Inés y Lucas disfrutan de una cena romántica y deciden ir al apartamento de él. Una vez allí, se demuestran su amor apasionadamente. Su relación se afianza con el tiempo a pesar de las inseguridades pasadas de Inés. Más adelante, Lucas le pide matrimonio a Inés pero ella, debido a experiencias negativas previas, se muestra reticente a comprometerse.

1. Aunque intentó mostrarse relajada, lo cierto es que Inés cada vez se sentía más nerviosa.
Lucas notaba su inquietud y trataba de tranquilizarla hablando de cualquier cosa pero no
se daba cuenta de que con la intensidad de su mirada la desconcertaba, aún así ella
había decidido no dejarse guiar por sus miedos. Confiaba profundamente en el hombre
que tenía ante sí y además lo deseaba con todas las fibras de su ser.
Lucas no pudo evitar sonreír cuando la cena concluyó. Llevaba mucho tiempo soñando
con ese momento y a pesar de su anhelo se prometió a si mismo que haría todo lo posible
porque fuera una experiencia inolvidable que le demostrara de una vez por todas a Inés lo
mucho que ella significaba para él.
Sin ponerse de acuerdo se dirigieron ambos hacia el apartamento de él, muy cerca del
restaurante mexicano en el que habían cenado. Lucas la llevaba cogida de la cintura y
con la mano acariciaba como al descuido la cadera femenina provocando deliciosos
estremecimientos en Inés, que apoyaba su cabeza en el hombro inhalando con cada
inspiración la fragancia masculina, que había aprendido a reconocer y a echar de menos.
Sentía una plenitud y una seguridad que no había experimentado nunca antes y una
enorme sonrisa se dibujó en su cara al darse cuenta de que por fin se veía libre de sus
miedos y sus inseguridades. Amaba a Lucas y lo amaba profundamente con una madurez
y un conocimiento que no habían existido en su relación con Ignacio.
Cuando llegaron al apartamento, Lucas le dio un suave beso en los labios y luego la dejó
sola en el salón, pidiéndole que buscara algo de música. Inés sonrió y fue tras él, que se
había dirigido a la cocina; abrazándolo por detrás apoyó la cabeza en su fuerte espalda.
–No necesito bebida ni música, Lucas. Te quiero a ti y te quiero ahora.
Él cerró los ojos brevemente y tragó saliva; las palabras de Inés habían penetrado en sus
entrañas como un hierro al fuego vivo. Volviéndose la tomó entre sus brazos y comenzó a
besarla con frenesí, saboreando su piel, acariciando cada rincón de su cuerpo que
quedaba al alcance de sus manos.
Así agarrados, como naúfragos ante el empuje violento de las olas, se dirigieron hacia el
dormitorio de él, sin dejar de besarse como si en ello les fuera la vida. Lucas la empujó
con su cuerpo sobre su propia cama y una vez la tuvo allí se detuvo jadeando. Necesitaba
tranquilizarse y tomar aire, pero verla tumbada ante él, con las mejillas sonrojadas, el pelo
revuelto y la respiración igual de jadeante que la suya, hizo que soltara un gemido de
intensa necesidad. Leyendo el hambre que animaba sus ojos, Inés comenzó a
desabrochar lentamente los botones de su blusa mientras se despojaba de los zapatos de
tacón con los pies.

2. Lucas permanecía como atontado llenándose con la imagen del cuerpo femenino que iba
quedando poco a poco expuesto ante sus ojos; sólo cuando vio que se disponía a bajarse
la falda pareció recuperar la voz.
-¡No!
Arrodillándose en la cama, frente a ella, comenzó a deslizar la prenda casi con reverencia
por sus bien torneadas piernas; luego le tocó el turno a las braguitas de encaje y seda
mientras Inés jadeaba cada vez de manera más audible, presa de un ansia que parecía
encender una hoguera en cada poro de su cuerpo.
Cuando Lucas se inclinó y comenzó a lamer su parte más íntima, ella creyó que no podría
resistirlo. Aferrando la colcha con los puños arqueó su cuerpo, que se derretía bajo las
expertas caricias de Lucas. Inés se aproximaba al orgasmo, lo sentía en el palpitar de su
carne y en los placenteros estremecimientos que la recorrían. En ese momento él detuvo
su dulce tortura y empezó a desvestirse con urgencia pero sin apartar la mirada ni un
instante de Inés.
Ella a su vez, devoraba con la mirada cada centímetro de su cuerpo que quedaba al
descubierto deseándolo hasta el límite del paroxismo. Cuando acabó de desnudarse,
Lucas se tumbó sobre ella y comenzó a atormentar sus pezones, tirando de ellos con
suavidad y succionándolos hasta que Inés no pudo más y comenzó a retorcerse y suplicar.
–¡Oh si! ¡Lucas si, por favor! ¡Por favor, ya!
Él no pudo aguantar más, de hecho estaba sorprendido de haber podido llegar hasta ese
punto sin sucumbir al intenso placer que sentía. Cuando por fin la penetró, ambos
contuvieron el aliento, maravillados por la intensidad del goce que los atravesó como un
rayo. Fue Inés las primera en comenzar a moverse desatando en Lucas unas locura
imposible de parar; ambos se buscaban y encontraban en un ritmo perfecto impuesto por
sus cuerpos y de improviso ella se tensó y echó la cabeza hacia atrás soltando un breve
grito cuando el orgasmo más intenso de su vida la invadió.
Lucas aceleró el ritmo, impelido por la necesidad más acuciante que había experimentado
en su vida. El orgasmo le hizo gritar y cuando los espasmos placenteros se detuvieron
enterró su rostro en el hueco del cuello de Inés.
–Te quiero Inés...¡Dios, cómo te quiero!
–Yo también te quiero Lucas – y en ese momento comenzó a reír, liberada y feliz como
nunca antes en su vida.

3. A partir de ese momento la relación entre ambos se fue afianzando cada vez más. Inés se
lo presentó a Laura y ésta quedó francamente impresionada por él. Esa noche a de Laura
quedaron las dos en casa de Laura para ver unapelícula, “un pastelón”, lo había llamado
Lucas entre risas. Mientras tomaban palomitas de maíz y bebían coca cola hablaron largo
y tendido sobre lo sucedido hasta el momento.
–Inés,si no fuese porque he visto con mis propios ojos cómo te mira y te trata y porque
confío en ti absolutamente, no creería que existiesen todavía hombres así – dando un
teatral suspiro había añadido - ¿no tendrá por casualidad un hermano para mi?
Ella se había puesto seria.
–No, sólo le queda una hermana. Su hermano murió hace poco.
También Lucas había insistido en presentársela a sus padres, aunque ambos vivían en un
pueblo de Toledo desde que su padre se jubilara. Habían viajado hasta allí un domingo e
Inés volvió encantada pues había encontrado un recibimiento y una calidez que jamás
había percibido en su propia familia. Cuando Lucas, ansioso por estrechar lazos con ella,
le pidió que le presentara a sus padres Inés terminó de sincerarse con él y le contó cómo
habían reaccionado éstos al enterarse de la traición de su ex marido.
–Por eso buscaba trabajo – terminó de explicar – no quería pedirles ni deberles nada más.
Lucas la había abrazado fuertemente contra su pecho sin decir nada.
Poco a poco las dudas e inseguridades que habían atormentado a Inés comenzaron a
disiparse ahuyentadas por la evidente adoración que Lucas sentía hacia ella. Inés
comenzó a pensar que era digna de recibir ese amor en la misma medida en que ella lo
daba, pues sin apenas darse cuenta Lucas había pasado a convertirse en el centro de
todo su universo.
Una tarde, mientras yacía saciada y lánguida sobre él, Lucas la incorporó y, mirándola a los
ojos con repentina seriedad exclamó:
–Inés, cásate conmigo.
A su pesar ella se tensó. Al contrario de lo que les sucedía a muchas mujeres, para ella la
palabra “matrimonio” sólo tenía connotaciones negativas.
Lucas enseguida notó su reticencia y aunque se sintió dolido al comprender que a pesar
de la maravillosa relación que tenían Inés seguía recelando, no quiso darse por vencido.

4. –Aceptaré lo que tú me digas Inés, si lo prefieres viviremos juntos, pero no puedo estar
así...cada vez que te marchas es como si te llevaras una parte de mi contigo.
Inés, profundamente emocionada se inclinó y lo besó con dulzura.
–Lucas, te quiero, y creo que nunca podré demostrarte cuánto, pero no puedo darte una
respuesta ahora, aún no.
Lucas apretó las mandíbulas y se levantó de la cama.
–De acuerdo, pero no me tengas a tu alrededor bailando como un monito amaestrado.