1. 44 años y 6 días
Por Moshé Rozén, desde Nir Itzjak ~_Israel
Cuando se habla de Medio Oriente es casi un lugar común
referirse a los territorios ocupados por Israel: la virtual anexión
israelí de la ribera occidental del Jordán, tierras cuya propiedad
reclaman los pobladores palestinos que las habitaron o que
arribaron a ellas y –enfrentados a ellos, Biblia en mano como
alegato, los colonos instalados tras la Guerra de los 6 Días.
Ciertamente, un tema que enciende fuertes pasiones y eclipsa
otros focos de conflicto en la región. Los medios periodísticos
internacionales dedican mayor atención a Judea y Samaria que –
tomemos un ejemplo de los últimos días- a la violenta e incontrolable
masacre desatada por el gobierno sirio contra los manifestantes
opositores.
1
2. En Israel, quien dice "territorios" establece, mecanicamente, un
tópico de absoluta diferenciación entre izquierdas y derechas, "palomas" y
"halcones".
En estos días se cumplen 44 años del acontecimiento que produjo un
giro total en la historia del Estado de Israel, a 19 años de su fundación.
La Guerra de 1967 no sólo modificó el mapa militar y político de
Oriente Medio: el triunfo israelí introdujo en el discurso israelí una
concepción de expansión territorial como recurso de seguridad, idea que
hasta la Guerra de los 6 Días era patrimonio del sionismo revisionista, por
entonces minoritario y opositor a la tendencia moderada, formulada
tradicionalmente por la corriente sionista laborista predominante.
Para entender la raíz psicológica del viraje registrado en la sociedad
israelí desde 1947 debemos indagar en distintos procesos económicos y
sociales como también fenómenos inmigratorios que incidieron en
desmedro de la cultura sionista laica del tronco laborista en favor de una
alianza entre sectores del judaísmo religioso ortodoxo con partidos liberales
y revisionistas.
2
3. Pero, en mi opinión, tenemos que comprender el clima social
imperante en Israel en días previos a esa guerra.
A fin de mayo de 1967, Israel percibie que se avecina una tormenta
bélica. Para muchos de sus ciudadanos, sobrevientes del Holocausto, se
repite la amenaza de muerte y la pesadilla de persecución.
Desde El Cairo, Nasser -deseoso de "tirar a los judíos al mar"-
consolida un pacto militar tripartito entre Egipto, Siria y Jordania. El
monarca saudita Feisal se apresura a definir el próximo emprendimiento
bélico como "Guerra Santa". El 4 de junio por la mañana, Irak se incorpora
al acuerdo militar diseñado por Nasser. Siria y Líbano se añaden a la
estrategia de asfixiante asedio contra Israel. Más se medio millón de
efectivos militares de la órbita árabe disponen un cerco mortal.
A las siete y media de la mañana del día cinco de junio, Israel
resuelve tomar la iniciativa: su flota aérea, de producción francesa, logra
demoler a la aviación militar egipcia, neutralizando el programa nasserista
de agresión. En el norte, la infantería israelí doblega, tras intensos
combates, a la artillería siria que acosó a la Galilea.
Por eso, cuando se habla ahora de la "Naksa" (o "Najsa"), es
importante recordar el orígen de este concepto en la cultura política árabe:
la Naksa es la expresión del desastre ocasionado a sus propios pueblos por
la dirigencia de los estados árabes. En 1967, nacionalistas y panarabistas,
laicos e islamistas hasta entónces duramente enfrentados, resuelven
deponer las armas y poner coto a años de sangrientas hostilidades entre los
distintos países árabes. La reconciliación, originada en la derrota conjunta,
apunta a unificar esfuerzos para reducir los efectos de ese fracaso militar
contra Israel. No es producto de la solidaridad árabe-musulmana: es
resultado de la frustración.
4.6.11
3