2. CATULO
● Poemas de contenido erótico-amoroso
¡Llorad, oh Venus y Cupidos y cuanto hay de hombres refinados! El
gorrión de mi niña ha muerto; el gorrión, capricho de mi niña, a
quien ella más que a sus ojos quería; pues era dulce como la miel y la
conocía tan bien como una niña a su madre, y no se movía de su
regazo, sino que, saltando alrededor unas veces por aquí, otras por
allá, piaba sin parar a sola su dueña; y que ahora va por un camino
tenebroso hacia allí de donde dicen que no vuelve nadie. ¡Malhaya a
vosotras, malvadas tinieblas del Orco, que devoráis todas las cosas
bellas!: tan hermoso gorrión me habéis arrebatado. ¡Oh desgracia!
¡Pobrecillo gorrión! Ahora, por tu culpa, los ojitos de mi niña,
hinchaditos, enrojecen de llanto. (III)
3. Vivamos, Lesbia mía, y amemos, y las habladurías de esos viejos tan
rectos, todas, valorémoslas en un solo as. Los soles pueden morir y
renacer: nosotros, en cuanto la efímera luz se apague, habremos de
dormir una noche eterna. Dame mil besos, luego cien, luego otros
mil, luego cien una vez más, luego sin parar otros mil, luego
cien, luego, cuando hayamos hecho muchos miles, los revolveremos
para no saberlos o para que nadie con mala intención pueda mirarnos
de través, cuando sepa que es tan grande el número de besos. (V)
Odio y amo. Por qué hago eso acaso preguntas. No sé, pero siento que
ocurre y me atormento. (LXXXV)
4. ● Poemas de invectiva contra sus enemigos
Anales de Volusio, escritos de mierda, cumplid el voto por mi
niña. Pues ha prometido solemnemente a la sagrada Venus y a Cupido
que, si yo volvía a ella y dejaba de dispararle terribles yambos, daría al
dios de paso tardo lo más escogido de los escritos del peor de los
poetas para que se quemara sobre leña maldita: y la perversísima
muchacha ve divertido y gracioso ofrecer eso a los dioses. Ahora, oh
tú, nacida en el azulado ponto, que habitas la sagrada Idalio y la
abierta llanura de Urio, y Ancona y Cnido rica en cañas, y Amatunte y
Golgos, y Dirraquio, antesala del Adriático, acepta y recibe el voto, si
no es una fea y desagradable ofrenda. Y vosotros, entretanto, ¡id al
fuego, Anales de Volusio, llenos de garrulería y estupideces,
escritos de mierda! (XXXVI)
5. HORACIO
● Epodo II: Beatus ille
Feliz aquel que, ajeno a los negocios,
como los primitivos,
labra tierra paterna con sus bueyes
libre de toda usura;
que no oye el agrio son de la corneta,
ni teme el mar airado,
y evita el Foro y las soberbias puertas
de los más poderosos;
y los largos sarmientos de las vides
une a los altos álamos,
o contempla de lejos su vacada
en un valle apartado;
y, las ramas inútiles podando,
injerta otras más fértiles,
o guarda espesa miel en limpias ánforas,
o esquila sus ovejas. [...]
Esto enunciado, el usurero Alfio,
campesino futuro,
cobró en los Idus todo su dinero
y lo presta en Calendas.
6. ● Oda I 11: tópicos del carpe diem y el tempus fugit
No preguntes (es sacrílego saberlo) qué fin a mí, cuál a ti, los
dioses han dado, Leuconoe, ni sondees los babilónicos números.
¡Cuánto mejor es soportar lo que haya de ser! Así Júpiter nos haya
concedido muchos inviernos, así este sea el último que ahora
desgasta contra los escollos sobresalientes las olas del Tirreno: sé
sabia, filtra el vino y en un espacio breve recorta una esperanza
larga. Mientras hablamos, habrá huido celosa la edad:
aprovecha el día, confía lo menos posible en el mañana.
7. OVIDIO
● Poemas eróticos: tópico de la militia amoris
Laureles del triunfo, venid a ornar mis sienes: vencimos; al fin reposa en mi
seno esa Corina que el esposo, el guardián, la puerta y tantos enemigos
impedían que fuese víctima de la astucia. Aquella victoria es digna de
solemne triunfo, en que se conquista la presa sin derramar una gota de
sangre. No escalé débiles muros, ni cualquier fortaleza con pequeños fosos,
sino que una bella ha sido el premio de mi hábil estrategia. Cuando cayó
Pérgamo vencida tras un asedio de diez años, ¿qué parte de alabanza cupo al
hijo de Atreo, siendo tantos los héroes? Pero mi gloria me pertenece del
todo; ningún soldado me ayudó a conquistarla, ningún otro puede
ostentar los títulos de mi hazaña. El éxito coronó mis bríos como jefe y
como soldado; yo mismo fui el caballero, el infante y el portabandera; el azar
no intervino nada en mis buenos sucesos, y el triunfo ha sido el galardón de mi
constancia [...] (Amores II 12)
8. Tópico del paraclausithyron (lamento ante la puerta cerrada)
Portero amarrado, ¡oh indignidad!, a la dura cadena, haz girar
sobre sus quicios esa puerta tan difícil de abrir. Te pido poca cosa,
entreábrela solamente, y por su media abertura penetraré de lado. Un
amor constante adelgazó mi cuerpo y redujo el peso de mis miembros de
tal suerte, que les permite pasar cualquiera estrechez. [...] Portero
inexorable, ¿no oyes mis súplicas? La puerta de duro roble permanece
cerrada. La fortaleza de las puertas sirve de gran defensa en las
ciudades sitiadas; mas en medio de la paz, ¿qué peligros recelas?
¿Qué harías con un enemigo cuando así rechazas a un amante? [...]
Pásalo bien, portero; ojalá sientas la pena de tu pretensión rechazada;
pásalo bien, holgazán, que no te avergüenzas de mortificar a un amante;
y vosotras, puertas crueles, umbrales despiadados, compañeros en
la dureza del siervo que os guarda, pasadlo bien. (Amores I 6)
9. Tópico del servus amoris
Si alguno considera cosa torpe el servir a una bella, quedaré a su
juicio convicto de esa vergüenza; mas no me importa el dictado de
infame, siempre que me trate con menos crueldad la diosa que
reverencian Pafos y Citera batida por las olas. Ojalá sea benigna la
señora que me reduzca a la servidumbre, puesto que
forzosamente he de perder la libertad por una hermosa. La
belleza engendra el orgullo; Corina se enorgullece de su cara.
¡Desgraciado de mí!, ¿porqué se conoce ella tan bien? ¡Claro!, su
arrogancia crece al contemplarse en el espejo, y nunca se mira en él
hasta después de componerse a la perfección. Aunque la beldad te da
sobre todos un absoluto señorío, y por ende ha conseguido fascinarme,
no creas que te es lícito el desprecio comparándome contigo: lo inferior
suele unirse a lo grande. [...] (Amores II 17)
10. ● Heroidas: de Penélope a Ulises (Heroida I)
Esta carta, Ulises, la envía Penélope a tu tardanza. No me
contestes; sino mejor, ven en persona. Yace en ruinas Troya,
aborrecida, con razón, de las mujeres dánaas; no mereció tanto
Príamo ni Troya entera. ¡Ay! Ojalá entonces, cuando navegaba a
Lacedemonia, se hubieran tragado las enfurecidas olas al adúltero.
No hubiese dormido yo sin tu calor en un lecho vacío; no me
quejaría, en mi soledad, de que los días pasen tan despacio,
ni al intentar entretener las largas horas de la noche el
interminable velo hubiera fatigado mis manos de viuda. [...]
11. ● Elegías del destierro: el error que cometió Ovidio
La Musa es mi bálsamo de consuelo en la comarca del
Ponto, adonde fui relegado, y la única fiel compañera de
mi destierro, la única que no teme las emboscadas de los
hombres, la espada del guerrero, el mar, los vientos y la
barbarie. Conoce bien el error que cometí, causante
de mi perdición, y sabe que en mi conducta hubo
una falta y no un crimen. (Tristes IV 1)