Los archivos personales y familiares, una responsabilidad ética del Archivista (Personal and family archives, an ethical responsibility of the Archivist)
La legislación sobre archivos personales y familiares es importante pero insuficiente, ya que una ley por sí sola no garantiza su aplicación perfecta. Los archivistas deben reflexionar sobre las limitaciones de la ley y cómo hacer que funcione para proteger estos archivos. Además, los archivistas no han reconocido la importancia de los archivos personales y familiares, a pesar de que estos documentos pueden ayudar a entender mejor los procesos sociales cuando se vinculan con archivos institucionales.
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SIMÓN BOLÍVAR VS ÉTICA MORALISTA PLASMADA EN EL DISCURSO DE ANGOSTURAMenfis Alvarez
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Acervos documentales ¿espacios de resistencia? (Documentary collections: spac...
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1. En este marco, contar con una legisla-
ción en la materia, es crucial, pero no sufi-
ciente y como afirma Luís Torres: “en nin-
gún caso es posible concebir que una ley
por sí misma garantice las vías oportunas
para su perfecta aplicación, pero el sueño
de hacer operativa la Ley, necesariamente
pasa por una reflexión sobre sus limitacio-
nes”2
2
Torres Monroy, op cit. p.35
E
Los archivos personales y familiares,
una responsabilidad ética del archivista
ISAAC R. TABOADA
La memoria llega justo
hasta dónde llega nuestro interés.
Johann Wolfang Von Goethe
n cierta ocasión conversando con una compañera de trabajo
mientras realizábamos labores de rescate y estabilización de docu-
mentación mojada, me preguntó por qué había decidido estudiar
Archivonomía y Bibliotecología; como respuesta, le comenté que
me parecía apasionante todo lo relacionado con los soportes do-
cumentales (técnicas de creación y manufactura, contexto histó-
rico, preservación de los mismos, en fin) y que éstos me permitían
reconstruir la historia de mi familia al relacionar los diversos bie-
nes documentales que teníamos.
Ella se mostró interesada y me comentó que su familia (en línea
directa) no conservaba NADA de sus antecesores puesto que sus
padres, al morir los abuelos, se habían deshecho de TODO, ex-
cepto de las actas de nacimiento y defunción. Sobra decir que di-
cho comentario me dejó helado; después de pasado el conglome-
rado inicial de sentimientos (asombro, incredulidad, terror) traté
de aclarar mis ideas y me surgió la siguiente pregunta: ¿realmente
estaba cumpliendo plenamente con mi función social de archivis-
ta?; a priori, y desde esta perspectiva, definitivamente no.
Pensé que tal vez solo era yo el que no le había prestado atención
a los archivos personales y familiares, así que para poder docu-
mentarme al respecto acerca de este tipo especial de fondos (orga-
nización y marco jurídicio/legal básicamente) realicé una búsque-
da en los catálogos de dos de las instituciones más importantes
en la Archivística Mexicana: la Escuela Nacional de Bibliotecono-
mía y Archivonomía, por ser (hasta hace poco) la única institu-
ción en el país que ofrecía estudios a nivel superior en la discipli-
na y el Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas
(CUIB) ya que esta institución es la administradora de la base de
datos INFOBILA (Información Bibliotecológica Latinoamerica-
Como hemos anotado, otra parte de la
transparencia somos los ciudadanos, que
debiéramos estar capacitados y ser capaces
de solicitar la información, saber interpre-
tarla y cómo actuar en el ejercicio del dere-
cho a criticar y opinar sobre el ejercicio del
gobierno. Sobre esto último debemos es-
tar pendientes ya que al tiempo que avan-
za la apertura hacia la información de la
gestión del gobierno, avanzan también las
formas de truquearla y como contraparte
avanza la creación de leyes y disposiciones
que vulneran nuestra vida privada, y eso,
es otra historia.
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2. na) que recibe –por lo menos en referen-
cia bibliográfica- todo lo que en América
Latina se publica con respecto a las Cien-
cias de la Información por tanto, dicha ba-
se de datos es un buen indicador de qué se
publica y quién publica en el contexto la-
tinoamericano.
La búsqueda1
se realizó utilizando los si-
guientes descriptores: Archivos familiares,
Archivos privados, Archivos particulares y
Archivos personales. Los resultados obteni-
dos fueron los siguientes:
1
El periodo en el cual se llevó a cabo la investigación fue del
19/10/2009 al 03/11/ 2009
En el caso del descriptor archivos pri-
vados, es necesario aclarar que muchos de
ellos se refieren a archivos de institucio-
nes de capital privado, es decir, a personas
morales, por tanto, el número de registros
se reduce considerablemente.
El siguiente paso fue buscar si en glosa-
rios de la profesión aparecían las definicio-
nes y se obtuvo lo siguiente:
Esta parquedad en los resultados pre-
liminares hizo cuestionarme ¿por qué la
sociedad debería reconocernos como
profesionistas cuando los archivistas no
hemos reconocido el derecho de las per-
sonas a sus propios bienes documenta-
les?
Ciertamente esta en una pregunta com-
pleja que tiene muchas aristas, la primera
de ellas sería sí como profesionistas y es-
pecialistas en archivos y documentos ¿ten-
dríamos injerencia en la forma en la cual
una persona física maneja su documen-
tación?, casi puedo escuchar a los colegas
ortodoxos exclamando horrorizados ¡no!
y completando su negativa con afirmacio-
nes como: “la archivística nace en el con-
texto de las instituciones –personas mo-
rales- y los autores clásicos (Müller, Feith,
Fruin, Schellenberg, Lodolini, Heredia,
Cortés, Jenkinson, Cruz Mundet, Natalis
de Wailly, Couture y Rousseau, Tanodi)
han formulado sus teorías y aportaciones
en dicho contexto” o “difícilmente una
persona permitiría que un extraño (aun-
que fuese un profesional) tuviera acceso a
algo tan privado como son sus documen-
tos, y más aún, que le dijeran qué guardar
y cómo guardarlo”.
A estos argumentos podrían sumárse-
le varios más, inclusive por parte de otras
áreas del conocimiento: los antropólogos
sociales, historiadores y sociólogos argu-
mentarían que sus respectivas disciplinas
estudian conjuntos o conglomerados hu-
manos dentro de procesos sociales, y estos
procesos se manifiestan en las institucio-
nes –entendiendo institución en el sen-
tido amplio de usos, costumbres, tradi-
ciones- y en documentos depositados en
recintos ex-profeso –entiéndase archivos-.
Por su parte, los abogados practicantes
del Derecho Civil, citando el Código Ci-
vil, obvio, dirían: “El mayor de edad tiene
facultad de disponer libremente de su per-
sona y de sus bienes, salvo las limitaciones
que establece la ley2
”, por tanto, pueden
disponer de sus documentos como mejor
les parezca.
Aunque los argumentos anteriores tie-
nen congruencia, para mi gusto respon-
den más a una apatía gremial expresada
en una falta de reconocimiento académi-
co del valor de este tipo de archivos, que a
una auténtica reflexión acerca de las impli-
caciones jurídicas, éticas, sociales y técni-
cas en el tratamiento de dichos fondos do-
cumentales.
Reflexionemos por un momento ¿no
existen otros profesionistas con la posibi-
lidad de involucrarse con cuestiones muy
íntimas de las personas? ¡por supuesto que
los hay!: médicos, abogados y psicólogos
son algunos de ellos; las personas les tie-
nen confianza y permiten que entren en
sus vidas, ¿de que otra forma si no, podría
el especialista realizar su trabajo si no es in-
volucrándose con la persona y sus necesi-
dades?
2
Código Civil para el Distrito Federal, artículo 24
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3. 3
Aquí me refiero al concepto de familia en el sentido amplio
del término que considera a dos o más personas unidas por
un vínculo consanguíneo y/o afectivo independientemen-
te de su género, y no al concepto tradicional de unión entre
un hombre y una mujer ante autoridad –ya sea civil o ecle-
siástica- y que tienen hijos.
Ahora bien, y sin ánimo de querer pa-
recer de la derecha más recalcitrante, ¿qué
no nos han repetido hasta el cansancio que
“la familia3
es la institución más impor-
tante, la base de la sociedad”? ¿Entonces
por qué como profesionistas hemos dejado
en la ignominia total sus archivos? Esta-
mos de acuerdo en que las personas tienen
derecho a tener una identidad y esa identi-
dad se origina en el conocimiento del pro-
pio pasado.
Así, nos enfrentamos a este tipo de fon-
dos desde dos perspectivas diferentes: pri-
mero, desde una perspectiva utilitaria; se-
gundo, desde el punto de vista afectivo
(valor sentimental).
Dentro de la primera categoría tendría-
mos los documentos generados por cues-
tiones inherentes a las propias actividades
económico-sociales de las personas; desde
sus recibos telefónicos, de luz, agua y pre-
dial, hasta aquellos que dan cuenta del de-
sarrollo de sus actividades profesionales;
pensemos en los expedientes generados
por quienes ejercen por cuenta propia o de
manera independiente: médicos, odontó-
logos, psicólogos, abogados, peritos, res-
tauradores, artistas –plásticos y visuales-,
fotógrafos, contadores, entre otros.
En lo que respecta al valor sentimental,
aunque en realidad no tenemos injeren-
cia, si valdría la pena realizar unos comen-
tarios.
Una colega me comentó que su abue-
lo regaló una copia de un título de propie-
dad al Registro Público de la Propiedad
porque éste no contaba con ninguno que
correspondiera al terreno que él tiene. Ca-
be aclarar que dicho título se lo dio a su
bisabuelo ¡el mismo Emiliano Zapata!
Fernando del Collado en su texto Ho-
mofobia comenta en el capítulo VI la gran
riqueza documental que han aportado las
personas que han donado sus materiales a
la biblioteca del Centro de Información y
Documentación de las Homosexualidades
en México (CIDHOM) y que dichos ma-
teriales han permitido a los investigado-
res reconstruir desde diversas perspectivas
la historia del movimiento gay en México,
no solo desde una visión oficial.
Poniéndonos todavía más dramáticos,
Liliana Felipe y Jesusa Rodríguez en su
texto Existes porque te recuerdo comentan
de manera inquietante la situación de im-
potencia de la sociedad argentina duran-
te la dictadura y lo difícil que resulta re-
cordar a alguien cuando no tienes con qué
hacerlo:
Hay un personaje político en Córdo-
ba, muy conocido del que no me acuerdo su
nombre (por no llenarme el cerebro de mier-
da) que se hizo rico vendiendo los muebles y
las pertenencias de los desaparecidos. A él le
avisaban donde secuestraban a alguien y lle-
gaba con su camioneta a llevarse todo.4
4
Liliana Felipe y Jesusa Rodríguez. “Existes porque te re-
cuerdo” en Debate feminista, año 5, vol. 9, marzo 1994,
p. 263
Ahora, si hablamos de personajes tene-
mos el caso de Salvador Allende. Después
de su asesinato en el palacio de gobierno
a manos de las tropas insurrectas al man-
do de Pinochet, el ejercito entró en su casa
y saqueó todas sus pertenencias, lo único
que Hortensia Bussi pudo esconder fue un
peine y un reloj de pared; ¿por qué robar
sus pertenencias?, ¿qué les hicieron?
A manera de conclusión solo haré las si-
guientes reflexiones:
La mayoría de los materiales documen-
tales han sobrevivido hasta nuestros días
por estar escondidos, prohibidos o por
pertenecer a particulares, recordemos que
cuando Bush inició la guerra contra Irak
“casualmente” el Archivo, la Biblioteca y
el Museo de Bagdad fueron saqueados y
bombardeados.
También es importante considerar que
los archivos personales por estar carga-
dos de valores subjetivos pueden ayudar a
comprender mejor los procesos sociales si
los vinculamos con los archivos oficiales o
institucionales, los cuales –se supone- tie-
nen valores objetivos.
Por último, si queremos que la sociedad
nos reconozca como profesionistas, prime-
ro tenemos que empezar nosotros por re-
conocer la trascendencia de sus fuentes
documentales y la importancia de la mi-
crohistoria para la reconstrucción de los
hechos oficiales.
¿Cuántas personas más seguirán per-
diendo sus bienes documentales por nuestro
desprecio injustificado a sus archivos?
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46 Visita http://www.archivoque.org.mx Vol. 5 Núm. 20 • Mayo 2012 47
Día Nacional
d el Archivista