La puesta a tierra se utiliza en instalaciones eléctricas para evitar que el usuario reciba una corriente en caso de fallo del aislamiento de los conductores activos. Está compuesta de cables de sección suficiente que unen todos los elementos metálicos de una instalación con electrodos enterrados en el suelo. Se descubrió en los sistemas de telégrafo del siglo XIX que la tierra podía usarse como camino de retorno para completar un circuito cerrado sin necesidad de un segundo cable.