SlideShare una empresa de Scribd logo
Uniandes - Ceso
Departamento de Historia
PUBLICACIONES RECIENTES
Álvaro Camacho Guizado (Editor)
Narcotráfico: Europa, Estados Unidos,
América Latina.
Bogotá: Universidad de los Andes
Margarita Serje
El revés de la nación
Territorios salvajes, fronteras y tierras
de nadie.
Bogotá: Universidad de los Andes
Libro ganador del Premio Anual
de la Fundación Alejandro Ángel
Escobar (2006)
Luis Gonzalo Jaramillo (Editor)
Escalas menores-Escalas mayores
Una perspectiva arqueológica desde
Colombia y Panamá
Bogotá: Universidad de los Andes
Cristóbal Gnecco
Carl Langebaek (Editores)
Contra la tiranía tipológica en
arqueología
Una visión desde Suramérica
Bogotá: Universidad de los Andes
El libro es lo que podría denominarse un ensayo investigativo, y su campo de experiencia
es en aquel pliegue donde tiene lugar la intermediación entre los variados desarrollos
que han experimentado el mundo actual, y las aproximaciones con las cuales las ciencias
sociales han intentado dar cuenta de estas transformaciones. En tal sentido, el texto no
es un trabajo cuyo eje central sea la explicación de eventos y situaciones recientes,
aunque abulten las referencias a importantes acontecimientos contemporáneos, pero
tampoco se le debe considerar como un trabajo eminentemente teórico que discurre
sobre las aproximaciones que se han desarrollado con el ánimo de afinar la comprensión
de la contemporaneidad. Se sitúa en el pliegue, en la articulación de ambos procesos,
porque una preocupación permanente que acompaña el trabajo consiste en entender la
manera como la realidad ha impulsado importantes transformaciones en el conocimiento,
y, al mismo tiempo, se interesa por los alcances y limitaciones que el saber social ha
desplegado para responder a estos desafíos.
La escogencia de este particular campo de experiencia obedece a que la idea de fondo
que recorre las páginas de este libro consiste en el deseo de ayudar a construir un enfoque
novedoso que permita mejorar la comprensión de la realidad contemporánea. Se muestra
la manera como la inclusión de las dinámicas de la globalización en los campos de
experiencia de las ciencias sociales constituye un importante avance que permite dar
mejor cuenta de la realidad contemporánea —la globalización como punto de partida—,
pero, se precisan, al mismo tiempo, las limitantes que ocasiona este mismo proceder
cuando se le quiere convertir en un objetivo en sí: la globalización como el punto de
llegada. Esta ambivalencia que comporta este conjunto de dinámicas es lo que nos lleva
a formular un enfoque distinto, el cual hemos definido como una historia global.
CAMBIO DE PARADIGMA:
DE LA GLOBALIZACIÓN A LA
HISTORIA GLOBAL
HUGO FAZIO VENGOA
ISBN 978-958-695-303-0
H
UGO
F
AZIO
V
ENGOA
C
AMBIO
DE
PARADIGMA
HUGO FAZIO VENGOA
Hugo Fazio Vengoa es Profesor Titular
de la Universidad de los Andes. Se
graduó como historiador en la
Universidad Amistad de los Pueblos,
Moscú. Posteriormente obtuvo un
Magíster en Historia de la Universidad
Nacional de Colombia y un Doctorado
en Ciencia Política de la Universidad
Católica de Lovaina, Bélgica.
Ha publicado varios libros sobre temas
internacionales, entre los que se
destacan: El mundo y la globalización
en la época de la historia global, Bogotá,
Siglo del Hombre, IEPRI, 2007; La
Unión Europea y América Latina: una
historia de encuentros y desencuentros,
Bogotá, Uniandes, CESO, 2006; Rusia
en el largo siglo XX, Bogotá, Uniandes,
CESO, 2005; El mundo en los inicios
del siglo XXI: ¿hacia una formación
social global?, Bogotá, IEPRI, CESO
y Uniandes, 2004; La globalización en
Chile. Entre el Estado y la sociedad de
mercado, Bogotá, Universidad Nacional
de Colombia, 2004; Escenarios globales.
El lugar de América Latina, Bogotá,
IEPRI, CESO, Uniandes y
Departamento de Historia, 2003; El
mundo después del 11 de septiembre,
Bogotá, IEPRI y Alfaomega, 2002; El
mundo frente a la globalización.
Diferentes maneras de asumirla, Bogotá,
IEPRI, CESO, Uniandes, 2002; La
globalización en su historia, Bogotá,
Universidad Nacional de Colombia,
2002; La globalización: discursos,
imaginarios y realidades, Bogotá,
IEPRI, CESO y Uniandes, 2001; El arco
latino de la Unión Europea y sus
relaciones con América Latina, Firenze,
European Publishing Academia Press,
2001; La política internacional de la
integración europea, Bogotá, IEPRI y
Siglo del Hombre, 1998; Después del
comunismo. La difícil transición de la
Europa Centro Oriental, Bogotá, IEPRI
y Tercer Mundo Editores, 1994, y La
Unión Soviética: de la Perestroika a la
disolución, Bogotá, Ediciones Uniandes
y Ecoe Ediciones, 1992.
Cambio de paradigma:
de la globalización a la historia
global
Hugo Fazio Vengoa
UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES - CESO
DEPARTAMENTO DE Historia
Primera edición: octubre de 2007
©Hugo Fazio Vengoa
©Universidad de Los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, Centro de Estudios
Socioculturales e Internacionales – CESO.
Carrera. 1ª No. 18ª- 10 Edificio Franco P. 5
Teléfono: (571) 3 394949 – 3 394999. Ext: 3330 – Directo: 3324519
Bogotá D.C., Colombia
http://faciso.uniandes.edu.co/ceso/
ceso@uniandes.edu.co
Ediciones Uniandes
Carrera 1ª. No 19-27. Edificio AU 6
Bogotá D.C., Colombia
Teléfono: (571) 3 394949- 3 394999. Ext: 2133. Fáx: Ext. 2158
http://ediciones.uniandes.edu.co
infeduni@uniandes.edu.co
ISBN: 978-958-695-303-0
Diseño, diagramación e impresión:
Legis S.A.
Av. Calle 26 Nº 82-70
Bogotá, Colombia
Conmutador.: 4 255255
Impreso en Colombia – Printed in Colombia
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni
registrada en o trasmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún
medio sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin
el permiso previo por escrito de la editorial.
Fazio Vengoa, Hugo Antonio, 1956-
Cambio de paradigma: de la globalización a la historia global / Hugo Fazio Vengoa.
— Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, CESO,
Ediciones Uniandes, 2007.
168 p.; 17 x 24 cm.
ISBN: 978-958-695-303-0
1. Globalización 2. Desarrollo económico I. Universidad de los Andes (Colombia). Facultad de Ciencias
Sociales. Departamento de Historia II. Universidad de los Andes (Colombia). CESO III. Tít.
CDD 303.482 SBUA
Contenido
Introducción............................................................................................................... 3
1. El presente y las ciencias sociales....................................................................... 5
Un mundo turbulento.................................................................................... 5
Las ciencias sociales y los dilemas del presente.
.......................................... 23
2. De la globalización a la historia global............................................................. 35
¿Cómo se ha explicado la globalización?..................................................... 35
Los enfoques disciplinares.
........................................................................... 38
La globalización estremece la epistemología de las ciencias sociales......... 50
Una clasificación temática de la globalización.
............................................ 58
De la globalización a la historia global: boceto de una propuesta............... 93
3. Desarrollo, globalización e historia global: una articulación imprescindible 99
Los antecedentes........................................................................................... 108
La intensificación de la globalización y el nuevo contexto para el desarrollo... 113
Globalización y desarrollo: el peso del globalismo...................................... 120
Por un desarrollo alternativo en la historia global.
....................................... 133
Bibliografía.
............................................................................................................... 145
Introducción
El libro que tiene el lector en sus manos es lo que podría denominarse un
ensayo investigativo. Es un ensayo porque es un texto de esos que el escritor
italiano Alessandro Baricco dice que se van pensando mientras se escriben,
procedimiento de escritura que, debe reconocérsele, tiene la ventaja de permitir
numerosas licencias narrativas, muchas de ellas seguramente inadmisibles en un
libro que cuente de antemano con una estructura formal. Pero, al mismo tiempo,
es un texto que comporta una nada despreciable dimensión investigativa porque
se fundamenta en tres resultados de investigación que fueron parcialmente
publicados a lo largo del último año en forma de artículos en la revista Análisis
Político.
El campo de experiencia en el cual se sitúa este libro es en aquel pliegue donde
tiene lugar la intermediación entre los variados desarrollos que han experimentado
el mundo actual y las aproximaciones con las cuales las ciencias sociales han
intentado dar cuenta de estas transformaciones. En tal sentido, el texto no es
un trabajo cuyo eje central sea la explicación de eventos y situaciones recientes,
aunque abulten las referencias a importantes acontecimientos contemporáneos,
pero tampoco se le debe considerar como un trabajo eminentemente teórico que
discurre sobre las aproximaciones que se han desarrollado con el ánimo de afinar
la comprensión de la contemporaneidad. Se sitúa en el pliegue, en la articulación
de ambos procesos, porque una preocupación permanente que acompaña el
trabajo consiste en entender la manera como la realidad ha impulsado importantes
transformaciones en el conocimiento, y, al mismo tiempo, se interesa por los
alcances y limitaciones que el saber social ha desplegado para responder a estos
desafíos.
La escogencia de este particular campo de experiencia obedece a que la idea
de fondo que recorre las páginas de este libro consiste en el deseo de ayudar a
construir un enfoque novedoso que permita mejorar la comprensión de la realidad
contemporánea. Es este interés lo que explica la estructura del libro. Como el
objetivo es contribuir a la construcción de una perspectiva analítica que dé
cuenta, de modo más multifacético y complejo, de las particularidades de nuestro
presente, se ha considerado importante llevar al lector por los innumerables
vericuetos y senderos que han ayudado a moldear los supuestos y la lógica del
Hugo Fazio Vengoa
enfoque que aquí se propone. Se comprenderá que la escogencia de este esquema
argumentativo explica las razones que nos han conducido a prescindir de un
capítulo dedicado a las consideraciones finales o conclusiones.
Con este propósito en mente, el texto comienza con la presentación de
un cuadro que contiene aquellos elementos fundamentales que particularizan
nuestro presente, procedimiento que permite comprender que, a lo largo de las
últimas décadas, el mundo ha ingresado en un estadio de profundas y radicales
transformaciones. Enseguida, se discute sobre los desafíos que esta nueva realidad
planetaria plantea al conjunto de las ciencias sociales, y de modo particular se
destaca la dificultad que entraña la inclusión de lo global dentro de los marcos
teóricos que han gobernado en este campo del saber.
En un tercer momento se realiza un barrido sobre las diferentes aproxima-
ciones que se han desarrollado para dar cuenta del sentido de la globalidad pre-
sente. Este capítulo no constituye un nuevo discurrir sobre los debates que ha en-
trañado la globalización. El objetivo es un poco más ambicioso: intenta, mediante
la contraposición de enfoques y de esquemas de clasificación, ir definiendo las
particularidades de la globalidad y de nuestro presente. Una vez realizada esta
incursión, se muestra la manera como la inclusión de las dinámicas de la globa-
lización en los campos de experiencia de las ciencias sociales constituye un im-
portante avance que permite dar mejor cuenta de la realidad contemporánea —la
globalización como punto de partida—, pero se precisan, al mismo tiempo, las
limitantes que ocasiona este mismo proceder cuando se le quiere convertir en un
objetivo en sí: la globalización como el punto de llegada. Esta ambivalencia que
comporta este conjunto de dinámicas es lo que nos lleva a formular un enfoque
distinto, el cual hemos definido como una historia global. En la última sección se
realiza un ejercicio sobre un tema específico —el desarrollo—, con el ánimo de
presentar la manera como se pueden aplicar las reflexiones teóricas anteriores en
un caso concreto y evaluar la pertinencia del enfoque propuesto.
Quiero aprovechar la oportunidad que me brinda esta introducción para
expresar los correspondientes agradecimientos. Agradezco a la Universidad de los
Andes, directivos, personal administrativo, colegas y estudiantes, que me hayan
creado un ambiente intelectual estimulante para mi trabajo. Como es habitual,
este libro está dedicado a mi familia, sólido fundamento en mi permanente
desarrollo. A Julieta, Antonella, Luciana y Daniela, así como a todos aquellos
que en diferentes momentos y circunstancias me han acompañado en la vida,
dedico este trabajo.
1. El presente y las ciencias sociales
Un mundo turbulento
Desde hace varios lustros el mundo viene atravesando por un período de
prolongadas y profundas redefiniciones en los más variados campos, que van
desde la inagotable revolución tecnológica y los nuevos patrones de acumulación,
crecimiento y desarrollo, pasando por profundas reconversiones sociales, grandes
indefiniciones en cuanto al tipo de ordenamiento político mundial, el cual, luego
del magno suceso de la caída del Muro de Berlín, no logra, y seguramente nunca
podrá, volver a estructurarse de modo claro y durable, hasta que no se opere un
sensible cambio de mentalidad que lleve a pensar el mundo de una manera distinta,
hasta llegar a significativos redimensionamientos en el plano de la cultura (v. gr.,
la significación de los derechos culturales), la ideología, las mentalidades, las
biografías —individuales y colectivas— y las comunicaciones.
Hace poco, el filósofo italiano Giacomo Marramao ofrecía un breve retrato
existencial de lo que ha entrañado esta poderosa transmutación, cuando afirmaba
que “el mundo al que comenzamos a pertenecer, hombres y naciones, es sólo
una ‘figura parecida’ al mundo que nos era familiar” (Marramao, 2006: 11).
Otro italiano, esta vez el prolífico escritor Alessandro Baricco, quien también ha
mostrado un sensible interés por entender los elementos de novedad que encierra
nuestro presente, ya hace algunos años nos brindaba una sugestiva descripción
sobre la globalización y el mundo que se iniciaba en el recodo del último cambio
de siglo (Baricco, 2002). En el momento, de modo más reciente, en otro atractivo
ensayo (Baricco, 2006), sostiene que pareciera que la Tierra está siendo saqueada
por predadores “sin cultura ni historia”.
En los hechos, podemos fácilmente constatar que no existe ningún ámbito
social que escape de esta regla; todas las esferas sociales, e incluso las biografías
personales, se encuentran atravesadas por vertiginosas y dispares dinámicas de
cambio. Esta afirmación es válida tanto para los grandes procesos estructurales
en los más variados ámbitos sociales como para los asuntos aparentemente tan
parsimoniosos como los que conmueven y turban al escritor italiano: la producción
y el nuevo gusto por el vino, que se ha convertido en un drink, ajeno al alma de las
viejas tradiciones; el fútbol actual, que privilegia el resultado en detrimento de la
Hugo Fazio Vengoa
genialidad, la espectacularidad, la belleza y la vivencia del juego, o el consumo de
libros, por parte de personas que además no leen libros, el cual tiende a ordenarse
de acuerdo con formatos mediáticos cada vez más espurios y rígidos.
Pero lo que más poderosamente llama la atención son otras derivaciones
que se desprenden de esta complicada situación: una de ellas se refiere a la lógica
implícita, así como a la trascendencia que ha registrado este tipo de transforma-
ciones. Para entender la magnitud de estas evoluciones bien vale la pena realizar
un pequeño ejercicio comparativo con lo acontecido en períodos previos. Es evi-
dente que la coyuntura histórica sobre la cual estamos hablando no constituye un
momento desconocido e inédito en la historia en lo que se refiere al espesor y la
profundidad de esta metamorfosis. Es indiscutible que una breve ojeada al pasa-
do nos muestra que en épocas anteriores también tuvieron lugar intervalos más
o menos dilatados de tiempo, los cuales se caracterizaron por producir grandes y
profundas transformaciones.
Para no atiborrar la mente con comparaciones de etapas estructuralmente
tan distintas a la nuestra, procedimiento que puede entorpecer el establecimiento
de los correspondientes paralelos, semejanzas y diferencias, y si nos atenemos
únicamente al período que ha sido conocido como la “época moderna”, por una
curiosa coincidencia numerológica, los principales intervalos de tiempo que es-
tuvieron salpicados por grandes redefiniciones sobrevinieron en los respectivos
cambios de siglo. En las postrimerías del XVIII e inicios del siglo XIX se desen-
cadenó la “era de las revoluciones”, tal como la definiera Eric Hobsbawm (1973),
coyuntura en la cual se registraron acontecimientos tan trascendentales como la
consolidación y la difusión del sueño ilustrado, la Primera Revolución Industrial
en Gran Bretaña, la Revolución Francesa, la invasión napoleónica a la península
Ibérica y los correspondientes variados movimientos políticos, sociales y milita-
res que condujeron a la independencia de los países del continente americano.
Otro momento de gran efervescencia ocurrió en el siguiente cambio de
siglo: finales del XIX e inicios del XX, coyuntura histórica que también estuvo
rebosada de grandes transformaciones en las comunicaciones (el telégrafo),
los transportes (el ferrocarril y el barco a vapor), en las relaciones de poder
(el imperialismo), la ciencia, las artes, etcétera, ciclo que, además, tuvo como
corolario, un acontecimiento de proporciones hasta entonces nunca antes visto, la
“Gran Guerra” o Primera Guerra Mundial (1914-1918), en las entrañas de la cual
maduró otro evento que tan definitivo papel iba a desempeñar en el curso de la
historia del siglo XX: la Revolución de Octubre en Rusia.
A la luz de esta información histórica, más de uno podría pensar que por
qué nos debe sorprender la magnitud de las transformaciones que tienen lugar en
El presente y las ciencias sociales	
nuestro presente histórico, cuando el registro temporal pareciera sentenciar que
el momento actual simplemente se inscribe dentro de una secuencia que aparenta
ser constante y cíclica. Más aún, también podría recelarse de la sorpresa que en
muchos de nosotros suscita la radicalizada coyuntura histórica contemporánea,
cuando en los finales de los dos siglos anteriores, las transformaciones tampoco
se circunscribieron a una esfera en particular sino que golpearon los más variados
ámbitos sociales y de pensamiento.
No obstante las similitudes aparentes que se puedan observar, a nuestro
modo de ver, el presente que nos ha correspondido vivir difiere de los anteriores
en cuestiones sustanciales. A finales del XVIII, las transformaciones eran
territoriales y tenían lugar principalmente dentro de los confines de los respectivos
Estados. Con la excepción notable del pensamiento ilustrado, por obvias razones
que no necesitan ser mayormente explicadas, el resto de los cambios radicales
se encontraba claramente circunscrito en su espacialidad y, en alto grado, sus
réplicas allende las fronteras sólo pudieron ser comprendidas una vez que hubo
transcurrido un buen lapso de tiempo. Ni siquiera un hombre visionario de la
talla intelectual de Adam Smith pareció prestar la suficiente atención a uno
de los cambios contemporáneos que más convulsionaría la historia moderna y
contemporánea: la Revolución Industrial.
En varios sentidos, las transformaciones que se produjeron un siglo después
constituyeron una prolongación de las anteriores, ya que establecieron una mayor
solidificación de la espacialidad de la nación; sin embargo, cuando se vislumbran
en perspectiva, se observa que comportaban un importante elemento de novedad:
eran dinámicas que, al mismo tiempo, rompieron el anterior marco territorial para
desenvolverse internacionalmente, pues ponían en interacción e interrelación a
grandes conjuntos en ámbitos particulares.
Los procesos de transformación que se vienen proyectando desde el último
terciodelsigloXX,momentocuandosedioinicioaloquehemosdenominadocomo
nuestro presente histórico, también comportan una especificidad que les otorga
coherencia: desde su fundamentación misma se realizan en una dimensión global
(Alvater y Mahnkopf, 2002). En efecto, sólo en nuestro presente ha comenzado
a emerger una espacialidad social global que ha trastocado el funcionamiento de
la mayor parte de las instituciones, las cuales ya no surgen en un determinado
lugar para posteriormente expandirse, pues son globales en su esencia misma,
se realizan instantáneamente en diferentes partes del globo y enlazan a grandes
conjuntos sociales.
La secuencialidad que acabamos de resumir seguramente avivará en más
de uno la ilusión de un progreso continuo. Se debe, sin embargo, evitar sacar
Hugo Fazio Vengoa
conclusiones apresuradas. A primera vista, más de uno podría suponer que la
manera como se han llevado a cabo las transformaciones en estos últimos siglos
se inscribe dentro de un desarrollo lineal, de menos a más, de la nación a lo
mundial y/o global, pasando por lo internacional. El asunto, sin embargo, es
mucho más complejo. En rigor, lo nacional y lo internacional son dos caras de
una misma moneda, pues ninguno de ellos puede existir sin la contraparte; no
puede haber naciones sin el referente al “otro” (Thiesse, 1999) y menos aún puede
existir la internacionalidad cuando se carece de una plataforma compuesta de
naciones. Ambas dinámicas, por tanto, comparten en su fuero interno la misma
matriz histórica, cuyo elemento nodal se organiza en torno a la existencia de la
nación. No está de más recordar que el término internacional fue acuñado sólo
en la década de los ochenta del siglo XVIII por el filósofo Jeremy Bentham para
designar aquellas actividades que se desprendían de las comunidades nacionales
y de los Estados territoriales. El concepto internacionalización, por su parte, no
alude a otra cosa que a vínculos entre naciones.
Lo global, por el contrario, representa una dinámica de otra naturaleza. Desde
un punto de vista histórico, sus antecedentes se remontan a aquellos contextos
en los que debutaron procesos relativamente intensos de internacionalización,
transnacionalización y mundialidad, pero sin que su esencia se reduzca a ellos.
Un análisis genealógico, en este caso, sólo sirve para entender los orígenes, pero
equivocados estaríamos nosotros si confundiéramos su desenvolvimiento con la
naturaleza que el fenómeno comporta. Su esencia, en realidad, se realiza sobre
otros parámetros. Lo global incluye todas las dinámicas antes mencionadas pero,
al mismo tiempo, las trasciende.
Para entender la disimilitud que se presenta entre los fenómenos que cada
una de estas dinámicas produce conviene hacer una pequeña precisión semántica
en torno a estos conceptos. Consideramos importante detenernos en este punto,
porque de la permanente incomprensión del significado que encierran estos
términos han nacido innumerables malentendidos sobre las particularidades del
mundo actual.
En aras de la brevedad, organizaremos estas nociones en torno a tres ma-
trices: la nación, el planeta y la globalidad. La mayor parte de estos conceptos
corresponden a la matriz nacional. El primero es, obviamente, la internacionali-
zación, que se refiere a los vínculos que se establecen entre territorios nacionales,
y se conecta también con la apertura de un respectivo Estado para facilitar el
tránsito de bienes, servicios, acciones y personas a través de las fronteras. La
transnacionalización, por su parte, es una derivación más sutil, compleja y per-
feccionada de la internacionalización. Consiste en los flujos que se producen a
través de la articulación de nexos localizados, pero sin llegar a anular las fronteras
El presente y las ciencias sociales	
preestablecidas, como ocurre con las nuevas formas de producción, las relacio-
nes, los estilos de vida, etcétera, que permanentemente traspasan las barreras de
las naciones, generando nuevos tipos de interacción. Por último, de esta matriz se
desprende el concepto de interdependencia, condición de dependencia asimétrica,
que indica la codependencia que existe en un campo particular entre dos o más
partes del sistema o de agentes internacionales. Todas estas dinámicas, en el fon-
do, tienen en común el hecho de organizarse a partir de la existencia de la nación,
pero sin trascenderla.
La planetarización y la mundialización no pertenecen al campo de las
dinámicasnacionalesointernacionales,puessedesprendendelamatrizplanetaria.
La primera de estas nociones alude a aquellos fenómenos que atañen al mundo
en su conjunto; son, en su fuero interno, más ecológicos que medioambientales,
se relacionan más con la Tierra como espacio natural o con la cartografía como
representación que con el Mundo como escenario de la historia humana.
Por ser importante para los propósitos de este trabajo, se deben tener presente
dos cosas: primero, estas distintas dinámicas no se suceden unas a otras en el
tiempo, sino que en diferentes momentos históricos, coexisten de modo complejo y
multifacético. Segundo, que en ciertas lenguas latinas, particularmente en francés,
el término mundialización se emplea como sinónimo de globalización, orientación
intelectual que ha contribuido a sembrar bastante confusión en torno al sentido
que comportan ambos conceptos. También se debe recordar que importantes
analistas sociales contemporáneos han procurado establecer una diferencia de
contenido entre estos conceptos, diseccionándolos como expresiones particulares
de una misma matriz. Renato Ortiz, por ejemplo, utiliza el término globalización
para aludir a la unificación técnica y económica del mundo, mientras que reserva
el concepto de mundialización para el entretejimiento complejo de la cultura y las
representaciones en el mundo actual (Ortiz, 2004).
De acuerdo con nuestro parecer, los términos no son equivalentes, pero no
por las razones que invoca el científico social brasileño, sino porque el significado
de la mundialización se ubica en un plano distinto al de la globalización. El
primero es un concepto más geográfico, es decir, espacial, y en el mejor de los
casos, puede relacionarse con aquellos sistemas o estructuras sociales que en
determinados momentos han servido de marco organizador y configurador de
grandes procesos mundiales, como efectivamente ocurrió con la mundialización
de la política bajo el ropaje de la Guerra Fría.
La globalización se ubica en un registro distinto, pertenece a la matriz de la
globalidad, comprende ciertos elementos de los anteriores, pero es ante todo una
dinámica de naturaleza temporal, tal como tendremos ocasión de documentarlo
10 Hugo Fazio Vengoa
más adelante; se identifica con la expansión de las relaciones sociales a lo largo
y ancho del planeta, y en su calidad de proceso, es un fenómeno que reviste
diferentes modalidades, que van desde la constitución de dinámicas propiamente
globales, pasando por el carácter “fantasmagórico” que asumen algunos tipos
de relaciones sociales, hasta la expresión globalizada que registra lo local, que
ocurre cuando determinados acontecimientos se expresan en “clave local”.
Cuando sostenemos que la particularidad de nuestro presente consiste en
el carácter global en el que se realizan estas transformaciones, nos estamos re-
firiendo a varias cosas al mismo tiempo. En primer lugar, una de las novedades
que encierra nuestro presente consiste en que estas transformaciones ya no se
confinan dentro de los límites de un respectivo ámbito; más bien, tienden a ra-
mificarse enrevesadamente por todo el conjunto de lo social: lo político deviene
económico, lo cultural resemantiza lo social, este último ecualiza lo político, y
así sucesivamente. Pareciera que los viejos compartimientos estancos en que se
gustaba subdividir a las sociedades estuvieran estallando desde dentro; ya no
actúan como contenedores de las dinámicas propias de su respectivo ámbito ni se
encuentran inmunizados de lo que ocurre en los otros campos.
Esta especificidad de nuestra contemporaneidad debe leerse también desde
otro ángulo: muchas veces, cuando se analiza un acontecimiento o una situación,
los expertos de las distintas disciplinas tienden a encontrar una explicación
al fenómeno de acuerdo con los principales problemas que se desprenden del
respectivo campo del saber desde el cual observan. Frente a un acontecimiento
cualquiera, los economistas podrán destacar las inconsistencias del sistema
económico; los expertos en asuntos internacionales pondrán el énfasis en las
presiones económicas, políticas y/o militares provenientes del medio externo;
los politólogos, en asuntos relacionados con el sistema o la cultura política, y
así sucesivamente. En un contexto de globalidad, cuando se ha acentuado la
promiscuidad entre los distintos ámbitos sociales, ya no tiene sentido seguir
pensando en esos términos. Lo importante es entender la manera como estas
diferentes dinámicas se encadenan, se retroalimentan y terminan construyendo
nuevas y originales síntesis.
Más de uno podrá objetar que este problema tiene mucho de ilusión óptica o
de perspectiva, como gustaba decir a los hombres del Renacimiento. Posiblemente,
las subdivisiones convencionales a las que se habituó el saber científico no fueron
del todo valederas y la clasificación de ámbitos sociales, con toda probabilidad,
era una forma de ordenar, delimitar y organizar el conocimiento. Aun si las
perspectivas frecuentes de análisis pueden pecar de ciertas falencias, debe
destacarse que el enmarañamiento y la promiscuidad de las dinámicas sociales
contemporáneas sobrepasan con creces no sólo a los guiones más visionarios que
El presente y las ciencias sociales 11
hayan podido concebirse, sino también a los tipos de interacción (v. gr., nacional,
internacional) a los que antes estábamos acostumbrados.
Los cambios en nuestro presente tampoco respetan las fronteras en otro
sentido: ya no se confinan en el lugar donde primariamente se manifestaron.
Esto ha llevado a que no sólo sea bien difícil determinar dónde, cómo y bajo qué
circunstancias se originan estas transformaciones, más complejo aún es precisar
hasta dónde se extienden estos cambios, tanto en su espacialidad como en su
duración.
Seguramente no resulta nada difícil de imaginar a qué nos referimos cuando
hablamos de la extensión espacial de estos fenómenos: sus expresiones regular-
mente se prolongan a grandes distancias de sus eventuales epicentros o en oca-
siones producen tendencias de transnacionalidad medular (v. gr., la movilidad
del capital financiero, los desarrollos tecnológicos) y/o en los márgenes (v. gr., la
emergencia de formaciones de clase migrantes y subalternas).
Más complicado, empero, es entender la dilatación temporal. Estamos acos-
tumbrados —posiblemente, en contextos anteriores en ello intervino la “distan-
cia” natural que separaba a las distintas civilizaciones, y hoy, el vértigo y la
urgencia a los que nos han acostumbrado los veloces medios de transporte y
comunicación— a suponer que los eventos solamente generan consecuencias in-
mediatas y circunscritas a su epicentro. Pero en la vida social contemporánea
esto no ocurre siempre de acuerdo con este esquema. Muchas circunstancias
—acontecimientos, situaciones y procesos— se insinúan en un primer momen-
to, expresan toda su fosforescencia, después se desarrollan en silencio, es decir,
pareciera que se congelaran en el tiempo, pero las más de las veces prosiguen su
desenvolvimiento en clave subterránea, y con el paso del tiempo después vuelven
a reaparecer.
Un buen ejemplo de ello es la mayor parte de los tópicos conexos con los
temas de la memoria, que tanto interés suscitan en nuestro presente (Garton Ash,
1997). Una traumática página en la historia, con la cual no se hayan saldado las
necesarias deudas, no se haya negociado el perdón con el olvido, permanentemente
reaparece suscitando agudos debates y, en ocasiones, dando lugar incluso a
complicadas situaciones que rayan en la crisis.
Pero no sólo esta gama de cuestiones difíciles de aprehender y concretar se
propagan arrítmicamente a través del tiempo. Se puede observar que también se
ha asistido a una situación análoga con la emergencia de una nueva generación de
movimientos sociales, los cuales, después de alcanzar una alta visibilidad durante
los ochenta, sobre todo en la Europa Centro Oriental y en América Latina,
prácticamente desaparecieron durante buena parte de los noventa, para volver a
12 Hugo Fazio Vengoa
reaparecer con impresionante fuerza en los más diferentes confines del mundo,
en momentos en que se asistía al último cambio de siglo (Kaldor, 2004). En cada
una de estas fases, sin embargo, y no obstante el hecho de que estos movimientos
siguieran compartiendo ciertas propiedades comunes, han comportado también
expresiones propias del lugar desde el cual se enuncian y/o de la especificidad
del momento por el que se transita. Como acertadamente ha señalado Marramao,
es que “el sistema de causas que gobierna la suerte de cada uno de nosotros se
extiende en adelante a la totalidad del globo, lo hace resonar por completo a cada
conmoción. Ya no hay cuestiones terminadas por haber sido terminadas en un
punto” (Marramao, 2006: 11).
Las cosas, sin embargo, pueden complejizarse desde otro ángulo, porque
tampoco consumen su fosforescencia únicamente de este modo. Analíticamente,
se puede establecer la distinción entre las expresiones espaciales y las temporales,
pero en la realidad, en la vida diaria, los fenómenos sociales no siguen trayecto-
rias independientes, pues ambas manifestaciones reiteradamente se encuentran
compenetradas. Un fenómeno puede expresarse en un momento distinto, pero
también en un lugar muy distante. La causalidad inmediata y rectilínea, por tanto,
pierde buena parte de su capacidad operativa; cede invariablemente su lugar a la
explicación en términos de resonancia, o, como señalaba el historiador Pierre Vi-
lar, cuando argumentaba sobre la desconfianza que experimentaba ante la noción
de “causa”, generalmente simplificadora, e incluso de la noción de “factor”; prefe-
ría “hablar de componentes de una situación: elementos de naturaleza sociológica
a menudo distintos, que se combinan en relaciones siempre recíprocas, aunque
variables, en los orígenes, en el desarrollo y en la maduración de las situaciones”
(Vilar, 2004: 75).
El asunto de la globalidad también puede visualizarse desde otra perspecti-
va. Por lo general, en la mayoría de las ciencias sociales, el Mundo como campo
de experiencia ha brillado por su ausencia. Esta aseveración es incluso válida
para aquellas disciplinas que, en principio, más afinidad temática tienen con este
tema de estudio, como la geografía, la filosofía, las relaciones internacionales y
la historia. La primera se ha interesado más por el estudio de la Tierra, entendida
como espacialidad, que con el Mundo, aquel escenario, o mejor dicho, entramado
donde permanentemente se desenvuelven las actividades humanas. La segunda
supuso el surgimiento de interesantes concepciones sobre el mundo, pero que se
ceñían a perspectivas universalistas y más centradas en torno a una deseabilidad,
a interrogantes y preocupaciones clásicas de la filosofía, que en torno a un co-
nocimiento contingente de la realidad mundial, entre otras cosas, debido a que la
mayor parte de esta producción intelectual antecedió al momento en el cual la ca-
tegoría Mundo empezó a cristalizarse en su globalidad. La tercera —si bien alude
El presente y las ciencias sociales 13
expresa y directamente a situaciones que se desenvuelven en el amplio escenario
del mundo, su desmedida focalización procedimental en la vigencia de las par-
tes, o sea, en las naciones y en sus relaciones— ha inhabilitado a este campo de
estudio para comprender el conjunto, o sea, el mundo, el cual es obviamente una
realidad mucho más abarcadora que la simple sumatoria de naciones.
En lo que atañe a la historia, podemos dejar el balance en palabras de Eric
Hobsbawm, quien en su libro biográfico sostuvo que “las historias de Europa,
de Estados Unidos y del resto del mundo siguieron separadas unas de otras: sus
respectivos públicos coexistían, pero apenas se rozaban. La historia sigue siendo,
por desgracia, principalmente una serie de nichos para los que la escriben y para
su público lector. En mi generación sólo un puñado de historiadores ha intentado
integrarlos en una historia universal de largo alcance. Ello fue debido en parte a
que la historia no supo prácticamente emanciparse —en gran medida, por moti-
vos institucionales y lingüísticos— del marco del Estado-nación. Volviendo la
vista atrás, probablemente fue el principal punto débil de la materia en mi época”
(Hobsbawm, 2003: 207).
Con toda seguridad, una de las pocas excepciones que escapó de esta regla
fue el sociólogo Niklas Luhman, quien, a principios de la década de los setenta
del siglo pasado, sostuvo que “podría ser que no percibiéramos el surgimiento
de la nueva sociedad mundial porque hemos estado esperándola con categorías
equivocadas, como la idea de imperio universal […] Pero la sociedad mundial
es un fenómeno completamente nuevo desde el punto de vista evolutivo. Las
perspectivas de éxito de este tipo de sistemas no pueden evaluarse con los medios
conceptuales de que disponemos, y probablemente están fuera de nuestro campo
visual” (citado en Beck y Grande, 2006: 166). En otro texto, revela con mayor
fuerza el contenido de su concepción, cuando sostiene: “En las condiciones
modernas, como consecuencia de una diferenciación funcional, solamente puede
existir un sistema societario. Su red comunicativa se expande por todo el globo.
Incluye todas las comunicaciones humanas. La sociedad moderna es, por tanto,
una sociedad mundial en un doble sentido. Vincula el mundo a un sistema e
integra todos los horizontes mundiales como horizontes de un único sistema
comunicativo” (citado en Ortiz, 2004: 33).
Si bien se le pueden reconocer ciertas facultades visionarias a la propuesta
luhmaniana, también esta concepción se ha quedado a medio camino en el
momento de dar cuenta de la realidad mundial contemporánea, por su excesiva
sistematicidad, su apreciación evolucionista, su escasa flexibilidad, y porque ha
desatendido uno de los elementos más importantes de nuestro presente, dado
que subsume la especificidad de lo local dentro de la macroestructura de la
mundialidad.
14 Hugo Fazio Vengoa
En esta contraposición con la tesis luhmaniana debemos recordar que una de
las principales dificultades que se experimenta cuando se quiere hacer inteligible
el tipo de situaciones que acompaña a nuestra contemporaneidad es que el mun-
do es mucho más que un tablero plano, en el cual se pueda colocar o representar
geométricamente la disposición de las personas o las cosas. Esta figura espa-
cialmente uniforme era, sin duda, válida para períodos anteriores en la historia,
cuando era reducido el volumen de población y cuando las medidas de movilidad
eran igualmente escasas, pero no es apropiada cuando se desea acometer la inter-
pretación de nuestro presente.
Debemosmásbienimaginarelmundoactualcomounentramadodenaturaleza
topológica, razón por la cual no puede suponerse que exista regularidad y simetría
en la manera como se desenvuelven los acontecimientos y otras situaciones de
alcance mundial, debido a que, como la globalidad es fundamentalmente una
dinámica que transforma el tiempo social, en todos estos eventos interviene, entre
otras tantas cosas, la disimilitud de la propia carga temporal que registran los
distintos colectivos humanos. Por tanto, cuando una dinámica se temporaliza y
se extiende en el tiempo como una duración, vuelve a realizarse en un contexto
nuevo pero, con toda seguridad, sus manifestaciones van a tener que decodificarse
de otra manera y registrarán vibraciones muy distintas de las inaugurales.
El entendimiento de esta compleja realidad nos pone frente a un importante
dilema, el cual podemos sintetizar a través de un par de interrogantes: ¿de qué
manera se puede aún seguir hablando de modo genérico de fenómenos comunes a
todo el mundo? O, más bien, ¿se debe suponer que estas situaciones son dinámi-
cas que se “glocalizan” a lo largo y ancho del mundo? En torno a estas preguntas
encontramos una de las claves que permiten establecer de manera más clara las
diferencias que distinguen a los conceptos de mundialidad y globalidad: la pri-
mera, tal como la imaginaba Luhman, se organiza como una macroestructura
que recubre a todo el planeta. Como señalábamos con anterioridad, un adecuado
ejemplo de ello fue la Guerra Fría, aquel eje configurador de un sistema interna-
cional, organizado en torno a la competición de dos sistemas socioeconómicos,
en cuyo vértice se encontraban dos superpotencias enfrentadas con pretensiones
hegemónicas, y que recababan su poderío de una desaforada carrera armamentis-
ta, y en el riesgo de la amenaza nuclear, que perduró por más de cuarenta años.
A diferencia de ello, la globalidad es aquella dinámica que realiza de manera
multiforme la compenetración entre lo local y lo global.
Esta disimilitud en términos de espesor temporal es un factor de gran re-
levancia cuando se quieren valorar los niveles de adaptación de los distintos
conjuntos humanos a las dinámicas planetarias contemporáneas. Si tomamos un
ejemplo cualquiera, v. gr., la cultura, podemos observar que en América Lati-
El presente y las ciencias sociales 15
na existen colectivos nacionales portadores de profundas o relativamente densas
culturas y otros cuyo espesor es mucho más tenue. “No es lo mismo la presencia
de la música anglo, difundida por las transnacionales de la música en el país del
tango, del vallenato, de la cumbia, de la samba y del bossa nova, que en un país
en el que el baile nacional —la cueca— es apenas una cuestión de una vez al año
durante las fiestas patrias, un baile más bien carente de prestigio simbólico en un
alto porcentaje de la población…” (Subercaseaux, 2002: 36).
Esta mayor o menor densidad, empero, no es un asunto que pueda deco-
dificarse de manera genérica, cuya aplicabilidad sea válida uniformemente en
todos los casos. De hecho, se expresa con particularidades propias en los distintos
registros. Países aparentemente más frugales en algunos campos pueden dispo-
ner de mayores recursos en el momento de poner en práctica sus dinámicas de
inserción internacional, porque comportan una larga trayectoria histórica en ese
sentido. A otros países que carecen de esa densidad les resulta más difícil realizar
los necesarios ajustes cuando quieren insertarse en los intersticios globalizantes.
El espesor del registro temporal de un colectivo, por tanto, no es uniforme; cons-
tituye más bien una compleja amalgama de distintas duraciones, lo cual, incues-
tionablemente, torna más difícil la aprehensión de la naturaleza intrínseca de la
globalidad y de las maneras de asumirla.
Pero también este asunto se puede complejizar desde otro ángulo: el aco-
plamiento a las tendencias actuales del mundo no siempre se representa como
una importación o interiorización de aquello que ocurre externamente. Por el
contrario, se expresa más bien como una exportación o una exteriorización de
la globalidad. Existen innumerables casos en los que la tendencia ha sido pre-
cisamente esta última: en buena medida, el éxito alcanzado por los países de la
Europa Centro Oriental en su proceso democratizador y de reconversión econó-
mica a partir de inicios de los noventa, su rauda salida del comunismo, fue posi-
ble porque coincidió y se combinó con un retorno de la soberanía, y no por una
superación de la misma, lo cual hubiera sido más congruente con la calidad de
las transformaciones que ya entonces tenían lugar en este contexto de lo global.
Estos países, por más de cuarenta años, hicieron parte de un subsistema donde
primaba un rígido esquema de “soberanías limitadas” —la doctrina Brezhnev—,
no como una derivación de la extensión de la globalización, sino por un acentua-
do nacionalismo imperial mundialista por parte de la potencia rectora, a la sazón,
la Unión Soviética. En las nuevas coordenadas de la década de los noventa, se
requería de un anclaje que hiciera posible la transición de estas sociedades en
dirección al contexto posnacional europeo, cosa que finalmente ocurrió en mayo
de 2004, con la adhesión de la mayoría de estas naciones a las estructuras de la
Unión Europea (UE).
16 Hugo Fazio Vengoa
En este caso que acabamos de observar, dos tiempos genéricos, el de los
países de la Europa Centro Oriental y el de la Unión Europea, que representan
tendencias espaciotemporales singulares, terminan amalgamándose para producir
una nueva síntesis, la cual, tras la adhesión formal, se ha convertido en una
dinámica, evidentemente, contradictoria con el empuje que venía registrando la
integración europea. Esta contradicción, empero, no es opuesta a la adaptabilidad
con lo global, sino un reforzamiento de la misma, pues ha significado que la UE
ha tenido que asumir nuevamente la variabilidad de sus fronteras, ha tenido que
importar ciertas dinámicas que antes le eran externas, pero que hoy se realizan
en su interior. Al dar este importante paso, la Unión Europea ha reforzado su
diversidad y ha multiplicado el número de lógicas locales, regionales, intraglobales
(globalidad que ocurre dentro de la UE) y propiamente globales dentro de sus
propias estructuras. Este movimiento, pese a todas las complicaciones inmediatas
que ha podido traer consigo, como ha sido el hecho de convertir a la UE en una
entidad más pobre y con una institucionalidad tan pesada que a veces raya en la
parálisis, representa un importante capital a mediano plazo, en la medida en que
la Unión Europea ha comenzado a desmarcarse de su arraigada occidentalización,
dinámica que ha sido absorbida por Estados Unidos, lo cual se ha comenzado a
traducir en una parcial desnorteamericanización de los europeos, más aún cuando
la Vieja Europa se está reencontrando con las raíces mediterráneas y orientales,
las cuales antes habían sido simplemente repudiadas.
Nos hemos detenido brevemente en este ejemplo que nos brinda esta experien-
cia reciente de los europeos, porque constituye un apropiado esquema que muestra
de modo muy palmario la manera en que opera la resonancia como forma distinta
de causalidad, e ilustra al mismo tiempo el modo en que chocan y se entrecruzan
las distintas temporalidades históricas, produciendo síntesis que antes hubiera sido
imposible imaginar. Es a esta doble condición a lo que alude la globalidad.
Si quisiéramos parafrasear a Reinhart Koselleck, podríamos sostener que,
con la globalidad, el mundo asiste en la actualidad a particulares formas de
articulación entre los espacios de experiencias y los horizontes de expectativas,
categorías ambas en plural. Valga recordar que el académico alemán empleaba
estas nociones en singular. Según su parecer, el espacio de experiencia se infiere
del pasado y es un asunto ante todo de naturaleza espacial, en la medida en que
conforma una totalidad en la que se sobreponen enrevesadamente muchos estratos
anteriores de tiempo. El horizonte de expectativa, por su parte, “es aquella línea
tras la cual se abre en el futuro un nuevo espacio de experiencia” (Koselleck,
1993: 340) y, por ende, es una categoría de tiempo.
En un contexto de globalidad, el entramado del mundo contemporáneo ha
roto con la secuencialidad que antes existía entre ambas dimensiones. Ello ha
El presente y las ciencias sociales 17
obedecido a que, en la actualidad, coinciden distintos estratos de tiempo que
confluyen en las nuevas expectativas, debido a la permanente ampliación de
las escalas espaciales, ámbitos donde se sobreponen experiencias cada vez más
disímiles, y a la multiplicidad de actores, crecientes en las condiciones de nuestra
contemporaneidad; esto hace cada vez más difícil no sólo que las experiencias y
las expectativas puedan coincidir sino que tiendan a distanciarse y a desentonar
cada vez más. Para decirlo en otros términos, el espacio de experiencia y el
horizonte de expectativa han dejado de ser dimensiones inherentemente colectivas,
singulares y/o nacionales, se han pluralizado y han comenzado a realizarse en su
globalidad, con lo cual se ha trastocado, de suyo, el sentido mismo que comporta
la modernidad.
Esta no correspondencia entre los espacios de experiencias y los horizontes
de expectativas se puede expresar figurativamente en torno a las siguientes fór-
mulas que retomamos del pensamiento de Koselleck: con la globalidad se asiste
conjuntamente a “la contemporaneidad de lo no contemporáneo” (en el mundo
actual concurre un alineamiento de múltiples temporalidades, donde cada una de
ellas es portadora de un diferente espesor), así como a “la no contemporaneidad
de lo contemporáneo” (asimetría entre las cargas que comportan estas temporali-
dades), a la “sincronicidad de la asincronía” (la confluencia de experiencias dia-
crónicas en torno a una matriz) y a “la asincronía de lo sincrónico” (la realización
de lo global en lo local o la glocalización). Estas fórmulas pueden aparentar ser
contradictorias, pero, en realidad, son simples variaciones que registra un mismo
tema.
Como podemos observar de esta pequeña síntesis que hemos realizado,
en contraposición con las matrices nacional-internacional y mundial, cuando el
principio de base se organiza en torno a la globalidad ya no puede existir ni una
direccionalidad que apunte hacia una determinada finalidad, ni una linealidad
subterránea que evidencie el “progreso” recorrido. La globalidad es, de hecho,
una derivación, pero no se ubica dentro de la secuencialidad de lo nacional, lo
internacional y lo mundial.
Un escenario que se organiza en la globalidad es un espacio en el cual
coexisten elementos de estratificación con otros de compartimentación del
mundo. De esta tesis se pueden desprender varios axiomas: en primer lugar, que
la permanencia de una variedad de espacios, entre ellos los nacionales, es una
dinámica consustancial y en ningún caso disfuncional con la globalidad. Lo
nacional simplemente está abocado a un proceso de desnacionalización, pero no de
desaparición. En segundo lugar, lo global y lo local no constituyen opuestos, sino
que son las dos caras de una misma moneda. Tercero, la manera como funciona
y se organiza esta matriz tiende a trascender tanto las anteriores estratificaciones
18 Hugo Fazio Vengoa
como las formas de compartimentación que le eran consustanciales. Es en este
sentido que se puede afirmar que “la lógica del concepto de la globalización parece
socavar no sólo aquellas distinciones que han condicionado la inteligibilidad y
la autonomía de las relaciones internacionales, sino también la posibilidad de
mantener esas distinciones ontológicas” (Bartelson, 2000: 183).
Sin que se le pueda atribuir ninguna misión o pretensión teleológica, como
podría ser el horizonte de una economía-mundo, una sociedad-mundo, una
política-mundo o una cultura-mundo o una linealidad de menor a mayor en su
desarrollo, cuando alcanza niveles tan elevados de intensificación, como los que
hoy existen, la globalización seguramente llega para quedarse. En este plano
se observa una de las diferencias de fondo entre el contexto globalizante que
existió a finales del siglo XIX y el actual. El anterior se expresaba a través de la
internacionalización y era, por tanto, reversible, por cuanto no era más que una
inferencia, una proyección que se había realizado a partir del zócalo de la nación.
La relación entre esta última y la internacionalidad era dinámica —simbiótica y
dialéctica— y la iniciativa podía desplazarse hacia una u otra orilla, como en efecto
ocurrió en el primer tercio del siglo XX, cuando el mundo entró en un ciclo de
desglobalización o, mejor dicho, de reapropiación nacional de la globalización.
El momento actual, por el contrario, no sólo ha trascendido los marcos de
la internacionalización, para asumir una fisonomía más compleja, sino que ha
alcanzado unos niveles de compenetración tan elevados que ningún evento ni
la acción de ningún Estado puede aminorar o detener su marcha. Incluso el 11
de septiembre de 2001, acontecimiento que, en su momento, algunos autores
interpretaron como la finalización de la incontrolada globalización (Fred Halliday,
“Aftershocks that will eventually shake us all”, The Observer, 10 de marzo de
2002), resultó ser un poderoso acelerador de la misma.
En este punto es necesario hacer un pequeño paréntesis, porque nuestro
análisis está llegando a un lugar donde confluyen el presente y el futuro. Luego
de la estrepitosa caída del Muro de Berlín, acontecimiento que algunos pudieron
desear, pero que nadie pudo prever, se ha empezado a desconfiar seriamente
de todos aquellos análisis prospectivos que tratan de imaginar o describir el
mundo venidero. Ésta es otra razón de por qué este trabajo ha preferido ceñirse
a una perspectiva histórica y evitar así la inclinación a imaginar hipotéticos
escenarios.
Pero podrá objetarse que existen registros históricos que demuestran que en
el pasado hubo momentos en los cuales los desarrollos cambiaron abruptamente
de sentido, y cuando se tiene eso en mente se puede suponer que el momento actual
también puede experimentar una radical involución que conduzca a escenarios
El presente y las ciencias sociales 19
diferentes de los que en perspectiva se están imponiendo. Así, por ejemplo, en
1910, el periodista inglés Norman Angell, en su libro La gran ilusión, traducido
a 25 lenguas, sostuvo que los niveles de interdependencia eran tan elevados que
un conflicto entre las grandes naciones simplemente no podía tener lugar (Cohen,
2004). Menos de un lustro transcurrió y el mundo con asombro fue testigo de la
Primera Guerra Mundial.
En un libro anterior (Fazio, 2004) sosteníamos la tesis, que reiteramos nue-
vamente en esta ocasión, que ni siquiera una eventual competición entre grandes
Estados, como pueden ser Estados Unidos, India, China, India, Rusia, etcétera,
reconstruiría un escenario análogo al existente a inicios del siglo XX, que cul-
minó en la Primera Guerra Mundial, por la simple razón de que los niveles de
interdependencia de todos ellos son tan elevados que ninguno de estos Estados
puede “desengancharse” para oponerse. Más de uno podrá suponer que estamos
incurriendo en la misma ilusión en que Angell cayó en su momento. Pero no es
así. La internacionalización es, en efecto, un proceso que puede llegar a ser re-
versible. La globalización, por el contrario, puede adquirir distintas fisonomías,
asumir contornos muy particulares y experimentar múltiples desarrollos, pero
no puede detenerse, porque carece de direccionalidad. La clave que explica esta
diferencia con lo acontecido hace un siglo se encuentra en el hecho de que el mun-
do actual se organiza en torno a una matriz distinta a la anterior, y las diferentes
evoluciones no pueden eludir esta importante condición. Esto es lo que nos lleva
a argumentar que la globalización ha llegado para quedarse.
Lo que ocurre con la globalidad es que, a medida que se intensifican las
tendencias globalizantes y disponen de un mayor grosor los nuevos circuitos
espaciotemporales globalizantes, se entrecruza el destino de todas las naciones,
situación que conduce a que, a mayor intensidad de la globalización, se diluyan
incluso los propósitos universalistas que pueden querer promover las grandes
potencias. El asunto, en el fondo, consiste en que nada es más lejano a una
globalización intensificada que la persistencia de las potencias, sean estas
tradicionales, mundiales o globales. Como decía hace algunos años el politólogo
David Held, luego de aquel trágico Once de Septiembre: “Ya no vivimos, si es
que alguna vez fue así, en un mundo de comunidades nacionales discretas que
tienen el poder y la capacidad exclusiva para determinar el destino de quienes en
ellas habitan. Por el contrario, vivimos en un mundo de comunidades de destino
superpuestas” (David Held, “Violencia y justicia en una era mundial”, El País, 19
de septiembre de 2001).
En efecto, con el despuntar del siglo XXI, las transformaciones contem-
poráneas, entre otras consecuencias, acabaron con uno de los monopolios más
preciados que permanecían en manos de los Estados: la seguridad. Luego del
20 Hugo Fazio Vengoa
Once de Septiembre, el Chernóbil de la seguridad militar, en este campo se ha
vuelto más intensa y compleja la convivencia entre los elementos de cambio con
los de continuidad. En un primer momento, se asistió a un intento por retrotraer
el sistema internacional hacia un esquema en el cual el Estado perseverara por
seguir siendo el actor más influyente en este campo, situación que transitoria-
mente agitó una vez más la competencia internacional entre los actores estatales
de mayor peso.
Empero, la magnitud de los factores de cambio ha impedido el retorno a un
esquema análogo a los anteriores. Estos elementos de cambio se expresan en varios
niveles; uno, de hecho, consiste en que la globalización ha entrado a cuestionar el
poder de los Estados en campos muy sensibles. Como enseñaba Susan Strange, las
empresas transnacionales se han enquistado en el campo de poder de los Estados:
“Están ejerciendo una creciente autoridad paralela a los gobiernos en materia
de gestión económica que afecta la distribución de la industria y la inversión,
la orientación de la innovación tecnológica, la administración de las relaciones
laborales y la sustracción fiscal de la plusvalía” (Strange, 2001: 65).
Otro factor de cambio consiste en que, con la globalización, la seguridad
trascendió el campo militar. Hoy por hoy, la seguridad cubre un amplio abanico
de temas ecológicos, energéticos, demográficos, sociales, migratorios, etcétera,
muchos de los cuales se originan en la condición de riesgo global (Beck, 2004),
y en la práctica totalidad de estos campos, la capacidad de acción, control e in-
fluencia del Estado se encuentra seriamente comprometida, pues son dinámicas
que trascienden su capacidad de actuación y son ámbitos donde una naciente y
expresiva sociedad civil global ha comenzado a mostrar una mayor experticia. La
continuidad y el cambio también se expresan en otro sentido. Subsisten los pro-
blemas de seguridad de naturaleza interestatal, como los nucleares, o las friccio-
nes entre determinados Estados, pero se han recrudecido los temas de seguridad
intraestatales, muchos de los cuales han asumido un carácter, un alcance o un
desenlace transnacional.
Loselementosdecontinuidadycambionosóloamplíanlaagendaenelcampo
de la seguridad, también dan lugar a complejas compenetraciones entre unos y
otros. Seis años nos separan del fatídico 11 de septiembre de 2001, pero el tema
de la seguridad internacional no ha dejado de deparar grandes sorpresas. Detrás
de la destrucción de las Torres Gemelas se encontraba Al Qaeda, red que actuaba
desde Afganistán, tenía una cabeza visible y disponía de una impresionante red
de financiamiento. Luego del 11 de marzo español de 2004, la ecuación se volvió
más compleja, porque quienes pusieron las bombas no eran fuerzas extranjeras,
sino inmigrantes magrebíes. “Pero las bombas suicidas de Londres dan una vuelta
más a la tuerca porque, como ahora se sabe, los terroristas no eran turistas del
El presente y las ciencias sociales 21
terror ni inmigrantes recientes, sino ciudadanos británicos, algunos de segunda
generación. Estos hombres actuaron por su cuenta o coordinándose en células
pequeñas y casi autosuficientes, con poco o nulo contacto directo (financiero,
logístico) con Al Qaeda, pero intensamente motivadas por la ideología del
radicalismo islámico globalizado a través de una vía de comunicación, internet,
que apenas comenzaba a desarrollarse en el ya remotísimo siglo XX” (Enrique
Krauze, “¿Qué piensan los terroristas?”, El País, 22 de julio de 2005).
Por último, se puede sostener que, con posterioridad a los sucesos de Nueva
York y Washington, es cierto que se aminoró parcialmente el ímpetu de la globa-
lización económica, pero de modo evidente se incrementaron sus manifestaciones
sociales, políticas y culturales, creando mayor confusión en la materia. En sínte-
sis, la manera como se expresan estos problemas demuestra la distancia recorrida
con respecto a los esquemas internacionales anteriores y avala la tesis de que con
toda seguridad la globalidad llegó para quedarse.
Otro ámbito donde se visualiza el alejamiento que se ha experimentado con
respecto a la matriz nacional es en el de la soberanía. La globalización ha tras-
tocado la soberanía, importante recurso en torno al cual se organizaron las na-
ciones. El problema en este punto es mucho más complejo que la argumentada
pérdida de centralidad de las sociedades políticas nacionales. Históricamente, la
soberanía se ha expresado en lo fundamental en tres niveles. El político, que re-
conoce al Estado como órgano soberano y legítimo dentro de sus fronteras. El
económico, asociado al crecimiento, al manejo financiero y a la determinación
gubernamental de las orientaciones económicas fundamentales. El identitario,
encargado de fomentar la integración social de los ciudadanos.
En estas tres dimensiones, los cambios han sido profundos. La legitimidad
dentro de determinadas fronteras ha sido seriamente cuestionada por la aparición
de numerosos agentes internos y externos que actúan de acuerdo con lógicas
transnacionales, de adentro hacia afuera, de afuera hacia adentro, en el afuera
con repercusiones en el adentro y en este último con alcances en el afuera. En el
nivel económico, el Estado no ha tenido que negociar sus prerrogativas soberanas
con los agentes del globalismo del mercado, sino que ha tenido que interiorizar
el mercado en su actuación económica. Y en el nivel identitario, los factores que
cimentaban la integración nacional han estallado en mil pedazos al aparecer
poderosos movimientos que reivindican derechos de género, étnicos, regionales
o de minorías.
A nuestro modo de ver, un elemento clave que explica esta crisis que experi-
menta la soberanía es el resultado de la pérdida de legitimidad del anterior control
que ejercía el Estado sobre la sociedad. Era común en la época moderna que los
22 Hugo Fazio Vengoa
Estados, en su afán de convertirse en Estados-naciones se interesaran por cons-
truir identidades al servicio del mismo, obviando y desestimando las diferencias
culturales. “El pueblo era uno e indivisible, la sociedad un sujeto sin textura ni
articulaciones internas y el debate político cultural se movía entre esencias nacio-
nales e identidades de clases” (Martín Barbero, 1999: 300).
Bajo el impacto de la intensificada globalización, la identidad nacional ha
entrado en un proceso de recomposición, que, sin ser reemplazada por una cultura
universal homogeneizadora, da cuenta y potencia las variadas historias de vida,
las cuales pueden asumir un formato individual y/o colectivo. Este reconocimiento
de la alteridad no es equivalente al multiculturalismo norteamericano, en el cual
las diferencias deben disolverse y fundirse dentro del espíritu de la nación. Son
identidades múltiples que cohabitan y disponen de diferentes intensidades.
Esta globalización de millares de biografías personales y colectivas acentúa
el proceso de detotalización de la política, la cual, en la medida en que se afirma
en una pluralidad de mundos vividos pero no integrados por los individuos, no
puede ser reducida a un mínimo común denominador. En alguna medida, la
pérdida de centralidad del Estado obedece a que se asiste a un empoderamiento
de la soberanía por parte de los individuos (Laïdi, 2004).
Estos ejemplos, a los cuales podrían sumarse tantos otros, son, en últimas,
una expresión de este profundo cambio que ha experimentado la soberanía en
nuestro presente más inmediato y, sobre todo, de la dificultad que experimenta el
Estado para rearticular una voluntad general, en un contexto en que se intensifica
la diversidad. “El Estado es cada vez menos la expresión de la soberanía, no se
encuentra por encima de la sociedad, es sólo una de las instituciones que organiza
una sociedad en competencia con otros actores, no desaparece, pero debe en
permanencia adaptarse, redefinir sus competencias, y modestamente justificar su
existencia a través de los servicios que presta” (Guéhenno, 1999: 48).
Por último, un escenario que se globaliza rompe con otra constante carac-
terística en los dos últimos siglos: la relación entre lo interno y lo externo, otro
asidero sobre el cual se construyó y evolucionó la nación. Obviamente, esta dico-
tomía no ha desaparecido y con toda seguridad nunca llegará a desaparecer por
completo. Pero ambas dinámicas ya no pueden seguirse pensando dentro de un
marco binario, como polos opuestos y, en ese sentido, han perdido la centralidad
que antes tuvieron. Si esa distinción mantuviera la vigencia anterior existente, en-
tonces, ¿por qué observamos que se presentan numerosos casos que demuestran
que situaciones conflictivas distantes se convierten en conflictos intranacionales,
como ha ocurrido en muchos países europeos? Uno de los grandes desafíos que
enfrentan las ciencias sociales consiste precisamente en volver a pensar en cómo
El presente y las ciencias sociales 23
conectar estos dos lados de la misma moneda, pero sin caer en el equívoco de
creer que el problema ya ha sido superado, ni en imaginar que se pueden trasladar
los problemas de un nivel a otro, sino comprendiendo sus complejos entrecruza-
mientos.
Esperamosquetodoestoquesucintamenteacabamosdeexponerhayaservido
para ayudar a comprender algunas coordenadas que encierra la globalidad, y nos
haya mostrado, también, el gran trecho recorrido por el mundo en el corto período
que engloba nuestro presente histórico, la “distancia” cualitativa que nos separa
de los dos contextos anteriores, así como la complejidad que encierra nuestra
contemporaneidad. Con toda seguridad, si ha sido poderoso el imaginario que se
ha forjado en los últimos años en torno a que el mundo contemporáneo vive un
período inédito en la historia, y si además cada vez se comparten más aquellas
tesis que sostienen que los estudios internacionales, en sus vertientes económicas
y politológicas, ya no logran descifrar los principales ejes del mundo actual, ello,
desde luego, obedece en buena parte a todo esto.
Las ciencias sociales y los dilemas del presente
Indudablemente, como parece ocurrir siempre, de modo casi invariable, el pensa-
miento social, aunque deban reconocérsele sus denodados esfuerzos, se mantiene,
en general, a la zaga de esta borrascosa realidad social. Con su acostumbrado
despliegue en ralenti, no alcanza a descifrar un enigma, cuando el problema en
cuestión ya está planteando nuevos y más complejos interrogantes. No debe sor-
prendernos, por tanto, que, en medio de este escenario, muchas de las anteriores
certezas intelectuales hayan perdido cierta dosis de su anterior maestría para ex-
plicar los ejes definidores del mundo y de las sociedades actuales. Tampoco es
fortuito que en la academia reine cierto espíritu de confusión y que sean cada
vez más numerosas las voces que se alzan cuestionando la conveniencia de man-
tenerse apegado a las bases epistemológicas habituales de las ciencias sociales
(Wallerstein, 2005; Beck, 2005; Ortiz, 2005; Touraine, 2005).
Evidentemente, la conducta de la academia frente al importante dilema que
le ha planteado el presente no ha sido uniforme. No sólo se observan marcadas
diferencias en cuanto a las perspectivas políticas y filosóficas en que se sustentan
muchas de estas posiciones (Held y McGrew, 2003), también son variadas las
maneras en que se ha intentado responder a esta turbulencia desde una perspectiva
intelectual (Lechner y Boli, 2000).
Tal vez el grupo más numeroso ha procurado seguir tratando de encapsular
la realidad dentro de los viejos mapas cognitivos, asumiendo que los cambios
24 Hugo Fazio Vengoa
—cuando se les reconoce— serían cosméticos, superficiales, pero que no
conciernen el contenido. Para un buen número de estos analistas, el mundo
actual no difiere en sus líneas fundamentales del pasado y, por consiguiente, los
referentes teóricos habituales que ha acumulado el saber social conservarían aún
toda su vigencia. A título de ejemplo, se puede citar a Justin Rosemberg, gran
experto en temas internacionales, cuando en su polémica con la literatura sobre la
globalización concluye con una defensa irrestricta de los usuales paradigmas en
este campo de estudio: “Gústenos o no nos guste, no hay manera de trascender el
realismo realizando esguinces a su alrededor. Porque, aunque esté mal concebido,
el realismo se asienta en raíces intelectuales (las determinaciones generales)
que nosotros también necesitamos para darles sentido a las relaciones entre
los países. Si la abstracción general conserva su vigencia, ninguna cantidad de
relaciones transnacionales, por más estrechas y fructíferas que sean, abolirá la
importancia analítica de lo internacional, y es por eso que la idea de reemplazar la
problemática de lo internacional por aquellas de la globalización o de la economía
política global, o de la sociedad mundial, acaba siendo en últimas incoherente”
(Rosemberg, 2004: 100).
Una tesis similar, impregnada también de un obstinado neorrealismo, ha
defendido recientemente Danilo Zolo cuando reconoce, de una parte, la existencia
de problemas fundamentales de carácter global que afligen la agenda política de
los Estados-nacionales y de las instituciones internacionales: la paz, la defensa
de los derechos del hombre, la pobreza, un desarrollo económico sostenible y la
ecología. La escala global de estos problemas convierte a los Estados singulares
en instituciones impotentes para afrontar y resolver estas cuestiones. De la otra,
muestra su desconfianza frente a la tesis según la cual estos problemas serían
solucionables sólo “globalmente”, es decir, recurriendo a una autoridad suprana-
cional, cosmopolita o regional. A juicio del filósofo político italiano, “la primera
es un hecho difícilmente cuestionable. La segunda es una deducción incorrecta.
Que los problemas ‘globales’ requieran de una intensa actividad de coordinación
y de cooperación entre los sujetos políticos nacionales e internacionales que están
implicados es muy distinto a creer en los efectos milagrosos de una concentración
y centralización del poder internacional” (Zolo, 2007: 54).
Nada más alejado de la globalidad contemporánea que la hipérbole que nos
ofrece el filósofo italiano. Es indudable que si la globalización se plasmara como
una política-mundo, mediante la constitución de un súper Estado centralizado,
eso crearía un contexto totalitario nunca antes visto, que no sólo acabaría con
la diversidad de las experiencias históricas, sino que además sería portador de
una pretensión de verdad universalista que desvirtuaría la esencia misma de
la globalización. Este tipo de argumentos no termina siendo otra cosa que una
El presente y las ciencias sociales 25
frágil defensa del anterior statu quo, que desconoce la plasticidad que encierra
nuestra contemporaneidad y que trata de desvirtuar la esencia de los elementos
de novedad, para seguirse refugiando en los viejos paradigmas.
La política global es un proceso multidimensional en el que se alternan los
mundos sociales y se reduce la relevancia de los Estados. La globalización —y la
cosmopolitización, que es su evidente corolario— se construye con base en lealta-
des múltiples, en una pluralización de biografías transnacionales, en la aparición
de poderosos actores políticos no estatales y en la consolidación de movimientos
a favor de una globalización diferente (Beck, 2005: 19). Como adecuada y su-
gestivamente ha argumentado Mary Kaldor, la política global consiste en que el
sistema de relaciones entre Estados o grupos de Estados “ha sido suplantado por
un entramado político más complejo, que implica a una serie de instituciones e
individuos, y en el que hay un lugar, quizá pequeño, para la razón y el sentimiento
individual y no sólo para el interés del Estado o bloque” (Kaldor, 2004: 107).
En rigor, en la actualidad mundial concurren numerosas lógicas espaciales y
temporales, con fronteras discontinuas, situación que redimensiona la importancia
de analizar tanto estas dinámicas como sus interacciones. El punto de partida
desde el cual se debe pensar una nueva propuesta para comprender el mundo en
su conjunto debe arrancar de la idea de que la intensificación de la globalización
ha dado lugar a la conformación de un espacio social global, donde tienen lugar
las nuevas formas de política, de lo cual se infiere que el objetivo principal
debe ubicarse dentro de esta estructuración de un espacio global en forma de
lugares, redes e intersticios sincrónicos y diacrónicos de interacción social, y no
imaginando una reproducción del esquema organizacional jerárquico nacional
replicado en una dimensión más amplia.
Otros estudiosos, sobrellevados por el halo de misterio que encierra la in-
certidumbre predominante en el presente, han preferido “refugiarse” en las am-
bigüedades que comporta el pensamiento posmoderno y asumir como un asunto
propio el relativismo radical del conocimiento, y abogan por el destronamiento
del racionalismo ilustrado, sostienen una concepción esencialista de la “otredad”,
que, aunque no se lo proponga de modo deliberado, recaba en nuevas formas de
fundamentalismo —la absolutización de la alteridad—, con lo cual se contradi-
ce cualquier posibilidad de producción de un conocimiento global, imaginan la
realidad como textualidad, lo que conduce a un sempiterno laberinto semiótico,
y resaltan la centralidad del individuo desorientado y hedonista en “un mundo
privado de sentido” (Laïdi, 2001), que “deriva fácilmente en una legitimación del
‘mercado global’ visto como un campeón ilimitado de las posibilidades y de las
elecciones virtuales, totalmente desprovisto de un ‘sentido global’” (Peemans,
2002: 235). Además, estas posturas posmodernas terminan validando precisa-
26 Hugo Fazio Vengoa
mente aquello que pretenden atacar. Como sostiene un importante historiador,
el rechazo de las grandes narraciones produce mininarrativas que refuerzan las
concepciones dominantes; al refutar el determinismo, dejan los acontecimientos
suspendidos en el aire; al negarse a entender la identidad a partir de categorías
estructurales, esencializan la identidad a través de la diferencia; al resistirse a
ubicar el poder en las estructuras o instituciones, lo diseminan por la sociedad
y finalmente lo disuelven. Irónicamente, esta popular tendencia nos pone frente
a un mundo de elementos separados, precisamente en un momento en el que la
globalización torna indispensable entender la manera en que las partes y el todo
se correlacionan (Bentley, 2006: 26).
Por último, existe otro grupo de científicos sociales que reconoce que las
perspectivasylosconceptosintelectualesusualesse“hanencorvadoosimplemente
roto”, tal como sostuviera hace más de medio siglo el historiador Fernand Braudel
(2002: 22); ha aceptado el inmenso desafío intelectual que suscita el presente
y ha decidido zambullirse en una nueva aventura del espíritu, con el ánimo de
aproximarse de manera distinta a los principales problemas del mundo actual
(Beck, 2005; Ortiz, 2005, Wallerstein, 2005; Touraine, 2005). Sobre el particular,
recientemente Suzanne Berger, en un texto que refresca enormemente la mirada
sobre la dimensión económica de la globalización —pues en lugar de arrancar con
las teorías generales, como es habitual en los trabajos económicos, para después
validar los presupuestos iniciales—, prefirió comenzar con un estudio empírico
sobre 500 empresas de distintos continentes, con el fin de rastrear in situ cómo
se despliegan las particularidades de este fenómeno. En dicho texto, la autora
constata que, frente a un problema nuevo, se tiene siempre la misma reacción: “se
recurre a las viejas baterías de explicaciones y creencias gastadas para tratar de
comprender la nueva situación. Los conceptos que movilizamos para descifrar
la globalización son de esta manera una mezcla confusa de viejas teorías sobre
la mano de obra barata, la competencia, las ventajas comparativas y el triunfo
inevitable del mercado” (2006: 28-29).
No obstante la persistencia de esta pluralidad de posturas intelectuales que
se asume de cara al presente, no es errado sostener que, en general, subsisten
una evidente disonancia, una arritmia, un fuerte desequilibrio entre la desaforada
fuga hacia adelante que registran los cambios sociales, de una parte, y de otra, la
persistenciadeunamayoríadeenfoquesacadémicospropiosdeunacontextualidad
histórico-social, que parecen haber ido quedando irremediablemente atrás. Esto
ocurre porque, como acertadamente señaló hace algunos años G. Therborn, en
comparación con lo que ocurría hace un siglo, momento capilar en el que debutaron
las ciencias sociales clásicas, el interés que ha despertado la globalización ha
incluido dos importantes cambios: la sustitución de lo universal por lo global y
El presente y las ciencias sociales 27
del espacio por el tiempo (Therborn, 2000: 149). Evidentemente, adaptarse a estos
cambios no resulta ser una tarea fácil.
El reconocimiento de esta discordancia fáctica y temporal que se presenta
entre “la realidad” y “la percepción” reviste, a nuestro modo de ver, una alta
significación, por dos motivos fundamentales. El primero obedece a que el
conocimiento social se ha desarrollado en sus líneas fundamentales dentro de
un espíritu de pensamiento que ha privilegiado, por obvias razones históricas,
“el espacio de experiencia” y “el horizonte de expectativa” de las sociedades
nacionales, tal como se configuraron a partir de la lectura predominante de una
experiencia histórica en particular. Al respecto, no está de más recordar que
las ciencias sociales institucionalizadas aparecieron en un contexto particular
(la Europa occidental decimonónica), buscaban responder a los problemas que
planteaba el momento representativo que en ese instante se vivía (la modernidad),
para lo cual recabaron información fundamentalmente en la bien estudiada
experiencia continental, donde ese tipo de prácticas y situaciones había alcanzado
una mayor expresión (Wallerstein, 2001; Léclerc, 2000).
Este modo en que se constituyeron las ciencias sociales las llevó a buscar el
establecimientodeunagenealogíaquesirvieradelegitimacióndesusfundamentos
intelectuales. Para ello se recurrió a dos tipos de procedimientos: de una parte,
se estableció una historicidad del conocimiento forjado por la modernidad, cuyos
orígenes más remotos se remontaban a la racionalidad de los griegos, “pasando
por la revolución científica de la Edad Moderna, y que deja de lado la magia,
la astrología o la alquimia”, ignorando “el aporte de la magia natural y de las
filosofías herméticas a la renovación científica” (Fontana, 1994: 100). De la
otra, se estableció el carácter excepcional que entrañaba la experiencia europea
frente a las restantes civilizaciones. “Occidente —escribe Benhabib­— nace de
la creencia de que los sistemas de valores y las formas de vida occidentales son
radicalmente distintos de los de otras civilizaciones. Este temor tan difundido
se basa en falsas generalizaciones sobre Occidente en sí, la homogeneidad de
su identidad, la uniformidad de sus procesos de desarrollo y la cohesión de sus
sistemas de valores” (Benhabib, 2006: 59).
De esta doble experiencia nació la práctica que atinadamente Ulrich Beck ha
definido como el nacionalismo metodológico, cuyo argumento central se organiza
en torno a la idea de que “la humanidad se halla dividida en un número finito de
naciones, cada una de las cuales debe cultivar y vivir su propia cultura unitaria,
garantizada por el Estado, el Estado-nación. Trasladado a la sociología [ergo, las
ciencias sociales], esto significa que la mirada [científica] está encerrada en el
Estado-nación, que es una forma de ver las sociedades desde el punto de vista del
Estado-nación” (Beck, 2002: 9).
28 Hugo Fazio Vengoa
Este nacionalismo metodológico fue, sin duda, un procedimiento legítimo,
provechoso, eficaz y válido para entender las coordenadas fundamentales del de-
sarrollo social durante casi dos siglos, cuando predominaba la matriz de lo na-
cional. Su permanencia no representaría un problema mayor si no fuera porque,
como tuvimos ocasión de documentarlo con anterioridad, el mundo se encuentra
en la actualidad en medio de un contexto muy distinto al que dio origen a esos
enfoques. Una perspectiva como ésta era, en efecto, muy congruente con las vi-
cisitudes que se planteaban Europa y otras pocas regiones del mundo en aquel
dilatado intervalo que se extendió desde el siglo XVIII hasta bien entrado el XX.
Empero, la gran contrariedad que comienza a suscitar el presente es que la ma-
yor parte de las transformaciones actuales apunta en un sentido distinto al de las
lógicas antes prevalecientes: tiende precisamente a trascender ese aparato cate-
gorial, así como impone también una renovación de la axiomática articulada en
torno a lo nacional, elemento, asimismo, propio y característico de lo que fuera el
recorrido de aquel itinerario histórico que, en su momento, fue aceptado como el
fundamento de base para la determinación de los distintos campos de experiencia
de las ciencias sociales. Observemos por un instante este asunto más de cerca.
Es evidente que en el mundo contemporáneo se expresan numerosas ten-
dencias que apuntan hacia una mayor integración, dinámicas que fuerzan a los
distintos colectivos humanos a una serie de reajustes y readaptaciones en torno a
unos factores compartidos. Al mismo tiempo, sin embargo, se observa una reafir-
mación de la tendencia opuesta: esta mayor integración no homogeneiza, sino que
se ha convertido en un acelerador que reproduce la diferencia, la especificidad,
la singularidad, la originalidad. ¿Por qué ocurre esto? ¿No es esto último un des-
mentido de la afirmación anterior? En realidad, no. Lo que ocurre es que la com-
prensión espaciotemporal que registra el mundo contemporáneo, al sobreponer la
dimensión temporal por encima de la espacial, acentúa la “proximidad”, y no eli-
mina sino que refuerza la diferenciación, es decir, potencia la identificación de los
distintos colectivos con lo particular, con lo específico, lo propio, incluso con lo
que se ha considerado usualmente, aunque de manera errónea, como tradicional.
Esta tensión que se presenta entre estas dos dinámicas podría a simple vista
interpretarse como una reedición de la vieja contraposición entre lo local y lo uni-
versal, fenómeno que fue tan distintivo de la historia de la humanidad a lo largo de
los últimos siglos. Pero tampoco es así. Fue un rasgo particular de los siglos XIX y
buena parte del XX que el Estado moderno, sobre todo en su vertiente occidental
u occidentalizada, nacionalizara casi todas las instituciones de la sociedad, como
el territorio (delimitación de fronteras precisas), la autoridad (concentración del
poder), la identidad (cristalizada en torno al “pueblo” y/o la nación), la seguridad
(monopolio en el ejercicio de la violencia), la ley (fundamentada en la Constitu-
El presente y las ciencias sociales 29
ción), el derecho (los códigos) y los factores de acumulación económica (a través
de una concentración del poder económico). Un panorama similar se presentaba
en todos los sistemas económicos, tanto capitalistas y socialistas como posterior-
mente desarrollistas, los cuales se encontraban circunscritos dentro de fronteras
nacionales, cuyos gobiernos regulaban los flujos de trabajadores, capitales, bienes
y servicios que circulaban entre las sociedad y la economía internacional, y donde
las instituciones estatales intervenían con el ánimo de prevenir o paliar las conse-
cuencias más destructoras de estos sistemas: los ciclos económicos, el desempleo,
la inflación, las crisis y la degradación medioambiental (Berger, 2003: 16).
Desde finales del siglo XX nos encontramos distantes de aquellos escena-
rios que fueron tan propios de los dos siglos anteriores, porque una de las particu-
laridades que más distingue al mundo actual es el hecho de que lo que se ha co-
menzado a erosionar es aquel nivel intermedio que antes separaba a la comunidad
de la integración mundial: la nación y el Estado-nación, y todas las propiedades
que le eran inherentes, razón por la cual la interpenetración entre lo local y lo
global es, en el tiempo presente, más directa, fluida y contradictoria. En efecto,
las distintas modalidades de internacionalización que se impulsaron durante la
Belle Époque fueron una derivación de la actividad desplegada por los Estados.
En nuestro presente, la situación es muy diferente, debido a que las fuerzas y los
actores que acentúan las dinámicas globalizantes trascienden y condicionan el
activismo estatal. Es decir, si la internacionalización fue, en últimas, una activi-
dad desplegada por aquel anillo intermedio que existía entre la comunidad y la
integración mundial, la globalización se realiza a su pesar.
El asunto, con todo, tampoco se detiene con el parcial desvanecimiento
de ese importante anillo intermedio. Tiene otra arista que comporta una alta
complejidad. Aun cuando no faltan quienes se siguen sintiendo perplejos con la
aseveración que emprenderemos a continuación, debe reconocerse que una de las
principales constantes de la dinámica global contemporánea consiste en que ha
comenzado a integrar las experiencias “otras”. Sobre este último aspecto, se puede
sostener, de acuerdo con la sugestiva argumentación que ha venido desarrollando
Serge Latouche, que, a lo largo de los últimos siglos y hasta hace unas cuantas
décadas atrás, una gran “máquina civilizatoria”, “impersonal y sin alma”, “cuyos
agentes eran la ciencia, la técnica, la economía y el imaginario, sobre los cuales
reposaban los valores del progreso”, constituía el molde que determinaba la
fisonomía del mundo en su conjunto (Latouche, 2005: 26 y 40). Esta formidable
“máquina” operaba también como una anticultura negativa y uniformadora, pues
no presuponía una real integración social y cultural del “otro”.
Esta occidentalización encontró límites naturales para su expansión, debido
a que sus principales agentes no sólo no lograron reproducir el anhelado bienestar
30 Hugo Fazio Vengoa
en las otras latitudes, sino también porque destruyeron los ámbitos sociales donde
podía anclarse el proceso de occidentalización. Sus fracasos más estruendosos se
experimentaron en los temas concernientes al desarrollo, en el debilitamiento de
la estructuración nacional estatal y en el creciente rechazo de sus imaginarios.
Como señala Latouche: “El fracaso de la máquina técnico económica engendra
el declive de Occidente como civilización. El fracaso del desarrollo y el fin del
orden nacional-estatal son los signos y las manifestaciones de esta decadencia,
pero no son las causas exclusivas. Las resistencias de las sociedades diferentes,
su capacidad para sobrevivir como diferentes, la destreza de las sociabilidades
elementales para desviar los aportes más diversos de la modernidad en sentidos
radicalmente diferentes contribuyeron a la erosión de la dominación del modelo
occidental” (Latouche, 2005: 139-140).
No es fortuito, por tanto, que el declive de este modelo, de esta descomu-
nal “máquina” social, fuera acompañado de la emergencia de particularismos,
los cuales no han dejado de reproducirse y cultivarse. De aquí que en este esce-
nario de creciente globalidad los elementos homogeneizadores encuentren una
contradictoria compañía en aquellos factores que apuntan a una acentuación de
los particularismos y de las diferencias. Ahora bien, con base en los elementos
compartidos que difundió esta “máquina occidental”, en el transcurso de las últi-
mas décadas comenzaron a emerger y a consolidarse experiencias civilizatorias
distintas a la original, aun cuando sigan compartiendo muchos elementos con la
matriz primaria.
Esta aparentemente contradictoria situación puede comprenderse mejor a
través de un ejemplo: es un hecho que en nuestro presente se ha acentuado la
movilidad de los científicos e intelectuales por todo el mundo. Ello, sin duda,
obedece a que la academia comparte unos fundamentos intelectuales comunes.
Si ha sido posible la contratación de millares de científicos asiáticos por parte de
las principales universidades norteamericanas, ello responde a que los códigos
intelectuales son compartidos. En la práctica, estos códigos son los mismos. La
física o la matemática en India o en China es la misma que se enseña en Estados
Unidos. Todos estos científicos participan incluso del mismo lenguaje científico.
De un idioma a otro se traducen los conceptos, cambian las palabras, pero los
significados permanecen.
En los otros campos de experiencia, las cosas obviamente no se presentan de
la misma manera, la equivalencia no es tan perfecta, aun cuando también en este
plano se arranque de un acervo compartido. En todos aquellos ámbitos distintos
a las ciencias naturales, es decir, en campos como la economía, la historia, la
cultura, las representaciones e imaginarios, la política, etcétera, toda producción
o realización no es otra cosa que un “localismo” que funge muchas veces con
El presente y las ciencias sociales 31
una pretensión de universalizante. Es sobre todo en este plano donde es más
evidente la fortaleza de la diversidad, donde la “megamáquina” de Occidente se
ha estrellado con una barrera natural, pues choca con registros históricos tan
distintos que la asimilación de sus ambientes institucionales entraña una alteración
de su esencialidad, como bien han demostrado importantes autores poscoloniales.
El idioma inglés puede ser la principal lengua de comunicación, pero no es y
seguramente nunca llegará a convertirse en una lengua global. Seguramente los
únicos lenguajes propiamente globales son en nuestro presente el computacional,
la televisión y la música (Mazlish, 1993: 17).
Tal como sosteníamos hace algún tiempo (Fazio, 2006), con toda seguridad,
el profundo cambio que se ha presentado en este escenario de creciente globalidad
consiste en que la trayectoria de la modernidad de Occidente dejó de ser una
categoría espacial para transformarse en una categoría temporal. Seguramente,
como esta “máquina” impersonal ha dejado sus profundas huellas, se devalúa
cualquier intento de seguir pensando el mundo a través de la oposición entre
la occidentalización y la desoccidentalización, pues, con toda probabilidad, el
contexto de globalidad está creando una situación análoga a lo que Marramao ha
denominado el pasaje a Occidente de “todas las culturas, como un tránsito hacia
la modernidad destinado a producir profundas transformaciones en la economía,
la sociedad, los estilos de vida y los códigos de comportamiento no sólo de
las ‘demás’ civilizaciones, sino también de la propia civilización occidental”
(Marramao, 2006: 26).
Toda esta problemática que acabamos de reseñar nos lleva a concluir que
la fisonomía del mundo actual resulta ser una síntesis que se produce a partir de
un proceso “intercivilizatorio”, en tanto que experiencias distintas a la europea
también han entrado a organizar el presente. De todo esto que acabamos de señalar
surge la imperiosa necesidad de tener que pensar unas ciencias sociales cuyos
objetos y presupuestos se han desnacionalizado y parcialmente “deseuropeizado”
(Chakrabarty, 2000). Sobre el particular, conviene, una vez más, recordar las
palabras de Beck, cuando escribe:
Los clásicos practicaron primero la sociología y luego colonizaron a los demás países y
rincones de la tierra con sus perspectivas sociológicas. Pero, en la actualidad, esto se torna
cuestionable en la medida en que se articula sociológicamente una experiencia del proceso
globalizador que ya no coincide con la manera en que los sociólogos occidentales han ima-
ginado su contenedor social. Si queremos expresar esto mediante dos conceptos, podríamos
hablar de la diferenciación entre universalismo y globalidad. El universalismo hace que ésta
tenga como conclusión la sociedad, mientras que la globalidad hace hincapié en la expe-
riencia que surge luego, cuando los sociólogos de todos los países y cosmovisiones analizan
sus sociedades con pretensiones conceptuales universales y encuentran estas explicaciones
contradictorias entre sí. Y entonces resulta claro que ya no existe un punto de partida privi-
legiado desde el que poder estudiar la sociedad. (Beck, 2005: 11)
32 Hugo Fazio Vengoa
El segundo elemento que se desprende de la discordancia fáctica y temporal
entre la “realidad” y el “conocimiento” se deriva, en alto grado, del anterior, y
apunta a explicar el entusiasmo que ha suscitado el concepto de globalización,
noción lo suficientemente flexible y maleable como para que pudiera ser asimi-
lada e incorporada por los esquemas teóricos predominantes en las más variadas
disciplinas sociales. Para entender el quiebre que se ha presentado en este punto,
donde lo global se ha convertido en el núcleo de un nuevo discurso crítico, de-
bemos retomar sumariamente el itinerario recorrido por este conjunto de saber,
procedimiento que además permite entender mejor por qué ha sido tan fuerte el
apego de los científicos sociales al nacionalismo metodológico.
Por regla general, las ciencias sociales tuvieron su gran expansión en medio
de un contexto de desarrollo de la modernidad occidental, razón por la cual todas
ellas se convirtieron en unas perspectivas que debían responder a los desafíos y
problemas que suscitaba la condición moderna. Como producto de esta contex-
tualidad histórica, la mayor parte de estas ciencias se vio impulsada a determinar
un campo particular de experiencia, establecer un conjunto de problemas priori-
tarios a la respectiva esfera social privilegiada en el análisis y desarrollar el ins-
trumental teórico y metodológico para resolver en sus mismos términos las cues-
tiones que el correspondiente campo de experiencia le planteaba. Dentro de este
espíritu, el gran acierto del saber científico, condición sin duda válida para sus
distintas especialidades, fue haber podido llegar a responder con una alta dosis de
precisión y regularidad a los problemas y preguntas que él mismo se formulaba.
Ahora bien, el tipo de problemas que planteaba la modernidad, así como el
perfeccionamiento que experimentó este tipo de saber, supuso que la tendencia de
aproximación a la realidad social se visualizara en términos historicistas, como
propios de una particular contingencia histórica, donde un lugar central les co-
rrespondía a los desarrollos lineales, secuenciales, evolutivos, es decir que tenían
que corresponder a precisas etapas en el desarrollo. Los conjuntos de transforma-
ciones por los cuales estas disciplinas se interesaban, entre los cuales, a título de
ejemplo, se pueden citar dinámicas como la racionalización, la industrialización,
la urbanización, la burocratización, la individualización, la secularización, la al-
fabetización, etcétera, han sido, en efecto, procesos que, disponen de expresiones
espaciotemporales particulares, comparten el hecho de ser desarrollos que se ex-
tienden en el tiempo, se materializan con diferentes ritmos en las distintas latitu-
des y, por doquier, desencadenan poderosas fuerzas de cambios (Osterhammel y
Petersson, 2005).
Un rasgo común de estas especialidades fue concebir estos macroprocesos
como dinámicas que cobran vida dentro de determinadas espacialidades nacio-
nales y/o regionales, pero sin que existiera de manera necesaria una concordancia
El presente y las ciencias sociales 33
entre ellos; eran dinámicas que comportaban itinerarios diacrónicos, los cuales,
a lo sumo, en el mejor de los casos, producían cierto tipo de interconexiones in-
ternacionales. El entendimiento que se hizo de este tipo de desarrollo, así como
el tipo de inferencia intelectual que fue su evidente corolario, dio lugar a que las
ciencias sociales tendieran a privilegiar las miradas sectoriales y nacionales de
los principales problemas que a ellas interesaban.
Si la linealidad fue una de sus constantes, no debe olvidarse que estas diná-
micas eran decodificadas dentro de una perspectiva historicista, es decir, a partir
de aquellos enfoques que han tendido a concebir el desarrollo de los fenómenos
económicos, políticos, culturales y sociales como históricamente determinados,
perspectiva de la cual se ha colegido que cada época produce valores y dinámicas
que no pueden ser aplicables a otros momentos históricos. Ésta es una de las razo-
nes de la proclividad en la utilización del prefijo pre (v. gr., premoderno, prebur-
gués, precapitalista, etcétera), con lo cual se presume la inclusión del fenómeno
estudiado en cuestión en una secuencia cronológica lineal, donde lo moderno
permite descifrar lo premoderno, así como se pretende dar cuenta de su necesa-
ria evolución
, en una perspectiva teórica que reconoce una unicidad del devenir
histórico, lo cual, a la postre, ha terminado sirviendo para asignarle un rango de
universalidad a una determinada experiencia histórica particular.
En términos generales, este historicismo gobernó el espíritu de la época y
se mantuvo como un referente implícito, habitual e incuestionable hasta que se
tomó conciencia de que se estaba asistiendo al desencadenamiento de otra serie
de dinámicas, las cuales comenzaron a ser interpretadas bajo el concepto de la
globalización.
Hasidoapartirdeestatomadeconcienciaquedosinterroganteshanadquirido
toda su actualidad: ¿qué es la globalización? y ¿cómo se pueden interpretar las
transformaciones que se han presentado en el escenario mundial en las décadas
más recientes a partir del concepto de globalización? Responder a estas preguntas
no es un asunto fácil, más aún cuando se observa que a lo largo de los últimos
veinte años se han acumulado numerosas aproximaciones al concepto, y de cada
una de ellas se infieren distintas cualidades del fenómeno, así como disímiles
	Esta postura recorre buena parte de la obra de Karl Marx, quien sostenía que “la así llamada
evolución histórica reposa en general en el hecho de que la última forma considera a las pasadas
como otras tantas etapas hacia ella misma”. Algo similar se puede observar en la sociología
de Max Weber, quien inauguró una forma de clasificar las sociedades según un tipo ideal que
contrapone las sociedades modernas y racionales a las sociedades carismáticas o mágicas (Corm,
2004: 18).
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf
PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf

Más contenido relacionado

Similar a PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf

Chiapas y la escritura de la historia
Chiapas y la escritura de la historiaChiapas y la escritura de la historia
Chiapas y la escritura de la historia
Red Académica Internacional Historia a Debate
 
Globalizacion modernidad e_identidad_nacional
Globalizacion modernidad e_identidad_nacionalGlobalizacion modernidad e_identidad_nacional
Globalizacion modernidad e_identidad_nacionaljuankramirez
 
Rafael Gonzalez Requena historia actual_cep
Rafael Gonzalez Requena historia actual_cepRafael Gonzalez Requena historia actual_cep
Rafael Gonzalez Requena historia actual_cep
José Moraga Campos
 
Concecuencias de la Modernidad (Cerjioo al rescate ¬¬)
Concecuencias de la Modernidad (Cerjioo al rescate ¬¬)Concecuencias de la Modernidad (Cerjioo al rescate ¬¬)
Concecuencias de la Modernidad (Cerjioo al rescate ¬¬)Cerjioo Andres
 
255672376 pensar-la-historia-le-goff-prefacio-resumen
255672376 pensar-la-historia-le-goff-prefacio-resumen255672376 pensar-la-historia-le-goff-prefacio-resumen
255672376 pensar-la-historia-le-goff-prefacio-resumen
Luciana Medina
 
Sociologia frente al mundo
Sociologia frente al mundoSociologia frente al mundo
Sociologia frente al mundoneisongarcia
 
Libro sentipensar con la tierra Arturo Escobar
Libro sentipensar con la tierra Arturo EscobarLibro sentipensar con la tierra Arturo Escobar
Libro sentipensar con la tierra Arturo EscobarCrónicas del despojo
 
Entrevista a Walter Mignolo por Francisco Carballo.pdf
Entrevista a Walter Mignolo por Francisco Carballo.pdfEntrevista a Walter Mignolo por Francisco Carballo.pdf
Entrevista a Walter Mignolo por Francisco Carballo.pdf
Patricia933502
 
Desarrollar un ensayo en base a la lectura del libro "La sociedad de la ignor...
Desarrollar un ensayo en base a la lectura del libro "La sociedad de la ignor...Desarrollar un ensayo en base a la lectura del libro "La sociedad de la ignor...
Desarrollar un ensayo en base a la lectura del libro "La sociedad de la ignor...
DannyErazo5
 
Corriente Historiográfica de los Annales
Corriente Historiográfica de los AnnalesCorriente Historiográfica de los Annales
Corriente Historiográfica de los Annales
Guerra PN
 
1 a hirsch qué es la globalizacion (1)
1 a hirsch   qué es la globalizacion (1)1 a hirsch   qué es la globalizacion (1)
1 a hirsch qué es la globalizacion (1)
CamuLedesma
 
Art20
Art20Art20
Artículo de maría inés carzolio
Artículo de maría inés carzolioArtículo de maría inés carzolio
Artículo de maría inés carzoliomaximobakti
 
Eldebate
EldebateEldebate
PARCIAL - Historiografía II.docx
PARCIAL - Historiografía II.docxPARCIAL - Historiografía II.docx
PARCIAL - Historiografía II.docx
DarioLarroude
 
Género, historia e historiografía (Lima, 25/11/2022)
Género, historia e historiografía (Lima, 25/11/2022)Género, historia e historiografía (Lima, 25/11/2022)
Género, historia e historiografía (Lima, 25/11/2022)
Red Académica Internacional Historia a Debate
 

Similar a PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf (20)

Chiapas y la escritura de la historia
Chiapas y la escritura de la historiaChiapas y la escritura de la historia
Chiapas y la escritura de la historia
 
Globalizacion modernidad e_identidad_nacional
Globalizacion modernidad e_identidad_nacionalGlobalizacion modernidad e_identidad_nacional
Globalizacion modernidad e_identidad_nacional
 
Globalizacion cultura e_identidad.samour
Globalizacion cultura e_identidad.samourGlobalizacion cultura e_identidad.samour
Globalizacion cultura e_identidad.samour
 
Rafael Gonzalez Requena historia actual_cep
Rafael Gonzalez Requena historia actual_cepRafael Gonzalez Requena historia actual_cep
Rafael Gonzalez Requena historia actual_cep
 
1362
13621362
1362
 
Concecuencias de la Modernidad (Cerjioo al rescate ¬¬)
Concecuencias de la Modernidad (Cerjioo al rescate ¬¬)Concecuencias de la Modernidad (Cerjioo al rescate ¬¬)
Concecuencias de la Modernidad (Cerjioo al rescate ¬¬)
 
255672376 pensar-la-historia-le-goff-prefacio-resumen
255672376 pensar-la-historia-le-goff-prefacio-resumen255672376 pensar-la-historia-le-goff-prefacio-resumen
255672376 pensar-la-historia-le-goff-prefacio-resumen
 
Sociologia frente al mundo
Sociologia frente al mundoSociologia frente al mundo
Sociologia frente al mundo
 
Libro sentipensar con la tierra Arturo Escobar
Libro sentipensar con la tierra Arturo EscobarLibro sentipensar con la tierra Arturo Escobar
Libro sentipensar con la tierra Arturo Escobar
 
Entrevista a Walter Mignolo por Francisco Carballo.pdf
Entrevista a Walter Mignolo por Francisco Carballo.pdfEntrevista a Walter Mignolo por Francisco Carballo.pdf
Entrevista a Walter Mignolo por Francisco Carballo.pdf
 
Desarrollar un ensayo en base a la lectura del libro "La sociedad de la ignor...
Desarrollar un ensayo en base a la lectura del libro "La sociedad de la ignor...Desarrollar un ensayo en base a la lectura del libro "La sociedad de la ignor...
Desarrollar un ensayo en base a la lectura del libro "La sociedad de la ignor...
 
Corriente Historiográfica de los Annales
Corriente Historiográfica de los AnnalesCorriente Historiográfica de los Annales
Corriente Historiográfica de los Annales
 
Resena1
Resena1Resena1
Resena1
 
1 a hirsch qué es la globalizacion (1)
1 a hirsch   qué es la globalizacion (1)1 a hirsch   qué es la globalizacion (1)
1 a hirsch qué es la globalizacion (1)
 
Del poscolonialismo-al-posoccidentalismo
Del poscolonialismo-al-posoccidentalismoDel poscolonialismo-al-posoccidentalismo
Del poscolonialismo-al-posoccidentalismo
 
Art20
Art20Art20
Art20
 
Artículo de maría inés carzolio
Artículo de maría inés carzolioArtículo de maría inés carzolio
Artículo de maría inés carzolio
 
Eldebate
EldebateEldebate
Eldebate
 
PARCIAL - Historiografía II.docx
PARCIAL - Historiografía II.docxPARCIAL - Historiografía II.docx
PARCIAL - Historiografía II.docx
 
Género, historia e historiografía (Lima, 25/11/2022)
Género, historia e historiografía (Lima, 25/11/2022)Género, historia e historiografía (Lima, 25/11/2022)
Género, historia e historiografía (Lima, 25/11/2022)
 

Último

Semana 10-TSM-del 27 al 31 de mayo 2024.pptx
Semana 10-TSM-del 27 al 31 de mayo 2024.pptxSemana 10-TSM-del 27 al 31 de mayo 2024.pptx
Semana 10-TSM-del 27 al 31 de mayo 2024.pptx
LorenaCovarrubias12
 
Mapa_Conceptual de los fundamentos de la evaluación educativa
Mapa_Conceptual de los fundamentos de la evaluación educativaMapa_Conceptual de los fundamentos de la evaluación educativa
Mapa_Conceptual de los fundamentos de la evaluación educativa
TatianaVanessaAltami
 
Introducción a la ciencia de datos con power BI
Introducción a la ciencia de datos con power BIIntroducción a la ciencia de datos con power BI
Introducción a la ciencia de datos con power BI
arleyo2006
 
Portafolio de servicios Centro de Educación Continua EPN
Portafolio de servicios Centro de Educación Continua EPNPortafolio de servicios Centro de Educación Continua EPN
Portafolio de servicios Centro de Educación Continua EPN
jmorales40
 
El fundamento del gobierno de Dios. Lec. 09. docx
El fundamento del gobierno de Dios. Lec. 09. docxEl fundamento del gobierno de Dios. Lec. 09. docx
El fundamento del gobierno de Dios. Lec. 09. docx
Alejandrino Halire Ccahuana
 
PRÁCTICAS PEDAGOGÍA.pdf_Educación Y Sociedad_AnaFernández
PRÁCTICAS PEDAGOGÍA.pdf_Educación Y Sociedad_AnaFernándezPRÁCTICAS PEDAGOGÍA.pdf_Educación Y Sociedad_AnaFernández
PRÁCTICAS PEDAGOGÍA.pdf_Educación Y Sociedad_AnaFernández
Ruben53283
 
Junio 2024 Fotocopiables Ediba actividades
Junio 2024 Fotocopiables Ediba actividadesJunio 2024 Fotocopiables Ediba actividades
Junio 2024 Fotocopiables Ediba actividades
cintiat3400
 
Libro infantil sapo y sepo un año entero pdf
Libro infantil sapo y sepo un año entero pdfLibro infantil sapo y sepo un año entero pdf
Libro infantil sapo y sepo un año entero pdf
danitarb
 
CUENTO EL TIGRILLO DESOBEDIENTE PARA INICIAL
CUENTO EL TIGRILLO DESOBEDIENTE PARA INICIALCUENTO EL TIGRILLO DESOBEDIENTE PARA INICIAL
CUENTO EL TIGRILLO DESOBEDIENTE PARA INICIAL
DivinoNioJess885
 
Semana #10-PM3 del 27 al 31 de mayo.pptx
Semana #10-PM3 del 27 al 31 de mayo.pptxSemana #10-PM3 del 27 al 31 de mayo.pptx
Semana #10-PM3 del 27 al 31 de mayo.pptx
LorenaCovarrubias12
 
CAPACIDADES SOCIOMOTRICES LENGUAJE, INTROYECCIÓN, INTROSPECCION
CAPACIDADES SOCIOMOTRICES LENGUAJE, INTROYECCIÓN, INTROSPECCIONCAPACIDADES SOCIOMOTRICES LENGUAJE, INTROYECCIÓN, INTROSPECCION
CAPACIDADES SOCIOMOTRICES LENGUAJE, INTROYECCIÓN, INTROSPECCION
MasielPMP
 
Fase 1, Lenguaje algebraico y pensamiento funcional
Fase 1, Lenguaje algebraico y pensamiento funcionalFase 1, Lenguaje algebraico y pensamiento funcional
Fase 1, Lenguaje algebraico y pensamiento funcional
YasneidyGonzalez
 
CLASE N.1 ANÁLISIS ADMINISTRATIVO EMPRESARIAL presentación.pptx
CLASE N.1 ANÁLISIS ADMINISTRATIVO EMPRESARIAL presentación.pptxCLASE N.1 ANÁLISIS ADMINISTRATIVO EMPRESARIAL presentación.pptx
CLASE N.1 ANÁLISIS ADMINISTRATIVO EMPRESARIAL presentación.pptx
LilianaRivera778668
 
Asistencia Tecnica Cultura Escolar Inclusiva Ccesa007.pdf
Asistencia Tecnica Cultura Escolar Inclusiva Ccesa007.pdfAsistencia Tecnica Cultura Escolar Inclusiva Ccesa007.pdf
Asistencia Tecnica Cultura Escolar Inclusiva Ccesa007.pdf
Demetrio Ccesa Rayme
 
Sesión: El fundamento del gobierno de Dios.pdf
Sesión: El fundamento del gobierno de Dios.pdfSesión: El fundamento del gobierno de Dios.pdf
Sesión: El fundamento del gobierno de Dios.pdf
https://gramadal.wordpress.com/
 
T3-Instrumento de evaluacion_Planificación Analìtica_Actividad con IA.pdf
T3-Instrumento de evaluacion_Planificación Analìtica_Actividad con IA.pdfT3-Instrumento de evaluacion_Planificación Analìtica_Actividad con IA.pdf
T3-Instrumento de evaluacion_Planificación Analìtica_Actividad con IA.pdf
eliecerespinosa
 
3° UNIDAD 3 CUIDAMOS EL AMBIENTE RECICLANDO EN FAMILIA 933623393 PROF YESSENI...
3° UNIDAD 3 CUIDAMOS EL AMBIENTE RECICLANDO EN FAMILIA 933623393 PROF YESSENI...3° UNIDAD 3 CUIDAMOS EL AMBIENTE RECICLANDO EN FAMILIA 933623393 PROF YESSENI...
3° UNIDAD 3 CUIDAMOS EL AMBIENTE RECICLANDO EN FAMILIA 933623393 PROF YESSENI...
rosannatasaycoyactay
 
El fundamento del gobierno de Dios. El amor
El fundamento del gobierno de Dios. El amorEl fundamento del gobierno de Dios. El amor
El fundamento del gobierno de Dios. El amor
Alejandrino Halire Ccahuana
 
Presentación Revistas y Periódicos Digitales
Presentación Revistas y Periódicos DigitalesPresentación Revistas y Periódicos Digitales
Presentación Revistas y Periódicos Digitales
nievesjiesc03
 
corpus-christi-sesion-de-aprendizaje.pdf
corpus-christi-sesion-de-aprendizaje.pdfcorpus-christi-sesion-de-aprendizaje.pdf
corpus-christi-sesion-de-aprendizaje.pdf
YolandaRodriguezChin
 

Último (20)

Semana 10-TSM-del 27 al 31 de mayo 2024.pptx
Semana 10-TSM-del 27 al 31 de mayo 2024.pptxSemana 10-TSM-del 27 al 31 de mayo 2024.pptx
Semana 10-TSM-del 27 al 31 de mayo 2024.pptx
 
Mapa_Conceptual de los fundamentos de la evaluación educativa
Mapa_Conceptual de los fundamentos de la evaluación educativaMapa_Conceptual de los fundamentos de la evaluación educativa
Mapa_Conceptual de los fundamentos de la evaluación educativa
 
Introducción a la ciencia de datos con power BI
Introducción a la ciencia de datos con power BIIntroducción a la ciencia de datos con power BI
Introducción a la ciencia de datos con power BI
 
Portafolio de servicios Centro de Educación Continua EPN
Portafolio de servicios Centro de Educación Continua EPNPortafolio de servicios Centro de Educación Continua EPN
Portafolio de servicios Centro de Educación Continua EPN
 
El fundamento del gobierno de Dios. Lec. 09. docx
El fundamento del gobierno de Dios. Lec. 09. docxEl fundamento del gobierno de Dios. Lec. 09. docx
El fundamento del gobierno de Dios. Lec. 09. docx
 
PRÁCTICAS PEDAGOGÍA.pdf_Educación Y Sociedad_AnaFernández
PRÁCTICAS PEDAGOGÍA.pdf_Educación Y Sociedad_AnaFernándezPRÁCTICAS PEDAGOGÍA.pdf_Educación Y Sociedad_AnaFernández
PRÁCTICAS PEDAGOGÍA.pdf_Educación Y Sociedad_AnaFernández
 
Junio 2024 Fotocopiables Ediba actividades
Junio 2024 Fotocopiables Ediba actividadesJunio 2024 Fotocopiables Ediba actividades
Junio 2024 Fotocopiables Ediba actividades
 
Libro infantil sapo y sepo un año entero pdf
Libro infantil sapo y sepo un año entero pdfLibro infantil sapo y sepo un año entero pdf
Libro infantil sapo y sepo un año entero pdf
 
CUENTO EL TIGRILLO DESOBEDIENTE PARA INICIAL
CUENTO EL TIGRILLO DESOBEDIENTE PARA INICIALCUENTO EL TIGRILLO DESOBEDIENTE PARA INICIAL
CUENTO EL TIGRILLO DESOBEDIENTE PARA INICIAL
 
Semana #10-PM3 del 27 al 31 de mayo.pptx
Semana #10-PM3 del 27 al 31 de mayo.pptxSemana #10-PM3 del 27 al 31 de mayo.pptx
Semana #10-PM3 del 27 al 31 de mayo.pptx
 
CAPACIDADES SOCIOMOTRICES LENGUAJE, INTROYECCIÓN, INTROSPECCION
CAPACIDADES SOCIOMOTRICES LENGUAJE, INTROYECCIÓN, INTROSPECCIONCAPACIDADES SOCIOMOTRICES LENGUAJE, INTROYECCIÓN, INTROSPECCION
CAPACIDADES SOCIOMOTRICES LENGUAJE, INTROYECCIÓN, INTROSPECCION
 
Fase 1, Lenguaje algebraico y pensamiento funcional
Fase 1, Lenguaje algebraico y pensamiento funcionalFase 1, Lenguaje algebraico y pensamiento funcional
Fase 1, Lenguaje algebraico y pensamiento funcional
 
CLASE N.1 ANÁLISIS ADMINISTRATIVO EMPRESARIAL presentación.pptx
CLASE N.1 ANÁLISIS ADMINISTRATIVO EMPRESARIAL presentación.pptxCLASE N.1 ANÁLISIS ADMINISTRATIVO EMPRESARIAL presentación.pptx
CLASE N.1 ANÁLISIS ADMINISTRATIVO EMPRESARIAL presentación.pptx
 
Asistencia Tecnica Cultura Escolar Inclusiva Ccesa007.pdf
Asistencia Tecnica Cultura Escolar Inclusiva Ccesa007.pdfAsistencia Tecnica Cultura Escolar Inclusiva Ccesa007.pdf
Asistencia Tecnica Cultura Escolar Inclusiva Ccesa007.pdf
 
Sesión: El fundamento del gobierno de Dios.pdf
Sesión: El fundamento del gobierno de Dios.pdfSesión: El fundamento del gobierno de Dios.pdf
Sesión: El fundamento del gobierno de Dios.pdf
 
T3-Instrumento de evaluacion_Planificación Analìtica_Actividad con IA.pdf
T3-Instrumento de evaluacion_Planificación Analìtica_Actividad con IA.pdfT3-Instrumento de evaluacion_Planificación Analìtica_Actividad con IA.pdf
T3-Instrumento de evaluacion_Planificación Analìtica_Actividad con IA.pdf
 
3° UNIDAD 3 CUIDAMOS EL AMBIENTE RECICLANDO EN FAMILIA 933623393 PROF YESSENI...
3° UNIDAD 3 CUIDAMOS EL AMBIENTE RECICLANDO EN FAMILIA 933623393 PROF YESSENI...3° UNIDAD 3 CUIDAMOS EL AMBIENTE RECICLANDO EN FAMILIA 933623393 PROF YESSENI...
3° UNIDAD 3 CUIDAMOS EL AMBIENTE RECICLANDO EN FAMILIA 933623393 PROF YESSENI...
 
El fundamento del gobierno de Dios. El amor
El fundamento del gobierno de Dios. El amorEl fundamento del gobierno de Dios. El amor
El fundamento del gobierno de Dios. El amor
 
Presentación Revistas y Periódicos Digitales
Presentación Revistas y Periódicos DigitalesPresentación Revistas y Periódicos Digitales
Presentación Revistas y Periódicos Digitales
 
corpus-christi-sesion-de-aprendizaje.pdf
corpus-christi-sesion-de-aprendizaje.pdfcorpus-christi-sesion-de-aprendizaje.pdf
corpus-christi-sesion-de-aprendizaje.pdf
 

PEÑA cambio de paradigma ( PDFDrive ).pdf

  • 1. Uniandes - Ceso Departamento de Historia PUBLICACIONES RECIENTES Álvaro Camacho Guizado (Editor) Narcotráfico: Europa, Estados Unidos, América Latina. Bogotá: Universidad de los Andes Margarita Serje El revés de la nación Territorios salvajes, fronteras y tierras de nadie. Bogotá: Universidad de los Andes Libro ganador del Premio Anual de la Fundación Alejandro Ángel Escobar (2006) Luis Gonzalo Jaramillo (Editor) Escalas menores-Escalas mayores Una perspectiva arqueológica desde Colombia y Panamá Bogotá: Universidad de los Andes Cristóbal Gnecco Carl Langebaek (Editores) Contra la tiranía tipológica en arqueología Una visión desde Suramérica Bogotá: Universidad de los Andes El libro es lo que podría denominarse un ensayo investigativo, y su campo de experiencia es en aquel pliegue donde tiene lugar la intermediación entre los variados desarrollos que han experimentado el mundo actual, y las aproximaciones con las cuales las ciencias sociales han intentado dar cuenta de estas transformaciones. En tal sentido, el texto no es un trabajo cuyo eje central sea la explicación de eventos y situaciones recientes, aunque abulten las referencias a importantes acontecimientos contemporáneos, pero tampoco se le debe considerar como un trabajo eminentemente teórico que discurre sobre las aproximaciones que se han desarrollado con el ánimo de afinar la comprensión de la contemporaneidad. Se sitúa en el pliegue, en la articulación de ambos procesos, porque una preocupación permanente que acompaña el trabajo consiste en entender la manera como la realidad ha impulsado importantes transformaciones en el conocimiento, y, al mismo tiempo, se interesa por los alcances y limitaciones que el saber social ha desplegado para responder a estos desafíos. La escogencia de este particular campo de experiencia obedece a que la idea de fondo que recorre las páginas de este libro consiste en el deseo de ayudar a construir un enfoque novedoso que permita mejorar la comprensión de la realidad contemporánea. Se muestra la manera como la inclusión de las dinámicas de la globalización en los campos de experiencia de las ciencias sociales constituye un importante avance que permite dar mejor cuenta de la realidad contemporánea —la globalización como punto de partida—, pero, se precisan, al mismo tiempo, las limitantes que ocasiona este mismo proceder cuando se le quiere convertir en un objetivo en sí: la globalización como el punto de llegada. Esta ambivalencia que comporta este conjunto de dinámicas es lo que nos lleva a formular un enfoque distinto, el cual hemos definido como una historia global. CAMBIO DE PARADIGMA: DE LA GLOBALIZACIÓN A LA HISTORIA GLOBAL HUGO FAZIO VENGOA ISBN 978-958-695-303-0 H UGO F AZIO V ENGOA C AMBIO DE PARADIGMA HUGO FAZIO VENGOA Hugo Fazio Vengoa es Profesor Titular de la Universidad de los Andes. Se graduó como historiador en la Universidad Amistad de los Pueblos, Moscú. Posteriormente obtuvo un Magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia y un Doctorado en Ciencia Política de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Ha publicado varios libros sobre temas internacionales, entre los que se destacan: El mundo y la globalización en la época de la historia global, Bogotá, Siglo del Hombre, IEPRI, 2007; La Unión Europea y América Latina: una historia de encuentros y desencuentros, Bogotá, Uniandes, CESO, 2006; Rusia en el largo siglo XX, Bogotá, Uniandes, CESO, 2005; El mundo en los inicios del siglo XXI: ¿hacia una formación social global?, Bogotá, IEPRI, CESO y Uniandes, 2004; La globalización en Chile. Entre el Estado y la sociedad de mercado, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2004; Escenarios globales. El lugar de América Latina, Bogotá, IEPRI, CESO, Uniandes y Departamento de Historia, 2003; El mundo después del 11 de septiembre, Bogotá, IEPRI y Alfaomega, 2002; El mundo frente a la globalización. Diferentes maneras de asumirla, Bogotá, IEPRI, CESO, Uniandes, 2002; La globalización en su historia, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2002; La globalización: discursos, imaginarios y realidades, Bogotá, IEPRI, CESO y Uniandes, 2001; El arco latino de la Unión Europea y sus relaciones con América Latina, Firenze, European Publishing Academia Press, 2001; La política internacional de la integración europea, Bogotá, IEPRI y Siglo del Hombre, 1998; Después del comunismo. La difícil transición de la Europa Centro Oriental, Bogotá, IEPRI y Tercer Mundo Editores, 1994, y La Unión Soviética: de la Perestroika a la disolución, Bogotá, Ediciones Uniandes y Ecoe Ediciones, 1992.
  • 2.
  • 3.
  • 4. Cambio de paradigma: de la globalización a la historia global Hugo Fazio Vengoa UNIVERSIDAD DE LOS ANDES FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES - CESO DEPARTAMENTO DE Historia
  • 5. Primera edición: octubre de 2007 ©Hugo Fazio Vengoa ©Universidad de Los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales – CESO. Carrera. 1ª No. 18ª- 10 Edificio Franco P. 5 Teléfono: (571) 3 394949 – 3 394999. Ext: 3330 – Directo: 3324519 Bogotá D.C., Colombia http://faciso.uniandes.edu.co/ceso/ ceso@uniandes.edu.co Ediciones Uniandes Carrera 1ª. No 19-27. Edificio AU 6 Bogotá D.C., Colombia Teléfono: (571) 3 394949- 3 394999. Ext: 2133. Fáx: Ext. 2158 http://ediciones.uniandes.edu.co infeduni@uniandes.edu.co ISBN: 978-958-695-303-0 Diseño, diagramación e impresión: Legis S.A. Av. Calle 26 Nº 82-70 Bogotá, Colombia Conmutador.: 4 255255 Impreso en Colombia – Printed in Colombia Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en su todo ni en sus partes, ni registrada en o trasmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial. Fazio Vengoa, Hugo Antonio, 1956- Cambio de paradigma: de la globalización a la historia global / Hugo Fazio Vengoa. — Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Historia, CESO, Ediciones Uniandes, 2007. 168 p.; 17 x 24 cm. ISBN: 978-958-695-303-0 1. Globalización 2. Desarrollo económico I. Universidad de los Andes (Colombia). Facultad de Ciencias Sociales. Departamento de Historia II. Universidad de los Andes (Colombia). CESO III. Tít. CDD 303.482 SBUA
  • 6. Contenido Introducción............................................................................................................... 3 1. El presente y las ciencias sociales....................................................................... 5 Un mundo turbulento.................................................................................... 5 Las ciencias sociales y los dilemas del presente. .......................................... 23 2. De la globalización a la historia global............................................................. 35 ¿Cómo se ha explicado la globalización?..................................................... 35 Los enfoques disciplinares. ........................................................................... 38 La globalización estremece la epistemología de las ciencias sociales......... 50 Una clasificación temática de la globalización. ............................................ 58 De la globalización a la historia global: boceto de una propuesta............... 93 3. Desarrollo, globalización e historia global: una articulación imprescindible 99 Los antecedentes........................................................................................... 108 La intensificación de la globalización y el nuevo contexto para el desarrollo... 113 Globalización y desarrollo: el peso del globalismo...................................... 120 Por un desarrollo alternativo en la historia global. ....................................... 133 Bibliografía. ............................................................................................................... 145
  • 7.
  • 8. Introducción El libro que tiene el lector en sus manos es lo que podría denominarse un ensayo investigativo. Es un ensayo porque es un texto de esos que el escritor italiano Alessandro Baricco dice que se van pensando mientras se escriben, procedimiento de escritura que, debe reconocérsele, tiene la ventaja de permitir numerosas licencias narrativas, muchas de ellas seguramente inadmisibles en un libro que cuente de antemano con una estructura formal. Pero, al mismo tiempo, es un texto que comporta una nada despreciable dimensión investigativa porque se fundamenta en tres resultados de investigación que fueron parcialmente publicados a lo largo del último año en forma de artículos en la revista Análisis Político. El campo de experiencia en el cual se sitúa este libro es en aquel pliegue donde tiene lugar la intermediación entre los variados desarrollos que han experimentado el mundo actual y las aproximaciones con las cuales las ciencias sociales han intentado dar cuenta de estas transformaciones. En tal sentido, el texto no es un trabajo cuyo eje central sea la explicación de eventos y situaciones recientes, aunque abulten las referencias a importantes acontecimientos contemporáneos, pero tampoco se le debe considerar como un trabajo eminentemente teórico que discurre sobre las aproximaciones que se han desarrollado con el ánimo de afinar la comprensión de la contemporaneidad. Se sitúa en el pliegue, en la articulación de ambos procesos, porque una preocupación permanente que acompaña el trabajo consiste en entender la manera como la realidad ha impulsado importantes transformaciones en el conocimiento, y, al mismo tiempo, se interesa por los alcances y limitaciones que el saber social ha desplegado para responder a estos desafíos. La escogencia de este particular campo de experiencia obedece a que la idea de fondo que recorre las páginas de este libro consiste en el deseo de ayudar a construir un enfoque novedoso que permita mejorar la comprensión de la realidad contemporánea. Es este interés lo que explica la estructura del libro. Como el objetivo es contribuir a la construcción de una perspectiva analítica que dé cuenta, de modo más multifacético y complejo, de las particularidades de nuestro presente, se ha considerado importante llevar al lector por los innumerables vericuetos y senderos que han ayudado a moldear los supuestos y la lógica del
  • 9. Hugo Fazio Vengoa enfoque que aquí se propone. Se comprenderá que la escogencia de este esquema argumentativo explica las razones que nos han conducido a prescindir de un capítulo dedicado a las consideraciones finales o conclusiones. Con este propósito en mente, el texto comienza con la presentación de un cuadro que contiene aquellos elementos fundamentales que particularizan nuestro presente, procedimiento que permite comprender que, a lo largo de las últimas décadas, el mundo ha ingresado en un estadio de profundas y radicales transformaciones. Enseguida, se discute sobre los desafíos que esta nueva realidad planetaria plantea al conjunto de las ciencias sociales, y de modo particular se destaca la dificultad que entraña la inclusión de lo global dentro de los marcos teóricos que han gobernado en este campo del saber. En un tercer momento se realiza un barrido sobre las diferentes aproxima- ciones que se han desarrollado para dar cuenta del sentido de la globalidad pre- sente. Este capítulo no constituye un nuevo discurrir sobre los debates que ha en- trañado la globalización. El objetivo es un poco más ambicioso: intenta, mediante la contraposición de enfoques y de esquemas de clasificación, ir definiendo las particularidades de la globalidad y de nuestro presente. Una vez realizada esta incursión, se muestra la manera como la inclusión de las dinámicas de la globa- lización en los campos de experiencia de las ciencias sociales constituye un im- portante avance que permite dar mejor cuenta de la realidad contemporánea —la globalización como punto de partida—, pero se precisan, al mismo tiempo, las limitantes que ocasiona este mismo proceder cuando se le quiere convertir en un objetivo en sí: la globalización como el punto de llegada. Esta ambivalencia que comporta este conjunto de dinámicas es lo que nos lleva a formular un enfoque distinto, el cual hemos definido como una historia global. En la última sección se realiza un ejercicio sobre un tema específico —el desarrollo—, con el ánimo de presentar la manera como se pueden aplicar las reflexiones teóricas anteriores en un caso concreto y evaluar la pertinencia del enfoque propuesto. Quiero aprovechar la oportunidad que me brinda esta introducción para expresar los correspondientes agradecimientos. Agradezco a la Universidad de los Andes, directivos, personal administrativo, colegas y estudiantes, que me hayan creado un ambiente intelectual estimulante para mi trabajo. Como es habitual, este libro está dedicado a mi familia, sólido fundamento en mi permanente desarrollo. A Julieta, Antonella, Luciana y Daniela, así como a todos aquellos que en diferentes momentos y circunstancias me han acompañado en la vida, dedico este trabajo.
  • 10. 1. El presente y las ciencias sociales Un mundo turbulento Desde hace varios lustros el mundo viene atravesando por un período de prolongadas y profundas redefiniciones en los más variados campos, que van desde la inagotable revolución tecnológica y los nuevos patrones de acumulación, crecimiento y desarrollo, pasando por profundas reconversiones sociales, grandes indefiniciones en cuanto al tipo de ordenamiento político mundial, el cual, luego del magno suceso de la caída del Muro de Berlín, no logra, y seguramente nunca podrá, volver a estructurarse de modo claro y durable, hasta que no se opere un sensible cambio de mentalidad que lleve a pensar el mundo de una manera distinta, hasta llegar a significativos redimensionamientos en el plano de la cultura (v. gr., la significación de los derechos culturales), la ideología, las mentalidades, las biografías —individuales y colectivas— y las comunicaciones. Hace poco, el filósofo italiano Giacomo Marramao ofrecía un breve retrato existencial de lo que ha entrañado esta poderosa transmutación, cuando afirmaba que “el mundo al que comenzamos a pertenecer, hombres y naciones, es sólo una ‘figura parecida’ al mundo que nos era familiar” (Marramao, 2006: 11). Otro italiano, esta vez el prolífico escritor Alessandro Baricco, quien también ha mostrado un sensible interés por entender los elementos de novedad que encierra nuestro presente, ya hace algunos años nos brindaba una sugestiva descripción sobre la globalización y el mundo que se iniciaba en el recodo del último cambio de siglo (Baricco, 2002). En el momento, de modo más reciente, en otro atractivo ensayo (Baricco, 2006), sostiene que pareciera que la Tierra está siendo saqueada por predadores “sin cultura ni historia”. En los hechos, podemos fácilmente constatar que no existe ningún ámbito social que escape de esta regla; todas las esferas sociales, e incluso las biografías personales, se encuentran atravesadas por vertiginosas y dispares dinámicas de cambio. Esta afirmación es válida tanto para los grandes procesos estructurales en los más variados ámbitos sociales como para los asuntos aparentemente tan parsimoniosos como los que conmueven y turban al escritor italiano: la producción y el nuevo gusto por el vino, que se ha convertido en un drink, ajeno al alma de las viejas tradiciones; el fútbol actual, que privilegia el resultado en detrimento de la
  • 11. Hugo Fazio Vengoa genialidad, la espectacularidad, la belleza y la vivencia del juego, o el consumo de libros, por parte de personas que además no leen libros, el cual tiende a ordenarse de acuerdo con formatos mediáticos cada vez más espurios y rígidos. Pero lo que más poderosamente llama la atención son otras derivaciones que se desprenden de esta complicada situación: una de ellas se refiere a la lógica implícita, así como a la trascendencia que ha registrado este tipo de transforma- ciones. Para entender la magnitud de estas evoluciones bien vale la pena realizar un pequeño ejercicio comparativo con lo acontecido en períodos previos. Es evi- dente que la coyuntura histórica sobre la cual estamos hablando no constituye un momento desconocido e inédito en la historia en lo que se refiere al espesor y la profundidad de esta metamorfosis. Es indiscutible que una breve ojeada al pasa- do nos muestra que en épocas anteriores también tuvieron lugar intervalos más o menos dilatados de tiempo, los cuales se caracterizaron por producir grandes y profundas transformaciones. Para no atiborrar la mente con comparaciones de etapas estructuralmente tan distintas a la nuestra, procedimiento que puede entorpecer el establecimiento de los correspondientes paralelos, semejanzas y diferencias, y si nos atenemos únicamente al período que ha sido conocido como la “época moderna”, por una curiosa coincidencia numerológica, los principales intervalos de tiempo que es- tuvieron salpicados por grandes redefiniciones sobrevinieron en los respectivos cambios de siglo. En las postrimerías del XVIII e inicios del siglo XIX se desen- cadenó la “era de las revoluciones”, tal como la definiera Eric Hobsbawm (1973), coyuntura en la cual se registraron acontecimientos tan trascendentales como la consolidación y la difusión del sueño ilustrado, la Primera Revolución Industrial en Gran Bretaña, la Revolución Francesa, la invasión napoleónica a la península Ibérica y los correspondientes variados movimientos políticos, sociales y milita- res que condujeron a la independencia de los países del continente americano. Otro momento de gran efervescencia ocurrió en el siguiente cambio de siglo: finales del XIX e inicios del XX, coyuntura histórica que también estuvo rebosada de grandes transformaciones en las comunicaciones (el telégrafo), los transportes (el ferrocarril y el barco a vapor), en las relaciones de poder (el imperialismo), la ciencia, las artes, etcétera, ciclo que, además, tuvo como corolario, un acontecimiento de proporciones hasta entonces nunca antes visto, la “Gran Guerra” o Primera Guerra Mundial (1914-1918), en las entrañas de la cual maduró otro evento que tan definitivo papel iba a desempeñar en el curso de la historia del siglo XX: la Revolución de Octubre en Rusia. A la luz de esta información histórica, más de uno podría pensar que por qué nos debe sorprender la magnitud de las transformaciones que tienen lugar en
  • 12. El presente y las ciencias sociales nuestro presente histórico, cuando el registro temporal pareciera sentenciar que el momento actual simplemente se inscribe dentro de una secuencia que aparenta ser constante y cíclica. Más aún, también podría recelarse de la sorpresa que en muchos de nosotros suscita la radicalizada coyuntura histórica contemporánea, cuando en los finales de los dos siglos anteriores, las transformaciones tampoco se circunscribieron a una esfera en particular sino que golpearon los más variados ámbitos sociales y de pensamiento. No obstante las similitudes aparentes que se puedan observar, a nuestro modo de ver, el presente que nos ha correspondido vivir difiere de los anteriores en cuestiones sustanciales. A finales del XVIII, las transformaciones eran territoriales y tenían lugar principalmente dentro de los confines de los respectivos Estados. Con la excepción notable del pensamiento ilustrado, por obvias razones que no necesitan ser mayormente explicadas, el resto de los cambios radicales se encontraba claramente circunscrito en su espacialidad y, en alto grado, sus réplicas allende las fronteras sólo pudieron ser comprendidas una vez que hubo transcurrido un buen lapso de tiempo. Ni siquiera un hombre visionario de la talla intelectual de Adam Smith pareció prestar la suficiente atención a uno de los cambios contemporáneos que más convulsionaría la historia moderna y contemporánea: la Revolución Industrial. En varios sentidos, las transformaciones que se produjeron un siglo después constituyeron una prolongación de las anteriores, ya que establecieron una mayor solidificación de la espacialidad de la nación; sin embargo, cuando se vislumbran en perspectiva, se observa que comportaban un importante elemento de novedad: eran dinámicas que, al mismo tiempo, rompieron el anterior marco territorial para desenvolverse internacionalmente, pues ponían en interacción e interrelación a grandes conjuntos en ámbitos particulares. Los procesos de transformación que se vienen proyectando desde el último terciodelsigloXX,momentocuandosedioinicioaloquehemosdenominadocomo nuestro presente histórico, también comportan una especificidad que les otorga coherencia: desde su fundamentación misma se realizan en una dimensión global (Alvater y Mahnkopf, 2002). En efecto, sólo en nuestro presente ha comenzado a emerger una espacialidad social global que ha trastocado el funcionamiento de la mayor parte de las instituciones, las cuales ya no surgen en un determinado lugar para posteriormente expandirse, pues son globales en su esencia misma, se realizan instantáneamente en diferentes partes del globo y enlazan a grandes conjuntos sociales. La secuencialidad que acabamos de resumir seguramente avivará en más de uno la ilusión de un progreso continuo. Se debe, sin embargo, evitar sacar
  • 13. Hugo Fazio Vengoa conclusiones apresuradas. A primera vista, más de uno podría suponer que la manera como se han llevado a cabo las transformaciones en estos últimos siglos se inscribe dentro de un desarrollo lineal, de menos a más, de la nación a lo mundial y/o global, pasando por lo internacional. El asunto, sin embargo, es mucho más complejo. En rigor, lo nacional y lo internacional son dos caras de una misma moneda, pues ninguno de ellos puede existir sin la contraparte; no puede haber naciones sin el referente al “otro” (Thiesse, 1999) y menos aún puede existir la internacionalidad cuando se carece de una plataforma compuesta de naciones. Ambas dinámicas, por tanto, comparten en su fuero interno la misma matriz histórica, cuyo elemento nodal se organiza en torno a la existencia de la nación. No está de más recordar que el término internacional fue acuñado sólo en la década de los ochenta del siglo XVIII por el filósofo Jeremy Bentham para designar aquellas actividades que se desprendían de las comunidades nacionales y de los Estados territoriales. El concepto internacionalización, por su parte, no alude a otra cosa que a vínculos entre naciones. Lo global, por el contrario, representa una dinámica de otra naturaleza. Desde un punto de vista histórico, sus antecedentes se remontan a aquellos contextos en los que debutaron procesos relativamente intensos de internacionalización, transnacionalización y mundialidad, pero sin que su esencia se reduzca a ellos. Un análisis genealógico, en este caso, sólo sirve para entender los orígenes, pero equivocados estaríamos nosotros si confundiéramos su desenvolvimiento con la naturaleza que el fenómeno comporta. Su esencia, en realidad, se realiza sobre otros parámetros. Lo global incluye todas las dinámicas antes mencionadas pero, al mismo tiempo, las trasciende. Para entender la disimilitud que se presenta entre los fenómenos que cada una de estas dinámicas produce conviene hacer una pequeña precisión semántica en torno a estos conceptos. Consideramos importante detenernos en este punto, porque de la permanente incomprensión del significado que encierran estos términos han nacido innumerables malentendidos sobre las particularidades del mundo actual. En aras de la brevedad, organizaremos estas nociones en torno a tres ma- trices: la nación, el planeta y la globalidad. La mayor parte de estos conceptos corresponden a la matriz nacional. El primero es, obviamente, la internacionali- zación, que se refiere a los vínculos que se establecen entre territorios nacionales, y se conecta también con la apertura de un respectivo Estado para facilitar el tránsito de bienes, servicios, acciones y personas a través de las fronteras. La transnacionalización, por su parte, es una derivación más sutil, compleja y per- feccionada de la internacionalización. Consiste en los flujos que se producen a través de la articulación de nexos localizados, pero sin llegar a anular las fronteras
  • 14. El presente y las ciencias sociales preestablecidas, como ocurre con las nuevas formas de producción, las relacio- nes, los estilos de vida, etcétera, que permanentemente traspasan las barreras de las naciones, generando nuevos tipos de interacción. Por último, de esta matriz se desprende el concepto de interdependencia, condición de dependencia asimétrica, que indica la codependencia que existe en un campo particular entre dos o más partes del sistema o de agentes internacionales. Todas estas dinámicas, en el fon- do, tienen en común el hecho de organizarse a partir de la existencia de la nación, pero sin trascenderla. La planetarización y la mundialización no pertenecen al campo de las dinámicasnacionalesointernacionales,puessedesprendendelamatrizplanetaria. La primera de estas nociones alude a aquellos fenómenos que atañen al mundo en su conjunto; son, en su fuero interno, más ecológicos que medioambientales, se relacionan más con la Tierra como espacio natural o con la cartografía como representación que con el Mundo como escenario de la historia humana. Por ser importante para los propósitos de este trabajo, se deben tener presente dos cosas: primero, estas distintas dinámicas no se suceden unas a otras en el tiempo, sino que en diferentes momentos históricos, coexisten de modo complejo y multifacético. Segundo, que en ciertas lenguas latinas, particularmente en francés, el término mundialización se emplea como sinónimo de globalización, orientación intelectual que ha contribuido a sembrar bastante confusión en torno al sentido que comportan ambos conceptos. También se debe recordar que importantes analistas sociales contemporáneos han procurado establecer una diferencia de contenido entre estos conceptos, diseccionándolos como expresiones particulares de una misma matriz. Renato Ortiz, por ejemplo, utiliza el término globalización para aludir a la unificación técnica y económica del mundo, mientras que reserva el concepto de mundialización para el entretejimiento complejo de la cultura y las representaciones en el mundo actual (Ortiz, 2004). De acuerdo con nuestro parecer, los términos no son equivalentes, pero no por las razones que invoca el científico social brasileño, sino porque el significado de la mundialización se ubica en un plano distinto al de la globalización. El primero es un concepto más geográfico, es decir, espacial, y en el mejor de los casos, puede relacionarse con aquellos sistemas o estructuras sociales que en determinados momentos han servido de marco organizador y configurador de grandes procesos mundiales, como efectivamente ocurrió con la mundialización de la política bajo el ropaje de la Guerra Fría. La globalización se ubica en un registro distinto, pertenece a la matriz de la globalidad, comprende ciertos elementos de los anteriores, pero es ante todo una dinámica de naturaleza temporal, tal como tendremos ocasión de documentarlo
  • 15. 10 Hugo Fazio Vengoa más adelante; se identifica con la expansión de las relaciones sociales a lo largo y ancho del planeta, y en su calidad de proceso, es un fenómeno que reviste diferentes modalidades, que van desde la constitución de dinámicas propiamente globales, pasando por el carácter “fantasmagórico” que asumen algunos tipos de relaciones sociales, hasta la expresión globalizada que registra lo local, que ocurre cuando determinados acontecimientos se expresan en “clave local”. Cuando sostenemos que la particularidad de nuestro presente consiste en el carácter global en el que se realizan estas transformaciones, nos estamos re- firiendo a varias cosas al mismo tiempo. En primer lugar, una de las novedades que encierra nuestro presente consiste en que estas transformaciones ya no se confinan dentro de los límites de un respectivo ámbito; más bien, tienden a ra- mificarse enrevesadamente por todo el conjunto de lo social: lo político deviene económico, lo cultural resemantiza lo social, este último ecualiza lo político, y así sucesivamente. Pareciera que los viejos compartimientos estancos en que se gustaba subdividir a las sociedades estuvieran estallando desde dentro; ya no actúan como contenedores de las dinámicas propias de su respectivo ámbito ni se encuentran inmunizados de lo que ocurre en los otros campos. Esta especificidad de nuestra contemporaneidad debe leerse también desde otro ángulo: muchas veces, cuando se analiza un acontecimiento o una situación, los expertos de las distintas disciplinas tienden a encontrar una explicación al fenómeno de acuerdo con los principales problemas que se desprenden del respectivo campo del saber desde el cual observan. Frente a un acontecimiento cualquiera, los economistas podrán destacar las inconsistencias del sistema económico; los expertos en asuntos internacionales pondrán el énfasis en las presiones económicas, políticas y/o militares provenientes del medio externo; los politólogos, en asuntos relacionados con el sistema o la cultura política, y así sucesivamente. En un contexto de globalidad, cuando se ha acentuado la promiscuidad entre los distintos ámbitos sociales, ya no tiene sentido seguir pensando en esos términos. Lo importante es entender la manera como estas diferentes dinámicas se encadenan, se retroalimentan y terminan construyendo nuevas y originales síntesis. Más de uno podrá objetar que este problema tiene mucho de ilusión óptica o de perspectiva, como gustaba decir a los hombres del Renacimiento. Posiblemente, las subdivisiones convencionales a las que se habituó el saber científico no fueron del todo valederas y la clasificación de ámbitos sociales, con toda probabilidad, era una forma de ordenar, delimitar y organizar el conocimiento. Aun si las perspectivas frecuentes de análisis pueden pecar de ciertas falencias, debe destacarse que el enmarañamiento y la promiscuidad de las dinámicas sociales contemporáneas sobrepasan con creces no sólo a los guiones más visionarios que
  • 16. El presente y las ciencias sociales 11 hayan podido concebirse, sino también a los tipos de interacción (v. gr., nacional, internacional) a los que antes estábamos acostumbrados. Los cambios en nuestro presente tampoco respetan las fronteras en otro sentido: ya no se confinan en el lugar donde primariamente se manifestaron. Esto ha llevado a que no sólo sea bien difícil determinar dónde, cómo y bajo qué circunstancias se originan estas transformaciones, más complejo aún es precisar hasta dónde se extienden estos cambios, tanto en su espacialidad como en su duración. Seguramente no resulta nada difícil de imaginar a qué nos referimos cuando hablamos de la extensión espacial de estos fenómenos: sus expresiones regular- mente se prolongan a grandes distancias de sus eventuales epicentros o en oca- siones producen tendencias de transnacionalidad medular (v. gr., la movilidad del capital financiero, los desarrollos tecnológicos) y/o en los márgenes (v. gr., la emergencia de formaciones de clase migrantes y subalternas). Más complicado, empero, es entender la dilatación temporal. Estamos acos- tumbrados —posiblemente, en contextos anteriores en ello intervino la “distan- cia” natural que separaba a las distintas civilizaciones, y hoy, el vértigo y la urgencia a los que nos han acostumbrado los veloces medios de transporte y comunicación— a suponer que los eventos solamente generan consecuencias in- mediatas y circunscritas a su epicentro. Pero en la vida social contemporánea esto no ocurre siempre de acuerdo con este esquema. Muchas circunstancias —acontecimientos, situaciones y procesos— se insinúan en un primer momen- to, expresan toda su fosforescencia, después se desarrollan en silencio, es decir, pareciera que se congelaran en el tiempo, pero las más de las veces prosiguen su desenvolvimiento en clave subterránea, y con el paso del tiempo después vuelven a reaparecer. Un buen ejemplo de ello es la mayor parte de los tópicos conexos con los temas de la memoria, que tanto interés suscitan en nuestro presente (Garton Ash, 1997). Una traumática página en la historia, con la cual no se hayan saldado las necesarias deudas, no se haya negociado el perdón con el olvido, permanentemente reaparece suscitando agudos debates y, en ocasiones, dando lugar incluso a complicadas situaciones que rayan en la crisis. Pero no sólo esta gama de cuestiones difíciles de aprehender y concretar se propagan arrítmicamente a través del tiempo. Se puede observar que también se ha asistido a una situación análoga con la emergencia de una nueva generación de movimientos sociales, los cuales, después de alcanzar una alta visibilidad durante los ochenta, sobre todo en la Europa Centro Oriental y en América Latina, prácticamente desaparecieron durante buena parte de los noventa, para volver a
  • 17. 12 Hugo Fazio Vengoa reaparecer con impresionante fuerza en los más diferentes confines del mundo, en momentos en que se asistía al último cambio de siglo (Kaldor, 2004). En cada una de estas fases, sin embargo, y no obstante el hecho de que estos movimientos siguieran compartiendo ciertas propiedades comunes, han comportado también expresiones propias del lugar desde el cual se enuncian y/o de la especificidad del momento por el que se transita. Como acertadamente ha señalado Marramao, es que “el sistema de causas que gobierna la suerte de cada uno de nosotros se extiende en adelante a la totalidad del globo, lo hace resonar por completo a cada conmoción. Ya no hay cuestiones terminadas por haber sido terminadas en un punto” (Marramao, 2006: 11). Las cosas, sin embargo, pueden complejizarse desde otro ángulo, porque tampoco consumen su fosforescencia únicamente de este modo. Analíticamente, se puede establecer la distinción entre las expresiones espaciales y las temporales, pero en la realidad, en la vida diaria, los fenómenos sociales no siguen trayecto- rias independientes, pues ambas manifestaciones reiteradamente se encuentran compenetradas. Un fenómeno puede expresarse en un momento distinto, pero también en un lugar muy distante. La causalidad inmediata y rectilínea, por tanto, pierde buena parte de su capacidad operativa; cede invariablemente su lugar a la explicación en términos de resonancia, o, como señalaba el historiador Pierre Vi- lar, cuando argumentaba sobre la desconfianza que experimentaba ante la noción de “causa”, generalmente simplificadora, e incluso de la noción de “factor”; prefe- ría “hablar de componentes de una situación: elementos de naturaleza sociológica a menudo distintos, que se combinan en relaciones siempre recíprocas, aunque variables, en los orígenes, en el desarrollo y en la maduración de las situaciones” (Vilar, 2004: 75). El asunto de la globalidad también puede visualizarse desde otra perspecti- va. Por lo general, en la mayoría de las ciencias sociales, el Mundo como campo de experiencia ha brillado por su ausencia. Esta aseveración es incluso válida para aquellas disciplinas que, en principio, más afinidad temática tienen con este tema de estudio, como la geografía, la filosofía, las relaciones internacionales y la historia. La primera se ha interesado más por el estudio de la Tierra, entendida como espacialidad, que con el Mundo, aquel escenario, o mejor dicho, entramado donde permanentemente se desenvuelven las actividades humanas. La segunda supuso el surgimiento de interesantes concepciones sobre el mundo, pero que se ceñían a perspectivas universalistas y más centradas en torno a una deseabilidad, a interrogantes y preocupaciones clásicas de la filosofía, que en torno a un co- nocimiento contingente de la realidad mundial, entre otras cosas, debido a que la mayor parte de esta producción intelectual antecedió al momento en el cual la ca- tegoría Mundo empezó a cristalizarse en su globalidad. La tercera —si bien alude
  • 18. El presente y las ciencias sociales 13 expresa y directamente a situaciones que se desenvuelven en el amplio escenario del mundo, su desmedida focalización procedimental en la vigencia de las par- tes, o sea, en las naciones y en sus relaciones— ha inhabilitado a este campo de estudio para comprender el conjunto, o sea, el mundo, el cual es obviamente una realidad mucho más abarcadora que la simple sumatoria de naciones. En lo que atañe a la historia, podemos dejar el balance en palabras de Eric Hobsbawm, quien en su libro biográfico sostuvo que “las historias de Europa, de Estados Unidos y del resto del mundo siguieron separadas unas de otras: sus respectivos públicos coexistían, pero apenas se rozaban. La historia sigue siendo, por desgracia, principalmente una serie de nichos para los que la escriben y para su público lector. En mi generación sólo un puñado de historiadores ha intentado integrarlos en una historia universal de largo alcance. Ello fue debido en parte a que la historia no supo prácticamente emanciparse —en gran medida, por moti- vos institucionales y lingüísticos— del marco del Estado-nación. Volviendo la vista atrás, probablemente fue el principal punto débil de la materia en mi época” (Hobsbawm, 2003: 207). Con toda seguridad, una de las pocas excepciones que escapó de esta regla fue el sociólogo Niklas Luhman, quien, a principios de la década de los setenta del siglo pasado, sostuvo que “podría ser que no percibiéramos el surgimiento de la nueva sociedad mundial porque hemos estado esperándola con categorías equivocadas, como la idea de imperio universal […] Pero la sociedad mundial es un fenómeno completamente nuevo desde el punto de vista evolutivo. Las perspectivas de éxito de este tipo de sistemas no pueden evaluarse con los medios conceptuales de que disponemos, y probablemente están fuera de nuestro campo visual” (citado en Beck y Grande, 2006: 166). En otro texto, revela con mayor fuerza el contenido de su concepción, cuando sostiene: “En las condiciones modernas, como consecuencia de una diferenciación funcional, solamente puede existir un sistema societario. Su red comunicativa se expande por todo el globo. Incluye todas las comunicaciones humanas. La sociedad moderna es, por tanto, una sociedad mundial en un doble sentido. Vincula el mundo a un sistema e integra todos los horizontes mundiales como horizontes de un único sistema comunicativo” (citado en Ortiz, 2004: 33). Si bien se le pueden reconocer ciertas facultades visionarias a la propuesta luhmaniana, también esta concepción se ha quedado a medio camino en el momento de dar cuenta de la realidad mundial contemporánea, por su excesiva sistematicidad, su apreciación evolucionista, su escasa flexibilidad, y porque ha desatendido uno de los elementos más importantes de nuestro presente, dado que subsume la especificidad de lo local dentro de la macroestructura de la mundialidad.
  • 19. 14 Hugo Fazio Vengoa En esta contraposición con la tesis luhmaniana debemos recordar que una de las principales dificultades que se experimenta cuando se quiere hacer inteligible el tipo de situaciones que acompaña a nuestra contemporaneidad es que el mun- do es mucho más que un tablero plano, en el cual se pueda colocar o representar geométricamente la disposición de las personas o las cosas. Esta figura espa- cialmente uniforme era, sin duda, válida para períodos anteriores en la historia, cuando era reducido el volumen de población y cuando las medidas de movilidad eran igualmente escasas, pero no es apropiada cuando se desea acometer la inter- pretación de nuestro presente. Debemosmásbienimaginarelmundoactualcomounentramadodenaturaleza topológica, razón por la cual no puede suponerse que exista regularidad y simetría en la manera como se desenvuelven los acontecimientos y otras situaciones de alcance mundial, debido a que, como la globalidad es fundamentalmente una dinámica que transforma el tiempo social, en todos estos eventos interviene, entre otras tantas cosas, la disimilitud de la propia carga temporal que registran los distintos colectivos humanos. Por tanto, cuando una dinámica se temporaliza y se extiende en el tiempo como una duración, vuelve a realizarse en un contexto nuevo pero, con toda seguridad, sus manifestaciones van a tener que decodificarse de otra manera y registrarán vibraciones muy distintas de las inaugurales. El entendimiento de esta compleja realidad nos pone frente a un importante dilema, el cual podemos sintetizar a través de un par de interrogantes: ¿de qué manera se puede aún seguir hablando de modo genérico de fenómenos comunes a todo el mundo? O, más bien, ¿se debe suponer que estas situaciones son dinámi- cas que se “glocalizan” a lo largo y ancho del mundo? En torno a estas preguntas encontramos una de las claves que permiten establecer de manera más clara las diferencias que distinguen a los conceptos de mundialidad y globalidad: la pri- mera, tal como la imaginaba Luhman, se organiza como una macroestructura que recubre a todo el planeta. Como señalábamos con anterioridad, un adecuado ejemplo de ello fue la Guerra Fría, aquel eje configurador de un sistema interna- cional, organizado en torno a la competición de dos sistemas socioeconómicos, en cuyo vértice se encontraban dos superpotencias enfrentadas con pretensiones hegemónicas, y que recababan su poderío de una desaforada carrera armamentis- ta, y en el riesgo de la amenaza nuclear, que perduró por más de cuarenta años. A diferencia de ello, la globalidad es aquella dinámica que realiza de manera multiforme la compenetración entre lo local y lo global. Esta disimilitud en términos de espesor temporal es un factor de gran re- levancia cuando se quieren valorar los niveles de adaptación de los distintos conjuntos humanos a las dinámicas planetarias contemporáneas. Si tomamos un ejemplo cualquiera, v. gr., la cultura, podemos observar que en América Lati-
  • 20. El presente y las ciencias sociales 15 na existen colectivos nacionales portadores de profundas o relativamente densas culturas y otros cuyo espesor es mucho más tenue. “No es lo mismo la presencia de la música anglo, difundida por las transnacionales de la música en el país del tango, del vallenato, de la cumbia, de la samba y del bossa nova, que en un país en el que el baile nacional —la cueca— es apenas una cuestión de una vez al año durante las fiestas patrias, un baile más bien carente de prestigio simbólico en un alto porcentaje de la población…” (Subercaseaux, 2002: 36). Esta mayor o menor densidad, empero, no es un asunto que pueda deco- dificarse de manera genérica, cuya aplicabilidad sea válida uniformemente en todos los casos. De hecho, se expresa con particularidades propias en los distintos registros. Países aparentemente más frugales en algunos campos pueden dispo- ner de mayores recursos en el momento de poner en práctica sus dinámicas de inserción internacional, porque comportan una larga trayectoria histórica en ese sentido. A otros países que carecen de esa densidad les resulta más difícil realizar los necesarios ajustes cuando quieren insertarse en los intersticios globalizantes. El espesor del registro temporal de un colectivo, por tanto, no es uniforme; cons- tituye más bien una compleja amalgama de distintas duraciones, lo cual, incues- tionablemente, torna más difícil la aprehensión de la naturaleza intrínseca de la globalidad y de las maneras de asumirla. Pero también este asunto se puede complejizar desde otro ángulo: el aco- plamiento a las tendencias actuales del mundo no siempre se representa como una importación o interiorización de aquello que ocurre externamente. Por el contrario, se expresa más bien como una exportación o una exteriorización de la globalidad. Existen innumerables casos en los que la tendencia ha sido pre- cisamente esta última: en buena medida, el éxito alcanzado por los países de la Europa Centro Oriental en su proceso democratizador y de reconversión econó- mica a partir de inicios de los noventa, su rauda salida del comunismo, fue posi- ble porque coincidió y se combinó con un retorno de la soberanía, y no por una superación de la misma, lo cual hubiera sido más congruente con la calidad de las transformaciones que ya entonces tenían lugar en este contexto de lo global. Estos países, por más de cuarenta años, hicieron parte de un subsistema donde primaba un rígido esquema de “soberanías limitadas” —la doctrina Brezhnev—, no como una derivación de la extensión de la globalización, sino por un acentua- do nacionalismo imperial mundialista por parte de la potencia rectora, a la sazón, la Unión Soviética. En las nuevas coordenadas de la década de los noventa, se requería de un anclaje que hiciera posible la transición de estas sociedades en dirección al contexto posnacional europeo, cosa que finalmente ocurrió en mayo de 2004, con la adhesión de la mayoría de estas naciones a las estructuras de la Unión Europea (UE).
  • 21. 16 Hugo Fazio Vengoa En este caso que acabamos de observar, dos tiempos genéricos, el de los países de la Europa Centro Oriental y el de la Unión Europea, que representan tendencias espaciotemporales singulares, terminan amalgamándose para producir una nueva síntesis, la cual, tras la adhesión formal, se ha convertido en una dinámica, evidentemente, contradictoria con el empuje que venía registrando la integración europea. Esta contradicción, empero, no es opuesta a la adaptabilidad con lo global, sino un reforzamiento de la misma, pues ha significado que la UE ha tenido que asumir nuevamente la variabilidad de sus fronteras, ha tenido que importar ciertas dinámicas que antes le eran externas, pero que hoy se realizan en su interior. Al dar este importante paso, la Unión Europea ha reforzado su diversidad y ha multiplicado el número de lógicas locales, regionales, intraglobales (globalidad que ocurre dentro de la UE) y propiamente globales dentro de sus propias estructuras. Este movimiento, pese a todas las complicaciones inmediatas que ha podido traer consigo, como ha sido el hecho de convertir a la UE en una entidad más pobre y con una institucionalidad tan pesada que a veces raya en la parálisis, representa un importante capital a mediano plazo, en la medida en que la Unión Europea ha comenzado a desmarcarse de su arraigada occidentalización, dinámica que ha sido absorbida por Estados Unidos, lo cual se ha comenzado a traducir en una parcial desnorteamericanización de los europeos, más aún cuando la Vieja Europa se está reencontrando con las raíces mediterráneas y orientales, las cuales antes habían sido simplemente repudiadas. Nos hemos detenido brevemente en este ejemplo que nos brinda esta experien- cia reciente de los europeos, porque constituye un apropiado esquema que muestra de modo muy palmario la manera en que opera la resonancia como forma distinta de causalidad, e ilustra al mismo tiempo el modo en que chocan y se entrecruzan las distintas temporalidades históricas, produciendo síntesis que antes hubiera sido imposible imaginar. Es a esta doble condición a lo que alude la globalidad. Si quisiéramos parafrasear a Reinhart Koselleck, podríamos sostener que, con la globalidad, el mundo asiste en la actualidad a particulares formas de articulación entre los espacios de experiencias y los horizontes de expectativas, categorías ambas en plural. Valga recordar que el académico alemán empleaba estas nociones en singular. Según su parecer, el espacio de experiencia se infiere del pasado y es un asunto ante todo de naturaleza espacial, en la medida en que conforma una totalidad en la que se sobreponen enrevesadamente muchos estratos anteriores de tiempo. El horizonte de expectativa, por su parte, “es aquella línea tras la cual se abre en el futuro un nuevo espacio de experiencia” (Koselleck, 1993: 340) y, por ende, es una categoría de tiempo. En un contexto de globalidad, el entramado del mundo contemporáneo ha roto con la secuencialidad que antes existía entre ambas dimensiones. Ello ha
  • 22. El presente y las ciencias sociales 17 obedecido a que, en la actualidad, coinciden distintos estratos de tiempo que confluyen en las nuevas expectativas, debido a la permanente ampliación de las escalas espaciales, ámbitos donde se sobreponen experiencias cada vez más disímiles, y a la multiplicidad de actores, crecientes en las condiciones de nuestra contemporaneidad; esto hace cada vez más difícil no sólo que las experiencias y las expectativas puedan coincidir sino que tiendan a distanciarse y a desentonar cada vez más. Para decirlo en otros términos, el espacio de experiencia y el horizonte de expectativa han dejado de ser dimensiones inherentemente colectivas, singulares y/o nacionales, se han pluralizado y han comenzado a realizarse en su globalidad, con lo cual se ha trastocado, de suyo, el sentido mismo que comporta la modernidad. Esta no correspondencia entre los espacios de experiencias y los horizontes de expectativas se puede expresar figurativamente en torno a las siguientes fór- mulas que retomamos del pensamiento de Koselleck: con la globalidad se asiste conjuntamente a “la contemporaneidad de lo no contemporáneo” (en el mundo actual concurre un alineamiento de múltiples temporalidades, donde cada una de ellas es portadora de un diferente espesor), así como a “la no contemporaneidad de lo contemporáneo” (asimetría entre las cargas que comportan estas temporali- dades), a la “sincronicidad de la asincronía” (la confluencia de experiencias dia- crónicas en torno a una matriz) y a “la asincronía de lo sincrónico” (la realización de lo global en lo local o la glocalización). Estas fórmulas pueden aparentar ser contradictorias, pero, en realidad, son simples variaciones que registra un mismo tema. Como podemos observar de esta pequeña síntesis que hemos realizado, en contraposición con las matrices nacional-internacional y mundial, cuando el principio de base se organiza en torno a la globalidad ya no puede existir ni una direccionalidad que apunte hacia una determinada finalidad, ni una linealidad subterránea que evidencie el “progreso” recorrido. La globalidad es, de hecho, una derivación, pero no se ubica dentro de la secuencialidad de lo nacional, lo internacional y lo mundial. Un escenario que se organiza en la globalidad es un espacio en el cual coexisten elementos de estratificación con otros de compartimentación del mundo. De esta tesis se pueden desprender varios axiomas: en primer lugar, que la permanencia de una variedad de espacios, entre ellos los nacionales, es una dinámica consustancial y en ningún caso disfuncional con la globalidad. Lo nacional simplemente está abocado a un proceso de desnacionalización, pero no de desaparición. En segundo lugar, lo global y lo local no constituyen opuestos, sino que son las dos caras de una misma moneda. Tercero, la manera como funciona y se organiza esta matriz tiende a trascender tanto las anteriores estratificaciones
  • 23. 18 Hugo Fazio Vengoa como las formas de compartimentación que le eran consustanciales. Es en este sentido que se puede afirmar que “la lógica del concepto de la globalización parece socavar no sólo aquellas distinciones que han condicionado la inteligibilidad y la autonomía de las relaciones internacionales, sino también la posibilidad de mantener esas distinciones ontológicas” (Bartelson, 2000: 183). Sin que se le pueda atribuir ninguna misión o pretensión teleológica, como podría ser el horizonte de una economía-mundo, una sociedad-mundo, una política-mundo o una cultura-mundo o una linealidad de menor a mayor en su desarrollo, cuando alcanza niveles tan elevados de intensificación, como los que hoy existen, la globalización seguramente llega para quedarse. En este plano se observa una de las diferencias de fondo entre el contexto globalizante que existió a finales del siglo XIX y el actual. El anterior se expresaba a través de la internacionalización y era, por tanto, reversible, por cuanto no era más que una inferencia, una proyección que se había realizado a partir del zócalo de la nación. La relación entre esta última y la internacionalidad era dinámica —simbiótica y dialéctica— y la iniciativa podía desplazarse hacia una u otra orilla, como en efecto ocurrió en el primer tercio del siglo XX, cuando el mundo entró en un ciclo de desglobalización o, mejor dicho, de reapropiación nacional de la globalización. El momento actual, por el contrario, no sólo ha trascendido los marcos de la internacionalización, para asumir una fisonomía más compleja, sino que ha alcanzado unos niveles de compenetración tan elevados que ningún evento ni la acción de ningún Estado puede aminorar o detener su marcha. Incluso el 11 de septiembre de 2001, acontecimiento que, en su momento, algunos autores interpretaron como la finalización de la incontrolada globalización (Fred Halliday, “Aftershocks that will eventually shake us all”, The Observer, 10 de marzo de 2002), resultó ser un poderoso acelerador de la misma. En este punto es necesario hacer un pequeño paréntesis, porque nuestro análisis está llegando a un lugar donde confluyen el presente y el futuro. Luego de la estrepitosa caída del Muro de Berlín, acontecimiento que algunos pudieron desear, pero que nadie pudo prever, se ha empezado a desconfiar seriamente de todos aquellos análisis prospectivos que tratan de imaginar o describir el mundo venidero. Ésta es otra razón de por qué este trabajo ha preferido ceñirse a una perspectiva histórica y evitar así la inclinación a imaginar hipotéticos escenarios. Pero podrá objetarse que existen registros históricos que demuestran que en el pasado hubo momentos en los cuales los desarrollos cambiaron abruptamente de sentido, y cuando se tiene eso en mente se puede suponer que el momento actual también puede experimentar una radical involución que conduzca a escenarios
  • 24. El presente y las ciencias sociales 19 diferentes de los que en perspectiva se están imponiendo. Así, por ejemplo, en 1910, el periodista inglés Norman Angell, en su libro La gran ilusión, traducido a 25 lenguas, sostuvo que los niveles de interdependencia eran tan elevados que un conflicto entre las grandes naciones simplemente no podía tener lugar (Cohen, 2004). Menos de un lustro transcurrió y el mundo con asombro fue testigo de la Primera Guerra Mundial. En un libro anterior (Fazio, 2004) sosteníamos la tesis, que reiteramos nue- vamente en esta ocasión, que ni siquiera una eventual competición entre grandes Estados, como pueden ser Estados Unidos, India, China, India, Rusia, etcétera, reconstruiría un escenario análogo al existente a inicios del siglo XX, que cul- minó en la Primera Guerra Mundial, por la simple razón de que los niveles de interdependencia de todos ellos son tan elevados que ninguno de estos Estados puede “desengancharse” para oponerse. Más de uno podrá suponer que estamos incurriendo en la misma ilusión en que Angell cayó en su momento. Pero no es así. La internacionalización es, en efecto, un proceso que puede llegar a ser re- versible. La globalización, por el contrario, puede adquirir distintas fisonomías, asumir contornos muy particulares y experimentar múltiples desarrollos, pero no puede detenerse, porque carece de direccionalidad. La clave que explica esta diferencia con lo acontecido hace un siglo se encuentra en el hecho de que el mun- do actual se organiza en torno a una matriz distinta a la anterior, y las diferentes evoluciones no pueden eludir esta importante condición. Esto es lo que nos lleva a argumentar que la globalización ha llegado para quedarse. Lo que ocurre con la globalidad es que, a medida que se intensifican las tendencias globalizantes y disponen de un mayor grosor los nuevos circuitos espaciotemporales globalizantes, se entrecruza el destino de todas las naciones, situación que conduce a que, a mayor intensidad de la globalización, se diluyan incluso los propósitos universalistas que pueden querer promover las grandes potencias. El asunto, en el fondo, consiste en que nada es más lejano a una globalización intensificada que la persistencia de las potencias, sean estas tradicionales, mundiales o globales. Como decía hace algunos años el politólogo David Held, luego de aquel trágico Once de Septiembre: “Ya no vivimos, si es que alguna vez fue así, en un mundo de comunidades nacionales discretas que tienen el poder y la capacidad exclusiva para determinar el destino de quienes en ellas habitan. Por el contrario, vivimos en un mundo de comunidades de destino superpuestas” (David Held, “Violencia y justicia en una era mundial”, El País, 19 de septiembre de 2001). En efecto, con el despuntar del siglo XXI, las transformaciones contem- poráneas, entre otras consecuencias, acabaron con uno de los monopolios más preciados que permanecían en manos de los Estados: la seguridad. Luego del
  • 25. 20 Hugo Fazio Vengoa Once de Septiembre, el Chernóbil de la seguridad militar, en este campo se ha vuelto más intensa y compleja la convivencia entre los elementos de cambio con los de continuidad. En un primer momento, se asistió a un intento por retrotraer el sistema internacional hacia un esquema en el cual el Estado perseverara por seguir siendo el actor más influyente en este campo, situación que transitoria- mente agitó una vez más la competencia internacional entre los actores estatales de mayor peso. Empero, la magnitud de los factores de cambio ha impedido el retorno a un esquema análogo a los anteriores. Estos elementos de cambio se expresan en varios niveles; uno, de hecho, consiste en que la globalización ha entrado a cuestionar el poder de los Estados en campos muy sensibles. Como enseñaba Susan Strange, las empresas transnacionales se han enquistado en el campo de poder de los Estados: “Están ejerciendo una creciente autoridad paralela a los gobiernos en materia de gestión económica que afecta la distribución de la industria y la inversión, la orientación de la innovación tecnológica, la administración de las relaciones laborales y la sustracción fiscal de la plusvalía” (Strange, 2001: 65). Otro factor de cambio consiste en que, con la globalización, la seguridad trascendió el campo militar. Hoy por hoy, la seguridad cubre un amplio abanico de temas ecológicos, energéticos, demográficos, sociales, migratorios, etcétera, muchos de los cuales se originan en la condición de riesgo global (Beck, 2004), y en la práctica totalidad de estos campos, la capacidad de acción, control e in- fluencia del Estado se encuentra seriamente comprometida, pues son dinámicas que trascienden su capacidad de actuación y son ámbitos donde una naciente y expresiva sociedad civil global ha comenzado a mostrar una mayor experticia. La continuidad y el cambio también se expresan en otro sentido. Subsisten los pro- blemas de seguridad de naturaleza interestatal, como los nucleares, o las friccio- nes entre determinados Estados, pero se han recrudecido los temas de seguridad intraestatales, muchos de los cuales han asumido un carácter, un alcance o un desenlace transnacional. Loselementosdecontinuidadycambionosóloamplíanlaagendaenelcampo de la seguridad, también dan lugar a complejas compenetraciones entre unos y otros. Seis años nos separan del fatídico 11 de septiembre de 2001, pero el tema de la seguridad internacional no ha dejado de deparar grandes sorpresas. Detrás de la destrucción de las Torres Gemelas se encontraba Al Qaeda, red que actuaba desde Afganistán, tenía una cabeza visible y disponía de una impresionante red de financiamiento. Luego del 11 de marzo español de 2004, la ecuación se volvió más compleja, porque quienes pusieron las bombas no eran fuerzas extranjeras, sino inmigrantes magrebíes. “Pero las bombas suicidas de Londres dan una vuelta más a la tuerca porque, como ahora se sabe, los terroristas no eran turistas del
  • 26. El presente y las ciencias sociales 21 terror ni inmigrantes recientes, sino ciudadanos británicos, algunos de segunda generación. Estos hombres actuaron por su cuenta o coordinándose en células pequeñas y casi autosuficientes, con poco o nulo contacto directo (financiero, logístico) con Al Qaeda, pero intensamente motivadas por la ideología del radicalismo islámico globalizado a través de una vía de comunicación, internet, que apenas comenzaba a desarrollarse en el ya remotísimo siglo XX” (Enrique Krauze, “¿Qué piensan los terroristas?”, El País, 22 de julio de 2005). Por último, se puede sostener que, con posterioridad a los sucesos de Nueva York y Washington, es cierto que se aminoró parcialmente el ímpetu de la globa- lización económica, pero de modo evidente se incrementaron sus manifestaciones sociales, políticas y culturales, creando mayor confusión en la materia. En sínte- sis, la manera como se expresan estos problemas demuestra la distancia recorrida con respecto a los esquemas internacionales anteriores y avala la tesis de que con toda seguridad la globalidad llegó para quedarse. Otro ámbito donde se visualiza el alejamiento que se ha experimentado con respecto a la matriz nacional es en el de la soberanía. La globalización ha tras- tocado la soberanía, importante recurso en torno al cual se organizaron las na- ciones. El problema en este punto es mucho más complejo que la argumentada pérdida de centralidad de las sociedades políticas nacionales. Históricamente, la soberanía se ha expresado en lo fundamental en tres niveles. El político, que re- conoce al Estado como órgano soberano y legítimo dentro de sus fronteras. El económico, asociado al crecimiento, al manejo financiero y a la determinación gubernamental de las orientaciones económicas fundamentales. El identitario, encargado de fomentar la integración social de los ciudadanos. En estas tres dimensiones, los cambios han sido profundos. La legitimidad dentro de determinadas fronteras ha sido seriamente cuestionada por la aparición de numerosos agentes internos y externos que actúan de acuerdo con lógicas transnacionales, de adentro hacia afuera, de afuera hacia adentro, en el afuera con repercusiones en el adentro y en este último con alcances en el afuera. En el nivel económico, el Estado no ha tenido que negociar sus prerrogativas soberanas con los agentes del globalismo del mercado, sino que ha tenido que interiorizar el mercado en su actuación económica. Y en el nivel identitario, los factores que cimentaban la integración nacional han estallado en mil pedazos al aparecer poderosos movimientos que reivindican derechos de género, étnicos, regionales o de minorías. A nuestro modo de ver, un elemento clave que explica esta crisis que experi- menta la soberanía es el resultado de la pérdida de legitimidad del anterior control que ejercía el Estado sobre la sociedad. Era común en la época moderna que los
  • 27. 22 Hugo Fazio Vengoa Estados, en su afán de convertirse en Estados-naciones se interesaran por cons- truir identidades al servicio del mismo, obviando y desestimando las diferencias culturales. “El pueblo era uno e indivisible, la sociedad un sujeto sin textura ni articulaciones internas y el debate político cultural se movía entre esencias nacio- nales e identidades de clases” (Martín Barbero, 1999: 300). Bajo el impacto de la intensificada globalización, la identidad nacional ha entrado en un proceso de recomposición, que, sin ser reemplazada por una cultura universal homogeneizadora, da cuenta y potencia las variadas historias de vida, las cuales pueden asumir un formato individual y/o colectivo. Este reconocimiento de la alteridad no es equivalente al multiculturalismo norteamericano, en el cual las diferencias deben disolverse y fundirse dentro del espíritu de la nación. Son identidades múltiples que cohabitan y disponen de diferentes intensidades. Esta globalización de millares de biografías personales y colectivas acentúa el proceso de detotalización de la política, la cual, en la medida en que se afirma en una pluralidad de mundos vividos pero no integrados por los individuos, no puede ser reducida a un mínimo común denominador. En alguna medida, la pérdida de centralidad del Estado obedece a que se asiste a un empoderamiento de la soberanía por parte de los individuos (Laïdi, 2004). Estos ejemplos, a los cuales podrían sumarse tantos otros, son, en últimas, una expresión de este profundo cambio que ha experimentado la soberanía en nuestro presente más inmediato y, sobre todo, de la dificultad que experimenta el Estado para rearticular una voluntad general, en un contexto en que se intensifica la diversidad. “El Estado es cada vez menos la expresión de la soberanía, no se encuentra por encima de la sociedad, es sólo una de las instituciones que organiza una sociedad en competencia con otros actores, no desaparece, pero debe en permanencia adaptarse, redefinir sus competencias, y modestamente justificar su existencia a través de los servicios que presta” (Guéhenno, 1999: 48). Por último, un escenario que se globaliza rompe con otra constante carac- terística en los dos últimos siglos: la relación entre lo interno y lo externo, otro asidero sobre el cual se construyó y evolucionó la nación. Obviamente, esta dico- tomía no ha desaparecido y con toda seguridad nunca llegará a desaparecer por completo. Pero ambas dinámicas ya no pueden seguirse pensando dentro de un marco binario, como polos opuestos y, en ese sentido, han perdido la centralidad que antes tuvieron. Si esa distinción mantuviera la vigencia anterior existente, en- tonces, ¿por qué observamos que se presentan numerosos casos que demuestran que situaciones conflictivas distantes se convierten en conflictos intranacionales, como ha ocurrido en muchos países europeos? Uno de los grandes desafíos que enfrentan las ciencias sociales consiste precisamente en volver a pensar en cómo
  • 28. El presente y las ciencias sociales 23 conectar estos dos lados de la misma moneda, pero sin caer en el equívoco de creer que el problema ya ha sido superado, ni en imaginar que se pueden trasladar los problemas de un nivel a otro, sino comprendiendo sus complejos entrecruza- mientos. Esperamosquetodoestoquesucintamenteacabamosdeexponerhayaservido para ayudar a comprender algunas coordenadas que encierra la globalidad, y nos haya mostrado, también, el gran trecho recorrido por el mundo en el corto período que engloba nuestro presente histórico, la “distancia” cualitativa que nos separa de los dos contextos anteriores, así como la complejidad que encierra nuestra contemporaneidad. Con toda seguridad, si ha sido poderoso el imaginario que se ha forjado en los últimos años en torno a que el mundo contemporáneo vive un período inédito en la historia, y si además cada vez se comparten más aquellas tesis que sostienen que los estudios internacionales, en sus vertientes económicas y politológicas, ya no logran descifrar los principales ejes del mundo actual, ello, desde luego, obedece en buena parte a todo esto. Las ciencias sociales y los dilemas del presente Indudablemente, como parece ocurrir siempre, de modo casi invariable, el pensa- miento social, aunque deban reconocérsele sus denodados esfuerzos, se mantiene, en general, a la zaga de esta borrascosa realidad social. Con su acostumbrado despliegue en ralenti, no alcanza a descifrar un enigma, cuando el problema en cuestión ya está planteando nuevos y más complejos interrogantes. No debe sor- prendernos, por tanto, que, en medio de este escenario, muchas de las anteriores certezas intelectuales hayan perdido cierta dosis de su anterior maestría para ex- plicar los ejes definidores del mundo y de las sociedades actuales. Tampoco es fortuito que en la academia reine cierto espíritu de confusión y que sean cada vez más numerosas las voces que se alzan cuestionando la conveniencia de man- tenerse apegado a las bases epistemológicas habituales de las ciencias sociales (Wallerstein, 2005; Beck, 2005; Ortiz, 2005; Touraine, 2005). Evidentemente, la conducta de la academia frente al importante dilema que le ha planteado el presente no ha sido uniforme. No sólo se observan marcadas diferencias en cuanto a las perspectivas políticas y filosóficas en que se sustentan muchas de estas posiciones (Held y McGrew, 2003), también son variadas las maneras en que se ha intentado responder a esta turbulencia desde una perspectiva intelectual (Lechner y Boli, 2000). Tal vez el grupo más numeroso ha procurado seguir tratando de encapsular la realidad dentro de los viejos mapas cognitivos, asumiendo que los cambios
  • 29. 24 Hugo Fazio Vengoa —cuando se les reconoce— serían cosméticos, superficiales, pero que no conciernen el contenido. Para un buen número de estos analistas, el mundo actual no difiere en sus líneas fundamentales del pasado y, por consiguiente, los referentes teóricos habituales que ha acumulado el saber social conservarían aún toda su vigencia. A título de ejemplo, se puede citar a Justin Rosemberg, gran experto en temas internacionales, cuando en su polémica con la literatura sobre la globalización concluye con una defensa irrestricta de los usuales paradigmas en este campo de estudio: “Gústenos o no nos guste, no hay manera de trascender el realismo realizando esguinces a su alrededor. Porque, aunque esté mal concebido, el realismo se asienta en raíces intelectuales (las determinaciones generales) que nosotros también necesitamos para darles sentido a las relaciones entre los países. Si la abstracción general conserva su vigencia, ninguna cantidad de relaciones transnacionales, por más estrechas y fructíferas que sean, abolirá la importancia analítica de lo internacional, y es por eso que la idea de reemplazar la problemática de lo internacional por aquellas de la globalización o de la economía política global, o de la sociedad mundial, acaba siendo en últimas incoherente” (Rosemberg, 2004: 100). Una tesis similar, impregnada también de un obstinado neorrealismo, ha defendido recientemente Danilo Zolo cuando reconoce, de una parte, la existencia de problemas fundamentales de carácter global que afligen la agenda política de los Estados-nacionales y de las instituciones internacionales: la paz, la defensa de los derechos del hombre, la pobreza, un desarrollo económico sostenible y la ecología. La escala global de estos problemas convierte a los Estados singulares en instituciones impotentes para afrontar y resolver estas cuestiones. De la otra, muestra su desconfianza frente a la tesis según la cual estos problemas serían solucionables sólo “globalmente”, es decir, recurriendo a una autoridad suprana- cional, cosmopolita o regional. A juicio del filósofo político italiano, “la primera es un hecho difícilmente cuestionable. La segunda es una deducción incorrecta. Que los problemas ‘globales’ requieran de una intensa actividad de coordinación y de cooperación entre los sujetos políticos nacionales e internacionales que están implicados es muy distinto a creer en los efectos milagrosos de una concentración y centralización del poder internacional” (Zolo, 2007: 54). Nada más alejado de la globalidad contemporánea que la hipérbole que nos ofrece el filósofo italiano. Es indudable que si la globalización se plasmara como una política-mundo, mediante la constitución de un súper Estado centralizado, eso crearía un contexto totalitario nunca antes visto, que no sólo acabaría con la diversidad de las experiencias históricas, sino que además sería portador de una pretensión de verdad universalista que desvirtuaría la esencia misma de la globalización. Este tipo de argumentos no termina siendo otra cosa que una
  • 30. El presente y las ciencias sociales 25 frágil defensa del anterior statu quo, que desconoce la plasticidad que encierra nuestra contemporaneidad y que trata de desvirtuar la esencia de los elementos de novedad, para seguirse refugiando en los viejos paradigmas. La política global es un proceso multidimensional en el que se alternan los mundos sociales y se reduce la relevancia de los Estados. La globalización —y la cosmopolitización, que es su evidente corolario— se construye con base en lealta- des múltiples, en una pluralización de biografías transnacionales, en la aparición de poderosos actores políticos no estatales y en la consolidación de movimientos a favor de una globalización diferente (Beck, 2005: 19). Como adecuada y su- gestivamente ha argumentado Mary Kaldor, la política global consiste en que el sistema de relaciones entre Estados o grupos de Estados “ha sido suplantado por un entramado político más complejo, que implica a una serie de instituciones e individuos, y en el que hay un lugar, quizá pequeño, para la razón y el sentimiento individual y no sólo para el interés del Estado o bloque” (Kaldor, 2004: 107). En rigor, en la actualidad mundial concurren numerosas lógicas espaciales y temporales, con fronteras discontinuas, situación que redimensiona la importancia de analizar tanto estas dinámicas como sus interacciones. El punto de partida desde el cual se debe pensar una nueva propuesta para comprender el mundo en su conjunto debe arrancar de la idea de que la intensificación de la globalización ha dado lugar a la conformación de un espacio social global, donde tienen lugar las nuevas formas de política, de lo cual se infiere que el objetivo principal debe ubicarse dentro de esta estructuración de un espacio global en forma de lugares, redes e intersticios sincrónicos y diacrónicos de interacción social, y no imaginando una reproducción del esquema organizacional jerárquico nacional replicado en una dimensión más amplia. Otros estudiosos, sobrellevados por el halo de misterio que encierra la in- certidumbre predominante en el presente, han preferido “refugiarse” en las am- bigüedades que comporta el pensamiento posmoderno y asumir como un asunto propio el relativismo radical del conocimiento, y abogan por el destronamiento del racionalismo ilustrado, sostienen una concepción esencialista de la “otredad”, que, aunque no se lo proponga de modo deliberado, recaba en nuevas formas de fundamentalismo —la absolutización de la alteridad—, con lo cual se contradi- ce cualquier posibilidad de producción de un conocimiento global, imaginan la realidad como textualidad, lo que conduce a un sempiterno laberinto semiótico, y resaltan la centralidad del individuo desorientado y hedonista en “un mundo privado de sentido” (Laïdi, 2001), que “deriva fácilmente en una legitimación del ‘mercado global’ visto como un campeón ilimitado de las posibilidades y de las elecciones virtuales, totalmente desprovisto de un ‘sentido global’” (Peemans, 2002: 235). Además, estas posturas posmodernas terminan validando precisa-
  • 31. 26 Hugo Fazio Vengoa mente aquello que pretenden atacar. Como sostiene un importante historiador, el rechazo de las grandes narraciones produce mininarrativas que refuerzan las concepciones dominantes; al refutar el determinismo, dejan los acontecimientos suspendidos en el aire; al negarse a entender la identidad a partir de categorías estructurales, esencializan la identidad a través de la diferencia; al resistirse a ubicar el poder en las estructuras o instituciones, lo diseminan por la sociedad y finalmente lo disuelven. Irónicamente, esta popular tendencia nos pone frente a un mundo de elementos separados, precisamente en un momento en el que la globalización torna indispensable entender la manera en que las partes y el todo se correlacionan (Bentley, 2006: 26). Por último, existe otro grupo de científicos sociales que reconoce que las perspectivasylosconceptosintelectualesusualesse“hanencorvadoosimplemente roto”, tal como sostuviera hace más de medio siglo el historiador Fernand Braudel (2002: 22); ha aceptado el inmenso desafío intelectual que suscita el presente y ha decidido zambullirse en una nueva aventura del espíritu, con el ánimo de aproximarse de manera distinta a los principales problemas del mundo actual (Beck, 2005; Ortiz, 2005, Wallerstein, 2005; Touraine, 2005). Sobre el particular, recientemente Suzanne Berger, en un texto que refresca enormemente la mirada sobre la dimensión económica de la globalización —pues en lugar de arrancar con las teorías generales, como es habitual en los trabajos económicos, para después validar los presupuestos iniciales—, prefirió comenzar con un estudio empírico sobre 500 empresas de distintos continentes, con el fin de rastrear in situ cómo se despliegan las particularidades de este fenómeno. En dicho texto, la autora constata que, frente a un problema nuevo, se tiene siempre la misma reacción: “se recurre a las viejas baterías de explicaciones y creencias gastadas para tratar de comprender la nueva situación. Los conceptos que movilizamos para descifrar la globalización son de esta manera una mezcla confusa de viejas teorías sobre la mano de obra barata, la competencia, las ventajas comparativas y el triunfo inevitable del mercado” (2006: 28-29). No obstante la persistencia de esta pluralidad de posturas intelectuales que se asume de cara al presente, no es errado sostener que, en general, subsisten una evidente disonancia, una arritmia, un fuerte desequilibrio entre la desaforada fuga hacia adelante que registran los cambios sociales, de una parte, y de otra, la persistenciadeunamayoríadeenfoquesacadémicospropiosdeunacontextualidad histórico-social, que parecen haber ido quedando irremediablemente atrás. Esto ocurre porque, como acertadamente señaló hace algunos años G. Therborn, en comparación con lo que ocurría hace un siglo, momento capilar en el que debutaron las ciencias sociales clásicas, el interés que ha despertado la globalización ha incluido dos importantes cambios: la sustitución de lo universal por lo global y
  • 32. El presente y las ciencias sociales 27 del espacio por el tiempo (Therborn, 2000: 149). Evidentemente, adaptarse a estos cambios no resulta ser una tarea fácil. El reconocimiento de esta discordancia fáctica y temporal que se presenta entre “la realidad” y “la percepción” reviste, a nuestro modo de ver, una alta significación, por dos motivos fundamentales. El primero obedece a que el conocimiento social se ha desarrollado en sus líneas fundamentales dentro de un espíritu de pensamiento que ha privilegiado, por obvias razones históricas, “el espacio de experiencia” y “el horizonte de expectativa” de las sociedades nacionales, tal como se configuraron a partir de la lectura predominante de una experiencia histórica en particular. Al respecto, no está de más recordar que las ciencias sociales institucionalizadas aparecieron en un contexto particular (la Europa occidental decimonónica), buscaban responder a los problemas que planteaba el momento representativo que en ese instante se vivía (la modernidad), para lo cual recabaron información fundamentalmente en la bien estudiada experiencia continental, donde ese tipo de prácticas y situaciones había alcanzado una mayor expresión (Wallerstein, 2001; Léclerc, 2000). Este modo en que se constituyeron las ciencias sociales las llevó a buscar el establecimientodeunagenealogíaquesirvieradelegitimacióndesusfundamentos intelectuales. Para ello se recurrió a dos tipos de procedimientos: de una parte, se estableció una historicidad del conocimiento forjado por la modernidad, cuyos orígenes más remotos se remontaban a la racionalidad de los griegos, “pasando por la revolución científica de la Edad Moderna, y que deja de lado la magia, la astrología o la alquimia”, ignorando “el aporte de la magia natural y de las filosofías herméticas a la renovación científica” (Fontana, 1994: 100). De la otra, se estableció el carácter excepcional que entrañaba la experiencia europea frente a las restantes civilizaciones. “Occidente —escribe Benhabib­— nace de la creencia de que los sistemas de valores y las formas de vida occidentales son radicalmente distintos de los de otras civilizaciones. Este temor tan difundido se basa en falsas generalizaciones sobre Occidente en sí, la homogeneidad de su identidad, la uniformidad de sus procesos de desarrollo y la cohesión de sus sistemas de valores” (Benhabib, 2006: 59). De esta doble experiencia nació la práctica que atinadamente Ulrich Beck ha definido como el nacionalismo metodológico, cuyo argumento central se organiza en torno a la idea de que “la humanidad se halla dividida en un número finito de naciones, cada una de las cuales debe cultivar y vivir su propia cultura unitaria, garantizada por el Estado, el Estado-nación. Trasladado a la sociología [ergo, las ciencias sociales], esto significa que la mirada [científica] está encerrada en el Estado-nación, que es una forma de ver las sociedades desde el punto de vista del Estado-nación” (Beck, 2002: 9).
  • 33. 28 Hugo Fazio Vengoa Este nacionalismo metodológico fue, sin duda, un procedimiento legítimo, provechoso, eficaz y válido para entender las coordenadas fundamentales del de- sarrollo social durante casi dos siglos, cuando predominaba la matriz de lo na- cional. Su permanencia no representaría un problema mayor si no fuera porque, como tuvimos ocasión de documentarlo con anterioridad, el mundo se encuentra en la actualidad en medio de un contexto muy distinto al que dio origen a esos enfoques. Una perspectiva como ésta era, en efecto, muy congruente con las vi- cisitudes que se planteaban Europa y otras pocas regiones del mundo en aquel dilatado intervalo que se extendió desde el siglo XVIII hasta bien entrado el XX. Empero, la gran contrariedad que comienza a suscitar el presente es que la ma- yor parte de las transformaciones actuales apunta en un sentido distinto al de las lógicas antes prevalecientes: tiende precisamente a trascender ese aparato cate- gorial, así como impone también una renovación de la axiomática articulada en torno a lo nacional, elemento, asimismo, propio y característico de lo que fuera el recorrido de aquel itinerario histórico que, en su momento, fue aceptado como el fundamento de base para la determinación de los distintos campos de experiencia de las ciencias sociales. Observemos por un instante este asunto más de cerca. Es evidente que en el mundo contemporáneo se expresan numerosas ten- dencias que apuntan hacia una mayor integración, dinámicas que fuerzan a los distintos colectivos humanos a una serie de reajustes y readaptaciones en torno a unos factores compartidos. Al mismo tiempo, sin embargo, se observa una reafir- mación de la tendencia opuesta: esta mayor integración no homogeneiza, sino que se ha convertido en un acelerador que reproduce la diferencia, la especificidad, la singularidad, la originalidad. ¿Por qué ocurre esto? ¿No es esto último un des- mentido de la afirmación anterior? En realidad, no. Lo que ocurre es que la com- prensión espaciotemporal que registra el mundo contemporáneo, al sobreponer la dimensión temporal por encima de la espacial, acentúa la “proximidad”, y no eli- mina sino que refuerza la diferenciación, es decir, potencia la identificación de los distintos colectivos con lo particular, con lo específico, lo propio, incluso con lo que se ha considerado usualmente, aunque de manera errónea, como tradicional. Esta tensión que se presenta entre estas dos dinámicas podría a simple vista interpretarse como una reedición de la vieja contraposición entre lo local y lo uni- versal, fenómeno que fue tan distintivo de la historia de la humanidad a lo largo de los últimos siglos. Pero tampoco es así. Fue un rasgo particular de los siglos XIX y buena parte del XX que el Estado moderno, sobre todo en su vertiente occidental u occidentalizada, nacionalizara casi todas las instituciones de la sociedad, como el territorio (delimitación de fronteras precisas), la autoridad (concentración del poder), la identidad (cristalizada en torno al “pueblo” y/o la nación), la seguridad (monopolio en el ejercicio de la violencia), la ley (fundamentada en la Constitu-
  • 34. El presente y las ciencias sociales 29 ción), el derecho (los códigos) y los factores de acumulación económica (a través de una concentración del poder económico). Un panorama similar se presentaba en todos los sistemas económicos, tanto capitalistas y socialistas como posterior- mente desarrollistas, los cuales se encontraban circunscritos dentro de fronteras nacionales, cuyos gobiernos regulaban los flujos de trabajadores, capitales, bienes y servicios que circulaban entre las sociedad y la economía internacional, y donde las instituciones estatales intervenían con el ánimo de prevenir o paliar las conse- cuencias más destructoras de estos sistemas: los ciclos económicos, el desempleo, la inflación, las crisis y la degradación medioambiental (Berger, 2003: 16). Desde finales del siglo XX nos encontramos distantes de aquellos escena- rios que fueron tan propios de los dos siglos anteriores, porque una de las particu- laridades que más distingue al mundo actual es el hecho de que lo que se ha co- menzado a erosionar es aquel nivel intermedio que antes separaba a la comunidad de la integración mundial: la nación y el Estado-nación, y todas las propiedades que le eran inherentes, razón por la cual la interpenetración entre lo local y lo global es, en el tiempo presente, más directa, fluida y contradictoria. En efecto, las distintas modalidades de internacionalización que se impulsaron durante la Belle Époque fueron una derivación de la actividad desplegada por los Estados. En nuestro presente, la situación es muy diferente, debido a que las fuerzas y los actores que acentúan las dinámicas globalizantes trascienden y condicionan el activismo estatal. Es decir, si la internacionalización fue, en últimas, una activi- dad desplegada por aquel anillo intermedio que existía entre la comunidad y la integración mundial, la globalización se realiza a su pesar. El asunto, con todo, tampoco se detiene con el parcial desvanecimiento de ese importante anillo intermedio. Tiene otra arista que comporta una alta complejidad. Aun cuando no faltan quienes se siguen sintiendo perplejos con la aseveración que emprenderemos a continuación, debe reconocerse que una de las principales constantes de la dinámica global contemporánea consiste en que ha comenzado a integrar las experiencias “otras”. Sobre este último aspecto, se puede sostener, de acuerdo con la sugestiva argumentación que ha venido desarrollando Serge Latouche, que, a lo largo de los últimos siglos y hasta hace unas cuantas décadas atrás, una gran “máquina civilizatoria”, “impersonal y sin alma”, “cuyos agentes eran la ciencia, la técnica, la economía y el imaginario, sobre los cuales reposaban los valores del progreso”, constituía el molde que determinaba la fisonomía del mundo en su conjunto (Latouche, 2005: 26 y 40). Esta formidable “máquina” operaba también como una anticultura negativa y uniformadora, pues no presuponía una real integración social y cultural del “otro”. Esta occidentalización encontró límites naturales para su expansión, debido a que sus principales agentes no sólo no lograron reproducir el anhelado bienestar
  • 35. 30 Hugo Fazio Vengoa en las otras latitudes, sino también porque destruyeron los ámbitos sociales donde podía anclarse el proceso de occidentalización. Sus fracasos más estruendosos se experimentaron en los temas concernientes al desarrollo, en el debilitamiento de la estructuración nacional estatal y en el creciente rechazo de sus imaginarios. Como señala Latouche: “El fracaso de la máquina técnico económica engendra el declive de Occidente como civilización. El fracaso del desarrollo y el fin del orden nacional-estatal son los signos y las manifestaciones de esta decadencia, pero no son las causas exclusivas. Las resistencias de las sociedades diferentes, su capacidad para sobrevivir como diferentes, la destreza de las sociabilidades elementales para desviar los aportes más diversos de la modernidad en sentidos radicalmente diferentes contribuyeron a la erosión de la dominación del modelo occidental” (Latouche, 2005: 139-140). No es fortuito, por tanto, que el declive de este modelo, de esta descomu- nal “máquina” social, fuera acompañado de la emergencia de particularismos, los cuales no han dejado de reproducirse y cultivarse. De aquí que en este esce- nario de creciente globalidad los elementos homogeneizadores encuentren una contradictoria compañía en aquellos factores que apuntan a una acentuación de los particularismos y de las diferencias. Ahora bien, con base en los elementos compartidos que difundió esta “máquina occidental”, en el transcurso de las últi- mas décadas comenzaron a emerger y a consolidarse experiencias civilizatorias distintas a la original, aun cuando sigan compartiendo muchos elementos con la matriz primaria. Esta aparentemente contradictoria situación puede comprenderse mejor a través de un ejemplo: es un hecho que en nuestro presente se ha acentuado la movilidad de los científicos e intelectuales por todo el mundo. Ello, sin duda, obedece a que la academia comparte unos fundamentos intelectuales comunes. Si ha sido posible la contratación de millares de científicos asiáticos por parte de las principales universidades norteamericanas, ello responde a que los códigos intelectuales son compartidos. En la práctica, estos códigos son los mismos. La física o la matemática en India o en China es la misma que se enseña en Estados Unidos. Todos estos científicos participan incluso del mismo lenguaje científico. De un idioma a otro se traducen los conceptos, cambian las palabras, pero los significados permanecen. En los otros campos de experiencia, las cosas obviamente no se presentan de la misma manera, la equivalencia no es tan perfecta, aun cuando también en este plano se arranque de un acervo compartido. En todos aquellos ámbitos distintos a las ciencias naturales, es decir, en campos como la economía, la historia, la cultura, las representaciones e imaginarios, la política, etcétera, toda producción o realización no es otra cosa que un “localismo” que funge muchas veces con
  • 36. El presente y las ciencias sociales 31 una pretensión de universalizante. Es sobre todo en este plano donde es más evidente la fortaleza de la diversidad, donde la “megamáquina” de Occidente se ha estrellado con una barrera natural, pues choca con registros históricos tan distintos que la asimilación de sus ambientes institucionales entraña una alteración de su esencialidad, como bien han demostrado importantes autores poscoloniales. El idioma inglés puede ser la principal lengua de comunicación, pero no es y seguramente nunca llegará a convertirse en una lengua global. Seguramente los únicos lenguajes propiamente globales son en nuestro presente el computacional, la televisión y la música (Mazlish, 1993: 17). Tal como sosteníamos hace algún tiempo (Fazio, 2006), con toda seguridad, el profundo cambio que se ha presentado en este escenario de creciente globalidad consiste en que la trayectoria de la modernidad de Occidente dejó de ser una categoría espacial para transformarse en una categoría temporal. Seguramente, como esta “máquina” impersonal ha dejado sus profundas huellas, se devalúa cualquier intento de seguir pensando el mundo a través de la oposición entre la occidentalización y la desoccidentalización, pues, con toda probabilidad, el contexto de globalidad está creando una situación análoga a lo que Marramao ha denominado el pasaje a Occidente de “todas las culturas, como un tránsito hacia la modernidad destinado a producir profundas transformaciones en la economía, la sociedad, los estilos de vida y los códigos de comportamiento no sólo de las ‘demás’ civilizaciones, sino también de la propia civilización occidental” (Marramao, 2006: 26). Toda esta problemática que acabamos de reseñar nos lleva a concluir que la fisonomía del mundo actual resulta ser una síntesis que se produce a partir de un proceso “intercivilizatorio”, en tanto que experiencias distintas a la europea también han entrado a organizar el presente. De todo esto que acabamos de señalar surge la imperiosa necesidad de tener que pensar unas ciencias sociales cuyos objetos y presupuestos se han desnacionalizado y parcialmente “deseuropeizado” (Chakrabarty, 2000). Sobre el particular, conviene, una vez más, recordar las palabras de Beck, cuando escribe: Los clásicos practicaron primero la sociología y luego colonizaron a los demás países y rincones de la tierra con sus perspectivas sociológicas. Pero, en la actualidad, esto se torna cuestionable en la medida en que se articula sociológicamente una experiencia del proceso globalizador que ya no coincide con la manera en que los sociólogos occidentales han ima- ginado su contenedor social. Si queremos expresar esto mediante dos conceptos, podríamos hablar de la diferenciación entre universalismo y globalidad. El universalismo hace que ésta tenga como conclusión la sociedad, mientras que la globalidad hace hincapié en la expe- riencia que surge luego, cuando los sociólogos de todos los países y cosmovisiones analizan sus sociedades con pretensiones conceptuales universales y encuentran estas explicaciones contradictorias entre sí. Y entonces resulta claro que ya no existe un punto de partida privi- legiado desde el que poder estudiar la sociedad. (Beck, 2005: 11)
  • 37. 32 Hugo Fazio Vengoa El segundo elemento que se desprende de la discordancia fáctica y temporal entre la “realidad” y el “conocimiento” se deriva, en alto grado, del anterior, y apunta a explicar el entusiasmo que ha suscitado el concepto de globalización, noción lo suficientemente flexible y maleable como para que pudiera ser asimi- lada e incorporada por los esquemas teóricos predominantes en las más variadas disciplinas sociales. Para entender el quiebre que se ha presentado en este punto, donde lo global se ha convertido en el núcleo de un nuevo discurso crítico, de- bemos retomar sumariamente el itinerario recorrido por este conjunto de saber, procedimiento que además permite entender mejor por qué ha sido tan fuerte el apego de los científicos sociales al nacionalismo metodológico. Por regla general, las ciencias sociales tuvieron su gran expansión en medio de un contexto de desarrollo de la modernidad occidental, razón por la cual todas ellas se convirtieron en unas perspectivas que debían responder a los desafíos y problemas que suscitaba la condición moderna. Como producto de esta contex- tualidad histórica, la mayor parte de estas ciencias se vio impulsada a determinar un campo particular de experiencia, establecer un conjunto de problemas priori- tarios a la respectiva esfera social privilegiada en el análisis y desarrollar el ins- trumental teórico y metodológico para resolver en sus mismos términos las cues- tiones que el correspondiente campo de experiencia le planteaba. Dentro de este espíritu, el gran acierto del saber científico, condición sin duda válida para sus distintas especialidades, fue haber podido llegar a responder con una alta dosis de precisión y regularidad a los problemas y preguntas que él mismo se formulaba. Ahora bien, el tipo de problemas que planteaba la modernidad, así como el perfeccionamiento que experimentó este tipo de saber, supuso que la tendencia de aproximación a la realidad social se visualizara en términos historicistas, como propios de una particular contingencia histórica, donde un lugar central les co- rrespondía a los desarrollos lineales, secuenciales, evolutivos, es decir que tenían que corresponder a precisas etapas en el desarrollo. Los conjuntos de transforma- ciones por los cuales estas disciplinas se interesaban, entre los cuales, a título de ejemplo, se pueden citar dinámicas como la racionalización, la industrialización, la urbanización, la burocratización, la individualización, la secularización, la al- fabetización, etcétera, han sido, en efecto, procesos que, disponen de expresiones espaciotemporales particulares, comparten el hecho de ser desarrollos que se ex- tienden en el tiempo, se materializan con diferentes ritmos en las distintas latitu- des y, por doquier, desencadenan poderosas fuerzas de cambios (Osterhammel y Petersson, 2005). Un rasgo común de estas especialidades fue concebir estos macroprocesos como dinámicas que cobran vida dentro de determinadas espacialidades nacio- nales y/o regionales, pero sin que existiera de manera necesaria una concordancia
  • 38. El presente y las ciencias sociales 33 entre ellos; eran dinámicas que comportaban itinerarios diacrónicos, los cuales, a lo sumo, en el mejor de los casos, producían cierto tipo de interconexiones in- ternacionales. El entendimiento que se hizo de este tipo de desarrollo, así como el tipo de inferencia intelectual que fue su evidente corolario, dio lugar a que las ciencias sociales tendieran a privilegiar las miradas sectoriales y nacionales de los principales problemas que a ellas interesaban. Si la linealidad fue una de sus constantes, no debe olvidarse que estas diná- micas eran decodificadas dentro de una perspectiva historicista, es decir, a partir de aquellos enfoques que han tendido a concebir el desarrollo de los fenómenos económicos, políticos, culturales y sociales como históricamente determinados, perspectiva de la cual se ha colegido que cada época produce valores y dinámicas que no pueden ser aplicables a otros momentos históricos. Ésta es una de las razo- nes de la proclividad en la utilización del prefijo pre (v. gr., premoderno, prebur- gués, precapitalista, etcétera), con lo cual se presume la inclusión del fenómeno estudiado en cuestión en una secuencia cronológica lineal, donde lo moderno permite descifrar lo premoderno, así como se pretende dar cuenta de su necesa- ria evolución , en una perspectiva teórica que reconoce una unicidad del devenir histórico, lo cual, a la postre, ha terminado sirviendo para asignarle un rango de universalidad a una determinada experiencia histórica particular. En términos generales, este historicismo gobernó el espíritu de la época y se mantuvo como un referente implícito, habitual e incuestionable hasta que se tomó conciencia de que se estaba asistiendo al desencadenamiento de otra serie de dinámicas, las cuales comenzaron a ser interpretadas bajo el concepto de la globalización. Hasidoapartirdeestatomadeconcienciaquedosinterroganteshanadquirido toda su actualidad: ¿qué es la globalización? y ¿cómo se pueden interpretar las transformaciones que se han presentado en el escenario mundial en las décadas más recientes a partir del concepto de globalización? Responder a estas preguntas no es un asunto fácil, más aún cuando se observa que a lo largo de los últimos veinte años se han acumulado numerosas aproximaciones al concepto, y de cada una de ellas se infieren distintas cualidades del fenómeno, así como disímiles Esta postura recorre buena parte de la obra de Karl Marx, quien sostenía que “la así llamada evolución histórica reposa en general en el hecho de que la última forma considera a las pasadas como otras tantas etapas hacia ella misma”. Algo similar se puede observar en la sociología de Max Weber, quien inauguró una forma de clasificar las sociedades según un tipo ideal que contrapone las sociedades modernas y racionales a las sociedades carismáticas o mágicas (Corm, 2004: 18).