En la plaza Centenario, Cupido le disparó una flecha a una paloma que se enamoró de un anciano que le daba de comer. El anciano, que estaba medio ciego, creyó que era una mujer y también se enamoró. Más tarde, cuando la paloma se cansó y lo picoteó, el anciano se dio cuenta de que en realidad era una paloma. Cupido luego hizo que una anciana se enamorara del mismo anciano, y los dos vivieron felices para siempre.