La mujer decía la verdad sobre ser siervos de Dios y anunciar el camino de salvación, como se muestra en Romanos 1:1 y Hechos 15:35. Si decía la verdad, no estaba adivinando, e incluso Satanás reconoce a los siervos de Dios. Romanos 6:12-18 enseña que no debemos dejar que el pecado gobierne nuestros cuerpos, sino presentarnos a Dios como instrumentos de justicia.