Hércules recibió el encargo del rey Augias de limpiar los establos reales que no habían sido limpiados en treinta años, acumulando grandes cantidades de estiércol. Hércules desvió los ríos Alfeo y Peneo para que fluyeran a través de los establos, llevándose todo el estiércol y dejándolos limpios en un solo día.