El abuelo estaba sentado mirando sus manos arrugadas y débiles. Le explicó al nieto que a lo largo de su vida, sus manos lo habían ayudado a alcanzar sus metas y cuidar de los demás. Ahora que ya no pueden hacer mucho, representan toda una vida de experiencias. El abuelo concluye que cuando muera, Dios tomará sus manos en las suyas.