El perrito travieso no quería ir a la escuela y convenció a su hermano de quedarse a jugar en el jardín en lugar de asistir a clases. Mientras jugaba, una abeja le advirtió que si no iba a la escuela sus orejas se pondrían largas como las de un asno. El perrito no le hizo caso y se pinchó la nariz con las púas de un erizo que lo reprendió, diciéndole que si hubiera estado en la escuela no le habría pasado eso. Desde entonces, el per