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Montinoreucy, a 20 de julio de 1926.
mi querido amigo: Al pedirme que agregue
algunos pensamientos—seguramente me-
nos inspirados por la lógica que el asombro—al
sabio y firme trabajo analítico que ha tenido
usted la amabilidad de consagrar a nuestras ex-
periencias en el Instituto Metapsíquico Interna-
cional, ha tenido usted una idea amistosa y con
fiada que no me sorprende en usted, pero de la
que quiero, ante todo, decirle que me halaga
tanto como me honra.
Apareciendo solo y sin eta carta mía, su aca-
bado estudio hubiera satisfecho—de ello estoy
plenamente convencido—, y por completo, la
curiosidad del lector, que, al terminarlo, hubiera
6 DR. EUGENE OSTY
cerrado su libro con el conocimiento perfecto
de los hechos por usted considerados y de las
deducciones de ellos extraidas por usted con
una lucidez a cuyo lado la niia no es sino un
vago titubeo. Con ello declaro francamente que
no tengo la pretensión de suplir ahora lo que
hubiera podido olvidársele o hubiera apenas
rozado en su texto, y que me guardaría muy
bien de agregar ideas personales.
La sola razón que rae determina a responder
a su amable ruego es de muy diferente natura-
leza, y si tras haberla leído consiente usted en
insertar esta página al lado de las suyas, será
porque en su probidad de hombre de ciencia
haya usted aceptado la creencia de que la diva-
gación, por poco coherente que sea, de un poe-
ta, con respecto a ciertas consideraciones, pue-
de tener un valot modestamente complementa.
rio cuando, relacionada con el mismo problema,
se concilía con la firme e inexorable argurnenta.
ción de un lógico. ¡La lógica!
Me doy cuenta de que ya por dos veces me
he visto obligado en estas lineas a hablar de
ella. Imperiosamente, y aun conociendo que no
me es posible corroborarla por mis propios
medios, sus exigencias se imponen a un espl-
ritu.
Desde las primeras observaciones meragnó
micas que juntos perseguimos; desde el día en
que metódicamente fué emprendida esta serie
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 7
de sesiones públicas, de las que ahora da cuen-
ta, experimento la necesidad—que en este caso
lo es para todo hombre ya amoldado al arte de
pensar—de explicar lógicamente cuanto he rea-
¡izado, de darme razones positivas y satisfacto-
rias de esta proporción de verdad que en otro
lugar usted señala, verdad seguramente mezcla-
da con el error; mas para la cual, sin embargo,
la opinión de 1.500 asistentes está de acuerdo
para ver establecido claramente que no me he
aprovechado solamente de probabilidades for-
tuitas y felices coincidencias, y que en una
apreciable medida he tenido en el curso de es-
tas demostraciones el precioso privilegio—y sea
esto dicho con toda humildad—de probar, des-
pués de otros clarividentes, la realidad de uno
de los más asombrosos fenóenos supranorma-
les considerados por la metapsíquica.
Lo que me sería grato dar a conocer, ya que
me concede usted por un instante el uso de la
palabra, es lo que acaso mis predecesores en
este género de ejercicio intelectual no han ten¡-
do todavía ocasión de anotar; lo que yo me atre-
vo a calificar así: toda la «repercusión psicoló-
gica> que resulta del funcionamiento de la fa-
cultad en el inetágnomo, antes, después y aun
durante las sesiones en las que se esmera en
ponerlas en acción. Debo convenir que, aun sin
estar obsesionado por ellas, este deseo de tami-
zar con un cedazo de lógica los hechos impor-
8 n. EUGENE OSTY
tantes o menudos, interesantes o nulos, espec-
táculo para mi auditorio, me acompañó en la
vida desde el día en que pude convencerme de
que era, en poco o en mucho, digno de estudio.
Completamente cierto de la imposibilidad de
acercarme, aun de lejos, a la intimidad del me-
canismo metagnómico, hubiera querido y qui-
siera descubrir en ella uno o dos principios, ra-
zonar algo sobre ellos, tener la posibilidad de
vislumbrar a distancia el gran Secreto, y adivinar
a través de una niebla—jayl, era pedir aún de-
masiado—el portillo por donde la Ciencia entra-
rá algún día, con las llaves en la mano, en el pa-
lacio de lo Desconocido. Cuanto más adelantá-
bamos usted y yo en nuestras atrevidas tentati-
vas, en mayor escala se adueñaba de mí esa im-
paciencia de comprender, y en período alguno
de mi carrera me he visto producir tanto sabien-
do tan escasamente lo que estaba haciendo. No
le disimulo, y se lo confieso hoy, que albergaba
una sorda irritación, y que en varias ocasiones,
sobre todo tras las mejores sesiones, me halla-
ba dispuesto a advertirle que decididamente no
me creía nacido bajo la estrella del ensueño—si
es que existe—para consentir por niás tiempo
servir de juguete en manos de alguien a quien.
yo no conocía o bajo la influencia de algo que
no definía y que pronto se me hizo intolerable,
casi empequeñeciéndome ante los visitantes del
«Instituto Metapsíquico», la perseverancia en
ÜNA FACULTAD DE CONOCIMÉEÑTO SUPRANORMAL 9
1
acceder a un automatismo mental cuyos oríge-
nes y esfuerzos permanecían tan completamente
inconcebibles.
Por suerte, al lado del «alguien que no co-
nocía» estaba usted, mi querido amigo, y lo que
me retuvo de dejarlo fué la tranquilidad y el
tono juicioso con que usted me decía: «Conti-
nuemos.»
Tomaba usted notas y me interrogaba. Hasta
aseguraba que hacía comparaciones, deduccio-
nes, y que le acontecía frecuentemente el sacar
de una experiencia la impresión de haber sor-
prendido en su juego, oculto siempre para mí,
el engranaje en la desconcertante maquinaria
psíquica. Tal afirmación me señalaba un deber:
el ser discreto y sin nerviosidad, según su ejem-
plo, y el de considerar como insignificantes cri-
sis de mal humor y de amor propio, que debía
con cuidado refrenar, mis intenciones de dedi-
carme de nuevo a mis ocupaciones ordinarias y
de quedar siendo en la familia metapsíquica tan
sólo el puntual cronista de su revista bimensual.
Por eso nunca he dejado a usted adivinar mi
sentimiento de amarga decepción al considerar-
me tan incapaz de explicar por qué a quema
ropa anuncié a una señora: «Su marido la ha
molido a palos', y a cierto concurrente: «Señor,
usted es redactor de Le Matin de Amberes».
Poco 'a poco, renunciando a descifrar el porqué
y el cómo, he terminado por abandonar a otros
10 DR. EUGENE OSTY
más hábiles que yo el cuidado de enseñarme un
día por qué extraña manera he llegado a ser
metagnomo y por qué motivo exacto logro el
éxito en estos extraños juegos malabares del es-
píritu. A partir de ese momento renuncié tempo-
ralmente a la clara y tranquilizadora lógica, ha-
I. ,.....1 A. . .-...4.. ¿ia ia .uaL uiiiia lillo paouo ÇIIVUCLW CUUC ti-
nieblas. Decidí distraerme y extrañarme, nada
más, de los resultados que, sin buscarlos, y alec-
cionado por su optimismo sonriente, conseguía
con una facilidad mayor cada día. Según le digo
al principio de esta carta, no hallará usted aquí
más que pensamientos de extrañeza y ninguno
del lógico.
Además, heme aquí singularmente recompen-
sado de haber sabido deponer las armas en un
combate demasiado desigual. Hubiese perdido
mucho• tiempo obstinándome en usufructuar un
dominio que, después de todo, no me pertenece.
También hubiese sido muy ingrato si no me
hubiese tornado dócilmente hacia ese Sueño
que, aun en pugna con los rigores científicos,
encanta a ciertos hombres, entre los que me
cuento. He soñado, y aun desvariado, sobre lo
extraño de mi caso y sobre lo que pudiera con-
tener de paradójico. Y me he limitado a eso.
Sabía que, sin soñar, lógicamente usted iba
•construyendo. Acaba usted de enviarme, en for-
ma de un lote de imprenta, todo el plano de la
casa. Me he paseado en ella, de habitación en
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 11
habitación, y no me impedirá usted que le diga
hasta qué punto encuentro admirable la habili-
dad con la que ha abierto usted ventanas por
doquier, de suerte que la luz inunda la morada,
y que, por mi parte, me hallo en ella como en la
mía propia.
Lo que no discernía, me deja ver su forma, su
color y su acento, tras haberle leído a usted. Su
razonamiento alumbra hasta los más sombríos
reductos, en los que el mío se aburría. Como lo
hago con esta obra, me percato de la mía para
el porvenir. Si por casualidad la cíacultad» no
se retira de mí, me debo en lo futuro a sus in-
vestigaciones. Lo que ha aclarado usted ya, exa-
minando unas quince sesiones, me hace pensar
que acaso tenga más tarde el honor de poner a
su disposición nuevos y más expresivos ele-
mentos de estudio que le procurarán mayores
probabilidades de acercamiento para disponer
las leyes esenciales de este problema metagnó-
mico, del que se ha constituido usted desde
• ha largo tiempo en infatigable y feliz explo-
rador.
Toda fatuidad aparte, deseo vivamente que
así ocurra para el progreso de la ciencia y para
el profundo placer que lograría, siéndole en esto
agradable y útil su muy afectísimo amigo
PASCAL FORTHUNY,
INTRODUCCIÓN
DESDE que la Psicología se convirtió en
ciencia, és decir, desde que habiendo de-
ado de ser, como antaño, objeto de análisis in-
trospectivo y de reflexión filosófica, se impuso
la misión de buscar en la observación exacta y
en la experiencia las leyes físicas y fisiológicas
de la función humana de pensar, el trabajo de
los que con sus descubrimientos la enriquecen,
se ha situado, por decirlo así, sobre dos campos
de exploración que hasta ahora parecían dife-
rentes.
El más frecuentado de estos campos de traba-
jo, y en consecuencia el más abundantemente
roturado hasta hoy, es el que corresponde al
estudio del pensamiento en sus manifestaciones
comunes a todos los hombres. Los psicólogos,
en sus laboratorios, se han esforzado, con ayuda
de aquellos métodos que mantienen en lo posi-
ble la investigación dentro de la objetividad, en
descubrir los determinismos psicoflsiológicos
14 DR. EUGENE OSTY
de las sensaciones, y desde tal punto de partida
adéntranse en el estudio de la elaboración de
los sentimientos, de las voliciones, de las ideas
y en el de los psicodinamismos misteriosos
siempre, que son la atención y la memoria.
En esta investigación, que atañe generalmen-
te al psiquismo del hombre en estado de salud,
el hospital ha agregado la inmensa aportación
de sus observaciones hechas en ocasión de cier-
tas perturbaciones patológicas del pensamiento,
de las intervenciones quirúrgicas sobre los cen-
tros nerviosos y las glándulas endocrinas, de
las comprobaciones comparativas de las autop
sias. Este vasto trabajo de los laboratorios uni-
versitarios y de la clínica ha venido a confir-
mar por la experiencia la noción que Locke y
Condillac, hace próximamente dos siglos, extra'
,jeron lógicamente del aspecto superficial de las
cosas: «Nada existe en nuestro espíritu que nó
lo hayan introducido en él los sentidos.'
Las comprobaciones de los hechos han coloca-
do a otros investigadores, muy poco numerosos,
sobre un segundo campo de trabajo, en el que
la materia en la que tratan de profundizar no es
ya el pensamiento elaborando su conocimiento
sobre los antecedentes de los sentidos conoci-
dos, sino llegando a la noción de lo real en con-
diciones tales, que la razón habría de quedar
totalmente ajena a ello.
Este conocimiento paranormal de la realidad
•
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 15
—supranormal pudiéramos decir, puesto que es
en potencia superior a la normal—parece ser el
producto de una inteligencia latente que coexis-
tiera en los individuos con la ordinaria inteli-
gencia, pero distinta de ella.
Que los psicólogos encerrados voluntariamen-
te en el estudio de las manifestaciones del pen-
samiento comunes a todos los hombres, tiendan
a la negación de las probabilidades y aun de la
existencia del conocimiento supranormal, propio
de escaso número de hombres, nada tiene de
extraño. No habiendo tratado de averiguar esta
propiedad, no han podido comprobarla. Creyén-
dola en oposición irreductible con lo que saben,
la recusan en nombre de su sabiduría. El tiem-
po y el trabajo eliminarán este prejuicio.
El actual estado de cosas es, por otra parte,
el que hace menos corriente la propiedad del
conocimiento supranormal. Si con buenas no-
ciones de sus modalidades productivas y de los
medios de revelarlas se tratara sistemáticamente
de provocar sus manifestaciones, se extrañarían
todos de encontrarla tan, a menudo. Porque está
en potencia en todos los hombres. Subtiende al
psiquismo de toda la especie humana, no espe-
rando más que la aparición de las condiciones
fisiológicas favorables para realizarse, frecuen-
temente en fenómenos fortuitos y en ciertos ca-
sos en facultades permanentes.
Sus manifestaciones espontáneas, brotes in-
DR. EUGENE OSTY
esperados en el campo de conciencia de infor-
maciones llegadas desde otro plano del psiquis -
mo, nacen sin cesar y por doquier, en forma de
telepatías, presentimientos, sueños monitorios o
premonitorios, aportando un perpetuo y rotundo
mentís a los que niegan su existencia.
Sus realizaciones en facultades estables se
efectúan según los individuos, sea por evolución
mental espontánea, sea en ocasión del choque
neurohumoral, de una enfermedad o de una
fuerte emoción, por modo más sencillo, en res-
puesta a ensayos para asegurarse de si even-
tualmente se posee esta facultad. Una vez reve-
lada su presencia, se desarrolla por medio del
cultivo; en poco tiempo, el ejercicio la conduce
en cada cual al máximo desarrollo posible y a
su género particular.
Su género es, en efecto, diverso, según los
individuos, entendiéndose que si en el conjunto
es susceptible de informarse por sus medios pa-
ranormales de todo cuanto en el espacio y el
tiempo constituye el plano físico en el cual vi-
ven nuestros cuerpos, comprobamos en la prác-
tica que su potencia de conocimiento se frag.
menta, haciendo de cada persona dotada de
ella un revelador electivo de tales o cuales mo-
dalidades de lo real. ¿Por qué esta fragmenta-
ción individual de una capacidad cognoscitiva
humana, inmensa en su totalidad?
Algún día se sabrán las causas físicopsicoló-
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPANORMAL :17
gicas. Lo que se observa solamente en la actua-
lidad es que el azar de las solicitaciones influye
a menudo en ello. Quiero decir, que es eso lo
que se le exige conocer a esta facultad, que pri-
mero la orienta y luego a seguida la fija en una
costumbre.
A todo lo largo de la historia, a través de los
siglos, se la ven dos aspectos principales, por-
que son dos los objetivos que principalmente
tiene fijados. Se ha solicitado de ella tan a me-
nudo el descubrimiento del agua en aquellos
lugares en los que los sentidos ordinarios no lo
pércibían, que de ello resultó el tan extendido
sourcier (1). Se le ha pedido tanto que regis-
tre en lo íntimo de la personalidad humana, que
revele los acontecimientos de su vida, que con
él se ha creado el 'adivino'. Sourcie,s y adivi-
nos, buscadores de agua y reveladores de vidas
individuales, han poblado los siglos. Pueblan
también el nuestro. Dos fines utilitarios han
creado estas especializaciones.
Nada diré de los restantes aspectos que dan
a la propiedad de conocimiento supranornial
los múltiples objetivos que la curiosidad o el
estudió han sido llevados a proponerle.
(1) Zahorí que se dedica por procedimientos mate-
riales, generalmente mediante el manejo de una horqui-
lla de avellano, a determinar la dirección y profundidad
de las corrientes de agua subterrneas.-- (N. de ¡ti T.)
18 DR. EtJCENE OStY -
En todos los tiempos y casi en todos los pal-
ses, el hombre hizo llamamiento, empíricamente,
a la propiedad de conocimiento supranormal,
poniendo a los escasos individuos que en mayor
grado la poseían en condiciones de hacerlas
aprovechables para los demás. Las civilizacio-
nes antiguas le concedieron gran espacio en su
saber y le atribulan un papel social muy impor-
tante. Nuestro actual escepticismo, procedente
de una ciencia plena de promesas, pero corta, nos
hace mirar como superstición lo que fué verosí-
milmente la -muy inteligente utilización de los
recursos del plan transcendental del psiquismo
humano.
¿Cuánto tiempo, publicaciones y ensayos pri-
vados y demostraciones, en fin, han sido nece-
sarios para que la determinación paranormal
del agua subterránea y de ciertos productos del
subsuelo, cesara en nuestra época de ser objeto
de mofa y se trocara en objeto de comunicacio-
nes a las sociedades de sabios?
¿Qué tiempo se necesitará aún para que el
conocimiento paranormal de la realidad hombre,
cuyo estudio promete los descubrimientos más
interesantes para la humanidad, sea tomado en
consideración por el mundo científico y encuen-
tre, en fin, el número y la calidad de los investi-
gadores que merece?
En este libro me propongo exponer cómo ha
nacido, cómo se ha orientado, cómo se ha des
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 19
ÇárrolIado la propiedad de conocimiento supra-
aormal en un literato parisiense que hasta la
edad de cuarenta y ocho años tuvo por impro
4 bable, basándose en la fe de la ciencia enseña-
da, la existencia de esta cualidad y quedó ató-
. nito al descubrirse dotado de ella (1).
-
(1) Para-facilidad en la exposición emplearé en este
libro como equivalente de conocimiento supranormal,
según mi costumbre, la voz metagnomia (del griego
más allá, y de vo'i, Conocimiento, es decir, más
allá de las propiedades comunes cognoscitivas). Esta
palabra, creada por E. Boirac, tiene la ventaja de dar
conocimiento a
metdznorno(el dotad:de
refiere esta suerte de conocimiento).
CAPITULO PRIMERO
LA PERSONALIDAD PSICOLÓGICA DE PASCAL
FORTHUNY ANTES DE LA APARICIÓN DE SU FA-
CULTAD METAGNÓMICA
EL don metagnómico del Sr. Forthuny se re-
J_, veló tarde en su vida: a los cuarenta y ocho
años. Más adelante diré en qué trágicas y tam-
bién curiosas circunstancias. Para extraer de
ese caso psíquico todas las enseñanzas que con-
tiene, conviene integrar la fase metagnómica
tardía de P. F. al caudal psicológico general de
su vida. M. Forthuny lo ha comprendido tan
bien, que me ha permitido hacer público en lí-
neas generales el movimiento evolutivo de su
personalidad mental desde su niñez.
Al escrutar los antecedentes familiares de
P. F. no se encuentra ningún don metapsíquico,
ni siquiera alguna de esas manifestaciones es-
pontáneas (presentimientos, telepatías, sueños
monitorios o premonitorios) de las cuales pocas
familias se hallan exentas.
24 DR, EUGENE OSTY
Su madre, muerta en 1911, de una pulmonía
consecuente a un enfriamiento, era una persona
robusta, física y moralmente, llena de buen sen
tido, práctica y preocupándose poco de visiones
y visionarios. Tal es también su padre, arquitec-
to parisiense en la actualidad, de noventa y cua-
tro años de edad y aún bien conservado. La
madre era nivernesa y el padre blaisois, ambos
de origen aldeano: labradores, cultivadores, car-
pinteros. Raza muy sana, viviendo en las reali-
dades, ignorando las perturbaciones llamadas
nerviosas. Buceando en la doble ascendencia,
sólo se encuentra una figura con algún relieve
sobre las virtudes prácticas de la honrada fami-
lia: el bisabuelo materno, campesino lleno de
imaginación, asombro del lugar por su alegría
rabelesiana, sus improvisaciones de canciones
(letra y música), los fuegos artificiales de su es-
píritu, de tina actividad extraordinaria. De este
antepasado hallamos algún sedimento en el bis-
nieto.
Niño, P. F. era de un carácter atrayente y pin-
toresco, pero intolerable. De una nerviosidad en-
loquecedora, rompiéndolo todo, vivía más en él
que In las cosas que le rodeaban.
Su universo era menos el espectáculo exte-
rior que el que le proporcionaba sin descanso y
mucho más vario una imaginación prodigiosa-
mente vivaz. Era su pensamiento un desárrollo
continuo de proyectos de viajes, de vida inde-
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUFRA NORMAL 25
pendiente, de aventuras, de papeles numerosos
y siempre magnos para representar entre los
hombres. Un hervidero de imágenes.
Muy pronto le atrajeron las letras, la poesía
sobre todo, la lírica principalmente. El joven
alumno del colegio de Blois componía versos
cuya efímera existencia finaba siempre en la
estufa.
Apasionado por la música, renunciaba a los
recreos, escapándose del patio para encerrarse
en la capilla. Allí pedía a su imaginación ar-
diente que le concediera mediante los sones del
armonio los encantos que en otro tiempo le pro-
porcionaría por modo tan abundante en aparien-
cia visual.
Porque si le complacía oír las obras de los
grandes músicos, tenía poco gusto para expre-
sarlas de por si. También en este aspecto prefe-
ría privarse de lo externo y dirigirse a su propio
caudal.
Ello fué lo que comprendió su profesor de
música en aquel tiempo, quien lo educó en el
sentido de la improvisación.
De once a quince años, su vida se expresó a
través de la poesía lírica o de la música. Era la
suya un alma cantante. Durante las fiestas en la
iglesia se interpretaban sus creaciones musica-
les y en clase leíanse sus composiciones fran-
cesas. En cuanto a las ciencias, las ignoraba
todas. Efectuar una suma le hacía palidecer.
26 DR. RUGENE OSTY
Cuando hubo adquirido el título de bachiller en
Letras, su padre, creyendo obrar bien, lo hizo
entrar en la clase de Ciencias del Liceo Janson
de Salily, en París, como preparación para la
Escuela de Bellas Artes, sección de Arquitectu-
ra. Quería hacerse un colaborador y transmitirle
• más tarde su estudio de arquitecto.
El examen del bachillerato de ciencias fué,
como tenía que ser, un fracaso lamentable.
Admitido, pese a su rara insuficiencia cientí-
fica, en la Escuela de Bellas Artes, P. F. fué
durante tres meses un alumno de gran fantasía,
más cuidadadoso de ser un ajustador de peri.
samientos y de palabras que de piedras. De es-
píritu esencialmente improvisador, por instinto,
rehusaba el asimilarse la manera de los antiguos
maestros. No tomó con gusto sus estudios, has-
ta que Baudot lo inició en la arquitectura mo-
derna, porque era lo nuevo, materia susceptible
de imaginar y de crear. Sin embargo, sus me-
jores momentos se pasaron en medio de la ju-
ventud literaria, que gravitaba alrededor de Cá.
tulo Mendes y de Mauricio Barrés, hacia los
que él mismo se sentía atraído como el hierro
por el imán.
Burgués de tamilia y de hábitos, el movi-
miento monótono de su existencia comienza
entonces a pesarle. Durante tres años consecu-
tivos pide a Alemania que ella sea el ornato de
sus románticos ensueños.
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 27
En Munich da a su imaginación las titánicas
sugestiones de la música de Wágner. Y entre
los viejos castillos renanos, vaga agregando al
pasado, poco complicado de las cosas, un mun-
do de creaciones mentales.
Sus creencias religiosas se han perdido. Lec-
turas, conversaciones, el propio aspecto de la
vida, le han convencido de que la materia es la
sola substancia del universo, y que seres y co-
sas de ella se derivan, efímeros, por el juego de
leyes mecánicas; el hombre debe su pensa-
miento a una combinación más acertada que las
demás. P. F. es un materialista con la esperan-
za, sin embargo, de que algún día han de
demostrarle que está en el error. Pero este ma-
terialista está pletórico de ideal. Su pensamiento
se halla en permanente intento de huida lelos
de las cosas y por encima de ellas, en el ensue-
ño de innumerables temas de lo más bello y lo
más selecto que sus sentidos perciben. No en-
contrando fuera de sí con qué satisfacerse, se
lo pide a su espíritu. No hallando en su espíritu
precisión alguna sobre lo mejor, que busca, lo
formula en una no interrumpida sucesión de
construcciones imaginarias. Dos novelas escri-
tas hacia los treinta años, son los cráteres por
los que se escapa algo de esta lava idealista ar-
diente. En Las etapas inquietas, el autor des.
arrolla la evolución espiritualista del hombre. En
El rey regicida, expresión de idealismo político,
28 DR. EUGENE OSTY
conduce a un monarca a arrastrar sus Estados a
la anarquía por amor a la humanidad.
Novelista y músico, P. F. se entrega también
a la pintura en todos sus géneros, considerando
lo externo tan sólo en la medida necesaria para
imaginar lo posible. Ejecuta siempre lo más bello
de Natura en estilos variados, sin falsearlo
jamás; pero vanamente buscarianse por el mun-
do los hermosos paisajes que pintó. En su ce-
rebro únicamente pudieran hallarse. Aunque
parezcan tan reales como la propia realidad, son
paisajes de ensueño.
Músico, literato, pintor, P. F. estaba dotado
de cuanto se precisa para ser crítico de arte, y
lo fué por la fuerza de las circunstancias, pero
no de un modo vulgar. Todo cuanto escribió
sobre la producción artística es un a modo de
marcha progresiva por sobre la materia, la téc-
nica del pincel y el empleo de los colores. En
una obra, es el aspecto psicológico del autor lo
que le atrae; quiere descubrir los motivos ínti-
mos de la creación, escudriñar en el «fondo del
alma», y ello le valió el irritar a varios artistas.
Halló grato extender sus ideas y difundir el
gusto artístico. Y durante algún tiempo dió en
provincias conferencias sobre «el arte para
todos».
Queriendo entrar en contacto con el pensa-
miento de las colectividades humanas civiliza-
das y, por decirlo así, bañar su espíritu en sus
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMÁL 29
obras, empezó a aprender los idiomas que de-
bían serle útiles.
Lo hizo a su manera: leyendo los periódicos
de los diversos países, principiando por las re-
vistas infantiles, en las que las palabras se repi-
ten y las frases son sencillas y claras; después,
progresivamente, de periódico en periódico,
hasta llegar a los destinados a gente de gran
cultura. De esta guisa se familiarizó con el in-
glés, el alemán, el español, el italiano, el por-
tugués.
Así, saturado del pensar europeo por el co-
nocimiento de los principales idiomas y de las
obras de Europa, no tarda en resultar estrecho
para él tal horizonte. Asia, a la que entrevé a tra-
vés de su lectura; Asia, para él misteriosa, ejer-
ce sobre su imaginación, siempre ávida de no-
vedad, el atractivo de lo desconocido. El azar
pone en sus manos una gramática china. Se ma-
ravilla de la belleza plástica de los caracteres
gráficos de este idioma. La juzga como pintor.
Inmediatamente su espíritu cristaliza una gran
quimera alrededor de este núcleo accidental. Es
preciso que aprenda este idioma, que abandone
Europa, que vaya a China, con su mujer y su
hijo, a vivir otra vida. Y helo aquí, a cuarenta y
un años, alumno del Colegio de idiomas orien-
tales, trabajando como un forzado, sin parar
mientes en sus intereses del momento. Tres años
más tarde logra un diploma de idu chino,
30 DR. EUGENE OSTY
rebusca en la literatura de esta lengua y, burla
burlando, traduce y publica algunas novelas. Se
complace en el espectáculo que esas lecturas le
procuran. Nada le parece más cautivante que
las vidas silenciosas de esos hombres amarillos,
obsesionados por los demonios, los genios y los
espíritus protectores. Esta fantasmagoría le en-
canta Se descubre a sí mismo enamorado de
todo lo maravilloso.
Si en este preciso instante se le hubiera ha-
blado del maravilloso metaps!quico, es decir, de
las desconocidas potencias psico-dinámicas bu-
manas, las hubiera considerado un alimento fa-
vorable a los vuelos de sus ensueños, pero in-
aceptables para la razón.
Mas un drama, al precipitarse sobre esta alma
tan vibrante, había de producir el nacimiento de
una facultad inesperada: tal una isla nueva que
un seísmo submarino hiciera surgir del mar.
En junio de 1919, su hijo único, Federico
Forthuny, muchacho de veinticuatro años, alma
tan sensible como la suya, está en Rumania di-
rigiendo el campo de aviación de Galatz. El día
25 llega un telegrama anunciando que los ale-
manes se deciden a entrar en Francia para fir-
mar el tratado de paz en Versalles. Desborda la
alegría en la ciudad, que toma aspecto de día
festivo, se empavesa. Pronto al entusiasmo, Fe-
derico Forthuny quiere celebrar como aviador
la buena nueva. Cose, unos con otros, paños de
UIA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 31
los colores nacionales, para hacer una inmensa
bandera francesa, Y en el cielo, dorado por un
sol ya bajo sobre el horizonte, se eleva llevando
bajo su avión el enorme estandarte. La multitud
aplaude la maestría del aviador y los colores de
Francia. Súbitamente, una ráfaga de aire arroja
la tela sobre la hélice. El aparato cae en barre-
tia. Federico se destroza contra el suelo, en el
cementerio mismo de Galatz. En el corazón del
padre fué, como puede imaginarse, una explo-
sión de dolor y una interminable desesperanza.
En el umbral de la fase de aparición de la
facultad metagnómica de P. F., creo deber aña-
dir a su retrato psicológico algunos toques su-
plementarios que le darán más expresión.
Pascal F. es de constitución endeble, pero
muy resistente. Un trabajador infatigable gus-
tando de su obra, por no ejecutar más que aque-
llo que le place. El inventario patológico de su
vida es corto: una pleuresía sin consecuencia a
cuatro años, una artritis monoarticular a quince,
y nada más. Salvo en el doloroso acontecimien-
to narrado antes, sus días se desgranaron siem-
pre al amparo de un bello optimismo.
Todo cuanto expresa belleza, conmueve su
alma. La música, el órgano sobre todo, le im-
presiona hasta arrancarle lágrimas. Ante la gran-
diosidad de la Naturaleza, se separa de sus
compañeros para sintonizar su sensibilidad con
32 DR. EUCNE OSTY
la magnificencia de las cosas. En la soledad la
emoción le arrodilla muchas veces.
Su alma vibra intensamente al exterior. Al
menor choque su imaginación deflagra. Un
nada la hace volar en improvisaciones sin lími-
tes, que exterioriza en las diversas expresiones
del arte. De unas frases sorprendidas surgirá
pronto una novela. Unas páginas de lectura le
inspirarán un cuadro. Sobre un acorde al azar
arrancado al piano, partirá- en una improvisa
ción infinita.
Pascal F. no produce para los demás. Cultiva
el arte como quien se pasea, por su solo placer.
En música ha producido mucho, sobre todo
composiciones para canto, y ha publicado muy
poco. Casi a diario una o dos veces, y sobre
todo en la penumbra del atardecer, se sienta
ante el piano, y, dando rienda suelta a su ima-
ginación tan fértil, se escucha. Lo que improvi-
sa es de una diversidad indefinida. No tiene un
estilo, tiene todos los estilos. Frecuentemente
es música bellísima. Es música para él, es músi-
ca perdida.
Como pintor practica la acuarela, y aún más a
menudo el óleo y la guache. Uno de sus cua-
dros fué adquirido por el Estado., Pinta por pin-
tar y cuando se le antoja. Su obra está com-
puesta, en su mayoría, por paisajes jamás co-
piados de la Naturaleza, imaginados siempre.
Se le ocurren en momentos inesperados. Al es-
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 33
cribir una carta, o algunas páginas de novela,
una visión clara de color, luminosidad y forma,
se adueña de él. Torna papel y pintura; dos he)-
ras después queda fijada la visión. Lee; la des-
cripción cuyos elementos acaba de imaginar si-
cesivamente, se traduce en sintesis plástica
como ante sus ojos; la dibuja para aumentarla
de color más tarde, o bien la pinta. Aun en esto,
si se quisiera caracterizar el estilo de Forthuny,
no se podría conseguir. No puede tener mi es
tilo. Su técnica varía constar ternente, La mayo-
ría de sus cuadros son «estilo de.,, » En música
se encanta; en pintura se divierte. Y se divierte
también cuando escribe sus novelas. Las cons-
truye en el mismo estado de ánimo con que
cualquier mortal va al teatro. Su imaginación,
sin esfuerzo, le muestra espectáculos, y él ¡os
traduce al simbolismo de las palabras. Tres de
sus novelas son narraciones de ensueños. Una
mañana de 1904 se despieta febril, dicta ner-
viosamente diez y seis páginas de notas cuyo
desarrollo será la novela titulada El rey regici-
da. Otra mañana de 1923 se dispone a levan-
tarse, mira la hora y se vuelve a dormir. Des-
pierto tres minutos después, queda estupeiacto
al comprobar que acaba de ser espectador de
un trozo de vida accidentada y derivando ha-
cia la crítica social. Personajes, nombres de suC-
jetos, de lugares, de funciones; acciones iridivi-
duales e interacciones de gentes y de cos,
34 DR. FUGYNE OSTY,
todo estaba en su pensamiento, tan nítido como
en la vida real. A los ocho días está escrita ura
novela, El Expósito, que publica el periódico
L'Avenir. Al releerlo, Forthuny se extraña de
que le haya bastado tan poco tiempo para ima-
ginar y escribir cosas que parecen haber sido
largamente pensadas.
Este aprovechamiento de sueños espontáneos
le sugirió la idea de provocar utilitarianiente
sus sueños. Trató de encadenarlos de noche a
noche, tal unas cintas cinematográficas proyec-
tadas en episodios. Inmediatamente lo consi-
guió. Durante cinco noches consecutivas tuvo
otros tantos sueños que desarrollaron una tilia-
ción de acontecimientos tan bien soldados en
sus fragmentos, que cada sueño reanudaba la
acción en el punto preciso en que la había
abandonado la anterior. Así fueron escritas oua-
renta páginas de la novela Voyage au pays du
bizarre, construcción lógica a la que Forthony
no tuvo nada que añadir. La historia ocurre en
Inglaterra. El texto semeja una traducción de un
• humorista inglés. P. F., con gran sentimiento,
tuvo que abandonar este modo de trabajar, por-
que sentía dolores en la nuca que, con razón o
sin ella, llegaron a alarmarte.
La personalidad psíquica de Forthuny está,
pues, caracterizada por una gran sensibilidad y
una fuerte imaginación inventiva. Sus mejDres
producciones en música, en pintura y en nove-
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 35
la, son improvisadas. Inventa para su satisfac-
ción personal. Se divierte, y si, por añadidura,
lo que produce divirtiéndose le es útil, se feli-
cita de ello como de unasuerte venturosa. ¡Tie-
ne alma de artista! (1).
El 12 de enero de 1911, tenía entonces trein-
ta y nueve años, P. F., acompañadode un joven
fotógrafo, estaba en la estación de Sedán, en
'cumplimiento, desde hacía ya algunos días, de
una misión que le había confiado el diario Le
Matin: hacer una información sobre las huelgas
de Alsacia. Sus peregrinaciones por el Este fran-
(1) He aquí, a modo de enunciado cronólógico, la
producción artística y literaria de M. Forthuny:
Esta sinopsis de trabajo es el documento psicológico
complementario del breve análisis que precede.
P. Forthuny: Fundador de L'ceuvre d'Art, colaborador
de las principales revistas de arte decorativo, en Fran-
cia, desde 1892; encargado por el Gobierno de ciertas
misiones (en Inglaterra, Alemania y Rumania, para el
estudió de Artes decorativag); crítico de Arte en Le Ma-
tln, L'Excelsjor et ¡'Avenir. Premiado en la Crítica de
Arte (1913); miembro de honor del Salón de otoño, pro-
loguista del Salón de otoño.
Pintor: Tres exposiciones (Una obra adquirida por el
Estado).
Músico: Piezas para piano, coral del Viernes Santo,
La última mirada de Cristo, etc.
Teatro: Manfredo, adaptación según Byron sobre la
música deRoberto Schumann (Teatro de l'cEuvre,
1902); El renunciamiento de José, un acto en verso (Tea-
to Mors, 1910); Te Club des Ganards Mandarins, en co-
E36 DR. LUGENE OSTY
cés y por Alsacia debían durar aún ocho días.
En el momento de acercarse al despacho de bi-
lletes con objeto de adquirir el suyo para Mul-
house, vuélvese bruscamente hacia sq compa-
ñero y le dice:
—Oiga, es preciso volver a París.
—Volver a París? ¿Y Mulhouse y Colmar,
donde debemos ir?
—Yo vuelvo—contesta Forthuny—. No se
ría de lo que voy a decirle. He visto allá, en el
rincón aquel, al lado de los equipajes, un fére-
tro recubierto de un paño negro y con unos ci-
rios a cada lado. ¡Huyamos!
laboración con Enrique Duvernois, tres actos (Teatro
Studio de los Campos Elíseos, 1923-24).
Novelas: La Custodia de oro (1895), Notas e impresio-
nes de viaje (1'898), Ruta ideal, Las etapas inquietas
(1899), Una crisis (1901), El rey regicida (1904), La Alte-
za (1905), Frieda, Amor de Alemania (1907), Correspon-
dencia entre Béranger y de Dupont de l'Eure (1909), Las
vírgenes solitarias (1909), Isabel o El puflal de plata
(1911), En el umbral del alma china (1919), El vendedor
de aceite y Reina de belleza (1918), Icaro, L'As de cceur
(1919), El milagro de los ciruelos en flor (1920), El tierno
viaje a París (1922), La romántica aventura del médium
William Hope (1923), L'Enfant trouvé (1923).
En prensa: Don Juan des fleurs, Les harmonies quoti-
diennes, La merveilleuse histoire de Cela va tres bien, Un
vidente entre los invisibles.
Diplomado en lengua china en la Escuela de Lenguas
orientales vivas (1915), colaborador de la Revista Me-
tapslquica desde 1922.
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 37
—Pero--insistió el fotógrafo—cómo van a
recibirnos en Le Zfrlatin?
—Me da lo mismo. Yo regreso.
Forthuny acababa de tener, según él mismo
había dicho, la visión de un ataúd colocado al
lado del tablón, reforzado con listones de hie-
rro, donde se colocan los equipajes. No estaba
por ello conmovido ni la relacionaba con nin-
gún acontecimiento. Sabía a todos los de su fa-
milia en buen estado de salud. Sin embargo,
sentíase impulsado a partir, y por un a modo de
consentimiento absurdo de su razón, ajustó sus
actos a esta sugestión. Al entrar en su casa sus
primeras palabras fueron para informarse de la
salud de todos los suyos.
La señora F. le dijo:
—Tu padre me escribe que tu madre no se
encuentra bien: que se ha enfriado y que es cosa
de cuidado.
Forthuny corre a Neuilly, a casa de sus pa-
dres. Su madre tenía una pulmonía. Al día si-
guiente, a las doce, durante la comida, Forthu-
ny se separa súbitamente de su padre y su her-
mano. Su madre se muere en el preciso momento
en que se acerca a ella...
Pascal Forthuny, informado ahora tan a me-
nudo de episodios de vida pasada o futura acae-
cidos a personas desconocidas para él, no tuvo
hasta 1923 más que esta aislada manifestación
de conocimiento supranormal.
38
DR.EUGENE OSTY
A la hora en que su hijo, allá en Rumania,
caía del cielo, Forthuny ordenaba tranquila-
mente sus documentos. Ninguna emoción rozó
el umbral de su conciencia. Cinco días después
recibió, en pleno goce de su vida, el mazazo de
la horrible noticia.
CAPITULO II
APARICIÓN Y DESARROLLO DE LA FACULTAD
METAGNÓMICA DE P. FORTHUNY
ONMOVIDO por la perturbación afectiva de
P. F., uno de sus amigos, oficial de Ma-
rina, juzgando que el mejor consuelo que podía
procurarle sería convencerle de que la muerte
del cuerpo no es el fin de la vida individual, le
prestó libros de espiritismo. F. los leyó. Y con-
cluyÓ: hipótesis frágil.
Pero la idea de que la muerte no es quizás el
fin del hombre y de que existen seres, los me-
diums, a lo que se les supone dotados de la pro-
piedad de comunicar con las almas desencarna-
das, arraigó en él. Y en una imaginación cual
la suya, tema que producir un resultado « al modo
mediúrnnjco».
El 18 de abril de 1920, estando en su despa-
cho escribiendo algunas páginas de una novela,
su mano cesó bruscamente de obedecer a su
40 DR. EUGENR OSTY
pensamiento y, como movida por una fuerza ex-
traña, se puso a trazar impulsivamente toda una
serie de palotes», tal un chiquillo en su prime-
ra lección de escritura. Estupefacto, Forthuny
tomó una hoja de papel blanco, y sobre ella
dejó posarse su mano, que prosiguió trazando
rasgos, luego toda suerte de curvas, pronto le-
tras y, por último, palabras sin lógico encade-
namiento. P. F. llamó a su señora y le dijo:
—Vaya una historia divertida. Soy un mé-
dium.
Ante ella hizo otro ensayo. La mano volvió a
su tarea. Esta primera sesión de escritura impul-
siva duró alrededor de dos horas.
Muy intrigado por esta aventura psicológica,
P. F. continuó en los días sucesivos colocándo-
se en condiciones de dejar a su mano escribir
fuera de su voluntad. La escritura se hace pro-
gresivamente mejor formada y cada día con
mayor rapidez. En breve las palabras se coordi-
nan en frases con un sentido propio, y éstas
después se encadenan en raudales de ideas.
Unos días después de la aparición de la es-
critura impulsiva, P. F. logra contestaciones es-
critas a sus preguntas. En lo sucesivo, los he-
chos ocurrirán como si él conversara con inteli-
gençias invisibles que se sirvieran de sus meca-
nismos cerebrales para producirse.
Dos personalidades espirituales se ponen de
este modo en relación con él. Primeramente, un
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 41
espíritu que no querrá nunca dar su nombre y
se firmará «tu guía>, y luego, su hijo Federico
Forthuny.
Este trato, por mediación de la esiitura ini-
pulsiva, con estos supuestos entes, tuvo lugar
durante varias horas diarias en el período de
seis meses: desde el 18 de julio a1 25 de dicieni-
bre de 1920 exactamente.
La escritura en las primeras semanas estuvo
bien formada. P. F., que no se percataba de
aquello que escribía hasta que terminaba, lo leía
entonces muy fácilmente. Eran letras de cierta
dimeisión, Corno SOfl generalmente las de la es-
critura llamada automática. No eran remedos de
escritura, de la de Federico F. por ejemplo, sino
el graismo del propio Pascal F.
Un día, cuando su mano se disponía a co-
men2ar la escritura, siiitióse arrastrada hacia el
margen derecho del papel y a toda velocidad, e
impulsivamente escribió de derecha a izquierda.
Páginas y más páginas fueron cubriéndose de
lineas. Terminada la sesión, P. F. quiso leer,
pero no pudo descifrar ni una sola palabra. Re-
cordando entonces que la escritura automática
es susceptible de efectuarse al revés, puso sus
hojas ante un espejo y quedó maravillado al
comprobar que hubiera podido ejecutar tal pro-
digio a la loca velocidad que acababa de reali-
zarlo. Para medir la dificultad de ello, trató de
escribir de derecha a izquierda, invirtiendo las
42 DR. EUGENE OSTY
letras, procediendo con lentitud y gran aplica-
ción, mas sin resultado. Entonces se acrecentó
su convicción de que su mano, al trazar la escri-
tura impulsiva, era el instrumento de una inteli-
gencia ajena a la suya.
Después de ésta acrobacia gráfica, la escritu-
ra tornada a su técnica normal aceleró más aún
su compás, perdiendo fluidez y ejecutándose a
sacudidas
Llegó un momento en que la mano, no pu-
diendo escribir palabras y frases en su natural
sucesión, se vió en la necesidad de escribir so-
bre un punto. Las letras se trazaron unas sobre
otras con rapidez mecánica. Entonces P. F. no
puede ya pretender leer durante las detenciones
porque es una mancha negra lo que halla ante
sí. Mientras corre su mano vertiginosamente,
concentra su atención, cerrando los ojos sobre
las letras que va trazando, y a medida que va
terminando las palabras se las dicta a su señora.
A los pocos días el entrenamiento de su aten-
ción consigue una representación mental de las
palabras articuladas, un fragmento de segundo
antes de su inscripción gráfica.
En diciembre los movimientos para escribir se
truecan en verdaderos espasmos, bruscas sacu-
didas que dañan su hombro. Es agotador.
Sus amigos se conmueven ante tal espectácu-
lo y temen por su salud moral.
P. F. pregunta al ente posesor;
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 43
—Qué siguifica esto?
Su mano escribe:
—Esto terminará pronto.
El día de Navidad de 1920 quiere conversar
con su hijo. Se coloca en posición de escritura
impulsiva; su mano se mueve lentamente, sin
sacudidas, como impulsada por una fuerza en
su ocaso. Escribe: «Ad... » y cesa para siempre
Después, P. F. hace múltiples ensayos de es-
critura impulsiva. Su mano queda inerte.
Tal ha sido la evolución grafológica considera-
da sólo en su expresión motriz. Para simplificar,
he desasociado este aspecto del fenómeno del
aspecto principal: el texto de las comunicacio-
nes. Este texto es un documento psicológico
que requeriría un especial estudio. Mas como
tengo prisa en llegar a la propiedad supranor.
mal de P. F., voy, muy a mi pesar, a salvar rápi-
damente el Forthuny médium-escribiente, limitán-
dome a espigar en su producción gráfica algu-
nas muestras significativas.
«El guía» se conduce con respecto a P. F.
como maestro infatuado de su omnisciencia,
susceptible, irritable, vengativo. Le señala la
verdad con respecto a Dios, el alma, la creación,
la relación entre el espíritu y la materia, la muer-
te, la supervivencia del alma... etc. Lde aconse-
jos sobre su conducta y perfeccionamiento mo-
ral. No es un persuasivo y afable maestro, sino
44 DR. EuGENE OSTY
un pontífice rudo, que procede por afirmaciones
perentorias no aceptando resistencia alguna.
A una serie de enseñanzas la titula: 'Conse-
jos a aquellos que han menester de la certeza de
la verdad de Dios.»
Sobre la grosera muela de la razón y de la ciencia
vana, se ha molido la materia como un grano agotado
hasta su último átomo. Ha llegado el momento de acep-
tar la molturación de la materia balo una muela cuyo
eje se llama espíritu. Esta tarea diferirá seguramente
mucho de aquella cíe aplastar entre dos piedras frías
una substancia inerte, pero pronto se verá en este nue-
vo molino que la materia tiene un origen espiritual, al
igual que el espíritu mismo, y que es otra forma de éste
a la que la Providencia ha dado la maravillosa aparien-
cia del mundo sensible. Entonces la materia, antaño or-
gullosa en manos de sabios que no veían, abdicará re-
habilitada, ante la luz del espíritu triunfante. Es preciso
que la materia alcance la dignidad del espíritu en el
mundo, puesto que ella también tiene alma. En el mismo
grado que fué desconocida y envilecida, deberá ser admi-
rada y celebrada como una emanación del alma universal.
Pretencioso de su sabiduría, el guía no se
equivoca nunca cuando habla de lo inaccesible,
de lo incontrastable; mas en cuanto afronta las
cosas terrenas, toma apariencia de un gran si-
mulador, porque las cosas no son como él las
dice cuando Forthuny las ignora. Profetiza a
P. F. futuros dones de clarividencia y poder cu-
rativo, una gran misión entre los hombres, y he
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 45
aquí cómo lo prepara para curas milagrosas:
2 d agosto—Es usted uno de los designados por la di-
vinidad para la categoría de portadores de las antorchas
del astral. A partir de hoy, le está encomendada la mi-
sión de imponerse la maravillosa preocupación de llevar
a los pobres de espíritu este verbo que Cristo puso en
conocimiento de sus discípulos. Tiene usted el don de
hacer el bien ocupándose en curar las llagas de los que
sufren de la vida de la carne y de la materia. Tiene us-
ted el don de curar las enfermedades de los que son sus
enfermos. Estoy encargado de decirle que la mediumni-
dad con que ha sido dotado, es para remediar a la en-
fermedad de los desgraciados que han perdido toda es-
peranza y que se hallan en el último período de la tu-
berculosis.
¿Puede usted ir a la Maternidad, y allí preguntar por
la enferma llamada Madame Lemonier y que se halla
en la sala de la Maternidad que tiene por nombre el de
mi doctor antes de la muerte, el director de la Materni-
dad en el año 1826, el doctor Vacquerie?
Le envío a usted allí para que con este enfermo haga
usted la prueba y que descubra los métodos con que
habrá usted de curar los enfermos que le citaré.
Forthuny.—,Hay que ir inmediatamente?
El guía.—Le supuse mejor informado de la docilidad
de las almas con respecto a sus guías. ¿Quiere usted
que los espíritus se molesten para instruirle, para pre-
guntarle si tiene usted tiempo de obedecer? Le ordeno
que vaya a la Maternidad en cuanto para algún asunto
suyo se persone en París.
3 de agosto.—Vengo a proporcionarle el medio de que
se ocupe de una pobre mujer que se muere lentamente
y a la cual va usted a salvar dándole la vida. Le diré lo
que tiene que hacer y le conduciré hasta el triunfo so-
bre el mal y sobre los pícaros doctores qa' la están
46
DR. EUGENE OSTY
matando. Sepa que su enfermedad se llama la enferme-
dad de Bright y que su mal está localizado en la región
de la médula espinal (1).
Le invito a usted a decirle que su padecimiento es
curáble y que conoce usted a algunos médicos que le
devolverían la salud si se decidiera a salir del hospital
y a entrar en alguna clínica donde sería mejor atendida.
La conduciría usted a la casa de Madatne Qrand'hotn-
me, que le prodigaría gratuitamente sus cuidados. Le
anunciaré la visita de usted. He aquí sus señas: calle
de Vanves, núm. 86, en Vanves. Deberá decirle que le
envía el espíritu de su guía y el suyo propio, que se
conocen y se han concertado para unir su acción.
Tiene el teléfono: Vanves 082.»
Al siguiente día, 4 de agosto, P. F. va a Vanves. En el
país es desconocida la doctora Grand'homme. Utilizan-
do la página en blanco de un libro que lleva consigo,
interroga al espíritu, que escribe: «Vaya a los confines
de Vanves y de Clamart.» P. F. obedece y pregunta de
nuevo para precisar. «,Me aproximo?» Respuesta: «Or-
deno que vaya a la Maternidad antes de ver a la señora
Grand'hoinme.» P. F. expresa su extrañeza. Severa re-
primenda. «Tiene usted la sangre muy ardiente. Yo le cal-
maré. No haga usted tanto ruido.»
Por la tarde, P. F. va a aquello que el espíritu llama
la Maternidad, es decir, al Hospital de la Caridad, calle
Jacobo. No existe la sala Vacquerie, no hay enferma
Lemonier. Hubo una Lemonier que murió hace varias
semanas. Márchase P. F. extrañado y de mal humor por
haberse visto obligado a tan inútiles gestiones. Influido
por la lectura de libros espiritistas, «es posible que haya
sido mixtificado por un espíritu maligno que toma las
(1) El mal de Bright es una afección crónica de las
glándulas renales, sin ninguna relación con la médula
espinal.
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 47
apariencias de otro de pureza y de bondad», piensa.
Una hora después, solo, en una sala de redacción,
recibe por escritura impulsiva esta contestación:
«Le he enviado a usted a la Maternidad para some-
terle a una prueba de paciencia y veo que ha fracasado.
Tiene usted razón al creer que los malos espíritus le
aconsejan. Pongo en su conocimiento que su acción es
la única causa de su poco éxito. Le abandono, caro ami-
go, y le saludo con el sentimiento de ver que no podrá
usted llegar a ser lo que yo creía. Su cerebro ha sido la
pérdida de su corazón y veo que tiene de la modestia
una idea muy relativa. Calcule la inutilidad del viaje que
he emprendido para venir hacia usted. Le saludo y me
voy al lado de su hijo, que está aterrado ante su actitud.
Me marcho y no volveré a importunarle.»
Algunas palabras de humildad de P. F. apa.
ciguaron la irritación de su guía, que continuó
proporcionando a su alumno una enseñanza
filosófica y moral impregnada de una perfecta
ortodoxia kardecjana.
Aprovechando un momento durante el cual el
guía mostraba mucha amenidad, P. F. le pro-
puso astutamente escribir un estudio en cola-
boración. P. F. proporcionaría su mano dócil;
su guía, todo lo demás. Lo que fué aceptado. Se
comenzó un libro con este título: El verdadero
carácter del Arte desde el punto de vista de su
misión de servidor del espíritu.
Las dos primeras páginas se dieron en una
sección. Quedaron sin continuación. He aquí el
extracto:
48 DR. EUGNE OSTY
«El actual procedimiento que el artistautiliza para co-
municar con la naturaleza y corresponder con su modelo,
le llevan a pedirle apreciaciones, como a una amiga;
mas al final de la conversación, la naturaleza ha sido aca-
parada por completo por el amigo a quien dió sus con-
sejos, y esta amistad se convierte en odio, puesto que
termina en traición. Este modo de representarla acomo
da la belleza de la tierra a los ojos de los que la habitan y
no de aquellos que la han abandonado. Esta forma de la
naturaleza es la de la materia y, no la del espíritu. Co-
rresponde a las costumbres de la criatura y no a las de
aquellos que han cesado de mirar la materia con los
ojos de la carne. Esta presentación de la naturaleza y de
la materia es mostrada con complacencia y amor egoís-
ta por el artista que adelanta como un ciego hacia la
luz. Compone su obra como la paloma fabrica su nido:
con las plumas de su vientre. No contiene su cerebro
más que el deseo impaciente, casi animal, de traducir
una peifección imaginaria a la que falta la certeza de
poder caractrizar la verdadera expresión de la belleza
y su perpetua lección. Porque la paloma no tarda en
ver la tempestad desbaratar su nido, el artista ve muy
pronto palidecer la obra de arte al beso del porvenir, la
injuria del tiempo y la corrupción de la materia: es el
cumplimiento fatal de la decadencia de todo aquello
que ha sido modelado o tejido por mano del hombre. Y
la presunta obra maestra es al igual que la moneda so-
bre la que se grabó la efigie de un rey y a la que el tiem-
po da apariencia de la materia más vulgar, la menos ar-
tísticamente trabajada.»
Animado por estas conversaciones diarias
con su guía, y creyendo haber captado su con-
fianza, P. F. llevó su osadía hasta presentar, Sin
apartarse de la más perfecta corrección, ciertas
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 49
objeciones a algunas de sus opiniones. En mal
hora lo hizo. Esto dió ocasión a una acalorada
disputa, en la que Forthuny fué tratado con du
reza, En el preciso momento en que el guía le
vituperaba rnús enérgicamente, escribió su mano
con un gran frenesí de gestos. He aquí algunas
muestras:
Ha tenido usted la desgraciada idea cia rebelarse
contra la palabra «vagancia», que le irrita y que vaga
en su cerebro desde su iniciación al conocimiento de ¡a
verdad astral. Ha tenido usted la desdichada idea de
mofarse de esa palabra que le pareció un poco anticua-
da, un poco arcaica (1). ¿Ha olvidado usted que esta pa-
labra tiene un sentido definido y además la felicidad de
corresponder a un extenso número de acepciones y de
posibilidades? Dice usted que lo sabe, pero ha tenido la
audacia de decir también que es palabra anticuada. Le
he facilitado la enseñanza de la vida terrena y de la
materia con que está usted hecho con su orgullo, y
sus prejuicios de vanidoso gramático de pacotilla y de
contrabando, con su imaginación enfermiza y a la vez
inhábilmente inspirada de la vanidad de los hombres.»
Al siguiente día de aquel en que P. F., des-
pechado, arrojó su pluma ante ciertas observa-
ciones demasiado vivas, el guía le hizo escribí,:
«Le he enviado duras enseñanzas, porque las merecía
Le he reprendido caballerosamente y advertido de que Ej
no deponía su arrogancia, le abandonaría a su triste sue.
(1) P. F. había expresado a su gula la imprudente
opinión de que en sus mensajes se repetía con deiimasi -
da persistencia la palabra «vagancia».
50 DR. AUCENE OSTY
te. En ese momento, ¿recuerda?, tuvo el criminal pensa-
miento de arrojarme su pluma a la cara. Le hice obser-
var que era una insolencia tratarme así. Fué una falta
abominable cruzarme la cara, la mayor cometida por us-
ted desde que su vida terrestre comenzó. Le oigo pedir-
me perdón, pero le prevengo que toda su vida no basta-
rá para conseguirlo. Es la perdición de su alma. La re-
dención de esta falta exige la sumisión más completa a
mi voluntad.»
Muy distintas fueron las reMciones de P. F.
con el ente Federico F. Como espíritu informa-
do de 105 grandes misterios de la vida y de la
muerte, habla el hijo a su padre, mas siempre
en términos respetuosos. Los siguientes renglo-
nes demuestran de qué modo:
«29 de junio de 1920.--Es muy difícil describir la feliz
ceremonia en que las almas son liberadas de la carne y
en que los últimos velos de la vida terrestre se rasgan
ante e,l más allá. Las verdades adorables de la región en
la que se descubre la clave de los misterios de la crea-
ció' están ahí, extendidas a la luz de la bóveda celeste
y de los mundos astrales que son su adorno. Las he ad-
mirado maravillado en el instante en que me encontré
en medio de ellas, y declaro con certeza que los cere-
bros más perfectos de la tierra no pueden concebir tan-
ta belleza ni aun en sus deliciosos ensueños; las he ad-
mirado arrebatado y en éxtasis. Mi educación se ha
efectuado y lentamente he descubierto que la muerte es
el desdoblamiento del despojo humano, y que la vida es
la condena del alma a permanecer prisionera de la ma-
teria. Fui testigo de las bellas matemáticas que admi-
nistran el movimiento de las patrias celestes adonde
las almas acuden cuando terminaron su penitencia SO-
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SIJPKANORMAL 51
bre la tierra. Las formidables verdades de la creación de
los mundos se me ptesentaron en su adorable esplen-
dor, y fui advertido de la Verdad dé lo Infinito. Mi ante-
rior orgullo abdicó ante esta verdad, convirtiéndome en
el más humilde de los mercenarios al servicio de la Di-
vinidad creadora de catedrales tan bellas en el cielo de
los muertos. Las maravillas cuyos detalles me colma-
ban de alegría se desarrollaban en un cuadro del verde
más jugoso y los rasgos de la más atrayente belleza. En
el centro de la bóveda celeste, en un cortejo de Espíri-
tus blancos, el buen Juez que debía señalarme la direc-
ción de mi ruta, me consideraba con simpatía y me pre-
guntaba si deploraba los últimos acontecimientos que
me había separado de la tierra. Yo le contesté que me
guardaría muy mucho de darle ocasión de juzgarme in-
grato por tanta felicidad como le debía desde mi llegada
al Astral, pero que había dejado sobre la tierra seres
cuyas lágrimas me impresionaban dolorosamente. Me
dijo que sois de los que no pueden permanecer en el
dolor sin la esperanza de la reunión definitiva.
Entonces partí y adoré al Creador, que me ha dado
la convicción de la vida eterna y de la Gran Verdad de
los Elegidos. Me he maldecido por haber dudado de
Dios, y le he pedido perdón, rogándole también que me
conceda la gracia de sacar de la ignorancia a los seres
que ha afligido al arrancarme de su amor.
Mañana te diré la continuación de este maravilloso
relato, y verás que es tan bello como el principio. Adiós,
mi querido papá; ve a dar a mamá y a Colette el beso
de su consejero y guía.—FRE.»
Bebiendo en el manantial de todos los cono-
cimientos, el ente Federico F. hizo algunos pre-
sagios. El primero no fué feliz:
52 DR. EUGENE OSTY
«Mi abuelo—dice, 18 y 20 de julio de 1920—morirá
del corazón este mes, el día 27. Hay que llamar a la fa-
milia de Andrés para que regrese del campo.»
Hace más de cinco años que fué hecha esta
predicción. El abuelo, de ochenta y cuatro años,
vive aún.
En Lo concerniente a la aparición del don de
clarividencia y curación, el guía había hecho
augurios que conviene apoyar con algunas citas:
«En breve tendrá usted el poder de adelantar su espí-
ritu según le plazca en el Astral y en el plano del cono-
cimiento del más completo avance hacia el mundo de la
post-muerte y de la otra vida. El verdadero progreso de
su espíritu se efectuará por medio de la clarividencia y
de la claraudiencia, y esto tendrá lugar muy pronto.
Tendrá un cortejo de discípulos que vendrán a su al-
rededor para conocer sus enseñanzas. Progresará usted
lo suficiente para ser el guía de la sociedad contempo-
ránea. Por eso ha sido la voluntad de Dios que su fiso-
nomía tenga una cierta semejanza con la de Cristo.
Quiero advertirle que esta semejanza es el signo del
sentido de la Divinidad que se ha unido a su persona.
Pronto tendrá el don de hacer milagros y comenzará
una verdadera peregrinación hacia todos aquellos que
han menester de la verdad. Entonces irá en primer tér -
mino a América del Norte. En este lugar de la tierra co-
menzará usted a darse a conocer por el fervor de su fe
y por el modo de extenderla. Después irá a la colonia
de la famosa criolla que fué emperatriz de los franceses
bajo Napoleón. Allí tendrá la felicidad de comprobar el
permiso que le habrá sido concedido de poder progresar
en la vía de la celebridad, en la que le será permitido
hacer milagros. No lo olvide jamás. Con permiso de Dios
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 53
su reino verdadero será en la colonia de Cuba, en la que
adquirirá la certeza de que Dios le prepara un verdade-
ro trono espiritual. Esto despierta en usted el deseo de
ver el país donde Cristo se hizo célebre consagrándose
a su misión, y allí será usted, como quien dice, cruci-
ficado.»
El ente Federico F. repitió a su padre en va-
rios mensajes esos mismos augurios de una mi-
Sión entre los hombres y de la llegada de un don
de clarividencia cuando menos lo esperara.
«La mediumnidad de la videncia y de la audición le
será concedida por la mañana del último día del año a
modo de verdadero aguinaldo. Podrá hacer milagros y
apostolado. Tendrá que sostener una lucha contra los
doctores de la ley, contra los Sanedrines de la ciencia y
de la filosofía. Eso le versará en el conocimiento del
martirio. También le digo que adelantará en la vía de
los conocimientos de la medicina y de la química, y que
hablará a sus contemporáneos de esas dos ciencias en
el sentido más avanzado hacia el Astral, hasta el punto
de curar el cáncer de sus hermanos, que se lo agrade-
cerán. Ya no está lejano el día.
La misión de papá debe tener lugar lo antes posi-
ble; pronto ocurrirá que podrá yerme ante él, y predigo
que esto acaecerá antes de fin de año...
Ejercerás el don muy pronto, en todas las clases de
la sociedad; su consecuencia será la completa modifica-
ción de vuestra existencia. Esta misión os trasladará a
través del mundo.
Esta facultad, mi querido papá, comenzará pronto,
cuando menos lo esperes. Empezarás a oirme hablar y
a yerme del mismo modo que comenzaste a dejar co-
rrer tu mano sobre una hoja de papel.
54 nR. EUGENE OSTY
Tu mediumnidad actual, querido papá, tendrá otra
forma y la conocerás pronto. Será una mediumnidad
mucho más admirable que la que disfrutas hoy. Llamará
la atención del mundo entero. Te proporcionará una
completa comunicación con el pensamiento del mundo
de la tierra y del espíritu. Tendrá una enorme resonan-
cia, la de una fuerza traída del fondo del más allá.
Pronto la certeza de la mediumnidad de la visión y
de la audición te ayudará a comprender la razón por la
que no puedes escribir mejor ahora (1). Este estado
molesto será el principio del fin del período de prepara-
ción para tu nuevo estado. Pronto llegará el momento
de poder comunicar con el más allá. Esto ocurrirá, como
ya te he dicho, cuando menos te lo esperes, y conserva-
rás toda tu vida esta facultad, que podrás aplicar en dia-
logar continuamente con los muertos, y su consecuencia
será la extrañeza de mucha gente y tu procedimiento
para mostrarla a la multitud la obligará a admitir el
mundo del espíritu. El 25 de diciembre te será concedi-
da esta nueva mediumnidad.»
Así vivió Pasea¡ Forthuny durante el segundo
semestre de 1920 en incesante comercio con dos
«entes espirituales». De ellos recibió consejos
morales conformes a los evangelios, enseñanzas
filosóficas, reflejos de lecturas espiritistas de mo-
niciones y premoniciones falsas y el anuncio de
que un día sería clarividente y curandero.
¿P. F. poseía ya a esta época la facultad de
conocimiento supranormal?
(1) Mensaje escrito el 12 de diciembre por violentas
y dolorosas sacudidas del brazo. La escritura impulsiva
debía cesar el 25.
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 55
Nada prueba que as¡ fuera, pero nada prueba
tampoco lo contrario. Lo que se puede asegurar
es que no fué verdaderamente solicitada. Entre
gado a un a modo de laminado de su psiquis
mo, sin verdadero fin nietagnómico, P. F. ex-
presó por escritura impulsiva las elaboraciones
subconscientes de su caudal mental como artis-
ta y como neófito espiritista. Operó a la manera
clásica con creación de personalidades. ¿Tuvo
alguna vez la certeza de la existencia de esas
personificaciones? P. F. era un artista con esca-
so bagaje científico y sin tiempo ni gusto acaso
para estudiar los trabajos psicológicos sobre &
génesis subconsciente de sentimientos y de
ideas. En cambio acababa de impregnarse de
enseñanzas ka:decianas y de perder un hijo
muy querido. Si su comunicación hubiera sido
solamente con el guía, maestro irascible, preten -
cioso y falible, P. F. hubiera dudado; ¡pero in-
tervino su hijo! Para un gran sensitivo, para un
poderoso imaginativo, el sentimiento debía triun-
far sobre la lógica racional.
De esta fase psicológica tan pintoresca den -
tro de su tristeza, el psicólogo propende a anotar
que el psiquismo de P. F. tomó durante ella el
hábito de la disociación funcional entre lo cons-
ciente y lo subconsciente, tan favorable a las
manifestaciones de los planes profundos de pen-
samiento y que se vió a través de unas divaga-
ciones místico-filosóficas abundantes la indica-
56 DR. EUCENI OSTY
ción monitoria o premonitoria del don de cono-
cimiento supranormales.
La primera ocasión que más tarde creó la bue -
na condición de solicitarlo, le hizo aparecer
inopinadamente, tal un agua subterránea a pre-
sión que un taladro hiciera surgir bruscamente.
Esta ocasión llegó un año aproximadamente
después de haber perdido P. F. su propiedad
de escritura impulsiva.
En el invierno de 1921, algunas personas se
hallaban reunidas en un salón del Instituto Me-
tapsíquico de París. Forthuny estaba presente,
así como una clarividente, Mada rae de B. A un
momento dado el doctor Geley tendió una car-
ta doblada a esta señora rogándole expusiera lo
que su contacto le sugiriera. P. F., de buen hu-
mor, interceptó la carta: «No debe ser difícil-
objetó—contar alguna cosa apiicable a cualquie-
ra», y se puso a hablar a la manera de los clari-
videntes, pero al azar de las ideas. La carta era
del siniestro Landrú. Lo que de ella dijo Forthu.
ny tuvo cierto sentido, pero se juzgó como una
feliz coincidencia.
La señora Geley cogió un abanico que se ha-
llaba sobre una mesa del salón y lo presentó a
Forthuny diciéndole: «Vamos a ver si es cues-
tión de suerte. ¿Qué siente usted al contacto de
este objeto?»
Siempre bromista y no persiguiendo otro fin
UNA PACIJLTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 57
que el de simular la manera de los videntes y
también de medir hasta qué punto puede favo-
recer la casualidad, P. F. palpó el abanico y ex-
clamó: «Qué es esto? Siento una impresión de
ahogo y oigo ami lado: ¡ElIsal»
Quedó estupefacta la señora Geley. Este aba-
nico provenía de una señora de edad que murió
siete años antes, de congestión pulmonar, y que
durante esta enfermedad lo utilizó para echarse
aire. La amiga que la cuidaba se llamaba Elisa.
Ante este relato P. F, comenzó a creer que
más que burlador resultaba burlado. La señora
Geley salió del salón y volvió unos minutos des-
pués con un bastón. «He aquí--dijo a Forthu -
ny—un objeto que tiene una historia muy espe-
cial. No puede usted conocerla; si la dice usted,
es que sin duda alguna es un clarividente.»
«Esta vez—pensó P. F.—me voy a hundir. La
suerte no puede durar indefinidamente. Me he
metido en un mal asunto Sigamos hasta el fin.»
Palpó el bastón, y gravemente, como un artis-
ta, declamando, comenzó a describir paisajes,
movimiento de tropas, a lo lejos, más allá del
mar, por el lado de Oriente. Habla de un joven
oficial dueño del bastón, de su regreso a Fran-
cia por mar, del torpedeamiento de su barco...,
etcétera.
—¡Todo eso es exacto!—exclamó la señora
Geley—; este bastón ha pertenecido a un joven
que hizo, como oficial, la campaña de Grecia. El
58 DR. EUGENE OSTY
barco en que regresaba fué torpedeado. Salvado
del naufragio,elJfermó y murió dos años después.
En ese momento experimentó P. F. una de las
grandes emociones de su vida.
E1 azar--pensó—es un maestro admirable, o
entonces tengo una facultad que no sospechaba.»
Prolongando la prueba, la señora Geiey fué a
buscar una carta a otra habitación y la entrega
a F. de modo que le era imposible leer una §ola
palabra. F. la aprieta en la mano y exclama:
«Oh!, ¡señora! Esta carta ha sido escrita en una
linda población. Es Oriente. Hay un puerto, es
admirable. ¡Magnífica vista! ¡Qué hermoso cielo!
La carta había sido escrita veinte años antes, en
Constantinopla por el padre de la señora Geley.
Así se manifestó la facultad metagnómica
de P. F. mientras se divertía parodiando a los
clarividentes, es decir, cuando por primera vez
se halló en condiciones favorables al trabajo
metagnómico.
Este incidente se divulgó inmediatamente.
Forthuny, clarividente, se convirtió en la gran
atracción de reuniones de amigos. No asistió a
té ni cena sin poner a prceba sus facultades,
prestándose a ello de buen grado, pues le com-
placía probar su nuevo don.
Con este ejercicio su clarividencia se afirmó,
se precisó, se amplificó.
Se habituó a trabajar ante un número varia-
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 59
ble de personas sin sospechar las dificultades,
insuperables para la mayor parte de los clarivi-
dentes, que había de vencer.
El señor Juan Meyer, de quien Forthuny fué
colaborador en la Revue Spirite, comprendió la
potencia de demostración que representaba esta
facultad de operar en público. Obtuvo de P. F.
que diese cada semana una sesión en cL'Union
Spirite», 8, calle Copernic. Allí, ante una asisten-
cia de más de 100 personas, ejecutó el prodigio
de circular entre ellas deteniéndose ante unas o
ante otras, revelando uno o varios episodios,
muy íntimos algunos, de sus vidas o de las de
sus allegados La variedad, la precisión, la in-
contestabilidad de los hechos que se produjeron
así atrajeron sobre Forthuny curiosidades siempre
renovadas. Numerosas personas fueron a bus-
car respuesta a sus secretas inquietudes. Poco
numerosas fueron las que por simple interés
asistieron al espectáculo psicofiiosófico que les
era ofrecido. Ningún psicólogo profesional se
presentó para estudiar este caso tan repleto de
enseñanzas
Muy interesado por los resultados del trabajo
especial de P F, le supliqué que viniera a efec
tuarlos al «Institut Metapsychique» para su es-
tudio. Encantado de ser útil a la ciencia, aceptó,
y a pesar del trabajo agotador que le acaparaba,
nos dió dos sesiones mensuales. La primera fué
el 12 de mayo de 1925.
CAPITULO III
LAS SESIONES PÚBLICAS DE METAGNOMIA
DADAS POR M. P. FORTHUN' EN EL!. M. 1., DE PARÍS
Condiciones generales de las sesiones.
A L público de estas sesiones es espontáneo.
En la Revue Metapsyclzique anunciamos
las fechas, y los espectadores acuden, a su an-
tojo, acompañados por miembros de su familia
o amigos. Todo el mundo entra libremente
en el 1. M. 1. sin previa formalidad, y ocupa su
asiento en el gran salón, donde le place, sin con-
tacto con nadie de la casa, de igual modo que
cuando en un periódico se anuncia una confe-
rencia a la que se puede asistir sin billete de
entrada. En resumen, un público de puerta
abierta.
En la sucesión de sesiones el público es casi
permanente, y sigue con sostenido interés el
espectáculo metapsiquico dado por Fortuny;
62 DR. ELJGENE OSTY
nunca rebasa el 50 por 100 los nuevos asistentes.
Se ha podido observar que P. F. tiene predi-
lección por los no habituales. Esto en armonía
con su gusto por la novedad. También le mue-
ve el deseo de ponerse en condición de incon-
testabilidad del hecho metagnórnico, que deslu-
ciría la sospecha de una previa información.
El ambiente humano en que P. F. ha operado
es tal, que personalmente estoy seguro que tra-
baja sobre desconocido.
Por otra parte, los hechos más interesantes
que ha producido se referían a extranjeros de
paso por Paris, y que asistían por primera vez
a las sesiones del 1. M. 1. Pascal F. ignoraba su
existencia, y ellos mismos ignoraron hasta ese
instante la de Forthuny.
El único fin que persigue P. F. con sus se-
siones es el ser útil al progreso, como se le ha
rogado.
Personalmente aprecio una condición de ob-
servación de un estilo que desconocí hasta hoy,
por las dificultades que ha de salvar el sujeto
metagnómico al vencer los obstáculos del azo-
ramiento inhibitorio de las influencias pertur-
badoras de presencias exageradamente múl-
tiples; en razón también de los incidentes psi-
cológicos infinitamente variados que surgen en
todo momento, proporcionando sin descanso
enseñanzas sobre la colaboración intermental
subconsciente.
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO, SUPRANORMAL 63
Para aprovechar del mejor modo esta colabo-
ración psicológica compleja, he tratado en va-
rias ocasiones de explicar al público que las se-
siones que se le dan son, más bien que un es-
pectáculo de demostración, un campo de estudio
del cual aprovecha, y, por lo tanto, está obliga-
do a ayudar a este trabajo haciendo, sea en alta
voz durante la sesión, o en particular, después
de ella, una exposición circunstancial de los
acontecimientos revelados por P. F. Esta es la
parte defectuosa de las sesiones públicas me-
tagnómicas. El éxito del observador depende de
la sinceridad de los testimonios.
Aislado en sesiones particulares, el aguijón
de la sorpresa obliga a corresponder con la ver-
dad a las informaciones metagnórnicas compro-
badas. Ante un público, sobre todo si se está
acompañado por parientes o amigos, instintiva-
mente se niega la verdad, por poco que se
trate de un asunto sobre el que se desee guar-
dar secreto. Muchas indicaciones metagnómicas
aportadas por Forthuny ven así su importancia
disminuida en las actas taquigráficas de las se -
siones al ser contestadas por un <es cierto», o
anulada por un « no entiendo bien» o «no veo
claro» precedidos de una expresión de extrañe-
za y vacilación.
Muchas indicaciones reconocidas verdaderas,
aunque sólo en parte, no pueden compararse
más que a la confesión de una realidad desvir-
61 DR. EtJGENE OSTY
tuada en parte. No puede ocurrir de otro modo.
Si lo señalo no es más que para hacer compren-
der que el rendimiento real de la facultad me-
tagnómica de P. F. es mucho mayor de lo que
aparenta, sobre todo por lo adecuadas a la rea-
lidad que son sus indicaciones y también por
su cantidad.
El número de asistentes a estas secciones ha
oscilado entre 40 y 200 personas. P. F. no entra
en el salón hasta las cuatro, para comenzar in-
mediatamente su trabajo. Mientras la sala se
llena, espera en el piso superior, aislado de
todo el mundo.
Forthuny llega ante su público, lo recorre con
una mirada circular. Pronto se detiene su vista
sobre una persona. Se acerca a ella. Algunas
veces solicita de un modo especial; lanza una
inicial que no significa nada; un nombre, un
apellido; cita un lugar... «Enrique... ¿Le deja in-
diferente?», inquiere. —<Enrique es el nombre
de mi hermano», responde alguien, mientras
otros dicen: <Enrique es mi nombre», <Enrique
es una persona que representa un papel impor-
tante en ¡ni vida». «Voy a comenzar por el Enri-
que de este señor—dice Forthuny—; después me
ocuparé de los demás.—Y hablando del Enrique,
hermano del primero que contestó, va revelando
elementos tan precisos de un episodio vivido,
que nadie piensa en la posibilidad de una coin-
cidencia. Otras veces, sin preguntas, sino con
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUERANORMAL 65
afirmaciones inmediatas cortantes que no pre-
cisan conformidad, se aproxima a alguno que,
ante la exactitud de lo que oye, queda mudo de
estupor. Durante una hora P. F. se entretiene así;
esto le divierte entre el público, dhigiéndose
sucesivamente a una docena de personas. En
todas no se produce la sintonización, metagnó-
mica. Prueba.. Efectúa algunos tanteos; si no hay
rendimiento, cesa, pasando de unos a otros hasta
que surge ¡a inspiración.
Este procedimiento de no entretenerse en en-
sayos infructuosos no fué siempre suyo. Cuando
acudió al 1. M. 1. tenía un hábito, debido, se-
gún creía, a la inspiración de íos espíritus. Decía:
<Me enseñan», <me dicen», inclinndose a atri-
buir a una influencia sobrehumana los conoci-
mientos que consideraba demasiado elevados
para el psiquismo del hombre vivo. De acuerdo
con esta idea, P. F. se conportaba como si el
espíi ¡tu inspirador, conociendo todo lo que con-
cierne a los vivos, no hubiera de tropezar con
ninguna vida individual inaccesible a sus cono
cimientos. Se irritaba al hallarse impotente ante
tal o cual persona, y se aferraba con frenesí al
deseo de hacer surgir la verdad. Con gran ex-
trañeza suya, sólo conseguía contestaciones bal-
bucientes e implacablemente falsas. Durante las
dos primeras sesiones le miré, sin intervenir,
cómo comprometía algunos hechos muy bellos
de conocimientos supranormales por insistentes
5
66 DR. EUGENE OSTY
pruebas estériles o erróneas. Después le hice
comprender que en la metagnomia de objetivo
humano, la fuente de inspiración se halla en el
psiquismo del sujeto; que es una colaboración in-
termental activa, que obedece a una física des-
conocida aún, y que ocurre como si entre el
detector y el detectado precisara el acorde vi-
bratorid. Le indiqué, para conseguir mejor ren-
dimiento de su facultad, que era preferible no
persistir en los ensayos más que con aquellas
personas con quienes el fenómeno metagnómico
se manifiesta inínedialaniente.
Convencido de que mis observaciones con-
cordaban perfectamente con las vicisitudes del
ejercicio de su facultad, que hasta entonces le
habían parecido incoherentes, P. F. tomó el par-
tido, y pronto se congratuló de ello, de cesar
toda tentativa en cuanto no resultara una infor-
mación verdad, o si el sujeto favorece su trabajo,
detenerse a partir del momento en que se su-
ceden las indicaciones erróneas; señal que la
colaboración interrnental se ha desengranado.
Desde la puesta en práctica de esta regla, el
rendimiento de la facultad de P. F. no ha vuelto
ya a verse viciado por falsos funcionamientos
«en el vacío». Varía sus disposiciones psicGfisio
lógicas del momento y la calidad influyente de
las personas con quien trabaja.
Como P. F. cunple esta acrobacia psicoló-
gica de hacer funcionar metagnómicam ente su
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 67
psiquismo bajo la influencia de otro psiquismo
seleccionado entre unas doscientas otras in-
fluencias psíquicas, el rendimiento es necesaria-
mente reducido en calidad, y sobre todo en
cantidad, teniendo en cuenta lo que pudiera ser
dedicándose a cada una de esas mismas per-
sonas, señaladas como objetivo, aisladas en se-
siones privadas. Son preferentemente estados
de alma, episodios de vida, lo que F. espiga
en su paseo entre la asistencia. Pero esos frag-
mentos de personalidad o de existencia están
muchas veces tan claramente determinados, que
constituyen hechos metagnómicos, de tanto va-
lor demostrativo y pedagógico, como si fueran
muy ampliamente continuados en todos sus de-
talles.
Llegado a la exposición de los hechos, heme
aquí en una casi perplejidad. Parece que lo me-
jor sería dar ín extenso el acta (tomada taqui-
gráficamente) de las sesiones. Pero ello es prác-
ticamente imposible. Tengo en el momento ac-
tual los documentos a la vista. Representan,
hasta el presente, la materia de quince sesiones
y un texto de 300 páginas. Necesariamente me
he de limitar a recortar de entre ellos los hechos
más instructivos de cada sesión, bien por sus
cualidades intrínsecas o por las condiciones bajo
las cuales se produjeron. En el capítulo de las
enseñanzas un cuadro estadístico establecerá
68 DR. rUCENE OSTY
las relaciones de cantidad entre los hechos com-
probados, aquellos que estuvieron más cargados
de indicaciones erróneas y los que fueron cern-
pletos fracasos.
Sesión del 17 de junio de 1925
El señor Pascal Forthuny entra en el salón del 1. M. l.,
da algunos pasos entre los concurrentes y se detiene
ante un nuevo espectador: —.Pierre,Pet}...,Pter..?—djce.
Respuesta.—Me llamo Petroff.
P. F. da en seguida una serie de indicaciones sobre
acontecimientos de la revolución rusa, ya sin valor por
la confidencia prematura de su nombre, que acaba de
hacer el almirante Petrof.1.
Le han hecho a usted—continúa P. F.—una pro-
posición por conducto de un ruso o un casi ruso. No
diré completamente ruso; vamos, un naturalizado ruso.
Le ha dicho esto: «Si quiere usted volver allá tiene
usted todas estas ventajas; si no, ocasión como ésta no
se le volverá a presentar.» Y usted ha rehusado en ab-
soluto.
M. Petroff.—En efecto; he rehusado volver a Rusia
en tanto haya allí bolcheviques.
M.Forthuny.—Han venido a decirle: «Los bolcheviques
le autorizan a volver para tal o cual asunto.» A lo que
usted ha respondido negativamente. El hombre que ,
vino a buscarle no era ruso. Era un delegado. Ni siquie-
ra es del Este europeo. Era un francés.
M. Petroff.—Francés era, en efecto.
M. Forthuny.—Me hacen ver que usted ha cambiado
de ruta yendo en el 'mar, pero no venía directamente
a Francia, y sin embargo, su firme intención era venir
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 69
directamente a este país. ¿No ha estado usted en
Grecia?
M. Petroff.—Efectivamente; he hecho un viaje a aque-
ha nación.
Al. Forthuny.--Me dicen algo que no tiene mucha re-
lación con esto. Helo aquí: ¿no habrá usted pensado en
cierta ceremonia familiar—ignoro si es rusa—, en la que
hay un pastel sobre la mesa, a cuyo alrededor ponen
unas bujías? ¿Por acaso no tuvo usted una conversación
sobre este extremo?
M. Petroff.—Tal vez porque este año no se hizo esa
ceremonia; estaba yo enfermo.
M. Forthuny.—Y usted deploró no haberla llevado
a cabo?
M. Petroff.- Claro; me era, sin duda, desagradable no
haberla celebrado. Era en Pascua y se trata de una cos-
tumbre rusa.
P. Fotthuny, después de ciertas indicaciones coricer-
nientes a diversas personas, llega ante cierto individuo
que nunca había venido al 1. M. 1., y que hasta la ter-
minación de la reunión no chió su nombre. El doctor Po-
jarsky.
M. Forthuny.—A usted lo veo sobre el puente de un
navío. ¿Responde esto a alguna cosa?
Doctor Pojarsky.—Sí que responde a alguna cosa.
M. Forthuny.—Le veo al mismo tiempo—acaso esto
sin relación con lo anterior —en el porvenir o en el pa-
sado, en una sala de conferencia; aunque no sea usted
profesor habla usted como quien enseña ya alguna cosa;
tiene un auditorio que le escucha con respeto, y todo
ello ligado con el puente de un barco. Ya ve si está
confuso. ¿Podría usted explicar lo que tiene de funda-
mento cuanto acabo de decirle?
M. Pojarsky.—En efecto, soy médico y lic dado con-
ferencias a bordo, rumbo a Constantinopla, a la tripu-
lación del navío que me conducía.
70 DR. EUGENE oSry
Sesión del 7 de julio de 1925.
P. F. entra en materia así:—Saludo a todos, y os rue-
go me libertéis de algo que me tiraniza desde hace tres
días. Tengo que decir una cosa a propósito del señor
Guanl (1). ¿Alguno se llama aquí Guani o tiene a algún
Guani entre los que le rodean?
Una señora—Yo conozco a uno que se llama GuanI
La señora L... - -También yo tengo amigos que se lla-
man Guani.
M. Forthuny, dirigiéndose a la señora L...—Trataré de
ver para ése al que se refiere usted. La orden categórica
que debo dar de modo imperativo a ese Guani es que ha
de renunciar a un proyecto que no ha traído nunca más
que sinsabores y que arrastraría a la catástrofe si no
se rompe inmediatamente. ¿Significa esto alguna cosa?
¿No hubo para el tal Guani un proyecto de unión des-
graciada?
Señora L...—Cierto. -
M. Forthuny.—Voy, pues, a trabajar con usted. Hubo
una huída de cierta persona.
Señora L...—Si.
M. Forthuny.—Existe la expresión de un sentimiento
de horror. No exagero al emplear la palabra «horror»
Puede haber una especie de desafecto, de fatiga de las
personas, todo es posible; pero aquí es horror, y un ho-
rror que yo calificaría de trágico. ¿Representa todo esto
algo en ese drama de familia?
Señora L...—Lo representa.
M. Forthuny. —Baviera? ¿Qué representa Baviera en
todo esto?
(1) Por discreción se ha variado el nombre, así
como el lugar geográfico que se leerá después.
UNA FACULTAD D CONOC!MNTO SU}'RANORMAL 71
Señora L.,.—La familia es originaria de allí.
M. Forthuny.—Me muestran la silueta de un oficial
vestido con uniforme extranjero. Juraría que es un in-
glés. Este inglés llega junio a la familia Guani al siguien-
te día de la guerra; trae noticias de otro Guanl.
Señora L...—No sé...
M. Forthuny.—El tal inglés es una de las causas de
disensiones en la familia. Por otra parte, y esto como
simple episodio, veo a la jovencita, a quien vagamente
aludí hace poco, marcharse hacia un país del Suroeste
francés, país que ya había habitado; vuelve, por decirlo
así, a su familia.
Señora L...—Es verdad. Actualmente se han reuni-
do ya.
M. Forthuny.•-La esperan dos mujeres que la han
querido mucho, una de las cuales la ha criado. ¿Tiene
madre? ¿No hay una mujer paralítica?
Señora L..—Si, pero ya ha muerto.
M. Forthuny.—Veo un departamento que bien pudie-
ra ser el Dronie.
Señora L...—Exacto. Están en Valence.
M. Forthuny.—,Y no hay una tentativa de doble
suicidio?
Señora L...—Es muy posible...
Forthuny hace revelaciones a otras personas, vuelve
al rincón de la sala en el que estaba sentada la seño-
ra L..., y dirigiéndose a otra señora dice:
—Laurent? ¿Quién es Laurent para usted?
La señora.—Alguien de mi familia se llama así.
M. Forthuny.—Lo ve usted con la cabeza molida,
apretada como si tuviera más de una contrariedad, una
sucesión extremadamente grave de preocupaciones ya
reales, complicadas con una afección cerebral. No es ni
congestión ni neuralgia, sino algo más grave.
La señora,—Ha sufrido, efectivamente; pero no a tal
extremo...
72 DR. EUGENE OSTY
M. Fortliuny.—DigO que tiene esa enfermedad en la
cabeza, y además una inquietud que será la causa de
una terrible exaltación cerebral. Por el momento acaso
esto nada represente, pero sería muy interesante saber
si se confirma cuanto acabo de decirle.
Señora L...—Lo que usted dice de ese Laurent, y que
no parece corresponder al Laurent de esa señoja, ¡nC
concierne personimente. Esta mañana he recibido la
fotografía de mi padre, que se llama también así, y que
h2 muerto de una congestión cerebral complicada con
amargas preocupaciones. Precisamente ese señor Guani,
de quien acaba de hablar, es el que me ha enviado esa
fotografía.
El señor Forthuny se dirige a otra persona.
—¿María no es nombre que significa algo para us-
ted?--le dice.
Señora X.—Conozco a varias que se llaman así.
Señor Forthuny.—No diré que se parece a usted, pero
usted me la recuerda.
Señora X.--Hay, en efecto, una que se me parece.
Señor Forthuny. --Para definir su carácter diré que es
extremadamente dulce.
Señora X.—Justamente.
Señor Forthuny.—Crueles amarguras sufridas con re-
signación, y casi diría con una resignación cristiana.
Señora X•SÍ
Señor Forthuny.—Estaba por decir un placer de mar-
tirio, la aceptación serena del sufrimiento sin ningún gé-
nero (le acrimo»ia, sea contra quien fuere...
Señora X.—Es eso, si.
Señor Fortbuny. --Y Sili embargo, cerca de ella, una
causa de irritación nerviosa, de impaciencia.
Señora X.---Cierto.
Señor Forthuny.—Esta causa, en los últimos tiempos,
se ha traducido por un cierto miedo. Podría de pronto
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 73
apoderarse de ella la idea de decir: «¡Helo aquí!, ¡aquí
está!» Es como el temor de los que llegan detrás de la
puerta.
Señora X.—Exacto.
Señor Forthuny.—Es que temía cierta habladuría.
Señora X.—Ha sufrido mucho por tal causa.
Señor Forthuny.—.Conocía usted a la charlatana?
Señora X.—Sí.
Señor Forthuny.—Pérdida considerable de pso en
esta mujer. Consunción lenta. Como resultado, curación
inexistente... Residía en provincias.. Corsé especial...
cintura.
Señora X.—Si.
Sesión del 18 de noviembre de 1925.
El señor Forthuny se dirige en cuanto llega hacia una
persona que asiste por vez primera a lá 1. M. 1., que
acaba de llegar a Francia hace unos días, y que sólo yo
conozco de entre los presentes, así de nombre como por
sus funciones. Puedo decir ahora mismo que se trata
del doctor Papp, redactor del Neun Wiener Joarnal, de
Viena.
Señor Forthuny.—Me hablan un idioma meridional y
una lengua nórdica al mismo tiempo. ¿Usted habla el
alemán?
Señor Papp.—Lo hablo.
Señor F.—Sus trabajos son una mezcla de cultura ale-
mana y de investigaciones meridionales.
Señor P.—Es verdad. (Después de la sesión agregó:)
Hablo el español, el francés, el italiano, y conozco la lite.
ratura de estos pueblos. Además soy, en cuanto a mis
estudios, lo que se dice un «romanista».
Señor F.—Su caso es en extremo interesante. Veo en
74 DR. EUGENE OSTY
usted un a modo de conjugación de la lógica, del espíri-
tu crítico alemán, o. si usted prefiere, gérmánico, y nórdi-
co, para hablar con propiedad y recoger una expresión
que exige que se refiera usted no sólo a Alemania, sino al
brillo de la luz, de la luz meridional además. No me ex-
trañaría que escribiera usted obras. Tomaré dos ejem-
plos definidos por unos apellidos: Lessing y Leopardi.
Señor P.—Lessing fué ¡ni t'sis de doctorado, que
versaba sobre «La influencia de Voltaire sobre Les-
sing».
Señor F.—Así pues, en su tesis había ya un ensayo
de conciliación de la mentalidad alemana con una me-
ridional, puesto que era francesa. Pero ahora va usted
más 'lejos aún. Algo hay de italiano o de español que
le obliga en su vida a un ensayo conjugativo del «ya»
y del «sí».
Señor P.—En efecto. (Después de la sesión dijo:) Lo
hice hace ya cinco años.
Señor. F.—Conoce usted a Heidelberg? ¿Y «Zum
Ritter»?
Señor P.—Conozco «Zum Ritter» en Heidelberg.
Señor F—,Allí ha conocido usted a un cierto Hugo?
Señor P.—Sí, un amigo que se llamaba Hugo.
Señor F.—Vera... es una joven rusa a la que ha co-
nocido...
Señor P.—Conozco una rusa, pero no es Vera
Señor F.—Quizás sea Era.
Señor P.—Se flama Ara.
Señor F.—Acaso me dan ese nombre para hacerle de-
cir a usted que existe esa rusa. Es una persona que se
diría salida de una tumba, porque estaba enferma de
muerte. Era una enfermedad conipletamerite mental, un
gran hastío de todo, una desesperanza inmensa de la
humanidad. Hoy se reconoce salvada por cierta obliga-
ción de ser útil a una idea que ella desconocía y a la
cual ahora está por entero consagrada.
UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRÁNORMAL 75
Señor P.—La primera parte es cierta, la segunda lo
es menos.
Señor F.—Quiere usted aceptar el pronóstico de que
tal persona ha de hablar en público.
Señor P.—Es una actriz que debuta, Luego es posi-
ble. (Después de la sesión agrega:) Esta joven tuvo hace
tiempo una enfermedad muy grave y estuve atacada de
grandes crisis de melancolía, que llegaron a preocupar.
Acaso la idea de que habla el señor Forthuny se rela-
ciona con su nueva profesión de artista, a la cual se en-
trega con todo entusiasmo.
Señor F.—i.Ekhart? ¿Le recuerda algo este nombre?
Señor P.—Es el de un antiguo amigo, actualmente
profesor de la Universidad. No he vuelto a pensar en él
desde hace varios años.
Señor F.—La iglesia de Santa Margarita? ¿No ha
tocado usted algún instrumento en esa iglesia? ¿No? Le
dejo porque creo agotada mi facilidad con respecto a
usted.
Forthuny da algunas vueltas por la sala y se dirige a
una señora que venía allí por vez primera, introducida
por una amiga.
—Déme su manguito, señora. ¿Qué es eso de Luis y
Gabriel? ¿Personas de su familia?
La señora.—Conozco o un Luis, hijo de una de mis
amigas.
Señor Forthuny.—No es eso. (Mirando el manguito
que guarda entre sus manos.) Esto debiera darme una
impresión de negro y, por el contrario, me la da de blan-
co; lo que digo no tiene ciertamente sentido alguno, pero
voy a tratar de encontrarle uno. Vea este objeto. Yo lo
considero como si fuera un bloque de cristal y no como
una piel. No veo muy bien adónde iré a parar, pero pro.
sigo. ¿Su marido de usted padece opresiones?
La señora.—Sí.
76 DR. EUGENE OSTY
Señor F.—Estimo que hay que cuidarle esa opresión.
¿Es robusto?
La señora.—Bastante robusto.
Señor F.—En cuanto a este objeto, se hace cada vez
más brillante, tanto en su radiación como en su lumino-
sidad. Sigue preocupándome esta opresión, que me
choca tanto, pero tengo que lograr algo con este objeto
cada vez más luminoso, y existe la faceta salud, que me
obsesiona al propio tiempo. Tenga en cuenta que no
me consolaría si llegara a alaivarla. No es ése el caso.
Es una sencilla advertencia para que tome precaucio-
nes. ¿Sufre usted de dolores? ¿Tiene torsiones muscu-
lares?
La señora.—Sí.
Señor F.--Veo reducirse este objeto, reducirse y ta-
llarse; toma un aspecto geométrico que, por otra parte,
me llamó la atención desde el principio; disminuye y
adquiere ahora la forma de una piedra tallada, de un
diamante. Si quisiera darle a usted un apodo la llamaría
Señora Diamante... ¡Ganado!... me gritan... ¡ganado!...
¡fortunal... ¡diamante!...
La amiga de la señora en cuestión. -Todo lo que dice
usted es completamente cierto: el marido de esta seño-
ra vende diamantes en los grandes mercados, y en el
momento en que usted iba a hablar, ella acababa de
quejarse de un dolor agudo de muñeca, que le aqueja a
menudo,
Señor F.—No estoy satisfecho. ¿Qué alcance tiene en
su vida la palabra ganar?
La señora. - MelIamo Gagucrot.
La señora Gagnerot escribió después de esto al se-
ñor F. para decirle que su marido estaba en tratos de
venta de su casa a ciertos americanos, precisamente
durante la sesión en que le hablaba él, y ue la casa fué
vendida de un modo inesperado y ventajoso.
UNA FACULTAD DR C0NOCIMI}NTO SUPRANORMAL 77
El señor F. dii ige una mirada hacia el fondo de la
sala, y, señalando a un hombre de píe, exclama:
—Para el señor que está allí de pie no veo más que
una imagen. Su persona se destaca sobre un inmenso
cofre, que es una caja de caudales y nada más. Es ne-
gra, muy fuerte, y le veo de nuevo delante de esta caja
de caudales. ¿No tiene esto algún sentido?
El señor. Soy banquero. (Era el señor Leroy-Dupré,
banquero en París. F. y él no se habían visto nunca.)
E. señor F. revela incidentes de su vida a algunos
otros coricutreutes, y, volviendo al señor Papp, le dice:
---Tkne usted dos ocupaciones completamente dis-
tintas.
El señor Papp.--Es cierto.
El señor F. Le hablan a usted en esta forma: ¿por
qué te obstinas en querer hacer comp'ender a esa clase
de franceses, completamente incapaces de lograrlo, lo
que tú quieres hacerles entender? Me comunican el
nombre de Cachin.
El señor Papp.—Soy periodista al par que escritor y
he recibido hace dos días de mi redacción la orden de
interviuvar al señor Cachin. ¡Esto es maravillosol
Sesión del 2 de diciembre de 1925.
El señor F., al comenzar la sesión, sin dirigirse espe-
cialmente a nadie, dice:
—Oigo como el ruido de una gran imprenta. Me atur-
de el retumbar de las máquinas en unos sótanos. Son
las dos de la mañana y hay un fuerte olor a tinta de im-
prenta. Hay un señor que sale ne su despacho, baja a
los sótanos de la casa para ver lo que se llama las «for-
mas» de un periódico. Trasládanme el pensamiento ha-
78 DR. EUGENE OSTY
cia el diario Le Matin, del que, en tiempos, fui redactor.
No creo que haya entre los presentes ningún redactor
del Matin a juzgar por lo que me dicen del Matin. Sin
embargo, hay aquí un hombre que tiene una importante
función cii un diario, al que debe bajar a las dos de la
mañana para ver las «formas.
Se dirige a un señor desconocido de todo el mundo y
llegado a la 1. M. 1. por vez primera. Le toma la mano:
—...Me dan una mayúscula L... Hay neblina, hay agua,
hay barcos.., olor a géneros ultramarinos, agua amari-
lla, gris. Baja usted a las dos de la mañana a ver las
«formas», usted precisamente. ¿Es usted belga? ¿Quién
es Lanoi? ¿Va usted embarcado? ¿Enciende usted ci-
garros antillanos, o no sé el qué, con capitanes de bar-
cos, en un club? ¿Encuentra usted capitanes mercantes
en un club donde le dan un cigarro? ¿Herick? ¿Se llama
así ese capitán? ¿Ha perdido usted una apuesta en un
círculo? Veo un gran puerto lleno de humo y de mer-
cancías, es Amberes. ¿Es usted redactor del Matin, de
Amberes, señor mío?
El señor.—Sí, lo soy.
El señor F.—¿Y Lanoi?
El señor.—Falta una letra.
El señor F.—Pues bien, colóquela.
El señor.—Me llamo Landoy.
El seáor Landoy es redactor en jefe del diario Le Ma-
tin, de Amberes. Hasta después de la sesión no recordó
que a menudo le acontece encontrarse en el círculo
francés de Amberes con un viejo armador, con el que
acostunibra a jugar al billar. La puesta de la partida es
siempre «un cigarro».
El señor F., después de haber hecho algunas revela-
ciones a otras dos personas, se aproxima a un sujeto y
le dice:
—En cuanto a usted señor es preciso rompa la se-
UNA FACULTAD DE CONOCUv1lETO SUPRANORMAL 79
guuda mitad de un trabajo cuya primera parte le ha pa-
recido insuficiente; necesita usted volver a empezar la
labor.
El señor.—Perfectamente.
El señor F.—Como inificaciones generales debe usted
temer el verdadero peligro de progresar, a pesar de las
adquisiciones casi positivas que le satisfarán más que
las especulaciones del pasado; ir, digo, hacia la psico-
logía de la máxima duda, que podría arrastrarle —es
muy delicado—hacia la reforma de todos los sistemas
sobre los que se basa usted y renunciar totalmente a
tales especulaciones del espíritu.
El señor.—Está muy bien. He llegado, en efecto, a un
atolladero cdtico. Lo que me ha dicho usted ahora se
aplica al porvenir y es posible. Hice una primera parte
que he destruido, y hago una segunda ahora que pro-
bablemente destruiré también. Por otra parte, me he
comprometido en investigaciones psicológicas sobre un
terreno harto positivo, según usted me ha dicho, y he
llegado a un vacío que me conduce a la duda. Ahora he
franqueado la duda y he vuelto a caer en un terreno po-
sitivo.
Señor F.—Es precisar demasiado el decirle que eran
archivos religiosos? ¿Que se trata de exégesis? ¿Ha tra-
bajado usted con San Agustíñ? ¿No ha subido usted al
monte Casino? (1). ¿Ha frecuentado dominicos, gente
de sotana? Entre usted y un doctor de la Iglesia, ¿no
ha existido un pugilato espiritual en el que han llega-
do a las manos?
El señor.—Es exacto. Hemos llegado a las manos.
Señor F.—Había otro, barbudo. ¿Era San Pablo? Le
dijeron austed: Golpea sobre una campana rajada y
la campana caerá a sus pies, y verá ante sí destacarse
(1) Célebre porque en él echó San Benito los ci-
mientos de su monasterio.—(N. de la T.)
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  • 1.
  • 2. Montinoreucy, a 20 de julio de 1926. mi querido amigo: Al pedirme que agregue algunos pensamientos—seguramente me- nos inspirados por la lógica que el asombro—al sabio y firme trabajo analítico que ha tenido usted la amabilidad de consagrar a nuestras ex- periencias en el Instituto Metapsíquico Interna- cional, ha tenido usted una idea amistosa y con fiada que no me sorprende en usted, pero de la que quiero, ante todo, decirle que me halaga tanto como me honra. Apareciendo solo y sin eta carta mía, su aca- bado estudio hubiera satisfecho—de ello estoy plenamente convencido—, y por completo, la curiosidad del lector, que, al terminarlo, hubiera
  • 3. 6 DR. EUGENE OSTY cerrado su libro con el conocimiento perfecto de los hechos por usted considerados y de las deducciones de ellos extraidas por usted con una lucidez a cuyo lado la niia no es sino un vago titubeo. Con ello declaro francamente que no tengo la pretensión de suplir ahora lo que hubiera podido olvidársele o hubiera apenas rozado en su texto, y que me guardaría muy bien de agregar ideas personales. La sola razón que rae determina a responder a su amable ruego es de muy diferente natura- leza, y si tras haberla leído consiente usted en insertar esta página al lado de las suyas, será porque en su probidad de hombre de ciencia haya usted aceptado la creencia de que la diva- gación, por poco coherente que sea, de un poe- ta, con respecto a ciertas consideraciones, pue- de tener un valot modestamente complementa. rio cuando, relacionada con el mismo problema, se concilía con la firme e inexorable argurnenta. ción de un lógico. ¡La lógica! Me doy cuenta de que ya por dos veces me he visto obligado en estas lineas a hablar de ella. Imperiosamente, y aun conociendo que no me es posible corroborarla por mis propios medios, sus exigencias se imponen a un espl- ritu. Desde las primeras observaciones meragnó micas que juntos perseguimos; desde el día en que metódicamente fué emprendida esta serie
  • 4. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 7 de sesiones públicas, de las que ahora da cuen- ta, experimento la necesidad—que en este caso lo es para todo hombre ya amoldado al arte de pensar—de explicar lógicamente cuanto he rea- ¡izado, de darme razones positivas y satisfacto- rias de esta proporción de verdad que en otro lugar usted señala, verdad seguramente mezcla- da con el error; mas para la cual, sin embargo, la opinión de 1.500 asistentes está de acuerdo para ver establecido claramente que no me he aprovechado solamente de probabilidades for- tuitas y felices coincidencias, y que en una apreciable medida he tenido en el curso de es- tas demostraciones el precioso privilegio—y sea esto dicho con toda humildad—de probar, des- pués de otros clarividentes, la realidad de uno de los más asombrosos fenóenos supranorma- les considerados por la metapsíquica. Lo que me sería grato dar a conocer, ya que me concede usted por un instante el uso de la palabra, es lo que acaso mis predecesores en este género de ejercicio intelectual no han ten¡- do todavía ocasión de anotar; lo que yo me atre- vo a calificar así: toda la «repercusión psicoló- gica> que resulta del funcionamiento de la fa- cultad en el inetágnomo, antes, después y aun durante las sesiones en las que se esmera en ponerlas en acción. Debo convenir que, aun sin estar obsesionado por ellas, este deseo de tami- zar con un cedazo de lógica los hechos impor-
  • 5. 8 n. EUGENE OSTY tantes o menudos, interesantes o nulos, espec- táculo para mi auditorio, me acompañó en la vida desde el día en que pude convencerme de que era, en poco o en mucho, digno de estudio. Completamente cierto de la imposibilidad de acercarme, aun de lejos, a la intimidad del me- canismo metagnómico, hubiera querido y qui- siera descubrir en ella uno o dos principios, ra- zonar algo sobre ellos, tener la posibilidad de vislumbrar a distancia el gran Secreto, y adivinar a través de una niebla—jayl, era pedir aún de- masiado—el portillo por donde la Ciencia entra- rá algún día, con las llaves en la mano, en el pa- lacio de lo Desconocido. Cuanto más adelantá- bamos usted y yo en nuestras atrevidas tentati- vas, en mayor escala se adueñaba de mí esa im- paciencia de comprender, y en período alguno de mi carrera me he visto producir tanto sabien- do tan escasamente lo que estaba haciendo. No le disimulo, y se lo confieso hoy, que albergaba una sorda irritación, y que en varias ocasiones, sobre todo tras las mejores sesiones, me halla- ba dispuesto a advertirle que decididamente no me creía nacido bajo la estrella del ensueño—si es que existe—para consentir por niás tiempo servir de juguete en manos de alguien a quien. yo no conocía o bajo la influencia de algo que no definía y que pronto se me hizo intolerable, casi empequeñeciéndome ante los visitantes del «Instituto Metapsíquico», la perseverancia en
  • 6. ÜNA FACULTAD DE CONOCIMÉEÑTO SUPRANORMAL 9 1 acceder a un automatismo mental cuyos oríge- nes y esfuerzos permanecían tan completamente inconcebibles. Por suerte, al lado del «alguien que no co- nocía» estaba usted, mi querido amigo, y lo que me retuvo de dejarlo fué la tranquilidad y el tono juicioso con que usted me decía: «Conti- nuemos.» Tomaba usted notas y me interrogaba. Hasta aseguraba que hacía comparaciones, deduccio- nes, y que le acontecía frecuentemente el sacar de una experiencia la impresión de haber sor- prendido en su juego, oculto siempre para mí, el engranaje en la desconcertante maquinaria psíquica. Tal afirmación me señalaba un deber: el ser discreto y sin nerviosidad, según su ejem- plo, y el de considerar como insignificantes cri- sis de mal humor y de amor propio, que debía con cuidado refrenar, mis intenciones de dedi- carme de nuevo a mis ocupaciones ordinarias y de quedar siendo en la familia metapsíquica tan sólo el puntual cronista de su revista bimensual. Por eso nunca he dejado a usted adivinar mi sentimiento de amarga decepción al considerar- me tan incapaz de explicar por qué a quema ropa anuncié a una señora: «Su marido la ha molido a palos', y a cierto concurrente: «Señor, usted es redactor de Le Matin de Amberes». Poco 'a poco, renunciando a descifrar el porqué y el cómo, he terminado por abandonar a otros
  • 7. 10 DR. EUGENE OSTY más hábiles que yo el cuidado de enseñarme un día por qué extraña manera he llegado a ser metagnomo y por qué motivo exacto logro el éxito en estos extraños juegos malabares del es- píritu. A partir de ese momento renuncié tempo- ralmente a la clara y tranquilizadora lógica, ha- I. ,.....1 A. . .-...4.. ¿ia ia .uaL uiiiia lillo paouo ÇIIVUCLW CUUC ti- nieblas. Decidí distraerme y extrañarme, nada más, de los resultados que, sin buscarlos, y alec- cionado por su optimismo sonriente, conseguía con una facilidad mayor cada día. Según le digo al principio de esta carta, no hallará usted aquí más que pensamientos de extrañeza y ninguno del lógico. Además, heme aquí singularmente recompen- sado de haber sabido deponer las armas en un combate demasiado desigual. Hubiese perdido mucho• tiempo obstinándome en usufructuar un dominio que, después de todo, no me pertenece. También hubiese sido muy ingrato si no me hubiese tornado dócilmente hacia ese Sueño que, aun en pugna con los rigores científicos, encanta a ciertos hombres, entre los que me cuento. He soñado, y aun desvariado, sobre lo extraño de mi caso y sobre lo que pudiera con- tener de paradójico. Y me he limitado a eso. Sabía que, sin soñar, lógicamente usted iba •construyendo. Acaba usted de enviarme, en for- ma de un lote de imprenta, todo el plano de la casa. Me he paseado en ella, de habitación en
  • 8. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 11 habitación, y no me impedirá usted que le diga hasta qué punto encuentro admirable la habili- dad con la que ha abierto usted ventanas por doquier, de suerte que la luz inunda la morada, y que, por mi parte, me hallo en ella como en la mía propia. Lo que no discernía, me deja ver su forma, su color y su acento, tras haberle leído a usted. Su razonamiento alumbra hasta los más sombríos reductos, en los que el mío se aburría. Como lo hago con esta obra, me percato de la mía para el porvenir. Si por casualidad la cíacultad» no se retira de mí, me debo en lo futuro a sus in- vestigaciones. Lo que ha aclarado usted ya, exa- minando unas quince sesiones, me hace pensar que acaso tenga más tarde el honor de poner a su disposición nuevos y más expresivos ele- mentos de estudio que le procurarán mayores probabilidades de acercamiento para disponer las leyes esenciales de este problema metagnó- mico, del que se ha constituido usted desde • ha largo tiempo en infatigable y feliz explo- rador. Toda fatuidad aparte, deseo vivamente que así ocurra para el progreso de la ciencia y para el profundo placer que lograría, siéndole en esto agradable y útil su muy afectísimo amigo PASCAL FORTHUNY,
  • 9. INTRODUCCIÓN DESDE que la Psicología se convirtió en ciencia, és decir, desde que habiendo de- ado de ser, como antaño, objeto de análisis in- trospectivo y de reflexión filosófica, se impuso la misión de buscar en la observación exacta y en la experiencia las leyes físicas y fisiológicas de la función humana de pensar, el trabajo de los que con sus descubrimientos la enriquecen, se ha situado, por decirlo así, sobre dos campos de exploración que hasta ahora parecían dife- rentes. El más frecuentado de estos campos de traba- jo, y en consecuencia el más abundantemente roturado hasta hoy, es el que corresponde al estudio del pensamiento en sus manifestaciones comunes a todos los hombres. Los psicólogos, en sus laboratorios, se han esforzado, con ayuda de aquellos métodos que mantienen en lo posi- ble la investigación dentro de la objetividad, en descubrir los determinismos psicoflsiológicos
  • 10. 14 DR. EUGENE OSTY de las sensaciones, y desde tal punto de partida adéntranse en el estudio de la elaboración de los sentimientos, de las voliciones, de las ideas y en el de los psicodinamismos misteriosos siempre, que son la atención y la memoria. En esta investigación, que atañe generalmen- te al psiquismo del hombre en estado de salud, el hospital ha agregado la inmensa aportación de sus observaciones hechas en ocasión de cier- tas perturbaciones patológicas del pensamiento, de las intervenciones quirúrgicas sobre los cen- tros nerviosos y las glándulas endocrinas, de las comprobaciones comparativas de las autop sias. Este vasto trabajo de los laboratorios uni- versitarios y de la clínica ha venido a confir- mar por la experiencia la noción que Locke y Condillac, hace próximamente dos siglos, extra' ,jeron lógicamente del aspecto superficial de las cosas: «Nada existe en nuestro espíritu que nó lo hayan introducido en él los sentidos.' Las comprobaciones de los hechos han coloca- do a otros investigadores, muy poco numerosos, sobre un segundo campo de trabajo, en el que la materia en la que tratan de profundizar no es ya el pensamiento elaborando su conocimiento sobre los antecedentes de los sentidos conoci- dos, sino llegando a la noción de lo real en con- diciones tales, que la razón habría de quedar totalmente ajena a ello. Este conocimiento paranormal de la realidad •
  • 11. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 15 —supranormal pudiéramos decir, puesto que es en potencia superior a la normal—parece ser el producto de una inteligencia latente que coexis- tiera en los individuos con la ordinaria inteli- gencia, pero distinta de ella. Que los psicólogos encerrados voluntariamen- te en el estudio de las manifestaciones del pen- samiento comunes a todos los hombres, tiendan a la negación de las probabilidades y aun de la existencia del conocimiento supranormal, propio de escaso número de hombres, nada tiene de extraño. No habiendo tratado de averiguar esta propiedad, no han podido comprobarla. Creyén- dola en oposición irreductible con lo que saben, la recusan en nombre de su sabiduría. El tiem- po y el trabajo eliminarán este prejuicio. El actual estado de cosas es, por otra parte, el que hace menos corriente la propiedad del conocimiento supranormal. Si con buenas no- ciones de sus modalidades productivas y de los medios de revelarlas se tratara sistemáticamente de provocar sus manifestaciones, se extrañarían todos de encontrarla tan, a menudo. Porque está en potencia en todos los hombres. Subtiende al psiquismo de toda la especie humana, no espe- rando más que la aparición de las condiciones fisiológicas favorables para realizarse, frecuen- temente en fenómenos fortuitos y en ciertos ca- sos en facultades permanentes. Sus manifestaciones espontáneas, brotes in-
  • 12. DR. EUGENE OSTY esperados en el campo de conciencia de infor- maciones llegadas desde otro plano del psiquis - mo, nacen sin cesar y por doquier, en forma de telepatías, presentimientos, sueños monitorios o premonitorios, aportando un perpetuo y rotundo mentís a los que niegan su existencia. Sus realizaciones en facultades estables se efectúan según los individuos, sea por evolución mental espontánea, sea en ocasión del choque neurohumoral, de una enfermedad o de una fuerte emoción, por modo más sencillo, en res- puesta a ensayos para asegurarse de si even- tualmente se posee esta facultad. Una vez reve- lada su presencia, se desarrolla por medio del cultivo; en poco tiempo, el ejercicio la conduce en cada cual al máximo desarrollo posible y a su género particular. Su género es, en efecto, diverso, según los individuos, entendiéndose que si en el conjunto es susceptible de informarse por sus medios pa- ranormales de todo cuanto en el espacio y el tiempo constituye el plano físico en el cual vi- ven nuestros cuerpos, comprobamos en la prác- tica que su potencia de conocimiento se frag. menta, haciendo de cada persona dotada de ella un revelador electivo de tales o cuales mo- dalidades de lo real. ¿Por qué esta fragmenta- ción individual de una capacidad cognoscitiva humana, inmensa en su totalidad? Algún día se sabrán las causas físicopsicoló-
  • 13. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPANORMAL :17 gicas. Lo que se observa solamente en la actua- lidad es que el azar de las solicitaciones influye a menudo en ello. Quiero decir, que es eso lo que se le exige conocer a esta facultad, que pri- mero la orienta y luego a seguida la fija en una costumbre. A todo lo largo de la historia, a través de los siglos, se la ven dos aspectos principales, por- que son dos los objetivos que principalmente tiene fijados. Se ha solicitado de ella tan a me- nudo el descubrimiento del agua en aquellos lugares en los que los sentidos ordinarios no lo pércibían, que de ello resultó el tan extendido sourcier (1). Se le ha pedido tanto que regis- tre en lo íntimo de la personalidad humana, que revele los acontecimientos de su vida, que con él se ha creado el 'adivino'. Sourcie,s y adivi- nos, buscadores de agua y reveladores de vidas individuales, han poblado los siglos. Pueblan también el nuestro. Dos fines utilitarios han creado estas especializaciones. Nada diré de los restantes aspectos que dan a la propiedad de conocimiento supranornial los múltiples objetivos que la curiosidad o el estudió han sido llevados a proponerle. (1) Zahorí que se dedica por procedimientos mate- riales, generalmente mediante el manejo de una horqui- lla de avellano, a determinar la dirección y profundidad de las corrientes de agua subterrneas.-- (N. de ¡ti T.)
  • 14. 18 DR. EtJCENE OStY - En todos los tiempos y casi en todos los pal- ses, el hombre hizo llamamiento, empíricamente, a la propiedad de conocimiento supranormal, poniendo a los escasos individuos que en mayor grado la poseían en condiciones de hacerlas aprovechables para los demás. Las civilizacio- nes antiguas le concedieron gran espacio en su saber y le atribulan un papel social muy impor- tante. Nuestro actual escepticismo, procedente de una ciencia plena de promesas, pero corta, nos hace mirar como superstición lo que fué verosí- milmente la -muy inteligente utilización de los recursos del plan transcendental del psiquismo humano. ¿Cuánto tiempo, publicaciones y ensayos pri- vados y demostraciones, en fin, han sido nece- sarios para que la determinación paranormal del agua subterránea y de ciertos productos del subsuelo, cesara en nuestra época de ser objeto de mofa y se trocara en objeto de comunicacio- nes a las sociedades de sabios? ¿Qué tiempo se necesitará aún para que el conocimiento paranormal de la realidad hombre, cuyo estudio promete los descubrimientos más interesantes para la humanidad, sea tomado en consideración por el mundo científico y encuen- tre, en fin, el número y la calidad de los investi- gadores que merece? En este libro me propongo exponer cómo ha nacido, cómo se ha orientado, cómo se ha des
  • 15. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 19 ÇárrolIado la propiedad de conocimiento supra- aormal en un literato parisiense que hasta la edad de cuarenta y ocho años tuvo por impro 4 bable, basándose en la fe de la ciencia enseña- da, la existencia de esta cualidad y quedó ató- . nito al descubrirse dotado de ella (1). - (1) Para-facilidad en la exposición emplearé en este libro como equivalente de conocimiento supranormal, según mi costumbre, la voz metagnomia (del griego más allá, y de vo'i, Conocimiento, es decir, más allá de las propiedades comunes cognoscitivas). Esta palabra, creada por E. Boirac, tiene la ventaja de dar conocimiento a metdznorno(el dotad:de refiere esta suerte de conocimiento).
  • 16. CAPITULO PRIMERO LA PERSONALIDAD PSICOLÓGICA DE PASCAL FORTHUNY ANTES DE LA APARICIÓN DE SU FA- CULTAD METAGNÓMICA EL don metagnómico del Sr. Forthuny se re- J_, veló tarde en su vida: a los cuarenta y ocho años. Más adelante diré en qué trágicas y tam- bién curiosas circunstancias. Para extraer de ese caso psíquico todas las enseñanzas que con- tiene, conviene integrar la fase metagnómica tardía de P. F. al caudal psicológico general de su vida. M. Forthuny lo ha comprendido tan bien, que me ha permitido hacer público en lí- neas generales el movimiento evolutivo de su personalidad mental desde su niñez. Al escrutar los antecedentes familiares de P. F. no se encuentra ningún don metapsíquico, ni siquiera alguna de esas manifestaciones es- pontáneas (presentimientos, telepatías, sueños monitorios o premonitorios) de las cuales pocas familias se hallan exentas.
  • 17. 24 DR, EUGENE OSTY Su madre, muerta en 1911, de una pulmonía consecuente a un enfriamiento, era una persona robusta, física y moralmente, llena de buen sen tido, práctica y preocupándose poco de visiones y visionarios. Tal es también su padre, arquitec- to parisiense en la actualidad, de noventa y cua- tro años de edad y aún bien conservado. La madre era nivernesa y el padre blaisois, ambos de origen aldeano: labradores, cultivadores, car- pinteros. Raza muy sana, viviendo en las reali- dades, ignorando las perturbaciones llamadas nerviosas. Buceando en la doble ascendencia, sólo se encuentra una figura con algún relieve sobre las virtudes prácticas de la honrada fami- lia: el bisabuelo materno, campesino lleno de imaginación, asombro del lugar por su alegría rabelesiana, sus improvisaciones de canciones (letra y música), los fuegos artificiales de su es- píritu, de tina actividad extraordinaria. De este antepasado hallamos algún sedimento en el bis- nieto. Niño, P. F. era de un carácter atrayente y pin- toresco, pero intolerable. De una nerviosidad en- loquecedora, rompiéndolo todo, vivía más en él que In las cosas que le rodeaban. Su universo era menos el espectáculo exte- rior que el que le proporcionaba sin descanso y mucho más vario una imaginación prodigiosa- mente vivaz. Era su pensamiento un desárrollo continuo de proyectos de viajes, de vida inde-
  • 18. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUFRA NORMAL 25 pendiente, de aventuras, de papeles numerosos y siempre magnos para representar entre los hombres. Un hervidero de imágenes. Muy pronto le atrajeron las letras, la poesía sobre todo, la lírica principalmente. El joven alumno del colegio de Blois componía versos cuya efímera existencia finaba siempre en la estufa. Apasionado por la música, renunciaba a los recreos, escapándose del patio para encerrarse en la capilla. Allí pedía a su imaginación ar- diente que le concediera mediante los sones del armonio los encantos que en otro tiempo le pro- porcionaría por modo tan abundante en aparien- cia visual. Porque si le complacía oír las obras de los grandes músicos, tenía poco gusto para expre- sarlas de por si. También en este aspecto prefe- ría privarse de lo externo y dirigirse a su propio caudal. Ello fué lo que comprendió su profesor de música en aquel tiempo, quien lo educó en el sentido de la improvisación. De once a quince años, su vida se expresó a través de la poesía lírica o de la música. Era la suya un alma cantante. Durante las fiestas en la iglesia se interpretaban sus creaciones musica- les y en clase leíanse sus composiciones fran- cesas. En cuanto a las ciencias, las ignoraba todas. Efectuar una suma le hacía palidecer.
  • 19. 26 DR. RUGENE OSTY Cuando hubo adquirido el título de bachiller en Letras, su padre, creyendo obrar bien, lo hizo entrar en la clase de Ciencias del Liceo Janson de Salily, en París, como preparación para la Escuela de Bellas Artes, sección de Arquitectu- ra. Quería hacerse un colaborador y transmitirle • más tarde su estudio de arquitecto. El examen del bachillerato de ciencias fué, como tenía que ser, un fracaso lamentable. Admitido, pese a su rara insuficiencia cientí- fica, en la Escuela de Bellas Artes, P. F. fué durante tres meses un alumno de gran fantasía, más cuidadadoso de ser un ajustador de peri. samientos y de palabras que de piedras. De es- píritu esencialmente improvisador, por instinto, rehusaba el asimilarse la manera de los antiguos maestros. No tomó con gusto sus estudios, has- ta que Baudot lo inició en la arquitectura mo- derna, porque era lo nuevo, materia susceptible de imaginar y de crear. Sin embargo, sus me- jores momentos se pasaron en medio de la ju- ventud literaria, que gravitaba alrededor de Cá. tulo Mendes y de Mauricio Barrés, hacia los que él mismo se sentía atraído como el hierro por el imán. Burgués de tamilia y de hábitos, el movi- miento monótono de su existencia comienza entonces a pesarle. Durante tres años consecu- tivos pide a Alemania que ella sea el ornato de sus románticos ensueños.
  • 20. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 27 En Munich da a su imaginación las titánicas sugestiones de la música de Wágner. Y entre los viejos castillos renanos, vaga agregando al pasado, poco complicado de las cosas, un mun- do de creaciones mentales. Sus creencias religiosas se han perdido. Lec- turas, conversaciones, el propio aspecto de la vida, le han convencido de que la materia es la sola substancia del universo, y que seres y co- sas de ella se derivan, efímeros, por el juego de leyes mecánicas; el hombre debe su pensa- miento a una combinación más acertada que las demás. P. F. es un materialista con la esperan- za, sin embargo, de que algún día han de demostrarle que está en el error. Pero este ma- terialista está pletórico de ideal. Su pensamiento se halla en permanente intento de huida lelos de las cosas y por encima de ellas, en el ensue- ño de innumerables temas de lo más bello y lo más selecto que sus sentidos perciben. No en- contrando fuera de sí con qué satisfacerse, se lo pide a su espíritu. No hallando en su espíritu precisión alguna sobre lo mejor, que busca, lo formula en una no interrumpida sucesión de construcciones imaginarias. Dos novelas escri- tas hacia los treinta años, son los cráteres por los que se escapa algo de esta lava idealista ar- diente. En Las etapas inquietas, el autor des. arrolla la evolución espiritualista del hombre. En El rey regicida, expresión de idealismo político,
  • 21. 28 DR. EUGENE OSTY conduce a un monarca a arrastrar sus Estados a la anarquía por amor a la humanidad. Novelista y músico, P. F. se entrega también a la pintura en todos sus géneros, considerando lo externo tan sólo en la medida necesaria para imaginar lo posible. Ejecuta siempre lo más bello de Natura en estilos variados, sin falsearlo jamás; pero vanamente buscarianse por el mun- do los hermosos paisajes que pintó. En su ce- rebro únicamente pudieran hallarse. Aunque parezcan tan reales como la propia realidad, son paisajes de ensueño. Músico, literato, pintor, P. F. estaba dotado de cuanto se precisa para ser crítico de arte, y lo fué por la fuerza de las circunstancias, pero no de un modo vulgar. Todo cuanto escribió sobre la producción artística es un a modo de marcha progresiva por sobre la materia, la téc- nica del pincel y el empleo de los colores. En una obra, es el aspecto psicológico del autor lo que le atrae; quiere descubrir los motivos ínti- mos de la creación, escudriñar en el «fondo del alma», y ello le valió el irritar a varios artistas. Halló grato extender sus ideas y difundir el gusto artístico. Y durante algún tiempo dió en provincias conferencias sobre «el arte para todos». Queriendo entrar en contacto con el pensa- miento de las colectividades humanas civiliza- das y, por decirlo así, bañar su espíritu en sus
  • 22. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMÁL 29 obras, empezó a aprender los idiomas que de- bían serle útiles. Lo hizo a su manera: leyendo los periódicos de los diversos países, principiando por las re- vistas infantiles, en las que las palabras se repi- ten y las frases son sencillas y claras; después, progresivamente, de periódico en periódico, hasta llegar a los destinados a gente de gran cultura. De esta guisa se familiarizó con el in- glés, el alemán, el español, el italiano, el por- tugués. Así, saturado del pensar europeo por el co- nocimiento de los principales idiomas y de las obras de Europa, no tarda en resultar estrecho para él tal horizonte. Asia, a la que entrevé a tra- vés de su lectura; Asia, para él misteriosa, ejer- ce sobre su imaginación, siempre ávida de no- vedad, el atractivo de lo desconocido. El azar pone en sus manos una gramática china. Se ma- ravilla de la belleza plástica de los caracteres gráficos de este idioma. La juzga como pintor. Inmediatamente su espíritu cristaliza una gran quimera alrededor de este núcleo accidental. Es preciso que aprenda este idioma, que abandone Europa, que vaya a China, con su mujer y su hijo, a vivir otra vida. Y helo aquí, a cuarenta y un años, alumno del Colegio de idiomas orien- tales, trabajando como un forzado, sin parar mientes en sus intereses del momento. Tres años más tarde logra un diploma de idu chino,
  • 23. 30 DR. EUGENE OSTY rebusca en la literatura de esta lengua y, burla burlando, traduce y publica algunas novelas. Se complace en el espectáculo que esas lecturas le procuran. Nada le parece más cautivante que las vidas silenciosas de esos hombres amarillos, obsesionados por los demonios, los genios y los espíritus protectores. Esta fantasmagoría le en- canta Se descubre a sí mismo enamorado de todo lo maravilloso. Si en este preciso instante se le hubiera ha- blado del maravilloso metaps!quico, es decir, de las desconocidas potencias psico-dinámicas bu- manas, las hubiera considerado un alimento fa- vorable a los vuelos de sus ensueños, pero in- aceptables para la razón. Mas un drama, al precipitarse sobre esta alma tan vibrante, había de producir el nacimiento de una facultad inesperada: tal una isla nueva que un seísmo submarino hiciera surgir del mar. En junio de 1919, su hijo único, Federico Forthuny, muchacho de veinticuatro años, alma tan sensible como la suya, está en Rumania di- rigiendo el campo de aviación de Galatz. El día 25 llega un telegrama anunciando que los ale- manes se deciden a entrar en Francia para fir- mar el tratado de paz en Versalles. Desborda la alegría en la ciudad, que toma aspecto de día festivo, se empavesa. Pronto al entusiasmo, Fe- derico Forthuny quiere celebrar como aviador la buena nueva. Cose, unos con otros, paños de
  • 24. UIA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 31 los colores nacionales, para hacer una inmensa bandera francesa, Y en el cielo, dorado por un sol ya bajo sobre el horizonte, se eleva llevando bajo su avión el enorme estandarte. La multitud aplaude la maestría del aviador y los colores de Francia. Súbitamente, una ráfaga de aire arroja la tela sobre la hélice. El aparato cae en barre- tia. Federico se destroza contra el suelo, en el cementerio mismo de Galatz. En el corazón del padre fué, como puede imaginarse, una explo- sión de dolor y una interminable desesperanza. En el umbral de la fase de aparición de la facultad metagnómica de P. F., creo deber aña- dir a su retrato psicológico algunos toques su- plementarios que le darán más expresión. Pascal F. es de constitución endeble, pero muy resistente. Un trabajador infatigable gus- tando de su obra, por no ejecutar más que aque- llo que le place. El inventario patológico de su vida es corto: una pleuresía sin consecuencia a cuatro años, una artritis monoarticular a quince, y nada más. Salvo en el doloroso acontecimien- to narrado antes, sus días se desgranaron siem- pre al amparo de un bello optimismo. Todo cuanto expresa belleza, conmueve su alma. La música, el órgano sobre todo, le im- presiona hasta arrancarle lágrimas. Ante la gran- diosidad de la Naturaleza, se separa de sus compañeros para sintonizar su sensibilidad con
  • 25. 32 DR. EUCNE OSTY la magnificencia de las cosas. En la soledad la emoción le arrodilla muchas veces. Su alma vibra intensamente al exterior. Al menor choque su imaginación deflagra. Un nada la hace volar en improvisaciones sin lími- tes, que exterioriza en las diversas expresiones del arte. De unas frases sorprendidas surgirá pronto una novela. Unas páginas de lectura le inspirarán un cuadro. Sobre un acorde al azar arrancado al piano, partirá- en una improvisa ción infinita. Pascal F. no produce para los demás. Cultiva el arte como quien se pasea, por su solo placer. En música ha producido mucho, sobre todo composiciones para canto, y ha publicado muy poco. Casi a diario una o dos veces, y sobre todo en la penumbra del atardecer, se sienta ante el piano, y, dando rienda suelta a su ima- ginación tan fértil, se escucha. Lo que improvi- sa es de una diversidad indefinida. No tiene un estilo, tiene todos los estilos. Frecuentemente es música bellísima. Es música para él, es músi- ca perdida. Como pintor practica la acuarela, y aún más a menudo el óleo y la guache. Uno de sus cua- dros fué adquirido por el Estado., Pinta por pin- tar y cuando se le antoja. Su obra está com- puesta, en su mayoría, por paisajes jamás co- piados de la Naturaleza, imaginados siempre. Se le ocurren en momentos inesperados. Al es-
  • 26. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 33 cribir una carta, o algunas páginas de novela, una visión clara de color, luminosidad y forma, se adueña de él. Torna papel y pintura; dos he)- ras después queda fijada la visión. Lee; la des- cripción cuyos elementos acaba de imaginar si- cesivamente, se traduce en sintesis plástica como ante sus ojos; la dibuja para aumentarla de color más tarde, o bien la pinta. Aun en esto, si se quisiera caracterizar el estilo de Forthuny, no se podría conseguir. No puede tener mi es tilo. Su técnica varía constar ternente, La mayo- ría de sus cuadros son «estilo de.,, » En música se encanta; en pintura se divierte. Y se divierte también cuando escribe sus novelas. Las cons- truye en el mismo estado de ánimo con que cualquier mortal va al teatro. Su imaginación, sin esfuerzo, le muestra espectáculos, y él ¡os traduce al simbolismo de las palabras. Tres de sus novelas son narraciones de ensueños. Una mañana de 1904 se despieta febril, dicta ner- viosamente diez y seis páginas de notas cuyo desarrollo será la novela titulada El rey regici- da. Otra mañana de 1923 se dispone a levan- tarse, mira la hora y se vuelve a dormir. Des- pierto tres minutos después, queda estupeiacto al comprobar que acaba de ser espectador de un trozo de vida accidentada y derivando ha- cia la crítica social. Personajes, nombres de suC- jetos, de lugares, de funciones; acciones iridivi- duales e interacciones de gentes y de cos,
  • 27. 34 DR. FUGYNE OSTY, todo estaba en su pensamiento, tan nítido como en la vida real. A los ocho días está escrita ura novela, El Expósito, que publica el periódico L'Avenir. Al releerlo, Forthuny se extraña de que le haya bastado tan poco tiempo para ima- ginar y escribir cosas que parecen haber sido largamente pensadas. Este aprovechamiento de sueños espontáneos le sugirió la idea de provocar utilitarianiente sus sueños. Trató de encadenarlos de noche a noche, tal unas cintas cinematográficas proyec- tadas en episodios. Inmediatamente lo consi- guió. Durante cinco noches consecutivas tuvo otros tantos sueños que desarrollaron una tilia- ción de acontecimientos tan bien soldados en sus fragmentos, que cada sueño reanudaba la acción en el punto preciso en que la había abandonado la anterior. Así fueron escritas oua- renta páginas de la novela Voyage au pays du bizarre, construcción lógica a la que Forthony no tuvo nada que añadir. La historia ocurre en Inglaterra. El texto semeja una traducción de un • humorista inglés. P. F., con gran sentimiento, tuvo que abandonar este modo de trabajar, por- que sentía dolores en la nuca que, con razón o sin ella, llegaron a alarmarte. La personalidad psíquica de Forthuny está, pues, caracterizada por una gran sensibilidad y una fuerte imaginación inventiva. Sus mejDres producciones en música, en pintura y en nove-
  • 28. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 35 la, son improvisadas. Inventa para su satisfac- ción personal. Se divierte, y si, por añadidura, lo que produce divirtiéndose le es útil, se feli- cita de ello como de unasuerte venturosa. ¡Tie- ne alma de artista! (1). El 12 de enero de 1911, tenía entonces trein- ta y nueve años, P. F., acompañadode un joven fotógrafo, estaba en la estación de Sedán, en 'cumplimiento, desde hacía ya algunos días, de una misión que le había confiado el diario Le Matin: hacer una información sobre las huelgas de Alsacia. Sus peregrinaciones por el Este fran- (1) He aquí, a modo de enunciado cronólógico, la producción artística y literaria de M. Forthuny: Esta sinopsis de trabajo es el documento psicológico complementario del breve análisis que precede. P. Forthuny: Fundador de L'ceuvre d'Art, colaborador de las principales revistas de arte decorativo, en Fran- cia, desde 1892; encargado por el Gobierno de ciertas misiones (en Inglaterra, Alemania y Rumania, para el estudió de Artes decorativag); crítico de Arte en Le Ma- tln, L'Excelsjor et ¡'Avenir. Premiado en la Crítica de Arte (1913); miembro de honor del Salón de otoño, pro- loguista del Salón de otoño. Pintor: Tres exposiciones (Una obra adquirida por el Estado). Músico: Piezas para piano, coral del Viernes Santo, La última mirada de Cristo, etc. Teatro: Manfredo, adaptación según Byron sobre la música deRoberto Schumann (Teatro de l'cEuvre, 1902); El renunciamiento de José, un acto en verso (Tea- to Mors, 1910); Te Club des Ganards Mandarins, en co-
  • 29. E36 DR. LUGENE OSTY cés y por Alsacia debían durar aún ocho días. En el momento de acercarse al despacho de bi- lletes con objeto de adquirir el suyo para Mul- house, vuélvese bruscamente hacia sq compa- ñero y le dice: —Oiga, es preciso volver a París. —Volver a París? ¿Y Mulhouse y Colmar, donde debemos ir? —Yo vuelvo—contesta Forthuny—. No se ría de lo que voy a decirle. He visto allá, en el rincón aquel, al lado de los equipajes, un fére- tro recubierto de un paño negro y con unos ci- rios a cada lado. ¡Huyamos! laboración con Enrique Duvernois, tres actos (Teatro Studio de los Campos Elíseos, 1923-24). Novelas: La Custodia de oro (1895), Notas e impresio- nes de viaje (1'898), Ruta ideal, Las etapas inquietas (1899), Una crisis (1901), El rey regicida (1904), La Alte- za (1905), Frieda, Amor de Alemania (1907), Correspon- dencia entre Béranger y de Dupont de l'Eure (1909), Las vírgenes solitarias (1909), Isabel o El puflal de plata (1911), En el umbral del alma china (1919), El vendedor de aceite y Reina de belleza (1918), Icaro, L'As de cceur (1919), El milagro de los ciruelos en flor (1920), El tierno viaje a París (1922), La romántica aventura del médium William Hope (1923), L'Enfant trouvé (1923). En prensa: Don Juan des fleurs, Les harmonies quoti- diennes, La merveilleuse histoire de Cela va tres bien, Un vidente entre los invisibles. Diplomado en lengua china en la Escuela de Lenguas orientales vivas (1915), colaborador de la Revista Me- tapslquica desde 1922.
  • 30. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 37 —Pero--insistió el fotógrafo—cómo van a recibirnos en Le Zfrlatin? —Me da lo mismo. Yo regreso. Forthuny acababa de tener, según él mismo había dicho, la visión de un ataúd colocado al lado del tablón, reforzado con listones de hie- rro, donde se colocan los equipajes. No estaba por ello conmovido ni la relacionaba con nin- gún acontecimiento. Sabía a todos los de su fa- milia en buen estado de salud. Sin embargo, sentíase impulsado a partir, y por un a modo de consentimiento absurdo de su razón, ajustó sus actos a esta sugestión. Al entrar en su casa sus primeras palabras fueron para informarse de la salud de todos los suyos. La señora F. le dijo: —Tu padre me escribe que tu madre no se encuentra bien: que se ha enfriado y que es cosa de cuidado. Forthuny corre a Neuilly, a casa de sus pa- dres. Su madre tenía una pulmonía. Al día si- guiente, a las doce, durante la comida, Forthu- ny se separa súbitamente de su padre y su her- mano. Su madre se muere en el preciso momento en que se acerca a ella... Pascal Forthuny, informado ahora tan a me- nudo de episodios de vida pasada o futura acae- cidos a personas desconocidas para él, no tuvo hasta 1923 más que esta aislada manifestación de conocimiento supranormal.
  • 31. 38 DR.EUGENE OSTY A la hora en que su hijo, allá en Rumania, caía del cielo, Forthuny ordenaba tranquila- mente sus documentos. Ninguna emoción rozó el umbral de su conciencia. Cinco días después recibió, en pleno goce de su vida, el mazazo de la horrible noticia.
  • 32. CAPITULO II APARICIÓN Y DESARROLLO DE LA FACULTAD METAGNÓMICA DE P. FORTHUNY ONMOVIDO por la perturbación afectiva de P. F., uno de sus amigos, oficial de Ma- rina, juzgando que el mejor consuelo que podía procurarle sería convencerle de que la muerte del cuerpo no es el fin de la vida individual, le prestó libros de espiritismo. F. los leyó. Y con- cluyÓ: hipótesis frágil. Pero la idea de que la muerte no es quizás el fin del hombre y de que existen seres, los me- diums, a lo que se les supone dotados de la pro- piedad de comunicar con las almas desencarna- das, arraigó en él. Y en una imaginación cual la suya, tema que producir un resultado « al modo mediúrnnjco». El 18 de abril de 1920, estando en su despa- cho escribiendo algunas páginas de una novela, su mano cesó bruscamente de obedecer a su
  • 33. 40 DR. EUGENR OSTY pensamiento y, como movida por una fuerza ex- traña, se puso a trazar impulsivamente toda una serie de palotes», tal un chiquillo en su prime- ra lección de escritura. Estupefacto, Forthuny tomó una hoja de papel blanco, y sobre ella dejó posarse su mano, que prosiguió trazando rasgos, luego toda suerte de curvas, pronto le- tras y, por último, palabras sin lógico encade- namiento. P. F. llamó a su señora y le dijo: —Vaya una historia divertida. Soy un mé- dium. Ante ella hizo otro ensayo. La mano volvió a su tarea. Esta primera sesión de escritura impul- siva duró alrededor de dos horas. Muy intrigado por esta aventura psicológica, P. F. continuó en los días sucesivos colocándo- se en condiciones de dejar a su mano escribir fuera de su voluntad. La escritura se hace pro- gresivamente mejor formada y cada día con mayor rapidez. En breve las palabras se coordi- nan en frases con un sentido propio, y éstas después se encadenan en raudales de ideas. Unos días después de la aparición de la es- critura impulsiva, P. F. logra contestaciones es- critas a sus preguntas. En lo sucesivo, los he- chos ocurrirán como si él conversara con inteli- gençias invisibles que se sirvieran de sus meca- nismos cerebrales para producirse. Dos personalidades espirituales se ponen de este modo en relación con él. Primeramente, un
  • 34. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 41 espíritu que no querrá nunca dar su nombre y se firmará «tu guía>, y luego, su hijo Federico Forthuny. Este trato, por mediación de la esiitura ini- pulsiva, con estos supuestos entes, tuvo lugar durante varias horas diarias en el período de seis meses: desde el 18 de julio a1 25 de dicieni- bre de 1920 exactamente. La escritura en las primeras semanas estuvo bien formada. P. F., que no se percataba de aquello que escribía hasta que terminaba, lo leía entonces muy fácilmente. Eran letras de cierta dimeisión, Corno SOfl generalmente las de la es- critura llamada automática. No eran remedos de escritura, de la de Federico F. por ejemplo, sino el graismo del propio Pascal F. Un día, cuando su mano se disponía a co- men2ar la escritura, siiitióse arrastrada hacia el margen derecho del papel y a toda velocidad, e impulsivamente escribió de derecha a izquierda. Páginas y más páginas fueron cubriéndose de lineas. Terminada la sesión, P. F. quiso leer, pero no pudo descifrar ni una sola palabra. Re- cordando entonces que la escritura automática es susceptible de efectuarse al revés, puso sus hojas ante un espejo y quedó maravillado al comprobar que hubiera podido ejecutar tal pro- digio a la loca velocidad que acababa de reali- zarlo. Para medir la dificultad de ello, trató de escribir de derecha a izquierda, invirtiendo las
  • 35. 42 DR. EUGENE OSTY letras, procediendo con lentitud y gran aplica- ción, mas sin resultado. Entonces se acrecentó su convicción de que su mano, al trazar la escri- tura impulsiva, era el instrumento de una inteli- gencia ajena a la suya. Después de ésta acrobacia gráfica, la escritu- ra tornada a su técnica normal aceleró más aún su compás, perdiendo fluidez y ejecutándose a sacudidas Llegó un momento en que la mano, no pu- diendo escribir palabras y frases en su natural sucesión, se vió en la necesidad de escribir so- bre un punto. Las letras se trazaron unas sobre otras con rapidez mecánica. Entonces P. F. no puede ya pretender leer durante las detenciones porque es una mancha negra lo que halla ante sí. Mientras corre su mano vertiginosamente, concentra su atención, cerrando los ojos sobre las letras que va trazando, y a medida que va terminando las palabras se las dicta a su señora. A los pocos días el entrenamiento de su aten- ción consigue una representación mental de las palabras articuladas, un fragmento de segundo antes de su inscripción gráfica. En diciembre los movimientos para escribir se truecan en verdaderos espasmos, bruscas sacu- didas que dañan su hombro. Es agotador. Sus amigos se conmueven ante tal espectácu- lo y temen por su salud moral. P. F. pregunta al ente posesor;
  • 36. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 43 —Qué siguifica esto? Su mano escribe: —Esto terminará pronto. El día de Navidad de 1920 quiere conversar con su hijo. Se coloca en posición de escritura impulsiva; su mano se mueve lentamente, sin sacudidas, como impulsada por una fuerza en su ocaso. Escribe: «Ad... » y cesa para siempre Después, P. F. hace múltiples ensayos de es- critura impulsiva. Su mano queda inerte. Tal ha sido la evolución grafológica considera- da sólo en su expresión motriz. Para simplificar, he desasociado este aspecto del fenómeno del aspecto principal: el texto de las comunicacio- nes. Este texto es un documento psicológico que requeriría un especial estudio. Mas como tengo prisa en llegar a la propiedad supranor. mal de P. F., voy, muy a mi pesar, a salvar rápi- damente el Forthuny médium-escribiente, limitán- dome a espigar en su producción gráfica algu- nas muestras significativas. «El guía» se conduce con respecto a P. F. como maestro infatuado de su omnisciencia, susceptible, irritable, vengativo. Le señala la verdad con respecto a Dios, el alma, la creación, la relación entre el espíritu y la materia, la muer- te, la supervivencia del alma... etc. Lde aconse- jos sobre su conducta y perfeccionamiento mo- ral. No es un persuasivo y afable maestro, sino
  • 37. 44 DR. EuGENE OSTY un pontífice rudo, que procede por afirmaciones perentorias no aceptando resistencia alguna. A una serie de enseñanzas la titula: 'Conse- jos a aquellos que han menester de la certeza de la verdad de Dios.» Sobre la grosera muela de la razón y de la ciencia vana, se ha molido la materia como un grano agotado hasta su último átomo. Ha llegado el momento de acep- tar la molturación de la materia balo una muela cuyo eje se llama espíritu. Esta tarea diferirá seguramente mucho de aquella cíe aplastar entre dos piedras frías una substancia inerte, pero pronto se verá en este nue- vo molino que la materia tiene un origen espiritual, al igual que el espíritu mismo, y que es otra forma de éste a la que la Providencia ha dado la maravillosa aparien- cia del mundo sensible. Entonces la materia, antaño or- gullosa en manos de sabios que no veían, abdicará re- habilitada, ante la luz del espíritu triunfante. Es preciso que la materia alcance la dignidad del espíritu en el mundo, puesto que ella también tiene alma. En el mismo grado que fué desconocida y envilecida, deberá ser admi- rada y celebrada como una emanación del alma universal. Pretencioso de su sabiduría, el guía no se equivoca nunca cuando habla de lo inaccesible, de lo incontrastable; mas en cuanto afronta las cosas terrenas, toma apariencia de un gran si- mulador, porque las cosas no son como él las dice cuando Forthuny las ignora. Profetiza a P. F. futuros dones de clarividencia y poder cu- rativo, una gran misión entre los hombres, y he
  • 38. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 45 aquí cómo lo prepara para curas milagrosas: 2 d agosto—Es usted uno de los designados por la di- vinidad para la categoría de portadores de las antorchas del astral. A partir de hoy, le está encomendada la mi- sión de imponerse la maravillosa preocupación de llevar a los pobres de espíritu este verbo que Cristo puso en conocimiento de sus discípulos. Tiene usted el don de hacer el bien ocupándose en curar las llagas de los que sufren de la vida de la carne y de la materia. Tiene us- ted el don de curar las enfermedades de los que son sus enfermos. Estoy encargado de decirle que la mediumni- dad con que ha sido dotado, es para remediar a la en- fermedad de los desgraciados que han perdido toda es- peranza y que se hallan en el último período de la tu- berculosis. ¿Puede usted ir a la Maternidad, y allí preguntar por la enferma llamada Madame Lemonier y que se halla en la sala de la Maternidad que tiene por nombre el de mi doctor antes de la muerte, el director de la Materni- dad en el año 1826, el doctor Vacquerie? Le envío a usted allí para que con este enfermo haga usted la prueba y que descubra los métodos con que habrá usted de curar los enfermos que le citaré. Forthuny.—,Hay que ir inmediatamente? El guía.—Le supuse mejor informado de la docilidad de las almas con respecto a sus guías. ¿Quiere usted que los espíritus se molesten para instruirle, para pre- guntarle si tiene usted tiempo de obedecer? Le ordeno que vaya a la Maternidad en cuanto para algún asunto suyo se persone en París. 3 de agosto.—Vengo a proporcionarle el medio de que se ocupe de una pobre mujer que se muere lentamente y a la cual va usted a salvar dándole la vida. Le diré lo que tiene que hacer y le conduciré hasta el triunfo so- bre el mal y sobre los pícaros doctores qa' la están
  • 39. 46 DR. EUGENE OSTY matando. Sepa que su enfermedad se llama la enferme- dad de Bright y que su mal está localizado en la región de la médula espinal (1). Le invito a usted a decirle que su padecimiento es curáble y que conoce usted a algunos médicos que le devolverían la salud si se decidiera a salir del hospital y a entrar en alguna clínica donde sería mejor atendida. La conduciría usted a la casa de Madatne Qrand'hotn- me, que le prodigaría gratuitamente sus cuidados. Le anunciaré la visita de usted. He aquí sus señas: calle de Vanves, núm. 86, en Vanves. Deberá decirle que le envía el espíritu de su guía y el suyo propio, que se conocen y se han concertado para unir su acción. Tiene el teléfono: Vanves 082.» Al siguiente día, 4 de agosto, P. F. va a Vanves. En el país es desconocida la doctora Grand'homme. Utilizan- do la página en blanco de un libro que lleva consigo, interroga al espíritu, que escribe: «Vaya a los confines de Vanves y de Clamart.» P. F. obedece y pregunta de nuevo para precisar. «,Me aproximo?» Respuesta: «Or- deno que vaya a la Maternidad antes de ver a la señora Grand'hoinme.» P. F. expresa su extrañeza. Severa re- primenda. «Tiene usted la sangre muy ardiente. Yo le cal- maré. No haga usted tanto ruido.» Por la tarde, P. F. va a aquello que el espíritu llama la Maternidad, es decir, al Hospital de la Caridad, calle Jacobo. No existe la sala Vacquerie, no hay enferma Lemonier. Hubo una Lemonier que murió hace varias semanas. Márchase P. F. extrañado y de mal humor por haberse visto obligado a tan inútiles gestiones. Influido por la lectura de libros espiritistas, «es posible que haya sido mixtificado por un espíritu maligno que toma las (1) El mal de Bright es una afección crónica de las glándulas renales, sin ninguna relación con la médula espinal.
  • 40. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 47 apariencias de otro de pureza y de bondad», piensa. Una hora después, solo, en una sala de redacción, recibe por escritura impulsiva esta contestación: «Le he enviado a usted a la Maternidad para some- terle a una prueba de paciencia y veo que ha fracasado. Tiene usted razón al creer que los malos espíritus le aconsejan. Pongo en su conocimiento que su acción es la única causa de su poco éxito. Le abandono, caro ami- go, y le saludo con el sentimiento de ver que no podrá usted llegar a ser lo que yo creía. Su cerebro ha sido la pérdida de su corazón y veo que tiene de la modestia una idea muy relativa. Calcule la inutilidad del viaje que he emprendido para venir hacia usted. Le saludo y me voy al lado de su hijo, que está aterrado ante su actitud. Me marcho y no volveré a importunarle.» Algunas palabras de humildad de P. F. apa. ciguaron la irritación de su guía, que continuó proporcionando a su alumno una enseñanza filosófica y moral impregnada de una perfecta ortodoxia kardecjana. Aprovechando un momento durante el cual el guía mostraba mucha amenidad, P. F. le pro- puso astutamente escribir un estudio en cola- boración. P. F. proporcionaría su mano dócil; su guía, todo lo demás. Lo que fué aceptado. Se comenzó un libro con este título: El verdadero carácter del Arte desde el punto de vista de su misión de servidor del espíritu. Las dos primeras páginas se dieron en una sección. Quedaron sin continuación. He aquí el extracto:
  • 41. 48 DR. EUGNE OSTY «El actual procedimiento que el artistautiliza para co- municar con la naturaleza y corresponder con su modelo, le llevan a pedirle apreciaciones, como a una amiga; mas al final de la conversación, la naturaleza ha sido aca- parada por completo por el amigo a quien dió sus con- sejos, y esta amistad se convierte en odio, puesto que termina en traición. Este modo de representarla acomo da la belleza de la tierra a los ojos de los que la habitan y no de aquellos que la han abandonado. Esta forma de la naturaleza es la de la materia y, no la del espíritu. Co- rresponde a las costumbres de la criatura y no a las de aquellos que han cesado de mirar la materia con los ojos de la carne. Esta presentación de la naturaleza y de la materia es mostrada con complacencia y amor egoís- ta por el artista que adelanta como un ciego hacia la luz. Compone su obra como la paloma fabrica su nido: con las plumas de su vientre. No contiene su cerebro más que el deseo impaciente, casi animal, de traducir una peifección imaginaria a la que falta la certeza de poder caractrizar la verdadera expresión de la belleza y su perpetua lección. Porque la paloma no tarda en ver la tempestad desbaratar su nido, el artista ve muy pronto palidecer la obra de arte al beso del porvenir, la injuria del tiempo y la corrupción de la materia: es el cumplimiento fatal de la decadencia de todo aquello que ha sido modelado o tejido por mano del hombre. Y la presunta obra maestra es al igual que la moneda so- bre la que se grabó la efigie de un rey y a la que el tiem- po da apariencia de la materia más vulgar, la menos ar- tísticamente trabajada.» Animado por estas conversaciones diarias con su guía, y creyendo haber captado su con- fianza, P. F. llevó su osadía hasta presentar, Sin apartarse de la más perfecta corrección, ciertas
  • 42. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 49 objeciones a algunas de sus opiniones. En mal hora lo hizo. Esto dió ocasión a una acalorada disputa, en la que Forthuny fué tratado con du reza, En el preciso momento en que el guía le vituperaba rnús enérgicamente, escribió su mano con un gran frenesí de gestos. He aquí algunas muestras: Ha tenido usted la desgraciada idea cia rebelarse contra la palabra «vagancia», que le irrita y que vaga en su cerebro desde su iniciación al conocimiento de ¡a verdad astral. Ha tenido usted la desdichada idea de mofarse de esa palabra que le pareció un poco anticua- da, un poco arcaica (1). ¿Ha olvidado usted que esta pa- labra tiene un sentido definido y además la felicidad de corresponder a un extenso número de acepciones y de posibilidades? Dice usted que lo sabe, pero ha tenido la audacia de decir también que es palabra anticuada. Le he facilitado la enseñanza de la vida terrena y de la materia con que está usted hecho con su orgullo, y sus prejuicios de vanidoso gramático de pacotilla y de contrabando, con su imaginación enfermiza y a la vez inhábilmente inspirada de la vanidad de los hombres.» Al siguiente día de aquel en que P. F., des- pechado, arrojó su pluma ante ciertas observa- ciones demasiado vivas, el guía le hizo escribí,: «Le he enviado duras enseñanzas, porque las merecía Le he reprendido caballerosamente y advertido de que Ej no deponía su arrogancia, le abandonaría a su triste sue. (1) P. F. había expresado a su gula la imprudente opinión de que en sus mensajes se repetía con deiimasi - da persistencia la palabra «vagancia».
  • 43. 50 DR. AUCENE OSTY te. En ese momento, ¿recuerda?, tuvo el criminal pensa- miento de arrojarme su pluma a la cara. Le hice obser- var que era una insolencia tratarme así. Fué una falta abominable cruzarme la cara, la mayor cometida por us- ted desde que su vida terrestre comenzó. Le oigo pedir- me perdón, pero le prevengo que toda su vida no basta- rá para conseguirlo. Es la perdición de su alma. La re- dención de esta falta exige la sumisión más completa a mi voluntad.» Muy distintas fueron las reMciones de P. F. con el ente Federico F. Como espíritu informa- do de 105 grandes misterios de la vida y de la muerte, habla el hijo a su padre, mas siempre en términos respetuosos. Los siguientes renglo- nes demuestran de qué modo: «29 de junio de 1920.--Es muy difícil describir la feliz ceremonia en que las almas son liberadas de la carne y en que los últimos velos de la vida terrestre se rasgan ante e,l más allá. Las verdades adorables de la región en la que se descubre la clave de los misterios de la crea- ció' están ahí, extendidas a la luz de la bóveda celeste y de los mundos astrales que son su adorno. Las he ad- mirado maravillado en el instante en que me encontré en medio de ellas, y declaro con certeza que los cere- bros más perfectos de la tierra no pueden concebir tan- ta belleza ni aun en sus deliciosos ensueños; las he ad- mirado arrebatado y en éxtasis. Mi educación se ha efectuado y lentamente he descubierto que la muerte es el desdoblamiento del despojo humano, y que la vida es la condena del alma a permanecer prisionera de la ma- teria. Fui testigo de las bellas matemáticas que admi- nistran el movimiento de las patrias celestes adonde las almas acuden cuando terminaron su penitencia SO-
  • 44. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SIJPKANORMAL 51 bre la tierra. Las formidables verdades de la creación de los mundos se me ptesentaron en su adorable esplen- dor, y fui advertido de la Verdad dé lo Infinito. Mi ante- rior orgullo abdicó ante esta verdad, convirtiéndome en el más humilde de los mercenarios al servicio de la Di- vinidad creadora de catedrales tan bellas en el cielo de los muertos. Las maravillas cuyos detalles me colma- ban de alegría se desarrollaban en un cuadro del verde más jugoso y los rasgos de la más atrayente belleza. En el centro de la bóveda celeste, en un cortejo de Espíri- tus blancos, el buen Juez que debía señalarme la direc- ción de mi ruta, me consideraba con simpatía y me pre- guntaba si deploraba los últimos acontecimientos que me había separado de la tierra. Yo le contesté que me guardaría muy mucho de darle ocasión de juzgarme in- grato por tanta felicidad como le debía desde mi llegada al Astral, pero que había dejado sobre la tierra seres cuyas lágrimas me impresionaban dolorosamente. Me dijo que sois de los que no pueden permanecer en el dolor sin la esperanza de la reunión definitiva. Entonces partí y adoré al Creador, que me ha dado la convicción de la vida eterna y de la Gran Verdad de los Elegidos. Me he maldecido por haber dudado de Dios, y le he pedido perdón, rogándole también que me conceda la gracia de sacar de la ignorancia a los seres que ha afligido al arrancarme de su amor. Mañana te diré la continuación de este maravilloso relato, y verás que es tan bello como el principio. Adiós, mi querido papá; ve a dar a mamá y a Colette el beso de su consejero y guía.—FRE.» Bebiendo en el manantial de todos los cono- cimientos, el ente Federico F. hizo algunos pre- sagios. El primero no fué feliz:
  • 45. 52 DR. EUGENE OSTY «Mi abuelo—dice, 18 y 20 de julio de 1920—morirá del corazón este mes, el día 27. Hay que llamar a la fa- milia de Andrés para que regrese del campo.» Hace más de cinco años que fué hecha esta predicción. El abuelo, de ochenta y cuatro años, vive aún. En Lo concerniente a la aparición del don de clarividencia y curación, el guía había hecho augurios que conviene apoyar con algunas citas: «En breve tendrá usted el poder de adelantar su espí- ritu según le plazca en el Astral y en el plano del cono- cimiento del más completo avance hacia el mundo de la post-muerte y de la otra vida. El verdadero progreso de su espíritu se efectuará por medio de la clarividencia y de la claraudiencia, y esto tendrá lugar muy pronto. Tendrá un cortejo de discípulos que vendrán a su al- rededor para conocer sus enseñanzas. Progresará usted lo suficiente para ser el guía de la sociedad contempo- ránea. Por eso ha sido la voluntad de Dios que su fiso- nomía tenga una cierta semejanza con la de Cristo. Quiero advertirle que esta semejanza es el signo del sentido de la Divinidad que se ha unido a su persona. Pronto tendrá el don de hacer milagros y comenzará una verdadera peregrinación hacia todos aquellos que han menester de la verdad. Entonces irá en primer tér - mino a América del Norte. En este lugar de la tierra co- menzará usted a darse a conocer por el fervor de su fe y por el modo de extenderla. Después irá a la colonia de la famosa criolla que fué emperatriz de los franceses bajo Napoleón. Allí tendrá la felicidad de comprobar el permiso que le habrá sido concedido de poder progresar en la vía de la celebridad, en la que le será permitido hacer milagros. No lo olvide jamás. Con permiso de Dios
  • 46. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 53 su reino verdadero será en la colonia de Cuba, en la que adquirirá la certeza de que Dios le prepara un verdade- ro trono espiritual. Esto despierta en usted el deseo de ver el país donde Cristo se hizo célebre consagrándose a su misión, y allí será usted, como quien dice, cruci- ficado.» El ente Federico F. repitió a su padre en va- rios mensajes esos mismos augurios de una mi- Sión entre los hombres y de la llegada de un don de clarividencia cuando menos lo esperara. «La mediumnidad de la videncia y de la audición le será concedida por la mañana del último día del año a modo de verdadero aguinaldo. Podrá hacer milagros y apostolado. Tendrá que sostener una lucha contra los doctores de la ley, contra los Sanedrines de la ciencia y de la filosofía. Eso le versará en el conocimiento del martirio. También le digo que adelantará en la vía de los conocimientos de la medicina y de la química, y que hablará a sus contemporáneos de esas dos ciencias en el sentido más avanzado hacia el Astral, hasta el punto de curar el cáncer de sus hermanos, que se lo agrade- cerán. Ya no está lejano el día. La misión de papá debe tener lugar lo antes posi- ble; pronto ocurrirá que podrá yerme ante él, y predigo que esto acaecerá antes de fin de año... Ejercerás el don muy pronto, en todas las clases de la sociedad; su consecuencia será la completa modifica- ción de vuestra existencia. Esta misión os trasladará a través del mundo. Esta facultad, mi querido papá, comenzará pronto, cuando menos lo esperes. Empezarás a oirme hablar y a yerme del mismo modo que comenzaste a dejar co- rrer tu mano sobre una hoja de papel.
  • 47. 54 nR. EUGENE OSTY Tu mediumnidad actual, querido papá, tendrá otra forma y la conocerás pronto. Será una mediumnidad mucho más admirable que la que disfrutas hoy. Llamará la atención del mundo entero. Te proporcionará una completa comunicación con el pensamiento del mundo de la tierra y del espíritu. Tendrá una enorme resonan- cia, la de una fuerza traída del fondo del más allá. Pronto la certeza de la mediumnidad de la visión y de la audición te ayudará a comprender la razón por la que no puedes escribir mejor ahora (1). Este estado molesto será el principio del fin del período de prepara- ción para tu nuevo estado. Pronto llegará el momento de poder comunicar con el más allá. Esto ocurrirá, como ya te he dicho, cuando menos te lo esperes, y conserva- rás toda tu vida esta facultad, que podrás aplicar en dia- logar continuamente con los muertos, y su consecuencia será la extrañeza de mucha gente y tu procedimiento para mostrarla a la multitud la obligará a admitir el mundo del espíritu. El 25 de diciembre te será concedi- da esta nueva mediumnidad.» Así vivió Pasea¡ Forthuny durante el segundo semestre de 1920 en incesante comercio con dos «entes espirituales». De ellos recibió consejos morales conformes a los evangelios, enseñanzas filosóficas, reflejos de lecturas espiritistas de mo- niciones y premoniciones falsas y el anuncio de que un día sería clarividente y curandero. ¿P. F. poseía ya a esta época la facultad de conocimiento supranormal? (1) Mensaje escrito el 12 de diciembre por violentas y dolorosas sacudidas del brazo. La escritura impulsiva debía cesar el 25.
  • 48. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 55 Nada prueba que as¡ fuera, pero nada prueba tampoco lo contrario. Lo que se puede asegurar es que no fué verdaderamente solicitada. Entre gado a un a modo de laminado de su psiquis mo, sin verdadero fin nietagnómico, P. F. ex- presó por escritura impulsiva las elaboraciones subconscientes de su caudal mental como artis- ta y como neófito espiritista. Operó a la manera clásica con creación de personalidades. ¿Tuvo alguna vez la certeza de la existencia de esas personificaciones? P. F. era un artista con esca- so bagaje científico y sin tiempo ni gusto acaso para estudiar los trabajos psicológicos sobre & génesis subconsciente de sentimientos y de ideas. En cambio acababa de impregnarse de enseñanzas ka:decianas y de perder un hijo muy querido. Si su comunicación hubiera sido solamente con el guía, maestro irascible, preten - cioso y falible, P. F. hubiera dudado; ¡pero in- tervino su hijo! Para un gran sensitivo, para un poderoso imaginativo, el sentimiento debía triun- far sobre la lógica racional. De esta fase psicológica tan pintoresca den - tro de su tristeza, el psicólogo propende a anotar que el psiquismo de P. F. tomó durante ella el hábito de la disociación funcional entre lo cons- ciente y lo subconsciente, tan favorable a las manifestaciones de los planes profundos de pen- samiento y que se vió a través de unas divaga- ciones místico-filosóficas abundantes la indica-
  • 49. 56 DR. EUCENI OSTY ción monitoria o premonitoria del don de cono- cimiento supranormales. La primera ocasión que más tarde creó la bue - na condición de solicitarlo, le hizo aparecer inopinadamente, tal un agua subterránea a pre- sión que un taladro hiciera surgir bruscamente. Esta ocasión llegó un año aproximadamente después de haber perdido P. F. su propiedad de escritura impulsiva. En el invierno de 1921, algunas personas se hallaban reunidas en un salón del Instituto Me- tapsíquico de París. Forthuny estaba presente, así como una clarividente, Mada rae de B. A un momento dado el doctor Geley tendió una car- ta doblada a esta señora rogándole expusiera lo que su contacto le sugiriera. P. F., de buen hu- mor, interceptó la carta: «No debe ser difícil- objetó—contar alguna cosa apiicable a cualquie- ra», y se puso a hablar a la manera de los clari- videntes, pero al azar de las ideas. La carta era del siniestro Landrú. Lo que de ella dijo Forthu. ny tuvo cierto sentido, pero se juzgó como una feliz coincidencia. La señora Geley cogió un abanico que se ha- llaba sobre una mesa del salón y lo presentó a Forthuny diciéndole: «Vamos a ver si es cues- tión de suerte. ¿Qué siente usted al contacto de este objeto?» Siempre bromista y no persiguiendo otro fin
  • 50. UNA PACIJLTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 57 que el de simular la manera de los videntes y también de medir hasta qué punto puede favo- recer la casualidad, P. F. palpó el abanico y ex- clamó: «Qué es esto? Siento una impresión de ahogo y oigo ami lado: ¡ElIsal» Quedó estupefacta la señora Geley. Este aba- nico provenía de una señora de edad que murió siete años antes, de congestión pulmonar, y que durante esta enfermedad lo utilizó para echarse aire. La amiga que la cuidaba se llamaba Elisa. Ante este relato P. F, comenzó a creer que más que burlador resultaba burlado. La señora Geley salió del salón y volvió unos minutos des- pués con un bastón. «He aquí--dijo a Forthu - ny—un objeto que tiene una historia muy espe- cial. No puede usted conocerla; si la dice usted, es que sin duda alguna es un clarividente.» «Esta vez—pensó P. F.—me voy a hundir. La suerte no puede durar indefinidamente. Me he metido en un mal asunto Sigamos hasta el fin.» Palpó el bastón, y gravemente, como un artis- ta, declamando, comenzó a describir paisajes, movimiento de tropas, a lo lejos, más allá del mar, por el lado de Oriente. Habla de un joven oficial dueño del bastón, de su regreso a Fran- cia por mar, del torpedeamiento de su barco..., etcétera. —¡Todo eso es exacto!—exclamó la señora Geley—; este bastón ha pertenecido a un joven que hizo, como oficial, la campaña de Grecia. El
  • 51. 58 DR. EUGENE OSTY barco en que regresaba fué torpedeado. Salvado del naufragio,elJfermó y murió dos años después. En ese momento experimentó P. F. una de las grandes emociones de su vida. E1 azar--pensó—es un maestro admirable, o entonces tengo una facultad que no sospechaba.» Prolongando la prueba, la señora Geiey fué a buscar una carta a otra habitación y la entrega a F. de modo que le era imposible leer una §ola palabra. F. la aprieta en la mano y exclama: «Oh!, ¡señora! Esta carta ha sido escrita en una linda población. Es Oriente. Hay un puerto, es admirable. ¡Magnífica vista! ¡Qué hermoso cielo! La carta había sido escrita veinte años antes, en Constantinopla por el padre de la señora Geley. Así se manifestó la facultad metagnómica de P. F. mientras se divertía parodiando a los clarividentes, es decir, cuando por primera vez se halló en condiciones favorables al trabajo metagnómico. Este incidente se divulgó inmediatamente. Forthuny, clarividente, se convirtió en la gran atracción de reuniones de amigos. No asistió a té ni cena sin poner a prceba sus facultades, prestándose a ello de buen grado, pues le com- placía probar su nuevo don. Con este ejercicio su clarividencia se afirmó, se precisó, se amplificó. Se habituó a trabajar ante un número varia-
  • 52. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 59 ble de personas sin sospechar las dificultades, insuperables para la mayor parte de los clarivi- dentes, que había de vencer. El señor Juan Meyer, de quien Forthuny fué colaborador en la Revue Spirite, comprendió la potencia de demostración que representaba esta facultad de operar en público. Obtuvo de P. F. que diese cada semana una sesión en cL'Union Spirite», 8, calle Copernic. Allí, ante una asisten- cia de más de 100 personas, ejecutó el prodigio de circular entre ellas deteniéndose ante unas o ante otras, revelando uno o varios episodios, muy íntimos algunos, de sus vidas o de las de sus allegados La variedad, la precisión, la in- contestabilidad de los hechos que se produjeron así atrajeron sobre Forthuny curiosidades siempre renovadas. Numerosas personas fueron a bus- car respuesta a sus secretas inquietudes. Poco numerosas fueron las que por simple interés asistieron al espectáculo psicofiiosófico que les era ofrecido. Ningún psicólogo profesional se presentó para estudiar este caso tan repleto de enseñanzas Muy interesado por los resultados del trabajo especial de P F, le supliqué que viniera a efec tuarlos al «Institut Metapsychique» para su es- tudio. Encantado de ser útil a la ciencia, aceptó, y a pesar del trabajo agotador que le acaparaba, nos dió dos sesiones mensuales. La primera fué el 12 de mayo de 1925.
  • 53.
  • 54. CAPITULO III LAS SESIONES PÚBLICAS DE METAGNOMIA DADAS POR M. P. FORTHUN' EN EL!. M. 1., DE PARÍS Condiciones generales de las sesiones. A L público de estas sesiones es espontáneo. En la Revue Metapsyclzique anunciamos las fechas, y los espectadores acuden, a su an- tojo, acompañados por miembros de su familia o amigos. Todo el mundo entra libremente en el 1. M. 1. sin previa formalidad, y ocupa su asiento en el gran salón, donde le place, sin con- tacto con nadie de la casa, de igual modo que cuando en un periódico se anuncia una confe- rencia a la que se puede asistir sin billete de entrada. En resumen, un público de puerta abierta. En la sucesión de sesiones el público es casi permanente, y sigue con sostenido interés el espectáculo metapsiquico dado por Fortuny;
  • 55. 62 DR. ELJGENE OSTY nunca rebasa el 50 por 100 los nuevos asistentes. Se ha podido observar que P. F. tiene predi- lección por los no habituales. Esto en armonía con su gusto por la novedad. También le mue- ve el deseo de ponerse en condición de incon- testabilidad del hecho metagnórnico, que deslu- ciría la sospecha de una previa información. El ambiente humano en que P. F. ha operado es tal, que personalmente estoy seguro que tra- baja sobre desconocido. Por otra parte, los hechos más interesantes que ha producido se referían a extranjeros de paso por Paris, y que asistían por primera vez a las sesiones del 1. M. 1. Pascal F. ignoraba su existencia, y ellos mismos ignoraron hasta ese instante la de Forthuny. El único fin que persigue P. F. con sus se- siones es el ser útil al progreso, como se le ha rogado. Personalmente aprecio una condición de ob- servación de un estilo que desconocí hasta hoy, por las dificultades que ha de salvar el sujeto metagnómico al vencer los obstáculos del azo- ramiento inhibitorio de las influencias pertur- badoras de presencias exageradamente múl- tiples; en razón también de los incidentes psi- cológicos infinitamente variados que surgen en todo momento, proporcionando sin descanso enseñanzas sobre la colaboración intermental subconsciente.
  • 56. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO, SUPRANORMAL 63 Para aprovechar del mejor modo esta colabo- ración psicológica compleja, he tratado en va- rias ocasiones de explicar al público que las se- siones que se le dan son, más bien que un es- pectáculo de demostración, un campo de estudio del cual aprovecha, y, por lo tanto, está obliga- do a ayudar a este trabajo haciendo, sea en alta voz durante la sesión, o en particular, después de ella, una exposición circunstancial de los acontecimientos revelados por P. F. Esta es la parte defectuosa de las sesiones públicas me- tagnómicas. El éxito del observador depende de la sinceridad de los testimonios. Aislado en sesiones particulares, el aguijón de la sorpresa obliga a corresponder con la ver- dad a las informaciones metagnórnicas compro- badas. Ante un público, sobre todo si se está acompañado por parientes o amigos, instintiva- mente se niega la verdad, por poco que se trate de un asunto sobre el que se desee guar- dar secreto. Muchas indicaciones metagnómicas aportadas por Forthuny ven así su importancia disminuida en las actas taquigráficas de las se - siones al ser contestadas por un <es cierto», o anulada por un « no entiendo bien» o «no veo claro» precedidos de una expresión de extrañe- za y vacilación. Muchas indicaciones reconocidas verdaderas, aunque sólo en parte, no pueden compararse más que a la confesión de una realidad desvir-
  • 57. 61 DR. EtJGENE OSTY tuada en parte. No puede ocurrir de otro modo. Si lo señalo no es más que para hacer compren- der que el rendimiento real de la facultad me- tagnómica de P. F. es mucho mayor de lo que aparenta, sobre todo por lo adecuadas a la rea- lidad que son sus indicaciones y también por su cantidad. El número de asistentes a estas secciones ha oscilado entre 40 y 200 personas. P. F. no entra en el salón hasta las cuatro, para comenzar in- mediatamente su trabajo. Mientras la sala se llena, espera en el piso superior, aislado de todo el mundo. Forthuny llega ante su público, lo recorre con una mirada circular. Pronto se detiene su vista sobre una persona. Se acerca a ella. Algunas veces solicita de un modo especial; lanza una inicial que no significa nada; un nombre, un apellido; cita un lugar... «Enrique... ¿Le deja in- diferente?», inquiere. —<Enrique es el nombre de mi hermano», responde alguien, mientras otros dicen: <Enrique es mi nombre», <Enrique es una persona que representa un papel impor- tante en ¡ni vida». «Voy a comenzar por el Enri- que de este señor—dice Forthuny—; después me ocuparé de los demás.—Y hablando del Enrique, hermano del primero que contestó, va revelando elementos tan precisos de un episodio vivido, que nadie piensa en la posibilidad de una coin- cidencia. Otras veces, sin preguntas, sino con
  • 58. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUERANORMAL 65 afirmaciones inmediatas cortantes que no pre- cisan conformidad, se aproxima a alguno que, ante la exactitud de lo que oye, queda mudo de estupor. Durante una hora P. F. se entretiene así; esto le divierte entre el público, dhigiéndose sucesivamente a una docena de personas. En todas no se produce la sintonización, metagnó- mica. Prueba.. Efectúa algunos tanteos; si no hay rendimiento, cesa, pasando de unos a otros hasta que surge ¡a inspiración. Este procedimiento de no entretenerse en en- sayos infructuosos no fué siempre suyo. Cuando acudió al 1. M. 1. tenía un hábito, debido, se- gún creía, a la inspiración de íos espíritus. Decía: <Me enseñan», <me dicen», inclinndose a atri- buir a una influencia sobrehumana los conoci- mientos que consideraba demasiado elevados para el psiquismo del hombre vivo. De acuerdo con esta idea, P. F. se conportaba como si el espíi ¡tu inspirador, conociendo todo lo que con- cierne a los vivos, no hubiera de tropezar con ninguna vida individual inaccesible a sus cono cimientos. Se irritaba al hallarse impotente ante tal o cual persona, y se aferraba con frenesí al deseo de hacer surgir la verdad. Con gran ex- trañeza suya, sólo conseguía contestaciones bal- bucientes e implacablemente falsas. Durante las dos primeras sesiones le miré, sin intervenir, cómo comprometía algunos hechos muy bellos de conocimientos supranormales por insistentes 5
  • 59. 66 DR. EUGENE OSTY pruebas estériles o erróneas. Después le hice comprender que en la metagnomia de objetivo humano, la fuente de inspiración se halla en el psiquismo del sujeto; que es una colaboración in- termental activa, que obedece a una física des- conocida aún, y que ocurre como si entre el detector y el detectado precisara el acorde vi- bratorid. Le indiqué, para conseguir mejor ren- dimiento de su facultad, que era preferible no persistir en los ensayos más que con aquellas personas con quienes el fenómeno metagnómico se manifiesta inínedialaniente. Convencido de que mis observaciones con- cordaban perfectamente con las vicisitudes del ejercicio de su facultad, que hasta entonces le habían parecido incoherentes, P. F. tomó el par- tido, y pronto se congratuló de ello, de cesar toda tentativa en cuanto no resultara una infor- mación verdad, o si el sujeto favorece su trabajo, detenerse a partir del momento en que se su- ceden las indicaciones erróneas; señal que la colaboración interrnental se ha desengranado. Desde la puesta en práctica de esta regla, el rendimiento de la facultad de P. F. no ha vuelto ya a verse viciado por falsos funcionamientos «en el vacío». Varía sus disposiciones psicGfisio lógicas del momento y la calidad influyente de las personas con quien trabaja. Como P. F. cunple esta acrobacia psicoló- gica de hacer funcionar metagnómicam ente su
  • 60. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 67 psiquismo bajo la influencia de otro psiquismo seleccionado entre unas doscientas otras in- fluencias psíquicas, el rendimiento es necesaria- mente reducido en calidad, y sobre todo en cantidad, teniendo en cuenta lo que pudiera ser dedicándose a cada una de esas mismas per- sonas, señaladas como objetivo, aisladas en se- siones privadas. Son preferentemente estados de alma, episodios de vida, lo que F. espiga en su paseo entre la asistencia. Pero esos frag- mentos de personalidad o de existencia están muchas veces tan claramente determinados, que constituyen hechos metagnómicos, de tanto va- lor demostrativo y pedagógico, como si fueran muy ampliamente continuados en todos sus de- talles. Llegado a la exposición de los hechos, heme aquí en una casi perplejidad. Parece que lo me- jor sería dar ín extenso el acta (tomada taqui- gráficamente) de las sesiones. Pero ello es prác- ticamente imposible. Tengo en el momento ac- tual los documentos a la vista. Representan, hasta el presente, la materia de quince sesiones y un texto de 300 páginas. Necesariamente me he de limitar a recortar de entre ellos los hechos más instructivos de cada sesión, bien por sus cualidades intrínsecas o por las condiciones bajo las cuales se produjeron. En el capítulo de las enseñanzas un cuadro estadístico establecerá
  • 61. 68 DR. rUCENE OSTY las relaciones de cantidad entre los hechos com- probados, aquellos que estuvieron más cargados de indicaciones erróneas y los que fueron cern- pletos fracasos. Sesión del 17 de junio de 1925 El señor Pascal Forthuny entra en el salón del 1. M. l., da algunos pasos entre los concurrentes y se detiene ante un nuevo espectador: —.Pierre,Pet}...,Pter..?—djce. Respuesta.—Me llamo Petroff. P. F. da en seguida una serie de indicaciones sobre acontecimientos de la revolución rusa, ya sin valor por la confidencia prematura de su nombre, que acaba de hacer el almirante Petrof.1. Le han hecho a usted—continúa P. F.—una pro- posición por conducto de un ruso o un casi ruso. No diré completamente ruso; vamos, un naturalizado ruso. Le ha dicho esto: «Si quiere usted volver allá tiene usted todas estas ventajas; si no, ocasión como ésta no se le volverá a presentar.» Y usted ha rehusado en ab- soluto. M. Petroff.—En efecto; he rehusado volver a Rusia en tanto haya allí bolcheviques. M.Forthuny.—Han venido a decirle: «Los bolcheviques le autorizan a volver para tal o cual asunto.» A lo que usted ha respondido negativamente. El hombre que , vino a buscarle no era ruso. Era un delegado. Ni siquie- ra es del Este europeo. Era un francés. M. Petroff.—Francés era, en efecto. M. Forthuny.—Me hacen ver que usted ha cambiado de ruta yendo en el 'mar, pero no venía directamente a Francia, y sin embargo, su firme intención era venir
  • 62. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 69 directamente a este país. ¿No ha estado usted en Grecia? M. Petroff.—Efectivamente; he hecho un viaje a aque- ha nación. Al. Forthuny.--Me dicen algo que no tiene mucha re- lación con esto. Helo aquí: ¿no habrá usted pensado en cierta ceremonia familiar—ignoro si es rusa—, en la que hay un pastel sobre la mesa, a cuyo alrededor ponen unas bujías? ¿Por acaso no tuvo usted una conversación sobre este extremo? M. Petroff.—Tal vez porque este año no se hizo esa ceremonia; estaba yo enfermo. M. Forthuny.—Y usted deploró no haberla llevado a cabo? M. Petroff.- Claro; me era, sin duda, desagradable no haberla celebrado. Era en Pascua y se trata de una cos- tumbre rusa. P. Fotthuny, después de ciertas indicaciones coricer- nientes a diversas personas, llega ante cierto individuo que nunca había venido al 1. M. 1., y que hasta la ter- minación de la reunión no chió su nombre. El doctor Po- jarsky. M. Forthuny.—A usted lo veo sobre el puente de un navío. ¿Responde esto a alguna cosa? Doctor Pojarsky.—Sí que responde a alguna cosa. M. Forthuny.—Le veo al mismo tiempo—acaso esto sin relación con lo anterior —en el porvenir o en el pa- sado, en una sala de conferencia; aunque no sea usted profesor habla usted como quien enseña ya alguna cosa; tiene un auditorio que le escucha con respeto, y todo ello ligado con el puente de un barco. Ya ve si está confuso. ¿Podría usted explicar lo que tiene de funda- mento cuanto acabo de decirle? M. Pojarsky.—En efecto, soy médico y lic dado con- ferencias a bordo, rumbo a Constantinopla, a la tripu- lación del navío que me conducía.
  • 63. 70 DR. EUGENE oSry Sesión del 7 de julio de 1925. P. F. entra en materia así:—Saludo a todos, y os rue- go me libertéis de algo que me tiraniza desde hace tres días. Tengo que decir una cosa a propósito del señor Guanl (1). ¿Alguno se llama aquí Guani o tiene a algún Guani entre los que le rodean? Una señora—Yo conozco a uno que se llama GuanI La señora L... - -También yo tengo amigos que se lla- man Guani. M. Forthuny, dirigiéndose a la señora L...—Trataré de ver para ése al que se refiere usted. La orden categórica que debo dar de modo imperativo a ese Guani es que ha de renunciar a un proyecto que no ha traído nunca más que sinsabores y que arrastraría a la catástrofe si no se rompe inmediatamente. ¿Significa esto alguna cosa? ¿No hubo para el tal Guani un proyecto de unión des- graciada? Señora L...—Cierto. - M. Forthuny.—Voy, pues, a trabajar con usted. Hubo una huída de cierta persona. Señora L...—Si. M. Forthuny.—Existe la expresión de un sentimiento de horror. No exagero al emplear la palabra «horror» Puede haber una especie de desafecto, de fatiga de las personas, todo es posible; pero aquí es horror, y un ho- rror que yo calificaría de trágico. ¿Representa todo esto algo en ese drama de familia? Señora L...—Lo representa. M. Forthuny. —Baviera? ¿Qué representa Baviera en todo esto? (1) Por discreción se ha variado el nombre, así como el lugar geográfico que se leerá después.
  • 64. UNA FACULTAD D CONOC!MNTO SU}'RANORMAL 71 Señora L.,.—La familia es originaria de allí. M. Forthuny.—Me muestran la silueta de un oficial vestido con uniforme extranjero. Juraría que es un in- glés. Este inglés llega junio a la familia Guani al siguien- te día de la guerra; trae noticias de otro Guanl. Señora L...—No sé... M. Forthuny.—El tal inglés es una de las causas de disensiones en la familia. Por otra parte, y esto como simple episodio, veo a la jovencita, a quien vagamente aludí hace poco, marcharse hacia un país del Suroeste francés, país que ya había habitado; vuelve, por decirlo así, a su familia. Señora L...—Es verdad. Actualmente se han reuni- do ya. M. Forthuny.•-La esperan dos mujeres que la han querido mucho, una de las cuales la ha criado. ¿Tiene madre? ¿No hay una mujer paralítica? Señora L..—Si, pero ya ha muerto. M. Forthuny.—Veo un departamento que bien pudie- ra ser el Dronie. Señora L...—Exacto. Están en Valence. M. Forthuny.—,Y no hay una tentativa de doble suicidio? Señora L...—Es muy posible... Forthuny hace revelaciones a otras personas, vuelve al rincón de la sala en el que estaba sentada la seño- ra L..., y dirigiéndose a otra señora dice: —Laurent? ¿Quién es Laurent para usted? La señora.—Alguien de mi familia se llama así. M. Forthuny.—Lo ve usted con la cabeza molida, apretada como si tuviera más de una contrariedad, una sucesión extremadamente grave de preocupaciones ya reales, complicadas con una afección cerebral. No es ni congestión ni neuralgia, sino algo más grave. La señora,—Ha sufrido, efectivamente; pero no a tal extremo...
  • 65. 72 DR. EUGENE OSTY M. Fortliuny.—DigO que tiene esa enfermedad en la cabeza, y además una inquietud que será la causa de una terrible exaltación cerebral. Por el momento acaso esto nada represente, pero sería muy interesante saber si se confirma cuanto acabo de decirle. Señora L...—Lo que usted dice de ese Laurent, y que no parece corresponder al Laurent de esa señoja, ¡nC concierne personimente. Esta mañana he recibido la fotografía de mi padre, que se llama también así, y que h2 muerto de una congestión cerebral complicada con amargas preocupaciones. Precisamente ese señor Guani, de quien acaba de hablar, es el que me ha enviado esa fotografía. El señor Forthuny se dirige a otra persona. —¿María no es nombre que significa algo para us- ted?--le dice. Señora X.—Conozco a varias que se llaman así. Señor Forthuny.—No diré que se parece a usted, pero usted me la recuerda. Señora X.--Hay, en efecto, una que se me parece. Señor Forthuny. --Para definir su carácter diré que es extremadamente dulce. Señora X.—Justamente. Señor Forthuny.—Crueles amarguras sufridas con re- signación, y casi diría con una resignación cristiana. Señora X•SÍ Señor Forthuny.—Estaba por decir un placer de mar- tirio, la aceptación serena del sufrimiento sin ningún gé- nero (le acrimo»ia, sea contra quien fuere... Señora X.—Es eso, si. Señor Fortbuny. --Y Sili embargo, cerca de ella, una causa de irritación nerviosa, de impaciencia. Señora X.---Cierto. Señor Forthuny.—Esta causa, en los últimos tiempos, se ha traducido por un cierto miedo. Podría de pronto
  • 66. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRANORMAL 73 apoderarse de ella la idea de decir: «¡Helo aquí!, ¡aquí está!» Es como el temor de los que llegan detrás de la puerta. Señora X.—Exacto. Señor Forthuny.—Es que temía cierta habladuría. Señora X.—Ha sufrido mucho por tal causa. Señor Forthuny.—.Conocía usted a la charlatana? Señora X.—Sí. Señor Forthuny.—Pérdida considerable de pso en esta mujer. Consunción lenta. Como resultado, curación inexistente... Residía en provincias.. Corsé especial... cintura. Señora X.—Si. Sesión del 18 de noviembre de 1925. El señor Forthuny se dirige en cuanto llega hacia una persona que asiste por vez primera a lá 1. M. 1., que acaba de llegar a Francia hace unos días, y que sólo yo conozco de entre los presentes, así de nombre como por sus funciones. Puedo decir ahora mismo que se trata del doctor Papp, redactor del Neun Wiener Joarnal, de Viena. Señor Forthuny.—Me hablan un idioma meridional y una lengua nórdica al mismo tiempo. ¿Usted habla el alemán? Señor Papp.—Lo hablo. Señor F.—Sus trabajos son una mezcla de cultura ale- mana y de investigaciones meridionales. Señor P.—Es verdad. (Después de la sesión agregó:) Hablo el español, el francés, el italiano, y conozco la lite. ratura de estos pueblos. Además soy, en cuanto a mis estudios, lo que se dice un «romanista». Señor F.—Su caso es en extremo interesante. Veo en
  • 67. 74 DR. EUGENE OSTY usted un a modo de conjugación de la lógica, del espíri- tu crítico alemán, o. si usted prefiere, gérmánico, y nórdi- co, para hablar con propiedad y recoger una expresión que exige que se refiera usted no sólo a Alemania, sino al brillo de la luz, de la luz meridional además. No me ex- trañaría que escribiera usted obras. Tomaré dos ejem- plos definidos por unos apellidos: Lessing y Leopardi. Señor P.—Lessing fué ¡ni t'sis de doctorado, que versaba sobre «La influencia de Voltaire sobre Les- sing». Señor F.—Así pues, en su tesis había ya un ensayo de conciliación de la mentalidad alemana con una me- ridional, puesto que era francesa. Pero ahora va usted más 'lejos aún. Algo hay de italiano o de español que le obliga en su vida a un ensayo conjugativo del «ya» y del «sí». Señor P.—En efecto. (Después de la sesión dijo:) Lo hice hace ya cinco años. Señor. F.—Conoce usted a Heidelberg? ¿Y «Zum Ritter»? Señor P.—Conozco «Zum Ritter» en Heidelberg. Señor F—,Allí ha conocido usted a un cierto Hugo? Señor P.—Sí, un amigo que se llamaba Hugo. Señor F.—Vera... es una joven rusa a la que ha co- nocido... Señor P.—Conozco una rusa, pero no es Vera Señor F.—Quizás sea Era. Señor P.—Se flama Ara. Señor F.—Acaso me dan ese nombre para hacerle de- cir a usted que existe esa rusa. Es una persona que se diría salida de una tumba, porque estaba enferma de muerte. Era una enfermedad conipletamerite mental, un gran hastío de todo, una desesperanza inmensa de la humanidad. Hoy se reconoce salvada por cierta obliga- ción de ser útil a una idea que ella desconocía y a la cual ahora está por entero consagrada.
  • 68. UNA FACULTAD DE CONOCIMIENTO SUPRÁNORMAL 75 Señor P.—La primera parte es cierta, la segunda lo es menos. Señor F.—Quiere usted aceptar el pronóstico de que tal persona ha de hablar en público. Señor P.—Es una actriz que debuta, Luego es posi- ble. (Después de la sesión agrega:) Esta joven tuvo hace tiempo una enfermedad muy grave y estuve atacada de grandes crisis de melancolía, que llegaron a preocupar. Acaso la idea de que habla el señor Forthuny se rela- ciona con su nueva profesión de artista, a la cual se en- trega con todo entusiasmo. Señor F.—i.Ekhart? ¿Le recuerda algo este nombre? Señor P.—Es el de un antiguo amigo, actualmente profesor de la Universidad. No he vuelto a pensar en él desde hace varios años. Señor F.—La iglesia de Santa Margarita? ¿No ha tocado usted algún instrumento en esa iglesia? ¿No? Le dejo porque creo agotada mi facilidad con respecto a usted. Forthuny da algunas vueltas por la sala y se dirige a una señora que venía allí por vez primera, introducida por una amiga. —Déme su manguito, señora. ¿Qué es eso de Luis y Gabriel? ¿Personas de su familia? La señora.—Conozco o un Luis, hijo de una de mis amigas. Señor Forthuny.—No es eso. (Mirando el manguito que guarda entre sus manos.) Esto debiera darme una impresión de negro y, por el contrario, me la da de blan- co; lo que digo no tiene ciertamente sentido alguno, pero voy a tratar de encontrarle uno. Vea este objeto. Yo lo considero como si fuera un bloque de cristal y no como una piel. No veo muy bien adónde iré a parar, pero pro. sigo. ¿Su marido de usted padece opresiones? La señora.—Sí.
  • 69. 76 DR. EUGENE OSTY Señor F.—Estimo que hay que cuidarle esa opresión. ¿Es robusto? La señora.—Bastante robusto. Señor F.—En cuanto a este objeto, se hace cada vez más brillante, tanto en su radiación como en su lumino- sidad. Sigue preocupándome esta opresión, que me choca tanto, pero tengo que lograr algo con este objeto cada vez más luminoso, y existe la faceta salud, que me obsesiona al propio tiempo. Tenga en cuenta que no me consolaría si llegara a alaivarla. No es ése el caso. Es una sencilla advertencia para que tome precaucio- nes. ¿Sufre usted de dolores? ¿Tiene torsiones muscu- lares? La señora.—Sí. Señor F.--Veo reducirse este objeto, reducirse y ta- llarse; toma un aspecto geométrico que, por otra parte, me llamó la atención desde el principio; disminuye y adquiere ahora la forma de una piedra tallada, de un diamante. Si quisiera darle a usted un apodo la llamaría Señora Diamante... ¡Ganado!... me gritan... ¡ganado!... ¡fortunal... ¡diamante!... La amiga de la señora en cuestión. -Todo lo que dice usted es completamente cierto: el marido de esta seño- ra vende diamantes en los grandes mercados, y en el momento en que usted iba a hablar, ella acababa de quejarse de un dolor agudo de muñeca, que le aqueja a menudo, Señor F.—No estoy satisfecho. ¿Qué alcance tiene en su vida la palabra ganar? La señora. - MelIamo Gagucrot. La señora Gagnerot escribió después de esto al se- ñor F. para decirle que su marido estaba en tratos de venta de su casa a ciertos americanos, precisamente durante la sesión en que le hablaba él, y ue la casa fué vendida de un modo inesperado y ventajoso.
  • 70. UNA FACULTAD DR C0NOCIMI}NTO SUPRANORMAL 77 El señor F. dii ige una mirada hacia el fondo de la sala, y, señalando a un hombre de píe, exclama: —Para el señor que está allí de pie no veo más que una imagen. Su persona se destaca sobre un inmenso cofre, que es una caja de caudales y nada más. Es ne- gra, muy fuerte, y le veo de nuevo delante de esta caja de caudales. ¿No tiene esto algún sentido? El señor. Soy banquero. (Era el señor Leroy-Dupré, banquero en París. F. y él no se habían visto nunca.) E. señor F. revela incidentes de su vida a algunos otros coricutreutes, y, volviendo al señor Papp, le dice: ---Tkne usted dos ocupaciones completamente dis- tintas. El señor Papp.--Es cierto. El señor F. Le hablan a usted en esta forma: ¿por qué te obstinas en querer hacer comp'ender a esa clase de franceses, completamente incapaces de lograrlo, lo que tú quieres hacerles entender? Me comunican el nombre de Cachin. El señor Papp.—Soy periodista al par que escritor y he recibido hace dos días de mi redacción la orden de interviuvar al señor Cachin. ¡Esto es maravillosol Sesión del 2 de diciembre de 1925. El señor F., al comenzar la sesión, sin dirigirse espe- cialmente a nadie, dice: —Oigo como el ruido de una gran imprenta. Me atur- de el retumbar de las máquinas en unos sótanos. Son las dos de la mañana y hay un fuerte olor a tinta de im- prenta. Hay un señor que sale ne su despacho, baja a los sótanos de la casa para ver lo que se llama las «for- mas» de un periódico. Trasládanme el pensamiento ha-
  • 71. 78 DR. EUGENE OSTY cia el diario Le Matin, del que, en tiempos, fui redactor. No creo que haya entre los presentes ningún redactor del Matin a juzgar por lo que me dicen del Matin. Sin embargo, hay aquí un hombre que tiene una importante función cii un diario, al que debe bajar a las dos de la mañana para ver las «formas. Se dirige a un señor desconocido de todo el mundo y llegado a la 1. M. 1. por vez primera. Le toma la mano: —...Me dan una mayúscula L... Hay neblina, hay agua, hay barcos.., olor a géneros ultramarinos, agua amari- lla, gris. Baja usted a las dos de la mañana a ver las «formas», usted precisamente. ¿Es usted belga? ¿Quién es Lanoi? ¿Va usted embarcado? ¿Enciende usted ci- garros antillanos, o no sé el qué, con capitanes de bar- cos, en un club? ¿Encuentra usted capitanes mercantes en un club donde le dan un cigarro? ¿Herick? ¿Se llama así ese capitán? ¿Ha perdido usted una apuesta en un círculo? Veo un gran puerto lleno de humo y de mer- cancías, es Amberes. ¿Es usted redactor del Matin, de Amberes, señor mío? El señor.—Sí, lo soy. El señor F.—¿Y Lanoi? El señor.—Falta una letra. El señor F.—Pues bien, colóquela. El señor.—Me llamo Landoy. El seáor Landoy es redactor en jefe del diario Le Ma- tin, de Amberes. Hasta después de la sesión no recordó que a menudo le acontece encontrarse en el círculo francés de Amberes con un viejo armador, con el que acostunibra a jugar al billar. La puesta de la partida es siempre «un cigarro». El señor F., después de haber hecho algunas revela- ciones a otras dos personas, se aproxima a un sujeto y le dice: —En cuanto a usted señor es preciso rompa la se-
  • 72. UNA FACULTAD DE CONOCUv1lETO SUPRANORMAL 79 guuda mitad de un trabajo cuya primera parte le ha pa- recido insuficiente; necesita usted volver a empezar la labor. El señor.—Perfectamente. El señor F.—Como inificaciones generales debe usted temer el verdadero peligro de progresar, a pesar de las adquisiciones casi positivas que le satisfarán más que las especulaciones del pasado; ir, digo, hacia la psico- logía de la máxima duda, que podría arrastrarle —es muy delicado—hacia la reforma de todos los sistemas sobre los que se basa usted y renunciar totalmente a tales especulaciones del espíritu. El señor.—Está muy bien. He llegado, en efecto, a un atolladero cdtico. Lo que me ha dicho usted ahora se aplica al porvenir y es posible. Hice una primera parte que he destruido, y hago una segunda ahora que pro- bablemente destruiré también. Por otra parte, me he comprometido en investigaciones psicológicas sobre un terreno harto positivo, según usted me ha dicho, y he llegado a un vacío que me conduce a la duda. Ahora he franqueado la duda y he vuelto a caer en un terreno po- sitivo. Señor F.—Es precisar demasiado el decirle que eran archivos religiosos? ¿Que se trata de exégesis? ¿Ha tra- bajado usted con San Agustíñ? ¿No ha subido usted al monte Casino? (1). ¿Ha frecuentado dominicos, gente de sotana? Entre usted y un doctor de la Iglesia, ¿no ha existido un pugilato espiritual en el que han llega- do a las manos? El señor.—Es exacto. Hemos llegado a las manos. Señor F.—Había otro, barbudo. ¿Era San Pablo? Le dijeron austed: Golpea sobre una campana rajada y la campana caerá a sus pies, y verá ante sí destacarse (1) Célebre porque en él echó San Benito los ci- mientos de su monasterio.—(N. de la T.)