de un don, en tanto que éste es el símbolo del amor. El don implica el ciclo de intercambio en el q se introduce
el sujeto primitivamente; surge de un mas allá de la relación objetal, supone todo un orden del intercambio en el que ha entrado el niño y puede surgir de este
simbólicamente.
El don se da o no se da al llamar. Si la llamada es fundamental, fundadora en el orden simbólico, es en la medida en que lo reclamado puede ser rehusado. La llamada es
una introducción a la palabra completamente comprometida en el orden simbólico.
La llamada se hace oír cuando el objeto no está. Cuando está, el objeto se manifiesta solo como signo del don, es decir a titulo de objeto de satisfacción.
¿Qué ocurre en el momento en que interviene la satisfacción de la necesidad y sustituye a la satisfacción simbólica?
La satisfacción de la necesidad sufre una transformación. Lo que adquiere carácter de símbolo es la actividad que deja al niño en posesión del objeto.
En cuanto entra en la dialéctica de la frustración, el objeto real no es en sí mismo indiferente. Aunque no sea el pecho de la madre, no por ello perderá el lugar que le
corresponde en la dialéctica sexual, cuyo resultado es la erotización de la zona oral. Lo que desempeña un papel central no es el objeto, sino el hecho de q la actividad ha
adquirido una función erotizada en el plano del deseo, el cual se ordena en el orden simbólico.
Se trata de lo q da lugar a una satisfacción sustitutiva d la saturación simbólica. Solo esto puede explicar la función de un síntoma.
Anorexia mental:
Es un no comer nada. Nada, es algo q existe en el plano simbólico. Se trata d q el niño no come nada. Frente a lo q tiene
 PSICOLOGÍA DE LAS MASAS Y ANÁLISIS DEL YO
LA IDENTIFICACIÓN
La identificación es la manifestación más temprana de un enlace afectivo a otra persona, y desempeña un importante papel en la prehistoria del complejo de Edipo. El niño
manifiesta un especial interés por su padre: quisiera ser como él, hace de su padre su ideal. Simultáneamente comienza el niño a tomar a su madre como objeto de sus
instintos libidinosos. Muestra dos órdenes de enlaces psicológicamente diferentes. Uno, francamente sexual, a la madre y una identificación con el padre, al que considera
como modelo a imitar. Estos dos enlaces coexisten durante algún tiempo sin influir ni estorbarse entre sí. Pero van aproximándose hasta acabar por encontrarse, y de esta
confluencia nace el complejo de Edipo normal. El niño advierte que el padre le cierra el camino hacia la madre, y su identificación con el adquiere por este hecho un matiz
hostil, terminando por fundirse en el deseo de sustituirle también cerca de la madre.
La identificación es ambivalente y puede concretarse tanto en una exteriorización cariñosa como en el deseo de supresión. Se comporta como una ramificación de la
primera fase, la fase oral de la organización de la libido, durante la cual el sujeto se incorporaba al objeto ansiado y estimado, devorándolo, y al hacerlo así lo destruía.
Puede suceder que el complejo de Edipo experimente una inversión, o sea que, adoptando el sujeto una actitud femenina, se convierta el padre en el objeto del cual
esperan su satisfacción los instintos sexuales directos.
No es difícil expresar la diferencia entre la identificación con el padre y la elección del mismo como objeto sexual. En el primer caso, el padre es lo que se quisiera ser; en el
segundo, lo que se quisiera tener. La diferencia está en que el factor interesado sea el sujeto o el objeto del yo. Por este motivo, la identificación es siempre posible antes
de toda elección de objeto. La identificación aspira a conformar el propio yo semejantemente al otro tomado como modelo.
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En las condiciones que presiden la formación de síntomas y, por tanto, la represión bajo el régimen de los mecanismos, de lo inconsciente, sucede con frecuencia que la
elección de objeto deviene una nueva identificación, absorbiendo el yo las cualidades del objeto. En estas identificaciones copia el yo unas veces a la persona no amada, y
otras en cambio, a la amada.
En otro caso, la identificación se efectúa independientemente de toda actitud libidinosa con respecto a la persona copiada. Cuando, por Ej., una joven recibe una carta que
excita sus celos y a la cual reacciona con un ataque histérico, algunas de sus amigas serán victimas y sufrirán un igual ataque. El mecanismo al que aquí asistimos es el de la
identificación, hecha posible por la aptitud o la voluntad de colocarse en la misma situación. Uno de los yo ha percibido, en el otro, una importante analogía en un punto
determinado, inmediatamente se produce una identificación en este punto, y bajo la influencia de la situación patógena se desplaza esta identificación hasta el síntoma
producido. La identificación por medio del síntoma señala así el punto de contacto de los dos yo, es un punto de encuentro que debía mantenerse reprimido.
1º. La identificación es la forma primitiva del enlace afectivo a un objeto.
2º. Siguiendo una dirección regresiva, se convierte en sustitución de un enlace libidinoso a un objeto, como por introyección de objeto en el yo.
3º. Puede surgir siempre que el sujeto descubre en si un rasgo común con otra persona que no es objeto de sus instintos sexuales. Cuanto más importante sea tal
comunidad, más perfecta y completa podrá llegar a ser la identificación parcial y constituir así el principio de un nuevo enlace.
El enlace reciproco de los individuos de una masa es de la naturaleza de tal identificación, basada en una amplia comunidad afectiva y reposa en la modalidad del enlace
con el líder.
La génesis del homosexualismo es, con gran frecuencia, la siguiente: el joven ha permanecido fijado a su madre durante un lapso mayor al común. Con la pubertad llega el
momento de cambiar a la madre por otro objeto sexual, y entonces se produce un repentino cambio de orientación: el joven no renuncia a su madre, sino que se identifica
con ella, se trasmuda en ella. Lo más singular de esta identificación es su amplitud. El yo queda transformado en un orden importantísimo, en el carácter sexual, conforme
al modelo de aquel otro que hasta ahora constituía su objeto, quedando entonces perdido o abandonado el objeto, sin que de momento podamos entrar a discutir si el
abandono es total o permanece conservado en el inconsciente.
El análisis de la melancolía, afección que cuenta entre sus causas más evidentes la pérdida real o afectiva del objeto amado, nos ofrece otro ejemplo de esta introyección
del objeto. Uno de los principales caracteres de estos casos es la cruel autohumillacion del yo, unida a una implacable autocrítica y a los amargos reproches. El análisis ha
demostrado que estos reproches y estas críticas se dirigen en el fondo contra el objeto y representan la venganza del yo sobre él.
Pero estas melancolías nos muestran al yo dividido en dos partes, una de las cuales combate implacablemente a la otra. Esta otra es la que ha sido transformada por la
introyección, la que entraña el objeto perdido. Pero tampoco la parte que tan cruel se muestra con la anterior nos es desconocida. Encierra en sí la conciencia moral. En
otras ocasiones hemos tenido que construir la hipótesis de que en nuestro yo se desarrolla tal instancia que puede separarse del otro yo y puede entrar en conflicto con él.
A esta instancia le dimos el nombre de ideal del yo y le adscribimos como funciones la autoobservación, la conciencia moral, la censura onírica y la influencia principal en la
represión. También era la heredera del narcisismo primitivo, en el cual el yo infantil se bastaba a sí mismo y que poco a poco iba tomando de las influencias del medio, las
exigencias que este planteaba al yo de manera que cuando el hombre llegaba a hallarse descontento de si mismo podía encontrar su satisfacción en el ideal del yo,
20
diferenciado del yo. En el delirio de autoobservación se hace evidente la descomposición de esta instancia, revelándosenos así su origen en las influencias ejercidas sobre el
sujeto por las autoridades que han pesado sobre él, sus padres en primer lugar. La instancia entre este ideal del yo y el yo actual es muy variable según los individuos.
a) como forma originaria del lazo afectivo con el objeto. Se trata aquí de una identificación preedípica, marcada por la relación canibalística, que desde un principio es
ambivalente (véase: Identificación primaria);
b) como substitutivo regresivo de una elección objetal abandonada;
c) en ausencia de toda catexis sexual del otro, el sujeto puede, no obstante, identificarse a éste en la medida en que tienen un elemento en común (por ejemplo, deseo de
ser amado): por desplazamiento, la identificación se producirá sobre otro punto (identificación histérica).
La soñante, la bella carnicera, desea que no se realice el deseo de engordar expresado por su amiga, para que ésta no seduzca a su marido, el carnicero, que tiene debilidad
por las mujeres entradas en carnes. Pero debido a una inversión, el sueño toma un sentido nuevo: la bella carnicera sueña con la no-realización de uno de sus deseos. La
soñante, explica Freud, se ha identificado con su amiga, sueña que le sucede a ella lo que desea que le suceda a su amiga. Este punto encuentra su confirmación en la vida
real de "la bella carnicera", que se niega a realizar su deseo de comer caviar. Se trata de un caso de identificación histérica. Freud insiste en diferenciarla de lo que entonces
se denominaba imitación histérica. La identificación histérica responde a deducciones inconscientes, es una "apropiación a causa de una etiología idéntica; expresa un
«como si» y tiene que ver con una comunidad que persiste en el inconsciente. La identificación es casi siempre utilizada en la histeria como expresión de una comunidad
sexual. La histérica se identifica de preferencia, pero no exclusivamente, con las personas con las que ha tenido relaciones sexuales o que tienen relaciones sexuales con las
mismas personas que ella
Finalmente, en la tercera modalidad, la identificación se realiza en ausencia de toda investidura sexual. Es producto de la capacidad o la voluntad de ponerse en una
situación idéntica- a la del otro o los otros. Este caso de identificación aparece sobre todo en el marco de las comunidades afectivas. Vincula entre sí a los miembros de un
colectivo. Es gobernada por el vínculo establecido entre cada individuo del colectivo y el conductor de la masa. Ese vínculo está constituido por la instalación del conductor
en posición de ideal del yo por cada uno de los participantes de la comunidad.
 SUEÑO DEL SALMON AHUMADO
Relato de la esposa:
Su marido es carnicero, él dice que esta obeso por lo tanto no aceptaría más ninguna invitación a cenar. La esposa le ha rogado a su marido que no le regale caviar, porque
no quiere permitirse el gasto.
Interpretación:
El caviar es el deseo incumplido de la paciente. Dice Freud: “noto que se ve precisada a crearse en la vida un deseo incumplido. Su sueño muestra cumplido ese
rehusamiento del deseo”
Relato de a paciente:
21
Fue a visitar a una amiga, de quien está celosa porque su marido la alababa en demasía. La amiga es muy descarnada y flaca, y su marido es amante de las redondeces, pero
su deseo es engordar un poco. A propósito de su deseo ella pregunta cuándo la va a invitar a cenar a su casa.
Interpretación:
La paciente piensa: “Tan luego a ti he de invitarte, pata que comas en mi casa, te pongas más gorda y puedas gustarle más a mi marido! Más vale que no de mas comidas. ”
En el sueño, se ve que ella ya no puede dar más comidas y entonces cumple su deseo de no contribuir en nada a redondear las formas del cuerpo de su amiga.
Acerca del salmón ahumado:
Freud: dice conocer a la amiga y agrega que el salmón ahumado es el plato predilecto de ella, y se lo priva al igual que su paciente se priva del caviar.
Interpretación: a su sueño de rehusamiento del deseo la paciente se empeñaba en procurarse un deseo denegado en la realidad (el bocadillo de caviar). También la amiga
había exteriorizado su deseo de engordar. En efecto es su propio deseo a que su amiga se le niegue un deseo.
Pero la duda es ¿Por qué ella sueña que a ella misma no se le cumple el deseo? Freud dice: se ha identificado con ella
Diferencia entre imitación e identificación
En esta identificación se ha creado el deseo denegado en la realidad.
La identificación es un aspecto importante en el mecanismo de los síntomas histéricos, por ese camino los enfermos llegan a expresar en sus síntomas las vivencias de toda
una serie de personas y no solo las propias.
La imitación histérica, es decir la capacidad de los histéricos para imitar todos los síntomas, es una especie de compasión que se extrema hasta la reproducción. Pero ello ha
designado el camino por el cual discurre del proceso psíquico en el caso de la imitación histérica.
El acto psíquico es más complicado que la imitación, porque responde a un proceso inconsciente de razonamiento.
Entonces Freud sostiene q la paciente despierta su compasión y se cumple en ella un razonamiento que no llega a la conciencia. “si por una causa así puede tener tal
ataque, puede sobrevenirme a mí también pues tengo iguales motivos.” Si ese razonamiento fuera susceptible de conciencia desembocaría en una angustia, pero se cumple
en otro terreno psíquico por eso se realiza el síntoma temido. Por lo tanto la IDENTIFICACION no es imitación, sino que es la apropiación sobre la base de la misma
reivindicación etiológica; expresa un “igual que” y se refiere a algo común que permanece en lo inconsciente.
En la histeria la identificación es usada para expresar una comunidad sexual. Ella se identifica en sus síntomas, preferentemente con las personas con las que ha tenido
comercio sexual o que lo tienen con las mismas personas que ella. En la fantasía histeria, como en el sueño, basta para la identificación que se piense en relaciones sexuales
sin la necesidad de que estas sean reales.
La paciente entonces, en este caso, expresa sus celos contra su amiga, poniéndose en el lugar de ella en el sueño e identificándose mediante la creación de un síntoma. Ella
se pone en el lugar de su amiga en el sueño porque esta última le ocupa su lugar frente a su marido, porque querría apropiarse del sitio que la amiga está ocupando en la
estima de su marido.
SUBVERSION
-Lectura lacaniana de la relación del sujeto al saber en Freud y su diferencia con Hegel. Distinción entre saber y verdad.
22
Lacan realiza una lectura de lo que plantean Freud y Hegel acerca del sujeto y su relación con el saber. En Hegel, es al deseo, a quien se remite la carga de ese mínimo de
nexo que es preciso que el sujeto conserve con el antiguo conocimiento para que la verdad sea inmanente a la realización del saber. La astucia de la razón quiere decir que
el sujeto desde el origen y hasta el final sabe lo que quiere.
Pero de lo que se trata en Freud es de un saber que no comporta el menor conocimiento, en cuanto que está inscripto en un discurso del cual el sujeto no sabe ni su
sentido ni su texto.
El deseo se anuda en la verdad en el deseo del Otro, pero en ese lazo se aloja el deseo del saber.
La verdad está en reabsorción constante en lo que tiene de perturbador, es lo que falta para la realización del saber. La verdad no es otra cosa sino aquello de lo cual el
saber no puede enterarse de que lo sabe sino haciendo actuar su ignorancia. Crisis real en la que lo imaginario se resuelve, engendrando una nueva forma simbólica. (eso
real inaccesible, a lo cual no se puede llegar desde el plano imaginario, el de la relación entre el yo y el semejante, lleva a engendrar nuevos significantes que intenten
abarcar eso real).
-Definición del inconsciente.
El inconciente, a partir de Freud, es una cadena de significantes que en algún sitio (en otro escenario) se repite e insiste para interferir en los cortes que le ofrece el discurso
efectivo y la cogitación que él informa.
El inconciente está estructurado como un lenguaje, siendo sus operaciones básicas la metáfora y la metonimia, o, los efectos de sustitución y combinación del significante
en las dimensiones respectivamente sincrónica y diacrónica, donde aparecen en el discurso.
Esto equivale a lo que Freud planteó como proceso primario relacionado con los mecanismos de condensación y desplazamiento.
-Relación del je con el sujeto de la enunciación
Desde una definición estrictamente lingüística se puede hablar del Yo (je) como significante: no es nada sino el shifter o indicativo que en el sujeto del enunciado designa al
sujeto que habla actualmente. Es decir, que designa al sujeto de la enunciación pero que no lo significa. Todo significante del sujeto de la enunciación puede faltar en el
enunciado.
La relación del sujeto con el significante, se da por medio de una enunciación cuyo ser tiembla con el mensaje que recibe del propio enunciado (que le viene del Otro).
Lacan plantea al Yo (je) como sujeto que se conjuga por la doble aporía de una subsistencia verdadera que queda abolida por su saber (el saber obtura la verdad
inconciente) y de un discurso donde es la muerte la que sostiene a la existencia.
-Diferencia entre necesidad, demanda, deseo. -La demanda en los desfiladeros del significante.
El deseo es irreductible a la demanda y a la necesidad. Que el deseo sea articulado es precisamente la razón de que no sea articulable. No hay demanda que no pase, de
una manera o de otra, por los desfiladeros del significante. La dependencia en la que se encuentra el ser humano ni bien nace se mantiene por un universo de lenguaje,
23
justamente en el hecho de que por él y a través de él, las necesidades se diversifican y desmultiplican hasta el punto de que su alcance aparece como de un orden
totalmente diferente, hasta el punto de que esas necesidades pasan al registro del deseo.
El deseo se esboza en el margen donde la demanda se desgarra de la necesidad: margen que es el que la demanda , cuyo llamado está dirigido al Otro, abre bajo la forma
de la falla posible que puede aportarle la necesidad por no tener satisfacción universal (lo que suele llamarse angustia). Margen que, por más lineal que sea, deja aparecer
el capricho del Otro, capricho que introduce el fantasma de la omnipotencia del Otro, donde se instala la demanda y con ese fantasma la necesidad de su refrenamiento
por la ley.
-Noción de punto de capitonado. Sincronía y diacronía. Escrituras: A y s(A).
Por el punto de capitonado el significante detiene el deslizamiento, indefinido si no, de la significación.
La función diacrónica de este punto de basta debe encontrarse en la frase, en la medida en que no cierra su significación sino con su último término, ya que cada término
está anticipado en la construcción de los otros, e inversamente sella su sentido por su efecto retroactivo. Pero la estructura sincrónica está más escondida y es ella la que
nos lleva al origen. Es la metáfora en cuanto que en ella se construye la atribución primera.
En relación a los puntos de entrecruzamiento del grafo, el punto A es el lugar del tesoro del significante, lo cual no quiere decir del código, pues no es que se conserve en él
la correspondencia unívoca de un signo con algo, sino que el significante no se constituye sino de una reunión sincrónica y numerable donde ninguno se sostiene sino por el
principio de su oposición a cada uno de los otros. El otro, s(A), es lo que puede llamarse la puntuación donde la significación se constituye como producto terminado. El
primero es un lugar y el otro es un momento.
La sumisión del sujeto al significante, que se produce en el circuito que va de s(A) a A para regresar de A a s(A), es propiamente un círculo en la medida en que el aserto que
se instaura en él, a falta de un acto en que encontrase su certidumbre, no remite sino a su propia anticipación en la composición del significante, en sí misma insignificante.
-El Otro como testigo de la verdad. El sujeto del significante y la borradura de las huellas. Diferencia con el animal.
El Otro distinguido como lugar de la Palabra se impone como testigo de la verdad. Sin la dimensión que constituye, el engaño de la palabra, no se distinguiría del
fingimiento que, en la lucha combativa o la ceremonia sexual, es sin embargo bien diferente. El animal, por ejemplo, puede llegar a despistar iniciando un engaño. Pero un
animal no finge fingir. No produce huellas cuyo engaño consistiría en hacerse pasar por falsas siendo verdaderas, es decir, las que darían la buena pista. Como tampoco
borra sus huellas, lo cual sería ya para él hacerse sujeto del significante. La palabra comienza con el paso de la ficción al orden del significante y el significante exige otro
lugar (el lugar del Otro) para que la Palabra que soporta pueda mentir, es decir plantearse como una Verdad. Así es de un lugar otro que la realidad a la que concierne, de
donde la Verdad saca su garantía: es de la palabra. Como es también de ella de quien recibe esa marca que la instituye en una estructura de ficción.
-Segundo grafo: ubicación s(A), A, I(A), $ (sujeto tachado). Ubicación del sujeto a partir del futuro anterior.
En la notación I(A) queda inscripto la enajenación del sujeto en la identificación primera que forma el ideal del yo.
Por el efecto de retroversión el sujeto en cada etapa se convierte en lo que era como antes, y no se anuncia: habrá sido sino en el futuro anterior. Aquí se inserta la
ambigüedad de un desconocer esencial al conocerme. Pues todo lo que el sujeto puede dar por seguro, en esa retrovisión, es, viniendo a su encuentro la imagen anticipada,
24
que tomó de sí mismo en su espejo. Lo que el sujeto encuentra en esa imagen alterada de su cuerpo es el paradigma de todas las formas del parecido que van a explicar
sobre el mundo de los objetos un tinte de hostilidad proyectando en él el avatar de una imagen narcisista, que, por el efecto jubilatorio de su encuentro en el espejo se
convierte en el enfrentamiento con el semejante, en el desahogo de la más íntima agresividad. Es esta imagen, yo ideal, la que se fija desde el punto en que el sujeto se
detiene como ideal del yo. El yo es desde ese momento función de dominio, rivalidad constituida. En la captura que experimenta de su naturaleza imaginaria, enmascara su
duplicidad, a saber que la conciencia en que se asegura de una existencia innegable, no le es en absoluto inmanente, le es trascendente, puesto que se apoya en el trazo
unitario del ideal del yo. Por lo cual el ego trascendental mismo se encuentra relativizado, implicado como lo está en el desconocimiento en que se inauguran las
identificaciones del yo.
Este proceso imaginario que de la imagen especular [i (a)) va a la constitución del yo por el camino de la subjetivación por el significante (vector: ia – m). El yo solo se acaba
al articularse no como yo (je) del discurso, sino como metonimia de su significación.
-El aforismo: No hay Otro del Otro.
Lacan parte de la concepción del Otro como lugar del significante. Todo enunciado de autoridad no tiene allí más garantía que su enunciación misma, pues es inútil que lo
busque en otro significante, el cual, de ninguna manera podría aparecer fuera de ese lugar. Lo que se formula al decir que no hay metalenguaje que pueda ser hablado, o
más aforísticamente, que no hay Otro del Otro. Es como impostor como se presenta para suprimirlo el Legislador (el que pretende erigir la Ley).

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Lacan, EL FETICHISMO

  • 1. 1 UNIDAD 3:  S. FREUD: “FETICHISMO” El fetiche es un sustituto del pene q ha tenido gran significatividad en la primera infancia, pero se perdió más tarde. Normalmente, debiera ser resignado, pero el fetiche está destinado a preservarlo de su sepultamiento. El fetiche es el sustituto del falo de la mujer (madre) en que el varón ha creído y al q no quiere renunciar. El proceso: el varón rehusó darse x enterado de q la mujer no posee pene. Eso no puede ser cierto, puesto q si la mujer está castrada, su propia posesión de pene corre peligro, y en contra de ello se revuelve la porción de narcisismo con la q está dotado el órgano. No es correcto q tras su observación d la mujer, el niño haya salvado para si su creencia en el falo de aquella. La ha conservado, pero también la ha resignado; en el conflicto entre el peso de la percepción indeseada y la intensidad del deseo contrario se ha llegado a un compromiso como solo es posible en el icc. En lo psíquico, la mujer sigue teniendo su pene, pero ya no es el mismo. Algo otro lo ha reemplazado, fue designado su sustituto, que entonces hereda el interés q se había dirigido al primero. El fetiche perdura como el signo del triunfo sobre la amenaza de castración y de la protección contra ella, y le ahorra al fetichista el devenir homosexual, en tato q presta a la mujer aquel carácter por el q se vuelve deseable como objeto sexual. En la vida posterior, el fetichista cree gozar aun de otra ventaja de su sustituto genital: es accesible con facilidad y resulta cómodo obtener la satisfacción ligada a él. En sustitución del falo femenino se escogieron aquellos órganos u objetos que también subrogan el pene en calidad de símbolos. En la instauración del fetiche, parece serlo la suspensión de un proceso semejante a la detención del recuerdo en la amnesia traumática. El interés se detiene a mitad de camino, acaso se retenga como fetiche la ultima impresión anterior a la traumática. En la acción del fetichista se reúnen las dos aseveraciones recíprocamente inconciliables: la mujer ha conservado su pene, y el padre ha castrado a la mujer. Para concluir, es lícito formular este enunciado: el modelo normal del fetiche es el pene del varón, así como ese órgano inferior, el pequeño pene real de la mujer, el clítoris.  J. LACAN: SEMINARIO 4. LA RELACIÓN DEL OBJETO. El objeto se presenta como una búsqueda del objeto perdido. El objeto, es un objeto siempre vuelto a encontrar, implicado de por sí en una búsqueda, opuesto a la noción de sujeto autónomo q lleva a la idea de objeto culminante. En la práctica psicoanalítica, hay una noción de objeto que se reduce a lo real. Se trata de volver a encontrar lo real. El tercer encabezamiento bajo el cual encontramos al objeto es el de reciprocidad imaginaria, o sea que en toda la relación del sujeto con el objeto, el lugar del objeto es ocupado por el sujeto. Así, la identificación con el objeto esta en el fondo de toda relación con él. Neurosis obsesiva: ¿Qué es un obsesivo?
  • 2. 2 Es un actor que desempeña ciertos actos como si estuviera muerto. Se entrega a un juego, que es la forma en q se resguarda de la muerte. Es un juego viviente q consiste en mostrarse invulnerable. Se le ve en una especie de exhibición con la q trata de mostrar hasta dónde puede llegar en ese ejercicio, y q tiene todas las características de un juego, particularmente las ilusorias. Su juego se desarrollo delante de otro q asiste el espectáculo. Él mismo lo dirige. En esta situación, la noción de objeto participa de un juego ilusorio q consiste en aproximarse a la muerte tanto como sea posible quedando a salvo d todo, porque el sujeto ha matado su propio deseo por adelantado. Aquí, la noción de objeto se muestra muy difícil de circunscribir. Se trata de mostrar lo que él ha articulado para ese Otro espectador, q es él mismo sin saberlo y en cuyo lugar nos va poniendo a medida q avanza la transferencia. La noción de objeto es imposible entenderla si no se introduce el falo como uno de sus elementos. La relación imaginaria está modelada en base a una relación fundamental: la relación madre-hijo. Ésta, es una relación real, y ahí se dirige la teoría analítica. Es imposible hacer intervenir este elemento imaginario sin q se manifieste en el centro de la relación de objeto el falicismo. Esta relación es una relación real. EJEMPLO DE LA CENTRAL HIDRÁULICA: La maquina es lo que se halla en el principio de la acumulación de una energía cualquiera que luego puede distribuirse y ponerse a disposición de los usuarios. Lo que se acumula en la maquina tiene, ante todo la relación más estrecha con la maquina. La energía solo empieza a interesarnos en cuanto se acumula, y solo se acumulan en el momento en que las maquinas entran en acción. Lo que las anima es una propulsión que viene de la corriente del rio, pero creer que la corriente del rio es lo primitivo de la energía es una confusión. Esta necesidad de confundir la materia primitiva con lo que está realmente en juego en el ejercicio de la realidad analítica, representa un desconocimiento de la realidad simbólica. Mantener la necesidad de hablar de una realidad ultima, como si estuviera en algún lugar mas allá que en el propio ejercicio de hablar de ella, es desconocer la realidad donde nos movemos. Esto supone que el símbolo (maquina) es constitutivo de lo real. EJEMPLO DE LA BIBLIOTECA Y LA BOMBA ATOMICA: ¿Cómo algo podría no estar en su lugar, no estar en un lugar donde precisamente no está? Desde el punto de vista de lo real, esto no quiere decir absolutamente nada. Todo lo que es real está siempre obligatoriamente en su lugar, aún cuando lo desordenemos. Lo real tiene la propiedad de llevar su lugar pegado a la suela de sus zapatos. Por mucho que revuelvas lo real, no es menos cierto que nuestros cuerpos estarán en el mismo lugar tras la explosión de una bomba atómica, en su lugar de pedazos. La ausencia de algo en lo real es puramente simbólica. Si un objeto falta de su lugar, es porque mediante una ley definimos que deberla estar ahí. No hay mejor referencia que esta -piensen en lo que ocurre cuando pides un libro en un biblioteca. Te dicen que falta de su lugar, aunque pueda estar justo al lado, y no es menos cierto que en principio falta de su lugar, que por principio es invisible. Eso significa que el bibliotecario vive enteramente en un mundo simbólico Cuando hablamos de privación, se trata de un objeto simbólico y de ninguna otra cosa. La realidad participa de un doble principio: el principio de realidad y el principio de placer. Este último, lo identificamos como una determinada relación de objeto, la relación con el seno materno, mientras q el pcpo d rdd, lo identificamos cn el hecho d q el niño, aprende a prescindir d él.
  • 3. 3 Winnicott: observa q para q el niño no quede traumatizado, la madre debe operar estando presente siempre q es necesario, es decir, en el momento d la alucinación delirante del niño, en donde el objeto real lo colma. Al principio, en la relación madre-hijo, no hay distinción entre la alucinación del seno materno, y el encuentro cn el obj real en cuestión. Por lo tanto, el niño no tiene forma d distinguir lo q corresponde a la satisfacción basada en la alucinación y la aprehensión de lo real q lo colma y satisface efectivamente. Se trata d q la madre le enseñe progresivamente al niño a experimentar frustraciones y a percibir la diferencia entre la rdd y la ilusión. Esta diferencia, solo puede instalarse x la vía d una desilusión, cuando la rdd no coincide cn la alucinación surgida del deseo. El autor señala, en primer lugar, q no existe la posibilidad d elaborar algo q va más allá d la noción d objeto correspondiente al deseo primario. En segundo lugar, en todo el desarrollo del niño, vemos aparecer los objetos q Winnicott llama transicionales. Todos los objetos de juego del niño son objetos transicionales, Lacan los llama imaginarios. Muchos autores buscan explicarse el origen del objeto fetiche y terminan refiriéndose a los objetos transicionales. Se ven llevados a buscar puntos en común entre el objeto en el niño y el fetiche q ocupará el primer plano d las exigencias objetales p la mayor satisfacción alcanzable x parte del sujeto, la satisfacción sexual. Esos autores se confunden los tipos de objeto, sin preguntarse x la distancia q puede haber entre la erotización del objeto fetiche y la primera aparición de un objeto como imaginario. Lo q se estaría olvidando en esta dialéctica, es la noción de la falta de objeto. Según lacan, en ntro ejercicio d la teoría psicoanalítica, nunca podemos prescindir d la noción d la falta de objeto como un carácter central, ya q es el propio motor d la relación dl sujeto cn el mdo. ¿Qué diferencia hay entre una frustración y una privación? Si nos referimos a la privación es porque el falicismo, la exigencia del falo es un punto fundamental de todo el juego imaginario en la progresión del conflicto descrita en el análisis. Si se habla de ella es a propósito de lo real, como algo muy distinto a lo imaginario. En su naturaleza de falta, es una falta real. Es un agujero. La frustración concierne a algo que se desea y no se tiene, pero se desea sin referencia a alguna posibilidad de satisfacción o de adquisición. El núcleo de la noción de frustración, como una de las categorías de la falta de objeto, es un daño imaginario, se sitúa allí. El agente de la frustración es la madre simbólica. En un primer momento encontramos a la madre simbólica (porque puede estar o no) y al objeto real de la necesidad. Este objeto, se transforma en simbólico, en don y la madre en real a partir de la omnipotencia que la caracteriza, en un segundo momento. Freud introdujo a la castración coordinada con la noción de la ley primordial. Para lacan, la castración solo puede clasificarse en la categoría de deuda simbólica. ¿Cuál es el objeto que falta? En la castración, constituida por la deuda simbólica, ese algo que sanciona la ley y le da su soporte y el castigo, no es un objeto real. El objeto es imaginario siempre El objeto de la frustración es un objeto real, más allá de que la frustración sea imaginaria El objeto de la privación es siempre simbólico. La ausencia de algo en lo real, es simbólica. Si un objeto falta en su lugar es porque mediante una ley definimos que debe estar ahí.  IX. “ LA FUNCIÓN DEL VELO” Lo que se ama del objeto es lo que falta, lo que se da es lo que no se tiene. Freud dice que el fetiche es el símbolo de algo, del pene en la medida en que la mujer lo tiene, es decir en la medida que no lo tiene. Se trata del falo que la mujer no tiene y que debería tener por razones que depende de la relación del niño con la realidad.
  • 4. 4 No se trata de un falo real, que como real exista o no exista, sino que se trata de un falo simbólico q x su naturaleza se presenta en el intercambio como ausencia, una ausencia que funciona como tal. De manera que el falo es un objeto simbólico. Se establece a través de este objeto un ciclo estructural de amenazas imaginarias limitadas por la dirección y el empleo del falo real. Este es el sentido del complejo de castración, y así es como el hombre queda prendido en él. La diferenciación simbólica de los sexos se instaura porque el falo esta o no esta. Este falo, la mujer no lo tiene, simbólicamente. Esto significa participar de él a titulo de ausencia, así pues es tenerlo de algún modo. El falo siempre está más allá de toda relación entre el hombre y la mujer. Puede ser alguna vez objeto de una nostalgia imaginaria por parte de la mujer, puesto que ella sólo tiene un falo pequeñito. Al estar implicada en la relación intersubjetiva, para el hombre hay, más allá de ella misma, el falo que ella no tiene, es decir, el falo simbólico, que existe ahí como ausencia. Esto es del todo independiente de la inferioridad que ella pueda sentir en el plano imaginario, debido a su participación real en el falo. Este pene simbólico, que el otro día situaba yo en el esquema de la homosexual, desempeña una función esencial en la entrada de la niña en el intercambio simbólico. Porque la niña no tiene este falo, es decir también porque lo tiene en el plano simbólico, porque entra en la dialéctica simbólica de tener o de no tener el falo, así es como entra en esa relación ordenada y simbolizada que es la diferenciación de los sexos, relación interhumana asumida, disciplinada, tipificada, ordenada, objeto de prohibiciones, marcada, por ejemplo, por la estructura fundamental de la ley del incesto. Esto es lo que quiere decir Freud cuando escribe que la niña entra en el complejo de Edipo por medio de lo que él llama la idea de la castración —precisamente esta, que ella no tiene el falo, pero no lo tiene simbólicamente, de modo que puede tenerlo— mientras que el niño, así es como sale. Es un hecho, las mujeres se intercambian como objetos entre linajes masculinos. Se introducen mediante un intercambio, el del falo que reciben simbólicamente, y a cambio darán ese hijo que tome para ellas función de Ersatz, de sustituto, de equivalente del falo, con el que introducen en la genealogía simbólica patrocentríca, en sí misma estéril, la fecundidad natural. Si entran en la cadena del intercambio simbólico, si se instalan en ella y ocupan su lugar, si adquieren su valor, es en la medida en que se arriman a ese objeto único central, caracterizado por no ser precisamente un objeto, sino un objeto que ha experimentado de la forma más radical la valorización simbólica. En el acto del amor, quien recibe es la mujer, mucho más de lo que da. Pero debe dar algo a cambio que es el falo simbólico. El fetiche representa el falo como ausente, el falo simbólico. El fetiche es un símbolo. En este sentido esta casi en igualdad con un síntoma neurótico. Pero esto no es así. Lo que se ama del objeto es algo que está más allá, este algo no es nada, sino que tiene la propiedad de estar ahí simbólicamente. El velo, la cortina delante de algo, permite la mejor ilustración de la situación del amor. Cuando ella está presente, lo que se encuentra más allá (que es lo que falta en el objeto) como falta tiende a realizarse como imagen. Sobre el velo se dibuja la imagen. La cortina cobra valor porque sobre ella se proyecta y se imagina la ausencia. El velo apunta a esconder lo que no hay en el objeto. Esto se proyecta en el plano imaginario. El fetiche se positiviza en la imagen, desconociendo la falta. Sujeto, objeto y ese mas allá que no es nada, o bien el símbolo o el falo en cuanto falta en la mujer. Una vez colocada la cortina ese objeto esta más allá. El objeto puede ocupar el lugar de la falta y ser propiamente el soporte del amor, pero no es el punto en donde se prende el deseo. Éste aparece como metáfora del amor, pero el objeto se muestra como ilusorio. En el caso del fetiche, la castración de la mujer es al mismo tiempo afirmada y negada. Si el fetiche está ahí, no ha perdido el falo, pero es posible hacérselo perder, castrarla. La ambigüedad de la relación con el fetiche es permanente y se manifiesta sin cesar en los síntomas.
  • 5. 5 En palabras de Freud: el horror a la castración se ha erigido con esta creación de un sustituto, un monumento. Sobre el velo puede imaginarse, como captura imaginaria y lugar del deseo, la relación con un más allá, fundamental en toda instauración de relación simbólica. Se trata del descenso al plano imaginario. La función del velo se trata de la proyección de la posición intermedia del objeto. Degradación imaginaria: se degrada la relación simbólica del falo a una relación a la imagen. Lo que constituye el fetiche, el elemento simbólico, que fija el fetiche y lo proyecta sobre el velo, se toma prestado de la dimensión historia, es decir, es el momento de la historia en el cual la imagen se detiene. Antes del momento de ver en la madre el falo que tiene y no tiene, de ver la presencia ausencia. La rememoración de la historia se detiene y se suspende en el momento anterior inmediato. Esto es un recuerdo encubridor, es una interrupción en la historia, un momento en el cual se detiene y se fija y al mismo tiempo indica la continuación de su movimiento mas allá del velo. El recuerdo encubridor está vinculado con la historia a través de toda la cadena, es una detención en la misma, por eso es metonímico, porque la historia prosigue. Deteniéndose ahí, la cadena indica la continuación, en adelante velada, su continuación ausente, la represión. Hablamos de la represión en la medida en que hay cadena simbólica. El fetiche es una imagen proyectada, que también es el signo de la represión. ¿Cuáles son las causas de la instauración de la estructura fetichista? Por una parte, la génesis del fetichismo está vinculada con el complejo de castración. Por otra, es en las relaciones preedípico donde se pone de manifiesto que la madre fálica es el elemento central, el motor decisivo. La relación fundamental es la del niño con la madre simbólica y su falo, que para ella es imaginario. El comportamiento amoroso, y la relación erótica del sujeto se reducen a una defensa. Freud nos dice que el fetichismo es una defensa contra la homosexualidad. En las relaciones con el objeto amoroso que organizan este ciclo en el fetichista, encontramos una alternancia de las identificaciones. Identificaciones con la mujer, enfrentada al pene destructor, el falo imaginario de las experiencias primordiales del periodo oro-anal, centradas en la agresividad de la teoría sádica del coito. La identificación del sujeto con el falo imaginario, que le hacer ser para la mujer o un puro objeto que debe devorar y destruirlo. El niño se encuentra enfrentado a esta oscilación entre los dos polos de la relación imaginaria primitiva, de una forma que podemos llamar bruta, antes de la instauración de la relación en su legalidad edipica por la introducción del padre como sujeto. El niño está entregado a la oscilación bipolar de la relación entre dos objetos inconciliables, que conduce de cualquier forma a un desenlace destructivo, incluso asesino. He aquí lo que se encuentra en el fondo de las relaciones amorosas cuando emanan de la vida del sujeto, tienden a esbozarse y se tratan de ordenar. El analista interviene aquí para hacer percibir al sujeto la alternancia de sus posiciones y al mismo tiempo sus significaciones respectivas. Podemos decir que introduce la distancia simbólica necesaria para que el sujeto advierta el sentido. Las observaciones son aquí extremadamente ricas y fructíferas, por ejemplo, cuando nos muestran las mil formas que puede adquirir, en la actualidad de la vida precoz del sujeto, el descompletamiento fundamental que deja al sujeto entregado a la relación imaginaria, ya sea por la vía de la identificación con la mujer, ya sea ocupando el lugar del falo imaginario, es decir, de cualquier forma, en una simbolización insuficiente de la relación tercera. Más aún, se advierte cierto tipo de posición del sujeto, a veces singularmente reproducida en los fantasmas, la de una inmovilización forzada. En ocasiones se manifiesta a través de una atadura efectivamente sufrida por el sujeto.
  • 6. 6 La relación patológica se presenta como el reverso, o el complemento, de la adherencia libidinal al fetiche. El fetichismo es en efecto una clase que engloba nosológicamente toda clase de fenómenos cuya afinidad o parentesco con el fetichismo nos indica de algún modo nuestra intuición. Estos objetos se encuentran de por sí, directamente, en la posición del velo entre el sujeto y el objeto. No ocurre igual con el impermeable, ni con el resto de tipos de fetiches vestimentarios más o menos envolventes. El impermeable juega aquí un papel no exactamente igual al del velo. Más bien se trata de algo detrás de lo cual el sujeto se centra. Se sitúa, no ante velo, sino detrás, es decir en el lugar de la madre, adhiriéndose a una posición de identificación en la que esta tiene necesidad de ser protegida, en este caso mediante una envoltura. Esto nos da la transición entre los casos de fetichismo y los casos de travestismo. La envoltura no es como el velo, sino una forma de protección. Se trata de una égida con la que el sujeto se envuelve, identificado con el personaje femenino. Otra relación típica, a veces particularmente ejemplar, son las explosiones de un exhibicionismo en algunos casos verdaderamente reactivo, a veces en alternancia con el fetichismo. Esto se observa siempre que el sujeto se esfuerza por salir de su laberinto en razón de alguna puesta en juego de lo real que le deja en una posición de equilibrio inestable, y ahí se produce una cristalización o una inversión de su posición. Lo que ilustra manifiestamente el esquema del caso freudiano de homosexualidad femenina, en el cual la introducción del padre como elemento real produce un intercambio de los términos, de forma que lo que se situaba en un más allá, el padre simbólico, se implica en la relación imaginaria, mientras que el sujeto tome una posición homosexual demostrativa con respecto al padre. FREUD LACAN FETIC HE En 1905 manifiesta que en la elección del fetiche se manifiesta la influencia persistente de una impresión sexual recibida casi siempre en la primera infancia. En 1910 formula que el fetiche ocupa el lugar del pene faltante de la mujer. En 1927 sale el texto “el fetichismo”. Un fetiche, si bien este es discernido como una anormalidad por sus adictos, rara vez lo sienten como un síntoma que provoque padecimiento; las más de las veces están muy contentos con él y hasta alaban las facilidades que les brinda en su vida amorosa. En general, entonces, el fetiche desempeñó el papel de un diagnóstico subsidiario. El fetiche es un sustituto del pene, no es el sustituto de uno cualquiera, sino de un pene determinado, muy particular, que ha tenido gran significatividad en la primera infancia, pero se perdió más tarde. Esto es: normalmente debiera ser resignado, pero justamente el fetiche está destinado a preservarlo de su sepultamiento. Para decirlo con mayor claridad: el fetiche es el sustituto del falo de la mujer (de la madre) en que el varoncito ha creído y al que no quiere renunciar. Lo que se ama en el objeto es lo que le falta. He aquí pues que el fetiche, nos dice Freud, representa al falo como ausente, el falo simbólico. El fetichista es siempre el niño, nunca la niña. Si todo residiera en el plano de la deficiencia, o incluso de la inferioridad imaginaria, el fetichismo debería declararse más abiertamente en aquel de los dos sexos que está realmente privado de falo. Pero no es así. El fetichismo es excesivamente raro en la mujer, en su sentido propio e individualizado, encarnado en un objeto tal que podamos considerar que corresponde de forma simbólica al falo como ausente. El fetiche es un símbolo. Lo que se ama en el objeto de amor es algo que está más allá. Este algo no es nada, sin lugar a dudas, sino que tiene la propiedad de estar ahí simbólicamente. Como es símbolo, no sólo puede sino que debe ser esa nada. CON RESPE CTO El varoncito rehusó darse por enterado de un hecho de su percepción, a saber, que la mujer no posee pene. No, eso no puede ser cierto, pues si la mujer está castrada, su propia posesión de pene corre peligro, y en contra de ello se revuelve la porción de narcisismo con que la naturaleza, providente, ha dotado El pene en cuestión no es el pene real, sino el pene en la medida en que la mujer lo tiene —es decir en la medida en que no lo tiene. Se trata simplemente de un desconocimiento de lo real —se trata del falo que la mujer no tiene y que debería tener por razones que dependen de la
  • 7. 7 AL FALO. justamente a ese órgano. Cabría esperar que, en sustitución del falo femenino que se echó de menos, se escogieran aquellos órganos u objetos que también en otros casos subrogan al pene en calidad de símbolos. Acaso ello ocurra con bastante frecuencia, pero sin duda no es lo decisivo. En la instauración del fetiche parece serlo, más bien, la suspensión de un proceso, semejante a la detención del recuerdo en la amnesia traumática también en aquella el interés se detiene como a mitad de camino; acaso se retenga como fetiche la última impresión anterior a la traumática, la ominosa. Entonces, el pie o el zapato -o una parte de ellos-deben su preferencia como fetiches a la circunstancia de que la curiosidad del varoncito fisgoneó los genitales femeninos desde abajo, desde las piernas; pieles y terciopelo -esto ya había sido conjeturado desde mucho antes- fijan la visión del vello pubiano, a la que habría debido seguir la ansiada visión del miembro femenino; las prendas interiores, que tan a menudo se escogen como fetiche, detienen el momento del desvestido, el último en que todavía se pudo considerar fálica a la mujer. Para concluir, es lícito formular este enunciado: el modelo normal del fetiche es el pene del varón, así como ese órgano inferior, el pequeño pene real de la mujer, el clítoris. dudosa relación del niño con la realidad. No se trata en absoluto de un falo real que, como real, exista o no exista, sino de un falo simbólico que por su naturaleza se presenta en el intercambio como ausencia, una ausencia que funciona en cuanto tal. En efecto, todo lo que se puede transmitir en el intercambio simbólico es siempre algo que es tanto ausencia como presencia. El falo en cuestión, lo reconocemos enseguida —es un objeto simbólico. Este falo, la mujer no lo tiene, simbólicamente. Pero no tener el falo simbólicamente es participar de él a título de ausencia, así pues es tenerlo de algún modo. El falo siempre está más allá de toda relación entre el hombre y la mujer. Puede ser alguna vez objeto de una nostalgia imaginaria por parte de la mujer, puesto que ella sólo tiene un falo pequeñito. Al estar implicada en la relación intersubjetiva, para el hombre hay, más allá de ella misma, el falo que ella no tiene, es decir, el falo simbólico, que existe ahí como ausencia. Esto es del todo independiente de la inferioridad que ella pueda sentir en el plano imaginario, debido a su participación real en el falo. En el acto del amor, quien recibe realmente es la mujer, recibe mucho más de lo que da. Todo nos indica, y la experiencia analítica lo subraya, que no hay posición más receptora, más devoradora en el plano imaginario. Si esto se invierte en la afirmación contraria, que la mujer se da, es porque así debe ser simbólicamente, o sea que debe dar algo a cambio de lo que recibe, es decir del falo simbólico. COM PLEJO DE CAST RACI ON No es correcto que tras su observación de la mujer el niño haya salvado para sí, incólume, su creencia en el falo de aquella. La ha conservado, pero también la ha resignado; en el conflicto entre el peso de la percepción indeseada y la intensidad del deseo contrarío se ha llegado a un compromiso como sólo es posible bajo el imperio de las leyes del pensamiento inconciente -de los procesos primarios- Sí; en lo psíquico la mujer sigue teniendo un pene, pero este pene ya no es el mismo que antes era. Algo otro lo ha remplazado; fue designado su sustituto, por así decir, que entonces hereda el interés que se había dirigido al primero. Y aún más: ese interés experimenta un extraordinario aumento porque el horror a la castración se ha erigido un monumento recordatorio con la creación de este sustituto. Como estigma indeleble de la represión sobrevenida permanece, además, la enajenación respecto de los reales genitales femeninos, que no falta en ningún fetichista. El fetiche Perdura Por otra parte, se establece a través de este objeto un ciclo estructural de amenazas imaginarias limitadas por la dirección y el empleo del falo real. Este es el sentido del complejo de castración, y así es como el hombre queda prendido en el. Pero hay también otro uso, que esta, digamos, escondido por los fantasmas más o menos temibles de la relación del hombre con las prohibiciones, en lo que en estas concierne al uso del falo — se trata de la función simbólica del falo. La diferenciación simbólica de los sexos se instaura porque el falo está o no está, y sólo en función de que está o no está. Este pene simbólico, que el otro día situaba yo en el esquema de la homosexual, desempeña una función esencial en la entrada de la niña en el intercambio simbólico. Porque la niña no tiene este falo, es decir también porque lo tiene en el plano simbólico, porque entra en la dialéctica
  • 8. 8 como el signo del triunfo sobre la amenaza de castración y de la protección contra ella y le ahorra al fetichista el devenir homosexual, en tanto presta a la mujer aquel carácter por el cual se vuelve soportable como objeto sexual. En la vida posterior, el fetichista cree gozar todavía de otra ventaja de su sustituto genital. Los otros no disciernen la significación del fetiche, y por eso no lo rehúsan; es accesible con facilidad, y resulta cómodo obtener la satisfacción ligada con él. Lo que otros varones requieren y deben empeñarse en conseguir, no depara al fetichista trabajo alguno. Ciertamente hay numerosas e importantes pruebas de la bi-escindida actitud del fetichista frente al problema de la castración de la mujer. En casos muy refinados, es en la construcción del fetiche mismo donde han encontrado cabida tanto la desmentida como la aseveración de la castración. Así en un hombre cuyo fetiche consistía en unas bragas íntimas, como las que pueden usarse a modo de malla de baño. Esta pieza de vestimenta ocultaba por completo los genitales y la diferencia de los genitales. Según lo demostró el análisis, significaba tanto que la mujer está castrada cuanto que no está castrada, y además permitía la hipótesis de la castración del varón, pues todas esas posibilidades podían esconderse tras las bragas, cuyo primer esbozo en la infancia había sido la hoja de higuera de una estatua. Un fetiche tal, doblemente anudado a partir de opuestos, se sostiene particularmente bien, desde luego. En otros casos, la bi-escisión se muestra en lo que el fetichista hace -en la realidad o en la fantasía- con su fetiche. No sería exhaustivo destacar que venera al fetiche: en muchos casos lo trata de una manera que evidentemente equivale a una figuración de la castración. Esto acontece, en particular, cuando se ha desarrollado una fuerte identificación-padre; el fetichista desempeña entonces el papel del padre, a quien el niño, en efecto, había atribuido la castración de la mujer. La ternura y la hostilidad en el tratamiento del fetiche, que respectivamente corren en igual sentido que la desmentida y la admisión de la castración, se mezclan en diferentes casos en proporciones desiguales, de suerte que una u otra se dan a conocer con mayor nitidez. Freud dice que “El horror a la castración, dice, se ha erigido, con esta creación de un sustituto, un monumento”. simbólica de tener o de no tener el falo, así es como entra en esa relación ordenada y simbolizada que es la diferenciación de los sexos, relación interhumana asumida, disciplinada, tipificada, ordenada, objeto de prohibiciones, marcada, por ejemplo, por la estructura fundamental de la ley del incesto. Esto es lo que quiere decir Freud cuando escribe que la niña entra en el complejo de Edipo por medio de lo que él llama la idea de la castración —precisamente esta, que ella no tiene el falo, pero no lo tiene simbólicamente, de modo que puede tenerlo—mientras que el niño, así es como sale. La castración de la mujer es al mismo tiempo afirmada y negada. Si el fetiche está ahí, entonces es que no ha perdido el falo, pero al mismo tiempo es posible hacérselo perder, es decir castrarla. La ambigüedad de la relación con el fetiche es permanente y se manifiesta sin cesar en los síntomas. Esta vivencia manifiestamente ambigua, ilusión sostenida y adorada, se vive al mismo tiempo en un frágil equilibrio siempre a merced de que el telón se derrumbe o se alce. Esta es la relación que está en juego en la relación del fetichista con su objeto. La génesis del fetichismo está articulada esencialmente con el complejo de castración. Por otra parte, es en las relaciones pre edípicas, y en ninguna otra parte, donde se pone de manifiesto de la forma más clara que la madre fálica es el elemento central, el motor decisivo. VELO El velo, la cortina delante de algo, permite igualmente la mejor ilustración de la situación fundamental del amor. Puede decirse incluso que al estar presente la cortina, lo que se encuentra más allá como falta tiende a realizarse como imagen. Sobre el velo se dibuja la imagen. Esta y ninguna
  • 9. 9 otra es la función de una cortina, cualquiera que sea. La cortina cobra su valor, su ser y su consistencia, precisamente porque sobre ella se proyecta y se imagine la ausencia. La cortina es, digamos, el ídolo de la ausencia. Si el velo de Maya es la metáfora más comúnmente empleada para expresar la relación del hombre con todo lo que lo cautiva, no faltan razones, sin duda, pero con toda seguridad se debe al sentimiento de que hay cierta ilusión fundamental en todas las relaciones urdidas con su deseo. Ahí es donde el hombre encarna, hace un ídolo, de su sentimiento de esa nada que hay más allá del objeto del amor. He aquí el sujeto, el objeto y ese más allá que es nada, o bien el símbolo, o el falo en cuanto que le falta a la mujer. Pero una vez colocada la cortina, sobre ella puede dibujarse algo que dice —el objeto está más allá. El objeto puede ocupar entonces el lugar de la falta y ser también propiamente el soporte del amor, pero en cuanto que no es precisamente el punto donde se prende el deseo. En cierto modo, el deseo aparece aquí como metáfora del amor, pero lo que lo cautiva, o sea el objeto, se muestra como ilusorio, y valorado como ilusorio. Sobre el velo puede imaginarse, es decir instaurarse como capture imaginaria y lugar del deseo, la relación con un más allá, fundamental en toda instauración de la relación simbólica. Se trata del descenso al plano imaginario del ritmo ternario sujeto-objeto-más allá, fundamental en la relación simbólica. Dicho de otra manera, en la función del velo se trata de la proyección de la posición intermedia del objeto. Lo que constituye el fetiche, el elemento simbólico que fija el fetiche y lo proyecta sobre el velo, se tome prestado especialmente de la dimensión histórica. Es el momento de la historia en el cual la imagen se detiene. REPR ESIO N Y DEFE NSA La palabra «represión» «desalojo», se refiere ya a ese proceso patológico. Si en este se quiere separar de manera más nítida el destino de la representación del destino del afecto y reservar el término «represión» para el afecto, «desmentida» seria la designación alemana correcta para el destino de la representación. Sólo hablamos de represión en la medida en que hay cadena simbólica. Si puede designarse como el punto de una represión un fenómeno que puede pasar por imaginario, pues el fetiche es de alguna forma imagen, e imagen proyectada, es porque tal imagen es sólo el punto límite entre la historia, como algo que tiene una continuación, y el momento en que se interrumpe. Esta imagen es el signo, el indicador, del punto de la represión. En las relaciones con el objeto amoroso que organizan este ciclo en el fetichista, encontramos una alternancia de identificaciones. Identificaciones
  • 10. 10 Freud nos dice que el fetichismo es una defensa contra la homosexualidad. con la mujer enfrentada al pene destructor, el falo imaginario de las experiencias primordiales del período oro-anal, centradas en la agresividad de la teoría sádica del coito, y en efecto, muchas experiencias que el análisis saca a la luz muestran una observación de la escena primitiva percibida como cruel, agresiva, violenta, incluso asesina. A la inversa, identificación del sujeto con el falo imaginario, que le hace ser para la mujer un puro objeto que puede devorar y en el límite destruirlo. La relación del niño con la madre no se da en términos de dos seres reales, sino que entre ellos debe mediar siempre el falo imaginario. Importancia de la trinidad real, simbólica, imaginaria para situarla: la relación imaginaria entre el niño y la madre se da en tanto la completa a la mujer simbólicamente, porque el falo falta en ese nivel para la mujer. En cuanto a lo real el niño es el falo en tanto la madre esta castrada. El falo como el objeto principal en la relación de objeto: el falo simbólico es lo fundamental en la relación de objeto, cuyo fundamento hay que buscar más allá, este más allá designa la falta simbólica del falo.  CLASE IX: “LA METÁFORA PATERNA” Lacan dice que la metáfora paterna es algo que va a concernir al examen de la función del padre, en términos de relaciones interhumanas. Esta función del padre está en el corazón de la cuestión, el Edipo. 3 polos históricos: - Se plantea la pregunta: ¿Hay neurosis sin Edipo? Esta noción de neurosis sin Edipo, es correlativo con las cuestiones planteadas que se relacionan con el llamado superyó materno. Se pregunta si el superyó es únicamente de origen paterno, o si en las neurosis hay detrás un superyó materno, todavía más exigente. - Independientemente de saber si el complejo está o no en el sujeto, surgió la pregunta de si todo un campo de la patología no podía estar referido al campo preedípico. Freud mismo ya había planteado, que lo que sucede antes del Edipo también tiene su importancia. En torno del campo preedípico se agrupan las cuestiones de la perversión y la psicosis. Sea una u otra, se trata en ambos casos de de la función imaginaria. Se trata de cuestiones patológicas en donde el campo de la realidad está profundamente perturbado por imágenes. La historia del psicoanálisis ha atribuido al campo preedípico las perturbaciones del campo de la realidad por la invasión de lo imaginario. La Sra. Klein nos testimonia que, entre los malos objetos presentes en el cuerpo de la madre, entre los cuales están todos los rivales, los cuerpos de los hermanos, de las hermanas, pasados, presentes y por venir, está precisamente el padre, representado bajo forma de su pene. - Relación del complejo de Edipo con la genitalización. El complejo de Edipo tiene una función normativa no simplemente en la estructura moral del sujeto ni en sus relaciones, sino en su asunción de su sexo, es algo que en el análisis queda siempre en cierta ambigüedad. Está la función propiamente genital, y esta función es el objeto de una maduración (primera ascensión de maduración es propiamente orgánica y se produce en la infancia). La genitalización es doble: por una parte comporta algo que comporta una evolución, una maduración, y por otra parte comporta, en el Edipo, algo que se realiza, que es la asunción por el sujeto de su propio sexo (el hombre asume su tipo viril y la mujer asume cierto tipo femenino).
  • 11. 11 La virilidad y la feminización, dos términos que son esencialmente la función del Edipo. Esta cuestión del Edipo está directamente ligada a la función del ideal del yo, porque la genitalización, cuando se asume, se convierte en un elemento del ideal del yo. Critica a la concepción ambientalista de carencia paterna: esta concepción habla de la carencia o ausencia del padre, en tanto persona real, existente para el niño en su entorno más cercano, y toman en cuenta, también, el comportamiento del padre hacia el niño, es decir, si es amable, si es desagradable, etc. Pero Lacan dice que el padre existe aun sin estar, incluso cuando el niño ha quedado solo con su madre tienen lugar complejos de Edipo totalmente normales. Hablar de la carencia del padre en la familia, no nos remite a hablar de la carencia del padre en el complejo. 1- El complejo de Edipo tiene una función normativa no simplemente en la estructura moral del sujeto ni en sus relaciones, sino en su asunción de su sexo. Hay una función que es propiamente genial, y esta función, es el objeto de una maduración como tal. Esta maduración es propiamente orgánica y se produce en la infancia. La función del padre tiene lugar en el Edipo, y su rol consiste en prohibirle a la madre (este es el fundamento, el principio del complejo de Edipo, es ahí que el padre está ligado a la ley primordial, ley de prohibición del incesto). Él padre prohíbe ante todo la satisfacción real del impulso. Pero está claro también que algo se articula alrededor del hecho de que le prohíbe al pequeño niño hacer uso de su pene en el momento de que dicho pene comienza a manifestar lo que llamaremos veleidades. De esta manera, Edipo y función de padre son una sola y misma cosa. 2- El padre interviene como objeto simbólico perpetuando la ley del incesto. Es así, que interviene como teniendo derecho y no como personaje real, incluso, si no está ahí. Aquí es el padre en tanto que simbólico, quien interviene en una frustración, acto imaginario que concierne a un objeto real, que es la madre, en tanto que el niño tiene necesidad de ella. La relación entre el niño y el padre perpetuada por la ley del incesto está comandada por el temor a la castración. Es en el interior de la relación agresiva, en tanto que esta agresión parte del niño ya que su objeto privilegiado (la madre) le es prohibida. Es en tanto que la agresión se dirige hacia el padre sobre el plano imaginario por sentirse prohibido de dicho objeto. De esta manera, la castración cobra significación como un acto simbólico, cuyo agente es alguien real (el padre o la madre), y cuyo objeto es un objeto imaginario. El padre le prohíbe la satisfacción real de su impulso, le prohíbe hacer uso de su pene. La castración es un acto simbólico cuyo agente es alguien real: el padre o la madre; y cuyo objeto es imaginario (el niño se imagina castrado). Es en este plano, en donde se desata la agresión con el padre. Es el padre en tanto que simbólico, es quien interviene en la frustración del niño que concierne a un objeto real (madre), en tanto que el niño tiene necesidad de ella. En el complejo de Edipo el padre no es un objeto real, es una metáfora. Es un significante, sustituido por otro significante. La función del padre en el complejo de es ser un significante sustituyendo al primer significante introducido por la simbolización, que es la madre. El padre, viene al lugar de la madre. 3 y 4- Es así que el padre interviene como privador de la madre mediante la instauración en el niño de la ley del padre (la prohibición al incesto), ya que éste puede darle a la madre lo que ella desea porque lo tiene, es decir, es un padre potente. De esta manera, la identificación se hace paterna, la cual tiene como resultado la disolución del complejo de Edipo con la identificación al ideal del yo. La salida del complejo de Edipo en la mujer es más simple. Ella sabe dónde está y dónde tiene que ir a buscarlo, es de decir, del lado del padre ya que es él quien lo posee.
  • 12. 12 Es en el interior de la relación agresiva, en tanto que esta agresión parte del niño, en tanto que su sujeto privilegiado, la madre, le es prohibido, es en tanto que la agresión se dirige hacia el padre que el niño entonces, sobre el plano imaginario, en la relación dual en tanto que él proyecta imaginariamente en el padre las intenciones agresivas equivalentes o reforzadas en relación a las suyas, pero cuyo punto de partida está en sus propias tendencias agresivas) El temor experimentado ante el padre, es netamente centrífugo, tiene su centro en el sujeto. La castración en tanto que por una parte está profundamente ligada a la articulación simbólica de la prohibición del incesto, y por otra parte mucho más todavía naturalmente en aquellos que son sus objetos privilegiados. Edipo invertido: nunca está ausente de la función del Edipo, el componente del amor por el padre no puede ser aludido, es que es él el que da el fin del complejo de Edipo, el que está en una dialéctica que permanece muy ambigua del amor y de la identificación. El padre se hace preferir por sobre la madre, aquí es donde sobreviene la identificación terminal que da paso a la declinación del Edipo. El padre puede ser temible (que ha prohibido tantas cosas), pero es muy amable por otra parte, es ponerse en el buen lugar para tener sus favores, es decir para hacerse amar por él, y esto consiste en pasar ante todo al rango de mujer, y que uno guarda siempre su pequeño amor propio viril, es lo que Freud nos explica: hacerse amar por el padre comporta el peligro de la castración, de donde esta forma de homosexualidad inconsciente que pone al sujeto en esta posición esencialmente conflictual, que es por una parte de retorno siempre a la posición homosexual con respecto al padre, y por otra parte de su suspensión, es decir, de su represión, en razón de la amenaza de castración que comporta. 5- El padre no es un objeto real, es una metáfora. Es un significante que viene en lugar de otro significante. Esta es la función del padre, es decir, en sustitución al primer significante introducido en la simbolización, a saber, el significante maternal. Lacan presenta al complejo de Edipo como una metáfora, la metáfora paterna, en la cual el significante del nombre del padre sustituye al significante primordial, el deseo de la madre, obteniendo como resultado la “normalización” del deseo del sujeto en relación al deseo del Otro y haciendo surgir el falo como falo simbólico. 6- La significación fálica alude al deseo del niño de ser falo, es decir, de ser tomado como objeto de deseo de la madre, quien no lo posee. De esta manera el falo vela la falta y circula entre los significantes. Categorías de la falta de objeto: Padre real Castración Imaginario Madre simbólica Frustración Real Padre imaginario Privación Simbólico Castración: se trata de la intervención real del padre con respecto a la amenaza imaginaria. Es un acto simbólico cuyo agente es alguien real y el objeto es imaginario. El niño que se siente cortado se lo imagina. Frustración: el padre frustra al niño al privarle a la madre. El padre no interviene de modo real, sino simbólico en un acto que es imaginario que concierne a un objeto real. Privación: el padre es el ideal del yo, por eso es un agente imaginario, y el objeto de castración es simbólico.
  • 13. 13  CLASE X: “LOS TRES TIEMPOS DEL EDIPO” 1- El padre es el verdadero agente de la pro-creación, no es ningún caso una verdad de experiencia. La posición del padre como simbólico no depende del hecho de que la gente haya reconocido más o menos la necesidad de una determinada secuencia de acontecimientos tan distintos como un coito y un alumbramiento. La posición del nombre del padre, la calificación del padre, como pro-creador, es un asunto que se sitúa en el nivel simbólico, es una necesidad de la función del padre, de la función que ocupa el nombre del padre en la cadena significante. Esta necesidad del padre como simbólico depende de la necesidad de la función de padre. Las primeras relaciones de realidad se dibujan entre la madre y el niño. Es ahí en donde el niño va a experimentar las primeras realidades de su contacto con el medio viviente, que es el triángulo, aunque el padre no ha entrado todavía, para el niño. Este padre, es real, pero no lo es más que en tanto su rol y su función. El padre, es el verdadero agente de la procreación, que en épocas anteriores ha sido atribuida a diferentes factores. Lo que es importante es que se sancione en un significante que aquél con quien ella ha tenido el coito es el padre. 2- La primera relación se da entre el niño y la madre, siendo ésta quien posibilita la entrada del padre a la relación simbólica instituida entre los tres (niño-padre-madre). Este padre, es real, pero no lo es más que en tanto a su rol y función de padre. El niño se encuentra dependiendo del deseo de la madre, de la primera simbolización de la madre como tal. Por esta simbolización algo es instituido, que es subjetivado a un nivel primero, primitivo; esta subjetivación consiste en plantearla como ese ser primordial que puede o no estar ahí. En esta primera simbolización el deseo del niño se afirma, inicia todas las complicaciones ulteriores de la simbolización en: “que él es deseo del deseo de la madre” (TRIÁNGULO IMAGINARIO) Detrás de la madre, existe todo un orden simbólico que permite cierto acceso a ese objeto, que es su deseo. Es un objeto marcado por una necesidad marcada por este sistema, y que se llama el falo. El falo está en la cumbre del ternario imaginario y el padre es el punto cumbre del ternario simbólica, debido a que entre estos dos existe un enlace de orden metafórico. La posición del significante del padre en el símbolo es fundadora de la posición del falo en el plano imaginario. El deseo del otro, el deseo de la madre comporta un “más allá”, para alcanzarlo debe existir una mediación dada por la posición del padre en el plano simbólico. La relación del niño con el falo es importante en tanto que el falo es el objeto de deseo de la madre. Por eso, el niño al identificarse con la madre teme la privación de su órgano viril. 3- El padre ocupa un lugar simbólico, en tanto se coloca en la posición Nombre del Padre. Esta posición del significante del padre en el símbolo es fundadora de la posición del falo en el plano imaginario. Este padre, entra en juego en el Edipo privando a la madre de su deseo que es el objeto fálico. Es aquél que priva a la madre, para el hijo. Es el portador de la ley, despliega su función como prohibidor del objeto que es la madre; prohíbe el incesto. El padre, en tanto que nombre del padre, ligado a la enunciación de la ley, es esencial y es en eso que él es aceptado o no por el niño como aquél que priva o no a la madre del objeto de su deseo.
  • 14. 14 Función del padre; articulación complejo de Edipo y complejo de castración: - El padre no castra a la madre de algo que no tiene. Para que esté planteado que ella no lo tiene, es necesario que sea proyectado sobre el plano simbólico. Pero, esto es efectivamente una privación real, que necesita una simbolización. Es sobre el plano de la privación de la madre que en un momento dado del complejo de Edipo, se plantea la cuestión de aceptar, volver significante la privación cuyo objeto es la madre. Esta privación, el infantil sujeto la asume o no la asume. - Existe un momento en que el padre entra en función como privador de la madre, se perfila como algo que “castra”, porque quien es castrado no es el sujeto, sino la madre. - En la medida en que el sujeto no acepta la privación del falo operada por el padre sobre la madre, se observa que el niño mantiene para sí una cierta forma de identificación a este objeto de la madre. La cuestión que se plantea es ser o no ser el falo sobre el plano imaginario. En esto, hay otro paso que hay que franquear que es tenerlo o no tenerlo, al pene. - Es preciso que algo haya sido franqueado entre una y otra cosa, es del complejo de castración que depende por un lado, que el varón devenga hombre y que la niña devenga mujer. Pero, esta cuestión de tenerlo o no tenerlo esta reglada para aquél que se siente con derecho de tenerlo, es decir, el hombre, lo que se supone que es preciso que en un momento no lo haya tenido, por intermedio del complejo de castración. En la medida en que el sujeto no acepta, es arrastrado a ser el falo. - Es este paso que hay que franquear, y es ahí donde debe intervenir el padre, como un personaje real revestido de ese símbolo. El padre real, puede portar la prohibición. Pero, en lo referido a las manifestaciones del primer instinto sexual, el sujeto se muestra a la madre, le hace ofrecimientos, es algo que sucede en términos imaginarios; y es ésta (madre) la que basta para demostrarle al niño que lo que él le ofrece es insuficiente, ella basta para hacer la prohibición del uso de ese instrumento. 4- ¿Qué caracteriza a la ley de la madre? La ley de la madre es el hecho de que la madre es un ser hablante, con eso basta para legitimar que diga la ley de la madre. Ésta ley es una ley incontrolada y también reside simplemente, al menos para el sujeto, en el hecho de que algo de su deseo es completamente dependiente de otro cosa que, sin duda, se articula ya en cuanto tal, que pertenece ciertamente al orden de la ley, pero esta ley está toda entera en el sujeto que la soporta: en el buen o el mal querer de la madre, la buena o la mala madre. 5- ¿De qué se trata la relación padre-madre? La madre fundamenta al padre como mediador de lo que está más allá de su ley, la de ella y de su capricho, y que es pura y simplemente la ley como tal. El padre en tanto nombre del padre, estrechamente vinculado con la enunciación de la ley, eso es lo esencial y es en eso que él es aceptado o no es aceptado por el niño como aquel que priva o no priva a la madre del objeto de su deseo. 6- Tres tiempos del Edipo: Primer tiempo: El niño busca poder satisfacer el deseo de su madre, ser o no ser el objeto de deseo de su madre. Se identifica con el objeto satisfactorio para la madre. En esta primera etapa, el niño en espejo se identifica con el objeto de deseo. Es la etapa fálica primitiva, donde la metáfora paterna obra en sí, en tanto que en el mundo la primacía del falo está instaurada por la existencia del símbolo del discurso y de la ley. El niño, para agradar a la madre es necesario y suficiente con ser el falo.
  • 15. 15 Segundo tiempo: sobre el plano imaginario, el padre interviene como privador de la madre. Lo que está dirigido al otro como demanda, vuelve al niño en forma de la ley del padre, concebida imaginariamente por el sujeto como privando a la madre. Este estadío, desata al sujeto de su identificación y lo vuelve a atar a la primera aparición de la ley bajo la forma de que la madre es dependiente de un objeto que ya no es simplemente el objeto de su deseo, sino un objeto que el otro tiene o no tiene. Tercer tiempo: El padre puede darle a la madre lo que ella desea, puede darlo porque lo tiene. Se da la identificación paterna en tres tiempos: a) Bajo la forma velada, donde el padre existente en la realidad, en tanto reina la ley del símbolo. La cuestión del falo está planteada en otra parte que en la madre, en donde el niño debe repararla. b) Por su presencia privadora, en tanto que es aquél que soporta la ley. Esto se hace mediante la madre, que es la que lo propone como aquél que hace la ley. c) El padre es revelado, en tanto que el tiene falo. Ésta, constituye la salida del complejo de Edipo, ya que se produce la identificación al padre como aquél que “lo tiene”. Esta identificación se llama ideal del yo. Es a nivel del padre que se comienza a constituir el superyó. Es en tanto que el padre interviene como real y potente, que sucede la privación o castración sobre la madre. La madre, imaginada a nivel del sujeto, en su propia posición imaginaria, de dependencia. Entonces, el padre es interiorizado como ideal del yo del sujeto, y en este momento declina el complejo de Edipo. La metáfora paterna juega ahí un papel metafórico: concluir con la institución de algo que es del orden del significante, que está en reserva y que adquiere su significación más tarde. Es en la medida que el tercer tiempo del complejo puede ser franqueado, es decir en la etapa de la identificación, en la cual se trata para el varoncito de identificarse al padre en tanto que poseedor del pene, y para la niña de reconocer al hombre en tanto que aquel que lo posee. 7- La salida del complejo es diferente en la mujer, para ella es mucho más simple, porque no tiene que hacer esta identificación. Ella sabe dónde está el falo y dónde debe ir a tomarlo, es del lado del padre, hacia aquél que lo tiene.  CLASE XI: “LA METÁFORA PATERNA (II)
  • 16. 16 El niño entra en relación no con la madre, sino con el deseo de la madre. Es un deseo de deseo. En esta primera etapa, el niño está aislado, desprovisto de todo lo que no sea el deseo de aquel Otro que él ya ha constituido como el Otro q puede estar presente o ausente. El objeto de deseo de la madre es el falo. Éste, desempeña un papel primordial en la estructuración subjetiva de la madre, puede estar en diferentes estados como objeto. El falo es un objeto metonímico, q debido a la existencia de la cadena significante circula por todas partes en el significado, y es éste el q resulta de la existencia del scte. Este scte es un objeto universal. ¿Cómo concebir que el niño que desea ser el objeto del deseo de su madre consiga satisfacerse? Ocupando el lugar del objeto de su deseo. El niño está en N. el yo y el objeto metonímico no están constituidos todavía para el niño. En D surge el deseo de la madre. M: existencia de la madre como otra. ¿Qué se necesita para que el niño coincida con el objeto de deseo de la madre? Es preciso y suficiente con que el Yo (Je) latente en el discurso del niño vaya a D, a constituirse en el nivel de este Otro q es la madre (que el yo de la madre se convierta en el Otro del niño) que lo que circula por la madre en D, en tanto que ella misma articula el objeto de su deseo, vaya a M a cumplir la función de mensaje para el niño. El niño recibe, en M el mensaje en bruto del deseo de la madre, mientras que a nivel metonímico se efectúa su identificación con el objeto. El niño entra en el más allá de la madre, que está constituido por su relación con el discurso del padre. Este segundo tiempo tiene como eje el momento en q el padre se hace notar como interdictor. Se manifiesta como mediado en el discurso de la madre. En la palabra, el padre interviene efectivamente sobre el discurso de la madre. Aparece de forma menos velada que en la primera etapa, pero no se revela del todo. A esto corresponde el uso de la palabra mediado El padre interviene en calidad de mensaje para la madre. Lo que enuncia es una prohibición, un no que se transmite allí donde el niño recibe el mensaje esperado de la madre. Esta prohibición llega como tal hasta A, donde el padre se manifiesta en cuanto Otro. En consecuencia, el niño resulta cuestionado en su posición de súbdito. Si no se cierra el círculo completamente en torno al niño y este no se convierte pura y exclusivamente en el deseo de su madre, es en la medida en q el objeto del deseo d la madre está afectado por la interdicción paterna. La tercera etapa es donde el niño es desalojado de aquella posición ideal con la que él y la madre podrían satisfacerse, en la cual él cumple la función de ser su objeto metonímico. Esta etapa supone aquella identificación con el padre y el titulo virtual para tener lo que tiene el padre. En la psicosis el nombre del padre esta forcluido en cuanto función simbólica. Aquí no está aquello con lo que el padre interviene en cuanto ley. Está la intervención en bruto del mensaje NO sobre el mensaje de la madre al niño. Este mensaje, como mensaje en bruto es también fuente de un código que esta más allá de la madre. En la etapa siguiente del complejo de Edipo, que supone que en condiciones normales el padre intervenga, en tanto que él lo tiene. Interviene en este nivel para dar lo que está en juego en la privación fálica. Se manifiesta en el acto del don. El mensaje del padre interviene en el mensaje de la madre, en tanto que ahora permite y autoriza. Al niño, por intermedio del don o del permiso concedido a la madre, se le permite tener un pene más adelante, de otra manera es como decir que se le permite ser alguien idéntico al padre. El falo interviene como falta, como objeto del que esta privada la madre, como objeto de aquella privación siempre sentida en la psicología femenina. Pero también, puede intervenir como objeto de que todas formas se le da de forma simbólica.
  • 17. 17 Si el homosexual concede un valor predominante al objeto pene hasta el punto de convertirlo en una característica exigible a la pareja sexual, es porque de alguna forma la madre le dicta la ley al padre. Es la madre la q le ha dictado la ley al padre en un momento decisivo. Es decir, cuando la intervención interdictiva del padre hubiera debido introducir al sujeto en la fase de su relación con el objeto de deseo de la madre cortar de raíz para él toda posibilidad de identificarse con el falo. En el momento en que la madre debería ser captada como privada, lo que encuentra es su total seguridad. La interdicción del padre ha fracasado y es la madre la que ha dictado la ley. Si la marca del padre interdictor está quebrada, el resultado es el mismo. En particular, en casos en donde el padre ama demasiado a la madre, en los casos en donde es demasiado dependiente de ella, el resultado es el mimo. Es la madre la que dicta la ley. En la homosexualidad, el sujeto considero identificarse con la madre, porque ésta no se dejaba conmover. De manera que se encontrará en la posición de la madre. El homosexual le pregunta al padre si lo tiene o no lo tiene, lo mismo que hace con su pareja sexual, encontrándose así en la misma posición de la madre respecto al padre. En todos los casos, si el padre se muestra amoroso con la madre, se sospecha que no lo tiene. El niño tuvo una madre fálica castradora y tenía con respecto al padre una actitud autoritaria. Paradójicamente, el homosexual le tiene pánico a encontrarse con el órgano femenino. Si algo los frena ante el órgano femenino es la suposición, en muchos casos, de que ha ingerido el falo del padre, y lo temido en la penetración es el encuentro con dicho falo. UNIDAD 4:  XI. “EL FALO Y LA MADRE INSACIABLE” Frustración: no es la negación de un objeto de satisfacción, que satisface una necesidad. Habitualmente cuando se habla de frustración se usa el término sin ninguna consideración. Pero se olvida, que si la cuestión es tan simple, sería preciso explicar por qué el deseo frustrado es en el icc reprimido. La frustración de una necesidad acarrea diversas modificaciones, pero no engendra el mantenimiento del deseo. No hay ninguna coherencia entre la frustración y el mantenimiento del deseo.
  • 18. 18 La frustración, en su origen, es concebible como la negación de un don, en tanto que éste es el símbolo del amor. El don implica el ciclo de intercambio en el q se introduce el sujeto primitivamente; surge de un mas allá de la relación objetal, supone todo un orden del intercambio en el que ha entrado el niño y puede surgir de este simbólicamente. El don se da o no se da al llamar. Si la llamada es fundamental, fundadora en el orden simbólico, es en la medida en que lo reclamado puede ser rehusado. La llamada es una introducción a la palabra completamente comprometida en el orden simbólico. La llamada se hace oír cuando el objeto no está. Cuando está, el objeto se manifiesta solo como signo del don, es decir a titulo de objeto de satisfacción. ¿Qué ocurre en el momento en que interviene la satisfacción de la necesidad y sustituye a la satisfacción simbólica? La satisfacción de la necesidad sufre una transformación. Lo que adquiere carácter de símbolo es la actividad que deja al niño en posesión del objeto. En cuanto entra en la dialéctica de la frustración, el objeto real no es en sí mismo indiferente. Aunque no sea el pecho de la madre, no por ello perderá el lugar que le corresponde en la dialéctica sexual, cuyo resultado es la erotización de la zona oral. Lo que desempeña un papel central no es el objeto, sino el hecho de q la actividad ha adquirido una función erotizada en el plano del deseo, el cual se ordena en el orden simbólico. Se trata de lo q da lugar a una satisfacción sustitutiva d la saturación simbólica. Solo esto puede explicar la función de un síntoma. Anorexia mental: Es un no comer nada. Nada, es algo q existe en el plano simbólico. Se trata d q el niño no come nada. Frente a lo q tiene  PSICOLOGÍA DE LAS MASAS Y ANÁLISIS DEL YO LA IDENTIFICACIÓN La identificación es la manifestación más temprana de un enlace afectivo a otra persona, y desempeña un importante papel en la prehistoria del complejo de Edipo. El niño manifiesta un especial interés por su padre: quisiera ser como él, hace de su padre su ideal. Simultáneamente comienza el niño a tomar a su madre como objeto de sus instintos libidinosos. Muestra dos órdenes de enlaces psicológicamente diferentes. Uno, francamente sexual, a la madre y una identificación con el padre, al que considera como modelo a imitar. Estos dos enlaces coexisten durante algún tiempo sin influir ni estorbarse entre sí. Pero van aproximándose hasta acabar por encontrarse, y de esta confluencia nace el complejo de Edipo normal. El niño advierte que el padre le cierra el camino hacia la madre, y su identificación con el adquiere por este hecho un matiz hostil, terminando por fundirse en el deseo de sustituirle también cerca de la madre. La identificación es ambivalente y puede concretarse tanto en una exteriorización cariñosa como en el deseo de supresión. Se comporta como una ramificación de la primera fase, la fase oral de la organización de la libido, durante la cual el sujeto se incorporaba al objeto ansiado y estimado, devorándolo, y al hacerlo así lo destruía. Puede suceder que el complejo de Edipo experimente una inversión, o sea que, adoptando el sujeto una actitud femenina, se convierta el padre en el objeto del cual esperan su satisfacción los instintos sexuales directos. No es difícil expresar la diferencia entre la identificación con el padre y la elección del mismo como objeto sexual. En el primer caso, el padre es lo que se quisiera ser; en el segundo, lo que se quisiera tener. La diferencia está en que el factor interesado sea el sujeto o el objeto del yo. Por este motivo, la identificación es siempre posible antes de toda elección de objeto. La identificación aspira a conformar el propio yo semejantemente al otro tomado como modelo.
  • 19. 19 En las condiciones que presiden la formación de síntomas y, por tanto, la represión bajo el régimen de los mecanismos, de lo inconsciente, sucede con frecuencia que la elección de objeto deviene una nueva identificación, absorbiendo el yo las cualidades del objeto. En estas identificaciones copia el yo unas veces a la persona no amada, y otras en cambio, a la amada. En otro caso, la identificación se efectúa independientemente de toda actitud libidinosa con respecto a la persona copiada. Cuando, por Ej., una joven recibe una carta que excita sus celos y a la cual reacciona con un ataque histérico, algunas de sus amigas serán victimas y sufrirán un igual ataque. El mecanismo al que aquí asistimos es el de la identificación, hecha posible por la aptitud o la voluntad de colocarse en la misma situación. Uno de los yo ha percibido, en el otro, una importante analogía en un punto determinado, inmediatamente se produce una identificación en este punto, y bajo la influencia de la situación patógena se desplaza esta identificación hasta el síntoma producido. La identificación por medio del síntoma señala así el punto de contacto de los dos yo, es un punto de encuentro que debía mantenerse reprimido. 1º. La identificación es la forma primitiva del enlace afectivo a un objeto. 2º. Siguiendo una dirección regresiva, se convierte en sustitución de un enlace libidinoso a un objeto, como por introyección de objeto en el yo. 3º. Puede surgir siempre que el sujeto descubre en si un rasgo común con otra persona que no es objeto de sus instintos sexuales. Cuanto más importante sea tal comunidad, más perfecta y completa podrá llegar a ser la identificación parcial y constituir así el principio de un nuevo enlace. El enlace reciproco de los individuos de una masa es de la naturaleza de tal identificación, basada en una amplia comunidad afectiva y reposa en la modalidad del enlace con el líder. La génesis del homosexualismo es, con gran frecuencia, la siguiente: el joven ha permanecido fijado a su madre durante un lapso mayor al común. Con la pubertad llega el momento de cambiar a la madre por otro objeto sexual, y entonces se produce un repentino cambio de orientación: el joven no renuncia a su madre, sino que se identifica con ella, se trasmuda en ella. Lo más singular de esta identificación es su amplitud. El yo queda transformado en un orden importantísimo, en el carácter sexual, conforme al modelo de aquel otro que hasta ahora constituía su objeto, quedando entonces perdido o abandonado el objeto, sin que de momento podamos entrar a discutir si el abandono es total o permanece conservado en el inconsciente. El análisis de la melancolía, afección que cuenta entre sus causas más evidentes la pérdida real o afectiva del objeto amado, nos ofrece otro ejemplo de esta introyección del objeto. Uno de los principales caracteres de estos casos es la cruel autohumillacion del yo, unida a una implacable autocrítica y a los amargos reproches. El análisis ha demostrado que estos reproches y estas críticas se dirigen en el fondo contra el objeto y representan la venganza del yo sobre él. Pero estas melancolías nos muestran al yo dividido en dos partes, una de las cuales combate implacablemente a la otra. Esta otra es la que ha sido transformada por la introyección, la que entraña el objeto perdido. Pero tampoco la parte que tan cruel se muestra con la anterior nos es desconocida. Encierra en sí la conciencia moral. En otras ocasiones hemos tenido que construir la hipótesis de que en nuestro yo se desarrolla tal instancia que puede separarse del otro yo y puede entrar en conflicto con él. A esta instancia le dimos el nombre de ideal del yo y le adscribimos como funciones la autoobservación, la conciencia moral, la censura onírica y la influencia principal en la represión. También era la heredera del narcisismo primitivo, en el cual el yo infantil se bastaba a sí mismo y que poco a poco iba tomando de las influencias del medio, las exigencias que este planteaba al yo de manera que cuando el hombre llegaba a hallarse descontento de si mismo podía encontrar su satisfacción en el ideal del yo,
  • 20. 20 diferenciado del yo. En el delirio de autoobservación se hace evidente la descomposición de esta instancia, revelándosenos así su origen en las influencias ejercidas sobre el sujeto por las autoridades que han pesado sobre él, sus padres en primer lugar. La instancia entre este ideal del yo y el yo actual es muy variable según los individuos. a) como forma originaria del lazo afectivo con el objeto. Se trata aquí de una identificación preedípica, marcada por la relación canibalística, que desde un principio es ambivalente (véase: Identificación primaria); b) como substitutivo regresivo de una elección objetal abandonada; c) en ausencia de toda catexis sexual del otro, el sujeto puede, no obstante, identificarse a éste en la medida en que tienen un elemento en común (por ejemplo, deseo de ser amado): por desplazamiento, la identificación se producirá sobre otro punto (identificación histérica). La soñante, la bella carnicera, desea que no se realice el deseo de engordar expresado por su amiga, para que ésta no seduzca a su marido, el carnicero, que tiene debilidad por las mujeres entradas en carnes. Pero debido a una inversión, el sueño toma un sentido nuevo: la bella carnicera sueña con la no-realización de uno de sus deseos. La soñante, explica Freud, se ha identificado con su amiga, sueña que le sucede a ella lo que desea que le suceda a su amiga. Este punto encuentra su confirmación en la vida real de "la bella carnicera", que se niega a realizar su deseo de comer caviar. Se trata de un caso de identificación histérica. Freud insiste en diferenciarla de lo que entonces se denominaba imitación histérica. La identificación histérica responde a deducciones inconscientes, es una "apropiación a causa de una etiología idéntica; expresa un «como si» y tiene que ver con una comunidad que persiste en el inconsciente. La identificación es casi siempre utilizada en la histeria como expresión de una comunidad sexual. La histérica se identifica de preferencia, pero no exclusivamente, con las personas con las que ha tenido relaciones sexuales o que tienen relaciones sexuales con las mismas personas que ella Finalmente, en la tercera modalidad, la identificación se realiza en ausencia de toda investidura sexual. Es producto de la capacidad o la voluntad de ponerse en una situación idéntica- a la del otro o los otros. Este caso de identificación aparece sobre todo en el marco de las comunidades afectivas. Vincula entre sí a los miembros de un colectivo. Es gobernada por el vínculo establecido entre cada individuo del colectivo y el conductor de la masa. Ese vínculo está constituido por la instalación del conductor en posición de ideal del yo por cada uno de los participantes de la comunidad.  SUEÑO DEL SALMON AHUMADO Relato de la esposa: Su marido es carnicero, él dice que esta obeso por lo tanto no aceptaría más ninguna invitación a cenar. La esposa le ha rogado a su marido que no le regale caviar, porque no quiere permitirse el gasto. Interpretación: El caviar es el deseo incumplido de la paciente. Dice Freud: “noto que se ve precisada a crearse en la vida un deseo incumplido. Su sueño muestra cumplido ese rehusamiento del deseo” Relato de a paciente:
  • 21. 21 Fue a visitar a una amiga, de quien está celosa porque su marido la alababa en demasía. La amiga es muy descarnada y flaca, y su marido es amante de las redondeces, pero su deseo es engordar un poco. A propósito de su deseo ella pregunta cuándo la va a invitar a cenar a su casa. Interpretación: La paciente piensa: “Tan luego a ti he de invitarte, pata que comas en mi casa, te pongas más gorda y puedas gustarle más a mi marido! Más vale que no de mas comidas. ” En el sueño, se ve que ella ya no puede dar más comidas y entonces cumple su deseo de no contribuir en nada a redondear las formas del cuerpo de su amiga. Acerca del salmón ahumado: Freud: dice conocer a la amiga y agrega que el salmón ahumado es el plato predilecto de ella, y se lo priva al igual que su paciente se priva del caviar. Interpretación: a su sueño de rehusamiento del deseo la paciente se empeñaba en procurarse un deseo denegado en la realidad (el bocadillo de caviar). También la amiga había exteriorizado su deseo de engordar. En efecto es su propio deseo a que su amiga se le niegue un deseo. Pero la duda es ¿Por qué ella sueña que a ella misma no se le cumple el deseo? Freud dice: se ha identificado con ella Diferencia entre imitación e identificación En esta identificación se ha creado el deseo denegado en la realidad. La identificación es un aspecto importante en el mecanismo de los síntomas histéricos, por ese camino los enfermos llegan a expresar en sus síntomas las vivencias de toda una serie de personas y no solo las propias. La imitación histérica, es decir la capacidad de los histéricos para imitar todos los síntomas, es una especie de compasión que se extrema hasta la reproducción. Pero ello ha designado el camino por el cual discurre del proceso psíquico en el caso de la imitación histérica. El acto psíquico es más complicado que la imitación, porque responde a un proceso inconsciente de razonamiento. Entonces Freud sostiene q la paciente despierta su compasión y se cumple en ella un razonamiento que no llega a la conciencia. “si por una causa así puede tener tal ataque, puede sobrevenirme a mí también pues tengo iguales motivos.” Si ese razonamiento fuera susceptible de conciencia desembocaría en una angustia, pero se cumple en otro terreno psíquico por eso se realiza el síntoma temido. Por lo tanto la IDENTIFICACION no es imitación, sino que es la apropiación sobre la base de la misma reivindicación etiológica; expresa un “igual que” y se refiere a algo común que permanece en lo inconsciente. En la histeria la identificación es usada para expresar una comunidad sexual. Ella se identifica en sus síntomas, preferentemente con las personas con las que ha tenido comercio sexual o que lo tienen con las mismas personas que ella. En la fantasía histeria, como en el sueño, basta para la identificación que se piense en relaciones sexuales sin la necesidad de que estas sean reales. La paciente entonces, en este caso, expresa sus celos contra su amiga, poniéndose en el lugar de ella en el sueño e identificándose mediante la creación de un síntoma. Ella se pone en el lugar de su amiga en el sueño porque esta última le ocupa su lugar frente a su marido, porque querría apropiarse del sitio que la amiga está ocupando en la estima de su marido. SUBVERSION -Lectura lacaniana de la relación del sujeto al saber en Freud y su diferencia con Hegel. Distinción entre saber y verdad.
  • 22. 22 Lacan realiza una lectura de lo que plantean Freud y Hegel acerca del sujeto y su relación con el saber. En Hegel, es al deseo, a quien se remite la carga de ese mínimo de nexo que es preciso que el sujeto conserve con el antiguo conocimiento para que la verdad sea inmanente a la realización del saber. La astucia de la razón quiere decir que el sujeto desde el origen y hasta el final sabe lo que quiere. Pero de lo que se trata en Freud es de un saber que no comporta el menor conocimiento, en cuanto que está inscripto en un discurso del cual el sujeto no sabe ni su sentido ni su texto. El deseo se anuda en la verdad en el deseo del Otro, pero en ese lazo se aloja el deseo del saber. La verdad está en reabsorción constante en lo que tiene de perturbador, es lo que falta para la realización del saber. La verdad no es otra cosa sino aquello de lo cual el saber no puede enterarse de que lo sabe sino haciendo actuar su ignorancia. Crisis real en la que lo imaginario se resuelve, engendrando una nueva forma simbólica. (eso real inaccesible, a lo cual no se puede llegar desde el plano imaginario, el de la relación entre el yo y el semejante, lleva a engendrar nuevos significantes que intenten abarcar eso real). -Definición del inconsciente. El inconciente, a partir de Freud, es una cadena de significantes que en algún sitio (en otro escenario) se repite e insiste para interferir en los cortes que le ofrece el discurso efectivo y la cogitación que él informa. El inconciente está estructurado como un lenguaje, siendo sus operaciones básicas la metáfora y la metonimia, o, los efectos de sustitución y combinación del significante en las dimensiones respectivamente sincrónica y diacrónica, donde aparecen en el discurso. Esto equivale a lo que Freud planteó como proceso primario relacionado con los mecanismos de condensación y desplazamiento. -Relación del je con el sujeto de la enunciación Desde una definición estrictamente lingüística se puede hablar del Yo (je) como significante: no es nada sino el shifter o indicativo que en el sujeto del enunciado designa al sujeto que habla actualmente. Es decir, que designa al sujeto de la enunciación pero que no lo significa. Todo significante del sujeto de la enunciación puede faltar en el enunciado. La relación del sujeto con el significante, se da por medio de una enunciación cuyo ser tiembla con el mensaje que recibe del propio enunciado (que le viene del Otro). Lacan plantea al Yo (je) como sujeto que se conjuga por la doble aporía de una subsistencia verdadera que queda abolida por su saber (el saber obtura la verdad inconciente) y de un discurso donde es la muerte la que sostiene a la existencia. -Diferencia entre necesidad, demanda, deseo. -La demanda en los desfiladeros del significante. El deseo es irreductible a la demanda y a la necesidad. Que el deseo sea articulado es precisamente la razón de que no sea articulable. No hay demanda que no pase, de una manera o de otra, por los desfiladeros del significante. La dependencia en la que se encuentra el ser humano ni bien nace se mantiene por un universo de lenguaje,
  • 23. 23 justamente en el hecho de que por él y a través de él, las necesidades se diversifican y desmultiplican hasta el punto de que su alcance aparece como de un orden totalmente diferente, hasta el punto de que esas necesidades pasan al registro del deseo. El deseo se esboza en el margen donde la demanda se desgarra de la necesidad: margen que es el que la demanda , cuyo llamado está dirigido al Otro, abre bajo la forma de la falla posible que puede aportarle la necesidad por no tener satisfacción universal (lo que suele llamarse angustia). Margen que, por más lineal que sea, deja aparecer el capricho del Otro, capricho que introduce el fantasma de la omnipotencia del Otro, donde se instala la demanda y con ese fantasma la necesidad de su refrenamiento por la ley. -Noción de punto de capitonado. Sincronía y diacronía. Escrituras: A y s(A). Por el punto de capitonado el significante detiene el deslizamiento, indefinido si no, de la significación. La función diacrónica de este punto de basta debe encontrarse en la frase, en la medida en que no cierra su significación sino con su último término, ya que cada término está anticipado en la construcción de los otros, e inversamente sella su sentido por su efecto retroactivo. Pero la estructura sincrónica está más escondida y es ella la que nos lleva al origen. Es la metáfora en cuanto que en ella se construye la atribución primera. En relación a los puntos de entrecruzamiento del grafo, el punto A es el lugar del tesoro del significante, lo cual no quiere decir del código, pues no es que se conserve en él la correspondencia unívoca de un signo con algo, sino que el significante no se constituye sino de una reunión sincrónica y numerable donde ninguno se sostiene sino por el principio de su oposición a cada uno de los otros. El otro, s(A), es lo que puede llamarse la puntuación donde la significación se constituye como producto terminado. El primero es un lugar y el otro es un momento. La sumisión del sujeto al significante, que se produce en el circuito que va de s(A) a A para regresar de A a s(A), es propiamente un círculo en la medida en que el aserto que se instaura en él, a falta de un acto en que encontrase su certidumbre, no remite sino a su propia anticipación en la composición del significante, en sí misma insignificante. -El Otro como testigo de la verdad. El sujeto del significante y la borradura de las huellas. Diferencia con el animal. El Otro distinguido como lugar de la Palabra se impone como testigo de la verdad. Sin la dimensión que constituye, el engaño de la palabra, no se distinguiría del fingimiento que, en la lucha combativa o la ceremonia sexual, es sin embargo bien diferente. El animal, por ejemplo, puede llegar a despistar iniciando un engaño. Pero un animal no finge fingir. No produce huellas cuyo engaño consistiría en hacerse pasar por falsas siendo verdaderas, es decir, las que darían la buena pista. Como tampoco borra sus huellas, lo cual sería ya para él hacerse sujeto del significante. La palabra comienza con el paso de la ficción al orden del significante y el significante exige otro lugar (el lugar del Otro) para que la Palabra que soporta pueda mentir, es decir plantearse como una Verdad. Así es de un lugar otro que la realidad a la que concierne, de donde la Verdad saca su garantía: es de la palabra. Como es también de ella de quien recibe esa marca que la instituye en una estructura de ficción. -Segundo grafo: ubicación s(A), A, I(A), $ (sujeto tachado). Ubicación del sujeto a partir del futuro anterior. En la notación I(A) queda inscripto la enajenación del sujeto en la identificación primera que forma el ideal del yo. Por el efecto de retroversión el sujeto en cada etapa se convierte en lo que era como antes, y no se anuncia: habrá sido sino en el futuro anterior. Aquí se inserta la ambigüedad de un desconocer esencial al conocerme. Pues todo lo que el sujeto puede dar por seguro, en esa retrovisión, es, viniendo a su encuentro la imagen anticipada,
  • 24. 24 que tomó de sí mismo en su espejo. Lo que el sujeto encuentra en esa imagen alterada de su cuerpo es el paradigma de todas las formas del parecido que van a explicar sobre el mundo de los objetos un tinte de hostilidad proyectando en él el avatar de una imagen narcisista, que, por el efecto jubilatorio de su encuentro en el espejo se convierte en el enfrentamiento con el semejante, en el desahogo de la más íntima agresividad. Es esta imagen, yo ideal, la que se fija desde el punto en que el sujeto se detiene como ideal del yo. El yo es desde ese momento función de dominio, rivalidad constituida. En la captura que experimenta de su naturaleza imaginaria, enmascara su duplicidad, a saber que la conciencia en que se asegura de una existencia innegable, no le es en absoluto inmanente, le es trascendente, puesto que se apoya en el trazo unitario del ideal del yo. Por lo cual el ego trascendental mismo se encuentra relativizado, implicado como lo está en el desconocimiento en que se inauguran las identificaciones del yo. Este proceso imaginario que de la imagen especular [i (a)) va a la constitución del yo por el camino de la subjetivación por el significante (vector: ia – m). El yo solo se acaba al articularse no como yo (je) del discurso, sino como metonimia de su significación. -El aforismo: No hay Otro del Otro. Lacan parte de la concepción del Otro como lugar del significante. Todo enunciado de autoridad no tiene allí más garantía que su enunciación misma, pues es inútil que lo busque en otro significante, el cual, de ninguna manera podría aparecer fuera de ese lugar. Lo que se formula al decir que no hay metalenguaje que pueda ser hablado, o más aforísticamente, que no hay Otro del Otro. Es como impostor como se presenta para suprimirlo el Legislador (el que pretende erigir la Ley).