María vivía en Nazaret y aceptó ser la madre de Jesús cuando el ángel Gabriel se lo pidió. Dio a luz a Jesús en un pesebre en Belén y lo acompañó durante su ministerio y crucifixión. Después de la muerte de Jesús, María continuó cuidando a los discípulos y fue llevada al cielo por los ángeles, donde Dios la coronó reina del cielo.