2. “Continuamente surgirán cosas nuevas y extrañas para inducir al pueblo de
Dios a una agitación espuria, a reavivamientos religiosos falsos y
acontecimientos extraños” E.G.W. (Mensajes selectos, t. 2, cp. 1, pg. 17)
La Biblia nos advierte que surgirán
movimientos de reavivamiento originados por
Satanás y sus ángeles. Elena G. de White nos
dice que estos movimientos surgirán también
en el seno mismo del pueblo de Dios.
¿Cómo discernir un reavivamiento verdadero
de uno falso? Para poder hacerlo, debemos ver
la relación entre el reavivamiento y los
siguientes temas:
1. La Biblia.
2. La comunión con Dios.
3. Los mandamientos.
4. El equilibrio religioso.
5. Los milagros.
6. El fruto del Espíritu.
3. “Pero cuando venga el Espíritu
de verdad, él os guiará a toda
la verdad; porque no hablará
por su propia cuenta, sino que
hablará todo lo que oyere, y
os hará saber las cosas que
habrán de venir” (Juan 16:13)
Todo verdadero reavivamiento es inspirado por el Espíritu Santo, el cual nos
guía a toda la verdad.
Esta verdad no puede, de ningún modo, contradecir ni ignorar la verdad ya
revelada por el Espíritu Santo a través de la Biblia (2Ti. 3:16)
La Biblia tiene poder vivificador (Sal. 119), y todo reavivamiento que no
esté fundamentado en ella es falso.
“¡A la ley y al
testimonio! Si
no dijeren
conforme a
esto, es
porque no les
ha amanecido”
(Isaías 8:20)
4. EL REAVIVAMIENTO Y LA COMUNIÓN CON DIOS
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el
que permanece en mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque separados de
mí nada podéis hacer” (Juan 15:5)
Todo
verdadero
reavivamiento
nos debe
llevar a
conocer más a
Jesús y
transformarnos
a su
semejanza.
Jesús nos dice que debemos permanecer en él. La palabra “permanecer”, en griego, significa
continuar estando presente, o quedarse. Es una permanencia continua en la presencia de
Cristo, un conocimiento profundo de él, que lleva a una vida transformada o de obediencia.
Éste es el centro del reavivamiento verdadero.
5. “El que dice:
Yo le conozco,
y no guarda
sus
mandamientos,
el tal es
mentiroso, y
la verdad no
está en él”
(1ª de Juan 2:4)
Un reavivamiento debe inflamar nuestro corazón con
el amor de Jesús, y esto siempre debe llevarnos a
obedecer sus mandamientos y a amar a los demás.
Nuestra fe no puede estar basada en los sentimientos.
Si el mensaje que impulsa el pretendido reavivamiento
rechaza la Ley de Dios, “la verdad no está en él”.
6. El verdadero reavivamiento debe estar
exento de estos dos extremos:
EL FORMALISMO
Una fe que no
llega al corazón,
que se centra en
ritos,
costumbres y
formas externas
de religión, hace
de nosotros
“sepulcros
blanqueados”
(Mt. 23:27)
“Teniendo
tanta luz
sobre la
verdad
bíblica,
¿dejaremos
que un
formalismo
estéril tome
el lugar del
celo y la fe?”
(Review and
Herald, 21 de
enero de 1980)
EL FANATISMO
Enfatizar un
aspecto de la
verdad,
colocándolo por
encima de
cualquier otro
aspecto, y
haciendo de éste
el centro de
nuestra vida,
hace de
nosotros
creyentes
desequilibrados.
“Si bien es cierto
que la reforma
debe presentarse
con firmeza y
resolución,
también es verdad
que hay que dejar
de lado toda
apariencia de
fanatismo o un
espíritu
dictatorial”
(Consejos sobre la
salud, pg. 382)
La esencia del verdadero reavivamiento es una fe profunda. “Es la fe que hace de
Cristo su Salvador personal; esa fe, reconociendo su impotencia, su
total incapacidad para salvarse a sí mismo, se aferra del Auxiliador
que es poderoso para salvar como su única esperanza” (Reflejemos a Jesús, 7 de enero)
7. “Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te
anunciare señal o prodigios, y si se cumpliere la señal o prodigio que él te
anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y
sirvámosles; no darás oído a las palabras de tal profeta…” (Deuteronomio 13:1-3)
La Biblia nos advierte con toda claridad que el
cumplimiento de profecías y la realización de milagros
no son señales que den veracidad a un reavivamiento
o a un movimiento de reforma.
Satanás, y las personas que son usadas por él, utilizan
“gran poder y señales y prodigios mentirosos… para
que crean la mentira” (2Ts. 2:9, 11) y “engaña*n+ a los
moradores de la tierra con las señales que se le ha
permitido hacer” (Ap. 13:14)
Las señales espectaculares y los milagros maravillosos
nunca pueden ocupar el lugar de comprender y seguir
la Palabra de Dios. La obediencia a Dios es primaria;
las señales y los milagros, si es que ocurren, siempre
son solo secundarios.
8. Cualquier así llamado
reavivamiento que tiene poco
interés en el fruto del Espíritu
pero está obsesionado con
poseer los dones del Espíritu es
peligroso.
Debemos tener cuidado con los
movimientos que se concentran
en los dones y el poder del
Espíritu Santo en vez de hacerlo
en la obediencia a la voluntad de
Dios y en un carácter
transformado que revele el fruto
del Espíritu.
“Digo, pues: Andad en el
Espíritu, y no satisfagáis los
deseos de la carne” (Gálatas 5:16)
9. “Si trabajamos para crear una excitación de los sentimientos,
tendremos toda la que deseemos, y posiblemente más de lo que
seremos capaces de controlar. Predicad “la Palabra” (2 Timoteo 4:2)
con calma y claridad. No debemos pensar que nuestra obra consiste
en crear excitación. El Espíritu Santo de Dios es el único que puede
crear un entusiasmo saludable. Dejad que trabaje Dios, y que el
instrumento humano ande humildemente delante de él, velando,
esperando, orando, contemplando a Jesús a cada instante, siendo
guiado y controlado por el precioso Espíritu que es luz y vida.
La gente quiere una señal, tal como en los días de Cristo. El Señor
dijo que no recibirían ninguna señal. La señal que debería ser
evidente ahora y siempre, es la operación del Espíritu Santo sobre la
mente del que enseña, para lograr que la Palabra impresione tanto
como sea posible. La Palabra de Dios no es una teoría muerta y seca,
sino espíritu y vida. A Satanás nada le gustaría tanto como apartar
las mentes de la Palabra, para inducirlas a esperar que algo que esté
fuera de la Palabra agite sus sentimientos. No debería dirigirse su
atención hacia sueños y visiones. Si quieren tener vida eterna,
deben comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios”
E.G.W. (Mensajes selectos, t. 2, pg. 109)