Este documento analiza dos oraciones contrastadas en la Biblia: la del fariseo y la del publicano. El fariseo ora de forma egoísta alabándose a sí mismo, mientras que el publicano ora con genuino arrepentimiento y humildad pidiendo compasión. Jesús usa este ejemplo para enseñar que Dios escucha la oración del humilde y no la del orgulloso.