Lucas estaba entrevistando candidatos para el puesto de personal shopper en su empresa. Los anteriores candidatos le parecieron estirados y desdeñosos. Sólo quedaba una candidata, una mujer de 32 años de Sevilla cuya falta de estudios de protocolo le hizo pensar que tendría que elegir a otro. Sin embargo, cuando la candidata entró, Lucas se sintió intrigado por su inocente pero triste rostro y su grave y bien modulada voz.

1. Lucas miraba impaciente la puerta mientras tamborileaba con nerviosismo
sobre la mesa de caoba de su despacho. Llevaba una hora entrevistando a
los preseleccionados para el puesto de personal shopper, sólo escuchar el
nombre parecía un chiste, pensó con sorna. En ese instante Lucas se
maldecía a sí mismo por su empeño en elegir personalmente a la persona
que iba a desempeñar ese cargo.
Cuando cinco meses atrás se puso al frente de la empresa familiar tras el
trágico fallecimiento de su hermano mayor nunca pensó que fuera necesario
tener en cuenta tantos aspectos; siempre creyó que todo iba a ser mucho
más sencillo ya que conocía perfectamente el negocio. Su padre y su tío
habían creado un importante negocio de producción de galletas y cereales; lo
que había comenzado como una pequeña fábrica familiar se había convertido
en una reconocida empresa que vendía sus productos dentro y fuera de las
fronteras españolas y mantenía tres importantes fábricas a lo largo del
territorio nacional. Lucas siempre había estado al tanto de la actividad
empresarial de la familia pero había disfrutado mucho más estando al frente
de la enorme plantación de cereal que proporcionaba la materia prima para la
fabricación de los productos de Bonitel S.L. Su hermana, había decidido
seguir otros derroteros y era una reconocida diseñadora gráfica y su hermano
mayor, mucho más familiarizado con los aspectos directivos del negocio,
había ejercido de cabeza visible hasta que cinco meses antes un terrible
accidente de avioneta había sesgado su vida. Desde entonces Lucas era el
nuevo director ejecutivo de Bonitel S.L. y a pesar de creer que el cargo no iba
a tener secretos para él se había topado con una dificultad impensada: su
falta de estilo y refinamiento.
Desde el principio Lidia le había comentado la posibilidad de buscar
asesoramiento pero Lucas lo había desdeñado en la certeza de que la
elegancia en el vestir y la observación de las tediosas normas protocolarias
en nada eran necesarias para dirigir la empresa. Finalmente había tenido que
recapitular. Debido a la buena posición de Bonitel S.L. y a la constante
asistencia a recepciones a las que tenía que asistir como cabeza visible de la
empresa, había comenzado a notar que a veces era objeto de miradas
desdeñosas o claramente divertidas y no le había costado mucho
comprender el motivo de las mismas; él no sabía nada de algunas cuestiones

2. como qué cubiertos utilizar primero o combinar correctamente su ropa, como
le hizo notar Lidia cuando horrorizada le dijo que cómo se le ocurría combinar
una camisa anaranjada con una corbata roja.
No le había quedado más remedio que acceder a contratar a un personal
shopper, que según le había explicado ella misma, era una persona que le
aconsejaría sobre qué comprar, cómo combinarlo y cómo comportarse con
corrección en las recepciones sociales a las que debería asistir. La
posibilidad de tener tras de sí a una persona estirada y desdeñosa, cómo le
habían parecido hasta entonces los dos hombres y tres mujeres que se
habían presentado para el puesto, le provocaba auténticos escalofríos de
repulsión pero entendía que su cargo le exigía responsabilidades que no
podía ignorar.
Dejando a un lado sus pensamientos miró el dossier que tenía entre sus
manos y no pudo evitar que una ancha sonrisa se dibujara en su rostro: sólo
quedaba un candidato, concretamente una mujer de treinta y dos años y
oriunda de Sevilla. Frunció ligeramente el ceño al darse cuenta de que en su
currículum no figuraba nada de estudios de protocolo como en los demás y
suspiró con fastidio. Seguramente se iba a ver obligado a elegir entre algunos
de los anteriores aspirantes.
Apretando el botón que abría la comunicación con la mesa de Lidia dijo:
- Lidia, que pase la última.
- De acuerdo señor Castro.
Lucas no pudo evitar sonreír ante el trato educado y profesional que Lidia
usaba con él. Lidia y él se conocían desde niños ya que se habían criado
juntos pues ella era hija del encargado de la plantación de ceral que en aquel
entonces tenían. Cuando fueron creciendo pronto se puso en evidencia que
entre Lidia y su hermano había algo más que amistad y siete años antes
habían contraído matrimonio. Al fallecer Roberto, su hermano, Lidia se había
hundido en un pozo de desesperación y tristeza del que parecía incapaz de
salir; por eso cuando tres meses antes se había presentado en su casa con
su adorable sobrina Laura de la mano y había dicho que tenía toda la
intención de ser su secretaria al igual que lo había sido de su hermano, Lucas
sintió hacia ella un orgullo y una admiración inmensas. Debía reconocer que
con Lidia a su lado todo era más fácil pues la enorme amistad que los unía y

3. la intensa confianza existente entre ellos suponían una ventaja en el trato
diario y ella lo aconsejaba e incluso reprendía con un cariño y una evidente
buena intención que él no podía por menos que agradecer.
En ese momento unos suaves golpes en la puerta lo sacaron de sus
ensoñaciones . Tras dar su permiso la puerta se abrió y Lucas no pudo evitar
que todos sus sentidos se pusieran alertas. Ante él había una mujer
impecablemente vestida con un traje azul oscuro y el cabello castaño peinado
en una juvenil cola de caballo. A pesar de la elegancia y seguridad que su
porte transmitía, su rostro era demasiado inocente según le pareció a él y sus
grandes ojos verdes transmitían un halo de tristeza que despertó de manera
instantánea su interés.
Señalando la silla tapizada en cuero negro que había frente a él, Lucas dijo:
- Siéntese por favor, señorita…-echando un vistazo disimulado al
dossier que tenía frente a él, añadió: - García.
- Gracias.
Y su voz grave y bien modulada provocó en él un estremecimiento que lo
dejó momentáneamente aturdido.