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1
Safo
(Safo de Lesbos / Safo
de Mitilene)
2
Dicen que una tropa de carros
Dicen que una tropa de carros unos,
otros que de infantes, de naves otros,
es lo más hermoso en la negra tierra;
que uno ama.
Y es sencillo hacer que cualquiera entienda
esto, pues Helena, que aventajaba
en belleza a todos, a su marido,
alto en honores,
lo dejó y se fue por el mar a Troya,
y ni de su hija o sus propios padres
quiso ya acordarse, pues fue llevada
y esto me recuerda que mi Anactoria
no está presente,
de ella ver quisiera su andar amable
y la clara luz de su rostro antes
que a los carros lidios o a mil guerreros
llenos de armas.
3
...de verdad que morir yo quiero
...
de verdad que morir yo quiero
pues aquella llorando se fue de mí.
Y al marchar me decía: Ay, Safo,
qué terrible dolor el nuestro
que sin yo desearlo me voy de ti.
Pero yo contestaba entonces:
No me olvides y vete alegre
sabes bien el amor que por ti sentí,
y, si no, recordarte quiero,
por si acaso a olvidarlo llegas,
cuánto hermoso a las dos nos pasó y feliz:
las coronas de rosas tantas
y violetas también que tú
junto a mí te ponías después allí,
las guirnaldas que tú trenzabas
y que en torno a tu tierno cuello
enredabas haciendo con flores mil,
perfumado tu cuerpo luego
con aceite de nardo todo
y con leche y aceite del de jazmín.
recostada en el blando lecho,
delicada muchacha en flor,
al deseo dejabas tú ya salir.
4
William Shakespeare
5
De los hermosos el retoño ansiamos
para que su rosal no muera nunca,
pues cuando el tiempo su esplendor marchite
guardará su memoria su heredero.
Pero tú, que tus propios ojos amas,
para nutrir la luz, tu esencia quemas
y hambre produces en donde hay hartura,
demasiado cruel y hostil contigo.
Tú que eres hoy del mundo fresco adorno,
pregón de la radiante primavera,
sepultas tu poder en el capullo,
dulce egoísta que malgasta ahorrando.
Del mundo ten piedad: que tú y la tumba,
ávidos, lo que es suyo no devoren.
6
Y por qué no es tu guerra más pujante...
¿Y por qué no es tu guerra más pujante
contra el Tirano tiempo sanguinario;
y contra el decaer no te aseguras
mejores medios que mi rima estéril?
En el cenit estás de horas risueñas.
Los incultos jardines virginales
darían para ti vivientes flores,
a ti más semejantes que tu efigie.
Tendrías vida nueva en vivos trazos,
pues ni mi pluma inhábil ni el pincel
harán que tu nobleza y tu hermosura
ante los ojos de los hombres vivan.
Si a ti mismo te entregas, quedarás
por tu dulce destreza retratado.
7
Francisco de Quevedo
8
A Roma sepultada en sus ruinas
Buscas en Roma a Roma ¡oh peregrino!
y en Roma misma a Roma no la hallas:
cadáver son las que ostentó murallas
y tumba de sí proprio el Aventino.
Yace donde reinaba el Palatino
y limadas del tiempo, las medallas
más se muestran destrozo a las batallas
de las edades que Blasón Latino.
Sólo el Tibre quedó, cuya corriente,
si ciudad la regó, ya sepultura
la llora con funesto son doliente.
¡Oh Roma en tu grandeza, en tu hermosura,
huyó lo que era firme y solamente
lo fugitivo permanece y dura!
9
Definición del amor
Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo;
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño Amor, éste es su abismo.
¿Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!
10
Edgar Allan Poe
11
Espíritus de la Noche
Tu alma, en la tumba de piedra gris
estará a solas con sus tristes pensamientos.
Ningún ser humano te espiará
a la hora de tu secreto.
¡Permanece callado en esa soledad!
No estás completamente abandonado:
los espíritus de la muerte, en la vida, te buscan
y, en la muerte, te rodean.
, se oscurecerá
y las estrellas no mirarán la tierra,
desde sus altísimos tronos en el cielo,
con su luz de esperanza para los mortales.
Pero sus globos rojos apagados,
en tu hastío, tendrán la forma
de un incendio y de un fiebre
que te poseerán para siempre.
De tu espíritu no podrás desechar las visiones,
que ahora no serán rocío sobre la hierba.
La brisa - el aliento de Dios - es silenciosa,
y la niebla sobre la colina,
oscura, muy oscura, pero inmaculada,
es un símbolo y una señal.
Te cubrirán de sombras: ¡Permanece callado!
La noche, tan clara
12
El valle de la inquietud
Hubo aquí un valle antaño, callado y sonriente,
donde nadie habitaba:
partiéronse las gentes a la guerra,
dejando a los luceros, de ojos dulces,
que velaran, de noche, desde azuladas torres,
las flores, y en el centro del valle, cada día,
la roja luz del sol se posaba, indolente.
Mas ya quien lo visite advertiría
la inquietud de ese valle melancólico.
No hay en él nada quieto,
sino el aire, que ampara
aquella soledad de maravilla.
¡Ah! Ningún viento mece aquellos árboles,
que palpitan al modo de los helados mares
en torno de las Hébridas brumosas.
¡Ah! Ningún viento arrastra aquellas nubes,
que crujen levemente por el cielo intranquilo,
turbadas desde el alba hasta la noche,
sobre las violetas que allí yacen,
como ojos humanos de mil suertes,
sobre ondulantes lirios,
que lloran en las tumbas ignoradas.
Ondulan, y de sus fragantes cimas
cae eterno rocío, gota a gota.
Lloran, y por sus tallos delicados,
como aljófar, van lágrimas perennes.
13
Garcilaso de la Vega
14
SONETO XVI
No las francesas armas odïosas,
en contra puestas del airado pecho,
ni en los guardados muros con pertecho
los tiros y saetas ponzoñosas;
no las escaramuzas peligrosas,
ni aquel fiero rüido contrahecho
de aquel que para Júpiter fue hecho,
por manos de Vulcano artificiosas,
pudieron, aunque más yo me ofrecía
a los peligros de la dura guerra,
quitar una hora sola de mi hado.
Mas infición del aire en sólo un día
me quitó el mundo, y me ha en ti sepultado,
Parténope, tan lejos de mi tierra.
15
SONETO I
Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por dónde me ha traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;
mas cuando del camino estoy olvidado,
a tanto mal no sé por dónde he venido:
sé que me acabo, y mas he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.
Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme,
si quisiere, y aun sabrá querello:
que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacerlo?
16
Federico García Lorca
17
Baile
La Carmen está bailando
por las calles de Sevilla.
Tiene blancos los cabellos
y brillantes las pupilas.
¡Niñas,
corred las cortinas!
En su cabeza se enrosca
una serpiente amarilla,
y va soñando en el baile
con galanes de otros días.
¡Niñas,
corred las cortinas!
Las calles están desiertas
y en los fondos se adivinan,
corazones andaluces
buscando viejas espinas.
¡Niñas,
corred las cortinas!
18
Casida del sueño al aire libre
Flor de jazmín y toro degollado.
Pavimento infinito. Mapa. Sala. Arpa. Alba.
La niña finge un toro de jazmines
y el toro es un sangriento crepúsculo que brama.
Si el cielo fuera un niño pequeñito,
los jazmines tendrían mitad de noche oscura,
y el toro circo azul sin lidiadores,
y un corazón al pie de una columna.
Pero el cielo es un elefante,
y el jazmín es un agua sin sangre
y la niña es un ramo nocturno
por el inmenso pavimento oscuro.
Entre el jazmín y el toro
o garfios de marfil o gente dormida.
En el jazmín un elefante y nubes
y en el toro el esqueleto de la niña.
19
John Milton
20
Soneto XIX.
Cuando pienso cómo mi luz se agota
Cuando pienso cómo mi luz se agota
Tan pronto en este oscuro y ancho mundo
Y ese talento que es la muerte esconder
Alojado en mí, inútil; aunque mi alma se ha inclina-
do
Para servir así a mi Creador, y presentarle
Mis culpas y ganar su aprecio
¿Qué trabajo el mandaría ya que me negó la luz?
Pregunto afectuosamente. Pero la paciencia, para
prevenir
Ese murmullo, pronto responde: "Dios no necesita
Ni la obra del hombre ni sus dones: quienes mejor
Soporten su leve yugo mejor le sirven. Su mandato
Es noble; miles se apresuran a su llamada
Y recorren tierra y mar sin descanso.
Pero también le sirven quienes solo están de pie y
esperan.
21
El paraíso perdido
¡Salud, mundo infernal! Y tú, profundo Averno,
Recibe a tu nuevo señor, cuyo espíritu
No cambiará nunca, ni con el tiempo, ni en lugar alguno.
El espíritu vive en sí mismo, y en sí mismo
Puede hacer un cielo del infierno, o un infierno del cielo.
¿Qué importa el lugar donde yo resida, si soy el mismo que era,
Si lo soy todo, aunque inferior a aquel
A quien el trueno ha hecho más poderoso?
Aquí, al menos, seremos libres,
Pues no ha de haber hecho el Omnipotente este sitio
Para envidiárnoslo, ni querrá, por lo tanto, expulsarnos de él;
Aquí podremos reinar con seguridad, y para mí,
Reinar es ambición digna, aun cuando sea sobre el infierno,
Porque más vale reinar aquí, que servir en el cielo.
Pero, ¿dejaremos a nuestros fieles amigos,
A los partícipes y compañeros de nuestra ruina,
Yacer anonadados en el lago del olvido?
¿No hemos de invitarlos a que compartan con nosotros
Esta triste mansión, o intentar una vez más,
Con nuestras fuerzas reunidas, si hay todavía algo que
Recobrar en el cielo, o más que perder en el infierno?"
22
Charles Baudelaire
23
El amor engañoso
Cuando te veo cruzar, oh mi amada indolente,
Paseando el hastío de tu mirar profundo,
Suspendiendo tu paso tan armonioso y lento
Mientras suena la música que se pierde en los techos.
Cuando veo, al reverbero del gas que va tiñéndola,
Tu frente aureolada de un mórbido atractivo
Donde las luces últimas del sol traen a la aurora,
Y, como los de un cuadro, tus fascinantes ojos,
Me digo: ¡qué bella es! , ¡qué lozanía extraña!
El taraceado recuerdo, pesada y regia torre,
La corona, y su corazón, prensado como fruta,
Y su cuerpo, están prestos para el más sabio amor.
¿Serás fruto que en otoño da sazonados sabores?
¿Vaso fúnebre que aguarda ser colmado por las lágrimas?
¿Perfume que hace soñar en perfumes lejanísimos,
Almohadón acariciante o canastilla de flores?
Sé que hay ojos arrasados por la cruel melancolía
Que no guardan escondido ningún precioso secreto,
Bellos estuches sin joyas, medallones sin reliquias
Más vacíos y más lejanos, ¡oh cielos!, que esos dos tuyos.
Pero ¿no basta que seas la más sutil apariencia,
Alegrando al corazón que huye de la verdad?
¿Qué más da tontería en ti o qué más da indiferencia?
Te saludo adorno o máscara. Sólo adoro tu belleza.
24
Cielo neblinoso
Se diría cubierta de vapor tu mirada;
Tu mirar misterioso (¿es azul, gris o verde?)
Alternativamente tierno, cruel, soñador,
Refleja la indolencia y palidez del cielo.
Recuerdas los días blancos, y tibios y velados,
Que a las cautivas almas hacen fundirse en lágrimas,
Cuando, presa de un mal confuso que los tensa,
Los excitados nervios se burlan del dormido.
A veces te asemejas a esos bellos paisajes
Que iluminan los soles de estaciones brumosas...
¡Y cómo resplandeces, oh mojado paisaje
Que atraviesan los rayos entre un cendal de niebla!
¡Oh mujer peligrosa, oh seductores climas!
¿Acabaré adorando vuestras nieves y escarchas,
Y, al cabo, arrancaré del implacable invierno
Placeres más agudos que el hielo y que la espada?
25
Arthur Rimbaud
26
El mal
Mientras que los gargajos rojos de la metralla
silban surcando el cielo azul, día tras día,
y que, escarlata o verdes, cerca del rey que ríe
se hunden batallones que el fuego incendia en ma-
sa;
mientras que una locura desenfrenada aplasta
y convierte en mantillo humeante a mil hombres;
¡pobres muertos! sumidos en estío, en la yerba,
en tu gozo, Natura, que santa los creaste,
existe un Dios que ríe en los adamascados
del altar, al incienso, a los cálices de oro,
que acunado en Hosannas dulcemente se duerme.
Pero se sobresalta, cuando madres uncidas
a la angustia y que lloran bajo sus cofias negras
le ofrecen un ochavo envuelto en su pañuelo.
27
Venus Anadiomena
Como de un ataúd verde, en hoja de lata,
con pelo engominado, moreno, y con carencias
muy mal disimuladas, de una añosa bañera
emerge, lento y burdo, un rostro de mujer.
El cuello sigue luego, craso y gris, y los hom-
bros
huesudos, una espalda que duda en su salida
y, después, los riñones quieren alzar el vuelo:
bajo la piel, el sebo, a capas, como hojaldre.
El espinazo, rojo, y el conjunto presentan
un regusto espantoso, y se observa ante todo
detalles que es preciso analizar con lupa.
El lomo luce dos palabras: CLARA VENUS.
Un cuerpo que se agita y ofrece su montura
hermosa, con su úlcera, tenebrosa, en el ano.
28
Paul Verlaine
29
A una mujer
A usted, estos versos, por la consoladora gracia
De sus ojos grandes donde se ríe y llora un dulce
sueño;
A su alma pura y buena, a usted
Estos versos desde el fondo de mi violenta miseria.
Y es que, ¡ay!, la horrible pesadilla que me visita
No me da tregua y, va, furiosa, loca, celosa,
Multiplicándose como un cortejo de lobos
Y se cuelga tras mi sino, que ensangrienta.
Oh, sufro, sufro espantosamente, de tal modo
Que el primer gemido del hombre
Arrojado del Edén es una égloga al lado del mío.
Y las penas que usted pueda tener son como
Las golondrinas que un cielo al mediodía,
Querida, en un bello día de septiembre tibio.
30
Mi sueño
Sueño a menudo el sueño sencillo y penetrante
de una mujer ignota que adoro y que me adora,
que, siendo igual, es siempre distinta a cada hora
y que las huellas sigue de mi existencia errante.
Se vuelve transparente mi corazón sangrante
para ella, que comprende lo que mi mente añora;
ella me enjuga el llanto del alma cuando llora
y lo perdona todo con su sonrisa amante.
¿Es morena ardorosa? ¿Frágil rubia? Lo ignoro.
¿Su nombre? Lo imagino por lo blando y sonoro,
el de virgen de aquellas que adorando murieron.
Como el de las estatuas es su mirar de suave
y tienen los acordes de su voz, lenta y grave,
un eco de las voces queridas que se fueron...
31
William Blake
32
A la estrella nocturna
¡Tú, ángel rubio de la noche,
ahora, mientras el sol descansa en las montañas, encien-
de
tu brillante tea de amor! ¡Ponte la radiante corona
y sonríe a nuestro lecho nocturno!
Sonríe a nuestros amores y, mientras corres los
azules cortinajes del cielo, siembra tu rocío plateado
sobre todas las flores que cierran sus dulces ojos
al oportuno sueño. Que tu viento occidental duerma en
el lago. Di el silencio con el fulgor de tus ojos
y lava el polvo con plata. Presto, prestísimo,
te retiras; y entonces ladra, rabioso, por doquier el lobo
y el león echa fuego por los ojos en la oscura selva.
La lana de nuestras majadas se cubre con
tu sacro rocío; protégelas con tu favor.
33
Canto del reír
Cuando los verdes bosques ríen con la voz del júbilo,
y el arroyo encrespado se desplaza riendo;
cuando ríe el aire con nuestras divertidas ocurrencias,
y la verde colina ríe del estrépito que hacemos;
cuando los prados ríen con vívidos verdes,
y ríe la langosta ante la escena gozosa;
cuando Mary y Susan y Emily
cantan "¡ja, ja, ji!" con sus dulces bocas redondas.
Cuando los pájaros pintados ríen en la sombra
donde nuestra mesa desborda de cerezas y nueces,
acercaos y alegraos, y uníos a mí,
para cantar en dulce coro el "¡ja, ja, ji!"
34
Constantino Cavafis
35
Casa con huerto
Quisiera tener una casa. de campo
con un jardín muy grande -no tanto
por las flores, por los árboles, y por el verdor
(por cierto que también se hallen: son bellísimos),
sino para tener animales. Ah, ¡tener animales!
Al menos siete gatos -dos bien negros,
y dos albos como nieve, para el contraste.
Un serio papagayo, para escucharlo
decir cosas con énfasis y convicción.
En cuanto a perros, creo que tres me bastarían.
Quisiera también dos caballos (buenos son los ca-
ballitos).
Y sobre todo tres o cuatro de aquellos valiosos,
simpáticos, animales, los asnos,
que estuvieran echados perezosamente, que me-
nearan alegres sus cabezas.
36
Media hora
Ni te conseguí, ni te conseguiré
nunca, creo. Algunas palabras, un acercamiento
como en el bar anteayer, y nada más.
Es una pena, no digo. Pero nosotros los del Arte
a veces con intensidad de pensamiento, y cierta-
mente sólo
por poco tiempo, creamos un placer
que parece casi real.
Así en el bar anteayer -claro que ayudando
mucho el alcohol compasivo-
tuve una media hora en plenitud erótica.
Y tú lo percibiste, me parece,
y te quedaste un poco más de adrede.
Eso era muy necesario. Porque
con toda la imaginación, y con el mágico alcohol,
tenía que mirar también tus labios,
tenía que estar tu cuerpo cerca.
37
Walt Whitman
38
Para ti, ¡oh democracia!
Sí, yo quiero hacer indisoluble el continente,
Yo quiero forjar la raza más espléndida que haya brilla-
do
bajo el sol,
Yo quiero crear divinas tierras magnéticas,
Con el amor de los camaradas,
Con el amor de toda la vida de los camaradas.
Yo quiero implantar la camaradería tan frondosa como
la
arboleda a lo largo de los ríos de América, al borde
de
los grandes lagos, y por toda la superficie de las
para-deras,
Yo quiero hacer inseparables a las ciudades, cada una
pa-sando
su brazo alrededor del cuello de la otra,
Por el amor de los camaradas,
Por el amor viril de los camaradas,
Para ti este canto mío, ¡oh, Democracia!, para servirte,
ma femme!
Para ti, para ti yo he trinado estos cantos.
39
Hacia el jardín del mundo
Hacia el jardín el mundo de nuevo asciende,
Potentes machos, hijas, hijos, presagiando
El amor, la vida de sus cuerpos, pensamiento y esencia.
Curioso contemplo allí mi resurrección luego del sueño,
Girando de nuevo en el límpido espacio,
Amoroso, maduro, todo para mí hermoso, todo pasmoso,
Mis extremidades y el fuego palpitante de que es motivo
el
portentoso juego.
Éxito pues, asomo y penetrante destilo,
Satisfecho con el presente, satisfecho con el pasado,
Por mi lugar, o atrás de mí, Eva siguiéndome,
O al frente, y yo, lo mismo, de ella en pos.
40
Fernando Pessoa
41
Abdicación
Tómame, oh noche eterna, en tus
brazos y llámame hijo.
Yo soy un rey que
voluntariamente abandoné mi
trono de ensueños y cansancios.
Mi espada, pesada en brazos
flojos, a manos viriles
y calmas entregué;
y mi cetro y corona yo los dejé
en la antecámara, hechos pedazos.
Mi cota de malla, tan inútil,
mis espuelas, de un tintineo tan fútil,
las dejé por la fría escalinata.
Desvestí la realeza, cuerpo y alma,
y regresé a la noche antigua y serena
como el paisaje al morir el día.
42
Autopsicografía
El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que de veras siente.
Y quienes leen lo que escribe,
Sienten, en el dolor leído,
No los dos que el poeta vive
Sino aquél que no han tenido.
Y así va por su camino,
Distrayendo a la razón,
Ese tren sin real destino
Que se llama corazón.
43
Elizabeth Barret Browning
44
Aléjate de mí...
Aléjate de mí. Mas sé que, para siempre,
he de estar en tu sombra. Ya nunca, solitaria,
irguiéndome en los mismos umbrales de mi vida
recóndita, podré gobernar los impulsos
de mi alma, ni alzar la mano como antaño,
al sol, serenamente, sin que perciba en ella
lo que intenté hasta ahora apartar: el contacto
de tu mano en la mía. Esta anchurosa tierra
con que quiso alejarnos el destino, en el mío
deja tu corazón, con latir doble. En todo
lo que hiciere o soñare estás presente, como
en el vino el sabor de las uvas. Y cuando
por mí rezo al Señor, en mis ruegos tu nombre
escucha y ve en mis ojos mezclarse nuestras lágrimas.
45
No me acuses, te ruego…
No me acuses, te ruego, por la excesiva calma
o tristeza del rostro, cuando estoy a tu vera,
que hacia opuestos lugares miramos, y dorarnos
no puede un mismo sol la frente y el cabello.
Sin angustia ni duda me miras siempre, como
a una abeja encerrada en urna de cristales,
pues en templo de amor me tiene el sufrimiento
y tender yo mis alas y volar por el aire
sería un imposible fracaso, si probarlo
quisiera. Pero cuando yo te miro, ya veo
el fin de todo amor junto al amor de ahora,
más allá del recuerdo escucho ya el olvido;
como quien, en lo alto reposando, contempla
más allá de los ríos, tenderse el mar amargo
46
Rainer Maria Rilke
.
47
Música
¿Qué, tocas tú, muchacho? Iba por los jardines
igual que muchos pasos, que órdenes susurradas.
¿Qué tocas tú, muchacho? Mira, tu alma
se ha enredado en los tubos de la flauta.
¿Por qué la atraes? Es el son como una cárcel,
en que se desperdicia y se equivoca;
fuerte es tu vida, pero tu canción es más fuerte.
reclinada en tu anhelo sollozando.
Dale un silencio, que, callada, el alma
regrese en tu fluyente y en lo mucho,
en que vivió, creciendo, sabia y lejos,
antes que le metieras en tu suave tocar.
Cómo mueve sus alas ya más lánguida;
así disiparás su vuelo, soñador,
hasta que su ala, por el cántico hechizada.
no la lleve más sobre mis paredes,
cuando la llame yo para gozar
48
La enamorada
Sí, de ti tengo anhelo. Me resbalo
de la mano, perdiéndome a mí misma,
sin esperanza de disputar eso
que, como de tu lado, llega a mí
serio, sin desviar, sin relación.
...aquellos tiempos: ¡Cómo fui Una Sola Cosa,
nada que diera voces, y que me traicionara;
mi silencio. era igual que el de una piedra
por la que arrastra el río su murmullo!
Pero dentro de mí, en estas semanas
de primavera, hay algo que se ha abierto despacio
saliendo del oscuro año inconsciente.
Algo ha entregado mi caliente vida
en la mano de alguno que no sabe
que yo existía ayer.
49
Gustavo Adolfo Bécquer
50
Rima LVI
Este armazón de huesos y pellejo,
de pasear una cabeza loca
cansado se halla al fin, y no lo extraño;
pues, aunque es la verdad que no soy viejo,
de la parte de vida que me toca
en la vida del mundo, por mi daño
he hecho un uso tal, que juraría
que he condensado un siglo en cada día.
Así, aunque ahora muriera,
no podría decir que no he vivido;
que el sayo, al parecer nuevo por fuera
conozco que por dentro ha envejecido.
Ha envejecido, sí; ¡pese a mi estrella!
harto lo dice ya mi afán doliente;
que hay dolor que, al pasar, su horrible huella
graba en el corazón, si no en la frente.
51
Rima XVII
Fatigada del baile,
encendido el color, breve el aliento,
apoyada en mi brazo,
del salón se detuvo en un extremo.
Entre la leve gasa
que levanta el palpitante seno
una flor se mecía
en compasado y dulce movimiento.
Como en cuna de nácar
que empuja el mar y que acaricia el céfiro,
tal vez allí dormía
al soplo de sus labios entreabiertos.
¡Oh! ¿Quién así -pensaba-
dejar pudiera deslizarse el tiempo?
¡Oh, si las flores duermen,
qué dulcísimo sueño!
52
Rubén Darío
53
Divagaciones
Mis ojos espantos han visto,
tal ha sido mi triste suerte;
cual la de mi Señor Jesucristo,
mi alma está triste hasta la muerte.
Hombre malvado y hombre listo
en mi enemigo se convierte;
cual la de mi Señor Jesucristo,
mi alma está triste hasta la muerte.
Desde que soy, desde que existo,
mi pobre alma armonías vierte.
Cual la de mi Señor Jesucristo,
mi alma está triste hasta la muerte.
54
Dream
Se desgrana un cristal fino
sobre el sueño de una flor;
trina el poeta divino...
¡Bien trinado, Ruiseñor!
Bottom oye ese cristal
caer, y bajo la brisa
se siente sentimental.
Titania toda es sonrisa.
Shakespeare va por la floresta,
Heine hace un lied de la tarde...
Hugo acompaña la Fiesta
Chez Thérèse. Verlaine arde
en las llamas de las rosas,
alocado y sensitivo,
y dice a las ninfas cosas
entre un querubín y un chivo.
Aubrey Beardsley se desliza
como un silfo zahareño;
con carbón, nieve y ceniza
da carne y alma al ensueño.
55
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  • 1. 1 Safo (Safo de Lesbos / Safo de Mitilene)
  • 2. 2 Dicen que una tropa de carros Dicen que una tropa de carros unos, otros que de infantes, de naves otros, es lo más hermoso en la negra tierra; que uno ama. Y es sencillo hacer que cualquiera entienda esto, pues Helena, que aventajaba en belleza a todos, a su marido, alto en honores, lo dejó y se fue por el mar a Troya, y ni de su hija o sus propios padres quiso ya acordarse, pues fue llevada y esto me recuerda que mi Anactoria no está presente, de ella ver quisiera su andar amable y la clara luz de su rostro antes que a los carros lidios o a mil guerreros llenos de armas.
  • 3. 3 ...de verdad que morir yo quiero ... de verdad que morir yo quiero pues aquella llorando se fue de mí. Y al marchar me decía: Ay, Safo, qué terrible dolor el nuestro que sin yo desearlo me voy de ti. Pero yo contestaba entonces: No me olvides y vete alegre sabes bien el amor que por ti sentí, y, si no, recordarte quiero, por si acaso a olvidarlo llegas, cuánto hermoso a las dos nos pasó y feliz: las coronas de rosas tantas y violetas también que tú junto a mí te ponías después allí, las guirnaldas que tú trenzabas y que en torno a tu tierno cuello enredabas haciendo con flores mil, perfumado tu cuerpo luego con aceite de nardo todo y con leche y aceite del de jazmín. recostada en el blando lecho, delicada muchacha en flor, al deseo dejabas tú ya salir.
  • 5. 5 De los hermosos el retoño ansiamos para que su rosal no muera nunca, pues cuando el tiempo su esplendor marchite guardará su memoria su heredero. Pero tú, que tus propios ojos amas, para nutrir la luz, tu esencia quemas y hambre produces en donde hay hartura, demasiado cruel y hostil contigo. Tú que eres hoy del mundo fresco adorno, pregón de la radiante primavera, sepultas tu poder en el capullo, dulce egoísta que malgasta ahorrando. Del mundo ten piedad: que tú y la tumba, ávidos, lo que es suyo no devoren.
  • 6. 6 Y por qué no es tu guerra más pujante... ¿Y por qué no es tu guerra más pujante contra el Tirano tiempo sanguinario; y contra el decaer no te aseguras mejores medios que mi rima estéril? En el cenit estás de horas risueñas. Los incultos jardines virginales darían para ti vivientes flores, a ti más semejantes que tu efigie. Tendrías vida nueva en vivos trazos, pues ni mi pluma inhábil ni el pincel harán que tu nobleza y tu hermosura ante los ojos de los hombres vivan. Si a ti mismo te entregas, quedarás por tu dulce destreza retratado.
  • 8. 8 A Roma sepultada en sus ruinas Buscas en Roma a Roma ¡oh peregrino! y en Roma misma a Roma no la hallas: cadáver son las que ostentó murallas y tumba de sí proprio el Aventino. Yace donde reinaba el Palatino y limadas del tiempo, las medallas más se muestran destrozo a las batallas de las edades que Blasón Latino. Sólo el Tibre quedó, cuya corriente, si ciudad la regó, ya sepultura la llora con funesto son doliente. ¡Oh Roma en tu grandeza, en tu hermosura, huyó lo que era firme y solamente lo fugitivo permanece y dura!
  • 9. 9 Definición del amor Es hielo abrasador, es fuego helado, es herida que duele y no se siente, es un soñado bien, un mal presente, es un breve descanso muy cansado. Es un descuido que nos da cuidado, un cobarde con nombre de valiente, un andar solitario entre la gente, un amar solamente ser amado. Es una libertad encarcelada, que dura hasta el postrero paroxismo; enfermedad que crece si es curada. Éste es el niño Amor, éste es su abismo. ¿Mirad cuál amistad tendrá con nada el que en todo es contrario de sí mismo!
  • 11. 11 Espíritus de la Noche Tu alma, en la tumba de piedra gris estará a solas con sus tristes pensamientos. Ningún ser humano te espiará a la hora de tu secreto. ¡Permanece callado en esa soledad! No estás completamente abandonado: los espíritus de la muerte, en la vida, te buscan y, en la muerte, te rodean. , se oscurecerá y las estrellas no mirarán la tierra, desde sus altísimos tronos en el cielo, con su luz de esperanza para los mortales. Pero sus globos rojos apagados, en tu hastío, tendrán la forma de un incendio y de un fiebre que te poseerán para siempre. De tu espíritu no podrás desechar las visiones, que ahora no serán rocío sobre la hierba. La brisa - el aliento de Dios - es silenciosa, y la niebla sobre la colina, oscura, muy oscura, pero inmaculada, es un símbolo y una señal. Te cubrirán de sombras: ¡Permanece callado! La noche, tan clara
  • 12. 12 El valle de la inquietud Hubo aquí un valle antaño, callado y sonriente, donde nadie habitaba: partiéronse las gentes a la guerra, dejando a los luceros, de ojos dulces, que velaran, de noche, desde azuladas torres, las flores, y en el centro del valle, cada día, la roja luz del sol se posaba, indolente. Mas ya quien lo visite advertiría la inquietud de ese valle melancólico. No hay en él nada quieto, sino el aire, que ampara aquella soledad de maravilla. ¡Ah! Ningún viento mece aquellos árboles, que palpitan al modo de los helados mares en torno de las Hébridas brumosas. ¡Ah! Ningún viento arrastra aquellas nubes, que crujen levemente por el cielo intranquilo, turbadas desde el alba hasta la noche, sobre las violetas que allí yacen, como ojos humanos de mil suertes, sobre ondulantes lirios, que lloran en las tumbas ignoradas. Ondulan, y de sus fragantes cimas cae eterno rocío, gota a gota. Lloran, y por sus tallos delicados, como aljófar, van lágrimas perennes.
  • 14. 14 SONETO XVI No las francesas armas odïosas, en contra puestas del airado pecho, ni en los guardados muros con pertecho los tiros y saetas ponzoñosas; no las escaramuzas peligrosas, ni aquel fiero rüido contrahecho de aquel que para Júpiter fue hecho, por manos de Vulcano artificiosas, pudieron, aunque más yo me ofrecía a los peligros de la dura guerra, quitar una hora sola de mi hado. Mas infición del aire en sólo un día me quitó el mundo, y me ha en ti sepultado, Parténope, tan lejos de mi tierra.
  • 15. 15 SONETO I Cuando me paro a contemplar mi estado y a ver los pasos por dónde me ha traído, hallo, según por do anduve perdido, que a mayor mal pudiera haber llegado; mas cuando del camino estoy olvidado, a tanto mal no sé por dónde he venido: sé que me acabo, y mas he yo sentido ver acabar conmigo mi cuidado. Yo acabaré, que me entregué sin arte a quien sabrá perderme y acabarme, si quisiere, y aun sabrá querello: que pues mi voluntad puede matarme, la suya, que no es tanto de mi parte, pudiendo, ¿qué hará sino hacerlo?
  • 17. 17 Baile La Carmen está bailando por las calles de Sevilla. Tiene blancos los cabellos y brillantes las pupilas. ¡Niñas, corred las cortinas! En su cabeza se enrosca una serpiente amarilla, y va soñando en el baile con galanes de otros días. ¡Niñas, corred las cortinas! Las calles están desiertas y en los fondos se adivinan, corazones andaluces buscando viejas espinas. ¡Niñas, corred las cortinas!
  • 18. 18 Casida del sueño al aire libre Flor de jazmín y toro degollado. Pavimento infinito. Mapa. Sala. Arpa. Alba. La niña finge un toro de jazmines y el toro es un sangriento crepúsculo que brama. Si el cielo fuera un niño pequeñito, los jazmines tendrían mitad de noche oscura, y el toro circo azul sin lidiadores, y un corazón al pie de una columna. Pero el cielo es un elefante, y el jazmín es un agua sin sangre y la niña es un ramo nocturno por el inmenso pavimento oscuro. Entre el jazmín y el toro o garfios de marfil o gente dormida. En el jazmín un elefante y nubes y en el toro el esqueleto de la niña.
  • 20. 20 Soneto XIX. Cuando pienso cómo mi luz se agota Cuando pienso cómo mi luz se agota Tan pronto en este oscuro y ancho mundo Y ese talento que es la muerte esconder Alojado en mí, inútil; aunque mi alma se ha inclina- do Para servir así a mi Creador, y presentarle Mis culpas y ganar su aprecio ¿Qué trabajo el mandaría ya que me negó la luz? Pregunto afectuosamente. Pero la paciencia, para prevenir Ese murmullo, pronto responde: "Dios no necesita Ni la obra del hombre ni sus dones: quienes mejor Soporten su leve yugo mejor le sirven. Su mandato Es noble; miles se apresuran a su llamada Y recorren tierra y mar sin descanso. Pero también le sirven quienes solo están de pie y esperan.
  • 21. 21 El paraíso perdido ¡Salud, mundo infernal! Y tú, profundo Averno, Recibe a tu nuevo señor, cuyo espíritu No cambiará nunca, ni con el tiempo, ni en lugar alguno. El espíritu vive en sí mismo, y en sí mismo Puede hacer un cielo del infierno, o un infierno del cielo. ¿Qué importa el lugar donde yo resida, si soy el mismo que era, Si lo soy todo, aunque inferior a aquel A quien el trueno ha hecho más poderoso? Aquí, al menos, seremos libres, Pues no ha de haber hecho el Omnipotente este sitio Para envidiárnoslo, ni querrá, por lo tanto, expulsarnos de él; Aquí podremos reinar con seguridad, y para mí, Reinar es ambición digna, aun cuando sea sobre el infierno, Porque más vale reinar aquí, que servir en el cielo. Pero, ¿dejaremos a nuestros fieles amigos, A los partícipes y compañeros de nuestra ruina, Yacer anonadados en el lago del olvido? ¿No hemos de invitarlos a que compartan con nosotros Esta triste mansión, o intentar una vez más, Con nuestras fuerzas reunidas, si hay todavía algo que Recobrar en el cielo, o más que perder en el infierno?"
  • 23. 23 El amor engañoso Cuando te veo cruzar, oh mi amada indolente, Paseando el hastío de tu mirar profundo, Suspendiendo tu paso tan armonioso y lento Mientras suena la música que se pierde en los techos. Cuando veo, al reverbero del gas que va tiñéndola, Tu frente aureolada de un mórbido atractivo Donde las luces últimas del sol traen a la aurora, Y, como los de un cuadro, tus fascinantes ojos, Me digo: ¡qué bella es! , ¡qué lozanía extraña! El taraceado recuerdo, pesada y regia torre, La corona, y su corazón, prensado como fruta, Y su cuerpo, están prestos para el más sabio amor. ¿Serás fruto que en otoño da sazonados sabores? ¿Vaso fúnebre que aguarda ser colmado por las lágrimas? ¿Perfume que hace soñar en perfumes lejanísimos, Almohadón acariciante o canastilla de flores? Sé que hay ojos arrasados por la cruel melancolía Que no guardan escondido ningún precioso secreto, Bellos estuches sin joyas, medallones sin reliquias Más vacíos y más lejanos, ¡oh cielos!, que esos dos tuyos. Pero ¿no basta que seas la más sutil apariencia, Alegrando al corazón que huye de la verdad? ¿Qué más da tontería en ti o qué más da indiferencia? Te saludo adorno o máscara. Sólo adoro tu belleza.
  • 24. 24 Cielo neblinoso Se diría cubierta de vapor tu mirada; Tu mirar misterioso (¿es azul, gris o verde?) Alternativamente tierno, cruel, soñador, Refleja la indolencia y palidez del cielo. Recuerdas los días blancos, y tibios y velados, Que a las cautivas almas hacen fundirse en lágrimas, Cuando, presa de un mal confuso que los tensa, Los excitados nervios se burlan del dormido. A veces te asemejas a esos bellos paisajes Que iluminan los soles de estaciones brumosas... ¡Y cómo resplandeces, oh mojado paisaje Que atraviesan los rayos entre un cendal de niebla! ¡Oh mujer peligrosa, oh seductores climas! ¿Acabaré adorando vuestras nieves y escarchas, Y, al cabo, arrancaré del implacable invierno Placeres más agudos que el hielo y que la espada?
  • 26. 26 El mal Mientras que los gargajos rojos de la metralla silban surcando el cielo azul, día tras día, y que, escarlata o verdes, cerca del rey que ríe se hunden batallones que el fuego incendia en ma- sa; mientras que una locura desenfrenada aplasta y convierte en mantillo humeante a mil hombres; ¡pobres muertos! sumidos en estío, en la yerba, en tu gozo, Natura, que santa los creaste, existe un Dios que ríe en los adamascados del altar, al incienso, a los cálices de oro, que acunado en Hosannas dulcemente se duerme. Pero se sobresalta, cuando madres uncidas a la angustia y que lloran bajo sus cofias negras le ofrecen un ochavo envuelto en su pañuelo.
  • 27. 27 Venus Anadiomena Como de un ataúd verde, en hoja de lata, con pelo engominado, moreno, y con carencias muy mal disimuladas, de una añosa bañera emerge, lento y burdo, un rostro de mujer. El cuello sigue luego, craso y gris, y los hom- bros huesudos, una espalda que duda en su salida y, después, los riñones quieren alzar el vuelo: bajo la piel, el sebo, a capas, como hojaldre. El espinazo, rojo, y el conjunto presentan un regusto espantoso, y se observa ante todo detalles que es preciso analizar con lupa. El lomo luce dos palabras: CLARA VENUS. Un cuerpo que se agita y ofrece su montura hermosa, con su úlcera, tenebrosa, en el ano.
  • 29. 29 A una mujer A usted, estos versos, por la consoladora gracia De sus ojos grandes donde se ríe y llora un dulce sueño; A su alma pura y buena, a usted Estos versos desde el fondo de mi violenta miseria. Y es que, ¡ay!, la horrible pesadilla que me visita No me da tregua y, va, furiosa, loca, celosa, Multiplicándose como un cortejo de lobos Y se cuelga tras mi sino, que ensangrienta. Oh, sufro, sufro espantosamente, de tal modo Que el primer gemido del hombre Arrojado del Edén es una égloga al lado del mío. Y las penas que usted pueda tener son como Las golondrinas que un cielo al mediodía, Querida, en un bello día de septiembre tibio.
  • 30. 30 Mi sueño Sueño a menudo el sueño sencillo y penetrante de una mujer ignota que adoro y que me adora, que, siendo igual, es siempre distinta a cada hora y que las huellas sigue de mi existencia errante. Se vuelve transparente mi corazón sangrante para ella, que comprende lo que mi mente añora; ella me enjuga el llanto del alma cuando llora y lo perdona todo con su sonrisa amante. ¿Es morena ardorosa? ¿Frágil rubia? Lo ignoro. ¿Su nombre? Lo imagino por lo blando y sonoro, el de virgen de aquellas que adorando murieron. Como el de las estatuas es su mirar de suave y tienen los acordes de su voz, lenta y grave, un eco de las voces queridas que se fueron...
  • 32. 32 A la estrella nocturna ¡Tú, ángel rubio de la noche, ahora, mientras el sol descansa en las montañas, encien- de tu brillante tea de amor! ¡Ponte la radiante corona y sonríe a nuestro lecho nocturno! Sonríe a nuestros amores y, mientras corres los azules cortinajes del cielo, siembra tu rocío plateado sobre todas las flores que cierran sus dulces ojos al oportuno sueño. Que tu viento occidental duerma en el lago. Di el silencio con el fulgor de tus ojos y lava el polvo con plata. Presto, prestísimo, te retiras; y entonces ladra, rabioso, por doquier el lobo y el león echa fuego por los ojos en la oscura selva. La lana de nuestras majadas se cubre con tu sacro rocío; protégelas con tu favor.
  • 33. 33 Canto del reír Cuando los verdes bosques ríen con la voz del júbilo, y el arroyo encrespado se desplaza riendo; cuando ríe el aire con nuestras divertidas ocurrencias, y la verde colina ríe del estrépito que hacemos; cuando los prados ríen con vívidos verdes, y ríe la langosta ante la escena gozosa; cuando Mary y Susan y Emily cantan "¡ja, ja, ji!" con sus dulces bocas redondas. Cuando los pájaros pintados ríen en la sombra donde nuestra mesa desborda de cerezas y nueces, acercaos y alegraos, y uníos a mí, para cantar en dulce coro el "¡ja, ja, ji!"
  • 35. 35 Casa con huerto Quisiera tener una casa. de campo con un jardín muy grande -no tanto por las flores, por los árboles, y por el verdor (por cierto que también se hallen: son bellísimos), sino para tener animales. Ah, ¡tener animales! Al menos siete gatos -dos bien negros, y dos albos como nieve, para el contraste. Un serio papagayo, para escucharlo decir cosas con énfasis y convicción. En cuanto a perros, creo que tres me bastarían. Quisiera también dos caballos (buenos son los ca- ballitos). Y sobre todo tres o cuatro de aquellos valiosos, simpáticos, animales, los asnos, que estuvieran echados perezosamente, que me- nearan alegres sus cabezas.
  • 36. 36 Media hora Ni te conseguí, ni te conseguiré nunca, creo. Algunas palabras, un acercamiento como en el bar anteayer, y nada más. Es una pena, no digo. Pero nosotros los del Arte a veces con intensidad de pensamiento, y cierta- mente sólo por poco tiempo, creamos un placer que parece casi real. Así en el bar anteayer -claro que ayudando mucho el alcohol compasivo- tuve una media hora en plenitud erótica. Y tú lo percibiste, me parece, y te quedaste un poco más de adrede. Eso era muy necesario. Porque con toda la imaginación, y con el mágico alcohol, tenía que mirar también tus labios, tenía que estar tu cuerpo cerca.
  • 38. 38 Para ti, ¡oh democracia! Sí, yo quiero hacer indisoluble el continente, Yo quiero forjar la raza más espléndida que haya brilla- do bajo el sol, Yo quiero crear divinas tierras magnéticas, Con el amor de los camaradas, Con el amor de toda la vida de los camaradas. Yo quiero implantar la camaradería tan frondosa como la arboleda a lo largo de los ríos de América, al borde de los grandes lagos, y por toda la superficie de las para-deras, Yo quiero hacer inseparables a las ciudades, cada una pa-sando su brazo alrededor del cuello de la otra, Por el amor de los camaradas, Por el amor viril de los camaradas, Para ti este canto mío, ¡oh, Democracia!, para servirte, ma femme! Para ti, para ti yo he trinado estos cantos.
  • 39. 39 Hacia el jardín del mundo Hacia el jardín el mundo de nuevo asciende, Potentes machos, hijas, hijos, presagiando El amor, la vida de sus cuerpos, pensamiento y esencia. Curioso contemplo allí mi resurrección luego del sueño, Girando de nuevo en el límpido espacio, Amoroso, maduro, todo para mí hermoso, todo pasmoso, Mis extremidades y el fuego palpitante de que es motivo el portentoso juego. Éxito pues, asomo y penetrante destilo, Satisfecho con el presente, satisfecho con el pasado, Por mi lugar, o atrás de mí, Eva siguiéndome, O al frente, y yo, lo mismo, de ella en pos.
  • 41. 41 Abdicación Tómame, oh noche eterna, en tus brazos y llámame hijo. Yo soy un rey que voluntariamente abandoné mi trono de ensueños y cansancios. Mi espada, pesada en brazos flojos, a manos viriles y calmas entregué; y mi cetro y corona yo los dejé en la antecámara, hechos pedazos. Mi cota de malla, tan inútil, mis espuelas, de un tintineo tan fútil, las dejé por la fría escalinata. Desvestí la realeza, cuerpo y alma, y regresé a la noche antigua y serena como el paisaje al morir el día.
  • 42. 42 Autopsicografía El poeta es un fingidor. Finge tan completamente Que hasta finge que es dolor El dolor que de veras siente. Y quienes leen lo que escribe, Sienten, en el dolor leído, No los dos que el poeta vive Sino aquél que no han tenido. Y así va por su camino, Distrayendo a la razón, Ese tren sin real destino Que se llama corazón.
  • 44. 44 Aléjate de mí... Aléjate de mí. Mas sé que, para siempre, he de estar en tu sombra. Ya nunca, solitaria, irguiéndome en los mismos umbrales de mi vida recóndita, podré gobernar los impulsos de mi alma, ni alzar la mano como antaño, al sol, serenamente, sin que perciba en ella lo que intenté hasta ahora apartar: el contacto de tu mano en la mía. Esta anchurosa tierra con que quiso alejarnos el destino, en el mío deja tu corazón, con latir doble. En todo lo que hiciere o soñare estás presente, como en el vino el sabor de las uvas. Y cuando por mí rezo al Señor, en mis ruegos tu nombre escucha y ve en mis ojos mezclarse nuestras lágrimas.
  • 45. 45 No me acuses, te ruego… No me acuses, te ruego, por la excesiva calma o tristeza del rostro, cuando estoy a tu vera, que hacia opuestos lugares miramos, y dorarnos no puede un mismo sol la frente y el cabello. Sin angustia ni duda me miras siempre, como a una abeja encerrada en urna de cristales, pues en templo de amor me tiene el sufrimiento y tender yo mis alas y volar por el aire sería un imposible fracaso, si probarlo quisiera. Pero cuando yo te miro, ya veo el fin de todo amor junto al amor de ahora, más allá del recuerdo escucho ya el olvido; como quien, en lo alto reposando, contempla más allá de los ríos, tenderse el mar amargo
  • 47. 47 Música ¿Qué, tocas tú, muchacho? Iba por los jardines igual que muchos pasos, que órdenes susurradas. ¿Qué tocas tú, muchacho? Mira, tu alma se ha enredado en los tubos de la flauta. ¿Por qué la atraes? Es el son como una cárcel, en que se desperdicia y se equivoca; fuerte es tu vida, pero tu canción es más fuerte. reclinada en tu anhelo sollozando. Dale un silencio, que, callada, el alma regrese en tu fluyente y en lo mucho, en que vivió, creciendo, sabia y lejos, antes que le metieras en tu suave tocar. Cómo mueve sus alas ya más lánguida; así disiparás su vuelo, soñador, hasta que su ala, por el cántico hechizada. no la lleve más sobre mis paredes, cuando la llame yo para gozar
  • 48. 48 La enamorada Sí, de ti tengo anhelo. Me resbalo de la mano, perdiéndome a mí misma, sin esperanza de disputar eso que, como de tu lado, llega a mí serio, sin desviar, sin relación. ...aquellos tiempos: ¡Cómo fui Una Sola Cosa, nada que diera voces, y que me traicionara; mi silencio. era igual que el de una piedra por la que arrastra el río su murmullo! Pero dentro de mí, en estas semanas de primavera, hay algo que se ha abierto despacio saliendo del oscuro año inconsciente. Algo ha entregado mi caliente vida en la mano de alguno que no sabe que yo existía ayer.
  • 50. 50 Rima LVI Este armazón de huesos y pellejo, de pasear una cabeza loca cansado se halla al fin, y no lo extraño; pues, aunque es la verdad que no soy viejo, de la parte de vida que me toca en la vida del mundo, por mi daño he hecho un uso tal, que juraría que he condensado un siglo en cada día. Así, aunque ahora muriera, no podría decir que no he vivido; que el sayo, al parecer nuevo por fuera conozco que por dentro ha envejecido. Ha envejecido, sí; ¡pese a mi estrella! harto lo dice ya mi afán doliente; que hay dolor que, al pasar, su horrible huella graba en el corazón, si no en la frente.
  • 51. 51 Rima XVII Fatigada del baile, encendido el color, breve el aliento, apoyada en mi brazo, del salón se detuvo en un extremo. Entre la leve gasa que levanta el palpitante seno una flor se mecía en compasado y dulce movimiento. Como en cuna de nácar que empuja el mar y que acaricia el céfiro, tal vez allí dormía al soplo de sus labios entreabiertos. ¡Oh! ¿Quién así -pensaba- dejar pudiera deslizarse el tiempo? ¡Oh, si las flores duermen, qué dulcísimo sueño!
  • 53. 53 Divagaciones Mis ojos espantos han visto, tal ha sido mi triste suerte; cual la de mi Señor Jesucristo, mi alma está triste hasta la muerte. Hombre malvado y hombre listo en mi enemigo se convierte; cual la de mi Señor Jesucristo, mi alma está triste hasta la muerte. Desde que soy, desde que existo, mi pobre alma armonías vierte. Cual la de mi Señor Jesucristo, mi alma está triste hasta la muerte.
  • 54. 54 Dream Se desgrana un cristal fino sobre el sueño de una flor; trina el poeta divino... ¡Bien trinado, Ruiseñor! Bottom oye ese cristal caer, y bajo la brisa se siente sentimental. Titania toda es sonrisa. Shakespeare va por la floresta, Heine hace un lied de la tarde... Hugo acompaña la Fiesta Chez Thérèse. Verlaine arde en las llamas de las rosas, alocado y sensitivo, y dice a las ninfas cosas entre un querubín y un chivo. Aubrey Beardsley se desliza como un silfo zahareño; con carbón, nieve y ceniza da carne y alma al ensueño.
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