El documento enfatiza que aunque debemos plantar y cuidar las semillas, es Dios quien da el crecimiento y los frutos. También debemos anunciar la Palabra de Dios a nuestros hermanos, explicarles las Escrituras, cuidarlos y visitarlos. La Palabra de Dios es viva y eficaz, capaz de penetrar el alma y discernir los pensamientos del corazón.