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2
Delfini, Gloria Adriana
Equis y un extraño despertar / Gloria Adriana Delfini. -
1a ed. revisada. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
Aton Editorial, 2015.
210 p. ; 21 x 15 cm.
ISBN 978-987-46046-0-6
1. Novela. I. Título.
CDD A863
Fecha de catalogación 8-10-2015
Se permite la reproducción de la obra, siempre
que se haga mención de la autora y el título
del libro.
3
Equis
y un extraño
despertar.
Adri Delfini
4
5
Gracias…
A mi hijo, con él aprendí de su silencio.
A mi hermana, con ella aprendí de su
confianza.
A mi madre, con ella aprendí de su
independencia.
A mi padre, con él aprendí de su desapego.
A mis ancestros, por sus errores y aciertos.
A Andrea Bermúdez por ayudarme en la
corrección del libro y de mi vida con
humor.
A Elsa Saavedra por su don de compartir,
a Irina la siamesa, sus pinturas y sus
anécdotas.
Y a todos los que con paciencia y amor, me
siguen apoyando, leyendo y eligiendo para
compartir esta secuencia del camino.
6
Nati observó la luz que se le acercaba o
bien ella se iba acercando a esa luz
inmensamente clara, era un camino
desconocido, un conducto que
increíblemente le transmitía paz, sintió la
melodía de la armónica que tanto añoraba.
-¿Sos vos Ricardo? – preguntó poniéndose
la mano como techito sobre los ojos para
focalizar la figura que se arrimaba.
-Claro pecosa ¿Quién otro podría recibirte
con esta serenata? –dijo con su mejor
sonrisa y los brazos extendidos para
abrazarla.
Estaba tan bello y resplandeciente, como si
ayer nomás se hubiesen dejado de ver y ya
habían pasado casi diez años. Giré la
cabeza para observar la escena que me
tironeaba hacia atrás.
-No mires-me dijo-solo te retendrían las
lágrimas, ellos creen que todo terminó y la
vida recién comienza… estamos
preparados para descubrirla, vámonos.
7
Parte uno
Cuando entró al departamento todavía
estaban las sillas dadas vueltas sobre la
mesa rectangular del living -una mesa
maciza y unas sillas cómodas de
Guatambú- que ella misma había elegido.
Hacía un año que arrendaba ese mono
ambiente que se encargó en dividir con un
biombo estilo japonés de pared a pared. De
un lado estaba armado el comedor diario y
del otro lado el dormitorio. La pequeña
cocina estaba empotrada y la cerraba de
noche o cuando recibía a alguien –con
previa cita-. Lo que le fascinaba del
departamento, era la inmensa bañera
dónde se sumergía en frecuentes baños de
inmersión con sales aromáticas, muchas
veces encendía una vela para meditar
y…casi todo lo resolvía en ese espacio
vaporoso.
8
Ludmila no escuchó el golpe de la puerta
ni los pasos de los tacones de diez
centímetros que estilizaban la figura de
“su damita “(así la llamaba
cariñosamente), porque tenía la música de
la radio puesta a todo volumen.
La señorita Laura la eligió entre muchas
candidatas para el trabajo porque le
pareció una chica reservada, callada,
eficiente y despierta, era lo que
necesitaba. Estaba cocinando cuando
llegó, ya que tres veces por semana se
ocupaba de la limpieza, las compras y la
comida que dejaba preparada para
aliviarle los quehaceres.
Laura tenía 19 años, trabajaba de
secretaria de un general importante, en la
ciudad de Capricornio, cerca del trópico.
A pesar de su juventud, bastaba nombrarla
en los círculos de poder para que cualquier
hombre perdiera su compostura, no solo
por su belleza sino por su determinación,
inteligencia y autoridad.
9
(Venía marcada desde el útero con su
varonil destreza ya que su madre
–Juana- deseaba un varón. Pero tuvo doce
niñas, no tenía voluntad de ser madre, solo
el temor a Dios que le habían inculcado, si
él me las envía por algo será-se decía-pero
ese temor no era suficiente para quererlas.
Por eso a medida que iban naciendo se
cuidaban unas a otras y al menor desorden
les daba un cachetazo o un rebencazo para
acomodarlas. Su marido -Manuel- siempre
estaba ausente y le hacía sentir a su
corazón suficiente carencia afectiva para
que ella se desquitara con sus hijas.
Laura se había ganado su lugar en el
trabajo, cuando a los 16 años estaba en su
puesto de telefonista y una mañana al
pasar una comunicación al número
solicitado escuchó que iban a levantar las
armas contra el gobierno, hacía años que
había una dictadura y ella intuía que si no
se hacía algo la sangre bañaría las calles.
10
Por eso decidida se fue a la hora de
almorzar y pidió audiencia en la casa de
gobierno, relatando lo escuchado evitó una
masacre, desde ese día se conoció el hecho
como “reguero de pólvora” y ella fue
conocida por su resuelto carácter y su
valentía. El general admirado la mandó
llamar en secreto por su chofer.
-Necesito a alguien prudente y valerosa
como usted en mi equipo -comenzó
diciendo el hombre sin vueltas,
escudriñando los altivos ojos de la niña.
-¿Me está ofreciendo trabajo?- preguntó
Laura-observando los ojos dulces en ese
rostro severo, que tenía la estampa del
caballo de espadas de los naipes, un
cuerpo atlético y la voz más sugerente que
nunca había oído.
-Algo así…trabajaría para mí y cobraría
un sueldo de mil touros de oro. La
condición es que nadie, absolutamente
11
nadie debe saber lo que hace para mí.
Para todos será mi secretaria.
Laura ganaba como telefonista cien
morlacos, por eso aquella suma era una
millonada, respiró profundo y aceptó.
-¿Y qué debería hacer en realidad? -dijo
con una sonrisa.
-Se encargaría de las solicitudes que
llegan continuamente, casi siempre son de
hospitales, hogares de niños, cárceles o
preventorios. Muchas veces me invitan a
reuniones en las que es necesario estar
presente y no puedo dividir mi ser. Usted
sería la persona ideal, aunque a veces
antes de actuar deberá hacer algunas
investigaciones, no dudo en su capacidad.
Sólo trate de molestarme lo menos posible,
así yo me ocupo de otras cosas también
importantes, nunca dude en llamarme al
teléfono privado si no puede con algún
asunto.
12
-Bien, trabajaré para usted –dijo
complacida.
-Bienvenida señorita Laura al equipo, y
fue la primera vez que vio sonreír a ese
hombre de ojos de gavilán. Desde hoy
cuando me nombre me llamará general V.
a secas y todos sabrán a quien se refiere
¿de acuerdo? Aquí tiene dinero –y le
entregó un sobre de papel madera lleno de
billetes -alquile un lugar seguro, el chofer
se llama Félix, tiene toda mi confianza,
estará a su disposición para cuando lo
necesite. La próxima semana Laura
tomará clases de tiro en el circuito que me
corresponde, tiene abierto el gimnasio
“Gran Prix” para que tome clases de lucha
con Esteban, búsquelo allí de mi parte y
será su instructor y la condesa Amelita le
enseñará lo que necesita aprender para
sociabilizarse en las recepciones, aquí
tiene su teléfono, llámela y arregle un
horario adecuado para usted.
13
Y esto llévalo en la cartera (le entregó un
gas pimienta) puede serle útil si debe
defenderse, hasta que aprenda - nunca se
sabe -agregó…y si fuera al revés y la
rocían a usted, ventílese y mójese los ojos
para que pase el efecto más rápido.
Así fue que el nombre de la señorita Laura
fue conocido no sólo por su solidaridad y
simpatía, sino también por el temor que
engendraba. Capricornio era una Ciudad,
donde se imponía el partido “Violeta” que
tenía como principio transformar la región
para que los ciudadanos respeten la
Tierra, a los mayores, los animales, las
buenas costumbres, desarrollando los
dones espirituales y que las leyes del buen
corazón ganen sobre el egoísmo y la
codicia del partido “Amarillo” que no
aceptaban los cambios para bien. Por eso,
esas rivalidades generaban impresionantes
fuerzas opuestas.
14
El general V. se inclinaba hacia el partido
“Violeta” y la señorita Laura era una gran
luchadora por la causa, los opositores
necesitaban quitarla del medio porque
juntos con el general V. triunfarían. Y no
dudaron en tocar lo más preciado para ella
que era un secreto a voces -su familia- que
era su prioridad, y su padre a pesar de sus
ausencias era su talón de Aquiles.
Manuel Ruis era su nombre, un hombre
trabajador y honrado como pocos,
bondadoso y siempre dispuesto, que unía
su familia como un gran rebaño. Hacía
grandes sacrificios alejándose de su mujer
a la que amaba y de sus hijas que eran la
luz de sus días, se embarcaba muchas
veces en algún pesquero para conseguir
más dinero y a pesar de que Laura le había
dicho que ella podía ayudarlo
económicamente porque ganaba muy
bien. Él le dijo un día: -Hija, mantener a
mi familia es honorable para mí, déjame
hacerlo y sentirme digno.
15
Sabiendo que llegaba en el barco del
mediodía, un hombre bien vestido, lo
esperaba en el muelle, llevaba en la mano
un mameluco en una percha, tapado por
un nylon negro. Se acercó a Manuel Ruis
y le dijo que ese día tenía una entrevista a
las dos de la tarde con el comisionado para
otro trabajo (y le entregó el mameluco), la
señorita Laura hizo la cita por usted,
agregó sonriente – al escuchar el nombre
de su hija él se confió -y quedó en que lo
pasarían a buscar para llevarlo a la cita.
Contento el padre de la señorita Laura se
encaminó al bar de Pepe- su amigo de toda
la vida- para comer algo rápido y ponerse
el mameluco. Le contó a Pepe lo de su cita
y le pidió que le guardara el bolso
marinero un par de horas para no llevarlo
a la reunión con él.
A la una y media se metió en un automóvil
“largo y brillante” que lo pasó a buscar,
así se lo describió a su hija Manuel, más
tarde.
16
El partido opositor suponía que si
atemorizaban a la señorita Laura con su
familia, que estaba tan expuesta, tal vez
reflexionaba y se retiraba de su cargo. El
sargento encerró a Manuel en la celda y le
dijo que esperase allí.
-¿Por qué me detiene señor? yo no hice
nada…hay una confusión…yo tenía una
cita con el señor Nemesio Torres, el
comisionado…mi hija hizo una cita de
trabajo…
-¡Cállese la boca!, si quiere salir pronto de
aquí, me oyó…solo dígale a su hija que
esta es una advertencia para que renuncie
a su puesto -le gritó el sargento.
La intención de él era dejar a aquel
hombre unas horas detenido y después
largarlo…pero se retiró ese día con otros
pensamientos olvidándose del señor Ruis
en la celda.
Al otro día, el amigo de Manuel-Pepe- le
avisó a Laura que su padre no había
17
vuelto a buscar su bolso y que sospechaba
dónde estaba.
-¡¿Cómoooo?! ¿Estás seguro Pepe?
-estalló confusa del otro lado del
auricular- bueno…bue…está bien, voy
para allá…gracias, mil gracias, te debo
una y colgó el teléfono. Fastidiosa porque
sabía que le ponían piedras en el camino
para molestarla, los opositores al general
habían descubierto su debilidad y le
hicieron una mala jugada. Escribió una
nota dejándola sobre su escritorio, donde
le avisaba a su jefe que debía acudir a la
“Sociedad de beneficencia, para hacer lo
propio de todos los meses”, no quería
molestar al general con algo que podía
resolver a su manera.
Bajó corriendo las escaleras con su cartera
en la mano, las llaves y la dirección que
acababan de pasarle y al llegar al
estacionamiento encontró a Félix,
comiéndose un helado.
18
-Dame Félix yo me encargo de eso- dijo
sonriendo-vamos aquí, y le pasó la
dirección adonde se debían dirigir.
-Es la dirección de la seccional 52
-¿Estás seguro?
-¿El turno de quien fue ahora? - preguntó
-De mi padre, no saben lo que les espera.
En quince minutos llegaron. Félix la dejó
en la esquina y Laura con paso seguro se
anunció en la puerta.
El oficial que parecía que la estaba
esperando le hizo una venia y la dejó
pasar.
-Usted dirá señorita -dijo el sargento-
mirándola con cara de pocos amigos en el
preciso momento que recordó que no
había liberado a Manuel Ruis.
-Vengo por mi padre.
-No sé porque lo viene a buscar aquí
señorita.
-No quiero intimidarlo, pero si le pido el
teléfono sabe lo que pasará ¿no?
19
-Está bien…sígame por favor – dijo
ensimismado, al ver que se había dado
vuelta la tortilla.
Caminaron por un pasillo sucio un
bombillo de poca luz los guió hasta una
celda oscura y mal oliente, otros dos
hombres sucios también y de una barba de
hacía días los miraron. Le costó reconocer
a su padre no solo por la oscuridad sino
por la vestimenta, tenía puesto un
mameluco azul y estaba sentado en el piso
de espaldas a la pared con su cabeza entre
sus piernas, como desesperanzado.
-¡Papá!… llegué…
-¡Hija por Dios!…no hice nada, no sé por
qué me tienen aquí, te lo aseguro.
-Casi me lo imagino papá, vamos… ¡abra
la puerta! ordenó y el sargento obedeció
sin intercambiar ni una palabra.
Ni bien Félix los vio asomarse, tomó de un
brazo a Manuel, se notaba su cansancio y
junto a Laura lo subieron al auto, ¡esto no
20
va a quedar así padre! te lo juro o dejo de
llamarme Laura -dijo aferrándole la mano
al pobre viejo.
-El hombre me dijo que renuncies hijita
¿vos qué querés hacer? -le preguntó
observándola con ojos de niño.
-Ganarles padre, solo eso voy a hacer y no
se meterán conmigo ni con mi familia dos
veces. Al parar el auto en la puerta de su
casa, su madre abrió la boca para decir
algo del estado de su marido pero al ver la
mirada de su hija no se animó, lo abrazo y
le ofreció sentarse y algo para comer. Con
un beso a ambos Laura se despidió. Él te
contará todo mamá no me mires así…esta
me la van a pagar esos reventados-dijo y se
fue. Cuando llegó a su departamento hizo
un par de llamados y fueron retirados de
sus cargos, el oficial de turno y el sargento
de la seccional 52. Nadie más desde aquel
momento osó meterse con su familia.
*****
21
Todos los jueves Laura visitaba al cura
Servando para saber cuáles eran las
carencias del barrio. Cargaba el auto que
tenía a su disposición con el chofer
aprovisionada de artículos no perecederos,
enlatados, huevos, frutas y verduras
frescas que le acercaban de una granja.
Útiles escolares que conseguía de las
reuniones a las cuales asistía, siempre
encontraba un gerente o socio de alguna
empresa reconocida gustoso de colaborar
para quedar en la buena memoria de la
señorita Laura.
Cuando conseguía esos favores, ella
expresaba con una gran sonrisa, esto le
sumará puntos en el cielo señor…en el
cielo por supuesto, dejando una puerta
abierta al buen entendedor. Ludmila la
ayudaba a juntar ropa durante la semana,
así se ganaba una buena propina extra de
“su Damita”, todo sirve para los que
menos tienen si está en buen estado (le
había dicho).
22
Esa tarde cuando Laura llegó a la iglesia,
Servando aún no se había levantado de
dormir la siesta, con la tormenta de la
noche anterior se la pasó casi toda la
madrugada sacando agua de la parroquia,
el techo era un tema pendiente porque el
último granizo hizo de las suyas y habría
que recaudar fondos para el arreglo.
La noche fue interminable porque se la
pasó acomodando gente de la calle en los
bancos, para darle una taza de sopa
caliente y secar el frío de los huesos.
Laura se persignó y fue acercándose al
altar observando las figuras celestiales, los
vitraux coloridos que dejaban pasar un
tinte distinto del sol, se sentó junto al
“hombrecito calvo” –así llamaba a San
Antonio- le gustaba esa escultura, su
vestidito marrón Franciscano, la mirada
limpia y sus pies descalzos. Su hermana le
había enseñado desde niña la vida de los
santos como cuentos, tratando de
transmitirle su devoción.
23
Por eso ella sabía que José de Cupertino
-que estaba a la izquierda de la entrada-
ayudaba a los aviadores y a los
estudiantes; porque él no tuvo la suficiente
memoria para estudiar, ya que era muy
distraído y por eso mismo fue expulsado
como hermano lego de los Capuchinos y lo
aceptaron los Franciscanos, era conocido
por ser el santo que volaba cuando entraba
en éxtasis. Y a la derecha estaba el
arcángel Miguel que se erigía con sus ojos
de fuego y su espada de poder en una
lucha cuerpo a cuerpo contra el mal, como
lo hacía ella en su puesto en el gobierno.
Siempre llevaba una cruz de oro en su
cuello ateo, regalo de su hermana. Allí
sentada en el silencio se puso a
reflexionar, se sentía una persona de
fe…pero su fe no tenía nombre, ni cara, ni
vestidito, su corazón sabía que si hacía las
cosas bien Dios la cuidaría y se ocuparía
de sus necesidades, así de sencillo, sin
tanto trámite ni burocracia; no le gustaba
24
la gente que vivía persignándose con su
Dios en los labios y ante el menor cruce
de pareceres con otros todo ese momento
de paz se le venía abajo.
Había nacido en una familia de pocos
recursos, eran 12 hermanas- como ya dije
al principio- cuando Laura recordaba a su
madre, siempre la veía preñada. Cuando
ella nació, su madre aún no se recuperada
de la muerte de Carlota (su tía que murió
de tifus, siempre le había tenido celos
porque la creía enamorada de su marido)
por eso al nacimiento de Laura, la partera
-doña Anuncia- le habló a su hija mayor
así.
-Mire Tesira, como su madre no está bien,
usted se hará cargo de la niña, edúquela
como si fuera su propia hija.
Tesira tenía 16 años y adoró aquel
momento porque la niña Laura era de
todas las hermanas la más blanca y la más
bonita, era realmente una muñequita por
eso en adelante la llamaría “Quita”.
25
Su padre era estibador del puerto, se
ausentaba varios meses a veces en algún
barco y la familia notaba su ausencia
cuando escaseaba la comida, las hermanas
más grandes amasaban pan y galletas que
ponían en grandes canastas y llevaban a
vender en el centro de la ciudad. Laura
conoció de frente la cara del hambre, se
miraron muchas veces a los ojos por eso ni
bien consiguió trabajo hizo todo lo posible
para que a su familia no le faltase nada.
Cuando se despertó Servando la hizo
llamar a su oficina, sacándola de sus
pensamientos.
La oficina como él la llamaba era un
cuartucho donde apenas entraba una mesa
y dos sillas de mimbre, adornada por una
cruz de madera y sobre la mesa una velita
de noche que siempre estaba encendida
ante la mirada mansa de la Virgen.
-Tengo malas noticias -dijo el cura con voz
grave.
26
-¿Qué pasó? -preguntó alarmada.
-No encontramos a Pamela, tiene apenas
13 años, viene todos los días a merendar y
a almorzar con nosotros y hace dos días
que no aparece y la madre dice que no
sabe nada…bueno, en realidad en esa
mujer no se puede confiar, desde que se
fue el padre de la niña la manda a pedir
todo el tiempo y si no le lleva plata la
golpea, la creo capaz de cualquier cosa.
-Deme la dirección de la madre, me
ocuparé personalmente padre,
despreocúpese.
Laura le entregó las cajas con la
mercadería, besó a Servando en la mejilla
y se fue. Iba subiendo al auto cuando un
niño de unos 11 años la agarró del brazo.
-Usted es la señorita Laura ¿no?
-preguntó asustado mirando para ambos
lados.
-Sí, ¿Y tú quién eres?
-Soy Agustín, amigo de Pamela, yo sé
dónde está.
27
-Y supongo que me lo dirás ¿no?
-La madre la vendió al señor Pedro.
-¿Estás seguro? ¿A Pedro el dueño del
burdel?- preguntó Laura sin salir de su
asombro.
-Si señorita, Pamela personalmente me lo
contó, mi mamá trabaja ahí.
-Bien…me ocuparé de este asunto, no
hables con nadie de esto- dijo con una
sonrisa.
Golpeó la puerta desvencijada de la casa
de Pamela y salió una mujer entonada por
el alcohol.
-¿Qué querés vos acá? -le dijo a la señorita
Laura al verla tan arreglada.
-Desearía molestarla sólo unos minutos…
¿dónde está su hija Pamela?
- ¡¡¡¡Y a vos que te importa!!!! …tómatela
-dijo con un movimiento queriendo cerrar
la puerta.
Laura puso rápidamente el pie,
trabándosela y de un empujón puso a la
mujer contra la pared, con la mano en su
28
cuello. Más te vale que te quedes quieta y
me acompañes a dar una vueltita-dijo casi
al oído de la mujer media atontada, la
metió con la ayuda de Félix en el auto y se
dirigieron al burdel.
Busquemos un teléfono público, necesito
hacer una llamada.
Llamó a dos amigos actores y les explicó
que necesitaba que actuaran de policías en
una obra, porque estaban ensayando y los
actores convocados les había fallado,
¡vengan con el uniforme! -les gritó para
asegurarse. Esperaron en el auto, sin
saber que estaba tramando la señorita
Laura. Cuando entraron al antro de luces
coloradas y vapores de licores, sexo y
humedad, debieron tomarse unos segundos
para acomodar la vista y ver en esa
oscuridad. Detrás de la señorita Laura,
Félix encaró a Pedro.
-¿Dónde está Pamela?- le preguntó
amenazador.
29
Pedro hizo un gesto con la cabeza y vieron
a la niña bailando en una tarima en ropa
interior.
-Arresten a ese hombre- le dijo Laura
imperativamente a los dos actores vestidos
de policía (creídos que ya estaban
ensayando).
-No tienen derecho -gritó Pedro- le pagué
500 morlacos a esa mujer –señalando a la
madre de Pamela- por la chica.
-Bien… dijo la señorita Laura empujando
a la madre de Pamela hacia la tarima
(donde continuaba impávida la púber).
Tú te quedas a trabajar acá hasta que le
devuelvas la plata al señor Pedro, y
Pamela se viene conmigo.
Mañana te enviaré un oficial para que
firmes los papeles y cedas la tutela, tú la
vendiste, así que no tienes más hija -dijo
con vos clara para que todos la oigan.
- Y tú… (Dirigiéndose a Pedro). No
terminó de hablarle que el hombre cayó
redondo, desmayado.
30
¡Cárguenlo en el auto!- pidió Laura.
Escribió sobre el mostrador una
advertencia en un papel con letra de
imprenta y se la puso en el bolsillo del
pantalón a Pedro.
Cuando subió el cura al campanario para
convocar a los mítines, no tenía idea que
hacía Pedro colgado de la campana por los
talones boca abajo, llamó al monaguillo
para que lo ayude a descolgarlo y le
preguntó quién le había hecho eso.
Pensativo primero y dubitativo
después…Pedro contestó: -Es un ajuste de
cuentas curita, gracias a Dios no es más
que eso y no volverá a suceder, te
agradezco me hayas bajado,
tambaleándose e irrigando un poco el
cerebro, se acomodó la ropa y se volvió a
su burdel.
***
Estaba inmersa en la bañera con sales de
jazmines, la velita encendida relajándose
31
del ajetreado día y recordando el episodio
con Raúl. Ese muchacho de 25 años que
soñaba despierto en conquistar su corazón,
trabajaba para el coronel Capacho y
siempre buscada la manera de ayudarla,
aunque era secretario de la oposición.
Ella volvía de la embajada por una
callejuela empedrada disfrutando de la
noche llena de estrellas y de una luna de
leyenda, cuando tuvo la sensación de que
alguien la seguía y no se equivocó; al girar
en la esquina se metió en un zaguán y
tanteó el gas pimienta de la cartera con la
mano izquierda, vio como un muchacho
con paso apresurado daba la vuelta y
miraba hacia ambos lados buscándola, ella
se abalanzó rápidamente como un gato
sobre él, quedando acorralado contra la
pared, con la mano derecha apretó sus
testículos y con la mano izquierda apuntó
el aerosol hacia sus ojos.
32
-Si no me decís por qué me estas
siguiendo, te capo o te dejo ciego, elegí
-susurro al oído del joven con autoridad.
–Ayyy, soy yo señorita Laura…Raúl. ¿Se
acuerda de mí? -dijo con un hilo de voz.
-Como no me voy a acordar, si te veo casi
todos los días, pelandrún ¿Por qué me
estás siguiendo?
-Debo contarle algo gravísimo señorita.
-Puajjj…dijo Laura soltándolo y
mirándose la mano con que presionó sus
partes -sacudiéndola con asco- guardó el
gas nuevamente en la cartera, ¿te hice
daño?
-Un poquito pero tenía que correr mis
riesgos, usted sí que está preparada para
todo-contestó el muchacho masajeándose
allí. Raúl le contó lo que estaba planeando
Capacho porque no quería ser testigo de
un asesinato, le repitió palabra por
palabra, lo que había escuchado (en un
descuido del coronel), cuando cerraba el
trato por teléfono.
33
El coronel Capacho y el general V. se
habían graduado en la misma universidad,
salían a divertirse juntos sumándose Ofelia
–una compañera- carismática,
encantadora y sensual, que le partió el
corazón el día que le declaró su amor y
ella le contestó que había aceptado el
compromiso con el general V. esa misma
mañana. En la carrera diplomática lo
ascendían, lo invitaban a las fiestas y a él
nada, por eso lo odiaba con toda su alma.
Capacho estaba enfermo de rencor y de
envidia por eso y por lo que vendría,
quería terminar de una vez con su enemigo
acérrimo.
Había contratado a un francotirador
profesional pagando una gran suma de
dinero para no revelarle quien era…y para
que en la reunión inaugural dispare sobre
el primer orador, eso sucedería a las 11
horas am. al día siguiente.
Laura estaba ultimando los preparativos
de la ceremonia inaugural para la
34
apertura del 9º Hospital en especialidades
médicas, el primer orador sería el General
V. responsable del evento y luego diría
unas palabras el coronel Capacho
apoyando sus ideas –según el protocolo-.
Por eso metida en el agua de jazmines,
meditaba como resolver aquella
encrucijada “sin mover mucho las
aguas”…se decía si Dios me lo hizo saber,
también debe estar en mí la respuesta,
cerró los ojos, respiró profundo y se relajó,
al salir del baño, llamó al general V.
-Hola, soy la señorita Laura, llamo porque
se ha postergado un poquito la ceremonia,
de mañana, así que puede llegar a las
11,40 horas a.m., que descanse.
–Gracias Laura llegaré puntual-dijo con
vos pausada y cortó.
Era una fiesta para la retina la
inauguración la gente apoyando al partido
Violeta llegaba con una prenda haciendo
énfasis en los colores, ya que estaban
35
prohibidas las banderas de partidos
políticos, las mujeres vestían polleras,
vestidos, cinturones, carteras y zapatos
combinados, los hombres calcetines, el
pañuelo que asomaba en el traje haciendo
juego con la corbata en lila o color violeta.
A las 10 y 50 horas a.m., Laura que
llevaba un vestido de pana violeta que
acentuaba sus curvas y la hacían ver bien
sexy subió al estrado preparado para la
ocasión y vio al coronel Capacho sentado
en primera fila muy divertido con otros
colegas, observándola con malicia.
Tomó el micrófono y dijo: -Uno, dos,
tres…probando ¿me escuchan bien?
-Sí, dijeron varios
Y la voz de Capacho retumbó
desaforadamente.
-Se escucha perfectamente señorita-dijo
sarcásticamente.
-Que bien, cuanto me alegra oír eso
coronel Capacho porque venía a solicitarle
que sea usted el primer orador, ya que el
36
general está retrasado…sabe Dios porque,
y la ceremonia debe comenzar. Laura
comenzó a aplaudir mientras bajaba los
tres escalones para dejar paso al Coronel,
y todos la siguieron con algarabía. Menos
Capacho que pasmado y aturdido, caminó
hacia el estrado, mirando a la señorita
Laura con los ojos rojos desorbitados, no
había excusas, ni súplica, ni
remordimiento en ellos.
Situado frente al micrófono, miró el
edificio de enfrente, buscando al
francotirador y recordó su orden
tristemente “Dispara al primer orador a
las 11 horas a.m.” Capacho no oyó el
disparo… y cayó.
La notica en el diario al día siguiente decía
que fue víctima del partido contrario, sin
saber que él fue su propio opositor y como
pocos lo querían, en poco tiempo fue
olvidado.
*******
37
Cuando la llamó el Dr. Osvaldo Arizu a su
despacho, Laura recordó el día que
conoció a Domingo. El cura Servando se
lo presentó diciendo que era un hombre
que había sido “canillita” -vendedor de
diarios- toda su vida y con el sudor de sus
piernas (porque a todos lados iba
caminando), había ahorrado lo suficiente
para pagar a cualquiera para que lo cuide.
-A mí me gustaría que usted, que conoce
tanta gente pueda conseguir a alguien de
confianza y buen trato para mi amigo.
Porque él no se da cuenta que está
perdiendo la memoria está más
empecinado que caballo viejo, le había
dicho a la señorita Laura.
-Está bien don Servando, yo me ocuparé
-dijo ella- anotando la dirección de
Domingo. Es un placer conocerlo, agregó
saludando al anciano, prometiéndole
pasar al otro día por su casa.
Así fue que Laura y Domingo entablaron
una amistad enorme, aunque por la edad
38
podría haber sido su propio abuelo. Iba
muchas tardes al salir del trabajo para ver
si necesitaba algo, haciéndole algunas
compras porque sabía que a él le
encantaban las frutas. Domingo era un
hombre acostumbrado a la soledad, que
nunca se había casado porque pensaba
que un día iba a volver a su nostálgica
Italia y allí se casaría con la novia de su
infancia (así se lo había prometido).
El tiempo sin proponérselo había sido
impiadoso con él, ya tenía 78 años y no fue
un impedimento el dinero lo que hizo que
no viajara, sino el amor por sus
propiedades, las gallinas, los conejos y el
ancla invisible que lo ataba a sus amigos y
a su libertad, porque siempre y desde hacía
una eternidad de años se reunían en el
viejo billar a pasar las noches solitarias.
Domingo tenía una gracia en sus decires y
una picardía que le permitía ser
espontáneo ante cualquier situación, tanto
fue así que le había contado a la señorita
39
Laura el día que su vecina lo denunció,
porque el gallo cantaba todas las mañanas
y las gallinas alborotaban todo el día.
La casa de don Domingo era cómoda y
amplia, vivía en una austeridad que se
imponía para poder caminar por el
comedor con las gallinas, había un
dormitorio que constaba de un catre una
mesita de luz, donde brillaba con luz
propia el Sagrado Corazón de Jesús y un
ropero de dos puertas.
La cocina era tan grande e iluminada
como el comedor y constaba de una
mesada de punta a punta de costoso
mármol, allí estaba la mesa donde
comía…también, en compañía de sus siete
gallináceos. Porque todas las mañanas las
gallinas picoteaban la celosía de hierro
para despertar al viejo, que con gran
alegría las recibía como si recibiera a su
propia familia. Una escalera en el comedor
llevaba al gran patio donde habitaban las
40
plumíferas porque no había un gallinero
limitante, ellas se paseaban por donde les
daba la verdadera gana. Una inmensa
higuera era la diversión del anciano, que
juntaba higos para los vecinos preparaba
dulces y se los comía con el placer de un
niño.
Como dije antes, la vecina lindante lo
denunció (siempre hay una jodida) y la
otra vecina que lo adoraba le avisó que
vendrían inspectores porque estaba
prohibido en la capital tener gallineros.
Y vinieron los inspectores –dos- ni bien
tocaron el timbre como el no recibía visitas
y Laura tenía la llave, Domingo guió a las
gallinas y las encerró en el ropero. Y los
recibió con una gran sonrisa, los hizo
pasar mientras le cantaba “La Donna e
Mobile” en italiano (como le cantaba su
madre cuando estaba contenta) se paseaba
con ellos por toda la casa con su mate en
la mano y el termo debajo del brazo.
41
-Pero aquí no hay ningún gallinero-dijo
uno observando el patio-aunque se ve que
está sucio allí abajo.
-Ah sí, había pero hace un tiempito se
llevaron las gallinas y aún no tuve tiempo
de limpiar-dijo el viejo pícaro.
-Usted sabe que está prohibido ¿no?
-Por supuesto, cómo no voy a saber-le dijo
sonriendo- estamos en la capital ¿no?
Ambos inspectores se fueron satisfechos y
confundidos por la denuncia. Ni bien se
fueron Domingo abrió el ropero y salieron
las siete gallinas y el gallo viejo, que él
contento acompañó hasta abajo y seguía
cantando.
A Laura se le dibujó una sonrisa cuando
recordó el episodio frente al Dr. Osvaldo
Arizu, que la había citado para leerle el
testamento de don Domingo- que había
fallecido la semana anterior-. El Dr. abrió
el sobre y comenzó a leer. Yo, don
Domingo D´elacua, italiano, que acredito
identidad con libreta de enrolamiento nro.
42
tal...y siendo habitante de la localidad de
Capricornio declaro que poseo los
siguientes bienes: a) Una casa-habitación,
donde resido, con los pocos muebles que la
adornan. b) Una casa en la que resido en
mis vacaciones, ubicada en la ciudad de
Córdoba en el valle de Calamuchita,
Argentina, calle…c) Una colección de
monedas antiguas de Europa de oro, que
están guardadas en la caja de seguridad
del banco Nicolson, sucursal villa Venus
que lleva el número . . .cuyas llaves se
encuentra en poder de mi abogado.
Declaro que no poseo hijos y mi deseo es
dejar mis posesiones a mi heredera
universal la señorita Laura Ruis.
Laura no esperaba ese gesto de su amigo,
pero agradeció de corazón al abogado,
tomó las escrituras de las propiedades con
sus respectivas llaves y le explicó al letrado
que la casa de Mingo se la cedía a sus
padres y la propiedad de la provincia de
Córdoba la pusiera a nombre de Ludmila
43
que tenía familia por esos pagos y la
disfrutaría más que ella y se retiró
amablemente del despacho…Que Dios te
tenga muy cerquita Minguito hasta que
nos volvamos a encontrar, se persigno y
besando la cruz de su cuello, se fue
caminando hasta la iglesia, allí le donó a
Servando las monedas de oro dándole la
llave de la caja de seguridad del banco que
le entregara el abogado.
-Para arreglar el techo curita-agregó- y le
guiñó un ojo, Servando no podía cerrar la
boca del asombro.
Laura cumplía sus 21 años, se sentía
fantástica, con ganas de enamorarse
aunque no precisamente de tener hijos, su
cerebro en algún rincón tenía la certeza
que no quería repetir la historia de su
madre de engendrar por engendrar y que
los hijos se arreglen como puedan. Gozaba
del poder en sus manos de realizar lo que
quisiera, se sentía dichosa al haber cedido
44
las propiedades en lugares que ni sabía
que existían. En su acostumbrado baño de
inmersión de jazmines y una velita
reflexionó su presente…debía decidir qué
camino emprender y soltar los apegos de
sus seres queridos para que no le pase lo
que le ocurrió a Domingo que nunca más
pudo volver a su país, ella necesitaba salir
de su amado Capricornio…allí todos la
conocían y le temían, cerró los ojos y sintió
su voz interior.
****
Cuando golpeó la puerta de la oficina del
general V., este se sorprendió
-Adelante, ¿pasó algo Laura?
-Pues sí, he decidido en mi mayoría de
edad viajar para otros rumbos, deseo
estrenar nuevas alas-dijo sonriente.
-Creo que su intuición está siempre fresca,
es el mejor momento ya que Capricornio se
ha vuelto denso, y no puedo darle la
seguridad ni la libertad que tenía, es una
45
afortunada decisión.
-¿Y qué hará usted general?
-Supongo que algo parecido, pero lejos
suyo, para no comprometerla-sonrió- en
unos meses me jubilo y mi familia está
dispuesta a seguirme.
-Le deseo lo mejor señor, he aprendido
mucho a su lado y voy a extrañar la
seguridad de este nido…pero tengo ganas
de conocer el otro lado del universo- y le
guiñó un ojo.
-Que sea feliz Quita-le dijo en tono de
padre-se lo merece por su carácter siempre
dispuesta a ayudar y una entereza a toda
prueba. El general le estrechó la mano
derecha mientras con la izquierda le
palpaba el hombro amistosamente,
regalándole una gran sonrisa, en la que le
demostraba toda su gratitud, se acercó al
escritorio de caoba y giró la llavecita,
abriendo el primer cajón le entregó un
sobre con una abultada cantidad de
billetes.
46
–Ohhh gracias, no lo esperaba-dijo ella-y
dándole un beso en la mejilla rapidito, que
lo sorprendió, se fue.
Llegando al estacionamiento, le dijo a su
chofer: -Vamos, que este será tu último
viaje, y mientras iban rumbo a su
departamento le contó a Félix las nuevas
decisiones, al bajar del automóvil, se
despidieron con un largo abrazo.
- Te extrañaré amigo- le confesó- gracias
por todo. En la terminal se tomó un micro
para dirigirse a la casa de su familia, les
confesó a Tesira y a su madre que saldría
de viaje y que no sabía por cuanto tiempo
pero que se mantendría en contacto,
Juana-su madre- preocupada no dejaba de
hacerle preguntas. ¿Por qué tan de
repente? ¿Si corría peligro?, ¿era
necesario que se aleje?...y más.
Un llamado imprevisto a la puerta las
interrumpió y sobresaltó, Laura agarró el
palo de amasar de la cocina y lo colocó
detrás de ella, miró por la mirilla.
47
Un hombre apuesto de mirada curiosa
esperaba que lo atendieran.
-¿Esperan a alguien?-les preguntó
-No, ¿quién es?
-Qué se yo
-Pregúntale hija
-¿Quién es? -gritó observando la
mirilla…gustosa de lo que veía.
-Me llamo Adan me envió Félix, me dijo
que pregunte por la señorita Laura.
Ella abrió la puerta y ambos se quedaron
observándose, un halo de energía los
conectó en silencio.
-Hola, soy Laura ¿qué necesitas?-le
preguntó con una sensualidad que ella
misma desconocía.
-Estoy de paso, vine a dar unas clases de
manejo de unas máquinas y vuelvo a
Buenos Aires. Félix, que es un amigo de la
infancia me dijo que su ex jefa iba a viajar
y no sabía adónde, como voy en automóvil,
pensó que por ahí quisieras que te lleve a
algún sitio…soy de confianza-dijo-con una
48
sonrisa que conquistaba a la misma
muerte.
-¿Le gustaría tomar algo fresco señor
Adan?-dijo la madre que escudriñaba
detrás del hombro de su hija.
-Si no es molestia, se lo agradecería
señora.
-Pase, pase…póngase cómodo y le sirvo
algo- le dijo Juana amablemente viendo
un brillo nuevo en los ojos de su hija.
Una conversación que se extendió con
jugos de por medio, sirvió para que se
empezaran a conocer, era innegable que se
gustaban y que su madre no desaprobaba
el encuentro y Tesira tampoco.
-Bueno…si querés vamos yendo a ese
dichoso viaje a nuevas tierras-dijo Laura
tratando de ocultar su alegría. Se
abrazaron con su madre un rato largo,
dejándole una pequeña esquela a su padre
que seguía de viaje en esos barcos que lo
hacían feliz además de ganar dinero.
Tesira se quitó la medalla que llevaba en
49
su cuello, la besó -es la virgen de la
sonrisa- para que te acompañe, mi ´ja…la
abrazó fuerte con el corazón oprimido y la
promesa de volver, se despidieron.
Fue un viaje no solo interesante por los
caminos repletos de naturaleza, las
ciudades llenas de colores indígenas,
páramos de cabras donde la temperatura
era más baja, caminos culebreros del
carretero viejo y empedrado donde caían
las orquídeas y vestían un camino
alfombrándolo.
Árboles y árboles de bananos, pararon en
el camino en una carretilla al paso, limpia
y llena de aromas a pescados fritos
imposible no desear un plato de cangrejos
y maduro con queso, de postre rosquitas
con miel de caña. Comieron, conversaron,
se conocieron y él le confió que estaba
divorciado y tenía dos hijos que vivían en
Buenos Aires, sus padres también se
habían separado cuando Adan tenía 11
50
años y su madre desde entonces se había
dedicado a continuar con el oficio de su
propia madre, trabajando en su casa y así
poder cuidar mejor de él. El comedor
siempre estaba lleno de gente a medio
vestir, maniquíes y mostacillas ya que
realizaba vestidos de novia y trajecitos
para madrinas. Su padre era un bohemio
que no lograba quedarse con ninguna
mujer por mucho tiempo, es un mal de
familia-dijo- he heredado las alas de mi
padre.
-Laura lo miró curiosa, has heredado la
creencia-dijo ella sin saber porque lo
sentía así (sin presentir que ella misma
había atraído a ese hombre que sería tan
ausente como Manuel, su propio padre).
Al bordear el camino junto al agua que era
la confluencia de dos ríos ella le preguntó
si podrían ir a refrescarse allí donde se
formaba un delta no correntoso.
-Ya mismo -dijo él divertido- aparcando el
auto al costado de la muralla de piedra.
51
Bajaron de la mano unos escalones
empinados, él la apretaba fuerte y ella se
dejaba llevar por esa calidez y la química
que la atraía como abeja a la flor. Laura
se quitó las sandalias y levantándose el
vestido con la sensualidad de un felino
corrió hacia esa agua clara y tibia, Adan
se arremangó los pantalones y sacándose
la camisa la siguió riendo ambos como
niños se empaparon, ella le tiraba agua
con las manos provocándolo y él la corrió
hasta alcanzarla y la arrojó en la arena
tentados, se miraron encendidos se
atrajeron, se besaron como si fuera la
última vez, sus lenguas se encontraron
deseosas, se descubrieron humedecidas, él
puso la mano en su muslo fresco y ella
dejó escapar un suspiro que hasta las
piedras temblaron.
-Te deseo, quisiera hacerte el amor, ¿eres
virgen?-dijo él con el galope del corazón
en su pecho.
52
-Umm suena tentador…ni santa, ni virgen,
que se cumpla tu deseo -dijo ella apoyando
la lengua en la comisura izquierda de su
labio y sonriendo.
Se levantaron sacudiéndose la arena y
fueron a buscar sus cosas al auto,
cruzaron la avenida hacia la hilera de
hoteles, uno más lindo que otro Adan pidió
una habitación y la observó con ojos de
niño travieso…ella le regalo una sonrisa
insinuante. Cuatro días y sus noches
fueron de extremo placer, solo se
alimentaron de contundente sexo y los
desayunos abundantes que le enviaban a
la habitación…al quinto día al pagar la
cuenta el gerente observaba las ojeras de
ambos y la delgadez con una semi sonrisa
a lo que Laura ocurrente le obsequió
- somos recién casados-.
-Felicitaciones señora, señor -dijo el
hombre creyéndose las palabras.
Y ambos salieron muertos de risa por la
picardía.
53
Sin certeza de que esa sería una
premonición, porque no se separaron más
desde aquel día; se casaron a los ocho
meses de haberse conocido Adan Equis y
Laura Ruis con una atracción sexual
insuperable en ningún libro de records.
¿Y el amor?...hubiese sido necesario para
cuando la pasión durante el embarazo
disminuyó y Adan comenzó a aletear sus
alas congénitas, llegando tarde, perfumado
hasta su sombra, con las excusas pálidas
colgadas en sus labios por no poder
acompañarla en los estudios ginecológicos
de rutina que lo aburrían hasta el
hartazgo. Comenzó a viajar más seguido
diciendo que estaba instruyendo en la
fraternidad y era importante que así lo
hiciera (solo lo era para él). Ya que era
masón-venerable maestro- y se lo había
contado a ella al poco tiempo de conocerla.
Su padre lo había iniciado, era casi un don
de familia entre los hombres para
54
aprender a perfeccionarse a sí mismos, la
logia no es una secta- le había explicado-
se requieren dos requisitos: creer en un
Ser Supremo y en la inmortalidad del
alma.
En esas ausencias fue cuando Laura
guardó la alegría, también los sueños,
apoderándose de ella una tristeza nueva, se
mordió los celos y la rabia transmitiéndole
esas emociones a la niña que llevaba en
sus entrañas, rogando cada noche a las
estrellas que fuera un varón, creyendo que
eso cambiaría algo para ellos. Y sin
quererlo afirmaba la masculinidad en el
inconsciente de su hija.
55
Parte dos
Mi nombre es Natalia mi madre eligió ese
nombre porque la obstetra se llamaba así
y fue quien le dio confianza en todo el
embarazo. Tengo un recuerdo que viene a
mi mente -tengo 5 años-alguien me
preguntó que querría ser cuando sea
grande…-Quiero ser como mi mamá
-contesté con la certeza que tienen los
niños en los ojos y en el corazón.
Porque la veía elegante, muy bonita, olía a
perfume dulce (las madres siempre huelen
bien) se paseaba oronda del brazo de mi
padre…él era un hombre apuesto de
cabello negro, nariz aguileña y ojos
perspicaces, solo recuerdo lejanamente su
sonrisa siempre nueva.
Mi madre era su segundo matrimonio. Sé
que tengo otros hermanos cuando ella le
56
recrimina en voz más alta, y le dice con los
ojos vidriosos que se preocupa más por su
pasado que por nosotras que somos su
presente y que cada vez que va a ver a sus
hijos, sabe bien que se revuelca con su
ex…no comprendo lo que es revolcarse
pero suena divertido.
Mi papá trabaja en una oficina donde
gana bastante dinero porque tiene un
cargo importante y aunque su sueldo es
bueno no alcanza para vivir holgadamente
porque ayuda a su otra familia y viaja, no
sé si es por trabajo o por la hermandad (así
le dice mi madre a sus ausencias).
Por eso alquilamos una habitación en una
casa recontra antigua en la Avenida 9 de
Julio, tiene una escalera larguísima que
debemos subir hasta el segundo piso, allí
hay un pasillo extenso con once
habitaciones de techos altos, hay dos
cocinas en el fondo para compartir por
turnos porque por lo angostas que son
solo entran dos personas por vez y dos
57
baños…ayyy los baños me dan pavor
porque solo hay un agujero donde se
apoyan los pies separados y hay que
acuclillarse, a mí me sostienen, y sea quien
sea quien el que me acompañe me aferro a
sus brazos como un abrojo, me da miedo
imaginarme caer adentro porque el
agujero es muy grande para mi cuerpo
pequeño. Y ni hablar del pasillo a la
noche, que aunque mi madre con
habilidad tejió unas cortinas en crochet y
cierra la puerta con llave, se ven pasar las
sombras de los otros inquilinos a través de
los vidrios, no sé si es mejor o peor ver solo
las sombras. La cama es grande por eso
dormimos los tres juntos, a veces mi padre
se hamaca con mi mamá y me duermo más
rápido si no cantan o algo parecido.
Cuando mi papá se va a trabajar y mi
mamá conversa con la señora Thelma
-la dueña de la casa- la oigo llorar
mientras juego con mi muñeca, es como si
58
hablara otro idioma cuando mi padre no
está, me siento triste por su malestar y
porque dice que es un mujeriego que
nunca va a cambiar (parece que vino así
de fábrica). Por lo menos eso entendí en
medio de su llanto y tiene razón cuando
dice que mira a todas y que su sonrisa es
más sonrisa cuando es para otra…eso yo
lo vi y esto otro me lo contaron.
Yo tenía cuatro meses de vida cuando
Loredana–otra inquilina- comenzó con las
contracciones de parto, Thelma nos avisó
porque mi padre tenía el auto y fue él
quien corrió a asistirla hasta el hospital
(porque marido no tenía, por eso y por
otras cosas la llamaban la prostituta
aunque en la casa no atendía, y ella no
negaba que se dedicaba al oficio más
antiguo). Mi madre a pesar de las
habladurías muchas veces por solidaridad
le cuidaba al bebé para que vaya a hacer
los mandados y no tenga que subir con
59
todo el peso y la criatura los dos pisos por
la escalera, nunca conversaron demasiado
porque no había tiempo ni necesidad,
sobraban pañales para lavar y había que
consolar el llanto chiquito o preparar
alguna mamadera, si Loredana se iba a
duchar le pedía a mi madre si no le miraba
a su hija -Marión- y así se
complementaban de día como buenas
vecinas.
Cuando vino la gente del censo-y aquí sigo
recordando- preguntó cuántos éramos por
familia los que vivíamos en cada
habitación, a la dueña se le iluminó la
cara con una sonrisa cómplice que le
regaló a mi madre presintiendo que si
llevaba lejos a su marido de las otras
inquilinas salvaría el matrimonio,
sobretodo de Loredana que cada dos por
tres los había encontrado en algún rincón
de la escalera demasiado cerca entre
murmullos y las manos sospechosas.
60
Thelma nunca se animó a revelar sus
pensamientos en voz alta.
El señor que vino de la municipalidad y
escribía en unos papeles enormes, dijo que
demolerían ese y otros edificios porque se
iba a construir una autopista, por eso nos
llegaría la citación para presentarnos a
buscar la llave del departamento que nos
entregarían a pagar mensualmente en 30
años.
El día que fuimos a la municipalidad con
la señora Thelma y mi madre, como
siempre mi padre no estaba,
lamentablemente se perdía los mejores
eventos relacionados con nuestras vidas.
El lugar estaba atestado de gente y lleno de
chicos, todos llevábamos un ramito de
esperanza en esa llave que abriría un
nuevo hogar, los ventanales eran altos y
daban a la calle, estaban abiertos de par en
par porque era el mes de noviembre y la
humedad y el calor eran insoportables, la
entrega del llavero con los datos de la
61
ubicación de la propiedad duró varias
horas. Estábamos todos sudorosos e
inquietos sobre todo los chicos, de repente
entró un humo espantoso, nos comenzaron
a arder los ojos y un olor horrible nos
invadió, empezamos todos a correr
escaleras abajo como ratas cuando se
hunde un barco, la gente se llevaba por
delante a los que menos podían acelerar
las pisadas, los gritos de desesperación de
quienes no encontraban a sus hijos que en
el embrollo salieron corriendo para
cualquier lado y entre la multitud se
perdieron fue un verdadero pánico.
Mi madre se sacó la camisa quedándose en
soutien y me tapó la cara con ella, nos dijo
a Thelma y a mí: -Vamos para el baño que
está al final del pasillo. Los ojos nos
ardían, llorábamos sin querer como si
peláramos miles de cebollas, mi mamá que
sabía de emergencias como esas porque le
habían enseñado cuando trabajó en el
62
gobierno antes de conocer a mi padre,
mojó la camisa y la hizo trizas, nos dio un
pedazo a cada una para ponerla en los ojos
humedeciéndolos y con un cartón que
había en un tacho de basura nos
abanicábamos y eso nos devolvió la
conciencia.
Un hombre alto con la mirada del color del
cielo, sin un solo pelo pero muy amable, la
vio a mi madre semi desnuda, se quitó el
saco y se lo ofreció. Ella con tantos nervios
ni se había dado cuenta que algunos
hombres corrían y sin disimulo le
observaban sus pechos inmensos.
-Gracias caballero- le dijo- poniéndoselo y
extendiéndole un pedazo de tela que
sobraba aún mojado de su camisa.
-Gracias a usted señora que con el
espectáculo que estaba viendo olvidé como
me lloraban los ojos, mi nombre es Millán
-dijo con una voz que arrastraba las
palabras, extendiéndole la mano
cortésmente.
63
-Soy Laura, ella es Natalia mi hija y
Thelma una amiga ¿usted es de aquí?
¿Tiene un tono extranjero?-dijo aun
sonriendo.
-No se me quita el gallego Laura, ¿las
puedo tutear?, hace años que vine de
España y aún hablo igual que en mi tierra,
y si no las incomoda puedo llevarlas fuera
de aquí, conozco este lugar como la palma
de mi mano, he sido gerente de limpieza y
luego empleado-dijo con una sonrisa que
hizo reír a mi madre y a Thelma, porque
yo no entendí el chiste.
Así fue que nos enteramos que habían
tirado gases lacrimógenos por la ventana,
un grupo que estaba en contra del
gobierno y de la entrega de los
departamentos, solo la política podía
armar semejante desparramo y alboroto.
Gracias al señor desprendido del saco
llegamos a la casa antigua sanas y salvas y
mi mamá ganó un amigo sin saber que la
64
vida le estaba tendiendo una mano o más
bien las dos, eso pasaba con mi madre, los
hombres reparaban en ella como se
observa una flor…lástima que mi padre
teniendo el jardín en casa siempre deseaba
otra flora.
El señor Millán al retirarse le extendió
una tarjeta a mi madre y le dijo: -Estoy a
su disposición si alguna vez desea un café,
una charla, un amigo o un préstamo, estoy
trabajando ahora en un banco y me dan
esa facilidad, no dude en llamarme, de
verdad se lo digo Laura, fue un gran gusto
conocerlas-dijo saludándonos a las tres.
-Muchas gracias Millán, lo tendré en
cuenta se lo aseguro y le ofreció un abrazo
para sellar ese compromiso etéreo.
*******
El departamento que nos dieron era
bellísimo, constaba de un comedor y dos
dormitorios luminosos, una cocina y un
65
baño al fin con inodoro, fue una pena que
al poco tiempo de amueblarlo mi padre
comenzó con sus andadas, era típico de su
Eros seducir a cuanta mujer
correspondiera su mirada de halcón. Y el
barrio era un regio bálsamo de mujeres
contenedoras y para peor todo se sabía en
un santiamén o casi todo.
Las dos noches que no volvió a dormir fue
la decisiva para que mi madre termine de
despertar, ese día fue inolvidable para ella
y para mí porque nos cambiaría la vida
180 grados, grados más, grados menos, la
vi llorar a mares tipo tsunami, maldijo a
tanta gente que yo no conocía, aprendí
insultos nuevos, rompió las fotografías y
solo quedaron algunas donde estábamos
nosotras, se tomó toda la botella de licor de
mi padre mientras ponía su ropa en una
maleta de las que usaba para viajar. Fue
tirando allí la mitad de las cosas que tenía
en el placard, la otra mitad las tiró por la
ventana, al amanecer llamó al cerrajero e
66
hizo cambiar la cerradura y antes de
cerrar la puerta puso todos los bártulos de
mi papá en el pasillo, menos la pipa que él
adoraba porque representaba el trofeo de
guerra.
En un momento, que respiró y bajó de su
locura me miró y me dijo -¡¿Y vos por qué
lloras?! Con una dureza que me heló la
sangre.
-No sé… porque te veo llorar a vos -dije
moqueando y tartamudeando. ¿Y mi papá?
-Ese turro se va -dijo-¡y cállate! Que ya
tengo suficiente y con mis lágrimas
alcanza y sobra, ¿o querés una paliza y así
lloras con motivos?
-No quiero motivos-dije-y abrí bien los ojos
para que vea la voluntad que ponía y
apreté los labios, me puse seria como
quien no quiera la cosa y ni una lágrima
dejé escapar aunque me dolía la garganta
por contener las palabras.
67
Sin que me viera agarré de las fotografías
rotas la cara del turro o sea de mi padre y
la escondí entre la ropa de mi muñeca.
No sé en qué momento se llevó sus cosas
del palier o si alguien le avisó, solo
recuerdo que ni intentó despedirse de mí,
seguramente no era una buena idea
porque conociendo el carácter de mi
madre tenía que haber sido muy
arriesgado y él no lo era, todo lo contrario
su actitud seguía siendo un impulso
genético.
Así había actuado su padre y el padre de
su padre y así sucesivamente, era como un
llamado indio de la sangre que ninguno de
ellos pudo con conciencia apaciguar.
Todos los de su familia actuaban con ese
egocentrismo y el instinto hormonal que
llevaban entre las piernas, si algo positivo
heredé de ellos fue el desapego a las
personas y a las cosas materiales, ya que
mi padre siempre decía que la vida había
68
que transitarla con poco equipaje mental y
físico que esa era la gran fórmula del
equilibrio emocional y espiritual…y con
esa fórmula se fue andando otros caminos.
Años después…
Natalia llevaba el cabello castaño bien
corto, sus ojos marrones a veces eran tan
claros que se tornaban casi amarillos
como un canario, sus pecosos pómulos y
su nariz respingada le daban un aire de
princesa, vestía pantalones cómodos,
remeras holgadas y zapatillas de marca
“flecha” que ella misma pintaba con
marcadores en los recreos del colegio,
cuando no estaba entrenando con la pelota
o cabeceando contra la pared como le
habían enseñado los chicos del barrio,
cuando llegó a él tenía casi 6 años.
Un barrio bastante barullero pero con un
gran ingenio, porque estaba lleno de
chiquilines de todos los colores y edades,
69
sumándose muchas veces los que llegaban
para jugar de las villas miserias que había
a los costados – tres en total – se buscaban
juegos económicos y multitudinarios, como
el poli ladrón, manchas, cachurra, 25 y un
quemado, la escondida y valía todo el
barrio para esconderse (menos los
estacionamientos), la payana, la rayuela,
los naipes los días de lluvia y más. Lo que
tenía de bullicioso lo tenía también de
verde, cuantas plantas llenas de flores
convocando como en un ritual a las
mariposas, el pasto de intenso y variados
aceitunados, con aspersores en todo el
verano que invitaban a mojarnos al aire
libre y a jugar en el deleite de ser niños y
la envidia de los adultos que no podían
bañarse como nosotros, los días de lluvia
saltaban pequeños sapitos que inspiraban
canciones con sus soles sostenidos.
El barrio -como lo llamábamos- constaba
de catorce edificios en block y se dividían
en tres columnas, que se parecían más a
70
unos palomares que a viviendas, tanto que
si estornudaba el vecino de al lado se podía
amablemente decir ¡salud!...como lo hacía
la gente de buenas costumbres. O si una
madre gritaba ¡acomoda tu pieza!, todos
salíamos a acomodar sin saber la madre de
quién lo había gritado, pero por las dudas.
Esa niña que desde los diez años
aparentaba ser un varón jugaba en el
equipo de futbol femenino siendo la
mejor delantera, mareaba con una
habilidad y rapidez que dejaba
boquiabiertos a sus contrincantes.
Participó en los campeonatos “Evita”
ganando dos medallas en la categoría de
atletismo y fue el orgullo para su colegio
junto a otras dos compañeras.
Bajaba a la tardecita cuando su madre
salía a veces con el señor Millán, el destino
los había cruzado en una urgencia el día
de los gases lacrimógenos y Laura que
siempre tomaba al toro por las astas, ni
bien terminó de secarse las lágrimas
71
vertidas por Adan y diligente como era,
buscó la tarjeta y llamó al número sin
preámbulos, ella siempre fue directa y
práctica, le dijo que necesitaba un
préstamo para montar el negocio de una
peluquería.
-¿Usted es peluquera?-le preguntó del otro
lado del auricular el señor Millán.
-No, pero cualquier mujer sabe lo que
necesita otra mujer, yo tengo los contactos
y con plata consigo la mejor peluquera.
Por eso Nati en los atardeceres, cuando
estaba sola, se quedaba en un hueco del
edificio (allí había dos puertas donde
estaban los medidores de gas y algunos
guardaban sus bicicletas) era el lugar
soñado al resguardo de los ojos chismosos
de las vecinas, el momento sublime de
regocijo cuando en verano miles de
luciérnagas hacían de día la noche y se
podía oír la inmensidad de los grillos y
trataba de adivinar los dibujos de las
72
estrellas, ella no sabía leerlas pero intuía
que había bajado de alguna de esas y que
en algún lugar del mundo la vida era
suave y no como la de ella. Esa paz en
aquel rincón la conectaba con otro mundo,
con otro cielo, se olvidaba de sus
carencias, aliviándose en la soledad, ella
creía que su cuerpo no tenía iniciativa
propia pero que trataba de mostrarle lo
que ocurría en su interior.
Había oído que la medicina China
explicaba que las emociones se asentaban
en el cuerpo desequilibrándolo, eso le
hacía eco en algún lugar del cerebro, no
podía haber tanto chino equivocado y ella
estaba siempre anémica por la
desvalorización que sufría, cuando su
progenitora bebía y le echaba la culpa de
haber nacido -se había hecho costumbre
oírla- los gritos y los golpes de su madre
que seguía avasallando con su carácter
autoritario, volcando en ella todos las
broncas de su vida.
73
Internamente Nati sentía que no los
merecía aunque no se planteaba si estaba
bien o mal, ella sin pensarlo también
repetía ese comportamiento reaccionario e
impulsivo, cuando alguien necesitaba
defensa la iban a buscar y aunque no se
consideraba una patotera “iba al frente”
decían los chicos, “nos cuida y protege”
decían las niñas…y Nati daba brazadas
impresionantes para sobrevivir a aquella
selva cotidiana.
*******
En el barrio, casi todos nos conocíamos
por hablarnos o vernos, por los festivales
que lo hacían divertido o por la trágica
muerte que también rondaba los edificios
donde se producían accidentes impensados
no había título, raza, edad, nombre o
seudónimo que respetara la parca
opacando a veces nuestro camino.
Al haber tanta gente conviviendo, no era
como otros barrios que solo se conocen los
74
de la misma cuadra, aquí hasta Adela que
era invidente conocía todas las baldosas
que faltaban. Hay un dicho que si no fue
inventado para nosotros le pega en el
palo…”Dios los cría y el viento los
amontona” y lo digo porque no era la
única que vivía la soledad, muchos de mis
amigos también tenían sus padres
separados y los fines de semana se
turnaban para ver con quien les tocaba
irse, muchas veces sin quererlo…la
soledad es como el amor, cada uno lo vive
como sabe o como puede.
Y ni hablar de los rencores en las
reuniones de consorcio, que para los
grandes eran batallas campales –sin
balacera- para los chicos que bajábamos a
jugar a deshora era la diversión más
esperada, agarrábamos luciérnagas
sosteniéndolas entre las manos para
hacernos luz en los pasillos mientras le
buscábamos un nombre o jugábamos a las
escondidas.
75
Hasta el día que se disolvieron, luego del
accidente de Danielito, se dieron cuenta
que esas reuniones solo servían para
perder un tiempo precioso, para pelear y
separar a los padres de las horas que
podían entregar a sus hijos, nunca para
ponerse de acuerdo.
Fue tan fácil encontrar un administrador
que solucione los problemas y envíe por
escrito mensualmente lo resuelto y los
gastos. Esto se concretó lamentablemente
una semana después de la última reunión
de octubre y digo lamentablemente porque
a veces se toman decisiones luego de
alguna catástrofe.
Era una noche bellísima llena de estrellas,
los chicos iban bajando preparándose
mentalmente para los juegos y pasando
lista para ver quien faltaba o a quien
deberíamos ir a llamar por el portero
eléctrico. En mi edificio se haría la
asamblea. Danielito vivía en el tercer piso
hacia el frente, tenía 6 años, hacía poco
76
que se había mudado junto a sus padres
que no se daban mucho con nadie, sin
embargo al destino eso no le importaba,
esa noche les cambió la vida.
Dany se había quedado dormido entonces
los padres bajaron tranquilos a la reunión
de consorcio, había pasado una hora y
muchos ya estaban acalorados, no tanto
por el calor de la noche sino por la
discusión de términos, presupuestos,
arreglos, animales que no se permitían y
casi todos tenían…cada inquilino o
propietario tenía reglas egoístamente
propias que los favorecía, de golpe se
sintió un PAFFFF seco, todos se quedaron
mudos creyendo que se había caído una
maceta. ¿De dónde? si no había espacio en
las ventanas para colgarlas, salieron del
paliere y vieron a Danielito aplastado en el
pavimento de terracota, el grito del padre
nos despabiló a todos y la madre que
corrió a recogerlo mientras otros gritaban
¡NO LO MUEVAN, NO LO LEVANTEN!
77
Don Lara salió corriendo al primer piso
donde vivía para llamar por teléfono a una
ambulancia o a la policía…quien sabe,
porque llegaron los dos juntos. No todos
tenían teléfono, si alguien necesitaba
hacer una llamada lo hacía desde la casa
de ese hombre servicial que siempre estaba
dispuesto a ayudar, era un policía jubilado
y tenía la costumbre de llevar un arma
chiquita siempre a la izquierda de su
cintura y a la noche caminaba por el
barrio “custodiando” hasta que le daba
sueño y se iba a dormir, para nosotros era
casi un prócer.
Algunos padres se llevaron a sus hijos
para que no vieran la realidad que nos
llegaba como una sacudida del mundo, un
drama que muchos no estaban dispuestos
a ver. Entre el griterío de dolor, el llanto
del padre y la atención que debieron darle
a la madre cuando se desmayó, llegó la
ambulancia y la policía apartándonos de la
78
escena, igualmente vimos a Danielito
mover la cabeza o sea que estaba vivo.
Bueno…vivo estaba, quedó internado unos
días en observación porque fracturas
milagrosamente no tenía pero el golpe en
la cabeza hizo que perdiera la movilidad y
el habla, balbuceaba cosas inentendibles
para todos menos para los padres. Gracias
a Dios los padres son los únicos que
siempre comprenden el lenguaje de sus
hijos o al menos lo intentan.
Le compraron una silla ortopédica para
trasladarlo a todos lados, nadie se animó a
preguntarles nada a ellos pero como
siempre nos enterábamos de todo, le
habían contado a la policía que aquella
noche cuando Danielito despertó y no
encontró a nadie, puso una silla para
asomarse -ya que la ventana estaba abierta
por el calor que hacía- se asomó para
mirar hacia abajo y se cayó. Los padres se
confiaron en que no despertaría ya que
79
una vez que se dormía nunca lo hacía,
pero nadie sabe los designios de Dios y
cuando sucederán las cosas para nuestro
aprendizaje. Al año la familia se mudó a
otro barrio porque no habrán aguantado
las miradas que se colgaban de ellos cada
vez que salían y saludábamos a Danielito.
*******
El barrio daba para todos los gustos… “la
Polilla” le decíamos a Marion, tenía unos
cinco meses menos que yo, íbamos
creciendo juntas porque entre todos los
chicos siempre nos cuidábamos y nosotras
nos conocíamos desde que vivíamos en la
casa de la Avenida 9 de julio, el censo
también les había dado a pagar un
departamento de la municipalidad y
aunque no éramos muy amigas, a veces
jugamos o nos encontrábamos en algún
cumpleaños, muchas veces la reconocía
por mi ropa ya que mi madre le daba lo
que yo no usaba y ella se lo agradecía
80
porque decía que le gustaba parecerse a
mí…ufff …apenas podía conmigo y de
repente tenía una admiradora, de hecho
nos parecíamos bastante, solo que ella
tenía ojos felinos y un andar muy
provocativo parecido al de su madre.
Recuerdo un día cuando estaba en el
colegio y se apareció en mi aula y la
presentaron como alumna nueva (lo que
me faltaba pensé) pero no pasamos más de
una semana juntas, porque la maestra era
muy católica y nos miraba a las dos como
bichos raros o pecadoras, ya que éramos
las únicas alumnas que no teníamos
padres presentes y parece que en sus
creencias estábamos mal vistas.
Además yo era muy pecosa y las manchas
de la cara también las tenía en el cuello
por eso muchas veces en medio de la clase
de matemáticas encima que entendía poco
me observaba fijo y me decía:
81
-Señorita Equis vaya a lavarse el cuello y
la cara en el baño, está sucia.
Con toda la vergüenza a cuestas y mirando
el piso me iba y me fregaba y me fregaba
llorando y nada, las manchas seguían ahí,
volvía colorada de frotarme (y con las
pecas) ella me miraba satisfecha y por
supuesto como no daba la lección me
ponía otro uno sobre el que ya tenía,
cuando llegué a mi casa y se lo hice firmar
a mi madre, me dio una tremenda paliza y
luego me preguntó porque no estudiaba.
Le conté lo que pasó y le dije: - me arden
hasta las orejas porque ayer me pasé
lavandina y odex para quitarme las
manchas y nada las quita.
Me miró con esos ojos chiquitos
entornados como cuando meditaba
mientras negaba con la cabeza.
Al otro día nos levantamos y me dijo:
- Hoy vamos las dos al colegio (ufff pensé)
y vi que metió un especiero en la cartera.
82
Fuimos las dos en silencio en el colectivo y
nos dirigimos a la dirección.
-Deseo hablar con la directora-dijo-la
señora directora que era una mujer
delgadita y bajita, casi insignificante sino
fuera por el título que tenía. Muy amable
la escuchó a ella y me miraba como se
mira a los santos…con compasión, mi
madre le pidió un vaso de agua para tomar
su remedio de la presión y la secretaria
muy atenta se lo trajo. Yo la miré intrigada
porque no sabía que tomaba remedios para
la presión y ella me miró desafiante.
Hizo el trámite para cambiarme de colegio
y mandó a llamar a la señorita que me
abochornó, ni bien entró la miró altanera
a mi madre y parecía que iba a decir algo
y paffff le tiró todo el vaso de agua encima.
-Uyyyyyy exclamamos todos… ¡Señora!
Atinó a decir la directora y pafffff le tiró
encima lo que llevaba en el especiero
-harina era-parecía un mimo la señorita.
83
-¡Ahora anda a lavarte vos!-le gritó- y
rogá que no te denuncie por
discriminación. Buenos días señoras
-agregó-y me agarró la mano como solo lo
hacía para salirnos de un problema.
Por eso les decía que una vez casi
iniciamos una amistad con Marion pero
todo quedó allí. Otro día fue un intento
cómplice, porque esa tarde llovía a
cántaros y no habían bajado los chicos
para jugar a los naipes como hacíamos los
días de lluvia, yo estaba en uno de los
huecos del monoblock donde solía
sentarme y en eso pasó Marion con una
cajita de bombones casi vacía, le quedaban
unos seis.
-¿Qué haces me preguntó?
-Nada, mirando la lluvia y los sapitos, hay
una cantidad enorme-dije
-¿Querés llevarte unos cuantos a tu casa?
-me preguntó.
84
-No se me había ocurrido-le contesté.
-¿Si querés te regalo la cajita de
bombones? Y los llevas ahí, estiró la cajita
y me regaló tres bombones.
-Gracias-le dije- y puse seis sapitos en la
caja, la cerré y mientras ella agarraba
unos cuantos sapitos más.
-Acompáñame y se los mostramos a mi
mamá -dijo contenta.
Fuimos las dos hasta su departamento y
Loredana nos vio tan felices que nos
preguntó que nos pasaba. Ella abrió la
cajita y sacó seis de los sapitos y su madre
se reía y los pusieron en un bols grande de
vidrio con agua y nos entretuvimos
mirándolos como nadaban, agarré la cajita
con mis seis anfibios y saludándolas me fui
para mi casa. Porque además estaba medio
mojada y quería cambiarme la ropa, llegué
a casa y llené la bañera que era cuadrada
y tenía en los laterales para sentarse y allí
85
me quedé observando como nadaban los
sapitos y como caía agua a través de la
ventana cerrada, hasta que sentí que mi
madre abrió la puerta.
-Hola -grité- estoy acá en el baño, vení que
te muestro algo- yo estaba contenta con ese
espectáculo.
Cuando mi madre vio los sapitos se puso
como loca, lejos de alegrarse por verme
feliz como la madre de Marion, puso un
grito en el cielo, me dijo que era una
tontita por perder el tiempo en esa pavada,
abrió la ventana y tiró los seis sapitos.
-¿Por qué tontita?- pregunté indignada.
-Porque aún sos chica, te falta mucho para
ser tonta completa –me respondió aún más
enojada.
Me quedé triste y horrorizada por el fin de
mis pobres mascotas. Tanto fue así, que al
otro día bajé y fui a ver si había alguno
86
vivo…realmente una tontita, como podrían
vivir si cayeron del séptimo piso.
Aún después de nuestro experimento
Marión no me caía muy bien porque
siempre se andaba besando detrás de los
monoblocks con algún chico que me
gustaba, y aunque yo no me animaba a
salir con ninguno, me molestaba que ella
tuviera el mismo gusto y no por la
ropa…ella era apasionada y audaz,
aunque las vecinas le decían la hija de
Loredana y estaba todo dicho porque así
eran algunas viejas chusmas y con lengua
de lija. Ella vivía en el mismo edificio que
el mío pero en la otra columna, en un
departamento chiquito como una nuez,
donde siempre retumbaba la música del
Winco que ponía a todo volumen su
madre, que era toda alegría escuchaba
cumbias y rancheras; no como la mía que
oía en el tocadiscos a Julio Sosa que hacía
pedazos las tardes sufriendo los tangos.
87
Su madre era la prostituta más conocida
del barrio, Loredana no era una madre
tradicional, tampoco su nombre lo era,
una vez oí que le decía a un vecino en tono
de confidencia… que a su madre en Italia
la había violado un soldado y como nunca
más lo volvió a ver quiso darle a su hija un
nombre importante y poco común porque
era lo único que podría ofrecerle y de
hecho lo hizo.
Ella era una mujer bajita de rizos rojos
como el fuego, pestañas postizas, colgaba
una mirada altiva y flameaba unos pechos
que parecían balcones, cada hombre que
la veía suspiraba a su paso y se daba vuelta
para piropearla, su andar de pandereta
con los tacos aguja era una invitación al
famoso noveno piso, si algún hombre se
perdía por los alrededores lo enviábamos
allí, todos los vecinos sabían adonde se
dirigían los hombres perdidos en ese
barrio circular. Casi nadie reparaba en sus
88
pestañas postizas pero para nosotras las
niñas eran vistosas, a mí sí me llamaba la
atención su mirada de búho, porque la
observé el día que fui a buscar a mi mamá
a su casa, ellas se hicieron compinches
después de que mi mamá se divorció,
aunque cuando vivíamos en la Avenida 9
de julio parece que algo habían
compartido, yo era tan chiquita que no lo
recuerdo, pero un día vino y me dijo que
tenga cuidado porque esa tardecita
Loredana tuvo un mal episodio con un tipo
borracho que la había acosado en la
parada del colectivo, mi madre al darse
cuenta se acercó a conversar con ella
como si la conociera de toda la vida y
amenazó al borracho con el spray que
siempre llevaba en su cartera. A partir de
ese día y en agradecimiento la prostituta le
presentaba uno que otro “candidato” con
plata a mi madre para ver si le conseguía
un novio -decía- por eso también conocí su
pequeño departamento con muebles Luis
89
XV, aroma a desodorante rancio más bien
barato y un sofá al costado que parecía
cómodo donde dormía la Polilla, así le
decíamos a su hija Marion.
*******
Y seguían pasando cosas en los edificios,
Nati tenía 12 años más o menos, cuando se
mudó Ricardo al mismo monoblock pero a
la otra columna, él tenía 15 años, era un
chico amoroso, risueño, amante de las
acrobacias siempre andaba colgado de
algún lado, era él quien iba a buscar las
pelotas cuando se quedaban arriba de la
usina de luz. Abría la puerta con habilidad
y se subía como un mono hasta llegar al
techo que era alto como un primer piso, a
veces se quedaba sentado en la cornisa y
desde allí nos miraba jugar al frontón. Sus
padres le habían regalado para su
cumpleaños una bicicleta y andaba como
un bólido, solo bajaba la velocidad cuando
llevaba atrás a pasear a alguna niña-eso
90
me incluía-porque era el único varón del
barrio que se animaba a decirme pecosa,
sabiendo cómo me enojaba pero viniendo
de él era distinto, porque nunca me había
tratado como a un chico.
Ricardo era alto, tenía un cuerpo fuerte,
estaba siempre alegre, era el que
incentivaba a todos a realizar los juegos
con pelotas, le gustaba competir no para
ganar sino para mostrar sus habilidades.
Nadie se animaba a hacer lo que él hacía,
cuando llovía y jugábamos adentro del
edificio a las escondidas, andábamos por
los fondos de los pasillos que eran bastante
oscuros y eran buenos lugares para
ocultarse hasta que encendieran la luz, los
incineradores que aunque eran para tirar
la basura de cada piso, estaban siempre
limpios, más de dos no cabíamos y entre
las escaleras del último piso era un lugar
ideal, donde casi nunca llegaba el que
contaba porque quedaba lejos de la
“piedra”.
91
Sólo Ricardo metía la mano por dentro de
la puerta del ascensor y lo trababa para
caminar entre las vigas y desde allí
observaba dónde andaba al que le tocaba
contar…como eran dos ascensores el
riesgo era cuando el otro se usaba por la
electricidad…aunque muchas veces
quedaba bastante pegado a la pared y
aunque quedaba lugar no dejaba de ser
arriesgado, nunca medía el peligro, tenía
toda la audacia del planeta. Vivía sin
miedo, adrenalina hubiese sido su segundo
nombre si hubiésemos podido bautizarlo,
el vértigo era su alimento, era como
jugarle una carrera al tiempo por eso su
existencia se tornaba intensa, contagiaba
su alegría y nos reíamos mucho. Un día
sacó una armónica del bolsillo y me
sorprendió tocándola como un maestro del
blues.
-¡Que genio!-dije- mientras lo aplaudía,
¿dónde aprendiste a tocar así?
92
-A los 12 años tenía un maestro muy
bueno pero me aburría con la teoría, lo
mío es la improvisación Nati, ¿si querés te
enseño? –agregó.
-Fahhh me encantaría ¿dónde consigo
una armónica para aprender?, la tuya está
toda chupada -le dije riéndome.
-Ja,ja,ja…por ser vos, te voy a regalar la
chupada- dijo tentado de la risa
-¿Y con qué me vas a enseñar?
-Tengo varias en casa, no te dije que
estudiaba…mi vieja me compraba las
mejores marcas y en todos los tonos,
porque quería que no me faltara nada,
como siempre, como en todo –agregó- esta
es medio pelo y la llevo siempre encima
porque cuando estoy solo, la música es mi
mejor compañía…bueno, ahora la
compañía sos vos-dijo agarrándome la
mano.
93
Todas las tardecitas bajábamos a la misma
hora para las lecciones, nos íbamos atrás
del monoblock porque así estábamos solos
y podía enseñarme sin interrupciones con
toda su paciencia y sabiduría a soplar ese
magnífico instrumento que entraba en
cualquier bolsillo, no me enseñaba con
notas porque eso a él lo aburría sino por
los números que estaban impresos en ellas.
-Hoy te voy a enseñar “Castillos de hielo”
–dijo-es la canción de la mejor película de
amor que recuerdo, la letra es de dos seres
que se encuentran como almas gemelas y
se miran con los ojos del amor, como nos
miramos nosotros Nati, como dos
hermanos aunque ninguno de los dos
tengamos, el amor que nos brindamos es
tan nuestro…porque nosotros nos
elegimos y eso vale más que nada…dale,
anota- me dijo muy serio y con los ojos
brillosos.
94
Soplo 6 6 5 4 6 6 5 46 6 5 66 44
Asp.5 6 4 5 6 4 7 54 65 44 4
Soplo 5 4 5 4 5 5 5 46
Asp. 5 47 6 7 5 4 4
Al mes de hacer nuestra rutina, ya no
estábamos solos, entre nuestros amigos se
corrió la noticia de nuestras tertulias, y a
la misma hora se convocaban para oírme
practicar y para oír a Ricardo, que cuando
terminábamos las lecciones se tocaba un
boogie o un blues que le salían alucinantes
y a veces nos teníamos que ir antes, porque
algún baldazo de agua desde alguna
ventana nos hacía recordar que era muy
tarde.
Otras veces a la noche nos sentábamos a
mirar las luciérnagas en silencio, y cada
uno miraba su propia realidad aunque la
música y nuestras soledades nos unían.
Yo había llegado con el boletín a casa y
tenía notas muy bajas en las materias que
95
más me costaban – inglés y matemáticas-
lejos de ayudarme mi madre, agarró el
cinturón y me pegó una y otra vez
desquitándose la vida. No imploré, ni lloré,
anudé el silencio como ya había aprendido
hasta que ella se agotaba de pegarme y
luego me puso en penitencia. El castigo
consistía en no salir a jugar, solo podría al
volver de la escuela e ir a hacer las
compras.
Y como los padres de Ricardo trabajaban
todo el día, para no estar solo cuando
llegaba del colegio nos tocaba el portero
eléctrico a varios para que bajemos a
jugar, cuando le dije que no podría bajar
por un tiempo porque estaba en penitencia,
-dijo bueno Nati igual te quiero. Y todos
los días al llegar del colegio en lugar de
invitarme a jugar, me tocaba el timbre
para decirme solo que me quería y que
estudie. Obediente como era yo, y por
miedo a las palizas hice caso y no me
escapé ningún día.
96
Y esa tarde salí a comprar, mirando a ver a
quienes de mis amigos veía, era un día
lleno de sol y todo el barrio parecía calmo.
Me encontré con el tucumano era tan
amigo como Ricardo, teníamos la misma
edad y había sido siempre mi confidente, lo
que tenía de feo lo tenía de igual manera
de bueno y compañero, por eso fue
conmigo a hacer las compras y al volver
notamos que la gente se encaminaba y
otras corrían hacia el monoblock
continuo al mío, no había humo ni fuego
pero allí estaba el camión de los bomberos,
nos dimos cuenta que algo estaba mal
(porque ningún automóvil entraba a las
calles del barrio, solo las ambulancias, la
policía y los bomberos)
-¿Qué habrá pasado?-dijo el tucu en voz
alta.
-No lo sé tucu corramos a ver.
Pero antes de llegar al edificio varios
chicos se acercaron corriendo a mí y me
rodearon para que no siga, entonces un
97
presentimiento llegó a mi estómago como
un golpe, dándome nauseas, me agarré la
panza descompuesta y me apoyé en el
brazo del tucu.
-¿Qué pasó chicos? –dije con las lágrimas
que me salían a borbotones.
-Sentate Nati, me ordenó Carlitos –otro
amigo del grupo- estábamos jugando a las
escondidas como siempre (mientras lo
contaba aspiraba los mocos mientras
lloraba y se agarraba la cabeza) y Ricardo
se escondió como hacía siempre, abrió la
puerta del ascensor y la cerró detrás suyo
pero ese ascensor no es como los de tu
monoblock, encima hay uno solo, se ve que
no traba como los nuestros y cuando lo
llamaron de arriba lo destrozaron, está
muerto.
-¡Noooooooooo! noooo es cierto Carlos,
decime que no es cierto, y lloré y lloré
como nunca en mi corta vida había
98
llorado, era un llanto desgarrador, todos
me rodearon para consolarme en un
abrazo eterno, lloramos juntos sin poder
contenernos, sin comprender que nuestro
amigo del alma le había dado la mano a la
muerte.
-Ayyyy no quiero ver esto -dije cuando vi
bajar a la madre de Ricardo que venía
antes porque la habían llamado al trabajo
y le habían dicho que hubo un accidente,
sin decirle que su hijo estaba muerto y
miraba asombrada a los bomberos, una
vecina la señaló y cuando el policía
comenzó a caminar hacia ella, la mujer se
desmayó, otros vecinos corrieron porque la
esperaban para ayudarla, la llevaron
enseguida para atenderla en la
ambulancia.
Desde ese día tuve un tic nervioso en los
ojos que sostuve durante casi por tres
largos años, pestañeaba varias veces sin
quererlo.
99
Lamentablemente mi madre que nunca
comprendió la perdida que sufrí y como
siempre tenía la mano extraviada, me
pegaba cachetazos cada vez que hacía ese
movimiento involuntario con los ojos
delante de ella, en lugar de hacerme ver
por un médico, en su ignorancia por ahí
creía que a los golpes me curaría.
*******
A los 13 años al terminar la escuela
primaria quise ingresar al colegio
industrial, como era solo para varones no
me aceptaron. Me anoté en el bachiller
-un colegio de monjas- cerca del negocio
que rentaba mi madre, para ayudarla o
más bien hacerme cargo, ya que estaba
cansada de las amenazas que me hacía
todo el tiempo, que un día iba a suicidarse
(en realidad lo oía desde que tenía uso de
razón) vivía en un estado depresivo que
muchas veces le impedía levantarse de la
cama y no quería tratarse.
100
-Esto se me pasará como todo-decía
Laura-mientras buscaba la solución en la
bebida.
Por eso Nati decidió ir a la mañana a
estudiar y a la tarde atender con la
empleada la peluquería.
Era evidente que ese colegio no le gustaba,
cuando se llevó religión por anteponer sus
creencias “subversivas emocionales”
(decía la madre superiora). Cuando ella
sostenía que el Dios que ella les presentaba
a las señoritas, las hacía sentirse
pecadoras y miedosas casi hasta de vivir.
–Dios no es católico –le dijo para la
sorpresa de la madre superiora- y continuó
su monólogo diciéndole que abogaba
todas las religiones, que ser como Él no
significaba ser más bueno sino desarrollar
los talentos creativos innatos, ¡si todo lo
que hizo Dios fue crear y crearnos!, para
compartir su amor -siguió explicándole
Nati convencida a la reverenda- Dios es
alegría y habita en cada sonrisa y no en
101
esa cara de …(buscó entre sus neuronas la
mejor palabra) esa cara de cuadrángulo
(y lo dijo casi como un insulto) que usted
pone cada mañana. Reprobó la materia,
por supuesto. Era evidente que la religión
que querían transmitir era para el
minúsculo rebaño que cerraba mejor la
boca, por eso tuvo que cambiarse de
colegio para no repetir el año.
Su madre que seguramente quería
extender su vida como la rama de un árbol
en su hija, no tuvo mejor idea que anotarla
en la escuela de peluquería más
famosa…y carísima, porque allí daban
títulos oficiales y se cursaba solamente los
sábados. Cuando se lo comunicó a Nati ya
era tarde -no había opciones para elegir-
ella aceptó porque era políticamente
correcto. Fue de mala gana un tiempo
para darle el gusto, para que esté feliz,
pero cuando se dio cuenta que solo
sumaba gastos como dolores de estómago y
nada de lo que hiciera la haría nunca feliz,
102
abandonó ese estudio con excusas en
varios idiomas.
*******
Cumpliría los 16 años, cuando los viernes
a la noche con nueve amigos más, hacían
“dedo” hasta el autódromo que estaba allí
nomás, (cinco minutos de viaje) había que
atravesar un poco de campo y de ruta, iban
a ver las carreras de Chevrolet, Fiat, y
Torino- autos que algunos de sus amigos
preparaban- no para ganar ningún premio
(porque no había) pero algo tenían en
común todos, les gustaban los fierros, era
mayor el afán de mostrar cuál era el mejor
auto y de paso ventilar un poco los egos.
Nati iba camuflada con una gorra con
visera y como ya todos sabían de su
carácter arrollador la trataban como a uno
más, sin prejuicios, ni delicadezas, porque
tenía la misma rapidez en las manos que
en las piernas, (quien la provocaba se
agarraba a trompadas con ella) lejos
103
estaban de verla como a una señorita.
Varias veces ella y dos chicos más debían
colarse por el agujero del alambrado con
el riesgo de que le larguen los perros los
policías que se hacían los “sotas” porque
eran del mismo barrio y ya los conocían,
pero si una noche estaba la otra guardia
era pura adrenalina, tan necesaria…a
falta de plata para pagar las entradas.
No era increíble que le tuvieran tanto
respeto al no meterse con su esmirriada
figura, desde el día en que el malo del
barrio-Oaky le decían- (ese sí que era
bravo, bravo, repartía miedo y belleza a su
paso, tenía 22 años) se paró al lado de ella
borracho como estaba quiso pasarse de
listo y le apretó una nalga con una sonrisa
provocadora, a lo cual los que estaban a su
alrededor miraron atentos, sabían que no
tenían que defenderla solo esperaron su
reacción. Sin preámbulos ella pateó por
detrás la rodilla tomándolo de imprevisto y
se desplomó como una bolsa de papas,
104
quedando totalmente despatarrado en el
cemento sin comprender, sus amigos
lo ayudaron a levantarse, lejos de
reaccionar mal, él con cara de póker le
tendió la mano a Nati y la felicito
diciendo: - Ni siquiera mi viejo me había
embocado nunca de esta manera.
Desde ese día la apodaron Terry (por
terremoto) nadie sabía a ciencia cierta que
se podía esperar de ella.
Ni si le tenían miedo o qué, teniendo en
cuenta que además el más malo le tenía
admiración y la cuidaba desde ese bendito
papelón, y todo por más pequeño que fuera
se sabía en aquellos monoblocks. Cada
campeonato o reunión que había Oaky
estaba presente, comenzó a dar vueltas a la
noche por el barrio con sus dos
inseparables amigos, nada se perdía a los
ojos titilantes de las ventanas que espiaban
siempre los caminos, observando a los que
llegaban a los edificios, así corrían los
105
rumores y llegaron al oído de su madre,
que sin mediar ninguna palabra una
noche le dijo:
-“Te prohíbo que te pongas de novia con
nadie, si me entero tus bártulos y tus
patitas quedarán en la calle”.
Te prohíbo, te prohíbo, te prohíbo era su
palabra favorita y para mí una dictadura
infame. Lejos estaba de levantar ninguna
queja, sabía que sería como hablarle a una
pared pero la tensión que sufría cada vez
que me quedaba charlando con un amigo
era inamovible, el estómago me quedaba
duro como una piedra del miedo que me
producía pensar que alguien pudiera
comentarle algo a mi madre.
Quienes conocían la poca sociabilidad de
Oaky apostaban todo a que venía al barrio
a yirar buscando encontrarse con Nati.
Él no era de los monoblocks, vivía como a
diez cuadras en una casa antigua con el
enano (así le decían a su padre) que tenía
106
las piernas cortas pero dos manos que
parecían embotelladoras.
Aunque allí nada se medía por cuadras (no
había) era descampado o edificios, al
cruzar la autopista por debajo, como si los
hubieran sembrado a dos aguas había
otros cuatro monoblocks -esos parecían
más finos- no solo tenía el verde de los
pastos y plantas de rosa china, sino que
había ligustrinas en forma de hongos
recién peinaditos, enfrente a estos seguía
creciendo la tercera villa, al final de ese
parque estaba la heladería de don Paolo
con un regio banco de plaza donde nos
reuníamos los chicos del barrio los fines de
semana, a mí me regalaban los helados
porque siempre estaba dispuesta a ayudar.
Estaba por cumplir los 18 años cuando
Jorge posó su mirada en la figura de Nati
que había pegado un estirón- igual que él -
y su cuerpo de señorita tenía curvas
nuevas y bastante llamativas que seguía
107
ocultando con sus amplias remeras, a
pesar de su infructuoso disimulo
igualmente se notaban, sentía que
desarrollar era como una verruga
incómoda.
Él vivía casi al lado de la heladería, su
padre tenía un taller mecánico. A Jorge
todos lo querían porque era un muchacho
de una gran sonrisa, bonachón siempre
dispuesto a dar una mano, con unos
intensos ojos marrones y tenía un caminar
seguro como afianzado a la tierra, siempre
de mameluco azul, lo veían tirado debajo
de los autos para arreglarlos a veces abría
el capó y le enseñaba a Nati como se
limpiaban las bujías, el carburador, le
mostraba como medir el aceite, le hablaba
de pistones, cigüeñales y demás tuercas.
Una mañana Nati volvía del colegio (ese
día era feriado pero como vivía en su nube
no se percató)…fue hasta el colegio y
volvió. Se bajó del colectivo en la heladería
dispuesta a disfrutar un helado para seguir
108
su recorrido y se encontró con Jorge, que
viéndola con sus carpetas atadas con un
elástico, le preguntó qué estudiaba y qué
quería ser. Fue como convocar una
asamblea de neuronas, Nati se ruborizó y
buscó…buscó en su interior el propósito
de desear ser comunicadora... por ahí,
internamente deseaba comunicar algo muy
suyo.
Desde que tuvo el privilegio de escuchar
un día de la boca de su madre, (lo que ella
en su fuero íntimo presentía) que su deseo
era tener un niño y no una niña, la había
llevado a tomar conciencia de ser como
era…masculina. Ella era la hija y no tenía
por qué ocupar el lugar de un marido
ausente (cuidando a su madre), viviendo
con el miedo de entablar una relación con
el sexo opuesto por oír el repiqueteo de sus
palabras negativas: “los hombres se van
siempre con otra”, esa era la emoción de
ella y no propia.
109
Jorge sin darse cuenta la conectó con la
inmensidad de su vida en sólo dos
preguntas, fue como tantear el sentido del
suicidio que rondaba como un fantasma
entre ella y su madre -esa idea
absurdamente genética- ese instante le dio
valor a su existencia.
Siempre reflexionaba pero nunca había
llegado a la conclusión que llevaba una
perra vida y pensó: que si Dios la había
puesto en la Tierra era para vivir la suya, y
la de nadie más…en ese momento supo lo
que debía hacer…no tenía más familia, ni
amigas adonde pudiera ir, eso era lo de
menos si quería tomar el remo de su vida
tenía que comenzar a dar el primer paso.
-Deseo ser comunicadora Jorge, y esta
noche me voy de mi casa, el muchacho del
banco donde tenemos la cuenta de la
peluquería me comentó que necesitaban
una recepcionista en un negocio de
acoples que atiende al público, me
110
tomaron una prueba y comienzo el lunes.
-¿Y adónde vas a vivir? -dijo pensativo
-No lo sé pero cualquier lugar será mejor
que vivir con mi madre.
-¿Podemos tener una cita antes de irte?
-dijo tímidamente
Ella observó esos inmensos ojos marrones
que intentaban escrutar su alma, le
gustaba ese muchacho con quien
compartía el mismo gusto por la mecánica,
con quien aprendía cada día con su
paciencia infinita y se sentía atraída, vaya
a saber si numerológicamente , por algún
tránsito planetario o era solo el cambio
hormonal…nada sabía de ternuras, de
besos ni caricias…pensó un instante y se
dio cuenta que solo rondaba por su cabeza
que debía cortar los lazos con su madre y
no vivir más sometida a sus expectativas y
mandatos, para poder empezar a vivir su
propia vida.
111
-No voy a poder esta tarde, debo ir a un
lugar y ya no vuelvo para el barrio.
-Podría acompañarte a ese lugar y luego
nos vamos a tomar algo ¿querés?
-¿Estás seguro?, puede no gustarte…
-¿Y a vos te gusta?
-No, pero es necesario que haga esto que
estoy pensando- dijo segura Nati
-Entonces iré contigo-dijo decidido
-A las 15 hs. nos encontramos aquí.
Puntualmente ambos se reencontraron,
tomaron el colectivo de la línea 47 y Jorge
sin preguntar adonde se dirigían le fue
contando un poco de su historia, deseaba
que ella lo conozca, que lo aceptara. Era el
menor de cuatro hermanos, su madre
había fallecido cuando él tenía 8 años y
desde entonces su padre le había enseñado
su oficio y lo había tomado de ayudante en
112
el taller mecánico, estudió en el colegio
industrial y era feliz con lo que hacía.
No iba a bailar como los otros muchachos
pero sí, se reunía los domingos a la tarde
en lo de Carlitos –que tenía la casa para él
porque los padres se iban al club-.
Se juntaban los amigos a jugar a las
cartas, en realidad se jugaba al truco y el
truco gallo si quedaba alguna pareja
“despareja” se formaban por sorteos
porque no valía el amiguismo, fue ahí
donde se descubrió que Carlitos tenía la
inspiración de los poetas, cada vez que
tenía una “flor” se quedaban pasmados
con sus versos.
Se hacía una “vaquita” para juntar dinero
entre todos, se compraban gaseosas
algunas cervezas, papas fritas y palitos, no
se jugaba por plata solo por el hecho de
disfrutar y estar juntos, Nati había ido
varias veces era la única mujer que
aceptaban en esas reuniones porque era
uno más desde la infancia.
113
Bajaron del ómnibus y Nati compró un
ramito de fresias en uno de los puestos de
la calle y se paró frente a la puerta del
cementerio… -Llegamos, anunció,
observando el gesto del joven.
-¿A quién le llevas esas flores? –preguntó
acongojado.
-A nadie.
Comenzó a caminar y él la siguió en
respetuoso silencio, Nati olisqueó el manso
olor de esos árboles milenarios, de los
fresnos, la tierra húmeda y el típico aroma
de nostalgia del aire, leyendo cada
fotografía, observando las flores de
plástico ¿qué significado tendrían?
Pasaron frente a la estatua de “La Piedad”
que le transmitió una tristeza verdadera,
esa escultura era imponente, nacida de un
solo bloque de mármol, envolvía con su
ternura a su hijo con el inmenso amor de
madre, visión de las manos de Miguel
Ángel, que conectó a Nati con su carencia
de amor filial.
114
Pasaron por las bóvedas y pensó, qué gran
comercio se lograba con los sentimientos
de los familiares vivos que pagaban una
renta anual y edificaban panteones para
reunir los muertos de toda la familia
cuando por ahí en vida ni se veían, que
incoherencia y todo rodeado de árboles
testigos de mudos.
-Acá le dijo a Jorge, señalándole una
tumba ajada, con una fotografía tan
desteñida que no se podía ver a quién
pertenecía y una cruz de madera torcida,
seguramente quién cuidaba de ella se
habría reunido en el cielo con su difunto.
Había una pequeña planta de anaranjados
copetes y al lado un enorme endrino, Nati
sacó la navaja de su bolso y comenzó a
hacer un hoyito, Jorge se acuclilló a su
lado curiosamente para ver que hacía.
Entonces ella le explicó que esto lo hacía
para liberarse de las palabras negativas de
su madre (y colocó una carta en la tierra)
115
allí están escritas todas las creencias de
ella y no deseo cometer sus mismos
errores, aquí le dejo la información
primaria, con este ritual me libero, deseo
ser libre para vivir mi existencia, mis
propias equivocaciones y aciertos, mis
nuevos conceptos, se quitó los aritos de
plata que al año de vida le había puesto y
los dejó con las palabras en desuso, cerró
los ojos y entonó bajito una canción de
cuna que apenas recordaba para que se
duerman los recuerdos en la humedad de
la tierra, como si fuera un mantra…le
sonrió a Jorge y él se sintió mejor al ver
que ella se distendía, esa mujer que para él
tenía una fortaleza y una sensibilidad
distinta. Tapó el agujero con la tierra y
colocó las flores encima, listo…soy una
mujer nueva.
-Te felicito Nati, y la abrazó y se quedaron
abrazados un ratito.
116
-Gracias, ya podemos ir a tomar algo y
estaba tan feliz que no podía borrar la
sonrisa ni algunas lágrimas que corrieron
por su rostro.
*******
Jorge estaba siempre atento a las
curiosidades y necesidades de Nati, la
esperaba, tratando de no agobiarla, sentía
que ella era muy independiente, que nada
la ataba, era como un caballo sin riendas,
se había enamorado de ella como un niño
y no se animaba a decírselo por timidez y
miedo a perder su amistad.
Sabía lo que ella pensaba con respecto al
matrimonio y los novios porque lo habían
conversado varias veces como lo hacían
con otros temas.
Nati llevaba grabado a fuego en su
inconsciente desde niña, otro “proyecto
sentido” que no era propio (los hombres
no son confiables -decía su madre-) estaba
como huellas dactilares marcadas en su
117
ser y le ganaría los pasos haciéndole
acumular errores que afectarían al amor.
Por eso el primer amor que parecía tan
bello, no sucedió…ni el segundo ni
siquiera el tercero, ella lo intentaba pero
como una alerta roja al poco tiempo
desistía, algo dentro de sí le decía que no
eran confiables, aunque lo fueran.
(Era el sentir de su madre que aturdía su
vida desde adentro y aún no salía a la luz
para verlo). Cuando Nati llegaba al taller
mecánico o a su casa los fines de semana
llevaba un trozo de sol con su sonrisa para
iluminar su vida algo caótica, ya que
muchas veces debía hacer de árbitro entre
su hermana mayor y su padre.
Perla se llamaba su hermana, y debería
contar su historia en un capítulo aparte,
pero me animo a hacerlo de corrido por lo
interesante y para presentarla con todo el
lujo que se merece un alma así.
Ocupaba un lugar especial en el corazón,
118
de Jorge, no solo porque era la única
mujer entre tres varones sino porque para
él era “diferente”, vacía de juicios y llena
de dones, aunque los demás la etiquetaran
de loca y los médicos de insana, le
aplacaban los sentidos dándole fármacos
que en realidad no eran para sanarla
(porque era sana) sino para adormitarle
las voces.
Desde niña intuía el corazón de las
personas, era como una gran antena
conectada a la conciencia colectiva,
cuidaba la naturaleza, hablaba de no talar
los árboles que mantenían el equilibrio del
ozono, no quería que rocíen venenos desde
los aviones porque matarían no solo las
plagas que no deseaban sino los insectos
que polinizan ¿qué haremos sin ellos
Jorge? -le decía. ¿Sabes lo que comen los
murciélagos? …polillas que están a
quichicientos metros de altura y si los
matan nos invadirán las polillas, los
Equis y un extraño despertar
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Unidad II Doctrina de la Iglesia 1 parte
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Equis y un extraño despertar

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  • 2. 2 Delfini, Gloria Adriana Equis y un extraño despertar / Gloria Adriana Delfini. - 1a ed. revisada. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Aton Editorial, 2015. 210 p. ; 21 x 15 cm. ISBN 978-987-46046-0-6 1. Novela. I. Título. CDD A863 Fecha de catalogación 8-10-2015 Se permite la reproducción de la obra, siempre que se haga mención de la autora y el título del libro.
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  • 5. 5 Gracias… A mi hijo, con él aprendí de su silencio. A mi hermana, con ella aprendí de su confianza. A mi madre, con ella aprendí de su independencia. A mi padre, con él aprendí de su desapego. A mis ancestros, por sus errores y aciertos. A Andrea Bermúdez por ayudarme en la corrección del libro y de mi vida con humor. A Elsa Saavedra por su don de compartir, a Irina la siamesa, sus pinturas y sus anécdotas. Y a todos los que con paciencia y amor, me siguen apoyando, leyendo y eligiendo para compartir esta secuencia del camino.
  • 6. 6 Nati observó la luz que se le acercaba o bien ella se iba acercando a esa luz inmensamente clara, era un camino desconocido, un conducto que increíblemente le transmitía paz, sintió la melodía de la armónica que tanto añoraba. -¿Sos vos Ricardo? – preguntó poniéndose la mano como techito sobre los ojos para focalizar la figura que se arrimaba. -Claro pecosa ¿Quién otro podría recibirte con esta serenata? –dijo con su mejor sonrisa y los brazos extendidos para abrazarla. Estaba tan bello y resplandeciente, como si ayer nomás se hubiesen dejado de ver y ya habían pasado casi diez años. Giré la cabeza para observar la escena que me tironeaba hacia atrás. -No mires-me dijo-solo te retendrían las lágrimas, ellos creen que todo terminó y la vida recién comienza… estamos preparados para descubrirla, vámonos.
  • 7. 7 Parte uno Cuando entró al departamento todavía estaban las sillas dadas vueltas sobre la mesa rectangular del living -una mesa maciza y unas sillas cómodas de Guatambú- que ella misma había elegido. Hacía un año que arrendaba ese mono ambiente que se encargó en dividir con un biombo estilo japonés de pared a pared. De un lado estaba armado el comedor diario y del otro lado el dormitorio. La pequeña cocina estaba empotrada y la cerraba de noche o cuando recibía a alguien –con previa cita-. Lo que le fascinaba del departamento, era la inmensa bañera dónde se sumergía en frecuentes baños de inmersión con sales aromáticas, muchas veces encendía una vela para meditar y…casi todo lo resolvía en ese espacio vaporoso.
  • 8. 8 Ludmila no escuchó el golpe de la puerta ni los pasos de los tacones de diez centímetros que estilizaban la figura de “su damita “(así la llamaba cariñosamente), porque tenía la música de la radio puesta a todo volumen. La señorita Laura la eligió entre muchas candidatas para el trabajo porque le pareció una chica reservada, callada, eficiente y despierta, era lo que necesitaba. Estaba cocinando cuando llegó, ya que tres veces por semana se ocupaba de la limpieza, las compras y la comida que dejaba preparada para aliviarle los quehaceres. Laura tenía 19 años, trabajaba de secretaria de un general importante, en la ciudad de Capricornio, cerca del trópico. A pesar de su juventud, bastaba nombrarla en los círculos de poder para que cualquier hombre perdiera su compostura, no solo por su belleza sino por su determinación, inteligencia y autoridad.
  • 9. 9 (Venía marcada desde el útero con su varonil destreza ya que su madre –Juana- deseaba un varón. Pero tuvo doce niñas, no tenía voluntad de ser madre, solo el temor a Dios que le habían inculcado, si él me las envía por algo será-se decía-pero ese temor no era suficiente para quererlas. Por eso a medida que iban naciendo se cuidaban unas a otras y al menor desorden les daba un cachetazo o un rebencazo para acomodarlas. Su marido -Manuel- siempre estaba ausente y le hacía sentir a su corazón suficiente carencia afectiva para que ella se desquitara con sus hijas. Laura se había ganado su lugar en el trabajo, cuando a los 16 años estaba en su puesto de telefonista y una mañana al pasar una comunicación al número solicitado escuchó que iban a levantar las armas contra el gobierno, hacía años que había una dictadura y ella intuía que si no se hacía algo la sangre bañaría las calles.
  • 10. 10 Por eso decidida se fue a la hora de almorzar y pidió audiencia en la casa de gobierno, relatando lo escuchado evitó una masacre, desde ese día se conoció el hecho como “reguero de pólvora” y ella fue conocida por su resuelto carácter y su valentía. El general admirado la mandó llamar en secreto por su chofer. -Necesito a alguien prudente y valerosa como usted en mi equipo -comenzó diciendo el hombre sin vueltas, escudriñando los altivos ojos de la niña. -¿Me está ofreciendo trabajo?- preguntó Laura-observando los ojos dulces en ese rostro severo, que tenía la estampa del caballo de espadas de los naipes, un cuerpo atlético y la voz más sugerente que nunca había oído. -Algo así…trabajaría para mí y cobraría un sueldo de mil touros de oro. La condición es que nadie, absolutamente
  • 11. 11 nadie debe saber lo que hace para mí. Para todos será mi secretaria. Laura ganaba como telefonista cien morlacos, por eso aquella suma era una millonada, respiró profundo y aceptó. -¿Y qué debería hacer en realidad? -dijo con una sonrisa. -Se encargaría de las solicitudes que llegan continuamente, casi siempre son de hospitales, hogares de niños, cárceles o preventorios. Muchas veces me invitan a reuniones en las que es necesario estar presente y no puedo dividir mi ser. Usted sería la persona ideal, aunque a veces antes de actuar deberá hacer algunas investigaciones, no dudo en su capacidad. Sólo trate de molestarme lo menos posible, así yo me ocupo de otras cosas también importantes, nunca dude en llamarme al teléfono privado si no puede con algún asunto.
  • 12. 12 -Bien, trabajaré para usted –dijo complacida. -Bienvenida señorita Laura al equipo, y fue la primera vez que vio sonreír a ese hombre de ojos de gavilán. Desde hoy cuando me nombre me llamará general V. a secas y todos sabrán a quien se refiere ¿de acuerdo? Aquí tiene dinero –y le entregó un sobre de papel madera lleno de billetes -alquile un lugar seguro, el chofer se llama Félix, tiene toda mi confianza, estará a su disposición para cuando lo necesite. La próxima semana Laura tomará clases de tiro en el circuito que me corresponde, tiene abierto el gimnasio “Gran Prix” para que tome clases de lucha con Esteban, búsquelo allí de mi parte y será su instructor y la condesa Amelita le enseñará lo que necesita aprender para sociabilizarse en las recepciones, aquí tiene su teléfono, llámela y arregle un horario adecuado para usted.
  • 13. 13 Y esto llévalo en la cartera (le entregó un gas pimienta) puede serle útil si debe defenderse, hasta que aprenda - nunca se sabe -agregó…y si fuera al revés y la rocían a usted, ventílese y mójese los ojos para que pase el efecto más rápido. Así fue que el nombre de la señorita Laura fue conocido no sólo por su solidaridad y simpatía, sino también por el temor que engendraba. Capricornio era una Ciudad, donde se imponía el partido “Violeta” que tenía como principio transformar la región para que los ciudadanos respeten la Tierra, a los mayores, los animales, las buenas costumbres, desarrollando los dones espirituales y que las leyes del buen corazón ganen sobre el egoísmo y la codicia del partido “Amarillo” que no aceptaban los cambios para bien. Por eso, esas rivalidades generaban impresionantes fuerzas opuestas.
  • 14. 14 El general V. se inclinaba hacia el partido “Violeta” y la señorita Laura era una gran luchadora por la causa, los opositores necesitaban quitarla del medio porque juntos con el general V. triunfarían. Y no dudaron en tocar lo más preciado para ella que era un secreto a voces -su familia- que era su prioridad, y su padre a pesar de sus ausencias era su talón de Aquiles. Manuel Ruis era su nombre, un hombre trabajador y honrado como pocos, bondadoso y siempre dispuesto, que unía su familia como un gran rebaño. Hacía grandes sacrificios alejándose de su mujer a la que amaba y de sus hijas que eran la luz de sus días, se embarcaba muchas veces en algún pesquero para conseguir más dinero y a pesar de que Laura le había dicho que ella podía ayudarlo económicamente porque ganaba muy bien. Él le dijo un día: -Hija, mantener a mi familia es honorable para mí, déjame hacerlo y sentirme digno.
  • 15. 15 Sabiendo que llegaba en el barco del mediodía, un hombre bien vestido, lo esperaba en el muelle, llevaba en la mano un mameluco en una percha, tapado por un nylon negro. Se acercó a Manuel Ruis y le dijo que ese día tenía una entrevista a las dos de la tarde con el comisionado para otro trabajo (y le entregó el mameluco), la señorita Laura hizo la cita por usted, agregó sonriente – al escuchar el nombre de su hija él se confió -y quedó en que lo pasarían a buscar para llevarlo a la cita. Contento el padre de la señorita Laura se encaminó al bar de Pepe- su amigo de toda la vida- para comer algo rápido y ponerse el mameluco. Le contó a Pepe lo de su cita y le pidió que le guardara el bolso marinero un par de horas para no llevarlo a la reunión con él. A la una y media se metió en un automóvil “largo y brillante” que lo pasó a buscar, así se lo describió a su hija Manuel, más tarde.
  • 16. 16 El partido opositor suponía que si atemorizaban a la señorita Laura con su familia, que estaba tan expuesta, tal vez reflexionaba y se retiraba de su cargo. El sargento encerró a Manuel en la celda y le dijo que esperase allí. -¿Por qué me detiene señor? yo no hice nada…hay una confusión…yo tenía una cita con el señor Nemesio Torres, el comisionado…mi hija hizo una cita de trabajo… -¡Cállese la boca!, si quiere salir pronto de aquí, me oyó…solo dígale a su hija que esta es una advertencia para que renuncie a su puesto -le gritó el sargento. La intención de él era dejar a aquel hombre unas horas detenido y después largarlo…pero se retiró ese día con otros pensamientos olvidándose del señor Ruis en la celda. Al otro día, el amigo de Manuel-Pepe- le avisó a Laura que su padre no había
  • 17. 17 vuelto a buscar su bolso y que sospechaba dónde estaba. -¡¿Cómoooo?! ¿Estás seguro Pepe? -estalló confusa del otro lado del auricular- bueno…bue…está bien, voy para allá…gracias, mil gracias, te debo una y colgó el teléfono. Fastidiosa porque sabía que le ponían piedras en el camino para molestarla, los opositores al general habían descubierto su debilidad y le hicieron una mala jugada. Escribió una nota dejándola sobre su escritorio, donde le avisaba a su jefe que debía acudir a la “Sociedad de beneficencia, para hacer lo propio de todos los meses”, no quería molestar al general con algo que podía resolver a su manera. Bajó corriendo las escaleras con su cartera en la mano, las llaves y la dirección que acababan de pasarle y al llegar al estacionamiento encontró a Félix, comiéndose un helado.
  • 18. 18 -Dame Félix yo me encargo de eso- dijo sonriendo-vamos aquí, y le pasó la dirección adonde se debían dirigir. -Es la dirección de la seccional 52 -¿Estás seguro? -¿El turno de quien fue ahora? - preguntó -De mi padre, no saben lo que les espera. En quince minutos llegaron. Félix la dejó en la esquina y Laura con paso seguro se anunció en la puerta. El oficial que parecía que la estaba esperando le hizo una venia y la dejó pasar. -Usted dirá señorita -dijo el sargento- mirándola con cara de pocos amigos en el preciso momento que recordó que no había liberado a Manuel Ruis. -Vengo por mi padre. -No sé porque lo viene a buscar aquí señorita. -No quiero intimidarlo, pero si le pido el teléfono sabe lo que pasará ¿no?
  • 19. 19 -Está bien…sígame por favor – dijo ensimismado, al ver que se había dado vuelta la tortilla. Caminaron por un pasillo sucio un bombillo de poca luz los guió hasta una celda oscura y mal oliente, otros dos hombres sucios también y de una barba de hacía días los miraron. Le costó reconocer a su padre no solo por la oscuridad sino por la vestimenta, tenía puesto un mameluco azul y estaba sentado en el piso de espaldas a la pared con su cabeza entre sus piernas, como desesperanzado. -¡Papá!… llegué… -¡Hija por Dios!…no hice nada, no sé por qué me tienen aquí, te lo aseguro. -Casi me lo imagino papá, vamos… ¡abra la puerta! ordenó y el sargento obedeció sin intercambiar ni una palabra. Ni bien Félix los vio asomarse, tomó de un brazo a Manuel, se notaba su cansancio y junto a Laura lo subieron al auto, ¡esto no
  • 20. 20 va a quedar así padre! te lo juro o dejo de llamarme Laura -dijo aferrándole la mano al pobre viejo. -El hombre me dijo que renuncies hijita ¿vos qué querés hacer? -le preguntó observándola con ojos de niño. -Ganarles padre, solo eso voy a hacer y no se meterán conmigo ni con mi familia dos veces. Al parar el auto en la puerta de su casa, su madre abrió la boca para decir algo del estado de su marido pero al ver la mirada de su hija no se animó, lo abrazo y le ofreció sentarse y algo para comer. Con un beso a ambos Laura se despidió. Él te contará todo mamá no me mires así…esta me la van a pagar esos reventados-dijo y se fue. Cuando llegó a su departamento hizo un par de llamados y fueron retirados de sus cargos, el oficial de turno y el sargento de la seccional 52. Nadie más desde aquel momento osó meterse con su familia. *****
  • 21. 21 Todos los jueves Laura visitaba al cura Servando para saber cuáles eran las carencias del barrio. Cargaba el auto que tenía a su disposición con el chofer aprovisionada de artículos no perecederos, enlatados, huevos, frutas y verduras frescas que le acercaban de una granja. Útiles escolares que conseguía de las reuniones a las cuales asistía, siempre encontraba un gerente o socio de alguna empresa reconocida gustoso de colaborar para quedar en la buena memoria de la señorita Laura. Cuando conseguía esos favores, ella expresaba con una gran sonrisa, esto le sumará puntos en el cielo señor…en el cielo por supuesto, dejando una puerta abierta al buen entendedor. Ludmila la ayudaba a juntar ropa durante la semana, así se ganaba una buena propina extra de “su Damita”, todo sirve para los que menos tienen si está en buen estado (le había dicho).
  • 22. 22 Esa tarde cuando Laura llegó a la iglesia, Servando aún no se había levantado de dormir la siesta, con la tormenta de la noche anterior se la pasó casi toda la madrugada sacando agua de la parroquia, el techo era un tema pendiente porque el último granizo hizo de las suyas y habría que recaudar fondos para el arreglo. La noche fue interminable porque se la pasó acomodando gente de la calle en los bancos, para darle una taza de sopa caliente y secar el frío de los huesos. Laura se persignó y fue acercándose al altar observando las figuras celestiales, los vitraux coloridos que dejaban pasar un tinte distinto del sol, se sentó junto al “hombrecito calvo” –así llamaba a San Antonio- le gustaba esa escultura, su vestidito marrón Franciscano, la mirada limpia y sus pies descalzos. Su hermana le había enseñado desde niña la vida de los santos como cuentos, tratando de transmitirle su devoción.
  • 23. 23 Por eso ella sabía que José de Cupertino -que estaba a la izquierda de la entrada- ayudaba a los aviadores y a los estudiantes; porque él no tuvo la suficiente memoria para estudiar, ya que era muy distraído y por eso mismo fue expulsado como hermano lego de los Capuchinos y lo aceptaron los Franciscanos, era conocido por ser el santo que volaba cuando entraba en éxtasis. Y a la derecha estaba el arcángel Miguel que se erigía con sus ojos de fuego y su espada de poder en una lucha cuerpo a cuerpo contra el mal, como lo hacía ella en su puesto en el gobierno. Siempre llevaba una cruz de oro en su cuello ateo, regalo de su hermana. Allí sentada en el silencio se puso a reflexionar, se sentía una persona de fe…pero su fe no tenía nombre, ni cara, ni vestidito, su corazón sabía que si hacía las cosas bien Dios la cuidaría y se ocuparía de sus necesidades, así de sencillo, sin tanto trámite ni burocracia; no le gustaba
  • 24. 24 la gente que vivía persignándose con su Dios en los labios y ante el menor cruce de pareceres con otros todo ese momento de paz se le venía abajo. Había nacido en una familia de pocos recursos, eran 12 hermanas- como ya dije al principio- cuando Laura recordaba a su madre, siempre la veía preñada. Cuando ella nació, su madre aún no se recuperada de la muerte de Carlota (su tía que murió de tifus, siempre le había tenido celos porque la creía enamorada de su marido) por eso al nacimiento de Laura, la partera -doña Anuncia- le habló a su hija mayor así. -Mire Tesira, como su madre no está bien, usted se hará cargo de la niña, edúquela como si fuera su propia hija. Tesira tenía 16 años y adoró aquel momento porque la niña Laura era de todas las hermanas la más blanca y la más bonita, era realmente una muñequita por eso en adelante la llamaría “Quita”.
  • 25. 25 Su padre era estibador del puerto, se ausentaba varios meses a veces en algún barco y la familia notaba su ausencia cuando escaseaba la comida, las hermanas más grandes amasaban pan y galletas que ponían en grandes canastas y llevaban a vender en el centro de la ciudad. Laura conoció de frente la cara del hambre, se miraron muchas veces a los ojos por eso ni bien consiguió trabajo hizo todo lo posible para que a su familia no le faltase nada. Cuando se despertó Servando la hizo llamar a su oficina, sacándola de sus pensamientos. La oficina como él la llamaba era un cuartucho donde apenas entraba una mesa y dos sillas de mimbre, adornada por una cruz de madera y sobre la mesa una velita de noche que siempre estaba encendida ante la mirada mansa de la Virgen. -Tengo malas noticias -dijo el cura con voz grave.
  • 26. 26 -¿Qué pasó? -preguntó alarmada. -No encontramos a Pamela, tiene apenas 13 años, viene todos los días a merendar y a almorzar con nosotros y hace dos días que no aparece y la madre dice que no sabe nada…bueno, en realidad en esa mujer no se puede confiar, desde que se fue el padre de la niña la manda a pedir todo el tiempo y si no le lleva plata la golpea, la creo capaz de cualquier cosa. -Deme la dirección de la madre, me ocuparé personalmente padre, despreocúpese. Laura le entregó las cajas con la mercadería, besó a Servando en la mejilla y se fue. Iba subiendo al auto cuando un niño de unos 11 años la agarró del brazo. -Usted es la señorita Laura ¿no? -preguntó asustado mirando para ambos lados. -Sí, ¿Y tú quién eres? -Soy Agustín, amigo de Pamela, yo sé dónde está.
  • 27. 27 -Y supongo que me lo dirás ¿no? -La madre la vendió al señor Pedro. -¿Estás seguro? ¿A Pedro el dueño del burdel?- preguntó Laura sin salir de su asombro. -Si señorita, Pamela personalmente me lo contó, mi mamá trabaja ahí. -Bien…me ocuparé de este asunto, no hables con nadie de esto- dijo con una sonrisa. Golpeó la puerta desvencijada de la casa de Pamela y salió una mujer entonada por el alcohol. -¿Qué querés vos acá? -le dijo a la señorita Laura al verla tan arreglada. -Desearía molestarla sólo unos minutos… ¿dónde está su hija Pamela? - ¡¡¡¡Y a vos que te importa!!!! …tómatela -dijo con un movimiento queriendo cerrar la puerta. Laura puso rápidamente el pie, trabándosela y de un empujón puso a la mujer contra la pared, con la mano en su
  • 28. 28 cuello. Más te vale que te quedes quieta y me acompañes a dar una vueltita-dijo casi al oído de la mujer media atontada, la metió con la ayuda de Félix en el auto y se dirigieron al burdel. Busquemos un teléfono público, necesito hacer una llamada. Llamó a dos amigos actores y les explicó que necesitaba que actuaran de policías en una obra, porque estaban ensayando y los actores convocados les había fallado, ¡vengan con el uniforme! -les gritó para asegurarse. Esperaron en el auto, sin saber que estaba tramando la señorita Laura. Cuando entraron al antro de luces coloradas y vapores de licores, sexo y humedad, debieron tomarse unos segundos para acomodar la vista y ver en esa oscuridad. Detrás de la señorita Laura, Félix encaró a Pedro. -¿Dónde está Pamela?- le preguntó amenazador.
  • 29. 29 Pedro hizo un gesto con la cabeza y vieron a la niña bailando en una tarima en ropa interior. -Arresten a ese hombre- le dijo Laura imperativamente a los dos actores vestidos de policía (creídos que ya estaban ensayando). -No tienen derecho -gritó Pedro- le pagué 500 morlacos a esa mujer –señalando a la madre de Pamela- por la chica. -Bien… dijo la señorita Laura empujando a la madre de Pamela hacia la tarima (donde continuaba impávida la púber). Tú te quedas a trabajar acá hasta que le devuelvas la plata al señor Pedro, y Pamela se viene conmigo. Mañana te enviaré un oficial para que firmes los papeles y cedas la tutela, tú la vendiste, así que no tienes más hija -dijo con vos clara para que todos la oigan. - Y tú… (Dirigiéndose a Pedro). No terminó de hablarle que el hombre cayó redondo, desmayado.
  • 30. 30 ¡Cárguenlo en el auto!- pidió Laura. Escribió sobre el mostrador una advertencia en un papel con letra de imprenta y se la puso en el bolsillo del pantalón a Pedro. Cuando subió el cura al campanario para convocar a los mítines, no tenía idea que hacía Pedro colgado de la campana por los talones boca abajo, llamó al monaguillo para que lo ayude a descolgarlo y le preguntó quién le había hecho eso. Pensativo primero y dubitativo después…Pedro contestó: -Es un ajuste de cuentas curita, gracias a Dios no es más que eso y no volverá a suceder, te agradezco me hayas bajado, tambaleándose e irrigando un poco el cerebro, se acomodó la ropa y se volvió a su burdel. *** Estaba inmersa en la bañera con sales de jazmines, la velita encendida relajándose
  • 31. 31 del ajetreado día y recordando el episodio con Raúl. Ese muchacho de 25 años que soñaba despierto en conquistar su corazón, trabajaba para el coronel Capacho y siempre buscada la manera de ayudarla, aunque era secretario de la oposición. Ella volvía de la embajada por una callejuela empedrada disfrutando de la noche llena de estrellas y de una luna de leyenda, cuando tuvo la sensación de que alguien la seguía y no se equivocó; al girar en la esquina se metió en un zaguán y tanteó el gas pimienta de la cartera con la mano izquierda, vio como un muchacho con paso apresurado daba la vuelta y miraba hacia ambos lados buscándola, ella se abalanzó rápidamente como un gato sobre él, quedando acorralado contra la pared, con la mano derecha apretó sus testículos y con la mano izquierda apuntó el aerosol hacia sus ojos.
  • 32. 32 -Si no me decís por qué me estas siguiendo, te capo o te dejo ciego, elegí -susurro al oído del joven con autoridad. –Ayyy, soy yo señorita Laura…Raúl. ¿Se acuerda de mí? -dijo con un hilo de voz. -Como no me voy a acordar, si te veo casi todos los días, pelandrún ¿Por qué me estás siguiendo? -Debo contarle algo gravísimo señorita. -Puajjj…dijo Laura soltándolo y mirándose la mano con que presionó sus partes -sacudiéndola con asco- guardó el gas nuevamente en la cartera, ¿te hice daño? -Un poquito pero tenía que correr mis riesgos, usted sí que está preparada para todo-contestó el muchacho masajeándose allí. Raúl le contó lo que estaba planeando Capacho porque no quería ser testigo de un asesinato, le repitió palabra por palabra, lo que había escuchado (en un descuido del coronel), cuando cerraba el trato por teléfono.
  • 33. 33 El coronel Capacho y el general V. se habían graduado en la misma universidad, salían a divertirse juntos sumándose Ofelia –una compañera- carismática, encantadora y sensual, que le partió el corazón el día que le declaró su amor y ella le contestó que había aceptado el compromiso con el general V. esa misma mañana. En la carrera diplomática lo ascendían, lo invitaban a las fiestas y a él nada, por eso lo odiaba con toda su alma. Capacho estaba enfermo de rencor y de envidia por eso y por lo que vendría, quería terminar de una vez con su enemigo acérrimo. Había contratado a un francotirador profesional pagando una gran suma de dinero para no revelarle quien era…y para que en la reunión inaugural dispare sobre el primer orador, eso sucedería a las 11 horas am. al día siguiente. Laura estaba ultimando los preparativos de la ceremonia inaugural para la
  • 34. 34 apertura del 9º Hospital en especialidades médicas, el primer orador sería el General V. responsable del evento y luego diría unas palabras el coronel Capacho apoyando sus ideas –según el protocolo-. Por eso metida en el agua de jazmines, meditaba como resolver aquella encrucijada “sin mover mucho las aguas”…se decía si Dios me lo hizo saber, también debe estar en mí la respuesta, cerró los ojos, respiró profundo y se relajó, al salir del baño, llamó al general V. -Hola, soy la señorita Laura, llamo porque se ha postergado un poquito la ceremonia, de mañana, así que puede llegar a las 11,40 horas a.m., que descanse. –Gracias Laura llegaré puntual-dijo con vos pausada y cortó. Era una fiesta para la retina la inauguración la gente apoyando al partido Violeta llegaba con una prenda haciendo énfasis en los colores, ya que estaban
  • 35. 35 prohibidas las banderas de partidos políticos, las mujeres vestían polleras, vestidos, cinturones, carteras y zapatos combinados, los hombres calcetines, el pañuelo que asomaba en el traje haciendo juego con la corbata en lila o color violeta. A las 10 y 50 horas a.m., Laura que llevaba un vestido de pana violeta que acentuaba sus curvas y la hacían ver bien sexy subió al estrado preparado para la ocasión y vio al coronel Capacho sentado en primera fila muy divertido con otros colegas, observándola con malicia. Tomó el micrófono y dijo: -Uno, dos, tres…probando ¿me escuchan bien? -Sí, dijeron varios Y la voz de Capacho retumbó desaforadamente. -Se escucha perfectamente señorita-dijo sarcásticamente. -Que bien, cuanto me alegra oír eso coronel Capacho porque venía a solicitarle que sea usted el primer orador, ya que el
  • 36. 36 general está retrasado…sabe Dios porque, y la ceremonia debe comenzar. Laura comenzó a aplaudir mientras bajaba los tres escalones para dejar paso al Coronel, y todos la siguieron con algarabía. Menos Capacho que pasmado y aturdido, caminó hacia el estrado, mirando a la señorita Laura con los ojos rojos desorbitados, no había excusas, ni súplica, ni remordimiento en ellos. Situado frente al micrófono, miró el edificio de enfrente, buscando al francotirador y recordó su orden tristemente “Dispara al primer orador a las 11 horas a.m.” Capacho no oyó el disparo… y cayó. La notica en el diario al día siguiente decía que fue víctima del partido contrario, sin saber que él fue su propio opositor y como pocos lo querían, en poco tiempo fue olvidado. *******
  • 37. 37 Cuando la llamó el Dr. Osvaldo Arizu a su despacho, Laura recordó el día que conoció a Domingo. El cura Servando se lo presentó diciendo que era un hombre que había sido “canillita” -vendedor de diarios- toda su vida y con el sudor de sus piernas (porque a todos lados iba caminando), había ahorrado lo suficiente para pagar a cualquiera para que lo cuide. -A mí me gustaría que usted, que conoce tanta gente pueda conseguir a alguien de confianza y buen trato para mi amigo. Porque él no se da cuenta que está perdiendo la memoria está más empecinado que caballo viejo, le había dicho a la señorita Laura. -Está bien don Servando, yo me ocuparé -dijo ella- anotando la dirección de Domingo. Es un placer conocerlo, agregó saludando al anciano, prometiéndole pasar al otro día por su casa. Así fue que Laura y Domingo entablaron una amistad enorme, aunque por la edad
  • 38. 38 podría haber sido su propio abuelo. Iba muchas tardes al salir del trabajo para ver si necesitaba algo, haciéndole algunas compras porque sabía que a él le encantaban las frutas. Domingo era un hombre acostumbrado a la soledad, que nunca se había casado porque pensaba que un día iba a volver a su nostálgica Italia y allí se casaría con la novia de su infancia (así se lo había prometido). El tiempo sin proponérselo había sido impiadoso con él, ya tenía 78 años y no fue un impedimento el dinero lo que hizo que no viajara, sino el amor por sus propiedades, las gallinas, los conejos y el ancla invisible que lo ataba a sus amigos y a su libertad, porque siempre y desde hacía una eternidad de años se reunían en el viejo billar a pasar las noches solitarias. Domingo tenía una gracia en sus decires y una picardía que le permitía ser espontáneo ante cualquier situación, tanto fue así que le había contado a la señorita
  • 39. 39 Laura el día que su vecina lo denunció, porque el gallo cantaba todas las mañanas y las gallinas alborotaban todo el día. La casa de don Domingo era cómoda y amplia, vivía en una austeridad que se imponía para poder caminar por el comedor con las gallinas, había un dormitorio que constaba de un catre una mesita de luz, donde brillaba con luz propia el Sagrado Corazón de Jesús y un ropero de dos puertas. La cocina era tan grande e iluminada como el comedor y constaba de una mesada de punta a punta de costoso mármol, allí estaba la mesa donde comía…también, en compañía de sus siete gallináceos. Porque todas las mañanas las gallinas picoteaban la celosía de hierro para despertar al viejo, que con gran alegría las recibía como si recibiera a su propia familia. Una escalera en el comedor llevaba al gran patio donde habitaban las
  • 40. 40 plumíferas porque no había un gallinero limitante, ellas se paseaban por donde les daba la verdadera gana. Una inmensa higuera era la diversión del anciano, que juntaba higos para los vecinos preparaba dulces y se los comía con el placer de un niño. Como dije antes, la vecina lindante lo denunció (siempre hay una jodida) y la otra vecina que lo adoraba le avisó que vendrían inspectores porque estaba prohibido en la capital tener gallineros. Y vinieron los inspectores –dos- ni bien tocaron el timbre como el no recibía visitas y Laura tenía la llave, Domingo guió a las gallinas y las encerró en el ropero. Y los recibió con una gran sonrisa, los hizo pasar mientras le cantaba “La Donna e Mobile” en italiano (como le cantaba su madre cuando estaba contenta) se paseaba con ellos por toda la casa con su mate en la mano y el termo debajo del brazo.
  • 41. 41 -Pero aquí no hay ningún gallinero-dijo uno observando el patio-aunque se ve que está sucio allí abajo. -Ah sí, había pero hace un tiempito se llevaron las gallinas y aún no tuve tiempo de limpiar-dijo el viejo pícaro. -Usted sabe que está prohibido ¿no? -Por supuesto, cómo no voy a saber-le dijo sonriendo- estamos en la capital ¿no? Ambos inspectores se fueron satisfechos y confundidos por la denuncia. Ni bien se fueron Domingo abrió el ropero y salieron las siete gallinas y el gallo viejo, que él contento acompañó hasta abajo y seguía cantando. A Laura se le dibujó una sonrisa cuando recordó el episodio frente al Dr. Osvaldo Arizu, que la había citado para leerle el testamento de don Domingo- que había fallecido la semana anterior-. El Dr. abrió el sobre y comenzó a leer. Yo, don Domingo D´elacua, italiano, que acredito identidad con libreta de enrolamiento nro.
  • 42. 42 tal...y siendo habitante de la localidad de Capricornio declaro que poseo los siguientes bienes: a) Una casa-habitación, donde resido, con los pocos muebles que la adornan. b) Una casa en la que resido en mis vacaciones, ubicada en la ciudad de Córdoba en el valle de Calamuchita, Argentina, calle…c) Una colección de monedas antiguas de Europa de oro, que están guardadas en la caja de seguridad del banco Nicolson, sucursal villa Venus que lleva el número . . .cuyas llaves se encuentra en poder de mi abogado. Declaro que no poseo hijos y mi deseo es dejar mis posesiones a mi heredera universal la señorita Laura Ruis. Laura no esperaba ese gesto de su amigo, pero agradeció de corazón al abogado, tomó las escrituras de las propiedades con sus respectivas llaves y le explicó al letrado que la casa de Mingo se la cedía a sus padres y la propiedad de la provincia de Córdoba la pusiera a nombre de Ludmila
  • 43. 43 que tenía familia por esos pagos y la disfrutaría más que ella y se retiró amablemente del despacho…Que Dios te tenga muy cerquita Minguito hasta que nos volvamos a encontrar, se persigno y besando la cruz de su cuello, se fue caminando hasta la iglesia, allí le donó a Servando las monedas de oro dándole la llave de la caja de seguridad del banco que le entregara el abogado. -Para arreglar el techo curita-agregó- y le guiñó un ojo, Servando no podía cerrar la boca del asombro. Laura cumplía sus 21 años, se sentía fantástica, con ganas de enamorarse aunque no precisamente de tener hijos, su cerebro en algún rincón tenía la certeza que no quería repetir la historia de su madre de engendrar por engendrar y que los hijos se arreglen como puedan. Gozaba del poder en sus manos de realizar lo que quisiera, se sentía dichosa al haber cedido
  • 44. 44 las propiedades en lugares que ni sabía que existían. En su acostumbrado baño de inmersión de jazmines y una velita reflexionó su presente…debía decidir qué camino emprender y soltar los apegos de sus seres queridos para que no le pase lo que le ocurrió a Domingo que nunca más pudo volver a su país, ella necesitaba salir de su amado Capricornio…allí todos la conocían y le temían, cerró los ojos y sintió su voz interior. **** Cuando golpeó la puerta de la oficina del general V., este se sorprendió -Adelante, ¿pasó algo Laura? -Pues sí, he decidido en mi mayoría de edad viajar para otros rumbos, deseo estrenar nuevas alas-dijo sonriente. -Creo que su intuición está siempre fresca, es el mejor momento ya que Capricornio se ha vuelto denso, y no puedo darle la seguridad ni la libertad que tenía, es una
  • 45. 45 afortunada decisión. -¿Y qué hará usted general? -Supongo que algo parecido, pero lejos suyo, para no comprometerla-sonrió- en unos meses me jubilo y mi familia está dispuesta a seguirme. -Le deseo lo mejor señor, he aprendido mucho a su lado y voy a extrañar la seguridad de este nido…pero tengo ganas de conocer el otro lado del universo- y le guiñó un ojo. -Que sea feliz Quita-le dijo en tono de padre-se lo merece por su carácter siempre dispuesta a ayudar y una entereza a toda prueba. El general le estrechó la mano derecha mientras con la izquierda le palpaba el hombro amistosamente, regalándole una gran sonrisa, en la que le demostraba toda su gratitud, se acercó al escritorio de caoba y giró la llavecita, abriendo el primer cajón le entregó un sobre con una abultada cantidad de billetes.
  • 46. 46 –Ohhh gracias, no lo esperaba-dijo ella-y dándole un beso en la mejilla rapidito, que lo sorprendió, se fue. Llegando al estacionamiento, le dijo a su chofer: -Vamos, que este será tu último viaje, y mientras iban rumbo a su departamento le contó a Félix las nuevas decisiones, al bajar del automóvil, se despidieron con un largo abrazo. - Te extrañaré amigo- le confesó- gracias por todo. En la terminal se tomó un micro para dirigirse a la casa de su familia, les confesó a Tesira y a su madre que saldría de viaje y que no sabía por cuanto tiempo pero que se mantendría en contacto, Juana-su madre- preocupada no dejaba de hacerle preguntas. ¿Por qué tan de repente? ¿Si corría peligro?, ¿era necesario que se aleje?...y más. Un llamado imprevisto a la puerta las interrumpió y sobresaltó, Laura agarró el palo de amasar de la cocina y lo colocó detrás de ella, miró por la mirilla.
  • 47. 47 Un hombre apuesto de mirada curiosa esperaba que lo atendieran. -¿Esperan a alguien?-les preguntó -No, ¿quién es? -Qué se yo -Pregúntale hija -¿Quién es? -gritó observando la mirilla…gustosa de lo que veía. -Me llamo Adan me envió Félix, me dijo que pregunte por la señorita Laura. Ella abrió la puerta y ambos se quedaron observándose, un halo de energía los conectó en silencio. -Hola, soy Laura ¿qué necesitas?-le preguntó con una sensualidad que ella misma desconocía. -Estoy de paso, vine a dar unas clases de manejo de unas máquinas y vuelvo a Buenos Aires. Félix, que es un amigo de la infancia me dijo que su ex jefa iba a viajar y no sabía adónde, como voy en automóvil, pensó que por ahí quisieras que te lleve a algún sitio…soy de confianza-dijo-con una
  • 48. 48 sonrisa que conquistaba a la misma muerte. -¿Le gustaría tomar algo fresco señor Adan?-dijo la madre que escudriñaba detrás del hombro de su hija. -Si no es molestia, se lo agradecería señora. -Pase, pase…póngase cómodo y le sirvo algo- le dijo Juana amablemente viendo un brillo nuevo en los ojos de su hija. Una conversación que se extendió con jugos de por medio, sirvió para que se empezaran a conocer, era innegable que se gustaban y que su madre no desaprobaba el encuentro y Tesira tampoco. -Bueno…si querés vamos yendo a ese dichoso viaje a nuevas tierras-dijo Laura tratando de ocultar su alegría. Se abrazaron con su madre un rato largo, dejándole una pequeña esquela a su padre que seguía de viaje en esos barcos que lo hacían feliz además de ganar dinero. Tesira se quitó la medalla que llevaba en
  • 49. 49 su cuello, la besó -es la virgen de la sonrisa- para que te acompañe, mi ´ja…la abrazó fuerte con el corazón oprimido y la promesa de volver, se despidieron. Fue un viaje no solo interesante por los caminos repletos de naturaleza, las ciudades llenas de colores indígenas, páramos de cabras donde la temperatura era más baja, caminos culebreros del carretero viejo y empedrado donde caían las orquídeas y vestían un camino alfombrándolo. Árboles y árboles de bananos, pararon en el camino en una carretilla al paso, limpia y llena de aromas a pescados fritos imposible no desear un plato de cangrejos y maduro con queso, de postre rosquitas con miel de caña. Comieron, conversaron, se conocieron y él le confió que estaba divorciado y tenía dos hijos que vivían en Buenos Aires, sus padres también se habían separado cuando Adan tenía 11
  • 50. 50 años y su madre desde entonces se había dedicado a continuar con el oficio de su propia madre, trabajando en su casa y así poder cuidar mejor de él. El comedor siempre estaba lleno de gente a medio vestir, maniquíes y mostacillas ya que realizaba vestidos de novia y trajecitos para madrinas. Su padre era un bohemio que no lograba quedarse con ninguna mujer por mucho tiempo, es un mal de familia-dijo- he heredado las alas de mi padre. -Laura lo miró curiosa, has heredado la creencia-dijo ella sin saber porque lo sentía así (sin presentir que ella misma había atraído a ese hombre que sería tan ausente como Manuel, su propio padre). Al bordear el camino junto al agua que era la confluencia de dos ríos ella le preguntó si podrían ir a refrescarse allí donde se formaba un delta no correntoso. -Ya mismo -dijo él divertido- aparcando el auto al costado de la muralla de piedra.
  • 51. 51 Bajaron de la mano unos escalones empinados, él la apretaba fuerte y ella se dejaba llevar por esa calidez y la química que la atraía como abeja a la flor. Laura se quitó las sandalias y levantándose el vestido con la sensualidad de un felino corrió hacia esa agua clara y tibia, Adan se arremangó los pantalones y sacándose la camisa la siguió riendo ambos como niños se empaparon, ella le tiraba agua con las manos provocándolo y él la corrió hasta alcanzarla y la arrojó en la arena tentados, se miraron encendidos se atrajeron, se besaron como si fuera la última vez, sus lenguas se encontraron deseosas, se descubrieron humedecidas, él puso la mano en su muslo fresco y ella dejó escapar un suspiro que hasta las piedras temblaron. -Te deseo, quisiera hacerte el amor, ¿eres virgen?-dijo él con el galope del corazón en su pecho.
  • 52. 52 -Umm suena tentador…ni santa, ni virgen, que se cumpla tu deseo -dijo ella apoyando la lengua en la comisura izquierda de su labio y sonriendo. Se levantaron sacudiéndose la arena y fueron a buscar sus cosas al auto, cruzaron la avenida hacia la hilera de hoteles, uno más lindo que otro Adan pidió una habitación y la observó con ojos de niño travieso…ella le regalo una sonrisa insinuante. Cuatro días y sus noches fueron de extremo placer, solo se alimentaron de contundente sexo y los desayunos abundantes que le enviaban a la habitación…al quinto día al pagar la cuenta el gerente observaba las ojeras de ambos y la delgadez con una semi sonrisa a lo que Laura ocurrente le obsequió - somos recién casados-. -Felicitaciones señora, señor -dijo el hombre creyéndose las palabras. Y ambos salieron muertos de risa por la picardía.
  • 53. 53 Sin certeza de que esa sería una premonición, porque no se separaron más desde aquel día; se casaron a los ocho meses de haberse conocido Adan Equis y Laura Ruis con una atracción sexual insuperable en ningún libro de records. ¿Y el amor?...hubiese sido necesario para cuando la pasión durante el embarazo disminuyó y Adan comenzó a aletear sus alas congénitas, llegando tarde, perfumado hasta su sombra, con las excusas pálidas colgadas en sus labios por no poder acompañarla en los estudios ginecológicos de rutina que lo aburrían hasta el hartazgo. Comenzó a viajar más seguido diciendo que estaba instruyendo en la fraternidad y era importante que así lo hiciera (solo lo era para él). Ya que era masón-venerable maestro- y se lo había contado a ella al poco tiempo de conocerla. Su padre lo había iniciado, era casi un don de familia entre los hombres para
  • 54. 54 aprender a perfeccionarse a sí mismos, la logia no es una secta- le había explicado- se requieren dos requisitos: creer en un Ser Supremo y en la inmortalidad del alma. En esas ausencias fue cuando Laura guardó la alegría, también los sueños, apoderándose de ella una tristeza nueva, se mordió los celos y la rabia transmitiéndole esas emociones a la niña que llevaba en sus entrañas, rogando cada noche a las estrellas que fuera un varón, creyendo que eso cambiaría algo para ellos. Y sin quererlo afirmaba la masculinidad en el inconsciente de su hija.
  • 55. 55 Parte dos Mi nombre es Natalia mi madre eligió ese nombre porque la obstetra se llamaba así y fue quien le dio confianza en todo el embarazo. Tengo un recuerdo que viene a mi mente -tengo 5 años-alguien me preguntó que querría ser cuando sea grande…-Quiero ser como mi mamá -contesté con la certeza que tienen los niños en los ojos y en el corazón. Porque la veía elegante, muy bonita, olía a perfume dulce (las madres siempre huelen bien) se paseaba oronda del brazo de mi padre…él era un hombre apuesto de cabello negro, nariz aguileña y ojos perspicaces, solo recuerdo lejanamente su sonrisa siempre nueva. Mi madre era su segundo matrimonio. Sé que tengo otros hermanos cuando ella le
  • 56. 56 recrimina en voz más alta, y le dice con los ojos vidriosos que se preocupa más por su pasado que por nosotras que somos su presente y que cada vez que va a ver a sus hijos, sabe bien que se revuelca con su ex…no comprendo lo que es revolcarse pero suena divertido. Mi papá trabaja en una oficina donde gana bastante dinero porque tiene un cargo importante y aunque su sueldo es bueno no alcanza para vivir holgadamente porque ayuda a su otra familia y viaja, no sé si es por trabajo o por la hermandad (así le dice mi madre a sus ausencias). Por eso alquilamos una habitación en una casa recontra antigua en la Avenida 9 de Julio, tiene una escalera larguísima que debemos subir hasta el segundo piso, allí hay un pasillo extenso con once habitaciones de techos altos, hay dos cocinas en el fondo para compartir por turnos porque por lo angostas que son solo entran dos personas por vez y dos
  • 57. 57 baños…ayyy los baños me dan pavor porque solo hay un agujero donde se apoyan los pies separados y hay que acuclillarse, a mí me sostienen, y sea quien sea quien el que me acompañe me aferro a sus brazos como un abrojo, me da miedo imaginarme caer adentro porque el agujero es muy grande para mi cuerpo pequeño. Y ni hablar del pasillo a la noche, que aunque mi madre con habilidad tejió unas cortinas en crochet y cierra la puerta con llave, se ven pasar las sombras de los otros inquilinos a través de los vidrios, no sé si es mejor o peor ver solo las sombras. La cama es grande por eso dormimos los tres juntos, a veces mi padre se hamaca con mi mamá y me duermo más rápido si no cantan o algo parecido. Cuando mi papá se va a trabajar y mi mamá conversa con la señora Thelma -la dueña de la casa- la oigo llorar mientras juego con mi muñeca, es como si
  • 58. 58 hablara otro idioma cuando mi padre no está, me siento triste por su malestar y porque dice que es un mujeriego que nunca va a cambiar (parece que vino así de fábrica). Por lo menos eso entendí en medio de su llanto y tiene razón cuando dice que mira a todas y que su sonrisa es más sonrisa cuando es para otra…eso yo lo vi y esto otro me lo contaron. Yo tenía cuatro meses de vida cuando Loredana–otra inquilina- comenzó con las contracciones de parto, Thelma nos avisó porque mi padre tenía el auto y fue él quien corrió a asistirla hasta el hospital (porque marido no tenía, por eso y por otras cosas la llamaban la prostituta aunque en la casa no atendía, y ella no negaba que se dedicaba al oficio más antiguo). Mi madre a pesar de las habladurías muchas veces por solidaridad le cuidaba al bebé para que vaya a hacer los mandados y no tenga que subir con
  • 59. 59 todo el peso y la criatura los dos pisos por la escalera, nunca conversaron demasiado porque no había tiempo ni necesidad, sobraban pañales para lavar y había que consolar el llanto chiquito o preparar alguna mamadera, si Loredana se iba a duchar le pedía a mi madre si no le miraba a su hija -Marión- y así se complementaban de día como buenas vecinas. Cuando vino la gente del censo-y aquí sigo recordando- preguntó cuántos éramos por familia los que vivíamos en cada habitación, a la dueña se le iluminó la cara con una sonrisa cómplice que le regaló a mi madre presintiendo que si llevaba lejos a su marido de las otras inquilinas salvaría el matrimonio, sobretodo de Loredana que cada dos por tres los había encontrado en algún rincón de la escalera demasiado cerca entre murmullos y las manos sospechosas.
  • 60. 60 Thelma nunca se animó a revelar sus pensamientos en voz alta. El señor que vino de la municipalidad y escribía en unos papeles enormes, dijo que demolerían ese y otros edificios porque se iba a construir una autopista, por eso nos llegaría la citación para presentarnos a buscar la llave del departamento que nos entregarían a pagar mensualmente en 30 años. El día que fuimos a la municipalidad con la señora Thelma y mi madre, como siempre mi padre no estaba, lamentablemente se perdía los mejores eventos relacionados con nuestras vidas. El lugar estaba atestado de gente y lleno de chicos, todos llevábamos un ramito de esperanza en esa llave que abriría un nuevo hogar, los ventanales eran altos y daban a la calle, estaban abiertos de par en par porque era el mes de noviembre y la humedad y el calor eran insoportables, la entrega del llavero con los datos de la
  • 61. 61 ubicación de la propiedad duró varias horas. Estábamos todos sudorosos e inquietos sobre todo los chicos, de repente entró un humo espantoso, nos comenzaron a arder los ojos y un olor horrible nos invadió, empezamos todos a correr escaleras abajo como ratas cuando se hunde un barco, la gente se llevaba por delante a los que menos podían acelerar las pisadas, los gritos de desesperación de quienes no encontraban a sus hijos que en el embrollo salieron corriendo para cualquier lado y entre la multitud se perdieron fue un verdadero pánico. Mi madre se sacó la camisa quedándose en soutien y me tapó la cara con ella, nos dijo a Thelma y a mí: -Vamos para el baño que está al final del pasillo. Los ojos nos ardían, llorábamos sin querer como si peláramos miles de cebollas, mi mamá que sabía de emergencias como esas porque le habían enseñado cuando trabajó en el
  • 62. 62 gobierno antes de conocer a mi padre, mojó la camisa y la hizo trizas, nos dio un pedazo a cada una para ponerla en los ojos humedeciéndolos y con un cartón que había en un tacho de basura nos abanicábamos y eso nos devolvió la conciencia. Un hombre alto con la mirada del color del cielo, sin un solo pelo pero muy amable, la vio a mi madre semi desnuda, se quitó el saco y se lo ofreció. Ella con tantos nervios ni se había dado cuenta que algunos hombres corrían y sin disimulo le observaban sus pechos inmensos. -Gracias caballero- le dijo- poniéndoselo y extendiéndole un pedazo de tela que sobraba aún mojado de su camisa. -Gracias a usted señora que con el espectáculo que estaba viendo olvidé como me lloraban los ojos, mi nombre es Millán -dijo con una voz que arrastraba las palabras, extendiéndole la mano cortésmente.
  • 63. 63 -Soy Laura, ella es Natalia mi hija y Thelma una amiga ¿usted es de aquí? ¿Tiene un tono extranjero?-dijo aun sonriendo. -No se me quita el gallego Laura, ¿las puedo tutear?, hace años que vine de España y aún hablo igual que en mi tierra, y si no las incomoda puedo llevarlas fuera de aquí, conozco este lugar como la palma de mi mano, he sido gerente de limpieza y luego empleado-dijo con una sonrisa que hizo reír a mi madre y a Thelma, porque yo no entendí el chiste. Así fue que nos enteramos que habían tirado gases lacrimógenos por la ventana, un grupo que estaba en contra del gobierno y de la entrega de los departamentos, solo la política podía armar semejante desparramo y alboroto. Gracias al señor desprendido del saco llegamos a la casa antigua sanas y salvas y mi mamá ganó un amigo sin saber que la
  • 64. 64 vida le estaba tendiendo una mano o más bien las dos, eso pasaba con mi madre, los hombres reparaban en ella como se observa una flor…lástima que mi padre teniendo el jardín en casa siempre deseaba otra flora. El señor Millán al retirarse le extendió una tarjeta a mi madre y le dijo: -Estoy a su disposición si alguna vez desea un café, una charla, un amigo o un préstamo, estoy trabajando ahora en un banco y me dan esa facilidad, no dude en llamarme, de verdad se lo digo Laura, fue un gran gusto conocerlas-dijo saludándonos a las tres. -Muchas gracias Millán, lo tendré en cuenta se lo aseguro y le ofreció un abrazo para sellar ese compromiso etéreo. ******* El departamento que nos dieron era bellísimo, constaba de un comedor y dos dormitorios luminosos, una cocina y un
  • 65. 65 baño al fin con inodoro, fue una pena que al poco tiempo de amueblarlo mi padre comenzó con sus andadas, era típico de su Eros seducir a cuanta mujer correspondiera su mirada de halcón. Y el barrio era un regio bálsamo de mujeres contenedoras y para peor todo se sabía en un santiamén o casi todo. Las dos noches que no volvió a dormir fue la decisiva para que mi madre termine de despertar, ese día fue inolvidable para ella y para mí porque nos cambiaría la vida 180 grados, grados más, grados menos, la vi llorar a mares tipo tsunami, maldijo a tanta gente que yo no conocía, aprendí insultos nuevos, rompió las fotografías y solo quedaron algunas donde estábamos nosotras, se tomó toda la botella de licor de mi padre mientras ponía su ropa en una maleta de las que usaba para viajar. Fue tirando allí la mitad de las cosas que tenía en el placard, la otra mitad las tiró por la ventana, al amanecer llamó al cerrajero e
  • 66. 66 hizo cambiar la cerradura y antes de cerrar la puerta puso todos los bártulos de mi papá en el pasillo, menos la pipa que él adoraba porque representaba el trofeo de guerra. En un momento, que respiró y bajó de su locura me miró y me dijo -¡¿Y vos por qué lloras?! Con una dureza que me heló la sangre. -No sé… porque te veo llorar a vos -dije moqueando y tartamudeando. ¿Y mi papá? -Ese turro se va -dijo-¡y cállate! Que ya tengo suficiente y con mis lágrimas alcanza y sobra, ¿o querés una paliza y así lloras con motivos? -No quiero motivos-dije-y abrí bien los ojos para que vea la voluntad que ponía y apreté los labios, me puse seria como quien no quiera la cosa y ni una lágrima dejé escapar aunque me dolía la garganta por contener las palabras.
  • 67. 67 Sin que me viera agarré de las fotografías rotas la cara del turro o sea de mi padre y la escondí entre la ropa de mi muñeca. No sé en qué momento se llevó sus cosas del palier o si alguien le avisó, solo recuerdo que ni intentó despedirse de mí, seguramente no era una buena idea porque conociendo el carácter de mi madre tenía que haber sido muy arriesgado y él no lo era, todo lo contrario su actitud seguía siendo un impulso genético. Así había actuado su padre y el padre de su padre y así sucesivamente, era como un llamado indio de la sangre que ninguno de ellos pudo con conciencia apaciguar. Todos los de su familia actuaban con ese egocentrismo y el instinto hormonal que llevaban entre las piernas, si algo positivo heredé de ellos fue el desapego a las personas y a las cosas materiales, ya que mi padre siempre decía que la vida había
  • 68. 68 que transitarla con poco equipaje mental y físico que esa era la gran fórmula del equilibrio emocional y espiritual…y con esa fórmula se fue andando otros caminos. Años después… Natalia llevaba el cabello castaño bien corto, sus ojos marrones a veces eran tan claros que se tornaban casi amarillos como un canario, sus pecosos pómulos y su nariz respingada le daban un aire de princesa, vestía pantalones cómodos, remeras holgadas y zapatillas de marca “flecha” que ella misma pintaba con marcadores en los recreos del colegio, cuando no estaba entrenando con la pelota o cabeceando contra la pared como le habían enseñado los chicos del barrio, cuando llegó a él tenía casi 6 años. Un barrio bastante barullero pero con un gran ingenio, porque estaba lleno de chiquilines de todos los colores y edades,
  • 69. 69 sumándose muchas veces los que llegaban para jugar de las villas miserias que había a los costados – tres en total – se buscaban juegos económicos y multitudinarios, como el poli ladrón, manchas, cachurra, 25 y un quemado, la escondida y valía todo el barrio para esconderse (menos los estacionamientos), la payana, la rayuela, los naipes los días de lluvia y más. Lo que tenía de bullicioso lo tenía también de verde, cuantas plantas llenas de flores convocando como en un ritual a las mariposas, el pasto de intenso y variados aceitunados, con aspersores en todo el verano que invitaban a mojarnos al aire libre y a jugar en el deleite de ser niños y la envidia de los adultos que no podían bañarse como nosotros, los días de lluvia saltaban pequeños sapitos que inspiraban canciones con sus soles sostenidos. El barrio -como lo llamábamos- constaba de catorce edificios en block y se dividían en tres columnas, que se parecían más a
  • 70. 70 unos palomares que a viviendas, tanto que si estornudaba el vecino de al lado se podía amablemente decir ¡salud!...como lo hacía la gente de buenas costumbres. O si una madre gritaba ¡acomoda tu pieza!, todos salíamos a acomodar sin saber la madre de quién lo había gritado, pero por las dudas. Esa niña que desde los diez años aparentaba ser un varón jugaba en el equipo de futbol femenino siendo la mejor delantera, mareaba con una habilidad y rapidez que dejaba boquiabiertos a sus contrincantes. Participó en los campeonatos “Evita” ganando dos medallas en la categoría de atletismo y fue el orgullo para su colegio junto a otras dos compañeras. Bajaba a la tardecita cuando su madre salía a veces con el señor Millán, el destino los había cruzado en una urgencia el día de los gases lacrimógenos y Laura que siempre tomaba al toro por las astas, ni bien terminó de secarse las lágrimas
  • 71. 71 vertidas por Adan y diligente como era, buscó la tarjeta y llamó al número sin preámbulos, ella siempre fue directa y práctica, le dijo que necesitaba un préstamo para montar el negocio de una peluquería. -¿Usted es peluquera?-le preguntó del otro lado del auricular el señor Millán. -No, pero cualquier mujer sabe lo que necesita otra mujer, yo tengo los contactos y con plata consigo la mejor peluquera. Por eso Nati en los atardeceres, cuando estaba sola, se quedaba en un hueco del edificio (allí había dos puertas donde estaban los medidores de gas y algunos guardaban sus bicicletas) era el lugar soñado al resguardo de los ojos chismosos de las vecinas, el momento sublime de regocijo cuando en verano miles de luciérnagas hacían de día la noche y se podía oír la inmensidad de los grillos y trataba de adivinar los dibujos de las
  • 72. 72 estrellas, ella no sabía leerlas pero intuía que había bajado de alguna de esas y que en algún lugar del mundo la vida era suave y no como la de ella. Esa paz en aquel rincón la conectaba con otro mundo, con otro cielo, se olvidaba de sus carencias, aliviándose en la soledad, ella creía que su cuerpo no tenía iniciativa propia pero que trataba de mostrarle lo que ocurría en su interior. Había oído que la medicina China explicaba que las emociones se asentaban en el cuerpo desequilibrándolo, eso le hacía eco en algún lugar del cerebro, no podía haber tanto chino equivocado y ella estaba siempre anémica por la desvalorización que sufría, cuando su progenitora bebía y le echaba la culpa de haber nacido -se había hecho costumbre oírla- los gritos y los golpes de su madre que seguía avasallando con su carácter autoritario, volcando en ella todos las broncas de su vida.
  • 73. 73 Internamente Nati sentía que no los merecía aunque no se planteaba si estaba bien o mal, ella sin pensarlo también repetía ese comportamiento reaccionario e impulsivo, cuando alguien necesitaba defensa la iban a buscar y aunque no se consideraba una patotera “iba al frente” decían los chicos, “nos cuida y protege” decían las niñas…y Nati daba brazadas impresionantes para sobrevivir a aquella selva cotidiana. ******* En el barrio, casi todos nos conocíamos por hablarnos o vernos, por los festivales que lo hacían divertido o por la trágica muerte que también rondaba los edificios donde se producían accidentes impensados no había título, raza, edad, nombre o seudónimo que respetara la parca opacando a veces nuestro camino. Al haber tanta gente conviviendo, no era como otros barrios que solo se conocen los
  • 74. 74 de la misma cuadra, aquí hasta Adela que era invidente conocía todas las baldosas que faltaban. Hay un dicho que si no fue inventado para nosotros le pega en el palo…”Dios los cría y el viento los amontona” y lo digo porque no era la única que vivía la soledad, muchos de mis amigos también tenían sus padres separados y los fines de semana se turnaban para ver con quien les tocaba irse, muchas veces sin quererlo…la soledad es como el amor, cada uno lo vive como sabe o como puede. Y ni hablar de los rencores en las reuniones de consorcio, que para los grandes eran batallas campales –sin balacera- para los chicos que bajábamos a jugar a deshora era la diversión más esperada, agarrábamos luciérnagas sosteniéndolas entre las manos para hacernos luz en los pasillos mientras le buscábamos un nombre o jugábamos a las escondidas.
  • 75. 75 Hasta el día que se disolvieron, luego del accidente de Danielito, se dieron cuenta que esas reuniones solo servían para perder un tiempo precioso, para pelear y separar a los padres de las horas que podían entregar a sus hijos, nunca para ponerse de acuerdo. Fue tan fácil encontrar un administrador que solucione los problemas y envíe por escrito mensualmente lo resuelto y los gastos. Esto se concretó lamentablemente una semana después de la última reunión de octubre y digo lamentablemente porque a veces se toman decisiones luego de alguna catástrofe. Era una noche bellísima llena de estrellas, los chicos iban bajando preparándose mentalmente para los juegos y pasando lista para ver quien faltaba o a quien deberíamos ir a llamar por el portero eléctrico. En mi edificio se haría la asamblea. Danielito vivía en el tercer piso hacia el frente, tenía 6 años, hacía poco
  • 76. 76 que se había mudado junto a sus padres que no se daban mucho con nadie, sin embargo al destino eso no le importaba, esa noche les cambió la vida. Dany se había quedado dormido entonces los padres bajaron tranquilos a la reunión de consorcio, había pasado una hora y muchos ya estaban acalorados, no tanto por el calor de la noche sino por la discusión de términos, presupuestos, arreglos, animales que no se permitían y casi todos tenían…cada inquilino o propietario tenía reglas egoístamente propias que los favorecía, de golpe se sintió un PAFFFF seco, todos se quedaron mudos creyendo que se había caído una maceta. ¿De dónde? si no había espacio en las ventanas para colgarlas, salieron del paliere y vieron a Danielito aplastado en el pavimento de terracota, el grito del padre nos despabiló a todos y la madre que corrió a recogerlo mientras otros gritaban ¡NO LO MUEVAN, NO LO LEVANTEN!
  • 77. 77 Don Lara salió corriendo al primer piso donde vivía para llamar por teléfono a una ambulancia o a la policía…quien sabe, porque llegaron los dos juntos. No todos tenían teléfono, si alguien necesitaba hacer una llamada lo hacía desde la casa de ese hombre servicial que siempre estaba dispuesto a ayudar, era un policía jubilado y tenía la costumbre de llevar un arma chiquita siempre a la izquierda de su cintura y a la noche caminaba por el barrio “custodiando” hasta que le daba sueño y se iba a dormir, para nosotros era casi un prócer. Algunos padres se llevaron a sus hijos para que no vieran la realidad que nos llegaba como una sacudida del mundo, un drama que muchos no estaban dispuestos a ver. Entre el griterío de dolor, el llanto del padre y la atención que debieron darle a la madre cuando se desmayó, llegó la ambulancia y la policía apartándonos de la
  • 78. 78 escena, igualmente vimos a Danielito mover la cabeza o sea que estaba vivo. Bueno…vivo estaba, quedó internado unos días en observación porque fracturas milagrosamente no tenía pero el golpe en la cabeza hizo que perdiera la movilidad y el habla, balbuceaba cosas inentendibles para todos menos para los padres. Gracias a Dios los padres son los únicos que siempre comprenden el lenguaje de sus hijos o al menos lo intentan. Le compraron una silla ortopédica para trasladarlo a todos lados, nadie se animó a preguntarles nada a ellos pero como siempre nos enterábamos de todo, le habían contado a la policía que aquella noche cuando Danielito despertó y no encontró a nadie, puso una silla para asomarse -ya que la ventana estaba abierta por el calor que hacía- se asomó para mirar hacia abajo y se cayó. Los padres se confiaron en que no despertaría ya que
  • 79. 79 una vez que se dormía nunca lo hacía, pero nadie sabe los designios de Dios y cuando sucederán las cosas para nuestro aprendizaje. Al año la familia se mudó a otro barrio porque no habrán aguantado las miradas que se colgaban de ellos cada vez que salían y saludábamos a Danielito. ******* El barrio daba para todos los gustos… “la Polilla” le decíamos a Marion, tenía unos cinco meses menos que yo, íbamos creciendo juntas porque entre todos los chicos siempre nos cuidábamos y nosotras nos conocíamos desde que vivíamos en la casa de la Avenida 9 de julio, el censo también les había dado a pagar un departamento de la municipalidad y aunque no éramos muy amigas, a veces jugamos o nos encontrábamos en algún cumpleaños, muchas veces la reconocía por mi ropa ya que mi madre le daba lo que yo no usaba y ella se lo agradecía
  • 80. 80 porque decía que le gustaba parecerse a mí…ufff …apenas podía conmigo y de repente tenía una admiradora, de hecho nos parecíamos bastante, solo que ella tenía ojos felinos y un andar muy provocativo parecido al de su madre. Recuerdo un día cuando estaba en el colegio y se apareció en mi aula y la presentaron como alumna nueva (lo que me faltaba pensé) pero no pasamos más de una semana juntas, porque la maestra era muy católica y nos miraba a las dos como bichos raros o pecadoras, ya que éramos las únicas alumnas que no teníamos padres presentes y parece que en sus creencias estábamos mal vistas. Además yo era muy pecosa y las manchas de la cara también las tenía en el cuello por eso muchas veces en medio de la clase de matemáticas encima que entendía poco me observaba fijo y me decía:
  • 81. 81 -Señorita Equis vaya a lavarse el cuello y la cara en el baño, está sucia. Con toda la vergüenza a cuestas y mirando el piso me iba y me fregaba y me fregaba llorando y nada, las manchas seguían ahí, volvía colorada de frotarme (y con las pecas) ella me miraba satisfecha y por supuesto como no daba la lección me ponía otro uno sobre el que ya tenía, cuando llegué a mi casa y se lo hice firmar a mi madre, me dio una tremenda paliza y luego me preguntó porque no estudiaba. Le conté lo que pasó y le dije: - me arden hasta las orejas porque ayer me pasé lavandina y odex para quitarme las manchas y nada las quita. Me miró con esos ojos chiquitos entornados como cuando meditaba mientras negaba con la cabeza. Al otro día nos levantamos y me dijo: - Hoy vamos las dos al colegio (ufff pensé) y vi que metió un especiero en la cartera.
  • 82. 82 Fuimos las dos en silencio en el colectivo y nos dirigimos a la dirección. -Deseo hablar con la directora-dijo-la señora directora que era una mujer delgadita y bajita, casi insignificante sino fuera por el título que tenía. Muy amable la escuchó a ella y me miraba como se mira a los santos…con compasión, mi madre le pidió un vaso de agua para tomar su remedio de la presión y la secretaria muy atenta se lo trajo. Yo la miré intrigada porque no sabía que tomaba remedios para la presión y ella me miró desafiante. Hizo el trámite para cambiarme de colegio y mandó a llamar a la señorita que me abochornó, ni bien entró la miró altanera a mi madre y parecía que iba a decir algo y paffff le tiró todo el vaso de agua encima. -Uyyyyyy exclamamos todos… ¡Señora! Atinó a decir la directora y pafffff le tiró encima lo que llevaba en el especiero -harina era-parecía un mimo la señorita.
  • 83. 83 -¡Ahora anda a lavarte vos!-le gritó- y rogá que no te denuncie por discriminación. Buenos días señoras -agregó-y me agarró la mano como solo lo hacía para salirnos de un problema. Por eso les decía que una vez casi iniciamos una amistad con Marion pero todo quedó allí. Otro día fue un intento cómplice, porque esa tarde llovía a cántaros y no habían bajado los chicos para jugar a los naipes como hacíamos los días de lluvia, yo estaba en uno de los huecos del monoblock donde solía sentarme y en eso pasó Marion con una cajita de bombones casi vacía, le quedaban unos seis. -¿Qué haces me preguntó? -Nada, mirando la lluvia y los sapitos, hay una cantidad enorme-dije -¿Querés llevarte unos cuantos a tu casa? -me preguntó.
  • 84. 84 -No se me había ocurrido-le contesté. -¿Si querés te regalo la cajita de bombones? Y los llevas ahí, estiró la cajita y me regaló tres bombones. -Gracias-le dije- y puse seis sapitos en la caja, la cerré y mientras ella agarraba unos cuantos sapitos más. -Acompáñame y se los mostramos a mi mamá -dijo contenta. Fuimos las dos hasta su departamento y Loredana nos vio tan felices que nos preguntó que nos pasaba. Ella abrió la cajita y sacó seis de los sapitos y su madre se reía y los pusieron en un bols grande de vidrio con agua y nos entretuvimos mirándolos como nadaban, agarré la cajita con mis seis anfibios y saludándolas me fui para mi casa. Porque además estaba medio mojada y quería cambiarme la ropa, llegué a casa y llené la bañera que era cuadrada y tenía en los laterales para sentarse y allí
  • 85. 85 me quedé observando como nadaban los sapitos y como caía agua a través de la ventana cerrada, hasta que sentí que mi madre abrió la puerta. -Hola -grité- estoy acá en el baño, vení que te muestro algo- yo estaba contenta con ese espectáculo. Cuando mi madre vio los sapitos se puso como loca, lejos de alegrarse por verme feliz como la madre de Marion, puso un grito en el cielo, me dijo que era una tontita por perder el tiempo en esa pavada, abrió la ventana y tiró los seis sapitos. -¿Por qué tontita?- pregunté indignada. -Porque aún sos chica, te falta mucho para ser tonta completa –me respondió aún más enojada. Me quedé triste y horrorizada por el fin de mis pobres mascotas. Tanto fue así, que al otro día bajé y fui a ver si había alguno
  • 86. 86 vivo…realmente una tontita, como podrían vivir si cayeron del séptimo piso. Aún después de nuestro experimento Marión no me caía muy bien porque siempre se andaba besando detrás de los monoblocks con algún chico que me gustaba, y aunque yo no me animaba a salir con ninguno, me molestaba que ella tuviera el mismo gusto y no por la ropa…ella era apasionada y audaz, aunque las vecinas le decían la hija de Loredana y estaba todo dicho porque así eran algunas viejas chusmas y con lengua de lija. Ella vivía en el mismo edificio que el mío pero en la otra columna, en un departamento chiquito como una nuez, donde siempre retumbaba la música del Winco que ponía a todo volumen su madre, que era toda alegría escuchaba cumbias y rancheras; no como la mía que oía en el tocadiscos a Julio Sosa que hacía pedazos las tardes sufriendo los tangos.
  • 87. 87 Su madre era la prostituta más conocida del barrio, Loredana no era una madre tradicional, tampoco su nombre lo era, una vez oí que le decía a un vecino en tono de confidencia… que a su madre en Italia la había violado un soldado y como nunca más lo volvió a ver quiso darle a su hija un nombre importante y poco común porque era lo único que podría ofrecerle y de hecho lo hizo. Ella era una mujer bajita de rizos rojos como el fuego, pestañas postizas, colgaba una mirada altiva y flameaba unos pechos que parecían balcones, cada hombre que la veía suspiraba a su paso y se daba vuelta para piropearla, su andar de pandereta con los tacos aguja era una invitación al famoso noveno piso, si algún hombre se perdía por los alrededores lo enviábamos allí, todos los vecinos sabían adonde se dirigían los hombres perdidos en ese barrio circular. Casi nadie reparaba en sus
  • 88. 88 pestañas postizas pero para nosotras las niñas eran vistosas, a mí sí me llamaba la atención su mirada de búho, porque la observé el día que fui a buscar a mi mamá a su casa, ellas se hicieron compinches después de que mi mamá se divorció, aunque cuando vivíamos en la Avenida 9 de julio parece que algo habían compartido, yo era tan chiquita que no lo recuerdo, pero un día vino y me dijo que tenga cuidado porque esa tardecita Loredana tuvo un mal episodio con un tipo borracho que la había acosado en la parada del colectivo, mi madre al darse cuenta se acercó a conversar con ella como si la conociera de toda la vida y amenazó al borracho con el spray que siempre llevaba en su cartera. A partir de ese día y en agradecimiento la prostituta le presentaba uno que otro “candidato” con plata a mi madre para ver si le conseguía un novio -decía- por eso también conocí su pequeño departamento con muebles Luis
  • 89. 89 XV, aroma a desodorante rancio más bien barato y un sofá al costado que parecía cómodo donde dormía la Polilla, así le decíamos a su hija Marion. ******* Y seguían pasando cosas en los edificios, Nati tenía 12 años más o menos, cuando se mudó Ricardo al mismo monoblock pero a la otra columna, él tenía 15 años, era un chico amoroso, risueño, amante de las acrobacias siempre andaba colgado de algún lado, era él quien iba a buscar las pelotas cuando se quedaban arriba de la usina de luz. Abría la puerta con habilidad y se subía como un mono hasta llegar al techo que era alto como un primer piso, a veces se quedaba sentado en la cornisa y desde allí nos miraba jugar al frontón. Sus padres le habían regalado para su cumpleaños una bicicleta y andaba como un bólido, solo bajaba la velocidad cuando llevaba atrás a pasear a alguna niña-eso
  • 90. 90 me incluía-porque era el único varón del barrio que se animaba a decirme pecosa, sabiendo cómo me enojaba pero viniendo de él era distinto, porque nunca me había tratado como a un chico. Ricardo era alto, tenía un cuerpo fuerte, estaba siempre alegre, era el que incentivaba a todos a realizar los juegos con pelotas, le gustaba competir no para ganar sino para mostrar sus habilidades. Nadie se animaba a hacer lo que él hacía, cuando llovía y jugábamos adentro del edificio a las escondidas, andábamos por los fondos de los pasillos que eran bastante oscuros y eran buenos lugares para ocultarse hasta que encendieran la luz, los incineradores que aunque eran para tirar la basura de cada piso, estaban siempre limpios, más de dos no cabíamos y entre las escaleras del último piso era un lugar ideal, donde casi nunca llegaba el que contaba porque quedaba lejos de la “piedra”.
  • 91. 91 Sólo Ricardo metía la mano por dentro de la puerta del ascensor y lo trababa para caminar entre las vigas y desde allí observaba dónde andaba al que le tocaba contar…como eran dos ascensores el riesgo era cuando el otro se usaba por la electricidad…aunque muchas veces quedaba bastante pegado a la pared y aunque quedaba lugar no dejaba de ser arriesgado, nunca medía el peligro, tenía toda la audacia del planeta. Vivía sin miedo, adrenalina hubiese sido su segundo nombre si hubiésemos podido bautizarlo, el vértigo era su alimento, era como jugarle una carrera al tiempo por eso su existencia se tornaba intensa, contagiaba su alegría y nos reíamos mucho. Un día sacó una armónica del bolsillo y me sorprendió tocándola como un maestro del blues. -¡Que genio!-dije- mientras lo aplaudía, ¿dónde aprendiste a tocar así?
  • 92. 92 -A los 12 años tenía un maestro muy bueno pero me aburría con la teoría, lo mío es la improvisación Nati, ¿si querés te enseño? –agregó. -Fahhh me encantaría ¿dónde consigo una armónica para aprender?, la tuya está toda chupada -le dije riéndome. -Ja,ja,ja…por ser vos, te voy a regalar la chupada- dijo tentado de la risa -¿Y con qué me vas a enseñar? -Tengo varias en casa, no te dije que estudiaba…mi vieja me compraba las mejores marcas y en todos los tonos, porque quería que no me faltara nada, como siempre, como en todo –agregó- esta es medio pelo y la llevo siempre encima porque cuando estoy solo, la música es mi mejor compañía…bueno, ahora la compañía sos vos-dijo agarrándome la mano.
  • 93. 93 Todas las tardecitas bajábamos a la misma hora para las lecciones, nos íbamos atrás del monoblock porque así estábamos solos y podía enseñarme sin interrupciones con toda su paciencia y sabiduría a soplar ese magnífico instrumento que entraba en cualquier bolsillo, no me enseñaba con notas porque eso a él lo aburría sino por los números que estaban impresos en ellas. -Hoy te voy a enseñar “Castillos de hielo” –dijo-es la canción de la mejor película de amor que recuerdo, la letra es de dos seres que se encuentran como almas gemelas y se miran con los ojos del amor, como nos miramos nosotros Nati, como dos hermanos aunque ninguno de los dos tengamos, el amor que nos brindamos es tan nuestro…porque nosotros nos elegimos y eso vale más que nada…dale, anota- me dijo muy serio y con los ojos brillosos.
  • 94. 94 Soplo 6 6 5 4 6 6 5 46 6 5 66 44 Asp.5 6 4 5 6 4 7 54 65 44 4 Soplo 5 4 5 4 5 5 5 46 Asp. 5 47 6 7 5 4 4 Al mes de hacer nuestra rutina, ya no estábamos solos, entre nuestros amigos se corrió la noticia de nuestras tertulias, y a la misma hora se convocaban para oírme practicar y para oír a Ricardo, que cuando terminábamos las lecciones se tocaba un boogie o un blues que le salían alucinantes y a veces nos teníamos que ir antes, porque algún baldazo de agua desde alguna ventana nos hacía recordar que era muy tarde. Otras veces a la noche nos sentábamos a mirar las luciérnagas en silencio, y cada uno miraba su propia realidad aunque la música y nuestras soledades nos unían. Yo había llegado con el boletín a casa y tenía notas muy bajas en las materias que
  • 95. 95 más me costaban – inglés y matemáticas- lejos de ayudarme mi madre, agarró el cinturón y me pegó una y otra vez desquitándose la vida. No imploré, ni lloré, anudé el silencio como ya había aprendido hasta que ella se agotaba de pegarme y luego me puso en penitencia. El castigo consistía en no salir a jugar, solo podría al volver de la escuela e ir a hacer las compras. Y como los padres de Ricardo trabajaban todo el día, para no estar solo cuando llegaba del colegio nos tocaba el portero eléctrico a varios para que bajemos a jugar, cuando le dije que no podría bajar por un tiempo porque estaba en penitencia, -dijo bueno Nati igual te quiero. Y todos los días al llegar del colegio en lugar de invitarme a jugar, me tocaba el timbre para decirme solo que me quería y que estudie. Obediente como era yo, y por miedo a las palizas hice caso y no me escapé ningún día.
  • 96. 96 Y esa tarde salí a comprar, mirando a ver a quienes de mis amigos veía, era un día lleno de sol y todo el barrio parecía calmo. Me encontré con el tucumano era tan amigo como Ricardo, teníamos la misma edad y había sido siempre mi confidente, lo que tenía de feo lo tenía de igual manera de bueno y compañero, por eso fue conmigo a hacer las compras y al volver notamos que la gente se encaminaba y otras corrían hacia el monoblock continuo al mío, no había humo ni fuego pero allí estaba el camión de los bomberos, nos dimos cuenta que algo estaba mal (porque ningún automóvil entraba a las calles del barrio, solo las ambulancias, la policía y los bomberos) -¿Qué habrá pasado?-dijo el tucu en voz alta. -No lo sé tucu corramos a ver. Pero antes de llegar al edificio varios chicos se acercaron corriendo a mí y me rodearon para que no siga, entonces un
  • 97. 97 presentimiento llegó a mi estómago como un golpe, dándome nauseas, me agarré la panza descompuesta y me apoyé en el brazo del tucu. -¿Qué pasó chicos? –dije con las lágrimas que me salían a borbotones. -Sentate Nati, me ordenó Carlitos –otro amigo del grupo- estábamos jugando a las escondidas como siempre (mientras lo contaba aspiraba los mocos mientras lloraba y se agarraba la cabeza) y Ricardo se escondió como hacía siempre, abrió la puerta del ascensor y la cerró detrás suyo pero ese ascensor no es como los de tu monoblock, encima hay uno solo, se ve que no traba como los nuestros y cuando lo llamaron de arriba lo destrozaron, está muerto. -¡Noooooooooo! noooo es cierto Carlos, decime que no es cierto, y lloré y lloré como nunca en mi corta vida había
  • 98. 98 llorado, era un llanto desgarrador, todos me rodearon para consolarme en un abrazo eterno, lloramos juntos sin poder contenernos, sin comprender que nuestro amigo del alma le había dado la mano a la muerte. -Ayyyy no quiero ver esto -dije cuando vi bajar a la madre de Ricardo que venía antes porque la habían llamado al trabajo y le habían dicho que hubo un accidente, sin decirle que su hijo estaba muerto y miraba asombrada a los bomberos, una vecina la señaló y cuando el policía comenzó a caminar hacia ella, la mujer se desmayó, otros vecinos corrieron porque la esperaban para ayudarla, la llevaron enseguida para atenderla en la ambulancia. Desde ese día tuve un tic nervioso en los ojos que sostuve durante casi por tres largos años, pestañeaba varias veces sin quererlo.
  • 99. 99 Lamentablemente mi madre que nunca comprendió la perdida que sufrí y como siempre tenía la mano extraviada, me pegaba cachetazos cada vez que hacía ese movimiento involuntario con los ojos delante de ella, en lugar de hacerme ver por un médico, en su ignorancia por ahí creía que a los golpes me curaría. ******* A los 13 años al terminar la escuela primaria quise ingresar al colegio industrial, como era solo para varones no me aceptaron. Me anoté en el bachiller -un colegio de monjas- cerca del negocio que rentaba mi madre, para ayudarla o más bien hacerme cargo, ya que estaba cansada de las amenazas que me hacía todo el tiempo, que un día iba a suicidarse (en realidad lo oía desde que tenía uso de razón) vivía en un estado depresivo que muchas veces le impedía levantarse de la cama y no quería tratarse.
  • 100. 100 -Esto se me pasará como todo-decía Laura-mientras buscaba la solución en la bebida. Por eso Nati decidió ir a la mañana a estudiar y a la tarde atender con la empleada la peluquería. Era evidente que ese colegio no le gustaba, cuando se llevó religión por anteponer sus creencias “subversivas emocionales” (decía la madre superiora). Cuando ella sostenía que el Dios que ella les presentaba a las señoritas, las hacía sentirse pecadoras y miedosas casi hasta de vivir. –Dios no es católico –le dijo para la sorpresa de la madre superiora- y continuó su monólogo diciéndole que abogaba todas las religiones, que ser como Él no significaba ser más bueno sino desarrollar los talentos creativos innatos, ¡si todo lo que hizo Dios fue crear y crearnos!, para compartir su amor -siguió explicándole Nati convencida a la reverenda- Dios es alegría y habita en cada sonrisa y no en
  • 101. 101 esa cara de …(buscó entre sus neuronas la mejor palabra) esa cara de cuadrángulo (y lo dijo casi como un insulto) que usted pone cada mañana. Reprobó la materia, por supuesto. Era evidente que la religión que querían transmitir era para el minúsculo rebaño que cerraba mejor la boca, por eso tuvo que cambiarse de colegio para no repetir el año. Su madre que seguramente quería extender su vida como la rama de un árbol en su hija, no tuvo mejor idea que anotarla en la escuela de peluquería más famosa…y carísima, porque allí daban títulos oficiales y se cursaba solamente los sábados. Cuando se lo comunicó a Nati ya era tarde -no había opciones para elegir- ella aceptó porque era políticamente correcto. Fue de mala gana un tiempo para darle el gusto, para que esté feliz, pero cuando se dio cuenta que solo sumaba gastos como dolores de estómago y nada de lo que hiciera la haría nunca feliz,
  • 102. 102 abandonó ese estudio con excusas en varios idiomas. ******* Cumpliría los 16 años, cuando los viernes a la noche con nueve amigos más, hacían “dedo” hasta el autódromo que estaba allí nomás, (cinco minutos de viaje) había que atravesar un poco de campo y de ruta, iban a ver las carreras de Chevrolet, Fiat, y Torino- autos que algunos de sus amigos preparaban- no para ganar ningún premio (porque no había) pero algo tenían en común todos, les gustaban los fierros, era mayor el afán de mostrar cuál era el mejor auto y de paso ventilar un poco los egos. Nati iba camuflada con una gorra con visera y como ya todos sabían de su carácter arrollador la trataban como a uno más, sin prejuicios, ni delicadezas, porque tenía la misma rapidez en las manos que en las piernas, (quien la provocaba se agarraba a trompadas con ella) lejos
  • 103. 103 estaban de verla como a una señorita. Varias veces ella y dos chicos más debían colarse por el agujero del alambrado con el riesgo de que le larguen los perros los policías que se hacían los “sotas” porque eran del mismo barrio y ya los conocían, pero si una noche estaba la otra guardia era pura adrenalina, tan necesaria…a falta de plata para pagar las entradas. No era increíble que le tuvieran tanto respeto al no meterse con su esmirriada figura, desde el día en que el malo del barrio-Oaky le decían- (ese sí que era bravo, bravo, repartía miedo y belleza a su paso, tenía 22 años) se paró al lado de ella borracho como estaba quiso pasarse de listo y le apretó una nalga con una sonrisa provocadora, a lo cual los que estaban a su alrededor miraron atentos, sabían que no tenían que defenderla solo esperaron su reacción. Sin preámbulos ella pateó por detrás la rodilla tomándolo de imprevisto y se desplomó como una bolsa de papas,
  • 104. 104 quedando totalmente despatarrado en el cemento sin comprender, sus amigos lo ayudaron a levantarse, lejos de reaccionar mal, él con cara de póker le tendió la mano a Nati y la felicito diciendo: - Ni siquiera mi viejo me había embocado nunca de esta manera. Desde ese día la apodaron Terry (por terremoto) nadie sabía a ciencia cierta que se podía esperar de ella. Ni si le tenían miedo o qué, teniendo en cuenta que además el más malo le tenía admiración y la cuidaba desde ese bendito papelón, y todo por más pequeño que fuera se sabía en aquellos monoblocks. Cada campeonato o reunión que había Oaky estaba presente, comenzó a dar vueltas a la noche por el barrio con sus dos inseparables amigos, nada se perdía a los ojos titilantes de las ventanas que espiaban siempre los caminos, observando a los que llegaban a los edificios, así corrían los
  • 105. 105 rumores y llegaron al oído de su madre, que sin mediar ninguna palabra una noche le dijo: -“Te prohíbo que te pongas de novia con nadie, si me entero tus bártulos y tus patitas quedarán en la calle”. Te prohíbo, te prohíbo, te prohíbo era su palabra favorita y para mí una dictadura infame. Lejos estaba de levantar ninguna queja, sabía que sería como hablarle a una pared pero la tensión que sufría cada vez que me quedaba charlando con un amigo era inamovible, el estómago me quedaba duro como una piedra del miedo que me producía pensar que alguien pudiera comentarle algo a mi madre. Quienes conocían la poca sociabilidad de Oaky apostaban todo a que venía al barrio a yirar buscando encontrarse con Nati. Él no era de los monoblocks, vivía como a diez cuadras en una casa antigua con el enano (así le decían a su padre) que tenía
  • 106. 106 las piernas cortas pero dos manos que parecían embotelladoras. Aunque allí nada se medía por cuadras (no había) era descampado o edificios, al cruzar la autopista por debajo, como si los hubieran sembrado a dos aguas había otros cuatro monoblocks -esos parecían más finos- no solo tenía el verde de los pastos y plantas de rosa china, sino que había ligustrinas en forma de hongos recién peinaditos, enfrente a estos seguía creciendo la tercera villa, al final de ese parque estaba la heladería de don Paolo con un regio banco de plaza donde nos reuníamos los chicos del barrio los fines de semana, a mí me regalaban los helados porque siempre estaba dispuesta a ayudar. Estaba por cumplir los 18 años cuando Jorge posó su mirada en la figura de Nati que había pegado un estirón- igual que él - y su cuerpo de señorita tenía curvas nuevas y bastante llamativas que seguía
  • 107. 107 ocultando con sus amplias remeras, a pesar de su infructuoso disimulo igualmente se notaban, sentía que desarrollar era como una verruga incómoda. Él vivía casi al lado de la heladería, su padre tenía un taller mecánico. A Jorge todos lo querían porque era un muchacho de una gran sonrisa, bonachón siempre dispuesto a dar una mano, con unos intensos ojos marrones y tenía un caminar seguro como afianzado a la tierra, siempre de mameluco azul, lo veían tirado debajo de los autos para arreglarlos a veces abría el capó y le enseñaba a Nati como se limpiaban las bujías, el carburador, le mostraba como medir el aceite, le hablaba de pistones, cigüeñales y demás tuercas. Una mañana Nati volvía del colegio (ese día era feriado pero como vivía en su nube no se percató)…fue hasta el colegio y volvió. Se bajó del colectivo en la heladería dispuesta a disfrutar un helado para seguir
  • 108. 108 su recorrido y se encontró con Jorge, que viéndola con sus carpetas atadas con un elástico, le preguntó qué estudiaba y qué quería ser. Fue como convocar una asamblea de neuronas, Nati se ruborizó y buscó…buscó en su interior el propósito de desear ser comunicadora... por ahí, internamente deseaba comunicar algo muy suyo. Desde que tuvo el privilegio de escuchar un día de la boca de su madre, (lo que ella en su fuero íntimo presentía) que su deseo era tener un niño y no una niña, la había llevado a tomar conciencia de ser como era…masculina. Ella era la hija y no tenía por qué ocupar el lugar de un marido ausente (cuidando a su madre), viviendo con el miedo de entablar una relación con el sexo opuesto por oír el repiqueteo de sus palabras negativas: “los hombres se van siempre con otra”, esa era la emoción de ella y no propia.
  • 109. 109 Jorge sin darse cuenta la conectó con la inmensidad de su vida en sólo dos preguntas, fue como tantear el sentido del suicidio que rondaba como un fantasma entre ella y su madre -esa idea absurdamente genética- ese instante le dio valor a su existencia. Siempre reflexionaba pero nunca había llegado a la conclusión que llevaba una perra vida y pensó: que si Dios la había puesto en la Tierra era para vivir la suya, y la de nadie más…en ese momento supo lo que debía hacer…no tenía más familia, ni amigas adonde pudiera ir, eso era lo de menos si quería tomar el remo de su vida tenía que comenzar a dar el primer paso. -Deseo ser comunicadora Jorge, y esta noche me voy de mi casa, el muchacho del banco donde tenemos la cuenta de la peluquería me comentó que necesitaban una recepcionista en un negocio de acoples que atiende al público, me
  • 110. 110 tomaron una prueba y comienzo el lunes. -¿Y adónde vas a vivir? -dijo pensativo -No lo sé pero cualquier lugar será mejor que vivir con mi madre. -¿Podemos tener una cita antes de irte? -dijo tímidamente Ella observó esos inmensos ojos marrones que intentaban escrutar su alma, le gustaba ese muchacho con quien compartía el mismo gusto por la mecánica, con quien aprendía cada día con su paciencia infinita y se sentía atraída, vaya a saber si numerológicamente , por algún tránsito planetario o era solo el cambio hormonal…nada sabía de ternuras, de besos ni caricias…pensó un instante y se dio cuenta que solo rondaba por su cabeza que debía cortar los lazos con su madre y no vivir más sometida a sus expectativas y mandatos, para poder empezar a vivir su propia vida.
  • 111. 111 -No voy a poder esta tarde, debo ir a un lugar y ya no vuelvo para el barrio. -Podría acompañarte a ese lugar y luego nos vamos a tomar algo ¿querés? -¿Estás seguro?, puede no gustarte… -¿Y a vos te gusta? -No, pero es necesario que haga esto que estoy pensando- dijo segura Nati -Entonces iré contigo-dijo decidido -A las 15 hs. nos encontramos aquí. Puntualmente ambos se reencontraron, tomaron el colectivo de la línea 47 y Jorge sin preguntar adonde se dirigían le fue contando un poco de su historia, deseaba que ella lo conozca, que lo aceptara. Era el menor de cuatro hermanos, su madre había fallecido cuando él tenía 8 años y desde entonces su padre le había enseñado su oficio y lo había tomado de ayudante en
  • 112. 112 el taller mecánico, estudió en el colegio industrial y era feliz con lo que hacía. No iba a bailar como los otros muchachos pero sí, se reunía los domingos a la tarde en lo de Carlitos –que tenía la casa para él porque los padres se iban al club-. Se juntaban los amigos a jugar a las cartas, en realidad se jugaba al truco y el truco gallo si quedaba alguna pareja “despareja” se formaban por sorteos porque no valía el amiguismo, fue ahí donde se descubrió que Carlitos tenía la inspiración de los poetas, cada vez que tenía una “flor” se quedaban pasmados con sus versos. Se hacía una “vaquita” para juntar dinero entre todos, se compraban gaseosas algunas cervezas, papas fritas y palitos, no se jugaba por plata solo por el hecho de disfrutar y estar juntos, Nati había ido varias veces era la única mujer que aceptaban en esas reuniones porque era uno más desde la infancia.
  • 113. 113 Bajaron del ómnibus y Nati compró un ramito de fresias en uno de los puestos de la calle y se paró frente a la puerta del cementerio… -Llegamos, anunció, observando el gesto del joven. -¿A quién le llevas esas flores? –preguntó acongojado. -A nadie. Comenzó a caminar y él la siguió en respetuoso silencio, Nati olisqueó el manso olor de esos árboles milenarios, de los fresnos, la tierra húmeda y el típico aroma de nostalgia del aire, leyendo cada fotografía, observando las flores de plástico ¿qué significado tendrían? Pasaron frente a la estatua de “La Piedad” que le transmitió una tristeza verdadera, esa escultura era imponente, nacida de un solo bloque de mármol, envolvía con su ternura a su hijo con el inmenso amor de madre, visión de las manos de Miguel Ángel, que conectó a Nati con su carencia de amor filial.
  • 114. 114 Pasaron por las bóvedas y pensó, qué gran comercio se lograba con los sentimientos de los familiares vivos que pagaban una renta anual y edificaban panteones para reunir los muertos de toda la familia cuando por ahí en vida ni se veían, que incoherencia y todo rodeado de árboles testigos de mudos. -Acá le dijo a Jorge, señalándole una tumba ajada, con una fotografía tan desteñida que no se podía ver a quién pertenecía y una cruz de madera torcida, seguramente quién cuidaba de ella se habría reunido en el cielo con su difunto. Había una pequeña planta de anaranjados copetes y al lado un enorme endrino, Nati sacó la navaja de su bolso y comenzó a hacer un hoyito, Jorge se acuclilló a su lado curiosamente para ver que hacía. Entonces ella le explicó que esto lo hacía para liberarse de las palabras negativas de su madre (y colocó una carta en la tierra)
  • 115. 115 allí están escritas todas las creencias de ella y no deseo cometer sus mismos errores, aquí le dejo la información primaria, con este ritual me libero, deseo ser libre para vivir mi existencia, mis propias equivocaciones y aciertos, mis nuevos conceptos, se quitó los aritos de plata que al año de vida le había puesto y los dejó con las palabras en desuso, cerró los ojos y entonó bajito una canción de cuna que apenas recordaba para que se duerman los recuerdos en la humedad de la tierra, como si fuera un mantra…le sonrió a Jorge y él se sintió mejor al ver que ella se distendía, esa mujer que para él tenía una fortaleza y una sensibilidad distinta. Tapó el agujero con la tierra y colocó las flores encima, listo…soy una mujer nueva. -Te felicito Nati, y la abrazó y se quedaron abrazados un ratito.
  • 116. 116 -Gracias, ya podemos ir a tomar algo y estaba tan feliz que no podía borrar la sonrisa ni algunas lágrimas que corrieron por su rostro. ******* Jorge estaba siempre atento a las curiosidades y necesidades de Nati, la esperaba, tratando de no agobiarla, sentía que ella era muy independiente, que nada la ataba, era como un caballo sin riendas, se había enamorado de ella como un niño y no se animaba a decírselo por timidez y miedo a perder su amistad. Sabía lo que ella pensaba con respecto al matrimonio y los novios porque lo habían conversado varias veces como lo hacían con otros temas. Nati llevaba grabado a fuego en su inconsciente desde niña, otro “proyecto sentido” que no era propio (los hombres no son confiables -decía su madre-) estaba como huellas dactilares marcadas en su
  • 117. 117 ser y le ganaría los pasos haciéndole acumular errores que afectarían al amor. Por eso el primer amor que parecía tan bello, no sucedió…ni el segundo ni siquiera el tercero, ella lo intentaba pero como una alerta roja al poco tiempo desistía, algo dentro de sí le decía que no eran confiables, aunque lo fueran. (Era el sentir de su madre que aturdía su vida desde adentro y aún no salía a la luz para verlo). Cuando Nati llegaba al taller mecánico o a su casa los fines de semana llevaba un trozo de sol con su sonrisa para iluminar su vida algo caótica, ya que muchas veces debía hacer de árbitro entre su hermana mayor y su padre. Perla se llamaba su hermana, y debería contar su historia en un capítulo aparte, pero me animo a hacerlo de corrido por lo interesante y para presentarla con todo el lujo que se merece un alma así. Ocupaba un lugar especial en el corazón,
  • 118. 118 de Jorge, no solo porque era la única mujer entre tres varones sino porque para él era “diferente”, vacía de juicios y llena de dones, aunque los demás la etiquetaran de loca y los médicos de insana, le aplacaban los sentidos dándole fármacos que en realidad no eran para sanarla (porque era sana) sino para adormitarle las voces. Desde niña intuía el corazón de las personas, era como una gran antena conectada a la conciencia colectiva, cuidaba la naturaleza, hablaba de no talar los árboles que mantenían el equilibrio del ozono, no quería que rocíen venenos desde los aviones porque matarían no solo las plagas que no deseaban sino los insectos que polinizan ¿qué haremos sin ellos Jorge? -le decía. ¿Sabes lo que comen los murciélagos? …polillas que están a quichicientos metros de altura y si los matan nos invadirán las polillas, los