En la década de 1960, los adolescentes en Nueva York comenzaron a escribir seudónimos en las paredes de sus barrios. El ejemplo más conocido fue Taki 183, un chico griego de 17 años que escribió su apodo y la calle donde vivía (183) por toda la ciudad. Otros jóvenes pronto imitaron a Taki 183, creando así el movimiento del graffiti en Nueva York.
Chris Boyd: Evaluación del programa piloto de promoción del ahorro entre fami...UNDP Policy Centre
This presentation is part of the programme of the International Seminar "Social Protection, Entrepreneurship and Labour Market Activation: Evidence for Better Policies", organized by the International Policy Centre for Inclusive Growth (IPC-IG/UNDP) together with Canada’s International Development Research Centre (IDRC) and the Colombian Think Tank Fedesarrollo held on September 10-11 at the Ipea Auditorium in Brasilia.
Chris Boyd: Evaluación del programa piloto de promoción del ahorro entre fami...UNDP Policy Centre
This presentation is part of the programme of the International Seminar "Social Protection, Entrepreneurship and Labour Market Activation: Evidence for Better Policies", organized by the International Policy Centre for Inclusive Growth (IPC-IG/UNDP) together with Canada’s International Development Research Centre (IDRC) and the Colombian Think Tank Fedesarrollo held on September 10-11 at the Ipea Auditorium in Brasilia.
1. A finales de los sesenta los adolescentes en la
ciudad de Nueva York empezaron a escribir sus
nombres en las paredes de sus barrios, aunque en
realidad utilizaban pseudónimos, creandose así
una identidad propia en la calle. Estos chicos
escribían para sus amigos o incluso para sus
enemigos. Quizás el ejemplo más significativo y a
la vez el más conocido por todos sea el de Taki
183, un chico de origen griego que a la edad de 17
años comenzó a poner su apodo. Su verdadero
nombre era Demetrius (de ahí el diminutivo
“Taki”) y 183 era la calle donde vivía (poner el
nombre de la calle fue un elemento usado por
muchos más escritores). Taki trabajaba como
mensajero y viajaba constantemente en el metro
de un lado a otro de la ciudad. En el trayecto
estampaba su tag (firma) en todos los lados,
dentro y fuera del vagón. El no lo consideraba
como algo malo, de hecho respondía así a las
preguntas que le formularon en una entrevista en
el New York Times: “Simplemente es algo que
tengo que hacer. Trabajo, pago mis impuestos y no
hago daño a nadie”. Estos actos le convirtieron en
un héroe y poco después cientos de jóvenes
empezaron a imitarle.