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EL ESPIRITISMO
DR. PAUL GIBIER _ 
ESPIRITISMO 
(FAQUIRISMO OCCIDENTAL) 
HISTORIA, DOCTRINA Y 
HECHOS 
TRADUCCIÓN Y NOTAS DE 
E N E D I E L S H A Í A H 
B I B L I O T E C A D E L MÁS A L L Í . 
L I S T A 66. MADRID 
I922
Es propiedad. 
Derechos reservados. 
Imprento de «El Adelantado de Segovla»
PAUL GIBIER 
El doctor Pablo Gibier, personalidad de la ciencia 
médica muy conocida, y una verdadera autoridad 
en cuestiones de bacteriología, fué, en tiempos, 
alumno interno de los hospitales de París, teniendo 
a su cargo el Laboratorio de Patología experimental. 
En su larga vida científica, ha realizado labores 
de gran importancia. Se le deben varios descubri­mientos, 
y la Facultad de Medicina, premió con la 
más alta recompensa destinada a las memorias, la 
presentada por el doctor Gibier, acerca de la rabia y 
su tratamiento. 
También ha desempeñado diversas comisiones 
científico-profesionales, por mandato del gobierno 
francés, demostrando en todas sus excepcionales 
condiciones de observador y de hombre de ciencia. 
Se le deben interesantísimos trabajos, entre los 
cuales mencionaremos los siguientes: 
Note sur un cas de persistance du trou de Botal. 
Note sur un cas de tuberculose testiculaire. Note sur 
un cas de kyste ovarique. Du siège insolite des ulceres 
syphilitiques primitifs. Des accidents secondaires tar­difs 
de la syphilis. Des blessures du poumon par frac­ture 
de la clavicule. Des causes et du traitement de la 
— 5 —
P A B L O G I B I E R 
fièvre typhoïde. Mémoire sur les accidents nerveux 
produits par la foudre. La bactérie du pemphigus. De 
l'enteroclysme. De la possibilité de faire contracter le 
charbon aux animaux a sang froid en élevant leur 
température. Recherches sur la rage et sur son traite­ment. 
Recherches sur la rage nés oiseaux. Etude sur 
le choléra. Atténuation du virus rabique. Rapport sur 
une mission scientifique en Allemagne. Rapport sur 
•une mission scientifique en Espagne. Nouveau traite­ment 
de la phtisie. Y últimamente Analyse des choses. 
Tal es el hombre que, co'mo declara en la obra que 
hoy presentamos, consagra su ilustrada atención a 
los fenómenos del espiritismo, en tiempos en que 
esto equivalía a comprometer seriamente la reputa­ción 
mejor adquirida, y con una franqueza que le 
honra, exhibe, desnudo de atenuaciones, un criterio 
fundado en la más severa experimentación, mante­niendo, 
desde el primer día, todas las prudentes re­servas 
que ha de establecer el sabio cuando se trata 
de estos tenebrosos misterios que parecen surgir de 
las regiones del más allá. 
En su otro libro, Análisis de las cosas, que próxi­mamente 
traduciremos, generaliza el concepto ad­quirido 
a la luz de los estudios psiquistas, y valiente­mente 
penetra en los dominios que constituirán el 
campo de la psicología del mañana. Sus coinciden­cias, 
en más de un punto, con las doctrinas esoteri-cistas, 
es uno de los aspectos más interesantes de 
este ilustre autor, cuyo nombre ya es una indiscuti­ble 
gloria del movimiento psiquista en Francia. 
— 6 —
PREFACIO 
No hay labor tan ingrata como la de presentar a los 
contemporáneos un. conjunto de hechos que ignoran, 
o sobre los cuales oyeron hablar de modo que había de 
prevenirles contra los mismos. Y sin embargo, ésta es 
la misión que nos hemos impuesto. 
Haremos constar con relación a nuestros lectores 
que no lo sepan,~que el tema de que vamos a ocuparnos, 
casi desconocido entre nosotros, está puesto a la orden 
del día desde hace tiempo entre nuestros vecinos, parti­cularmente 
en Inglaterra, donde no transcurre. el mes 
sin que las revistas y los diarios filosóficos más serios 
dejen de tratarlo con idéntica atención que la acorda­da 
a los problemas oficialmente científicos. 
En vista del silencio por regla general observado en­tre 
nosotros los franceses, creemos realizar una obra 
útil al hacer que sea conocido el estado presente actual 
de lo que se denomina el ESPIRITISMO, asunto que no 
sólo hemos estudiado en los 'libros, sino que además 
hemos investigado en multiplicadas experiencias y ob­servaciones. 
Rogamos al lector que al hojear esta obra, le conce­da 
la atención y paciencia necesaria para formular 
respecto de ella un juicio definitivo cuando haya llega- 
— 7 —
P R E F A C I O 
do a la tercera parte, consagrada a nuestros experi­mentos 
personales. 
Este linaje de experimentaciones que pocos sabios 
han querido acometer, nos autorizan para decir, desde 
ahora, que el asunto merece sobradamente la atención 
que se le conceda, y que de él hablamos con perfecta 
seriedad. 
No desconocemos que semejante actitud está rodeada 
de peligros. Sin duda nos fuera más fácil, sin descu­brirnos, 
llamar la atención del público y de los sabios, 
acerca de determinados hechos—hechos naturales según 
opinamos, pero que resultan gobernados por leyes que 
aún desconoce la ciencia moderna—describiéndolos en 
tono agridulce y chancero; mas ni un solo instante he­mos 
acariciado la idea de seguir tal_proceder. Eso hu­biera 
sido indigno del verdadero filósofo, y, además, 
creemos que es una cobardía. He aquí por qué preje-rimos 
ir, franca y noblemente, a nuestro fin (i). 
París-Octubre, 1886. 
(1) Desde que Gibier escribió lo que antecede hasta ta fecha 
actual, han cambiado mucho las circunstancias en todo el mun­do. 
Hoy es Francia una de las naciones donde más se ha escrito 
y experimentado acerca de los fenómenos espiritistas, y en Fran­cia 
y en todas partes se puede ya hablar en serio de tales 
cosas.—(N. DEL T). 
~8 —
«...Debemos declarar que somos 
enemigos de lo místico y de lo ma­ravilloso, 
y que no aceptamos que 
nada pueda producirse fuera del 
dominio de las leyes naturales».— 
Paul Gibier. («Introducción» a la 
1.a Edición).
PRIMERA PARTE 
CAPÍTULO PRIMERO 
R E S U M E N D E LA F I S I O L O G Í A D E L ESPIRITISMO 
Un día, en las primeras épocas de nuestros estu­dios 
de medicina, vimos entrar en la tienda de un 
modesto librero de la margen derecha del Sena, 
donde por casualidad nos hallábamos, un hombre de 
gesto original, de cara pálida y huesosa, en la que 
lucían unos ojos de mirar febril. 
Llevaba en la mano un manuscrito que ofreció al 
editor, diciendo con tono misterioso: —Aquí hay 
cosas de la más alta importancia; pero debo adver­tir 
a usted que no soy su verdadero autor, porque 
me han sido dictadas por los espíritus. 
Como es natural, nuestro autor fué despedido con 
todos los honores correspondientes a su categoría 
de colaborador de las entidades invisibles. Pero la 
expresión de aquella rara fisonomía no se ha borra­do 
aún de nuestra memoria, y en estos últimos tiem­pos, 
cuando obligados por el estudio o por el hecho 
de seguir ciertas observaciones en el seno de las so­ciedades 
espiritistas, acudimos a ellas, pudimos no­tar 
nuevamente la expresión de aquel individuo en- 
— 11 —
P A B L O O I B I B R 
tre los fanáticos adeptos. En los primeros cristianos 
debióse encontrar el propio aspecto entre los que 
iban a ofrecerse espontáneamente para ser pasto de 
las fieras del circo. Por lo demás, creemos que si 
fuera preciso en testimonio de su fe, muchos espiri­tistas 
afrontarían igualmente la persecución, cosa 
que, por otra parte, nada prueba. 
Sin embargo, si un cierto número de espíri­tus— 
terrestres, bien entendido—se dejan entusias­mar 
por las prácticas espiritualistas, hasta el punto 
de permitir que su razón desvaríe^ es justo declarar 
que constituyen escasa minoría; en París, por lo 
menos. En cambio, conocemos muchas personas sin­ceras 
e ilustradas, que estudian fríamente esta cues­tión, 
con esperanza de sorprender en ella el mis­terio, 
el por qué de la vida. 
Es cosa que generalmente se ignora en el mundo 
científico y entre el público, que los adeptos del es­piritismo 
están diseminados en gran número por 
todos los pueblos del globo, y en todas las clases so­ciales. 
Poseen sus asociaciones de estudio, de soco­rros 
mutuos, y sin llegar a constituir una confabula­ción 
secreta, cuyas vastas ramificaciones socaven el 
mundo—como los topos socavan la tierra, según 
dice un periódico clerical—, es necesario reconocer 
que el espiritismo conquista, de día en día, tal impor­tancia 
por el número creciente de sus neófitos, que 
pronto habrá imperiosa necesidad de ocuparse de él 
en las esferas oficiales, así en las de la ciencia como 
en las de la política. El espiritismo se ha organizado 
en forma de creencia y constituye una verdadera re­ligión. 
i_ ; i 
— 12 —
E L E S P I R I T I S M O 
En Francia, el número de los espiritistas es menor 
que en Inglaterra y América; pero de todas suertes 
no es exagerado afirmar que en París llegan a cerca 
de cien mil. 
En todos los países se publican diarios espirititás, 
revistas y hojas periódicas, y se tendrá una idea más 
exacta de la importancia adquirida por la nueva doc­trina, 
considerando la cantidad a que ascienden las 
principales publicaciones que son órgano de la mis­ma, 
y cuyo número aumenta incesantemente. 
Trece revistas y diarios se publican en francés (La 
Revue spirite, la Pensee, el Spiritisme, y la Lumiere, 
en París, la Religión laique, en Nantes, etc.), veinti­siete 
en inglés, treinta y seis en español, qinco en 
alemán, tres en portugués, una en ruso, dos en ita­liano. 
Un diario espiritista franco-español, aparece 
en Buenos Aires y otro franco-flamenco, en Os-tehde. 
En el número de estas publicaciones, se destacan 
dos redactadas por personas a. quienes distingue su 
científico carácter: tal sucede con los Proceedings de 
la Sociedad de investigaciones psíquicas de Londres, en 
tre cuyos miembros hallamos los nombres de Glads­tone, 
primer ministro, que fué, en Inglaterra, 
W. Crookes y Alf. Russel Wallace. Los dos últimos, 
pertenecen también a la Sociedad Real de Londres, 
corporación similar al Instituto de Francia. El pre­sidente, 
profesor Ballfour-Stevart, es también miem­bro 
de la Sociedad Real. Actualmente la Sociedad 
de investigaciones, psíquicas, cuenta con doscientos 
treinta y cuatro miembros efectivos, vientiún hono­rarios 
y doscientos cincuenta y cinco asociados. Al- 
— 15 —
P A B L O O I B I ñ R 
gunos sabios franceses, forman parte de dicha socie­dad, 
a título de miembros correspondientes de ella. 
Recordemos a los doctores Bernheim y Liébeault 
de Nancy y Carlos Richet, profesor agregado a la 
Facultad de Medicina de París, y director de la Re-vue 
scientífique 
La Sphynx, periódico espiritista alemán, está tam­bién 
redactado por hombres de ciencia. 
Uao de los más ardientes propagandistas del es­piritismo 
en Petrogrado es M. Alejandro Aksakoff, 
consejero secreto del Czar Alejandro III (i). 
(i) Los datos recogidos por Gibier respecto de la difu­sión 
y desarrollo del espiritismo en todos los países, no pue­den 
servir hoy para dar idea cabal de su estado, a causa de 
las notables variaciones que, en todas partes, experimentó 
desde la fecha en que fué escrita la obra que hoy traducimos. 
Comenzando por España, hay que advertir que si hubo 
época en que el movimiento espiritista, desde Barcelona y 
Madrid, principalmente se extendió a casi todas las provin­cias 
españolas, creándose, en muchas de ellas, importantes 
centros de experimentación y fundándose en varias, revis­tas 
y periódicos de mayor o menor importancia, llegó el 
momento de la desunión y los centros comenzaron a verse 
abandonados por muchos investigadores. 
Quedaron, no obstante, en ellos, eminentes excepciones, 
hombres de ciencia que como a Paul Gibier, tampoco les 
asustaba la burla de las gentes. 
En este grupo de notables investigadores sobresalen figu­ras 
como las del doctor Manuel Otero Acevedo, médico de 
vastíma cultura, de conocimientos profundos en todo lo re­ferente 
a las ciencias biológicas y psicológicas: arrostando 
mil dificultades, marchó a Italia, reunióse allí con los más 
eminentes observadores del psiquismo italiano, experi­mentó 
repetidas veces, sirviéndole de médium la célebre 
Eusapia Palladino, estableció relaciones y cambio de ideas 
- 14 -
CAPITULO II 
LA D O C T R I N A E S P I R I T I S T A . LOS MÉDIUMS 
El fundamento de la doctrina profesada por los 
espiritistas, radica en un axioma que constituye el 
apoyo de su fe, y respecto del cual todos se mues-y 
hechos con hombres de tan reconocida importancia en es­tos 
estudios como Richet, Ochorowicz, Ghaia, Lombroso, 
Zoelnér de Rochas, Encausse, etc., y producto, tanto d'e sus 
lecturas e investigaciones, cuanto de esta luminosa correla­ción 
con los psiquistas de otros países, fueron sus obras 
Lo?nbroso y el Espiritismo y Los Espíritus. Quintín López, el 
director de la revista Lumen, que continúa publicándose, es 
otra de las figuras que han conseguido la más merecida fama 
como hombre de vasto saber y de sana opinión dentro de 
las ideas espiritistas. En Barcelona reside un hombre de 
ciencia, el ilustre astrónomo señor Comas y Sola, que ha 
realizado importantísimas investigaciones y la poco grata, y 
muy necesaria labor, de desenmascarar los fraudes de los 
médiums. Merece también ser citado el doctor Melcior y Fa­rro, 
por sus investigaciones y por sus escritos. Es el tra­ductor 
de la notable obra de Rochas titulada La Exterio-rización 
de la Motilidad. 
En Francia, el espiritismo, después de conseguir una enor­me 
difusión, empezó a decaer. 
En Inglaterra, Italia y Alemania, permanece estacionario. 
En la América del Norte y en la del Sur, es donde existe 
mayor námero de sociedades espiritistas, y donde gozan de 
una vida más floreciente. 
- 15 -
P A B L O O I B I E R 
tran conformes: Poaemos —según dicen— comunicar 
con los espíritus, o sea con las almas de las per­sonas 
fallecidas. Más adelante, se evidenciará que 
las opiniones se muestran separadas acerca de otros 
muchos puntos de vista, y que el espiritismo, aun­que 
protesta de que se le: considere como idea re­ligiosa, 
no por eso ha dejado de sufrir idéntica suer­te 
que la de todas las religiones: los creyentes se di­vidieron 
en varias sectas. 
Pero ¿en qué forma los espíritus admiten la posi­bilidad 
de relaciones entre muertos y vivos? Según 
ellos, estas relaciones, o comunicación, se establecen 
con el auxilio de personas dotadas de un poder es­pecial, 
no definido todavía, y por tal medio, los es­píritus 
llegan a adquirir la fuerza necesaria para po­der 
actuar sobre la materia que cae bajo el dominio 
de nuestros sentidos corporales. Los sujetos posee­dores 
de esta cualidad particular, que sirven de en­lace, 
de medio de comunicación, de intermediarios 
entre los dos mundos, son los llamados médiums. 
Todos lo somos —en este instante hablamos se­gún 
enseña la teoría espiritista— en mayor o menor 
medida; pero sólo un reducido número de personas 
disponen del poder mediumnímico (otro neologismo 
más) o medianímico, en grado suficiente para produ­cir 
fenómenos de carácter indudable. 
Sin pretender dar aquí un vocabulario completo 
Sin embargo, el movimiento de expansión hace tiempo 
está detenido y parece que hoy deja franco el paso a otras 
manifestaciones del pensamiento esotérico, a las que acude 
la gente, quizá por razón de novedad antes que por otros 
más serios motivos de preferencia.—(N.DELT), 
- 16 -
b L E S P I R I T I S M O 
del lenguaje espiritista, nos vemos obligados si que­remos 
ser bien comprendidos por los que totalmen­te 
ignoran esta cuestión, a dar algunas explicaciones 
respecto de los términos que forzasamente habremos 
de usar. Por lo demás, la mayoría de dichos térmi­nos 
se comprenden sin tener que interpretarlos, y es 
justo advertir que si generalmente resultan adecua­dos, 
cierto número no constituye una feliz inven­ción. 
Con frecuencia tienen un carácter fúnebre, y el 
sello sepulcral que distingue á'algunos, no ha contri­buido 
poco a rodear con cierto velo de vaga tristeza 
los misterios del credo espiritista: determinados pro­fanos 
podrían inclinarse a considerarle como una 
especie de vampirismo. En los escritos doctrinales 
se menciona con frecuencia la vida de ultratumba, 
las comunicaciones de ultratumba: nosotros somos 
espíritus encarnados: Si un hombre abandona la 
vida, es que ha desencarnado, y así sucesivamente. 
Si fuéramos espiritistas, nos preocuparíamos de 
hacer desaparecer todo lo que pueda llenar de som­bras 
la doctrina que tiene por una de sus principa­les 
aspiraciones la de poder consolar a los vivos de 
la pérdida de sus muertos, y la de hacerles concebir 
la muerte como la concebían nuestros padres, los 
galos; como un despertar lleno de delicias, y la vida 
futura como un ñn deseable. 
Después nos ocuparemos de las diferentes clases 
de médiums. ~~
CAPITULO III 
O R Í G E N E S D E L ESPIRITISMO 
Como pronto hemos de demostrar, si el término 
espiritismo es de fecha reciente, la doctrina que se 
le aplica y que quiere definir, en una palabra, es tan 
antigua como el mundo. De todas suertes, en nues­tra 
moderna civilización europeo-americana, la apa­rición 
de los fenómenos espiritistas, su clasificación, 
su determinación metódica, datan de ayer, por decir­lo 
así. La historia de estas manifestaciones extensa­mente 
referidas por los creyentes de los primeros 
momentos, tiene un sabor sui géneris, tan especial, 
que nos creemos en el deber de referirla siquiera sea 
brevemente. 
En Diciembre de 1847, según la autora americana 
Emma Hardinge (History of modern american spiri­tualism), 
una familia de origen alemán, los señores 
Fox—cuyo nombre primitivo (Voss) fué americani­zado— 
fué a establecerse en el lugar de Hydesville, 
pueblo perteneciente al condado de Wayne, circuns­cripción 
de Arcadia, en Norteamérica. 
La familia Fox se componía del padre, John Fox, 
su esposa y tres hijas. Si el espiritismo llega a ser 
(como lo pretende) la religión del porvenir, el nom­bre 
de las dos últimas hermanas Fox se hará célebre
P A B L O , O I B I E R 
en la historia. La una, Margaret, contaba quince años 
de edad; la otra, Kate, no tenía más que doce. 
Todos los individuos de esta familia, pertenecían a 
la Iglesia episcopal metodista, en la cual alcanzaron 
fama, dice la escritora Hardinge, «de personas 
ejemplares e incapaces de ser objeto de ninguna 
sospecha de fraude o de duplicidad.» 
Algunos días después de su instalación en su nue­va 
morada de Hydesville, ciertos hechos extraños y 
cuya intensidad iba en aumento, se desarrollaron en 
la vivienda que ocupaban. 
Cuenta Emma Hardinge que se oyeron golpes re­petidos 
en las paredes, en el techo, en las habitacio­nes 
inmediatas, etc. Ocurría también que cuando los 
de la casa se reunían en el momento de la cena, pro­ducíase 
un gran estrépito en la alcoba de las mucha­chas. 
Levantábanse todos para correr al lugar de los 
ruidos y averiguar su origen; pero no obstante estar 
herméticamente cerradas ventanas y puertas, a na­die 
encontraban dentro, y los muebles aparecían 
desplazados y puestos patas arriba, o reunidos en 
confuso montón. Aun en presencia de la familia, se 
movían en cadencia oscilatoria como si sobrenada­sen 
en las olas del mar. Particularmente ocurría esto 
a la cama de lea jóvenes. La familia Fox contempla­ba 
atónita los movimientos de sus muebles, que pa­recían 
dotados de una vitalidad extraña. También 
oían pasos y las muchachas notaban el contacto 
de tinas manos invisibles. 1 ' 
Les sucedió igualmente experimentar la sensación 
"de urí perro que sé restregase contra el lecho; 
Frecuentemente, por las noches, seguidos de las 
— 20 —
E L E S P I R I T I S M O 
jóvenes, el padre y la madre, vigilaban alrededor 
de su vivienda, para sorprender en acción a los bro-mistas 
vecinos, a quienes suponían autores de todo 
aquel ruidoso y desagradable desconcierto que no les 
daba punto de reposo. Pero ni el menor indicio halla­ron 
que revelase la intervención de persona viviente. 
En fin, en Febrero de 1848, la existencia llegó a 
ser un insoportable tormento en la morada de la fa­milia 
Fox: las noches pasaban sin que nadie pudiese 
dormir y aun durante el día.tampoco se gozaba de 
tranquilidad. En el transcurso de Marzo, los ruidos si­guieron 
oyéndose con varia energía, y el 31 del mes, 
resultaron más fuertes que de costumbre. Por centé­sima 
vez el señor Fox y su esposa inspeccionaron el 
cierre y movimientos de puertas y ventanas, inqui­riendo 
dónde podría esconderse la causa de los rui­dos, 
y notaron un nuevo fenómeno que inesperada­mente, 
entonces, se dio a conocer: escucharon una 
serie de sonidos especiales que, como por burla, imi­taban 
los chirridos de puertas y ventanas al abrirse 
y cerrarse. Con tales cosas sobraban motivos para 
que los Fox perdiesen la cabeza; 
La más joven de las muchachas, la pequeña Kate, 
notando que los ruidos no le causaban ningún mal, 
• había acabado por familiarizarse con ellos, y como 
quiera que lógicamente se atribuían al diablo* la 
chiquilla, no teniendo nada que tetaer,.se había acos­tumbrado 
a bromear con el invisible autor, a quien 
denominaba señor Pata-Ganchuda. r 
! i 
Cierta noche haciendo sonar sus dedos cierto nú­mero 
de veces, dijo al. misterioso escandalizador—. 
Señor Pata-Ganchuda, haz cOmo.yo— ..En e} acto fué 
21 -
P A B L O O I B I E R 
obedecida, repitiéndose el ruido idénticamente y el 
mismo número de veces. La niña después hizo sólo 
el ademán con sus dedos; mas con no poco asombro, 
vio que su leve indicación tuvo por respuesta un 
número igual de golpes al de movimientos señalados 
silenciosamente: 
—¡Mamál^-exclamó la niña—|Lo mismo oye 
que vé! 
La señora Fox, tan maravillada como su hija, dijo 
al misterioso visitante: —Cuenta hasta diez—y diez 
golpes repercutieron. A varias cuestiones formula­das, 
respondió con notable exactitud y sí a la pre­gunta: 
—¿Eres un hombre?— nada contestó, en cam­bio, 
daba señales de asentimiento con sus rápidos y 
destacados golpes, cuando se le dijo: —¿Eres un es­píritu? 
Previo el consentimiento del invisible interlocutor, 
varios vecinos fueron llamados y una gran parte de 
lcj noche se pasó haciendo estos experimentos, siem­pre 
con el propio resultado. 
Tal es el origen, el punto de partida del modern 
spiritualism; «la primera comunicación—dice M. Eu­genio 
Ñus, en una obra a la que tendremos ocasión 
de referirnos repetidas veces—establecida por una 
criatura de doce años con el prodigio que en breve 
había de conquistar la América y la Europa, negado 
por la ciencia, ridiculizado por los periódicos, anate­matizado 
por las religiones, condenado por la justi­cia, 
teniendo en contra suya a todo el mundo oficial, 
pero a su favor esa fuerza que todo lo puede: 
la atracción de lo maravilloso. (Eugenio Ñus.— Ckoses 
de l'autre monde, 3.a ed. París). 
- 22 -
E L E S P I R I T I S M O 
De esta suerte llegóse a comprobar que los rui­dos 
eran obra de un agente invisible, y que este in­visible 
agente se hacía pasar por un espíritu. Queda­ba 
por hallar la manera de comunicarse con él, y no 
se tardó mucho en conseguirlo. Como si los funda­mentos 
del espiritismo hubieran de establecerse al 
propio tiempo, en pocos días se descubrió la me-diumnidad 
y la forma de establecer la comunicación 
entre el mundo de la materia y el invisible, median­te 
el concurso del spiritual télegraph, o sea por los 
rappings o golpes dados, que corresponden a las le­tras 
del alfabeto. 
El descubrimiento de la me diumnidad resultó de 
haber observado que las manifestaciones de los es­píritus 
se efectuaban más frecuentemente a presen­cia 
de las señoritas Fox, y, sobre todo, por medio de 
Kate, la más joven. 
Los modern spiritualist opinarán, sin duda, que 
referimos el caso con un acento menos respetuoso 
del que ellos pedirían para hablar de los comienzos 
de su fe; pero advirtámosles que nosotros todavía 
no compartimos las creencias que tanto adoran. Nos 
limitamos a relatar, imparcialmente, los hechos se­gún 
están descritos, sin comentarios, lo propio que 
sin discusión expondremos los que hemos llegado a 
ver, teniendo, sí, el cuidado de indicar minuciosa­mente 
todas las precauciones, también-poco respe­tuosas, 
de que nos hemos rodeado en cada uno de 
nuestros experimentos. 
Pero volvamos a la historia de la familia Fox. Se­gún 
la escritora Hardinge, resultó comprobado que, 
gracias a ciertas fuerzas magnéticas, algunos indivi- 
— 25 —
P A B L O O I B 1 B R 
dúos poseen aptitudes de médiums de las que ca­recen 
la generalidad de los mortales, y que este po­der, 
o mejor, esta fuerza especial, difiere extrema­damente 
según la clase de individuos que la demues­tran, 
y que es muy sensible a las diversas emociones 
morales, de forma que éstas la hacen variar de ener­gía 
en el propio individuo, según el momento dado. 
Resulta también de las observaciones recogidas 
en las primeras épocas, por medio de las comunica­ciones 
o mensajes, que el movimiento espiritista, es 
decir, la inauguración de estas comunicaciones entre 
los habitantes del mundo visible y. del invisible, ha 
sido dispuesto por los espíritus científicos y filosó­ficos 
que, durante su permanencia en la vida terres­tre, 
se consagraron con especialidad a trabajos de 
investigación respecto de la electricidad y otros di­versos 
fluidos imponderables. Al frente de estos es­píritus 
hallábase Benjamín Franklin, quien, según se 
dice, daba instrucciones para explicar el fenómeno, 
e indicó la manera de favorecer y perfeccionar los 
modos de comunicación entre vivos y muertos. 
Igualmente, numerosos espíritus, tanto para dar una 
nueva manifestación del fenómeno, cuanto por ceder 
a la atracción de los afectos familiares, acudieron a 
traer irrefutables pruebas de su identidad, y a anun­ciar 
que continuaban viviendo, pero bajo otra forma 
de vivir: que continuaban queriendo a sus amigos 
terrestres, y que desde la esfera, más dichosa, donde 
moraban, seguían velando por los que aquí llora­ron 
su fallecimiento, de forma que suplían,.en cierto 
modo, las veces de los ángeles guardianes. 
Los círculos, los armoniosos meetings recoxnenda- 
— 24 —
E L E S P I R I T I S M O 
dos por espíritus, se constituyeron pronto, y nume­rosos 
médiums se revelaron. Las prácticas espiritis­tas 
se difundieron como un reguero de pólvora; mas 
no dejaron de ocurrir algunos incidentes desagrada­bles, 
y no todo fueron dichas para los médiums y 
sus gentes. Con frecuencia los spiritual circles eran 
invadidos por los fanáticos de diferentes sectas, des­arrollándose 
brutales episodios en estas irrupciones, 
en los que hubo que deplorar videncias y desmanes 
de toda especie (i). 
Reinó entonces una confusión indescriptible. Unos 
decían que este movimiento anunciaba la próxima 
vuelta del Mesías, que el millenium había llegado, y 
que el fin de este mundo de perversiones estaba pró­ximo, 
etc.. 
Naturalmente, muchos clérigos de las numerosísi­mas 
sectas existentes, trataron del asunto. Los curas 
católicos, creyéndose en la situación más ventajosa, 
(i) El espíritu de intransigencia de los protestantes que 
miraban con horror las manifestaciones del espiritismo, 
atribuyéndolas unas veces a pura farsa de los mediumi y 
sus secuaces, y otras a peligrosas argucias del diablo y de los 
poderes infernales, engendró un deseo tal de cohibir el cre­ciente 
aumento de los partidarios del espiritismo, que to­das 
las formas de salirle al paso, les parecían buenas. En re­petidas 
ocasiones se asaltaron los centros de propaganda, 
pistola en mano; se cometían toda suerte de violencias con 
las mujeres, se amenazaba de muerte a los hombres, se dis­paraban 
tiros dentro del local, se perseguía a los espiritistas 
en la calle, y, ciertamente, fué necesario todo el valor y entu­siasmo 
que animaba a los propagadores de la nueva doctri­na, 
para llegar a sobreponerse a la bestial repulsión que en 
todas partes se les demostraba.—(N. DEL T.) • 
- 25 -
P A B L O O I B I E R 
acudieron llenos de confianza, con gran lujo de hiso-pazos, 
a exorcizar a los espíritus y a las diabólicas 
mesitas; pero los endemoniados veladores hacían 
coro a las palabras del ritual y contestaban con un 
«amén» a las oraciones de los exorcistas. El efecto, 
p ues,resultó fracasado: ¡El agua bendita de la Edad 
Media, había perdido su eficacia! 
La familia Fox, que no quiso someterse y que se 
consideró encargada de la misión de difundir el co­nocimiento 
de tales fenómenos, fué proscripta de la 
Iglesia episcopal metodista. Los Fox se refugiaron en 
Rochester, a consecuencia de las persecuciones del 
espíritu golpeador que continuó, con más desenvol­tura 
todavía, su cometido de no dejarles vivir en paz. 
Pero en Rochester, cuya población, de mojigata ín­dole, 
como todas las ciudades de América, está 
repartida en una multitud de sectas, las persecucio­nes 
adquirieron otro carácter, siendo entonces debi­das, 
no a los muertos, sino a la perversidad de los vi­vos. 
La multitud se amotinó contra los predicadores 
del espiritismo; los Fox ofrecieron dar pública prue­ba 
de los fenómenos, ante las gentes de Rochester 
congregadas en un amplio local, en Corynthian hall. 
La primera sesión fué coreada con gritos y silbidos. 
A pesar de todo, y después de soportar uno de esos 
magníficos escándalos que se supondrían» de la exclu­siva 
pertenencia de las reuniones anarquistas, se 
nombró una comisión, y después del examen más 
minucioso, contra lo que esperaban los espectado­res, 
contra lo que esperaba la propia comisión, ésta 
tuvo que declarar la certidumbre de los fenómenos 
enunciados. 
— 26 —
E L E S P I R I T I S M O 
Poco satisfechos los vecinos de Rochester, eligie­ron 
otra que procedió más desconsideradamente 
(perdónesenos la frase) que la primera. Los mé­diums, 
es decir, las señoritas Fox, fueron registra­das 
y desnudadas por comisionados femeninos; la 
segunda comisión dio su informe, resultando todavía 
más favorable que el de la primera. La indignación 
de los habitantes de Rochester iba llegando al col­mo, 
y acto seguido, fué nombrada una tercera comi­sión 
para la que se escogieron los individuos más ca­racterizados 
por su incredulidad y espíritu de burla. 
El proceso de las investigaciones resultó esta ter­cera 
vez aún más ultrajante para las pobres mucha­chas, 
y sin embargo, al final la comisión se vio obli­gada 
a decir que en Rochester, la gente no estaba en 
lo cierto. La exasperación de la multitud fué enton­ces 
indescriptible; se hablaba nada menos que de 
linchar a las médiums y sus comisarios, y cuando 
fué dada lectura del informe en el estrado de Coryn-thian 
hall tanto la familia Fox, como sus amigos y 
los comisionados, salvaron la vida, según refiere 
Madame Hindarge, gracias a la intervención de un 
quákero llamado George Willets, que en virtud del 
carácter pacifista de la religión por él profesada, go­zaba 
en aquellos dramáticos momentos de un presti­gio 
especial. George Willets se puso valientemente 
en lo alto del estrado afrontando a la multitud que 
iba a invadirle y «declaró, que la tropa de rufianes 
que pretendía linchar a las jóvenes, no llegaría hasta 
ellas sino pasando sobre su cuerpo». Efectivamente, 
en poco estuvo el que el espiritismo en sus comien­zos 
tuviera por mártires a sus primeros apóstoles. 
— 27 -
P A B L O O I B I B R 
• Es lógico presumir cómo la curiosidad ayudada 
por la atracción de lo maravilloso, despertó en la 
gente el deseo de ver. Todo el mundo en América 
se preocupó entonces de la nueva doctrina, los unos 
para impugnarla, los otros para defenderla, y en tan­to 
que los hombres serios, especialmente los sabios 
de todos los órdenes, no daban su parecer, muchas 
personas que ignoran el modo de constituir una opi­nión 
por sí mismas, se abstuvieron de opinar. Cuan­do 
llegó el día en que la discusión hubo de elevarse 
a las alturas de un debate científico, ya fué cosa dis­tinta, 
y puede decirse que en muy poco tiempo 
Norteamérica se vio completamente sumergida en 
las corrientes del espiritismo. 
Pronto el juez Edmonds, publicó una obra (The 
Amer spiritualism) a propósito de las investigacio­nes 
que había acometido con la intención de demos­trar 
la falsedad de los fenómenos espiritistas; pero 
las conclusiones finales fueron diametralmente lo 
contrario de lo que al principio se propuso el autor. 
Luego el sabio Mapes, profesor de Química de la 
Universidad, después «de haber desdeñosamente 
rechazado estas cosas», no tuvo más remedio que 
convenir en que «nada tenían de común con la ca­sualidad, 
con la superchería o con la ilusión». 
El doctor Roberto Haré, profesor de la Universi­dad 
de Pensilvania, publicó un libro que tuvo consi­derable 
repercusión (Experimental investigation of 
the spirit manifestations.—(Filadelfia, 1856). El doc­tor 
Haré, preparó una serie de experimentos muy 
ingeniosos para demostrar que, fuera de toda pre­sión 
efectiva, por el sólo contacto de los dedos del 
- 28 —
E L E S P I R I T I S M O 
médium, el instrumento usado en.las experimenta­ciones 
acusaba un aumento de peso de varias libras. 
Como veremos más adelante, el profesor Crookes 
repitió esta observación, reconociendo su rigurosa 
exactitud. 
El sabio y original escritor, que lleva un nombre 
bien conocido entre cuantos se ocupan de cuestio­nes 
sociales, M. Roberto Dale Owen, hijo del famo­so 
Roberto Owen, de Inglaterra, ha publicado una 
obra respecto del propio asunto, donde el lector 
hallará una gran suma de hechos, positivamente so­brado 
curiosos para que no se pueda emplear el ca­lificativo 
de extraordinarios (Footfalls on the boun-dary 
of anpther World.—Filadelfia, 1877). Pero este 
estudio es de fecha casi reciente, y ha sido escrito 
en momentos en que una calma relativa se adueña­ba 
de las mentes. Es necesario, pues, volver un 
poco tiempo atrás para tener idea de las proporcio­nes 
adquiridas por la agitación provocada en los co­mienzos 
del asunto modern spiritualism en la libre 
América. 
De 1850 a 1860, no se hablaba de otra cosa en 
todas partes. Los centros sabios examinaban; el cle­ro 
discutía; los hombres cultos, los letrados, todo el 
mundo, por decirlo así, disputaba, se movía y... se 
injuriaba. A tal punto llegaron las cosas que el Con­sejo 
legislativo de Alabama, para echar un poco de 
agua fría en la epidémica efervescencia que se había 
apoderado de los cerebros1 americanos, dio un bilí, 
decretando que toda persona que fuese convicta de 
entregarse a las manifestaciones espiritualistas, sería 
•condenada a pagar una multa de quinientos dpllars, 
- 29 - '
P A B L O O I B I E R 
¿No recuerda esto la famosa inscripción 
De part le Roy déjense a Dieu 
De faire miracle en ce Ueul 
de los convulsionarios de San Medardo? (i). 
Es sensible que el gobernador se negara a sancio- 
(i) La inscripción, oportunamente rememorada por Gi-bier 
De orden del Rey, se prohibe a Dios 
Hacer milagro en este lugar. 
tiene un origen que merece consignarse. 
Muerto Franeisco de París en 1727 en la capital de Fran­cia 
y enterrado en el cementerio de San Medardo, al lugar 
de su sepultura comenzaron a acudir los muchos que le te­nían 
por frombre de santidad bien probada y que esperaban 
resultase, una vez muerto, de condición, milagrera. Efectiva­mente, 
a poco comenzó a extenderse la fama de las curacio­nes 
obtenidas al contacto de la losa sepulcral, y creciendo 
el fanatismo de las gentes, el cementerio se convirtió en el 
lugar donde se desarrollaban las escenas de exaltación ofre­cidas 
por los convulsionarios de San Medardo. 
Mientras vivió el Cardenal de Noailles que se mostraba 
favorable a la llamada causa de los apelantes, los prestigios 
del milagrero París iban de triunfo en triunfo, y tanto, que 
mientras esperaba la decisión eclesiástica acerca de las 
anormalidades ocurridas ante la tumba, se acordó, con ca­rácter 
provisional, la autorización para elevar una magnífica 
estatua en mármol que anticipara el testimonio de admira­ción 
de las gentes crédulas; pero ocurrió que al suceder al 
Cardenal de Noailles el Obispo Vintimille, quien por per­tenecer 
a los Jesuítas resultaba enemigo de las opiniones de 
su antecesor, este prelado sólo vio en los convulsionarios 
una taifa de impostores, y sin perder tiempo publicó una 
— 30 —
E L E S P I R I T I S M O 
nar el bilí adoptado en Alabancia: así carecemos de 
este botón de muestra para señalar el magnífico en­loquecimiento 
que marcaría un punto de la historia 
del modern spiritualism. De todas maneras ya cons­tituye 
un detalle curioso que una Asamblea, com­puesta 
por personas respetables, dictara un acuerdo 
de un draconismo tan cómico (i). 
Si hubiésemos de seguir la marcha del espiritismo 
desde 1860 hasta el día de hoy, entraríamos segui­damente 
en la exposición de investigaciones llevadas 
a efecto por distintos hombres de ciencia; mas como 
quiera que hemos prometido demostrar que el espi-terminante 
condenación contra los milagros de la iglesia de 
San Medardo. Los veintidós curas de París que, por ser 
agradables al Cardenal, habían firmado la petición de que 
se hiciera informe respecto de las milagrerías de los con­vulsionarios, 
se guardaron muy bien de protestar. El cemen­terio 
fué cerrado para impedir la reproducción de los famo­sos 
hechos, y un bromista tuvo la ocurrencia de escribir en 
la pared, en grandes y negros caracteres, el letrero antes 
copiado. 
El cementerio ha desaparecido, como otros de su época, 
hace bastante tiempo; pero según Wilfrid de Fonvielle 
(Comment se font les miracles en dehor de l'église) la tumba de 
Francisco de París, se ha conservado; según parece, existe 
dentro del recinto de un pequeño jardín que pertenece al 
presbiterio del curato.—(N. DEL T.) 
(I) Como detalle complementario, merece recordarse 
que el movimiento espiritista ofreció tal intensificación en 
1854, que hubo de redactarse una instancia dirigida al con­greso 
de Washington apoyada en-quince mil firmas, pidien­do 
que se nombrara una comisión encargada de estudiar los 
fenómenos y de descubrir sus leyes. El escrito no fué toma­do 
en consideración, pero no por eso lo espiritistas cejaron 
en sus propagandas.—(N. DEL T.) 
- 31 -
P A B L O O 1 B 1 E R 
ritismó es tan viejo como el mundo, necesario 
es volver los ojos al pasado para hacer nuestra de­mostración, 
que quizás nos conduzca a probar de 
paso, qué el mundo es mucho más viejo de lo qué 
suele imaginarse.
CAPITULO IV 
E L E S P I R I T I S M O ENTRE LOS INDIOS DE LA AMÉRICA DEL 
N O R T E . LA K.ÁFALA HEBRAICA 
La mayoría de los autores que han escrito en de­fensa 
del espiritismo prestan singular atención a an­tiguas 
leyendas de casas encantadas, a relatos de 
apariciones, de visiones, etc., todo ello con el pro­pósito 
de demostrar que las manifestaciones de los 
que denominan los espíritus, se han verificado en to­dos 
los lugares y en todos los tiempos: lo que pro­baría, 
según dichos escritores, que las relaciones 
existentes entre vivos y muertos, son perfectamente 
auténticas, dado que resultan evidenciadas y obser­vadas 
en épocas en que se desconocía hasta el nom­bre 
del espiritismo. 
Por nuestra parte, ignoramos si tal argumentación 
tiene valor ante determinadas personas: por lo que se 
refiere a nosotros, diremos que no podríamos acep­tar 
dichos relatos más que como documentos de pro­visional 
importancia, e, igualmente, creemos que, en 
su mayor parte, es imposible invocarlos a título de 
pruebas decisivas de la existencia del alma humana. 
Sea como fuere, y con el objeto de quitar a este 
volumen lo que pudiese tener en su lectura de exce­sivamente 
árido, si se limitase a presentar una serie 
— 35 - 8
P A B L O O I B ,1 B R 
de hechos puramente experimentales, opinamos que 
es conveniente reproducir algunas de las aludidas 
narraciones, que damos pura y simplemente, como 
mera curiosidad. 
Puesto que ya hemos narrado el nacimiento del es­piritismo 
en Norteamérica no abandonaremos estos 
países sin haber hecho una corta excursión a los lu­gares 
que ocupan las razas autóctonas del Nuevo 
Mundo. Se verá que los médiums están notablemen­te 
dotados de especiales facultades entre los pieles 
rojas, quienes posiblemente, representan, según da­tos 
modernísimos de la historia del hombre, los res­tos 
de una raza muy antigua y que goza, hace mu­chísimo 
tiempo, de preponderancia en la tierra (i). 
(i) Efectivamente, los modernos estudios de Antropolo­gía, 
confirman que lo que hoy existe en las regiones de 
la América del Norte de la raza roj a, es degenerada porción 
de antiquísimos pobladores, pertenecientes a pueblos cuyo 
período de esplendor, ni siquiera es alcanzado por los más 
lejanos recuerdos de la Historia. Hoy es casi una verdad 
adquirida la existencia de la Atlántida a que alude Platón y 
que tan elocuentemente defendió el sabio Bailly. Dicho con­tinente 
sumergido bajo las aguas del Atlántico, del que 
quedan, como restos más próximos a nosotros, las islas Ca­narias 
y las Azores, hubo de ser asiento de una poderosísi­ma 
civilización alcanzada por los hombres de color rojo. 
Porciones de esta raza perduraron en la América del Norte 
y América Central, y los pieles rojas actuales] serían los de­generados 
descendientes de la raza Atlante, que aún conser­va 
vagas reminiscencias de un estado de cultura antiquísi­mo, 
que sólo de esta forma se pueden explicar. 
Es notable y muy significativo el hecho de que la expre­sada 
teoría constituya una de, las más terminantes afirma­ciones 
del ocultismo oriental, y es de justicia reconocer que 
- 54 —
E L E S P I R I T I S M O 
¿Será la proximidad de los pieles rojas la que 
haya determinado la aparición de los fenómenos an­tes 
descritos? Tal origen nos parece que sería ocioso 
averiguarlo. 
De una interesante obra de Eugenio Ñus recoge­mos 
los siguientes detalles (i): 
Veamos ante todo la narración escrita por un tal 
Alejandro Henri, a quien cogieron los indios en la 
guerra de 1759- Sir Willians Johnson dirigió un 
mensaje a los pieles rojas al efecto de invitar a sus 
jefes, instalados en Sant-Sainte Marie, a acudir para 
firmar la paz en el fuerte del Niágara. 
«Era cosa de demasiada transcendencia para so­meterla 
simplemente a la decisión de la sabiduría hu­mana. 
Se hicieron, pues, los preparativos necesarios 
con el objeto de evocar solemnemente y consultar a 
la gran tortuga. Se comenzó por construir una casa 
grande o wigwan, en cuyo interior fué puesta una 
especie de tienda de campaña para uso del sacerdo-la 
expresada afirmación esotérica, ni ha sido añadida, ni to­mada 
en tiempos modernos, sino que, por el contrario, re­sulta 
pertenecer a épocas en que la ciencia occidental ni 
siquiera existía.—(N. DELT.) 
(I) Recomendamos con especial interés la lectura Cho-ses 
de Pautre monde, a los que se dedican a los estudios psi­cológicos. 
Aunque el autor declara no aceptar íntegramente 
las teorías de los espiritistas, resulta ser, sin embargo, con­vencido 
defensor de la existencia del espíritu, y para pro­barlo 
ahí está todo su libro. Cuando más, podría reprochár­sele 
haber confundido a la totalidad de los sabios bajo idén­tica 
reprobación, y de censurarles demasiado acremente; 
pero es cierto que lo efectúa con tanto ingenio y gracia, que 
resulta imposible al hombre de ciencia más laureado que 
pueda guardarle rencor por mucho tiempo.—(N. DEL A.) 
— 35 —
P A B L O O I B 1 E R 
te y recepción del espíritu. Esta tienda, próxima­mente 
de unos cuatro pies de diámetro, estaba cons­truida 
con pieles de alce, recubriendo un armazón, 
construida por puntales hundidos a dos pies de pro­fundidad 
en el suelo, de diez de altura, y ocho pul­gadas 
de grueso, fuertemente enlazados entre sí por 
medio de traviesas. Las pieles estaban sólidamente 
unidas al armazón con correas de cuero, todo alre­dedor 
de la tienda, excepto por el lado donde se 
dejó una pequeña abertura para que el sacerdote 
pudiese entrar. 
«Este llegó a poco tiempo, presentándose en un 
estado de completa desuudez. Se aproximó a la tien­da, 
en la que se introdujo arrastrándose a gatas so­bre 
manos y rodillas. Apenas había desaparecido su 
cabeza por la abertura, cuando la armazón sólida y 
firme de la tienda comenzó a oscilar, fuertemente 
sacudida; tan pronto como hubo caído el trozo de 
piel que cerraba la entrada, se escucharon dentro 
ruidos y voces distintas, todo un discordante con­junto 
de gritos salvajes, unas veces de ladridos y de 
aullidos, otras imitando al perro y al lobo. 
«Mezclábase a este horrible desconcierto, el de vo­ces, 
quejas y llantos de desesperación, de angustia y 
de dolor intenso. Oíanse también ruidos articulados 
como emitidos por bocas humanas, pero siempre 
en una lengua desconocida para todos los allí pre­sentes. 
«Al cabo de cierto tiempo, un silencio absoluto 
sucedió a la horrible algarabía de antes. Luego una 
voz, hasta entonces no oída, anunció el desarrollo de 
un nuevo prodigio dentro de la tienda. La voz resul- 
— 56 —
E L E S P I R I T I S M O 
taba de entonación débil y queda, semejante al chi­llido 
de un perro de cría. 
«Tan pronto como fué oída por los indios, comen­zaron 
a palmotear llenos de júbilo, exclamando que 
ya había llegado el jefe de los espíritus, la Tortuga, 
el espíritu que no miente jamás. Precedentemente 
recibieron a silbidos las otras voces que se oían de 
vez en cuando, y que reconocían por ser la de ciertos 
espíritus malos y embusteros que engañan a los hom­bres. 
Nuevos sonidos se escucharon dentro de la 
tienda, y durante hora y media, no cesó de produ­cirse 
una sucesión de ruidos, en los que se destaca­ban 
a veces distintas voces. 
«Desde el momento en que el sacerdote penetró en 
la tienda hasta el de cesar todo este estrépito no se 
le oyó pronunciar palabra; pero cuando cesaron los 
ruidos, habló a la multitud anunciando la presencia 
de la Gran Tortuga y el consentimiento del espíritu 
a responder a las preguntas que se le dirigieran. 
Las preguntas fueron hechas por el jefe del poblado, 
quien preliminarmente metió por la abertura de la 
tienda una gran cantidad de tabaco. 
«Hacíale tal oferta al espíritu, porque los indios 
suponen que ama el tabaco tanto como ellos. Acep­tado 
que fué, pidió al sacerdote que preguntara si 
los ingleses irían a hacer la guerra a los indios, y sí 
en el fuerte del Niágara estaba concentrada mucha 
cantidad de «uniformes rojos». 
«Al punto que estas preguntas fueron hechas por 
el sacerdote, la tienda comenzó a estremecerse, y 
minutos después sus conmociones eran tales, que 
ya se creía verla derrumbada. 
— 37 —
P A B L O O I B 1 B R 
«Supúsose que esto era el preludio de la contesta­ción; 
pero un grito espantoso anunció claramente 
que la Gran Tortuga acababa de partir. Un cuarto 
de hora transcurrió quedando todo en silencio. En 
tanto me consumía de impaciencia, pensando cuál 
sería el nuevo incidente de este episodio. Consistió 
en el regreso del espíritu, cuya voz fué oida en un 
largo discurso. El idioma de la Tortuga, resultaba 
ininteligible, como ya queda advertido, para todos 
los presentes, excepto el sacerdote. Hubimos de 
esperar a que el espíritu terminara, y a que el sacer­dote 
tradujese la respuesta, para enterarnos del con­tenido 
de esta extraordinaria comunicación. El espí­ritu, 
según la frase de su traductor, durante la ausen­cia, 
había atravesado el lago Husón, había ido al 
fuerte del Niágara, y desde allí a Montreal. En el 
fuerte del Niágara observó que había pocos solda­dos; 
pero descendiendo desde Saint-Laurent hasta 
Montreal, había visto cubiertas las aguas del río de 
barcos llenos de tropa tan numerosa como las hojas 
de los árboles. Cuando llegó hasta ellos, navegaban 
para venir a combatir a los indios. El jefe preguntó 
entonces, si en el caso de que los indios fueran a 
visitar a sir Willeams Johnson, les recibiría como 
amigos. El espíritu respondió, siempre traducien­do 
el sacerdote, que sir Willeams Johnson llenaría 
sus canoas de presentes; que tanto como pudieran 
contener, las traerían llenas de mantas, calderos, 
fusiles, pólvora, balas y amplios toneles de ron, 
y que todos volverían sanos, y salvos, a sus mo­radas. 
«Entonces el desbordamiento de la alegría fué ge- 
— 38 — v
E L E S P I R I T I S M O 
neral y entre aplausos cada uno exclamaba: —Yo 
también iré. 
«En el transcurso de los hechos, me mantuve alerta 
desconfiando tenazmente de los compadrajes que 
hubieran podido existir, pero es positivo que no pu­de 
descubrir indicio alguno de superchería. 
tEl resultado de la expedición que está relatado en 
la historia de Drake, confirma por completo las pro­mesas 
del espíritu que jamás mintió-». 
En la historia de la Nueva Francia, de Charles 
Boix, está escrita por M. de Champlin la descrip­ción 
de una escena semejante, realizada entre los al-godonquinos 
y los hurones. 
He aquí otro relato más moderno que tomamos 
del propio libro y que está sacado de una carta es­crita 
por M. Larrabíe, juez de Wisconsin, al gober­nador 
Taillmage: «He conversado la semana pasada, 
con L. John du Bay, a quien trato algo. Ha pasado 
toda su vida entre los indios y fué, durante varios 
años, agente de la Compañía Americana de pieles. Me 
ha contado varios hechos que prueban que la comu­nicación 
con los habitantes del otro mundo, es cosa 
corriente para los indios. Dijo que, en diferentes oca­siones, 
vio construir a uno de sus médicos tres cho­zas 
cuyos puntales clavaba en la tierra y los recubría 
con pieles de gamo, formando pequeñas tiendas de 
campaña, cuya capacidad sólo permitía estar dentro 
a una persona sentada. Estas tiendas estaban separa­das 
entre sí por una distancia de dos pies próxima­mente. 
En una el evocador colocaba sus mocasines, 
en la otra sus polainas, y él se metía en la de enme-dio. 
Entonces, cualquier indio que quisiera conversar 
— 59 —
P A B L O O I B I E R 
con un bravo difunto, formulaba sus preguntas. Inme­diatamente 
las chocitas comenzaban a balancearse de 
uno a otro lado, como si fuesen sacudidas por 
alguien que estuviese en su interior, y se oían voces 
que salían de una o de otra y a veces de las tres al 
propio tiempo. 
«Estas voces sólo eran inteligibles para el médico 
indio que se encargaba de traducirlas. Du Bay, aña­de 
que, frecuentemente, cogió la cubierta de estas 
tiendecitas empleando toda su fuerza para detener 
el balanceo sin conseguirlo, y que entonces, levantan­do 
las pieles, se cercioraba de que, dentro no había 
nadie que pudiera causar los movimientos. 
«También me ha referido algunos casos del clarivi­dente 
poder de estos médicos. Hace años fué a parar 
a un puesto comercial situado en las vertientes del 
Wisconsin. Allí esperaba a otro comerciante que ve­nía 
de otro puerto situado más al Norte, sobre el 
Lago Superior. Ya habían transcurrido varios días 
en vano, cuando el indio propuso revelarle el mo­mento 
en que su amigo llegaría. La proposición fué 
admitida, aunque no con mucha confianza. El médi­co 
se sentó sobre el césped, y cubriéndose la cabeza 
con sus ropas, al cabo de pocos minutos se levantó 
y dijo: —Mañana las nubes cubrirán el cielo; pero 
cuando el sol se ponga, habrá un trozo de cielo des­pejado 
y en ese trozo, el sol. Entonces, si miras hacia 
allá abajo, a la punta de tierra que avanza sobre el 
lado opuesto de los lagos, verás llegar a tu amigo. 
Al día siguiente, como se había predicho, el cielo 
estuvo cubierto de nubes hasta la caída de la tarde; 
entonces las nubes se abrieron y el sol apareció. Du 
- 40 -
E L E S P I R I T I S M O 
Bay dirigió la vista al punto señalado; mas no vio 
llegar a la persona esperada, y volviéndose hacia el 
indio comenzó a gastarle bromas referentes a su pro­fecía. 
El piel roja, respondió sobriamente: —Voy a 
ver—. Se sentó en la forma antes descrita: levantóse 
al cabo de un instante y dijo: —Dentro de cinco mi­nutos 
le verás. Al cabo de este tiempo, añade Du < 
Bay, mi hombre apareció llegando enseguida donde 
estábamos...» 
Según el doctor Fizgibbon, último gobernador 
de Bay Island, un gran número de pieles rojas 
resultan ser médiums espontáneamente, y por tal 
motivo, obtienen efectos más poderosos y más ex­traños 
que los conseguidos por cualquier médium 
de raza blanca. Los espíritus que se manifiestan me­diante 
la intervención de aquellos, se distinguen, los 
unos por el nombre de Españoles Americanos; otros, 
pretenden pertenecer a razas más antiguas que cons­truyeron 
las ciudades cuyos restos maravillosos se 
encuentran bajo el suelo de los bosques «supuesta­mente 
vírgenes» de América; otros, según los mé­diums 
rojos, que traducen su descorocido lenguaje, 
se tienen por más remotos todavía y se hacen pasar 
por antiguos fenicios, japoneses, tártaros y árabes, 
llegados hasta aquí en distintas ocasiones en tribus 
y en tiempos en que, no existiendo aún el estrecho 
de Bering, Asia y América, constituían un sólo con­tinente. 
Pero dejemos ya la América para trasladarnos a 
otros países. 
- 41 -
P A B L O O I B I E R 
§ II 
En la actualidad tenemos pruebas de que entre los 
antiguos hebreos, ni el texto vulgar de los Libros 
de Ley (cuya lectura Moisés recomienda a todos), 
ni el Génesis, lo propio xme las otras partes del 
Pentaténco, estaban consideradas por los iniciados 
del Templo y de las Sinagogas, como la manifestación 
completa de la verdad. Un reducido número de per­sonas, 
formando parte de lo que se llamaba la fiá­bala, 
tenían su Génisis particular y también su Teo­logía 
y su Filosofía, que el vulgo no llegaba a co­nocer. 
Si los documentos que poseemos acerca de la fiá­bala 
resultan muy deficientes, - consiste en la forma 
de la iniciación hecha a la sombra de los taber­náculos 
y constituida, casi exclusivamente, por la 
enseñanza oral. Es posible que ocurriese otro tanto 
en la mayoría de las iniciaciones. Cada religión tie­ne 
su esoterismo simbólico, más o menos grosero, 
destinado a la multitud, y su esoterismo en el cual 
solamente los sacerdotes estaban iniciados bajo la 
salvaguardia del más temible juramento. «No olvi­des 
hijo mío, —decían los brahamas hindos al neó­fito— 
que no hay más que un solo Dios, dueño so­berano 
y principio de todas las cosas, a quien todo 
brahma ha de adorar en secreto. Pero sabe también 
que esto es un arcano que jamás ha de revelarse a la 
estupidez del vulgo. Si tu quebrantases el secreto, 
te sobrevendrían grandes desgracias» [La Bible daus 
linde.—L. Jacolliot). 
— 42 -
t L E S P I R I T I S M O 
La quinta esencia de la doctrina o hermetismo, 
estaba reservada para un número muy corto de ini­ciados. 
§ III 
Los que consideran la Biblia como la palabra de 
Dios, no pueden oponer ninguna dificultad para ad­mitir 
las apariciones de los muertos: el relato de la 
evocación de la sombra de Samuel, a presencia de 
Saúl, realizada por la pitonisa de Endor, les obliga 
a creer en ellas. Por lo que se refiere a nosotros, 
que exclusivamente nos atenemos a los hechos, nos 
limitamos a testimoniar que la pretendida comuni­cación 
de los vivos con los muertos y las prácticas 
conducentes a provocarla, constituían un conoci­miento 
vulgar entre los hebreos, recogido ciertamen­te 
de los egipcios. 
Es lo curioso, que esta clase de necromancia era, 
en alguna forma, una de las bases de la doctrina ka-balística, 
como lo prueban los escasos escritos que 
hasta nosotros han llegado que tratan de esta 
teo-cosmogonía secreta. En el siguiente extracto de 
las leyendas kabalistas, queda demostrada la prácti­ca 
de las evocaciones. 
«Un día, nuestro maestro Jochanan ben Zachai, 
se puso en viaje, jinete sobre un asno y seguido del 
rabí Eleazar ben Aroch. Este le rogó que le enseña­ra 
un capítulo de la Mercaba. ¿No te he dicho,—res­pondió 
el maestro—, que está prohibido explicar la 
Mercaba a alguien, salvo el caso que su sabiduría y 
su propia inteligencia, no pueda bastar? Al menos 
— 45 —
P A B L O Q I B I E R 
replicó Eleazar, permite que repita delante de ti lo 
que me has enseñado de esta ciencia. 
—Pues bien, habla, respondió el maestro, y di­ciendo 
asi, se apeó de su cabalgadura, se cubrió la 
cabeza y fué a sentarse en una piedra a la sombra 
de un olivo... Apenas Eleazar, hijo de Aroch, co­menzó 
a hablar de la Mercaba, descendió un fuego 
del cielo que envolvía todos los árboles de la cam­piña, 
que parecían cantar himnos, y en medio del 
fuego se oía un espíritu que expresaba su gozo al es­cuchar 
estos arcanos... 
...El cielo se cubrió de pronto de espesas nubes: 
un meteoro muy parecido al arco iris, brilló en el 
horizonte, y se vio acudir a los espíritus para escu­charles 
(a los que recitaban un capítulo de la Merca­ba), 
como los curiosos que se agolpan para ver pa­sar 
una boda» (Thal. Bab. Traü.—Chaginga, fol. 14 
y Jacolliot ob cit). 
«Los espíritus, las almas de los justos, dice el 
Zohar, obra kabalística, pueblan los espacios infini­tos 
». 
Los descubrimientos modernos nos han suminis­trado 
detalles de gran valor respecto de la antigua 
civilización egipcia y de la doctrina isotérica de los 
sacerdotes de Isis. Pero como estos últimos eviden­temente 
proceden de la India, podemos afirmar, sin 
temor de incurrir en grave error, que los misterios 
de Isis debían ser, con muy poca diferencia, los de 
los templos donde era adorado Brahma, algunos mi­llares 
de años antes de que los valles del Nilo y las 
llanuras de Memphis, hubiesen sido dominadas por 
las primeras dinastías de los Faraones. 
— 44 —
E L E S P I R I T I S M O 
Nos dedicaremos, pues, a buscar, especialmente 
en la India, el origen de las prácticas espiritualistas, 
tema de estudio a que estará consagrado el capítulo 
que sigue; pero antes de terminar éste, recordaremos 
de pasada, que la costumbre de hacer girar diversos 
objetos, tales como mesas, vasos y con espcialidad 
los arneros, era conocida en Grecia, y ciertos escri­tores 
satíricos, tales como Teócrito, Luciano, etcé­tera, 
etc., se burlan de tales manejos supersticio­sos 
(i). 
(i) Gibier hace referencia, en lo que antecede, a las doc­trinas 
de la Kábala, y creemos no ha de ser inoportuno ocu­parse 
un momento de esta forma de opinar, que constituye 
la doctrina isotérica de los hebreos. La Kábala hebraica fué 
importada a Israel por los judíos del cautiverio de Babilo­nia, 
y también cuenta con partidarios otra opinión, según la 
cual la Kábala fué enseñada por el propio Moisés, que la 
recibió con las enseñanzas de la iniciación egipcia. Sea como 
fuere, es lo cierto que, desde remota fecha, transmitíase de 
uno en otro entre los doctores hebreos, la doctrina kabalís-tica, 
siempre en forma oral, siempre bajo la condición de 
secreto, y siempre comunicada al reducido número de los 
recién admitidos que se distinguían por sus dotes de pru­dencia, 
de talento y de jaber. Ad Franck, la denomina cien­cia 
misteriosa, terrible para las inteligencias débiles, pues­to 
que puede conducirlas a la locura o a la extravagancias 
de ia impiedad. 
En el período comprendido entre los siglos x y xm, de 
nuestra Era, es cuando aparece mayor número de obras ka-balísticas, 
distinguiéndose en esta labor los hebreos españo­les. 
De los textos que tratan de la Kábala son los más im­portantes 
la Historia del Génesis y la Santa Mercaba. Ocú­pase 
aquélla de la cosmología, y ésta de Dios, de los espíri­tus 
y del alma humana. 
La metafísica. Cabalística sostiene la doctrina de la pre- 
- 45 -
CAPÍTULO V 
UNA PALABRA A C E R C A DE LA INDIA 
§ I 
Persistamos en que no compartimos las ideas de 
la escuela espiritista, y que rechazamos, por prema­tura 
e insuficientemente demostrada, la teoría de la 
existencia y la de la emanación. Admite la creencia en la 
transmigración de las almas, y además de profesarla a la 
manera de los hindos, los kabalistas defienden otra forma 
llamada ibbur, que consiste en la reunión de varias almas 
en un solo cuerpo, cosa que se realiza cuando el alma tiene 
necesidad de cierto auxilio para llegar a determinado ob­jeto. 
No vaya a creerse—dice el Zohar—que el hombre es úni­camente 
de carne y de hueso: lo que le constituye positiva­mente 
es su alma, y la materia no es más que un velo que 
la esconde, pero nunca el hombre mismo. Cuando el ser 
humano muere, se despoja de todas sus envolturas. 
Los kabalistas afirman la existencia de ángeles y de de­monios; 
éstos, según ellos, constituyen las formas más gro­seras 
y más imperfectas; todo cuanto representa ausencia 
de vida, de inteligencia y de orden. El universo está pobla­do 
de espíritus, habitando los más puros el mundo de Be-riah, 
superior al mundo de las esferas o Fetzirah. 
Las apuntadas indicaciones sólo pueden dar una idea 
muy imperfecta de la doctrina kabalística; pero bastan para 
evidenciar que los hebreos en su enseñanza secreta o ini- 
- 46 —
E L E S P I R I T I S M O 
intervención de las almas de los fallecidos, para pro­ducir 
fenómenos especiales con el auxilio de cierto 
número de personas a las que se denominan médiums. 
Pero lo que sí afirmamos una vez más, y lo probare­mos, 
es que existe toda una categoría de fenómenos, 
en apariencia contrarios a las leyes conocidas de la 
naturaleza e inexplicables hasta el presente; lo que no 
quiere decir que se haya de renunciar a descubrir la 
explicación. Hagamos notar también, que la familia 
Fox, «perteneciente a la Iglesia episcopal metodis­ta 
», es posible que jamás hubiese oído hablar de la 
religión de Brahma —acaso sólo de su simbolismo 
trivial—, y que, no obstante, la doctrina espiritista 
ciática, resultan unos perfectísimos precursores de las doc­trinas 
predicadas por el espiritismo, y que estas enseñanzas 
se mantenían tan en secreto, que en los primeros libros de 
la Biblia ni se alude a la inmortalidad del alma, ni cuando 
Dios premia o castiga lo hace más que dentro de los límites 
de la vida humana, sin mencionar ninguna especie de pena 
futura. 
En tiempos bastante avanzados de la historia de los ju­díos, 
como por ejemplo en los de Salomón, puede verse ex­presado 
el materialismo de las creencias externas hebrai­cas, 
en textos de estructura tan perfecta como el Eclesiás-iés, 
y precisamente la deliberada abstención de los doctores 
hebreos de publicar el verdadero concepto que tenían de 
Dios y de la inmortalidad del alma, ha servido de base para 
que se haya opinado que determinadas doctrinas metafísi­cas 
las recogieron los hebreos en Babilonia y en Egipto 
Repetimos que la Kábala es la mejor prueba de la índole 
espiritualista de la filosofía isotérica de los hebreos, como 
también de que estaban en posesión de las más altas doctri­nas 
ocultas, y de que les eran perfectamente conocidos los 
arcanos de la magia y de las evocaciones nicrománticas 
(mediunurnismo).—(N. DEL T.) 
- 47 -
P A B L O O I B I E R 
actual en la que poco han cambiado sus creencias 
del primer instante, resulta estar de completo acuer­do 
con la religión isotérica de los brahmas. Y como 
quiera que esta religión se enseñó a los iniciados de 
las categorías inferiores én los templos del Hima-laya, 
hace más de cien mil años, la coincidencia ad­vertida 
es, por lo menos curiosa, y permite afirmar, 
sin incurrir en lo paradógico, que el espiritismo no 
es más que el brahmanismo isotérico sacado a la pu­blicidad. 
Lo expuesto no permite deducir que de 
esta comparación se pueda extraer argumentaciones, 
ni en favor ni en contra, de las doctrinas del esplri­tualismo 
moderno; pero aun sin llegar a esta forma 
de argumentación, el hecho no resulta menos intere­sante. 
La India sin duda nos dará la clave de los miste­rios 
que nos colman de inquietud: ella nos dirá algún 
día, cuáles son los frutos de este árbol del que un 
inesperado brote acaba de surgir en tierra america­na 
para lanzar sus gérmenes en todas direcciones 
y en todos los países civilizados, como un reto dirigi­do 
a ese saber de que los hombres de hoy se mues­tran 
tan ufanos. ¿Será este árbol el de la ciencia del 
bien y. del mal; de la vida y de la muerte? 
[Quién lo sabe! 
De aquí a pocos años, los que componen la inte­lectual 
aristocracia de la científica cultura, puede ser 
que busquen en los experimentos psíquicos los últi­mos 
misterios de la fisiología transcendental. Es se­guro 
que no serán los que ya llegaron quienes sir­van 
de instrumento a tal renovación: más bien co­rresponderá 
a los jóvenes del mañana, a los del por- 
- 48 —
E L E S P I R I T I S M O 
venir, a aquellos cuyas arteriolas cerebrales no están 
incrustadas por el ateroma de los conocimientos ad­quiridos 
y de las teorías filosóficas completamente 
hechas. Los hombres del presente, somos ya dema­siado 
viejos. Y no exceptuamos tampoco a los de la 
escuela positivista, cuyo jefe lo era del modo más de­finitivo, 
cuando afirmó que eran absurdos, rechazán­dolos 
como imposibles, una serie de fenómenos que 
no había examinado. Somos muy viejos, repitámos­lo, 
porque hemos recibido una deplorable educación. 
Estamos moldeados en la Edad Media; nos han ati­borrado 
de historia apoyada en el exoterismo bíbli­co, 
historia que de tal sólo tiene el nombre. (Cómo 
ha de serl Dentro de poco sabremos lo bastante de 
la verdad para distinguir el error, y cuando la evi­dencia 
nos deslumbre con la intensidad de sus res­plandores, 
nos veremos forzados a rendirnos a dis­creción. 
Entonces será cuando rechazaremos en 
bloque todas las inservibles antiguallas, todas nues­tras 
manidas creencias, para apagar nuestra sed, be­biendo 
a grandes sorbos en la fuente de la verdad. 
¡Feliz juventudl ¡Dichosa infancia! Sin embargo, 
más dichosos han de ser lo que han de venir: ¡Ellos 
sabránl Sus inteligencias no han de estar obscureci­das 
por los errores, que se han infiltrado en nuestra 
sangre con los jugos de la leche ..maternal. Podemos 
repetirlo con plena persuasión, porque sabemos que 
los hechos no nos desmentirán. ¡Los tiempos se 
avecinanl 
Dentro de.poco la luz aparecerá como un globo 
en ignición, proyectando por doquier sus rayos 
deslumbradores. No es del Norte, de donde vendrá, 
- 49. ~ 4
P A B L O O I B I B R 
sino del Oriente, cuna del género humano, y natural 
guardador de sus conocimientos. Allí es donde las 
diversas razas, que sucesivamente predominaron so­bre 
la superficie terrestre, han vuelto a hallar, des­pués 
de varios milenios de reconstitución y de bar­barie, 
la historia de la humanidad y el hilo mil veces 
roto, de la ciencia imperecedera. 
¡Nuestro siglo del saberl 
|Tan orgullosos como nos mostramos de los des­cubrimientos 
de estos últimos tiempos! Y es el caso 
que -aunque no falte motivo para envanecerse en 
muchas ocasiones, no hemos hecho más que descu­brir 
lo que ya había sido descubierto. Seamos más 
humildes y hagamos justicia más completa a nues­tros 
antepasados. 
En vuestros futuros libros, señores autores clási­cos 
que tratáis de la historia del mundo, tened la 
comodidad de no hacerla principiar hace seis mil 
años. De no hacerlo así, los jóvenes lectores sonrei­rán 
ante vuestros libros que les han de inspirar lás­tima. 
Porque nosotros les diremos muy alto lo que el 
estudio de la India nos enseña a cada instante. A 
saber: que no conoceremos la época en que el hom­bre 
comenzó a vivir en sociedad; tal es su lejanía, 
que se pierde en la noche de los tiempos. 
Por lo demás: ¿no sabemos ya que las huellas del 
hombre y de su industria, se hallan en lo que provi­sionalmente 
denominamos capas geológicas, del pe­ríodo, 
o mejor, de los períodos glaciales? ¿No se han 
hallado estas huellas muy recientemente hasta en los 
depósitos de una de las tapas terciarias? ¿Y no indi­ca 
esto que los que dejaron esos vestigios, vivieron 
- 50 —
E L E S P I R I T I S M O 
en épocas de tal modo distantes de la nuestra qué 
la imaginación apenas puede abarcarlas, y que nos 
sentimos ante ellas casi dominados por el terror? 
Pero ¿por qué sondear así profundamente en las 
entrañas de nuestra madre común? Para arrancar sus 
secretos a los hijos que en su seno duermen milla­res 
de centurias, meciendo en un gigantesco vaivén 
su eterno reposo en el espacio infinitó; este balanceo 
gigantesco que emplea veinticinco mil años para 
completarse, ¿no tendrá algo que ver con los cata­clismos 
periódicos de que nos hablan los libros hin-dos? 
¿Será cierto que durante estos veinticinco mil 
años, el sol iluminó alternadamente los continentes y 
el Océano sobre los mismos puntos del mismo hemis­ferio? 
¿Será verdad que dentro de algunos siglos, las 
aguas, arrastrando enormes hielos provinentes de 
los mares australes, destruirán toda nuestra labor 
penosamente realizada, y nos han de cubrir bajo sus 
ondas por espacio de centenares de siglos? ¿Qué pen­sarán 
de nuestros cráneos fósiles los sabios geólogos 
y antropologistas de las academias del siglo tres­cientos 
veinte de nuestra era, si practican escavacio-nes 
en el lodazal donde esté enterrada lo que fué la 
Europa de hoy, cuando las aguas se hayan retirado 
otra vez del hemisferio boreal... |Oh! ¡Estos son pro­blemas 
enloquecedores! 
' Pero volvamos a la India, porque solo por ella nos 
será permitido ver claro el camino que, con esfuer­zo, 
sigue nuestra raza. Aún estamos lejos de saberlo 
todo; los sacerdotes de Brahma, guardan sobrado 
celosamente sus científicos tesoros. Sus templos con­tienen 
inestimables riquezas, que, sin embargo, no 
- 51 -
P A B L O O I B 1 E R 
afrontan la comparación con las que están cuidado­samente 
ocultas en ciertos subterráneos, santuarios 
del Asia, situados fuera del alcance periódico de las 
aguas diluvianas, en las pocas altitudes donde no se 
pueden encontrar conchas fosilizadas, indicios de 
una sumersión anterior (i). 
(i) Los más acreditados escritores de la escuela teosófi-ca 
y particularmente la inmortal creadora del moderno mo­vimiento 
teosófico occidental, H. P. Blavastky, menciona de 
modo preciso y terminante, la existencia de verdaderos 
pueblos subterráneos en las altas mesetas de la cordillera 
himaláyica y en el interior de las regiones del Thibet. En 
estas vastísimas galerías a modo de inmensos salones que 
están bajo tierra, se conservan curiosos documentos de la 
historia del hombre, escritos ignorados que se remontan 
a la época del mundo atlante, y obras de las que se habla 
entre eruditos, deplorando su desaparición. Existen allí 
también, detalles de asombrosos descubrimientos, de raras 
perfecciones alcanzadas en épocas de las que'ya ni se tiene 
memoria y, en suma, todo un incalculable tesoro de recuer­dos 
y de obras humanas que, según dicen los que de esto ha­blan, 
si fuesen dados a la publicidad, transformarían en ab­soluto 
la historia de la civilización y de las ciencias. 
Claro es, que de estas maravillas no tenemos otro testi­monio 
que el aportado por dichos escritores, quienes se 
apoyan en antecedentes facilitados por los misteriosos ini­ciadores 
de la India; pero ofrecen muy chocantes coinciden­cias 
con varias cosas que se han ido sabiendo y que resultan 
de acuerdo de manera sorprendente con las afirmaciones 
de Madame Blavastky y otros teosofistas. 
En anteriores párrafos habla Gibier de descubrimientos 
hechos ahora y que fueron conocidos en muy vieja fecha. 
Esto es tan exacto que en los comienzos del SIGLO XIX pu­blicó 
Dutens una obra, en dos volúmenes, titulada Origine 
des Découvertes attribués aux Modernes, en la que el autor 
pasa revista a cuanto era conocido en su época (1825) y 
— 52 —
E L E S P I R I T I S M O 
En todas partes se traducen y se estudian los li­bros 
sánscritos que la casualidad, o las pacientes in­vestigaciones, 
han puesto a nuestra disposición. Con 
tal objeto, nuestros vecinos los ingleses han cons­tituido 
escuelas especiales. Una sociedad que se 
impone la obligación de difundir en el mundo en­tero 
las doctrinas altamente altruísticas de Buddha, 
y las obras escritas en la India, se ha constituido, 
hace pocos años, y cuenta ya por centenares el nú­mero 
de sus «Ramas» y de sus publicaciones. Esta 
sociedad ha tomado el título de «Sociedad Teosófi-ca 
»¡ cuenta con una gran cantidad de socios, dividi­dos 
en agrupaciones desigualmente distribuidas en la 
India, Europa, América y Australia. Existe un centro 
de esta clase en París, y el presidencial de dicha aso-halla 
pocas cosas que no tengan una antigüedad de muchos 
siglos. Podría consultarse también lo que dicen Fabre 'dOli-vet 
y Saint Ivés d'Alveydre, como igualmente curiosas y 
muy bien documentadas observaciones de Baylli. Leyendo 
las obras de estos escritores y de otros varios, sin olvidar 
una moderna, muy notable, publicada por Albert de Rochas, 
se llega a la persuasión de que, efectivamente, más allá de 
las tenebrosidades de la protohistoria, ha existidc todo un 
mundo anterior de poderosas civilizaciones y de prodigio­sos 
adelantos y que nosotros los hombres actuales no tan 
solo no hemos llegado a igualar, sino que nos quedan por 
volver a descubrir prodigios y realidades que parece­rían 
hoy solo propias del mundo de la fantasía y de las 
fábulas. 
No se nos oculta lo atrevida que resultará semejante afir­mación; 
pero repitamos, que no somos los primeros en for­mularla; 
que cada vez es mayor el número de sus partida­rios, 
y que de momento en momento, cada vez son mejor 
acogidas las afirmaciones que a este propósito hallamos en 
los más célebres textos del ocultismo.—N. DEL T. 
- 53 -
P A B L O O I B I E R 
ciación reside en Adyar (la India), donde posee una 
importante instalación que contiene riquísima biblio­teca, 
salones de conferencias, etc„ etc. Los teosoñs-tas, 
que es como se llaman los miembros de dicha 
sociedad, dicen que reciben sus instrucciones de una 
«fraternidad» de hombres extraordinarios, especie 
de taumaturgos, que moran en las soledades del Thi-bet. 
Inversamente a comí* actúan los propagandistas 
de las religiones, tienen por precepto no acudir a las 
multitudes, sino a las personas más distinguidas de 
cada país. Por lo demás, declaran que no les reúne 
ningún dogma, y que buscan y enseñan la verdad, 
que está «por encima de todos los credos religio­sos 
», según consta en su lema (i). 
(i) Estos detalles relativos a la Sociedad Teosófica re­sultan 
hoy muy por debajo de la actual extensión e impor­tancia 
de dicha sociedad. Téngase en cuenta que Gibier se 
refiere a cómo estaban las cosas en 1886, y que desde en­tonces 
hasta la fecha presente, la asociación fundada por 
Mme. Blavastky ha recorrido un enorme camino. El núme­ro 
de «Ramas,» de «Grupos» y de colectividades con que 
cuenta la Sociedad Teosófica en todo el mundo, es grandí­simo. 
La cantidad de obras publicadas respecto de la Teo­sofía 
y de la literatura y ciencia hinda, constituye un riquí­simo 
caudal de conocimientos, escrito en casi todos los idio­mas. 
El movimiento teosófico está hoy dividido en tres 
grandes tendencias: una la representada por los que pudié­ramos 
llamar herederos del movimiento inicial, aunque no 
muy legítimamente, que preside Annie Bessent; otra que 
comprende el teosofismo norteamericano, y que ha estable­cido 
ciertas diferencias con el de la India, regentado por la 
teosofista C. Tingley, sucesora de William G. Judje, y otra 
que contiene el movimiento separatista germánico, creado 
por Rodolfo Steiner, No nos detendremos aquí a detallar las 
— 54 —
E L E S P I R I T I S M O 
No queremos anticipar nada que no podamos pro­bar. 
Hemos hablado de la antigüedad de la India, y 
nos resta ofrecer las pruebas que la establecen. Para 
dar una noción de lo remoto de la ciencia indiana, 
recordaremos, lo primero, el parecer de un autor cle­rical, 
que no se distingue ciertamente 'por su afecto 
al pueblo indio. Este autor que no repara en adap­tar 
los cálculos astronómicos a las exigencias del 
Génesis bíblico, siguiendo el método tan usado por 
su émulo Loriquet, dice: 
«Los indios aplicaban el álgebra a la geometría: 
discutían en sus escuelas respecto de la cuestión del 
movimiento de la tierra, provinente de la rotación 
diurna sobre su eje, en el seno del espacio: estudia­ban 
la causa de la caída de los graves, comparando 
a la tierra como un imán: calculaban senos y co­senos 
y construían tablas: obtenían, como cosa vul­gar 
y sencilla, la suma del cuadrado de cada uno de 
los lados de un ángulo recto, en un triángulo igual 
al cuadrado de la hipotenusa (Astronomie ináienne, 
según la doctrina y los libros antiguos de los brah-mas, 
por el cura M. Guerin). 
Diodoro de Sicilia, historiador griego del siglo de 
Augusto, citado por Ammiano Marcellín, ¿no afirma 
que los caldeos aprendieron la astronomía de los sa­bios 
de la India? Y según Eusebio, los etiopes, de 
quien los egipcios extrajeron su saber, ¿no eran una 
diferencias que separan a las enumeradas manifestaciones 
del teosofismo. De todas maneras, no tienen ninguna impor­tancia 
doctrinal, y más bien han nacido en las disparidades 
de criterio referentes al modo de entender la organización 
y desarrollo de la propaganda teosófica.—(N. DBL T.) 
- 55 —
colonia de dicho país? Pero acerca de este asunto 
también puede que la ciencia moderna iluminada por 
la luz de Oriente venga a rectificar los escritos de los 
historiadores griegos. 
Con relación al tema indicado, se hallarán todos 
los desarrollos deseables en el notable librito del in­geniero 
Tremeschini, (La Cosmographie vulgarisée, 
par la méthode plastique de Pingenieur Tremeschini), 
del cual tomamos una parte de lo que en esta obra 
se refiere a la astronomía indostánica. 
Uno de los más antiguos textos de la literatura in­diana 
contiene innegables pruebas de antiguos cono­cimientos 
de astronomía, y son testimonio de ello los 
párrafos siguientes de los escritos famosos del legis­lador 
Donu, Monou o Manou: 
«Los Pitris (dioses manes antepasados del género 
humano) residen eu la Luna. Como la Luna sólo da 
una vuelta sobre sí misma (con relación al Sol), en 
un mes, los Pitris, situados en su ecuador, no tienen 
más que un día y una noche, mientras que nosotros 
contamos en la zona ecuatorial treinta noches y trein­ta 
días, a causa de las treinta revoluciones de la Tie­rra 
ante el Sol, que hace el día y la noche para los 
hombres y para los Pitris». (Manou, cap, I, ver­sículo 
65-66). 
«Pero los Debtas, que están situados en el polo 
Norte de la Tierra, cuentan aún menos días y noches 
que nosotros y los Pitris en igual período de tiem­po, 
porque ellos no tienen más que un día y una no­che, 
durante los doce días y las doce noches de los 
Pitris del Ecuador de la Luna y los trescientos se­senta 
días y trescientas sesenta noches de los habi- 
- 56 —
E L E S P I R I T I S M O 
tantes de Lanka (Ceilán) en el ecuador terrestre (Ma-nou, 
cap. I, vers. 67) (i). 
A continuación reproducimos un cuadro indica­dor 
de la diferencia que existe entre el lugar que 
ocupaban algunas estrellas, escogidas al azar en el 
catálogo de Souryo-Shiddhanto, y la posición que 
en el cielo ocupan actualmente: 
(1) Antecedentes comunicados a Paul Gibier, por M. Tre-meschini.—( 
N. DEL A.) 
— 87 -
CUADRO 
QUE I N D I C A L A D I F E R E N C I A E X I S T E N T E E N T R E LA P O S I C I Ó N O C U P A D A P O R O C H O E S T R E L L A S F I J A S , T O M A ­D 
A S A L A C A S U A L I D A D E N E L C A T A L O G O D E SL'RYO-SHIDDHANTO, Y LA P O S I C I ÓM A C T U A L D E ESAS 
MISMAS ESTRELLAS 
NOMBRE EN ESPAÑOL 
Diferencia Diferencia 
NOMBRE SANSCRITO DE LA ESTRELLA de posición en de posición en 
ascensión recta declinación 
Delta d° 
Beta d° 
Delta d° . 
Psi 1) d° 
23 
2u 
23 
22 V. 
20 1/4 
22 3 / 4 
19 v4 
21 3U 
1 3 7 . 
- 2 v4 s 
+ 2/ 3N 
+ 1 N 
+ «/4N 
+ 38 / 4 N 
+ ' V . s 
— 1 s 
NOTA.—Teniendo en cuenta estas diferencias, estas.desviaciones considerables en todos sentidos, el 
cálculo IMPARCIAL demuestra que las observaciones de Suryo-Shiddhanto se remontan a los 58.000 años. 
(1) En la actualidad, esta estrella no e s visible a simple vista.
E L E S P I R I T I S M O 
El catálogo de Suryo-Shiddhanto es una recopi­lación 
análoga al anuario metereológico de nuestras 
modernas observaciones, y en aquél, el astrónomo 
hindo registraba sus observaciones celestes y anota­ba 
lo posición de las estrellas fijas. 
Nunca llamaremos lo bastante la atención del lec­tor, 
respecto de este documento, verdaderamente 
magnífico, de la historia de la humanidad. Se verá 
que, aparte de las diferencias debidas a la precesión, 
este cuadro acusa desvíos considerables en todas las 
direcciones, entre la posición de las estrellas anotadas 
por el astrónomo hindo, y las que ocupan actual­mente. 
Estos desvíos originánse necesariamente, en 
el movimiento propio de las estrellas. 
El cálculo imparcial hecho según los documentos 
hindos, y basados sobre estas diferencias de posición 
de estrellas fijas, prueba que las observaciones de 
Souryo-Shiddhanto se remontan a los ¡cinc uenta y 
ocho mil años! 
Y, en sus escritos, Suryo-Shiddhanto, habla de 
libros sagrados (los Vedas), en concepto de escritos 
ya muy venerables por su antigüedad. 
También es interesante observar, según lo consig­nado 
en los libros de Suryo-Shiddhanto, que este 
astrónomo se servía para sus observaciones de una 
ecuatorial perfectamente instalada, cuyo tubo, pro­visto 
de pínulas, estaba movido por una clepsi­dra 
en la cual el agua era sustituida por el mer­curio. 
Estos detalles, lo propio que el cuadro reproduci­do, 
nos fueron facilitados por M. Tremeschini. Nin­gún 
testimonio permite opinar que los tubos astro- 
- 59 -
P A B L O O I B I E R 
nómicos estuviesen provistos de cristales de au­mento 
(i). 
Hasta la fecha presente, si se admitía la gran anti­güedad 
de la civilización de la India, a justo título se 
consideraba fabulosa la división dada por los hindos, 
a la duración del mundo. 
Recordemos ahora cómo está detallada dicha di­visión, 
según los traductores que toman al pie de la 
letra los documentos hindos. 
Para estos, la duración del mundo abarca cuatro 
períodos, edades, yugos o yugas. 
I.° El Krita-Yuga, que ha durado un millón sete­cientos 
ventiocho mil años años. Durante este perío- 
(i) Indudablemente no queda vestigio de que los tubos 
usados para las observaciones astronómicas, tanto en la In­dia, 
como en la Persia y el Egipto, estuviesen dotados de 
lentes convexas o biconvexas; pero es también un hecho 
averiguado, que en las escavaciones practicadas en las rui­nas 
de Babilonia y Ninivé, se encontraron trozos de vi­drio 
de forma lenticular cuyas ópticas aplicaciones no ofre­cen 
duda. Además, la propiedad de los cristales de aumento 
la vemos bien conocida en tiempo de los romanos. Nerón 
usaba cierta especie de monóculo tallado en una enorme 
esmeralda, que por su limpided y tamaño debía tener un 
casi incalculable valor. El uso de los cristales lenticulares, 
tiene en la China una antigüedad que no se conoce exacta­mente. 
Todos estos detalles hacen suponer que las observacio­nes 
astronómicas de antiquísimos tiempos debieron reali­zarse 
con el auxilio de aparatos que de modo detallado 
desconocemos; pero que debieron existir, toda vez que 
hasta nosotros han llegado indicios de investigaciones, al­guna 
de las cuales no pudieron realizarse a simple vista.— 
N. DEL T. 
— 60 —
E L E S P I R I T I S M O 
do, el hombre vivía cien mil años y su estatura era 
de ventiún codos. 
2° El Treta-Yuga, cuya duración ha sido un mi­llón 
doscientos noventa y seis mil años. Durante esta 
edad los hombres vivían diez mil años. 
3.0 El Devapara-Yuga, su duración ha sido de 
ochocientos sesenta y cuatro mil años. La vida 
humana en él, no excedía de los mil años. 
4.0 El Kali-Yuga, o sea la edad actual, que no 
debe subsistir por más tiempo que cuatrocientos 
treinta y dos mil años, y durante el cual la vida hu­mana 
está reducida a ciento. Según los documentos 
astronómicos, dicha edad habrá comenzado un vier­nes, 
día 28 de Febrero, tres mil ciento un años, 
(Prinsep), antes de nuestra Era. 
Pero después de los trabajos de Wiliam Jones que 
especialmente nos dio a conocer los Vedas, de Wil-kins, 
Forster, Wilson, Prinsep y otros sabios ingle­ses 
a quienes debemos la iniciación en los estudios 
sánscritos, de Hipólito Fauche, que tradujo el Ra-mayana, 
los estudios de la literatura hinda han ade­lantado 
bastante, y pronto es indudable que cono­ceremos 
la realidad que se oculta detrás de este con­junto 
fabuloso de siglos, acerca de los cuales sólo el 
conocimiento de una exacta manera de interpre­tarlos 
puede reducirlos a sus verdaderas propor­ciones. 
Ya es tiempo de que detalles más precisos nos 
pongan en lo justo respecto de la manera de apre­ciar 
los escritos brahmánicos, pues su exacta signifi­cación 
hasta el presente la desconocen los mlecchas 
(paganos, infieles, extranjeros impuros) como queda 
— 61 -
P A B L O O I B I B R 
evidenciado leyendo la obra del general Biorsterna 
(Tableaupolitique et statistique de VEmpire brüanique 
dans l'Inde), de donde copiamos las siguientes lí­neas, 
que resumen el criterio general de casi todos 
los autores que han hablado de la India antigua. 
«En la cronología hinda, el mundo se desarrolla en 
cuatro períodos; en cada uno de estos cuatro perío­dos, 
hubo un diluvio universal que contribuyó a dar 
la forma ulterior al muudo; ¿no resulta ésto en­teramente 
confirmado por los descubrimientos re­cientes 
de los geólogos? ¿Y de dónde pudo provenir 
este sorprendente conocimiento? Atribuirlo a una re­velación 
en un pueblo idólatra, sería ponerse en con­tra 
de nuestras ideas religiosas (i) e imputarlas a una 
tradición popular es aún menos posible, puesto que 
el origen de la especie humana, al menos según los 
principios de la geología, no corresponde a los pri­meros 
períodos de la formación de la tierra y sí so­lamente 
al último de ellos. 
¿Qué otro partido podría tomarse si no es el de 
admitir que los indios en estas remotas épocas, aun­que 
no poseyesen la ciencia de los Cuvier, de los 
Werner, de los Buckland, de los Berzelius, tenían 
ya el presentimiento filosófico, presentimiento acer­ca 
del cual las admirables investigaciones de los 
grandes naturalistas modernos han probado su posi­tivo 
valor? 
Es cosa admirable, y muy cómoda, atribuir un 
(i) ¡Oh nefasta influencia del exoterismo bíblico! ¿No es 
esta la ocasión de decir con el Apóstol «la letra mata»?.— 
(N.DBLA). 
- 62 -
E L E S P I R I T I S M O 
presentimiento, una intuición de lo que sucede a las 
personas a quienes se quiere negar que hayan teni­do 
en determinada ocasión el exacto saber de las 
cosas. Pero no nos maravillará tanto como le mara­villa 
al bravo general Biorsterna, y él mismo no pen­sará, 
sin duda, alabar tan calurosamente las cua­lidades 
intuitivas de los pueblos idólatras, que no 
han tenido como nosotros la revelación de las cosas 
estupendas que se sabe, cuando ía Sociedad Atmica 
haya publicado los comentarios del Sómodsevo de 
Gótomo, de los cuales ya se dio a la publicidad el 
prefacio (i). 
El Sómodcevo, escrito por Gótomo, hace próxi­mamente 
treinta mil años, contiene datos precisos, 
irrefutables, según se nos dice, acerca de la periodi­cidad 
de los cataclismos diluvianos a que está supe­ditada 
la tierra, desde tiempo inmemorial. De este 
documento resulta que los diluvios no concuerdan 
en manera alguna, con los períodos señalados antes 
(los yugas) a que hace alusión el general Biornstier-na, 
sino a otras fases cronológicas que coinciden con 
fenómenos bien caracterizados, todos de orden físi­co, 
astronómico y meteorológico, respecto de los 
cuales da Gótomo las explicaciones más exactas. 
Deseamos vivamente que la Sociedad Atmica nos 
dé pronto a conocer esta importante obra, escrita, 
(i) Préface des commentaires sur le Sómodcevo, de Góto­mo, 
imprenta Champon. París, 1885. 
Desgraciadamente hay que temer que la publicación del 
prefacio no sea seguida por la de la obra. Hace ya algunos 
años que se espera el anunciado trabajo.—(N. DEL A.) 
- 65 -
P A B L O O I B 1 £ R 
según queda dicho, hace unas trescientas centurias 
próximamente. 
§ II 
Quisiéramos finalizar aquí esta digresión históri­ca; 
pero al tratar de poner de relieve la antigüe­dad 
del espiritismo, no podemos realizarlo si no es 
demostrando paralelamente la antigüedad de las so­ciedades 
humanas y de sus religiones. Pedimos al 
lector que aún nos escuche un momento en lo rela­tivo 
a la remota civilización de la India. 
Los documentos astronómicos son para nosotros 
pruebas rigurosamente matemáticas; pero una prue­ba 
más no estorba. Los estudios filológicos demues­tran 
que la cultura india es muy anterior a la de los 
griegos, y que ha dejado huellas en todos los países 
de la antigüedad. Algunos nombres de la mitología 
helénica, resultan ser sánscrito casi puro. Los ejem­plos 
siguientes tomados de un conocido autor que 
residió en la India más de veinte años, son más elo­cuentes 
que puedari serlo los mejores discursos. 
HÉRCULES.—En sánscrito: Harakala, héroe de las 
batallas. Manera comunmente adoptada en la poesía 
india para nombrar a Siva, dios de los combates. 
THESEO.—En sánscrito: TAa-saka, el compañero 
asociado de Siva entre los hindos. 
EAQUE.—Juez de los infiernos en la mitología grie­ga. 
En sánscrito: Aka-ka, juez severo, adjetivo cali­ficativo 
que acompaña ordinariamente al nombre de 
Yama, juez de los infiernos páralos indios (L. Jaco-lliot- 
Loc. Cit). 
— 64 -
E L E S P I R I T I S M O 
ARIANA.—La desgraciada princesa abandonada por 
Theseo y que tuvo la desdicha de someterse a un 
enemigo de su familia. En sánscrito: Ari-ano, seduci­do 
por un enemigo. 
REHADAMANTO.—Otro juez de los infiernos según 
la mitología, En sánscrito: Rhada-manta, que castiga 
el crimen. 
ANDRÓMEDA.—Sacrificada a Neptuno y socorrida 
por Perseo. En sánscrito: Andha-ra-medha, sacrificio 
a la pasión del dios de las aguas. 
PERSEO.—En sánscrito: Para-sha, socorro llegado 
a tiempo. 
CRESTES.—Célebre por sus furores. En sánscrito: 
O-rahsatea, entregado a la desgracia. 
PÍLADES—El amigo de Orestes. En sánscrito: Pilla­da, 
que consuela con su amistad. 
IFIGENIA.—La virgen sacrificada. En sánscrito: 
Apha-gano, que acaba sin posteridad. 
CENTAURO.—Personaje de la fábula, mitad hombre 
mitad caballo. En sánscrito: Ken-tura, hombre ca­ballo. 
Las divinidades del Olimpo, tienen el mismo orí-gen. 
JÚPITER.—En sánscrito: Zu-pitri, padre del cielo 
o Zeus-pitri, de que los griegos formaron la palabra 
Ze-us y los hebreos Jeovah (i). 
PALLAS.—La sabia diosa En sánscrito: Pala-sa, 
sabiduría que protege. 
(i) La consonante 2 no existe en sánscrito y es reempla­zada 
por la ( o la s. Su significa: dueño, procurador.—NOTA 
DEL AUTOR. 
- 65 - a
P A B L O O I B I B R 
ATHENAIA.—Diosa de la castidad entre los grie­gos. 
En sánscrito: A-tanaia, sin hijos. 
MINERVA.—Es la misma diosa entre los romanos, 
pero revestida además de los atributos del valor. En 
sánscrito: Ma-nara-va, que sostiene a los fuertes. 
BELLONA.—Diosa de la guerra. En sánscrito: Bala- 
Ka, fuerza guerrera. 
NEPTUNO.—En sánscrito: Na-pata-na, que domina 
el furor de las olas. 
POSEÍDON.—Otro nombre griego de Neptuno. En 
sánscrito: Pasa-iida, que calma las aguas. 
MARTE.—Dios de la guerra. En sánscrito: Mri, 
que da la muerte. 
PLUTON.—Dios de los infiernos. En sánscrito: 
Plushta, que hiere con el fuego. 
Daremos algunos ejemplos tomados de diversos 
países. De ninguna manera se prueban mejor las 
emigraciones que por medio de la etimología de los 
nombres. 
Los PELASGOS.—En sánscrito: Palaca-ga, que 
combate sin piedad. 
Los LELEGES —En sánscrito: Lala-ga, que camina 
esparciendo el temor. 
¡De qué modo la significación de estas palabras 
corresponde al gusto de los pueblos jóvenes y gue­rreros, 
que aman los calificativos en relación con sus 
costumbres! 
Los HELOS.—En sánscrito: Hela-na, guerreros ado­radores 
de Hela, o sea la Luna. Recuérdese que 
a Grecia también se la nombra Hélade. 
Los ESPARTANOS.—En sánscrito: Spardhta, los ri­vales. 
- 66 -
E L E S P I R I T  I S M O 
Y las siguientes palabras sánscritas que pasando a 
Grecia, constituyen nombres de célebres personas. 
PITÁGORAS.—En sánscrito: Pitha-guru, maestro de 
escuela. 
ANAXÁGORAS.—En sánscrito: Ananga-gurn, maes­tro 
del espíritu. 
PROTAGORAS.—En sánscrito: Prata-guru, el maes­tro 
distinguido en todas las ciencias. 
Si de la Grecia pasamos a Italia, Galia, Germania y 
Escandinávia, hallamos las mismas correlaciones, los 
mismos orígenes sánscritos. 
Los ITALIANOS.—Nombre que proviene de ítalo, 
hijo del héroe troyano. En sánscrito, ítala, hombre 
de las castas inferiores. 
Los BRETONES.—En sánscrito: Bharata, pueblo, de 
la casta de los artesanos. 
Los TIRRENOS.—En sánscrito: Tyrana; guerreros 
rápidos. 
Los SABINOS.—En sánscrito: Sabka-fta, casta de los 
guerreros. 
Los SAMNITAS.—En sánscrito: Samnata, los deste­rrados. 
Los CELTAS.—En sánscrito, Kalla-ta los jefes inva-: 
sores. 
Los GALOS.—En sánscrito: Ga-lata, pueblo que 
avanza conquistando. 
Los BELGAS.—En sánscrito Bala-ja, hijos de los 
fuertes. ' .' . * 
Los SECÜANOS.—En sánscrito: Saka-na, los guerre­ros 
por excelencia. 
Los SICAMBROS.—En sánscritos: Su-kam-bri, ;los 
buenos jefes de la tierra. 
— 67 —
P A B L O O I B I B P 
Los ESCANDINAVOS.—En sánscrito: Skanda-nava, 
adoradores de Skanda, dios de los combates. 
ODIN.—El jefe de las tribus emigrantes por las me­setas 
del Norte. En sánscrito Yodin, el jefe de los 
guerreros. 
Los SUECOS.—En sánscrito: Su-yodka, los bue­nos 
combatientes. 
LA NORUEGA.—En sánscrito: Nara-vaja, país de los 
hombres de mar. 
EL BÁLTICO.—En sánscrito: Bala-taka, el agua de 
los poderosos conquistadores. 
Los ALEMANES.—En sánscrito: Alamanú, los hom­bres 
libres. 
Los VALACOS.—En sánscrito: Va-la-ka, de la clase 
de los servidores. 
Los MOLDAVOS.—En sánscritos: Mal-dha-va, hom­bres 
de la última casta. 
LA IRLANDA.—Llamada por los poetas la verde Erin. 
En sánscrito: Erin, rocadas rodeadas de agua salada. 
ELTHANE.—Nombre de los antiguos jefes del clan 
escocés. En sánscrito: Tka-na, jefe de los guerreros. 
En Asía todas las dinastías de Jerjes y de Artajer-jes, 
son de origen indio. Todos los nombres de pla­zas 
fuertes, villas y localidades, resultan denominadas 
en sánscrito, casi puro. Véanse algunos ejemplos. 
MA.—Deidad lunar de las tribus de Asia y de todo 
el Extremo Oriente. En sánscrito: Ma, la luna. 
ARTAJERJES.—En sánscrito: Artha-Xatrías, el gran 
rey. Y así le calificaban los griegos. 
LA MESOPOTAMIA.—Región muy rica en ríos y 
corrientes de agua. En sánscrito: Madyapotama, tie­rra 
en medio de ríos. 
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CASTABALA.—Plaza fuerte. En sánscrito: Kastha-ba-la, 
la fuerza impenetrable. 
ZOROASTRO.—Instauró en Asia el culto del sol. En 
sánscrito: Surya-stara, que difunde el culto del Sol. 
§ ni 
Añadiremos que los antiguos poemas sánscritos 
parecen ser los inspiradores del «divino Homero». 
Efectivamente se encuentran en ellos asuntos que re­cuerdan, 
en más de una ocasión, al de la Iliada. Pu­diera 
ocurrir que esto sólo fuese mera coincidencia; 
pero, de todas suertes, opinamos que estamos en vís­peras 
de ver deshecha otra ilusión más, dado que un 
sabio conferenciante francés, se ha consagrado a ha­cer 
ver cómo el sitio de Troya es suceso acaecido en 
Inglaterra; y que Ulisis, rey de Itaca, «en Andalucía» 
fué a la Habana, mientras que Menelao, prototipo del 
infortunio conyugal, marchaba a París (Isla de los 
Pharos), para consultar al oráculo acerca de sus des­gracias, 
que no podían ser mayores. Y ciertamente 
habremos de decir que los argumentos aducidos por 
Teófilo Cailleux en apoyo de su tesis, dan que pen­sar; 
aunque no nos sintamos inclinados a suponer, 
como afirma, que los druidas fueron los anteceso­res 
de los brahmas, (Theorie nouvelle sur les orígenes 
humaines, por Theophile Cailleux) (i). 
(i) Lo anteriormente copiado por Gibier, es una de 
tantas originalidades de cierta especie de eruditos que ma­nejando 
hechos y nombres a su gusto, llegan a las más pere­grinas 
consecuencias. Hace tiempo que del modo más grave 
- 69 -
P A B L O O I B I C R 
§ IV 
. Una digresión más. 
Puesto que hablamos de ilusiones que se pierden 
y de historia que cambia, ocupémonos un instante 
del transformismo relacionado con las ideas espi­ritistas. 
En la presente ocasión, cuando se discute el valor 
de la teoría de Lamarck, recogida por Darwin y 
Russel Wallace, en lo concerniente al hombre, he 
aquí que se presenta un inesperado argumento, ar­gumento 
viviente bajo la forma de uua raza de hom­bres 
monos que acaba de descubrirse en las selvas 
pantanosas de Laos. Estos hombres ictiófagos y ve­getarianos, 
aparecen cubiertos completamente de 
pelo, tienen una cola rudimentaria, carecen de cartí­lago 
nasal y de músculos opuestos a los pulgares, 
o al menos no están más pronunciados que en el 
mono, y parecen estar provistos de bolsas bucales 
donde retienen los alimentos. Su inteligencia está 
y documentado se trata de negar la personalidad real y efec­tiva 
de Homero. Con independencia de ciertos trabajos 
dignos, de toda atención existen otros varios que llegan a 
tocar los límites de lo fantástico y lo ridículo. En la misma 
Francia un ingenioso escritor se ha burlado de estas manías 
interpretativas publicando un ingeniosísimo estudio en 
el que se demuestra, apoyándose en razones biográficas, 
filológicas y mitológicas, que Napoleón I no existió nunca y 
que es, sencillamente, una leyenda basada en el mito solar. 
No será necesario advertir que el doctor Gibier está muy 
lejos de conceder ninguna importancia a los descubrimientos 
de su compatriota Cailleux.—(N. DEL T.) 
— 70 —
Paul Gibier   El espiritismo - faquirismo occidental
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Paul Gibier El espiritismo - faquirismo occidental

  • 1.
  • 2.
  • 3.
  • 4.
  • 6.
  • 7. DR. PAUL GIBIER _ ESPIRITISMO (FAQUIRISMO OCCIDENTAL) HISTORIA, DOCTRINA Y HECHOS TRADUCCIÓN Y NOTAS DE E N E D I E L S H A Í A H B I B L I O T E C A D E L MÁS A L L Í . L I S T A 66. MADRID I922
  • 8. Es propiedad. Derechos reservados. Imprento de «El Adelantado de Segovla»
  • 9. PAUL GIBIER El doctor Pablo Gibier, personalidad de la ciencia médica muy conocida, y una verdadera autoridad en cuestiones de bacteriología, fué, en tiempos, alumno interno de los hospitales de París, teniendo a su cargo el Laboratorio de Patología experimental. En su larga vida científica, ha realizado labores de gran importancia. Se le deben varios descubri­mientos, y la Facultad de Medicina, premió con la más alta recompensa destinada a las memorias, la presentada por el doctor Gibier, acerca de la rabia y su tratamiento. También ha desempeñado diversas comisiones científico-profesionales, por mandato del gobierno francés, demostrando en todas sus excepcionales condiciones de observador y de hombre de ciencia. Se le deben interesantísimos trabajos, entre los cuales mencionaremos los siguientes: Note sur un cas de persistance du trou de Botal. Note sur un cas de tuberculose testiculaire. Note sur un cas de kyste ovarique. Du siège insolite des ulceres syphilitiques primitifs. Des accidents secondaires tar­difs de la syphilis. Des blessures du poumon par frac­ture de la clavicule. Des causes et du traitement de la — 5 —
  • 10. P A B L O G I B I E R fièvre typhoïde. Mémoire sur les accidents nerveux produits par la foudre. La bactérie du pemphigus. De l'enteroclysme. De la possibilité de faire contracter le charbon aux animaux a sang froid en élevant leur température. Recherches sur la rage et sur son traite­ment. Recherches sur la rage nés oiseaux. Etude sur le choléra. Atténuation du virus rabique. Rapport sur une mission scientifique en Allemagne. Rapport sur •une mission scientifique en Espagne. Nouveau traite­ment de la phtisie. Y últimamente Analyse des choses. Tal es el hombre que, co'mo declara en la obra que hoy presentamos, consagra su ilustrada atención a los fenómenos del espiritismo, en tiempos en que esto equivalía a comprometer seriamente la reputa­ción mejor adquirida, y con una franqueza que le honra, exhibe, desnudo de atenuaciones, un criterio fundado en la más severa experimentación, mante­niendo, desde el primer día, todas las prudentes re­servas que ha de establecer el sabio cuando se trata de estos tenebrosos misterios que parecen surgir de las regiones del más allá. En su otro libro, Análisis de las cosas, que próxi­mamente traduciremos, generaliza el concepto ad­quirido a la luz de los estudios psiquistas, y valiente­mente penetra en los dominios que constituirán el campo de la psicología del mañana. Sus coinciden­cias, en más de un punto, con las doctrinas esoteri-cistas, es uno de los aspectos más interesantes de este ilustre autor, cuyo nombre ya es una indiscuti­ble gloria del movimiento psiquista en Francia. — 6 —
  • 11. PREFACIO No hay labor tan ingrata como la de presentar a los contemporáneos un. conjunto de hechos que ignoran, o sobre los cuales oyeron hablar de modo que había de prevenirles contra los mismos. Y sin embargo, ésta es la misión que nos hemos impuesto. Haremos constar con relación a nuestros lectores que no lo sepan,~que el tema de que vamos a ocuparnos, casi desconocido entre nosotros, está puesto a la orden del día desde hace tiempo entre nuestros vecinos, parti­cularmente en Inglaterra, donde no transcurre. el mes sin que las revistas y los diarios filosóficos más serios dejen de tratarlo con idéntica atención que la acorda­da a los problemas oficialmente científicos. En vista del silencio por regla general observado en­tre nosotros los franceses, creemos realizar una obra útil al hacer que sea conocido el estado presente actual de lo que se denomina el ESPIRITISMO, asunto que no sólo hemos estudiado en los 'libros, sino que además hemos investigado en multiplicadas experiencias y ob­servaciones. Rogamos al lector que al hojear esta obra, le conce­da la atención y paciencia necesaria para formular respecto de ella un juicio definitivo cuando haya llega- — 7 —
  • 12. P R E F A C I O do a la tercera parte, consagrada a nuestros experi­mentos personales. Este linaje de experimentaciones que pocos sabios han querido acometer, nos autorizan para decir, desde ahora, que el asunto merece sobradamente la atención que se le conceda, y que de él hablamos con perfecta seriedad. No desconocemos que semejante actitud está rodeada de peligros. Sin duda nos fuera más fácil, sin descu­brirnos, llamar la atención del público y de los sabios, acerca de determinados hechos—hechos naturales según opinamos, pero que resultan gobernados por leyes que aún desconoce la ciencia moderna—describiéndolos en tono agridulce y chancero; mas ni un solo instante he­mos acariciado la idea de seguir tal_proceder. Eso hu­biera sido indigno del verdadero filósofo, y, además, creemos que es una cobardía. He aquí por qué preje-rimos ir, franca y noblemente, a nuestro fin (i). París-Octubre, 1886. (1) Desde que Gibier escribió lo que antecede hasta ta fecha actual, han cambiado mucho las circunstancias en todo el mun­do. Hoy es Francia una de las naciones donde más se ha escrito y experimentado acerca de los fenómenos espiritistas, y en Fran­cia y en todas partes se puede ya hablar en serio de tales cosas.—(N. DEL T). ~8 —
  • 13. «...Debemos declarar que somos enemigos de lo místico y de lo ma­ravilloso, y que no aceptamos que nada pueda producirse fuera del dominio de las leyes naturales».— Paul Gibier. («Introducción» a la 1.a Edición).
  • 14.
  • 15. PRIMERA PARTE CAPÍTULO PRIMERO R E S U M E N D E LA F I S I O L O G Í A D E L ESPIRITISMO Un día, en las primeras épocas de nuestros estu­dios de medicina, vimos entrar en la tienda de un modesto librero de la margen derecha del Sena, donde por casualidad nos hallábamos, un hombre de gesto original, de cara pálida y huesosa, en la que lucían unos ojos de mirar febril. Llevaba en la mano un manuscrito que ofreció al editor, diciendo con tono misterioso: —Aquí hay cosas de la más alta importancia; pero debo adver­tir a usted que no soy su verdadero autor, porque me han sido dictadas por los espíritus. Como es natural, nuestro autor fué despedido con todos los honores correspondientes a su categoría de colaborador de las entidades invisibles. Pero la expresión de aquella rara fisonomía no se ha borra­do aún de nuestra memoria, y en estos últimos tiem­pos, cuando obligados por el estudio o por el hecho de seguir ciertas observaciones en el seno de las so­ciedades espiritistas, acudimos a ellas, pudimos no­tar nuevamente la expresión de aquel individuo en- — 11 —
  • 16. P A B L O O I B I B R tre los fanáticos adeptos. En los primeros cristianos debióse encontrar el propio aspecto entre los que iban a ofrecerse espontáneamente para ser pasto de las fieras del circo. Por lo demás, creemos que si fuera preciso en testimonio de su fe, muchos espiri­tistas afrontarían igualmente la persecución, cosa que, por otra parte, nada prueba. Sin embargo, si un cierto número de espíri­tus— terrestres, bien entendido—se dejan entusias­mar por las prácticas espiritualistas, hasta el punto de permitir que su razón desvaríe^ es justo declarar que constituyen escasa minoría; en París, por lo menos. En cambio, conocemos muchas personas sin­ceras e ilustradas, que estudian fríamente esta cues­tión, con esperanza de sorprender en ella el mis­terio, el por qué de la vida. Es cosa que generalmente se ignora en el mundo científico y entre el público, que los adeptos del es­piritismo están diseminados en gran número por todos los pueblos del globo, y en todas las clases so­ciales. Poseen sus asociaciones de estudio, de soco­rros mutuos, y sin llegar a constituir una confabula­ción secreta, cuyas vastas ramificaciones socaven el mundo—como los topos socavan la tierra, según dice un periódico clerical—, es necesario reconocer que el espiritismo conquista, de día en día, tal impor­tancia por el número creciente de sus neófitos, que pronto habrá imperiosa necesidad de ocuparse de él en las esferas oficiales, así en las de la ciencia como en las de la política. El espiritismo se ha organizado en forma de creencia y constituye una verdadera re­ligión. i_ ; i — 12 —
  • 17. E L E S P I R I T I S M O En Francia, el número de los espiritistas es menor que en Inglaterra y América; pero de todas suertes no es exagerado afirmar que en París llegan a cerca de cien mil. En todos los países se publican diarios espirititás, revistas y hojas periódicas, y se tendrá una idea más exacta de la importancia adquirida por la nueva doc­trina, considerando la cantidad a que ascienden las principales publicaciones que son órgano de la mis­ma, y cuyo número aumenta incesantemente. Trece revistas y diarios se publican en francés (La Revue spirite, la Pensee, el Spiritisme, y la Lumiere, en París, la Religión laique, en Nantes, etc.), veinti­siete en inglés, treinta y seis en español, qinco en alemán, tres en portugués, una en ruso, dos en ita­liano. Un diario espiritista franco-español, aparece en Buenos Aires y otro franco-flamenco, en Os-tehde. En el número de estas publicaciones, se destacan dos redactadas por personas a. quienes distingue su científico carácter: tal sucede con los Proceedings de la Sociedad de investigaciones psíquicas de Londres, en tre cuyos miembros hallamos los nombres de Glads­tone, primer ministro, que fué, en Inglaterra, W. Crookes y Alf. Russel Wallace. Los dos últimos, pertenecen también a la Sociedad Real de Londres, corporación similar al Instituto de Francia. El pre­sidente, profesor Ballfour-Stevart, es también miem­bro de la Sociedad Real. Actualmente la Sociedad de investigaciones, psíquicas, cuenta con doscientos treinta y cuatro miembros efectivos, vientiún hono­rarios y doscientos cincuenta y cinco asociados. Al- — 15 —
  • 18. P A B L O O I B I ñ R gunos sabios franceses, forman parte de dicha socie­dad, a título de miembros correspondientes de ella. Recordemos a los doctores Bernheim y Liébeault de Nancy y Carlos Richet, profesor agregado a la Facultad de Medicina de París, y director de la Re-vue scientífique La Sphynx, periódico espiritista alemán, está tam­bién redactado por hombres de ciencia. Uao de los más ardientes propagandistas del es­piritismo en Petrogrado es M. Alejandro Aksakoff, consejero secreto del Czar Alejandro III (i). (i) Los datos recogidos por Gibier respecto de la difu­sión y desarrollo del espiritismo en todos los países, no pue­den servir hoy para dar idea cabal de su estado, a causa de las notables variaciones que, en todas partes, experimentó desde la fecha en que fué escrita la obra que hoy traducimos. Comenzando por España, hay que advertir que si hubo época en que el movimiento espiritista, desde Barcelona y Madrid, principalmente se extendió a casi todas las provin­cias españolas, creándose, en muchas de ellas, importantes centros de experimentación y fundándose en varias, revis­tas y periódicos de mayor o menor importancia, llegó el momento de la desunión y los centros comenzaron a verse abandonados por muchos investigadores. Quedaron, no obstante, en ellos, eminentes excepciones, hombres de ciencia que como a Paul Gibier, tampoco les asustaba la burla de las gentes. En este grupo de notables investigadores sobresalen figu­ras como las del doctor Manuel Otero Acevedo, médico de vastíma cultura, de conocimientos profundos en todo lo re­ferente a las ciencias biológicas y psicológicas: arrostando mil dificultades, marchó a Italia, reunióse allí con los más eminentes observadores del psiquismo italiano, experi­mentó repetidas veces, sirviéndole de médium la célebre Eusapia Palladino, estableció relaciones y cambio de ideas - 14 -
  • 19. CAPITULO II LA D O C T R I N A E S P I R I T I S T A . LOS MÉDIUMS El fundamento de la doctrina profesada por los espiritistas, radica en un axioma que constituye el apoyo de su fe, y respecto del cual todos se mues-y hechos con hombres de tan reconocida importancia en es­tos estudios como Richet, Ochorowicz, Ghaia, Lombroso, Zoelnér de Rochas, Encausse, etc., y producto, tanto d'e sus lecturas e investigaciones, cuanto de esta luminosa correla­ción con los psiquistas de otros países, fueron sus obras Lo?nbroso y el Espiritismo y Los Espíritus. Quintín López, el director de la revista Lumen, que continúa publicándose, es otra de las figuras que han conseguido la más merecida fama como hombre de vasto saber y de sana opinión dentro de las ideas espiritistas. En Barcelona reside un hombre de ciencia, el ilustre astrónomo señor Comas y Sola, que ha realizado importantísimas investigaciones y la poco grata, y muy necesaria labor, de desenmascarar los fraudes de los médiums. Merece también ser citado el doctor Melcior y Fa­rro, por sus investigaciones y por sus escritos. Es el tra­ductor de la notable obra de Rochas titulada La Exterio-rización de la Motilidad. En Francia, el espiritismo, después de conseguir una enor­me difusión, empezó a decaer. En Inglaterra, Italia y Alemania, permanece estacionario. En la América del Norte y en la del Sur, es donde existe mayor námero de sociedades espiritistas, y donde gozan de una vida más floreciente. - 15 -
  • 20. P A B L O O I B I E R tran conformes: Poaemos —según dicen— comunicar con los espíritus, o sea con las almas de las per­sonas fallecidas. Más adelante, se evidenciará que las opiniones se muestran separadas acerca de otros muchos puntos de vista, y que el espiritismo, aun­que protesta de que se le: considere como idea re­ligiosa, no por eso ha dejado de sufrir idéntica suer­te que la de todas las religiones: los creyentes se di­vidieron en varias sectas. Pero ¿en qué forma los espíritus admiten la posi­bilidad de relaciones entre muertos y vivos? Según ellos, estas relaciones, o comunicación, se establecen con el auxilio de personas dotadas de un poder es­pecial, no definido todavía, y por tal medio, los es­píritus llegan a adquirir la fuerza necesaria para po­der actuar sobre la materia que cae bajo el dominio de nuestros sentidos corporales. Los sujetos posee­dores de esta cualidad particular, que sirven de en­lace, de medio de comunicación, de intermediarios entre los dos mundos, son los llamados médiums. Todos lo somos —en este instante hablamos se­gún enseña la teoría espiritista— en mayor o menor medida; pero sólo un reducido número de personas disponen del poder mediumnímico (otro neologismo más) o medianímico, en grado suficiente para produ­cir fenómenos de carácter indudable. Sin pretender dar aquí un vocabulario completo Sin embargo, el movimiento de expansión hace tiempo está detenido y parece que hoy deja franco el paso a otras manifestaciones del pensamiento esotérico, a las que acude la gente, quizá por razón de novedad antes que por otros más serios motivos de preferencia.—(N.DELT), - 16 -
  • 21. b L E S P I R I T I S M O del lenguaje espiritista, nos vemos obligados si que­remos ser bien comprendidos por los que totalmen­te ignoran esta cuestión, a dar algunas explicaciones respecto de los términos que forzasamente habremos de usar. Por lo demás, la mayoría de dichos térmi­nos se comprenden sin tener que interpretarlos, y es justo advertir que si generalmente resultan adecua­dos, cierto número no constituye una feliz inven­ción. Con frecuencia tienen un carácter fúnebre, y el sello sepulcral que distingue á'algunos, no ha contri­buido poco a rodear con cierto velo de vaga tristeza los misterios del credo espiritista: determinados pro­fanos podrían inclinarse a considerarle como una especie de vampirismo. En los escritos doctrinales se menciona con frecuencia la vida de ultratumba, las comunicaciones de ultratumba: nosotros somos espíritus encarnados: Si un hombre abandona la vida, es que ha desencarnado, y así sucesivamente. Si fuéramos espiritistas, nos preocuparíamos de hacer desaparecer todo lo que pueda llenar de som­bras la doctrina que tiene por una de sus principa­les aspiraciones la de poder consolar a los vivos de la pérdida de sus muertos, y la de hacerles concebir la muerte como la concebían nuestros padres, los galos; como un despertar lleno de delicias, y la vida futura como un ñn deseable. Después nos ocuparemos de las diferentes clases de médiums. ~~
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  • 23. CAPITULO III O R Í G E N E S D E L ESPIRITISMO Como pronto hemos de demostrar, si el término espiritismo es de fecha reciente, la doctrina que se le aplica y que quiere definir, en una palabra, es tan antigua como el mundo. De todas suertes, en nues­tra moderna civilización europeo-americana, la apa­rición de los fenómenos espiritistas, su clasificación, su determinación metódica, datan de ayer, por decir­lo así. La historia de estas manifestaciones extensa­mente referidas por los creyentes de los primeros momentos, tiene un sabor sui géneris, tan especial, que nos creemos en el deber de referirla siquiera sea brevemente. En Diciembre de 1847, según la autora americana Emma Hardinge (History of modern american spiri­tualism), una familia de origen alemán, los señores Fox—cuyo nombre primitivo (Voss) fué americani­zado— fué a establecerse en el lugar de Hydesville, pueblo perteneciente al condado de Wayne, circuns­cripción de Arcadia, en Norteamérica. La familia Fox se componía del padre, John Fox, su esposa y tres hijas. Si el espiritismo llega a ser (como lo pretende) la religión del porvenir, el nom­bre de las dos últimas hermanas Fox se hará célebre
  • 24. P A B L O , O I B I E R en la historia. La una, Margaret, contaba quince años de edad; la otra, Kate, no tenía más que doce. Todos los individuos de esta familia, pertenecían a la Iglesia episcopal metodista, en la cual alcanzaron fama, dice la escritora Hardinge, «de personas ejemplares e incapaces de ser objeto de ninguna sospecha de fraude o de duplicidad.» Algunos días después de su instalación en su nue­va morada de Hydesville, ciertos hechos extraños y cuya intensidad iba en aumento, se desarrollaron en la vivienda que ocupaban. Cuenta Emma Hardinge que se oyeron golpes re­petidos en las paredes, en el techo, en las habitacio­nes inmediatas, etc. Ocurría también que cuando los de la casa se reunían en el momento de la cena, pro­ducíase un gran estrépito en la alcoba de las mucha­chas. Levantábanse todos para correr al lugar de los ruidos y averiguar su origen; pero no obstante estar herméticamente cerradas ventanas y puertas, a na­die encontraban dentro, y los muebles aparecían desplazados y puestos patas arriba, o reunidos en confuso montón. Aun en presencia de la familia, se movían en cadencia oscilatoria como si sobrenada­sen en las olas del mar. Particularmente ocurría esto a la cama de lea jóvenes. La familia Fox contempla­ba atónita los movimientos de sus muebles, que pa­recían dotados de una vitalidad extraña. También oían pasos y las muchachas notaban el contacto de tinas manos invisibles. 1 ' Les sucedió igualmente experimentar la sensación "de urí perro que sé restregase contra el lecho; Frecuentemente, por las noches, seguidos de las — 20 —
  • 25. E L E S P I R I T I S M O jóvenes, el padre y la madre, vigilaban alrededor de su vivienda, para sorprender en acción a los bro-mistas vecinos, a quienes suponían autores de todo aquel ruidoso y desagradable desconcierto que no les daba punto de reposo. Pero ni el menor indicio halla­ron que revelase la intervención de persona viviente. En fin, en Febrero de 1848, la existencia llegó a ser un insoportable tormento en la morada de la fa­milia Fox: las noches pasaban sin que nadie pudiese dormir y aun durante el día.tampoco se gozaba de tranquilidad. En el transcurso de Marzo, los ruidos si­guieron oyéndose con varia energía, y el 31 del mes, resultaron más fuertes que de costumbre. Por centé­sima vez el señor Fox y su esposa inspeccionaron el cierre y movimientos de puertas y ventanas, inqui­riendo dónde podría esconderse la causa de los rui­dos, y notaron un nuevo fenómeno que inesperada­mente, entonces, se dio a conocer: escucharon una serie de sonidos especiales que, como por burla, imi­taban los chirridos de puertas y ventanas al abrirse y cerrarse. Con tales cosas sobraban motivos para que los Fox perdiesen la cabeza; La más joven de las muchachas, la pequeña Kate, notando que los ruidos no le causaban ningún mal, • había acabado por familiarizarse con ellos, y como quiera que lógicamente se atribuían al diablo* la chiquilla, no teniendo nada que tetaer,.se había acos­tumbrado a bromear con el invisible autor, a quien denominaba señor Pata-Ganchuda. r ! i Cierta noche haciendo sonar sus dedos cierto nú­mero de veces, dijo al. misterioso escandalizador—. Señor Pata-Ganchuda, haz cOmo.yo— ..En e} acto fué 21 -
  • 26. P A B L O O I B I E R obedecida, repitiéndose el ruido idénticamente y el mismo número de veces. La niña después hizo sólo el ademán con sus dedos; mas con no poco asombro, vio que su leve indicación tuvo por respuesta un número igual de golpes al de movimientos señalados silenciosamente: —¡Mamál^-exclamó la niña—|Lo mismo oye que vé! La señora Fox, tan maravillada como su hija, dijo al misterioso visitante: —Cuenta hasta diez—y diez golpes repercutieron. A varias cuestiones formula­das, respondió con notable exactitud y sí a la pre­gunta: —¿Eres un hombre?— nada contestó, en cam­bio, daba señales de asentimiento con sus rápidos y destacados golpes, cuando se le dijo: —¿Eres un es­píritu? Previo el consentimiento del invisible interlocutor, varios vecinos fueron llamados y una gran parte de lcj noche se pasó haciendo estos experimentos, siem­pre con el propio resultado. Tal es el origen, el punto de partida del modern spiritualism; «la primera comunicación—dice M. Eu­genio Ñus, en una obra a la que tendremos ocasión de referirnos repetidas veces—establecida por una criatura de doce años con el prodigio que en breve había de conquistar la América y la Europa, negado por la ciencia, ridiculizado por los periódicos, anate­matizado por las religiones, condenado por la justi­cia, teniendo en contra suya a todo el mundo oficial, pero a su favor esa fuerza que todo lo puede: la atracción de lo maravilloso. (Eugenio Ñus.— Ckoses de l'autre monde, 3.a ed. París). - 22 -
  • 27. E L E S P I R I T I S M O De esta suerte llegóse a comprobar que los rui­dos eran obra de un agente invisible, y que este in­visible agente se hacía pasar por un espíritu. Queda­ba por hallar la manera de comunicarse con él, y no se tardó mucho en conseguirlo. Como si los funda­mentos del espiritismo hubieran de establecerse al propio tiempo, en pocos días se descubrió la me-diumnidad y la forma de establecer la comunicación entre el mundo de la materia y el invisible, median­te el concurso del spiritual télegraph, o sea por los rappings o golpes dados, que corresponden a las le­tras del alfabeto. El descubrimiento de la me diumnidad resultó de haber observado que las manifestaciones de los es­píritus se efectuaban más frecuentemente a presen­cia de las señoritas Fox, y, sobre todo, por medio de Kate, la más joven. Los modern spiritualist opinarán, sin duda, que referimos el caso con un acento menos respetuoso del que ellos pedirían para hablar de los comienzos de su fe; pero advirtámosles que nosotros todavía no compartimos las creencias que tanto adoran. Nos limitamos a relatar, imparcialmente, los hechos se­gún están descritos, sin comentarios, lo propio que sin discusión expondremos los que hemos llegado a ver, teniendo, sí, el cuidado de indicar minuciosa­mente todas las precauciones, también-poco respe­tuosas, de que nos hemos rodeado en cada uno de nuestros experimentos. Pero volvamos a la historia de la familia Fox. Se­gún la escritora Hardinge, resultó comprobado que, gracias a ciertas fuerzas magnéticas, algunos indivi- — 25 —
  • 28. P A B L O O I B 1 B R dúos poseen aptitudes de médiums de las que ca­recen la generalidad de los mortales, y que este po­der, o mejor, esta fuerza especial, difiere extrema­damente según la clase de individuos que la demues­tran, y que es muy sensible a las diversas emociones morales, de forma que éstas la hacen variar de ener­gía en el propio individuo, según el momento dado. Resulta también de las observaciones recogidas en las primeras épocas, por medio de las comunica­ciones o mensajes, que el movimiento espiritista, es decir, la inauguración de estas comunicaciones entre los habitantes del mundo visible y. del invisible, ha sido dispuesto por los espíritus científicos y filosó­ficos que, durante su permanencia en la vida terres­tre, se consagraron con especialidad a trabajos de investigación respecto de la electricidad y otros di­versos fluidos imponderables. Al frente de estos es­píritus hallábase Benjamín Franklin, quien, según se dice, daba instrucciones para explicar el fenómeno, e indicó la manera de favorecer y perfeccionar los modos de comunicación entre vivos y muertos. Igualmente, numerosos espíritus, tanto para dar una nueva manifestación del fenómeno, cuanto por ceder a la atracción de los afectos familiares, acudieron a traer irrefutables pruebas de su identidad, y a anun­ciar que continuaban viviendo, pero bajo otra forma de vivir: que continuaban queriendo a sus amigos terrestres, y que desde la esfera, más dichosa, donde moraban, seguían velando por los que aquí llora­ron su fallecimiento, de forma que suplían,.en cierto modo, las veces de los ángeles guardianes. Los círculos, los armoniosos meetings recoxnenda- — 24 —
  • 29. E L E S P I R I T I S M O dos por espíritus, se constituyeron pronto, y nume­rosos médiums se revelaron. Las prácticas espiritis­tas se difundieron como un reguero de pólvora; mas no dejaron de ocurrir algunos incidentes desagrada­bles, y no todo fueron dichas para los médiums y sus gentes. Con frecuencia los spiritual circles eran invadidos por los fanáticos de diferentes sectas, des­arrollándose brutales episodios en estas irrupciones, en los que hubo que deplorar videncias y desmanes de toda especie (i). Reinó entonces una confusión indescriptible. Unos decían que este movimiento anunciaba la próxima vuelta del Mesías, que el millenium había llegado, y que el fin de este mundo de perversiones estaba pró­ximo, etc.. Naturalmente, muchos clérigos de las numerosísi­mas sectas existentes, trataron del asunto. Los curas católicos, creyéndose en la situación más ventajosa, (i) El espíritu de intransigencia de los protestantes que miraban con horror las manifestaciones del espiritismo, atribuyéndolas unas veces a pura farsa de los mediumi y sus secuaces, y otras a peligrosas argucias del diablo y de los poderes infernales, engendró un deseo tal de cohibir el cre­ciente aumento de los partidarios del espiritismo, que to­das las formas de salirle al paso, les parecían buenas. En re­petidas ocasiones se asaltaron los centros de propaganda, pistola en mano; se cometían toda suerte de violencias con las mujeres, se amenazaba de muerte a los hombres, se dis­paraban tiros dentro del local, se perseguía a los espiritistas en la calle, y, ciertamente, fué necesario todo el valor y entu­siasmo que animaba a los propagadores de la nueva doctri­na, para llegar a sobreponerse a la bestial repulsión que en todas partes se les demostraba.—(N. DEL T.) • - 25 -
  • 30. P A B L O O I B I E R acudieron llenos de confianza, con gran lujo de hiso-pazos, a exorcizar a los espíritus y a las diabólicas mesitas; pero los endemoniados veladores hacían coro a las palabras del ritual y contestaban con un «amén» a las oraciones de los exorcistas. El efecto, p ues,resultó fracasado: ¡El agua bendita de la Edad Media, había perdido su eficacia! La familia Fox, que no quiso someterse y que se consideró encargada de la misión de difundir el co­nocimiento de tales fenómenos, fué proscripta de la Iglesia episcopal metodista. Los Fox se refugiaron en Rochester, a consecuencia de las persecuciones del espíritu golpeador que continuó, con más desenvol­tura todavía, su cometido de no dejarles vivir en paz. Pero en Rochester, cuya población, de mojigata ín­dole, como todas las ciudades de América, está repartida en una multitud de sectas, las persecucio­nes adquirieron otro carácter, siendo entonces debi­das, no a los muertos, sino a la perversidad de los vi­vos. La multitud se amotinó contra los predicadores del espiritismo; los Fox ofrecieron dar pública prue­ba de los fenómenos, ante las gentes de Rochester congregadas en un amplio local, en Corynthian hall. La primera sesión fué coreada con gritos y silbidos. A pesar de todo, y después de soportar uno de esos magníficos escándalos que se supondrían» de la exclu­siva pertenencia de las reuniones anarquistas, se nombró una comisión, y después del examen más minucioso, contra lo que esperaban los espectado­res, contra lo que esperaba la propia comisión, ésta tuvo que declarar la certidumbre de los fenómenos enunciados. — 26 —
  • 31. E L E S P I R I T I S M O Poco satisfechos los vecinos de Rochester, eligie­ron otra que procedió más desconsideradamente (perdónesenos la frase) que la primera. Los mé­diums, es decir, las señoritas Fox, fueron registra­das y desnudadas por comisionados femeninos; la segunda comisión dio su informe, resultando todavía más favorable que el de la primera. La indignación de los habitantes de Rochester iba llegando al col­mo, y acto seguido, fué nombrada una tercera comi­sión para la que se escogieron los individuos más ca­racterizados por su incredulidad y espíritu de burla. El proceso de las investigaciones resultó esta ter­cera vez aún más ultrajante para las pobres mucha­chas, y sin embargo, al final la comisión se vio obli­gada a decir que en Rochester, la gente no estaba en lo cierto. La exasperación de la multitud fué enton­ces indescriptible; se hablaba nada menos que de linchar a las médiums y sus comisarios, y cuando fué dada lectura del informe en el estrado de Coryn-thian hall tanto la familia Fox, como sus amigos y los comisionados, salvaron la vida, según refiere Madame Hindarge, gracias a la intervención de un quákero llamado George Willets, que en virtud del carácter pacifista de la religión por él profesada, go­zaba en aquellos dramáticos momentos de un presti­gio especial. George Willets se puso valientemente en lo alto del estrado afrontando a la multitud que iba a invadirle y «declaró, que la tropa de rufianes que pretendía linchar a las jóvenes, no llegaría hasta ellas sino pasando sobre su cuerpo». Efectivamente, en poco estuvo el que el espiritismo en sus comien­zos tuviera por mártires a sus primeros apóstoles. — 27 -
  • 32. P A B L O O I B I B R • Es lógico presumir cómo la curiosidad ayudada por la atracción de lo maravilloso, despertó en la gente el deseo de ver. Todo el mundo en América se preocupó entonces de la nueva doctrina, los unos para impugnarla, los otros para defenderla, y en tan­to que los hombres serios, especialmente los sabios de todos los órdenes, no daban su parecer, muchas personas que ignoran el modo de constituir una opi­nión por sí mismas, se abstuvieron de opinar. Cuan­do llegó el día en que la discusión hubo de elevarse a las alturas de un debate científico, ya fué cosa dis­tinta, y puede decirse que en muy poco tiempo Norteamérica se vio completamente sumergida en las corrientes del espiritismo. Pronto el juez Edmonds, publicó una obra (The Amer spiritualism) a propósito de las investigacio­nes que había acometido con la intención de demos­trar la falsedad de los fenómenos espiritistas; pero las conclusiones finales fueron diametralmente lo contrario de lo que al principio se propuso el autor. Luego el sabio Mapes, profesor de Química de la Universidad, después «de haber desdeñosamente rechazado estas cosas», no tuvo más remedio que convenir en que «nada tenían de común con la ca­sualidad, con la superchería o con la ilusión». El doctor Roberto Haré, profesor de la Universi­dad de Pensilvania, publicó un libro que tuvo consi­derable repercusión (Experimental investigation of the spirit manifestations.—(Filadelfia, 1856). El doc­tor Haré, preparó una serie de experimentos muy ingeniosos para demostrar que, fuera de toda pre­sión efectiva, por el sólo contacto de los dedos del - 28 —
  • 33. E L E S P I R I T I S M O médium, el instrumento usado en.las experimenta­ciones acusaba un aumento de peso de varias libras. Como veremos más adelante, el profesor Crookes repitió esta observación, reconociendo su rigurosa exactitud. El sabio y original escritor, que lleva un nombre bien conocido entre cuantos se ocupan de cuestio­nes sociales, M. Roberto Dale Owen, hijo del famo­so Roberto Owen, de Inglaterra, ha publicado una obra respecto del propio asunto, donde el lector hallará una gran suma de hechos, positivamente so­brado curiosos para que no se pueda emplear el ca­lificativo de extraordinarios (Footfalls on the boun-dary of anpther World.—Filadelfia, 1877). Pero este estudio es de fecha casi reciente, y ha sido escrito en momentos en que una calma relativa se adueña­ba de las mentes. Es necesario, pues, volver un poco tiempo atrás para tener idea de las proporcio­nes adquiridas por la agitación provocada en los co­mienzos del asunto modern spiritualism en la libre América. De 1850 a 1860, no se hablaba de otra cosa en todas partes. Los centros sabios examinaban; el cle­ro discutía; los hombres cultos, los letrados, todo el mundo, por decirlo así, disputaba, se movía y... se injuriaba. A tal punto llegaron las cosas que el Con­sejo legislativo de Alabama, para echar un poco de agua fría en la epidémica efervescencia que se había apoderado de los cerebros1 americanos, dio un bilí, decretando que toda persona que fuese convicta de entregarse a las manifestaciones espiritualistas, sería •condenada a pagar una multa de quinientos dpllars, - 29 - '
  • 34. P A B L O O I B I E R ¿No recuerda esto la famosa inscripción De part le Roy déjense a Dieu De faire miracle en ce Ueul de los convulsionarios de San Medardo? (i). Es sensible que el gobernador se negara a sancio- (i) La inscripción, oportunamente rememorada por Gi-bier De orden del Rey, se prohibe a Dios Hacer milagro en este lugar. tiene un origen que merece consignarse. Muerto Franeisco de París en 1727 en la capital de Fran­cia y enterrado en el cementerio de San Medardo, al lugar de su sepultura comenzaron a acudir los muchos que le te­nían por frombre de santidad bien probada y que esperaban resultase, una vez muerto, de condición, milagrera. Efectiva­mente, a poco comenzó a extenderse la fama de las curacio­nes obtenidas al contacto de la losa sepulcral, y creciendo el fanatismo de las gentes, el cementerio se convirtió en el lugar donde se desarrollaban las escenas de exaltación ofre­cidas por los convulsionarios de San Medardo. Mientras vivió el Cardenal de Noailles que se mostraba favorable a la llamada causa de los apelantes, los prestigios del milagrero París iban de triunfo en triunfo, y tanto, que mientras esperaba la decisión eclesiástica acerca de las anormalidades ocurridas ante la tumba, se acordó, con ca­rácter provisional, la autorización para elevar una magnífica estatua en mármol que anticipara el testimonio de admira­ción de las gentes crédulas; pero ocurrió que al suceder al Cardenal de Noailles el Obispo Vintimille, quien por per­tenecer a los Jesuítas resultaba enemigo de las opiniones de su antecesor, este prelado sólo vio en los convulsionarios una taifa de impostores, y sin perder tiempo publicó una — 30 —
  • 35. E L E S P I R I T I S M O nar el bilí adoptado en Alabancia: así carecemos de este botón de muestra para señalar el magnífico en­loquecimiento que marcaría un punto de la historia del modern spiritualism. De todas maneras ya cons­tituye un detalle curioso que una Asamblea, com­puesta por personas respetables, dictara un acuerdo de un draconismo tan cómico (i). Si hubiésemos de seguir la marcha del espiritismo desde 1860 hasta el día de hoy, entraríamos segui­damente en la exposición de investigaciones llevadas a efecto por distintos hombres de ciencia; mas como quiera que hemos prometido demostrar que el espi-terminante condenación contra los milagros de la iglesia de San Medardo. Los veintidós curas de París que, por ser agradables al Cardenal, habían firmado la petición de que se hiciera informe respecto de las milagrerías de los con­vulsionarios, se guardaron muy bien de protestar. El cemen­terio fué cerrado para impedir la reproducción de los famo­sos hechos, y un bromista tuvo la ocurrencia de escribir en la pared, en grandes y negros caracteres, el letrero antes copiado. El cementerio ha desaparecido, como otros de su época, hace bastante tiempo; pero según Wilfrid de Fonvielle (Comment se font les miracles en dehor de l'église) la tumba de Francisco de París, se ha conservado; según parece, existe dentro del recinto de un pequeño jardín que pertenece al presbiterio del curato.—(N. DEL T.) (I) Como detalle complementario, merece recordarse que el movimiento espiritista ofreció tal intensificación en 1854, que hubo de redactarse una instancia dirigida al con­greso de Washington apoyada en-quince mil firmas, pidien­do que se nombrara una comisión encargada de estudiar los fenómenos y de descubrir sus leyes. El escrito no fué toma­do en consideración, pero no por eso lo espiritistas cejaron en sus propagandas.—(N. DEL T.) - 31 -
  • 36. P A B L O O 1 B 1 E R ritismó es tan viejo como el mundo, necesario es volver los ojos al pasado para hacer nuestra de­mostración, que quizás nos conduzca a probar de paso, qué el mundo es mucho más viejo de lo qué suele imaginarse.
  • 37. CAPITULO IV E L E S P I R I T I S M O ENTRE LOS INDIOS DE LA AMÉRICA DEL N O R T E . LA K.ÁFALA HEBRAICA La mayoría de los autores que han escrito en de­fensa del espiritismo prestan singular atención a an­tiguas leyendas de casas encantadas, a relatos de apariciones, de visiones, etc., todo ello con el pro­pósito de demostrar que las manifestaciones de los que denominan los espíritus, se han verificado en to­dos los lugares y en todos los tiempos: lo que pro­baría, según dichos escritores, que las relaciones existentes entre vivos y muertos, son perfectamente auténticas, dado que resultan evidenciadas y obser­vadas en épocas en que se desconocía hasta el nom­bre del espiritismo. Por nuestra parte, ignoramos si tal argumentación tiene valor ante determinadas personas: por lo que se refiere a nosotros, diremos que no podríamos acep­tar dichos relatos más que como documentos de pro­visional importancia, e, igualmente, creemos que, en su mayor parte, es imposible invocarlos a título de pruebas decisivas de la existencia del alma humana. Sea como fuere, y con el objeto de quitar a este volumen lo que pudiese tener en su lectura de exce­sivamente árido, si se limitase a presentar una serie — 35 - 8
  • 38. P A B L O O I B ,1 B R de hechos puramente experimentales, opinamos que es conveniente reproducir algunas de las aludidas narraciones, que damos pura y simplemente, como mera curiosidad. Puesto que ya hemos narrado el nacimiento del es­piritismo en Norteamérica no abandonaremos estos países sin haber hecho una corta excursión a los lu­gares que ocupan las razas autóctonas del Nuevo Mundo. Se verá que los médiums están notablemen­te dotados de especiales facultades entre los pieles rojas, quienes posiblemente, representan, según da­tos modernísimos de la historia del hombre, los res­tos de una raza muy antigua y que goza, hace mu­chísimo tiempo, de preponderancia en la tierra (i). (i) Efectivamente, los modernos estudios de Antropolo­gía, confirman que lo que hoy existe en las regiones de la América del Norte de la raza roj a, es degenerada porción de antiquísimos pobladores, pertenecientes a pueblos cuyo período de esplendor, ni siquiera es alcanzado por los más lejanos recuerdos de la Historia. Hoy es casi una verdad adquirida la existencia de la Atlántida a que alude Platón y que tan elocuentemente defendió el sabio Bailly. Dicho con­tinente sumergido bajo las aguas del Atlántico, del que quedan, como restos más próximos a nosotros, las islas Ca­narias y las Azores, hubo de ser asiento de una poderosísi­ma civilización alcanzada por los hombres de color rojo. Porciones de esta raza perduraron en la América del Norte y América Central, y los pieles rojas actuales] serían los de­generados descendientes de la raza Atlante, que aún conser­va vagas reminiscencias de un estado de cultura antiquísi­mo, que sólo de esta forma se pueden explicar. Es notable y muy significativo el hecho de que la expre­sada teoría constituya una de, las más terminantes afirma­ciones del ocultismo oriental, y es de justicia reconocer que - 54 —
  • 39. E L E S P I R I T I S M O ¿Será la proximidad de los pieles rojas la que haya determinado la aparición de los fenómenos an­tes descritos? Tal origen nos parece que sería ocioso averiguarlo. De una interesante obra de Eugenio Ñus recoge­mos los siguientes detalles (i): Veamos ante todo la narración escrita por un tal Alejandro Henri, a quien cogieron los indios en la guerra de 1759- Sir Willians Johnson dirigió un mensaje a los pieles rojas al efecto de invitar a sus jefes, instalados en Sant-Sainte Marie, a acudir para firmar la paz en el fuerte del Niágara. «Era cosa de demasiada transcendencia para so­meterla simplemente a la decisión de la sabiduría hu­mana. Se hicieron, pues, los preparativos necesarios con el objeto de evocar solemnemente y consultar a la gran tortuga. Se comenzó por construir una casa grande o wigwan, en cuyo interior fué puesta una especie de tienda de campaña para uso del sacerdo-la expresada afirmación esotérica, ni ha sido añadida, ni to­mada en tiempos modernos, sino que, por el contrario, re­sulta pertenecer a épocas en que la ciencia occidental ni siquiera existía.—(N. DELT.) (I) Recomendamos con especial interés la lectura Cho-ses de Pautre monde, a los que se dedican a los estudios psi­cológicos. Aunque el autor declara no aceptar íntegramente las teorías de los espiritistas, resulta ser, sin embargo, con­vencido defensor de la existencia del espíritu, y para pro­barlo ahí está todo su libro. Cuando más, podría reprochár­sele haber confundido a la totalidad de los sabios bajo idén­tica reprobación, y de censurarles demasiado acremente; pero es cierto que lo efectúa con tanto ingenio y gracia, que resulta imposible al hombre de ciencia más laureado que pueda guardarle rencor por mucho tiempo.—(N. DEL A.) — 35 —
  • 40. P A B L O O I B 1 E R te y recepción del espíritu. Esta tienda, próxima­mente de unos cuatro pies de diámetro, estaba cons­truida con pieles de alce, recubriendo un armazón, construida por puntales hundidos a dos pies de pro­fundidad en el suelo, de diez de altura, y ocho pul­gadas de grueso, fuertemente enlazados entre sí por medio de traviesas. Las pieles estaban sólidamente unidas al armazón con correas de cuero, todo alre­dedor de la tienda, excepto por el lado donde se dejó una pequeña abertura para que el sacerdote pudiese entrar. «Este llegó a poco tiempo, presentándose en un estado de completa desuudez. Se aproximó a la tien­da, en la que se introdujo arrastrándose a gatas so­bre manos y rodillas. Apenas había desaparecido su cabeza por la abertura, cuando la armazón sólida y firme de la tienda comenzó a oscilar, fuertemente sacudida; tan pronto como hubo caído el trozo de piel que cerraba la entrada, se escucharon dentro ruidos y voces distintas, todo un discordante con­junto de gritos salvajes, unas veces de ladridos y de aullidos, otras imitando al perro y al lobo. «Mezclábase a este horrible desconcierto, el de vo­ces, quejas y llantos de desesperación, de angustia y de dolor intenso. Oíanse también ruidos articulados como emitidos por bocas humanas, pero siempre en una lengua desconocida para todos los allí pre­sentes. «Al cabo de cierto tiempo, un silencio absoluto sucedió a la horrible algarabía de antes. Luego una voz, hasta entonces no oída, anunció el desarrollo de un nuevo prodigio dentro de la tienda. La voz resul- — 56 —
  • 41. E L E S P I R I T I S M O taba de entonación débil y queda, semejante al chi­llido de un perro de cría. «Tan pronto como fué oída por los indios, comen­zaron a palmotear llenos de júbilo, exclamando que ya había llegado el jefe de los espíritus, la Tortuga, el espíritu que no miente jamás. Precedentemente recibieron a silbidos las otras voces que se oían de vez en cuando, y que reconocían por ser la de ciertos espíritus malos y embusteros que engañan a los hom­bres. Nuevos sonidos se escucharon dentro de la tienda, y durante hora y media, no cesó de produ­cirse una sucesión de ruidos, en los que se destaca­ban a veces distintas voces. «Desde el momento en que el sacerdote penetró en la tienda hasta el de cesar todo este estrépito no se le oyó pronunciar palabra; pero cuando cesaron los ruidos, habló a la multitud anunciando la presencia de la Gran Tortuga y el consentimiento del espíritu a responder a las preguntas que se le dirigieran. Las preguntas fueron hechas por el jefe del poblado, quien preliminarmente metió por la abertura de la tienda una gran cantidad de tabaco. «Hacíale tal oferta al espíritu, porque los indios suponen que ama el tabaco tanto como ellos. Acep­tado que fué, pidió al sacerdote que preguntara si los ingleses irían a hacer la guerra a los indios, y sí en el fuerte del Niágara estaba concentrada mucha cantidad de «uniformes rojos». «Al punto que estas preguntas fueron hechas por el sacerdote, la tienda comenzó a estremecerse, y minutos después sus conmociones eran tales, que ya se creía verla derrumbada. — 37 —
  • 42. P A B L O O I B 1 B R «Supúsose que esto era el preludio de la contesta­ción; pero un grito espantoso anunció claramente que la Gran Tortuga acababa de partir. Un cuarto de hora transcurrió quedando todo en silencio. En tanto me consumía de impaciencia, pensando cuál sería el nuevo incidente de este episodio. Consistió en el regreso del espíritu, cuya voz fué oida en un largo discurso. El idioma de la Tortuga, resultaba ininteligible, como ya queda advertido, para todos los presentes, excepto el sacerdote. Hubimos de esperar a que el espíritu terminara, y a que el sacer­dote tradujese la respuesta, para enterarnos del con­tenido de esta extraordinaria comunicación. El espí­ritu, según la frase de su traductor, durante la ausen­cia, había atravesado el lago Husón, había ido al fuerte del Niágara, y desde allí a Montreal. En el fuerte del Niágara observó que había pocos solda­dos; pero descendiendo desde Saint-Laurent hasta Montreal, había visto cubiertas las aguas del río de barcos llenos de tropa tan numerosa como las hojas de los árboles. Cuando llegó hasta ellos, navegaban para venir a combatir a los indios. El jefe preguntó entonces, si en el caso de que los indios fueran a visitar a sir Willeams Johnson, les recibiría como amigos. El espíritu respondió, siempre traducien­do el sacerdote, que sir Willeams Johnson llenaría sus canoas de presentes; que tanto como pudieran contener, las traerían llenas de mantas, calderos, fusiles, pólvora, balas y amplios toneles de ron, y que todos volverían sanos, y salvos, a sus mo­radas. «Entonces el desbordamiento de la alegría fué ge- — 38 — v
  • 43. E L E S P I R I T I S M O neral y entre aplausos cada uno exclamaba: —Yo también iré. «En el transcurso de los hechos, me mantuve alerta desconfiando tenazmente de los compadrajes que hubieran podido existir, pero es positivo que no pu­de descubrir indicio alguno de superchería. tEl resultado de la expedición que está relatado en la historia de Drake, confirma por completo las pro­mesas del espíritu que jamás mintió-». En la historia de la Nueva Francia, de Charles Boix, está escrita por M. de Champlin la descrip­ción de una escena semejante, realizada entre los al-godonquinos y los hurones. He aquí otro relato más moderno que tomamos del propio libro y que está sacado de una carta es­crita por M. Larrabíe, juez de Wisconsin, al gober­nador Taillmage: «He conversado la semana pasada, con L. John du Bay, a quien trato algo. Ha pasado toda su vida entre los indios y fué, durante varios años, agente de la Compañía Americana de pieles. Me ha contado varios hechos que prueban que la comu­nicación con los habitantes del otro mundo, es cosa corriente para los indios. Dijo que, en diferentes oca­siones, vio construir a uno de sus médicos tres cho­zas cuyos puntales clavaba en la tierra y los recubría con pieles de gamo, formando pequeñas tiendas de campaña, cuya capacidad sólo permitía estar dentro a una persona sentada. Estas tiendas estaban separa­das entre sí por una distancia de dos pies próxima­mente. En una el evocador colocaba sus mocasines, en la otra sus polainas, y él se metía en la de enme-dio. Entonces, cualquier indio que quisiera conversar — 59 —
  • 44. P A B L O O I B I E R con un bravo difunto, formulaba sus preguntas. Inme­diatamente las chocitas comenzaban a balancearse de uno a otro lado, como si fuesen sacudidas por alguien que estuviese en su interior, y se oían voces que salían de una o de otra y a veces de las tres al propio tiempo. «Estas voces sólo eran inteligibles para el médico indio que se encargaba de traducirlas. Du Bay, aña­de que, frecuentemente, cogió la cubierta de estas tiendecitas empleando toda su fuerza para detener el balanceo sin conseguirlo, y que entonces, levantan­do las pieles, se cercioraba de que, dentro no había nadie que pudiera causar los movimientos. «También me ha referido algunos casos del clarivi­dente poder de estos médicos. Hace años fué a parar a un puesto comercial situado en las vertientes del Wisconsin. Allí esperaba a otro comerciante que ve­nía de otro puerto situado más al Norte, sobre el Lago Superior. Ya habían transcurrido varios días en vano, cuando el indio propuso revelarle el mo­mento en que su amigo llegaría. La proposición fué admitida, aunque no con mucha confianza. El médi­co se sentó sobre el césped, y cubriéndose la cabeza con sus ropas, al cabo de pocos minutos se levantó y dijo: —Mañana las nubes cubrirán el cielo; pero cuando el sol se ponga, habrá un trozo de cielo des­pejado y en ese trozo, el sol. Entonces, si miras hacia allá abajo, a la punta de tierra que avanza sobre el lado opuesto de los lagos, verás llegar a tu amigo. Al día siguiente, como se había predicho, el cielo estuvo cubierto de nubes hasta la caída de la tarde; entonces las nubes se abrieron y el sol apareció. Du - 40 -
  • 45. E L E S P I R I T I S M O Bay dirigió la vista al punto señalado; mas no vio llegar a la persona esperada, y volviéndose hacia el indio comenzó a gastarle bromas referentes a su pro­fecía. El piel roja, respondió sobriamente: —Voy a ver—. Se sentó en la forma antes descrita: levantóse al cabo de un instante y dijo: —Dentro de cinco mi­nutos le verás. Al cabo de este tiempo, añade Du < Bay, mi hombre apareció llegando enseguida donde estábamos...» Según el doctor Fizgibbon, último gobernador de Bay Island, un gran número de pieles rojas resultan ser médiums espontáneamente, y por tal motivo, obtienen efectos más poderosos y más ex­traños que los conseguidos por cualquier médium de raza blanca. Los espíritus que se manifiestan me­diante la intervención de aquellos, se distinguen, los unos por el nombre de Españoles Americanos; otros, pretenden pertenecer a razas más antiguas que cons­truyeron las ciudades cuyos restos maravillosos se encuentran bajo el suelo de los bosques «supuesta­mente vírgenes» de América; otros, según los mé­diums rojos, que traducen su descorocido lenguaje, se tienen por más remotos todavía y se hacen pasar por antiguos fenicios, japoneses, tártaros y árabes, llegados hasta aquí en distintas ocasiones en tribus y en tiempos en que, no existiendo aún el estrecho de Bering, Asia y América, constituían un sólo con­tinente. Pero dejemos ya la América para trasladarnos a otros países. - 41 -
  • 46. P A B L O O I B I E R § II En la actualidad tenemos pruebas de que entre los antiguos hebreos, ni el texto vulgar de los Libros de Ley (cuya lectura Moisés recomienda a todos), ni el Génesis, lo propio xme las otras partes del Pentaténco, estaban consideradas por los iniciados del Templo y de las Sinagogas, como la manifestación completa de la verdad. Un reducido número de per­sonas, formando parte de lo que se llamaba la fiá­bala, tenían su Génisis particular y también su Teo­logía y su Filosofía, que el vulgo no llegaba a co­nocer. Si los documentos que poseemos acerca de la fiá­bala resultan muy deficientes, - consiste en la forma de la iniciación hecha a la sombra de los taber­náculos y constituida, casi exclusivamente, por la enseñanza oral. Es posible que ocurriese otro tanto en la mayoría de las iniciaciones. Cada religión tie­ne su esoterismo simbólico, más o menos grosero, destinado a la multitud, y su esoterismo en el cual solamente los sacerdotes estaban iniciados bajo la salvaguardia del más temible juramento. «No olvi­des hijo mío, —decían los brahamas hindos al neó­fito— que no hay más que un solo Dios, dueño so­berano y principio de todas las cosas, a quien todo brahma ha de adorar en secreto. Pero sabe también que esto es un arcano que jamás ha de revelarse a la estupidez del vulgo. Si tu quebrantases el secreto, te sobrevendrían grandes desgracias» [La Bible daus linde.—L. Jacolliot). — 42 -
  • 47. t L E S P I R I T I S M O La quinta esencia de la doctrina o hermetismo, estaba reservada para un número muy corto de ini­ciados. § III Los que consideran la Biblia como la palabra de Dios, no pueden oponer ninguna dificultad para ad­mitir las apariciones de los muertos: el relato de la evocación de la sombra de Samuel, a presencia de Saúl, realizada por la pitonisa de Endor, les obliga a creer en ellas. Por lo que se refiere a nosotros, que exclusivamente nos atenemos a los hechos, nos limitamos a testimoniar que la pretendida comuni­cación de los vivos con los muertos y las prácticas conducentes a provocarla, constituían un conoci­miento vulgar entre los hebreos, recogido ciertamen­te de los egipcios. Es lo curioso, que esta clase de necromancia era, en alguna forma, una de las bases de la doctrina ka-balística, como lo prueban los escasos escritos que hasta nosotros han llegado que tratan de esta teo-cosmogonía secreta. En el siguiente extracto de las leyendas kabalistas, queda demostrada la prácti­ca de las evocaciones. «Un día, nuestro maestro Jochanan ben Zachai, se puso en viaje, jinete sobre un asno y seguido del rabí Eleazar ben Aroch. Este le rogó que le enseña­ra un capítulo de la Mercaba. ¿No te he dicho,—res­pondió el maestro—, que está prohibido explicar la Mercaba a alguien, salvo el caso que su sabiduría y su propia inteligencia, no pueda bastar? Al menos — 45 —
  • 48. P A B L O Q I B I E R replicó Eleazar, permite que repita delante de ti lo que me has enseñado de esta ciencia. —Pues bien, habla, respondió el maestro, y di­ciendo asi, se apeó de su cabalgadura, se cubrió la cabeza y fué a sentarse en una piedra a la sombra de un olivo... Apenas Eleazar, hijo de Aroch, co­menzó a hablar de la Mercaba, descendió un fuego del cielo que envolvía todos los árboles de la cam­piña, que parecían cantar himnos, y en medio del fuego se oía un espíritu que expresaba su gozo al es­cuchar estos arcanos... ...El cielo se cubrió de pronto de espesas nubes: un meteoro muy parecido al arco iris, brilló en el horizonte, y se vio acudir a los espíritus para escu­charles (a los que recitaban un capítulo de la Merca­ba), como los curiosos que se agolpan para ver pa­sar una boda» (Thal. Bab. Traü.—Chaginga, fol. 14 y Jacolliot ob cit). «Los espíritus, las almas de los justos, dice el Zohar, obra kabalística, pueblan los espacios infini­tos ». Los descubrimientos modernos nos han suminis­trado detalles de gran valor respecto de la antigua civilización egipcia y de la doctrina isotérica de los sacerdotes de Isis. Pero como estos últimos eviden­temente proceden de la India, podemos afirmar, sin temor de incurrir en grave error, que los misterios de Isis debían ser, con muy poca diferencia, los de los templos donde era adorado Brahma, algunos mi­llares de años antes de que los valles del Nilo y las llanuras de Memphis, hubiesen sido dominadas por las primeras dinastías de los Faraones. — 44 —
  • 49. E L E S P I R I T I S M O Nos dedicaremos, pues, a buscar, especialmente en la India, el origen de las prácticas espiritualistas, tema de estudio a que estará consagrado el capítulo que sigue; pero antes de terminar éste, recordaremos de pasada, que la costumbre de hacer girar diversos objetos, tales como mesas, vasos y con espcialidad los arneros, era conocida en Grecia, y ciertos escri­tores satíricos, tales como Teócrito, Luciano, etcé­tera, etc., se burlan de tales manejos supersticio­sos (i). (i) Gibier hace referencia, en lo que antecede, a las doc­trinas de la Kábala, y creemos no ha de ser inoportuno ocu­parse un momento de esta forma de opinar, que constituye la doctrina isotérica de los hebreos. La Kábala hebraica fué importada a Israel por los judíos del cautiverio de Babilo­nia, y también cuenta con partidarios otra opinión, según la cual la Kábala fué enseñada por el propio Moisés, que la recibió con las enseñanzas de la iniciación egipcia. Sea como fuere, es lo cierto que, desde remota fecha, transmitíase de uno en otro entre los doctores hebreos, la doctrina kabalís-tica, siempre en forma oral, siempre bajo la condición de secreto, y siempre comunicada al reducido número de los recién admitidos que se distinguían por sus dotes de pru­dencia, de talento y de jaber. Ad Franck, la denomina cien­cia misteriosa, terrible para las inteligencias débiles, pues­to que puede conducirlas a la locura o a la extravagancias de ia impiedad. En el período comprendido entre los siglos x y xm, de nuestra Era, es cuando aparece mayor número de obras ka-balísticas, distinguiéndose en esta labor los hebreos españo­les. De los textos que tratan de la Kábala son los más im­portantes la Historia del Génesis y la Santa Mercaba. Ocú­pase aquélla de la cosmología, y ésta de Dios, de los espíri­tus y del alma humana. La metafísica. Cabalística sostiene la doctrina de la pre- - 45 -
  • 50. CAPÍTULO V UNA PALABRA A C E R C A DE LA INDIA § I Persistamos en que no compartimos las ideas de la escuela espiritista, y que rechazamos, por prema­tura e insuficientemente demostrada, la teoría de la existencia y la de la emanación. Admite la creencia en la transmigración de las almas, y además de profesarla a la manera de los hindos, los kabalistas defienden otra forma llamada ibbur, que consiste en la reunión de varias almas en un solo cuerpo, cosa que se realiza cuando el alma tiene necesidad de cierto auxilio para llegar a determinado ob­jeto. No vaya a creerse—dice el Zohar—que el hombre es úni­camente de carne y de hueso: lo que le constituye positiva­mente es su alma, y la materia no es más que un velo que la esconde, pero nunca el hombre mismo. Cuando el ser humano muere, se despoja de todas sus envolturas. Los kabalistas afirman la existencia de ángeles y de de­monios; éstos, según ellos, constituyen las formas más gro­seras y más imperfectas; todo cuanto representa ausencia de vida, de inteligencia y de orden. El universo está pobla­do de espíritus, habitando los más puros el mundo de Be-riah, superior al mundo de las esferas o Fetzirah. Las apuntadas indicaciones sólo pueden dar una idea muy imperfecta de la doctrina kabalística; pero bastan para evidenciar que los hebreos en su enseñanza secreta o ini- - 46 —
  • 51. E L E S P I R I T I S M O intervención de las almas de los fallecidos, para pro­ducir fenómenos especiales con el auxilio de cierto número de personas a las que se denominan médiums. Pero lo que sí afirmamos una vez más, y lo probare­mos, es que existe toda una categoría de fenómenos, en apariencia contrarios a las leyes conocidas de la naturaleza e inexplicables hasta el presente; lo que no quiere decir que se haya de renunciar a descubrir la explicación. Hagamos notar también, que la familia Fox, «perteneciente a la Iglesia episcopal metodis­ta », es posible que jamás hubiese oído hablar de la religión de Brahma —acaso sólo de su simbolismo trivial—, y que, no obstante, la doctrina espiritista ciática, resultan unos perfectísimos precursores de las doc­trinas predicadas por el espiritismo, y que estas enseñanzas se mantenían tan en secreto, que en los primeros libros de la Biblia ni se alude a la inmortalidad del alma, ni cuando Dios premia o castiga lo hace más que dentro de los límites de la vida humana, sin mencionar ninguna especie de pena futura. En tiempos bastante avanzados de la historia de los ju­díos, como por ejemplo en los de Salomón, puede verse ex­presado el materialismo de las creencias externas hebrai­cas, en textos de estructura tan perfecta como el Eclesiás-iés, y precisamente la deliberada abstención de los doctores hebreos de publicar el verdadero concepto que tenían de Dios y de la inmortalidad del alma, ha servido de base para que se haya opinado que determinadas doctrinas metafísi­cas las recogieron los hebreos en Babilonia y en Egipto Repetimos que la Kábala es la mejor prueba de la índole espiritualista de la filosofía isotérica de los hebreos, como también de que estaban en posesión de las más altas doctri­nas ocultas, y de que les eran perfectamente conocidos los arcanos de la magia y de las evocaciones nicrománticas (mediunurnismo).—(N. DEL T.) - 47 -
  • 52. P A B L O O I B I E R actual en la que poco han cambiado sus creencias del primer instante, resulta estar de completo acuer­do con la religión isotérica de los brahmas. Y como quiera que esta religión se enseñó a los iniciados de las categorías inferiores én los templos del Hima-laya, hace más de cien mil años, la coincidencia ad­vertida es, por lo menos curiosa, y permite afirmar, sin incurrir en lo paradógico, que el espiritismo no es más que el brahmanismo isotérico sacado a la pu­blicidad. Lo expuesto no permite deducir que de esta comparación se pueda extraer argumentaciones, ni en favor ni en contra, de las doctrinas del esplri­tualismo moderno; pero aun sin llegar a esta forma de argumentación, el hecho no resulta menos intere­sante. La India sin duda nos dará la clave de los miste­rios que nos colman de inquietud: ella nos dirá algún día, cuáles son los frutos de este árbol del que un inesperado brote acaba de surgir en tierra america­na para lanzar sus gérmenes en todas direcciones y en todos los países civilizados, como un reto dirigi­do a ese saber de que los hombres de hoy se mues­tran tan ufanos. ¿Será este árbol el de la ciencia del bien y. del mal; de la vida y de la muerte? [Quién lo sabe! De aquí a pocos años, los que componen la inte­lectual aristocracia de la científica cultura, puede ser que busquen en los experimentos psíquicos los últi­mos misterios de la fisiología transcendental. Es se­guro que no serán los que ya llegaron quienes sir­van de instrumento a tal renovación: más bien co­rresponderá a los jóvenes del mañana, a los del por- - 48 —
  • 53. E L E S P I R I T I S M O venir, a aquellos cuyas arteriolas cerebrales no están incrustadas por el ateroma de los conocimientos ad­quiridos y de las teorías filosóficas completamente hechas. Los hombres del presente, somos ya dema­siado viejos. Y no exceptuamos tampoco a los de la escuela positivista, cuyo jefe lo era del modo más de­finitivo, cuando afirmó que eran absurdos, rechazán­dolos como imposibles, una serie de fenómenos que no había examinado. Somos muy viejos, repitámos­lo, porque hemos recibido una deplorable educación. Estamos moldeados en la Edad Media; nos han ati­borrado de historia apoyada en el exoterismo bíbli­co, historia que de tal sólo tiene el nombre. (Cómo ha de serl Dentro de poco sabremos lo bastante de la verdad para distinguir el error, y cuando la evi­dencia nos deslumbre con la intensidad de sus res­plandores, nos veremos forzados a rendirnos a dis­creción. Entonces será cuando rechazaremos en bloque todas las inservibles antiguallas, todas nues­tras manidas creencias, para apagar nuestra sed, be­biendo a grandes sorbos en la fuente de la verdad. ¡Feliz juventudl ¡Dichosa infancia! Sin embargo, más dichosos han de ser lo que han de venir: ¡Ellos sabránl Sus inteligencias no han de estar obscureci­das por los errores, que se han infiltrado en nuestra sangre con los jugos de la leche ..maternal. Podemos repetirlo con plena persuasión, porque sabemos que los hechos no nos desmentirán. ¡Los tiempos se avecinanl Dentro de.poco la luz aparecerá como un globo en ignición, proyectando por doquier sus rayos deslumbradores. No es del Norte, de donde vendrá, - 49. ~ 4
  • 54. P A B L O O I B I B R sino del Oriente, cuna del género humano, y natural guardador de sus conocimientos. Allí es donde las diversas razas, que sucesivamente predominaron so­bre la superficie terrestre, han vuelto a hallar, des­pués de varios milenios de reconstitución y de bar­barie, la historia de la humanidad y el hilo mil veces roto, de la ciencia imperecedera. ¡Nuestro siglo del saberl |Tan orgullosos como nos mostramos de los des­cubrimientos de estos últimos tiempos! Y es el caso que -aunque no falte motivo para envanecerse en muchas ocasiones, no hemos hecho más que descu­brir lo que ya había sido descubierto. Seamos más humildes y hagamos justicia más completa a nues­tros antepasados. En vuestros futuros libros, señores autores clási­cos que tratáis de la historia del mundo, tened la comodidad de no hacerla principiar hace seis mil años. De no hacerlo así, los jóvenes lectores sonrei­rán ante vuestros libros que les han de inspirar lás­tima. Porque nosotros les diremos muy alto lo que el estudio de la India nos enseña a cada instante. A saber: que no conoceremos la época en que el hom­bre comenzó a vivir en sociedad; tal es su lejanía, que se pierde en la noche de los tiempos. Por lo demás: ¿no sabemos ya que las huellas del hombre y de su industria, se hallan en lo que provi­sionalmente denominamos capas geológicas, del pe­ríodo, o mejor, de los períodos glaciales? ¿No se han hallado estas huellas muy recientemente hasta en los depósitos de una de las tapas terciarias? ¿Y no indi­ca esto que los que dejaron esos vestigios, vivieron - 50 —
  • 55. E L E S P I R I T I S M O en épocas de tal modo distantes de la nuestra qué la imaginación apenas puede abarcarlas, y que nos sentimos ante ellas casi dominados por el terror? Pero ¿por qué sondear así profundamente en las entrañas de nuestra madre común? Para arrancar sus secretos a los hijos que en su seno duermen milla­res de centurias, meciendo en un gigantesco vaivén su eterno reposo en el espacio infinitó; este balanceo gigantesco que emplea veinticinco mil años para completarse, ¿no tendrá algo que ver con los cata­clismos periódicos de que nos hablan los libros hin-dos? ¿Será cierto que durante estos veinticinco mil años, el sol iluminó alternadamente los continentes y el Océano sobre los mismos puntos del mismo hemis­ferio? ¿Será verdad que dentro de algunos siglos, las aguas, arrastrando enormes hielos provinentes de los mares australes, destruirán toda nuestra labor penosamente realizada, y nos han de cubrir bajo sus ondas por espacio de centenares de siglos? ¿Qué pen­sarán de nuestros cráneos fósiles los sabios geólogos y antropologistas de las academias del siglo tres­cientos veinte de nuestra era, si practican escavacio-nes en el lodazal donde esté enterrada lo que fué la Europa de hoy, cuando las aguas se hayan retirado otra vez del hemisferio boreal... |Oh! ¡Estos son pro­blemas enloquecedores! ' Pero volvamos a la India, porque solo por ella nos será permitido ver claro el camino que, con esfuer­zo, sigue nuestra raza. Aún estamos lejos de saberlo todo; los sacerdotes de Brahma, guardan sobrado celosamente sus científicos tesoros. Sus templos con­tienen inestimables riquezas, que, sin embargo, no - 51 -
  • 56. P A B L O O I B 1 E R afrontan la comparación con las que están cuidado­samente ocultas en ciertos subterráneos, santuarios del Asia, situados fuera del alcance periódico de las aguas diluvianas, en las pocas altitudes donde no se pueden encontrar conchas fosilizadas, indicios de una sumersión anterior (i). (i) Los más acreditados escritores de la escuela teosófi-ca y particularmente la inmortal creadora del moderno mo­vimiento teosófico occidental, H. P. Blavastky, menciona de modo preciso y terminante, la existencia de verdaderos pueblos subterráneos en las altas mesetas de la cordillera himaláyica y en el interior de las regiones del Thibet. En estas vastísimas galerías a modo de inmensos salones que están bajo tierra, se conservan curiosos documentos de la historia del hombre, escritos ignorados que se remontan a la época del mundo atlante, y obras de las que se habla entre eruditos, deplorando su desaparición. Existen allí también, detalles de asombrosos descubrimientos, de raras perfecciones alcanzadas en épocas de las que'ya ni se tiene memoria y, en suma, todo un incalculable tesoro de recuer­dos y de obras humanas que, según dicen los que de esto ha­blan, si fuesen dados a la publicidad, transformarían en ab­soluto la historia de la civilización y de las ciencias. Claro es, que de estas maravillas no tenemos otro testi­monio que el aportado por dichos escritores, quienes se apoyan en antecedentes facilitados por los misteriosos ini­ciadores de la India; pero ofrecen muy chocantes coinciden­cias con varias cosas que se han ido sabiendo y que resultan de acuerdo de manera sorprendente con las afirmaciones de Madame Blavastky y otros teosofistas. En anteriores párrafos habla Gibier de descubrimientos hechos ahora y que fueron conocidos en muy vieja fecha. Esto es tan exacto que en los comienzos del SIGLO XIX pu­blicó Dutens una obra, en dos volúmenes, titulada Origine des Découvertes attribués aux Modernes, en la que el autor pasa revista a cuanto era conocido en su época (1825) y — 52 —
  • 57. E L E S P I R I T I S M O En todas partes se traducen y se estudian los li­bros sánscritos que la casualidad, o las pacientes in­vestigaciones, han puesto a nuestra disposición. Con tal objeto, nuestros vecinos los ingleses han cons­tituido escuelas especiales. Una sociedad que se impone la obligación de difundir en el mundo en­tero las doctrinas altamente altruísticas de Buddha, y las obras escritas en la India, se ha constituido, hace pocos años, y cuenta ya por centenares el nú­mero de sus «Ramas» y de sus publicaciones. Esta sociedad ha tomado el título de «Sociedad Teosófi-ca »¡ cuenta con una gran cantidad de socios, dividi­dos en agrupaciones desigualmente distribuidas en la India, Europa, América y Australia. Existe un centro de esta clase en París, y el presidencial de dicha aso-halla pocas cosas que no tengan una antigüedad de muchos siglos. Podría consultarse también lo que dicen Fabre 'dOli-vet y Saint Ivés d'Alveydre, como igualmente curiosas y muy bien documentadas observaciones de Baylli. Leyendo las obras de estos escritores y de otros varios, sin olvidar una moderna, muy notable, publicada por Albert de Rochas, se llega a la persuasión de que, efectivamente, más allá de las tenebrosidades de la protohistoria, ha existidc todo un mundo anterior de poderosas civilizaciones y de prodigio­sos adelantos y que nosotros los hombres actuales no tan solo no hemos llegado a igualar, sino que nos quedan por volver a descubrir prodigios y realidades que parece­rían hoy solo propias del mundo de la fantasía y de las fábulas. No se nos oculta lo atrevida que resultará semejante afir­mación; pero repitamos, que no somos los primeros en for­mularla; que cada vez es mayor el número de sus partida­rios, y que de momento en momento, cada vez son mejor acogidas las afirmaciones que a este propósito hallamos en los más célebres textos del ocultismo.—N. DEL T. - 53 -
  • 58. P A B L O O I B I E R ciación reside en Adyar (la India), donde posee una importante instalación que contiene riquísima biblio­teca, salones de conferencias, etc„ etc. Los teosoñs-tas, que es como se llaman los miembros de dicha sociedad, dicen que reciben sus instrucciones de una «fraternidad» de hombres extraordinarios, especie de taumaturgos, que moran en las soledades del Thi-bet. Inversamente a comí* actúan los propagandistas de las religiones, tienen por precepto no acudir a las multitudes, sino a las personas más distinguidas de cada país. Por lo demás, declaran que no les reúne ningún dogma, y que buscan y enseñan la verdad, que está «por encima de todos los credos religio­sos », según consta en su lema (i). (i) Estos detalles relativos a la Sociedad Teosófica re­sultan hoy muy por debajo de la actual extensión e impor­tancia de dicha sociedad. Téngase en cuenta que Gibier se refiere a cómo estaban las cosas en 1886, y que desde en­tonces hasta la fecha presente, la asociación fundada por Mme. Blavastky ha recorrido un enorme camino. El núme­ro de «Ramas,» de «Grupos» y de colectividades con que cuenta la Sociedad Teosófica en todo el mundo, es grandí­simo. La cantidad de obras publicadas respecto de la Teo­sofía y de la literatura y ciencia hinda, constituye un riquí­simo caudal de conocimientos, escrito en casi todos los idio­mas. El movimiento teosófico está hoy dividido en tres grandes tendencias: una la representada por los que pudié­ramos llamar herederos del movimiento inicial, aunque no muy legítimamente, que preside Annie Bessent; otra que comprende el teosofismo norteamericano, y que ha estable­cido ciertas diferencias con el de la India, regentado por la teosofista C. Tingley, sucesora de William G. Judje, y otra que contiene el movimiento separatista germánico, creado por Rodolfo Steiner, No nos detendremos aquí a detallar las — 54 —
  • 59. E L E S P I R I T I S M O No queremos anticipar nada que no podamos pro­bar. Hemos hablado de la antigüedad de la India, y nos resta ofrecer las pruebas que la establecen. Para dar una noción de lo remoto de la ciencia indiana, recordaremos, lo primero, el parecer de un autor cle­rical, que no se distingue ciertamente 'por su afecto al pueblo indio. Este autor que no repara en adap­tar los cálculos astronómicos a las exigencias del Génesis bíblico, siguiendo el método tan usado por su émulo Loriquet, dice: «Los indios aplicaban el álgebra a la geometría: discutían en sus escuelas respecto de la cuestión del movimiento de la tierra, provinente de la rotación diurna sobre su eje, en el seno del espacio: estudia­ban la causa de la caída de los graves, comparando a la tierra como un imán: calculaban senos y co­senos y construían tablas: obtenían, como cosa vul­gar y sencilla, la suma del cuadrado de cada uno de los lados de un ángulo recto, en un triángulo igual al cuadrado de la hipotenusa (Astronomie ináienne, según la doctrina y los libros antiguos de los brah-mas, por el cura M. Guerin). Diodoro de Sicilia, historiador griego del siglo de Augusto, citado por Ammiano Marcellín, ¿no afirma que los caldeos aprendieron la astronomía de los sa­bios de la India? Y según Eusebio, los etiopes, de quien los egipcios extrajeron su saber, ¿no eran una diferencias que separan a las enumeradas manifestaciones del teosofismo. De todas maneras, no tienen ninguna impor­tancia doctrinal, y más bien han nacido en las disparidades de criterio referentes al modo de entender la organización y desarrollo de la propaganda teosófica.—(N. DBL T.) - 55 —
  • 60. colonia de dicho país? Pero acerca de este asunto también puede que la ciencia moderna iluminada por la luz de Oriente venga a rectificar los escritos de los historiadores griegos. Con relación al tema indicado, se hallarán todos los desarrollos deseables en el notable librito del in­geniero Tremeschini, (La Cosmographie vulgarisée, par la méthode plastique de Pingenieur Tremeschini), del cual tomamos una parte de lo que en esta obra se refiere a la astronomía indostánica. Uno de los más antiguos textos de la literatura in­diana contiene innegables pruebas de antiguos cono­cimientos de astronomía, y son testimonio de ello los párrafos siguientes de los escritos famosos del legis­lador Donu, Monou o Manou: «Los Pitris (dioses manes antepasados del género humano) residen eu la Luna. Como la Luna sólo da una vuelta sobre sí misma (con relación al Sol), en un mes, los Pitris, situados en su ecuador, no tienen más que un día y una noche, mientras que nosotros contamos en la zona ecuatorial treinta noches y trein­ta días, a causa de las treinta revoluciones de la Tie­rra ante el Sol, que hace el día y la noche para los hombres y para los Pitris». (Manou, cap, I, ver­sículo 65-66). «Pero los Debtas, que están situados en el polo Norte de la Tierra, cuentan aún menos días y noches que nosotros y los Pitris en igual período de tiem­po, porque ellos no tienen más que un día y una no­che, durante los doce días y las doce noches de los Pitris del Ecuador de la Luna y los trescientos se­senta días y trescientas sesenta noches de los habi- - 56 —
  • 61. E L E S P I R I T I S M O tantes de Lanka (Ceilán) en el ecuador terrestre (Ma-nou, cap. I, vers. 67) (i). A continuación reproducimos un cuadro indica­dor de la diferencia que existe entre el lugar que ocupaban algunas estrellas, escogidas al azar en el catálogo de Souryo-Shiddhanto, y la posición que en el cielo ocupan actualmente: (1) Antecedentes comunicados a Paul Gibier, por M. Tre-meschini.—( N. DEL A.) — 87 -
  • 62. CUADRO QUE I N D I C A L A D I F E R E N C I A E X I S T E N T E E N T R E LA P O S I C I Ó N O C U P A D A P O R O C H O E S T R E L L A S F I J A S , T O M A ­D A S A L A C A S U A L I D A D E N E L C A T A L O G O D E SL'RYO-SHIDDHANTO, Y LA P O S I C I ÓM A C T U A L D E ESAS MISMAS ESTRELLAS NOMBRE EN ESPAÑOL Diferencia Diferencia NOMBRE SANSCRITO DE LA ESTRELLA de posición en de posición en ascensión recta declinación Delta d° Beta d° Delta d° . Psi 1) d° 23 2u 23 22 V. 20 1/4 22 3 / 4 19 v4 21 3U 1 3 7 . - 2 v4 s + 2/ 3N + 1 N + «/4N + 38 / 4 N + ' V . s — 1 s NOTA.—Teniendo en cuenta estas diferencias, estas.desviaciones considerables en todos sentidos, el cálculo IMPARCIAL demuestra que las observaciones de Suryo-Shiddhanto se remontan a los 58.000 años. (1) En la actualidad, esta estrella no e s visible a simple vista.
  • 63. E L E S P I R I T I S M O El catálogo de Suryo-Shiddhanto es una recopi­lación análoga al anuario metereológico de nuestras modernas observaciones, y en aquél, el astrónomo hindo registraba sus observaciones celestes y anota­ba lo posición de las estrellas fijas. Nunca llamaremos lo bastante la atención del lec­tor, respecto de este documento, verdaderamente magnífico, de la historia de la humanidad. Se verá que, aparte de las diferencias debidas a la precesión, este cuadro acusa desvíos considerables en todas las direcciones, entre la posición de las estrellas anotadas por el astrónomo hindo, y las que ocupan actual­mente. Estos desvíos originánse necesariamente, en el movimiento propio de las estrellas. El cálculo imparcial hecho según los documentos hindos, y basados sobre estas diferencias de posición de estrellas fijas, prueba que las observaciones de Souryo-Shiddhanto se remontan a los ¡cinc uenta y ocho mil años! Y, en sus escritos, Suryo-Shiddhanto, habla de libros sagrados (los Vedas), en concepto de escritos ya muy venerables por su antigüedad. También es interesante observar, según lo consig­nado en los libros de Suryo-Shiddhanto, que este astrónomo se servía para sus observaciones de una ecuatorial perfectamente instalada, cuyo tubo, pro­visto de pínulas, estaba movido por una clepsi­dra en la cual el agua era sustituida por el mer­curio. Estos detalles, lo propio que el cuadro reproduci­do, nos fueron facilitados por M. Tremeschini. Nin­gún testimonio permite opinar que los tubos astro- - 59 -
  • 64. P A B L O O I B I E R nómicos estuviesen provistos de cristales de au­mento (i). Hasta la fecha presente, si se admitía la gran anti­güedad de la civilización de la India, a justo título se consideraba fabulosa la división dada por los hindos, a la duración del mundo. Recordemos ahora cómo está detallada dicha di­visión, según los traductores que toman al pie de la letra los documentos hindos. Para estos, la duración del mundo abarca cuatro períodos, edades, yugos o yugas. I.° El Krita-Yuga, que ha durado un millón sete­cientos ventiocho mil años años. Durante este perío- (i) Indudablemente no queda vestigio de que los tubos usados para las observaciones astronómicas, tanto en la In­dia, como en la Persia y el Egipto, estuviesen dotados de lentes convexas o biconvexas; pero es también un hecho averiguado, que en las escavaciones practicadas en las rui­nas de Babilonia y Ninivé, se encontraron trozos de vi­drio de forma lenticular cuyas ópticas aplicaciones no ofre­cen duda. Además, la propiedad de los cristales de aumento la vemos bien conocida en tiempo de los romanos. Nerón usaba cierta especie de monóculo tallado en una enorme esmeralda, que por su limpided y tamaño debía tener un casi incalculable valor. El uso de los cristales lenticulares, tiene en la China una antigüedad que no se conoce exacta­mente. Todos estos detalles hacen suponer que las observacio­nes astronómicas de antiquísimos tiempos debieron reali­zarse con el auxilio de aparatos que de modo detallado desconocemos; pero que debieron existir, toda vez que hasta nosotros han llegado indicios de investigaciones, al­guna de las cuales no pudieron realizarse a simple vista.— N. DEL T. — 60 —
  • 65. E L E S P I R I T I S M O do, el hombre vivía cien mil años y su estatura era de ventiún codos. 2° El Treta-Yuga, cuya duración ha sido un mi­llón doscientos noventa y seis mil años. Durante esta edad los hombres vivían diez mil años. 3.0 El Devapara-Yuga, su duración ha sido de ochocientos sesenta y cuatro mil años. La vida humana en él, no excedía de los mil años. 4.0 El Kali-Yuga, o sea la edad actual, que no debe subsistir por más tiempo que cuatrocientos treinta y dos mil años, y durante el cual la vida hu­mana está reducida a ciento. Según los documentos astronómicos, dicha edad habrá comenzado un vier­nes, día 28 de Febrero, tres mil ciento un años, (Prinsep), antes de nuestra Era. Pero después de los trabajos de Wiliam Jones que especialmente nos dio a conocer los Vedas, de Wil-kins, Forster, Wilson, Prinsep y otros sabios ingle­ses a quienes debemos la iniciación en los estudios sánscritos, de Hipólito Fauche, que tradujo el Ra-mayana, los estudios de la literatura hinda han ade­lantado bastante, y pronto es indudable que cono­ceremos la realidad que se oculta detrás de este con­junto fabuloso de siglos, acerca de los cuales sólo el conocimiento de una exacta manera de interpre­tarlos puede reducirlos a sus verdaderas propor­ciones. Ya es tiempo de que detalles más precisos nos pongan en lo justo respecto de la manera de apre­ciar los escritos brahmánicos, pues su exacta signifi­cación hasta el presente la desconocen los mlecchas (paganos, infieles, extranjeros impuros) como queda — 61 -
  • 66. P A B L O O I B I B R evidenciado leyendo la obra del general Biorsterna (Tableaupolitique et statistique de VEmpire brüanique dans l'Inde), de donde copiamos las siguientes lí­neas, que resumen el criterio general de casi todos los autores que han hablado de la India antigua. «En la cronología hinda, el mundo se desarrolla en cuatro períodos; en cada uno de estos cuatro perío­dos, hubo un diluvio universal que contribuyó a dar la forma ulterior al muudo; ¿no resulta ésto en­teramente confirmado por los descubrimientos re­cientes de los geólogos? ¿Y de dónde pudo provenir este sorprendente conocimiento? Atribuirlo a una re­velación en un pueblo idólatra, sería ponerse en con­tra de nuestras ideas religiosas (i) e imputarlas a una tradición popular es aún menos posible, puesto que el origen de la especie humana, al menos según los principios de la geología, no corresponde a los pri­meros períodos de la formación de la tierra y sí so­lamente al último de ellos. ¿Qué otro partido podría tomarse si no es el de admitir que los indios en estas remotas épocas, aun­que no poseyesen la ciencia de los Cuvier, de los Werner, de los Buckland, de los Berzelius, tenían ya el presentimiento filosófico, presentimiento acer­ca del cual las admirables investigaciones de los grandes naturalistas modernos han probado su posi­tivo valor? Es cosa admirable, y muy cómoda, atribuir un (i) ¡Oh nefasta influencia del exoterismo bíblico! ¿No es esta la ocasión de decir con el Apóstol «la letra mata»?.— (N.DBLA). - 62 -
  • 67. E L E S P I R I T I S M O presentimiento, una intuición de lo que sucede a las personas a quienes se quiere negar que hayan teni­do en determinada ocasión el exacto saber de las cosas. Pero no nos maravillará tanto como le mara­villa al bravo general Biorsterna, y él mismo no pen­sará, sin duda, alabar tan calurosamente las cua­lidades intuitivas de los pueblos idólatras, que no han tenido como nosotros la revelación de las cosas estupendas que se sabe, cuando ía Sociedad Atmica haya publicado los comentarios del Sómodsevo de Gótomo, de los cuales ya se dio a la publicidad el prefacio (i). El Sómodcevo, escrito por Gótomo, hace próxi­mamente treinta mil años, contiene datos precisos, irrefutables, según se nos dice, acerca de la periodi­cidad de los cataclismos diluvianos a que está supe­ditada la tierra, desde tiempo inmemorial. De este documento resulta que los diluvios no concuerdan en manera alguna, con los períodos señalados antes (los yugas) a que hace alusión el general Biornstier-na, sino a otras fases cronológicas que coinciden con fenómenos bien caracterizados, todos de orden físi­co, astronómico y meteorológico, respecto de los cuales da Gótomo las explicaciones más exactas. Deseamos vivamente que la Sociedad Atmica nos dé pronto a conocer esta importante obra, escrita, (i) Préface des commentaires sur le Sómodcevo, de Góto­mo, imprenta Champon. París, 1885. Desgraciadamente hay que temer que la publicación del prefacio no sea seguida por la de la obra. Hace ya algunos años que se espera el anunciado trabajo.—(N. DEL A.) - 65 -
  • 68. P A B L O O I B 1 £ R según queda dicho, hace unas trescientas centurias próximamente. § II Quisiéramos finalizar aquí esta digresión históri­ca; pero al tratar de poner de relieve la antigüe­dad del espiritismo, no podemos realizarlo si no es demostrando paralelamente la antigüedad de las so­ciedades humanas y de sus religiones. Pedimos al lector que aún nos escuche un momento en lo rela­tivo a la remota civilización de la India. Los documentos astronómicos son para nosotros pruebas rigurosamente matemáticas; pero una prue­ba más no estorba. Los estudios filológicos demues­tran que la cultura india es muy anterior a la de los griegos, y que ha dejado huellas en todos los países de la antigüedad. Algunos nombres de la mitología helénica, resultan ser sánscrito casi puro. Los ejem­plos siguientes tomados de un conocido autor que residió en la India más de veinte años, son más elo­cuentes que puedari serlo los mejores discursos. HÉRCULES.—En sánscrito: Harakala, héroe de las batallas. Manera comunmente adoptada en la poesía india para nombrar a Siva, dios de los combates. THESEO.—En sánscrito: TAa-saka, el compañero asociado de Siva entre los hindos. EAQUE.—Juez de los infiernos en la mitología grie­ga. En sánscrito: Aka-ka, juez severo, adjetivo cali­ficativo que acompaña ordinariamente al nombre de Yama, juez de los infiernos páralos indios (L. Jaco-lliot- Loc. Cit). — 64 -
  • 69. E L E S P I R I T I S M O ARIANA.—La desgraciada princesa abandonada por Theseo y que tuvo la desdicha de someterse a un enemigo de su familia. En sánscrito: Ari-ano, seduci­do por un enemigo. REHADAMANTO.—Otro juez de los infiernos según la mitología, En sánscrito: Rhada-manta, que castiga el crimen. ANDRÓMEDA.—Sacrificada a Neptuno y socorrida por Perseo. En sánscrito: Andha-ra-medha, sacrificio a la pasión del dios de las aguas. PERSEO.—En sánscrito: Para-sha, socorro llegado a tiempo. CRESTES.—Célebre por sus furores. En sánscrito: O-rahsatea, entregado a la desgracia. PÍLADES—El amigo de Orestes. En sánscrito: Pilla­da, que consuela con su amistad. IFIGENIA.—La virgen sacrificada. En sánscrito: Apha-gano, que acaba sin posteridad. CENTAURO.—Personaje de la fábula, mitad hombre mitad caballo. En sánscrito: Ken-tura, hombre ca­ballo. Las divinidades del Olimpo, tienen el mismo orí-gen. JÚPITER.—En sánscrito: Zu-pitri, padre del cielo o Zeus-pitri, de que los griegos formaron la palabra Ze-us y los hebreos Jeovah (i). PALLAS.—La sabia diosa En sánscrito: Pala-sa, sabiduría que protege. (i) La consonante 2 no existe en sánscrito y es reempla­zada por la ( o la s. Su significa: dueño, procurador.—NOTA DEL AUTOR. - 65 - a
  • 70. P A B L O O I B I B R ATHENAIA.—Diosa de la castidad entre los grie­gos. En sánscrito: A-tanaia, sin hijos. MINERVA.—Es la misma diosa entre los romanos, pero revestida además de los atributos del valor. En sánscrito: Ma-nara-va, que sostiene a los fuertes. BELLONA.—Diosa de la guerra. En sánscrito: Bala- Ka, fuerza guerrera. NEPTUNO.—En sánscrito: Na-pata-na, que domina el furor de las olas. POSEÍDON.—Otro nombre griego de Neptuno. En sánscrito: Pasa-iida, que calma las aguas. MARTE.—Dios de la guerra. En sánscrito: Mri, que da la muerte. PLUTON.—Dios de los infiernos. En sánscrito: Plushta, que hiere con el fuego. Daremos algunos ejemplos tomados de diversos países. De ninguna manera se prueban mejor las emigraciones que por medio de la etimología de los nombres. Los PELASGOS.—En sánscrito: Palaca-ga, que combate sin piedad. Los LELEGES —En sánscrito: Lala-ga, que camina esparciendo el temor. ¡De qué modo la significación de estas palabras corresponde al gusto de los pueblos jóvenes y gue­rreros, que aman los calificativos en relación con sus costumbres! Los HELOS.—En sánscrito: Hela-na, guerreros ado­radores de Hela, o sea la Luna. Recuérdese que a Grecia también se la nombra Hélade. Los ESPARTANOS.—En sánscrito: Spardhta, los ri­vales. - 66 -
  • 71. E L E S P I R I T I S M O Y las siguientes palabras sánscritas que pasando a Grecia, constituyen nombres de célebres personas. PITÁGORAS.—En sánscrito: Pitha-guru, maestro de escuela. ANAXÁGORAS.—En sánscrito: Ananga-gurn, maes­tro del espíritu. PROTAGORAS.—En sánscrito: Prata-guru, el maes­tro distinguido en todas las ciencias. Si de la Grecia pasamos a Italia, Galia, Germania y Escandinávia, hallamos las mismas correlaciones, los mismos orígenes sánscritos. Los ITALIANOS.—Nombre que proviene de ítalo, hijo del héroe troyano. En sánscrito, ítala, hombre de las castas inferiores. Los BRETONES.—En sánscrito: Bharata, pueblo, de la casta de los artesanos. Los TIRRENOS.—En sánscrito: Tyrana; guerreros rápidos. Los SABINOS.—En sánscrito: Sabka-fta, casta de los guerreros. Los SAMNITAS.—En sánscrito: Samnata, los deste­rrados. Los CELTAS.—En sánscrito, Kalla-ta los jefes inva-: sores. Los GALOS.—En sánscrito: Ga-lata, pueblo que avanza conquistando. Los BELGAS.—En sánscrito Bala-ja, hijos de los fuertes. ' .' . * Los SECÜANOS.—En sánscrito: Saka-na, los guerre­ros por excelencia. Los SICAMBROS.—En sánscritos: Su-kam-bri, ;los buenos jefes de la tierra. — 67 —
  • 72. P A B L O O I B I B P Los ESCANDINAVOS.—En sánscrito: Skanda-nava, adoradores de Skanda, dios de los combates. ODIN.—El jefe de las tribus emigrantes por las me­setas del Norte. En sánscrito Yodin, el jefe de los guerreros. Los SUECOS.—En sánscrito: Su-yodka, los bue­nos combatientes. LA NORUEGA.—En sánscrito: Nara-vaja, país de los hombres de mar. EL BÁLTICO.—En sánscrito: Bala-taka, el agua de los poderosos conquistadores. Los ALEMANES.—En sánscrito: Alamanú, los hom­bres libres. Los VALACOS.—En sánscrito: Va-la-ka, de la clase de los servidores. Los MOLDAVOS.—En sánscritos: Mal-dha-va, hom­bres de la última casta. LA IRLANDA.—Llamada por los poetas la verde Erin. En sánscrito: Erin, rocadas rodeadas de agua salada. ELTHANE.—Nombre de los antiguos jefes del clan escocés. En sánscrito: Tka-na, jefe de los guerreros. En Asía todas las dinastías de Jerjes y de Artajer-jes, son de origen indio. Todos los nombres de pla­zas fuertes, villas y localidades, resultan denominadas en sánscrito, casi puro. Véanse algunos ejemplos. MA.—Deidad lunar de las tribus de Asia y de todo el Extremo Oriente. En sánscrito: Ma, la luna. ARTAJERJES.—En sánscrito: Artha-Xatrías, el gran rey. Y así le calificaban los griegos. LA MESOPOTAMIA.—Región muy rica en ríos y corrientes de agua. En sánscrito: Madyapotama, tie­rra en medio de ríos. — 68 -
  • 73. E L E S P I R I T I S M O CASTABALA.—Plaza fuerte. En sánscrito: Kastha-ba-la, la fuerza impenetrable. ZOROASTRO.—Instauró en Asia el culto del sol. En sánscrito: Surya-stara, que difunde el culto del Sol. § ni Añadiremos que los antiguos poemas sánscritos parecen ser los inspiradores del «divino Homero». Efectivamente se encuentran en ellos asuntos que re­cuerdan, en más de una ocasión, al de la Iliada. Pu­diera ocurrir que esto sólo fuese mera coincidencia; pero, de todas suertes, opinamos que estamos en vís­peras de ver deshecha otra ilusión más, dado que un sabio conferenciante francés, se ha consagrado a ha­cer ver cómo el sitio de Troya es suceso acaecido en Inglaterra; y que Ulisis, rey de Itaca, «en Andalucía» fué a la Habana, mientras que Menelao, prototipo del infortunio conyugal, marchaba a París (Isla de los Pharos), para consultar al oráculo acerca de sus des­gracias, que no podían ser mayores. Y ciertamente habremos de decir que los argumentos aducidos por Teófilo Cailleux en apoyo de su tesis, dan que pen­sar; aunque no nos sintamos inclinados a suponer, como afirma, que los druidas fueron los anteceso­res de los brahmas, (Theorie nouvelle sur les orígenes humaines, por Theophile Cailleux) (i). (i) Lo anteriormente copiado por Gibier, es una de tantas originalidades de cierta especie de eruditos que ma­nejando hechos y nombres a su gusto, llegan a las más pere­grinas consecuencias. Hace tiempo que del modo más grave - 69 -
  • 74. P A B L O O I B I C R § IV . Una digresión más. Puesto que hablamos de ilusiones que se pierden y de historia que cambia, ocupémonos un instante del transformismo relacionado con las ideas espi­ritistas. En la presente ocasión, cuando se discute el valor de la teoría de Lamarck, recogida por Darwin y Russel Wallace, en lo concerniente al hombre, he aquí que se presenta un inesperado argumento, ar­gumento viviente bajo la forma de uua raza de hom­bres monos que acaba de descubrirse en las selvas pantanosas de Laos. Estos hombres ictiófagos y ve­getarianos, aparecen cubiertos completamente de pelo, tienen una cola rudimentaria, carecen de cartí­lago nasal y de músculos opuestos a los pulgares, o al menos no están más pronunciados que en el mono, y parecen estar provistos de bolsas bucales donde retienen los alimentos. Su inteligencia está y documentado se trata de negar la personalidad real y efec­tiva de Homero. Con independencia de ciertos trabajos dignos, de toda atención existen otros varios que llegan a tocar los límites de lo fantástico y lo ridículo. En la misma Francia un ingenioso escritor se ha burlado de estas manías interpretativas publicando un ingeniosísimo estudio en el que se demuestra, apoyándose en razones biográficas, filológicas y mitológicas, que Napoleón I no existió nunca y que es, sencillamente, una leyenda basada en el mito solar. No será necesario advertir que el doctor Gibier está muy lejos de conceder ninguna importancia a los descubrimientos de su compatriota Cailleux.—(N. DEL T.) — 70 —